Poker Knight: Es que hay personajes más poderosos que Ruby! Eso te hace pensar que aún quedna esperanzas en PBO.

Blackhawk95: Pues efectivamente pasó algo con Trip y Satoshi. La pregunta es ¿cuándo se revelará? xD Gracias por comentar y espero disfrutes este capítulo.

Eletrotrek: N tiene mucho suspenso :O ¿Qué se traerá entre manos? Nadie lo sabe. ¡Gracias por el review!

Ryderz: Kalm versión Satoshi xD Veamos qué pasa después. ¿Serena perdonará a Kalm? Gracias por comentar. :)

Bueno, ha pasado una semana desde el sig capítulo. Iba a postear ayer, pero debía descargar Word nuevamente para corregir la ortografía, errores gramaticales, etc etc, y pues se tardó un milenio en descargar. Como sea, en este capítulo digamos que será la continuación de lo que dejó el final de la tercera temporada. Ya sabrán de lo que hablo a medida que avancen en el capítulo. Sin más, los dejo y que lo disfruten y comenten. ¡Nos leemos! :)


[VIDEO 1: The Lord Of The Rings – Soundtrack – Main Theme]

[VIDEO 2: 19 On The Doorstep – The Hobbit 2 (Soundtrack) – Howrad Shore]

[VIDEO 3: Game Of Thrones OST – You´ll be Queen One Day]

[VIDEO 4: One Piece OST – NEW WORLD – Frenzy! Colosseum]

[VIDEO 5: One Piece – Movie 3 OST #11 An enemy is coming!]


Capítulo 90

Fortaleza Catarata


Paul

Algo de él me calmó. Tal vez había sido su mirada; tal vez era su actitud. No, no era nada de eso. Su sonrisa era la que me había calmado. La curvatura que había dibujado en sus labios me hacía sentir bien; aunque en realidad no sabía si lo hacía para complacerme, o era un sentimiento real. A pesar de ello, el sujeto pasó saliva nerviosamente por su garganta, lo cual me hizo pensar que en verdad estaba angustiado; inclusive su mirada me lo podía decir todo. Por consecuente, apreté más su espada contra su garganta.

— Sonríe.

El muchacho hizo caso. La presión de su arma contra su piel hizo que salieran un par de gotas carmesíes y recorrieran su cuello. Su barra de vida estaba a punto de extinguirse; una presión más fuerte contra su cuello y todo habría acabado para él en un sentido virtual.

— Venga, cuéntame algo.

— ¿Qué?

— Cuéntame lo que sea. Quiero oír palabras.

El muchacho quedó confundido, mas lo que yo decía era en serio. Desde que había jugado Pokemon Battle Online hasta la actualidad, la soledad había sido mi mayor amiga. Uno se acostumbraba a estar solo la mayor parte del tiempo, pero esa sensación ya había abusado e invadido cada rincón de mí. En un principio, el disfrutar estar solo era lo que me calmaba; ahora, era un sentimiento insoportable. Alguien con quién reír, alguien con quién hablar, alguien que me pudiese sonreír sin esfuerzo. Todo eso era algo que no recibía a menudo, o nunca recibía. No había tenido dichos sentimientos reconfortantes desde que dejé de ver a mi hermano cuando entré al juego.

El muchacho tartamudeó. Estaba tan sorprendido como sus amigos ya muertos hace un par de minutos. Los restos de vidrio y sangre en el suelo de la taberna no ayudaban a calmarlo. De hecho, estaba tan aterrado que su sonrisa forzada se le borró del rostro.

— He dicho que sonrieras.

— No me mates… por favor. ¡No me mates!

Sus gritos me sacaban de quicio. ¿Qué tan difícil era que alguien me hablara sin tenerme miedo? Sé que esta misión que Giovanni me encomendó de matar a los novatos sin en realidad matarlos era larga y exhaustiva, pero no merecía esto. O tal vez, por la misma razón se me dificultaba el entablar una amistad con alguien. No lo sé. Lo bueno de todo esto era que dicha misión ya prácticamente estaba terminada. Si había algún novato no controlado por nosotros, era un caso muy extraño; suerte fue la mía al encontrar esta taberna con cinco sujetos que no habían sido asesinados nunca por nadie de los que tenemos los cascos especiales. ¿Será que fuimos muy despistados al notarlo? Vaya que sí, y esa pequeña distracción que pasa desapercibida dentro del juego es la misma que ocasionó que se nos escaparan la Novata Índigo, la Fénix Dorada y sus demás compañeros. Ha pasado ya un año desde que no se ha vuelto a saber de ellos, y heme aquí; sin ninguna pista y con esa misma distracción que tengo yo tanto como la tiene Giovanni y los Cuatro Grandes.

— No me mates… no, por favor.

Sólo quería una sonrisa. No quería que me suplicara piedad. Sólo una sonrisa; eso necesitaba.

— No me ma…

Me sacó de quicio finalmente. Bastó que clavara su espada contra su cuello para que el sujeto cayera de bruces contra el suelo y segundos después la madera se llenara de líquido rojizo y pixeles misteriosos. Suspiré y me encaminé hacia la salida.

El viento entró como fugitivo cuando abrí la puerta de la taberna. Asimismo, también lo hizo el periódico diario de PBO, que se coló y lengüeteó mis piernas con brusquedad. Cuando me agaché a recogerlo, algo me impresionó.

La primera plana se alzó cual holograma virtual sobre mí, para mostrar con mayor detalle lo que había en ella:

"Carrera Sandslash invadida por treceavo jugador".

Y una imagen borrosa debido a una tormenta de arena. No obstante, habría reconocido dicho rostro en cualquier parte: ojos carmesíes, rostro enfurecido, arco y flechas rubíes. Sin duda alguna era el Arquero Estratega.

No sé si esto era un milagro por parte de Arceus, o si era una falta de respeto hacia Giovanni. ¿Tanta había sido nuestra distracción que finalmente uno de ellos se decidió a aparecer así sin más? ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Con qué propósito había intervenido en un lugar tan llamativo? Aun no me lo creía, pero esto confirmaba que la Novata Índigo y sus demás compañeros desaparecidos estaban en algún lugar vivos. Y sobre todo, muy cerca de reaparecer. Sabía de antemano que Hikari iba a aparecerse tarde o temprano.

Ojalá el sujeto que hace segundos había asesinado hubiese hecho una sonrisa tan pronunciada como la que yo estaba haciendo en estos precisos momentos. No sé si era felicidad, o ansias de imaginar que pronto la Novata Índigo sería la que me sonreiría y la que me quitaría ese sentimiento de soledad, justo como sus padres lo han hecho conmigo incontables veces.


El golpeteo del agua contra el cuerpo de la galera era un sonido reconfortante. Los tripulantes disfrutaban del viento pegando sobre sus rostros, la sal densa del aire invadiendo sus lenguas y la humedad endureciendo su grasoso cabello. Algunos limpiaban la madera de la cubierta con esponjas endurecidas; otros, platicaban en un círculo tomando del más fino ron. Sabrina, en cambio, se mantenía en los límites del majestuoso mascarón del Pokemon legendario, observando hacia el horizonte como si esperase a algo o alguien. El sol comenzaba a aparecer, entintando el firmamento de colores púrpuras, violetas y cobaltos. Emerald yacía dormido en lo más alto del mástil principal, insistiendo una y otra vez que él sería el vigía por si alguien los descubriese, aunque el sueño le había ganado como solía ocurrirle. Kalm estaba en estribor, observando las galeras que flanqueaban a la principal, y pensando en lo que podría decirle a Serena una vez que llegasen. Él estaba nervioso, sin duda alguna; además, tampoco encontraba las palabras exactas para mencionarle que él era una especie de "hacker", capaz de cambiar de apariencia.

Parecía que todos disfrutaban del futuro amanecer, como solían hacer los tripulantes. No obstante, la única que parecía odiar este viaje era Zinnia, que yacía colgándose de babor, aferrándose a una cubeta que tenía por si vomitaba la comida más deliciosa y satisfactoria que los tripulantes le habían brindado esa misma noche. Sería una lástima que su estómago no aprovechara lo que había ansiado durante muchos meses después de haber comido masa pegajosa y asquerosa.

Sin embargo, su mareo fue distraído un par de segundos por algo que divisó muy cerca de su galera. Una figura apareció en la superficie del mar, saliendo y gritando su nombre de Pokemon para volver a introducirse en el mar y seguir las corrientes del frío océano. La figura azul brillante viajó por debajo de la galera, donde Zinnia corrió hacia el otro lado para seguir de cerca dicho Pokemon extraño. Kalm notó su extraño comportamiento, pero antes de preguntar, divisó al Pokemon acuático tomando las corrientes internas del océano y saliendo a la vista de la galera próxima a la de Sabrina. Un par de tripulantes le gritaron al Pokemon y rieron, como si aquello fuese ya normal para ellos.

— Es Manaphy.

La voz de Ruby impresionó a ambos jugadores. Zinnia volteó con una cara asqueada hacia el arquero, dando a notar que su nombre no le iba a sacar de dudas.

— Este Pokemon nos indica el camino al cual debemos ir. Sólo tenemos que seguirle.

— ¿Sabe adónde va? —cuestionó Kalm, calentando sus manos con el aliento de su boca.

— Por supuesto que sabe adónde va. Sin él nunca llegaríamos.

Nadie dijo nada; los tres se quedaron observando la silueta azul del Manaphy, que se perdió de vista por debajo de la galera y siguió de frente para que las tres embarcaciones le siguieran. El sol finalmente apareció con sus primeros rayos de luz, donde iluminó el mascarón de oro que resplandeció súbitamente. Así también, dichos rayos le pegaron al rostro pálido de Zinnia, que ansiaba porque el recorrido terminara de una buena vez. La chica tenía la mirada perdida en el océano, pero cuando Ruby se acercó más a ella, ésta volteó a verlo con algo de timidez.

— No sabía que le tenías tanto odio al mar.

Zinnia bufó. No le resultaba agradable que notaran sus debilidades.

— Eso a ti no te importa, arquero.

— Como sea —Ruby rio misteriosamente, sin importarle la indiferencia de Zinnia. De hecho, que a Ruby le resultara gracioso aquello molestaba un tanto a Zinnia—, ¿sabes? A veces, me gustaría sentir de nuevo esa sensación.

Zinnia no entendió a lo que se refería, mas esperó a que Ruby prosiguiera.

—… el agua. El sentir la frescura del agua tocando tu piel; el sentir las corrientes corriendo a través de tus dedos, tu cabello. Son sensaciones que a pesar de que aquí las puedo sentir, no resulta tan real como allá afuera. Son cosas que estoy olvidando con el tiempo. Cosas que temo olvidar para siempre.

Zinnia entendió aquello perfectamente. Ella también temía dejar de recordar lo agradable que se sentía estar en el mundo real. Ahora, lo único que ella recordaba era arena, arena y más arena. Oh, y su nombre en la vida real.

— ¿Cuál… cuál es tu nombre? —preguntó Zinnia, con el ceño fruncido reflejando timidez por haber hecho dicha pregunta. Ruby simplemente esbozó una sonrisa, resultándole agradable que finalmente hubiese una pregunta personal por parte de la maga esclava.

— Brendan —el chico le miró fijamente a los ojos— Me llamo Brendan.

Zinnia por primera vez apartó la mirada de aquellos ojos carmesíes. Al bajarla, lo único que pudo pronunciar fue su propio nombre.

— Tristana —hubo un momento de silencio incómodo entre ambos; Kalm se apartó de ahí, yendo con Sabrina para observar a su lado el amanecer. Los rayos de sol iluminaron con más detalle los ojos rojizos de Zinnia, y el viento le revoloteó los cabellos negros, cortos y espesos. La chica, a pesar de que se sentía aun mareada y odiaba el agua, sentía curiosidad por saber si había más gente como ellos— ¿Hay… hay más beta como ustedes? Es decir, ¿los beta no están extintos como dicen los rumores?

Brendan miró a Manaphy, que apareció en su costado y envió un saludo al Arquero Estratega. Brendan sopesó la pregunta durante unos segundos, y suspiró.

— Hay más de nosotros, Zinnia. Los beta no están extintos. De hecho, desaparecimos durante un año porque nos dedicamos a entrenar. Nos estamos preparando para la verdadera batalla.

— ¿Verdadera batalla?

— Alguien debe pasar las mazmorras del juego ¿no? ¿Por qué crees que hay rumores de que hay un día inesperado en el que una mazmorra fue pasada sin que estuviese la presencia de los Cuatro Grandes? Nunca desaparecimos, Zinnia. Sólo estuvimos en las sombras, aportando y ayudando discretamente. Sé que un año es mucho tiempo para que sólo pudiésemos ayudar en pasar unas cuantas mazmorras.

— Sí, es mucho tiempo —confesó la chica.

— Lo sé.

Nuevamente, el silencio de hizo presente. Ambos estuvieron incómodos por primera vez desde que se conocieron, pero Tristana interrumpió el sosiego con una pregunta.

— ¿Cómo fue que empezó esta organización? ¿Cómo fue que te uniste?

— Oh… —el chico suspiró— Es una larga historia.

— Es un largo recorrido ¿no? —Zinnia sonrió.

— De acuerdo, de acuerdo. Sólo prométeme que no te aburrirás.

— Prefiero oír tu aburrida historia. Eso me distraerá de no vomitar.

— Arqueroso, pero buena idea —Brendan sonrió.


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El viento le sentía bien. Su armadura resplandeciente brillaba inclusive más que el mismo sol que salía por el horizonte. Los cabellos dorados castaños jugaban contra las corrientes que irradiaban frescura y salinidad pura. Sus ojos color miel se arrugaban inocentemente de felicidad cuando vieron a lo lejos una tierra en la que anclar. Era la tierra donde ella había cambiado totalmente; la tierra durante la cual había permanecido mucho tiempo; donde se había fortalecido y donde había tomado el coraje que nunca se había animado a tomar.

Ella, la Fénix Dorada; la chica que había derrotado a Diantha fácilmente; la moza de armadura dorada; la que sostenía una espada de llamas doradas más radiantes que los rayos del sol colándose por el castillo imponente al cual se acercaban; Serena, la jugadora distinta. La novata que se atrevió a desafiar al juego y que ahora era inclusive más poderosa que varios beta. ¿Quién iba a pensarlo? ¿Quién se imaginaría que alguna vez un novato iba a superar a cualquier beta? Ella no lo había pensado siquiera.

¡Tierra a la vista!

La voz de Tierno le indicó que, en efecto, habían llegado ya a su destino. Serena esbozó una curvatura leve en sus labios. Era un día distinto; una nueva aventura; un día donde a pesar de que la tristeza los había abordado por la muerte de Citron, comenzaría el verdadero entrenamiento.

¡Oye, más vale que lleguemos cuanto antes! ¡Ya tuve suficiente con esas cataratas mortales! ¡Estuvimos a punto de morir!

Serena volteó para ver a Barry. El rubio estaba tan pálido que por un momento ella pensó que iba a quedar inconsciente. Zoey llegó hasta él, aunque también estaba sorprendida por los acontecimientos recientes que sufrieron para llegar hasta allá.

Calma, Barry —mencionó la pelirroja, poniendo un brazo en su espalda— Estamos vivos. Es lo que cuenta ¿no?

Los demás miembros del Gremio Diamante y Perla rieron, porque sabían que podrían haber muerto. Hikari subió hasta la proa, donde el mascarón de Ho-Oh se alzaba imponente ante un amanecer donde el sol ya había rebasado el punto más alto de la silueta del castillo que poco a poco iba incrementando de tamaño al tiempo que se acercaban.

¿Es ahí?

La muchacha de cabellos cobaltos miró con curiosidad el castillo.

¿Estás lista? —la voz de Serena era dura y segura de sí misma.

Haruka, así como Kasumi también subieron a cubierta. Los demás tripulantes tal como León, Yellow, Blue, Green, el trío Rocket, Iris, Cilan, Cress y Chili, el gremio de Hikari, Roxanne, Ruby, Gold, Silver, Crystal, Eureka y Brock, se dedicaron a ver con emoción y nerviosismo lo que sus ojos podían brindarles.

Manaphy dio un último saludo a Serena y a la tripulación que les conocía.

¡Gracias, Manaphy! —Shauna se adelantó y alzó ambos brazos moviéndolos de un lado a otro. El Pokemon gimió de alegría, se sumergió de nuevo en el océano y finalmente desapareció.

Bueno, ¿qué crees que pase? —Korrina subió hacia donde Serena en una maniobra hábil con sus patines.

No lo sé. Habrá que ver su reacción.

Hikari no entendía de lo que hablaban, pero decidió guardarse sus dudas para después.

Así entonces, la imponente galera avanzó al ritmo de una corriente tranquila. Pronto, el océano dejó de ser abierto, donde las rocas invadían el alrededor. Archipiélagos de inmensas islas desérticas y rocosas; unas más grandes y otras más pequeñas; unas con abundante flora verde y musgo invadiendo su propia delimitación, y otras tan escasas de vida que eran meras rocas cubiertas de Wingull que se formaban en hilera para mirar la galera que pasaba a su costado, siendo inundadas por la gran sombra de la embarcación. Los archipiélagos iban creciendo de altura y extensión al tiempo en que se acercaban, teñidas de pequeñas porciones de rocas salidas de la superficie que sólo dificultaban el tránsito de la galera. Sin embargo, cuando se acercaron lo suficiente a la isla más grande del archipiélago, ahí se encontraba dicho castillo.

El castillo en sí era una fortaleza, donde grandes extensiones de roca se alzaban imponentemente para así evitar la filtración de algún individuo. Sin embargo, a pesar del gran levantamiento de dichas rocas, todavía había muros de piedra caliza de tonos arcillosos y rojos, construidos por los jugadores. Dicho muro se extendía delimitando todo el contorno de la isla, donde había almenas y torreones con estandartes revoloteando con el viento. Hikari no pudo contar cuántas almenas podrían ser, aunque quiso intentarlo. Más allá, parecía que había un vacío detrás de dichos muros, lo que haría pensar que ahí se encontraba el patio de armas, o quién sabe, a lo mejor una aglomeración de casas y más casas, ya que dicho espacio parecía ser extenso. Más adentro, el castillo ahora sí se imponía ante los ojos de los de la galera; varios torreones se alzaban estructurando el esqueleto del castillo construido de piedra maciza y resistente. También una situación sorpresiva para los nuevos visitantes fue que más allá del castillo, en el otro lado de la isla, no había algún horizonte ni océano visible; Hikari pudo deducir que se trataban de cataratas muy cercanas, y en efecto lo eran debido a las corrientes que comenzaban a intensificarse al tiempo en que se acercaban, razón por la cual existía la fortaleza que servía de presa para reducir las corrientes y evitar que las galeras se adentraran en canales imposibles de manipular donde una muerte segura podría esperarles. A lo largo de la línea de acción de las cataratas, poco antes de que el agua cayese hacia su perdición, había un gran puente perpendicular que atravesaba el castillo entero, y estaba construido de varios pilares por donde el agua pasaba sin problema alguno; de esta manera, si alguien quería ir hacia tierras más cercanas sin utilizar la galera, podía ir por el gran puente, sólo que necesitaba de tiempo suficiente, porque Hikari notó que ambos lados de la edificación parecía extenderse hasta perderse por los horizontes de los costados. Allá arriba, en el castillo, el punto más alto estaba conformado por dos torres centrales, donde colgaban estandartes con el símbolo de un ADN colorido. Un poco más debajo de las dos torres gemelas, el largo puente cruzaba por el castillo y servía también de conexión para que ambas estructuras gemelas se conectaran y se unificaran en un solo castillo. Lo que extrañó a Hikari fue que notó un objeto clavado en la parte central del puente de conexión, el cual no pudo reconocer debido a la lejanía en la que estaban. Por último, la entrada para traspasar la fortaleza hacia el castillo era una estructura de varias entradas, por donde iban y venían varias galeras; un torreón principal y grueso estaba sobre las cinco entradas que conformaban el canal de entrada y salida a través del muro de roca y la fortaleza de piedra caliza. El torreón, también servía como terraza principal de vigía, que te llevaba hacia el rastrillo principal del castillo.

Todos estaban sorprendidos por el gran castillo, inclusive triplicando el Castillo Esmeralda en que Ruby, Roxanne y May habían estado. Los chicos nuevos estaban ansiosos por entrar. James y Meowth intercambiaron miradas de asombro, mientras Jessie señalaba a soldados vigías que había en las almenas.

Bienvenidos a la Fortaleza Catarata —dijo Serena con orgullo.

Todos quedaron impresionados; Hikari volteó hacia atrás, donde las cataratas apenas se divisaban como una cortina de agua que se extendía más y más sobre el firmamento. Inclusive, ella quiso ver más allá del castillo, pero no vio el océano o el horizonte, por lo que supuso que había más cataratas atravesando dicha fortaleza.

¡Impresionante! —Haruka miró con asombro cuando llegaron a una de las cinco entradas.

Varias galeras iban y venían, pero ninguna saludó a la galera de Ho-Oh, la cual era mucho más grande que las insignificantes galeras que adornaban el océano. Serena notó esto, e intercambió miradas con su equipo.

Estén atentos.

No obstante, lo había dicho demasiado tarde. Una alarma sonó a lo largo de la fortaleza, captando la atención de todos. Pronto, varias galeras se aglomeraron alrededor de Serena y compañía. Varios soldados lanzaron hilos demora que se pegaron en los barandales del barco, comenzando a subir precipitadamente. Un centenar de hombres con uniformes de distintos colores comenzaron a inspeccionar el barco y a capturar a los muchachos que pensaban que iban a tener una nueva aventura; no obstante, su sorpresa fue tal cuando los habían recibido con una amarga bienvenida.

Vaya, vaya… —un jugador se había subido, acariciando el barandal al tiempo que se acercaba hacia la proa del barco. Pronto, notó una astilla en uno de los barandales, haciéndole saber que la galera había sufrido daños por el recorrido en las cataratas— ¿Así que nuevamente tomaste mi barco sin permiso, Serena?

La muchacha volteó y le dedicó una mirada a Sabrina, que resplandecía con su capa colorida. La mujer de cabellos violetas estaba furiosa, y la espadachina de cabellos miel tenía un mal augurio con la ira de Sabrina.

Estás en problemas.

¿Lo ves? Te dije que no nos iban a recibir de una buena manera —confesó Korrina, mientras veía cómo Tierno se orinaba en sus pantalones.

El recorrido hacia la entrada del castillo fue largo. Serena y compañía no pudieron notar lo que había dentro, debido a que les colocaron mantas en los ojos que cubrían su vista, así como hilos demora tanto en el las muñecas como en los tobillos para que no escaparan de ahí. La Fénix Dorada calmó a sus amigos, diciendo que no se resistieran. Así entonces, Hikari y los demás hicieron caso y los llevaron a los adentros del castillo.

¡Caminen, basuras!

Los soldados los empujaron y los sacaron fuera de la galera, donde caminaron por pasillos y escaleras interminables. Hikari pudo escuchar el sonido ambiental de hachas, espadas, arcos y demás armas chocando entre sí, así como risas, galopar de Pokemon, y caminatas de varios soldados. Ella pudo deducir que estaban en el patio de armas, pero no estaba muy segura de ello. Poco después, los adentraron por una sala fría, donde el sol aun no hacía efecto dentro de las habitaciones. Bajaron varios peldaños y cruzaron varias puertas donde la única fuente de luz eran antorchas de un tono anaranjado. La humedad en las escaleras de caracol por las que bajaban era tal, que Hikari podía oír el goteo abundante colándose por las piedras. Pensó en que tarde o temprano el océano se filtraría por las paredes, debido a que se sentía ya en una habitación por debajo del nivel del mar. Cuando bajaron ya bastantes peldaños y avanzaron más de lo esperado por un túnel oscuro, fueron aventados por los soldados hacia el suelo con brusquedad. Serena intentó pararse, pero antes de ello, alguien le quitó los trapos que cubrían sus ojos.

¡Entrega la armadura, ya!

Sabrina jaló de los cabellos a Serena. Hikari intentó pararse para defender a su amiga, pero varios soldados notaron su comportamiento y le detuvieron a pesar de que ella estaba presa por los hilos demora.

Serena tosió por el cansancio; al notar la habitación en la que estaba, se dio cuenta de que ya había estado ahí antes. Piso húmedo, charcos abundantes y goteos cayendo desde un techo inexistente. Sin embargo, ellos ya no estaban rodeados de oscuridad: la fuente de luz eran los mismos rayos del sol, pero debilitados porque atravesaban una gran cantidad de agua salada que rodeaba la habitación. Es decir, Serena y compañía estaban encerrados en una habitación donde los cuatro muros eran de agua, como si un campo de fuerza les rodeara. Más allá, a través del agua de mar, podía alcanzar a escucharse el sonido que Hikari había escuchado hace poco tiempo. Los soldados batallaban, chocando espadas, calvando sus flechas en objetivos de paja, así como hechizos rompiendo blancos y muñecos tejidos de algodón. Pero ellos no podían alcanzar a divisar nada; el simple ruido del ambiente estaba muy lejos, a varios metros de distancia sobre de ellos. Serena volteó hacia arriba, pero lo único que vio fue un fondo azul infinito. ¿Qué había más allá de los cuatro muros que le rodeaban? Quería volar hacia arriba, rebasar los cuatro muros de agua e ir hacia la superficie. Tenía que ser la superficie; debía ser la superficie lo que le aguardaba en el infinito cobalto que yacía sobre de ellos.

Varios Pokemon acuáticos nadaban a su alrededor, observando la extraña aula que para ellos era un ambiente peligroso. Lo que Serena no podía negar, es que a pesar de que el aula parecía ser una especie de prisión, en realidad era un escenario muy hermoso.

No lo volveré a repetir…

Serena bufó. El sudor corría por su frente, y la humedad comenzaba a humedecer sus cabellos cortos. Con suma facilidad rompió los hilos demora que le apresaban, indicando la gran fuerza que tenía. Bastó un par de minutos para que se quitara toda la armadura de oro completa que le hacía parecer robusta. Le entregó a Sabrina el escudo y la armadura bañadas en oro puro. Ahora, sólo estaba en una cota de malla rosada y unas mallas blanquecinas; incluso quedó descalza cuando Sabrina le obligó a quitarse las botas de oro.

No es lo que parece… —intentó intervenir Shauna, pero Sabrina le hizo callar con la mirada.

La muchacha le entregó la armadura a un soldado.

Devuelve la armadura al lugar que pertenece —el soldado asintió, y salió corriendo por una puerta que se formó con el simple acto de su presencia. El arco profundo de la puerta se deshizo para ser invadido de nuevo por el agua oceánica una vez que él desapareció—. Perfecto…

Sabrina desenvainó la espada que tenía colgando en la cintura. Dicha espada era de metal oscuro, tallada con finas curvaturas en la empuñadura, extendiendo dichas curvas hasta llegar al filo de ésta, donde había un agujero extraño no sólo al final, sino en varias partes de la espada. Entonces, Sabrina cerró los ojos y pronto los agujeros fueron llenados por una especie de luz verdosa y brillante. La luz al final de la espada se extendió y comenzó a formar una curva sobre los prisioneros. Varios psico-cortes rodearon a Serena y compañía, hasta que los rayos esmeraldas los encerraron de tal manera formando un sinfín de barrotes asemejando una pequeña jaula semi circular. Cuando Sabrina los había aprisionado con su propio poder, la luz dejó de emanar de la espada y volvió a guardar su arma a donde pertenecía; se sacudió las manos y caminó de un lugar a otro, pensando en lo que iba a decir. Sus pasos producían ecos que viajaban hasta arriba, donde el sonido se perdió.

Bien. Bien. Bien. ¿Ahora cuál es tu excusa?

Serena permaneció en silencio. Shauna, Tierno, Grant, Viola y Korrina también le imitaron, aunque estaban más nerviosos que ella.

Lo lamento —dijo la chica con voz firme— Sé que tomé sin permiso la armadura y el escudo, pero…

¿Pero? ¿Pero? Sabes que está prohibido tomar las pertenencias del líder bajo ninguna circunstancia. Lo que es peor aún: está prohibido abandonar la Fortaleza Catarata sin permiso. Eso se considera como traición. Lo sabes perfectamente.

Brendan intentó zafarse, pero los hilos demora eran bastantes fuertes; si Satoshi fusionado no se había podido zafar de ellos, menos lo haría el arquero rubí.

¿Qué? ¿No tenías permitido salir? —Hikari estaba sorprendida.

Serena no respondió ante su sorpresa. En cambio, Sabrina lo hizo.

No. Ella ya lo había hecho antes y se le advirtió que lo pagaría muy caro si volvía a salirse.

No entiendo —Hikari decía con la manta aun puesta sobre los ojos— ¿Cómo es que afecta si alguien sale de la fortaleza? Antes de entrar vimos a muchas galeras ir y venir.

No, el salir no es problema. La confianza es lo que inquieta al líder. ¿Qué pensarías si alguien sale sin permiso? ¿Tal vez lo haya hecho para delatar nuestra ubicación? ¿O el hacer cosas de las que nadie quiere que se entere? ¿O bien, que sigan a Serena de vuelta hasta acá? ¿Talvez… Steven, o Diantha? ¿O el permitirse traer gente desconocida? ¡Justo como lo hiciste ahora!

¡A ellos no les metas en esto! —Serena finalmente se levantó, encarando a Sabrina a través de los barrotes psíquicos que ella había formado— Ellos sólo vienen a formar parte de los Mega; justo como todos los demás soldados que se han unido.

Sí, pero ¿con permiso de quién? ¿Tuyo? —Sabrina rio, divertida— Te recuerdo que el que se te haya nombrado líder del escuadrón Kalos no te hace la líder absoluta.

¿Líder del escuadrón? —Haruka estaba impresionada.

Sí. Tu amiguita era líder del escuadrón. De hecho, me resulta increíble que todo el escuadrón entero fuese acompañar a su líder.

Korrina emitió un suspiro de rabia.

Seguiremos a nuestra líder pase lo que pase.

¿Sí? ¿Y qué han ganado con ello? —Sabrina cuestionó, siendo respondida con un silencio prolongado— Nada. Su silencio es más que suficiente. Además, ¿vieron lo que hicieron con mi preciada galera? ¡Está dañada!

Las cataratas fueron más peligrosas de lo inesperado —se justificó la Fénix Dorada.

¡No! ¡Ustedes no tienen experiencia en navegar por caminos tan peligrosos! Eso es lo que pasa. Es algo que nunca les perdonaré.

Sabrina, lamento los incidentes que hemos ocasionado, pero…

Por supuesto que lo lamentan. No necesitan decir nada más. Sobra decir que tus amigos también lamentan el haberos acompañado hasta acá en vano. Ellos no formarán parte del gremio.

[VIDEO 2: 19 On The Doorstep – The Hobbit 2 (Soundtrack) – Howrad Shore]

Al oir aquello, Hikari se levantó a pesar de tener amarrado sus botines. De una u otra forma, la muchacha comenzó a sacar gritos forzados, debido a la fuerza con la que intentaba romper los hilos demora que aprisionaban sus manos. El esfuerzo intimidó a sus compañeros, mientras que a Sabrina sólo le sorprendía aquello. Súbitamente, el quebrar de los hilos sonó, y Hikari finalmente fue libre en sus dos extremidades. Se desató los hilos de sus pies, y se reincorporó para quitarse la pañoleta haraposa que le cubrían los ojos y mirar con respiración agitada hacia Sabrina. Ésta sonreía ante la Novata Índigo con curiosidad. Poco después, la chica peli-azul comenzó a desatar a todos, hasta que finalmente cada uno de los aprisionados fue libre de moverse y ver con claridad.

No vinimos aquí en vano —Hikari empezó a caminar por la prisión psíquica hasta donde se encontraba Sabrina— No llegamos hasta acá para que alguien nos rechazara de esta manera. Tú no sabes lo que pasa allá afuera; mientras tú y toda esta gente permanece a salvo detrás de estos muros, nosotros hemos tenido que pelear y sufrir las consecuencias de lo que acontece en el verdadero juego. Entiendo que estén aquí por una razón, pero también deben entender que nosotros vinimos para pedir de vuestra ayuda. Queremos volvernos más fuertes, y los únicos que pueden ayudaros son vuestra gente.

Sabrina quedó por unos breves segundos impactada, mas borró ese rostro sorprendido y dibujó una leve sonrisa divertida.

Pues lamento informaros que cualquiera que se considere amiga de esta traidora —señaló a Serena—, se considera también traidor a los Mega.

No sé cuál sea tu rango en los Mega —indicó Hikari—, pero no recibiremos un "no" por respuesta. La crueldad que hay en los demás niveles es algo que no pueden comprender.

No me harás cambiar de opinión, novata.

Hikari frunció el ceño por primera vez desde que arribó a la fortaleza. Súbitamente, la risa de Sabrina y la cabeza gacha de Serena incapaz de poder responder fueron suficientes para que la ira dominara el espíritu de la Novata Índigo. Por suerte, no habían confiscado ninguna de sus armas, y de esta manera, sacó la flecha diamante que tensó en su arco índigo, para apuntar a través de los barrotes a Sabrina.

Te lo advierto. No nos subestimes.

Sabrina no dejó de sonreír.

Anda. Hazlo.

De un momento a otro, Hikari cambió de dirección. En vez de soltar la flecha brillante hacia la sien de la jugadora, apuntó hacia el muro de agua que había alrededor de ellos. La flecha viajó, pero lo sorprendente fue que nadie se dio cuenta cuando Hikari había amarrado restos de los hilos demora que les aprisionaban en la parte trasera de la flecha. De esta manera, el hilo demora se alzó y viajó a través de la prisión psíquica.

¡Ahora, Candice!

La chica de trenza azabache desenvainó su espada de hielo, congelando el hilo demora. El hielo viajó a través del hilo como canal de conducción, y cuando la flecha diamante se introdujo por entre la cortina de agua, el hielo comenzó a congelar el hilo y el muro de agua. Hikari lanzó enseguida otra flecha, analizando el punto exacto de quiebre donde los muros de hielo quebrarían en pedazos, y cuando la segunda flecha fue lanzada en el punto de quiebre, el hielo se desquebrajó y salió disparado hacia todas partes, haciendo que Sabrina se cubriera con ambas manos.

Ese momento de distracción fue suficiente para que Hikari sacara uno de sus brazos por entre los barrotes esmeraldas, y arrebatara la vaina de la cintura de una Sabrina que tenía ocupada sus manos usándolas como escudo. Hikari desenvainó la espada, e intentó cortar los barrotes, pero simplemente los psico-cortes no salían del metal del arma. Hikari lanzó varios tajos secos, pero ni así fue suficiente para cortar la prisión.

Sabrina se dio cuenta de ello, y comenzó a reír como si no hubiese mañana. El agua volvió a su estado líquido y formó de nuevo los cuatro muros. Varios Pokemon acuáticos habían desaparecido al prever el peligro futuro, y otros más habían muerto al ser congelados. Serena se sorprendió por la maniobra inteligente de Hikari, pero tanto Serena como la dueña de la espada extraña sabían que no iba a funcionar de ninguna manera.

¡Eres astuta! No puedo negarlo —dijo entre risas— Muy astuta. Jamás habría imaginado que alguien me arrebatara mi arma de esa manera, sobre todo si está encerrada en mi propia prisión. Oh, en serio que me has sacado una risa, niña. Bueno, anda. Regrésame mi espada. Ya te habrás dado cuenta que los psico-cortes sólo se activan si el que usa el arma es su verdadero dueño; eso significa que la única que puede desactivar la prisión o cortar los barrotes soy yo. Pero debo darte crédito por lo que has hecho, aunque no significa que vaya a aceptarte en los Mega. No, de ninguna manera me has hecho cambiar de opinión.

Tal parece que Sabrina iba a seguir con su molesto discurso, pero el agua se apartó de un muro para dar paso a varios sujetos que llegaron en un abrir y cerrar de ojos, rodeando la prisión como si el peligro estuviese rondando cerca. Al ver que Sabrina tenía todo controlado, bajaron la guardia y relajaron su respiración.

¡Uff! Pensé haber escuchado un estruendo —mencionó uno de ellos. Era una chica de cabellos cortos azabaches, que portaba una diadema roja y un kimono amarillo de seda adornado con pétalos rojos al final del kimono. Dicho kimono estaba amarrado en un cinturón rojizo, que hacían juego con las sandalias que usaba y la mencionada diadema—. ¿Estás bien, Sabrina? ¿No quieres una de mis pociones? ¿En verdad estás a salvo? Me asusté mucho.

Tranquilízate, Erika. No es para tanto. Aunque parece estar muy oscuro aquí. Oscuro y frío. ¡Odio el frío! —en otro lado, les rodeaba un viejo de voz rasposa, con un bigote cómico, canoso, alargado y quebradizo. La falta de cabello era cubierta por un sombrero blanco y lucía elegantemente un chaleco del mismo color, con una cota de malla alargada rojiza. Era viejo, pero parecía tener la energía de un niño.

¿Será porque aun tienes puestas tus gafas de sol, Blaine? Vaya tipo. Él sí que no es electrizante. —el último era un sujeto robusto, con los músculos más gruesos y fuerte que alguien habría visto. Portaba sólo una camisa de tirantes verde y pantalones de camuflaje característicos en un soldado, con botas negras hechas para cualquier tipo de suelo. En su hombro, llevaba un Raichu gigante, que parecía pequeño comparado al hombretón.

Bueno, tú también llevas lentes de sol, Surge —respondió el viejo— Agh, qué frío hace.

Deja de quejarte y pon atención. Estos tipos parecen electrizantes.

¿Seguro no estás herida, Sabrina? Me preocupa que…

Ya, Erika. Estoy bien —confesó Sabrina, resoplando mechones de su cabello. Ésta última parecía ser la líder del escuadrón de Kanto, conformada por ella y los tres compañeros que le acompañaban. Sabrina tenía el cabello púrpura, y portaba una armadura de metales rojizos, con cota de malla oscura que se extendía por sus piernas hasta reposar en las botas amarillas que hacían juego con la capa colorida que llevaba en la espalda. Sus demás compañeros, de igual manera, llevaban dichas capas.

Oh, Serena. ¿Qué haces aquí? —preguntó cortésmente Erika, que parecía la más amable de toda la habitación entera.

La muchacha quiso responder, pero en vez de ello, Sabrina lo hizo.

Es una traidora. Tomó mi galera y fue a intervenir en la ejecución de un jugador insignificante.

¿Tomaste su galera? Oh, eso sí que no es electrizante. Vaya manera de cometer semejante estupidez —Raichu reafirmó lo que Surge había mencionado.

¡Hey, tú! ¿Cómo te atreves a decirle así a mi hermano mayor? —Eureka finalmente había hablado ante toda la confusión que tenía— ¡Citron es el mejor hermano que alguien puede tener!

Lo lamento. Lamento la muerte de tu hermano, pero es algo que no se podía evitar. Ni siquiera la Fénix Dorada pudo evitarlo ¿o sí? Lo único que evitó fue que ese beta causara más caos del debido.

¡Cállate! —Kasumi fue la que se levantó, rabiosa e intentando agarrar los barrotes, pero al hacerlo, sintió la quemazón de los cortes. Eso no evitó que siguiera enfurecida con la que comenzaba ser despreciada por todos— Satoshi intentó salvarle. Él se armó de valentía y fue el único que se atrevió a desafiar a esos cuatro sujetos. Algo que tú no podrías hacer en toda tu vida.

No, porque sería una estupidez, prácticamente. Yo no soy tan ilusa como para pensar que puedo contra los cuatro. No soy tan ilusa como ese Espadachín Esmeralda, que pensó que tenía todo el poder del mundo.

¡Con él no te metas! —Haruka fue la que se acercó esta vez— Apuesto a que él tiene más agallas que tú y todo tu escuadrón juntos.

¡Ya! ¡Basta!

Serena fue la que estalló finalmente. La muchacha apretó los puños, y miró con determinación a las tres muchachas que estaban en contra de Sabrina.

Suficiente —antes de que las tres reclamaran, ella prosiguió— Lamento no haberles dicho sobre esta situación. Me fugué de aquí sin permiso de nuestro líder, porque oí sobre la ejecución de Citron. Sabía que la UEO estaba en problemas, así que los quise traer hasta acá. Sé que fue arriesgado, porque habría probabilidades de que esto ocurriera. Sin embargo —se volvió hacia Sabrina— ellos no tienen nada que ver con esto. Fue mi culpa. Échame a mí; ni mi escuadrón ni ellos tienen porque sufrir las consecuencias de mis actos.

Sabrina miró hacia el suelo. Por un momento pensó en lo que la Fénix Dorada había dicho, pero de un momento a otro, esbozó su típica sonrisa con la que sólo ella sabía el por qué era divertida.

No puedo hacerlo, Serena. Entiende que si perdono a uno, tendría que perdonar a todos. Conoces muy bien las reglas.

¡Por favor! —Hikari suplicó.

Anda, dilo —le dijo Serena a Sabrina. Ella sabía muy bien a lo que se refería.

Sólo hay una manera de que se queden en los Mega. Sólo hay una manera en la que ya no se les considere traidores.

¿Cuál es esa opción? —cuestionó León, hablando por primera vez.

Luchando a muerte contra los escuadrones.

Los prisioneros quedaron en silencio. Serena ya había sabido sobre aquella opción, pero nunca se atrevió a decirlo en voz alta. Ni siquiera se imaginaba el pelear contra otros escuadrones. La ventaja para los escuadrones enemigos, es que la mayoría de ellos eran beta, o por lo menos los líderes de los escuadrones. La desventaja, que los prisioneros encerrados eran novatos exceptuando a León, Brendan, Iris, Gold, Silver y Crystal.

¡Aceptamos con gusto! —la voz de Gold sorprendió a los demás.

¡Gold! —intervino Crystal; ella no estaba muy de acuerdo con la batalla.

Tranquilo, niño bonito —Sabrina seguía mirando a Serena— La decisión recae en ella. Es la que ocasionó todo esto.

Serena miró al suelo con los pensamientos atormentando su cabeza; ¿en verdad valía la pena enfrentarse a los demás escuadrones? Ella conocía su poder; conocía a cada uno de ellos. Ella estaba consciente de que podía morir en el juego y en la vida real si era asesinada. Y no sólo ella, sino el escuadrón Kalos entero podía morir, puesto que sus amigos también eran novatos. Además, Hikari y compañía también tenían esa posibilidad de morir.

¡No aceptes, niña estúpida! ¡No quiero morir! James, ayúdame —el parloteo de Meowth extrañó a los de fuera de la prisión. Jamás habían visto a un Pokemon hablar.

Serena apretó inclusive más fuerte los puños. La cota de malla estaba húmeda, y el sudor corría por sus mechones miel pegados en su frente. Sin embargo, ella no temblaba. Inclusive con toda esta situación por delante, sus decisiones eran determinadas y ella misma aprendió que no debía arrepentirse de nada. Recordó el Gremio Novato y la muerte de cada uno de ellos; recordó a Citron perecer cuando ella había llegado, y el lloriqueo de su pequeña hermana en el funeral; la impotencia que sentía cuando desapareció aquella vez en el faro del nivel 3 había llegado a su mente. No obstante, ella ya no era la misma de antes. En su lugar, una espadachina llena de coraje, honor y valor estaba ahí parada, desechando la idea de arrepentirse por robar la galera de Sabrina e ir a "rescatar" a los miembros de la UEO. Aunque no lo había conseguido, veía el lado positivo de todo esto: Hikari y 25 jugadores habían sido rescatados prácticamente de los dominios de Lance, Steven, Cynthia y Diantha. Ellos habían decidido confiar en ella y acompañarla en una travesía desconocida, donde no se podía dar el lujo de llevarlos de vuelta a esos dominios peligrosos. Si ellos le habían acompañado, ella se encargaría de hacer que entrenaran duro y mejorasen como nunca lo habían hecho, justo como ella lo hizo hace meses. Sí: se sintió impotente al haber "desaparecido" todo este tiempo; sí: se sentía mal por no hacer nada al respecto; sí: habría deseado hacer algo por el Gremio Novato. Pero ella ahora vivía en el presente. No miraba hacia atrás; había perdonado a Ash por lo que hizo; se había perdonado a ella misma por las actitudes que había tomado, y este momento era determinante para hacerle saber a Sabrina que a lo largo de este tiempo, ella, Serena, había cambiado completamente.

Lo haremos.

Los ojos de Serena miraron fijamente a Sabrina. La muchacha sorpresivamente borró la sonrisa que había tenido todo este tiempo, y sujetó con firmeza la espada que Hikari le había devuelto. Deshizo la prisión psíquica.

De acuerdo. No saben a lo que se enfrentan, pero gracias a su valentía, hoy cada quién podrá tener una habitación, cortesía de la casa. ¡Surge!

¿Sí?

¿Aún no llegan los líderes?

No. Comentaron que tenían una misión importante. Partieron justo ayer al anochecer.

Vaya, tienen suerte. Bueno, por esa misma razón esperaremos hasta mañana. Mientras tanto, no llamen mucho la atención. Pueden rondar por ahí, siempre y cuando no intervengan. Nos vemos mañana a primera hora de la mañana, antes de que el sol salga por el horizonte, en esta misma habitación.

Los prisioneros finalmente fueron libres. El rumor de que iba a haber una contienda entre dichos prisioneros y los miembros de los escuadrones era la gran noticia por todo el castillo. Hikari y compañía no tuvieron muchos ánimos de recorrer el castillo entero, ni sus alrededores. Ni siquiera tenían el ánimo de ir a las afueras del castillo, donde varias casas se extendían conformando lo que era una pequeña población de la Fortaleza Catarata. Lo que sí cabía destacar es que se sorprendieron por saber que había tantas personas escondidas en la fortaleza, lo que Hikari nunca se imaginó. ¿Qué capacidad de convencimiento tendría el líder para que más de cinco centenares estuviesen de su lado? Ni siquiera ella podría haber convencido a tantos.

El día pasó rápido. Hikari no pudo dormir esa noche en la habitación cómoda que le habían asignado. En cambio, se dedicó a mirar el paisaje que le brindaba la pequeña ventana del castillo. Al contemplar, reafirmó lo que su mente había pensado el momento que llegaron: unas cataratas caían al final de la isla, del lado no visible de la entrada a la fortaleza. Las cascadas producían un hermoso ruido relajante, y más allá, el océano se extendía en medio de una brisa densa que no permitía ver el horizonte ni el firmamento estrellado. Al estar ahí un tiempo contemplando el vértigo que producían las cascadas, asomó más la cabeza hacia arriba, donde podía ver con claridad las dos torres gemelas que constituían el castillo. Lo que le llamó la atención fue el arma clavada en medio del puente de conexión que las unía. Esta vez, podía ver con mayor claridad que se trataba efectivamente de una espada. Muerta de curiosidad, salió de la habitación y se dirigió hacia el puente después de haberse perdido un par de ocasiones en medio de escaleras de caracol y pasillos confusos.

Al salir al puente, una oleada de viento salino invadió su rostro. La muchacha, con la armadura índigo aun puesta, lo que era usual en ella, sintió el peso y el vértigo al caminar en medio del puente sin barandal que le protegiera. El camino era ancho y vacío. Notó ya más de cerca las dos torres, una ventana en cada una de ellas de tal manera que los habitantes de dichas torres pudiesen verse cada día al despertar y cada noche al acostarse. Más allá, el patio de armas apenas era una pequeña porción de terreno, y todavía más allá, las casas del pequeño pueblo eran manchas de ladrillos que difícilmente se podían apreciar gracias a la niebla y humedad que provocaban las cataratas allá abajo. Hikari volteó al otro lado de la isla, donde las cascadas hacían su recorrido hacia abajo. El océano acompañado de unas manchas negras que parecían ser rocas eran lo único que le podía ofrecer la vista del puente. La novata se asomó por los límites, para ver con más detalle lo que pudiese haber en el fondo de las cascadas, y notó sorpresivamente que el caer del agua se partía en dos debido a que había una porción en dichas cataratas que parecía ser un escenario de batalla circular. No tuvo más tiempo para apreciarlo, porque una voz casi le hacía caer gracias al susto.

¿Tampoco puedes dormir?

Serena estaba en atuendos de dormir rosados. Tal vez hubiese cambiado de actitud, pero su sentido de la moda para vestir seguía tan quisquilloso. Dawn le sonrió, y se sintió algo extraña al no tener ella atuendos de dormir mas que su propia armadura, lo cual le sentaba perfecto.

Tenía curiosidad.

¿Por qué? ¿Por esto?

Serena volteó a ver la espada en el centro del puente. La chica caminó hacia el arma clavada, con la Novata Índigo siguiéndole los talones. Cuando estuvieron frente al arma, Hikari notó que era más grande de lo que pensaba.

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La espada era de un metal apagado y alargado. Triplicaba la altura de Hikari, y su anchura hacía parecer que eran tres espadas en una. El filo había estado clavado en el centro, donde una rajadura se extendía por el puente, pero no cortaba a éste en su totalidad, lo cual impactó a la joven. La empuñadura era lo que más le llamaba la atención a la moza: el mango era alargado, pero no tanto como los cuernos irregulares que se extendían a través de la empuñadura y se perdían por el firmamento, intentando alcanzar las estrellas que contemplaban dicha arma. Sin embargo, mirando con más detalle, tal parecía que esas ramas eran cuernos torcidos parecidos a los de un animal. Aun así la espada careciera de brillo alguno y se sintiera más inactiva que nunca, a Hikari le pareció que la espada tenía vida propia.

La espada duerme —se dijo más a sí misma que hacia Serena.

Pertenece al líder —confesó la muchacha, con la mirada perdida en el bizarro sable ancho—. Sólo la utiliza en momentos críticos; en momentos en donde de verdad se está en peligro.

Dawn siguió contemplando durante unos minutos más aquello. Poco después, interrumpió el silencio:

¿La ha usado alguna vez?

Sólo una —suspiró— Y yo todavía no formaba parte de los Mega.

Nuevamente, el ambiente quedó en silencio, donde ambas disfrutaron del chocar del agua en el fondo lejano de las cataratas.

No comprendo —dijo Hikari— Dices primero que tienes un líder, pero luego he escuchado que a veces se refieren a "líderes". ¿Hay más de uno?

Por supuesto que hay más de uno —Serena sonrió— De hecho, son dos. O uno. No sabría decirlo con certeza.

No comprendo.

Lo entenderás cuando los veas —Serena bostezó— Bueno, mejor será ir a dormir. Tenemos que estar preparados para mañana.

Serena comenzó a alejarse de la espada, pero Hikari aún le contemplaba como si fuese una especie de arma perteneciente a un dios, y nadie la culpaba; en verdad parecía una espada increíblemente fuerte.

¿En verdad… en verdad crees que nos maten? —por primera vez en mucho tiempo, Hikari tenía miedo.

Serena le dedicó una mirada pensativa.

¿Tienes miedo?

No.

Entonces no hay nada que temer. Podrías rendirte si lo deseas; sólo así no morirías.

Estás de mente —Dawn le sonrió— Prefiero la muerte antes que rendirme.

Así se habla.

Serena reanudó su camino hacia la salida del puente, pero Hikari siguió ahí, contemplando la figura de la espadachina.

No lo entiendo. ¿Cómo es que cambiaste tan drásticamente? Es decir, antes eras una chica cobarde…

Lo sé —Serena recordó su pasado y lo único que hizo fue esbozar una sonrisa divertida— Pero ¿sabes? La gente no cambia. Nunca cambié. Sólo descubrí quién era en realidad.

El sol ya pronto iba a salir. Serena y compañía habían pasado una noche tranquila en la que cada quién estaba nervioso a su manera. Al aguardar minutos antes del amanecer en la habitación acordada, ellos eran los únicos ahí. Sabrina no llegó inclusive minutos después cuando el sol traspasó los muros de agua.

Sin embargo, los sonidos de las armas chocando y los soldados entrenando había desaparecido ese día. En cambio, había más ruido del debido. Eran gritos de euforia. Gritos que algunos cuantos ahí conocían perfectamente. Gritos llenos de alegría porque una contienda se iba a presentar. Ruby lo supo; Kasumi lo supo; Haruka, Serena y Hikari lo supieron y aquello les recordó al Torneo Esmeralda. Inclusive Brock también sabía a qué venía todo este alardeo que venía desde arriba.

Cuando pensaron que iban a quedarse ahí más minutos, el suelo comenzó a temblar. Los prisioneros cayeron; el trío Rocket se sorprendió y gritó; Gold abrazó a Criystal en un acto de reflejo; Hikari entonces supo que era el momento. El terremoto produjo ondas en el agua, haciendo que el muro perdiera estabilidad y el agua comenzara a caer sobre el suelo, pero eso no afectó a los jugadores, porque el suelo de la habitación comenzó a ascender por el vacío infinito. Las voces eufóricas comenzaron a escucharse con más intensidad al tiempo que el suelo móvil ascendía por el agujero. Una luz azulada iluminó a los jugadores, que con el tiempo se tornó en los rayos del sol. El agua de los muros se iba desmoronando a su paso, y pronto se dieron cuenta de que, en efecto, el agua era parte del océano, por lo que se habían encontrado bajo mar todo ese tiempo.

El suelo se detuvo cuando el agua dejó de rodearlos y habían salido un campo de batalla circular. Hikari se dio cuenta de que habían ascendido hasta las cataratas; el lugar de batalla que ella había visto anoche desde el puente. El campo de batalla era una saliente rocosa y pronunciada en medio de las cataratas, por lo cual el agua no podía dar de lleno contra su propia saliente. El campo era vasto y extenso, suficiente para que varios jugadores se enfrentaran. El único problema es que el campo era limitado, y más allá significaba el caer al vacío de unas cascadas que no recibirían a nadie con cortesía.

La euforia de la gente provenía de gradas construidas por los jugadores, que sobresalían a lo largo de la cascada de tal manera que el agua no diera de lleno en las tribunas. Lo malo para los espectadores era que no estaban alineados de una manera circular para observar con mayor detalle el campo de batalla, por lo que tenían que voltear pronunciadamente a ver desde la lejanía lo que sucedía ahí. Las gradas se extendían un kilómetro de largo, alojando a todas las personas que habitaban en la fortaleza. Inclusive aquel número de gente era mayor que el del Torneo Esmeralda.

En el centro, justo debajo del castillo y frente al campo de batalla, las cataratas se partían levemente en dos, generando una leve cortina de agua en la que podía divisarse desde dentro lo que había afuera de dicho lugar, pero Hikari y compañía no notaban lo que había dentro de la leve partición. Lo que sí alcanzaron a notar, fue que el agua comenzó a partirse más y más, generada por una jugadora que asomó su figura.

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A final de cuentas, esa leve partición era debido a los palcos de élite en donde los jugadores más poderosos podían ver la batalla con mayor visibilidad. Ahí se encontraban todos ellos; todos los escuadrones excepto el de Kalos, que estaba en el campo de batalla. Sin embargo, la única figura que se pudo divisar fue la de Sabrina, que se paró sobre su asiento y una luz proveniente de los rayos del sol iluminó su rostro.

¿Dónde diablos está? —le preguntó Sabrina a uno de ellos. La muchacha volteó hacia arriba, a un palco más alejado que los de la élite. El palco era de oro y adornado de varios ornamentos, donde dos sillas de seda acolchonada no eran ocupadas por nadie.

No lo sé. Se supone que ya deberían haber regresado de la misión.

Maldita sea la hora —bufó Sabrina— Bueno, empezaremos sin ellos. ¡Bienvenidos todos a la contienda a muerte de la Fortaleza Catarata!

La voz de Sabrina se encendió mediante un megáfono, haciendo que las vibraciones del sonido rompieran algunas cataratas minúsculas. La muchacha apareció en dos pantallas virtuales que se colocaron detrás del campo de batalla, para que los aficionados extendidos a lo largo de las gradas rectas pudiesen ver con mayor claridad lo que sucedía. Los gritos de los aproximados quinientos jugadores se intensificaron. Los 32 jugadores allá abajo sintieron el nerviosismo en su interior.

Antes de comenzar, se mencionarán las reglas de la contienda…

Sabrina se detuvo un momento, y después prosiguió con las reglas de las batallas:

Está permitido cualquier tipo de jugador, así como cualquier tipo de Pokemon exceptuando los legendarios.

¿Le…legendarios? —Yellow volteó a ver a Green con sorpresa. Al igual que todos, las reglas comenzaron a sorprenderlos.

—… También está permitido la utilización de Megapiedra, Mega-evolución y Megafusión.

Megafusión… —susurró Hikari. Según ella tenía entendido, Satoshi fue el único que podía hacerlo ¿No era así?

May volteó a ver a Serena, pero ella no parecía sorprenderle aquello.

Por último, como Serena ya ha traicionado dos veces a los Mega, se considera traición máxima. De esta manera, habrá una penalización en la contienda, y es la de que sólo los de élite, es decir los miembros de los escuadrones, serán los contrincantes de la contienda.

Los prisioneros se alarmaron, pero había más para ellos.

También, como la Fénix Dorada robó la galera más importante de los Mega, así como el tesoro más preciado que son la armadura y el escudo dorado, habrá otra penalización: cada escuadrón elegirá contra quién luchar y con cuántos jugadores luchar.

¡¿Qué?! —Ruby abrió los ojos como plato.

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No… no puede ser. Es injusto —mencionó Iris mirando a Cilan, que tenía una mirada horrorizada.

¡No quiero morir, Jessie! ¡Por favor, hay que huir de aquí! —suplicaba James.

Quedará a la suerte entonces —le avisó Green a Blue— Afortunado será el que no sea elegido por ningún escuadrón; sólo así nos salvaremos.

¡Habiendo mencionado las reglas, que comience la contienda! ¡Y el primer escuadrón que participará será elegido de modo aleatorio!

El sol comenzó a alzarse detrás de los jugadores, por el horizonte. Los rayos de sol anaranjados y el firmamento púrpura resaltaron el holograma virtual, que mostró cinco escuadrones con letras brillantes: Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh y Unova. Los dos hologramas comenzaron a mostrar las cinco palabras aleatoriamente, cambiando alternativamente a una velocidad rápida. Segundos después, la velocidad disminuyó y las palabras eran más legibles para el ojo humano. Sin embargo, el holograma finalmente dejó a la vista una sola palabra.

"Hoenn".

¡Bien! ¡Ya tenemos al primer escuadrón!

La partición de las cascadas en el palco de élite se dividió en una zona en donde el escuadrón de Hoenn se encontraba. Las capas coloridas de cuatro sujetos brillaban en la oscuridad del palco. Sin embargo, uno de esos cuatro sujetos caminó por el extenso palco, hasta que la luz del sol iluminó su rostro y se mostró en los dos hologramas donde la gente le vitoreó y alabó.

¡Denle la bienvenida al líder del escuadrón Hoenn y a sus tres integrantes!

Brendan lanzó un grito ahogado. Cerró los puños con fuerza.

Esto no podía estar sucediendo. No para él; mejor dicho, no para ella. No para la maga.

La gente gritaba de alegría. Hikari notó la angustia en Brendan, pero antes de preguntar lo que sucedía, se dio cuenta de que uno de sus amigos se tiraba de rodillas en el suelo.

Escojo… —la voz del sujeto era grave y determinante—… A la Maga Esmeralda, y a su amigo: el Arquero Estratega.

Sólo dos. Dos contra cuatro sujetos. ¿Por qué ellos dos? ¿Por qué en específico ellos dos?

La gente enloqueció de euforia. Sin embargo, las rodillas de May no aguantaban el peso del campo de batalla. Golpeó sus puños contra el suelo, y mantuvo la cabeza gacha, horrorizada por lo que estaba sucediendo. Brendan miró al sujeto desde lo alto de su palco.

Hikari lo sabía. Sabía que iba a escoger a May. Pero ¿cómo lo sabía?

No… —susurró May— No… No… No… — se repetía una y otra vez— ¡NO!

¡Y así, comienza la batalla! ¡Ruby y Haruka, enfrentándose a muerte contra los integrantes del escuadrón de Hoenn a cargo de su líder…!

Ruby apretó los dientes de furia. May volteó a ver a esa persona para ver si efectivamente era él en verdad.

¡Norman…! —finalizó Sabrina.


Próximo capítulo: Padre, Bella y Rey