¡Hola! Me alegra ver reviews de gente que ya ha estado un tiempo siguiendo esta historia. Muchas gracias a lixuniverse y keiko ogg por sus comentarios. Sin mucho que decir, he estado un tanto ocupado estuiando para un examen de admisión de la universidad, sin embargo intento escribir cada día por partes el capítulo. Espero disfruten esta parte y nos veremos la siguiente semana! Sayonara!


[VIDEO 1: Bleach OST What Can You See In Their Eyes Extended]

[VIDEO 2: Dunkirk – The Mole – Hans Zimmer (Official Video)]


Capítulo 110

Cronómetro


Kalm

Siempre había soñado con fantasmas; no a diario, pero generalmente cuando había un mal día o una tormenta, los sueños dentro de mi cabeza se transformaban en auténticas pesadillas. Monstruos debajo de mi cama, dentro de los armarios y detrás de la puerta de mi habitación, aguardando el momento oportuno para atacar y jalarme de los pies desnudos que mi cobija no alcanzaba a cubrir. Sudaba, gritaba, pero nadie acudía a mi socorro. Recuerdo esa sensación de horror al momento que despertaba, y el alivio que sentía mi corazón al darse cuenta de que todo había sido pura fantasía.

Sin embargo, ahora ya no sabía distinguir entre la realidad de la fantasía. ¿En verdad había estado soñando? ¿O todo era producto de mi imaginación? No pude saberlo con certeza, pero sí sentí un miedo que no había sentido desde hace mucho. Ya había visto esta criatura con anterioridad, pero el hedor que despedía de su hocico a centímetros de mi rostro, sus ojos carmesíes como la sangre que estaba a punto de derramarse, y la respiración agitada con sed de batalla me hicieron paralizar de un momento a otro.

Esta era una criatura que no había siquiera imaginado en mis más atroces pesadillas; pensé que serían fantasía y jamás se materializarían en el mundo real; no obstante, ésta era ahora nuestra realidad, y teníamos que lidiar con todo lo que se presentaba, hasta lo inimaginable para poder sobrevivir.

[VIDEO 1: Bleach OST What Can You See In Their Eyes Extended]

— ¡Kalm!

La voz de Serena me hizo reaccionar, pero había sido ya demasiado tarde. A mi costado, noté cómo el brazo inmenso y alargado de la extraña bestia había ido directo hacia mi rostro, mandándome hacia un costado.

Lo primero que vi fueron varias luces de colores, seguido de un color negro en toda mi vista. No supe qué pasó después, pero sentí el golpe de varios objetos dando contra mi cuerpo abruptamente. Varios pedazos de madera comenzaron a caer en mi posición. Intenté recobrar la compostura, y noté que mi vida había bajado considerablemente hasta estar en un color amarillo tornándose a rojo. Imposible. ¿Tan poderoso había sido aquel ataque? Bueno, no debía sorprenderme después de que hubiese visto el poder de Lysson en la Carrera Sandslash.

Me paré apoyándome en los escombros de lo que parecía ser un mueble de algún apartamento. El edificio tenía un gran agujero en el tercer piso, ocasionado por mi súbito y potente choque contra la fachada. A lo lejos, en el sendero principal, noté que Serena y Lysson estaban ya disputando frente a frente una lucha digna de observar.

La Fénix Dorada había desenvainado su espada sin pensarlo dos veces, mientras que la criatura que medía más de tres metros de altura, se colocaba en dos patas y chocaba sus garras contra los espadazos de fuego que Serena le propinaba. Izquierda, derecha, esquivo, salto; Lysson lo hacía de tal manera que sabía hacia dónde iban los espadazos fugaces de la novata. Estaba claro que Lysson fusionado con su Pyroar obtenían una considerable ventaja contra alguien que sólo podía propinar espadazos cuidando su espalda debido a que le faltaba una adecuada defensa como lo era la armadura dorada.

Los rugidos de Lysson se hicieron presentes, y fue cuando la bestia encontró una abertura por donde atacar. Serena previó aquello, aunque fue demasiado tarde debido a la velocidad del ataque. Las garras de Lysson iban directo al vientre de la espadachina; ésta lo esquivó a duras penas, con un corte sobre el costado de su abdomen; Serena gritó, pero mientras Lysson había estado atacando, Serena tenía ya un espadazo certero que fue directo hacia el hombro de la peluda y esmeralda bestia. Su brazo derecho fue apartado de su cuerpo con un corte limpio, ocasionando que el sujeto profanara un rugido de proporciones intensas. Seguido de aquel corte, Serena le propinó un golpe certero con el puño sobre su hocico, hundiendo sus nudillos sobre las mejillas amarillentas del humano león. Aquello hizo que Lysson saliera disparado sobre la acera, dejando un rastro de tabiques desprendidos, tierra y polvo disuelto sobre el aire.

— ¿Estás bien? —le dije, mientras jadeaba.

— Apártate —me respondió colocando un brazo sobre mi cuerpo; no quería que interviniera, debido a que Lysson ya se había reincorporado e iba fugazmente hacia nuestra posición.

Serena entonces ya tenía un artefacto que activaba la Megapiedra que de un momento a otro estaba sobre Delphox ya listo para la batalla. El Pokemon de fuego en ese momento comenzó a evolucionar, pero todo había sido tan rápido que no me pude fijar en la forma final del Pokemon, debido a que al momento de haber terminado su megaevolución, detuvo a Lysson con una gigantesca rama bañada en fuego que utilizaba como arma; la falda de pelo rojizo había crecido en Delphox, así como un sombrero color vino que llevaba en su cabeza, asemejándose a una bruja de fuego que ayudaba a la Fénix Dorada.

La bestia forcejeaba contra la rama potente del Mega Delphox, y mientras eso sucedía, Serena estaba lista para partir en dos al sujeto con un lengüetazo de fuego que ya tenía preparado en su Firénix. No obstante, Lysson alzó la mirada y fue lo suficientemente rápido para retroceder, mientras la explosión de la espada chocaba contra la acera del camino.

Entre un denso humo negro, Lysson apareció con las fauces abiertas para atacar a Serena, pero Mega Delphox intervino deteniéndole con la rama de una manera vertical, impidiendo que éste cerrara su mandíbula; aquello fue una apertura para Serena, que se preparó para darle un ataque final. La Firénix ya se había envuelto en fuego e iba directo hacia la boca abierta de la bestia, pero en ese momento Lysson expulsó un lanzallamas de grandes proporciones que inundó a Serena; la Firénix increíblemente salvó a su dueña absorbiendo el fuego para alimentar el sable, pero todo fue sólo una distracción para que Lysson se liberara de la rama del Mega Delphox, y mandara a volar a la novata con una tacleada potente. La muchacha fue disparada sin que tres edificios detuvieran su inercia.

Quise ir a su socorro, pero mientras Mega Delphox estaba entreteniendo a Lysson con un par de ataques, noté un pequeño brillo entre aquel denso humo: la piedra activadora de Serena yacía solitaria sobre el suelo. Sin pensarlo demasiado, fui directo hacia aquel artefacto. Al agarrarlo, su brillo irradió directo hacia mis ojos, y sentí que el poder lo tenía totalmente para poder vencer a Lysson de una vez por todas.

Ciertamente sabía que la piedra activadora sólo funcionaba junto con la Megapiedra y viceversa. Ninguna podía funcionar si la otra no se encontraba disponible. Sin embargo, tuve una gran idea en mi mente que no fue dudosa para la batalla.

Mega Delphox sintió inmediatamente su disminución de poder, debido a que yo lo había indicado así y el Pokemon volvió a su forma original. Aquello hizo que a Lysson se le abriera una gran oportunidad para atacar, y bastó con agarrar al Delphox, y apretujarlo hasta que se oyeron los huesos crujir en el Pokemon hasta los pixeles. Lysson hacía vencido al Pokemon de Serena, pero entonces notó cómo yo tenía tanto la Megapiedra como su activador en mis manos.

Mi compañero de juego, Greninja, estaba ya listo para la batalla. Sin embargo, lo que no iba a esperarse, es que me megafusionaría con él. Era la única opción para salvar a Serena; era la única opción para matar a Lysson de una vez por todas; mi vida estaba baja, y no iba a permitir que Lysson me la arrebatara a pesar de que podía matar a los beta. No iba a permitir que él se saliera con la suya y matara a Serena. Estaba dispuesto a sacrificar mi vida, porque era lo menos que podía hacer por ella y por el Gremio Novato. La cuestión era: ¿tendría el nivel suficiente para poder lograr la Megafusión? Después de todo, era un beta hacker. No había reto alguno para mí que fuera un obstáculo.

— ¿Listo, Greninja?

Mi Pokemon asintió. Los orbes carmesíes de Lysson reflejaron una gran sorpresa al ver lo que estaba a punto de hacer, y antes de que pudiera evitarlo, intenté apretujar la piedra activadora, mientras Greninja tenía la Megapiedra.

— ¡NO!

Serena salió como bala del lugar de donde había sido lanzada. De un momento a otro, su cuerpo se abalanzó contra mí, y la potencia hizo que ambos cayéramos sobre el suelo y soltara la piedra activadora. Aquello fue crucial para que Lysson tuviera una oportunidad para matarnos mientras ambos estábamos tirados sobre el suelo. El sujeto megafusionado atacó sin pensarlo dos veces; Serena puso a su Firénix entre sus fauces y nuestros cuerpos, ocasionando que la espada chocara con sus dientes afilados. El hedor y la saliva caían sobre mi rostro, mientras Serena forcejeaba sobre el suelo con una mano, mientras con la otra intentaba agarrar la piedra activadora que se encontraba a centímetros de su brazo estirado.

Poco a poco, la fuerza del hocico de Lysson iba siendo cada vez más, y su Firénix no aguantaría la defensa. Greninja intentó atacar con un Shuriken de agua, que distrajo un tanto a Lysson, pero no le ocasionó mucho daño. Aquello fue suficiente para que Serena tomara la piedra, forcejeara con mayor fuerza su Firénix, mandara a la bestia un par de metros alejado de nosotros con un lengüetazo dorado de fuego, y me permitiera a mí estrujar un cristal de teletransportación en la que nosotros dos y mi Greninja se vieran envueltos. El Puerto Lotad fue nuestro destino, y caímos de bruces en la arena de la costa, que de un momento a otro fue un ambiente de paz y totalmente lleno de calma.

Mi respiración de vio envuelta en grandes bocanadas de aire; Greninja intentó ir a mi socorro. Yo estaba bien, no dudaba de ello; a pesar de tener mi vida muy baja, me encontraba en una sola pieza. Serena seguía tirada sobre la arena, mientras las pequeñas olas golpeaban débilmente contra su cuerpo inmóvil. La Firénix estaba a unos metros alejada de ella, con su metal frío y dorado. La sangre que emanaba de su costado fue una señal de alerta que no pude pasar por alto. Antes de pedir auxilio, alguien ya había aparecido ante nosotros con un par de tripulantes que eran sanadores.

Sabrina y Manon estaban sorprendidas por nuestra súbita aparición, aunque habían llegado como si ya esperaran a que apareciéramos tarde o temprano. La noche nos envolvió en una oscuridad bañada por la luz de la luna, y Sabrina me agarró de los hombros, notó que estaba bien, y entonces fue hacia Serena, que se dolía un poco.

La espadachina de cabellos morados fue a su socorro, y a pesar de que Serena tenía un pequeño charco de sangre que se filtraba entre los granos de arena del suelo, ésta se levantó un tanto apresurada, aunque los tripulantes que la socorrían le estaban curando la herida.

— Serena, debes recosta…

— Cállate —le contestó bruscamente la chica a Manon, que intentaba detenerla. Ella iba directo hacia mí, con un tanto de ira.

Al ver que su mirada se fijaba en mí, en realidad no entendía por qué estaba furiosa.

— ¿Crees que esto es un juego, niño?

No supe qué responder. No tenía idea de lo que estaba hablando. ¿A qué se refería?

— Lo que intentabas hacer hace unos minutos. ¿Crees que es un juego?

— Yo… —me quedé estupefacto.

— La Megafusión no es cualquier cosa, Kalm. Tiene sus consecuencias que serían fatales para tu vida en el mundo real.

Sin embargo, con todo lo que me había dicho, aún no comprendía cómo es que Manon… es decir, recordaba que me había contado acerca de los poderes de la moza pelirroja. ¿Era Megafusión? ¿O por qué podía convertirse en un Pokemon sumamente extraño?

— Ella es un caso diferente que no tengo tiempo para contarte —dijo al ver que me quedaba mirando a Manon con extrañeza.

— Entonces, si es tan peligroso… ¿por qué Lysson…?

— A él no le importa. Prefiere sacrificarse con tal de vernos muertos.

— ¿Qué… qué consecuencias trae el usar la megafusión?

Mi pregunta hizo que Serena se quedara callada. Sabrina y Manon tampoco respondieron. En lugar de ello, la muchacha se dio la media vuelta, y se dirigió hacia donde se encontraba la galera dorada, dejando las huellas de sus pies sobre la arena mientras las pequeñas olas relamían su rastro.

No quise tocar más el tema, pero tampoco quería que aquello estuviera zanjado. Si el utilizar la Megafusión traía tantas consecuencias, debía haber explicación alguna para ello, y peor aún, alguien tuvo que haberlas experimentado para que todos ellos lo supieran. Así, sin más, me levanté con esfuerzo mientras los tripulantes sanadores intentaban checar mis signos vitales. Nos apresuramos a volver a la galera, y con ello, de vuelta hacia la Fortaleza Catarata.


Red

Hubo mucho lío para poder entrar a la sala de entrenamiento. La gente se aglomeraba en la entrada, lo que ocasionó que me sintiera un tanto incómodo, debido a que no estaba muy acostumbrado a estar cerca de muchas personas. De hecho, desde que había llegado a la Fortaleza Catarata, no había podido siquiera tener un momento de paz y soledad como solía gustarme. Ahora, lo único que había hecho este par de días era instalarme en una casucha con un par de sujetos desconocidos, y alejarme de Yellow y compañía. Ellos tenían un rango más prestigioso que el mío, y bastaba con decir que comían en una mesa aparte. Aquello sinceramente no me había gustado para nada, pero ¿qué podía hacer ante ello? Lo único cuestionable y realmente absurdo era su jefe, el tal Alain que muy rara vez se había mostrado en estos días sino era a la hora de los almuerzos y cuando había anuncios especiales. La única vez que me había dirigido la palabra había sido cuando él me saludó y me dio la bienvenida, así como lo hacía a cualquiera que deseara unirse al gremio Mega.

Estaba realmente tentado por abandonar el gremio, porque no había sido de mi agrado. Sin embargo, cada que el día terminaba y deseaba hablar con Yellow, ésta sólo se despedía de mí una vez que las exhaustas sesiones de entrenamiento habían terminado, separando ella de mi camino, yendo hacia otro sitio junto con Green, Blue, Yellow y el Equipo Rocket.

Había dudas y quejas sobre mí cuando Sabrina me había visto la primera vez. A pesar de que ella se ausentó un par de días, o la mayoría de las veces no tenía mucho tiempo para entrenarnos a los neófitos del gremio personalmente, ella en una ocasión pidió que sacara mi espada y combatiera contra otro novato. No obstante, yo me resigné ante ello ya que jamás usaba mi espada; no lo hacía a menos que en verdad estuviera en una situación de riesgo. Claramente no le expliqué aquello a Sabrina, pero después de bastantes discusiones y un castigo de alto rendimiento de entrenamiento que tuve que cumplir, el tema quedó zanjado y nadie volvió a centrarse en mí. Las espadas de madera fueron suficiente como para que se olvidara el asunto. Sin embargo, ni siquiera llevaba una semana aquí, y los problemas comenzaban a empezar.

Hubo una dinámica de entrenamiento en la cual los novatos tenían que combatir contra los de mayor rango, para realmente probar hasta qué punto había mejorado cada quién. Esa fue mi oportunidad para poder mezclarme con Green y combatir contra él, lo cual no fue una buena idea porque el sujeto todavía no confiaba mucho en mí. Después de aquel día, la noche llegó y abandonamos el recinto de combate. Yo iba directo hacia mi casa con mis molestos compañeros novatos que apenas sí me sabía sus nombres, pero antes de salir del castillo de la Fortaleza Catarata, Green se acercó hacia mí y me mencionó que me veía en las jardineras del castillo, las cuales nadie frecuentaba a esa hora.

— Tú y yo… ésta vez, con nuestras espadas verdaderas.

Al parecer, Green quería comprobar mi verdadero potencial. Antes de reclamarle algo o explicarle que ni de coña utilizaría mi espada, Yellow había aparecido por la entrada de las jardineras, con la luz de la noche iluminando su cabellera rubia. Los atuendos que usaba no eran a lo que había estado acostumbrado cuando era una chica indefensa. Detrás de ella, Blue le seguía junto con dos sujetos a los que había visto con anterioridad: Gold y Crystal.

— Así que apareces de nuevo, Red —me saludó un chico que portaba una gorra con la capucha orientada hacia atrás— Supongo que nos recuerdas.

La muchacha me lanzó una mirada de saludo; tenía una tez tan blanca como la de Yellow, pero sus orbes eran mucho más cristalinos que los de la rubia.

— Venga, no queremos interrumpirlos. Prosigan con lo que estaban haciendo. Nosotros sólo veníamos a ver cuánto has mejorado —dijo Yellow sonriéndome.

— Yellow, han pasado tres días —dije absurdamente— No hay mucho cambio.

— Oye, tu lucha es conmigo —interrumpió Green; sus ojos eran más esmeraldas de lo que había recordado. Al parecer, su frialdad y las sombras de su rostro hacían resaltar más aquellos ojos— Desenvaina tu espada.

— No puedo.

— No volveré a repetirlo.

— Yo tampoco.

El silencio entre ambos fue prolongado. Claramente la tensión entre nosotros no hacía más que aumentar conforme los días pasaban y lo comprendía por completo. Yo les había dejado en un momento importante, y eso no podía perdonarse tan fácilmente. Yellow y Blue podían ser de corazón blando, pero aquel sujeto no.

— ¿Cuál es el punto de esta batalla? —cuestioné.

— Sabrina dijo que no desenvainabas tu espada en lo absoluto. ¿Es cierto?

— ¿Qué tiene de malo?

— Dices haber cambiado y pides que confiemos en ti, pero no me gusta los secretos que puedas guardar, Red —el sujeto dejó de estar en posición de batalla, y se encaminó hacia la salida de las jardineras— Yellow, cuida bien tus espaldas, porque no sabes cuando alguien pueda traicionarte.

Blue quiso decir algo, pero tragó sus palabras y fue con Green, supongo para reclamar por la escena que había hecho. Gold y Crystal estaban un poco incómodos con la situación, y se despidieron, saliendo por la otra salida de las jardineras.

Finalmente, y después de un par de días de haberlo deseado, estaba a solas con Yellow.

— Se hace tarde y estamos cansados —dijo enseguida, evitando el contacto visual conmigo.

— Lo sé.

— Creo que lo mejor será que nos…

— No —tomé su mano. Aquello la tomó por sorpresa. No iba a permitir que la oportunidad de invitarla a salir se me escapara de las manos.


White

La carreta pesaba muchísimo. Mis brazos ardían, y el cansancio comenzaba a hacerse notorio. No obstante, aún la luz del sol era mucha, y el sudor, el jadeo y la sed no iban a impedir que siguiera con las actividades cotidianas del día a día.

Transporté la carreta llena de paja hacia la choza que estaba a unos metros más alejada de mí; yo me dedicaba a seguir el sendero que te conducía por un ambiente lleno de paz, armonía y nada más que felicidad. Todo parecía haber marchado bien desde que asimilé que estaría aquí el resto de mi vida.

Las casas habían sido construidas; los roles de las personas iban siendo establecidos para formar una población; los Pokemon vivían en armonía junto con los humanos. Cada quién tenía en claro que para poder progresar y vivir conforme a lo establecido, tenía que aportar un pequeño grano de arena. Mi rol era transportar la paja que servía para el ganado en las granjas de los alrededores. Así, el comercio sería más fácil, la producción de leche sería mejor y cada quién tendría alimentos frescos en su casa. Todos y cada uno de nosotros tenía realmente establecido lo que le tocaba, y todo para poder vivir en armonía.

No obstante, sabía en el fondo que todo era un caos. Sabía en el fondo que mis habilidades de fingir eran grandiosas, porque toda esta hipocresía, los saludos amables para con los pueblerinos, los días espléndidos con el sol radiante, y las tareas diarias que realizaban no eran sino una forma para poder distraerme y camuflarme en lo que parecía ser una dictadura.

Era un pueblo hermoso en el que habitaba; las personas sonreían, eran agradecidas, eran felices y no tenían idea del mundo en el que vivían. Todos y cada uno de los que estábamos atrapados aquí servía para N.

N era el dictador que secreta y públicamente estaba presente en todos los ámbitos de nuestras vidas. La leche que llegaba a la casa tenía el rostro del peliverde; las construcciones tenían carteles pegados sobre el régimen de N; incluso la gente daba los buenos días deseando que N les brindara prosperidad. Todo giraba en torno al sujeto que reinaba el mundo aural en el que vivíamos y estábamos atrapados. Cada uno de nosotros, cada alma que él había atrapado, estaba cegada y no tenía consciencia de que en realidad estaba dentro de un mundo artificial, que a la vez estaba dentro de un mundo virtual llamado PBO, que ni siquiera era el mundo real en el que vivíamos.

— ¡Buenos días, White! —mencionaba el granjero al verme pasar cargando la carreta de paja— ¡Que N nos brinde salud y prosperidad!

No contesté.

Mi silencio fue detectado por aquella alma. El granjero entonces abrió los ojos de golpe, y al notar mi comportamiento extraño, un aura blanquecina comenzó a ser emanada de su cuerpo, al tiempo en que sus orbes desaparecían para ser reemplazados por unas esferas sin brillo alguno.

— ¡Que así sea! ¡Alabado sea N!

Mi respuesta le calmó. El granjero volvió a la normalidad, y ahí entonces me di cuenta que estaba realmente atrapada dentro de un mundo sin salida. N reinaría aquí, y no quería ni imaginar las intenciones que tenía al crear un mundo en el que él era el centro de atención. ¿Cuánto tiempo pasaría más en el que estaría dentro de esta pesadilla? ¿Qué era lo que pretendía N al crear su propio mundo? No lo sabía, pero tarde o temprano tenía que investigarlo por mi propia cuenta, o nadie más lo iba a hacer y estaría aquí por el resto de mi vida, llena de mentiras y realidades falsas.


Kalm

El sonido de sus risas me hizo sentirme totalmente nostálgico. Tal vez era porque en verdad extrañaba mucho a Ritchie y compañía; ellos habían sido mis primeros amigos, camaradas y compañeros que tuve dentro del juego, y ahora verlos reflejados en la élite de Kalos me hacía sentir de una manera extraña.

A través de los vitrales de colores, podía ver a lo lejos en los patios de entrenamiento del castillo cómo Korrina iba de un lado a otro, esquivando los ataques de Grant. Los cinco compañeros de Serena se encontraban ahí, sin preocupación alguna de que su líder hubiese abandonado la fortaleza; Shauna me lo había dicho, y sabía en dónde había estado. Incluso cuando regresamos, ellos ni siquiera se inmutaron por las heridas que la Fénix Dorada había recibido por parte de Lysson. En cambio, al recibir la noticia decidieron ir al campo de entrenamiento y seguir con sus actividades, como si aquello los motivara a ser cada día mejor.

Ellos no podían verme, debido a que el vitral se encontraba bastante alejado de su posición, pero con una vista completa hacia un patio de entrenamiento en el que también estaba Serena contemplando la lucha entre sus dos amigos. Ella, al momento de haber regresado, no fue directo a la que la curaran; en su lugar, decidió ir con sus amigos y reanudar las actividades cotidianas, justo como sus amigos habían hecho. Nadie estaba preocupado por ella ni por lo que había pasado. Me pregunto si la filosofía de este gremio era tal como el comportamiento que ellos tenían adquirido.

Suspiré. De cualquier forma, tenía que ir con el líder de este gremio a hablar con él para resolver algunos asuntos pendientes que tenía para conmigo mismo. No iba a dejar pasar un día más en el que no fuera de utilidad en este gremio. Sé que apenas era un novato o principiante en la escala de los Mega, pero sabía que, si proponía verdaderas soluciones, ascendería considerablemente.

Me costó trabajo encontrar la habitación principal de Alain, entre una docena de pasadizos y escaleras que ascendían hacia lugares inhóspitos que jamás pensé que tuviera el castillo. De todas formas, a través de los vitrales pude guiarme para poder llegar hasta las dos torres gemelas que se consideraban lo más alto. Cuando estaba seguro que una de aquellas escaleras de caracol estrechas iba a ser el camino para llegar a una de las torres, un vigía me había detenido el paso.

— Vengo a hablar con el líder.

— Padre no está disponible —mencionaba de una manera robótica, como si pareciera un NPC. Quise darle una patada entre las piernas para comprobarlo, pero me contuve.

— Tengo cita con él —mentí.

— Nadie me informó sobre ello —respondió seriamente.

— Escucha, maldi…

Antes de comenzar a jurar y a insultar a aquel guardia antipático, alguien me había interrumpido apareciendo a lo largo del pasillo. Era Manon, que parecía caminar tan feliz como de costumbre. Su sonrisa se borró para ser reemplazada por otra más alegre al verme parado ahí, discutiendo con el guardia.

— ¡Vaya sorpresa! ¿Cómo te encuentras, Kalm?

— De maravilla —mentí. Aún me dolían las costillas por la batalla, pero eso era lo de menos.

— Bien. Si me permites, iré a hablar con Alain.

— Espera… Necesito hablar con él…

— Puedes hablar conmigo, si así lo deseas.

Le miré fijamente. En realidad, quería hablar de Serena. Ella me comprendió a la perfección, o eso entendí, porque de pronto la pelirroja le indicó una mirada al guardia para que me dejara pasar y ambos subimos por las escaleras de caracol hasta llegar al puente de conexión y a una gran habitación en la que abrimos las puertas; Alain, como de costumbre, se encontraba contemplando el gran océano que reflejaba el astro rey de la mañana. Su sombra parecía imponente proyectándose sobre la mayoría del suelo del recinto. Al voltearse, sus orbes azulinos misteriosos me miraron sin sorpresa alguna.

— Sabría que vendrías tarde o temprano. Aunque debo decir que más temprano de lo que aparentaba —confesó.

— ¿Sabías que vendría?

— Tu pelea con Serena y el que ella se haya rendido indica que ambos tienen un pasado en común. Sé lo que a ella le sucedió con el Gremio Novato, y sé quién eres. El que estés vivo sólo me hace pensar que eres un mentiroso y un beta, aunque no sé qué sea mejor. Como sea, no recuerdo haberme presentado de manera formal y educada. Me habéis acompañado a robar las megapiedras, pero eso no quiere decir que me haya presentado como se debe.

— Yo tampoco me he presentado como es debido —mencioné— Y con respecto a ello, soy las dos cosas. Un mentiroso y un beta. Ninguna de las dos me es grato reconocer; sin embargo, el que sea beta y el que me hayan asesinado les hará pensar que hay algo de extraño en eso. Quise ocultar mi identidad y quise salir del juego de una manera en la que nadie pensara que podría hacerlo. ¿La solución a ello?

— Hacker. Ya lo sé. Lo mencionaste hace un par de días.

— Así es. Y si me lo permite, quisiera ayudar en todo lo que sea necesario.

— Bueno, tal vez sea más necesario de lo que parece. Ya pensaré en algo. Habrá planes próximos que tengo contemplados, y serán de ayuda tus habilidades.

— Gracias…

Ambos quedamos en silencio.

— Si ya no tienes nada más que agregar…

— Sí. La razón por la que vine a hablar con usted no era realmente por eso —entonces, me hinqué y Alain dibujó una pequeña comisura en sus misteriosos labios— Sé que se considera traición el abandonar el gremio. Serena ya lo hizo un par de veces, y peor aún se rindió en mi lucha contra ella para significar que estaba fuera del gremio. Eso significa que…

—… que ya no forma parte del gremio. Estás en lo correcto.

— Entonces…

— X, déjame decirte algo —aquello me inmutó por algunos momentos, a lo que aguardé a su respuesta— La intención de Serena no era jamás abandonar el gremio. Ni siquiera esta ocasión es tan perjudicable para ella. Ella tenía perfectamente en mente que no podría vencerte ni matarte en su duelo; ella no es así. Yo sé que su forma de actuar ha cambiado, y ha madurado de una manera que nadie de nosotros comprende cómo fue que lo hizo. No soy nadie para decirte qué estuvo mal y qué estuvo bien en el pasado que ambos tuvieron, pero sí sé que si actúas con resentimientos y te atas a tu pasado, no avanzarás jamás. Ella en varias ocasiones supo esto, y le costó trabajo entenderlo, pero ahora no guarda resentimientos ni rencores. Está claro que el haberte visto le causó una gran sorpresa; de hecho, a todos nos causó una gran sorpresa que ella actuara de esa manera en el comedor común. Sin embargo, es normal porque es algo que nadie esperaba. Necesitaba tiempo, necesitaba hablar contigo y desahogarse. Necesitaba procesar las cosas y el anuncio de la muerte de Satoshi. La batalla entre ustedes dos ya tenía un destino escrito que cualquier persona lista podría prevenir. Ella no podría matarte, y en su actitud honorable y honrada sería la sacrificada en irse, pero eso le fue necesario para darse un tiempo y procesar las cosas. Ahora que ella regresa, vienes tú y me suplicas que ella se quede. ¿no es así? ¿Crees que sería inteligente de mi parte expulsar a la jugadora de élite que ha inspirado motivación a sus compañeros y a la mayoría del gremio Mega? ¿Crees que sacaría a patadas a alguien que decidió rendirse ante alguien que le mintió, le engañó y le hizo sufrir a pesar de todo? ¿Crees que una persona así merece quedarse sola? X, ella desde el momento en que te vio ya te había perdonado, y tú nunca lo supiste. Desde que se rindió, ella te decía a gritos que todo había quedado en el pasado y esta era una nueva oportunidad para remediar las cosas. Si nos quedamos estancados, si guardamos resentimientos, si peleamos entre nosotros, ¿qué queda entonces? ¿al lado de quién lucharemos para poder vencer este juego? Debemos estar más unidos que nunca. Yo soy un líder, pero yo no soy el que toma las decisiones de quién se va y quién se queda. Toda mi familia es la que decide, y ellos han decidido seguir la inspiración de alguien que, de una niña tímida, miedosa y débil, llegó a convertirse a lo que es hoy en día. X, eres afortunado de tener a alguien así…


Gold

La noche había sido larga, o eso pensaba. Apenas habían transcurrido un par de minutos, después de haber presenciado la supuesta batalla que nunca se dio de Green contra Red; aquel último muchacho me daba mala espina, pero no lo hacía tan notorio como Green. De cualquier forma, mi mente había estado en otro mundo aparte, y eso lo notó Crystal en nuestro camino hacia nuestros dormitorios que yacían fuera del castillo.

— ¿Te encuentras bien? —me preguntó la muchacha de cabellos azules.

— Lo siento, sólo que…

En ese momento, me paré. No me había dado cuenta de que estábamos en el cruce de un puente, donde las cataratas estaban casi tocando nuestros cuerpos bañándonos con el frío rocío de su trayectoria descendente. Aquel rocío iluminó el ambiente de una manera extraña y calorífica debido a que la luz de la luna también chocaba contra las gotas microscópicas de agua. Sin embargo, este brillo no se comparaba con el brillo azulino de los ojos de aquella moza de tez pálida.

— ¿Es… es Satoshi?

Asentí. El que Hikari regresara con noticias de que Satoshi había muerto me tenía muy desanimado. No quería creerlo, ni quería asimilar que esa noticia era real; tenía que haber esperanzas en el aire y en algún lugar, el Destello Eléctrico se encontraba escondido. Me rehusaba a aceptar una verdad que me tenía abajo durante ya un par de días.

— Tenemos que hacer todo lo posible para salir de aquí —me animó; en ese momento, tomó de mi mano. El frío que recorría la palma de su mano me estremeció. Mi calor reconfortó a la muchacha.

— Lo sé.

— Tenemos que esforzarnos; él lo hizo por nosotros.

Bajé la mirada. Estaba totalmente destrozado. No quería llorar; tenía que ser fuerte para Crystal.

— Venga, dame una sonrisa.

Intenté sonreír, pero no mirarla a los ojos. Cada que la miraba, me partía el alma no poder estar más cerca de ella. Mi corazón me pedía a gritos que le mirara y le diera un beso, pero realmente no podía hacerlo. Silver ya tenía ese privilegio, supongo.

— Mírame.

Venga, Crystal. No podías torturarme de esa manera.

— Gold…

En ese momento, con toda la valentía del mundo, la miré a los ojos. Eran mucho más hermosos que el propio rocío que humedecía sus labios y su cabello. Era mucho más hermoso que el brillo blanquecino ocasionado por la luna y el rocío; era mucho más tranquilo y relajante que el sonido de las cataratas cayendo con pacifismo hacia el océano.

— Crystal…

Ella no respondió.

— No puedo. No puedo ser optimista.

— Claro que sí.

— No hablo de Satoshi —confesé. En ese momento ella arqueó las cejas confundida, pero entonces mi rostro habló por sí solo. Comencé a acercarme.

Ella notó mis intenciones; sin embargo, no se alejó en lo absoluto. Poco a poco, mi rostro estaba mucho más cerca del suyo. Mi respiración y el de ella se acariciaron con un cosquilleo en los labios del otro, y el olor de su piel era un aroma peculiar que me erizaba la piel. Noté el sonrojo de sus mejillas, mientras mi corazón se aceleraba con cada microsegundo que pasaba; las mariposas en el estómago eran bastantes, pero estaba decidido a hacerlo. No podía soportar ni un segundo más en el que Crystal no fuera mía. No podía resistir sufrir sin su amor y cariño, como siempre lo había hecho, sólo que de una manera que a mí no me gustaba mucho. Necesitaba más que sólo palabras y abrazos. Necesitaba esto.

— ¡HOLA!

En ese momento, nos alejamos. Alguien nos había asustado y el momento se arruinó por completo. Al dar con Emerald, éste se interpuso en nuestro camino y en nuestros labios, teniendo un rostro sumamente divertido.

— Me extrañaron, ¡¿no es así?! —Emerald rio, y yo intenté darle un puñetazo, pero eso fue solo en mi mente, porque estaba más ansioso por haber besado a Crystal.

El muchacho de cabellos rubios comenzó a explicar que iba directo hacia su dormitorio, pero varias cosas se interpusieron en su camino y había terminado en este puente. No puse atención después, ya que noté cómo Crystal se despedía de nosotros dos y se dirigía hacia su dormitorio. Al quedarme a solas con Emerald, lo único que llegué a propinarle fue un puñetazo en el rostro mientras este quedaba en el suelo doliéndose. La única oportunidad que había tenido para besarla y confesarle mi amor, era una oportunidad que había desperdiciado por completo gracias a este imbécil. Y ahora, Crystal estaría más confundida que de costumbre. Genial.


Gary

[VIDEO 2: Dunkirk – The Mole – Hans Zimmer (Official Video)]

Abrí los ojos de inmediato.

En un principio, pensé que me encontraba en la realidad virtual, pero al ver el techo de mi habitación, supuse que era el mundo real. A veces confundía un mundo con el otro; realmente ya no sabía en cuál estaba viviendo, y cuál era más seguro.

El golpeteo de las gotas en el alféizar de mi ventana me avisaba que el clima allá afuera no era bueno, pero de cierta manera, me hacía sentir reconfortante y un poco calmado.

Me quité el casco, y el frío inundó mi cabeza cuando noté que le sudor me empapaba la frente; mis músculos se tensaron después de mucha inactividad, y al momento de pararme de la cama sentí calambres que invadieron mi cuerpo. Sentí entonces que mi vejiga estaba llena y debía vaciarla, así como un estómago que rugía por hambre.

A pesar de estar en el mundo virtual la mayoría del tiempo, en realidad debía ocuparme de mis necesidades reales dentro de este mundo. Esto era peligroso, porque si te acostumbrabas a vivir dentro del juego, tarde o temprano podrías morir de hambre o despertar con tu cama llena de mierda. Así pasaba, y uno no debía descuidarse por completo.

De cualquier forma, Giovanni entendía que también necesitaba de mis ocupaciones en el mundo real, así que no había sospecha alguna que me desconectara por un par de horas. Siempre y cuando volviera al juego y me estuviera reportando constantemente, él no sospecharía de nada.

Pero estas horas no eran de descanso; estas horas en las que los ojos de Giovanni no podían vigilarme, tenía que aprovecharlas para poder investigar más acerca del tema que nos consternaba a todos: ¿Cómo salir del juego? ¿Cómo vencer a Giovanni? ¿Cómo evitar la ejecución de sus planes?

Había pasado más de un año en la que la UEO y Ciprés me habían confiado el ser un espía; no había avanzado mucho desde entonces. Ni siquiera un poco. Mi impotencia se sentía totalmente al ver que estaba fallando, pero era muy difícil con Giovanni y los Cuatro Grandes pisándome los talones. No podía hacer demasiado, y cuando estaba invulnerable en estas horas de relajación, no podía investigar mucho.

Prendí la televisión. El primer canal fue el de las noticias, lo cual era importante ya que debía mantenerme informado acerca de la situación de los jóvenes novatos que estaban atrapados en el juego. Mi situación y la de otros beta como Cynthia, Diantha, Lance, Steven, y todos sus aliados beta podían desconectarse y conectarse sin sospecha alguna, siempre y cuando escondieran el casco y jugaran con discreción. La policía había tenido el registro de los cascos comprados y habían llegado hasta la información de la persona responsable de la compra, investigando sus domicilios e irrumpiendo para que se tomaran medidas.

No había mucho que hacer con los novatos más que mandarlos a hospitales y vigilar sus signos vitales, pero los beta que podían regresar al mundo real a voluntad tenían que ser discretos o las autoridades les arrebatarían el juego y la Virtual Console, ya que era lo más lógico. Hubo pocos casos que fueron así, pero los demás supieron mantener el secreto, así como yo lo estaba haciendo… Yo, más que nadie, hijo de Samuel Oak, uno de los colaboradores que creó PBO y la Virtual Console, tenía que tener la mayor discreción posible porque todos los ojos de las autoridades pertinentes estaban puestos sobre mí. Hubo una ocasión donde intentaron irrumpir en mi casa, y hubo suerte que yo estuviera en mis cinco sentidos dentro del mundo real, o habría sido el fin de mí para con el juego. Giovanni al saber esto, movió los hilos para que no volvieran a tener autorización de irrumpir así como así en mi casa; ahora, tenían que tocar amablemente a la puerta, si es que tenían pruebas de que poseía una Virtual Console, lo cual era muy difícil en estos momentos. Como sea, mi casa era también muy discreta y pequeña; una pequeña casa dentro de una vecindad en Ciudad Luminalia, la cual mi abuelo me había dejado antes de que desapareciera en el mundo real.

Las noticias eran variadas; ya nadie decía nada acerca de PBO, porque cada día era lo mismo: "Aguardar a que sucediera un milagro", "Huelgas en los hospitales, en las oficinas de la Virtual Console ya clausuradas", "Protestas de incrementar el tiempo para los jóvenes atrapados en PBO", "¿Desconectarlos por el bien de todos, o mantenerlos vivos como vegetales?". No los culpo; la incertidumbre era mucha, después de casi dos años de estar así. Había mucha polémica, pero ninguna respuesta real acerca del problema que se presentaba.

Sin embargo, cuando pensé que escucharía noticias con más de lo mismo, súbitamente una llamó mi atención:

— En otras noticias, el ministro de Kanto: Wilson Hightower ha sido encarcelado el día de hoy a primera hora de la mañana. Las autoridades confirman que irrumpieron en su casa y el motivo de su encarcelamiento ha sido debido a que el día de ayer se reportó que ha sido el culpable de una agresión física en contra de los cinco ministros que estaban teniendo una reunión en la mansión de Kanto para discutir las problemáticas del videojuego Pokemon Battle Online. La ministra de Unova, Yuki Akita, ha confesado que el ministro de Kanto ha agredido a los cinco ministros mientras se discutían las problemáticas de manera pacífica. Cámaras de vigilancia tienen pruebas de que Wilson Hightower se volvió loco y les agredió, llevando al hospital por lo menos a la ministra de Unova. Los demás ministros han declarado que deben tomarse las medidas correspondientes. No se sabe aún sí el ministro de Kanto los agredió debido a diferencias entre las discusiones, pero Wilson Hightower ha apelado a una corte en la que se le juzgará si es culpable o no de los hechos, así como de la sentencia al que se le daría en caso de ser culpable. El ministro ha…

Quise escuchar más, pero entonces algo me distrajo: mi celular comenzó a sonar. La mesa de noche que tenía al lado sonó debido a la vibración del celular, y al ver que se trataba de un número desconocido, dudé si realmente contestar o no.

— ¿Diga?

La voz al otro lado era una respiración entrecortada.

— Gary… —nombró con pesadez— Soy yo, Wilson.

En aquel momento, sentí una punzada sobre el estómago. No supe qué decir; realmente estaba impresionado.

— Llamo desde la cárcel. Tengo derecho a una llamada; sólo tengo un par de minutos, así que necesito que escuches con atención. ¿Estás sólo?

— Sí… Sí, dime.

En ese momento, pude presentir que podía ser trampa alguna. Sin embargo, al ministro Wilson no se le había insertado un chip que controlaba su cuerpo y mente. No obstante, tal vez Giovanni lo tenía vigilado.

— El día de ayer viste cómo Giovanni me trató. Has visto el poder que tiene y de lo que es capaz. Toda esta escena él la montó para meterme a la cárcel; tarde o temprano él será nombrado ministro de Kanto gracias a la manipulación de los otros ministros, y cuando menos lo esperemos, él llegará a controlar la política hasta ascender a lo más alto. Gary, te pido que retomes las investigaciones. Yo, Wilson, te suplico que veas la manera de impedir esto cuanto antes.

Me quedé en silencio. ¿Cómo decirle a alguien que ya no había muchas esperanzas?

— Eres el nieto de Samuel… —dijo como si aquello cambiara algo— El tiempo corre; el cronómetro llega a su fin y pronto los planes de Giovanni de controlar a todos será inevitable.

— Señor, para ser honestos, yo…

— Sé que no tienes mucha claridad, y lo que te pido es una responsabilidad muy grande —hubo un momento de silencio; en ese instante escuché un suspiro de su parte— Conozco un lugar. Las autoridades tienen una bodega en la que están todas las cosas del laboratorio de Ciprés. A pesar de que él desapareció, la policía fue e inspeccionó el lugar, llevándose algunas cuantas cosas que nadie les prestó más atención del necesario…

— ¿De qué se trata?

— Equipo; artefactos; prototipos; tecnología…

— Ya veo. Lo que me pides es algo que no está muy al alcance de mi propio conocimiento.

— Lo sé. Pero ya no hay tiempo, ni personas. Eres la única que pueda hacerlo, porque eres nieto de Samuel, y porque sé que él te ha instruido bien…

— Mi abuelo no me enseñó lo suficiente y…

— No importa. Sea como sea, debemos aferrarnos a la más mínima esperanza. De algo debemos morir; no permitiré que nos venza haciendo nada.

— Estoy vigilado…

— Lo sé. Sé que eres aliado de Giovanni, pero al ver tu mirada y la lástima que sentías al observarme siendo vapuleado como saco, supe que no eras parte de su camada. Giovanni es alguien que sabe apreciar lo bueno dentro de lo malo, pero tú no eres así y sé reconocer una mirada.

— Y decidiste llamarme arriesgándote que pudiese ser diferente…

— Fue un volado. La negación ya estaba ahí; lo que realmente espero es que puedas prometerme que harás lo posible por salvar este puto juego.

— No puedo prometer eso…

Ambos nos quedamos en silencio. Su par de minutos ya estaban llegando a un maldito fin. Era la llamada más importante que había recibido en este último año, y aunque hubiese una esperanza muerta y las probabilidades de que saliéramos de este juego fueran escasas, tenía que arriesgarme. Teníamos que morir de algo.

— Eres nieto de Samuel… —repitió como si aquello me convenciera— Tú puedes armar un casco. Puedes hacer uno nuevo.

— Tal vez.

— Podrías causarle un lío a los beta. Podrías hacer una versión 4.0 de la Virtual Console. La primera fue la beta, la segunda de los novatos, y la tercera de los que controlan a los jugadores sin en realidad asesinarlos. ¿Qué versión será la siguiente?

El cronómetro sonaba dentro de mi cabeza. La tele dejó de sonar y el tic tac del reloj estaba siendo cada vez más intenso. La llamada se cortaría en cuestión de segundos, y sólo bastaba con que Wilson me diera la dirección.

Era ahora o nunca. Era arriesgarme y ser descubierto por Giovanni después de un año de entregarle una confianza absoluta. E iba a traicionarlo si aceptaba; sin embargo, había prometido ya desde hace mucho a la UEO que haría lo necesario para sacarlos de ahí. Haría lo que fuera posible para que esto acabara, incluso si me costaba no tener a mi abuelo conmigo; incluso si lo dejaba moribundo y a manos de Giovanni dentro del mundo virtual; mi abuelo sabía que esto sería lo correcto.

— El casco 4.0 será la última esperanza… —finalicé.


Próximo capítulo: Natural Armonía Gropius