Bueno, creo que por primera vez en la historia publico a una hora decente. Como sea, los exámanes me han mantenido un tnato ocupado, por lo que no pude actualizar el viernes.

marth de adromeda: Si Ash pierde el poder, de seguro moriría xD.

Red-sensei: Muchas gracias por el comentario. Así es, se viene un discreto Pokeshipping.

Guest: u.u

SilverWings98: Tuve que haberles advertido de que había escenas gore u.u Lo lamento. Y ya vi el especial, sencillamente magnífico. Saludos.

Ryd3r: Invertiste mucho tiempo xD Bueno, muchas gracias por mantenerte al día con la historia, y no te preocupes, a veces hay situaciones personales que impiden leer el fic, pero tarde o temprano sé que terminarán manteniéndose al día. No es una película Hollywoodense, es PBO! xD Eso me mató de risa. Y cierto, no me había percatado de que ya llevo poco más de un año con el fic. Qué rápido se pasa el tiempo!

Alejakaiser: Ojalá me gustaría hablar con Martin, para ver si no muere Arya. (Siempre le rezo a Dios que no la maten, o dejo de seguir GoT) Muchas gracias por la felicitación, y respondiendo tu pregunta, yo le calculo un año más xD, o menos. No sabría decirte con exactitud, pero es aproximado.

Kuroi: Pensé que habías muerto o algo por el estilo xD Ok no. No te preocupes, todos estamos a veces llenos de bastantes deberes y problemas, así que puedo comprenderte. Tuve que matar a Flannery porque así lo quiso el destino, y se viene el Pokeshipping xD Aunque será algo corto. Muchas gracias por tus felicitaciones, aunque sean atrasadas lol

Bueno, sólo advierto que si no entienden algo de este capítulo, no es su culpa. Es así de confuso. ¡Nos leemos!


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Capítulo 76

Traición Celestial


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Brock

La puerta de oro ornamentado se abrió; una corriente pequeña de aire revoloteó trazando un arco ventoso que desapareció a nuestras espaldas. Después de un momento, cuando las dos puertas estuvieron perpendiculares a las paredes que protegían las estancias, una extraña luz invadió el interior. No supe decir con certeza si se trataba de la luz solar, o era algo más, puesto que el firmamento estaba enteramente nublado, con pronósticos de que se avecinaba una tormenta. Alcé mi cabeza hacia el cielo, aunque no sé por qué lo hice; en realidad, podía voltear a cualquier lado y ver paisaje celestial que se imponía sobre nosotros. Manchas grisáceas se mantenían suspendidas arbitrariamente cerca de mi posición; eran tan gises y frías, que sentí curiosidad al saber qué sucedía si introducía uno de mis brazos en una de ellas. Sin embargo, el eco de los truenos comenzaban a avecinarse aún muy lejos de nuestra posición, y deseché la idea de hacer el mínimo contacto con una de las nebulosas grisáceas; tal vez se veían inofensivas, viajando apaciblemente por el espacio, pero sabía que las cargas eléctricas depositadas en ellas eran traicioneras.

Uno a uno comenzamos a entrar al palacio lujurioso que estaba frente a nosotros; no obstante, por una razón en particular, yo quería seguir divisando tranquilamente el paisaje. Era tan hermoso, tan apacible, tan increíble, tan… irreal. Aunque no quería creerlo, mis profundas ideas me susurraban que podría estar muerto; que este paisaje era a donde las buenas personas iban una vez que terminaban su ciclo de vida en la tierra. Parecía ser el paraíso celestial.

Y como su nombre lo indicaba, Ciudad Celestial era más cielo que tierra. Aquí, si no poseías un Pokemon volador, no podías trasladarte de un lugar a otro; en cierta manera, el nivel estaba compuesto por pequeñas islas flotantes, situadas por todas partes y adornadas por edificaciones de mármol que resplandecían a pesar de no tener rayos solares que los iluminasen. Las islas también poseían espesos árboles verdosos, pero eran opacados en su mayoría por las grandes montañas irregulares por debajo de las islas; aquello hacía pensar que los trozos de tierra flotantes fueron arrancados bruscamente de la tierra, ascendiendo hasta rebasar los límites de un cielo eterno.

Algunas eran diminutas, apenas divisándose a lo lejos, mientras otras se veían desde cualquier punto de vista en el que estuviese un jugador. La isla flotante en la que nos encontrábamos, era la que predominaba en el ambiente. Mis ideas me inquietaban: ¿cómo es que el peso de aquella gran isla podía no afectar la gravedad? ¿Cómo es que se mantenía suspendida en el aire, como si no existiese gravedad alguna? Las preguntas eran algo estúpidas, puesto que esto era un mundo virtual y cualquier cosa podía impresionarme.

Cuando entramos, las puertas se cerraron a nuestras espaldas, pero aun podía sentir la densidad de las nubes obstruyendo nuestro paso. Un largo pasillo se extendía frente a nosotros, con azulejos de mármol cegando nuestra vista; las paredes eran adornadas con cristales de varios colores, donde Pokemon de tipo volador estaban inscritos y bailaban al compás de un sinfín de colores avivados que atravesaban la edificación hasta rebotar con los azulejos del suelo. El silencio a lo largo del pasillo se podía interrumpir con nuestros pasos firmes y lentos. El eco de éstos viajaba hasta llegar al final del camino, donde había otra puerta mucho más grande que la anterior.

Ésta no era de oro, ni de cristal. La piedra fría, áspera y grisácea que daba a mostrar finas curvas y arreglos dignos de una majestuosa puerta, se abrió cuando sintió la presencia de nosotros cinco. Me extrañó que no hubiese algún guardia custodiando alguna de las puertas, o por lo menos algún lugar de aquel palacio. De hecho, nadie se encontraba en la colosal isla —en la que habíamos aterrizado gracias al gran Fearow del Sanador Invencible—, lo cual me impresionaba. ¿Por qué nadie custodiará las entradas, como en la mayoría de los grandes castillos? ¿Será que las alturas sean las encargadas de ello?

Mi pregunta se aclaró al observar lo que había más allá de la puerta: un enorme y estrecho camino serpenteante, en el que apenas una persona podía caminar a la vez. A los lados, no había nada más que vacío y cielo; el camino sin orillas, se extendía hasta que se convertía en varios peldaños agrietados, irregulares y erosionados por los vientos imprescindibles de Ciudad Celestial. Al final de estas escaleras, las nubes cubrían el final de los peldaños, pero seguramente ahí era donde se encontraba quien creía que iba a encontrarse.

Al dar un paso hacia adelante, donde empezaba el riesgoso camino, sentí que el peso de mi pie agrietaba más la tierra, mientras pequeñas piedrecillas se colaban por los agujeros de las grietas y salían por debajo, para adentrarse en una caída que no tenía fin. Me imaginé qué sucedería si yo cayera ante la eternidad de aquel cielo.

Nadie mencionó nada; el primero en actuar fue Gary, que comenzó a dar pasos cautelosos por el sendero estrecho; el camino crujió bajo sus pies, pero la seguridad en él fue mayor y siguió caminando mientras mantenía el equilibrio. Le siguió Gold, que respiró con valentía y evitó el mirar hacia abajo; White y N le siguieron los talones, hasta que finalmente quedé yo solo frente a las amenazas de aquel camino; ahora entendía por qué no había ningún guardia.

Y tal vez fuese una mejor idea el ir en un Pokemon volador para evitar el caminar por aquel sendero, pero cuando a nuestros costados aparecían siluetas borrosas de Pokemon observándonos con cautela, deseché esa idea. ¿Acaso nos atacarán esos Pidgeys, Farfetch'd, Ledyba, Swablu, Pidove, Ducklett, Emolga, Fletchinder y demás Pokemon voladores? Cierto, parecían inofensivos, pero quién sabe cómo se comportarían si veían a un jugador montado sobre su Pokemon, intentando invadir su hábitat. Tal vez había jugadores que se podían dar el lujo de arriesgarse, pero después de todo, parecía que aquel camino era más seguro, aunque aun la idea de que aquellos inofensivos y pequeños Pokemon ave nos atacaran de un momento a otro a pesar de estar a media legua lejos de nosotros, seguía invadiendo mi mente.

Una vez que milagrosamente habíamos llegado a los peldaños, comenzamos a seguir el camino zigzagueante hacia arriba, donde una voluminosa masa de nube blanquecina cubría lo que había al final. Entonces, los peldaños dejaron de divisarse. Mis pies buscaban a tientas el siguiente escalón; sería una sentencia de muerte si tropezaba a o daba un paso en falso, por lo que tenía estar atento a cada paso que realizaba. El camino fue algo tedioso y largo, pero cuando finalmente las nubes comenzaron a disipar su masa, y cuando el último escalón fue testigo de que habíamos llegado sin ningún inconveniente en el camino, finalmente nos hallamos más arriba de lo que creía; la altura era tal, que nosotros estábamos por encima de las nubes y de los truenos que comenzaban a resonar por debajo de nuestros pies. Sentí un atisbo de alivio; si una tormenta fuese a dar de lleno con Ciudad Celestial, nosotros no íbamos a estar por debajo de ella. El sol finalmente hacía su aparición, dando de lleno con nuestros rostros, pero lo más resaltante era que el astro rey hacía resplandecer el palacio de piedra blanquecina y oro fundido que estaba frente a nosotros. Varias columnas de mármol se extendían por un enorme sendero que daba con peldaños bien definidos y terminaban en la puerta tallada en la que un Gardevoir de oro miraba a cualquiera que quisiera entrar a los aposentos. Sin embargo, las columnas se abrían en torno a una circunferencia, donde una fuente expulsaba pequeños hilos armónicos de agua simultáneos; en el centro de la fuente, el esculpido de una silueta de piedra se alzaba imponente.

Me resultaba algo extraño: aquella silueta poseía un rostro divino, y una mirada hipnotizadora; no, no era un Pokemon, sino una jugadora que extendía la mano hacia el observador… hacia mí. Esa mirada y esa mano que me alzaba me indicaban que estaba en un lugar seguro, paradisiaco y sin preocupaciones; sin duda alguna, me estaba indicando que entrara al paraíso eterno, donde las personas difuntas entraban para disfrutar de una eternidad celestial y magnífica. No obstante, esos ojos… esos orbes que carecían de color pero al mismo tiempo sabía que eran de un tono cristalino, eran muy conocidos para mí. Eran los orbes que estaban a punto de asesinarme hace algún tiempo. Y sin embargo, sentía que esos ojos me decían que no me preocupara de nada.

— Diantha —nombré.

Gary me miró por algunos momentos, pero prosiguió en el camino, rodeando la fuente que inundaba el aire de brisa fresca. Subió los peldaños y finalmente se situó frente a la puerta de oro, donde el Gardevoir tallado lo miraba con misterio. Le seguimos los pasos, aunque el sol reflejado en el oro fundido de la puerta me cegó un tanto la vista.

— Finalmente hemos llegado —N se encontraba ansioso.

— Sólo espero que ella sea agradable como la estatua de la fuente —bromeó Gold, aunque no era tiempo para bromas.

— N —nombró Gary; el castaño miró mutuamente a White, y luego desvió la mirada— Diantha es poderosa.

Sólo se oía el ruido del agua sobre la fuente, y los rayos que se avecinaban debajo de nosotros. Ni siquiera el viento podía irrumpir a grandes alturas.

— Tranquilo… sólo… sólo quiero saber qué diablos pasa en el mundo aural —confesó N y sonrió de una manera misteriosa, como siempre lo hacía.

— Espero que comprenda —confesé, pero nadie replicó.

Todos estaban más atentos a la puerta, que comenzó a abrirse lentamente, rechinando debido a las colosales bisagras que se situaban en las orillas de ésta. Poco a poco, la oscuridad dentro de la habitación fue invadida por la luz solar, aunque de hecho, los reflejos del astro rey comenzaban a chocar con los colores vivos que había dentro del aula, debido a un sinfín de cristales que la adornaban; cristales donde varios Pokemon voladores tallados de colores alegres miraban el trono de oro que estaba al final del pasillo.

Respiré hondo. Comenzamos a caminar a lo largo del aula, donde enésimas columnas de mármol adornaban el vacío de la habitación, al igual que los azulejos blanquecinos y pulidos del suelo; en el centro, una alfombra de seda color carmesí se extendía hasta cruzar los peldaños y situarse justo debajo del trono de oro, donde una jugadora nos observaba con una leve comisura en sus labios y con la misma mirada misteriosa y cautivadora de la fuente. A su costado, tres figuras con capas bicolores y el escudo del Gremio Equilibrio sobre su pecho, yacían con la capucha puesta, impidiendo ver con claridad el rostro de cada uno de ellos.

Finalmente, la puerta de entrada se cerró a nuestras espaldas, y el silencio se hizo eterno. Nadie supo qué decir al principio, ¿o será que estábamos intimidados por la figura esbelta que yacía sentada con los muslos cruzados? No sabría decirlo con certeza.

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Diantha esbozó una sonrisa de misterio.

— Así que tenemos invitados en nuestros nuevos aposentos. Rostros no tan conocidos —nos observó por algunos momentos a mí y a Gold— Y otros conocidos —le dedicó una fugaz mirada a los restantes.

— Señora Diantha —White se inclinó en una rodilla; la chica de cabellos castaños, con la cabeza gacha, intentaba disimular el miedo que comenzaba a sentir.

— ¡Oh, White! ¡Pero qué grata sorpresa! —la chica dejó de cruzar sus piernas y se levantó repentinamente del trono. Abrió los brazos para recibir a la muchacha con alegría.

— Señora Diantha… —volvió a repetir, mas la líder del Gremio Equilibrio le interrumpió.

— ¡Basta! ¡Basta! —soltó una pequeña risa de diversión— No hay por qué decir nada ¿Cierto, Black?

Uno de los tres encapuchados levantó la mirada hacia nosotros; de un instante a otro, la capucha se le resbaló hasta que la luz solar y la de los cristales resplandecientes dio de lleno con su rostro: tez pálida y ojos pardos castaños, con una espesa mata de las mismas tonalidades que cubría sus orejas y la mayoría de su frente. El joven permaneció en silencio, con un semblante sumamente sereno.

— Black me dijo que no estabas raptada después de todo, ¿o me equivoco?

El silencio perduró segundos los cuales White no se podía dar el lujo de dejar pasar, puesto que eso podría resultarle catastrófico. Nadie podía mentirle a su líder, y ella lo sabía muy bien.

— Si me pudiese dejar explicar…

— ¡Oh, querida! —Diantha suspiró y rió de una manera molesta y falsa— ¡A mí nadie me engaña! ¡Yo soy la maestra de la actuación! Que no se te olvide.

— Diantha… —finalmente la voz de Gary se hizo presente, que dio un paso hacia delante; otro de los encapuchados se alertó al ver las intenciones del Sanador Invencible, pero Diantha alzó un brazo para indicarles que no había por qué molestarse en prepararse para la batalla—. Hay problemas en el mundo aural.

— ¿El mundo aural, eh?

Su risa fue disimulada esta vez, pero eso no impidió que se me hirviera la sangre. Cada vez su risa comenzaba a ser más molesta.

— Tal vez me hayan raptado, señora Diantha… —la voz de White era temblorosa; miraba al suelo con temor—… pero hay una razón por la que me quedé: queríamos llegar hasta aquí. Justo al nivel donde el mundo aural se encuentra, mi señora.

— ¿Y se puede saber qué problemas hay? —cuestionó. Su voz producía un eco interminable sobre la habitación.

— Aún no estoy seguro, pero puedo presentirlo —N se adelantó, con autoridad.

— Bueno, no sé si confiar en eso. No tienes un argumento valido... —la beta realizó un silencio para que el de mata esmeralda le dijera su nombre.

— N.

—…N —repitió Diantha con una sonrisa; su maquillaje causaba una sombra siniestra cuando la luz le reflejaba en el rostro pálido y hermoso— Puedo notar que también tienes un aura igual que Shigeru y yo. ¿No es así?

El chico se quedó pasmado.

— ¿Dónde la conseguiste? —interrogó aun con la comisura de oreja a oreja sobre su semblante.

— De la misma forma que ustedes la consiguieron —replicó inteligentemente.

Hubo una mirada mutua entre Gary, Diantha y N, que nadie pudo comprender más que ellos tres.

Y súbitamente, Diantha suspiró, bajó el par de peldaños que había frente a ella y empezó a caminar hacia N, que no retrocedió a pesar de que el semblante de la actriz comenzó a tornarse frío. Sus pisadas eran fuertes y prolongadas debajo de esos tacones blanquecinos; de pronto, noté que ella brillaba inclusive más que el propio sol, debido a los atuendos blancos que portaba y esa bufanda en forma de nube que tenía en torno al cuello. Sin embargo, me di cuenta de que no sólo eran sus atuendos, sino que la misma aura blanca de Gary y de N, comenzó a emanar alrededor de ella; entonces, la tensión en el aire se sintió a la par que su aura incrementaba y su sonrisa se volvía oscura; y no sólo eso, sino que los cristales empezaron a crujir debido a la fuerza con la que el manto blanco que surgía alrededor del cuerpo de Diantha se intensificaba.

N no retrocedió, pero yo sí lo hice. Parecía que Diantha tenía más poder del que creía.

— Sé que tus intenciones no son buenas —le susurró Diantha a N— A mí… a mí nadie me engaña.

— ¿Es que no lo has notado? ¿Es que no notas que uno de los dos Pokemon no está en el mundo aural?

Diantha se calló enseguida. Sin embargo, intentó disimular que no sabía nada para poder demostrar que ella era la que decía la verdad. ¿O es que acaso no sabía nada sobre ello?

— Mientes; ambos están ahí, sólo que uno nunca se muestra.

— No… digo la verdad.

— ¡Por favor! ¡Necesitamos saber qué sucede en el mundo aural! —Gold intervino.

— ¡TÚ ERES EL CULPABLE! ¡SÓLO QUIERES A UNO DE ESOS POKÉMON! —Diantha frunció el ceño, y cuando lo hizo, su mirada desvaneció cualquier atisbo de hermosura— O no… no, estoy en lo erróneo. A lo mejor… a lo mejor sólo quieres… quieres más poder. ¿No es así? ¿Es que quieres más poder? Dímelo, N. A mí nadie me engaña. ¿Lo sabes?

N abrió los ojos a causa de la actitud de Diantha, mas tuvo que negar con la cabeza. No obstante, lo más impresionante es que ninguno de ellos retrocedió. El silencio los invadió de nuevo; no sabía los reales objetivo de N. ¿Acaso Diantha estaba en lo correcto? ¡Pero es que había problemas en el mundo aural! ¿No es así? Tenía que haberlos.

— No miento. Puedes comprobarlo con el poder de tu aura. ¿No es cierto? No es el mismo que antes —N esbozó una sonrisa; cuando Diantha escuchó aquello, sus pupilas se contrajeron debido a la impresión, aunque intento disimular su exalto.

La líder no mencionó nada, y entonces le dio la espalda a N para comenzar a retroceder de nuevo hacia su trono de oro.

— Eres un peligro para el mundo aural —insistió Diantha— Lamentablemente no permitiré que nadie cruce las puertas al mundo aural.

— ¡Maldita bastarda…!

Gold se llevó una mano a la espalda, y en un abrir y cerrar de ojos, una flecha dorada fue hacia la dirección de Diantha. Pero ella siguió caminando; ni siquiera la rabia súbita que había sentido Gold en un momento crítico, le hizo voltear a ver el ataque del arquero. Ella siguió dando pasos serenos hacia su trono de hierro, pero a pesar de que podía seguir como si nada, paró para esbozar una sonrisa y mirar por el rabillo del ojo que alguien más había detenido la flecha de Gold.

La silueta se sacudió la capucha de la túnica bicolor. Varios mechones escarlatas cayeron por la espalda y el rostro de una muchacha de piel morena y ojos acristalados.

El oro sin duda era un material muy resistente; uno de los más fuertes, para ser exactos. No obstante, parecía que la moza ni siquiera había tenido en cuenta la fuerza del oro, puesto que estrujo con suma facilidad la flecha que cayó tintineando sobre la alfombra carmesí.

— No saben apreciar la actuación —mencionó Diantha en voz baja— Skyla, encierra a los traicioneros.

— ¡Un momento! —Intervine por fin— ¡No somos traicioneros! No venimos con malas intenciones.

— Sé que mienten.

— ¡Es verdad! —Gold me apoyó, e inclusive N dibujó un semblante de preocupación en su rostro, al ver que estábamos en una situación comprometedora—. ¿O no es así, Shigeru?

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Pero el muchacho permaneció quieto. Shigeru estaba con la mirada perdida en sus pensamientos, y con los puños tensos por la situación que se estaba viviendo; White se levantó finalmente de la reverencia que había estado haciendo todo este tiempo; miró a Shigeru primero y después a Black, que yacía junto con otro jugador atrás del trono, viendo el espectáculo que se estaba causando.

— Lo siento, Gold…

La voz de Gary fue fría; Diantha esbozó una sonrisa y después realizó su risa molesta. Una risa con mayor intensidad, pero ésta vez era real y malévola. Y entonces, viró de nuevo hacia la dirección de su trono, mientras su túnica blanca ondeaba y cegaba a cualquiera que viese el atuendo.

— Ustedes… intentan asesinar a Diantha; intentan… apoderarse del mundo aural.

— ¡¿Qué?! ¡NO! ¡Shigeru, ¿qué dices?! —Gold dio pasos apresurados hacia el sanador, pero entonces Black finalmente intervino. Fue como una ráfaga de viento: el sujeto llegó hasta el azabache y le propinó un golpe sobre el abdomen que lo disparó hacia una, dos, tres columnas que su espalda partió a la mitad.

— ¡Gold! —rodeé mi aura sobre un puño; fui hacia Black a una velocidad que no pudo seguir. Sin embargo, si había pensado que la velocidad con la que la chica pelirroja, Skyla, y Black habían realizado era sumamente rápida, la del tercer sujeto fue mucho mayor. Solo pude ver una mancha negra y blanca, que dio de lleno conmigo y un acero fue hacia mi cuello. La túnica bicolor se resbaló de su armadura resplandeciente y hecha de acero brillante. Su semblante era serio, con párpados hinchados, mirada hundida, una mandíbula cuadrada, frente amplia y unas pobladas cejas azabaches que hacían juego con el abundante cabello que tenía en los costados de su cabeza. Pude esquivar con complicación la espada que iba hacia mí, pero bastó con el choque estrepitoso de su armadura pesada con mi cuerpo, para sufrir el mismo destino que Gold. Las nubes de polvo se disiparon por el lugar, al igual que la risa molesta de Diantha.

— ¡Oh, vaya escena que se ha armado! —Diantha rebosaba de alegría— Aunque costará el rearmar mi palacio. ¡Vean lo que han ocasionado!

Pude reincorporarme con Gold ayudándolo a levantarse, pero la muchacha, Skyla, había estado ya frente a nosotros. Intenté dar un golpe en vano, pero como si ella fuera una hoja liviana, giró por el aire y esquivó el golpe a una velocidad natural, y entonces danzó conmigo, mientras mis golpes a diestra y siniestra eran testigos de cómo Skyla esquivaba cada uno de ellos mientras esbozaba una sonrisa divertida.

— Fue divertido, ojos de rendija —emitió una risita— Pero no podrás conmigo.

Entonces, la pelirroja alzó uno de sus puños y golpeó hacia el vacío, y súbitamente, una ventisca nos lanzó a mí y a Gold fuertemente hacia otra dirección; el hombre viejo de la armadura robusta nos atrapó hábilmente en cada mano, sujetándonos de nuestras túnicas.

— Enciérralos, Tileo —ordenó Diantha— Junto con N…

El de mata esmeralda quería luchar, pero sabía que no iba a poder contra todos ellos.

— White, Shigeru… —nombró Diantha, aun divertida por lo que sucedía— Quiero felicitarlos por la gran actuación que han hecho; estoy orgullosa de ustedes. Les sacaré información a los tres, después de la ejecución de Citron; quiero saber cuál es su verdadero objetivo en el mundo aural. White, Black, se quedarán a cargo del Templo Aural mientras yo esté en la ejecución pública.

La mujer rebasó el trono de oro, para salir por una puerta que estaba escondida entra la oscuridad de los rincones de la habitación…

Y cuando volteé a ver al castaño, éste aún tenía la mirada perdida hacia los cristales que dejaban entrever la luz solar; una mirada misteriosa hacia la nada. Se alzó la capucha, le dedicó una mirada a Diantha, e hizo una reverencia, para después salir de las estancias mientras Gold se quedaba pasmado por ver que aquel chico, junto con White, nos estaban entregando a la mujer que en un principio había querido matarme, o mejor dicho, que ha matado a varios novatos en el juego.


Dawn

Sangre. Arma. Palidez. Lágrimas.

Un sinfín de imágenes atormentaron mi mente como nunca; no podía ser cierto. Mis padres estaban inertes, derrumbados en los pasillos del hospital, con la puerta abierta de la habitación en la que yo yacía "inconsciente". Y la oscuridad de la noche era mi mejor aliada; gracias a ella, podía evitar el ver con claridad las pupilas sin vida de mi madre, o los charcos de sangre esparciéndose debajo de la cabeza de mi padre. No… no podía ser cierto. Súbitamente, pasos livianos, pero que se podían escuchar a varios metros de distancia, comenzaron a resonar por las afueras del aula; un segundo sonaba un paso, y otro era un silencio infernal. Y entonces, cuando la silueta oscura llegó hasta la entrada, sólo me dediqué a ver la pistola que se aferraba fuertemente en la palma de su mano; los mechones púrpuras caían sobre su rostro, y su rostro frío, como de costumbre, me observaba de tal manera que pensé que el dispararme sería cosa fácil. Mis manos temblaron, mi casco cayó sobre el suelo, y lo único que alcancé a escuchar no sólo fue el sonido del casco contra el suelo, sino también el estruendo de la pistola que se aferraba a su mano.

Mi respiración fue la primera que pude escuchar una vez que me desperté de golpe. Estaba sudando, y las cobijas eran las responsables de que la temperatura dentro de la tienda de acampar fuera alta. Aparté las cobijas de mi cuerpo, me coloqué una camisa, mi cota de malla, unas mallas de acero y mis botas color cobalto; saqué también de mi inventario el broche que sujetaba mi capa, y cuando ésta estuvo firme sobre mis hombreras, busqué a tientas la salida de la tienda. Fui lo más cautelosa posible, puesto que no quería despertar a Eureka, que yacía adormecida profundamente a mi lado, con las cobijas cubriéndola por completo.

Una vez que salí, a mi mente llegó el recuerdo de que habíamos acampado justo en la diminuta llanura que estaba rodeada de árboles. No obstante, a mi izquierda seguía el sendero verdoso, donde los árboles me abrían el camino, susurrándome que debía de largarme de ahí. Incitándome a que huyera de ahí, para poder ir a la siguiente mazmorra, y a la siguiente, y a la siguiente, y así hasta poder estar de nuevo con mis padres, sana y salva. Y entonces, di un paso hacia adelante, mientras el césped se acolchonaba sobre la suela de mi bota.

— ¿Adónde vas?

La voz de León me sorprendió. El muchacho yacía sobre la rama de un árbol que estaba en los límites de la llanura circundante. Cuando volteé a verlo, noté que estaba afilando con un diminuto cuchillo una rama que había cogido del suelo, hasta que ésta comenzaba a tomar forma de una flecha puntiaguda y bien esculpida.

— Tengo que proseguir.

— Pero el entrenamiento aún no ha terminado. Es más, ni siquiera hemos tenido la oportunidad de ir a por el Arco de Luz.

— Eso lo sé —balbuceé— Sólo que...

Me quedé en silencio; recordé el sueño que había tenido justo hace unos minutos. No quería que mis padres muriesen a manos de Paul, o de quienquiera que fuese el encargado de hacerme sufrir. No quería que mi familia estuviese muerta por mi culpa; necesitaba pasar el juego a como diera lugar, y el estar aquí no me iba a ayudar en nada.

— ¿Otra vez las pesadillas? —León leyó mi mente. El chico aterrizó sutil pero ágilmente sobre el césped; la altura a la que había estado era considerable, pero el muchacho ya tenía experiencia en ello. Lo único que hizo imperfecto su aterrizaje fue que su boina roja se había deslizado de sus cabellos azulinos. El chico maldijo por lo bajo y se inclinó a recogerla.

— Escucha, sé que quieres entrenarme, pero sinceramente no he visto que progresemos —fui directo al grano.

— Tranquila, lo harás con el tiempo —noté que además del cuchillo y de la flecha que sujetaba en ambas manos, había algo más sobre ellas: un papel arrugado y envuelto que era imposible el ver con claridad.

— El tiempo es oro —alcé la voz, pero entonces recordé que no quería despertar a Eureka; la pequeña ha estado muy activa estos días— Y lo único que he estado haciendo es lanzar flechas con los ojos cerrados; es lo único que me has dicho que haga en estas dos semanas.

— Es necesario que aprendas a ser una con el arco, Hikari.

— Sí; sé del entrenamiento avanzado. Citron me lo ha contado ya, pero… —al nombrar al rubio, un retortijón en mi estómago se hizo presente; recordé que los había delatado a él, a Ash y a la UEO completa. Ash… ¿qué habrá pasado con él? Quería muchas respuestas, pero este entrenamiento alejado de la sociedad virtual me lo ha impedido, así como me ha servido de nada el hacer esto. No le veía sentido.

— Lo entenderás una vez que lleguemos al nivel en donde el Arco de Luz se encuentra; aún no puedo decirte de lo que se trata, pero primero, como te lo he dicho muchas veces, necesitas el ser una con el arco; no seas tú la que lance la flecha… se tú la flecha.

— Sí, sí…

León cerró los ojos, suspiró y aventó la flecha hacia el sendero por el cual yo tenía planeado escapar atravesando incontables árboles. De repente, el choque de la filosa aguja de madera resonó hasta que dio de lleno con un tronco. No fue necesario el ir hacia el punto donde la flecha cesó, para darme cuenta de que el arma había dado de lleno con una baya específica de un ramo de frutos que un Nidoran estaba a punto de arrebatar de un seto. León abrió los ojos, pero yo refunfuñé ante su modestia. Sin embargo, antes de replicarle cualquier cosa, me di cuenta con mayor atención del papel arrugado que estaba sujetando en su mano. Justo di con una palabra que atrajo mi curiosidad: "ejecución".

— ¿Qué es esto?

— No, Hikari, espera…

Sin embargo, fue demasiado tarde: el papel daba a mostrar algo que me hizo sentir aun peor.

"Asistan todos a la ejecución de un jugador beta el día de mañana, en el nivel 50 del juego (Ciudad Celestial), a las 7:00 hrs. Finalmente se impartirá justicia en PBO."

Y abajo, la foto de aquel peculiar y cómico rubio, que yacía con un semblante irreconocible en la celda de una prisión. No… No era Citron. No tenía que ser. No podía ser él.

— Hikari… —León intentó detenerme, pero ya había sido demasiado tarde.

— Tengo que ir.

— No; no puedes, Hikari —insistió León, pero yo sólo me dedicaba a ver la oscuridad del firmamento. Mañana… no quedaba mucho tiempo.

— Lo siento, León. Prométeme que no le dirás nada a Eureka. Si ella se llegara a enterar…

— ¡Pero…! —el chico bajó la voz y volteó a ver la tienda de acampar— Pero… no sabes a lo que te enfrentarás Hikari; tal vez… tal vez sea una trampa. Puede que Paul…

— A lo mejor él esté ahí, pero no me importa.

— ¿Y tus padres?

La pregunta me retuvo en mi lugar durante algunos instantes.

Suspiré valientemente.

— Por ahora, rescatar a Citron es lo único que puedo hacer.


Gary

Las corrientes de aire eran frías; el cielo nocturno finalmente había caído sobre Ciudad Celestial, y se veía más hermoso de lo que creía. Caminaba por un sendero a orillas de una de las islas que conformaban la ciudad; en los adentros de la isla, los NPC comenzaban a construir sus aposentos, así como los mismos jugadores novatos empezaban a formar pequeñas bases que serían el lugar ideal para que el Gremio Equilibrio se expandiera aun más hasta llegar a magnitudes tales como el gremio de Steven o Lance.

Los sonidos folclores, gente yendo de un lado hacia otro, mercantiles intentando vender comida virtual, y Pokemon conviviendo con NPC. Todo aquello me distraía de mi verdadero objetivo. Todo ello no me dejaba pensar con claridad. Sabía que debía mantener la calma, o no podría con todo esto. Si algo fallaba, no me lo perdonaría.

Y me quedé contemplando el paisaje durante un par de minutos, hasta que decidí que era ya muy tarde como para seguir en este lugar; saqué a mi Fearow, y éste extendió sus alas para emprender el vuelo; pero su mirada se dirigió a otro lugar que no era el firmamento. El Pokemon observaba con cautela y advertencia a un jugador de esa peculiar túnica, que se acercaba a mí a pasos sigilosos.

— Shigeru… —el chico me nombró, pero yo no quise llamar mucho la atención. ¿Qué tal si había alguien escuchándonos?

— Tranquilo, Fearow —le mencioné a mi Pokemon señalando que él no era una amenaza, y por ende el Pokemon refunfuñó y dejó de extender las alas marrones.

— White y yo…

— Cállate —le espeté. El muchacho de mata larga y castaña se sorprendió por mi extraña actitud.

— Pero…

— He dicho que te calles.

— Shige…

Y en ese momento, bastó con una ojeada rápida hacia mi Fearow; éste extendió las alas y tumbó a Black con sus patas. El rostro del joven se vio rodeado con la pata izquierda del Fearow, y en ese momento lo levantó como si fuese una pluma liviana; como si fuese un pequeño Caterpie. Fearow se levantó unos metros de la tierra con ayuda de sus alas, creando remolinos de polvo a mi alrededor. Como estábamos en los límites, no bastó con ir más allá para que mi Pokemon volador amenazara a Black con dejarlo caer; simplemente, bastó con extender la pata que cogía al miembro del Gremio Equilibrio para que éste estuviera sobre un vacío interminable.

— No digas nada —le dediqué una mirada al muchacho; la mirada más fría y larga que le había dedicado a alguien.

Black se dedicaba a quejarse, debido a que las garras de mi gran Fearow le apretujaban el cráneo con fuerza; cuando éste lo aventó de nuevo hacia los límites de la isla flotante, comenzó a respirar agitadamente, sacudiéndose el polvo que había sobre su túnica blanca y negra.

— Yo ya cumplí con lo que prometí —le mencioné, mientras éste me miraba confundido— Ahora, ustedes deberán actuar por su cuenta; no me metan en esto.

No tuvo tiempo para replicar, aunque no pensaba hacerlo. Monté a mi Fearow y me alejé de la isla donde la mayoría de la gente empezaba a poblar y a alistarse para ver la ejecución, que era al día siguiente. Volé durante un par de minutos sobre el cielo, presenciando la gran luna que me iluminaban los cabellos marrones. Cuando estuvimos cerca de la isla a la cual quería llegar, desmonté a mi Fearow, no sin antes alejarme de un grupo de Pokemon voladores que intentaban acecharnos.

La isla contenía más de los confusos templos que el gremio de Diantha había construido; sin embargo, éste era diferente.

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Entré y caminé por un par de pasillos, virando hacia la izquierda, derecha, y nuevamente izquierda, mientras los cristales en forma de arco dejaban colar un par de rayos lunares. Y entonces, por un pasillo estrecho e iluminado por un par de antorchas, yacían dos siluetas que me contemplaron con misterio; cuando llegué a ellas, me di cuenta de que se trataba de Tileo, sujetando a un rehén que se dedicó a mirarme con furia.

Ruby.

Éste no mencionó nada cuando me observó, mas abrió sus ojos como platos. Cynthia apareció por entre la oscuridad del pasillo, intentando sorprenderme en vano.

— Llegas tarde.

— ¿Hay prisa? —le cuestioné molesto.

— No, pero quiero darle una paliza a ese rubio antes de que se muera, y quiero que tú la presencies. Además, traje a este inútil también, para que acompañe a Citron en su miserable muerte.

Brendan escupió en el suelo, cerca de Cynthia. La muchacha llegó hasta él y sin pensarlo demasiado, sólo se pudo oír a lo largo del pasillo y del templo un par de rodillazos que quebraron la nariz del prisionero. El de gorro albino se quejó y maldijo por lo bajo, mientras la sangre le brotaba a chorros. Tileo, inexpresivo como un hombre de su edad solía ser, bajó por la puerta que daba hacia el subterráneo de la isla. Ambos desparecieron por la oscuridad de las escaleras estrechas de caracol rodeada por paredes de piedra.

— Después de ti —le mencioné a Cynthia.

La mujer bajó con una antorcha en mano para disipar la oscuridad.

— Te preguntaría el cómo conseguiste a Ruby, pero sinceramente no es de mi incumbencia —le mencioné para romper el hielo; aunque a decir verdad, sí me interesaba, sólo que quería parecer lo más serio posible.

— Bueno, digamos que alguien de su equipo los traicionó.

— Traición… —susurré irónicamente— Estoy comenzando a acostumbrarme a ello —pensé en Gold, Takeshi, N…

Cuando finalmente bajamos a unas cuantas celdas que yacían solitarias, una de ellas estaba ocupada por una silueta demacrada y que yacía encadenado en manos y pies; Wallace estaba delirando, aun con las marcas de golpes que había recibido por parte de Steven días anteriores; en la otra, estaba un rubio que también estaba encadenado por las cuatro extremidades, sólo que mantenía la cabeza gacha y sus mechones cubrían parte de su rostro ensangrentado.

Tileo abrió una de las celdas y lanzó dentro a Brendan, que aun sufría por su nariz rota; el espadachín lo aprisionó con cadenas y grilletes.

— ¡Traidor! —me gritó Ruby, pero hice caso omiso a su comentario, puesto que estaba más atento a la reacción de Citron que volteó a verme esperanzado.

Sin embargo, al ver a Cynthia, su esperanza se desvaneció en un instante.

Tileo me brindó las llaves y abrí la celda del sanador. Éste intentó articular palabra alguna; sabía que quería hablar de la UEO, y de que necesitaba salvarlo, pero Cynthia estaba a mi lado, y de nada se podía hablar ahora. Y de nada quería hablar con él.

— Shigeru… —me susurró Citron— Sálvame… estoy en peligro; los beta están en peligro… por favor.

Aquello me impresionó… más no sé por qué, si ya lo sabía. Ya tenía en mente que todo estaba perdido.

— Idiota —Cynthia entró a la celda, y levantó una de sus botas negras para dar de lleno con el vientre de Citron; el rubio expulsó saliva y sangre.

Mas extendí un brazo para evitar que Cynthia siguiera golpeando a Citron. No quería que ella lo golpeara.

La mujer iba a recriminarme, pero entonces los actos hablaron por sí solos.

— Yo lo hago.

Y entonces, noté en el suelo a un Citron que tenía encadenado tanto manos como pies; no podía luchar ahora, y no podía hacer nada para evitar lo que estaba a punto de hacer. Su rostro estaba demacrado, pero yo iba a dejarlo peor.

Súbitamente, sonó un golpe seco, fuerte y doloroso que fue directo hacia su mandíbula.

Resonó un rodillazo que se incrustó en su pecho, y luego en su espalda.

Un golpe, dos golpes; un rodillazo, un codazo y un pisotón. Cada golpe le hacía brotar más sangre y gemir más; cada golpe desfiguraba su rostro aun más, y entonces noté que en uno de ellos, un par de dientes se esparcieron por el suelo de la celda. Los golpes, sonoros y fríos a la vez, hacían esbozar una mínima y leve sonrisa en Cynthia, que yacía observando el espectáculo que desde un principio ella había querido ver. Y cuando di el último golpe, noté cómo el peroné de su pierna se había roto en dos. Su vida comenzó a bajar hasta situarse en un 1%.

Citron ya ni siquiera gemía de dolor; el chico estaba delirando, pero por alguna extraña razón estaba consciente en medio de todos los charcos de sangre que mis golpes le habían propinado. Mis nudillos me ardían, así como partes de mis rodillas y los codos manchados de su propia sangre.

Noté que quería decirme algo, pero ni siquiera sus labios se lo permitían, ya que estaban tan desfigurados e hinchados, que no era capaz de hablar por sí solo.

Tileo y Cynthia salieron de la prisión, esta última satisfecha por ver cómo el rubio había recibido una paliza.

— Todo está perdido —mencionó la maga de fuego a Citron, que no sabía si había escuchado aquello o no; sin embargo, Wallace y Brendan lo habían escuchado a la perfección, así como ellos mismos habían presenciado la paliza.

— Traidor… —mencionó de nuevo Ruby, y escupió sangre, atinando fuera de la celda y aterrizando justo en mis botas de cuero.

Yo simplemente bufé de ironía, y con toda la serenidad del mundo me dediqué a salir de la prisión, no sin antes dedicarle una última mirada a Citron, que yacía en un estado lamentable.


Próximo capítulo: Ash&Misty

El próximo capítulo, mas que un momento Poke entre ellos dos, habrán sucesos importantes para el fanfic. Ya lo verán. ¡Nos leemos!