Sé que es miércoles y publiqué fuera del día que se supone que debo publicar, pero llevaba una semana y un poco más sin traerles un capítulo nuevo. Así que decidí el publicar este día. Lo malo es que la universidad me ha impedido el dedicarle tiempo a mi fic porque estoy en final de semestre; sin embargo, la buena noticia es que el viernes salgo de vacaciones por fin :) Lo que significa que podré dedicarme a la historia plenamente y habrá capítulos con mayor frecuencia.
Cata Plox: LOL, lo lamento. Espero te pongas al corriente pronto. Gracias por leer; pensé que habías abandonado el fic :P
Guest: Gracias :) La escuela me ha mantenido ocupado, pero ya saldré de vacaciones.
Red - sensei: Nerf Greninja xD Espero que Citron no sufra en este capítulo u.u
AlejaKaiser: Tranquilo, ya postearé con mayor frecuencia, así que no te preocupes por ello xD. Gracias por el review. Un saludo!
: Yo también lo he sentido un poco lento; pero ya sabes lo que dicen: Después de la calma viene la tormenta O.O Así que imagínate. Y pues lo que sigue es la ejecución y demás cosas que no puedo mencionar, pero creo que lo lento ya pasó. Gracias por tu opinión y por el review :) Un saludo.
Kuroi toi Tamashi: Muchas gracias a ambos por leer! En verdad su review me hace el día, jajaja. No quiero ni imaginar cuando llegue el mejor capítulo que he escrito de la temporada. Creo que explotarían de lo hypeado. Como sea, gracias por el extenso review y gracias por la recomendación del fic de Pandora-Online, que pronto lo leeré. Espero que ambos sigan disfrutando del fic.
Ryd3r: Lamento confundirte xD Fue un error de distracción. Espero que el Wi-fi de tu universidad sea rápido, porque usalmente siempre están saturados y muy lentos xD.
jaspec: Gracias por el review :) Está en mis planes hacer 5 temporadas, de las cuales llevo 3 y me gustaría juntar la 4 y la 5 en una para no hacer tan largo el fic, pero a ver qué sale. Un saludo.
Bien, como posteé un día tarde, entonces actualizaré el sábado, así que estén atentos. Además, para ese día ya estaré relajado y feliz de que salvé el semestre xD, ya que no me fui a ningún examen final y por ende podré escribir como nunca en Word todos los capítulos que quiera. Nos leemos y que disfruten de este capítulo, que estará con un final confuso.
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Capítulo 78
La ejecución
Gary
La luz se colaba como fugitiva por los huecos de los torreones; dentro de ellos, colosales campanas se agitaban de un lado a otro, tintineando su cascabel hasta que retumbaban en mis oídos. El eco parecía no dejar de parar, resonando una y otra vez, mientras varias parvadas de Pokemon salían disparadas hacia cualquier lado con tal de que el sonido no estuviera rodeándolos. Y mientras las campanas retumbaban, el resplandor que irradiaba desde la luz iba de un lado a otro, iluminando mi túnica ennegrecida.
Al otro lado podía apreciarse un sonido parecido al de una muchedumbre. Sabía que no sólo ellos me esperaban, sino los cuatro grandes. Sí, los cuatro jugadores más poderosos de Pokemon Battle Online yacían al final de los enésimos peldaños de mármol oscuro que tenía delante.
Las torres se alzaban en medio de un largo pasillo al aire libre, éste también pulido de un mármol resbaladizo. Sin embargo, estas torres ocultaban cualquier rasgo de luz y por ende, el pasillo era oscuro, frío y solitario, excepto por el retumbante eco de las campanas y las parvadas revoloteando allá arriba hacia cualquier dirección. Más allá, un paisaje lleno de cielo y nubes se extendía hasta donde la vista podía apreciar; sin embargo, parecía que abundaban más aquellos peldaños que cualquier otra cosa, puesto que eran interminables; parecían infinitos, a pesar de que mi destino se encontraba ahí mismo.
Debía hacerlo. Ahí estaba mi objetivo; ahí se encontraba el jugador al cual necesitaba asesinar. Si tuviese alguna otra opción, con gusto podría tomarla en lugar de aquello. Pero no había alternativa: éste era mi destino.
Sin nada más que recriminar, empecé a subir los escalones con pasos lentos.
Los gritos del público que ocultaba el gran pasillo ascendente me hacían pensar que muchos novatos se encontraban presenciando la futura ejecución de tres personajes. Tres personajes que tendrán una muerte inevitable. Nadie podía salvarlos ahora, y nada podía evitar que murieran aquí. Y peor aún, debía ser yo el que terminara con sus miserables vidas, pero qué más daba. El destino a veces es cruel.
Los peldaños fueron incesantes hasta que finalmente vi la luz del astro rey atravesar la cima; al voltear atrás, estaba a una distancia considerable del suelo, y las torres parecían diminutas en comparación a mí; las campanadas resonaban apenas por mis oídos, pero entonces vi más allá de los torreones: El pasillo se extendía mucho más de lo que creía, con dos torres en cada lado siguiendo el patrón de distancias considerables; ambas poseían una campana, que de igual manera, sonaban sin cesar. Lo que me sorprendía era que gran pasillo de mármol extenso y sumamente solitario, rebasaba los límites de la isla, hasta convertirse en un puente con una pendiente descendente. El final de éste eran más leguas del mismo mármol hasta donde los ojos podían apreciar.
Cuando regresé la cabeza hacia el frente, subí los últimos peldaños, y una oleada de gritos se hizo presente. Frente a mí había cuatro tronos que me daban la espalda:
El primero de ellos poseía incrustaciones de rubí, así como adornos de oro que daban la forma del cuerpo de un dragón; el respaldo de éste se extendía como alas de dragón siniestras, pero con resplandecientes haces de luz dorada y carmesí. Los brazos del trono escarlata eran brazos voluminosos y encorvados donde al final, un tercio de garras se suspendían en el aire. Y no sólo las alas poseían ese tono siniestro, sino que la cabeza de dragón, que era el punto más alto del trono, así como esos orbes siniestros que dedicaban miradas gélidas a todo el público, hacían más hermoso y más intimidante aquel trono. Ahí mismo, Lance se situaba con su armadura color roja vino. En un brazo mantenía su Hueso de Dragón, tan alto como el trono y tan resplandeciente como las nubes del firmamento. En la otra, su espada yacía envainada, posando y recargándose a un costado del trono; el jugador poseía su casco de Dragón escarlata, por lo que parecía más un dragón de acero que un humano.
El segundo trono era enteramente de piedra. No era tan alto como el de Lance, mas era áspero, oscuro y ancho. Perfectamente tallado en líneas rectas y en las curvas de los brazos; pero en los límites del trono de piedra, pequeñas incrustaciones de acero hacían ver más brillante aquel asiento. Encima de él, Steven estaba con un semblante serio, sin interés en lo que hubiese en frente; el adulto poseía su arco oscuro a sus espaldas, por lo que no podía apreciarse con detalle las curvaturas de su arma, así como el carcaj oscuro que colgaba de su hombro; lo impresionante de Steven era el esmoquin plateado que hacía juego con las piedras de acero del trono. Un moño plateado adornaba su cuello, así como un jubón resplandeciente y blanquecino tales como las nubes por donde el amanecer empezaba a hacer su aparición. Así, sus atuendos cegadores hacían denotar más el arco oscuro que yacía a sus espaldas.
El tercer trono era cristal totalmente; a través de él, la luz de la mañana podía dividirse y fragmentarse en varios haces de luces que cegaban a cualquiera. Los tallados eran delicados y curveados, dando forma de nubes cristalinas en el respaldo, en los brazos y en la base del trono. Diantha descansaba ahí, con un vestido de seda de los mismos tonos entre azules y blanquecinos que el propio trono. Su maquillaje, así como sus cabellos azabaches bien arreglados le resaltaban esos ojos cascadas que combinaban con la sonrisa misteriosa de su rostro. Sin embargo, un collar se hacía notar entre su cuello; un collar con una pequeña piedrecilla dentro de un diamante que brillaba a toda potencia.
El último trono era el más siniestro; éste era de tonos oscuros como el propio arco de Steven; sin embargo, era irregular y simulaban las llamas enfurecidas y ennegrecidas de una magia oscura. No supe en verdad de qué material estaba hecho, pero me di cuenta de que era un acero extraño que irradiaba un brillo ennegrecido. Las llamas iban y venían, sintiéndose el calor emanar del propio metal; y entonces, me di cuenta de que no sólo era el metal en sí, sino que las propias llamas oscuras, así como a veces de color cobalto, se extendían hasta desaparecer en el punto más alto del trono. Ahí mismo, Cynthia yacía inexpresiva, pero con una sutil sonrisa maniática sobre el rostro; su cabello le cubría una parte de la cara, pero esos adornos color cobalto en su cabello rubio que hacían juego con la blusa del mismo color que su magia de fuego la hacían ver esta vez diferente. La blusa clara llegaba hasta sus cinturas, y de ahí un pantalón oscuro característico en ella combinaba asimismo con el trono y con las zapatillas que portaba.
Detrás de los tronos, los miembros del alto mando de cada gremio yacían inexpresivos, cuidando a cada líder como si fuese la prioridad. El Alto Mando de Steven estaba situado en una hilera, con sus capas púrpuras ondeando al compás del viento y el escudo de la piedra denotando sobre la seda de las mismas. Por su parte, el Gremio Sinnoh al lado de un Drew indeciso, cuidaba las espaldas de Cynthia. Los del Alto Mando del Gremio Escama de Dragón y el Gremio Equilibrio eran difíciles de reconocer, ya que no los había visto nunca con detalle. Sin embargo, sus capas color vino con el escudo de un dragón, así como esas capas bicolores del Ying y el Yang, los hacían ver grandiosos, y al mismo tiempo, intimidantes. Me di cuenta de que tanto Black como White no estaban ahí, ya que a ellos se les había asignado una misión diferente, y doy gracias por eso; no quiero que vean cómo hago acciones que no me agradaban en lo absoluto.
Frente a los tronos, el suelo comenzaba a descender considerablemente, también llena de peldaños. Éstos terminaban en una pequeña explanada, donde yacían tres siluetas con grilletes en sus extremidades, y con las rodillas en el suelo; Wallace, Citron y Ruby, con sus cabezas gachas, recibían los silbidos y gritos de la muchedumbre, que se encontraba más abajo todavía. Un gran muro de proporciones colosales hecha de mármol, impedía que los espectadores escalaran hasta donde se encontraban los tres jugadores. La gente era mucha, cabe mencionar, y me sorprendía la cantidad que había venido tan sólo para presenciar la muerte de tres betas. ¿En verdad odiaban tanto a los beta? ¿O sólo era curiosidad? No sabría decirlo, puesto que Cynthia me interrumpió esos pensamientos que rondaban por mi cabeza libremente.
No mencionó nada, puesto que los gritos de los novatos iban a distorsionar su voz; ella simplemente me dedicó una mirada para que bajara hasta donde los tres prisioneros se encontraban. Sin realizar ninguna expresión de preocupación, comencé a bajar peldaño por peldaño, de nuevo descendiendo en Ciudad Celestial. Una vez que estuve frente a los tres, volteé hacia arriba, donde los tronos aun yacían imponentes, pero de menor estatura por la distancia en la que me encontraba. Al mirar hacia abajo, los novatos yacían como viles Caterpies o incluso Pokemon de menor estatura, apenas pudiendo divisarse los rostros de gente que nunca había visto en mi vida.
Lance finalmente se levanto de su trono Dragón; la gente vitoreó al aire. ¿Cómo es que podían apreciarlo del todo? Él era un miembro del Gremio Rocket, pero parece que los novatos eran mucho más ignorantes de los que creía; bueno, no puedo culparlos: yo también era un miembro de tal gremio y oía mi apodo revolotear en el aire.
— ¡Jugadores de Pokemon Battle Online…!
Su voz era mucho más imponente de lo que creía, a pesar de que tenía el yelmo puesto. La gente comenzó a gritar de emoción allá abajo. Citron chasqueó con la boca, aunque le costaba debido a la golpiza que le había dado anoche.
— ¡…Sean bienvenidos a la ejecución pública de estos tres beta!
Lance paró de hablar y esperó a que los gritos enardecidos de euforia cesaran; de un momento a otro, sujetó su escudo con fuerza y lo levantó al aire.
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— ¡Antes que todo, quiero mencionarles que estos tres beta tienen sus razones para ser ejecutados! ¡Desde un principio, supimos que los tres quisieron asesinarnos, y trataron de corromper nuestros gremios hasta desvanecerlos!
— ¡Basuras!
— ¡Sinvergüenzas!
— ¡Traidores!
Brendan no soportó el oír los insultos de la gente allá abajo en la explanada de mármol. Miles y miles de novatos lo odiaban como si él hubiese hecho algo malo, aunque en realidad, no hizo nada.
— ¡Ellos… ellos intentaron asesinar a los CUATRO GRANDES!
Las voces de los novatos explotaron en euforia. Sin duda alguna, la mayoría eran miembros de los cuatro grandes miembros —Gremio Escama de Dragón, Alma de Piedra, Esmeralda y el Equilibrio; el último proliferándose con rapidez—. Y no hacía falta mencionar quiénes eran los cuatro grandes jugadores de los cuales hablaba Lance. Él estaba entre ellos.
— ¡…Por consecuente, saben que cualquiera que se meta con los cuatro grandes gremios, sufrirá las consecuencias!
Las espadas se alzaron al aire, así como arcos, magia, lanzas, escudos y demás armas que invadían un ambiente enfurecido. Ni siquiera sabían qué es lo que habían hecho en realidad Citron, Brendan y Wallace, pero todos los espectadores ya estaban envueltos en rabia y con sed de venganza. En verdad odiaban a cualquier beta, pero lo irónico era… que los cuatro grandes que estaban frente a ellos y alababan con devoción, también eran beta.
— ¡Y orgullosamente menciono, que nosotros cuatro… ¡ —se señaló a sí mismo y a sus compañeros sentados en los tronos— ¡…así como el Sanador Invencible, Shigeru, que está al lado de los traidores, tenemos la habilidad para matar a cualquier beta! ¡DAMAS Y CABALLEROS, FINALMENTE LOS BETA DEJARÁN DE SER INVENCIBLES GRACIAS A NUESTRO PODER!
Los novatos en un principio se preguntaron cómo es que nosotros cinco podíamos matar a los beta, pero poco después, la euforia les ganó en la lucha contra la curiosidad, y levantaron con más fuerza sus armas hacia el trío de prisioneros, exigiendo que hubiese justicia para ellos.
— ¡Sin embargo…! —aquella frase los hizo desesperanzarse un tanto, teniendo miedo de lo que el Dragón Indomable pudiese decir— ¡…se dice que ellos tres estuvieron husmeando en las mazmorras de cada nivel, sin siquiera decirle nada a los demás!
— ¿Qué?
— ¡¿Cómo es posible?!
— ¡No es cierto!
— ¡No miento! —Lance alzó su voz— ¡Y gracias a mí y mi gremio, pudimos descubrir que sólo lo hacían para adquirir poder, y no para pasar los niveles! ¡Yo, junto con mis colegas, tuvimos que encargarnos de las mazmorras! ¡Ellos tres, sin embargo, fueron egoístas y sólo querían el poder dentro de las mazmorras, sin siquiera derrotar al jefe de nivel, sólo para que así pudiesen derrotarnos a los cuatro grandes!
— ¡MALDITOS!
— ¡PÚDRANSE EN EL INFIERNO, BESTIAS!
— ¡ES POR ESO QUE EL JUEGO ESTABA AVANZANDO CON RAPIDEZ! —mencionaba una voz sorprendida.
— ¡Es cierto, pero todo se lo debemos al Dragón Indomable!
— ¡HURRA!
— ¡…pero gracias a estos tres jugadores…! —Prosiguió Lance— ¡… no podemos darnos el lujo de que cualquiera vaya a las mazmorras sólo para fortalecerse y no para vencerlas! ¡Lo que significa, que cualquiera de ustedes podría hacer lo mismo que ellos!
Los novatos borraron sus semblantes expresivos del rostro. La muchedumbre se ahogó en un silencio incómodo.
— ¡Así que todos ustedes, de cierta manera, podrían considerarse traidores! —Lance se mantuvo en silencio durante un tiempo; no obstante, la risa malévola que le siguió fue de suma gracia para él mismo… todo estaba planeado— Pero pueden salvarse, mis queridos jugadores novatos y experimentados. ¡Nadie de ustedes podrá considerarse traidor nunca más, si se unen a uno de los Cuatro Grandes!
En ese momento, el silencio estalló en susurros que la gente indecisa comenzaba a realizar. ¿Acaso Lance estaba incitando a que abandonaran los gremios en los que los novatos estaban, y llegaran a ser de los Cuatro Grandes? Vaya estrategia.
— ¡¿Así que qué dicen?! ¡Únanse…! —Esbozó una sonrisa a través de ese yelmo de dragón carmesí— …O perezcan.
El silencio fue prolongado, pero entonces, noté una mano levantarse sobre el aire. Era la mano de una novato al azar, que con un semblante escondido entre la vergüenza, quería unirse a uno de los Cuatro Grandes.
— ¡Roy, ¿qué haces?! —Podía escuchar la voz de su amigo arquero— ¡Somos el Gremio Arco de Justicia! ¡No nos puedes abandonar!
— Lo lamento, Peter. ¡Es eso, o el considerarnos traidores!
Entonces, noté más manos levantarse en el aire.
— ¡Wanda, ¿nos abandonarás así de fácil?!
— ¡A que tú también quieres hacerlo, Grace! ¡Siempre hemos querido unirnos al Gremio Esmeralda!
— ¡Yo formaré parte del Gremio Equilibrio, se ve prometedor, Lucy!
— ¡Tienes razón, Jason! ¡Fue el divertido estar en nuestro gremio, pero ahora tenemos que unirnos a los grandes! ¡A los Cuatro Grandes!
Novato a novato, comenzaron a abrir el menú de su juego; estaba presenciando a cada segundo cómo cada gremio menor comenzaba a desvanecerse; estaba notando cómo Lance los alentaba a ser parte de la alianza de los cuatro. Ni siquiera Drew tenía aquella capacidad de convencimiento al momento que convenció a cientos de novatos a seguir los pasos del Gremio Esmeralda; Lance, sin embargo, había convencido a miles.
— ¡Entonces bien, la nueva era de los Cuatro Grandes por fin dará inicio!
Entonces, los jugadores lanzaron un grito de valentía y euforia. Lance alzó su Hueso de Dragón, pesado como si se tratara de un esqueleto.
— ¡Y qué mejor manera de comenzar dicha era que impartiendo justicia!
Y sabía que era el momento; cada vez se acercaba más el que me obligaran a asesinar a estos tres jugadores.
White
Diantha nos había encargado a mí y a Black el estar vigilando el Templo del Mundo Aural, por si las dudas. Nadie iba a estar custodiando siquiera los pasillos más abarrotados de Ciudad Celestial; de hecho, las zonas más pobladas de las islas flotantes estaban vacías en esos momentos. Los únicos que yacían inexpresivos, eran los NPC's que merodeaban por los pasillos densos de niebla y nubes de la ciudad.
Sin embargo, a pesar de que Diantha me había ordenado aquello, caminaba por otro lugar que no era ese. En torno a mi dedo giraba una llave de metal que soltaba haces de luz, tales como los de una estrella lejana en el firmamento. Mientras caminaba, intentando que la llave girase a lo largo de mi dedo índice, volteé a ver el paisaje increíble que estaba a leguas de mí, aun visible para los ojos humanos.
Una oleada de diminutas manchas de colores estaban reunidas en torno a una explanada, donde un muro de mármol separaba a esa oleada de novatos que apenas podía identificar como puntos diminutos en medio del espacio. Lo que más me impresionó, fue el que a pesar de que no podía identificar la identidad de cada silueta lejana que se movía a lo lejos, los cuatro tronos sin lugar a dudas eran irreconocibles. Los cuatro tronos de los Cuatro Grandes.
Me di cuenta de que había llegado a mi objetivo al estrellarme con un torreón estrecho de mármol y tallado de oro pulido. Volteé mi vista hacia el frente, y ahí mismo estaba ese torreón cubierto de lianas, musgo y demás árboles que impedían ver con claridad la ejecución de Citron a lo lejos, así como el propio firmamento de la mañana, donde poco a poco el brillo del sol iba a aparecer sobre el manto de nubes.
Inserté la llave y antes de entrar, miré a ambos lados para notar si nadie me seguía. Una vez que me cercioré de que estaba sola, me encaminé hacia los escalones de caracol, donde la oscuridad me abrazó de un momento a otro. Conforme bajaba, comenzaba a oír voces a lo lejos, apenas llegando a mis oídos como débiles susurros. No obstante, cuando la oscuridad fue plena, al descender mucho y cuando una puerta estaba interponiéndose en mi camino, los susurros se convirtieron en quejas y discusiones. El goteo de la humedad filtrándose entre las grietas del mármol se combinaban con las voces que había detrás de la puerta; una vez más, introduje la llave en la puerta y viré de la manija. Al entrar, había un largo pasadizo de celdas llenas de goteos molestos y antorchas tenues colgadas en las paredes.
Giré por un camino izquierdo, y ahí mismo me encontré con la silueta de un jugador que yacía con la mirada perdida entre los muros de sus propias celdas. Los grilletes le impedían moverse con libertad. Ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia, hasta que la llave hizo ruido con la cerradura de su celda.
— ¿Qué demonios?
— Lamento la tardanza, N.
— ¡¿White, eres tú?! —Gold gritaba desde otro pasadizo, donde había estado discutiendo con Takeshi— ¡Vaya, ya era hora! ¡Este tipo con ojos de rendija me tiene harto!
— ¡Tú eres el que no deja de hablar! —mencionó Takeshi desde el mismo pasadizo por donde había provenido la voz de Gold.
Abrí la celda de N y también lo liberé de los grilletes que encerraban sus pies y muñecas.
— ¿Qué sucede aquí? —mencionó confundido, con un semblante misterioso. Sus atuendos blancos estaban llenos de grasa, humedad y tierra. El chico se levantó, pero gracias a mi torpeza lo tiré de nuevo en un charco de aguas negras.
— Lo lamento, déjame ayudarte —lo sujeté de su chaqueta y tomó mi brazo.
— Gracias. ¿Por qué me rescatas?
Sin hacer caso a sus comentarios, me encaminé a donde Gold y Takeshi se situaban. Uno estaba a tres celdas del otro; aunque pensé que iban a estar juntos, por la manera en la que discutían como si estuviesen cara a cara.
— ¿Sobre qué diablos discuten?
— ¡Es que Takeshi me está narrando la ejecución de Citron, aunque él no vea lo que sucede en realidad!
— ¡Sólo bromeo!
— ¡Pues no es gracioso!
— ¿Qué sucede? —cuestionó de nuevo N.
— Oh, cierto. N, White no es en realidad una traidora; Gary tampoco lo es. Lo que hicieron ambos fue para que Diantha no tuviera sospechas de nosotros y así pudiésemos ir al Templo Aural sin sus sospechas. Ya que como sabes, Diantha es malvada, y sé que ella se trae algo entre manos con el Templo Aural.
— Ya veo —sonrió N.
— Bueno, no hay tiempo que perder. Debemos ir al Templo Aural, quiero ver lo que sucede de una buena vez por todas.
N y Takeshi asintieron, de igual manera que yo. Gold fue el primero en salir de las húmedas y ennegrecidas celdas; sin embargo, cuando estuvo en la superficie de la isla y vio el paisaje que estaba a leguas de él, notó una corazonada que lo hizo parar.
— Gold… —le nombré.
No obstante, el muchacho contemplaba cómo tres siluetas yacían a lo lejos, arrodilladas en el suelo. Sabía que a pesar de que no podía identificarlos con certeza, él tenía la seguridad de que Citron era uno de ellos.
— Citron… —mencionó con preocupación.
— Venga, tenemos que irnos —le incitó Takeshi, a lo que él asintió.
Gold quería salvar a su compañero; más sabía que iba a ser imposible en medio de toda esa muchedumbre, el alto mando de cada miembro y los Cuatro Grandes. Por ahora, la prioridad era ir al Templo Aural y saber qué era lo que sucedía dentro.
Gary
— ¡¿Pero qué diablos hacen?! ¡Deténganse!
La voz de Citron sorprendió a los Cuatro Grandes, y a mí de igual manera. Los novatos poco a poco se iban uniendo a través de su menú a los gremios más poderosos de PBO. Aquello había molestado a Citron, por lo cual el chico no pudo quedarse callado.
— ¡Paren!
— Cállate —le espeté con una mirada sombría. Brendan quiso recriminar algo, al igual que Wallace, paro ambos habían visto ayer cómo dejé a Citron en un estado crítico.
De hecho, justo ahora Citron ya se había recuperado en un 20% su vida. El muchacho no había siquiera descansado bien; por ende, la velocidad tan lenta con la que su HP se regeneraba era despreciable. Aun había moretones por sus mejillas, así como costras en sus cejas rubias e hinchazones en sus labios que no le permitían articular muy bien las palabras.
— ¡No lo hagan!
Su voz era inútil; el bullicio allá abajo era imposible de cesar. La voz del sanador era ahogada en un sinfín de voces más.
— ¡Ustedes son la esperanza de PBO! ¡LOS NOVATOS SON LA ESPERANZA! ¡NO LO HAGAN!
— Que te calles —Mi mirada se hundió entre mis cejas y la mata castaña.
— ¡Ellos no son lo que creen! ¡No buscan la paz en PBO! ¡No velan más que por sus intereses! ¡Ellos son gente mala! ¡POR FAVOR, ESCÚCHENME!
A pesar de que su voz no alertaba a nadie allá abajo, no era el mismo caso en la parte de arriba. Los del alto mando de cada gremio, así como sus líderes, escuchaban perfectamente cada palabra de Citron.
— ¡NO LO HAGAN! ¡SÓLO LE ESTÁN HACIENDO UN FAVOR A LANCE! ¡POR FAVOR…!
Dirigí mi mirada hacia Lance, y éste asintió.
— ¡ESCUCHEN! ¡NECESITAN PARAR Y…!
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Su voz paró en medio de la sorpresa que sintió. El muchacho se vio envuelto en un cristal de recuperación total; los destellos escarlatas regeneraron todo su HP al 100%, así como sus moretones desaparecieron y las heridas que había recibido la noches anterior. Citron no comprendía lo que sucedía, mas no sabía que yo le había obsequiado aquel Cristal de Regeneración solamente para un propósito en particular.
— ¿Qué demonios? —Citron miró sus dedos, abriéndolos y cerrándolos en señal de que se encontraba en perfectas condiciones.
Sí…
Hace unos segundos él tenía 20% de vida, con moretones en todo su cuerpo; sin embargo, ahora tenía su vida al 100%
Sólo así iba a perdurar más y a disfrutar con mayor placer el volver a golpearlo desde cero, restaurando de nuevo esas heridas que tanto lo atormentaban.
El rubio alcanzó a verme, pero poco después notó un puño que fue directo hacia su mandíbula. Otro puño; una patada en el vientre; un codazo en la tráquea. Citron expulsó saliva y sangre, mientras el aire intentaba restaurarse en su estómago.
El muchacho, con los grilletes sobre las manos, intentó levantarse y mirarme de una manera incomprensible, pero no tuvo tiempo siquiera de hacer eso. Los golpes nuevamente lo comenzaron a invadir, hasta el punto en que su barra de vida empezó a bajar de poco en poco.
Los novatos habían estado discutiendo y alardeando en qué gremio de los cuatro estar, pero entonces se dieron cuenta del sonido de los golpes secos y profundos que Citron recibía. Uno a uno, comenzaron a callar hasta que lo único que se escuchó por toda Ciudad Celestial eran los rodillazos que hundía en el tabique de la nariz de Citron, así como los dientes sueltos tintinear sobre el suelo de mármol. Citron ni siquiera gritaba, debido a que estaba ahogado con su propia saliva y sangre. Una vez que paré, me volteé hacia una multitud estupefacta debido a los golpes violentos que el prisionero había recibido.
— Es sólo mi opinión personal —mi voz se alzó por los aires; me sentía extraño el hablar a todo un público. Nunca me había considerado algún tipo de líder—… pero esto es lo que sucede cuando traicionas a un camarada: No sólo el morir, sino también el hacerlo sufrir.
Me volteé hacia Citron. El chico yacía moribundo en el suelo, pero la suela de mi bota de cuero pisó su cabeza rubia una y otra vez, hasta que pensé que su cráneo se había roto en medio de mi suela. Una, cuatro, diez veces lo azoté contra el suelo. La bota se estrelló contra el cráneo, y aun increíble era que siguiese vivo, con un 1% de vuelta en su HP.
Wallace no se atrevió a mirar la escena, y Brendan se resistió a decir algo en contra de su voluntad. Ambos sabían perfectamente que podía hacer lo mismo con ellos.
— Así que más les vale que no traicionen a los Cuatro Grandes, o sufrirán las consecuencias.
Nadie dijo nada. De hecho, el silencio fue el más tenso que sentí en mucho tiempo; sabía que los había terminado de convencer de unirse al gremio, siempre y cuando nadie estuviese en su contra. Sin embargo, no había convencido a todos en particular:
— ¡Alto! —una voz se oyó en medio de la muchedumbre.
N
— Hemos llegado.
La voz de Gold me hizo voltear hacia el frente. Era el mismo templo donde habíamos estado el día anterior, donde la fuente de Diantha expulsaba chorros apacibles y diminutos. ¿Es que en ese mismo templo era donde se encontraba el Templo Aural? No me había dado cuenta de ello.
Rodeamos la fuente y pasamos entre los pilares dorados para subir los peldaños que daban de lleno en la puerta de oro donde un Gardevoir estaba pulido y miraba gélidamente a cualquiera que se cruzara en su camino. Parecía como si aquel Pokemon fuese un verdadero y vivo guardián.
El sol estaba comenzando a salir, pintando el firmamento de tonos azules y desapareciendo los púrpuras. Los rayos ascendían poco a poco por la puerta de oro.
Miré a Takeshi y ambos asentimos. Al abrir la puerta, deseé con todas mis fuerzas a que nadie estuviese a lo largo del pasillo, lo cual se cumplió. La soledad era testigo de cómo corríamos en medio del estrecho pasillo que daba a un trono tallado de oro.
— ¿Dónde está el templo? —cuestioné con desesperación; en verdad, estaba emocionado por ver esa majestuosa edificación.
— Por aquí —me indicó White.
Todos corrimos y rebasamos el trono, donde al final había una pequeña puerta por la cual había salido Diantha la anterior vez. White la abrió y entonces nos encontramos en un pasadizo oscuro, donde la única luz era la de una antorcha al final del camino. Cuando estuvimos del otro lado, abrimos aquella puerta y subimos una docena de escalones más. Sin embargo, esta vez, nos encontrábamos en un paisaje diferente.
Era la misma isla, de eso no cabía la menor duda. No obstante, parecía que hubiésemos estado en algún otro sitio. Los alrededores de la puerta por la que habíamos salido estaban cubiertas de una pequeña cueva, pero más adelante, la cueva terminaba para dar con un puente de piedra suspendido en el aire; las orillas del puente estaban formadas por estalagmitas irregulares y erosionadas por un fuerte viento que azotaba la mañana.
Las nubes se mecían y cubrína la mayoría de demás islas suspendidas en el aire, llenas de paisajes verdosos, vegetación amplia y Pokemon que merodeaban en las entrañas de los bosques diminutos de los archipiélagos flotantes. Uno que otro árbol torcido se asomaba entre la vasta vegetación de las islas, haciendo aun más curioso el entorno. El río que fluía por una isla caía libremente hasta perderse en un manto de nubes blanquecinas iluminadas por el astro rey que poco a poco hacía su aparición para hacer brillar el rocío del musgo que estaba impregnado en las bases de las islas.
Pero eso era lo que había a nuestro alrededor; lo que estaba frente a nosotros me impresionó por completo: una gran edificación se alzaba surgiendo de entre las rocas puntiagudas de una isla flotante. De hecho, aquel templo parecía ser otra isla independiente, puesto que tenía una base puntiaguda y torcida que se perdía entre la penumbra blanquecina. El templo estaba conformado por una casa alta al principio, que parecía ser la entrada principal del templo; el siguiente nivel consistía en una torre ancha y adornada con ventanales diminutos que apenas si podía apreciar; sin embargo, el siguiente nivel era una torre estrecha y el punto más alto del templo, donde un ventanal gigante daba entrever la luz del sol. El tejado de éste, así como el de los demás niveles, estaba hecho de una madera de un triste esmeralda, pero los curveados en los límites estaban hechos de un bambú seco y pulido, donde las esquinas de cada nivel realizaban curvaturas con pendientes ascendentes que apuntaban hacia el cielo. En medio del segundo y tercer nivel, el escudo del Ying y el Yang resplandecía al compás de la luz solar, resaltando sus colores blancos y negros en medio de un mar de naturaleza esmeralda. Al final de la edificación, las puntas de bambú se extendían hasta estar en medio de dos cuernos de tierra que parecían haber sido distorsionados con el tiempo. Los cuernos formaban parte de la isla, pero por alguna extraña razón ambos estaban atados a colosales cadenas de acero oxidadas y abundantes de musgo. Las cadenas flotaban y se mecían con el aire abismal; el musgo era tal, que éstas comenzaron a ser invadidas por islas que evolucionaron hasta ser una porción de tierra independiente en medio sus grilletes, mientras las lianas colgaban y llegaban hasta donde la vida vegetal podía limitarse. En algunas de estas pequeñas islas atravesadas por las gigantes cadenas, había agujeros por las que misteriosamente salían cantidades colosales de agua y caían por el precipicio de un abismo nebuloso. La edificación parecía que cada vez era más y más tragada por los cuernos terrosos e irregulares que con el tiempo crecían.
No obstante, había algo más, algo que me emocionó por completo: Aquellos dos cuernos de tierra colosales sujetaban una esfera transparente, como si se tratara de una capa electrificada y que protectora que resguardaba la silueta blanquecina de una criatura. Dentro, el Pokemon legendario yacía con los ojos cerrados, respirando profunda y apaciblemente. Aquel Pokemon, blanco como las nubes, grande como las islas y con las alas envueltas en su propio cuerpo, era lo que había ansiado ver desde un principio: Reshiram.
Nadie mencionó nada, puesto que las palabras no podían describir aquello. Yo fui el primero en caminar en medio del puente. De pronto, sentí la luz solar iluminar mi rostro, debido a que el sol se colaba entre las islas que flotaban en medio de un firmamento rosado. La niebla hacía más denso el ambiente, pero la luz cálida del sol me hacía sentir mejor.
Sin embargo, antes de que avanzara más, noté que en la entrada principal del Templo Aural, yacía una silueta que nos miraba con curiosidad.
— Diablos… —mencioné, adoptando posición de batalla.
Era aquel chico: Black.
— ¡Espera! —me alertó White— Él también está de nuestro lado.
— ¿Qué?
— ¡Sí, N! ¡También quiere saber lo que sucede en el mundo aural!
— Pero… ¿cómo? Si nunca lo habíamos visto.
— Lo sé, pero mantuve en contacto con él, y me dijo que también quiere saber lo que sucede en el mundo aural. ¿No es así?
— Es cierto —dijo el chico de cabellos castaños. Su túnica bicolor se meció con el viento a medida que avanzaba por el puente hasta estar frente a nosotros.
— Bueno, ¿qué esperamos? —apresuró Gold. El chico comenzó a correr hacia la entrada del templo, pero alcé una mano para evitar su paso.
Entonces, con la otra mano toqué mi bolsillo: no tenía mi Master Ball.
— No pueden pasar —les ordené.
— ¿Qué? ¿De qué hablas?
— Yo tengo que hacer esto.
— Pero N… —Takeshi intervino— Todos queremos saber qué pasa.
— Lo siento, tengo que hacer esto solo. Además, sólo los sanadores pueden pasar.
— ¿Qué? —Black se confundió— Según yo, todos pueden pasar.
— ¡Tengo que hacer esto sólo! —elevé mi tono de voz, hasta que éste viajó hasta perderse entre los archipiélagos flotantes—. ¡Entiendan que sólo los sanadores pueden pasar! ¡Es peligroso!
Mi voz alertó a todos. Jamás había gritado de aquella manera. Sin embargo, necesitaba advertirles… necesitaba hacerles saber que esta era mi misión. Desde un principio esta había sido mi misión; de nadie más.
Antes de que el ambiente se tornara tenso y el silencio se viera interrumpido, la entrada del templo, que carecía de puerta, la invadió una silueta que comenzó a emanar poco a poco de la oscuridad. Sus pasos era secos, prolongados y misteriosos. La silueta portaba un sombrero de paja, y su pelo rubio me hizo sentir una extraña sensación en el estómago. Sin duda alguna conocía a esa silueta…
Gary
— ¡Alto!
La voz me sobresaltó. Entonces, noté que alguien había rebasado los muros, dando un salto increíble y colocándose cerca de mi posición. El muchacho, o mejor dicho, el niño nos dedicó una mirada gélida a cada uno de nosotros, pero lo sorprendente es que se mantenía con posición de batalla, sabiendo que tal vez no podía librarse de esta situación.
Masato yacía con los dos puños levantados en el aire, atento de cualquier cosa que llegara a amenazarlo. ¿Por qué estaba aquí? ¿Es que acaso quería salvara Citron? Qué ridículo. Tanto él como yo sabíamos que no tenía opción alguna.
El muchacho tenía el semblante más preocupado que había visto jamás; a lo lejos, allá abajo, se alcanzaban a oír las voces desesperadas de un par de personas que suplicaban que bajara.
— ¡Max, por favor! —me di cuenta de que aquella voz era la de Haruka, y a su lado estaba Roxanne. Ambas no se atrevían a subir a lo más alto del muro, mas querían ir hasta acá para capturar a su hermano y no cometiera estupidez alguna.
— No lo trates así… —su voz se dirigió hacia mí. El muchacho tenía los ojos hundidos en ese par de lentes que irradiaban un brillo misterioso—. No permitiré que trates así a Citron.
— Masato… —Citron apenas podía hablar; la sangre corría alrededor de su rostro, y sus pómulos estaban tan inflamados que el rostro se le desfiguraba—… no lo hagas; huye. Hu-huye.
— ¡No! —alzó el tono de voz— ¡No permitiré que traten así a mis amigos!
Y en ese momento, comenzó a correr hacia mí con furia. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Acaso quería ir hacia su propia muerte?
El muchacho alzó un puño y saltó para descender rápidamente hacia mí; ¿es que acaso no sabía que yo hacía esto por una razón específica? ¿Es que no tenía ni idea de que yo tenía mis razones para golpear a Citron?
Simplemente alcé la palma de mi mano para detener el puño; el chico se suspendió en el aire, forcejeando contra mi fuerza. Su ceño se frunció más debido a la rabia, y mostraba los colmillos de sus dientes con ansiedad; en realidad estaba furioso.
— No seas ridículo —le mencioné.
Me había cansado de forcejear contra él, y la palma de mi mano se cerró hábilmente en torno a su muñeca. Entonces, comencé a girar su brazo hasta que Masato dio un giro de 360 grados que lo hizo ascender por los peldaños de mármol hasta la zona de arriba, justo donde los Cuatro Grandes yacían inexpresivos viendo un ridículo espectáculo. Masato rodó por el suelo con fuerza, hiriéndose con un par de peldaños y con el suelo duro y brillante. Cuando intentó recuperarse, el muchacho tenía frente a él un par de botas de acero color escarlata.
— Vaya sorpresa…
Lance lo miraba con desdén; los orbes escarlatas a través de su yelmo intimidaron al muchacho, que intentó retroceder por el suelo, sin éxito alguno.
— Levántate.
La orden no fue cumplida por Masato, que siguió alejándose a rastras con temor en su ser. No obstante, Lance inesperadamente abrió el menú de su juego, y de ahí sacó una espada color esmeralda que aventó cerca de la posición del niño espadachín. El hermano de Haruka se sorprendió por aquello, pero Lance de un momento a otro levantó su Hueso de Dragón, y estuvo a punto de desenvainar su Escama de Dragón.
— Pelea —le indicó.
Masato no sabía qué hacer en un principio; sin embargo tomó el mango de la espada con suma fuerza, y entonces se paró con dificultad del suelo. Al ver de nuevo su espada consigo, sintió que comenzaba a volverse más poderoso que antes.
Lance iba a desenvainar su espada para alistarse, mas la silueta de una persona se adelantó para señalarle a Lance que no debía luchar con aquel chico. Cynthia había rebasado a Lance, ondeando su pantalón oscuro al compás de su caminata. Volteó a ver al Dragón Indomable, indicándole que se sentara de nuevo en su trono tallado de rubíes.
— No es necesario, Lance.
El de la armadura carmesí se quedó paralizado por unos momentos, sin comprender la situación.
— Yo me encargo de él. No ensucies tu espada, por favor.
— Como quieras.
Lance regresó a su trono y mantuvo la compostura, al igual que Steven y Diantha; el primero observaba el espectáculo con un semblante aburrido, mientras la última esbozaba una sonrisa de euforia al ver que aquello la entretenía. Los jugadores de alto mando, atrás del respectivo trono de cada líder, simplemente miraban a Masato de una forma indiferente, sabiendo que no tenía oportunidad contra nadie.
— Bueno, te concedo que hagas el primer movimiento —Cynthia suspiró fríamente, observando la corteza de sus uñas, significando desinterés.
— ¡Maldita perra!
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En ese momento, Masato alzó la espada esmeralda, y corrió hacia ella con suma velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, Masto apareció detrás de las espaldas de Cynthia, con la espada apuntando sobre su espina dorsal. Aquello me recordó cuando él mismo había luchado contra Kasumi y le había arrebatado a su Togepi.
Masato sonrió, pero Cynthia ya había sonreído primero: la muchacha arqueó su espalda y saltó dando una voltereta que la colocó ahora detrás de Masato. El muchacho quiso reaccionar, pero Cynthia le propinó un puño envuelto en llamas azules, que lo mandó a rodar por el suelo de mármol hasta detenerse justo en los límites de los peldaños descendientes hacia mi posición.
El espadachín esmeralda intentó levantarse, pero Cynthia ya estaba encima de él, y levantó al chico de los ropajes harapientos. Sin muchas complicaciones, la rubia le incrustó la rodilla en el vientre, seguido de un golpe en el rostro que lo tiró de nuevo en el piso.
La gente estaba atenta al escenario; nadie mencionaba nada excepto por la hermana del jugador, que gritaba su nombre con desesperación.
— ¡Max!
Pero aquello no hizo que la paliza del jugador cesara; Cynthia levantó de nuevo a Masato del suelo, tomó su espada esmeralda y la lanzó lo más lejos que pudo. El arma comenzó a resonar por los peldaños de mármol, hasta que ésta paró justo frente a mis pies.
Los golpes eran mucho peores que los que yo le había propinado a Citron. Cynthia daba un codazo a Masato en la mandíbula, seguido de pisotadas bruscas que aplastaban su espalda; la mujer sonreía de una forma macabra, y reía al ver el ridículo que estaba realizando el que alguna vez fue el líder del Gremio Esmeralda.
— ¿Se imaginan? —cuestionó al aire, mientras todos los novatos la escuchaban—. ¿Se imaginan que este niño fue alguna vez el líder de un gran gremio?
Sin darse tiempo para que la muchedumbre analizara la pregunta, la rubia lanzó por los aires al jugador; activó los propulsores de fuego de sus pies, y con un giro extraordinario, pateó al muchacho provocándole quemaduras y dolor. Sin embargo, lo que más sorprendió al público fue que la patada lo mandó cual proyectil hasta el otro lado, donde estaba el pasillo adornado de campanas y torreones dorados. Max se arrastró por los suelos, hasta que paró en el sitio donde le pasillo se convertía en un puente suspendido en el aire. Las campanas entonces retumbaron sobre sus oídos, y el muchacho ya no era visible para el público, puesto que él estaba del otro lado del muro.
Sin embargo, pude apreciar cómo Cynthia volaba hasta él con fugacidad. La mujer era un punto azul avanzando en medio del firmamento, y aterrizó justo sobre un Max que tosía sangre. El niño tenía quemaduras en su espalda y rostro. La mujer, sin piedad alguna, lo levantó de nuevo de sus ropajes, voló junto a él gracias a sus propulsores y estrelló la cara del espadachín sobre uno de los torreones que comenzó a temblar debido al choque del cuerpo contra la pared; la campana que estaba más arriba, empezó a agitarse hasta que ésta realizó un campaneo más fuerte que las demás. Las grietas en el muro diferenciaban aquel torreón del resto, y un par de piedrecillas empezaron a caer por el puente y el vacío del firmamento. Cynthia estrelló su cara un par de veces más, hasta que nuevamente voló con él de vuelta hacia los cuatro tronos.
Aventó al muchacho por los peldaños, sacudiéndose la palma de las manos. La rubia observó cómo el espadachín esmeralda caía estrepitosamente por las escaleras, oyendo el sonido de huesos quebrarse. Cuando Masato cesó, él estaba moribundo a un par de metros cerca de mí, con los lentes tirados a un lado, quebrados por los golpes de Cynthia; el rostro estaba desfigurado y moreteado, y sus ropas rasgadas y manchadas de un líquido rojo. Noté su vida estar en un 0.5% por ciento. ¿Acaso eso era posible? Parece que sí.
— Ahí tienen a su espadachín esmeralda —la voz de Cynthia era incluso más misteriosa que la de Lance.
El viento fue el único que habló en medio de un silencio atormentador. Masato estaba desmayado, y noté a Haruka estar estupefacta ante el escenario que había presenciado.
Nadie mencionó nada, y fue ahí cuando Cynthia me observó con seguridad.
— Que comience la ejecución.
Los novatos quisieron disminuir la tensión elevando sus voces al aire; todos estaban ansiosos por ver cómo los betas morían. Algunos seguían atónitos por ver cómo Citron y Masato habían sufrido un destino doloroso, pero siguieron la corriente de los gritos enardecidos de justicia, euforia y rabia.
Tragué saliva; había decidido quién sería el primero en ejecutar: Wallace.
El hombre seguía arrodillado, con los grilletes temblando debido al miedo que sentía en ese momento. No sabía si las gotas que caían sobre su nariz eran de sudor o lágrimas; el rostro del sujeto estaba cubierto por los mechones esmeraldas, y su turbante blanco envuelto en mugre, estaba desarreglado y caía por su cuello hasta arrastrarse por el suelo.
Me incliné para tomar la espada esmeralda de Masato. En un principio, no tenía idea de cómo podía matar a los tres de un golpe, puesto que era sanador, no asesino. Sin embargo, al ver el arma solitaria del espadachín esmeralda tentándome a usarla, supe que ella sería la responsable de mis actos. El destello verde me cegó por unos momentos, indicando que los rayos solares comenzaban a asomarse por encima de los mantos de nubes, pintarrajeando el firmamento de tonos amarillentos y azulados. Nuevamente, tragué saliva.
— ¡Damas y caballeros! ¡Guarden silencio por un momento! ¡Presenciaremos las últimas palabras de Wallace, el arquero que traicionó a su fiel amigo, Steven! —avisó Lance con una voz imponente.
Los novatos cesaron el ruido y entonces miraron al prisionero con curiosidad. Wallace en un principio se mantuvo callado, pero se alertó al ver que a su costado, había estado alguien más además de mí.
— Yo me encargo de él —la voz también me sorprendió.
Steven yacía resplandeciente con sus atuendos blanquecinos, y ese moño plateado que brillaba más que el mismo astro rey y las campanas de los torreones. El sujeto me arrebató la espada esmeralda, y miró a Wallace con curiosidad, frialdad y más sentimientos misteriosos que no pude comprender.
— ¿Algunas… últimas palabras?
Su voz era tan apacible que daba temor; Wallace quería decir mucho en ese momento, pero nada salía de sus labios.
— Anabel… —nombró con preocupación—…Ella… ella ¿está bien?
— Oh, cierto —recordó Steven; su esmoquin revoloteó con un viento sorpresivo— Ella… está muerta.
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Las pupilas de Wallace se contrajeron debido a la sorpresa; Steven simplemente comenzó a arquear la espada hacia arriba. El destello esmeralda alertó a toda la muchedumbre; como si una estrella verde fuese a terminar con la vida del prisionero.
— No… —repetía Wallace, atónito.
— Lo lamento, Wallace —fueron las últimas palabras de Steven— Tú mismo decidiste este destino.
— Steven… —Wallace cerró los ojos, sabiendo que iba a morir— Lo lamento, Anabel —dijo hacia la nada—. Steven, ojalá encuentres el camino que te guie hacia la luz.
La Piedra Oscura no respondió ante ello; la espada comenzó a bajar con tenebrosidad, hasta que un fino y limpio corte invadió el ambiente. La espada realizó un eco misterioso, y un objeto empezó a rodar por el suelo, pero explotó en pixeles segundos después.
Wallace había muerto.
Los novatos se quedaron atónitos durante un momento, pero después alardearon de furia y placer al ver que la justicia se había impartido. Steven me regresó la espada con un rostro aburrido.
— Tu turno.
El arquero comenzó a subir los peldaños lentamente, hasta que de nuevo se situó en su trono de piedra y acero brillante.
Ahora sólo quedaba Brendan, que miraba el suelo con furia; y Citron, que yacía moribundo, con la sangre recorriendo su mandíbula y cayendo solitariamente en el suelo de mármol, pero por alguna extraña razón, aun se mantenía de rodillas en el suelo, con la cabeza lista para ser ejecutado.
No estaba preocupado por saber que ellos dos iban a morir; estaba preocupado por saber a quién asesinar primero…
Gold
La rubia de sombrero de paja había aparecido en la entrada del Templo Aural; la chica miraba con preocupación a N, temerosa de que éste fuese a hacer algo indebido.
—¿Q-qué diablos? —pronunció N con sorpresa.
— Lo lamento, N. Se acabó la fiesta —Yellow pronunció con valentía, mientras se sujetaba el sombrero de paja.
White y Black adoptaron posición de batalla, al igual que Takeshi y yo. N se dio cuenta de la situación, y entonces de nuevo se tocó el bolsillo derecho.
— No tan rápido —sonrió White, y en ese momento sacó la Master Ball de su chaqueta.
Las pupilas esmeraldas de N se dilataron al ver que le habían arrebatado el artefacto. ¿Cuándo? ¿Cómo? Yo lo sabía: en la prisión, cuando White le ayudó a levantarse.
— No te saldrás con la tuya, N —dijo Yellow, frunciendo el ceño, y entonces apareció una pokébola en su mano lista para batallar.
— ¿Qué diablos pasa aquí? —N estaba confundido; su preocupación cada vez era mayor.
— Sabemos que tramas algo —incitó Takeshi.
Sin embargo, N miró a todos con confusión. ¿Es que acaso el muchacho de gorra y mata esmeralda era inocente? ¿Es que acaso se estaba haciendo la víctima? Lo dudo mucho.
— No… no comprendo. ¿Qué he hecho yo?
— Deja los juegos para otra ocasión —Yellow temblaba, mas no se apartó de la entrada.
— ¡Por favor! ¡Necesito entrar al mundo aural! ¡No saben a lo que se enfrentan! —miró hacia arriba, y Reshiram yacía dormido en medio de aquella esfera transparente—. ¡Él es peligroso!
Antes de que otra cosa sucediera, notamos a lo lejos, donde una isla apenas parecía un pequeño punto suspendido en el aire, un alboroto que nos hizo mirar allá durante unos segundos. Sin duda alguna, aquella isla era donde se llevaba a cabo la ejecución; sin embargo, apenas se podía apreciar cinco siluetas batallando en el aire, y llamaradas color cobalto atacando a cuatro puntos en el aire. ¿Qué diablos? ¿Qué estaba pasando allá? No podía saberlo con certeza, debido a las explosiones y al derrumbamiento de piedras que ocurrían en la base de esa isla.
Sin embargo, nuevamente nos concentramos en nuestro objetivo. N aun seguía sorprendido por todo, sin entender por qué lo estábamos acorralando.
— Niña, por favor apártate del camino —ordenó N, aun teniendo la mano en el bolsillo donde había tenido su Master Ball, que yacía aferrada en la mano de White.
N empezó a acercarse hacia la entrada, mas Black y White no se lo iban a permitir. Sin embargo, en ese momento, detrás de nosotros, en la entrada a la isla del Templo Aural, aparecieron cinco siluetas: una de ellas tenía los cabellos castaños y ojos esmeraldas, Green, y montaba un Growlithe de proporciones enormes; detrás de aquel sujeto, también montado en el lomo del canino, una jugadora de mechones castaños y ojos cascada, Blue, miraba a N con desprecio; los tres restantes eran aquellos sujetos molestos: Jessie, James y el felino parlanchín, Meowth. Growlithe sujetaba a los tres del pescuezo, con la mandíbula en torno a sus ropajes.
James, Jessie y Meowth no mencionaron nada, mirando a N con curiosidad. Noté una leve sorpresa en la mirada del de mata esmeralda, mientras retrocedía debido a que estaba en una situación desfavorable.
— ¿Qué… qué diablos pasa? —N estaba sorprendido. En verdad no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo.
Sin embargo, nadie dijo nada. ¿Es que acaso N era inocente? Parecía que actitud exaltada lo confirmaba. ¿Es que… es que estábamos acorralando a alguien que no tenía nada que ver con esto?
Próximo capítulo: Emboscada
