¡Hola! Lamento la tardanza. Tuve mi examen de ingreso a la universidad y estudié como vil nerd. Ahora que estoy más libre, posteo el capítulo. Dicho capítulo es más corto de lo esperado, pero revela un pasado que hace tiempo quería contar, y con el título sabrán de quién se trata y las intenciones que tiene. Sin más, nos vemos en la próxima que será pronto. ¡Muchas gracias por los comentarios!
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Capítulo 111
Natural Armonía Gropius
Red
Ella sonreía.
No podía decir si era la magia con la que irradiaba su sonrisa la que me hacía olvidar los males y las preocupaciones, o si simplemente tenía algún as bajo la manga con el que pudiera saber que esa simple sonrisa era una debilidad para mí. De todas formas, intentaba tener un sentido del humor más cómico del que solía tener, simplemente para hacerla reír. No me costó trabajo, porque hablábamos de cualquier cosa y a veces ella sacaba su magia para sonreír, lo cual me tenía pasmado y sin palabras.
La cita había sido buena, o en ese momento estaba siendo buena. Lo único malo de ella, es que a Yellow se le había ocurrido invitar a Blue y Green como parte de esta salida, lo cual además de incómodo, era algo que no podía concebir porque yo sólo quería momentos a solas con ella. ¿Qué necesidad de que ellos dos nos acompañaran? Y lo peor de todo, Green no era de mi confianza absoluta ni él la tenía conmigo. Así, las incomodidades salían a flote cada vez que Blue hacía algún comentario para entrometerse en nuestra conversación privada.
No habíamos salido de la Fortaleza Catarata, para la seguridad de todos. A pesar de que ellos habían salido desde días antes en su expedición por la búsqueda de un Satoshi muerto, Alain había ordenado que, por el momento, mientras las cosas se calmaban con las megapiedras robadas ya en nuestra posición, nadie podía salir. Los únicos tripulantes que habían estado fuera eran la Fénix Dorada y su nuevo novio, además de la gente encargada del comercio. Me hubiera gustado salir y enseñarle a Yellow los lugares secretos que he descubierto en los lugares más recónditos de PBO, pero este gremio me limitaba a muchas cosas. Además, esto se estaba volviendo aburrido con el simpe hecho de caminar por el pueblo y con estos dos sujetos acompañándonos.
— Tengo una idea —mencioné de repente, lo que sorprendió a Yellow— ¿Por qué no hacemos esta cita más interesante?
— ¿Qué quieres decir?
Blue y Green también se habían sorprendido. De un momento a otro, volteé a ver a Yellow de una manera traviesa, y ella sonrió, aunque con un poco de miedo. Nos dirigimos a un bote en el puerto del pueblo que estaba a punto de zarpar para traer mercancía; Yellow entonces supo que quería que saliéramos de la fortaleza sin el permiso de Alain, a lo que declinó.
— Venga, será divertido —insistí. Ya había convencido al navegante que yo me encargaría de traer las cajas de tomates que se le habían encargado con una bolsa pesada de pokemonedas de plata, por lo que no había problema en entrar al bote y zarpar— Será interesante y una gran cita.
Green refunfuñó, y negó la propuesta. Blue estaba dispuesta, pero ésta siguió a Green, que había huido de ahí con aires de desconfianza. Tan sólo quedaba Yellow, y era ahora mi oportunidad de que ambos quedáramos solos. Le tendí una mano desde la cubierta del bote, y sólo esperé a que ella la agarrara para poder zarpar. De nuevo, su sonrisa me cautivó y tomó mi mano, lo que confirmó que esta cita se pondría más interesante.
Después de haber cruzado por debajo del océano gracias a un incansable Manaphy que iba de un lugar a otro, por fin pudimos zarpar discretamente en el puerto Lotad, donde había unos cuantos botes anclados. Bajé junto con Yellow, y de nuevo le extendí mi brazo para que se agarrara de él, ya que mi plan era teletransportarnos hacia un lugar que ella no conocería.
El cristal de teletransportación fue estrujado, y cuando Yellow cerró los ojos, ya nos encontrábamos en un lugar que ella jamás había visto.
— ¿Te gusta?
Era el bosque más hermoso que pudiera haber en Pokemon Battle Online. La luz del sol caía por las hojas de los esbeltos pinos, colándose por las ranuras de las hojas, con sus corpúsculos solares cayendo como sables de luz que las flores de varios colores le recibían con alegría. El campo que se encontraba sobre nosotros tenía todas las flores posibles que coloreaban el suelo de una manera increíble y fluorescente. El olor era húmedo, fresco, y natural, lo que alimentaba los pulmones de una manera limpia y pura. Los Pokemon resguardaban aquel bosque de amenazas, pero ellos ya conocían mi presencia, y entonces sólo se dedicaban a circular cerca de ahí, cazando nueces y demás plantas para llevarles a sus crías que se refugiaban entre los troncos de los altos pinos. Los montes iban y venían como pequeñas esferas que se extendían a lo largo de un paraíso esmeralda.
— Es hermoso —mencionaba Yellow mirando hacia todos los alrededores— ¿Dónde estamos?
— Es un lugar secreto—le confesé. Entonces, le levanté la barbilla y su sombrero de paja cayó sobre el colchón de flores sin producir ningún ruido. Sus cabellos rubios se revolotearon por un viento instantáneo, y los mechones cayeron sobre su pálido rostro, al tiempo en que los apartaba de su cara— Es nuestro lugar secreto…
Aquello hizo que se estremeciera, no porque tuviera miedo, sino porque no se esperaba a que comentara aquello de una forma tan tierna que hizo que la intimidara. Su respiración y la mía comenzaron a acariciar nuestros rostros, y mis ojos se conectaron a los suyos de una manera que jamás pensé que sería posible en alguien. Poco a poco nos íbamos acercando, y pronto pude ver que sus labios eran una combinación de algo perfecto e indescriptible. Estaba a punto de besarla, y tan sólo me dediqué a cerrar los ojos a esperar aquel momento fructuoso y bien deseado…
Abrí los ojos espontáneamente.
Me aparté de Yellow en cuanto pude. Ella se sorprendió, pero mi mente estaba más atenta a las sombras que atravesaron a lo lejos los pinos. Los movimientos de unas cuantas plantas me habían confirmado, que en efecto, algo o alguien nos estaba vigilando más cerca de lo que había creído.
— ¿Qué es lo que…?
Intenté callara con un dedo sobre sus labios. En ese momento, abrí el menú de mi juego, y saqué mi espada aún envainada. Esto sorprendió a Yellow, ya que el día anterior yo había confesado que sólo la usaría en situaciones de extremo peligro, y este era uno de esos.
Alguien nos vigilaba. Cerré los ojos. Me concentré en las auras que nos rodeaban; no era uno, sino tres.
Esto ya había pasado con anterioridad. Eran los tres sujetos que me habían estado vigilando todo este tiempo. ¿Cómo es que sabían mi localización? ¿Cómo es que sabían al momento en dónde estaba? ¿Fue coincidencia? Lo cierto era, que tarde o temprano tendría que haberme dado cuenta de que este no era un lugar seguro. La Fortaleza Catarata era mucho más segura; no para mí, sino para Yellow, que en estos momentos estaba en un peligro el cual había sido por mi culpa.
Las sombras se movieron a mis espaldas. Intenté voltearme, y en ese momento desenvainé mi espada. El sable era oscuro; de un metal tan oscuro que se sentía raramente acoplado al paisaje en el que estábamos. Un metal oscuro con toques rojizos cuando la luz daba de lleno con la espada. Un poder que, al desenvainarlo, se sentía el frío metal sin siquiera tocarlo con la piel. Un metal tan raro y extraño que sólo yo podía imaginar del poder que resguardaba aquella arma.
— Red… —Yellow nombró. Tenía miedo; ella ya también había presenciado a las siluetas ocultas. Entonces, activó el aura sanadora que tenía como recurso, pero yo le insistí con un ademán que no se entrometiera en esta batalla.
— Yellow… conmigo —susurré.
El silencio se hizo prolongado. Mi respiración, la de Yellow, y el viento rozando el campo de flores eran lo único que podía escucharse, pero mis cinco sentidos estaban bastante alertas. Tal vez había perdido la práctica con el paso del tiempo, pero aún era lo suficientemente fuerte como para poder al menos defender a Yellow.
Súbitamente, uno de ellos cual sombra fugaz saltó de las hojas de un pino alto, y fue hacia mi dirección. Mi espada intervino entre su ataque y el mío. Tal parece que era un puño, pero no pude ver bien debido a que la velocidad con la que ejecutó el ataque fue tal, que sólo se vio como una sombra entre las cortinas de luz solar que atravesaban las hojas. Poco después de ello, volvió a su escondite. Mi espada sólo sintió un vil choque que no sería amenaza para ella misma, pero sabía que aquellos tres sujetos que desde hace tiempo habían estado espiándome poseían un gran y poderosa aura.
— ¿Qué es lo que quieren? —pregunté al instante. Basta de rodeos; quería ir directo al grano sin que ellos se ocultaran en lo absoluto. Si su intención era matarme, ¿por qué el ocultarse?
Nadie respondió.
— Anda, no sean tímidos. Estamos en desventaja. Claramente quieren asesinarme.
Sin embargo, mis palabras fueron efectivas porque los tres sujetos se mostraron alrededor del campo de flores, rodeándonos a Yellow y a mí sin ninguna posibilidad de escapar. La muchacha agarró mi mano instintiva y temerosamente. Yo, con la otra mano, sujetaba la empuñadura de la espada desenvainada de un metal oscuro y rojizo.
El primero de ellos era un sujeto de grandes proporciones musculares, un cabello azabache rebelde así como una mirada hundida y pronunciada que indicaba la fuerza que poseía en sus habilidades de luchador. Tan sólo vestido con un pantalón blanco holgado sujeto a una cinta negra, y unas manos y pies descalzos proporcionalmente más grandes de lo que parecía. El nombre de su avatar era "Bruno".
El segundo del tercio era una mujer con una figura esbelta y bien proporcionada, poseyendo una sola pieza color negro púrpura como vestimenta, que cubría desde sus hombros hasta los muslos. Su cabellera rojiza se mantenía al margen de una coleta, pero un gran mechón caía por su tez pálida como la luna. La luz del sol se reflejaba en los lentes que ocultaban su misteriosa mirada, mientras una sonrisa leve me indicaba que estaba contenta de que tenía la ventaja numérica. Su nombre era "Lorelei".
La última del grupo era una mujer de edad avanzada. Cabellera rubia canosa, piel arrugada y una nariz alargada junto con un ceño fruncido, que indicaba la rabia que estaba sintiendo. La risa que soltaba era molesta y aguda, mientras recargaba sus manos sobre la vara como bastón que se alargaba hasta clavar el césped. Aquello, así como el vestido y el mandil que utilizaba me hacían predecir que la vieja era una maga. El avatar mostraba el nombre de "Agatha".
Un luchador, una sanadora y una bruja eran mis rivales. Ciertamente no debía subestimarlos, porque el aura que presentía en ellos era más poderosa de lo que podría haber creído.
— Yellow, necesito que huyas de aquí. Ahora…
— No… —me susurró— No voy a dejarte. No permitiré que mueras.
No podía concentrarme tanto en forzar la partida de Yellow, porque los tres atacantes estaban listos para asesinarnos si era necesario. ¿Por qué? No lo sabía, pero teníamos que estar a la defensiva.
Súbitamente, el ataque no se hizo esperar. Bruno saltó de una rama y fue directo hacia nuestra posición. Yellow fue lo suficientemente rápida para saltar, así como yo. El golpe que propinó Bruno al campo de flores fue tal, que éstas se desvanecieron y una onda gigantesca cual terremoto se había extendido por todo el bosque, espantando a todos los Pokemon salvajes del lugar.
Al haber saltado, había aterrizado a un costado, pero Agatha ya había llegado hasta mi posición a pesar de que era una mujer arrugada y vieja. Sin embargo, la vara la utilizó como espada, y fue cuando mi espada oscura actuó de inmediato en modo de defensa.
Entonces, mi espada liberó de las más entrañas oscuridades un poder que Agatha presintió. Aquello se expandió como una onda invisible de oscuridad que pegó directo en la vieja y salió disparada varios metros arrastrando consigo árboles y demás ramas. Lorelei detuvo a su compañera en la inercia de la onda de poder, y reactivó sus defensas como si nada hubiese pasado.
Era el momento. Agarré a Yellow, ésta se sorprendió y rápidamente estrujo entre mis manos lo que era un cristal de teletransportación. Nuestros cuerpos se desvanecieron en pixeles mientras mis oponentes intentaban ir hacia mí para agarrar cualquier parte y unirse a nuestra teletransportación; sin embargo, fue demasiado tarde para ellos.
Azotamos en un charco de lodo, mientras la lluvia arrasaba con un bosque mucho más abundante que el anterior. Había pensado en un nivel cualquiera, en un ambiente cualquiera. La lluvia mojó todo de mí y de Yellow; ésta intentó reincorporarse, y cuando lo hizo, apartó los cabellos rubios lleno de lodo para poder verme de mejor manera; su expresión era de confusión, rabia, miedo y muchas emociones negativas que eran lógicas después de lo que había sucedido.
— ¿Qué rayos? —soltó un tanto anonadada— ¡¿Qué es lo que querían esas personas?! ¡Red, ¿quiénes eran?! ¿Las conoces?
Yo me mantuve en silencio, mientras guardaba mi espada en mi inventario. La lluvia se colaba por mi rostro y no me permitía ver la furia de la rubia.
— Red, contesta… ¿Por qué nos atacaron?
— No lo sé.
— Tu espada… tú la…
— Sí. Yo la utilicé. Era un momento de vida o muerte. Esas personas… —me levanté, y tomé por los hombros a Yellow, mientras le miraba—… Esas personas quieren matarme. No sé por qué, pero hace tiempo me han estado buscando y han tratado de buscar la oportunidad para atacarme por la espalda. No quiero que te interpongas en su camino, porque de alguna u otra manera, también te matarán o te utilizarán para atraerme a mí. Yellow, no sé qué quieren, pero no es seguro que estés conmigo.
— Lo sabías… ¿lo sabías incluso cuando te encontré en aquel bar…?
Asentí. Cerré los ojos y agaché la cabeza. No quería pensar en nada.
— Red —nombró Yellow— Entonces… ¿por qué me seguiste? ¿por qué te uniste a nosotros, si sabías que estabas en peligro?
— Siempre lo he estado.
Yellow se mantuvo en silencio.
— Sé que no es seguro que estés conmigo, y aunque estoy consciente de ello, quiero estar a tu lado.
— ¿Por qué?
Esa era la pregunta que no quería responder. Sabía la respuesta, pero a final de cuentas me daba miedo decirla alto y fuerte.
— Red… —repitió— ¿Por qué?
— Porque estoy enamorado de ti…
Mis ojos no se atrevían a verle. Estaba bastante furioso por todo lo que pasaba, y me sentía impotente por no hacer nada al respecto. Estaba en peligro, y automáticamente también la ponía a ella en peligro. No podíamos estar juntos; ese era un destino que debía aceptar.
Sentí la mano de Yellow bajar hasta la mía, y ambas se entrelazaron con la lluvia de por medio. Entonces, alcé la mirada, y vi aquellos hermosos ojos mirarme fijamente. Poco a poco, nuestras miradas crearon una conexión capaz de no comprender del todo, pero que me hizo sentir varias emociones al mismo tiempo que no podía contarlas. Entonces, sentí su respiración, y antes de que pudiera notarlo, el sabor a lluvia de sus labios había sido lo mejor que pude haber sentido.
White
Estaba frío y oscuro. La piel ya se había cubierto de una fina capa de hielo, y la exhalación de mi respiración podía ser apenas visible en medio de una oscuridad tenebrosa.
Ya no había siquiera esperanzas a las cuales aferrarme. Estaría atrapada dentro de esta habitación; tenía agua y comida, pero la luz era apenas un pequeño destello lejano en aquella puerta, lo cual me indicaba que si iba hacia ella y la abría podría encontrar un nuevo mundo.
¿Qué nuevo mundo? ¿Valdría la pena arriesgarse por él? ¿Me encantaría aquel nuevo mundo? Mis instintos me decían todo lo contrario, pero el observa lo que estaba haciendo era de admirar. Es decir, nadie estaba tan aferrado a querer cambiar un mundo virtual como él lo estaba haciendo, y ahora que tenía todo el poder y a todas las personas bajo su control, podía hacer lo que quisiera. Podía hacer lo que se le antojaba conmigo, desde la más mínima tortura hasta encerrarme en aquella habitación sin esperanzas. Un día, despertaba en el pueblo y hacía las tareas domésticas del día a día, y a la mañana siguiente despertaba sin luz en aquella aula. Su actitud para conmigo era tan impredecible como saber al día siguiente en dónde despertaría. La gente, por el contrario, era tan vacía y controlada como habría de suponer; si no abalaba a N, se le notificaría; si no hablaba sobre N, él lo sabría; si no vivía para el nuevo emperador del mundo aural, él me obligaría.
No tenía idea de cómo poder salir de aquí. Estaba encerrada dentro de un mundo que poco a poco se saldría de control, y cuando PBO bajara la guardia por completo, sería el momento para que N ejecutara el plan de controlar el juego, aunque desconocía cómo lo haría.
Mis ojos estaban fijos en la nada; mi respiración era demasiado lenta; mi mente, vagaba con recuerdos sobre Black, mi vida real y sobre la trayectoria que había tenido en el juego. Cada día era lo mismo y cada vez pensaba lo mismo. La monotonía comenzaba a cansarme, pero era lo único en lo cual podía refugiarme y sentirme segura. No sabía cuántos días habían pasado desde que N me trajo consigo; recuerdo que supuestamente él me había asesinado enfrente de los ojos de Black, pero por alguna extraña razón, había aparecido aquí, donde los sueños podían ser reales, o bien, la realidad podía ser sólo un sueño.
No me di cuenta cuando la puerta súbitamente hizo un chirrido y comenzó a abrirse. La luz entró, me iluminó el rostro pálido y mis ojos sintieron el cambio repentino de tonalidades, por lo que vi borrosa a la silueta que entraba.
Escuché los pasos acercándose a mí, y aunque podía suponerlo, aún estaba fuera de mí misma por deambular tanto tiempo en mis propios pensamientos. Cuando levanté la cabeza un poco confundida, noté que la silueta había extendido su mano hacia mí, para que la tomara. Me tomó un poco de tiempo saber lo que estaba pasando; cuando mi mente volvió a su actividad normal, extendí mi temblorosa mano para tocar la suya, y al momento de hacerlo, el ambiente cambió por completo.
Como si se tratara de una magia inentendible, los pixeles inundaron el ambiente y comenzaron a girar sobre nosotros, como pequeños destellos azules que iban y venían en un espacio infinito. Más pronto de lo que hubiera esperado, aquellos pixeles dieron paso a un nuevo paisaje, en donde una puesta de sol con un firmamento anaranjado se mostraba frente a nosotros; las colinas con sus verdes cobijas de árboles se extendían hasta formar una sombra negra opacada por el astro rey. A mi lado, N sonreía de una manera que no pude predecir; no sabía si estaba contento, nostálgico, misterioso o pensativo. El enigma de sus emociones siempre me había resultado una incógnita que algún día quisiera poder descifrar. Frente a nosotros yacía un tronco partido de algún pino, en el cual N me invitó a sentarme y disfrutar del paisaje que él mismo había creado. Al hacerlo, me costó trabajo puesto que aún seguía débil por la inactividad en la que había estado envuelta hace y unas horas.
— Siempre me han gustado este tipo de paisajes…
Su voz era calmada, baja y parecía no estar preocupado en lo absoluto. Yo permanecí en silencio. Sin embargo, me armé de valor para poder resolver un par de preguntas que tenía ya rondando por mi cabeza desde hace tiempo.
— No comprendo… ¿qué es lo que hice? No merezco esto.
Él me volteó a ver, un poco confundido.
— No merezco estar en esa sala… en la oscuridad…
— Oh —su semblante cambió al ver a lo que se refería— Es necesario. No puedo permitir que interactúes a diario con la gente de mi mundo. Podrías convertirte en uno de ellos. No quiero que te pierdas en este mundo; todo lo contrario: quiero que me acompañes en esta aventura.
No supe qué decir. Ciertamente, sus intenciones no eran matarme. ¿Por qué?
— Ha pasado ya un tiempo. Bueno, el tiempo aquí es relativamente más largo que en PBO debido al cambio de dimensión. Sin embargo, a lo que quiero llegar es que siento que mereces una explicación sobre mis intenciones en el futuro, sobre mi pasado y por qué hago estas cosas.
— ¿Merezco una explicación?
— Sí. Te he encerrado tanto tiempo en esta habitación y has trabajado arduamente junto con la gente del pueblo en los días correspondientes, que siento que ahora mereces saber por qué hago todo esto.
— No es como si tuviera alguna otra opción. ¿cierto?
— Bien. Primero que nada, comencé esta plática con la hermosura del paisaje —el sujeto se quedó contemplando la puesta del sol, que poco a poco iba escondiéndose sobre las colinas—, ya que siempre soñé vivir en un lugar donde pudiera contemplar este tipo de vista; ahora que tengo el poder y el control sobre lo que puedo crear y lo que no, finalmente estamos aquí, viendo cómo se hace este sueño realidad. Pero no es que me gusta la soledad; de hecho, odio estar solo, y por eso te he traído a ti y a mis hermanas…
Sentí unos pasos a mis espaldas. Al voltearme, noté a dos mujeres de edad adulta, que tenían la mirada vacía y las pupilas grisáceas, como si estuviesen controladas o bien, no fueran ellas mismas. Ambas veían al paisaje con un semblante un tanto extraño y una sonrisa que no podía decir con certeza si era real o falsa. Una de ellas era alta, pálida, de una cabellera rosa larga tan libre como la melena de un Pyroar, con el nombre de "Anthea". La otra, rubia y de orbes dorados como la puesta del sol, con un fleco que se levantaba rebelde entre la mata rubia que caía como una trenza gruesa sobre su espalda, teniendo de nombre de avatar "Concordia".
— Ellas son mis hermanas —confesó N— Y mi propósito es volver a reunir a mi familia de una manera más unida y feliz como nunca antes…
Me quedé sorprendida.
— Mi nombre es Natural Armonía Gropius…
[…]
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Al abrir los ojos, el techo le hizo de nuevo compañía. Era su único amigo, y cada que estaba triste, feliz, enojado o aburrido, comenzaba a mirarle y platicaba con él de cualquier cosa. Las cosas interesantes que habían pasado en el orfanato, las peleas que había tenido con otros niños, la tristeza que sentía al ver cómo algunos se iban y no volvía a verlos más a pesar de que no les hablaba mucho. El techo, ese en el que podías confiar y brindarle todos tus secretos sin que él soltara ninguna palabra a extraños.
Los días pasaban. Ciertamente su apariencia no le ayudaba mucho, porque cada vez que los visitantes adultos iban al orfanato a elegir a un nuevo hijo, éste tímidamente, escondido entre la cabellera verde de su rostro, lanzaba miradas de desconfianza que no le brindaban ese sentimiento acogedor que los padres deseaban obtener. Noches de soledad, días de confusión, y Natural no era nada más que un pequeño que iba creciendo solitariamente en el orfanato hasta que iba haciéndose mayor y quería comprender más acerca de lo que había allá afuera, en la vida real.
Tenía ya quince años cumplidos. El techo dejaba de ser una amistad frecuente, pero por alguna extraña razón él se rendía cansado en la cama y le miraba, ahora absorto en sus pensamientos sin decir palabra alguna porque alguien podía escucharlo desde fuera de la habitación, o bien, los huérfanos nuevos que había en las camas más próximas podían pensar que Natural estaba loco.
Ayudaba en los quehaceres del orfanato; las amas de llaves ya comprendían que Natural no podía estar todo el día sin actividad alguna, y de mala gana él las hacía, aunque en silencio. Cada que salía al jardín para recortar el césped, mientras los más pequeños jugaban, él se asomaba de puntillas sobre el muro, asomándose por entre las rejas para ver el mundo exterior. ¿Qué había? ¿Por qué pasaban tantos automóviles? Había más gente caminando en la calle de lo que podía imaginar. Era tan increíble y extraño que no podía pensar en nada más. La televisión ciertamente era de ayuda; ¿será que los alienígenas invadían el planeta? ¿O las explosiones en las películas eran así de intensas? ¿Qué hay de los concursos para ganar premios increíbles? ¿O los documentales sobre animales en la gran sabana?
Su curiosidad era mucha, pero él sabía que tarde o temprano, o alguien llegaría para adoptarle, o se quedaría ahí fantaseando sobre el planeta en el que vivía.
— Natural…
La encargada del orfanato había interrumpido el barrer en el pasillo del chico; cuando éste volteó, vio que la mujer estaba acompañada de un sujeto. Un hombre alto, rubio con entradas en la frente y unas arrugas pronunciadas en su entrecejo; una mirada tosca y un semblante severo hicieron intimidar al chico, pero éste no se escudó entre su melena verde.
— Te presento a…
El hombre interrumpió a la mujer del orfanato con una seña. En ese momento, el sujeto, que portaba una túnica negra elegante, avanzó hacia el chico y después de un intercambio severo de miradas, esbozó una sonrisa y soltó una risa de alivio.
— Mi nombre es Ghechis… Ghechis Armonía Gropius.
— Yo soy Natural…
— Vaya, qué nombre más curioso.
— Es debido a mi color de cabello…
— Ya veo. Dudo que ese color sea falso.
Unas horas más tarde, la curiosidad de Ghechis había estado a la altura de las expectativas de Natural, y ahora el chico había finalmente tenido un nombre completo: Natural Armonía Gropius. Finalmente, más que tener un padre, podía ver el mundo que ansiaba tanto fuera del orfanato.
Al llegar a su nuevo hogar, notó que todo era mucho mejor de lo que había esperado: una mansión le recibía con los brazos abiertos, con mayordomos atendiendo sus órdenes, una habitación para él solo más grande de lo que podía haber imaginado, con juguetes, comida, vestimenta, y todo lo que un niño no le faltaba. Lujos, excesos y más cosas de las que jamás pudo haber pensado necesitar, pero que estaban al alcance de él. Natural tenía dos hermanastras mayores que él, portando la sangre de la familia Armonía Gropius. La primera, siete años mayor que Natural, llamada Ana. La segunda, solo un año menor que Ana, llamada Connie. Las mujeres habían contado que Ghechis no era el sujeto que aparentaba, y fue la razón por la que la madre de las chicas les había abandonado.
Natural se sorprendió por ello, pero entre las sospechas y los rumores que sus hermanastras le decían, Ghechis se había comportado al margen de la primera impresión que había tenido de él en el orfanato. Sí, un sujeto severo y serio, pero de buen corazón. Casi siempre no estaba en la mansión, y no contaba mucho acerca de su trabajo, pero cuando regresaba a casa, Natural veía desde el pasillo de la segunda planta cómo Ghechis ordenaba de manera severa a las amas de llaves varias cosas que hacía avergonzar a las empleadas.
No fue hasta que un día, Ghechis había regresado ya noche, y Natural coincidió con él en el pasillo principal. Natural le miró y le saludó, pero Ghechis le devolvió una mirada frívola y misteriosa.
— ¿Qué haces a estas horas despierto?
— Lo siento, yo… yo fui por algo a la cocina y…
— ¡De eso se encargan las amas de casa! ¡Jamás puedes ir tú a la cocina a por algo! ¡Por eso contrato a mujeres para que te lleven las cosas a tu habitación!
Y en ese momento, Ghechis levantó un puño. Natural cerró los ojos, y sólo sintió el terror impregnado sobre su mejilla. Varios colores aparecieron en la oscuridad de sus orbes cerrados, y el ruido del golpe produjo un eco que viajó por todos los rincones de la mansión. A pesar de ello, nadie hizo nada para defender al muchacho; ni siquiera sus hermanastras, que veían a Natural llorando sobre el suelo y tocándose el rostro.
Ellas se lo habían advertido, pero él no les creía. Ghechis no aparentaba ser quien a primera vista creía ser.
Los días comenzaban a ser más largos de lo habitual; en especial, las noches. Cada que Chechis regresaba, era ya más común que entrara al cuarto de Natural, y se quejara de un supuesto desorden de limpieza, de la luz excedente en la habitación, o de la primera cosa que su padre viera con tal de reclamarle y mostrar explícitamente su violencia. El chico de mata verde sólo podía limitarse a cerrar los ojos, y refugiarse entre su melena verde.
El tiempo fue pasando, y el muchacho creció con la idea desfigurada de lo que significaba tener una familia. El mundo exterior ya no era tan curioso para Natural, porque había vivido desde otra cruda perspectiva de lo que era la realidad. Los años pasaron; Ghechis o iba a su habitación, o al de sus hermanas.
Cuando llegó el vigésimo primer cumpleaños de Natural, Ghechis le obsequió una sorpresa que ni siquiera los mayordomos pudieron esperar. Tanto la habitación de Ana como de Connie estaban muy silenciosas, y poco a poco el hedor a cadáver comenzaba a invadir la mansión. Ghechis estaba fuera de sí, y los golpes habían acabado con la vida de sus hermanas, por lo que Natural tenía ahora más miedo que nunca, y quería escapar de ahí. El padre se las había arreglado para montar una escena y con sus abogados pudo salir ileso, por lo que la vida del adulto viejo seguía siendo la misma después de los asesinatos que había cometido.
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La Virtual Console salió días después de aquel incidente, junto con Pokemon Battle Online. En un caso de desesperación por distraerse en otra cosa que no fuera la rabia e impotencia que Natural sentía, el muchacho le encargó a un ama de llaves que fuera a por el juego. Cuando lo recibió, creó su avatar con la primera inicial de su nombre, y la versión beta fue un éxito que le causó gran alegría.
Ghechis llegaba a su cuarto, y le veía con el casco virtual puesto sobre su cabeza. La curiosidad del padre por saber qué tipo de brujerías y tecnología estaba realizando su hijo fue tal, que ese día, al verlo ahí inmóvil y absorto dentro de la realidad virtual, no le interrumpió en lo absoluto. El antecesor de los Armonía Gropius era mucho más listo que eso, por lo que al investigar sobre la Virtual Console y su funcionamiento, decidió comprar otra consola, con tal de hacerle la vida difícil a su hijo dentro del juego.
La sorpresa del jugador N fue tal al ver que Ghechis había aparecido en el juego. Cabe aclarar que no se dio cuenta al principio, debido al cambio de apariencia que podías habilitar dentro del juego, sino que después de que N se hubiera hecho "amigo" de Ghechis dentro del juego, un día el hijo adoptivo se dio cuenta de que su padre tenía puesto el casco dentro de su recámara principal. Aquello fue bastante sospechoso, y al relacionar la actitud de su nuevo amigo con la de su padre, supo que él era Ghechis. ¿Por qué? ¿Cuál era su propósito? ¿Por qué simplemente no iba a su habitación y le hacía la vida difícil como solía acostumbrarse? No importaba siquiera ya. Tal vez por descubrir formas nuevas de torturar a su hijo, pero éste no iba a permitirlo. Ghechis había dejado una apertura para que Natural pudiese defenderse; había bajado la guardia, y el de mata esmeralda no iba a desaprovechar esa oportunidad.
Eran las 2 a.m., la luna se colaba por entre las cortinas cerradas de la habitación principal, mientras Ghechis estaba inundado en aquel mundo virtual. Natural simplemente decidió clavar la punta del cuchillo sobre su corazón. Ghechis reaccionó de forma extraña, porque tanto en el juego como en la vida real sentía un dolor intenso. Segundos después, su corazón dejó de bombear sangre y su cuerpo quedó inerte.
Natural sabía que esto podía tener complicaciones, y más ahora que era mayor de edad. Las ideas y planes defenderse en la corte iban a ser escasas; sin embargo, decidió refugiarse unas horas dentro del juego, para poder pensar con claridad. Lo que él no sabía, es que más temprano de lo esperado, su suerte le hizo saber que ya no podía salir, ya sea porque el creador del juego los había reunido a todos en la plaza principal, o porque era una nueva oportunidad para Natural de empezar a hacer bien las cosas.
A partir de ese momento, sabía que no debía abandonar el juego. Con sus técnicas de beta y su motivación por formar una nueva, renovada y mucho mejor familia, decidió hacer un plan a largo plazo que al final le beneficiaría a él. En busca de Zekrom y Reshiram, después de meses de investigación sobre aquellos Pokemon Legendarios, sabía que podía interferir en el mundo aural y crear un nuevo universo a su antojo. Ahí, donde podía hacer cosas impensadas, donde podía traer de vuelta a personas que jamás creía posible volver a ver, donde él sería feliz y podría ver el mundo exterior, así como lo había visto en la televisión. Ghechis le había dicho mil y un veces que Natural era muy débil como para hacer algo al respecto; ¿quién era ahora el débil? ¿Quién estaba dentro de una habitación, sufriendo y tratando de ser salvado? ¿Quién había traído de nuevo a PBO con vida y jadeando? Natural quería demostrarle al nuevo Ghechis que este era su mundo, y de nadie más. Quería demostrarle que no era un sujeto débil, y para ello se encargaría de eliminar a todas aquellas personas inútiles, así como de las que podrían causar una complicación en la ejecución de su finalidad.
Natural había tenido todo en mente. Desde traer de vuelta a sus hermanas, a su padre, y capturar las almas virtuales de todos los jugadores posibles para poder vivir en el mundo que merecía. Todo había estado tan planeado, todo… excepto haber conocido a White. Ella, era ahora parte de su plan, y quería que él viviera a su lado para poder mostrarle todos los paisajes que él podía crear con tan sólo imaginarlo. ¿Por qué? Bueno, Natural jamás había tenido de tan cerca a un amigo, una chica, a un compañero, y quería experimentar el cariño de alguien porque es lo que creía merecedor. Un sujeto tan solo no se sentiría realizado si nadie veía cómo se cumplían sus sueños, y cuando vio la oportunidad de llevarse a White a su nueva realidad, no la desaprovechó. Es cierto que encerraba a la muchacha en habitaciones oscuras, o la hacía trabajar con personas controladas que abalaban a N, pero él jamás había tenido malas intenciones. Jamás planeaba destruir PBO, o a los jugadores que no intervinieran en su camino. Él sólo quería compañía y justicia después de todo lo que había vivido, porque lo creía justo, merecedor y porque era más fuerte de lo que pensaba…
[…]
Quedé pasmada ante el pasado, las razones y el plan que N tenía en un futuro. A final de cuentas, cuando N estaba contado quién era y por qué hacía esto, noté en su mirada un sufrimiento que no podía haber presenciado en ninguna persona.
— No te estoy pidiendo que te quedes. Puedes irte si es lo que prefieres. Sin embargo, sólo quiero que comprendas por qué hago esto. No lo hago por un propósito maligno; tan sólo, quiero demostrarme a mí mismo que puedo merecerme el mundo que quiero.
Estaba inmutada. No sabía qué decir ante las palabras de N. ¿En realidad debía creerle?
El sol finalmente se había escondido por entre las colinas, coloreando el firmamento de un púrpura misterioso. El de mata verde se levantó y me tendió una mano. Poco tiempo después, volví a la habitación oscura, pero por primera vez y por increíble que pareciera, estaba envuelta en la oscuridad ya sin intenciones de huir por completo.
Brendan
La noche había caído ya sobre la Fortaleza Catarata. Mi respiración era fría cada vez que exhalaba, debido tanto al clima que comenzaba a descender, así como a el cansancio que sentía ya que había sido de los últimos que había permanecido sobre el campo de entrenamiento.
Después de toda la travesía que había tenido, merecía un buen descanso. Haber ido hacia Pueblo Arena, conocer a Zinnia y a X, intervenir en la Carrera Sandslash, batallar contra Lysson y por poco perder la vida. Bueno, no era algo muy común que sucediera en el día a día.
No obstante, lo que más me intrigó de todo aquello fue el lugar secreto que había descubierto. Aquella cueva, en donde habían aparecido tres majestuosos pájaros impregnados sobre el suelo de la cueva con hilos de fuego y una frase bañada en llamas azules, amarillas y rojizas. Una frase que no podía sacar de mi cabeza y había estado invadiendo mi mente durante todo el camino de regreso a la fortaleza:
"Tres son los pájaros; cuatro son las fases. Cuando se hayan completado tres de ellas, los pájaros dejarán descubierto el camino hacia la luz y la oscuridad que guiará a los héroes destinados."
La frase había estado todo este tiempo en mi cabeza, y pensaba arduamente sobre su verdadero significado. Desde que llegamos aquí, era lo único que podía pensar, o de otra manera, pasaría desapercibido y se esfumaría de mi mente. May lo notó y se lo conté, pero ella no tenía ni idea de lo que hablaba.
— Alain… necesito contarte algo.
Ni siquiera cuando entré a su habitación y le había interrumpido, él tenía la más mínima idea de lo que podía tratarse. Ni él, ni Manon, ni siquiera Hikari. Aquello, a pesar de tener una extraña frase que era como un acertijo imposible de resolver, tenía el presentimiento de que se trataba sobre el arco de Luz. ¿Por qué? En la frase venían las palabras "luz" y "oscuridad", las cuales podrían hacer referencia a respectivos arcos. Steven Stone ya tenía uno; sin embargo, el otro aún estaba escondido en algún lugar de PBO, y cuando lo haya descubierto iría sin dudarlo.
Lo importante era la identidad de aquellos tres pájaros que aparecieron como dibujos en la cueva. Alain me había comentado que se trataban de tres Pokemon legendarios que nadie jamás había visto: Articuno, Zapdos y Moltres. Tres aves majestuosas que se decía vigilaban una tierra sagrada. La cuestión era: ¿qué vigilaban? ¿Qué había de sagrado en dicha tierra? ¿Sería el Arco de Luz? Y lo más importante: ¿Dónde se hallaba dicha tierra?
Lo más extraño fue que cuando le conté cada detalle al líder del gremio Mega, éste, a pesar de no tener ni idea de a qué podía referirse, noté en su semblante un atisbo de sorpresa y misterio que no tenía muy acostumbrado a expresar. No sé qué plan tenía en mente, o bien, qué había descubierto, pero ciertamente se lo había resguardado para él mismo o de otra manera me lo hubiera dicho.
Antes de darme cuenta, ya estaba caminando por los puentes exteriores del castillo, pero de un momento a otro, el reflejo de algo dio justo en mi rostro. Bastó con una milésima de segundo para darme cuenta que no había sido el brillo de la media luna que adornaba el firmamento, ni el reflejo de alguna ventana que había sido abierta. Al asomarme por la orilla de los puentes, di directo con el pequeño reflejo que provenía de la bahía.
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El puerto estaba lejos, pero aquel lugar parecía el punto ciego perfecto para que nadie viera cómo un pequeño bote lleno de pequeños brillos parecidos a piedras era cubierto por una gran manta, mientras una persona empujaba el bote y trataba de agarrar los remos al mismo tiempo para salir cuanto antes de ahí.
Mi sorpresa fue tal al ver de qué es lo que se estaba tratando. Sin dudarlo ni un instante, salté el puente para aterrizar en el tejado de una torre, y de nuevo salté para comenzar a descender poco a poco, y hasta que al ver que la distancia entre la bahía y yo era considerable, saqué a mi Flygon para que ambos aterrizáramos de manera brusca sobre la arena. Al darme cuenta, ni siquiera era una bahía como tal, sino un cúmulo pequeño de arena que sobresalía entre las rocas mohosas producto de las olas que chocaba contra ellas en tiempos de alta marea. El bote brillaba más de lo que pensaba a pesar de que la manta cubría fuera lo que fuera que tuviera escondido. La persona se dio cuenta de mi presencia, y cuando volteó, su túnica me impedía ver su apariencia, pero no el nombre de su avatar.
— ¿Q-Qué…?
Zinnia.
Pronto, me di cuenta de lo que estaba haciendo. La manta cubría más de mil megapiedras que habían sido robadas por Alain y su equipo de la posesión de los Cuatro Grandes. Si mal no recuerdo, Zinnia había ayudado a robarlas de ellos, arriesgando su vida para debilitar el poder de aquellos cuatro líderes. ¿Por qué entonces tomaba cada megapiedra disponible y se las estaba robando?
— ¿Qué haces?
Ella no respondió. Lo único que podía ver eran aquellos ojos carmesíes que brillaban en la oscuridad. Una mirada misteriosa pero llena de miedo. Sabía que estaba haciendo esto por alguna razón y no era la correcta ni la más sensata.
— Tengo que hacerlo.
— Claro que no.
— Es lo que debo hacer.
— ¿Por qué?
— Mi pueblo… mi libertad…
Comencé a acercarme, al mismo tiempo que ella lo hacía. Entonces, sentí que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
— Tranquila.
— Ruby… yo…
En ese momento, se abalanzó contra mí en un abrazo y yo la recibí envolviéndola sobre mi regazo. Su rostro se escondió entre mi pecho, y entonces sentí cómo alzaba la mirada para poder verme de mejor manera.
— Estoy muy asustada.
— ¿Por qué?
— Temo que me encuentren…
— ¿Quién?
— Soy una esclava… ¿lo recuerdas?
— Aquí estás a salvo.
— Ruby…
— ¿Sí?
No respondió. En lugar de decir palabra alguna, comenzó a observar mis labios. Aquello me tomó por sorpresa, porque yo también observé los suyos. Su rostro estaba a centímetros del mío. ¿Qué estaba haciendo? Se supone que May mi mejor amiga y yo… yo… y si ella me veía besando a Zinnia…
Sentí los labios fríos y la mirada rojiza de la muchacha cerrarse para disfrutar del momento. Unos labios llenos de temor, dolor y soledad que pronto pude sentir como si fueran los de un fantasma. No había sido el mejor inicio de beso que hubiese tenido, pero conforme pasaba el tiempo, la intensidad subió de nivel, y pronto dejé de sentir sus húmedos labios para dar paso a algo más que eso. La lengua pasó por la mia y ambas jugaron a ser la más dominante. Sus manos pronto agarraron mi cadera, mientras yo intentaba no ser muy brusco con ella. Y de un momento a otro, sentí cómo me había agarrado desprevenido, así como a mi Flygon. Gracias al poder de su magia de arena, bastó con un movimiento mágico de su parte para encerrarnos a los dos sobre un par de arenas movedizas. Ella entonces me miró de una manera misteriosa y se alzó la túnica de nuevo para que sus ojos rojos resaltaran más sobre la oscuridad.
— Lo siento, Ruby.
Y mientras yo luchaba por salir de ahí, con medio cuerpo atorado entre la arena, notaba cómo la muchacha se perdía en medio del océano junto con un millar de megapiedras que habíamos robado recientemente. Poco después, la chica envolvió su bote sobre un camino de arena que le hizo ir mucho más rápido y así pasara desapercibida entre la vigilancia de la fortaleza.
Próximo capítulo: La esclava de arena
