Hola! Bueno, ha pasado tiempo. He entrado a la universidad y al mismo tiempo estoy trabajando, así que no he tenido dedicación al fic como me gustaría, pero intento organizar mi tiempo para escribir poco a poco los capítulos. Una disculpa ante todo, y muchas gracias a los que han comentado y a los que han vuelto a leer todo el fic para mantenerse al corriente. Significa mucho para mí. Sin más me despido y trataré de publicar el siguiente capítulo en una semana. ¡Nos leemos!
[VIDEO 1: 01 Fireworks Harry Potter and the Order of The Phoenix Soundtrack]
[VIDEO 2: Naruto Kokuten Extended]
[VIDEO 03: Kevin MacLeod – River of Io]
Capítulo 113
Sentimientos Encontrados
Zinnia
Las ráfagas de viento golpeaban mis cabellos de una manera que no había podido imaginar nunca. Me sentía tan libre al navegar por los aires que el simple hecho de caer hacia el océano no me intimidaba por completo. Era una muchacha feliz que jamás había podido determinar qué estaba bien y qué estaba mal, pero en ese preciso momento tan sólo me dedicaba a sentir cómo el viento partía el fleco de mi cabello y se colaba por entre toda mi ropa.
— ¡¿Cómo vas?! —desde algún otro punto del firmamento, Lisia volaba encima de un Altaria, que se confundía con las nubes. Súbitamente entraba a un cúmulo de ellas, para después de unos segundos, salir por otro lugar dando un par de acrobacias sobre el aire.
— ¡Más o menos!
El equilibrio aún me fallaba. Era mucho más difícil de lo que pensaba; tal vez yo no había sido buena para esto, o bien, el Altaria en el que me encontraba era un tanto duro conmigo y quería que aprendiera cuanto antes con movimientos bruscos que me hacían resbalar de su lomo.
Había pasado un día desde que Lisia se ofreció a entrenarme como acróbata para el festival. Ella me había recomendado una taberna en la cual alojarme dentro de Ciudad Celestial, y me había citado a primera hora de la mañana para poder comenzar con lo básico de las acrobacias.
Lisia se burló un poco de mí al ver que me sostuve con mucha fuerza del lomo de Altaria para no caer.
— ¡Tranquila, no aprenderás de la noche a la mañana!
Aquello me hizo salir un poco de mis casillas. ¿Estaba insinuando que en realidad era lenta para aprender? Bufé por lo bajo, y entonces le ordené a Altaria que comenzara a ascender de manera pronunciada por el firmamento. Lisia me gritó algo, pero pronto la distancia entre ambas comenzó a ser considerable. Las nubes iban siendo lejanas hasta que lo único que comenzaba a vislumbrar era un vasto y profundo cielo azul. Altaria comenzó a cansarse, pero a pesar de ello le seguí ordenando que avanzara más y más hacia arriba hasta que sus alas ya no pudiesen ser capaz de dar su máximo.
Hubo un punto en donde me suspendí en el aire, debido a que en ese momento comencé a descender a una velocidad que pronto comenzó a multiplicarse con cada segundo que pasaba. Crucé las nubes como bala, y pronto comencé a ver la Ciudad Celestial y el palacio de Diantha como un pequeño punto. Sin embargo, mi vista se dirigió particularmente a un pequeño y curioso punto en un islote que adornaba aquel firmamento. Una pequeña roca en la cual estaba situada una persona que apenas pude vislumbrar.
La silueta de Steven Stone permanecía ahí, observándome con aquellos ojos carmesíes que no había olvidado desde el día en que había conquistado mi pequeño pueblo; desde el día en que me había convertido en una esclava. ¿De verdad era él?
Una nube se cruzó de pronto sobre mi vista, y al momento en que desapareció, también lo había hecho aquella silueta.
Me detuve repentinamente. Altaria se sorprendió por el abrupto freno, y Lisia pronto llegó hasta mí para ver si me encontraba bien por haber hecho aquella acrobacia.
— ¡Aprendes rápido! ¿Todo bien?
— Sí… —me quedé viendo aquel islote; quería estar convencida de que sólo había sido imaginación mía.
— ¿Qué es lo que ves? —Lisia volteó hacia aquella roca flotante.
— Nada —respondí— Pensé que había alguien…
[…]
[VIDEO 1: 01 Fireworks Harry Potter and the Order of The Phoenix Soundtrack]
El festival llegó en un abrir y cerrar de ojos. La gente vitoreaba desde cualquier islote de Ciudad Celestial, mientras los Pokemon voladores se preparaban para dar un espectáculo sobre el aire. El Salamence que me estaba acompañando a mi lado había sido mi compañero de entrenamiento desde ya hace unos días, y le había agarrado un cariño particular. Lisia me había entrenado muy bien por los aires, aunque aún no podía decir orgullosamente que había igualado su nivel; sin embargo, el festival no iba a ser problema alguno que me sometiera a mis habilidades acrobáticas.
— Atención a todos los presentes: ¡El Festival Acrobático de Ciudad Celestial está a punto de comenzar! ¡Prepárense, presten atención y disfruten del espectáculo!
La voz resonó por toda la ciudad, produciendo un eco que me erizó la piel. Esta vez, no sentía los nervios que hubiera sentido como si se tratara de una Carrera Sandslash; en cambio, era un sentimiento de emoción que no podría haber sentido antes; esta vez, estaba siendo libre y feliz.
Unos fuegos artificiales inundaron el firmamento nocturno, lo cual nos daba la señal de que el festival estaba comenzando. Desde mi posición oculta a la vista de los espectadores, Salamence y yo ascendimos desde el peñasco de una isla flotante, así como una docena más de compañeros míos que formaban parte del espectáculo.
El firmamento estrellado se iluminó súbitamente de fuegos artificiales, al mismo tiempo en que varios de nosotros dejaban rastros de humos de colores que iban dibujando las formas de varios Pokemon en el aire; tres de nosotros con Pokemon diferentes comenzamos a sincronizarnos al punto en que pasamos casi por debajo de una pequeña multitud que yacía en el centro de la ciudad, como kamikazes a punto de estrellarnos contra ellos; sin embargo, cuando estábamos a un par de metros a punto de estrellarnos contra el suelo, giramos abruptamente hacia un lado acompañados de varias volteretas, lo cual fue merecedor de varios aplausos por parte del público.
Fue el turno de Lisia, que junto con su Altaria atravesó un par de nubes de colores oscuros iluminados por la luz de la luna, y al salir del cúmulo, el rastro de torbellinos que el Pokemon volador había dejado hizo que la nube siguiera la trayectoria de los pequeños tornados, haciendo de aquello una vista magnífica para los espectadores.
Justo como ella me había enseñado, realizaba cada voltereta, cada trayectoria y cada movimiento que en estas semanas ella me había dicho que tenía que realizar al pie de la letra, para ir al compás con mis compañeros y que aquello fuera un placer estético para la gente que veía hacia arriba. Los fuegos artificiales también eran de admirar, porque al momento de iluminarse la pólvora, formaban figuras de Pokemon que desaparecían segundos después para que a la gente se le dibujara una sonrisa de oreja a oreja. No sabía cuántas personas estaban presenciando aquel espectáculo, pero tal parecía que aquello me producían una satisfacción más grande de lo que podría hab…
Algo me golpeó.
[VIDEO 2: Naruto Kokuten Extended]
En primera instancia, mi cabeza percibió varios colores en mi mente. El dolor que sentí fue intenso, y mi vida bajó considerablemente. Cuando intenté reincorporarme, me di cuenta de que estaba cayendo sobre un vacío en donde tarde o temprano iba a dar contra la oscuridad de un gran océano. Salamence fue a mi rescate, cayendo en picada a una velocidad más aprisa. Mi aturdimiento poco a poco iba disminuyendo; me toqué la cabeza y sentí que la sangre ya se impregnaba sobre la yema de mis dedos.
La gente no se percató de mi caída, porque todo había sido tan deprisa, que de un momento a otro ya me encontraba más abajo que la isla principal de Ciudad Celestial. Lisia, por su parte, sí se había percatado de ello debido a que a lo lejos le oí gritar mi nombre.
¿Qué demonios había pasado? ¿Será alguno de nuestros compañeros? ¿O bien Alain y su equipo en busca de las megapiedras? ¿O será que…?
No tuve tiempo para pensar, porque algo iba directo hacia mí con la misma fuerza y velocidad con la que me había golpeado. Abrí los ojos de par en par con la sorpresa de esperar recibir el golpe, pero Salamence desvió con una de sus alas lo que parecía ser una flecha hecha de roca.
Me monté en el Salamence antes de que cayera, pero la velocidad a la que íbamos forzó al Pokemon volador a aterrizar cuanto antes en una isla que se cruzó en nuestra caída. Al aterrizar de manera abrupta, me bajé cuanto antes del Salamence para notar qué es lo que había pasado en esa cuestión de segundos. La isla era un cúmulo de aguas termales; una cascada caía desde otra isla flotante que yacía mucho más arriba, haciendo que el firmamento trazara una línea brillante de agua reflejada por la luz de la luna. El vapor que desprendían las aguas termales formaban una película de neblina que hacía más difícil observar los alrededores.
Entonces me bastó con oír pasos que pisaban pequeños charcos formados por la humedad del lugar, para darme cuenta de que aquella persona iba a atacar de nuevo. Una flecha fue directo hacia mi sien, pero incliné mis rodillas para agacharme y evitar que aquella flecha diera conmigo. Noté la sombra un poco más a lo lejos, pero sólo eso; el enemigo saltó repentinamente, y aterrizó un tanto más cerca. Con su pie izquierdo levantó un cúmulo de piedra del suelo en forma de flecha, y con su pie derecho la lanzó de nuevo hacia mí.
De repente, detrás del enemigo, un Pokemon de grandes proporciones apareció como si fuera parte de su sombra. La oscuridad y la neblina del lugar no me permitían ver con claridad de quién podría tratarse, pero la forma de aquel Pokemon era inconfundible: un Hariyama estaba en posición de karate, con sus manos voluminosas y sus piernas regordetas. Su dueño, con su cabello azulado rebelde y las gafas en la frente que reflejaban la luz de la luna, también era alguien que no podía dejar pasar desapercibida: Martial.
Aquel sujeto, si bien recuerdo, formaba parte del Alto Mando de Steven Stone. ¿Por qué me atacaba? ¿Qué es lo que quería? ¿Steven le había ordenado aquello?
Intenté buscar arena con la cual defenderme, ya que al notar al enemigo que tenía enfrente, no debía de entrar en juegos absurdos. Era luchar con todo, o perecer en el intento.
No hubo tiempo siquiera para buscar sobre el suelo. Quise activar mi magia, pero era inútil al ver que sólo atraía un poco más que lodo. Martial sacó del suelo otra diminuta porción de la isla, formada en flecha y apuntando hacia mí para después ser lanzada. El mismo proceso se repitió unas cinco veces, en cuestión de segundos. Salamence intervino desviando algunas de aquellas flechas, mientras yo alzaba el lodo con mi magia e intentaba que la viscosidad de éste fuera capaz de detener la flecha; una de ellas pasó a través del lodo, rozando mi mejilla y creando un corte que pronto me formó un hilo de sangre.
De repente, noté que Lisia venía descendiendo tan rápido, que no le dio tiempo a Martial para voltear y ver cómo la mujer le propinaba un golpe que lo mandó arrastrando por las aguas termales, salpicando agua y lodo por doquier.
— ¡Zinnia, ¿estás bien?!
Asentí. Lo importante ahora era librarnos de aquel sujeto, y seguramente no iba a atacarnos si íbamos con el público que parecía seguir disfrutando del festival. Nuestras dos desapariciones no habían sido percibidas, o si lo habían sido, el protocolo era seguir como si nada hubiese pasado.
Iba a decirle algo a Lisia, pero una flecha fue lanzada directo a su abdomen. La muchacha apenas pudo esquivarle, pero el simple roce de la flecha con su cadera fue suficiente para crearle una herida de donde comenzó a emanar sangre. Lisia sollozó, y quise socorrerle, pero en ese momento el Hariyama de Martial llegó hasta mi posición para contraatacar. Salamence me protegió y con un rugido intimidó al Hariyama. Súbitamente, ambos comenzaron una batalla cuerpo a cuerpo en la que se disipaba cualquier rastro de neblina y humedad debido a las ondas de los choques de sus cuerpos.
Martial entonces ya estaba detrás de mí, y cuando volteé, el sujeto sonrió.
— Te tengo, traidora.
¿Traidora? ¿A quién se supone que había traicionado? ¿Steven Stone estaba detrás de todo esto o sólo eran ambiciones personales de Martial? No pude pensar más, porque el peli-azul me agarró desprevenida por el cuello, comenzando a ahorcarme y haciendo que me faltara el aire. Justo como Steven Stone había hecho aquel día, la falta de aire me recordó a ese momento. En aquellos tiempos, era muy inocente y tenía miedo de explotar mi verdadera magia; bien pude haber tomado la arena del sitio, encerrar a Steven y apretarlo hasta que su cuerpo se desvanecería debido a la fuerza de la arena. No iba a cometer el mismo error de aquella vez; no iba a tener miedo de liberar todo el poder que tenía, porque a final de cuentas había estado buscando lo que siempre necesitaba: libertad.
Cerré los ojos. El aire me hacía falta, pero intenté no pensar en ello. Gracias a la concentración que comencé a tener, y al sexto sentido debido a mi magia, pude notar unos metros más alejado, entre el lodo, la humedad, y las aguas termales, una porción de arenas que había estado escondida. ¿Coincidencia? Al parecer no, porque las aguas termales y la erosión del sitio habían creado aquellas arenas muy bien escondidas, las cuales tenía que aprovechar.
Con una mano batallaba para librarme de las manos de Martial, pero con la otra activé la magia: la arena recorrió como serpiente escurridiza el suelo hasta llegar a nuestra posición. Silenciosa y letal, la arena se levantó poco a poco a espaldas de Martial, que al voltear de reojo a mirar qué es lo que le amenazaba por detrás, había sido demasiado tarde.
— No vas a derrotarme, niña…
Martial me dejó de soltar y con una flecha intentó desvanecer la cortina de arena que se estaba formando amenazantemente detrás de él; sin embargo, aquel ataque había sido apenas un pequeño agujero en el muro de arena. Poco a poco, la arena fue incrementando, y en un abrir y cerrar de ojos, envolvió por completo a Martial mientras éste intentaba liberarse. Hirayama quería ir al rescate, pero entre los tacleos de Salamence le hacía imposible socorrer a su entrenador Pokemon. De pronto, la ola de arena envolvió todo el cuerpo de Martial, aprisionándolo de pies a cuello, mientras éste gritaba y forcejeaba inútilmente.
— ¡NOO! ¡¿QUÉ HACES?! ¡NOOO!
Entonces, cuando por fin estuve reincorporada y con suficiente aire en mis pulmones, empecé a sentir la arena; ella era parte de mí, y yo de ella. Una misma, en la que la magia hacía el resto: la arena pronto se convirtió una arena movediza sumamente viscosa de la que, si entre más batallabas, más trabajo iba a costarte salir de ahí. Martial no fue lo suficientemente listo para ello, porque poco a poco la arena iba hundiéndolo.
— Lo siento —mencioné cuando había finiquitado el ataque— No voy a matarte. En cambio, estarás atrapado aquí el resto de tus días.
Abrí el menú del juego. Nuestra localización era desconocida, debido a que, en aquella isla flotante, la neblina de las aguas termales hacía imposible localizar a algún jugador. Martial no podía ni enviar mensajes ni pedir ayuda. Y si por alguna remota razón alguien le encontraba, sería su día de suerte. Sin embargo, eso era muy poco probable entre aquel gigantesco nivel.
— ¡NO ME DEJES AQUÍ! ¡POR FAVOR!
Mi arena se encargó de distraer a Hirayama también, y Salamence se encargó de terminar con su vida. Socorrí a Lisia mientras Altaria también lo hacía; le subí en su lomo, y yo lo hice con Salamence, mientras nos alejábamos de ahí y dejábamos atrapado por la eternidad a un sujeto de alto mando del gremio Alma de Piedra.
Brendan
Flygon iba a una altura considerable, donde el frío comenzaba a helarme las mejillas, y mis ojos eran ya incapaces de ver hacia abajo, donde podía obtener alguna pista de donde podría encontrarse la ladrona que había robado las megapiedras. La noche había caído, y la luna reflejaba la piel esmeralda de Flygon como una especie de piedra preciosa brillante.
A mis espaldas, sentí las manos aferrándose a mis ropajes de aquella chica que se había ofrecido a acompañarme. Después de haberle pedido con discreción a Alain que me dejara buscar a Zinnia personalmente, May se había ofrecido a acompañarme en la búsqueda, a pesar de que yo me había opuesto a ello.
Los días consecuentes al robo de las megapiedras causó en la Fortaleza Catarata una gran consternación; la gente había estado tan esperanzada con los planes de Alain, que al ver que todo comenzaba a desmoronarse hacía dudar a los miembros del gremio. Sin embargo, Alain se había mostrado calmado y sereno cuando se enteró de la noticia; en su lugar, actuó de manera sensata al ordenarme que buscara a Zinnia cuanto antes, y aceptó que May me acompañara en el viaje. Tal parecía que el que se le robaran las megapiedras no le afectaba en lo absoluto. ¿Estaba tramando algo? ¿Sabía ya de las intenciones de Zinnia? El semblante de Alain había sido siempre un misterio, así como su misma actitud, por lo que no podía leer ni sus intenciones ni emociones.
Como sea, había pasado ya más de una semana sin rastro alguno de Zinnia. No podía localizarle en ninguna parte porque no le tenía de amigo, y para buscar a alguien específico dentro de PBO, sin ser su amigo y encontrarlo en el mapa, no era la cosa más fácil como podría esperarse. Primero, como era lógico, había llegado hasta el lugar donde nos encontramos en primer lugar. Ciudad Desierto, aun siendo la capital principal del nivel desértico, era tan confusa y grande que me fue imposible buscar pista alguna de aquella chica, pero cuando fui a su pueblo de origen, Pueblo Arena, las pistas comenzaron a caer como milagros.
Recuerdo haber entrado a un lugar donde había un poco de actividad; los comerciantes iban y venían, ofreciendo sus mercancías a un sujeto calvo y regordete. Cuando llegué a él, me miró un tanto extrañado, debido a la apariencia misteriosa que ocultaba mi capucha, y el nombre famoso que me había hecho a lo largo de PBO.
— Un momento… yo te conozco… eres ese arquero que alguna vez formó parte del Gremio Esmeralda… pensé que habías muerto y…
— Cállate —le espeté— No digas una palabra más o te asesino en este instante. Si te atreves a decirle a los demás que me has visto, sabrás lo que es la muerte cuando te encuentre. Ahora, dime si has visto a una chica de cabello negro, ojos carmesíes y ropajes humildes: Zinnia.
Me comentó con un nudo en la garganta que ella había sido su esclava, pero que después de la carrera Sandslash, había escapado y no la había vuelto a ver nunca más. Aquello era cierto, pero tenía la intuición de que había algo más que aquel gordo no quería decirme. Como sea, aquello no me llevó a ningún lado, hasta que después de una semana de haber estado viajando junto con May, encontré unos anuncios en varias tabernas en las que anunciaban un festival acrobático que iba a llevarse a cabo en Ciudad Celestial. Aquel tipo de eventos era muy llamativo para Zinnia, así como lo fue la carrera Sandslash; conocía muy bien a aquella muchacha a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, y sabía que quería enfrentarse a nuevos retos, por lo que participaría en aquel festival, o eso creía. Tal vez no de la manera tan llamativa como uno esperaría, porque sabía que ella estaba consciente de que estaba siendo buscada por mí y por el gremio Mega, pero tenía un sexto sentido que me susurraba que ella estaría esa noche en Ciudad Celestial, participando en aquel festival.
Por su parte, aquellos días que había pasado al lado de May habían sido tranquilos y un tanto discretos. Ninguno de los dos hablaba de más y sólo nos dedicábamos a seguir con la búsqueda. A veces nos quedábamos en alguna taberna discreta cerca del algún pueblo cercano, donde ella dormía en otra habitación diferente a la mía. Otras veces, dormíamos en tiendas de campaña dentro de bosques en los que sabía que no correríamos peligro alguno. Sea como sea, la distancia entre ambos había sido un tanto considerable. No entiendo el por qué, ni entendía por qué May había estado tan seca conmigo; me había ausentado un tiempo en la búsqueda de Ash, y cuando regresé, su actitud había cambiado para conmigo. ¿Qué quería decir aquello?
Sentí cómo sus manos se aferraron con más fuerza sobre mi espalda, para que no cayera de mi Flygon que iba yendo a una velocidad un tanto más rápida de lo que esperaba. Habíamos estado volando sobre los alrededores de Ciudad Celestial, un poco más lejos de donde se llevaba a cabo el festival. Podía escuchar los fuegos artificiales, la gente vitoreando y aplaudiendo, y un bullicio de ruido alegre y empático. Las luces de la ciudad eran hermosas, así como las pequeñas siluetas de los Pokemon que recorrían el cielo de manera tan sincronizada como debía esperarse. Por un momento, Flygon se había detenido suspendido en el aire para que nosotros contempláramos el espectáculo desde lo lejos, pero May ni siquiera lo estaba disfrutando; su cabeza había estado en otro sitio, y yo al darme cuenta de ello, le ordené a Flygon que se diera algunas vueltas por los alrededores para poder matar el tiempo restante. Una vez que terminara el festival, iríamos discretamente en busca de Zinnia, la llevaríamos de vuelta a la Fortaleza Catarata y le haríamos confesar dónde demonios estaban las piedras… todo eso si es que estaba participando realmente en este festival. Estaba seguro de que lo estaría; conocía su personalidad aventurera a pesar de que sólo había estado un par de días a su lado.
De nuevo sentí cómo las manos de May me apretaban la espalda. O bien tenía miedo de caer, o ella misma estaba siendo atormentada por los pensamientos de su cabeza. Le ordené a Flygon que parara en la isla más cercana. Al aterrizar en una porción de tierra árida y rocallosa, nuestras sombras se iluminaron por la luna y el cielo despejado de nubes nos permitía ver con mayor claridad el festival que se encontraba a lo lejos, a unos kilómetros de nosotros.
Flygon descendió de manera no abrupta, y cuando nos bajamos de su lomo, tomé el brazo de May, que estaba yendo a otro sitio para apartarse de mí.
— May… —no necesité de más que nombrarle, porque mi mirada habló por sí sola. Ella apartó la vista hacia el suelo, sin querer decirme realmente qué es lo que tenía.
— No es nada.
— Dime, te conozco y sé que te sucede algo…
Ella se mantuvo en silencio durante un instante. Entonces, suspiró y súbitamente mencionó:
— Esa chica… Zinnia…
— La encontraremos pronto —le interrumpí— Sé que puede estar por aquí. Sé que ella estará participando en ese festival, y si no, ya veremos dónde podrá…
— Le tomas mucha importancia.
— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con…? Por supuesto que le tomó mucha importancia. Tiene las megapiedras que nos costó trabajo conseguir, May. Sin ellas, somos muy vulnerables. Los Cuatro Grandes ya saben de Alain, y sólo basta con encontrar nuestra fortaleza para…
— No —negó aun mirando al suelo— Quiero decir, en verdad le tomas mucha importancia a esa chica.
Ahora sabía a lo que se refería; sonreí. ¿Acaso May estaba celosa de Zinnia? ¿Acaso sentía algo por mí? May había sido mi amiga durante toda la escuela; yo había sido su primer amigo desde que recuerdo, y juntos habíamos pasado grandes aventuras en el colegio, pero aquí era distinto. Aquí, a pesar de que hubo varias veces en las que estuvimos alejados, por alguna razón nuestra conexión se volvió distinta. Nuestros sentimientos habían cambiado de manera en la que ella sentí celos de una chica a la que había conocido hace apenas unos días. ¿Qué quería decir eso? ¿No quería perderme como amigo? ¿O era algo más intenso?
— Un momento… —le tomé del brazo sutilmente— Ya veo a qué te refieres…
Ella miraba al suelo, intentando evitar mi mirada.
— Pero… tú y Satoshi…
Ella entonces me miró repentinamente cuando nombré al Destello Eléctrico. Debido a su lenguaje corporal, sabía que ella había estado enamorada del sujeto, pero yo no había dicho ninguna palabra al respecto porque no le tomaba mucha importancia. Sin embargo, ahora que él estaba muerto, ¿a quién pertenecía el amor de May?
— Él… Él no… Él no está aquí.
— ¿Y por qué sigues pensando en él?
— No, yo pienso en alguien más…
— ¿Segura?
Asintió.
— ¿En quién? —le pregunté. Poco a poco, fui tomándola y envolviéndola entre mis brazos, hasta que nuestros rostros quedaron a centímetros uno del otro.
Su mirada pronto me intimidó. No por miedo alguno, sino por la belleza de sus ojos. El color índigo del cielo nocturno podía reflejarse en aquellos ojos esmeraldas que parecían como diamantes.
— Pienso en ti.
Lo siguiente que hice fue sin pensarlo demasiado. Nuestros labios se juntaron y comencé a sentir lo húmedo de su saliva, lo suave y sincronizado en el que nuestros labios se encontraban. El choque de nuestras lenguas fue sutil, y pronto no resistí la tentación de morder su labio inferior, mientras ella hacía lo mismo con mi labio superior. El beso poco a poco fue siendo cada vez más intenso, mientras los fuegos artificiales hacían su papel de iluminar el firmamento y volver aquel momento cada vez más mágico.
No sé por qué estaba besando realmente a May. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero hace mucho que quería hacerlo. Tal vez no sentía un sentimiento tan intenso hacia ella, y tal vez ella seguía enamorada de Satoshi, pero ambos sabíamos que tarde o temprano esto sucedería, sólo que decidíamos ignorarlo. Ya fuera en la escuela o dentro de PBO, nuestra conexión de amistad había sido única, pero jamás nos habíamos visto con ojos totalmente de amistad; había algo más entre nosotros, pero ninguno de los dos quería verlo o pensar demasiado en ello. Sin embargo, cuando llegó Zinnia en la galera, y cuando May me vio que había estado hablando con ella, aquel sentimiento se despertó como llama incandescente en su corazón. Era por eso que había estado tan distante, tan rara, tan sumida en sus pensamientos; su confusión y aquellos sentimientos encontrados hacia mí le hacían pensar de más, sin saber qué hacer al respecto. Ella estaba enamorada de Satoshi, pero él no regresaría, y yo, que había sido su amigo desde hace mucho tiempo, estaba despertando sentimientos en la maga que hace tiempo no sentía.
Un beso que me decía todo, pero al mismo tiempo nada. Un beso que nos acercó más, pero que al mismo tiempo no sabíamos qué pasaría después.
De todas formas, al separarnos, nadie dijo nada al respecto, y decidimos ver el resto del festival mientras entrelazábamos nuestros dedos…
[…]
No nos costó mucho trabajo encontrar la taberna en donde algunos de los participantes se habían hospedado. Bastó con preguntar a la gente de Ciudad Celestial y ella con mucha euforia mencionaba las posadas en donde estaban. Sin embargo, después de que había terminado el festival, varias personas habían llegado a ir a la posada para firma de autógrafos, entre otras cosas. No quisimos llamar mucho la atención, así que deambulamos un rato más por el cielo hasta que fue de madrugada, donde la alegría de todos los ciudadanos había cesado.
Entonces, al tocar en una taberna a altas horas de la noche, nos abrió una muchacha que parecía haber estado durmiendo. Las ojeras en sus ojos lo comprobaban, así como el cabello cristalino y azul que tenía desarreglado. Llevaba una manta puesta, y en el costado, tenía una venda envuelta debido a heridas que había tenido y por alguna razón desconocíamos.
No bastó con presentarnos, porque ella ya sabía de antemano quiénes éramos. Era algo difícil y molesto ser popular dentro de PBO y que recordarían tu nombre durante mucho tiempo, lo cual era casi imposible pasar desapercibido cada que le hablabas a alguien; por lo tanto, teníamos que ser bastante cautelosos y discretos.
El nombre de la chica era Lisia, y antes de que ella pudiera hablar, nos dejó pasar a May y a mí a su morada. Dentro del lobby no había nadie más, porque todos estaban descansando en la planta de arriba. Al preguntarnos sobre nuestra visita, fui directo al grano y sin especulaciones:
— Buscamos a una jugadora. Estatura promedio, flaca, tez pálida, cabello azabache corto, ojos carmesíes, magia particularmente de arena, acompañado de un Whismur la mayoría del tiempo… ¿la conoces? Su nombre es Zinnia.
Su semblante nos indicó que en efecto ella ya la había visto. Primero, intentó ocultar con el rostro indiferencia, pero le fue imposible.
— ¿Para qué la quieren?
— Con todo el respeto… —intervino May— No es asunto que pueda incumbirles. De todas formas, queremos hablar con ella. Somos sus amigos.
— Bueno, ella salió. Si gustan esperarla, no tendría problema alguno en ofrecerles una taza de té mientras aguardan.
— ¿En la madrugada? ¿A estas horas de la noche?
— Bueno, les voy a ser sincera: esta herida que ven —señaló el costado de su abdomen—, fue hecha por un sujeto del Alto Mando del gremio Alma de Piedra. Atacó a Zinnia sin razón a la hora del festival. Por suerte, casi ningún espectador pudo ver cómo fue atacada, aunque algunos sí vieron como caía por el cielo hasta perderse entre las nubes que había más debajo de nosotros. Sin embargo, la gente no se preocupó de más porque le festival siguió como si nada. Yo me percaté del ataque y fui a socorrerle, y sufrí esta herida…
— Pero ella… ¿cómo se encuentra? —dije rápidamente, haciendo notar mi consternación sobre el asunto.
— Después del ataque, regresamos hasta acá para que me atendieran la herida. Ella venció a Martial por sí sola. Su magia es poderosa… más de lo que pudiera haber creído; ni siquiera fue necesario que usara su megapiedra…
En ese momento, abrí los ojos.
— ¿Tiene una megapiedra? ¿Sólo una?
— Bueno, sólo he visto que tiene su piedra activadora enroscada en la pierna. Nada más.
Aquello me hizo pensar de más.
— Como sea —prosiguió Lisia—, una vez ya aquí, salió. Quería despejar su mente. Estuvo en riesgo de morir; no sé la razón del ataque, y mucho menos sé cómo es que ella se siente al respecto. Supongo que sólo quería dar un largo paseo por el cielo para calmarse porque se le veía preocupada.
Nadie dijo nada después de ello.
— Pensé que… que ustedes… estaban —dijo con timidez.
— No digas nada —espeté mirando hacia el suelo, pensando en Zinnia— Nos escondemos de esa misma gente que quiere matar a Zinnia. Si dices algo a alguien, lo sabremos. Ahora, ¿me dijiste que tenían té de manzanilla?...
Poco después, Lisia nos llevó las respectivas bebidas a nuestros lugares, mientras aguardábamos. Pasaron un par de horas, hasta que Lisia decidió subirse para seguir descansando, dejándonos en la penumbra de una noche que pronto iba a terminar para dar paso al alba.
— ¿Crees que venga? —pregunté. Mis manos estaban sobre el té caliente, mientras golpeteaba el suelo ligeramente con mi pie.
— Brendan… —May nombró, mirándome a los ojos. Entonces, noté mi actitud nerviosa y paré de repente, tratando de que mi amiga no notara mi consternación.
— Lo siento, sólo que ella tiene las megapiedras y…
— No son las megapiedras lo que te preocupa, ¿verdad?
— Sí. Alain puede enfurecer…
— No me mientas.
En ese momento, aparté la mirada. Poco a poco, la luz de un nuevo amanecer se asomaba por entre el cielo de Ciudad Celestial. Era un tanto arriesgado estar por aquí, con Diantha al acecho de cualquier indicio de nuestra localización. Pronto teníamos que irnos; pronto debíamos abandonar el sitio para no ser descubiertos; Alain nos había ordenado que bajo cualquier costo no nos expusiéramos de manera infantil ante los Cuatro Grandes; ni siquiera las megapiedras valían tanto la pena… ¿o sí? Entonces… ¿por qué tenía aquel deseo inexplicable de quedarme más tiempo? ¿por qué quería permanecer y esperar? ¿por qué miraba tanto aquella puerta esperando a ser abierta mientras la pequeña campanita avisaba que había un nuevo huésped?
— La amas…
— ¿Qué?
En ese momento miré a May. Simplemente mi lenguaje corporal decía otra cosa; no podía mentirle ni ocultarle nada. La muchacha me conocía bastante bien como para intentar siquiera decirle otra cosa que no era cierta. Sin embargo, ella al darse cuenta de que tenía sentimientos por Zinnia, se paró súbitamente de la mesa, con la taza de té ya vacía cayendo sobre el suelo.
— May…
— No tengo nada más que hacer aquí…
— May —me paré también, y vi cómo la joven se dirigía hacia la salida.
— Adiós, Brendan.
La detuve del brazo; ella forcejeaba como podía, para intentar zafarse de mis manos.
— Suéltame —espetó.
— Mírame…
— Que me sueltes…
— May, mírame.
No bastó con repetirlo una vez más. La muchacha me miró a los ojos, y como si por obra de arte se tratara, su actitud se apaciguó durante unos momentos. Entonces, poco a poco comencé a sentir la respiración agitada que tenía, así como las lágrimas que comenzaban a brotar de sus orbes esmeraldas.
— No es lo que piensas —mencioné.
Ella no respondió nada de vuelta. Le agarré el rostro delicado entre mis manos, y la llevé hacia mis labios. Ella al principio intentó apartarse, pero al sentir mis labios chocando contra los suyos de una manera tan sutil y tranquilizante, se envolvió en el beso que duró durante más segundos de los que pude haber contado. El ambiente dejó de ser tenso hasta que aquella pequeña campanita sonó en tono más de alarma que de alivio; la luz entró por la puerta, excepto la sombra de la silueta que se encontraba ahí. Una jugadora que, si bien esperaba su llegada, no tenía contemplado que estuviera presenciando la escena que nos hizo sentir incómodos a los tres. Más que imaginar aquello, nadie iba a pensar que en lugar de reclamar las megapiedras que había robado y traicionar al gremio Mega, iba a intentar detenerle para explicar el beso que le había dado a May. Sin embargo, fue demasiado tarde, porque después de haberse petrificado ante la escena, intentó disimular su molestia y huyó de ahí junto con el Salamence que tenía a su lado, perdiéndose en el aire. Quise sacar a mi Flygon, pero al voltear a ver a May, por primera vez no supe qué decisión tomar. Estaba entre la espada y la pared, y esto era mucho más difícil que derrotar a un Rayquaza en una puta mazmorra.
Sin embargo, con todo lo que representaba aquel lío, decidí no sacar a Flygon para perseguirle. En su lugar, me metí en la taberna junto con May, y ya sabría yo después qué es lo que haríamos para saber la localización de las megapiedras.
Red
Como era usual, las gotas de lluvia se precipitaban a caer por el denso firmamento; los charcos que se formaban reflejaban el semblante de un Lance que estaba extenuado; la agitación con la que inhalaba y exhalaba suspiros de preocupación era buena señal.
Alrededor de todo PBO, la gente decía que había jugadores poderosos. Grandes campeones que eran adulados por los de rango menor; personas en minoría que destacaban más por la imposición de su miedo que por la fuerza física o mental que poseían.
Lance era un ejemplo de ello.
El Dragón Indomable, como solían apodarle hasta en los últimos lugares más recónditos de cualquier nivel. Algunos decían que había perdido la cordura, mientras que otros mencionaban que había matado a algunos integrantes de su propio gremio como si fueran algún tipo de ganado Pokemon. Lo curioso de todo esto, es que los rumores se propagan a una velocidad tan efímera que la veracidad de estas patrañas se impregnaba en la mente de los jugadores como un virus que iba carcomiendo su cerebro hasta que ellos mismos se pudrían y su miedo los dejaba dominar con la simple mirada de aquellos orbes dorados de pronunciada mirada y corazón estremecedor.
Ciertamente Lance era uno de los Cuatro Grandes, eso no podía dudarse. Sin embargo, no por ello iba a estremecer a mi alma y a mi espíritu de combate. No iba a infundirme por el miedo sólo porque unos simples rumores lo alzaban hasta lo más alto de la pirámide de supervivencia. Él sabía que no estaba batallando contra cualquiera, y sabía de antemano que el arma que yo tenía aferrado a mis dos manos era un objeto inusual y poderoso.
Lo que me llamaba particularmente la atención es que en ningún momento se le veía confiado. Algún par de minutos habían transcurrido después de que la contienda había comenzado, y Lance yacía con los cinco sentidos despiertos, como si su vida dependiera de ello. Debía reconocer y felicitarle por ello: no me estaba subestimando en lo absoluto. No lo digo sólo por el semblante preocupado que él tenía, sino porque el bosque en el que nos encontrábamos batallando había desaparecido debido a lo afectado y aparatoso que habían sido algunos minutos de batalla: hojas desvanecidas, troncos por doquier, barrancos desmoronados y taludes con estanques de lluvia. Todo era un caos, pero ninguno de los dos estaba aún en estado crítico.
Mi espada irradiaba un color oscuro en el ápice del sable, y desprendía una extraña sensación de poder que Lance podía notar a metros de distancia. El Dragón Indomable había estado jadeando, pero no se dejaba someter ante la curvatura de su espalda, con la mano derecha firme aferrada al sable asemejando el hueso de un dragón, y en el otro brazo tenía el escudo gigante que le protegía la mayoría de su cuerpo.
Ambos jadeábamos. Debo reconocer que él estaba a la altura de la situación. Sin embargo, sabía que Lance no iba a doblegarme tan fácil como lo ha hecho con todas sus víctimas. Yo no era domable; yo no me vencía tan fácil.
— Bravo… —dijo mientras escupía en el suelo y su saliva se perdía entre los estanques de lodo— Esa espada tuya… quiero pensar que te fue difícil conseguirla.
— Piensa lo que quieras. Te está costando la batalla. ¿no es cierto?
— Debo reconocer que no eres como los demás. La pregunta es: ¿por qué no destacas entre toda esta gente, Red? ¿Por qué ocultarlo?
— No soy de los que llama mucho la atención.
— Podrías obtener muchos beneficios si te unes a nosotros.
— No pienso hacerlo.
— ¿Por qué Red? ¿Por qué ocultarse? ¿Por qué vivir bajo un cuchitril ahogado en alcohol, esperando a una persona que seguramente está muerta? ¿Por qué destrozarse la vida de esa manera? Estás vivo y en llegado a este punto debes celebrarlo. Mucha gente ha muerto por diversas circunstancias; tú, que has pasado tu vida virtual deambulando sin sentido alguno, sigues con vida. ¿No es eso digno de celebrarse?
— Disfruto la vida a mi manera.
— Gastando las monedas que tienes en alcohol… aferrándose a una esperanza muerta. ¡Qué patético! —bufó y soltó una risotada.
— Ciertamente no estás aquí para decirme qué hacer con mi vida.
— No, estoy aquí para llevarte.
— Y sin éxito alguno te irás con las manos vacías.
— Bueno, tal parece que…
En ese momento, Lance apartó la mirada de mí. La alerta de mensaje apareció sobre su rostro y cuando abrió el mensaje, no parecía muy satisfecho con las noticias que le habían llegado. Aquello hizo que envainara de nuevo su sable y guardara el escudo en su inventario.
— ¿Tan pronto te vas?
— Debo atender unos asuntos urgentes —Lance abrió el menú de su juego para elegir su destino—. Esto no quedará así.
— Claro que sí. Sabes que no volverás a verme dentro de mucho. Tus subordinados irán de nuevo tras de mí, pero esta vez no me tentaré la mano y en la primera oportunidad, los mataré.
— Lo mismo digo de ti, Red. Hasta luego.
Y al tiempo en que Lance había desaparecido, la lluvia comenzó a pegarme de una manera más abrupta. El dolor que sentí en mi rostro por las gotas ni siquiera se comparaba a todo el daño colateral que había sufrido en la batalla.
Entonces, cuando me cercioré de que nadie estaba en los alrededores, finalmente expulsé todo el dolor que Lance me había hecho. Tosí un charco de sangre y caí rendido en el suelo, con el cuerpo tan jodido que ni siquiera podía trasladarme a algún sitio. Lo último que pensé fue que necesitaba un pellejo de vino para saciar ese maldito dolor que no era físico, sino mental por haberme desaparecido de la vida de Yellow.
[VIDEO 03: Kevin MacLeod – River of Io]
Brendan
La noche pasó más rápido de lo que pude haberme imaginado; estaban tan sumergido en mis pensamientos que no podía permanecer tranquilo ante el suceso de que Zinnia había desaparecido. No me inquietaba el hecho de que ella tuviera las megapiedras, sino porque me había visto besándome con May y el ver su semblante sorprendido me había generado mucha intriga. Mi misión era recuperar las megapiedras que ella había robado, pero eso ni siquiera me parecía realmente importante. Mi corazón estaba siendo totalmente subjetivo y lo único que podía hacer en estos momentos era esperar en la misma taberna a Zinnia a que regresara.
Sin embargo, no se apareció ni siquiera al siguiente día. Lisia había dicho que ya se le pasaría el enojo, o lo que estuviera sintiendo. May, por su parte, se apartó de mí y prefirió no hablar del tema; ese día se mantuvo totalmente alejada y confundida por la reacción tanto de Zinnia como mía. Ni siquiera sabía qué hacer y qué era lo correcto, y por ello me había decidido a que lo único que quedaba en mis manos era darle tiempo al tiempo; cuando ella regresara, le explicaría toda la situación. Pero… ¿qué demonios iba a explicarle? Ella me había visto besando a May, y no sé siquiera por qué le había afectado tanto. Será… ¿será que ella siente algo por mí?
No quería pensar, pero estaba pensando de sobremanera de situaciones que no eran realmente el objetivo de este viaje.
— Estúpido…
Era lo único que podía decirme. El día pasaba, el astro rey se alzaba sobre el vasto firmamento de Ciudad Celeste, y yo, permanecía oculto bajo los techos de aquella taberna, mientras May había huido de ahí y Lisia descansaba de su supuesta lesión que había tenido el día anterior en el festival. Pedí un té, me encapuché con una manta de algodón color vino y aguardé. Era lo único que podía hacer.
— Estúpido…
Me repetí. Los segundos pasaron.
— Estúpido…
Ni siquiera podía tomarme el té que había pedido.
— ¡ESTÚPIDO!
Y sin más, cuando el sol ya estaba en su ocaso, salí de la taberna para ordenarle a mi Flygon que volara por los lugares inhóspitos y no vigilados de todo este nivel, porque de alguna u otra forma, tenía que encontrar a Zinnia. No quería dejar pasar más tiempo.
Zinnia
Ni siquiera sabía cómo me he de sentir. El haber visto a Brendan fue algo difícil de procesar, y más aun besando a su compañera. Sabía que ambos tenían algo entre manos. Estaba realmente confundida y no por ese hecho, sino porque ya desde hace tiempo sentía un pequeño atisbo de sentimientos particulares hacia Brendan. Este imbécil era insoportable a su manera, pero no podía encontrar explicación alguna del por qué me sentía bien a su lado los días que estuve con él, y no sé por qué no podía dejar de pensar en cómo él tenía esa sorpresa al verme huir con las megapiedras.
De cualquier forma, había pasado esa misma madrugada lejos, huyendo a cualquier sitio. Recordé estar en el lomo de Salamence mientras un par de lágrimas se perdían en el abismo de un cielo oscuro. Recuerdo frío, lluvia, neblina y aterrizajes temporales en islotes desérticos. Recuerdo tristeza, confusión, enojo y evasión de sentimientos. Recuerdo poco y casi nada de esos momentos.
El día que prosiguió fue igual de lo mismo. Me mantuve oculta, absorta en mis propios sentimientos y tratando de buscar alguna manera de saber qué decir o cómo reaccionar cuando llegara de nuevo a la taberna de Lisia y me encontrara con Brendan. ¿Debía ser indiferente? ¿Debía estar enojada? ¿Debía permanecer fría ante esos estúpidos sentimientos que sólo me dificultaban la vida? No lo sé. Había ya estado pensando mucho y a solas; cuando finalmente mis revoltijos de sentimientos se hubieron apaciguado, volví a la taberna de Lisia.
Abrí la puerta. La oscuridad de la habitación era apenas perceptible debido a la luz violeta de un ocaso que estaba tragando al sol más allá del horizonte. El silencio del aula era acompañado de algunos murmullos y risas de más gente que estaba disfrutando en sus respectivas mesas. Lisia no se encontraba, lo cual se me hizo algo extraño.
— Disculpe…
La chica que suplía a Lisia en su turno me habló. La NPC me sonreía inocentemente.
— Alguien le espera en esa mesa.
Al dirigir mi vista hacia la mesa del rincón, me di cuenta de que había un sujeto encapuchado de color vino, con un té en su mano resguardándose de un frío que pronto iba a ser insoportable a altas horas de la noche. No pude observar su rostro debido a lo grande de su capucha, pero me acerqué sutilmente y me paré a su lado.
Había otro té en la mesa.
Con toda la calma del mundo, el sujeto dio otro sorbo al té, y esboza una sonrisa en la comisura de sus pálidos labios.
Ciertamente no era alguien que yo conociera. El misterio que irradiaba y la manera en que sonrió no me eran para nada familiar.
Entonces, el miedo me invadió de pies a cabeza.
Noté el nombre en su avatar. Era lo primero que tuve que haber notado antes de haberme acercado, pero era ya demasiado tarde para escapar. Estaba a centímetros de él, y me paralicé debido al miedo. Él me esperaba con un té en el otro asiento, y su sonrisa misteriosa me indicó que me sentara de una manera sutil, pero forzosa.
— Creo que no nos hemos presentado —me dijo. Mis ojos carmesíes estaban fuera de órbita; mi voz entrecortada; mi piel, amarilla—. Tú debes ser Zinnia. Tu apariencia concuerda con la que me describió tu amigo Bobber. Yo soy Steven Stone, líder del gremio Alma de Piedra. ¿Por qué no tomas ese té que te he pedido con toda la calma del mundo? Tenemos mucho tiempo para que me cuentes de la manera más amable cómo conseguiste nuestras megapiedras.
Próximo capítulo: Identidad
