¡Hola! Sí, sé que ha pasado tiempo. De cualquier forma y sorprendentemente, tengo la continuación. Espero no se les haya olvidado el fic xD. Cualquier review es bien aceptado en este fósil de fanfic. Muchas gracias por su interminable paciencia.


Capítulo 103

Coraje


León

El cargamento era muy pesado. Tantos meses de entrenamiento, y el constante esfuerzo que hacía para agilizar el comercio desde fuera de la fortaleza catarata hacia adentro era cansado. A pesar de que llevaba guanteletes, los callos en mis manos se hacían presentes y eso me incomodaba un poco. Lo que más me incomodaba, sin embargo, era que mis pensamientos me atormentaban acerca del tema entre Hikari y yo. Tenía que hablar con ella lo más antes posible, pero las tareas del lugar me mantenían ocupado y ella se había fugado desde la vez que le dije que le había mentido.

Había estado cargando una gran caja que contenía fruta, y en ese momento, Zoey pasó por mi lado. La muchacha no se inmutó ante mi presencia porque ni siquiera me había visto. Quise dejar la caja sobre el suelo, pero había más gente detrás de mí que seguía su recorrido sin parar, como si se tratara de muchos Durant que hacían su trabajo como hormigas obreras.

— ¡Eh, Zoey! —grité. La pelirroja volteó entre un mar de gente, sin saber quién le había nombrado.

Me salí difícilmente de la fila obrera, y eso me hizo sobresalir entre mucha gente. La muchacha se percató de mi presencia, ya con la situación consciente de la mentira que le había dicho a Hikari, y lo supe por la expresión de molestia que había hecho al verme.

— Lo siento, León, pero estoy algo ocupada —mencionó, y quiso voltearme, pero la toqué de hombro no sin antes dejar el cargamento sobre el suelo.

La gente que pasaba nos decía que nos moviéramos del camino, debido a que, en efecto, éramos unos estorbos que impedían el traslado de la gente por el puerto.

— Espera… ¿Sabes dónde está Hikari? —pregunté yendo al grano directamente.

— No, y si lo supiera no iría con ella. Está bastante molesta… contigo especialmente.

— Lo sé. Lo sé… —repetí arrepintiéndome de lo que había hecho—. Y quiero explicarle el por qué le mentí. Zoey, por favor envíale un mensaje de mi parte diciendo que…

— No voy a enviarle nada, León —dijo con molestia— No soy un Rowlet mensajero.

— De acuerdo, pero yo…

— Escucha —se veía apresurada— Sabes mejor que nadie que lo que le molesta a Hikari es que le mientan. Y tú lo estuviste haciendo desde el momento en que te conoció. Ahora, si me permites, necesito agilizar el comercio. Nos vemos.

Y sin más, la muchacha se volteó y se alejó perdiéndose entre la multitud. La gente ya evitaba los insultos y ahora se dedicaba a empujarme entre su apresuramiento por agilizar el comercio. El puerto estaba bastante soleado y varios Pokemon voladores transmitían la alegría de ello. Sin embargo, mi alegría estaba más que deshecha, porque estaba desesperado por intentar que Hikari me perdonara por lo que le había hecho.

Levanté la caja de fruta, pero alguien me había empujado tan bruscamente que caí y la fruta se desparramó por el suelo. Esto no podía ser peor de lo que ya era.


Drew

El jadeo constante me tenía cansado. La falta de aire me oprimía el pecho como si tuviera una carga encima, y dicho peso imaginario era peor con cada paso que daba. Las pisadas, por su parte, producían un eco solitario que viajaban acústicamente a través del pasillo que tenía en frente. Cada ve estaba más cerca; cada segundo que transcurría era un segundo más en el que me acercaba hacia mi perdición.

Varias preguntas venían por mi mente como agujas repentinas: ¿Por qué hacía esto? ¿Qué es lo que ganaba con esto? ¿Saldría ileso de aquí? ¿Qué me esperaba detrás de aquella puerta al final del pasillo?

Un miedo incomprendido me invadió cual vieja amiga, y esperé a que me sintiera aun peor, pero ciertamente ya no podía estarlo más. El sudor corría por mi mata rebelde y esmeralda, el castañeo de mis dientes me molestaba en exceso, y las manos jugaban nerviosamente contra los bolsillos de mis pantalones holgados y rotos.

Ciertamente no iba vestido para la ocasión, lo cual me extrañaba de alguna manera. ¿Quién iba a pensar que, en esos momentos, el "¿Nuevo Rey", —como solían llamarme— solía vestir como lo que era? Ahora, parecía un vagabundo humilde en búsqueda de migajas de pan, y suplicando por algún lugar bajo techo donde dormir. Sin embargo, la imagen no importa siquiera, ni el cómo entrara, ni cuándo, ni en la posición en la que estaba. Lo importante era hacer lo correcto. Tener fe, esperanza y esperar a que yo mismo estuviera dispuesta a cambiar para bien.

Pero… ¿qué era el bien? ¿Qué era el mal? ¿Qué era lo correcto? Había muchas definiciones acerca de ello, y todas estaban basadas en las creencias de la gente. Mi creencia, no obstante, era que debía deslindarme de este estúpido gremio y de su maldita emperatriz de mierda. Mi creencia era finalmente que tenía que armarme de valor y enfrentarla, para así poder ser libre y encontrarme a mí mismo.

Antes de darme cuenta, ya me encontraba frente a una gran entrada que medía más de cinco metros de largo. Ésta era la habitual sala común donde se encontraba el trono de la emperatriz de fuego, y donde estaba seguro que se encontraba ella y muchos usuarios que pertenecían al gremio, además del alto mando.

Estaba tan seguro porque el guardia de la entrada me había obligado a decírmelo.

— Soy Drew, pedazo de estúpido —decía hace un par de minutos a aquel sujeto— ¿No puedo entrar?

— ¡Já! Con esas ropas, sólo pareces un méndigo en busca de refugio. Su majestad Cynthia no permitiría en toda la estancia del juego que entrara a sus dominios alguien como tú.

— Tengo un mensaje para ella. Uno muy importante.

— Seguro —rio irónicamente— Ella…

— Escucha —mi paciencia se había acabado, y las raíces salieron por entre la reja esmeralda de la entrada hacia el castillo, comenzando a ahorcar al sujeto e inmovilizándolo de pies a cabeza—. Me dejarás entrar quieras o no. Tengo un mensaje para ella y seguro no le va a gustar; dime ahora dónde está y qué está haciendo.

— Ella… —el guardia luchaba por aire— Sala común… elige… elige vajilla para… para la cena diaria… todos… todos están ahí…

¿Vajillas? ¿Hasta qué punto Cynthia había llegado para que todos sus miembros estuvieran presentes y observaran atentos cómo su querida emperatriz elegía unas estúpidas vajillas que formaran parte del adorno en el comedor? No importaba ya. De todas formas, su dominio total dentro del castillo era inminente y debía enfrentarlo.

La puerta seguía inmóvil, y bastaba con un empuje de mi mano para poder abrirla y entrar. Me debía de armar de todo el valor necesario, y tenía que hacerlo en esos momentos, porque ya no había vuelta atrás. No después de que Solidad me había convencido de que yo podía ser más fuerte y valiente de lo que creía.

— Vamos, Drew… —me alenté a mí mismo, cerré los ojos y toqué la puerta con la palma de mi mano.

Pero apenas la toqué, ésta se abrió levemente para poder dejarme pasar de manera sigilosa y sutil. Quise llamar la atención, pero cuando la puerta dejó entrever la habitación de dentro, el sonido se hizo presente y escuché la voz de un sujeto que parecía estar atemorizado, pero dentro de su cordura. Entonces, opté por entrar de manera discreta para saber qué es lo que estaba pasando. Había mucha gente dentro, y más allá el trono de Cynthia relucía con sus piedras esmeraldas y un fuego abrazador que iluminaba y desprendía poco vivaz el trono y las antorchas colgadas alrededor. No pude contar totalmente cuánta gente había dentro, porque todos estaban tan aglomerados y amontonados que me fue fácil colarme y avanzar hasta el centro de la sala, donde había un gran espacio y aquel sujeto que se mostraba atemorizado, siendo el centro de atención.

— Son de la más alta calidad… —estaba diciendo aquel sujeto. Era un hombre de baja estatura, con un gran bigote adornando su rostro y un sombrero verde alto que caracterizaba al jefe de cocina. Tal parecía que estaba describiendo la vajilla que tenía en sus manos: consistía de un conjunto de platos, cubiertos y vasos de un reluciente esmeralda, con pequeños adornos y líneas doradas— … así que dudo que la defraudemos, mi señora.

— ¿Dudas? —Cynthia soltó un bufido—. Yo no necesito que dudes, sino que estés seguro de lo que haces. Eres el jefe de cocina… Contéstame una pregunta… mmm… —se quedó callada durante un momento— Oh, lo siento, siquiera recuerdo tu nombre, pero está bien, no importa. Así que, contéstame algo: ¿Cómo puedo llegar a tener al gremio más poderoso, si ni siquiera mis miembros son capaces de confiar en sí mismos? Sea como sea, aquí no hay lugar para los débiles, y por lo tanto no habría lugar para ti y tus estúpidas vajillas. Los adornos que tiene son muy rústicos y anticuados, y no me gusta la tonalidad que tiene este verde; así que hazme un favor, lárgate y no vuelvas a pisar mi castillo, porque no hay lugar para ti, tu comida y lo que pretendas hacer. Me repugna la gente como tú.

Hubo un momento de silencio en todo el recinto. La gente estaba totalmente atónita, sin saber cómo actuar ante la actitud tan egocéntrica y nada piadosa que estaba teniendo ante tal sujeto. Éste retrocedió un par de pasos en señal de miedo notable, y el sudor comenzó a colarse a través de su sombrero y recorrer su arrugada y tosca cara.

— S-su… majestad…

Aquello iba a terminar mal. Siempre terminaba mal cada vez que alguien intentaba combatir contra las palabras de Cynthia. Ella no podía soportar que alguien se quejara de lo que ella decidiera o hacía, pero aquel encargado de cocina estaba yendo contra las leyes del propio gremio que todos conocían bastante bien.

— Entiendo… entiendo que no le guste, pero mi equipo y yo… hemos trabajado bastante en el diseño… y… y si sólo nos da una oportunidad de demostrarle que no la defraudamos y…

— ¿Defraudarme? —le interrumpió Cynthia— Oh, basta de eso. No, no, estás equivocado. No me has defraudado siquiera. Tus vajillas, por suerte, no son las peores que he visto en mi vida; tu comida incluso no es la peor que he degustado, pero ya me cansé de ti. Me estoy cansando incluso de este momento, donde tú te atreves a contradecirme y a defender tu punto. ¿Es que no entiendes que ya estás fuera del Gremio Esmeralda? ¿No entiendes quién soy? Te haré una pregunta y espero que puedas responderla, chef… ¿sabes quién soy yo?

El sujeto pasó saliva por su garganta, y en un intento desesperado de salirse de aquel lío, respondió en medio de un tenso ambiente:

— Usted es una de los Cuatro Grandes, claro está. Usted es la emperatriz de fuego, Cynthia. Una de los jugadores más poderosos que tiene el juego.

— Error. No soy una de los jugadores más poderosos. Soy la más poderosa. Y ahora… sabiendo quién soy yo, ¿por qué te atreves a contradecir mi palabra o a dudar de una de mis órdenes? ¿Por qué sigues ahí parado, cuando te he mandado lejos de mi vista? ¡¿Por qué sigues aquí?! —Cynthia finalmente se paró de su trono esmeralda. El fuego calmado que había estado reposando alrededor de los contornos de la silla incrementaron hasta un punto que se extinguieron y pasaron mágicamente hasta los puños cerrados de Cynthia. Ésta comenzó a acercarse hacia el pequeño hombre, que retrocedió hasta caer de espaldas contra el suelo.

— Po-Por favor…

— No te sirve de nada suplicar ahora —comentó la rubia, hundiendo su siniestra mirada en el sujeto infundiéndole un miedo atemorizante. El fuego que vivía en ambos puños comenzó a incrementar hasta que despidió una onda de calor que se extendió por toda la sala.

— ¡S-su majestad…!

— Y por haber desobedecido mis órdenes, éste será tu final… despídete…

— ¡N-NOOO!

Cynthia alzó un puño y dio unos giros en el aire dejando un rastro curveo de sus líneas de fuego; en ese momento, un gran puñetazo fue hacia el jugador bigotón, que no tenía otra opción más que cubrirse.

Todo pasó bastante rápido.

El fuego fue desviado por una raíz que salió mágicamente del suelo y su tallo rodeó y apretó la muñeca de la maga para que la dirección de su disparo fuera hacia otro lado; el poder de fuego fue a estrellarse contra una columna que formaba parte de la sala, la cual colapsó al instante y varios jugadores se quitaron de ahí para evitar daños. Cynthia se sorprendió por aquello, pero sabía de antemano que la planta viviente con grueso tallo que había salido mágicamente del suelo esmeralda fue obra mía. E incluso más sorprendente: yo le hacía frente interponiéndome entre ella y el chef bigotón.

Las pupilas de Cynthia se dilataron al ver mi rostro, pero en cuestión de segundos su mirada sorprendida tuvo varias fases, desde el fruncir de su ceño a causa de la rabia, hasta la satisfacción de poder volver a verme y recordar lo que ella le había hecho a mi rostro con anterioridad. El alto mando del gremio quiso actuar al instante, encontrándose detrás del trono esmeralda en una sombra oculta, pero Cynthia los detuvo con un además y comenzó a sonreír de una manera misteriosa.

Por mi parte, la respiración me costaba, y las punzadas en el estómago eran producto de que estaba haciendo algo totalmente descabellado, y todos los testigos que presenciaban la escena estaban de acuerdo con ello.

— Drew… es una sorpresa el verte por aquí —comentó calmadamente. Sabía que en el fondo estaba sorprendida por mi visita, pero tenía una reputación que cuidar.

Yo permanecí en silencio.

— Podrías decirnos a todos los que nos encontramos presentes, ¿qué es lo que acabas de hacer?

Su pregunta era un truco. No iba a caer en los juegos de dicha emperatriz y no planeaba tener una conversación larga con ella. Debía ser fuerte, valiente y conciso. Debía dejar en claro cuáles eran mis intenciones.

— Basta ya. Basta de tus trucos, Cynthia. Eres fuerte, pero no lo suficiente. Utilizas a la gente a través de su miedo para hacerles creer que eres invencible, pero no es así.

Noté la mirada desorbitada que realizó al haber oído esas palabras, mientras yo seguía hablando.

— La cicatriz que me dejaste en el rostro prueba que fui un tonto. Que fui alguien cobarde que no te hizo frente y no actuó de manera valiente y correcta. Sólo me dejé influenciar por el miedo y hui de ahí pensando que tú terminarías con mi vida algún día de estos, pero la verdad es que el miedo es el que iba a terminar con ella si no hacía algo de inmediato.

Me volteé hacia la gente sin descuidar mis espaldas, y me dirigí a ellos:

— ¡El miedo es nuestro único enemigo en Pokemon Battle Online! ¡Es el que nos ha mantenido todo este tiempo estancados! ¡Uno de nosotros no podría hacer la diferencia, pero miles de nosotros, unidos, lo hará sin duda alguna! ¡No se dejen llevar por las palabras vacías de una jugadora que se hace llamar la reina del juego virtual! ¡No se dejen llevar por el miedo que infunde y las sombras que inyecta en sus corazones! ¡Escuchen la valentía que está intentando salir de ustedes y sáquenla a flote con la fuerza de su intelecto y de sus habilidades! ¡Entrenen a su corazón, pero más importante, entrenen a su mente porque sólo así podrán demostrar de qué son capaces! ¡SUS CORAZONES PIDEN A GRITOS LA FALTA DE VALENT…!

Cynthia no pudo resistir más esas palabras de aliento. Un puño de fuego azul ya iba dirigido hacia mí. Habilidosamente, con unas enredaderas mágicas amarré el puño de Cynthia y salté hasta el otro lado, donde tenía descubierta su espalda para poder atacar, y en un abrir y cerrar de ojos, dos tallos que salieron de mi mano cual balas fueron a parar en la columna de Cynthia, que salió disparada de ahí hasta rodar por el suelo.

Aquello impresionó en demasía a toda la gente, e incluso a los de alto mando que estaban petrificados con la escena. Momentos después, Cynthia se levantó con suma destreza, tratando de no permitirse siquiera que la gente le viera derrotada en el suelo. Entonces, su furia salió a flote y la rubia de atuendos oscuros se envolvió en una llama de fuego azul que le hizo parecer una antorcha enfurecida. En un abrir y cerrar de ojos, la mujer activó sus propulsores de fuego y como un relámpago fue hacia mi posición, clavándome un puño ardiente sobre el abdomen. Sentí la potencia del disparo y antes de salir disparado hacia el muro de la sala común, tosí sangre y un charco se formó en la posición donde ya no estaba.

Mi impacto dejó grietas grandes en el muro, pero yo rodaba por el suelo hasta estar bajo los pies de los de alto mando, pero la emperatriz de fuego ya se encontraba ahí, y me levantó de las ropas humildes para mirarme de frente.

— ¿Cómo te atreves a rebelarte? ¿Tú…? Lo que más me sorprende es que seas tú, Drew, un sujeto sin expectativa alguna y con bastantes deseos de morir —entonces se dirigió a la audiencia al mismo tiempo en que me tenía agarrado del cuello; yo luchaba por aire que respirar— ¡Observen todos…! ¡Observen cómo terminarán si intentan ser tan ilusos como este imbécil!

M impulsó y me tiró de nuevo en el suelo con tal potencia que hubo un hundimiento del concreto en mi posición y las grietas se extendieron por todo el lugar. Entonces, su puño se fuego se encendió a tope y sus orbes reflejaron las llamas y el odio que estaba sintiendo en esos momentos.

— ¡MUERE!

— ¡NOOOO!

Alguien intervino. No pude ver qué silueta había sido la que se había cruzado entre el puño de mi muerte y yo, pero noté que la muchacha estaba intentando protegerme a tal grado que su puño de fuego dio en su pecho. Una onda de calor de nuevo viajó por todo el lugar, y el ruido sordo de su dolor solo fue presenciado por mí. Cynthia se sorprendió con una ceja levantada y una paralización de su rostro enfadado, mientras yo estaba petrificado al ver quién demonios había salvado mi vida.

Úrsula había sido atravesada por el puño de fuego, y un charco de sangre gigante ya se encontraba incrementándose gracias a la gran herida que aquella chica tenía en el pecho.

— ¡NO, URSULA! —la voz de Nando se escuchaba muy cerca.

El sujeto quería llegar hasta Cynthia, pero era más su asombro por ver lo que estaba pasando que sólo se limitó a quedarse petrificado. La muchacha de cabellos rojizos y coletas rizadas me lanzó una rápida y mirad ay luego a la emperatriz de fuego; todos los presentes en la sala estaban de igual manera anonadados.

— Tenía razón… —su voz era apenas un débil susurro—… Tú…tú estás perdida… y eso será tu perdición…

Las palabras dirigidas hacia Cynthia hicieron sobresaltar la vena frontal de la rubia, que encendió otro puño azul fluorescente y bastó con un golpe en el rostro de Úrsula para que desapareciera por completo. Los pixeles y algunas gotas más de sangre se vieron envueltas en el aire; los gemidos de Nando por lamentar la muerte de su compañera y mi mirada perdida al saber que ella había sacrificado mi vida por mí.

— NOOOO… ¡NOOOO! ¡ÚRSULA! ¡MALDITA PERRA, PAGARÁS!

Nando reaccionó al instante; algunos más del alto mando intentaron detenerlo, pero ya había sido demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos, el mago del sombrero olivo con toda la rabia que podía aguantar su espíritu, lanzó un hechizo hacia la maga que a duras penas esquivó que rozó su piel y una cortada de sangre comenzó a hilar por su rostro. Aquello no lo pudo sostener Cynthia.

Nando llegó hasta los rastros de pixeles donde Úrsula había muerto. Sabía de antemano que ella no podía regresar, y fue cuando colocó las manos en el suelo, se arrodilló y empezó a gemir. La rubia se encaminó hacia él lentamente, y con su dedo índice apuntó hacia el mago que sólo lloraba en silencio por su querida amiga difunta.

— Lo siento, Nando. Son las consecuencias de defender lo indefendible.

En ese momento, del dedo índice de Cynthia salió una ráfaga de fuego diminuta pero fugaz que atravesó justo el pecho donde el corazón de Nando se encontraba. Los signos vitales del mago pronto desaparecieron de sus estadísticas y se convirtió en un escombro de pixeles que comenzaron a perderse por el techo de la habitación.

Por mi parte, aún estaba en un pequeño trance. Yo había ocasionado ya la muerte de dos compañeros míos… los únicos que desde un principio se habían preocupado por mí y querían ayudarme. Nada de eso importaba ya porque estaban muertos.

— ¿Lo ven? —Cynthia se volteó hacia su público— ¿Es que están verdaderamente ciegos? ¡Por favor! Abran los ojos, queridos subordinados. Los débiles siempre van a perder; los que intenten jugar al juego del valiente siempre terminarán perdiendo si no tienen el poder suficiente. Muchos creerán que han llegado a lo más alto, pero siempre terminan cayendo sin nadie que se les pueda unir, porque esto no se trata de agarrarse todos de las manos y esperar a que todos ustedes, juntos, hagan un milagro. Esto es la realidad, y aceptándola o no, éste es su destino. Actúen conforme a lo que les diga su raciocinio, y no a lo que les diga su corazón, porque terminarán muertos. ¿Qué les dice su mente, su razón y su lógica? "No hagan nada estúpido". Este muchacho —me señaló a mí— ha sido prueba de que la gente ilusa y valiente sólo tiene un don excepcional de enfrentar a los más fuertes con palabras y un tanto de valor, pero no con el poderío que se necesita para derrotar a los que de verdad saben saborear el poder desde lo más alto.

Caminó hacia mí, me agarró de nuevo de las ropas humildes y me levantó. Cynthia me escupió en el rostro, humillándome totalmente. Luego, me aventó al centro de la sala y rodeé varios metros. Sin haber esperado ni un segundo, la mujer llegó hasta mi posición y comenzó a propinar varios golpes secos en mi cuerpo. Patadas, patadas y más patadas en el rostro, estómago, piernas, brazos y espalda. La sangre empezó a salpicar y teñir lo esmeralda en carmesí, y mi rostro comenzaba a desfigurarse. Cada sonido, cada golpe, era un lamento por parte de los presentes que sólo me miraba con lástima y profunda tristeza, inundados en temor total contra la emperatriz de fuego.

Cuando Cynthia hubo terminado, la ira que sentía se había esfumado; me dio la espalda, y se encaminó hacia su trono.

El pequeño chef bigotón fue hacia mi posición para ver si me encontraba con signos vitales suficientes, a pesar de que mis estadísticas decían que tenía la barra de vida en un estado bajo.

— Llévenselo de aquí. Échenlo a la calle y no lo quiero ver nunca más en este gremio. El dejarlo vivo es peor y más lamentable que matarlo. Es una demostración de que ser un sujeto valiente sólo trae malas consecuencias.


Gary

La lluvia era un golpeteo en las ventanas que irradiaba un toque de misterio e incertidumbre. A su vez, dicha precipitación me calmaba bastante, pero no eran momentos de relajación, porque en aquella posada me esperaba la figura del que manejaba todos los hilos en aquel juego. Usualmente estaba sentado en la esquina más oscura del recinto, sin ninguna bebida que le acompañase en la soledad que le rodeaba. Estaba a punto de sentarme, cuando de pronto mencionó con su voz grave:

— No te molestes. Vamos a ir a un lugar —susurró Giovanni.

No pregunté hacia dónde. En realidad, nunca lo hacía y no era de mi incumbencia a pesar de que me involucraba de cierta manera.

Salimos de la posada sin siquiera dejar propina. Al abrirla, fue un cambio repentino que realmente no esperé:

No era el pueblo habitual en donde me encontraba, ni siquiera se trataba de algún lugar familiar dentro de Pokemon Battle Online. Esta vez, este sitio se parecía mucho al mundo real. Era un camino empedrado que almacenaba el calor de un día muy caluroso. Delante de nosotros había una reja forjada de oro, y más allá en una colina se encontraba una mansión exclusiva que tal parecía era la morada de Giovanni.

El sujeto comenzó a caminar, pero ya no con sus habituales ropas que llevaba dentro del juego, sino que tenía el saco anaranjado y la corbata púrpura apretada al cuello como le gustaba. Su rostro, tan frío y de rasgos duros como siempre.

La reja de oro se abrió al ver el paso de nuestras siluetas. Aún no entendía qué sucedía, y si realmente estábamos en el mundo real o todo era una alucinación.

— Más que preguntarte en dónde estamos, presiento que tu inquietud es la manera en la que nos trasladamos a la realidad, ¿no es cierto?

Me impresionaba cómo podía leer mis pensamientos con tan solo notar mi silencio.

— Bueno, mi tecnología gracias a investigaciones previas y con ayuda de Ciprés me han hecho avanzar personalmente a lo que le llamo "Traslado Holográfico". Funciona sólo en mis dominios, claro está. Mi mansión y los alrededores poseen sensores que transmiten información nanotecnológica en relación con el juego, y dentro de mi mansión, así como a un kilómetro a la redonda, el juego puede mandar señales a la superficie de mis dominios y proyectar un holograma que sea nuestro jugador. Impresionante, ¿no?

No dije nada. Realmente había estado abrumado por el cerebro de Giovanni. Si aquello era la tecnología a la que había llegado con sus propios méritos, no me quería ni imaginar qué plan tenía en mente dentro de un futuro no muy lejano. Pensándolo mejor… ¿a qué se debía toda esta visita?

Sin siquiera decir nada aún, caminamos varios pasos más por un sendero donde setos bien recortados con figuras de esculturas antagónicas adornaban un inmenso jardín; llegamos a una pequeña glorieta donde el centro estaba conformado por una fuente que expulsaba chorros sincronizados controlados por un sistema de riego y un sistema eléctrico que indicaba cuántos chorros expulsar, cuándo y de qué manera hacerlo.

Finalmente, llegamos a la puerta de entrada, donde nos recibió un mayordomo. El lugar era más amplio de lo que creía y con más lujos de los innecesarios. ¿Cómo es que no había todavía hallado aquel lugar? Y… ¿cómo podría localizar esta base de cualquier forma? Muchas preguntas se venían a mi mente como relámpagos instantáneos. Ciprés, Satoshi, Trip… no podía pensar en ello en estos momentos.

Subimos unas escaleras amplias de mármol y después de atravesar varios pasillos, llegamos a una sala de espera en la que Giovanni vio ahí a un adulto con una copa de whiskey. El hombre estaba de espaldas y la luz que entraba por el balcón inundaba su figura en una sombra misteriosa, mientras las cortinas relamían el suelo gracias al viento agitado que pasaba de vez en cuando.

Aquel sujeto había estado con la mirada perdida hacia el horizonte que permitía mostrar el balcón, mientras agitaba de una manera sutil y circular la bebida alcohólica.

— Qué grata sorpresa.

Su voz ronca y sin sobresalto me hizo darme cuenta de que ya había estado prevista nuestra visita, o al menos, la de Giovanni; después de todo era su mansión.

— Te veo muy pensativo, ministro Wilson —Giovanni se acercó hasta estar al centro del salón, y se sentó cómodamente de uno de los sillones de caucho.

Finalmente, el hombre optó por dar un gran trago al whiskey que había en su vaso, hasta terminarlo de un solo sorbo. El gesto de placer y mareo que sintió al sentir el sabor fuerte del alcohol lo reconfortaron al grado de que sonrió de oreja a oreja, pero de una manera extraña y falsa. Podía presentir realmente que, en el fondo, aquel viejo estaba totalmente consternado. Además, su apariencia delataba mucho en el estado de crisis psicológica que podía notarse a simple vista: las canas y el escaso cabello estaba desarreglado, rebelde y no relamido como solía verse cuando estaba frente a las cámaras del canal de noticias; las bolsas debajo de sus ojos eran más púrpuras y hundidas; ojos cansados, temblores y una te pálida a falta del sueño. Dudé por un instante si en realidad se trataba del mismísimo ministro de la región de Kanto. De cualquier forma, el mundo había estado bastante confuso el día en que todos los ministros se habían reunido para discutir sobre el juego virtual y la gente atrapada en él. Los rumores decían que los ministros de cada región a veces desaparecían por la noche, pero al día siguiente aparecían como si nada; un comportamiento bastante extraño que dejaba al mundo con bastantes dudas.

— ¿Qué te ofrezco, Giovanni? —la pregunta era más forzada que cortés. El viejo se acercó a la mesa de caoba redonda donde se hallaba la botella de whiskey y una cubeta fría de hielos que sudaba con la luz del sol entrando directamente a la habitación tapizada de una alfombra carmesí.

— Aunque quisiera algo, es físicamente imposible que tome alguna bebida.

— Oh… —Wilson enseguida vio que ambos éramos un par de hologramas, y soltó un bufido extraño y tartamudeó un par de veces— Lo siento. No lo noté. Olvidé que eras un holograma… Veo que vienes acompañado —Wilson me lanzó una mirada de curiosidad.

— Sí, sabrás de antemano que se trata del nieto de Oak. Es un gran muchacho.

— Vaya… sí, sí. Recuerdo haberlo visto alguna vez hace mucho tiempo. Los tiempos cambian y lo hacen también las personas. Estás bastante grande ya, jovencito. Lamento lo de tu abuelo; era una persona excepcional con una mente brillante. Lástima también por ti… quiero decir, has de extrañar el mundo real ¿no es así?

No respondí.

— Basta de lamentos, Wilson —gruñó Giovanni— No vino a escuchar tus estúpidos comentarios de lástima. Además, él es parte de mi círculo de confianza, y es un beta.

— Ah, lo olvidaba también. Soy un viejo ya con una memoria cansada —rio, mientras agarraba la botella y volvía a servirse otra cantidad considerable de whiskey— Yendo directo al grano, ¿a qué se debe la grata visita?

— Es mi casa, Wilson. ¿No puedo entrar en ella?

— N-no quise… sabes que…

— Bah, basta —Giovanni rio de una manera grave y divertida— Sólo bromeo. Este chico y yo hemos venido a disfrutar un poco de la vista, y a mostrarle del poder que actualmente poseo.

No pude evitar mirar a Giovanni directamente. ¿Poder…? ¿A qué se refería con eso?

— P-poder… —titubeó Wilson, y finalmente retrocedió unos pasos que lo indujeron al miedo.

— Ah… ya veo que no te gusta que le muestre mi poder a la gente. ¿…Wilson? ¿Te gusta?

— G-giovanni… —nombró el viejo y siguió retrocediendo.

— Gary —Giovanni sacó de su bolsillo del saco naranja un artefacto. No pude ver con certeza de lo que se trataba, pero tenía un botón que sin dudarlo lo apretó al instante—, he querido que esté consciente del poder que tengo aquí, en el mundo real. Gracias a tu abuelo, a Ciprés, y a todos los colaboradores que trabajaron conmigo, fui capaz de poder escalar peldaño a peldaño hasta llegar a lo más alto de la escala de poder. Tengo bajo mis manos al mundo y puedo manejarlo a mi antojo.

— ¿Cómo? —el sudor en mi frente no podía evitar que me mostrara valiente.

Giovanni sonrió y hundió la mirada. En ese momento, como si el botón hubiera sido el llamado de algunos soldados, cinco personas entraron formadas en una fila a la habitación.

Estas se alinearon y cual soldados bastante entrenados, se detuvieron al mismo tiempo esperando órdenes. Sin embargo, al mirar más con atención, aquellas personas eran conocidas no sólo para mí, sino para el mundo en general. Con trajes elegantes, y vestidos formales, aquellos sujetos parecían estar bajo una especie de hipnosis, debido a las pupilas totalmente dilatadas que tenían e inducían miedo a mí y al ministro Wilson.

Finalmente me paré, haciéndolo de manera automática y retrocediendo un poco.

Giovanni murmuró una especie de risa que disfrutó él mismo.

— Gary, éste es el poder que tengo. Ellos cinco están bajo mi mando total.

Eran tres hombres y dos mujeres. Ellos eran los ministros de Johto, Hoenn y Kalos; mientras las mujeres eran las que representaban a la región de Sinnoh y Unova. Sus rostros conocidos, pero a la vez tan misteriosos y sin vida propia alguna que no sabía cómo sacar conclusiones. El ministro de Kalos miró a Giovanni en señal de piedad, pero el del traje anaranjado finalmente reveló su secreto:

— Ellos tienen un chip. Un chip que la misma Virtual Console tiene en todos los jugadores actualmente vivos dentro de PBO. Un chip que está bajo mi mando total, y que seguirá mis propias órdenes si así lo deseo. Gary, hoy el mundo está bajo mis órdenes, y puedo hacer lo que sea, con quien sea... ¡Ministro de Johto!

El hombre dio un paso adelante.

— ¡… ataque a Wilson!

Sin esperar ni un segundo, el hombre dio zancadas gigantescas yendo con pasos retumbantes hacia Wilson. Éste finalmente se tiró sobre el suelo pidiendo piedad y derramando la bebida sobre la alfombra. Wilson recibió una patada en el estómago y gimió de dolor.

— Podría matarlo si así lo deseo… A él, a ti mientras juegas en algún lugar de este mundo, al jefe de policía que está en mi búsqueda, al que controla todo lo que pasa por televisión, o a cualquier ser humano de este maldito planeta. Gary, el poder es mío ahora, y nadie puede quitármelo.

Súbitamente, los cuatro ministros restantes fueron ordenados a acercarse a Wilson. El viejo fue inundado por golpes y patadas que lo hacían sufrir y gemir como nunca. Giovanni se alzó de su asiento, se dirigió a la salida de la habitación y cantó victoria en forma de una risa malvada.

El sudor era frío y me recorría la frente. No sé qué era más importante ahora: actuar de inmediato para hacer algo frente a Giovanni, no traicionarlo a toda costa porque sufriría las consecuencias, pasar todos los niveles de PBO cuanto antes, o contactar a un Ciprés desaparecido para informarle sobre el poder de su colaborador. No sabía qué hacer, pero estaba seguro de algo: el mundo real y el virtual ya no eran seguros.


White

Olía a humedad. El constante golpeteo de una única gota cayendo sobre la piedra del suelo me comenzaba a alucinar. No podía ver absolutamente nada, pero el ruido de la fuga de aquella gota me hacía alucinar.

¿Qué estaba pasando? ¿No estaba muerta ya? ¿Por qué seguía aquí? Eran muchas preguntas que tarde o temprano iban a atormentarte; sin embargo, antes de que volviera a inundarme en una locura sin sentido, la luz se hizo presente: una puerta dejó entre pasar rayos de una luz misterioso, de donde surgió la figura de aquel muchacho misterioso.

— White —al nombrarme sentí que como si la muerte hubiese tocado a mi puerta.

El joven me nombró otro par de veces más, pero tuvo que acercarse a mí para que yo reaccionara del todo. Mis pupilas aún no se acostumbraban a la luz que había entrado en la habitación. Primero, miré el rostro pálido de rasgos suaves de N, que me miraba atentamente con aquellos iris esmeraldas.

Aún recordaba cómo allá afuera del palacio la gente le alababa. Gente con una mirada extraña y en un entorno misterioso; gente, que en realidad no sabía qué estaba haciendo. Y ahí, N yacía proclamándose rey de un mundo que no conocía, un mundo en el que estaba, pero de una manera perdida.

— Toma mi mano, quiero llevarte a algún lugar.

La instrucción no la escuché al principio, pero el acto de tenderme una mano me hizo salirme de mis pensamientos. Volteé a verle nuevamente: sus ojeras y esa mirada maniática me inspiraban un temor inexplicable, pero por más que sonara extraño, era la única opción que tenía.

Sentí la mano fría y punzante.

Pestañeé un par de veces y al hacerlo, ya no nos encontrábamos en la habitación. En cambio, el paisaje que se presentaba era el océano con una puesta de sol magnífica. Ambos nos encontrábamos a orillas de una bahía solitaria, en la que las gaviotas caminaban evadiendo las calmadas olas de mar. No había Pokemon. No había siquiera algún objeto extraño o planeta flotando por el cielo, ni había estadísticas en N o sobre mí. Era el mundo real.

Volví a pestañear, pero esta vez la playa había desaparecido, y antes de darme cuenta, varias colinas verdosas adornaban el fondo de una pradera que se extendía a kilómetros de nuestra posición. El viento soplaba fuerte, pero de una manera agradable, y los abetos susurraban secretos al viento que presenciaba nuestra estancia en un paisaje hermoso.

Por último, mi entorno cambió. Ahora yacía a orillas de un lago enorme en medio de un bosque con pinos altos y frondosos. La noche estrellada reflejaba su firmamento sobre un lago tan quieto como mi alma en esos momentos.

— ¿Es grandioso, no?

Por un momento había olvidado que N seguía a mi lado, y en efecto, era él el que producía todos estos bellos lugares.

— Y todavía mejor aún, puedo mostrarte cosas que anhelas demasiado.

Aquello me hizo dudar por unos momentos; a orillas del lago, me asomé por alguna extraña razón para ver mi propio reflejo. No obstante, mi rostro pálido estuvo ahí por unos momentos para ser reemplazado por el rostro de mi madre. Aquello me tomó por sorpresa y retrocedí asustada, cayendo de bruces por el césped.

A mis espaldas, un par de pasos se oían acercándose tímidamente. Cuando volteé, no sólo mi madre se encontraba ahí, con un rostro estupefacto y al mismo tiempo de alegría por finalmente verme.

— Hija… hija… ¡Oh, querida!

Mi padre también se animó mucho, y quería correr a abrazarme y estrujarme entre sus fuertes brazos. Pero por alguna extraña razón, nadie de los dos podía aproximarse mucho hacia mí a pesar de que estábamos a escasos metros uno del otro.

Volteé a ver a N, esta vez furiosa por jugar así conmigo. Sabía que nada de esto era real, y quería que de una vez parase con esto.

— Basta… —dije tímidamente al principio, porque sabía que sólo entraría en mí un sentimiento de nostalgia y tristeza. Yo seguía aún en el juego, y todo esto, aunque parecía completamente real, era producto de la manipulación de N.

— ¿No es lindo? —la sonrisa traviesa de N me hizo enfurecer.

— Hija… White… ¡Pensé que no te veríamos nunca más! —mi madre comenzaba a llorar. De igual manera, quería correr a abrazarlos y decirles que todo iba a estar bien; que todo había sido un mal sueño y las cosas a partir de ahora mejorarían.

— ¡BASTA!

No pude soportarlo más y me rendí cayendo de rodillas en el suelo. El llanto recorrió mis mejillas y golpeé el suelo en señal de frustración e impotencia.

— Sí… el mundo real duele. Y más cuando sabes la posición en la que te encuentras… en la que todos nos encontramos.

N comenzó a reír de la manera que lo caracterizaba, hasta que me infundió un miedo completo.

— Soy capaz de hacer cosas que no imaginas, White. Y puedo hacer lo que tú deseas en este mundo. Mi mundo. Lo que piensas, lo que imaginas, lo que deseas, se vuelve real… porque aquí, tus pensamientos son materializados. Tu alma, se materializa.

No me di cuenta siquiera, pero el lago, la noche con estrellas, mis padres, todo había desaparecido y sólo quedaba materia negra y oscuridad entera, donde dos criaturas enormes brillaban con un contorno oscuro, pero con matices blancos y negros.

Reshiram y Zekrom eran los responsables, mientras que N era el que los dirigía.

— Aquí, en el mundo aural, todo se vuelve realidad —finalizó con una risita.


Kalm

— ¿Dónde está?

Esa era la pregunta que tanto había querido escuchar. Mi corazón palpitaba lenta pero pronunciadamente, esperando a que Shauna pudiera responderme.

Su mirada y la mía se paralizaron tanto tiempo que la respuesta había sido un débil respiro sin muchas expectativas. A pesar de que esperaba al menos un susurro, una palabra, un sonido, no salía nada de los labios de la muchacha de tez morena, que estaba inundada en un mar de lágrimas indicando una preocupación por la líder del escuadrón de Kalos.

Ni siquiera tenía necesidad alguna de una respuesta. Podía presumir que conocía bien a Serena, y cuando Alain la expulsó del gremio o, mejor dicho, ella decidió irse de ahí, podía saber adónde se dirigía exactamente. Tal vez tendría un poco de suerte y la encontraría, o tal vez tenía muchas expectativas acerca del tema y se quedarían sólo en eso.

Sin embargo, estaba seguro de ello. Tanto que no supe decir cuándo ni cómo había adquirido un sentimiento fugaz de nostalgia al estar caminando por ahí.

La niebla se abalanzaba contra mi persona como una vieja amiga, con los faros de luz iluminando vagamente un sendero solitario y nocturno. El frío helaba mis husos hasta la raíz; la túnica misteriosa que portaba no era de mucha ayuda en una noche taciturna y solitaria. El empedrado estaba con sus habituales charcos de agua mugrienta que reflejaban un desfile de estrellas postradas en el firmamento oscuro, y los edificios angostos que se alzaban a lo largo de ambos lados del sendero cuesta arriba hacían más angosta la calle. No había recordado cuán hermosa era la arquitectura de cada edificio que era igual al siguiente y al siguiente. Un tejado compuesto por una capa color barro de ladrillos en forma de loseta, y unas paredes de mármol que relucían al compás de los faros con su débil luz que se extendían a lo largo del interminable sendero. Algunas ventanas estaban con las luces prendidas, y el alfeizar de muchas de ellas eran caracterizadas personalmente ya fuera por plantas, masetas, gárgolas de Noivern para espantar a algún Pokemon volador que invadiera la parte exterior de la ventana. Escaleras a cada cien metros que dejaban entrever un pequeño garaje para entrar en la serie de departamentos que conformaban el edificio, y una puerta principal de caoba que indicaba el número del condominio.

Subí una serie de escaleras y paré en una de aquellas puertas. Suspiré antes de meter la llave en el candado y giré la chapa. Al entrar en un peculiar condominio del centenar que había, subí varios pisos en medio de la oscuridad de un sinfín de escaleras. El lugar no estaba tan iluminado como imagine, y el silencio era tan sepulcral que a final de cuentas no me sorprendió en lo absoluto. Sabía de antemano que este edificio en particular estaba abandonado hace ya mucho tiempo.

Me encontré por fin en el último piso del edificio de mármol, donde había un departamento con una puerta entreabierta. No me percaté de ello sino hasta que dejé de buscar la llave en mi menú que abriera la puerta. Esto solo podía aumentar mis sospechas de que aquí era el lugar indicado. Un lugar que inmediatamente trajo una nostalgia y una tristeza profunda al ver que en el centro de aquella puerta había una serie de palabras talladas:

"Gremio de los Accesorios y Gorras: Gremio Novato"

Sentí una punzada en el corazón tan grande que no podía atreverme a entrar sin desvanecerme. No quería hacerlo, ni me era indiferente el sentir la comodidad y la calidez del que alguna vez fue mi hogar. No quería, pero me armé de valentía y empujé la puerta silenciosamente para adentrarme a un ambiente que me trajo varios recuerdos gratos y otros no tanto.

Todo había estado como la vez en que abandoné el lugar: vidrios esparcidos y rotos por el suelo de madera, manchas de sangre seca regadas por el tapiz de la pared, y muebles rotos y tirados que habían sido causa de una tragedia. No quería recordar ni qué había pasado, ni los gritos de mis compañeros antes de lanzarme una última mirada de esperanza, ni las lágrimas de Casey al ver que su vida ya era sólo un recuerdo y nada más. No quise recordarlo, pero me era imposible, y traté de apoyarme en el muro más cercano para no perder el equilibrio a causa de la impresión.

Sin embargo, no estaba solo. El viento soplaba con fuerza mientras las cortinas rasgadas y teñidas de gotas carmesí danzaban para acompañar la silueta de Serena que veía Ciudad Azulona brillar en una noche estrellada.

Me acerqué lo más sutil que pude, y cuando salí al balcón por completo y me recargué en el barandal de mármol, tal parecía que ella ya se había percatado de mi presencia debido a que no reaccionó en lo absoluto. Su mirada estaba postrada en miles de luces tintineantes que conformaban a la ciudad, con su grandeza, pero a la vez con su pequeñez en un vasto mundo virtual del que no se tenía salida alguna.

— Es increíble cómo un simple lugar puede traerte varios recuerdos, y a la vez sentirte de varias maneras.

Su voz fue como una débil canción para mí.

— Te entiendo perfectamente —sabía a lo que se refería. Al entrar al departamento donde alguna vez estuvo el Gremio Novato era un tormento de sentimientos que llegas a tocar la nostalgia, la felicidad, la tristeza, el horror y la tragedia. Todas al mismo tiempo.

Ambos nos quedamos en silencio durante unos momentos. Ella no tenía nada que decir, y lo entendía. No había mucho qué decir de su parte. Había sido "expulsada" del gremio, y no tenía adónde ir, además de que los Cuatro Grandes estaban buscándola.

— Serena —me armé de valor para nombrarla— Lo siento.

Mi palabra fue como una cuchilla para mí por lo menos. El silencio que siguió fue torturante e incómodo. Sólo el viento era testigo de lo que sentía Serena en esos precisos momentos.

— Entiendo tu enfado. Si yo fuera tú, también estaría muy enojado. Fui un cobarde, un débil e inútil humano que abandonó a la gente que más lo amaba cuando más lo necesitaba. Te alejé completamente de mi vida, y quise alejarme de todo lo que me hacía daño en esos momentos. Te mentí desde un inicio, haciéndote creer que era un jugador novato cuando en realidad era un beta, y no sé por qué lo hice en realidad. La verdad es que quería tener un hogar, la calidez de varias personas y sentirme amado. Allá afuera no tengo a nadie, y el haber tenido una familia aquí dentro me hacía muy bien. Pero no podía decirles que era un beta, porque… porque tenía miedo a su rechazo. Quiero decir, ¡era el Gremio Novato! ¿Qué podía hacer el líder si era un beta que estuvo mintiendo todo este tiempo? Entiendo que Satoshi se unió poco después siendo él un beta, pero de lo que tenía miedo verdaderamente era que no me aceptaran después de haberles estado mintiendo todo este tiempo.

Cuando Mirto llegó… la cobardía se apoderó de mí. Vi más fácil fingir mi muerte, que enfrentarme a él. Vi más fácil salir del juego por completo y abandonarte a ti, que sobreviviste. Vi más fácil poder seguir mi vida allá afuera escondido entre la gente, que volverme fuerte a tu lado. Quise escoger el camino más fácil, pero la verdad es que eso me provocó una tortura cada noche y cada día, sabiendo que había hecho algo inhumano. Me arrepiento de haberlo hecho, sí, y no sabes qué tanto. Al regresar, quise buscarte, pero había sucedido la Guerra Celestial y poco después habías desaparecido, sin tener rastro de ti y con todos los jugadores elevando al aire tu apodo: "La Fénix Dorada". Entendí desde ese momento que te habías vuelto fuerte tú sola, y después de todo ese sufrimiento que enfrentaste tú sola. Quise encontrarte, y estuve buscándote durante un año completo, sin saber siquiera qué decir cuando te encontrara o cómo explicarte que seguía vivo. Pero estoy aquí contigo… estoy aquí en este momento y por favor… —me arrodillé en el suelo, y golpeé el suelo con desesperación. Las lágrimas caían con mucho dolor interno siendo liberado. Había sido un total cobarde, y estas eran las consecuencias de ello—… perdóname… Serena…

Mis gemidos eran tal que podían escucharse a lo lejos y perderse entre el eco que se extendía por el horizonte de Ciudad Azulona. Sin embargo, cuando estuve unos segundos más de rodillas y mirando hacia el suelo con arrepentimiento, ella se acercó a mí hasta que vi sus zapatos de cuero.

Levanté la mirada, y ella me devolvió la misma con una seriedad que no comprendía.

— No creo que sea un lugar indicado para llorar.

No entendía el por qué decía aquello.

— No querrás recordar este lugar por los sentimientos negativos. ¿No es así? Ritchie no le habría gustado que cada que entraras aquí o recordaras este apartamento, lo hicieras con tristeza y dolor.

Me limpié las lágrimas.

— Kalm, lo que hiciste estuvo muy mal, de eso no hay duda. Fuiste un estúpido y un cobarde, pero Pokemon Battle Online me ha enseñado que no importa qué tan cobarde y atemorizado estés. Nunca es tarde para llenarte de valentía y fuerza. Levántate.

Obedecí como un esclavo, mientras mis lágrimas me hacían ver desastroso y ridículo.

— Fuiste un cobarde, sí. Sin embargo, también se requirió de mucho valor para que pudieras volver aquí, y al hacerlo, estás arriesgando tu vida. No sólo por mí, sino que también sé que lo haces por la memoria de Ritchie, Casey, Wattson, Cheryl, Tracey, Sémola, Trevor, Morrison y Bianca. Cada uno de ellos está orgulloso de ti, pero aún falta mucho por hacer y superar. Aún falta niveles que superar, gente que derrotar y poder que obtener. De nada sirve arrepentirte, o tirarte al suelo, porque todo el esfuerzo que has hecho hasta ahora habrá sido en vano. Te lo dice alguien que vivió abandonada desde el momento en que tú y Ritchie me salvaron de una soledad aplastante, hasta el día en que vi a cada uno de ustedes morir y me quedé sola de nuevo. Te lo dice alguien que volvió a sentir que estaba en una oscuridad interminable, pero supo salir de ahí gracias a gente confiable y a mi propia fuerza. Te lo dice alguien, que derrotó a una de los Cuatro Grandes, y ha llegado hasta la élite del Gremio Mega. Kalm, tuve un momento a solas para asimilar tu aparición y la muerte de Satoshi, y entiendo que no es momento para acobardarse ni para guardar resentimientos. Yo te perdono, Kalm. Sin embargo, el que debe perdonarse a sí mismo eres tú. Hazlo por ti… por Ritchie y por todo el gremio novato que desde algún lugar te está mirando y te anima a pelear contra el peligro que se avecina.

No supe qué responder. Cada palabra que decía era tan acertada que me había quedado mudo. Las lágrimas dejaron de salir y en su lugar un sentimiento de curiosidad me invadió. ¿Quién era ella? ¿Qué habían hecho con la Serena débil e inocente que alguna vez formó parte del Gremio de los Accesorios y Gorras? ¿Qué había pasado con ella durante su desaparición y cómo se había vuelto fuerte? Quería saberlo. Quería saber la historia de la Fénix Dorada.

— ¿Quién eres tú? —pregunté.

La muchacha miró hacia la ciudad, con los cabellos cortos hasta el hombro latigueando sobre su rostro y el viento susurrando historias a sus oídos. Ella suspiró, como si un sentimiento abrazador de dolor le inundara la menta cada vez que recordaba su historia.

— Quién soy yo… —repitió—. Kalm, te contaré cómo llegué de ser una chica indefensa a ser una mujer temida.


Próximo capítulo: El pasado de Serena. Parte I: El Equipo Squirtle