¡Hey, qué tal! Me alegra saber que están contentos por el regreso del fic. Gracias por su apoyo, y pues hoy no tengo mucho que decir, sólo que disfruten de este capítulo... emm... ¿desértico? Vale, es un capítulo con descripciones fantásticas. Sin más, os dejo para que disfruten, no sin antes responder las queridas reviews :P .
Guest1: ¿Que si Ash está muerto? Bueno, pues lo leíste ¿no? El mismo Trip lo dijo.
Alejakaiser: Bueno, las dudas son normales. Por el momento no te preocupes por Satoshi, si no por sus compañeros. ¿Dónde demonios están? ¿Dónde está Serena? ¿Hacia dónde los llevó? ¿Qué carajos tiene que ver Zinnia con todo esto? Bueno, sólo toca leer :P Gracias por tus hypeantes reviews, y también por la mención en Twitter ;) Uso más mi cuenta personal que la de PBOFanfic, pero te seguiré en mi cuenta personal jaja :P
Guest2: Lo sé U.U Algo irónico.
Ryd3r: Me alegro leer una review tuya, querido lector :) Sí, son muchas dudas pero esto apenas comienza. También me recordó un poco a la Amenaza Fantasma, pero te recomiendo que veas el episodio VII ! Aunque sea en internet! Ya está en HD en la web y gratis, así que no hay excusa para no verla.
blackhawk95: ¡Gracias por el review! Muchas dudas, y Lysson se comportó muy sospechoso. ¿En verdad estaba mintiendo? ¿O decía la verdad? Si miente, ¿entonces por qué tiene su espada? Muchas dudas, pero pocas respuestas amigo mio ;P
Kuroi to Tamashi: Bueno, extrañaba sus suposiciones (en la mayoría de los casos erróneas) jaja. Puedes decirlo o no, de cualquier forma tengo la sospecha de que puedes saber de quién se trata. Con este capítulo puedes aclarar tus sospechas a u porcentaje de probabilidad mayor, o bien, puedes deshecharlas. Como quieras puedes enviarme un MP o espera a ver quién es ese Rander.
SilverPhantomn: Bueno por ahí dicen que la calidad se mantiene con el paso del tiempo (Lo digo yo, no ningún filósofo). xD
Guest: Sí, murió U.U O no. O sí. Tranquilo, tendrás a alguien que podría reemplazar por un tiempo.
Jorgelatina148: Gracias :P
piretar: Sí son muchos personajes, y no sabrás los nuevos que vendrán. Es algo confuso y mareante, pero si decides dejar de leer el fic por la cantidad de personajes, bueno, no puedo culparte. De todas maneras la 4ta temporada será genial. Gracias por comentar :P
[VIDEO 1: Gerudo Desert – The Legend of Zelda Twilight Princess OST]
[VIDEO 2: Lanayru Mining Facility (Past) – The Legend of Zelda Skyward Sword Music Extended]
[VIDEO 3: Prince of Persia: The King and His Sons – Soundtrack #4]
Capítulo 86
Arena prohibida
[VIDEO 1: Gerudo Desert – The Legend of Zelda Twilight Princess OST]
Zinnia
Es relativamente sencillo manejar a tres Sandslash; ellos hacían todo el trabajo en dirigir y empujar la Sandship. No obstante, con el gran peso de Bobber, incluso hasta el Pokemon más grande le costaría trabajo.
Los tres Pokemon nadaban en la arena hirviente con cansancio, jalando de las riendas que se envolvían en mis manos enguantadas. Al mismo tiempo, intentaba guiar el timón de la nave, que en sí era el mástil, hacia las corrientes de viento. Al principio, cuando comencé en las andadas de las carreras de Sandslash, todo era un martirio para mí: Me resultaba complicado hacer varias cosas al mismo tiempo, tales como dirigir la barca, a los Pokemon, seguir las corrientes de aire y los caminos de arena más convenientes, además de los Pokemon salvajes que podrían cruzarse en mi camino, el sol dando de lleno en mi rostro, la arena intentando penetrar mis googles y el aire caliente intentando desequilibrarme como de costumbre. Después de este año, podría decir que ahora soy una experta. No tanto como yo quisiera, pero el haber clasificado a las grandes ligas ya era un logro. Ciudad Desierto me aguardaba, y cada carrera organizada mensualmente en la capital era el centro de atención en todo el nivel. No podía engañarme: estaba nerviosa.
— Venga, más rápido. Veo la ciudad desde aquí.
Bobber se mantenía con las rodillas en la barca, intentando mantener el equilibrio, aunque mi velocidad y la de los Sandslash no era tan rápida, y eso me hizo pensar que aquel gordo no había nacido para las carreras, tan sólo para ordenar. No obstante, me había impresionado que sus deseos por llegar me hubiesen ordenado el ir a mayor velocidad. O es que quería bajarse cuanto antes de la Sandship, o quería ir a embriagarse en alguna taberna bajo la sombra de lo que eran las cúpulas de Ciudad Desierto.
Varias edificaciones se vislumbraban entre las ondas de calor desérticas, apenas notándose como puntos negros en medio de un océano arenoso. Aquello me animó a pensar que ya faltaba un par de kilómetros para llegar a la capital. Sólo un poco más.
Después de unos veinte minutos, aquellas sombras que había visto pequeñas, iban incrementando hasta convertirse en edificaciones. Lo más notable era un gran muro que rodeaba los límites de la ciudad. Un muro de diez varas de alto, que protegía a la civilización de los Pokemon salvajes que rondaban día y noche en busca de presas fáciles. Un muro hecho de arcilla y arena que con el tiempo se había endurecido por obra del astro rey. A cada distancia considerable y paulatina, había un torreón que vigilaba los alrededores; torreones que eran significativamente un infierno, ya que el sol no tenía piedad con aquellos guardias que vigilaban desde lo más alto en el techo del torreón.
La Sandship dejó de avanzar, ya que el viento desapareció cuando la sombra de la ciudad nos abrazó por completo. Los Sandshrew ahora tenían que hacer mayor esfuerzo en jalar del transporte, y cuando los Pokemon estaban en sus últimas andadas energéticas, llegaron a la entrada principal: un rastrillo de metal que estaba levantado a medias, donde en la entrada había varios guardias y varios transportes más tales como carrozas y Sandships más grandes. Los soldados vigilaban la mercancía de cada una de ellas, y hacían preguntas a los visitantes. En sí, Ciudad Desierto era muy estricta en cuestiones de quién pasaba y quién dejaba la metrópoli. A final de cuentas, era una de las ciudades que se encargaba de todo el comercio.
Al parar delante de una larga fila, Bobber se impacientó al ver que aquello iba a tardar; se cubrió del sol con el turbante que tenía en su calva y descansó sus ojos mientras avanzábamos poco a poco. Pronto, yo también cerré los míos cuando vi que esto iba a tardar; sin embargo, las vibraciones súbitas debajo de mi Sandship me hicieron despertar alarmada.
Los Sandshrew también lo sintieron, y salieron de la arena en la que reposaban, para subir a la Sandship. Las vibraciones poco a poco fueron haciéndose más notorias, y la arena temblaba causando olas uniformes que chocaban entre sí.
— ¿Qué es eso? —mencionó Bobber, despertando de su siesta.
— Trapinch —dije en un tono alarmado.
Bobber abrió los platos como ojos, pero no hubo tiempo para más. Las vibraciones fueron tal, que de la arena salieron una docena de Trapinch. Los Pokemon anaranjados salieron, se introdujeron de nuevo en la arena, y salieron de nuevo. Avanzaban rápidamente, y me preparé para el ataque. Los Pokemon salvajes sin duda alguna iban hacia nosotros sin temor alguno.
Pero cuando pensé que iba a tener que luchar con un par de ellos con sus grandes y filosas mandíbulas, los Trapinch se desviaron hacia la carroza de adelante. Una carroza empujada por un Rapidash y dos personas que reconocería en cualquier pueblo desértico: los salvajes arenosos.
Dichos salvajes arenosos siempre llevaban mantos cubiertos por todo el cuerpo hasta en el rostro, excepto en los ojos. Lo que los diferenciaba de mí y el resto, es que de su turbante colgaba un velo que les cubría del sol, y la mayor característica era la marca que tenían en el antebrazo desnudo derecho: una cruz que era el símbolo de su libertad y salvajismo. Aunque eran NPC, no era muy grato el encontrarse con alguno en medio del desierto. Se decía que si te topabas con alguno de ellos, o robaba todas tus pertenencias e incluso Pokemon, o llamaba a su demás tribu libre para asarte y comerte vivo. No sé si aquel último es un rumor verdadero, pero el sólo hecho de imaginarme siendo rostizada lentamente y arrancando partes de mis extremidades para ser devoradas me ponía los bellos de punta.
Los Trapinch, entonces salieron súbitamente, directo hacia los Salvajes y el Rapidash que no dudé en ningún momento que había sido también robado de algún jugador. Los salvajes se levantaron de su asiento, e intentaron detenerlos con dos Cubone, pero eran tantos Trapinch, que comenzaron a empujar el exterior de la carroza. Sea lo que sea que hubiese dentro de la carroza, comenzó a chillar al ver que los Trapinch intentaban voltear la misma.
Pero no eran chillidos de algún humano asustado; eran los sollozos desesperados de algún Pokemon. Un Pokemon que identifiqué cuando dos Trapinch salieron de la parte trasera de la carroza de los salvajes arenosos para arrancar los mantos que cubrían el interior de la misma. Así bien, noté a un enorme Pokemon. Un inusual Pokemon, más grande que cualquiera de su tipo. Sin duda alguna era muy poderoso e intimidante a simple vista, pero la jaula que lo aprisionaba era tan pequeña e incómoda, que entonces me di cuenta que los Trapinch intentaban liberar a el imponente Flygon rodeado de abarrotes de metal.
La carroza se movía de un lado a otro, intentando mantener el equilibrio. Los salvajes arenosos luchaban con algunos cuantos, pero no era suficiente. Flygon me miró con sus ojos rojizos, grandes, pardos y brillantes; unos ojos que ansiaban libertad. Aster estaba a mis espaldas, resguardándose bajo mi figura para protegerse de los Trapinch. Quería ordenarle que atacara y liberara al Flygon, pero algo me lo impedía.
No sé qué era realmente, pero no me atrevía a luchar y causar un alboroto cuando estaba a punto de entrar a la ciudad. De cualquier manera, el alboroto ya estaba hecho, pero yo no quería involucrarme ahí.
— Aster… —nombré a mi Whismur. El Pokemon dedujo que tenía que ir a luchar, aunque yo aún no me veía muy segura con todo esto.
Flygon sollozó una vez más, mirándome con súplicas. Tragué saliva, y pronto hubo una conexión entre yo y aquel gran Pokemon.
— ¡¿Qué sucede aquí?!
Varios guardias del Gremio Alma de Piedra, con sus uniformes grises y púrpuras, llegaron hacia donde los Trapinch salían y se introducían en la arena para tirar la carroza. Varios Pokemon salieron de las respectivas pokébolas de los soldados, alejando a los Trapinch y ayudando a los salvajes desérticos, que por cierto, hablaban un idioma desconocido.
Cuando los Trapinch no tuvieron más remedio que alejarse sin haber cumplido su cometido, el Flygon intentó llamar a aquellos Pokemon, pero había sido en vano. Un par de soldados vieron la "mercancía", que había dentro.
— ¿Un Pokemon? Vaya… tal parece que ustedes, amigos míos —un soldado habló hacia los salvajes, que podían comprender nuestro idioma—, tendrán problemas. Saben de antemano que la mercancía de Pokemon está prohibida.
Suspiré de alivio. El Flygon iba a ser liberado. Los guardias serían los héroes de esta pequeña anécdota. ¿O no? Uno de ellos rio, y los salvajes sacaron una bolsa de cuero, que al aventarla en las manos de uno de los soldados, pequeñas monedas resonaron dentro de la bolsa.
— Bueno, creo que podemos dejar pasar esta ocasión a nuestros amigos. ¿Qué dicen? —varios guardias más asintieron, y recibieron de igual manera pequeñas bolsas de dinero por parte de ambos salvajes. Pronto, la carroza, un tanto dañada por las embestidas y mordeduras de los Trapinch, se apartó de la larga y fila y tuvo preferencia en entrar hacia la capital.
— ¡Idiotas corruptos! —mencioné sin haber pensado. Bobber se había ahogado con su propia saliva al oír lo que yo había dicho.
Uno de los soldados, que examinaba cuántas Pokemonedas había dentro de su obsequio, levantó la mirada extrañado por el insulto. Se acercó a mí con otros dos soldados más, y examinó la Sandship de pies a cabeza.
— ¿Disculpa?
Iba a recriminarles y a escupirles en el maldito rostro, pero Bobber intervino:
— No es nada, oficiales. Mi esclava no quiso decir eso. De hecho, ella quiso felicitarles por la ardua labor de haber alejado a los Trapinch. Nos han salvado la vida. ¿No es así, Zinnia?
La mirada de Bobber me indicó que no debía hacer ninguna estupidez.
— Yo… —apreté los puños de ira—… Es cierto. Estoy agradecida con ustedes.
— Eso pensé —el soldado lanzó su bolsa de dinero al aire, y la cachó con destreza— ¿A qué vienen a la ciudad?
— Mi esclava competirá en la carrera de Sandslash.
— Oh, ¿es una de los doce competidores? ¿Cuál es tu nombre, chica?
— Zinnia —fruncí enojada el ceño.
— Ya veo. Así que esta será tu ridícula Sandship para la competición, ¿no? ¿Y esos tres Sandslash cansados que traes ahí? ¿Es una broma? ¿Y no tienes otro Pokemon que te ayude? Como sea, no quiero ser entrometido, pero no tienes oportunidad alguna de ganar dicha carrera. Mucho menos una esclava estúpida proveniente de…
— Pueblo Arena.
— ¡Pueblo Arena! ¡Já! ¿Qué tienen ahí? He escuchado que su pueblo es tan miserable que ni siquiera aparecen en el mapa de PBO. ¿O me equivoco?
— Sí lo hace; el que sea el pueblo más pequeño del nivel 60 no…
— Bah, cállate esclava estúpida. No me interesa lo que digas. De cualquier forma, perderás esa carrera. No… no… ni siquiera la terminarás y morirás en el intento. Venga, sólo por eso les dejaré pasar. Síganme.
Tuve que retener todas mis fuerzas para no tirarle un puñetazo en el rostro.
[DETENER VIDEO]
[VIDEO 2: Lanayru Mining Facility (Past) – The Legend of Zelda Skyward Sword Music Extended]
Al atravesar los muros de la ciudad, pronto me di cuenta de lo grande que era la metrópoli. El camino principal era un río de arena, por el que transitaba incontables personas con carrozas, Sandships de menor talla, así como incluso pedazos de hojalatas empujados por Phanpy y Donphan. Las Sandship más grandes que se consideraban galeras, ocupaban la mayoría del espacio ancho del camino, con sus velas izadas y llevadas por las corrientes de arena que viajaban por sí solas; no el viento, no las galeras, ni los Pokemon eran los que ocasionaban que el camino principal de Ciudad Desierto fuese movido. La arena tenía vida propia, y todos esos granos que se alejaban de las murallas iban hacia el centro de la capital, para después dividirse en un centenar de calles pequeñas que regresaban hacia los límites de la ciudad y volvían hacia el camino principal, causando un ciclo arenoso que jamás terminaría. Alrededor del camino principal, centenar de edificios cubrían a la gente con sus sombras misteriosas e imponentes; edificios hechos de mármol y oro tallado, con un estilo arquitectónico circular en los tejados, asemejando así a cúpulas brillantes. En el centro de las cúpulas, en la cima de cada edificación, había de vez en cuando alguna veleta, que indicaba si habría viento ese día o no. Al voltear a ver a un par de cúpulas, incluso en una de las edificaciones más grandes, noté que las veletas bañadas en oro y con un Vibrava de adorno en la punta de ésta, se movían desesperadamente hacia el este. Sin duda alguna mi instinto me decía que la tormenta de arena se acercaba, y no a recibirnos con generosidad.
Mientras el Camino Real nos empujaba hacia el centro de la capital, cruzábamos puentes y pequeños caminos construidos de la misma arena dorada, debajo del cual pasaba un río con cauces pronunciadas y viajaba audazmente sobre las entrañas de la ciudad. El río era vida para la gente que vivía ahí. Pozos había en todos lados, los cuales eran alimentados por el río que cruzaba toda la ciudad, hasta unirse, así como el Camino Real, con en el centro de la ciudad. A veces, destellos de agua corrían por el aire desértico, humedeciendo mis mejillas y las de Bobber; eso era reconfortante para mí, ya que mientras el gordo se bañaba en su propio pellejo de vino, mi lengua seca ansiaba por una gota de agua.
— Por aquí —Bobber conocía de memoria Ciudad Desierto, indicándome el lugar al que debíamos ir. Después de todo, él era el principal comerciante entre nuestro pueblo y la capital, por lo que frecuentemente viajaba hacia acá. Claro estaba que siempre que yo lo llevaba hasta acá, no me era permitido entrar debido a que era una esclava que pertenecía sólo y sólo a su pueblo humilde. Así que siempre tenía que esperarlo en las afueras del majestuoso muro de arcilla bajo el sol mortal del desierto. Eso explica el por qué estaba impresionada y viendo hacia todas partes a una ciudad que jamás había imaginado de esta manera.
Nos desviamos del Camino Real, introduciéndonos a un camino donde la arena nos llevaba con su lenta corriente hacia caminos más estrechos. Agradecía aquello, ya que las cúpulas de arena y oro nos invadían más con su sombra, cubriéndonos del sol. La situación desfavorable de todo esto era que mucha gente abundaba por estos caminos; gente humilde y esclava como yo que pertenecía a dicha ciudad; soldados en su mayoría parte del gremio Alma de Piedra, rondando y vagando por los caminos como si fuesen los dueños de los caminos; puestos de madera con lonas para cubrirse del sol, vendiendo comida que no me atrevía a probar, tales como Sandile que giraban con lentitud bajo el fuego crepitante de alguna hoguera, mientras una hilera de Barboach yacía freída sobre un puesto, donde quiero imaginar que hace poco habían nadado por el río de la ciudad. También, no sólo había puestos de comida, sino Pokemon y personas ayudando a bajar tanta mercancía como podían, con Pokemon voluminosos y fuertes, tales como Geodude, Graveler y Golem, cargando hasta tres cajas de madera sobre su lomo, mientras las carrozas se iban vaciando. Los niños que corrían, apareciendo como Ratattas indefensos por las esquinas de las calles arenosas, veían con inquietud y asombro la fuerza de los Pokemon; uno de ellos vio mis tres Sandslash que disfrutaban de la corriente de la arena, se acercó con sus ropajes andrajosos y rotos, para acariciar a uno de ellos, aunque Bobber les lanzó una mirada asesina, causando que se alejara junto con su pandilla. Lo que más me impresionaba, es que conforme nos adentrábamos a las calles misteriosas de Ciudad Desierto, la gente comenzaba a ser más extraña y misteriosa, hasta el punto en que éramos la única Sandship navegando bajo ahora una corriente fría y casi inmóvil de arena, donde los Sandslash, al darse cuenta de ello, tenían que empujar del transporte. Las cúpulas de oro empezaban a desaparecer al tiempo que nos alejábamos de la entrada y la parte céntrica, siendo reemplazadas por edificaciones medianas de madera que apenas podían mantenerse de pie, aunque conforme pasaba el tiempo, éstas empezaban a hundirse sobre la arena. Escuché sollozos inquietantes dentro de las mismas casas, acompañadas de las miradas de odio de soldados de uniforme púrpura grisáceo y gente con turbantes cubriéndoles la identidad. Eso me hizo pensar que estábamos en un lugar no muy querido, y que el Flygon de hace rato no era el único al que iban a intercambiar y tratar como un objeto cualquiera. Bobber sintió la tensión en el ambiente, tomando más de su pellejo de vino hasta que se tomó la última y milagrosa gota que cayó torpemente sobre su barbilla canosa.
— Es aquí —comentó. El sujeto gordo se levantó de la Sandship y aterrizó sobre la débil corriente que difícilmente podía llevarlo por propia cuenta. Frente suyo, había una taberna con un letrero colgante y una diminuta veleta oxidada que se movía inquietante, así como el mismo letrero que tenía grabado en letras desgastadas el nombre de la taberna: Diglett´s.
El gordo apenas pudo entrar por la puerta, mientras yo me alejaba junto con la Sandship: Era hora de registrarme en la carrera.
Al hacer mi viaje ahora hacia el centro de la capital, las chozas fueron de nuevo reemplazadas por las grandes cúpulas de oro, con estrellas brillantes resplandeciendo en la cima de éstas, siendo las veletas que anunciaban pronto una tormenta de arena. Me introduje al Camino Real, donde detrás de mí había una galera con varios miembros del Gremio Alma de Piedra, izando las velas, remando con una docena de remos sobre el río de arena y lanzando monedas al aire para la gente humilde y esclava del lugar, que se amontaban y peleaba por los brillos de oro que caían como esperanza sobre un infierno caliente.
Noté también que pronto los puestos iban siendo más llamativos; los NPC cubiertos en sus mantos rotos y calurosos iban anunciando el periódico semanal, donde la gente podía enterarse de todo. Al detenerme en una hilera de aquellos periódicos, agarré uno y vi la primera plana: "Fugitivo del miembro Alma de Piedra y 30 prisioneros más asesinados por El Arquero Oscuro"; y la imagen mostraba las celdas abiertas de la prisión subterránea. Sin darle mucha importancia, dejé el periódico en su lugar con insistencia de la NPC a que comprara el diario de noticias. Seguí mi camino con los tres Sandslash y Aster a mi lado; pronto mi atención se vio atraída por puestos que ahora vendían partes de Sandships, tales como pedazos de hojalata nuevos, velas grandes y resistentes al aire, timones adicionales que facilitaban el manejo del transporte, riendas de cuero que resistían más el jaleo de los Pokemon. Incluso había cúpulas donde anunciaban que se hacían refacciones y remodelaciones de Sandship, para las carreras de los Sandslash. Aquello me ilusionó, pero al recordar que no tenía dinero alguno para comprar todo lo que vi me hacía aterrizar de nuevo en mis nulas esperanzas.
Así entonces, llegué al centro del pueblo, donde una docena de puentes bañados en oro y arena pura unían el Camino Real con una glorieta. El centro de ésta tenía un amplio patio de mármol que impedía el paso del sol a través de la arena, haciendo más caluroso el ambiente. El patio blanco e infernal tenía una gran cúpula en el mero centro, que se diferenciaba del resto. La edificación era totalmente bañada en cristal, dejando el paso del sol a través de ésta y ocasionando un efecto que hacía brillar más la cúpula que ninguna otra. Además del techo de cristal, había orillas de oro talladas y adornos al estilo barroco; el oro iba y venía libremente por toda la cúpula, como entrañas y ramas que intentaban llegar inútilmente a la cima de la cúpula. La raíz de los ornamentos de oro venía de la puerta de la entrada, constituida por un puente levadizo de cristal resistente y brillante, donde debajo de él, la gente podía notar al tiempo que caminaba hacia la cúpula el gran río que daba una vuelta completa a la glorieta, separándose en pequeños riachuelos que iban de vuelta hacia las entrañas de la metrópoli. Además, el patio estaba abarrotado de gente, galeras estacionadas y muchas personas que intentaban venderte su variada mercancía, así como los periódicos actualizados del día a día. Cuando amarré la Sandship a uno de los atracaderos de arena que estaban a principios del patio central, le ordené a los Sandslash que vigilaran con cuidado el transporte; Aster me acompañó hacia la cúpula.
— ¡Jovencita, jovencita, compre el diario semanal Online!
— ¡Vendo artefactos para su Sandship!
— ¡Pokemon resistentes para la carrera!
Sus voces atormentaban mis oídos, y los esquivaba conforme iba hacia el centro. Ahora que lo recuerdo, necesitaba un Pokemon poderoso para poder competir en la carrera. Las reglas decían que además de los Sandslash y Sandshrew, se permitía la participación de un Pokemon adicional que podía dar mayor velocidad, protección o resistencia al transporte. Lo malo es que yo sólo tenía a Aster; mi Whismur era mi mejor amiga, no lo dudo, pero siendo realistas ella no podía jalar ni la Sandship más pequeña del entero desierto.
— ¡Hagan sus apuestas! ¡Hagan sus apuestas! ¡¿Lirio será de nuevo el ganador?! ¿O habrá alguien que le derroque inesperadamente? ¡Hagan sus apuestas!
La mayoría de las personas llevaban una bolsa en el lomo con dinero y paquetes de boletos, donde la gente realizaba mensualmente sus apuestas a ver quién podría ser el ganador de la carrera de Sandslash. Había oído el nombre de Lirio con anterioridad, y cómo no recordar que él era uno de los de Alto Mando del Gremio Equilibrio. Sin embargo, él tenía fama de siempre ganar estas famosas carreras, por lo que todos siempre le apostaban a él y sólo a él.
Crucé el puente levadizo, donde parecía que mis pies flotaban en medio del aire viendo a través de un cristal hacia un río cauteloso y tranquilo. La humedad del mismo y la sombra que se proyectaba de la cúpula me hacían sentir fresca, y quise quedarme ahí por un par de minutos más, pero las inscripciones me esperaban ansiosa. Al cruzar el puente, la puerta voluminosa y magistral de oro, que se extendía en forma de ramas y semicírculos hacia arriba, estaba abierta para todo público. La gente iba y venía como si fuesen granos de arena. Al entrar, mi sorpresa fue aún mayor cuando noté que la cúpula era fresca como un día tranquilo de verano, donde el sol, a pesar de que podía atravesar sus infernales rayos por los cristales, no tenía ese peso caluroso que había fuera de la cúpula. Así mismo, también el oro que invadía la cúpula como manos desgarradoras, brillaba por todo el interior, cegando mis googles y mis ojos carmesíes. El interior de la cúpula estaba constituido por una enorme columna ancha de mármol circular y que llegaba hasta la cima; al principio de ésta, había una ventanilla donde una mujer aguardaba con un rostro serio. El resto de la torre de mármol era cubierto por un holograma donde había noticias relacionadas a la carrera de Sandslash, justo como el noticiero deportivo de algún evento. Dos personas platicaban acerca de Lirio y su reinado, así como la casa de apuestas que iban a por todo para con su coronamiento. Sin poner mayor atención a ello, me acerqué a la ventanilla, esquivando más gente que vagaba por el palacio enorme, diciendo a diestra y siniestra la mercancía que querían venderles a los jugadores.
Cuando llegué, la señorita me reconoció al instante. Sabía que era una de las concursantes, así como la gente a su alrededor, que me identificó cuando me había puesto frente a la ventanilla. Los jugadores se acercaron hasta invadir mi propio aire, y pronto todos los curiosos me comenzaban a hacer preguntas.
— ¡Hey, tú eres una de las concursantes!
— ¡Cierto, la esclava que clasificó en Pueblo Arena ¿no es así?!
— Quisiera registrarme —bufé con molestia, ignorando sus comentarios. Jamás me había gustado llamar de esa manera la atención; ni siquiera me gustaba tener una pizca de atención en los demás. Nunca había sido mi fuerte.
— Sí, sólo llena los datos que aparecen en pantalla.
Un par de datos aparecieron en un holograma frente a mi vista, y comencé a llenarlos; estos eran tales como tipo de jugador, Pokemon en tu equipo, nivel, origen en PBO y nombre con el cual deseaba concursar.
— No es forzoso que pongas el nombre de tu avatar, chica —dijo la NPC del otro lado.
Aquello me hizo pensar. Zinnia era mi nombre; no obstante, a pesar de todo lo que he vivido con ese nombre, aun quería recordar quién era realmente.
Quién era.
Recordé la plática con Trip, y pronto cerré los ojos para ver más allá. Ver a través del juego; de lo virtual; de los sueños.
— Tristana.
El súbito nombre me llegó como golpe a la cabeza. No sé cómo diablos lo había recordado, pero sabía que era mi nombre de pila real. Tristana, Tristana, Tristana. Algo en mí me hacía sentir feliz al recordarlo, pero al mismo tiempo me consideraba preocupada por saber que era lo único que recordaba de allá afuera. ¿Mis padres? ¿Mi hogar? ¿Mi ciudad inclusive? Nada; tan sólo mi nombre.
El holograma desapareció, y junto con ello, hubo un brillo resplandeciente que la torre de mármol proyectó a lo largo de la cúpula, junto con el sonido de una alarma tranquila y llamativa, avisando que uno de los jugadores participantes se había registrado.
— "Damas y caballeros, la onceava participante de la novena Carrera Sandslash confirma su participación el día de mañana: Tristana".
La voz a través de la bocina dejó un súbito silencio incómodo, y pronto todos comenzaron a susurrar, debido a que yo no era muy popular entre esta competencia y no me tenían mucho afecto. Lo que me había sorprendido, es que la carrera era de doce jugadores, y según el aviso, yo era la onceava. Sin duda faltaba un chico, pero quién podría s…
— Permiso.
La voz se abrió entre la muchedumbre. Un sujeto de capucha oscura llegó hasta mi posición, y tuve que apartarme hacia un lado para que pudiese hablar con la NPC de la ventanilla.
— ¿Quién rayos es él? —oí decir a uno, que vio el nombre de su avatar: SunGold890.
Vaya, para ser el avatar de alguien, es uno muy común y corriente. ¿890? ¿Acaso había 799 antes que él, o era un número especial? Quizá la fecha de su primera cagada de pantalones , o el número de personas que ha matado en la vida real, o la fecha donde murió su perro o se graduó de la universidad. No lo sé, aunque dudo que tres números conformen una fecha en específico; sin embargo, lo que sí me extrañó fue cuando la bocina hizo el anuncio de nuevo, seguido de su alarma llamativa:
— "Damas y caballeros, el último participante de la novena Carrera Sandslash confirma su participación mañana: M-lak. Así entonces, todos los participantes confirman su participación. Enhorabuena y buena suerte a todos".
Pronto, un holograma proyectado en la torre comenzó a pasar el rostro de todos los participantes, con Lirio encabezando la lista. Sentí un poco de vergüenza al ver que veían mi rostro, aunque poco después sentí curiosidad al ver que M-lak era un sujeto que jamás había visto, con el cabello anaranjado como el atardecer en el desierto. Pronto, el holograma desapareció y de nuevo el sigilo entre las personas por no conocer a M-lak era notorio, aunque algunos lo apoyaban desde lejos con gritos al azar.
El último concursante se apartó de la ventanilla, y comenzó a retirarse, con el silencio de todos nosotros rodeando el ambiente. Al pasar a mi lado, se detuvo. Tragué saliva, nerviosa pero sin mostrar un atisbo de preocupación en mi rostro; en cambio, fruncí el ceño al ver que volteó hacia mis ojos carmesíes.
Ambos nos quedamos observando durante un par de segundos, donde la tensión era mayor y el misterio increíblemente notable. El sujeto tenía el rostro cubierto por una bufanda del mismo color que sus mechones anaranjados, y sus ojos castaños, brillando a través de la oscuridad de su capucha, se dirigieron hacia mi cuello.
Pronto noté que había visto lo que no quería que nadie viese: introduje mi mano dentro de mis ropajes cerca del cuello, y escondí con cautela el collar. Ese collar dorado que tenía el cristal mensajero que Trip me había entregado. Volví a ver siniestramente a M-lak, y éste me obsequió una mirada más misteriosa de lo que pude haber pensado. Él había visto ese resplandeciente brillo del cristal bajo mi cuello, y aunque no quería pensarlo, tenía miedo de que él pudiese saber de qué se trataba; del propósito de ese cristal; de lo importante que podría ser para mí, para los jugadores y para todo PBO.
Y poco a poco, se comenzó a esconder entre la muchedumbre que le regalaba sigilosas miradas de misterio, hasta que desapareció de mi vista.
[DETENER]
¿?
Ya había anochecido. El frío atravesaba mi capa y se colaba por entre mis huesos. No sé si era peor aquello, o la arena que intentaba sutilmente entrar y pegarse en mi lengua.
Pero levanté la mirada: había llegado a mi lugar de destino. Imponente con sus grandes muros protegiendo la metrópoli de los Pokemon salvajes y sujetos misteriosos como yo.
Avancé un par de metros más arrastrando mis pies por la arena, dejando huellas que se desintegraban cuando el viento las invadía. A unos metros distante, una carroza solitaria hacia su aparición, avanzando hacia Ciudad Desierto con suma soledad. El sujeto que llevaba las riendas de un Donphan estaba dormitando y vigilando el camino principal que tenía frente. Con mucho sigilo, me colé en el interior de su carroza, haciendo a un lado la manta que cubría el interior de le intemperie. Había un par de barriles, unas cajas de madera que contenían legumbres y verduras, y un gran barril de cerveza, en el que me metí sin dudarlo un instante.
Tuve que aguantar la respiración por momentos, sacando mi cabeza a la superficie y sintiendo un frío aterrador cuando lo hacía. Cuando la carroza se detuvo, hubo voces en el exterior que no alcancé a escuchar, pero sabía que era el parte del protocolo de revisión, donde echarían un vistazo al interior del transporte.
— Sólo es mercancía de comida —dijo un soldado cuando apartó la manta para ver mejor— Adelante. Puede pasar.
La carroza avanzó de nuevo, y cuando lo hizo, rompí la tapa del barril para sacar mi cabeza y dar una gran bocanada de aire. La cerveza había invadido mis fosas nasales, y pronto mis pulmones si se hubiesen tardado otro par de minutos más revisando, pero di gracias a que no fue así.
El frío incluso traspasaba las paredes del transporte, avisando que iba a sufrir de un infierno polar allá afuera. Cuando la carroza avanzó durante una media hora más, me bajé sabiendo que ésta estaría ya muy adentro de la ciudad. Lo hice con sutileza, y mis botas mojadas se hundieron en el camino de arena, así como el peso excesivo que tenía por tener agua en mis ropajes. Lo importante era la capucha, que aún podía cubrir mi rostro. Tal vez mi avatar flotando a un costado de mi cabeza junto con mis estadísticas no iba a ser de mucha ayuda, y es por eso que a pesar de que tenía el rostro oculto bajo la capucha, debía ser sigiloso para que nadie viese de quién podía tratarse.
Al tiempo que caminaba sin rumbo alguno por las solitarias calles, una hoja de papel maltratada y rasgada volaba libremente al compás del helado viento, rozando mis pies con brusquedad y pegándose a uno de ellos. Tomé el pedazo de papel, sacudiendo mis guantes mojados para no maltratar más lo que resultaba ser la primera plana del periódico diario de PBO.
Las gotas de cerveza resbalaban por mi cabello, mi nariz y las orillas de la capucha, depositándose en el rostro de una chica de cabellos cortos azabaches y ojos carmesíes. Ella era la onceava participante, y junto con doce sujetos más, impregnados en la portada del periódico, anunciaban su participación en la carrera de mañana. Sin duda alguna, ella estaba aquí, y debía devolverme lo que me pertenecía.
Zinnia
La posada Digglet no era más que una habitación rectangular donde apenas podían caber cinco personas. Lo impresionante era que las escaleras que daban hacia el subterráneo contenían más de diez pisos, donde cada piso ya estaba ocupado por hospedantes que descansaban justo ahora apaciblemente; todos excepto yo, Bobber y un par de sujetos más que disfrutaban de un vino tinto que sabía a rayos. Al momento en que Joy me había traído uno de sus famosos vinos, lo escupí al instante. Bobber, que se había accedido a invitarme uno para que no tomara él solo, se molestó y tuvo que tomárselo él mismo. En un abrir y cerrar de ojos, cuando la noche ya había caído, él estaba más ebrio que cualquiera. Los dos sujetos que nos acompañaban en el lobby incluso reían junto con él de los chistes que se disparaban a diestra y siniestra. Bobber pedía más vino, y Joy insistía en que ya era demasiado tarde, pero el gordo aventaba monedas como si fuese un sujeto millonario que compraba a la gente con el brillo en sus bolsillos. No podía darle un puñetazo en su estúpida cara regordeta, pero cuánto lo ansiaba.
Mientras él pedía más vino, volteó a verme con sus ojos ebrios, y comenzó a reír como si mi persona fuese una especie de chiste o algo por el estilo.
— ¡Qué risa! ¡Quién pensaría que una esclava participaría en la Carrera Sandslash! Aún no me lo creo, madre mía.
El par de soldados miembros del gremio Alma de Piedra acompañaron su molestia risotada. Aster, que estaba sentada a mi costado, tuvo que sujetarme del antebrazo para que no fuese a caer en esa tentación de ira.
La lumbre de dos antorchas iluminaba la habitación, pero desde acá podía notar el rubor en las mejillas de mi amo. Joy llegó con más vino; lo depositó en la mesa y Bobber sonrió, pero cuando la NPC estaba por irse de nuevo detrás del mostrador, éste colocó bruscamente una de sus manos sobre su trasero. Joy no tuvo nada que recriminar, puesto que él era un cliente; y según Bobber y todos los cretinos que pensaban como él: el cliente manda.
Los soldados chiflaron de manera burda y tosca a Joy cuando notaron la mano del gordo en su trasero. Sin embargo, no pude resistirlo:
— ¿Qué te sucede? —fruncí mi ceño. Aster susurraba por lo bajo, incomoda al ver que había hablado finalmente.
— ¿Eh? Tú cállate, esclava de mierda. Yo disfruto de los manjares que me da esta ciudad mientras tu único objetivo es ganar la carrera de mañana. ¿Comprendes? Y será mejor que consigas mañana antes de la carrera a un Pokemon poderoso que te ayude a jalar de la Sandship, o verás lo que haré con la gente de tu pueblo si es que no ganas.
— No metas a ellos en esto —apreté mi puño de la ira. No debía hacerlo… no debía liberar la magia. No era lo correcto.
— Ellos son tan miserables como tú. Si hubiesen aceptado ser parte del gremio Alma de Piedra, habrían obtenido tantos placeres justo como estos dos soldados, amigos míos, están teniendo en su vida —Los soldados sonrieron y me miraron de una manera lujuriosa—; pero preferiste convertirte en lo que eres ahora.
— ¡Él conquistó mi pueblo! ¡No tenía derecho alguno en…!
— ¿En qué? —Bobber sonrió estúpidamente con rubor en sus mejillas y gotas púrpura recorriendo sus anchos labios deformes— Steven Stone es uno de los Cuatro Grandes, Zinnia. Él tiene todo el derecho en hacer lo que quiera en PBO. Él puede llegar aquí, matarnos a todos, parcharse a Joy una docena de veces y nadie dirá nada, porque él es quien es. El respeto, el poder y la gloria están de su lado; siempre lo han estado. Ahora, si es que quieres ser libre y gozar de tantos placeres que desees, debes ganar la carrera de mañana. Sin embargo, esta noche sigues siendo una esclava inútil que sólo se dedica a quejarse.
No podía recriminarle; incluso teniendo todas las intenciones de matarlo ahí, no debía hacerlo. No sé si podía resistir el romper los límites. No quería ni imaginármelo.
— Pero ya que insistes, dejaré a esta muchacha para que siga sirviendo tranquilamente el vino —sonrió, le dedicó una mirada a Joy y ésta comprendió al instante que debía ir a por más alcohol, mientras Bobber dejaba Pokemonedas en su bolsillo trasero—, en cambio… gracias a eso ahora hay tres sujetos ebrios, calientes y que quieren pasar un buen rato con una chica que caliente su cama.
No. No se atrevería. ¿Por qué justo antes de la carrera?
— No te atrevas a tocarme —Aster no sabía qué hacer: si defender a su esclava o seguir las órdenes del que también era su amo de cierta manera.
— Cállate, Zinnia. Tú estás aquí para servirme. ¿O no, chicos?
Los dos soldados se pararon. Bobber también lo hizo, y su gran panza volteó la mesa en la que estaba sentado, tirando el vino restante que había en su tarro. Entonces, el sujeto, ebrio hasta los huesos, comenzó a caminar hacia mí. Retrocedí. No quería hacerlo; era eso, u lo otro.
— Aster, hazte a un lado.
Mi Pokemon comprendió perfectamente.
Los tres tipos venían con todas las intenciones, pero pronto los granos de arena comenzaron a colarse por los agujeros de las paredes, el techo y el suelo. La arena se aglomeró en mi mano enguantada de mantas humildes, y pronto, toda esa arena viajó hasta los tres cual Arboks salvajes y mortales. La arena los sujetó e inmovilizó, y pronto otro montón más llegó hasta sus rostros como martillos. El sonido fue seco y breve, y Bobber pronto se desmayó aun sujetado por el látigo de arena; uno de los soldados también había quedado inconsciente, pero el último todavía tenía razón para ver lo que había a su alrededor.
— ¡Ha… ha usado magia! —dijo entre dientes rotos y sangre chorreante—. ¡La esclava ha usado magia!
Sin pensarlo dos veces, salí huyendo de la posada. La campana en la cima de la puerta sonó cuando salí asustada del lugar. Mis pies dejaban grandes huellas de arena por los caminos estrechos de la ciudad, sólo que desaparecían por el constante movimiento de la arena hacia los límites en los muros. Aster me seguía los talones, pero le preocupaba que escuchara mis jadeos por el cansancio, la preocupación y el terror por pensar en lo que había hecho.
Pero ¿qué más podía hacer? O era defenderme o sufrir las consecuencias. Ese estúpido siempre me había mirado con ojos de lujuria, pero nunca creí que fuese a actuar en verdad alguna vez. Aunque, siempre temí que debía usar mi magia para defensa personal como último recurso.
Ahora, era una esclava que había roto las reglas. Una esclava que había usado magia y había atacado a su propio amo. ¿Qué será de mí ahora? Cuando Bobber despertara, se iría a quejar con Steven y me descalificarían de la carrera; peor aún: Steven o alguien más iba a castigarme por lo que había hecho. No quería morir. Quería ser libre. Quería ser…
Y súbitamente, mis pensamientos fueron interrumpidos por un sollozo. Me detuve y volteé hacia los lados para verificar que no hubiese nadie siguiéndome.
De nuevo escuché el sollozo, y algo me decía que recordaba esos lamentos tristes. ¿Dónde los había escuchado? ¿De quiénes eran? Aster activó su instinto Pokemon, y se metió dentro de un callejón. Mis advertencias fueron en vano, y le seguí para no perderle el rastro. A un costado del callejón, había una ventana abierta en una de las cúpulas de arena, donde el lamento se hacía más fuerte.
No sé por qué lo hice, pero llegué hasta la ventana, que tenía abarrotes inhabilitando el paso o escape de alguien. Sin mayor complicación usé mi magia, donde la arena se levantó, rodeó los abarrotes oxidados y los quebró sin mucha fuerza. Hubo un agujero donde mi Pokemon y yo pudimos pasar con complicaciones pero de manera sigilosa. Cuando estuvimos dentro, el sollozo venía de más allá, aunque nos impresionó lo que había dentro. Un centenar de jaulas contenían a Pokemon que habían estado durmiendo, lamentándose en silencio y anhelando por ser libres en algún momento. El único que se lamentaba a altas horas de la noche era el Pokemon que se encontraba al otro extremo y que reconocí al verlo ahí, con una de sus alas lastimadas: Flygon.
Llegué hasta él, y el Pokemon dragón se alegró de verme. De alguna manera u otra, él también me había reconocido. Supongo que nuestra mirada significativa de aquella vez nos había hecho grabar la imagen del otro. Flygon dijo su nombre un par de veces, pero de una manera en la que comprendí que él suplicaba por ser libre. Apenas el Pokemon podía caber en aquella jaula, y no quise ni imaginarme el sentimiento de ansiedad y soledad que debía sentirse cualquier criatura encerrada ahí.
— Atrás, Aster.
Alcé mis manos, y entonces una corriente de arena que había estado invadiendo levemente el interior de la cúpula comenzó a ser atraída hacia mí, como si fuese un imán. La arena poco a poco, a pesar de ser poca, llegó hasta mis manos y entonces hice un leve movimiento hacia abajo. La arena me imitó y se coló por los abarrotes de la jaula. Los granos envolvieron los abarrotes como rosca, y entonces cerré mis puños con fuerza. La presión que la arena ejerció sobre los abarrotes fue tal, que el metal se rompió produciendo un sonido seco y sonoro. Flygon intentó salir de ahí a duras penas, y lo consiguió por fin. El Pokemon me agradeció, y entonces le sonreí tímidamente. Sin más tiempo que perder, quise salir de ahí para seguir huyendo, pero Flygon y Aster fueron los que me detuvieron. No tuve que interpretar la mirada de lástima que sentían por los demás Pokemon encerrados ahí. Sin lugar a dudas, el mercado negro de Ciudad Desierto los iba a intercambiar pronto, o quién sabe qué demonios harían con ellos. Vi la mirada de varios de ellos, y pude darme cuenta que la mayoría pertenecía ya a jugadores. Estos Pokemon habían sido arrebatados del cariño de sus amos, y aunque yo no me sentía de la misma manera, puesto que para mí el significado de "amo" era distinto, para ellos era signo de libertad y felicidad… algo que yo he anhelado desde que comencé a pagar la deuda.
Cerré los ojos, para tener una mayor concentración. El entrenamiento en Pueblo Arena a escondidas había rendido frutos cuando una gran cantidad de arena comenzó a deslizarse por debajo de las puertas, por las ventanas y sobre el techo, repitiendo el mismo procedimiento que había hecho con la jaula de Flygon.
Súbitamente, la euforia y alegría de todos los Pokemon se hizo presente. Sonreí al ver que varios de ellos, sin siquiera agradecerme, huían derribando la puerta de la cúpula. Algunos corriendo, otros volando y otros arrastrándose, pero a final de cuentas felices. Flygon me miró con alegría, y cuando estaba a punto de abandonar la cúpula, recordó que una de sus alas estaba lastimada y no podía completar su libre vuelo. Llegué hasta él para socorrerlo, pero dos sujetos entonces habían oído el alboroto de los Pokemon.
— ¡¿Qué diablos pasó aquí?!
Sin esperar, le ordené a Flygon que corriera sin la ayuda de sus alas, y junto conmigo y Aster comenzamos a correr por las calles frías de Ciudad Desierto. Sabía que los soldados del gremio Alma de Piedra nos habían visto, porque pronto comenzaron a multiplicarse hasta que fue una docena de ellos los que nos pisaban los talones.
Izquierda, derecha, por los tejados y saltando los callejones, pero finalmente me acorralaron en un callejón con un muro muy alto y con edificaciones que impedían el libre paso de la luna. Las sombras se acercaron a mí, mi Whismur y Flygon, que nos aferrábamos a la pared del callejón con esperanzas de no salir heridos. Cerré los ojos; aunque podía luchar contra ellos, no serviría de nada el hacerlo, ya que ahora era una fugitiva y pronto Steven vendría a por mí, o los de Alto Mando. Qué se yo. Ya no valía la pena luchar; no valía la pena ganar la carrera.
Flygon rugió, y el sollozo se escuchó por toda la ciudad. Tal vez era el llamado a alguien a quien quería que les rescatase, o tal vez era su rugido de protección, pero a pesar de ello, el ala izquierda no le dejaba estar en condiciones de luchar a su máximo, y la criatura lo sabía.
Y estaban a punto de hacerme daño. Mis ojos no eran capaces de ver aquello, ni siquiera cuando los gritos de dolor se hicieron presentes sobre los soldados. Uno a uno comenzaron a caer, y el sonido del metal chocando contra sus cascos, en sus hombreras, en sus cotas de malla. No me atreví a ver el silencio que reinaba el callejón, ni cuando noté los pasos misteriosos de un jugador que se acercaba a mí. No me atrevía, y sin embargo, lo hice.
Al levantar el rostro escondido entre mis piernas, un sujeto estaba ahí. Él había derrotado a todos. Él era el sujeto que menos había esperado, y al mismo tiempo, el que más temía. No obstante, me miró con esos ojos castaños y su mata anaranjada brilló entre las sombras de las edificaciones. Cuando notó que me encontraba ilesa, fue hasta cada uno de los jugadores inconscientes, y apretujó un polvo amarillo sobre sus narices.
— Veneno de Spewpa —dijo en tono misterioso el doceavo jugador de la carrera: M-lak, o SunGold890. Como quiera que se llame—, un veneno que hace olvidar a los jugadores los eventos recientes de hace una hora.
Aquello fue como si me sacaran la daga que había lastimado mi pecho. Un alivio que jamás pensé que iba a sentir.
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— Nadie recordará que tú has utilizado magia.
Por supuesto. Él sabía que yo era esclava. De hecho, todo el mundo sabía que una esclava iba a competir en la carrera, por lo que no debía de sorprenderme en lo absoluto. La cuestión era el por qué me ayudaba. ¿Qué no sería más fácil para él si me descalificaba y así dejar de preocuparse por un contrincante menos? No entendía.
— Aunque a veces el veneno de Spewpa no tiene el mismo efecto en todos, por lo que temo que alguien despierta recordando los hechos. Espero que el veneno administrado en ese gordo sea suficiente como para hacerle olvidar lo que sea que haya ocurrido dentro de Diglett's.
— ¿Cómo sabes que…?
— Caminaba no muy lejos de ahí, y escuché lo ocurrido. Cuando vi que huías, y entré para verificar que todo estaba bien, la arena encerrando a ese gordo y otros dos me hizo suponer que habías utilizado magia. ¿O es que no eres maga?
— Sí lo soy, pero…
— ¿Por qué te ayudo? —Adivinó mi pregunta— No lo sé. Tal vez porque me causó intriga sea lo que sea que tienes colgado al cuello, así como lo que tengas en tu bolso.
Al mirar en mi bolso izquierdo, tenía mi mano introducía ahí sin yo haberme dado cuenta. Tal vez se había vuelto un instinto el que siempre verificara que la Megapiedra, el Mega-aro y la flecha seguían dentro de mis ropajes incómodamente. No obstante, debía hacerlo con más disimulo, ¿o es que aquel tipo se daba cuenta de las cosas con mucha facilidad?
— Ese Flygon no está en condiciones de correr —dijo antes de que yo saliera de mi impresión— Si piensas correr junto a él, no creo que sea buena opción.
El Pokemon agachó la cabeza, y pronto miró su ala incapaz de mover.
— Pienso correr con él… —y entonces, audazmente saqué lo que mi mano había protegido instintivamente. La Megapiedra brilló en la palma de mi mano, y M-lak abrió los ojos como plato.
— Sabes que está prohibido, y menos que una esclava…
— Lo haré cuando la tormenta de arena nos cubra. Pienso ganar la carrera a toda costa.
— ¿Tormenta de arena?
— Habrá una el día de mañana, y pienso que cubrirá la carrera. De todas maneras, lo haré.
— ¿Por qué?
— Porque quiero saldar mi deuda y…
— No. ¿Por qué llevas eso colgado al cuello? —Su pregunta me impresionó. Tenía razón: él había visto el cristal mensajero.
— No es algo que te incumba.
— No es algo común que alguien lleve un cristal mensajero de ese color. ¿Qué mensaje llevas guardado ahí?
— No lo entenderías aun así te lo explicara. Tampoco espero a que me creas.
— Ya nadie cree en las cosas que se dicen por PBO. Todo ahora son rumores.
— Es cierto —confesé, y me levanté del suelo para sacudirme la arena. Mi Whismur me jaló de la pierna, ya que tenía deseos de irse cuanto antes. Flygon decidió quedarse conmigo mientras tanto, aunque no tenía ni siquiera dinero para una pokébola con la que guardarlo.
— Ten —el doceavo participante me lanzó una pokébola, leyendo mis pensamientos. Asentí aun impresionaba por su excesiva amabilidad y guardé al Pokemon dragón en su respectiva pokébola.
— Escucha… quiero agradecerte. No sé por qué eres tan amable conmigo, pero debo reconocer que sin tu ayuda no habría podido participar en la carrera, y sería una especie de fugitiva a estas alturas.
— No tienes que decirlo. De cualquier manera, sé que cargas con un mensaje muy importante. Bastante, diría yo. No sé qué tipo de mensaje sea ni para quién vaya dirigido, pero cuídalo. Muchos salvajes arenosos han estado robando las pertenencias de la gente por la ciudad, así que no deberías andar mostrando por ahí tus pertenencias, mucho menos… esa flecha misteriosa que se mueve sin explicaciones.
¿Cómo la notó? ¿Es que se daba cuenta de todo? Sin embargo, cuando miré de nuevo hacia mi bolsillo, la punta de la flecha rubí, inquieta moviéndose hacia el oeste, desprendía un tenue brillo mayor al de mis ojos carmesíes.
— Antes de que te vayas —le dije, y saqué la flecha para cargarla con fuerza. Había olvidado lo pesada que era—, ¿reconoces este símbolo?
No sé por qué se lo preguntaba, pero debía probar. A final de cuentas, él ya me había demostrado confianza, porque nadie ayudaba nunca a un esclavo.
El muchacho de cabellos anaranjados se acercó, con sus mantos oscuros y misteriosos. Al ver el símbolo multicolor y en forma de ADN, noté que algo en su mirada le había impresionado. Se quedó inspeccionando el símbolo durante un par de segundos, con un rostro que intentaba disimular inexpresión.
— ¿Y bien?
— No. Jamás lo he visto —se alzó de nuevo la capucha, retrocedió y salió del callejón para que la luz lunar diera directo hacia su sombra— Suerte mañana en la carrera, Zinnia.
Próximo capítulo: La carrera Sandslash
¿Quién es ese M-lak? ¿Ese Flygon ayudará a Zinnia en la carrera? ¿La esclava hará trampa? ¿Hentai confirmed con Bobber y Joy? ¿Quién ganará la ansiada carrera? Será una carrera con sorpresas. ¡Nos leemos!
