¡Hey, qué hay! Cómo he prometido, esta semana hay capítulo. :D Mis promesas comienzan a dar furto jaja. Como sea, no diré mucho ya que no quiero distraerlos de tan ÉPICO CAPÍTULO. Yo creo el mejor de lo que va de la temporada. Sin más, nos leemos la próxima semana, lo más probable el viernes. ¡Lo juro! Gracias a todos por los reviews y espero les agrade. ¡NO OLVIDEN COMENTAR! Jovat fuera.


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[VIDEO 2: Bleach OST – Invasion [HQ] [Extended] [Lyrics]]

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Capítulo 96

Distracciones


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La capa negruzca y calmada del océano era apenas un débil susurro por debajo de las cubiertas de las galeras. Incluso los archipiélagos rocosos eran no muy propensos a sentir el chocar de las olas contra sus muros irregulares. El edificio torcido, alzándose como una sombra misteriosa, era iluminado continuamente por varios faroles que habían incrementado su vigilancia después de los rumores que circulaban por todos los niveles. Haces circulares de luz iban y venían, iluminando la apacibilidad de un mar negro y adormilado, así como los muros, el patio de armas, ventanas y todo lo que ocultaba en sombras a la misma Fortaleza Suicida. Todo era bien vigilado, excepto aquel punto ciego en donde las galeras se detuvieron.

Zinnia tragó saliva, yendo a estribor para darse cuenta de que una isla rocosa cubría la mayoría de su vista y la envolvía en esas sombras protectoras. Más allá, la fortaleza le producía una sensación de temor que no había sentido desde hace mucho tiempo. Volteó a ver a su compañero, que estaba un tanto tan consternado como ella, pero el simple hecho de que él era beta y ella no, calmaba más a X. Sin embargo, si Sabrina tenía razón, eso no importaba en lo más mínimo. De cualquier manera, los beta y novatos morirían de igual forma si caían a manos de los de Alto Mando, o peor aún: de los Cuatro Grandes.

Se oyó un grito de exaltación que hizo voltear alarmante a la esclava de arena. Manon estaba tan emocionada como lo había estado desde el principio en el que partieron. La pelirroja le envolvía una sombra aún más oscura producida por su boina esmeralda, pero al levantarla, su rostro se vio invadido por migajas de algodón de azúcar. La chica traía en la mano una de aquellas famosas golosinas; su batalla por saborear el caramelo sin ensuciar su emocionado rostro era arduo y entretenido para el público, excepto para Sabrina que se lo tomaba todo muy en serio.

Alain estaba en la galera Ho-Oh, mientras cuatro galeras más le acompañaban en su escondite detrás de la desafortunada isla que sus enemigos menospreciaban. Cada galera llevaba a bordo apenas unos cuantos novatos, a pesar de que era demasiado grande como para que abordaran ciento de ellos; el líder de cada escuadrón iba comandando su respectiva galera. Zinnia estaba preocupada al ver que todo el gremio no se había tomado la molestia en venir: sólo Alain, Manon, los líderes excepto el de Kalos, y apenas unos diez novatos en cada galera. X bufó por lo bajo al enterarse de aquello, aunque no sabía si lo había hecho por la tranquilidad en la que se lo estaban tomando, por saber que iba a ir a una misión peligrosa sin todo el apoyo de los Mega, o por saber que Serena no se encontraba entre ellos. Ya lidiaría con ella más tarde; mientras tanto, debía estar atento a las órdenes de Alain, que mantuvo un buen rato la mirada hacia los muros imponentes y rocosos de la fortaleza.

— ¿Cómo es que no trajeron a todos? —Zinnia volvió a tragar saliva. A pesar de que era una chica valiente, no podía ocultar que sentía preocupación por esto.

— Niña, entre menos gente seamos, más pasaremos desapercibidos —Sabrina le dedicó una sonrisa ególatra.

— Bueno, eso lo entiendo. Lo que no comprendo es cómo meteremos esta enorme galera y cuatro más dentro de sus malditas paredes.

Al escuchar el reclamo de Alain, este sonrió bajo las sombras de su propia expresión. Zinnia no se había dado cuenta, pero de pronto cinco novatos salieron de las instancias de la cubierta cargando un enorme manto envuelto. La fuerza con la que lo hicieron fue tal que, al momento de estar en el centro de la galera, soltaron el manto con cuidado para que éste no se fuera a maltratar. Los novatos desalojaron el manto para dar a la vista la espada sin vida y de aspectos grisáceos y vacíos que había estado enterrada en el puente de conexión principal del castillo. Zinnia y X se miraron mutuamente; según lo que Ruby les había dicho, esa espada sólo se había utilizado una vez, pero el hecho de que la espada estuviese en la galera, no significaba nada bueno para los enemigos.

Zinnia quiso preguntarle a Ruby sobre los poderes específicos de la espada, ya que nunca había tenido la oportunidad ni la ocurrencia para hacerlo. Pero pronto se había acordado de que tanto él como Emerald no estaban con ellos porque se habían quedado en el Castillo Mega para cuidarlo. Aquello había enfurecido un tanto al Arquero Estratega, porque no podía imaginar que dos sujetos que apenas llevaban segundos de entrar en los Mega fuesen a la misión, y él, que había estado ya durante un año y había ascendido de rango hasta portar la capa colorida, no tuviese el privilegio de acompañar al líder a una misión que requería de éxito indudable.

— Zinnia.

La esclava no supo en un principio quién le había hablado. Cuando se dio cuenta de que era efectivamente Alain el que había dicho su nombre, se sorprendió. Apenas llevaban un día juntos en aquella galera, y él ya sabía su nombre, mientras Sabrina seguía llamándole "niña".

— ¿Eres una maga de arena?

— S-sí—no quiso preguntar cómo lo sabía, pero ella suponía que en el transcurso del trayecto hasta acá, Sabrina le había mencionado algo a Alain sobre ello, que había permanecido todo el tiempo en la habitación principal de la galera. Manon, por su parte, se había estado paseando de estribor a babor, de proa a popa y de arriba abajo, molestando a cada integrante de los Mega y riendo por sus travesuras. Tanto Zinnia como X querían hablar más tanto del cristal mensajero como de la habilidad de hackear que tenía el beta, pero parecía que Alain por el momento tenía pendientes más importantes que esos.

— Perfecto —Alain le dedicó una mirada a un novato— Finn, la bolsa de arena; Haru, Dan, Wykner, lleven de vuelta la manta adentro.

Tal parecía que el líder no solo sabía el nombre de Zinnia, sino el de todo el gremio. No por nada les llamaba "familia".

El mencionado Finn, que portaba una armadura grisácea con el escudo del ADN en el centro, sacó de sus pertenencias una bolsa de arena y se la aventó a la esclava. Al atraparla con habilidad, Zinnia notó que sólo era una pequeña bolsa que contenía arena; nada más, nada menos.

— ¿Qué hago con esto?

— Lo que sabes hacer —Alain mantuvo la mirada perdida sobre la fortaleza; tal parecía que sus luces vigías le llamaban la atención—. ¿Está listo el bote, Yimner?

— Sí, mi señor.

— Nada de "mi señor". No soy señor. ¿Parezco un señor? Como sea, Manon, cuando dé la señal, será el momento para que los botes estén listos ¿de acuerdo?

La chica ni siquiera hizo caso a su comentario. El algodón de azúcar y ella estaban en una ardua batalla por ver quién vencía a quién.

— Zinnia, acompáñame.

La moza se quedó estupefacta; Sabrina tuvo que darle un codazo para que reaccionara. El líder dio un salto desde la cubierta, donde aterrizó en un bote diminuto que ya estaba preparado al lado del estribor de la galera Ho-Oh. Ella, en cambio, se deslizó de una manera efectiva y rápida por una soga que estaba amarrada en los barandales de estribor. Cuando aterrizó en el bote, se sintió algo incómoda al lado del líder, que tenía una capucha más negra que la misma noche.

— Cuidado —Alain avisó.

Zinnia oyó el esfuerzo que había hecho Sabrina al levantar algo; al voltear hacia arriba, notó que una pesada espada venía hacia ellos para hundir el bote. Inclusive el aire desprendía silbidos al sentir el partir del frío metal con las corrientes de viento. Cerró los ojos para esperar el impacto, pero de pronto Alain estiró la mano fuera del bote, donde atrapó el mandoble de la espada que triplicaba su altura y anchura. Era la espada más pesada y más gigante que alguien pudiese ver; y sin embargo, viendo que se necesitaba de varios novatos para cargar el arma, Alain la había atrapado como si se tratara de una espada más.

La empuñadura extendía sus ramas grisáceas, asemejando los cuernos de algún Pokemon. Dichas ramas intentaban salir a flote, libres y ansiosas de liberarse del mandoble, mientras el sable grisáceo y que contenía un vacío inexplicable, se extendía hasta apenas rozar el agua del océano. Alain, de alguna manera u otra, se paró en la proa de aquel pequeño bote, para poder envainar su espada sobre su espalda y estuviese un poco más cómodo, aunque dicha espada no cabía siquiera dentro del bote.

— ¡Suerte, Alain!

— ¡Cállate, ¿quieres?! Nos pueden escuchar.

La voz de Sabrina y Manon se alzó por los aires, pero tal parecía que Alain solo estaba concentrado en lo que tenía en frente. Tristana volteó hacia los lados, pero lo único que pudo ver fue la galera próxima a ellos dos, donde en el mascarón estaba parado Norman, con los brazos cruzados y mirando hacia el océano de una manera seria y determinada; su capa ondeaba en un aire fresco y calmado.


...

La cabellera rubia de la maga de fuego se confundía con los colores de Ciudad Jubileo. La noche era oscura allá arriba, pero el festival de Pokemon amarillos era colorido allá adonde fuesen. Todo era de color amarillo: las piedras, las losas, los muros de las casas anticuadas, las capas y túnicas de todos los jugadores pertenecientes a los cuatro gremios; el festival eran un manjar de Pokemon eléctricos, y demás Pokemon que tenían como color principal el amarillo. La comida, el suelo, el confeti que molestaba el ambiente era también tan llamativo, lo cual molestaba a la maga. Sin embargo, Lysson y el gremio Esmeralda resaltaban entre aquel ambiente; el primero con sus atuendos carmesíes y esa melena que lo caracterizaba, pudiendo verlo desde muy lejos. Drew, por su parte, temía a que fuese a ser encontrado tan fácilmente, debido a esos atuendos verdes que le hacían notar entre un océano de jugadores amarillos que iban y venían entre multitudes que disfrutaban de música, juegos y comida tradicional de aquel pueblo. Alecrán seguía con su vista sobre el suelo, viendo el mapa que estaba por encima de ellos. El punto rojo se movía desesperadamente, y Cynthia estaba ansiosa. Su mirada le hacía ver que tenía tantas ganas de ver por primera vez en mucho tiempo a la novata que le había causado tantos problemas; finalmente tendría una oportunidad para asesinarla. Finalmente, ella sería la que le atravesara con una cuchilla de fuego sobre ese vientre índigo.

...


...

Los Charizard iban incrementando de número al tiempo que ellos escalaban. Lance lo hacía de forma desesperada, con Aquiles siguiéndole el paso. Liza, Clair y Lirio iban a lomos de su Pokemon Dragón, atravesando mantos colosales de nubes, kilómetros vacíos de cielo y ascendiendo por el Valle Charizard, que tenía la altura más notable de todo el juego. Kilómetros de altura que se perdían entre el cielo, pero donde varios Charizard miraban por entre cuevas vertiginosas e invadían el cielo haciendo notar su presencia y su dominio. Cualquier Charizard atacaría al jugador que siguiera escalando hasta la cima del valle, pero Lance tenía una alta dominación para con los Charizard que nadie se atrevía siquiera a mirarlo. El Dragón Indomable, a lomos de su sombra dragón, reía mientras ascendía por todo el valle. No iba a permitirse que los traidores siguieran con vida; tal vez él había cumplido con el cometido de que tanto la familia de Iris como la de Kasumi fuesen asesinadas, pero la rabia y el poder que irradiaban en el jugador líder del Gremio Escama de Dragón se habían apoderado de él, que ahora lo único que le importaba era que esas dos idiotas fuesen asesinadas a toda costa. La locura de Lance al pensar que las iba a encontrar en la cima le hizo carcajear malévola y estúpidamente. Entonces, vieron la cima, donde varios Charizard no se atrevían siquiera a volar a tan grandes alturas. Lance y compañía aterrizaron, mientras una explanada irregular era rodeada por el vértigo de las grandes alturas. Más allá, había una pequeña casucha. Una casa de madera que yacía solitaria entre el ocaso de una mañana que hacía su aparición. El sol ascendía por entre un horizonte extenso y muy lejano, pero los rayos iluminaron la choza donde Lance tenía planeado atacar…

...


...

La arena invadía el aire, colándose por los turbantes del Arquero Oscuro y su Alto Mando. Tal parecía que a Magno no le importaba que los granos de arena lastimasen su rostro; de cualquier manera, cuando estos llegaban a tocar su piel caucásica, se desintegraban el sentir el calor que emanaba de su cuerpo entero. No necesitaban de galeras para atravesar el sendero principal; todo había sido cerrado para dar el paso al Arquero Oscuro. El comercio y los gritos de los vendedores locales habían parado; el alboroto de los niños callejeros y los soldados cargando la mercancía de botes había sido detenido para presenciar el súbito e inesperado paso de Steven Stone. Los ojos de sus subordinados de élite se encargaban de mirar hacia todos lados, cerciorándose de que los rumores de que una jugadora que había estado todo este tiempo desaparecida hubiese estado deambulando por ahí. Sin embargo, la sola presencia del Stone les hacía saber a la gente habitante de Ciudad Desierto que efectivamente él estaba ahí por aquellos rumores. Si alguien hubiese sabido de ella o su localización actual, no habría dudado en detener a Steven para confesar. No obstante, tanto el miedo como la ignorancia de todos de saber sobre aquella jugadora eran notorios. Steven se acercaba al centro de la ciudad, donde la arena volvía a hacer su recorrido de vuelta hacia los muros; donde los ríos se juntaban alrededor de la glorieta y volvía a introducirse en las entrañas de la ciudad; donde la cúpula de cristal comenzaba a brillar con un sol que iba asomándose por entre las cúpulas doradas de la ciudad; donde el puente de cristal estaba vacío, así como la explanada circular que alguna vez contuvo a varios vendedores y apostadores de carreras; donde, en la cima de la cúpula cristal, las ramas de oro intentaban acariciar una sombra que inquietó tanto el firmamento como los orbes rojizos de Steven.

...


...

Las capas bicolores del Gremio Equilibrio ondeaban en un pueblo solitario donde las nubes invadían tanto la tierra como el cielo. La tez pálida de Diantha incluso podía decirse que se confundía con la neblina del lugar. Las casas eran tan solitarias como el silencio que albergaba Pueblo Nube, con novatos asomándose por entre las ventanas cerradas y cubiertas de una fina capa de hielo debido a la neblina; todos veían encerrados con llave dentro de sus casas cómo Diantha, Tileo, Winona, Skyla, White, con Helio y esa mirada temerosa, caminaban por el sendero principal del pueblo. Diatha estaba ansiosa; no podía permitir que ella volviese a salirse con la suya. Diantha estaba débil; lo sabía. Sin embargo, haría lo que sea para volver a tener en sus manos a la jugadora que le humilló frente a todos. Helio y compañía no iban a permitir que la Sanadora Celestial volviese a pasar por algo así.

— ¿Dónde está?

La voz de Diantha alarmó a Skyla. Pronto, el ocaso de la mañana comenzó a iluminar la brisa fría y las nubes que tarde o temprano dejaron amablemente pasar los rayos solares a un pueblo que disfrutaba de su frialdad mañanera. El sol se levantaba, iluminando el rostro de Diantha, que abrió los orbes grisáceos sorprendida al ver lo que había al final del horizonte.

...


El bote avanzó sin la necesidad de que alguno de Alain o Zinnia remara; las pequeñas olas que relamían la base del bote eran ruidos sordos. La muchacha sacó una del bote para sentir esa sensación del océano por entre sus dedos, pero el miedo que estaba sintiendo por estar tan cerca del agua hizo que retractara su decisión de hacerlo.

— El agua no hace nada —Alain leyó sus pensamientos— No debes temer.

— No tengo miedo —mintió. No le gustaba que la gente la notara temerosa.

— Si tú lo dices.

El transcurso fue silencioso y misterioso; de pronto, ambos entraron en el rango de los faroles vigías que de vez en cuando iluminaban el océano oscuro. Zinnia de pronto supo que algo no andaba bien.

— ¿Es que no vamos a idear un plan? ¿A infiltrarnos sin que nos noten? Tal vez podamos ir bajo el océano con alguna habilidad de algún mago; en el transcurso del día estuve pensando, y entre X y yo se nos ocurrió que Pegaso podría matar a los vigías desde aquí y así los faroles estuviesen inmóviles. Ya sabes, como el juego de "Zelda: Wind Waker", donde Link iba matando uno a uno a los guardias que…

— No —su voz seca le interrumpió—, no haremos nada de eso.

Los ojos escarlatas de la chica pálida se abrieron, impresionada. Si el plan no era entrar desapercibidamente, ¿qué es lo que pretendía aquel sujeto?

Entonces, a menos de cien metros, un farol dio de lleno con ellos. La luz se detuvo en su posición, cegando la vista de la de ropajes arenosos; a pesar de que la luz dio de lleno con ellos, Alain llevaba su capucha bien puesta y Zinnia el turbante que cubría su identidad. Eso no impidió que de pronto la alarma sonara inundando la Fortaleza Suicida; una alarma que puso alerta a toda la fortaleza, y la que erizó la piel de Zinnia. Las sirenas sonaron; las luces de todos los faros se aglomeraron en el pequeño bote que parecía solitario en medio de un océano que adquiría colores azules cristalinos al tiempo en que las luces le llenaban de iluminación. Varias docenas de cañones aparecieron en las almenas de la fortaleza, sin esperar ni un segundo en disparar. Los proyectiles iban hacia el pequeño bote, pero dos misiles habían apuntado hacia ellos con éxito.

Zinnia lanzó un grito ahogado; sin embargo, Alain dio un gran salto en el aire, giró sobre su propio eje y mandó el primer cañón con una patada, desviándola hacia el segundo cañón que iba hacia ellos. Ambos se sumergieron en una capa de humo y una explosión que ahuyentó la calma del ambiente. Los demás cañones dieron de lleno en el océano, meciendo le bote bruscamente.

Alain aterrizó, pero tomó a Zinnia de la cintura mientras ésta se impresionaba.

— Sujétate.

Zinnia no tuvo tiempo para pensar en lo que estaba a punto de hacer; al agarrar el torso de Alain, sintió cómo ambos se elevaban por el aire, en el que el líder de los Mega, a pesar de tener en su espalda un gran peso que era demasiado para varios jugadores, había realizado un salto inmenso que cruzó una gran cantidad de océano. Ambos aterrizaron brusca pero establemente en el puente levadizo, evitando el subir varios peldaños por lo que alguna vez el Cuarteto Asesino y varios novatos habían subido para entrar a la Fortaleza Suicida.

Las luces los siguieron atentamente, sin dejar de iluminarlos. Alain esperó ahí, donde el rastrillo de la entrada no se iba a levantar por nada en el mundo.

— Aquí es donde os necesito.

Zinnia se dio cuenta de que Alain no podría haber abierto el rastrillo. Alain tal vez pudo dar un gran salto hacia aquel puente, pero los muros eran tan grandes que no los podría cruzar de un salto; la única opción que le quedaba era pasar por la entrada.

Zinnia no preguntó qué es lo que tenía que hacer. A pesar de que esa noche había sentido sorpresa, confusión y miedo al mismo tiempo, la adrenalina le hizo actuar instintivamente, corriendo a lo largo del puente y abriendo la pequeña bolsa para sujetar la arena suspendida alrededor de sus manos. Los cañones iban hacia ella, así como varias docenas de flechas, pero Alain saltó de nuevo, y desenvainó la espada sin vida para lanzar un tajo que realizó una onda de aire que despejó todos esos ataques y los desvió hacia el propio muro de la fortaleza, creando una capa de polvo y el choque de las flechas partiéndose a la mitad contra el muro.

Zinnia llegó al rastrillo; la arena aglomerada en sus manos se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un pequeño hilo brillante y cremoso; dicho hilo viajó por entre las aberturas del rastrillo, hasta que envolvió los barrotes de cada uno que conformaban la entrada. Cuando la arena dominó y rodeó por completo los barrotes, a Zinnia le bastó con apretar sus puños con fuerza para que la presión alrededor de los hilos de arena fuera suficiente para romper los barrotes. Zinnia tuvo que gastar un tanto de su energía, debido a que el metal de los barrotes no era tan fácil de romper; una vez que la entrada estuvo libre para el paso de Alain, la capa de humo que se elevó al estrellar los barrotes rendidos contra el suelo del puente se tardó en disipar.

Los cañones habían parado; las flechas de igual manera cesaron, pero la alarma y las luces seguían puestas en Alain y Zinnia. La muchacha regresó hasta el líder, que le agradeció y se adelantó un par de pasos.

— Es todo —dijo—; ahora eres parte de los Mega. Me haré cargo del resto.

Aunque la afirmación del líder sorprendió a la chica, ésta estaba más impactada por ver que Alain volvió a envainar su espada sobre su espalda y aguardó a lo que le esperaba a través de esa capa de humo. Una vez que la capa se había disipado, Zinnia los reconoció al instante: dos miembros del Alto Mando del Gremio Equilibrio aguardaban ahí, en posición de ataque hacia un Alain que tenía la mirada más temeraria de todas. Esos ojos celestes brillaron, así como el cabello cobalto; Malva y Narciso simplemente sonreían ante el adversario que tenían en frente, pensando que sería uno más a la cuenta de sus asesinatos.

— Vuelve al barco.

La orden de Alain fue fácil para Zinnia. Pero por más que pudiese seguir esas órdenes, el barco estaba a cien metros de distancia lejos, donde los cañones le habían hundido. Sin embargo, antes de hacerle saber al líder, éste comentó:

— Tírate al agua. Ahora.

Zinnia vio el vacío del puente, donde los cañones habían producido que la marea fuese más violenta y las olas chocaran violentamente contra los muros de la fortaleza. De pronto, Zinnia sintió un temor que no había sentido nunca en su vida.

— No… no puedo. No sé nadar.

Alain rechinó los dientes. En ese momento, Malva y Narciso estaban a cualquier minuto de atacar, con dos megapiedras que habían evolucionado a sus respectivos Pokemon. Alain sabía que Zinnia estaba en peligro, por lo que se dejó de rodeos y empujó a la moza hacia el vacío. Ésta gritó sorprendida, y el agua fría le dio un golpe brusco que le entumió los músculos. Zinnia se debatió entre corrientes marinas, mientras se hundía. De pronto, sintió que una mano le agarraba de sus ropajes.

Al salir dando bocanadas de aire, había estado por debajo del puente, donde las luces no daban de lleno con ella. La moza quiso saber quién le había salvado, y X se encontraba tosiendo de igual manera, apoyándose en el pequeño bote donde Manon estaba preocupada por Zinnia.

— ¿Estás bien?

La chica no respondió; ¿cómo es que habían viajado hasta ahí? Tal parecía que todo el centro de atención había estado en Alain y ella, olvidándose de que tenían más enemigos. Manon y X aprovecharon la oportunidad para viajar por entre las sombras de la noche y colarse por debajo del puente.

— Debemos alejarnos de aquí —Manon dijo, mirando hacia arriba— No queremos que el puente se deshaga encima de nosotros ¿o sí?— Ella soltó una risa como si hubiese sido divertido— Él nos dará la señal. Andando.

El bote salió de ahí, rodeando los límites de la fortaleza que ahora estaba concentrada en Alain. Éste miraba con atención a sus dos oponentes, pero antes de ello, sonrió.

— ¿Dónde está ese famoso Cuarteto Asesino?

Malva chasqueó por lo bajo, pero mantuvo esa sonrisa para evitar que el enemigo se percatara de su consternación. Poco después, ambos jugadores sacaron a sus respectivos Pokemon, que dieron pasos adelantados para intimidar al enemigo. Malva tenía a un Pyorar enfurecido y con ansias de matar, mientras Narciso le protegía un gran Barbaracle que se escondía entre las sombras de su gigantesca mano como rostro.

— ¿Quién eres? —preguntó Malva; como si aquello fuese a responder Alain.

Sin embargo, Alain comenzó a caminar tranquilamente para poder entrar a la fortaleza. Aquello hizo que Malva y Narciso se molestasen.

— Bueno, no importa quién demonios seas ni lo que quieras, pero esta será tu última noche.

— Estoy ansioso —el líder de los Mega sonrió a través de su capucha.

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Pyorar comenzó a correr, y de pronto Malva se montó a lomos de su Pokemon. Narciso comenzó a girar sobre su propio eje, en una danza extraña; Barbaracle por su parte corrió hacia el enemigo. Sin haberlo esperado, los pasos de Pyorar levantaban partes del puente que se suspendían en el aire como trozos de roca; esto fue aprovechado por Malva y con ambos puños golpeó las mencionadas rocas; Pyorar lanzó esferas de fuego que envolvieron las rocas, convirtiéndolas en grandes meteoritos rodeados de fuego que iban hacia Alain con brusquedad. Por su parte, Barbaracle comenzó a avanzar con sus cuatro manos hacia adelante y con esas tenazas tan intimidantes como grandes.

Alain esquivó el primer meteorito meneando la cabeza, sintiendo el aura de calor por su rostro; el segundo fue más fácil aun para el sujeto, donde sólo tuvo que dar un paso hacia la izquierda; el tercero, un paso hacia la derecha. Barbaracle llegó con tenazas apuntando hacia Alain. El Pokemon danzaba con sus cuatro manos endurecidas al compás de las esquivadas de Alain. El líder de los Mega iba de un lado a otro, observando como las tenazas del gran Pokemon sólo daban contra un aire frío y vacío. Pyorar llegó para incrustarle una mordida al enemigo, pero el peli-azul inclinó la cadera y su cuerpo de manera muy pronunciada, evitando la mandíbula que iba directo hacia su pecho. Alain observó que Pyorar estaba tan cerca de él, pero no hizo nada al respecto. En cambio, Malva se bajó de su Pokemon, y lanzó una patada a las piernas apoyadas de Alain sobre el suelo. El sujeto cayó de bruces debido a que sus piernas eran el único apoyo que tenía; sin embargo, su agilidad fue tan rápida, que apoyó una mano sobre el suelo antes de caer, se levantó con toda la fuerza apoyada sobre su brazo y giró sobre el aire para volver a caer con los pies firmes en la tierra. Aunque el enemigo se había reincorporado antes de que los demás siquiera tuviesen oportunidad de atacarlo, Malva no le dio respiro alguno: la muchacha comenzó a invadirlo de golpes a diestra y siniestra. Un golpe, una patada, un rodillazo. Increíblemente, todos esos ataques físicos eran esquivados por Alain de una manera predecible y aburrida. Malva se enfurecía con cada golpe fallado, y antes de que el peli-azul siguiera dejándola en ridículo, el océano comenzó a elevarse de manera notoria. La marea se incrementó e inquietó al tiempo de los bailes extraños de Narciso. Pronto, el rubio levantó los brazos como si el aire a su alrededor pesara; el océano lo hizo también y de repente grandes cantidades de agua comenzaron a aglomerarse encima del sujeto de Alto Mando. Una gran esfera de agua se formó mientras él intentaba dibujar con sus manos dicha esfera. Súbitamente, la esfera desprendió agujas de agua que fueron lanzadas como proyectiles hacia Alain. Éste, que había estado ocupado con los golpes de Malva, miró de reojo los ataques del mago de agua. En un abrir y cerrar de ojos, dio un salto en el aire, girando enésimas veces en su propio eje, con la túnica oscura y la espada sin vida dando giros que lo hacían ver como una sombra inquieta. Las agujas dieron de lleno con la espada, que fueron como gotas miserables dando contra un metal resistente y frío. Alain aterrizó con un puño sobre el suelo, y cuando Malva estaba dispuesta a atacar, ese puño sirvió como apoyo a Alain para volverse a levantar y colocarse a espaldas de la luchadora; de un momento a otro, Barbaracle y Pyorar tenían sus ataques listos. Alain desvió una esfera de fuego y una de las tenazas del Pokemon roca hacia Malva, que recibió los impactos de sus propios aliados. La muchacha fue disparada arrastrándose por el puente. Narciso quiso actuar con otro ataque de agua, así que no esperó a que dos misiles acuáticos salieran del mar para avecinarse hacia el enemigo. Harto de todo esto, Alain pronto comenzó a correr hacia la entrada, no sin antes darle un puñetazo en la barbilla a Pyorar, que lo mando hacia arriba; cuando el Pokemon de fuego iba a detenerse en el aire para descender, Alain había dado un enorme salto y le propinó un golpe en el vientre que le obligó a sacar saliva y sangre; el Pyorar salió disparado hacia Barbaracle, y ambos se vieron envueltos por los escombros de un puente que resistía la batalla.

Alain corrió, y pronto se dio cuenta de que dos misiles de agua iban sin piedad alguna hacia él; Narciso de repente envolvió en tentáculos de agua sus dos extremidades superiores, y cuando vio que Alain se había movido de un lado a otro para esquivar con suma facilidad los dos misiles que pasaron de largo, éste comenzó a lanzar latigazos hacia el suelo con sus tentáculos de agua que había formado, lo que obligó a Alain a saltar por encima del puente; Malva se había reincorporado, y pensó que era el momento perfecto para que el sujeto estuviese vulnerable. De esta manera, Malva saltó al nivel de Alain y le comenzó a lanzar misiles aurales, estando palmo a palmo, suspendidos en el aire; sin embargo, inteligentemente Alain desviaba cada uno de esos ataques desviando las muñecas de Malva. Los misiles aurales se perdían en una noche oscura, y la mirada de Malva a través de sus lentes se abrió como platos al ver que Alain le había propinado un golpe seco y centrado sobre el rostro, lo que la mandó hacia Narciso. Ambos sujetos se envolvieron entre escombros, mientras Alain pasaba la entrada hacia la Fortaleza Suicida. Pronto, corrió por un gran pasillo que servía como conexión entre la entrada y el patio de armas, evitando así que cayera por la fosa.

No obstante, se detuvo bruscamente en ese puente: el patio de armas estaba invadido por novatos que se habían distribuido a lo largo para hacer una formación ordenada e intimidante. Cien novatos estaban ahí, todos y cada uno de ellos con un Pokemon a su costado y con una piedra colgada al cuello. Alain por primera vez se sorprendió desde que había comenzado la batalla. Malva y Narciso, con sus respectivos Pokemon, se habían vuelto a reincorporar y rodearon a Alain colocándose a entradas de la fortaleza, cada uno con una Mega piedra sobre su mano.

— Esto se ha acabado —indicó Narciso.

— Tenía planeado no llegar a estas instancias, pero no nos dejas otra opción —comentó Malva, que comenzó a mega evolucionar a su Pyorar; Narciso también lo hacía con su Barbaracle. Ambos Pokemon habían aumentado de tamaño; Pyorar tenía una melena más espesa, colmillos más prunciados y unos músculos más fornidos en sus patas, pero su mirada había cambiado; por su parte, Barbaracle había cambiado de forma; el pedazo de roca que tenía como torso se había desprendido sobre su cuerpo, suspendido en el aire, y donde Barbaracle se mantenía levitando y flotando en su base; su cuerpo era más flácido y alargado, pero también lo eran sus cuatro brazos, que levantaban partes de rocas y las mantenía suspendidas sobre el aire, justo como el pedazo de piedra que había sido parte del torso del Pokemon.

Súbitamente, uno a uno, cada novato comenzó a brillar en armonía con su Pokemon. El brillo que emitieron los cien novatos era incluso más llamativo que los faros en cada almena de la fortaleza; incluso la luna menguante dejó de ser la fuente de luz central que iluminaba la base de los enemigos. Uno a uno, comenzaron a fusionarse con su Pokemon, y el patio de armas pronto dejó de ser un lugar seguro y enorme para cien novatos que incrementaban de tamaño. Y así, las megafusiones en los novatos pronto le hicieron saber a Alain que esto era cierto. Ruby se lo había dicho; él lo había escuchado: las megafusiones ya eran comunes, pero jamás había pensado que los novatos fueran ya capaces de poder hacer la megafusión tan rápido. Alain retrocedió un par de pasos, pero no tenía adónde escapar. De esta manera, frunció el ceño. Las megafusiones de los novatos con diversos Pokemon pronto hicieron que los jugadores perdieran la capacidad de su razón, rugiendo en el aire y haciéndole saber a Alain que estaba en un peligro inminente. Si Satoshi había ocasionado varias muertes en la guerra Celestial, no quería imaginar lo que cien novatos perdidos en su rabia y sed de venganza le podían hacer. Lo peor de todo: él era el único objetivo que las criaturas horrorosas vieron en principio. Rostros horrorosos; hocicos salivosos y rabiosos; miradas hundidas y con ganas de asesinar; cuerpos torpes pero colosales; armas en las manos o patas de cada megafusionado, como espadas, arcos y libros, así como los propios puños o aura de los luchadores y sanadores respectivamente. Cada novato era terrorífico a su manera, con Steelix, Kangaskhan, Ursaring, Snorlax, Krokorok, Tyrantrum, entre otros Pokemon temerosos y grandes que sólo empeoraban la apariencia de los megafusionados. El patio de armas pronto dejó de ser un espacio considerable en el cual alojar a cien novatos megafusionados, que medían más de diez metros y podían dar saltos grandes que rebasaban los muros de la fortaleza. Algunos saltaron y aterrizaron en los puentes de la torre principal, mientras otros se mantenían agarrados de los grandes faros que ahora apuntaban al cielo inmóviles; otros destruían las propias almenas o aterrizaban en el muro, produciendo temblores que se sintieron más allá de la fortaleza.

Alain estaba solo, y no había manera de que saliera de ésta vivo. Tal vez los novatos no eran capaces de asesinarlo, pero sin lugar a dudas los de Alto Mando sí podían hacerlo. Ellos yacían aun con sus Pokemon mega evolucionados; por supuesto que no se iban a dar el lujo de megafusionarse; Malva y Narciso no tenían esa necesidad con cien novatos que habían ya aceptado sufrir las consecuencias de ello. Ambos podían asesinarlo, y de cualquier forma, si los novatos lo hacían, Alain perdería una oportunidad que no podía desaprovechar. Lysson y compañía no estaban ahí, y la base había quedado vulnerable. Debía hacerlo. Debía poner la mano en su mandoble y desenvainar la espada que colgaba de su espalda.

— Por supuesto que a mí tampoco me dejan opción —al decir aquello con voz determinante, Malva finalmente vio su nombre de avatar. No sabía quién era, ni el propósito de su llegada, ni qué es lo que tramaba, pero sin duda ella y Narciso no olvidarían su nombre ni su espada.

La señal fue clara para las galeras de los líderes de los escuadrones; Sabrina, Pegaso, Norman, Elesa y Lectro iban al frente de galeras que estaban acercándose hacia la Fortaleza Suicida con rapidez. Los cinco y varios miembros de los Mega observaron destellos en el aire dentro de la fortaleza. Zinnia, X y Manon, que estaban en los límites de los muros rocosos, también habían sido forzados a ver hacia arriba, donde varios destellos como auras boreales inundaron una noche oscura y misteriosa.

— ¡¿Qué es eso?! —Zinnia se impresionó. Los colores destellaban como un arcoíris inquieto. El sonido que producían dichos colores era misterioso, continuo y como ondas agudas que invadían los tímpanos de todos los presentes.

— ¡Es la señal! —respondió Manon.

Zinnia volteó hacia atrás, donde las galeras de los Mega aparecieron como sombras misteriosas. Las capas coloridas de cinco sujetos colocados en los mascarones de cada galera fueron las únicas fuentes de luz a lo largo del horizonte, mientras manchas negruzcas que eran una docena de botes pequeños se acercaban a la posición de Manon. Los pequeños botes pronto se aglomeraron hacia donde Manon estaba. Zinnia quiso preguntar qué tenían planeado hacer, pero Manon le dijo que retrocediera; de un momento a otro, la chica pronto cerró los ojos y varios brillos esmeraldas comenzaron a invadir el firmamento; la esclava de arena no sabía de dónde provenían los misiles de luces verdes, pero llegaron hacia Manon a una velocidad impresionante, rodeándola de una luz cegadora que pronto la convirtió en el canino oscuro y bizarro que Ruby le había contado el día anterior. Ella recordaba que Manon tenía un poder extraño, o por lo menos, un Pokemon en su interior que le permitía transformarse en aquel perro Pokemon. De pronto, el canino ladró y de su hocico salió una onda de sonido tan fuerte, que destruyó parte del muro. Un gran agujero se había formado de una manera bien definida debido al aura de sonido tan potente que el perro había hecho. Manon sacó la lengua en señal de que ahí era adonde debían ir, y cuando los botes se adentraron en la oscuridad del muro, notaron que más allá, las luces de los arcoíris misteriosos se colaban por entre la salida del agujero.

Zinnia no lo sabía, pero esas luces que contenían varios colores venían de esa espada. La espada de Alain que alguna vez había estado sin vida alguna, fría y oscura como lo había estado calvada sobre el puente del castillo. Ahora, era una espada colorida, brillante y con esas astas esparciéndose por la empuñadura brillando de manera continua con colores cambiantes. El sable, que había sido grisáceo, ahora era blanco con destellos coloridos tintineantes, desprendiendo un aura pesada de poder que todos sintieron enseguida. Todos; incluso los cinco líderes de los escuadrones que sorprendieron a Malva y Narciso y les obligaron a quitarse de ahí, para aterrizar frente al patio de armas, donde Alain les miró con esa determinación que le caracterizaba. Pronto, a sus lados estaba Sabrina con su espada hecha de aura; Lectro, con misiles esmeraldas listos para ser lanzados; Norman y su Pokemon gorila, listos para atacar de manera sincronizada; Elesa, con esa luz radiante que le caracterizaba; y Pegaso, a lomos de un Staraptor, listo para el combate con su arco preparado.

— Es hora de divertirnos un rato.


...

Lance abría la puerta de la choza en la cima de la montaña. El sol pasaba por una ventana solitaria y oxidada en sus orillas. Lance, Clair, Liza, Lirio y Aquiles se mantuvieron en la entrada, observando que dicho saco era golpeado una y otra vez por una persona de cabellos anaranjados y cortos hasta los hombros, con una capa colorida sobre su espalda y atuendos azules que resaltaban sus ojos cristalinos. Ella ni siquiera se percataba de su presencia, y si lo había hecho, estaba más concentrado en el saco de arena que golpeaba con los guantes blancos y desgastados que tenía.

...


...

Steven volteó hacia la punta de la cúpula de cristal; la sombra colorida los miró al tiempo en que se mantenía en equilibrio con un solo pie sobre la pica de la cúpula. Esos cabellos castaños y la pañoleta revoloteando sobre su frente hacían confirmar a Steven que era cierto. Sin embargo, esa figura yacía ahí, como si fuese algún jugador que debía estar por encima de los demás; un jugador que no tenía miedo de la presencia de Steven.

...


...

El festival era todo amarillo; todos los colores eran uno solo, pero Cynthia le vio ahí. No se escondía, no huía, no intentaba ocultarse. Un punto azul resaltaba entre un océano amarillo. Tanto la túnica colorida como la armadura azul eran tan brillantes como el agua que salía de la fuente que la jugadora índigo observaba con curiosidad. Un punto azul entre jugadores amarillos; una cabellera larga y sedosa que Alecrán reconoció al instante; un arco diamante que bailaba al compás de los chorros de agua que bajaban por la fuente y por las cabezas varios jugadores más.

...


...

El ocaso salía por el horizonte, pero Diantha no podía reconocer si la figura que permanecía quieta ahí era el mismo sol o unos cabellos color miel cortos que revoloteaban por el aire. Pronto su figura se convirtió en una sombra a contra parte con el sol, pero tal parecía que esa sombra se extendía más y más al tiempo en que el astro rey salía para hacer su presencia. Esos ojos color diamante; esa mirada determinada y esa espada de fuego que se confundía con el astro que imponía e iluminaba su figura. Diantha la hubiese reconocido en cualquier lugar.

...


Los líderes de los escuadrones yacían quietos, a las órdenes de Alain, que apretaba con fuerza la espada colorida; la espada con vida: la Life Sword.

Malva y Narciso sonrieron, sabiendo que no tenían oportunidad alguna ante cien novatos que pronto iban a atacar sin esperarlo.

— No intenten esforzarse —Malva rio— No podrán siquiera luchar contra dos de ellos.

Las capas coloridas se movieron al compás de ese aire misterioso que invadió la fortaleza. Finalmente, la túnica negra de Alain cayó y se dio a mostrar sus atuendos oscuros y esa bufanda azulina; una túnica blanca como la nieve y como su espada, cegó la vista de Malva y Narciso. La túnica era tan blanca, pero con ondas coloridas que pronto la hacían cambiar de varios colores; una túnica misteriosa y llena de vida; una túnica que, a pesar de la falta de color, era más colorida que todas las capas de sus colegas.

— Ya basta.

La voz de Alain era furiosa. Aquello hizo que Malva elevara la voz.

— ¡Acéptenlo! ¡No podrán…!

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— He dicho que ya basta —Alain volteó a mirarle. Sus ojos cristalinos le hicieron retroceder a la muchacha de cabellos rosados, a pesar de estar en una situación favorable; lo que ella no sabía, es que Alain era el que había tenido todo a su favor este tiempo— Ya me cansé de esperar.

Y de un momento a otro, Zinnia miró hacia la explanada. Oculta entre las sombras junto con los demás botes, salieron a la fosa invadida por una oscuridad inmersa. Ella vio cómo los cinco jugadores que protegían a Alain desaparecieron como sombras por el firmamento de la Fortaleza. Esos cinco jugadores eran los que habían ido hacia los Megafusioandos; éstos, en cambio, no habían sido lo que fueron hacia ellos.

Eran los jugadores más impresionantes que Zinnia había visto jamás. Tan pronto en como las horribles criaturas habían rugido, cada uno de las capas coloridas habían aparecido a espalda de una docena, por lo menos. Los líderes de los escuadrones permitieron que estos se voltearan, pero ya habían comenzado a rodear los brazos, piernas, alas, extremidades deformes y cabezas de sus enemigos con hilos demora que sacaron de pequeños artefactos que tenían colgado en sus cinturas; hilos que salían como telarañas de su cuerpo. Bailaban al compás de los manotazos torpes y los ataques rabiosos de Pokemon megafusionados; poco a poco, los líderes iban y venían rodeando a varios de ellos, juntándolos y provocando que se éstos se entorpecieran con los hilos sobre sus cuerpos. Cuando los hilos de cada jugador colorido obligaron a que una docena se juntara, jalaron de su artefacto el hilo demora y provocaron que la tensión amarrara los cuerpos de los jugadores enemigos. Al tiempo en que la docena estuvo aprisionada en los hilos, los rugidos fueron lanzados al aire; la desesperación y la saliva de varios Pokemon colosales le hicieron saber a Zinnia que estos estaban vulnerables. Pero aquello no intimidó a los de élite; Elesa pronto se envolvió en un haz de luz brilloso que obligó a los Megafusionados a cerrar los ojos. Alguno de ellos no se vio afectado por la luz de su magia, a pesar de que sus ojos horrorosos sangraran como lágrimas. Lectro danzaba en el aire, e invadió los aprisionados con misiles aurales que destruyeron parte de la torre de la fortaleza. Norman y su Pokemon gorila, Salking, empezaron a lanzar misiles aurales rojizos de una manera en las que los enemigos no sabían de dónde provenían. Los misiles aurales de Lectro, Norman y el propio Slaking comenzaron a bajar la vida de los aprisionados. Varios de ellos escaparon de los hilos que no resistieron la fuerza de su ira, pero sin saber hacia dónde iban debido a que la luz de Elesa seguía vislumbrando el ambiente. Un silbido comenzó a invadir el ambiente; Pegaso se había mantenido en los aires hasta que comenzó a descender a una velocidad impresionante; en las garras de su propio Staraptor, Sabrina estaba colgada con la espada desenvainada y rodeada de un aura esmeralda. Las criaturas voltearon hacia arriba, mas sólo vieron como el Pokemon volador soltaba a Sabrina y ésta viajaba con la inercia de su propia velocidad. La espada atravesó con psico cortes a una gran cantidad de ellos, mientras Pegaso había lanzado felchas como proyectiles de manera precisa en la sien de megafusionados que no veían por dónde venían los ataques. Misiles aurales, psico cortes, flechas y alas acero provenientes de los cielos, mientras los destellos de luz de una maga hermosa los hacían estar confundidos. Los jugadores fusionados lanzaban ataques a diestra y siniestra, pero la danza de aquellos jugadores de élite era ya tan conocida y bien practicada, que sus capas coloridas parecían imanes repelentes a los ataques de esos Pokemon colosales.

Zinnia no podía creerlo; ¿es que había jugadores tan poderosos y bien coordinados? Norman y Lectro se escabullían por entre las piernas de varios Pokemon fusionados, lanzando sus misiles aurales por debajo de ellos; Elesa esquivaba las espadas y los arcos de varios Pokemon rabiosos, como una luz solitaria yendo por todo el firmamento; Pegaso ascendía y descendía por el cielo, luchando contra varios de ellos que tenían alas y volaban con desesperación para asesinarlo sin éxito alguno; Sabrina se deslizaba por el suelo invadido de piernas fornidas y gigantescas, rompiendo con sus psico cortes el talón de Aquiles de todos los Pokemón. Uno a uno iban cayendo; uno a uno iban recibiendo ataques precisos en puntos débiles: flechas que atravesaban la pupila central de enemigos; talones derribados y provocando que cayeran de rodillas; misiles que daban de lleno en articulaciones de brazos y piernas; luces que los hacían confundir mientras eran rodeados por más hilos demora. Zinnia estaba impactada, así como X. Los dos no podían creer que cinco sujetos pudiesen con un centenar de Pokefusionados; no podían creer que cinco luchaban contra ellos como si ya conociesen a lo que se enfrentaban. Zinnia jamás había visto uno de ellos hasta el día en la Carrera Sandslash, pensando que sería lo más poderoso que pudiese haber en PBO. Pero no… Se equivocaba… Había gente incluso más fuerte, más determinada y más valiente. Esos jugadores mega fusionados; ese Destello Eléctrico que se había transformado en Ciudad Celestial, no eran nada comparados con esos líderes coloridos que disfrutaban de una noche llena de poder, ataques y coordinación. Esos líderes eran los Mega.

— ¡Es tiempo!

Manon avisó a la docena de botes que se escabullían por las sombras de las fosas; pasaron al lado de la puerta que los adentraba a la habitación donde las piedras se encontraban, pero no entraron. En cambio, la docena de botes llegó hasta una parte del muro específica, ahí donde la luz solitaria y misteriosa se escapaba por la fisura del muro. Una fisura que era relamida por la marea inquieta de la fosa; una marea que los ocultaba de los Pokemon que caían uno a uno.

Manon había dejado de ser un canino; no obstante, ahora era cinco moluscos verdes que fueron capaces de saltar del bote y atravesar por entre la fisura. El primer bote les rebasó y se colocó a instancias de la fisura, donde los moluscos volvían a salir con una mega piedra cargada con esfuerzo. Uno a uno, los cinco moluscos iban sacando las mega piedras de la fisura y las introducían en el primer bote que conformaba la fila. Una vez que el primer saco se llenó de piedras brillantes, éste desapareció por donde Zinnia y compañía habían entrado para volver a las galeras. Así, Zinnia se dio cuenta de que Alain y los líderes eran la distracción, mientras Manon se encargaba de robar las mega piedras.

Finalmente, aunque las piedras no habían sido robadas en su totalidad, Alain permaneció con la espada clavada sobre el suelo. Él lo sabía perfectamente: los líderes habían terminado. Norman y Slaking estaban sentados en una almena semi destruida, mientras el humo de la pipa del padre de Haruka se perdía por el aire al tiempo en que la boca del líder de Hoenn la expulsaba; Lectro estaba en una ventana, sentado con la piernas colgando en el aire y viendo el horizonte del océano; Elesa mantenía la respiración y el maquillaje encima para no perder la belleza, mientras se sacudía el polvo de sus ropajes en la explanada vacía; Pegaso y Staraptor yacían en el mástil del barco partido que estaba en lo más alto de la torre, viendo cómo las nubes y la luna misma iban ascendiendo en una noche exitosa; Sabrina, envainaba su espada en la entrada del puente, rodeando a Malva, Narciso y a sus dos respectivos Pokemon mega evolucionados. Ambos cambiaron a una expresión impactada; no podían creer que esos cinco sujetos y su líder fuesen capaces de aquello. Estaban como si nada, a pesar de heridas sobre sus cuerpos y con la vida a punto de estar en color rojizo, esos cinco jugadores de túnicas coloridas yacían esperando a que el líder de los Mega hiciera el primer movimiento. Alain ni siquiera se había aventurado a usar con certeza su espada, y Norman, Elesa, Lectro, Sabrina y Pegaso habían terminado con cien novatos mega fusionados en cuestión de minutos. Ellos cinco eran increíbles, pero más lo era su líder, que finalmente agarró el mandoble colorido que intentaba rasgar el cielo. Narciso, en un acto de desesperación, comenzó a rodear sus manos de esferas acuáticas y pronto éstas se convirtieron como cuchillas.

Cuando corrió hacia él junto con su mega Barbaracle, Alain sintió el rozar de la cuchilla por su barbilla. El sujeto había dado un pequeño paso hacia atrás, y cuando la segunda cuchilla intentó penetrar su vientre, Alain lo tomó por el brazo y se lo dobló colocándolo sobre su espalda. Narciso gritó, pero Alain pronto tomó sus dos manos, dobló sus muñecas a una mano y con la otra tomó sus cabellos para estrellaros con fuerza en el suelo del puente. Barbaracle lanzó cuatro puños como tenazas sobre la espada de Alain, pero éste los resistió como si su espalda fuera una coraza de acero resistente; el Pokemon se sorprendió, y pronto Alain apoyó su mano sobre la cabeza de Narciso para dar una voltereta en el aire y propinarle una serie de patadas a Barbaracle que lo hizo retroceder.

— No jueguen conmigo.

En ese momento, la mano en la cabeza de Narciso impulsó todo el cuerpo de Alain par aterrizar a un costado de la Life Sword; finalmente la sacó del suelo, y entonces la espada de varios colores se concentró en uno solo: amarillo.

El sable desprendió destellos de ese color, y las ramas de su mandoble también se convirtieron en uno solo. De un momento a otro, la espada aguardó a que Narciso se reincorporara junto con su Pokemon. El rubio frunció el ceño; su Pokemon azotó una y otra vez sus cuatro tenazas. De pronto, Narciso comenzó con una serie de danzas que terminaron en una gran ola que rebasó los límites del muro: un tsunami iba a dar de lleno con Alain.

El líder de los Mega rugió con un tajo sobre el aire; la Life Sword desprendió un rayo eléctrico tan potente que ni cien Raichus iban a ser capaces de realizar juntos. El rayo trazó una parábola que partió en dos el tsunami y lo deshizo por completo, dejando una brisa acuática que fue bien aprovechada por Elesa para limpiar su polvo sobre su delicado rostro. Narciso se tiró de rodillas en el suelo, viendo que aquel ataque no había sido nada para Alain. Cuando se dio cuenta, el sujeto ya había llegado hasta él, la Life Sword había cambiado a un color azul celeste y pronto la espada soltó un hielo que atravesó el viente del rubio.

Alain miró a Narciso, palmo a palmo; pero éste escupió sangre y pronto reposó su cabeza sobre el regazo de Alain, al tiempo en que su Pokemon y él desaparecían en pixeles. Cuando el líder dejó que su espada se volviera a un color blanquecino, Malva sintió el miedo corriendo por sus venas.

— No… No podrán… No…

La chica retrocedió un par de pasos. Nadie jamás había visto a un jugador de Alto Mando teniendo miedo. Esta vez, Alain lo había presenciado.

— No… ustedes no…

Alain tornó su Life Sword a un color palpitante, vivo y brillante: un anaranjado que en un súbito momento, desprendió un aura calorífica más grande que la del Pyorar evolucionado. Las astas del mandoble hervían con el tocar de la mano de Alain con la empuñadura. Alain comenzó a acercarse paso a paso, con el aura calorífica invadiendo el miedo de Malva.

— No… ¡No lo harán! ¡Ellos vendrán! ¡Lysson los matará y…!

— No, niña. Lysson y compañía están ocupados.

Alain se acercó hasta ella, con el gran sable que triplicaba su altura levantándose por los aires nocturnos, como una llama de vida; una llama de esperanza para todo PBO.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres? ¡Ellos vendrán! ¡Ellos y los Cuatro Grandes…!

— A tomar por el culo con esos Cuatro Grandes. Dime, ¿dónde están ahora?

— Ellos…

— No están aquí. ¿Sabes por qué? —Alain sonrió con ese rostro temeroso y frío— Porque han sido engañados completamente. Su objetivo principal era cuidar de la fortaleza, pero en lugar de eso, prefirieron ir a ver si ciertos rumores eran verdad.

— ¿Qué? ¿Rumores? ¿Significa que esas chicas… las novatas…?

— Oh no. Por supuesto que ellas están ahí —Alain soltó un bufido.

— ¿Así que ellas serán sacrificadas para tu misión…?

— La palabra de sacrificado no es algo que tenga contemplado —Alain alzó la espada más y más— Esas cuatro chicas se ofrecieron… —Malva abrió los ojos como platos al ver la confesión de Alain.


La luchadora dejó de golpear el saco; el sudor corría por su frente con cansancio y esfuerzo, pero ella miró a Lance y compañía como si fuesen una visita más.

Steven estaba en el puente de cristal, apuntando con una flecha oscura que hacía intimidar a cualquiera. Pero a ella no; no a la maga que yacía sobre la cima de la cúpula.

A los del Gremio Esmeralda les resultó curioso. ¿Cómo es que no tenía miedo esa jugadora vestida de azul? ¿Cómo es que lucía tan segura y esperando su llegada al tiempo en que volteó para verlos con una mirada tan imponente?

Diantha había comenzado a correr. Pero bastó con una mirada de su enemigo para que ella se detuviera; unos orbes que Diantha había recordado como los mismos que habían estado detrás de un yelmo de oro. Unos ojos tan vivaces como la espada que sujetaba con fuerza.

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Esas cuatro sabían a lo que se enfrentaban, y sin dudarlo fueron las primeras en dar un paso hacia adelante para ofrecerse como distracciones— Alain sonreía.

La pelirroja anaranjada volteó.

— ¿Qué no tienes idea de quién soy? —dijo Lance.

Sin embargo, la muchacha frunció el ceño, se limpió el sudor de su frente con el guante sucio y escupió en el suelo. Ella había estado esperando su llegada.

Ellas no son alguien a quien se le deba subestimar. Ellas son incluso ahora más fuertes que cualquier beta que no hayamos entrenado.

— ¿No va a huir de mi flecha? —se cuestionó Steven.

La maga de la pañoleta azulina sonrió. Algo le causaba gracia, o diversión. Algo en su sonrisa brillaba como el cristal de la cúpula; ella no tenía miedo de su arco que jamás había sido tan menospreciado como en esos instantes.

Ellas son la iluminación que guía el camino hacia la salida del juego.

Cynthia se colocó en frente. Sabía que esa chica índigo estaba esperando su llegada, pero lo que no tenía en cuenta es que también sabía que Alecrán la había estado rastreando. ¿Por qué no corría? ¿Por qué no estaba en posición de ataque? ¿Por qué estaba entre una multitud de gente?

— ¿Por qué te quedas ahí? Huye.

Ellas son poder, fuerza, voluntad.

Diantha se sujetó la mega piedra en su collar; sabía que tenía la ventaja. Eran seis contra ella, pero a pesar de que incluso Lysson le miraba con rabia, la jugadora solitaria cerró los ojos, respirando levemente.

— Es ella… —mencionó Diantha con rabia— Es esa maldita novata.

Esas cuatro novatas son miembros de mi familia que aprecio mucho, y sin embargo, las personas más valientes que he conocido.

Las cuatro novatas eran simples distracciones, pero eran las distracciones con las que nadie se hubiese deseado topar. Eran cuatro esperanzas que podrían iluminar al mundo virtual; eran cuatro capas coloridas que habían llegado bastante lejos.

Manchas de sangre en sacos de arena que no paraban desde hace dos noches.

Hechizos de luz que incluso eran más intimidantes que la propia oscuridad de un arco.

Un insignificante punto azul que iba conquistando territorios amarillos con gotas de agua radiantes color índigo.

Una melena tan libre como la de un león y una espada de fuego tan potente como la de un guerrero fénix.

Ellas cuatro deben ser temidas por tus cuatro salvadores.

Una luchadora que no se cansaba de pegar al saco aunque los nudillos sangrasen.

Una maga que con la luz en sus guantes no le intimidaba el misterio de un arco.

Un carcaj diamante que brillaba al compás de gotas brotantes de una fuente amarilla.

Una fénix que resurgía en el horizonte, iluminando el sol con un brillo marrón, anaranjado y amarillo.

Ellas, finalmente han regresado a la acción.

Un dragón domando a uno indomable.

Una maga de luz alejando la oscuridad de un arquero.

Una guerrera índigo desafiando la locura de una maga de fuego.

Un fénix alzándose junto con el sol de una nueva esperanza.

Kasumi, la Guerrera Dragón; Haruka, la Maga Esmeralda; Hiraki, la Novata Índigo; Serena, la Fénix Dorada.

Puede que los Cuatro Grandes tuviesen miradas temerosas. ¡Oh vaya! Pero vaya que, en ese momento, las miradas de cuatro novatas eran las más temerosas que algún jugador de PBO pudiese haber visto.

Ellas… ¡son la nueva esperanza de Pokemon Battle Online!

Próximo capítulo: Las cuatro novatas