Muchas gracias a todos por su apoyo; estoyt ratando de postear constantemente. Espero sigan disfrutando del pasado de Serena :)


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Capítulo 107

El Pasado de Serena Parte IV: El Herrero de Nieve


El entrenamiento no fue fácil, cabe destacar. Los días siguientes a mi permanencia en el gremio me hicieron ver lo realmente duro que era el entrenamiento de cada día. Regresábamos a casa cansados, con dolor en la espalda, pies, brazos y en cada parte del cuerpo. La exigencia física a la que nos sometían era tanta que comenzaba a volverse más tentativo el dejar el gremio y regresar a nuestras vidas donde podríamos fundar un nuevo gremio entre nosotros seis; sin embargo, eso sería estar en la zona de confort, e indudablemente no pasaría eso. No iba a rendirme tan fácilmente.

Poco a poco la gente experimentada subía de rango; el tiempo pasaba, y de entre los seis la que más destacaba por sus habilidades había sido Korrina, puesto que ella ya tenía experiencia en combates cuerpo a cuerpo.

Los rangos consistían desde el más bajo nivel que era el novato; le seguía el amateur, intermedio, avanzado, experimentado, platino, oro, diamante, y la élite en respectivo orden. Los días seguían su transcurso, y ni siquiera habíamos podido ascender del amateur, mientras Korrina llegaba a un nivel avanzado. No obstante, mi paciencia y el coraje que había adquirido eran tantos, que no estaba dispuesta a tirar la toalla.

Las noches caían y la luz del sol volvía a aparecer por entre la Fortaleza Catarata, y el nivel tanto en mi físico, como en mi magia, como en mi habilidad para esquivar, así como en mi Firénix y en mis Pokemon comenzaba a ser de una notoria mejoría.

La élite ya era conocida hasta el último rincón de la fortaleza.

Norman, conocido como "El Padre de los Beta", era popular por su gran capacidad de combate cuerpo a cuerpo y el trabajo en equipo que hacía con su Slaking sorprendían a varios por la conexión y entendimiento que tenían en el campo de batalla. Korrina había estado aprendiendo bien de él, por lo que no dudaba que ella avanzaría rápido de rango. Grant también intentaba dar su máximo, siguiendo los consejos de nuestra amiga.

Elesa, "La Maga Deslumbrante". Su apodo hacía referencia a la belleza que poseía, además de una magia de luz que cegaba los ojos de sus contrincantes. Su capacidad de velocidad y el situarse fuera del alcance de sus enemigos hacía fácil su ataque y el concentrar toda su aura en su magia. Shauna me había comentado que sus entrenamientos eran difíciles debido a que aún no podía dominar bien todo su poder en la palma de su mano.

Pegaso, "El Halcón Arquero". Jamás había visto el poder de un arquero como del nivel de Pegaso. Su capacidad por andar en el aire y dar en el blanco lo hacía ver tan fácil que dudaba que realmente lanzara la flecha con tino. Viola había quedado sorprendida por su capacidad de puntería.

Erika, "La Sanadora Milagrosa". Su conocimiento en cuanto a pociones para regenerar la salud, magia y poder de los jugadores aliados había sido increíble; Tierno la admiraba mucho, y le costaba trabajo adaptarse al entrenamiento porque además de todo, la belleza de Erika le hipnotizaba.

Por último, Sabrina era mi maestra. Todos los espadachines le tenían un profundo respeto debido al poder que había desarrollado con tan sólo una espada de primera generación que producía psico cortes gracias al aura fuerte que había obtenido. Sin embargo, mi estadía en su cuartel me había complicado el entrenamiento, ya que su trato hacia mí no era tan grato como podría haber pensado. Desde que la había conocido, podía notar un ligero odio hacia mi persona.

Como sea, los meses transcurrían. El dolor que sentía al final de cada entrenamiento era cada vez menos, pero las exigencias se habían vuelto cada vez más arduas de superar. El rango de novato finalmente era sólo un mito entre nosotros seis, y poco a poco alzábamos la mano hacia Alain para que se percatara que nuestro potencial era más grande de lo que nosotros mismos habíamos pensado.

Korrina y Grant habían ya ascendido a un rango oro en cuestión de meses; más rápido que cualquier otro jugador promedio. Tierno ya tenía más bases y pociones añadidos a su menú que serían realmente útiles, ascendiendo a un rango platino; Shauna y Viola también habían llegado de una manera no tan fácil apenas rasgando el nivel experimentado. Por mi parte, yo era la que más había ascendido del grupo, llegando a un nivel diamante, el cual me había sorprendido por la exigencia que inconscientemente ya se había grabado dentro de mi mente.

No obstante, para poder llegar a la élite, necesitabas combatir a tu maestro y vencerle. Esa era la última prueba, digna de saber si realmente se estaba preparado para formar parte de un grupo exclusivamente fuerte. Mi contrincante, Sabrina, no iba a ser fácil de vencer, y menos cuando notaba que no era su favorita alumna.

A la hora de la lucha en el campo de batalla cerca de las cataratas, me había exigido tanto que realmente pensé que había dado todo mi poder. Inclusive mi Fennekin llegó a evolucionar a Braixen. Sin embargo, con todo ello había perdido la batalla y mis chances de poder ascender a la élite se escapaban de mis manos. Una vez que perdías una batalla para poder ascender de rango a élite, las opciones para que volvieses a tener dicha oportunidad se reducían y tendrías que esperar varios días más hasta que tu maestro confiara en que podrías lograr vencerlo.

Pero no fue cuestión de días; pasaron semanas antes de que Sabrina volviese a incluso dirigirme una palabra con una buena actitud. Las cosas que me decía las hacía de manera estricta y severa, llegando a ser cansado para mí.

Tal vez el haberme estancado y haber pensado mucho en la derrota contra Sabrina me habían hecho retroceder en mi avance para volverme más fuerte; incluso vi a mis compañeros ascender de rango, lo cual me hacía sentir orgullosa de ellos, pero al mismo tiempo, me sentía impotente de no poder avanzar tan rápido como ellos lo hacían. Korrina incluso fue la primera en llegar a ser parte de la élite, mientras los demás ya habían llegado hasta el rango oro.

Un día, no sabría decir con certeza si realmente se me estaba presentando una oportunidad para poder acelerar el proceso de mejoramiento o bien, una prueba que Alain me había impuesto para saber realmente lo que era más importante para mí: paciencia o fuerza.

Has luchado excepcionalmente —dijo una noche después de haber finalizado mi entrenamiento, encontrándome con él en los pasillos solitarios del castillo que iban hacia la salida de los cuarteles de entrenamiento.

La luz de la luna a través de los vitrales de colores me hacía pensar en todos los matices de posibilidades que tenía para vencer a Sabrina.

No combatí lo suficiente —respondí.

Suficiente es una palabra algo ambigua —mencionó— No necesariamente necesitas vencer al enemigo o superar la prueba para poder superar tus límites. Necesitas de la derrota para poder trascender.

Lo sé, sólo que… —miré al suelo y me quedé pensando.

Alain leyó mi lenguaje corporal. Había estado frustrada, e incapaz de poder avanzar debido a que no obtenía los resultados esperados.

Ha evolucionado tu Fennekin. ¿Por qué no te alegras por ello?

Sí, ha sido algo bueno.

Tus amigos van bien. Su entrenamiento ha rendido frutos.

Me quedé en silencio.

Sin embargo, el que los veas avanzar a un nivel igual al tuyo o superior te estanca. ¿No es así? —Alain permanecía con el semblante sereno y severo que le caracterizaba—. Ese algo que te hace detenerte en el camino… ¿qué es?

La pregunta me había hecho pensar realmente el objetivo de mi fuerza.

Sé que es para la protección de tus amigos, de eso no hay duda. ¿Pero en lugar de alegrarte por los avances que has realizado, por qué te detienes? ¿Qué es lo que te ata a la derrota?

Esa noche me acosté pensando en lo que Alain me había mencionado. Traté de no darle vueltas al asunto o de encontrar una respuesta a la incógnita que se me presentaba. Sinceramente, la respuesta estaba al alcance de mis pensamientos, pero me complicaba pensando más y más en ello evitando la única posible respuesta: el pasado.

"No te aferres al pasado; si lo haces, no trascenderás".

Ash y el Gremio Novato eran la respuesta. Cada que perdía, cada que me estancaba, cada que no obtenía los resultados que deseaba, mi mente pasmaba su imagen en mi conciencia como una cuchilla que inmovilizaba mi coraje. No podía pensar en otra cosa más que en la muerte de mi antiguo gremio cada vez que sufría una derrota o no veía que mi fuerza mejoraba día con día. Estaba claro que no iba a olvidar su muerte, pero no podía pensar en ello cada vez que tenía un mal día. Por ellos quería volverme más fuerte, pero realmente no podía atarme al pasado de esa manera, o no podría trascender.

Me levanté de la cama, y observé la cama que estaba a mi lado: Shauna permanecía dormida con aquel inocente, pero valiente semblante. Sabía que debía superar mis límites, trabajar más duro, no rendirme y trascender. No para que volviera a suceder lo mismo que con el gremio Novato, sino por un bien más común: la salvación de todos. Y para ello, se necesitaba de paciencia, virtud, coraje y las derrotas que fuesen necesarias.

No dormí esa noche. En lugar de ello, me dirigí hacia el castillo y a la zona de entrenamiento de la base de espadachines. Los golpes que realizaba, las zancadas de un lugar a otro, los saltos, los esquives, los puntos débiles, todo comenzaba a sentirlo como una armonía perfecta. El sueño había desaparecido de mí, reemplazándolo por un sentimiento de coraje y entusiasmo que no me los arrebataría nadie.

Así pasaron un par de días, en los que descansaba unas tres horas por la noche, pero todo el tiempo restante estaba en el domo, luchando contra mis compañeros de entrenamiento, y mejorando cada técnica como fuese posible; la jornada acababa, pero yo permanecía ahí, con la perseverancia de que algún día llegaría a ser de élite o mejor, llegaría hasta el nivel 100 del juego para poder salvarlos a todos. No sólo yo, sino este gremio podría ser capaz de muchas cosas que aún no se potencializaban al máximo; yo tenía que hacerles despertar ese sentimiento de enardecimiento que los animaba a ser mejores cada vez más; yo debía ser ese ejemplo.

Alain me había sorprendido una noche junto con Manon. Ambos habían pasado por el pasillo próximo al domo, y escucharon que todavía había actividad y ruidos.

Deberías darte un descanso, Serena.

No respondí; no tenía tiempo para sermones. Necesitaba entrenar cada vez más duro; cada vez mejor.

¡Eh, Alain! ¿Por qué no le dices? ¡Anda! —Manon estaba emocionada.

Tranquila, Manon. No es necesario que…

¿Decirme qué? —en ese momento, paré los tajos que lanzaba al aire con una espada de madera de entrenamiento.

¿Sabes el poder real que tiene la espada de Alain? ¿La has visto en acción?

Negué levemente; a decir verdad, la espada que yacía entre las dos torres era muy misteriosa.

Bueno, el poder que consiguió Alain fue gracias a un herrero que…

Manon, suficiente —le interrumpió Alain.

Un… ¿Herrero? —aquello me conmovió más. ¿Estaban diciendo que debía ir con aquel herrero? ¿Estaban diciendo que debía volverme más fuerte junto con mi Firénix?

Manon hizo una cara larga, y súbitamente se separó de Alain para abandonarnos a ambos, con risitas inocentes que soltó mientras se alejaba.

Ambos nos quedamos a solas, en silencio, y con la mente puesta en lo que acababa de decir Manon.

Alain lanzó un suspiro, y se volteó para salir del domo; sin mirarme, me hizo un ademán para que le acompañara.

Ambos salimos y me nivelé hasta su posición, mientras recorríamos pasillos vigilados por guardias nocturnos y antorchas que desprendían luces de colores leves gracias a los vitrales vívidos de los ventanales del castillo.

Has entrenado fuerte, lo reconozco.

No respondí nada. Seguimos caminando hacia un destino que no conocía; dimos una vuelta hacia la derecha y pronto cruzamos un puente exterior que nos llevó a la fachada de otra pequeña torre. Bajamos una escalera de caracol y llegamos al pasillo común por el que entraban y salían todos los jugadores que iban a sus respectivos entrenamientos. Ahí, los vitrales eran más grandes que de costumbre, adornados por Pokemon mitológicos como Arceus, Dialga, Palkia, Articuno, Moltres, Zapdos, Entei, Suicune, Raikou, entre otros. En el centro del pasillo, había una vitrina que resguardaba una armadura dorada.

Yo la había visto hace tiempo; no le había dado mucha importancia hasta entonces, ya que pensaba que era un simple adorno y una armadura que nadie había usado. Sin embargo, ahora que lo pensaba, ¿por qué demonios estaba en el centro del pasillo común, donde todos podían verla?

Has luchado bien —me repitió nuevamente— Pero no basta sólo con entrenar día y noche. No basta con sólo eso; los entrenamientos claro están que sirven para mejorar el físico, la magia y la fuerza. ¿Pero… qué hay del poder que no muchos poseen?

Me quedé en silencio; después de pensarlo un poco más, recordé lo que Manon había querido decir.

¿El herrero…?

Su nombre es A.Z —Alain miraba al suelo, como si intentara recordar algo no muy grato de su pasado; no quise preguntarle en qué estaba pensando, porque parecía absorto en sus pensamientos de una manera dolorosa— Él convierte tu espada en única; el poder que irradia de ella es sólo característico de la forma en que A.Z puede darles dicho poder a las espadas.

¿Dónde lo puedo encontrar?

Alain sonrió como si aquello pregunta le causara gracia.

Serena, ¿sabes por qué esta armadura está en el centro del pasillo común? —me respondió con otra pregunta, y al haber pensado en la respuesta, no supe contestar—. Esta armadura luce imponente; luce poderosa, y el brillo que emana durante el día hace que todos le vean de una manera inigualable.

A decir verdad, yo…

Sé que no siempre llama la atención de todos. Es una simple armadura dorada que parece un adorno. Pero su propósito real es alentar a todos los jugadores a ser cada día mejor. Es ayudarlos a que no se rindan justo cuando piensen que las cosas no salen siempre como uno quiere, y que los resultados son más lentos de lo que ellos esperaban. Esa armadura representa fuerza, paciencia, coraje y honor.

¿A qué quieres llegar?

Verás… yo era igual que tú. No quiero decir que sea malo, ni bueno. Simplemente quería poder; quería proteger a mis seres queridos y quería salir del juego cuanto antes. Entre más sufría, entre más cosas trágicas pasaban, entre más impotente me sentía por no poder hacer nada, más me hundía en el pasado y en los errores que había cometido. Y entonces, un día se me presentó una oportunidad que sabía que no debía desaprovechar; no sé por qué a mí, no sé por qué había obtenido tal poder que realmente no estaba buscando, pero lo tomé sin dudarlo. Aquello no me hizo cambiar a alguien que ansiaba más poder, sino que sabía que debía usarlo con cautela, o habría consecuencias por ello. Aquel poder me hizo dar cuenta que no se necesita de un gran poder para proteger a tus amigos; no se necesita de entrenar día con día para ser mejor; no se necesita de un gran coraje para imponer miedo a tus enemigos. Eso es lo de menos —Alain seguía mirando al suelo, lanzó un suspiro y luego observó la armadura que desprendía pequeños brillos gracias a las antorchas que le iluminaban—. Al encontrarme con A.Z, con esta armadura, con el poder que poseo, no me di cuenta que en realidad era un jugador distinto a los demás; no me di cuenta que había sacrificado mi vida para obtenerlos. Simplemente sucedieron las cosas y yo tomé las oportunidades, y ahora estoy donde estoy, con el gremio que he fundado y con un poder que quiero utilizar para un bien común.

Lo que quiero decir con todo esto, es que a pesar de que entrenes duro, no sólo se necesita de ello para llegar a ser un jugador distinto a los demás. Se necesita aprovechar las oportunidades que se van presentando en tu camino, y saber elegir sabiamente si son correctas o no para tu futuro. Sea como sea, esta armadura no sólo está aquí para alentar a los jugadores, sino que el día en que alguien supere por completo las expectativas y haya tomado las decisiones correctas, será el día en que dicho jugador use la armadura. Ni Norman ni Sabrina han sido aptos candidatos a utilizarla.

El día en que humillé a tus amigos y a ti en el campo de batalla, lo hacía porque realmente quería saber de qué estabas hecha. Entiendo que hayas sufrido, pero el pasado es un arma de doble filo donde puedes aprender de ella y evitar cometer los mismos errores de antes, o puedes lamentarte y aferrarte de él para no poder avanzar hacia el futuro. Tú decides qué es lo mejor para ti, y las oportunidades que tomes serán vitales para un futuro incierto. Sea que las tomes o no, escribirás las propias páginas de tu destino.

Ahora bien, ¿estás dispuesta a soltar el dolor de tu pasado? ¿estás dispuesta a escribir las páginas de tu destino? ¿estás dispuesta a sacrificar cosas para obtener poderes que no se obtienen sólo entrenando?

Podía entender un poco mejor a lo que quería llegar. Me quedé en silencio un poco, pero al final asentí.

A.Z se encuentra en Pueblo Fresco. Él podrá ser capaz de mejorar tu Firénix. Sin embargo, es un tipo orgulloso y testarudo, así que no será fácil convencerle de que haga cosas por ti. Puedes ir, mejorar tu espada y obtener un poder inimaginable; las oportunidades están ahí. Sin embargo, yo no acepto a nadie que abandone la Fortaleza Catarata sin mi permiso; el hacerlo se considera traición que no estoy dispuesto a perdonar. Oportunidades, hay; sacrificios, indudablemente. Tú decides. Toma la batuta, y dirige hacia dónde quiere ir tu destino. Buenas noches.

Y sin más, Alain me dejó en una soledad que sólo yo y la armadura dorada podíamos comprender. Era una decisión que requería sacrificios a cambio de un poder. La pregunta era: ¿Estaba dispuesta a arriesgarlo todo?

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[…]

Hacía frío. Era el nivel 21 del juego y la nieve se colaba hasta mis huesos. Las capas de ésta se aglomeraban sobre el suelo conforme íbamos avanzando, hasta que llegó la ocasión donde teníamos que dar grandes zancadas con esfuerzo para no hundirnos en la nieve que cubría el suelo. Parecía que andábamos a ciegas, ya que la nieve sobre el suelo no te permitía ver el sendero que debías seguir, y la ventisca que había en el aire era tan densa que sólo podía vislumbrar un par de metros a la redonda.

¡Recuérdame por qué tuvimos que acompañarte! —gritaba Korrina desde un extremo; su voz era apenas audible porque el soplo de la ventisca era mayor.

Yo sólo me dediqué a seguir avanzando, con las tres capas de abrigos que tenía sobre mí, los guantes, y las botas que me protegían de un frío que incrementaba con cada segundo o con cada avance.

Cuando Alain había finalizado su discurso para manipular mis decisiones, de alguna manera, sabía que debía venir. Realmente no estaba segura si al regresar a la Fortaleza Catarata se nos iba a considerar como traidores al gremio, pero como él había dicho: se requerían sacrificios para obtener grandes poderes. Al haber llegado junto con mis amigos, los desperté y les comenté que era la ocasión perfecta para ir hasta Pueblo Fresco sin ser detectados. Korrina y Tierno habían dudado de si realmente tenían que acompañarme, pero al final todos estaban dispuestos a seguirme porque hace unos meses yo había negociado con Alain irme en lugar de ellos, lo cual los ponía en una posición en la que no podían discutir ante mis peticiones.

A ellos les preocupaba que ya no formaran parte del gremio una vez que hubiéramos vuelto, pero yo les había convencido de que, si llegara a pasar, me echaría yo la culpa de ello y recibiría cualquier castigo pertinente. Shauna me hizo saber que ella no dejaría que eso pasara, pero de todas formas iba a venir con o sin ellos, y las consecuencias de mis actos ya estaban estipuladas mucho antes de que abandonara la fortaleza. Puede decirse que ellos se habían sentido obligados a venir, pero fue más el deseo por protegerme que su miedo a considerarse traidores del gremio; y estaba agradecida por su confianza y afecto.

No habíamos tardado mucho en llegar a Pueblo Fresco; después de haber sobornado a un comerciante en Pueblo Mega para que nos prestase algún bote de expedición, encontrar a Manaphy para que nos guiara hacia la salida dentro de un océano interminable, haber llegado de nuevo a las andadas novatas de PBO y teletransportarnos al nivel 21 donde se podría hallar A.Z, sin contar que pasamos tres horas entre interminables montes de nieve que debíamos cruzar y una ventisca que nos hacía retroceder con su fuerza, pudo haber sido más tiempo. No había estado tan consciente de si realmente había pasado un día máximo, o si Alain ya se había percatado de nuestra partida. Por ahora, sólo quedaba concentrarme en encontrar al herrero y mejorar el poder de mi espada. Ya estábamos aquí, y no teníamos que retroceder.

Mis pensamientos fueron súbitamente interrumpidos debido a una luz tintineante que se notaba a lo lejos, entre una neblina de nieve densa. Como si una estrella nos indicara el camino a seguir; sabía que Pueblo Fresco estaba cerca.

Habíamos llegado finalmente a una posada de nombre "XY". Aquello me extrañó mucho, pero no le di tanta importancia y abrí la puerta para refugiarnos un momento del frío y el cansancio.

El recinto estaba ocupado por un par de personas y el dueño de la posada, que nos vio entrar con una mirada de pocos amigos. Ocupamos una mesa, y le ordené que nos diera el té más caliente que tuviera. Sin rodeos quería obtener algo de calor para seguir adelante en la travesía.

¿En verdad sabes donde se encuentra ese herrero? —Grant preguntó. Los seis nos juntamos alrededor de una mesa.

No respondí. Aparté la bufanda queme había cubierto el rostro para suspirar levemente en señal de confusión.

Lo que ahora debemos hacer es seguir avanzando. O bien, preguntar.

¿En este frío? Ni loco —Tierno tintineaba; sus orejeras estaban ya adornadas de una estalactita de hielo.

Pueden quedarse aquí si lo desean; yo seguiré mi camino.

Serena, es peligroso —me dijo Shauna.

Además, no se puede ver nada y ni siquiera con el mapa podrías encontrar al herrero —terció Viola.

Qué va. Recuérdenme de nuevo por qué la acompañamos —susurró Korrina para no causar un alboroto.

Seis tés fueron traídos por la dueña de la posada. Sin embargo, al percatarnos de la camarera, no parecía ser una NPC porque además de tener un nombre sobre su avatar, no se comportaba como uno.

Por lo que escucho, intentan encontrar a un tal herrero.

Así es —mencioné.

Él es famoso por estos rumbos; algunas cuantas personas me han preguntado sobre él. Y todos obtienen la misma respuesta: no van a poder convencerlo de nada.

Eso ya se verá —respondí tajadamente— ¿Dónde está?

En alguna parte de la montaña Snowpoint; donde veas una pequeña luz en medio la montaña, ahí estará él.

Me quedé en silencio; así que debía escalar esa montaña, buscar el lugar donde se alojaba, convencerlo de que mejorara mi Firénix y regresar para considerarme traidora del gremio Mega. Gracias, Alain.

Sin embargo, deben tener mucho cuidado —nos advirtió— El escalar la montaña Snowpoint es algo a lo que no muchos jugadores se atreven. Caminos traicioneros, derrumbes de nieve, ventiscas furiosas y un frío abrazador… no suena algo alentador.

Estoy dispuesta a tomar ese riesgo.

Lo sé. Todos han dicho lo mismo y no recuerdo a nadie que haya regresado a presumir que llegó hasta la cima.

¿Hasta la cima?

Además de ese herrero, en la cima de la montaña se encuentra un tesoro. Es una megapiedra que es vigilada por dos Pokemon.

Una megapiedra… el gremio Mega tiene más megapiedras de las que recuerdo.

Sin embargo, se dice que está envuelta por una llama dorada; una llama que el que la logree poseer, obtendrá un poder inimaginable. La leyenda de este pequeño pueblo cuenta que esa llama es vigilada por dos misteriosos pero poderosos Pokemon. ¿Legendarios? Tal vez. Lo increíble es la forma de aquellos, asemejándose a una "X" y una "Y". He sido testigo de que de vez en cuando, aquellos Pokemon en lo más alto de la cima lanzan sus rugidos y atacan a cualquiera que intente robar el tesoro resguardado, provocando así avalanchas que son mortíferas para nuestro pueblo. Son los guardianes, los vigías, los protectores de aquel tesoro. De vez en cuando, la furia de aquellos Pokemon se desata que llegan hasta aquí y destruyen todo lo que ven a su paso. ¿EL motivo de su odio? No lo sé. Sin embargo, hubo una ocasión en donde un jugador escaló hasta el punto más alto, y desató tanto la furia de aquellos dos que se oyeron varios estruendos, ocurrieron varias avalanchas y tuve que resguardarme en el sótano que tenemos aquí; me costó trabajo salir con los metros de nieve que teníamos ya encima de nosotros. No se volvió a saber de aquel jugador y es seguro que haya muerto. Pero esta leyenda es real, así que si tratan de buscar a A.Z, o incluso llegar hasta la cima de Snowpoint, no podrán lograrlo. Morirán en el intento, y traerán consecuencias para este pueblo que los recibe de manera amable con seis tés sobre su mesa…

La dueña se fue para atender a otros jugadores. Di un sorbo al té y sentí la quemazón en mi lengua, que era más placentera de lo que hubiera pensado. Mis cinco amigos estaban un tanto pasmados por la leyenda de Pueblo Fresco, y pronto me miraron porque sabían que mi decisión a pesar de todo no iba a cambiar.

Qué buen té —me limité a decir más explicaciones. Le di otro sorbo; la quemazón era grandiosa. De un momento a otro, no me di cuenta de que me lo había terminado de manera sagaz y dejé seis pokemonedas de cobre sobre la mesa, más una pequeña propina por la información que nos habían brindado— Es hora.

Salí de la posada y la nieve se coló como una vieja y furiosa amiga.

Está bromeando, ¿no? —Tierno miró a sus amigos con un semblante preocupado.

No volteé hacia atrás; sabía que mis compañeros ya estaban siguiéndome entre una ventisca que se tornaba cada vez más densa. El avance fue lento, prolongado y difícil; las casas con las que nos topábamos apenas podían vislumbrar las luces que tenían en sus entradas o ventanas, y el sendero que llevaba hacia la montaña Snowpoint era difícil de seguir, porque no había letrero alguno que nos indicara hacia dónde debíamos ir. Sin embargo, poco a poco podíamos ver una mancha oscura en el horizonte, sabiendo que se trataba de dicha montaña. Tan sólo quedaba avanzar hacia adelante, escalar, e ir hacia una casa que no había encontrado siquiera.

Poco a poco avanzábamos; poco a poco la mancha se aclarecía entre la tormenta de nieve, mis mejillas comenzaban aquel rubor característico porque el frío ya se estaba colando entre mis venas. La nariz ya no podía sentirla, y me costaba cada vez más trabajo mover las articulaciones. De cuando en cuando, daba un vistazo hacia atrás para ver si mis amigos me seguían el paso; a cuestas lo hacían, pero con algunas quejas entre sus andadas.

Hubo un momento en el que la montaña ya era bastante clara; ni siquiera se pudo ver la cima de ésta porque era tan alta que la tormenta cubría su misterio. Sólo nos dedicamos a avanzar por donde podíamos, entre colinas de nieve, barrancos peligrosos y un ascenso peligroso. Pronto noté que al tiempo en que comenzábamos a adentrarnos entre las entrañas de Snowpoint, sentía que el frío y el cansancio se apoderaban más de mí. ¿Hacia dónde íbamos? No lo sabía con certeza; la casa de A.Z, su base, su refugio, o fuera lo que fuera, no se percibía por ninguna parte. El sendero, pronto se hacía más angosto, al punto en que debíamos cruzar en puntillas y con sumo cuidado para no caer a un vacío blanco que nos esperaba con la muerte. A veces, el camino era interrumpido por un vacío por el que debíamos saltar o desviarnos para ir por otro más seguro; el día incluso pasó rápido, ya que la noche se instaló como fugitiva sin que nos diéramos cuenta, lo cual nos imposibilitó el seguir hacia arriba.

Tuvimos que descansar en una tienda de acampar que ya teníamos prevista en nuestro inventario. Cada uno sacó su respectivo pequeño refugio e intentó descansar y calentarse en lo que aguardaba a que la luz volviera y nos permitiera el nuevo andar. Dentro de mi campaña, podía escucharse la ventisca y el soplo como un pequeño zumbido tenebroso que helaba los huesos; sentía la helada nieve atravesar la base de la tienda de acampar, por lo que me costó trabajo cerrar los ojos por una vez prolongadamente. Sin embargo, me hizo bien desenvainar mi Firénix y abrazarle para que me proporcionara algo de calor. La oscuridad, el frío, el misterio y la soledad se hacían presentes, pero no me iba a dejar vencer por ellos tan fácilmente. Antes de que me hubiera dado cuenta, había cerrado los ojos y me había sumergido en un profundo sueño que tomó factura por el prolongado viaje.

No soñé de tan cansada que me sentía; sin embargo, el rugido de un gran Pokemon despertó mis cinco sentidos y salí de la tienda cuanto antes. Aún era de noche, mi visión era casi nula, pero debía saber qué había originado aquello. Entonces, un Beartic rugió de nuevo. Viola retrocedía un par de pasos entre la pequeña explanada inclinada en la que habíamos descansado; la muchacha estaba en problemas, y yo había sido la única que había escuchado el peligro. No hubo tiempo para mucho: desenvainé mi Firénix y ésta se prendió con un lengüetazo de fuego. El Beartic rugió ante la amenaza, se volteó y prestó ahora atención a su enemigo. Se levantó en dos patas e intentó tirarme con su pesado cuerpo, pero mi Firénix sirvió de escudo para cubrirme de sus garras que azotaron como cuchillas contra el sable. Sin darle tiempo para recuperarse, di un tajo sobre el aire que lanzó un fuego que fue letal para el oso polar, y este retrocedió tanto que ya no hubo suelo alguno que lo pudiera seguir sosteniendo, y cayó sobre un vacío en el que sus rugidos se perdieron dejando un eco misterioso.

Viola me miró agradecida, pero entonces el silencio entre ambas y el alboroto que causaron los demás al salir de sus tiendas fue suficiente para hacernos saber que el suelo iba a resquebrajarse en cualquier momento gracias a la pelea que había tenido contra el Beartic.

¡Viola!

La muchacha se levantó de inmediato e intentó correr hacia mí, pero el suelo ya estaba desmoronándose sobre sus pies. Corrió lo más que pudo y yo retrocedí también, hasta que el colapso se detuvo a un par de metros delante de mi posición. Viola desapareció entre el suelo y pensé lo peor; al asomarme entre el barranco colapsado, noté que, en la pared de la explanada desquebrajada, Viola se sostenía gracias a sus flechas de arco hechas de hilo demora, pero éstas no las iban a sujetar por mucho tiempo.

¡Toma mi mano!

Intenté estirarme lo más que pude; Viola, con todas sus fuerzas, alzó su otra mano libre para apenas tocar la punta de mi guante. Otra vez se estiró, y sólo tocó la punta de mis dedos; el hilo demora comenzaba a ser cada vez más débil, y Viola caería en el vacío para morir; sin embargo, no iba a permitirlo. Con ayuda de mi Firénix, aún caliente por el combate, tomé la punta del sable mientras le mostraba la empuñadura a Viola; la extensión facilitó que Viola se sujetara a la empuñadura de la Firénix. Grité de dolor debido a que el calor del sable atravesó mi guante, así como el metal comenzaba a atravesar mi piel. La fuerza con la que jalé el cuerpo de Viola fue doloroso y agonizante. Cuando Viola estuvo cerca de mí, con mi otra mano libre le tomé de la espalda y la jalé hacia mí. Sin darme cuenta, Grant y Tierno habían estado sujetándome para que tampoco yo fuese a caer. Cuando Viola estuvo completamente a salvo, Tierno atendió la herida de mi mano, que parecía ser una quemazón de la cual no iba a curarme en un par de horas, o días.

¿Estás bien? —Tierno inmediatamente rodeó con su aura a mi mano para comenzar a sanarla.

Sin embargo, no contesté. Mi vista se había fijado en un solo punto: una luz tintineante como estrella que estaba a unos kilómetros de nuestra posición; las ventiscas de nieve habían cesado, la calma del viento había sido certera y aquella luz podía divisarse a lo lejos entre muros de rocas y nieve del Snowpoint. Parecía ser el lugar donde A.Z se encontraba.

Ahí está.

Mis amigos voltearon a ver el pequeño punto de luz. Parecía que nuestro objetivo estaba a la vista, y no debíamos desaprovechar esta oportunidad.

Sin haber esperado a que la luz volviera al cielo para evitar que la luz desapareciera o las ventiscas fuesen a reaparecer, nos encaminamos hacia dicho destino cuando guardamos nuestras tiendas de campañas. El viaje fue menos pesado debido a que ya había descansado un poco, pero el dolor en mi mano evitaba que pudiera andar con total libertad; era punzante, doloroso y con un ardor que me hacían apretar la mandíbula para evitar sufrir o gritar.

El arribo hacia la luz fue más prolongado de lo que creí; el sol apenas se asomaba por entre el horizonte de un mar blanco de nieve, tornando el firmamento en matices azules desde los más oscuros hasta los más claros. La luz tintineante había desaparecido, pero ahora ya podíamos divisar una pequeña cabaña en una pequeña explanada que parecía ser relativamente segura entre las marañas de barrancos de Snowpoint. Habíamos estado a media altura de Snowpoint, o eso creía, porque a pesar de la calma con la que había amanecido el día, no se podía divisar todavía la cima de ésta.

[VIDEO 2: Halo Reach OST – Winter Contingency]

Al llegar a la cabaña, la puerta estaba abierta. No había nadie dentro de ella, pero no necesitamos entrar para darnos cuenta que un sujeto estaba contemplando la salida del sol en la cima de una pequeña colina que había unos metros más allá. La cabaña era más bien un taller de herrería: la fragua que estaba al rojo vivo y la causante de que el humo que despedía se fuera por la chimenea que se perdía discretamente entre un ambiente blanquecino; el fuelle estaba abandonado a un lado; parecía que estaba haciendo una espada debido al metal al rojo vivo maleable y dúctil gracias a las brasas que habían estado avivadas.

El sujeto no se había dado cuenta de nuestra presencia, o eso pensábamos, porque al tiempo en que los seis nos acercábamos con cautela, una voz muy grave nos hizo detenernos.

Adivinaré que vienen a pedirme una espada. ¿No es así?

Nadie contestó; en realidad, yo era la que debía contestar porque este asunto me competía a mí.

Me llamo Serena. Mi espada es de segunda generación y quisiera que…

Ya les dije que no haré nada.

El sujeto se volteó y pude ver más de cerca su apariencia: era viejo, de facciones toscas y la melena grisácea caía por su cuerpo hasta llegar a la cintura; la bufanda verde y le gorro carmesí que llevaba puestos para protegerse del frío cubrían su rostro, aunque sabía que las arrugas y esa mirada amenazante se podían notar a pesar de todo. Su cuerpo era de complexión delgada y estatura promedio, pero el misterio que irradiaba lo hacían ver imponente.

Por favor; yo sólo…

¿Quieres poder? Sí, ya sé que lo quieres. ¿Qué te hace diferente al resto? ¿Por qué crees que voy a hacerte una espada que te haga más fuerte?

Quiero salvar a todos; quiero llegar al nivel 100 y…

Todos queremos lo mismo, niña —me espetó rudamente— No te creas la única que quiere eso. ¿Qué ganaría yo con hacerte más fuerte? ¿Por qué lo haría?

Escucha, sé que no nos conocemos, pero ¿habrá alguna manera de convencerte de que puedas mejorar mi espada?

El silencio fue llenado por una pequeña corriente de frío en la que mis amigos y yo estábamos en un misterio que sólo A.Z podía romper con su respuesta.

No —dijo tajantemente.

Suspiré. Shauna me nombró susurrando que no había manera alguna, pero no me rendí en lo absoluto. Debía sobresalir entre todos; debía hacerle notar que yo era diferente y que en verdad quería ese poder para un bien común; debía mostrar el coraje el cual me había caracterizado en esta renovada Serena.

Conoces la leyenda de Pueblo Fresco, ¿no?

Aquello hizo que A.Z dirigiera su mirada curiosa hacia mí.

Serena, ¿qué…? —intentó intervenir Korrina, pero yo proseguí.

¿Mejorarías mi espada si te digo que llegaré hasta la cima de Snowpoint, robo el tesoro custodiado por los dos Pokemon guardianes y vengo de vuelta hacia ti?

Aquello hizo que A.Z abriera los ojos un poco, pero pronto mantuvo la cordura y lanzó una carcajada a secas.

Nadie ha logrado llegar hasta la cima y vuelto en una sola pieza, niña. Sólo uno ha podido lograrlo, pero no se ha sabido nada más de él. ¿Quieres correr ese riesgo? ¡Adelante! El tesoro está envuelto en una llama dorada, la cual serviría para mejorar tu espada; sería interesante mejorarla con una llama tan rara como esa. Lo haría sin nada a cambio. Me gusta tu osadía, niña, pero lo que dices son sólo palabras.

Te lo mostraré. Robaré esa llama y volveré a ti.

No creo que vuelvas. De hecho, causarías un gran alboroto en esta montaña y estarás muerta antes de que intentes robar algo. Pero tu decisión ya está tomada, así que nadie puede impedirte ir hacia la cima. Mi palabra ya la tienes, pero dudo que una novata como tú lo haga.

Bien, entonces nos veremos pronto.

Di la media vuelta; mis cinco amigos estaban estupefactos por lo que acababa de decir.

Está bromeando de nuevo, ¿no? —Tierno comentó con una voz chillona; sin embargo, yo jamás bromeada con nada.

No hubo tiempo para descanso; la luz del sol comenzaba a ser plena y la vista era más visible que nunca: era el momento exacto para comenzar a subir hasta la cima de Snowpoint.

Serena —Grant se notaba preocupado— No creo que podamos subir los seis a un mismo ritmo.

Lo sé —confesé— Es por eso que ustedes se quedarán aquí. No necesitas arriesgarse de esta forma. Ya me han acompañado y ya les he metido en varios líos; quédense aquí y esperen a mi regreso.

Al decir esto, ellos inmediatamente se mostraron en desacuerdo.

¡No, ni creas que te abandonaremos allá arriba! No sabemos si es real esa tal leyenda, pero por si las dudas, necesitamos estar más unidos que nunca por cualquier peligro que se presente —Korrina estaba decidida a acompañarme.

No nos obligarás a quedarnos, Serena —Shauna me había lanzado una mirada amenazante.

Suspiré. Realmente no había otra opción, aunque me alegraba que tuviera a amigos que tuvieran dicho coraje.

El tiempo comenzó a correr. El sol empezaba a posicionarse sobre lo más alto de un firmamento tan azul y tan frío que realmente dudaba si aquel astro rey era capaz de poder calentarnos como debería, porque las articulaciones me seguían doliendo y el frío se colaba cada vez más por mis huesos. Al tiempo en que subíamos más por algunos estrechos senderos, pronto el camino dejó de mostrarse para dar paso a muros que ya eran imposibles de escalar por cuenta propia. En ese momento, Grant que era el de más experiencia en esto, sacó su equipo de alpinismo, así como cinco más que tenía.

Escuchen bien —dijo el moreno—: escalar no es un juego. Requiere la mayor de las concentraciones, así como una gran fortaleza. Si uno se atrasa, lo esperamos. Si uno se adelanta, nos espera. Esto requiere unión.

Espera un momento, Grant —Intervino Viola— ¿No será más fácil que en lugar de escalar ascendamos con algún Pokemon volador?

Las ventiscas y el frío son incluso insoportables para Pokemon de tipo hielo; no creo que ningún Pokemon volador sea capaz de ello; la única opción es esta.

Cada quién se colocó los arneses al lado de la cintura, las cuerdas sujetas a sus manos, el seguro para que se sujetara bien el arnés, y las picas que se incrustarían en el muro del Snowpoint para ascender lentamente.

Entonces comenzó el ascenso. Poco a poco íbamos avanzando metro a metro entre una montaña colosal que susurraba misterios y un vacío que producía vértigo inminente. No sabía cuánto podría faltar para llegar, pero con cada metro que ascendíamos, el frío era mayor, y la soledad también. Pueblo Fresco era apenas una mancha lejana como una hormiga, y los senderos que habíamos recorrido eran ahora pequeños hilos blancos serpenteantes.

Incrustaba las picas sobre el muro; luego extendía uno de mis brazos para palpar alguna saliente de la que pudiera sujetarme; ascendía medio metro y enseguida incrustaba mi seguro del arnés en alguna fisura para mantenerme segura, mientras que con los pies encontraba alguna otra saliente en la cual pisar con seguridad. Y así, el proceso se repetía centenar de veces, en la que el cansancio y el frío eran cada vez más notorios. A este paso, la cima realmente parecería interminable, y las fuerzas físicas, así como mentales eran menos. Tierno era el más lentos de todos, pero se mantenía a nuestro ritmo y nosotros al suyo. La ventisca y el atardecer pronto se hicieron presentes; de repente parábamos en algún pequeño risco que veíamos a distancia para comer algo o descansar, aunque no nos deteníamos mucho en el camino debido a que el tiempo y luz solar estaban en nuestra contra. No sabía cuánto habíamos escalado realmente, pero sí había sido una distancia considerable debido a que ya no se podía ver ni la cabaña de A.Z ni la pequeña mancha de Pueblo Fresco; la ventisca además nos lo impedía, haciéndose notar cada vez más fuerte e intensa.

¡No creo que lo logremos hoy! ¡Debemos descansar en algún punto! —gritó Grant a metros de mí; el viento silbaba con tal fuerza que su voz se perdía entre el vacío.

¡Descansemos! —insistió Korrina.

Yo no quería hacerlo, pero tal parece que lo encontraba necesario. Miré hacia abajo y vi que Tierno apenas podía avanzar unos centímetros hacia arriba; luego, observé todo mi alrededor y me di cuenta de que a una docena de metros se encontraba una cueva pequeña en las entrañas de Snowpoint.

¡Descansaremos ahí! —señalé el lugar de refugio. La luz del sol ya era escasa; el firmamento era púrpura y la ventisca nos impedía ver ya el paisaje de todo el nivel 21.

Todos captaron mi mensaje y nos dirigimos hacia allá con sumo cuidado. Mis brazos y piernas ardían como nunca, pero el coraje y la fuerza mental que sentía eran mejores de lo que pensaba… O eso creía.

De un momento a otro, como si fuese un balde de agua fría sobre mi rostro, sentí un cansancio repentino; el mareo en mi cabeza y la debilidad se apoderaron de mi cuerpo. No podía explicar realmente lo que me estaba sucediendo, porque todo había sido tan repentino que iba a desfallecer en cualquier momento; las fuerzas abandonaron mis manos, pero antes de que sucediera cualquier otra cosa, logré incrustar el seguro de mi arnés sobre el muro para evitar caer hacia una muerte inminente. Entonces, cerré los ojos débil y lentamente, y dejé de sujetarme del muro para sentir un desmayo inexplicable.

¡Serena! —Viola había visto como me dejaba caer con la cuerda sujeta a mi cadera.

[…]

¡Serena! —Grant volteó.

La espadachina se había desmayado y cayó para azotar sobre el aire gracias al seguro que tenía puesto. El muro y el seguro resistieron el peso de la muchacha de cabellos miel. Sin embargo, no iba a ser por mucho tiempo debido a las fisuras que comenzaron a crearse gracias a la súbita fuerza con la que se detuvo en el aire.

El cuerpo de Serena colgaba de una cuerda que resistía todo su peso, pero no por mucho tiempo. Grant inmediatamente comenzó a descender, zafando los arneses de las fisuras al tiempo que intentaba pisar con seguridad más abajo en el muro. El sonido de la roca desquebrajándose ahí donde Serena había clavado su seguro, estaba a punto de romperse y ella iba a caer en un vacío mortal. Grant sabía que era una carrera contra el tiempo, por lo que, en lugar de ahora descender cuidadosamente, clavó con fuerza el seguro en el muro rocoso y dio un gran salto hacia el vacío, donde se hallaba flotando el cuerpo de la jugadora desmayada.

¡GRANT! —Shauna vio cómo el sujeto volaba por los aires, y sujetó el cuerpo de Serena de un momento a otro cono una gran habilidad.

Sin embargo, ambos cuerpos ahora caían por el vacío. El seguro que Grant había puesto en el muro fue el que detuvo la caída con un jalón instantáneo y brusco; la pared se desquebrajó debido a que ahora soportaba el peso de dos cuerpos. El seguro no aguantó, y se desprendió súbitamente para que Grant y Serena cayeran al vacío; no obstante, Grant tenía en un brazo el cuerpo de Serena y con otro se aferraba a una pica que clavó sobre el muro al tiempo en que iban cayendo. La pica dibujó una gran fisura vertical mientras intentaba detener la caída de ambos. Cuando Grant notó que la pica había detenido la caída, Korrina intentó ayudarles, pero éste se negaba.

¡NO! ¡Tan sólo avancen! ¡Yo estaré bien! —nadie contradijo las órdenes de Grant. Sin duda era el más experimentado— Avanzaremos a una velocidad más lenta; tenemos que descansar y ver si Serena está bien. ¡Debemos ir a la cueva que está allá!

El ascenso no fue fácil; tampoco lo fue encontrar llegar a la cueva que estaban a un par de metros de distancia, pero parecía que estuviese a kilómetros de ellos. Grant jadeaba; la fuerza de sus brazos sujetando el cuerpo de Serena era más de la que pudo haber creído capaz. La ventisca era molesta, así como el frío; la adrenalina en esos momentos era un aliado que activaba los cinco sentidos de una manera inimaginable.

Cuando llegaron a la cueva "milagrosa" que estaba en Snowpoint, finalmente descansaron. Tierno asistió a Serena y vio sus signos vitales. Apenas había espacio para los seis en lo que parecía ser una pequeña cavidad que les resguardaba de la nieve.

¿Se encuentra bien? —quiso saber Viola.

Tierno asintió.

No sé por qué pudo haberse desmayado. Quizá haya sido el cansancio, pero es algo extraño. Como sea, necesitamos esperar a que despierte, o representará una carga. Además, hacemos esto por ella. No queremos arriesgarnos a que muera por apresurarnos a llegar a la cima.

Tierno había dicho las palabras correctas, y más tarde que temprano, los cinco sujetos habían cerrado los ojos cuando la noche cayó y el cansancio se apoderó de sus cuerpos. El soplo del viento mantenía los sentidos alertas, además de una altura inmensa en la que alguien podría caer si adormitado se olvidaba que dormían a orillas de una cueva pequeña.

El problema se presentó cuando al día siguiente, apenas el sol se asomaba por el horizonte de una ventisca que parecía interminable, Serena seguía sin despertar. La comida era limitada, los antídotos de Tierno que protegían del congelamiento iban acabándose. Nadie quería moverse de ahí porque sería arriesgar a Serena, pero tampoco podían quedarse mucho tiempo ahí o la escasez de aquellos productos llegaría y estarían en un grave problema. Tenían que tomar una decisión, o bien, esperar a que Serena despertara de un momento a otro.

El día pasó más lento que rápido. Pequeñas pláticas entre el grupo se hacían presentes, pero la preocupación estaba latente y Serena seguía sin despertar. Las ventiscas tenían periodos de descanso, pero abundaban más que de costumbre. El frío era el único que siempre acompañaba a todos en su propia soledad.

Chicos —Tierno estaba checando el inventario de su menú— Se nos han acabado los antídotos.

Tierno había gastado casi todos en Serena. Como su cuerpo había estado inmóvil todo el tiempo, estaba más susceptible al frío que los demás. Ahora era una carrera contra el tiempo, y más temprano que tarde sus cuerpos sufrirían por las consecuencias que traían las bajas temperaturas.

Peor aún: la noche había llegado y las temperaturas descendían a niveles extremosos. La cueva no podía protegerlos de dichas temperaturas y los balazos de frío se colaban entre sus ropas de invierno. Shauna intentaba abrazarse con Viola, pero ni así podían ser capaces de castañear. El vaho que se producía de sus respiraciones salía como microscópicos cristales de hielo que se congelaban al instante.

Todos esperaban a su despertar; ahora ya ni las energías eran suficientes para continuar ascendiendo debido a la escasez de los antídotos. Era depender de una Serena que no despertaba, y aquello era muy riesgoso.

Sin embargo, por más que sus opciones se habían estado acabando, apareció la ayuda.

Inexplicablemente, una pequeña luz iluminó la cueva. Los cinco sujetos se alertaron al ver que algo inusual estaba ocurriendo; un brillo cegador que obligó a los presentes a cubrirse un poco los ojos, al tiempo en que el mismo destello iba perdiendo fuerza con el correr del tiempo. Aquella luz, pronto dejó entrever que ahí mismo sobre el suelo de la cueva habían aparecido una docena de antídotos, comida y una fogata.

Grant volteó a todos lados. ¿Qué había pasado? ¿Quién les había brindado dicha ayuda? No podría ser explicación lógica el que aquellos objetos apareciesen así. Alguien los había puesto ahí, y Grant sabía que esa persona debía estar cerca.

¡AHÍ! —Korrina se dio cuenta de que más allá alguien estaba escalando a toda prisa hacia la cima del Snowpoint. Aquella persona era la única y la más cercana a ellos, por lo que debía haberles ayudado.

Korrina se colocó el equipo de alpinismo, aunque Grant intentaba detenerla. Sin embargo, la sombra misteriosa que escalaba la montaña parecía tener más prisa que de costumbre, debido a lo rápido con lo que escalaba la montaña.

¡ESPERA! —Korrina se lanzó sobre el muro y aseguró su arnés para comenzar a escalar. Grant maldijo por lo bajo, siguiéndole y ordenando a los otros tres que se quedaran con Serena.

Aquel jugador misterioso les había brindado ayuda. ¿Por qué? ¿Realmente les había dado aquellos objetos, o sólo era alguien más intentando escalar hasta la cima para robarles el tesoro que ellos estaban dispuestos a robar?


Próximo capítulo: El Pasado de Serena Parte V: Oro