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Capítulo 101
Partida
Red
Mis ojos se abrieron al par; al principio había visto todo borroso, pero poco a poco mi claridad fue aumentando al tiempo en que mi corazón iba desacelerando su pulso. El sudor corría por mi cara como si un balde de agua fría hubiese caído sobre mí. La ansiedad aumentaba mientras intentaba recordar dónde demonios estaba y qué era lo que había pasado. No obstante, mi mente no era capaz de pensar en otra cosa más que en ella.
Ella era la única persona que por ahora se cruzaba en mi mente. Desde hace días por alguna extraña razón era la dueña de mis pensamientos, y no entendía el porqué de repente aquello me torturaba peor que las noches solitarias donde me ahogaba en el vino que tenía en mi pellejo.
Busqué a tientas el pellejo para tomar un trago; mi boca estaba realmente seca. La cabeza me daba vueltas, y mi cuerpo tenía una pesadez inimaginable. A pesar de pestañear varias veces, aún seguía viendo borrosas las capas verdes que estaban sobre de mí. Una capa de hojas que se mecían con ráfagas de viento, mientras la sensación del rocío y de la tierra húmeda se colaban entre mis cabellos azabaches. La luz del sol se filtraba como ladrona entre los agujeros de las ramas llenas de una vida verde que se susurraba secretos entre ella y el firmamento. La naturaleza me escupía en los ojos; me despreciaba y sentía la mirada de todas las cosas con vida, viendo con lástima a un pobre borracho que ahora recordaba lo que había pasado la noche anterior.
No me extrañaba en lo absoluto; esto ya era mi rutina diaria: deambular por los pueblos no conocidos de PBO, ir de taberna en taberna comprando alcohol y llenando mi pellejo para seguir tomando mientras me filtraba entre bosques y paisajes peligrosos donde los Pokemon salvajes intentaban atacarme sin éxito alguno. Cuando estaba cansado de pelear y rendido por el alcohol viajando ya por mi cerebro, perdía la memoria y lo demás era no tan importante. Despertaba cada día en un lugar distinto; moribundo, apestando a vino y alerta a cualquier enemigo que se aprovechara de mí.
Pero estos últimos días eran distintos. No por mi pellejo que llevaba como fiel compañero a todas partes como si fuese mi espada; no por terminar siempre ebrio lamentándome por un día más desperdiciado sin haber encontrado la persona deseada; no por los enemigos que me han mirado con desprecio pero con miedo al mismo tiempo, ni por aquellos tres sujetos que me habían seguido misteriosamente el otro día en Pueblo Colmillo donde ese trío estúpido me había ayudado de cierta manera a escapar; no por nada en particular, sino por esos pensamientos extraños que han tocado a la puerta de mis pensamientos.
Cabello castaño, tez pálida, ojos pardos. Esas tres características que había estado buscando durante más de un año dentro del juego ahora ya no era mi prioridad. De un día para otro, sin haberlo planeado, sólo podía pensar en los sueños que tenía últimamente. Sueños donde aparecía siempre la misma persona y con los mismos rasgos que me hacían extrañarle cada vez más de manera incomprendida.
Cabello rubio, ojos esmeralda, sombrero de paja.
No era ahora la misma persona que quería buscar todo este tiempo; mi objetivo había cambiado y Arceus sólo sabía el por qué. No era ella, sino la otra muchacha. La otra persona con la que había convivido hace tiempo y la había abandonado en el momento más difícil para ella y para sus amigos. Tal vez no me arrepentía de ello porque mis prioridades eran otras en ese tiempo, pero vaya que con cada día que pasaba la tortura era peor. Y al despertar y el primer pensamiento que tuve fue el de esos ojos verdes, no supe qué diablos pasaba pero estaba seguro de que mis pensamientos habían sucumbido ante la locura total.
Tal era mi locura que había ya entrado a un tercer mundo. Una realidad nueva en la que sólo podía entrar si no estaba en mis cinco sentidos, y el vino siempre me ayudaba a entrar con mayor facilidad.
De un momento a otro, el bosque donde estaba tirado de pronto se había convertido a un bar cualquiera donde debía pedir más vino para poder seguir siendo de alguna manera feliz. Al ordenar una botella completa y pagar una Pokemoneda de plata, comencé a vaciarla dentro de mi pellejo, el cual se iba haciendo cada vez más grande. El tiempo pasó, y como agua fui tomando del pellejo hasta que caí rendido sobre la mesa de la cantina; el cantinero ignoraba por completo mi estado de ebriedad, y pronto dejó de darme importancia lo que sucediera en la realidad virtual en la que vivíamos. Ahora, mi prioridad era seguir soñando los sueños que tanto me gustaban, en donde Yellow aparecía y me tendía una mano con una sonrisa carismática. ¿Por qué me daba tanta alegría, tanta paz…? ¿Por qué me gustaba soñar con ella? ¿Será que había pasado tanto tiempo en donde no sabía nada de ella? Seguro estaba muerta; nadie tan débil e inocente sobrevivía a esta cruda realidad; nadie como ella podía seguir viva si había pensado que tenía esperanzas. Y yo se las había arrebatado de cierta manera; yo había sido el culpable de que comenzara a vivir como realmente se vivía aquí: traición, tristeza, muerte. Ella finalmente estaba sola y lo estaría si seguía dentro del juego. Justo como yo lo estaba. Había aprendido a vivir solo dentro de este mundo y fuera de él. Siempre había estado solo, y sin embargo, ella me ofrecía su mano dentro de mis sueños.
— Hey, imbécil.
Oía voces; tal vez eran producto de mis sueños o de mi estado de ebriedad. No me importaba en lo más mínimo.
— Velo, está realmente ahogado en vino.
— ¿Crees que reaccione si lo hacemos?
— Apenas puede saber lo que pasa a su alrededor; venga, hay que tomar su bolsa de dinero que dejó a su lado.
— Revisa si no tiene más dentro de sus bolsillos. Y su menú, podemos hacer que lo abra y nos traspase todos sus Pokemon.
El cantinero NPC sólo se dedicaba a ver a aquellos dos sujetos.
Sentí las manos de los sujetos tocando mis bolsillos y robándome todo lo que tenía. Mi espada… No… no podía permitirles que robaran mi arma; eso no. Sin embargo, siquiera podía reaccionar. No podía pararme y darles un puñetazo; no podía hacer nada más que viajar dentro de mis mareos y sueños conscientes que tanto me gustaban.
— Aléjense.
Una voz les sobresaltó. Alguien había estado viendo cómo intentaban aprovecharse de mí. Escuché reclamos por parte de los dos ladrones, pero ella volvió a repetir la amenaza que los sujetos no tomaron con seriedad. Poco después, escuché puñetazos, vasos de madera caer por el suelo y a aquellos dos sujetos azotando contra una mesa que se partió a la mitad. Ellos escaparon asustados y con la bolsa de dinero soltándola y las Pokemonedas esparciéndose por el suelo.
Intenté abrir los ojos para ver quién se había atrevido a apiadarse de un moribundo como yo, pero la pesadez en mis ojos y el mareo que sentía se dedicaron a hacer que cerrara los ojos y me introdujera a mi tercer mundo. Un mundo que a pesar de ser peligroso y solitario, me gustaba tanto…
— Despierta… Red… vamos… despierta.
Abrí los ojos, pero su rostro era borroso. No podía siquiera reconocer el cómo era, ni el escuchar con atención las palabras que decía; pero podía reconocer esa voz. En algún lado la había escuchado antes. Una voz que intentaba hacerme volver en sí.
— Red… Red…
Mi nombre. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Será que seguía soñando? ¿Será que ella me llamaba y me tendía la mano? No… La voz que escuchaba era real, y mis ojos volvieron a abrirse para terminar cerrados de nuevo.
— Red… despierta… Por favor.
Y ésta vez, después de quién sabe cuánto tiempo, mis ojos se abrieron por completo. Y entonces la vi después de que mi vista estuviera totalmente recuperada. Los mareos que sentía dejaron de ser molestos y por alguna extraña razón, me sentía como nuevo físicamente. Pero psicológicamente, estaba en trance al verla ahí, mientras yo estaba tendida entre su regazo.
— Ye-…Yellow.
La chica sonrió levemente; no sabía si realmente era un sueño, pero se sentía tan real que tuve que pensar dos veces en su rostro.
— Hola… Red.
Su voz era sútil y tranquila, pero la mirada que me dedicó fue tan nostálgica que sentía que el mundo se iba a acabar. El sombrero de paja había desaparecido, y llevaba atuendos diferentes cubiertos por una capucha negruzca que ocultaba su identidad. Los mechones rubios bajaban por su rostro como olas de seda brillantes, y esos ojos esmeraldas entre las sombras de su misterio me observaban cada parte lamentable de mi acabado rostro gracias al alcohol.
— ¿Qué es lo que han hecho contigo…? —su pregunta fue más hacia ella que hacia mí. La tristeza que emanó de sus ojos me indicó que sentía una lástima irremediable.
Era cierto. Mi soledad terminó por depender únicamente del vino, y a pesar de que era un jugador fuerte que podía sobrevivir por sí mismo, mis propósitos habían cambiado. La búsqueda insaciable que antes tenía, ahora era transformada en la compañía de mi soledad y en ver cómo los días pasaban sin que no pudiera hacer nada más que ser un espectador de cómo mi vida se iba hundiendo poco a poco.
Ella me había dado una poción que curó mi estado de ebriedad; pensé que habían pasado días después de que ella me hubiera salvado de aquellos dos vándalos, pero en realidad, sólo habían sido cuestión de minutos.
— Yellow… —volví a repetir su nombre.
— Hola, Red. Ha pasado tanto tiempo —su voz era diferente. Tal vez la voz de alguien más madura y fuerte.
— Lo siento… —quise decir inmediatamente—Lo lamento, Yellow. No… Yo no quise hacerlo. No quise abandonarte.
— Descuida, eso ya quedó en el pasado.
— De verdad —y rápidamente me alejé de su regazo para pararme— Fue una total equivocación. Nunca quise dejarte sola; pensé que el abandonarte te haría más fuerte, pero no fue así. Ahora, veo que la soledad es lo único que me ha afectado a mí.
¿Por qué decía estas cosas? No tenía ni idea, pero eran verdaderas. Tal vez, y sólo tal vez, Yellow me había cambiado a pesar de que ella estuviese ausente todo este tiempo.
— Yellow, por favor acéptame de nuevo con ustedes.
Mi petición la hizo dudar un momento. Todo había sido tan repentino y tan sorpresivo que la muchacha miró al suelo con tristeza. Pronto, se levantó y me miró con seriedad entre su capucha negra.
— Escucha… ¿por qué no hablamos en otro lado?
— De acuerdo —dije calmadamente.
— Han cambiado muchas cosas desde la última vez que nos vimos, Red.
Su confesión no era nada nuevo; tanto ella como yo lo sabíamos. Lo sorprendente era que podía notar que ella se había vuelto mucho más fuerte de lo que creía, y su presencia bastaba para comprobarlo. ¿Dónde había estado todo este tiempo? ¿Qué había estado haciendo? ¿Green y Blue seguían con ella, o habían muerto a lo largo de mi ausencia? ¿Qué es lo que había pasado con N?
— Vivo no muy lejos de este pueblo… —confesé. Sí… una casa humilde en la que no me gustaba estar, pero a final de cuentas era mi casa. Sólo que no había estado ahí desde que esos tres sujetos misteriosos me habían intentado raptar o asesinar—. Podemos hablar ahí, es seguro —mentí. Tal vez esos tres tipos ya habían entrado a mis aposentos y hurtado. Pero seguramente ahí era más seguro que el estar aquí, en un lugar público.
— De acuerdo…
— Espera, Yellow… Yo… —confesé— En serio quiero acompañarte.
La chica se quedó un momento en silencio.
— Venga, hay que apresurarnos. No es seguro el estar aquí —dijo ignorando mis súplicas, y acelerando el paso como si ella fuese una fugitiva. Salió de la taberna con la misma nostalgia con la que me había visto hace unos momentos.
Kalm
Tomé una gran bocanada de aire. Había estado respirando profundo y lento, pero por alguna extraña razón seguía sintiendo esa opresión dentro de mi pecho. Un peso grande me aplastaba como si fuese algo real. El sudor de mi frente empezaba a ser testigo de la lucha que se iba a presentar; una batalla que prácticamente me ponía entre la espada y la pared, ya que era lo que menos había querido desde que llegué aquí; desde que quería encontrarla y pedirle perdón.
De cierta forma Zinnia me había obligado a recitar esas palabras que ya hace tiempo se iban formando en mi mente; un perdón que todo el gremio Mega había escuchado y había sido testigo de cómo Serena me agredió violentamente debido a la furia que tenía consigo. No la culpo; yo también hubiera estado furioso si fingía mi muerte y después me aparecía como si nada.
Vaya iluso.
Y ahora, como si nada hubiese sido suficiente, Serena ya estaba en el centro de combate del coliseo; aquel mítico y popular coliseo del cual Sabrina nos había contado en el relato de cómo llegaron los novatos a combatir contra los miembros de cada élite.
Apreté con tensión mis manos; los gritos de euforia por parte del público iban aumentando conforme el elevador de piedra iba acercándose hasta el nivel del coliseo. Miré con nerviosismo mi reflejo en las varias cortinas de agua que formaban unas irregulares y turbulentas cascadas. La luz estaba por encima del mí, cada vez haciéndose más grande. Cada vez más cerca de enfrentarme a la única persona por la cual había venido hasta aquí. Y esta vez… iba a ser a muerte.
Mi corazón me palpitó; las manos me sudaban y mis pupilas se dilataron cuando la luz dio de lleno en mi rostro. De repente, una oleada de gritos me invadió y la gente vitoreaba al compás de mi aparición. Había más gente de la que creía, y tanto Alain como Manon estaban en sus respectivos tronos para presenciar lo que sería una batalla a muerte.
La luz del sol apenas iba dando su aviso por entre el horizonte del gran océano; no obstante, tal parecía que el astro rey sólo daba cabida a la gran presencia de Serena, que yacía a unos metros delante de mí, con la espada de fuego aumentando de poder con cada segundo en el que el sol se iba levantando. Su mirada estaba clavada en mí como si fuese una plaga a la cual exterminar; sus cabellos revoloteaban con el viento; su postura estaba más que lista para el ataque. Tal parece que no iba a tener piedad y mucho menos se iba a retractar de haber sugerido esta batalla a muerte.
— Serena… —susurré intentando detener esta locura.
— ¡Damas y caballeros! ¡Henos reunidos aquí… para presenciar la batalla entre nuestra líder de la élite Kalos, contra un nuevo miembro de nuestra familia, X! ¡Será una batalla a muerte así que las reglas son simples: el primero que muera perderá! —Alain había levantado su imponente voz, escuchándose por todo el coliseo y a lo largo de las múltiples gradas que estaban en medio de una cascada interrumpida por la edificación de piedra.
No quería hacer esto. En verdad no quería enfrentarme a la chica por la cual hacía todo esto. Un año buscándola, tanto tiempo investigando sobre su paradero y finalmente terminaba aquí, ahora, y en esta situación.
— ¡Muy bien, prepárense!... —Alain alzó el brazo y después lo agitó hacia abajo— ¡Comiencen!
No hubo tiempo siquiera de respirar. En un abrir y cerrar de ojos la Fénix Dorada había ido hasta mi posición y me lanzó un tajo de fuego que pronto se convirtió en una gran oleada. Lo esquivé a duras penas tirándome de bruces sobre el suelo.
Serena gritó de rabia, y de nuevo lanzó otro tajo de manera horizontal que ocasionó una lengua de fuego colosal iluminando el amanecer del día. Salté lo más alto que pude y me coloqué del otro lado del coliseo, dándoles la espalda a los espectadores.
— Serena… —nombré, pero tal hubiera parecido que el nombrarla la hizo enfurecer más.
Comenzó a correr rasgando su Firénix sobre el coliseo, provocando unas grietas que al mismo tiempo iban levantando chispazos cegadores. Aquello ocasionó que cubriera mi vista, lo cual me arrepentía de hacer porque acto seguido la espadachín salto pocos metros girando sobre su propio eje y con la espada como lanza. Un torbellino de fuego cual misil fue directo hasta mi posición, lo cual me dio de lleno.
Los segundos que pasaron la pasé en blanco, negro y varios colores en mi cabeza. Su golpe me había dejado atónito y me había disparado directamente hacia las gradas. Los escombros se hicieron presentes y las personas alrededor mio habían recibido también los daños colaterales de la pelea. Fuegos dorados comenzaron a emerger de los escombros debido al ataque de Serena, mientras yo intentaba reincorporarme; sentí un dolor agudo y un ardor insoportable en el abdomen. Me había quemado con el golpe. Mi vida pronto bajó un 40%. ¡¿Qué clase de jugadora tenía enfrente?! Sin duda alguna no era la Serena del Gremio Novato, pero tampoco era la jugadora que habían dicho que derrotó a la Sanadora Celestial. No… era alguien mejor y renovada con cada día que pasaba. ¿Quién demonios era ella?
Me levanté en mi lugar, pero al hacerlo note que mis ojos se salían de sus órbitas al ver que la jugadora había salido disparada cual proyectil hacia mi posición. No tuve siquiera tiempo de esquivar el ataque; una gran explosión dorada de más de diez metros a la redonda se hizo presente.
— ¡VAYA! —Manon era la anunciante de la contienda—. ¡Un duro golpe para X!
— Al parecer no está conteniendo todo su poder ¿eh? —decía Shauna a su equipo de Kalos en el respectivo palco que le correspondía estar.
La explosión había cesado y el humo se presentó; a penas duras había salido de ahí, pero con daños irrevocables. 15% restante de mi vida y ni siquiera podía iniciar un ataque de mi parte. No podía siquiera luchar contra alguien de mayor nivel; la diferencia era abismal, la experiencia y la técnica de combate entre ambos no estaba a discusión.
— Bien —jadeé a causa da la fatiga—, tendré que hacer lo que sé hacer.
Serena estaba de nuevo en al centro del coliseo, buscándome con atención… Así es. Antes de que la de cabellos color miel se hubiese dado cuenta, me había colado entre la muchedumbre que observaba el combate.
Los ojos de Serena se movían rápida y calculadamente. Pasaban los segundos, pero su mirada no daba conmigo entre un sinfín de espectadores.
— Cobarde, sal de ahí… —Serena estaba muy atenta a descubrir mi posición.
— ¡EH, SERENA! ¡AQUÍ ESTÁ…! —Avisó uno de la muchedumbre.
La muchacha vio hacia su posición, señalándome, pero realmente ella no estaba segura si era yo en realidad. Ella saltó sin dudarlo y llegó hasta mi posición. Sin embargo, me escondí cambiando de nuevo de apariencia. La muchacha no sabía a qué se había referido el sujeto que le avisó de mi localización.
— ¡No mentía! ¡Estaba justo aquí!
Serena bufó, pero de pronto sintió un pequeño corte de mi cuchilla que dio en una de sus piernas.
— ¡Aghh! —Serena se tocó la pierna y la sangre comenzó a emanarle.
Al voltear, yo ya había cambiado de apariencia de nuevo, y me había escabullido entre la multitud.
— ¡Eh! ¡Es él! —dijo uno de la muchedumbre.
— ¡No, está ahí! ¡Es X!
La gente pronto comenzó a avisar de mi localización por varias partes. Sin embargo, mi plan era cambiar de apariencia con cada segundo, convirtiéndome en un tal Erick, Roger, Haru, Mira… una docena de personas pertenecientes al gremio Mega. Iba cambiando de uno en uno, al mismo tiempo que yo ocasionaba que algún jugador al azar de los espectadores obtuviera mi apariencia y nombre de avatar por algunos segundos. Eso hacía que la gente avisara de mi localización en diversos puntos del juego, hasta que Serena se confundió y no sabía a quién hacerle caso.
Sin embargo… ¿cuál era el verdadero propósito de todo esto?
Una pequeña cortada tal como la que había ido a la pierna de Serena ahora fue directo a su hombro. Ahora, a su brazo, vientre, mejilla, mechón de pelo, mano, dedo. Todas las partes del cuerpo de Serena iban siendo heridas por varios miembros del Gremio Mega, que en realidad eran un yo disfrazado. La chica se rehusaba a salir de las gradas, intentando dar conmigo para acabar de una vez por todas esta batalla, pero pronto las heridas y los pequeños tajos comenzaron a surtir efecto en ella y la muchacha empezó a gemir de dolor.
— ¡Ahí está!
— No, soy yo.
— Espera un momento. ¡Es él!
— ¡A que no me encuentras!
Yo gritaba a diestra y siniestra por todas partes, integrándome entre los gritos de la muchedumbre que intentaba hacérselas con mi localización.
— ¡Sal de ahí Serena! —gritaba Korrina, una de sus compañeras del escuadrón Kalos.
Pero la muchacha se negaba a salir de ahí. En cambio, seguía recibiendo los tajos de mi cuchillo que iban bajándole la vida drásticamente. Una, dos, siete, quince cortes de parte de cada jugador desconocido.
— ¿Qué demonios…? —Alain por primera vez se había sorprendido—. ¿Qué está pasando?
— Nuestros miembros la atacan, Alain. ¡Debemos hacer algo! —replicaba Manon.
Zinnia se rio sabiendo que no eran los miembros.
— ¡Alain, no son ellos! ¡Es X! ¡Es un hacker! —aviso Sabrina, que ya sabía de mi habilidad secreta.
Serena seguía recibiendo el daño, hasta que el ceño fruncido de su rostro le hizo explotar de furia y salió de las gradas para colocarse en el centro del coliseo.
— Jaque mate… —Brendan había visto toda mi táctica.
Y en ese momento, cuando la Fénix Dorada aterrizó en el coliseo, yo la esperaba a sus espaldas, con mi pequeña cuchilla tocando el centro de su columna.
Solo bastaba una pequeña presión de mi parte; sólo una, porque la vida de Serena estaba en un 3%. Había recibido tantos cortes que perdí la cuenta; lo que más me impresionaba es que no había tomado la decisión de salir de las gradas hasta el último momento, lo cual le había costado la batalla.
— Lo siento, Serena.
Cuando la muchacha intentó reaccionar, bastaba con un pequeño tajo de mi parte… Sólo eso. Un simple empujón.
Y sin embargo, no lo hice.
En lugar de eso, aventé mi cuchilla hacia el suelo; Serena volteó sorprendida por la habilidad que tenía. "¿Cómo era posible que cambiara de apariencia?" "¿Cómo era posible siquiera que tuviera un hackeo especial en el juego" Supongo que esas eran las preguntas que más rondaban por su cabeza y por la de todo aquel que me estaba observando en estos momentos.
— Lo siento Serena —dije apretando los puños. Por supuesto que no iba a matarla.
La muchacha me miraba con las gotas de sangre por todo su cuerpo goteando a un ritmo lento y pronunciado.
— No puedo hacerlo. Si quieres matarme, hazlo. Esto no es tu culpa. Está bien que te sientas furiosa. Está bien permitirte sentirte de esa manera. No es tu culpa después de todo.
La muchacha se arrodilló en el suelo y colocó las palmas de sus manos en los charcos de sangre que formaron sobre ella.
— Cobarde… —susurró con lágrimas en los ojos—. Hazlo. Mátame… ¡Hazlo! ¡Cobarde!
— Sí, fui un cobarde —admití al pensar en dejarla ahí abandonada y fingir mi muerte— Sigo siendo un cobarde. Pero… pero si me quedó… si me aceptas, puedo enmendar todos mis errores. Puedo recuperar la confianza que tuviste en mí; podemos vencer el juego si unimos fuerzas tú, yo, y todos los que quieran unirse a Alain. Debemos salir de aquí. Tenemos que hacerlo… por Ritchie; por el gremio Novato; por Satoshi; por ti…
La gente quedó muda. Incluso Alain estaba esperando a ver los acontecimientos siguientes, mas la única que debía permitirse hablar o actuar en ese momento era Serena. El entrenamiento que ella había adquirido a lo largo de todo este tiempo dejaba impresionado a cualquiera, eso sin duda; no obstante, todo lo que habíamos visto hasta ahora era cuestión física de poder. Si en verdad también había entrenado de manera mental y sabía controlar sus sentimientos y emociones, este era el momento de demostrarlo.
La muchacha se paró tambaleante, aun con los hilos de sangre recorriendo su blanca piel; la cota de malla sonó al compás de los pasos que dio cuando me enfrentó frente a frente. La mirada que recibí contenía muchos sentimientos encontrados que no pude descifrar, y en un momento final, se dirigió hacia Alain:
— Me rindo.
El líder fue el único que sonrió debido a lo interesante que se estaba poniendo esto. El escuadrón de Kalos, por su parte, había enloquecido al tiempo en que Serena dijo estas palabras. Los cinco miembros de élite intentaron salir de ahí, gritándole a Serena que detuviera esta completa estupidez, pero Alain los detuvo con un simple ademán de brazo.
Entonces, su máxima autoridad habló:
— El ganador de la contienda es X. Ahora, él es un nuevo miembro oficial del Gremio Mega. Debido a que la batalla era a muerte, el ganador ahora elige el destino del perdedor. Así que, X, tú decides qué es lo que se hará con Serena.
Miré a la muchacha; no quería dudarlo ni un instante. Quería que se quedara.
— Yo…
— Alto —Serena me detuvo con una voz firme y llena de convicción— No digas nada. No… no digas nada imbécil.
Mis palabras se ahogaron en mi garganta. Estaba completamente sorprendido por la actitud de la muchacha. Ella simplemente caminaba de pie hacia la salida del coliseo.
— ¡ALAIN! —La joven tenía una voz diferente a la muchacha inocente y débil que había formado parte de mi gremio. Estaba seguro de que ella no era Serena— ¡No necesitas esperar a que X elija! ¡YO ME LARGO!
Y dicho estas palabras, Alain sonrió misteriosamente, como si todo aquello le hubiese parecido divertido. Manon miró a su compañero, pero éste asintió para después desaparecer por el palco y seguir en sus asuntos. Manon le siguió y pronto toda la élite dejó el coliseo, excepto la muchedumbre y el escuadrón de Kalos, así como Hikari, Haruka y algunos más.
— ¡Serena! —Korrina fue la primera que quería intervenir, pero ella ya había desaparecido por el elevador de piedra que la descendió hacia las prisiones de agua.
Así como su propio escuadrón, yo también quería detenerla. No iba permitir que se me escapara de nuevo y menos con toda la inseguridad que se vivía fuera de esta fortaleza.
Descendí por el elevador, caminé en los laberintos subterráneos acuáticos y crucé por debajo de la cascada para llegar de nuevo al castillo. Había corrido jadeante para detenerla, pero su escuadrón fue más rápido. Ella estaba en el salón principal del castillo, bajando las escaleras tapizadas de una alfombra carmesí y con ventanales destellantes de luces variadas debido a un sol que finalmente había salido por el horizonte.
— ¡Serena! ¡Serena! ¡Por favor! —Shauna corrió hacia ella, pero ésta ya había alistado rápidamente todas las cosas de su alcoba dentro de su inventario e iba directo hacia la salida de la fortaleza.
— ¡Hey, Serena! ¡No te vayas! —el muchacho gordo del grupo, Tierno, también le sujetaba de un brazo.
Viola, Korrina y Grant sólo se dedicaban a observar cómo su líder les abandonaba. Yo estaba unos metros más alejado pero observando la escena, ahí en la oscuridad donde las vitrinas no resplandecían con el sol.
— Por favor, suéltenme —lo dijo de una manera calmada.
— ¡No! ¡No permitiré que te vayas así como así! —Shauna comenzó a llorar— ¡No puedes hacerlo! No puedes dejarnos aquí, sin una líder como la que eres, Serena.
— Shauna, por favor…
— ¡No! ¡¿Es que piensas que no somos nada para ti?! Recuerda el cómo nos conocimos y el cómo nos volvimos fuerte todos juntos. Hemos recorrido un largo camino hasta acá para vencer, no para huir. ¡No desistas tan fácil!
— No eres tú, Shauna. No son ustedes. Por supuesto que los considero mis amigos.
— ¡Entonces no te vayas! —terció Tierno.
Korrina estaba con el ceño fruncido, pero incapaz de hacer algún movimiento que fuera para ayudar a sus amigos.
— Chicos… —Grant, el chico serio del grupo, intervino—. Suéltenla. No podemos obligarla a nada. Lo saben muy bien.
— Pero Grant… —Viola intervino con un aire consternado.
— Ella es nuestra líder; lo seguirá siendo a pesar de que nos deje. Si realmente somos un equipo, entendemos el dolor del otro sin importar las circunstancias. Empatía para con nuestros compañeros; ni más ni menos.
— Odio admitirlo pero tienes razón —apoyó Korrina.
Shauna dejó de apretar el brazo de Serena, así como Tierno. Ambos soltaron sus extremidades, y la muchacha finalmente llegó hasta las puertas principales del castillo. Estas se abrieron al presencia su entrada, y una gigantesca luz cegadora entro en la sala. La sombra de Serena resaltó más al tiempo en que salía, pero paró un momento en el camino y volteó de reojo.
— Sólo… sólo necesito un tiempo a solas. La muerte de Satoshi, la aparición de alguien que pensaba que estaba muerto, muchos recuerdos que pasan por mi mente… son muchas cosas para un solo día.
Shauna se quedó sin palabras. Yo me adelanté unos metros, pero no quería interrumpir aquello. Quería detenerla, pero admitía que había sido mucho para ella. La entendía perfectamente.
— Necesito asimilar todo lo que ha pasado. Discúlpenme.
Y al finalizar, la sombre de la grandiosa fénix desapareció en la luz inquietante y confusa del alba.
Dawn
Serena se había ido de los Mega, y a pesar de que su escuadrón intentó detenerla ella tomó la determinación de al menos alejarse un rato.
— Ella regresará.
León iba caminando a mi lado. Ambos íbamos tranquilamente por un largo y estrecho adarve de la gran muralla que nos dirigía por el castillo. Íbamos de regreso después de haber presenciado la batalla, pero pronto habíamos elegido que no teníamos un destino en concreto, por lo que caminábamos adonde nos llevara el viento. La vista alrededor del adarve era hermosa. El sol ya estaba más arriba del horizonte, sin ninguna nube que interfiriera en su camino y con el océano extendiéndose por todos lugares, con la brisa salina salpicando y secando mi cabello cobalto.
— Por supuesto que regresará, pero lo que me inquieta es el cómo está tomando todo esto.
— Es más fuerte de lo que creemos. Sabrá asimilar todo.
— Eso esperemos.
Hubo un momento de silencio donde ambos disfrutamos de los Wingull volando por doquier y tratando de cazar a sus presas desde la superficie del océano. Me detuve un momento recargándome en la muralla. Miré hacia el más allá, donde el horizonte no podía asomarse. En realidad, estaba sumida en mis pensamientos.
— ¿Crees que soy fuerte?
León se extrañó un momento por mi pregunta. Se detuvo en el camino y de igual manera se recargó en la muralla. Sus cabellos azabaches azotaban con la brisa fuerte y repentina.
— Por supuesto que lo eres, Hikari. Incluso podría decirse que me has rebasado —aquello último lo dijo en un tono sarcástico, aunque real.
— No lo sé… yo…
— Hikari, mírame —León tomó entre su mano mi barbilla y me obligó a mirarlo profundamente— No dudes ni un momento de ti. ¿Entendido?
— Pero…
— Por favor. Ese es el primer paso hacia la debilidad. Debes estar segura de que puedes con esto y más. Eres la Novata Índigo.
— Lo sé, León, sólo que…
— Tú convenciste a miles de novatos a pelear a tu lado en las mazmorras. ¿Lo recuerdas?
— León…
— Tú luchaste contra el Gremio Sinnoh e intentaste proteger a Satoshi. Has creado un gremio integrado por grandes jugadores.
— Sólo que…
— Y también has llegado hasta aquí para…
— ¡NO HEMOS PODIDO CONSEGUIR EL ARCO DE LUZ!
Aquello dejó sin palabras a León. El muchacho se tragó todas las palabras y los halagos que tenía por delante, y de pronto quedó estupefacto.
— Sí, me he vuelto fuerte. Sólo que… necesito serlo más. Nunca uno está conforme con lo que tiene; no mientras estemos atrapados aquí.
— Te… te exiges mucho.
— Y así debe de ser, León. Quiero decir, hace un año pensaba que iba a conseguir lo que me prometiste de una manera rápida, pero ni siquiera hemos atinado a saber cómo o dónde podría conseguir ese arco.
— Sé que te lo prometí, pero…
— Entiendo. No es fácil; un arma como aquellas es de esperarse que sea escasa y limitada, sino que la única.
— Hikari…
— Y por más extraño que pareciese, me he entrenado fuerte a lo largo de todo este tiempo, gracias a ti en mayor parte…
— Escucha… Yo…
— Sólo que aun siento esas ansias de saber dónde podría estar. Tal vez si investigamos en algún lugar que no hemos investigado. Pero eso es prácticamente imposible por el inmenso lugar que es PBO.
— No sé dónde está el arco de luz.
— Pero debe haber alguna manera en la cual… —me detuve de repente al asimilar la confesión de León.
— No sé dónde está.
— ¿Q-qué…?
— Yo… yo mentí. Mentí sobre el Arco de Luz.
Me dejé de recargar en la muralla; ahora retrocedía a causa de la impresión y la rabia que estaba sintiendo.
— Hikari… yo solo… solo quería que estuvieras conmigo porque…
— Me mentiste.
— ¡No… espera! ¡No! Bueno, sí pero no es lo que crees.
— Todo este tiempo no sabías dónde estaba. ¡Y aun así me dijiste que sabías!
— ¡Lo sé! ¡Lo sé, Hikari! ¡Pero entiende! Te lo dije porque quería protegerte.
— ¿Protegerme? ¿A mí? ¡¿Con qué motivo?! Yo era una desconocida para ti cuando nos encontramos en la posada.
— Sí, pero eras fuerte. Eras alguien a quien debía proteger porque eras una inspiración para miles de jugadores.
— O… o tal vez porque querías protección. Te sentías inseguro y querías estar en manos de alguien valiente y fuerte.
— Sí… No. ¡No! ¡Hikari, no malinterpretes las cosas! —León me quiso tocar pero se lo impedí—. Escucha, yo fui entrenado por A.Z… Es alguien que
— Me importa quién te entrenó. ¡Me usaste!
— No. Por favor, comprende. Soy capaz de manufacturar arcos a pesar de que no sea arquero, y se lo debo a él… Quise enseñarte a ti lo que me transmitieron, porque tengo fe y esperanzas puestas en ti.
— Mentiroso. ¡No me toques, ¿entendido?! —me di la vuelta furiosa, alejándome.
Lo que más me molestaba, es que esto me alejaba más del Arco de Luz, el cual Brendan podía conseguir más temprano de lo que yo estaba.
Drew
Volteé fugazmente la pupila. De un lado a otro, como si una amenaza estuviera rondando por ahí intentando asesinarme. Y me sentía así; me sentía cual presa en medio de una jungla llena de leones salvajes que querían masacrarme, despedazarme, atarme y torturarme.
De nuevo hacia la derecha; no… izquierda. ¡No, atrás! Demonios; no sabía por dónde podía venir tal amenaza. No sabía dónde se encontraba, porque en cualquier momento podía clavar sus cuchillas de fuego sobre mi vientre, o bien podía quemar el otro lado de mi rostro.
Frente a mí se encontraban las puertas del comedor. A su lado, las antorchas esmeraldas bailaban de una manera misteriosa y con una luz penetrando sobre mi alma. Esas llamas esmeraldas podían presenciar mi miedo, mi tortura, mi debilidad.
¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué no me había quedado con Solidad?
Al fin y al cabo, pertenecía a este gremio. No lo iba abandonar; no podía abandonarlo después de todo, o ella iba a clavar sus garras sobre mí. La presa iba a ser devorada. Debía actuar como tal, como el deber dictaba en sus reglas; tal y como Cynthia quería, al pie de la letra.
Yo era la presa; Cynthia, la cazadora.
Respiré hondo. Las puertas del comedor se abrieron mientras las bisagras doradas rechinaban. En el comedor había muy pocas personas; ya nadie quería comer ahí. Nadie siquiera paseaba tan abiertamente como yo lo había hecho hasta ahora. Ahí, solamente estaban algunos cuántos miembros no tan importantes que me miraban con si fuese un espécimen raro.
Sentía el cuchicheo de todos; los susurros llegaban hasta mis oídos. Me tenían miedo. No por mi poder, no por mi puesto en le gremio, no por todo lo que había hecho a lo largo de mi estadía en PBO. Me tenían miedo por la lástima que ocasionaba y por la quemadura que aún estaba sobre mi rostro. Me tenían miedo porque yo era un claro ejemplo de qué era lo que pasaba si desobedecías las órdenes de la reina suprema; de la cazadora de fuego, que sólo se alimentaba de gacelas débiles como yo.
Me senté; ni siquiera observé la cena que había alrededor. Sólo podía limitarme a recordar la quemadura sobre mi lado izquierdo gracias al reflejo que proyectaba la vacía bandeja esmeralda que tenía como plato.
Yo no era Drew. Me había convertido en alguien más; ya no era aquel bravucón de la escuela que molestaba a la gente débil; ya no era el Nuevo Rey del que anteriormente se hablaba cuando tomó el control del Gremio Esmeralda. Ya no era nadie; tan sólo un lacayo bajo las órdenes de alguien más temeroso y fuerte que yo. Un lacayo lastimado, pisoteado y humillado.
Podría haber seguido pensando en las lastimosas cosas que me habían pasado a lo largo de todo este tiempo, pero mis pensamientos se vieron interrumpidos por una persona que se acercaba más con lástima que curiosidad.
— ¿Drew…?
Miré de reojo con mi ojo bueno a Úrsula, que se acercaba temerosa pero dispuesta a hablar conmigo. Yo no respondí; no quería hablar con nadie.
— ¿Cómo… cómo estás?
¿Era real su pregunta? Ni siquiera iba a responderla; ella sabía perfectamente cómo me encontraba.
— Escucha… lo que hizo Cynthia estuvo mal.
— ¿Qué quieres? —pregunté bruscamente. No quería compañía, y ella no lograba entender que mi actitud intentaba alejar a todos.
— Me preocupaba por ti. Desde la otra noche en la que… ocurrió aquello.
— ¡Já! —mi risa fue violenta y seca— ¿Desde cuándo te preocupa mi bienestar?
— Drew, somos un equipo. Somos un gremio.
— Ustedes. Yo sólo estoy aquí porque no tengo adónde más ir.
Inesperadamente, Nando se había acercado de igual manera. Tal parece que aquel dúo era inseparable.
— Somos fieles seguidores de Cynthia, Drew. Sin embargo, sabemos… —súbitamente bajó la voz para que ningún testigo fuera capaz de escuchar lo que estaba diciendo—.. sabemos que Cynthia está volviéndose alguien… diferente.
— ¿Diferente? —cuestioné sarcásticamente.
— Sí. No nos está gustando cómo está llevando las riendas del gremio.
— Yo creo que a nadie le está gustando, pero no nos queda otra opción mas que aceptar nuestro destino —confesé.
— Sé que el revelarnos contra ella es imposible. Y más que somos nosotros dos un par de novatos. Pero… pero no podemos soportar el ver cómo te ha tratado —dijo Nando, ocultando su rostro en la sombra de su sombrero olivo.
— Vaya, supongo que tenían que esperar a que yo sufriera para que pudieran entenderlo.
— Drew, sólo queríamos que supieras que estamos aquí… para cualquier cosa.
— Oh, qué considerado de su parte —apreté los puños con furia.
— No queremos que el gremio se separe —por primera vez notaba en Úrsula un sentimiento de unión.
— ¿Y qué pretenden hacer con todo esto? ¿Eh? —me levanté de mi asiento, furioso; levanté la voz sin siquiera notarlo. La gente nos observó a los tres—. No pueden hacer nada; no hay nada que siquiera podamos hacer para remediar esto. Las esperanzas están perdidas… ¿Quieren revelarse? ¡Adelante! Pero no me metan a mí. Ni siquiera sientan lástima por mi, o intenten ayudarme con palabras bonitas. No quiero que se involucren conmigo, porque saben el odio especial que me tiene Cynthia. Sólo los metería en más problemas de los que ya estamos todos. Así que aléjense.
Ambos sujetos retrocedieron un poco. Mis palabras les habían herido después de que habían sentido compasión ante mí. Sin embargo, era justo y real con lo que decía aunque sonara crudo.
— Tiene razón.
Alecrán se había acercado. Era el único de los miembros fuertes que se encontraba ahí. EL muchacho había escuchado toda la conversación a una distancia alejada.
— No deberían meterse en donde no les incumbe. Además, este tipo ya está perdido. No hay nada que puedan hacer por él.
Bajé la mirada; odiaba admitir que tenía razón. Yo estaba perdido y sin esperanzas.
— Váyanse —ordenó.
— No puedes…
— Úrsula —nombré; no quería que desafiara a Alecrán. No quería que se meteria en problemas. Agradecía que se preocupara ella y Nando por mí, pero ya era suficiente—. No lo hagan. No se comprometan a defenderme.
— Pero Drew…
— Por favor —supliqué, intentando ocultar mi rostro por lo bajo— Después de todo, no querrán meterse con un traidor.
Alecrán abrió los ojos de golpe y se acercó a mí. La diferencia de estatura era considerable. Después de todo, él era un chico flácido y yo era más fornido que él, pero lo primero que había aprendido en PBO era un caer en los prejuicios prematuros a pesar de las apariencias.
— ¿Qué has dicho? —dijo en un tono más serio y grave.
Nando quería intervenir, pero le lancé una mirada de impedimento. Alecrán estaba a centímetros de mi rostro.
— ¿Sabes que puedo decirle esto a Cynthia, verdad? Nando y Úrsula estarían en problemas si ella se entera que quieren ayudarte.
— ¿Ayudarme? Sólo sientes lástima de mí. No es nada nuevo —reí sin miedo alguno a su furia— Además, parece que te ha dolido que te dijera traidor. ¿O es que estoy mintiendo?
— No es así.
— ¿Entonces por qué demonios esperaste un año en reaparecer? Todos pensábamos que habías abandonado el juego en la batalla contra el gremio Diamante y Perla.
— No quise hacerlo.
— ¿Era por miedo a Cynthia? —pregunté, leyendo su mirada—. Tranquilo; no te juzgo. Todos le tenemos miedo.
— Yo no.
— ¿Entonces por qué regresaste cuando estabas seguro de demostrarle fidelidad a Cynthia, sabiendo con seguridad la localización de la Novata Índigo? ¿Acaso querías regresar como un héroe? ¿Cómo un fiel seguidor sin que nada sucediera? Lo has conseguido, pero hay algo que no vas a poder conseguir, Alecrán… —me detuve mientras él esperaba una respuesta—: Coraje.
Sin más, me alejé de ahí. Alecrán estaba sumamente molesto por lo que había dicho; a pesar de todo, no iba a atacarme para desatar su furia. No podía hacerlo ahí ni ahora, o habría problemas. Solamente había mencionado palabras crudas y reales que dolían, y que le habían abierto los malditos ojos a una realidad en la que estábamos todos. No obstante, lo más increíble de todo, es que el haber mencionado aquellas palabras explícitamente me habían abierto a mí los ojos.
Coraje. Era lo que faltaba para salir de las garras de la cazadora.
Skyla
— ¡Por aquí!
La puerta del torreón se azotó al abrirse; los relámpagos cayeron a lo lejos, con su haz temeroso de luz atravesando toda el aula con un eco estruendoso. Los gritos de Shigeru inundaron la sala mientras las gotas de sangre iban cayendo una tras otra sobre el piso de mármol. Tileo también había estado inconsciente, y Black fuera de esta realidad.
— ¡WHITE! ¡SUÉLTENME, BASTARDOS! ¡QUIERO DE VUELTA A WHITE!
Los gritos eran ensordecedores y trágicos. El muchacho gritaba desgarradoramente, mientras intentaba zafarse de los brazos de dos guardias que lo tenían bien sujeto.
— ¡Lleven a Shigeru a primeros auxilios! ¡De inmediato! —le ordené a los dos guardias que iban cargando en brazos al sanador inconsciente.
— Esto no es normal; esos ataques no fueron normales —me dijo Winona mientras yo intentaba dirigir a todos para mantenerlos bajo control.
— Estos ataques no se curan con simples pociones. Ya llamé a los mejores sanadores que tenemos en todo el maldito gremio.
Al ver pasar a Shigeru, noté que una de sus piernas estaba faltante; además de la sangre goteante y pixeleante, un ente negro emanaba del agujero donde había estado su pierna; un aura negra que quería salir.
— Es la esencia que dejó Kyurem en él —dije para mí mismo.
Tileo, Narciso y Malva también estaban heridos, pero no tanto como el Jugador Neutral. De igual manera fueron a ser revisador por sanadores que controlarían esas heridas.
El viento azotaba contra los muros exteriores del torreón; afuera, escombros de edificaciones provocadas por el Pokemon Legendario hacían ver en ruinas Ciudad Celestial; los relámpagos, se enfurecían cada vez más al transcurrir los segundos; la lluvia era testigo de cómo todo el ambiente se intensificaba más.
Diantha apareció por la entrada; su silueta era opacada por los rayos que le siguieron al aparecerse ahí. Comenzó a caminar hacia un guardia que intentaba socorrerla; sus heridas también estaban llenas de sangre y de un humo denso y negros que emanaba de su propia piel. Sin embargo, tenía el rostro más sombrío que jamás hubiese imaginado en mi vida. Ella estaba más que furiosa; en ese momento, Diantha era una desconocida para mí. Sabía que aquella batalla perdida había sido el roce perfecto para desatar una furia que el guardia no estaba presenciando. Al momento en que decidí actuar para separar al guardia de su rango de alcance, fue demasiado tarde.
Diantha sujetó al guardia del cuello y lo levantó sin el mínimo esfuerzo. El sujeto suplicaba por aire y se le cayó el yelmo mientras rodaba éste hasta mis pies. Diantha lo miró más con irracionalidad que con desprecio. Ella simplemente estaba cegada por la ira y el salvajismo.
Cuando la vida del soldado había llegado a cero, explotó en pedazos.
Nadie dijo nada; todos queríamos escapar, pero al mismo tiempo no atrevimos a movernos de ahí.
— ¡Todo aquel que sea sanador…! —su voz era rasposa y agravada. No era ella…— ¡Todo aquel que sea sanador que venga ante mí!
Su orden había sido escuchada por algunos veinte jugadores que habían estado dentro del torreón; nadie se movió en lo absoluto. Incluso los jugadores que socorrían a los de élite dejaron de moverse porque sabían que estaban ellos mismos en peligro.
— ¡RÁPIDO!
A pesar de su furia y su inquietud por querer tener a más sanadores, nadie obedeció.
— ¡¿Quién?! ¡¿Quién más es sanador?!
Diantha intentó que el aura blanquecina que la caracterizaba intentara emanar de su cuerpo, pero le fue imposible. De hecho, los sanadores encargados de ver a Shigeru también estaban en la misma situación; inclusive Shigeru tampoco tendría poderes.
— ¡No…! ¡NO PUEDO PERMITIRLO!
La Sanadora Celestial se arrodilló en el suelo; la brisa empujó la lluvia dentro del recinto y limpió la sangre que estaba derramada por el suelo.
— Primero fue esa estúpida novata… luego fue ese sujeto que nos robó las megapiedras. Ahora, llega N y hace lo que quiere en mi reino, robándome los poderes que tanto trabajo me costó conseguir. No puedo… ¡NO PUEDO PERMITIRLO! Necesito que los demás sientan lo que estoy sintiendo… Necesito que los demás sanadores se les prive del poder que tienen; ¡yo soy la única sanadora capaz de hacer cosas increíbles y poderosas! ¡Soy la única con el papel principal de este juego, nadie más! ¡Ese N no puede quitarme la atención, no puede ser el centro del universo cuando la actriz principal soy yo! ¡Ningún sanador puede arrebatarme lo que es mío!
Retrocedí unos pasos. Winona también había sentido el miedo recorriendo su cuerpo.
— ¡Élite, les ordeno que ataquen a todo sanador!
Winona y yo nos miramos de reojo.
— ¡ÉLITE!
Tileo se levantó como pudo; Narciso no podía hacer nada así como Shigeru debido a que estaban inconscientes; Malva, intentaba pararse pero le era imposible; Black simplemente lloraba de desesperación sin escuchar ninguna orden.
— ¡ÉLITE! —Esta vez gritó más fuerte, pero su desesperación había llegado a un límite.
Súbitamente, llegó hasta cinco jugadores que habían estado observando la escena y uno a uno fue asesinándolos con toda la furia que tenía. Uno de ellos era sanador, y cuando Diantha clavó sus uñas en su rostro, sintió una satisfacción incapaz de describir.
— ¡Winona, Skyla, maten a todo sanador! ¡ES UNA ORDEN!
Winona dudó por un momento, pero al ver a unos metros de ella a otro jugador que sin titubear intentó escapar, ella ya estaba golpeándolo. Tileo sujetó con fuerza al guardia que lo socorría y comenzó a golpearlo a pesar de sus heridas. Pronto esto fue una matanza sin sentido, donde los gritos de Black y la risa maniática de Diantha hacían más insoportable el lugar donde me encontraba.
— ¡Skyla! ¡Asesina!
Me quedé en mi lugar. Winona volteó a verme.
— ¡SKYLA! —nombró de nuevo Diantha.
No iba a moverme. No quería; no debía matar a jugadores sin sentido. Ya estaba harta.
Diantha se detuvo lanzando a un jugador hacia la muralla rompiéndola y permitiendo que el viento se colara por el agujero que dejó.
Winona me dirigió de nuevo otra mirada, pero ahora de preocupación.
— Skyla… —mi amiga no sabía que hacer al ver que Diantha se aproximaba hasta mí.
No me moveré. No le tenía miedo a esa jugadora que sólo se ha dedicado a inyectarnos desesperanza y terror.
Diantha sonrió. Sabía que me iba a enfrentar a ella. La sanadora se encaminó hacia mí con unas zancadas pronunciadas y largas.
— ¡Skyla! —Winona gritó para que intentara reaccionar y obedeciera lo que había comandado nuestra líder.
No iba a obedecerla. No más.
La sanadora llegó hasta mi posición. Me sujetó del cuello; me levantó de una manera en la que el aire comenzó a faltarme. Sentí a mi alrededor que todo comenzaba a volverse negro. Quería defenderme, pero ni siquiera había reaccionado. Quería respirar, pero me era imposible.
Noté aún los lloriqueos inconsolables de un Black que seguía en el suelo. Tileo seguía matando a diestra a siniestra, a pesar de que no fuera a sanadores en específico. Winona se quedó estupefacta al ver que mi barra de vida bajaba debido a la falta de aire.
Sonreí.
No iba a caer más en sus juegos. No iba a ser más una súbdita de sus desastres. No iba a estar más bajo su control… aunque desde hace tiempo ya había tomado esa decisión.
Diantha me soltó cuando tenía mi barra de vida en su límite mínimo. Mi mareo fue pronunciado y la bocanada de aire que inhalé fue tanta que pensé que mis pulmones iban a reventar. Tosí más de la cuenta; cual bulto quedé en el suelo hasta que logré volver a estar consciente y retomé mi color moreno de piel.
— Matarás a quien yo te diga —fue el ultimátum de Diantha.
Tileo ya se había encargado de asesinar a todos los jugadores que estaban ahí. Sólo quedábamos los de élite y la Sanadora Celestial.
Asentí.
— Mañana por la mañana. Iremos a cada rincón de la ciudad a exterminarlos quieras o no. O morirás de una forma que no te gustará.
¿Morir? De eso no tenía miedo.
Diantha se volteó y caminó hasta Black, que se había cansado de suplicar que le devolvieran a White.
La sanadora lo pateó de una manera que salió volando arrastrándose por todo el suelo de mármol.
— Y quien no me obedezca, pagará las consecuencias muy caro…
Los relámpagos fueron testigos de sus amenazas. Unas amenazas que sin lugar a dudas, ya habían perdido su valor real.
Los minutos que transcurrieron en la tardía noche fueron rápidos. Llegué a mis aposentos de una manera calmada pero consciente de que debía empacar todo rápido. La fogata de la chimenea chisporroteaba de una manera misteriosa y siendo testigo de cómo iba a salir de ahí no con miedo, sino con determinación de buscar las esperanzas que tanto me habían faltado. En lugar de aquella túnica bicolor que representaba al famoso Gremio Equilibrio, me coloqué una túnica más negra que la oscuridad, intentando disfrazar mi silueta en una noche que iba a ser difícil y larga.
Miré al fuego que salía de la fogata. Las llamas me devolvían la mirada de una manera amenazante pero apacible. Todo estaba ya guardado dentro de mi inventario, excepto la túnica blanca y negra que sujetaba sobre mis manos.
— Es hora de hacer las cosas bien.
Dejé que la capa del ying y el yang se envolviera entre las llamas de un fuego que iba tomando más fuerza, alimentándose del algodón de la túnica. Un gremio que estaba bajo las llamas de una perdición total; un gremio que iba a desaparecer tarde o temprano. Porque ya no había esperanzas para ellos… para los Cuatro Grandes. No mientras había otro gremio bajo los lugares inhóspitos de PBO que iba adquiriendo una fuerza descomunal.
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Caminé bajo la noche estrellada. Los escombros a lo lejos seguían desprendiendo cenizas de concreto, un humo denso y un aura ennegrecida de un Kyurem que dejó heridas a su paso. La isla más grande de Ciudad Celestial apenas era visible desde mi punto de vista. Suspiré al ver que estaba a punto de tomar la mayor decisión de mi vida. El Gremio Equilibrio me había dado todo desde un principio, aunque yo había llegado ahí por mis propios méritos. Sin embargo, con el transcurso del tiempo sabía que este gremio y los otros tres se habían desviado del camino; había descubierto cosas que afortunadamente no eran de mi parecer; se habían envuelto en una oscuridad que no era conveniente para todos. PBO necesitaba luz; PBO necesitaba esperanzas.
— Skyla…
Volteé hacia atrás. En aquella isla desierta llena de vegetación estaba Winona. Ella me había seguido, aunque sabía que sospechaba de mí.
— Tengo que hacerlo, Winona.
Esta era la parte difícil de abandonar al gremio. Dejar a mi más grande compañera atrás, rodeada de una persona que había perdido la cordura.
— ¿Por qué?
— Hemos estado todo este tiempo en el lugar incorrecto.
Las lágrimas salían de mis ojos. No quería discutir con ella; con todos menos con ella.
— Este es el lugar indicado. Abre los ojos —me respondió—. Has perdido la luz. En la batalla contra N has intentado asesinar a Diantha; inclusive la Fénix Dorada no te atacó cuando fuimos a pelear contra ella en Pueblo Nube.
— Sospechas bien de mí —confesé.
— No me sorprende que seas alguien diferente a quien dices ser.
Suspiré.
— ¿Desde cuándo…? —preguntó.
— ¿Qué?
— ¿Desde cuándo eres una espía?
Me quedé en silencio. No había manera de discutir con ella; el deber era justo lo que tenía que cumplir en estos momentos. Dejar de lado el sentimentalismo, la subjetividad y los pensamientos que me unían a Winona era lo que debía hacer.
— Eso no importa —sabía que tenía que luchar contra ella—. Lo importante es que sé cuál es mi camino. Sé hacia dónde ir y a quién seguir. Acompáñame y ambas sabremos qué es lo mejor para salir de aquí de una vez por todas.
— ¡Nosotras podemos salir! ¡Nosotras somos beta! ¡Skyla, por favor! ¡Podemos salir de aquí de una vez y huir! ¡Podemos rehacer nuestra vida! ¿Por qué te aferras tanto a personas que ya no tienen esperanza?
— ¿Por qué te aferras tanto tú a la cobardía? ¡Eso es lo que menos quiero hacer, Winona! ¡No quiero huir y dejar a esta gente como si no me importara! ¡Eso es lo que hacen los cobardes! ¡Es lo que hemos estado haciendo todo este tiempo!
— No creo estar de acuerdo en lo que dices.
Me volteé finalmente para verla.
— Si nuestros pensamientos son diferentes, nuestros propósitos también lo son —las lágrimas debía guardarlas para otros momentos; la amistad, el afecto, el compañerismo. Nada de esto iba a interferir con mi camino hacia un nuevo destino— … Y sin nuestros propósitos son distintos, somos de bandos diferentes. No permitiré que nadie se cruce para impedir mi objetivo.
Y aunque me doliera con toda el alma, esto era lo que debía hacer. Si luchar contra mi amiga hasta asesinarla era lo mejor para PBO, si abandonar a Diantha y traicionarla era lo correcto, si enmendar mis errores yendo hacia la luz y no hacia la oscuridad eran el deber para recobrar las esperanzas en PBO, no había nada más que hacer.
Mi partida era el principio hacia un camino seguro y confiable.
— Lo siento, Winona.
Próximo capítulo: Fe
