Hola, sí... Hola. No estoy muerto, aunque muchos lo pensaron. Tampoco me quedé invalido ni perdí la motivación para escribir. Antes de que vengan con sus lanzas, armas, quejas, ganas de asesinarme para luego revivirme y que siga con el fic, quiero explicar el por qué de mi ausencia. Primero, creo que fue un error el haber metido 10 materias en la universidad. Por alguna extraña razón (más egoísta que extraña), pensé que podría lidiar con 10 materias debido a mi retraso con las que había reprobado el semestre anterior, pero tal parece que exploté de estrés y no tuve tiempo siquiera de nada más que morir ahogado en mi propia miseria. Como sea, no vuelvo a cometer ese fatal error. Segundo, mi laptop tenía guardado los capítulos que había adelantado, pero un virus hizo que reseteara mi laptop y se borraron todos los capítulos, sin yo haber guardado éstos en una USB. Fue una estúpida acción de mi parte; el pensar que tendría que volver a escribir al menos unos 20 capítulos y todo el tiempo perdido en ellos me hizo perder un poco la motivación, pero bueno, ya estoy de vacaciones. Y para variar hay una chica que me quita todo mi tiempo jajaja, mujeres... Pero qué va... aprendí muchas cosas durante la ausencia: No soy ningún dios que cree que podrá con 10 materias, así que la siguiente vez meteré la mitad. Guardaré mis capítulos en una USB. Las chicas efectivamente quitan toda la parte de tu tiempo. Bueno, como necesito apurarme en escribir muchos capítulos perdidos, mi querido lector LixUniverse posteará los capítulos mientras yo me dedico a escribir. Sólo por este capítulo tuve que postear yo para explicar mi desaparición. Espero no me reclamen mucho xDDDDDD y espero que se acuerden de los capítulos anteriores, sino, denles una releída. Como sea, gracias por su paciencia. Nos leemos!
[VIDEO 1: Karakuri Defense System, Activate (Extended)]
[VIDEO 2: The Sixth Station (Spirited Away)]
Capítulo 99
Reencuentros
Kalm
Usualmente nada me impresionaba; de hecho, era muy difícil que algo lo hiciera a menos de que fuera un suceso anormal o que nadie nunca haya visto jamás. Pero este momento era diferente: al entrar la docena de galeras a la Fortaleza Catarata, los vellos de mis brazos se erizaron cuando el explotar de los gritos de júbilo se hicieron presentes. La gente nos recibió con tanta euforia, que me sentí como un héroe que acababa de hacer algo extraordinario. ¡Yo no había hecho nada! En realidad, el héroe era Alain, que había combatido contra los Cuatro Grandes como si ellos no fuesen nada, y mejor aún: él y los cinco líderes de élite habían robado las megapiedras con éxito.
Zinnia y yo estábamos maravillados: pirotecnia encima de la fortaleza, gritos nombrando al líder supremo invadiendo el aire, gente saludando hacia las galeras y Manon devolviéndoles el saludo, Pokemon de agua yendo y viniendo haciendo más increíble el recibir de los héroes, las grandes puertas de la fortaleza abriéndose e inclusive en el muelle cientos de personas estaban ahí maravillados por la valentía de su líder y de todos los que colaboraron en la misión suicida.
Alain había bajado, con el gran sable cargando a sus espaldas. Manon le seguía así como los cinco líderes. Zinnia y yo habíamos permanecido en la galera, observando cómo la gente le abría paso a su líder para ir directo hacia el castillo, donde se decía que había un gran banquete para celebrar el suceso.
Sí; había estado tan impresionado por la calidez de las personas hacia su querido líder que no me percaté siquiera cuando ya nos encontrábamos en el comedor principal del castillo: una docena de mesas alargadas bañadas de un oro reluciente, con todos los platillos exóticos que alguien se pudiera imaginar jamás. Cocineros y sus ayudantes Pokemon iban y venían en un arduo labor por hacer que el banquete reluciera en su máximo esplendor, así como la luz de un día nuevo y esperanzador atravesaba las ventanas de colores para bailar al ritmo de las capas de todos los miembros de élite que se encontraban al final del comedor, en una mesa de cristal que expandía esas luces coloridas hacia todos lados. En el centro de dicha mesa perpendicular a las demás, Alain y Manon estaban en sus respectivos tronos hechos de piedras de todos los colores. A sus costados Lectro, Sabrina, Norman, Pegaso y Elesa les acompañaban seguido de sus miembros de élite. O bueno, casi todos…
— ¿Dónde están los demás? —mencionó Zinnia. Sabía que no estaban todos presentes.
A pesar de que yo no tenía la respuesta ante su cuestionamiento, Alain finalmente se levantó del trono y levantó los brazos para calmar la euforia de la gente que estaba ansiosa por comer. Cocineros, Pokemon, y miembros del gremio Mega se mantuvieron en silencio en sus asientos. Yo estaba en una de las docenas de las mesas alargadas, manteniéndome discreto entre la gente.
— ¡Familia…! —Alain comenzó a hablar— ¡Lo hemos logrado! Quisiera agradeceros a todos por su colaboración, porque sin cada uno de ustedes, no habríamos podido lograrlo. Estas megapiedras que ahora tenemos en nuestro poder son un gran paso para el gremio, el juego y para nuestra libertad. Cada vez más estamos cerca de poder vencer a esos cuatro gremios que mantienen aprisionadas las esperanzas de los jugadores; cada vez más, estamos a un nivel menos de poder ver a nuestras familias allá afuera, y estas megapiedras serán de mucha utilidad para nosotros. Antes de celebrar el día de hoy como es debido, quisiera confesaros que todos los que fuimos a la Fortaleza Suicida no debemos recibir todo el crédito. También hay miembros de mi familia que se ofrecieron para ser distracciones y así facilitar la tarea de robar las megapiedras. Esa gente está llena de valentía, coraje y fuerza. Esas personas, también reciben todos los aplausos y sin ellas, debo decir que no lo pudiésemos haber logrado. ¡Damas, caballeros y Pokemon, reciban a los verdaderos héroes!
Las grandes puertas del comedor se abrieron lentamente; toda la multitud dirigió su mirada a los personajes que entraron por el sendero principal del comedor. Capas coloridas eran arrastradas por el mármol del suelo, y la gente pronto comenzó a vitorearlos sabiendo que eran jugadores dignos de ser recibidos de esta manera.
La Novata Índigo tenía una leve sonrisa en su rostro; no podía ocultarla a pesar de que quería verse como alguien no tan importante, pero el alardeo eufórico de todos los novatos le hacía inevitable el sonreír así. A sus espaldas, todos los miembros del Escuadrón Sinnoh también saludaban a la multitud que les devolvía el saludo. A sus espaldas, estaban la Maga Esmeralda y los restantes miembros de la Élite de Hoenn. Cuando llegaron a la mesa de cristal para sentarse en sus respectivos asientos, Brendan fue directo hasta ella y la envolvió en un reconfortante abrazo.
— Me tenías muy preocupado —confesó Brendan sin dejar de abrazarla.
— Estoy bien Brendan —May sonrió aliviada.
— No vuelvas a irte sin que yo lo permita, ¿de acuerdo? Tienes suerte de que yo estaba fuera.
Al voltear a ver a Zinnia, noté que la muchacha había adquirido una mirada un tanto extraña.
— Así que ella es May —dijo intentando mostrar indiferencia.
Iba a decirle algo a la esclava de arena, pero en ese momento ocurrió lo que había dejado de pensar durante un buen rato. No sé por qué no lo había recordado, o por qué mi cabeza no había estado tanto al pendiente de ello, si era de las razones principales por las que había venido hasta acá.
Ella apareció finalmente por la puerta. Ese inconfundible color miel en la melena corta, esa mirada llena de determinación y coraje, esa espada envuelta en un aura de calor que desde hace mucho había conseguido. Sin duda alguna, era ella: Serena.
Sentí un retortijón en el estómago; el más grande que había sentido que incluso sentía que mi estómago iba a explotar. Zinnia notó mi comportamiento pero no dijo nada al respecto, limitándose a mirar a los miembros de su propia élite que le seguían. Ella era a la que más habían vitoreado, pero su rostro mostraba seriedad, como si no se mereciera aquello en lo absoluto.
La élite de Kalos se sentó en sus respectivos asientos, mas Serena llegó con Alain y le mencionó algo al oído. Los ojos del sujeto se abrieron de golpe, aunque mantuvo la compostura, se reacomodó en su asiento y calmó la alegría de todos.
— ¿Dónde está Kasumi? —escuché las palabras de alguien en nuestra mesa.
— ¿Y Gold? ¿Iris?
— ¿Qué pasó con el chico Brock?
— ¿Qué hay de Green, Yellow y Blue?
Noté el rostro preocupado de un Emerald, que sujetó la manga de Brendan con fuerza.
— Tranquilos, Emerald, ellos seguramente aparecerán pronto.
Había sillas de cristal vacías en la mesa principal, y aunque Alain intentaba no darle importancia, todos los miembros del gremio Mega lo habían notado. No obstante, el líder se levantó de su asiento para dar unas palabras; Manon no pudo ocultar su rostro de preocupación.
— Claramente no estamos todos los presentes aquí. Me han informado que hubo unas complicaciones, pero ya se ha mandado a un equipo de rescate para tranquilizar la situación. Les aseguro que todo está bajo control. Mientras tanto, la euforia debe seguir; la celebración continua y este banquete y los tarros de cerveza no se acabarán solos. ¡Por los Mega y por nuestra victoria!
El grito unísono de los miembros de hizo presente, y pronto todos comenzaron a agarrar cual trogloditas el primer plato de comida que tuvieran más próximo. Las risas invadieron el ambiente y el sonido de los tarros chocando con otros así como el de los cubiertos inundaron mis oídos. Zinnia y yo no conocíamos a nadie, por lo que nos mantuvimos en silencio durante toda la hora que duró la comida; no podía evitar mirar a Serena, que estaba ahí, mirando su plato de comida con algo de misterio, aunque una chica de cabellos castaños y tez morena que formaba parte de su élite le distraía con conversaciones sin sentido. La Fénix Dorada sonreía, y de vez en cuando miraba hacia la multitud que tenía en frente; cada que lo hacía, yo bajaba la mirada e intentaba ocultar el rostro entre los demás. No quería que me mirara, y mucho menos quería llamar la atención. No estaba listo; no sabía cómo llegar ante ella y decirle que todo este tiempo estaba vivo. Pensé que todo este tiempo ya había estado preparado para decirle que lo lamentaba, pero no era así. No podía siquiera imaginarme qué es lo que podría decirle.
— X, ¿te encuentras bien? —Zinnia volteó a verme; yo no había notado siquiera mi rostro de preocupación a través de una jarra de plata que reflejaba un rostro ansioso, preocupado y sombrío.
— No —confesé.
Y súbitamente, mis nervios me traicionaron. Los movimientos repentinos de mi cuerpo se independizaron de mi cerebro. No sé por qué lo hice, pero pronto hice el respaldo de mi asiento para atrás y me levanté. Al darme cuenta de lo que había hecho, supe que había sido demasiado tarde. Incluso Zinnia se había impresionado por mi inesperado levantamiento. Era el único de pie, y aunque la gente se tardó en darse cuenta de que me había levantado, el primero en verme a lo lejos había sido Alain, lo que empeoró las cosas:
El chico peli-azul tocó sutilmente tres veces su copa de oro con un cubierto. De nuevo el cuchicheo se estremeció y toda la gente se mantuvo en sus lugares, atenta a las palabras de su líder. Otros, me miraban a mí, que se extrañaban al preguntarse por qué demonios estaba de pie.
— Lamento interrumpiros a todos de nuevo, y más en medio del banquete, pero había olvidado presentaros a los dos nuevos integrantes de nuestra familia.
No quería siquiera voltear a ver a Alain; tal vez de reojo podría haber visto el rostro sorprendido de Serena. ¿O es que en vez de sorpresa ella sentía rabia? ¿Tristeza? No lo sé. Seguramente no podría tener ese sentimiento de empatía; no podía ni imaginar el matiz de todos esos sentimientos que ella estuviese sintiendo en ese momento.
Zinnia se levantó de su asiento con rubor en sus mejillas, para que de igual manera fuese presentada. Los dos permanecimos tímidamente ahí, con la mirada de todos puestas en nosotros dos.
— Cabe destacar que ellos dos han contribuido en la misión de robar las megapiedras. Así bien, ellos también están llenos de valentía. Vi en ellos dos un aura de audacia y afortunadamente no me he equivocado. Así como he dicho que cada miembro de mi familia ha sido importante para el éxito de esta tarea, ellos dos, a pesar de que no habían sido oficialmente miembros de los Mega, también contribuyeron formidablemente. Damas, caballeros y Pokemon, espero una grata y cálida bienvenida a los nuevos miembros de la familia: ¡Zinnia y X!
Los aplausos fueron muchos, aunque los rostros de algunos eran indiferentes ante nosotros. Claro estaba que no iban a recibirnos como lo habían hecho con los verdaderos héroes; con los de la élite. ¿Qué esperaba? ¿Qué se rindieran ante mí pensando que iba a ser un jugador de la talla de Hikari? ¿Qué ellos supieran en el fondo que podía ayudarlos? Por supuesto que iba a ayudarlos; por supuesto que era de vital importancia para este gremio y para el puto juego; por supuesto… yo era un maldito hacker. Pero nada de eso importaba; ni las miradas indiferentes, ni los aplausos forzados. Tampoco la confianza de Alain en nosotros dos o que yo no hubiese hecho ni una mierda en esa misión más que hacer acto de presencia. Nada de eso importaba, porque aun cuando la misión hubiese sido el haber pasado el nivel 100 del juego y obtener la ansiada libertad de todos, nada tenía sentido ahora. No después de haberme cruzado con los orbes color cascada de la muchacha que había conquistado mi corazón durante un tiempo. Una mirada inexplicable; una mirada llena de recuerdos, nostalgia, alegría, tristeza, enojo, sorpresa… ¡Una mirada que decía más que un millón de palabras! Una mirada que a pesar de extrañar con tantas ansias y que finalmente la había vuelto a tener, era una mirada que no deseaba en lo absoluto.
— ¿Algunas palabras para su nueva familia?
Por supuesto que no. No quería decir nada; quería que la tierra me tragara en ese momento. El sudor en mis manos, mi garganta tragando las cosas que quería decir y esa mirada acuchillándome en el pecho. No quería estar ahí más; maldita había sido la hora en que pensé que podría presentarme ante ella como si nada.
Y sin embargo, algo en mi interior me incitó a hablar. Incluso primero que Zinnia. Algo me susurró que debía hacerlo. ¿Por qué? No tenía la más remota idea, pero esa actitud tan arriesgada que había adquirido desde que recuerdo me estaba afectando justo ahora.
— Bueno, quisiera agradecer a Alain por habernos incluido en su familia. Estamos… —bajé la mirada, no podía soportar el sentir la mirada de ella—… estamos muy agradecidos y haremos todo lo posible por contribuir. Gracias y… eeehh… nada más.
Me senté más rápido de lo que me había parado. El silencio eterno hizo que maldijera por dentro. Esta vez, las uñas sobre las palmas de mis manos hicieron que sangrara debido a la impotencia que estaba sintiendo.
— Por el amor de Arceus… —Zinnia seguía de pie, y aunque tanto su actitud como la mía era tímida ante toda una multitud, la verdadera Zinnia salió a relucir: me jaló de la manga y me forzó a pararme. Me dio un codazo y señaló con la mirada a Serena. Después, me susurró: —Si no te disculpas, yo lo haré.
— ¿Qué… cómo sabes que…?
— Instinto femenino, imbécil. Sé que tuviste algo con ella, y no sé qué le hayas hecho, pero tu estúpida actitud ya me tiene harto. Discúlpate, o lo haré yo. Ahora.
No sé si los susurros se escucharon hasta la posición de la Fénix Dorada, pero ya no había otra alternativa. Llevaba poco tiempo conociendo a Zinnia, pero sabía que si no lo hacía en ese momento, ella se atrevería a cumplir su palabra. Mi voz pronto tomó el valor suficiente para volverse firme, pero requirió más de mi mirada para encontrarse con la de Serena.
— No es todo. Aún hay algo que quiero decir —Alain cambió de semblante al escuchar mis palabras— Jamás imaginé un gremio de tales magnitudes. A un líder capaz de unir a varias personas de tal manera que todo este entorno se sintiera como una verdadera familia. Es algo de lo cual admirar, así como los miembros que han venido desde abajo para colocarse en lo más alto. Novatos que en un principio nadie creía en ellos… —comencé a recordar el pasado que Brendan me había contado; cuando ellos comenzaron en este gremio—… y sin embargo, supieron vencer las adversidades en el camino. ¿Quién diría ahora que se atrevieron a desafiar a los Cuatro Grandes, arriesgando sus vidas por todos nosotros? ¿Quién diría que tendrían a líderes tan llenos de valor comandando a una élite destacada de mencionar? Es un gremio del cual, en lo particular yo, habría creído imposible.
Hubo un silencio que tal vez me pareció interminable. En ese instante, los segundos transcurrieron, pero los recuerdos que pasaron por mi mente fueron eternos.
— Alain, tu gremio es fantástico y ni siquiera he tenido la oportunidad de ser realmente parte de ella. Es algo... algo que realmente me gustaría: ser parte de un gremio donde todos se consideren familia. Porque no hay nada más importante que eso… —y en ese instante, miré a los ojos de Serena, que expulsaban lágrimas y sentimientos misteriosos que no logré descifrar—. No hay nada más importante que la gente que quieres. Ellos lo eran todo para mí; el gremio que yo creé era todo lo que tenía, y lo perdí en un abrir y cerrar de ojos. No tenía nada más, y no lograba pensar en otra cosa que en haberles fallado completamente. Sin embargo, como lo he mencionado… —mis ojos comenzaron a tornarse cristalinos—, no tengo duda de que los Mega han obtenido a las personas que han sabido lidiar con todo lo desafortunado que este juego les ha brindado. Yo, en cambio, fui un cobarde. Hui repentinamente; me escondí sin querer saber nada de nadie; no quería hace otra cosa más que olvidar a los que consideraba a mi familia, y ahora, caigo en la cuenta de que ha sido un rotundo error. Ellos lucharon, lloraron, amaron, rieron y murieron por mí, y lo único que hice fue escapar. No sé si sea un error el que me acepten aquí, pero sé que estoy dispuesto a aprender de ustedes. Sé que aquí hay personas que han sufrido mucho más que yo y han tenido una vida más dura de lo que puedo imaginar; el camino es pedregoso, lleno de caminos traicioneros y tormentas abrasantes, y lo más increíble de todo es que cada uno de ustedes ha sabido levantarse a pesar de los golpes y heridas que han recibido —la distancia entre yo y Serena era mucha, pero podía ver claramente sus ojos. Esos irises de colores cristalinos tan bellos como las lágrimas que expulsaba—. Lo único que quiero deciros, es que me perdones. Fui un cobarde y no supe conllevar el hecho de que el Gremio Novato hubiese desaparecido para siempre. Ellos lo eran todo para mí; tú lo eras todo para mí, Serena. Lo sigues siendo. Estoy dispuesto ahora a luchar por ti; por cada uno de ellos. Por Ritchie, Tracy, Sémola, Wattson, Bianca, Casey, Cheryl y Morrison. Por Ash. Venceré a todos y a cada uno de mis enemigos. Serena, Fénix Dorada, tú supiste cómo salir de ese tormento que aún a mí me aterra; supiste recoger esos fragmentos y unirlos hasta convertirte en lo que eres ahora. Este gremio te ha dado la oportunidad, y aunque ya escapaste de tu gremio sin permiso, y has desobedecido las órdenes de tu líder, lo has hecho para salvar a todos. Tu valentía, tu coraje, tu determinación. Son cosas que uno se detiene a pensar; cualquiera dirá que las tiene, pero no se demuestran hasta el momento de sus actos. Tú ya lo has demostrado; y ahora, soy yo el que necesita de tu ayuda. Soy el que quiere formar parte del gremio Mega; el gremio de Alain;… tu gremio. Tu líder ya ha dado la aprobación; sin embargo, aceptaré a lo que tú decidas. Si quieres que me quede, seré tu súbdito y aprendiz, y ayudaré en todo lo posible; si quieres que me vaya, me iré y no volveré a molestar. Sin embargo, lo único que me importa en verdad es tu perdón. El perdón por haberte mentido; por haber desaparecido; por dejarte abandonada en tus momentos más difíciles. Sólo eso… Perdóname, Misako. Per…-perdóname.
Incluso el sonido del masticar de las personas se había detenido a causa de la tensión. Nadie había esperado a que diera tal discurso, y menos dirigido hacia Serena. De hecho, nadie de aquí sabía que yo la había conocido desde mucho antes, y a pesar de que Zinnia ya lo sospechaba cada vez que miré a Serena en el banquete, inclusive la esclava de arena no se esperó a que dijera todo aquello. Todos estaban petrificados, hasta Manon, con su algodón de azúcar a medio morder. Alain volteó a ver a la líder de la élite de Kalos, pero ella estaba aún con el mismo semblante de sorpresa desde que me había visto.
Todos esperaban una respuesta por parte de la de cabellos miel. Todos estaban atentos a su reacción, pero lo único que hacía era estar petrificada en su lugar. Una reacción bastante normal para alguien que todo este tiempo pensaba que una de las personas que más había llegado a querer estaba completamente muerto.
Pero después de varios segundos en el mismo estado, finalmente Serena se levantó de su asiento.
— Serena, yo…
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Y en un abrir y cerrar de ojos, mis palabras fueron interrumpidas por su súbito movimiento. Ella ya no estaba en la mesa de cristal; más rápido que el viento debido a los matices de sentimientos que estaba experimentando, fue hacia mí y me tiró de espaldas en la mesa alargada donde había varia comida. Su guantelete me apretó el cuello con fuerza, y no pude respirar. La fuerza con que apretó mi tráquea hacía que la mesa de caoba se comenzara a partir en fragmentos debajo del mantel y los platos de manjares exquisitos. Vasos, cubiertos, bandejas, comida y cerveza caían mientras yo lo único que miraba era la mirada rabiosa que había cambiado en un semblante asombrado.
— Se-sere… —quise pronunciar su nombre.
— ¡Detente! —Alain quiso intervenir, pero la muchacha pronto me levantó sobre la mesa. Mis pies dejaron de tocar el suelo; mi cabeza comenzaba a tornarse púrpura, y de pronto, la Fénix Dorada me lanzó hacia arriba.
Sentí el chocar del techo con mi espalda, pero la fuerza con la que me lanzó hizo que siguiera de largo, hacia arriba. ¡Qué… qué fuerza más impresionante! Antes de darme cuenta, me había detenido en el puente de conexión, ahí donde la espada de Alain había reposado anteriormente antes de ser utilizada. El viento era testigo de cómo Serena llegó de un solo salto, con la Firénix desenvainada y las lenguas de fuego iluminando esos orbes tan llenos de rabia y confusión. Una fénix que había perdido la cordura de un momento a otro; un fénix que recordaba su pasado y le traía recuerdos que había enterrado hace mucho tiempo. Una chica que me sujetó del cuello y me colocó sobre el vacío del castillo. El viento susurraba cosas y me amenazaba con llevarme consigo; sólo bastaba en soltarme para que muriera. No sé si ella era capaz de matarme realmente, pero tal parece que de todas maneras quería verme muerto.
— De…detente.
— ¡¿Cómo te atreves?!
Su voz era la más decidida y a la vez la más entrecortada que había escuchado.
— Debí… debí habértelo dicho… Serena… por favor…
Sentí que entre más suplicaba, sus dedos se enterraban más en mi cuello. El sable de fuego poco a poco se acercaba, con lenguas de fuego más hambrientas de sangre. Lo peor eran esos orbes azulinos que querían comerme vivo.
Pero maldijo por lo bajo y se limitó ahora a sostenerme por mis atuendos. Pronto comenzó a descender de tejado en tejado hábilmente, hasta que aterrizamos por el hoyo que mi propio cuerpo había creado. Al aterrizar en el centro del comedor, el mármol se quebrantó notoriamente. Todos estaban anonadados por la actitud de Serena, pero nadie dijo nada ante su súbita e inesperada acción. Ni siquiera Alain, que parecía ser el menos sorprendido por esto.
— ¿Cómo sabes que escapé del gremio?
Su pregunta inundó la sala y produjo un eco que se oyó incluso a través de las grandes puertas de caoba. Sin saber qué responder, no porque no supiera la respuesta, sino porque aún seguía en un trance que no esperaba tener, Serena se comenzó a alejar de mí.
— ¿Eso es lo que querías? ¿Humillarme en público? ¿Recordarles a todos que había escapado? ¿Que los traicioné dos veces?
Brendan se agachó en su asiento. Tal parece que aquello le daba directo en el orgullo a Serena; Brendan no me lo había advertido, pero tal parece que aquello no era de advertir. Debí haber sabido que aquello le iba a afectar de todas maneras, o empeoraría las cosas. Si hubiera omitido el haber dicho que escapó del gremio, tal vez me hubiese perdonado. Ahora, no estaba tan seguro de ello.
— Serena, no malinterpretes las cosas.
— ¿Que no las malinterprete? ¡¿Qué quieres Kalm?! ¿Quieres que te perdone? ¿Eso es lo que quieres? ¿O es que me vienes a decir que todo este tiempo estuviste vivo, escondido y actuando como un cobarde? Bueno, felicidades. ¡Muchas felicidades! ¡Ahora todos saben que eres un maldito beta! ¡Uno más que viene a salvarnos de Pokemon Battle Online! ¡Ahora todos saben que te escondiste, que mentiste, que no pudiste salvarlos! ¿Crees que yo no me siento como tú? ¿Crees que no me siento culpable?
— Por supuesto que te entiendo, pero…
— Claro que no entiendes. No entiendes nada. No entiendes por lo que tuve que pasar para llegar hasta aquí. Y lo hice sin tu ayuda —Serena intentó no llorar, pero le era difícil. Todavía no podía procesar todo lo que estaba pasando— Lo lamento, Alain. Es él o yo.
Manon miró a su compañero con suma preocupación. Los de élite se reacomodaron en sus asientos, y los miembros de Kalos querían detener todo este alardeo.
— ¡Serena, no cometas ninguna tontería, por favor! —insistió Shauna desde su lugar. Pero ya nada podía hacerla cambiar de opinión.
— Si él se queda, me voy yo.
Las palabras de Serena eran reales. Todos nuevamente se quedaron congelados en su lugar; nadie esperaba esto de un banquete. Nadie tenía el presentimiento de que ella se fuese a comportar de esa manera; ni mucho menos a establecer una condición tan comprometedora.
Alain, que estaba bajo la presión de responderle a Serena, increíblemente siguió con esa mirada tan determinante que sus ojos de color fuego cobalto tenían. Un líder que nunca dudaba ante las respuestas sorpresivas de sus colegas.
— Haz lo que quieras. Lo que haya pasado entre tú y X no nos interesa en lo más mínimo.
Serena no se había exaltado ante la respuesta de su líder. En cambio, envainó su espada, volteó a verme con dureza y dijo:
— Proclamo un combate a muerte. Tú y yo. Si mueres, sales del juego y nunca regresas. Si ganas, yo ya no estaré para ver tu victoria.
Aquello sorprendió más a los presentes.
— Serena…
— Es una batalla a muerte. Mañana a primera hora del ocaso.
Y sin decir nada más, la chica a la que más quería, salió de la habitación sola, dejándome en un dilema en el que nadie habría querido estar.
Red
Encontrarla. Eso era lo único que quería. Era lo que siempre había querido; un año ha pasado desde que no he podido dar con ella. He recibido ayuda; de tres compañeros míos, así como de gente que ha estado intentando responder mis preguntas inútiles. Sin embargo, nadie puede dar con ella. Pelo castaño, tez pálida, ojos pardos. Muchos asocian las descripciones con mujeres muy bien parecidas, pero simplemente no es ella. No es esa mirada que he tenido como recuerdo desde que dejé de verla; desde que desapareció. ¡Ni siquiera él! ¡Ni siquiera él puede darme un indicio de dónde rayos pueda est…!
— … y es que te lo digo, chico. ¡Lo vi con mis propios ojos! Esa silueta que pronto se convirtió en un humano león de más de diez metros. Un desierto de arena que escondía el demonio mismo. ¡Nada me ha estremecido más que…!
— Lo que digas —mis pensamientos se habían interrumpido por su tonto alardeo. La verdad no me importaba lo que había pasado en tal carrera.
Me levanté de mi asiento y comencé a encaminarme hacia la salida de la taberna, donde varios jugadores ebrios de nuestro gremio estaban yendo y viniendo como sombras escurridizas. Los tarros de cerveza chocaban, los charcos en el suelo podrido se hacían más grandes, las risas de las jugadoras que se vendían para conseguir algo de comer seducían a los hombres que ganaban buena cantidad de pokemonedas por tener un puesto decente en el Gremio Escama de Dragón; las enfermera Joy recibían las propinas de las mesas, acompañadas de miradas lujuriosas y chiflidos molestos para quien no fuese un pervertido; lo peor de todo eran los rumores de que a millas de distancia, allá dónde estaba en este mismo nivel pero a grandes alturas, el Castillo Dragón se había derrumbado por completo.
Eso, aunque no estaba en mis intereses importantes, era de sorprender para cualquiera. Me hubiese gustado ver la cara del Dragón Indomable al ver que una banda de rebeldes le causaban un poco de problemas. Incluso, se dice que su prima de sangre le había cometido traición, lo cual mantenía a todos los miles de miembros del juego encerrados en sus casas. Se rumoraba, que Lance salía a las calles de noche para encontrar a Clair, pero sólo conseguía matar a novatos, saquear las casas y llenarlas con los fuegos vivaces de su Dragonite oscuro. Por ende, ciudad Dragón, que estaba un poco más abajo en Mt. Moon, estaba con los vellos de punta siempre alerta a la aparición de un Lance furioso y de mente.
Por suerte, PBO era un mundo vasto y enorme, y Pueblo Colmillo, justo donde me encontraba, no estaba tan cerca de Mt. Moon. Al salir de la taberna "Rhaegar's Breath", noté que Mt. Moon, la gran montaña majestuosa que te hacía sentir como un átomo en un universo lleno de billones de estrellas, apenas era visible como una sombra pequeña que se extendía en un cielo nocturno, solitario y friolento. Una pequeña sombra cubierta por tejados, casas, caminos y faroles que acompañaban a los fantasmas del pueblo.
No sé si el que caminara chueco en medio del sendero solitario era debido a lo ebrio que podría haber estado, o porque ya estaba delirando acerca de encontrarla. Ha pasado tanto tiempo sin que la viera, que poco a poco comenzaba a hartarme. Por suerte, tenía mucha paciencia; más de la debida. Pero yo era Red; debía encontrarla a pesar de todo. Tenía que estar a su lado para protegerla. Y la protección necesitaba de responsabilidad; la responsabilidad, requeriría de un gran poder. Por eso debía estar solo. Por eso debía entrenarme yo mismo; por eso, los había abandonado. A ella, particularmente, Yellow…
Y de pronto, oí unos pasos cuando me detuve a pensar en la rubia del sombrero de paja. Unos pasos que me indicaron enseguida que estaba bajo la mira de alguien, o algo.
Seguí como si nada. Tal vez el jugador o Pokemon que me estuviese siguiendo ya se hubiera percatado de que me di cuenta. Caminé, caminé, escuchando leves pasos; tan leves que sólo un Bunneary sería capaz de escucharlos.
Otra silueta discreta a tres tejados más allá.
Una más a dos senderos paralelos de distancia.
Eran tres siluetas. No Pokemon; eran tres jugadores. Tres personas que me seguían en la medianoche de Pueblo Colmillo. ¿Su objetivo? ¿Su identidad? No lo sabía. ¿Acaso… acaso…? No pude evitar el pensar en Green, Blue y Yellow. Sin embargo, eso era absurdo. Nadie tendría el aura de poder como aquellos tres. Un aura que sinceramente me advirtió que no eran cualquier jugador. Si iban a atacarme, tendría que utilizarla… tendría que utilizar la espada…
— ¡…tengo miedo…!
La voz me sobresaltó. Más allá, cerca de un centro Pokemon donde había más personas, a pesar de altas horas de la noche, me hizo aprovechar la oportunidad. Corrí súbitamente hacia allá. Noté que las tres siluetas aceleraron el paso. Cuando llegué hasta la persona que "sufría" de frío, era sólo un Pokemon. Un Pokemon parlanchín con el que seguramente ya me había cruzado antes.
— ¡No hagas ruido, Meowth! Si has escuchado los rumores, Lance podría escucharnos y en el peor de los casos…
— Oh, cállate James. No me hagas pensar en esas cosas —exclamó Jessie, mientras los tres iban caminando hacia la posada, donde seguramente iban a alojarse.
— Bueno, por fin llegamos. Rápido, que quiero descansar como todo buen felino…
Y al verme al final del sendero, su mirada cambió por completo.
— ¿Qué…? ¡Oh, miren! Es ese chico. El que era amigo de los bobos esos —James no sonrió, pero tampoco se estremeció ante mi presencia.
Y sin embargo, caminé hasta ellos tres, aun precavido ante lo que las tres espías pudieran hacerme. Cuando estuve frente a ellos, finalmente tuve tiempo de actuar.
— ¡MIREN, UN POKEMON QUE HABLA! ¡UN POKEMON QUE HABLA! ¡SALGAN A VERLO!
Mis gritos produjeron un eco fascinante. Los Pokemon nocturnos salieron disparados de las zonas urbanas del pueblo, y el silencio de la noche así como la oscuridad se vieron interrumpidas por el encender de luces en posadas y moradas, así como jugadores saliendo temerosamente hacia las calles. Al ver al Meowth, este comenzó a suplicar que me callase, pero sus gritos sólo provocaban más curiosidad por la multitud que poco a poco se iba aglomerando en torno a nosotros. Un niño de unos seis años llegó hasta él impresionado por comprender lo que decía, hasta que pronto Meowth se volvió una sensación en una noche fría.
— ¿Dónde está? —una de las tres siluetas cuestionó.
Ellos ya se habían colado en la multitud. Tres figuras encapuchadas sin que fuesen notadas con aires de misterio, debido a que todos estaban concentrados en el Pokemon parlanchín. Los tres intentaban buscarme, pero yo ya me había ido. La distracción había sido exitosa y ya estaba a varios senderos de distancia, entre los laberintos del Pueblo Colmillo. ¿Quiénes eran ellos tres? ¿Por qué querían matarme? No lo sabía, pero sin duda alguna seguirían mi pista tarde o temprano; ojalá me hubiese gustado quedarme a luchar, pero la desventaja es que estaba ebrio como de costumbre. Y eso haría menos divertido el asesinarlos.
Misty
Recuerdo sueños donde era muy feliz. Sueños donde ellas todavía estaban a mi lado. Era cierto que a veces —y "a veces", me refería a la mayor parte del tiempo—, ellas tres me molestaban como si nunca se cansaran. Odiaba sus voces, sus risas, su forma de ser conmigo y en general. Odiaba lo bien que se veían, siendo yo la oveja negra de la familia. Odiaba que siempre acaparaban el centro de atención, apartándome a mí como si fuera nada más que nadie. Lo peor de todo, es que odiaba que ya no estuviesen conmigo.
Mis sueños eran la única manera donde podía traerlas de vuelta. Sueños. Sólo eran eso. Los sueños eran magníficamente estúpidos; ahí, donde todo aquello preocupante se apartaba para dejar paso a lo más que deseabas; se sentía tan real, tan gratificante, tan fácil… que no querías despertar. A veces, mi mente me gritaba. Gritos que pedían que despertara. Lo más irónico de todo, es que seguía despertando ahí, donde la realidad no era nada más que otra dimensión donde los sueños de varias personas se habían hecho verdad: Un mundo virtual, donde en un principio la mayoría de nosotros ansiaba estar para evitar el pensar en esa cruda realidad en la que vivíamos, y sin embargo, ahora esto era nuestra realidad. Del mundo al juego, del juego a los sueños. ¿Qué seguirá después?
De vez en cuando despertaba para ver si seguía viva; mis ojos pesaban, y el dolor que sentía era tanto que volvía a dormir. La silueta de alguien inundar la fuente de luz de una fogata que me mantenía cálida me hacía estremecer hasta volver a quedarme dormida. Mi visión era borrosa; mis sueños, más claros que nunca.
Y súbitamente, mis hermanas, mis padres, todo lo que había perdido, dejaron de existir por un momento, para volver de nuevo a esa realidad. Una realidad donde mi vida estaba completa, y la fogata estaba dando las últimas señales de vida. Más allá, una tímida luz se filtraba sobre de mí, dando con una capa blanquecina. Quise levantarme, pero no sentía una pierna; me di cuenta del entorno donde nos encontrábamos: la luz de la fogata daba de lleno con cuatro paredes rocosas, de las cuales no se tenía salida alguna. La única salida era hacia arriba, ahí donde ese rayo de luz nos miraba curiosamente.
[VIDEO 2: The Sixth Station (Spirited Away)]
Entonces lo vi. Esa capa blanca, que en realidad era plateada a la luz normal del día, envolvía la figura de alguien rendido. Un sanador de nombre Shigeru que respiraba agitadamente a un par de metros alejado de la fogata. Charcos de sangre invadían su pierna izquierda, dejando arrastradas carmesíes sobre el suelo polvoso; en cambio, mi pierna izquierda estaba envuelta en un haz invisible que no desprendía ninguna luz, y sin embargo, aquello hacía que ningún nervio pudiese hacer contacto con mi pierna; una pierna, que a decir verdad, se veía totalmente destrozada.
Su respiración inquieta me hizo pensar enseguida en lo que él había hecho. Sin dudarlo, me arrastré hacia él como pude. Me costó un poco de trabajo, aún seguía débil. Recordé la lucha con Lirio, el escapar de Iris sana y salva, y yo y Shigeru hundidos por un mar de rocas que caían amenazantes contra nosotros.
Él me había tomado por sorpresa, pero por alguna extraña razón, él sufría. Lo podía escuchar en sus respiraciones.
Me acerqué tímidamente y coloqué con delicadeza mi pálida y suave mano en su espalda. Podía sentir sus respiraciones: calmadas después de tanto sufrimiento. ¿Cuánto tiempo habíamos pasado dentro de aquella cueva inhóspita? ¿Acaso… acaso éramos los únicos?
Shigeru tuvo un leve movimiento. En ese momento, intentó pararse con una mano derecha, pero le era imposible. De pronto, movió su cabeza hacia mi posición y ahí fue cuando vi su rostro.
— Ka… Kasumi.
— No te muevas.
Sudaba frío. Su barra de vida estaba en un ridículo porcentaje bajo. Sin embargo, era beta; él no podía morir.
— ¿Estás… estás bien?
— Aquí estoy, Shigeru. Estaré a tu lado.
— Me… me alegro.
Sabía lo que había hecho por mí. Sus capacidades de sanador y su habilidad extraordinaria habían causado que todo el dolor de mi pierna lo sufriera él, así como todo el daño recibido fuese directamente hacia él; todo, para que yo no muriera. No obstante, lo que no sabía era el por qué tenía ese aviso de "envenenado", si nada aquí podría envenenarlo… nada, a menos de que Lirio…
— Perdón, Kasumi. Perdón por intervenir en la lucha…
Aún no olvidaba que la UEO lo había encomendado como espía. A pesar de un año transcurrido, nadie de nosotros lo había olvidado.
— Lo entiendo.
— Tuve que hacerlo…
— No digas nada.
Pasaron minutos en donde lo único que se oía era su respiración. Por primera vez en mucho tiempo, a través de la oscuridad, me fije en los finos rasgos de su rostro. Un rostro tan apacible, tan pálido, tan… lleno de confusión.
— Él no regresará —dijo interrumpiendo el silencio. En un principio, no sabía a quién se refería— Lirio. Él no te hará daño.
— Pero es un beta.
— Sí… un beta encerrado en una tonelada de rocas. Nadie puede liberarlo. Además, ha caído en lo que la llaman la "zona infinita".
— He oído hablar de ella.
La zona infinita era un lugar donde si morías, aparecerías justo en el mismo lugar donde habías perecido. Así que si Lirio estaba inmóvil bajo una tonelada de escombros, incapaz de moverse, o de hacer algo al respecto, no podría siquiera apretar ese ansiado botón de "Desconectarse". Moriría de hambre, de dolor o de sed, pero reviviría automáticamente ahí, donde las rocas lo mantenían aprisionado, sin que se le diera la opción de continuar o no en el juego. Había quedado atrapado en un ciclo del cual nadie quisiera estar ahí. Prácticamente, estaba muerto dentro de PBO.
— Y nosotros estamos en dicha zona —confesé— ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
— Siete… siete horas.
Era poco tiempo y los sueños con mi familia muerta, habían sido de a montones.
Pronto la respiración de Shigeru fue bajando. Al notar con más detalle mi pierna, noté que ésta expulsaba un líquido verdoso grotesco.
— Fue… fue Lirio —Shigeru tenía los ojos cerrados debido al cansancio y a la tortura que sentía, y aun así, sabía que yo estaba observando mi pierna—; sus cuchillas estaban envenenadas. Un simple roce sin que te des cuenta hace que… que mueras de la peor y más lenta forma…
Me quedé estupefacta. Si Lirio era el culpable de esto… ¿Shigeru…? No, no podía…
— No, Shigeru.
— Digamos que… si muero… él me habrá matado en lugar de a ti.
Por ende, si Lirio tenía el casco capaz de matar a los jugadores beta, Shigeru moriría realmente.
— Shigeru… no lo hagas —repetí sabiendo la situación— No, no puedes hacerlo. No por mí.
— Idiota; es… es demasiado tarde para que protestes.
No lo conocía bien, pero las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos a causa de la desesperación. No me gustaba llorar, ni gustaba que nadie me viese hacerlo, porque me consideraba una mujer fuerte y dura; pero por alguna extraña razón, esto era inevitable de sentir.
— Shigeru —de pronto, me acosté a su lado y lo abracé; estaba a centímetros de su rostro demacrado y ojeroso a causa del veneno que carcomía poco a poco sus músculos— No lo hagas. Déjame morir.
— Sé… sé que estás en un gremio muy fuerte. Sé que tu líder no permitiría que murieses… Aún… aún te queda mucho por hacer. Aún te queda salvar a PBO.
— Yo no soy un beta… yo no tengo el poder que tú tienes. Por favor…
— Pero tienes… tienes la convicción que nadie tiene. Sé que Ash está en algún lado; sé que pueden encontrarlo y juntos todos ustedes pueden derrotarlos. Yo… yo me rendí hace mucho tiempo. No… no sé cómo vencerlos, Kasumi. He estado asustado, pero no puedo permitirme el verme de esa manera… No puedo vencerlos; no tengo idea de cómo detenerlos. Le dije a Ash que lo iba a hacer, pero no puedo… Lo único que he estado haciendo es… es defender mi propio pellejo bajo el escudo de ellos cuatro. Kasumi… lo lamento.
— No, Shigeru. No… No… no puedes morir.
No recuerdo las horas siguientes. Lo único en lo que mi mente podía pensar eran sus respiraciones agitadas, el frío de su pecho y el estar pendiente en la vida que sonaba levemente encima de su cabeza. Lo abrazaba de tal forma que me aferraba a su espalda, para que el calor entre los dos estuviese latente. El Sanador Invencible tenía que ser eso… invencible. Y sin embargo, poco a poco estaba muriendo. Poco a poco, esos músculos iban siendo cada vez más flácidos y cada vez deliraba más en que sentía no poder haber sido de ayuda. Y por primera vez, mi mente carburo la idea de que él estaba dando su vida por mí; por alguien a quien realmente no podía hacer una diferencia en el juego; no ella sola. No yo.
Tan sólo… tan sólo me quedaba abrazarlo y sujetarlo con fuerza, esperando a que aquel pequeño rayo de luz nos diera un milagro.
Me despertó el rugido de algo que supuse que era mi imaginación. Tuve más miedo de saber si Shigeru no seguía a mi lado, pero aún estaba abrazándome con lo que le quedaba de fuerzas. En ese momento, otro rugido de hizo presente y el pequeño rayo de luz sobre nosotros se hizo más grande. De pronto, una manada de Charizards liderada por un gran Charizard tatuado comenzó a escarbar lo que sería nuestra salvación.
Drew
Cómo me había gustado ese silencio. Todo había estado en plena calma hasta que escuché el sonido de la chispa de una llama. ¿Acaso… acaso había sido mi imaginación? ¿Acaso el fuego que mis oídos oyeron era real?
Me llevé las manos al rostro; sentí ahí aun la piel cálida que me hervía de vez en cuando; incluso el olor a piel quemada seguía atormentando a mi nariz. Lo peor de todo eran las miradas de los jugadores que de vez en cuando se asomaban por los alfeizares de sus casas para tirar las cubetas de heces por las ventanas, colgar la ropa en cuerdas que iban de una edificación a otra, o para vigilar que sus calles estuviesen seguras. Esas miradas de horror y desagrado hacían que me sintiera aún peor; ni las heces que me aventó una jugadora y me impregnaron el olor a mierda podían quitar esa cicatriz que había estado en mi rostro durante un par de días.
Sinceramente, las calles de Ciudad Esmeralda, aunque Cynthia las había convertido en calles con olor a peste, gente inconforme, llena de pobreza y bares donde la gente se dedicaba más a hundirse en el alcohol que a refugiarse, esta ciudad era más segura para mí que el seguir en ese castillo. Después de haber sido humillado frente a los de élite por la Maga de Fuego, no dudé más en escapar. Tal vez había sido por miedo, desesperación o porque no quería volver a sentir esa tortura; sin embargo, de lo que estaba seguro es que Cynthia ni se daría cuenta de que un cobarde hubiese escapado de sus dominios. Existía una posibilidad de que ella fuera a por mí y me dijera que regresara al castillo; a decir verdad, no le costaría mucho trabajo el encontrarme, pero tampoco es que le importe perder su tiempo en saciar toda su furia con alguien que ya lo ha hecho. Para ella, no era nada más que basura y…
Otra vez la chispa. Esa chispa llameante. Volteé hacia todos lados. El pelo verde, grasiento y lleno de mierda que impedía mi vista me hacía ver borrosamente hacia los lados; mis ropas harapientas, temblaban al compás de las llamas de los faros esmeraldas colgados en cada pared de madera de cada casa; mi mente, desbordada de locura, sólo pensaba en ese fuego de color azul que se había convertido en mi segundo mayor miedo. El primero de ellos, era Cynthia.
Con mi corazón aumentando su pulso debido al terror, me importó un bledo lo que la gente pensara dentro de una posada de un callejón en los adentros de la gigantesca Ciudad Esmeralda y entré estrepitosamente. Al abrir la puerta, había menos de una docena de jugadores del gremio esparcidos en mesas, disfrutando de la cena que tenían en sus platos. La oscuridad del entorno no me dejó ver bien sus rostros, pero tal parecía que no eran de la indiferencia que yo pensaba. En cambio, las miradas asesinas, de un asco rotundo y el tapar de sus narices me indicaron que mi presencia no les había agradado en absoluto.
Quise adentrarme más en la posada, pero pronto esas miradas de desagrado se convirtieron en unos orbes azules. Azul. Azul. Azul. Ese color que me recordaba al fuego; al dolor, humillación, gritos de tortura que eran expulsados de mi desgarradora garganta. ¡Basta! ¡BASTA!
Uno de ellos se me acercó, pero ya no lo veía a él. La oscuridad, por alguna extraña razón, había convertido al sujeto en Cynthia. Ella venía hasta mí, con un puño de fuego y el ceño fruncido; sabía que era mi fin. Siempre lo supe desde un principio. Si el lado izquierdo de mi rostro había sido afortunado en no ser desfigurado por el fuego, cuán equivocado estaba de ese pensamiento. ¡No…! ¡No quería morir aquí! ¡No! ¡Para, Cynthia, por favor! ¡Su majestad! ¡POR FAVOR! ¡NOOO!
— ¿Te encuentras bien?
Su cálida voz me sacó de esa tortura. Una voz dulce, angelical y preocupada. Esos ojos brillantes y azulinos pronto cambiaron a su forma real. Había visto fuego azul por todas partes, incluso la poca iluminación de la posada había sido de un cobalto incesante. No obstante, al ver esos ojos tan esmeraldas y brillantes, así como el verdadero color de la iluminación de la habitación, me hizo volver a la realidad. Jamás había estado tan contento de volver a ver el esmeralda de nuevo; jamás había pedido a gritos que regresara todo ese color a la normalidad, porque ya estaba harto de ver ese fuego índigo en todos lados. Y esos ojos verdes habían sido la salvación. Ese rostro preocupado, esos rasgos finos, esa nariz definida, tez pálida como la nieve y esa cabellera rojiza me hicieron volver a la realidad. Estaba, en verdad, muy agradecido por ello.
Me volvió a hacer la pregunta. Nuevamente, mis oídos interpretaron aquello como un canto angelical, a pesar de que todavía no formulaba bien las palabras en mi cerebro. Quise esconder ese rostro cicatrizado entre mis harapos sucios. Quise ahogarme en la oscuridad del aula para que ella no me viese así; no quería que nadie me viera; no quería recibir ninguna ayuda ni lástima como Úrsula y Nando lo habían hecho cuando todos abandonaron la sala principal del castillo; no quería sentirme necesitado; y sin embargo, ella estaba ahí, ofreciendo su ayuda y extendiendo una mano sin importarle mi fea apariencia.
Los minutos siguientes fueron de suma calma para mi mente. La mujer tal parecía que había sido dueña de la humilde posada, porque me ofreció una habitación con agua caliente para ducharme. Las sábanas estaban tibias al lado de una fogata que chisporroteaba con la leña ennegrecida, y su humo deslizándose por las cuatro paredes estrechas de la chimenea. Era la mejor habitación de la posada, sin duda alguna. Y pensándolo bien, creo que eran los propios aposentos de la mujer. ¿Por qué? ¿Por qué se ofrecía a darme su ayuda y a alojarme en su propia habitación, si no había hecho nada por ella? ¿Por miedo, quizás? ¿Angustia al saber que se trataba de Drew, uno de los miembros de élite del Gremio Esmeralda? Tal vez, en el fondo la mujer sabía que Cynthia iba a venir tarde o temprano, y sólo me estaba resguardando aquí para recibir su grata recompensa en oro. Toda la gente era egoísta; todos siempre pensaban para su propio beneficio. Siempre lo hacían.
Alguien tocó la puerta tres veces; mi mirada estaba concentrada en la ventana que daba hacia todo una ciudad con sus luces unicolores y un cielo púrpura anunciando el crepúsculo. Ella anunció su entrada, pero yo mantuve mi mirada fija hacia la ciudad: era lo único hermoso que me quedaba por contemplar.
— Veo que ya te has arreglado.
Ya me había duchado y mi ropa no era la más elegante como solía acostumbrar; bastó con una camisa grande de lana que me quedaba como cobija, y unos pantalones holgados que daban mucha picazón. Sin embargo, era lo más cómodo que podría utilizar en mucho tiempo.
— He traído algo de cena. Debes estar hambriento.
La mujer tenía una bandeja con un estofado que desprendía un olor desagradablemente delicioso para mi estómago. Lo colocó en la mesa de noche que estaba a un costado de la cama; encendió una lámpara para que la noche se ahuyentara de la habitación, mientras yo reposaba en esas colchas con olor a mujer.
— Al parecer no me he presentado formalmente: soy Solidad, dueña de esta posada.
Solidad. Nombre bonito; rostro hermoso; intenciones, al parecer no tan buenas como pensaría. Sé que está haciendo todo esto por alguna razón en concreto. Me limité a esconder el lado oculto de mi rostro mirando más hacia la ventana; no quería que nadie lo viese.
— ¿Cuál es tu nombre?
No contesté. Ella lo sabía perfectamente. No obstante, tal parecía que ella estaba teniendo una situación incómoda, y a fuerzas quería romper ese silencio entre los dos; por ende, siguió hablando.
— También he traído un remedio casero. No es mucho, pero creo que puede funcionar… Es a base de unas plantas que no están muy lejos de aquí; la he hecho yo misma y…
— Gracias —dije secamente, sabiendo que se refería a mi cicatriz. Solidad colocó el mortero de madera que contenía una pomada verdosa con olor a menta. Supongo que debía untármela en la parte afectada.
— En un par de días debería mejorar. Con el tiempo creo que podrá quitarse. Lo bueno que esto es un juego.
— Lo bueno… —enfaticé aquello que dijo—. Lo bueno… ¿Qué hay de bueno en esto? ¿Qué bueno tiene el estar atrapado aquí? ¿Eh? Dime, Solidad.
— Yo… lo lamento. No quería…
— Sé que no es tu culpa —dije; todavía no podía evitar el seguir pensando en mis propios gritos. Aun los escuchaba dentro de mi mente—. De todas maneras, ya es muy tarde.
Ella se limitó a contestar; no sabía a lo que me refería. En ese momento, finalmente volteé hacia ella. Era más hermosa a la luz de aquella lámpara de noche; sinceramente, me había impresionado lo bonita que era a pesar de vestir con sencillez y humildad. Tal parecía que aquella posada no le dejaba mucho dinero para poder mantenerse, y a pesar de todo, ella me brindaba su hospitalidad con un estofado con un olor grotesco, una cama incómoda y llena de agujeros, y un techo goteante; cierto que no tenía mucho que ofrecer, pero lo hacía de todas maneras.
— Es muy tarde para actuar. He llegado tarde. Me he arrepentido muy tarde —seguí mientras su semblante cambiaba de un momento a otro—; muchas personas te traicionan, tarde o temprano. Incluso, hasta la gente que más quieres puede traicionarte en el momento más inesperado. Pero… ¿qué haces cuando tus propios pensamientos te traicionan?... No sé cómo reaccionar. No supe qué hacer cuando pensé que tendría una oportunidad de rebelarme contra ella. En el fondo estaba seguro de que alguien iba a rescatarme del tormento en el que vivo, de que podría salir de este juego sano y salvo, de que finalmente un rayo de esperanza podría cruzarse conmigo… Ahora me doy cuenta de que no es así. Nunca lo fue —Me llevé la mano al rostro para tocar esa cicatriz, que era la prueba de todo lo que había dicho. Pensé en cómo me había paralizado para no pelear contra la Novata Índigo y sus colegas. ¿Qué diablos estaba pensando al no hacerlo? ¿… que ella se daría cuenta de mis "buenos" actos y me pediría el unirme a su causa? ¿… que me protegerían por haberme rebelado ante las órdenes de Cynthia? Debía haber atacado. Debía incluso haberla matado a ella y a todos cuando tuve la oportunidad; nada de esto hubiera pasado si fuese una persona débil.
Solidad se acercó más a mí. En un acto inesperado, se sentó en la cama e intentó tocar mi mano, pero por el miedo y la desconfianza que estaba inspirando, se abstuvo a hacerlo.
— Nunca es demasiado tarde para cambiar, Drew.
Me quedé estupefacto.
Ella sabía mi nombre; sabía quién era. Sin embargo, eso no era lo sorprendente. Por alguna extraña razón, lo que había dicho me había dejado paralizado.
— Entiendo todo el dolor que llevas dentro. Todos hemos sufrido desde que inició esto, y tal vez tú más que nadie estés dañado por todo lo que has pasado. Sin embargo, aún hay tiempo. No importa si ha sido demasiado tarde, o incluso después de que todo esto haya acabado. Siempre hay tiempo para cambiar… para hacer lo correcto.
La chica sonrió. Por mi parte, había entrado en un trance en el que lo único que pensaba era que ella podría estar en lo correcto; no obstante, la voz en mi interior aun me seguía susurrando el pasado oscuro que llevaba y toda esa confusión que aumentaba el peso en mi espalda.
— Pero… no puedo. No puedo hacer lo correcto. Ni siquiera sé qué es lo que debo hacer —apreté los puños con fuerza— Estoy muy confundido.
— Por supuesto que lo sabes —Solidad finalmente tomó mi mano; era cálida, suave, justo como la mirada que me estaba dando—; si miras en lo más profundo de ti, sabrás que siempre has tenido la respuesta. A veces, las personas deben tomar el valor suficiente para escoger las decisiones más difíciles.
— No entiendes. Es más complicado que eso… Es…
— No estás solo, Drew. Sé que es difícil todo esto, y más cuando se está solo. Tarde o temprano comprenderás que siempre es el momento adecuado para cambiar en verdad.
Y sin más, la chica se levantó y se apartó para ir hacia la puerta.
— ¿Por qué lo haces?
Mi pregunta la inmovilizó en la entrada. Después de todo, sé que ella tenía el presentimiento de que tarde o temprano le iba a preguntar aquello.
— ¿Por qué me ayudas? ¿Por qué me das esta hospitalidad? Quiero decir, nadie le brindaría su ayuda alguien que entra con el rostro más… más feo que se puede ver. Y mucho menos si es aliado de Cynthia.
— No creo que sigas siendo su aliado después de eso, ¿o sí? —se refería a mi cicatriz; y aquella respuesta tenía tanta lógica que no pude defenderme.
— ¿Por qué lo haces? —pregunte, en un tono bajo pero desesperado por saber la respuesta.
— No sé por qué fue que te hizo aquello, ni me interesa saberlo. Pero al verte entrar a mi posada, lo único de lo que me espanté no fue de esa quemadura, sino de que suplicabas a gritos con esa mirada tuya que necesitabas a alguien. Necesitabas de la ayuda de alguien, y mientras estés bajo mi techo, yo te brindaré toda la ayuda posible. ¿Querías saber lo bueno que tenía este juego? Bueno, tal vez estemos en un mundo virtual, pero seguimos siendo humanos, Drew. Y mientras nos ayudemos los unos a los otros, siempre habrá ese rayo de esperanza con el que deseas cruzarte. Simplemente, tienes que abrir los ojos para verlo.
Skyla
— ¡Su majestad ha regresado!
La voz del guardia hizo que se abrieran las puertas de la capilla. La tormenta hizo más amena su llegada, y los rayos retumbaban en los cristales de colores que le adornaban.
Atrás de ella, venían Black y White empapados producto de la tormenta, pero con rostros preocupantes. La que tenía el rostro invadido de ira era la Sanadora Celestial.
Todos los miembros nos pusimos de cuclillas; pero ella se detuvo de lleno en frente de mí. Pasara lo que pasara, debía asumir las consecuencias.
— Maldita perra.
Y en ese momento, sentí la palma de su mano estrellarse contra mi mejilla. Caí en el suelo, y me llevé la mano al rostro.
— ¡¿Cómo te atreves a permitir que invadan la Fortaleza Suicida?! ¡Tu misión era estar ahí!
— Su majestad, no era mi intención…
— ¡CÁLLATE! —La voz de Diantha se volvió más aguda; más desesperada; más… de mente.
En ese instante, la mujer se detuvo en su trono de cristal y se sentó, esperando a que algo se le ocurriera mientras la lluvia repiqueteara bruscamente contra el techo de la capilla de Ciudad Celestial. El golpeteo de sus uñas contra el brazo del trono hacían más tensa la situación. Tal parece que la búsqueda de N había sido un rotundo fracaso.
— Black, habías dicho que sabías dónde estaba.
— Su alteza… —Black tenía la voz entre cortada, pero estaba más pálido que nunca. ¿Qué demonios le había pasado?
— No me importa. ¡No tengo tiempo para andar perdiendo mi tiempo en suposiciones! ¡MIRA TODO LO QUE HA OCURRIDO! ¡MIRA LO QUE HA PASADO ESTOS ÚLTIMOS DÍAS! Ellos aparecen, y pronto quiebran todos los planes que tenemos, como si no fuésemos nada. ¡NADA!
Y entonces se levantó, y golpeó el trono que tenía para quebrarlo en pedazos. Los quiebres fueron más brillantes y más sonoros que los rayos tormentosos de afuera.
— Retírense. Ahora… —por un momento, todos se quedaron paralizados; hasta Tileo. — ¡AHORA!
Lo sabía. Sabía que era el momento para renunciar. Si me quedaba un día más aquí, esa loca me mataría en cualquier segundo. Llegué hasta la salida, crucé la fuente de oro y me encaminé rápido hacia las escaleras, en medio de una lluvia torrencial.
— ¡Skyla, espera!
Winona era el único problema. Era lo único por lo que me detenía a abandonar este gremio. Si ella descubría que yo…
— Espera…
Tanto Winona como los demás miembros se detuvieron a observarme con misterio. Dracéna, incluso la nueva miembro, se quedó quieta. Malva y Narciso, que habían sido humillados por ese tal sujeto en la Fortaleza Suicida, también estaban paralizados.
Los únicos que habían pasado de largo eran Black y White, pero también se detuvieron delante de mí. ¿Acaso… acaso me estaban acorralando?
Winona me miró con horror. No… ella no podía suponerlo. Ella no podía pensar que yo era una… una… una traidora. ¿O sí?
— ¡Cuidado!
Pero todo había sido producto de mi mente. Winona estaba actuando extraño no por mis suposiciones, sino por lo que había detrás de mí. Malva, Dracéna, Narciso, Tileo, Black y White también se habían detenido a verlo: en las escaleras que daban hacia la fuente, había una figura encapuchada, y a su lado, un Pokemon que jamás había visto.
Acto seguido, una explosión nos cubrió a todos.
Gary
Dolor. Tortura. Era lo único en lo que pensaba.
— ¡Esto sólo tomará unos momentos!
Mis gritos eran horror, rabia, impotencia. Kasumi, Liza e Iris observaban cómo Clair me daba un antídoto que sólo el Valle Charizard poseía: la sangre de dragón. Ese era el antídoto para evitar que tuviese una muerte lenta y dolorosa.
Varios recuerdos inundaron mi mente; entre ellos, a mi abuelo.
Fueron horas de tortura, pero finalmente, después de que Clair me estuviese administrando el antídoto en mis venas, solos ella y yo en la casucha en la cima de dicha montaña, mi vida dejó de correr peligro. Claro estaba que debía descansar; sin embargo, no podía darme el lujo de quedarme ahí.
— No te vayas. Necesitas descansar.
Kasumi era la única que se oponía a mi partida. Sin embargo, yo necesitaba ir a ver cómo estaban las cosas con Diantha y compañía. Le había avisado a ella que debía actuar en la lucha que Lirio estaba teniendo; tarde o temprano sospecharía algo si se da cuenta de que no aparecía de nuevo con ella. Tenía que regresar.
— Lo lamento Kasumi; nos volveremos a ver.
— Gracias…
Me envolvió en un abrazo que no supe el cómo recibir. Aquello se sentía extraño. A pesar de que aún estaba débil y mis músculos seguían un tanto flácidos, el torturante abrazo resultó reconfortante. Le devolví la mirada, y hubo un momento donde le sonreí.
— Sé que encontrarás la manera de ayudarnos —me dijo.
Sin decir nada, me aparté de ella, le agradecí a Liza, Iris y Clair por la ayuda, y finalmente partí.
Al llegar a Ciudad Celestial, la tormenta brusca me hizo cubrirme con la capucha. Había aparecido justo en las escaleras que daban a la capilla, pero al aparecer nada fue tan sorpresivo como aquello:
— Pagarán por lo que hicieron.
Su voz maniática y esa sonrisa misteriosa a centímetros de mi rostro hicieron que mis pupilas se contrajeran de horror. El golpe de N me hizo volar hacia una capilla ya destruida, mientras un Pokemon misterioso lanzaba un rugido descomunal.
