Hola. Casi termino el semestre en la universidad; el cambio de carrera me ha venido bien y ahora me concentro en lo que me gusta: los idiomas. Con todo esto, también me han dejado un par de traducciones literarias al inglés, y eso me ha inspirado a seguir escribiendo y leyendo, algo que hace mucho no sentía con viveza. Es una buena señal porque, aunque he estado ocupado por distintas tareas y cosas personales, el hábito de escribir aunque sea 500 palabras al día comienza a sentirse. Nuevamente, quisiera agradecer a todos los que, con su inmensa paciencia, esperan al siguiente capítulo. No quiero extenderme mucho al respecto. Espero se encuentren muy bien y me alegra por los que comentan en los Reviews que esta historia les sirve de inspiración. ¡Hasta la próxima!
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Capítulo 114
Identidad
Zinnia
El ruido me fue como un balde de agua fría. Abrí mis ojos carmesíes de golpe; la respiración agitada y el corazón en mano con el pulso palpitando a cien por minuto. El sudor recorrió los costados de mis mejillas como si el frío acariciara la superficie de un fantasma Pokemon.
Al principio, vi todo oscuro. Escuché un par de ruidos proveniente de la habitación donde estaba encerrada. Voces que se acercaban por un pasillo y la danza de antorchas que se colaban por debajo de la puerta. Poco a poco, las personas fuera de la habitación se iban alejando, así como la fuente de luz de las lámparas de aceite.
Todavía exaltada, me levanté sobre lo que parecía ser una cama con cobijas de seda; la almohada en la que había estado reposando era bastante cálida y reconfortante, así como la temperatura a la que había estado sometida la habitación. Pensándolo bien, el sueño no me faltaba, y había estado tan sumergida en los brazos de Arceus, que no recuerdo qué había pasado antes de haberme quedado dormida.
Me levanté; cerré los ojos en señal de confusión, porque en realidad no recordaba qué había pasado. Recorrí las cortinas de la habitación, y entonces la luz entró de golpe. Sin embargo, no era la luz natural del día, sino la de una ciudad activa que nunca dormía. Las viarias luces que se vislumbraban en el horizonte oscuro de una gigantesca caverna en la que se encontraba toda la civilización me hicieron recordar qué había sucedido.
Ya no estaba en Ciudad Celestial. Aquel firmamento libre y vasto había sido reemplazado por un entorno cerrado y oscuro, pero lleno de vida y misterios. Ciudad Subterránea era famoso sólo y sólo por un simple hecho: aquí se encontraba Steven Stone.
Sentí un vacío extraño en el estómago, así como un sentimiento de misterio que recorrió toda mi garganta. ¿Qué hacía aquí? De nuevo, cerré los ojos y entonces todo cayó súbitamente como recuerdos que había olvidado por haber dormido de una manera tan apacible.
Tocaron a la puerta.
— Steven requiere de su presencia.
Una voz al otro lado de la puerta aguardó a que respondiera.
— S-sí, en un momento —respondí de vuelta.
Entonces, noté que el guardia esperó debido a la luz de su antorcha. Me cambié la ropa de dormir que había traído puesta, y con el estómago vacío salí para darme cuenta de que el guardia, que tenía la capa del gremio Alma de Piedra con colores púrpuras y grisáceos, comenzó a caminar por el pasillo tapizado de alfombra para ir hacia el final donde había unas escaleras de caracol. En el transcurso, noté varias ventanillas adornadas con abarrotes de acero, donde la luz de Ciudad Subterránea se colaba y podían oírse los bullicios de las entrañas de la población.
Bajamos, recorrimos de nuevo un par de pasillos, y entonces el guardia se detuvo frente a una habitación sin puerta alguna. Habíamos llegado a la sala común del castillo donde se supone que era la base central del gremio de Steven.
La sala común estaba adornada por estandartes que colgaban del techo con el símbolo del gremio: una piedra envuelta en lo que parecía ser una esfera iluminada y discontinua. En el centro del salón, un largo comedor de piedra caliza adornado de varios platillos que jamás pensé que vería en mi vida. Al final del salón, la silueta de Steven observaba el cristal semicircular que funcionaba como muro y de manera estética para vislumbrar la hermosa ciudad que se encontraba ante nosotros.
— Gracias —le dijo Steven al guardia. El hombre se retiró con una reverencia, y desapareció entre los pasillos del castillo.
Cuando el hombre se volteó, la capa que ondeaba sobre sus hombros de color púrpura produjo una pequeña ventisca que levantó ráfagas de un débil viento. El hombre portaba un elegante atuendo que consistía en un traje oscuro de seda, con un moño azul cielo que adornaba su cuello. Tal parecía que con todos los problemas que se presentaban en PBO, el hombre de cabellos grises no perdía la elegancia. Su rostro bien rasurado, pero increíblemente desgastado y ojeroso a pesar de que siempre tuve una imagen de él con un semblante inexpresivo.
— Siéntate —me ordenó de una manera serena.
Al principio quise resistirme; luego, recordé lo que había pasado en la taberna de Lisia, donde él había estado tomando su té de una manera muy apacible, pero al mismo tiempo aterradora. Eso hizo que siguiera su orden y me sentara en la silla que estaba en la cabecera opuesta del comedor de piedra.
— Es hora de la cena —la sonrisa que estaba en su semblante no podía descifrarse de una manera exacta. Podía estar feliz, enojado, confundido, alterado, preocupado. Aquel rostro inexpresivo, pero al mismo tiempo lleno de emociones desconocidas, me hacían tener los sentidos alerta.
En ese momento, el sujeto se sentó al otro lado, y aunque nuestra distancia era considerable, podía escuchar perfectamente cómo partía el pedazo de carne que ya tenía servido en su bandeja de plata, mientras su respiración era discontinua y un tanto alterada.
— Sírvete algo…
Me di cuenta de que mi plato estaba vacío. Había tantas opciones para comer, que no supe realmente cuál elegir de entre todas ellas. Agarré lo primero que se me cruzó con la vista: una ensalada de arándanos y bayas.
Una ama de llaves NPC vino a nuestro servicio para servirnos alguna bebida. Steven particularmente pidió vino en una copa de plata. Entonces, dio un sorbo prolongado y noté cómo se rascaba su propia garganta con la lengua debido al ardor del alcohol contenido en la bebida. Por mi parte, sólo tenía agua.
— Come…
Agarré el tenedor particular de la ensalada, y clavé las puntas sobre la lechuga y un par de arándanos. No quise dar una probada; realmente no tenía mucha hambre a pesar de que había despertado con el estómago vacío. El apetito se había ido al sentir ese misterio irradiando sobre el aire.
— Come —repitió, mientras él partía de manera civilizada y educada el pedazo de carne que tenía en su plato. Dio otro sorbo de vino a la copa.
Comencé a mirarle de manera más detallada. Todos los rasgos que tenía: el cabello grisáceo bien peinado; la manzana de su garganta que se movía de arriba para abajo; el sudor que pronto emanó de una de sus patillas; la migaja de carne que tenía al lado de su labio; las gotas de vino que se derramaron sobre su servilleta cuando se acabó la copa.
— Come…
Steven aún no me miraba de lleno; en su lugar, miró la copa vacía y con una señal le indicó a la NPC que le sirviera más. Cuando esto sucedió, comenzó a tomar más y más, hasta que de nuevo se lo acabó. De un momento a otro, le arrebató de una manera sutil el jarrón de vino a la NPC y se atragantó con la bebida hasta que no hubo más. Más temprano de lo que hubiera pensado, sus mejillas comenzaron a estar coloradas.
— No lo repetiré de nuevo… —dijo de manera controlada. Pensé que de un momento a otro iba a estallar por ver que no le hacía caso. De hecho, ese era mi plan: hacer que perdiera la cordura para poder notar si era débil. Todos teníamos hasta cierto punto control sobre nuestras emociones, pero una vez que las perdías, podías desmoronarte tan fácil que perderías la batalla de un momento a otro.
Eso mismo había sucedido en la taberna. Realmente no le temía a la muerte, y Steven Stone lo sabía. No había manera alguna de que me amenazara, porque no me intimidaba en lo absoluto y no había algún ser querido de mi parte con el que pudiera amenazar matar. Él no había encontrado la manera correcta de poder sacar la información acerca de donde había conseguido las megapiedras. No necesitaba suponer que él ya las tenía bajo su dominio; Bobber había sido aniquilado por Steven al momento en que éste había ido a investigarle. Lo importante para él era saber dónde se encontraba la base del gremio Mega, y aquello le preocupaba a tal punto que yo sabía que intentaba ocultar esos sentimientos de angustia y frustración por no conseguir la información que él quería; sin embargo, él quería mantenerse sereno y fuerte ante la situación, y ese era el punto débil que yo podía notar.
No toqué siquiera mi ensalada. Steven entonces comenzó a reír de una manera tranquila. El vino surgió efecto en su sangre, y pronto la risa comenzó a ser más fuerte, más prolongada, más misteriosa, hasta que la risa asustó el sosiego del aula y lo único que podía escucharse era al líder del gremio perdiendo la tranquilidad.
— Vaya… debo reconocer que eres más terca de lo que hubiera pensado —el sujeto se limpió con la servilleta los restos de su cena que tenía sobre la boca. Pronto, una ama de llaves le retiró su plato y le sirvió más vino.
Me mantuve en silencio. Era mi mejor arma para desesperar a este imbécil.
— Eres fuerte, lo reconozco. No por tu capacidad física; sabemos que venciste a Martial en quién sabe dónde y lo mantuviste encerrado en tu arena, perdiendo así a uno de mis más valiosos soldados de élite. Había ordenado a Martial atacarte no por las megapiedras, sino porque simplemente quise ver tu fuerza. Sin embargo, he quedado impresionado no sólo porque has vencido a un miembro élite de mi gremio como si fuera una broma o por simple suerte, sino porque eres difícil de roer. No me gusta torturar a la gente; va en contra de mis principios. Sin embargo, me gusta intentar de otras formas someter a las personas para que me digan lo que quiero y así conseguir mis objetivos. De alguna forma conseguiste esas megapiedras que ahora ya tengo, pero lo importante es saber cómo llegaste hasta ellas. Más vino, por favor… —la NPC le sirvió en su copa; el alcohol estaba surtiendo efecto— Claramente no te he asesinado; ya lo hubiera hecho hasta este punto, pero me eres de utilidad. Si cooperas, puedes salir libre de aquí.
Libre.
Esa palabra generaba mucha confusión en mí. Confusión, angustia, ira y sobretodo agonía porque no sabía en realidad qué es lo que significaba, pero tenía una idea de ello.
— No soy libre.
Steven alzó los ojos. Por primera vez, esos orbes de color apagados y grises me miraron con atención.
— Por supuesto que lo eres.
— No puedo salir de aquí —mi voz era segura de sí misma gracias a la ira que sentía— No puedo ir adonde yo quiera.
— Claro que puedes.
— Tenemos distintos conceptos de libertad.
— ¿Qué es para ti la libertad? —cuestionó el hombre— Para mí, es poder andar por la ciudad, sin la necesidad de tener que mirar de un lado a otro esperando a que me ataquen. Libertad es saber que todos te respetan por el poder que tienes y puedes ir a cualquier lado sabiendo que te has ganado ese respeto con el sudor de tu frente.
— Confundes la tiranía con la libertad, y ese… es tu mayor error.
— ¿Tiranía? —aquello hizo que colocara su copa finalmente en la mesa y la soltara por un momento.
— Ve a tu alrededor. Sí, todos te respetan, pero nadie te admira. Todos te alaban, pero nadie lo hace porque crean en ti. Has generado un concepto de libertad erróneo; tú, más que nadie, te encuentras tan apartado y encerrado que te sientes aprisionado. No lo digo yo, lo dice tu mirada.
Aquello hizo que sus pupilas se contrajeran debido a lo cierto de mis argumentos.
— Mírate en un espejo y dime qué ves. ¿A un hombre libre? ¿O a un hombre con poder que está resentido por los errores de su propio pasado? No te conozco en lo absoluto, pero puedo distinguir cuando alguien es verdaderamente feliz y libre, a alguien que piensa que lo es y se refugia en su propio dolor…
— Cállate…
— Yo, por el contrario, aún no puedo sentir esa libertad que tanto ansío, pero estoy en busca de ella. Yo lo intento, y para ello sigo mis propios principios e instintos, inclusive si eso significa sacrificar mi vida por ello; incluso, si eso significa traicionar a los demás para poder buscar mi propia libertad.
— Eso es egoísmo…
— Sí, puede que lo sea —Acepté— Pero soy todo menos cobarde. Tú, por el contrario, tú no tienes nada de lo que quieres.
— Eso no es cierto…
— Tú no tienes felicidad. Piensas que la tienes, pero en verdad la has estado buscando…
— Yo la tengo…
— … Y en verdad siento lástima por ti, porque a pesar de que tienes mucho poder dentro del juego, la realidad es que no eres libre.
— ¡Cállate!
— Así que mejor cuestiónate qué haces y para dónde vas. Perdónate y avanza, porque de otra manera, habrás de refugiarte en tu propio mundo y evadir tus propios sentim…
Sentí cómo en un abrir y cerrar de ojos, Steven Stone se encontraba ya frente a mí y me impregnó un puñetazo sobre la mejilla. Aquello me hizo azotar contra el mármol del suelo, y una grieta se extendió a los alrededores. Entonces, noté el arco oscuro en manos del sujeto, con una flecha tensada y el frío de una llama oscura que salía del ápice de la flecha puntiaguda.
— Hazlo… —dije, mientras probaba un poco de la sangre que emanaba de mis labios. Sentí con la barra de mi vida colgaba de un hilo de esperanza. Sabía que no tenía ni oportunidad al enfrentarme a él, pero emocionalmente era más fuerte.
— No sabes lo que dices… —un mechón de su cabello se salió de su lugar y se resbaló por entre su rostro. Aquello hizo que recobrara los sentidos y mantuviera la cordura, por lo cual se levantó, no sin antes darme un par de patadas en la cara. Aquello se sintió con un dolor intenso, pero no grité y me mantuve al margen— Maldita perra engreída —sentí otros puñetazos más. Los golpes sonaban secos y rítmicos, al compás de un silencio presenciado por alguien que había estado viendo la escena desde la entrada a la sala común.
Steven levantó la vista. Cuando notó que alguien le miraba desde el otro lado, se irguió por completo y carraspeó su garganta. Nadie debía ver cómo mostraba sus misteriosas emociones.
— Shigeru… no te esperaba por estos rumbos.
— Lance te necesita —dijo el mensajero— Hay noticias…
— ¿Buenas o malas?
El silencio fue prolongado; no supe de qué noticias se trataban ni quería saberlo. Yo estaba más concentrada en todo el dolor que sentía en mi cuerpo. Cuando escuché los pasos de Steven alejarse y desaparecer de aquella sala, el silencio fue mi único amigo. La sangre goteaba de mi nariz rota y el aire me estaba faltando. Sentía todo oscuro y frío, y la cabeza me daba vueltas. Puta vida. Ojalá hubiera muerto en ese momento ahí sola; sin embargo, el dichoso mensajero me había estado contemplando desde muy cerca, porque pude ver las botas plateadas. Levanté un poco la vista para cerciorarme de que era aquel famoso jugador. Todo era borroso, pero sabía que él estaba ahí.
— No necesito que te apiades de mí, idiota —dije con voz entrecortada. Shigeru se mantuvo en silencio; podía notar un semblante indiferente.
— No te tengo lástima.
— No la necesito… —tosí sangre. Quería que me dejaran sola. No iba a morir, pero el dolor que sentía en el puto rostro era insoportable— Vete.
Shigeru siguió sembrado ahí, así que comencé a soltar unas pequeñas risas de dolor.
— Steven es un maldito cobarde… —confesé— Todos ustedes son unos pedazos de mierda… Preferiría morir en este mismo instante.
— ¿Por qué? —cuestionó— Todo el mundo ha luchado por vivir.
— Sí, pero prefiero morir luchando por lo que quiero. Prefiero morir alcanzado la libertad, que morir bajo los hilos de alguien que me controla.
Noté la sorpresa de Shigeru.
— ¿Sabes quién eres? —pregunté. No era muy difícil de responder, pero al mismo tiempo, no era una pregunta fácil— Pregúntate eso y cuando tengas la respuesta, sabrás hacia dónde ir y qué hacer. Mientras tanto, sigue bajo las órdenes de esos idiotas, y estarás condenado el resto de tus días virtuales…
Y entonces, noté cómo daba la media vuelta envuelto en su capa, alejándose sin decir palabra alguna.
White
El retumbar de la puerta me sacaba de mis pensamientos. Al otro lado de la habitación oscura en donde me tenía acostumbrado N a encerrarme, escuchaba a veces los sollozos de alguien ajeno. ¿N estaba torturando a alguien? ¿Por qué se escuchaba el dolor de un hombre que parecía sufrir en demasía?
No estaba muy segura, pero aquello me generaba mucho dolor y miedo. N ya me había contado el por qué hacía esto, e intentaba sentir más empatía de la que pretendía tener. Quería saber sus intenciones, porque no era normal todo esto. No era normal que, con todo aquello, escuchara las torturas a través de las paredes. Eran noches de terror para mí, ¿o días? No es taba muy segura porque la luz del sol no se filtraba por mi habitación.
Poco a poco, la carne por entre mis uñas sufrían las consecuencias de mi propia ansiedad, y hubo un momento en el que cuando dormía, un sollozo por parte de aquel hombre me despertó de golpe. No pude aguantar más y quise salir desesperadamente de aquella habitación.
Golpeé la puerta; no podía abrirla desde adentro, así que llamé el nombre de N una y otra vez. Los gritos de dolor pararon repentinamente, y escuché segundos después los pasos de alguien que comenzó a venir hacia mi localización. Entonces, un hechizo se desvaneció como campo de fuerza para que el cerrojo se pudiera abrir, y N apareció entre la puerta. Sus ojos eran verdes como la luz del mismo misterio, pero a veces no podía distinguir si eran de ese color o carmesíes como la sed de sangre que podía percibir en su semblante.
— Eres muy ruidosa, ¿lo sabías?
No contesté. Tan sólo quería que aquellos gritos cesaran; no podía soportarlos más. Mi rostro le hizo saber a N que estaba fuera de la cordura normal que alguien se supone debía tener.
— Tranquila —el frío que corría por la palma de su mano se sintió solitario, oscuro, helado— No debes por qué temer. Eso que escuchas no es algo que necesariamente lo llame "sufrimiento".
Su sonrisa en el semblante fue inquietante. No sabía si realmente lo decía porque era algo normal para él aquellos gritos de tortura, o si lo decía en serio.
— ¿Quién…?
— No es nadie —dijo de inmediato. Se ajustó su gorra, y de nuevo se tornó serio.
Hubo un silencio entre ambos. Lo que no entendía es que, si él se había abierto para contarme su pasado, ¿por qué ocultar a quien tenía en la otra habitación si ya me había contado las intenciones que tenía para con el juego?
— Veo que no te has ido…
— Estoy encerrada —le espeté.
— Eso es porque tú quieres.
Bufé por lo bajo.
— Bueno —suspiró N— Sabes que eres libre de irte, pero al parecer…
— Sabes que él vendrá a buscarme.
— ¿Quién?
— Black.
— Oh, tu amigo…
— Sí.
— ¿En realidad crees que vendrá a irrumpir y a enfrentarme?
— Es más fuerte de lo que crees
— Dime, ¿por qué piensas eso? ¿por qué crees que él va a vencer? ¿tantas esperanzas tienes puestas en él?
Aquello me hizo sopesarlo durante unos momentos, mirando hacia el suelo insegura de mi respuesta.
— White —nombró N— ¿Por qué es tan importante para ti ese sujeto?
— Fue la primera persona que conocí en el juego.
— Ah… ya veo…
Hubo varios destellos de recuerdos que comencé a tener en mi cabeza; el hecho de que no podría ver más a Black me resultaba agonizante; en realidad quería irme de este tenebroso lugar. N ya lo había dicho: podía irme. Sin embargo, ¿por qué seguía aquí?
— Creo que resultaría justo que me contaras tu pasado. Yo ya lo hice.
No tenía mucha molestia en contarle cómo había llegado hasta el gremio Equilibrio; cómo es que había formado parte de la élite. Si de cualquier forma iba a morir aquí abandonada, él merecía saberlo porque tuvo la confianza de decirme su oscuro pasado.
No recuerdo cuando comencé a hablar, pero antes de darme cuenta ya le estaba mencionando cómo es que Black y yo nos habíamos conocido.
Nada del otro mundo. Él llegó, me retó, y nuestra primera batalla Pokemon nos unió como amigos y pronto compañeros de equipo. Black había sido tan competitivo como recordaba; antes de que me hubiera dado cuenta, él ya se había inscrito en el ansiado torneo Esmeralda, donde Masato iba a elegir a determinados miembros que representarían el poder y la fuerza de todo PBO. Él estaba muy ilusionado, y aunque yo no estaba tan ansiosa por la contienda, me inscribí de todas maneras.
El día justo antes del evento, había permanecido en una posada para recobrar fuerzas y darlo todo en las batallas. Black había permanecido en la cabaña también. No pude conciliar el sueño ese día, y opté por dar una caminata larga para pensar en muchas cosas, entre ellas, convertirme en una gran sanadora que ayudara algún día a un gremio importante. Mi largo paseo fue detenido por un pequeño reflejo en el suelo que llegó directo hasta mis ojos; me cegué un momento, y una pequeña piedra despedía destellos llamativos en medio del sendero oscuro. Al haber levantado aquel objeto, me di cuenta de que era un broche que tenía inscrito en un baño de plata una insignia un tanto peculiar: el símbolo del Ying y el Yang.
— Disculpa…
Recordé justamente la voz de alguien muy peculiar que había estado a mis espaldas. No sé de dónde había aparecido ni cuando, pero al tocarme el hombro, sentí una punzada en el estómago debido a la sorpresa.
Al voltearme, era un sujeto con una túnica púrpura, y el fleco castaño sobresalía de entre la capucha; un pequeño Eeeve iba en sus hombros, y me había observado con una cara muy alegre.
— Eso es mío.
Al haber observado la insignia de plata, extendió su mano con la esperanza de que se lo devolviera.
— Yo…
Me quedé perpleja. Conocía aquella insignia; era muy popular entre los sanadores.
— Así es —mencionó; él ya era un jugador destacado entre los sanadores; de hecho, parecía haber sido el líder de aquel gremio.
— Lo siento, no sabía que…
— Descuida —dijo en voz baja y se la guardó por entre la túnica. Se trataba del Gremio Equilibrio; aquel era muy pequeño, pero había dos jugadores que sonaban ya entre las conversaciones diarias entre los sanadores: Shigeru y Diantha. Ambos, jugadores que habían destacado por las grandes curas que realizaban apenas con unas semanas iniciado el juego.
— Tú…
— Veo que sabes quién soy —soltó un suspiro— Perdón; no soy mucho de llamar la atención; de hecho, ningún beta lo es.
Recuerdo la palabra beta salir de sus labios.
— Eres uno de los pioneros de ese gremio...
— Era…
Entonces, noté cómo Shigeru me miraba de arriba hacia abajo, analizando mi nivel y el tipo de sanadora que era.
— Lamento arruinar tus esperanzas —dijo con muchos pensamientos en su cabeza— Hay alguien que en la versión beta ha arruinado el equilibrio de los sanadores. Diantha y yo hemos querido capturarle, pero no hemos dado con él. Como sea…
Él había visto mi semblante; era algo que hasta ese momento no había podido comprender. Entonces, sonrió, sacó de nuevo la insignia, y la miró con un poco de nostalgia. Acto seguido, me la entregó en la palma de mi mano y la encerró con sus dos manos.
Hasta ese momento, recordé su sonrisa. Recordé cómo a partir de ahí el destino me llevó a lo que era ahora el Gremio Esmeralda. No sabía que iba a toparme con el mejor sanador de todos, y el más misterioso de ellos. No sabía, que él me estaba ofreciendo aquel lugar porque él estaba renunciando a su puesto debido a que Diantha había unido fuerzas con el Gremio Rocket, y Shigeru no podía aceptar algo así porque no iba con sus principios. Esa noche había formado parte de un gremio, y a la maña siguiente Shigeru ya formaba parte del Esmeralda. Poco después, él mismo le había mencionado a Black que cuidara de mí, así que no tuvo otra opción que desistir en participar en el torneo Esmeralda y estar a mi lado. Esa noche, Shigeru se había cruzado en mi camino, sin… sin saber que eventualmente nos había pedido tanto a mí como a Black encontrar a aquel sujeto que desordenó el equilibrio de lo sanadores. No sé por qué me había elegido a mí y a Black; no sé por qué Diantha no le persiguió al salirse el gremio que ambos habían fundado; no sé cuáles eran sus intenciones en esos momentos ni lo que había visto en mí para que me encomendara esa tarea; no sé por qué había aceptado unirme a un gremio como éste, pero lo hice. Y ahora, N estaba frente a mí: el responsable de ese desequilibrio.
Tan sólo tenía que asesinarle. Tenía que encontrar un momento en donde N tuviera la guardia baja, y esa misión habría acabado. El equilibrio se restauraría, y el poder entre los sanadores volvería a la normalidad.
Sin embargo, ahí estaba paralizada, sin hacer absolutamente nada al respecto.
Kalm
— ¡Eh! ¡Arriba!
Tierno había escuchado mi apoyo inminente. En ese instante, el chico regordete se paró con la necesidad de apoyar sus manos sobre el suelo, y se colocó de nuevo en posición de ataque.
El equipo había estado sumamente concentrado. Viola lanzaba sus hilos demora invadiendo el aire como telarañas molestas; Grant golpeaba el suelo para levantar las rocas y hacer que el enemigo se tropezara de cuando en cuando; Korrina iba de un lado a otro en sus patines para así distraer al enemigo que intentaba dar puñetazos sobre el suelo; Shauna incrustaba pequeñas agujas de veneno con éxito sobre su oponente; Tierno desde la lejanía curaba a sus compañeros que apenas recibían daño; por su parte, Serena había estado furiosamente concentrada blandiendo su espada de fuego sin piedad alguna hacia el enemigo; yo, en cambio, trataba de coordinar a todos en un ambiente de armonía en el cual el trabajo en equipo fuera la prioridad número uno.
Nuestro oponente no era alguien a quien debíamos subestimar. El entrenamiento de élite no era mucho menos arduo que el entrenamiento que Alain tenía diario. Nos comparábamos a su par, así como los otros equipos de élite. Era cierto que Sabrina, Norman, Elesa, Erika y Pegaso tenían una sesión especial diaria con los novatos y los de rango superior, pero no siempre estaban con ellos, ya que tenían un arduo entrenamiento así como Serena y su equipo tenían en este instante. Se trataba de una batalla contra algún sujeto que se ofrecía como voluntario para megaevolucionar. Es decir, con una megapiedra que Alain había ofrecido como artefacto, el novato se fusionaba con un Pokemon y teníamos que batallar a veces de vida a muerte. La batalla terminaba cuando lográbamos paralizar al enemigo de pies a cabeza con todas nuestras armas posibles. Una vez que le entrenamiento hubiera terminado, aquella persona jamás volvería a experimentar la Megafusión por órdenes de Alain. ¿Por qué? Él más que nadie sabía los riesgos que alguien podría tener si se sometía más de dos veces a dicho poder. Por eso no teníamos que subestimar a ese enemigo, y más consciente de ello estábamos al ver el poder que tenían los Cuatro Grandes cuando fuimos a la Fortaleza Suicida a robar las megapiedras. No obstante, tal parece que todo ello no había servido de nada; tanto sacrificio y riesgos para conseguir varias megapiedras y todo había sido saboteado y robado por Zinnia. No entendía sus razones y tampoco es que lo hubiera previsto, pero tenía que haber sabido que esa chica no era de fiar. Alain poseía unas cuantas megapiedras en su inventario, y las había ofrecido para seguir con el entrenamiento de élite. Sin embargo, por el momento él había abandonado la Fortaleza Catarata; no lo hacía muy seguido, pero debido a la situación que se presentaba y gracias a la tardanza que el Arquero Estratega y la Maga Esmeralda habían tenido en buscar a Zinnia, él presentía que las cosas no estaban del todo bien.
— ¡Cuidado!
Entonces, noté cómo aquel Pidgeot megaevolucionado alzaba las alas para elevarse por el aire y debido al torbellino colosal que había ocasionado, Korrina se vio envuelto en éste. La rubia perdió el equilibrio con sus patines y se levantó en el aire. El Pokemon no dudó ni un segundo y comenzó a descender velozmente para insertar su pico sobre Korrina, pero entonces fue cuando intervine y con mi navaja desvié su ataque para que apuntara y se incrustara sobre el suelo del campo de entrenamiento, que se agrietó al momento y causó un ligero terremoto. El castillo tembló y las lámparas de fuego bailaron al compás del ataque, haciendo que nuestras sombras se mezclaran unas con otras.
El Pidgeot quedó atascado en el suelo, y fue cuando Viola aprovechó el momento para amarrarle con sus hilos demora. Grant levantó con sus puños pedazos de suelo para amarrar sus patas, Tierno curó a Korrina para restaurar su HP, mientras yo finiquitaba la batalla con un golpe tan brusco que dejó al novato un tanto inconsciente debido a la inexperiencia que tenía y el bajo poder de ésta. De pronto, su forma de humano pájaro dejó de existir para separarse en dos: tanto el jugador como su Pokemon estaban en estado crítico, y un grupo de sanadores llegaron rápido comandados por Tierno para curarles inmediatamente. Tal vez esta no era la mejor manera de entrenar, pero era la única forma de saber a lo que podríamos enfrentarnos.
— ¡Genial! ¡Eres increíble, X! —Mencionaba Shauna con furor.
— ¿Dónde aprendiste a luchar tan bien? —Cuestionó Tierno imitando el ánimo sorpresivo de su amiga.
Viola, Grant y Korrina fueron a felicitarme. Hace unos días había estado en el rango de novato, pero Alain había visto que tenía algo de especial, y mis habilidades de hacker podían ser de vital ayuda. Alain, sin embargo, parecía que le gustaba ocasionar problemas porque me mandó con el equipo de Kalos, lo cual no sé si lo habría hecho para resolver mis diferencias con Serena o para empeorarlas. Habían ya pasado unos cuantos días desde que Alain se fue y desde que él me había dicho que entrenara junto con el élite de Kalos; tenía que decir que no habían sido días muy buenos.
Serena no dijo nada, y terminó caminando hacia la salida del campo de entrenamiento. Sin embargo, yo le detuve nombrándole.
— ¡Serena! Espera… —en verdad quería resolver nuestros conflictos. Había mentido y había pisoteado el nombre del Gremio Novato. Ya le había contado por qué lo hice y ya había sabido su pasado. Habíamos batallado contra Lysson y huido de su gran poder exitosamente; sabíamos que aquel MegaPidgeot no era ni la sombra del poder que tenía Lysson. Teníamos que estar más unidos que nunca.
Hubo un silencio en el que nadie dijo nada. Todos estábamos incómodos ante aquella situación.
— Quédate… —confesé. Aquello era un indicio de que tenía sentimientos fuertes hacia ella. Aún lo podía sentir, jamás habían desaparecido. Todo aquello era real.
— Tenemos que esperar a que Alain vuelva —dijo en voz baja—. Las buenas nuevas se acercan.
¿Buenas nuevas? Nadie de nosotros pudo comprender, y antes de que pudiéramos decirle a qué se refería, desapareció por la puerta para dejarnos en confusión.
Zinnia
El dolor en mi rostro aún se podía sentir por los daños recibidos de Steven. Había pasado esa misma noche en pesadillas, recordando los golpes una y otra vez como grandes baldes de agua fría. Ahí, en la oscuridad de la habitación de aquel castillo que ascendía rascando el techo colosal de Ciudad Subterránea, mi soledad estaba inmersa en un dilema entre si lo que había hecho había sido lo correcto o no. No quería robar las megapiedras para sabotear al Gremio Mega; esa de verdad que no era mi intención. Sólo quería ser libre y no saber de Steven nunca más ni relacionarlo con mi humilde hogar. Quería dejar de depender de las deudas económicas que condicionaban mi libertad e ir a cualquier nivel con la sensación de que no sería buscada. Tal vez eso no existía dentro de PBO.
La puerta de mi habitación se abrió repentinamente. Un guardia me indicó que era hora de la comida, y no servía mucho que me resistiera porque de todas formas iba a asistir al comedor principal quisiera o no.
Salí por los pasillos; la hinchazón en mi ceja aún era palpable, y algunas articulaciones me dolían por las patadas que había recibido el día anterior. No podía distinguir si era de noche todavía o el sol virtual había aparecido. No había un cielo de colores tenues y azules que me indicaran la hora del día dentro de aquella gigantesca cueva como ciudad.
Al abrirse las puertas del salón, de nuevo Steven estaba sobre el pedestal en donde estaba el trono de su gremio o reinado. Detrás de él, la ciudad se asomaba vivaz y alumbrante. Sin embargo, la soledad a la que tenía acostumbrado a la gente no se hizo presenciar porque estaba acompañado de un miembro de élite suyo o, mejor dicho, alguien que, si bien recuerdo y tengo conocimiento de ello, era un miembro de otro gran gremio.
Un sujeto un tanto pasado de edad, con un gorro de marinero y una capa que arrastraba por el suelo con las puntas desgastadas; el hombre arrugado de jugueteaba el gran bigote canosos con inquietud. Algo en ambos no los tenía muy contentos.
Dracón ya iba de salida, y cuando notó mi presencia, sólo me dedicó una mirada y se retiró de la sala común para desaparecer. Las puertas fueron cerradas y de nuevo estuve a solas con Steven Stone.
No esperé a que me ordenara sentarme y comer; en verdad estaba muriendo de hambre y tarde o temprano sabía que él iba a decirme que comiera. Sin esperar, comencé a hacerlo y aquello lo impresionó.
— Así que te estás acostumbrando…
Tomé un pedazo de ternera y la mastiqué como si no hubiera mañana. No tenía miedo en absoluto de Steven; podía golpearme hoy, mañana y el día siguiente. En el momento en que me mostrara temerosa y débil, sería el momento en que perdería toda mi libertad por la que tanto había estado luchando.
— No es como si te hubieses acostumbrado, es parte de tu ser —parecía más un monólogo de su parte— No quiero sonar grosero; la cordialidad y la educación son ante todo mis principios. Sin embargo, no comprendo cómo es que la mente de la gente traidora funciona. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué traicionan a la gente que en un principio les ha dado todo? Cuando uno está necesitado, abre los brazos y lame las botas de sus dadores, pero cuando sienten que ya no necesitan de ellos, los desechan como cubos de basura y les terminan escupiendo como animales.
Paré de masticar. ¿Adónde quería llegar con toda esta charlatanería?
— Verás, Zinnia. Si lo analizas desde un punto de vista más crítico y objetivo, podrías identificarte como ese tipo de gente. ¿Sabes? Quiero decir, Alain te abrió las puertas a los lugares inhóspitos y secretos que aún no podemos descubrir; te dio toda la confianza plena y la seguridad que necesitabas. ¿Por qué lo traicionas de esa forma? ¿Por qué me has devuelto de nuevo las megapiedras? Tendrás tus razones, así como las ha tenido Liza y Clair; así como Skyla las tuvo; así como el imbécil cobarde de Drew las ha tenido. Estoy al tanto de todas las traiciones que se han suscitado al día y es por eso que estoy sumamente intrigado por saber cómo funciona su mente. ¿Por qué lo hacen? ¿Será que ya lo tenían planeado desde un principio? ¿O será que a lo largo del trayecto ustedes cambian de ideales contrarios y diferentes a los que tienen sus colegas?
Así que Dracón había informado de una traición inminente dentro del Gremio Escama de Dragón. Tampoco sabía de las otras traiciones, pero tal parece que era un tema a tratar debido al poco tiempo y a los numerosos abandonos de gente importante en la élite de los gremios de los Cuatro Grandes.
— Te he mantenido con vida por una razón en particular, Zinnia —confesó, mientras se sentaba al otro lado de la mesa y comenzaba a servirse una copa de vino— Además de traidora, entiendo que no sería muy inteligente de mi parte ganar tu confianza para utilizarte. Sé que tarde o temprano me traicionarías por lo egoísta que puedes llegar a ser. Mis intenciones son otras: simplemente quiero enmendar mis errores.
— ¿Errores? —algo se traía entre manos.
— Sí. Tu pueblo… Pueblo Arena… Ellos no me recibieron como gente civilizada. Me atacaron al instante en que me vieron y tuve que atacarles de vuelta. Sé que la balanza no estaba a su favor y me desquité matando a casi todos. Aquello te dejó más desamparada de lo que pude haber creído, quiero imaginarme. No sería algo educado de mi parte que después de haberme entregado las megapiedras que nos han robado, no te recompense de alguna forma.
Me quedé en silencio. Sinceramente no esperaba una recompensa por una situación indirecta. En realidad, no le había dado las megapiedras a Steven, pero de alguna u otra forma gracias a mí él las había conseguido ya.
— Además de estar disfrutando de tu compañía estos últimos días, quiero agradecerte y por ello mañana te enseñaré un lugar. No puedo dar más detalles al respecto, pero espero que ese lugar pueda hacerte entender mejor por qué he hecho las cosas que he hecho y cómo han afectado en mi manera de ver las cosas. Tú dices que no soy un hombre libre, pero yo discrepo ante tu opinión. No estoy diciendo que esté mal; si todos tuviéramos una opinión similar, el mundo sería bastante aburrido. Sin embargo, con una comprensión mejor, puede que cambies la percepción que tienes de mí y así puedas entender mejor quién soy y para dónde voy.
— ¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres probar con ello?
Steven sonrió de una manera misteriosa.
— PBO ya está lleno de gente que quiere poder. Tú y yo sólo queremos libertad. Por ello, permíteme demostrarte mi concepto de libertad.
White
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— Tienes una visita.
La voz de N me sorprendió súbitamente. Había estado tan atrapada en la oscuridad que de pronto la voz a través de la puerta me hizo despertarme en la realidad virtual en la que me encontraba.
No entendí en principio a qué diablos se refería con visita. ¿Será uno de sus aliados? ¿Uno de aquellos sujetos que alabab estaba inmerso en su propio mundo aural? Me paré de la cama y me estiré un poco. N no se hizo esperar y abrió la puerta de inmediato para dejar entrar la luz a la habitación.
— Anda. Él te espera.
— ¿Él?
— Es sorpresa.
Caminamos por los pasillos de su extraño palacio, virando a la izquierda y luego a la derecha por varios pasillos y descendimos muchas escaleras, hasta que finalmente, después de un silencio misterioso, nos encontramos en el centro de las afueras del palacio, donde la docena de escaleras que salían de los varios pisos del palacio conectaban a uno punto central, ahí donde había un templo griego con sus columnas dóricas que parecían soportar la estructura completa. Alrededor de dicho templo, unos árboles recortados circundaban el templo y descendían por una docena de escaleras que llevaban a una especia de fuente de la misma arquitectura griega; sin embargo, la fuente parecía tranquila, con colores azules brillantes y brotaba apenas un pequeño chorro. Al tiempo en que nos íbamos acercando, me di cuenta de que el recurso principal de la fuente no era agua, sino que era una especie de portal entre el mundo aural y PBO, ya que había una silueta que había salido de aquel portal y había permanecido paralizada con las rodillas sobre el suelo. Al momento en que estuvimos lo suficientemente cerca, la visita levantó la vista.
— ¿Black?
— ¡WHITE!
No pude expresar en ese momento la alegría, la preocupación, el alivio que sentí cuando Black se paró del suelo y comenzó a correr hasta mí, al tiempo que yo bajaba las escaleras de aquel templo griego y nos envolvíamos en un abrazo. Súbitamente, Black empezó a notar su alegría con las lágrimas sobre sus ojos.
— ¡White! ¡White! —no dejaba de repetir— ¡Lo siento White!
— Está bien, no te preocupes…
— ¡No fui lo suficientemente fuerte para protegerte! ¡Pensé que… pensé que tú habías…!
— Lo sé, lo sé —le di unas palmadas sobre su espalda mientras él hundía su rostro sobre mi cuello.
Después de unos momentos en los que no pude creer que Black estuviera aquí, me acordé que N estaba presenciando nuestra escena, así que me volteé con muchas preguntas en el aire.
— Agradéceme después —dijo antes de que yo mencionara algo— Lo encontré y lo traje para que estuvieses feliz. Es a final de cuentas lo que querías, ¿no? Bueno, ahí está. Ahora, si me disculpan, también hay otras visitas que quieren verles. Yo me retiro y los dejo hablar.
La silueta de N desapareció desintegrándose en una especie de aura negruzca. En su lugar, ahí donde N había aparecido, dos siluetas más surgieron del suelo en una especia de masa viscosa para luego tomar una forma humana y tener una apariencia normal.
— ¿Qué…? —el único sorprendido aquí era Black, que dejó de abrazarme debido a que la confusión comenzó a invadir su cabeza.
El muchacho se adelantó y comenzó a subir las escaleras para intentar llegar hasta la cima del templo griego, donde las dos personas aguardaban pacientemente. Sin embargo, paró en el camino y volteó hacia mí, con las pupilas dilatadas debido a la sorpresa.
— White… ¿qué… qué sucede aquí?
No entendía el porqué de su sorpresa. No pude responderle, pero supuse que el sujeto aún no sabía que en realidad aquellas personas no estaban realmente vivas.
— ¿Bianca? ¿Cheren? ¿Qué… qué… esto es real?
— Más real que nunca, Black —respondió una de las personas. Ésta era un sujeto de cabellos cortos azabaches, con un fleco levantado en la coronilla de su cabeza, la piel pálida como la nieve, unos ojos misteriosos y un rostro severo y analítico.
— Estamos de vuelta —respondió la otra persona. Esta era una muchacha de un semblante agradable de orbes esmeraldas que relucían con la cabellera rubia, corta y rebelde que tenía. Llevaba puesto una boina verde claro con un moño blanco adornándole.
Ambos, a pesar de estar en la cima de aquel templo, parecían extraños a simple vista, pero tan reales que dudaba de si esto era un sueño o no. Black, sin saber qué hacer, empezó a subir las escaleras.
— Black… ¡Black!
Subí las escaleras. El muchacho no me podía escuchar porque estaba más inmerso en su sorpresa por ver que sus amigos seguían vivos.
— ¡Black, espera!
Entonces, tomé de su brazo y le jalé. Éste dejó de subir para voltear a verme. Sus lágrimas indicaban que no sabía lo que sucedía. Era tal su asombro, que tuve que preguntarle si conocía a esas dos visitas.
— ¡Eran mis amigos, White! —entonces, el sujeto rompió en llanto— ¡Cheren y Bianca eran mis amigos antes de conocerte! ¡Ellos eran mi compañía mucho antes de que empezara todo esto! ¡Me acompañaron hasta que ocurrió la muerte de Cheren dentro del juego! ¡Bianca y yo no pudimos soportarlo y decidimos separar nuestros caminos por un nuevo comienzo! Poco después, me enteré de que el gremio de Bianca y ella habían sido aniquilados… ¡Pensé que estaban muertos!
No sabía cómo decirle que en verdad lo estaban; no podía encontrar las palabras para arruinar sus esperanzas.
— Esto no es real, Black.
— ¿No lo es?
— N está jugando con tu mente… N hace esto para confundirte…
Black miró de nuevo hacia la cima, ahí donde sus compañeros le esperaban. Estos pronunciaron su nombre una vez más y extendieron la mano en señal de que querían que subiera, pero entonces volteó de nuevo hacia mí, intentando confiar en lo que le decía.
— No es real… —repetí; mis lágrimas comenzaron a brotar debido a la empatía que sentía por Black.
— White, yo…
— No es real…
El sujeto entonces dejó de forcejear, y vio la cima como un lugar inalcanzable.
— Estamos unidos en esto —le dije.
El chico se dejó caer en mis brazos, teniendo yo cuidado de no caer por las escaleras debido a su peso. Entonces, el sujeto rompió a llorar en mis hombros. Ambos ahora estábamos atrapados en un mundo del cual no teníamos libertad ni control absolutos. N me había traído a Black, pero ahora tanto yo como él estábamos a merced de lo que N tramara con nosotros.
Volteé hacia arriba. Cheren y Bianca habían desaparecido y en su lugar N había vuelto. Todo había sido falso, excepto la sonrisa escéptica con la que el sanador nos miraba. Algo estaba tramando, y no me gustaba en lo absoluto.
Zinnia
Los alrededores de Ciudad Subterránea no eran más que límites de una gran caverna; eso todos lo sabíamos. Sin embargo, al día siguiente que Steven me ordenó acompañarle al lugar secreto al cual se había referido antes, pensé que saldríamos fuera de dicho nivel, ya que estábamos rodeados de piedra y más piedra. El cielo incluso no se podía ver, sólo si salías por la entrada principal la cual tenías que caminar en las afueras del centro de la ciudad.
No obstante, me había equivocado al respecto. El sujeto junto con unos cuantos guardias comenzaron a llevarme al lado opuesto de la entrada principal de la ciudad, un lugar donde las luces de las antorchas de las calles comenzaban a escasear debido a la poca población que iba gradualmente disminuyendo.
Entonces, el sendero se redujo; las antorchas dejaron de alumbrarnos y el camino se volvió misterioso e incierto. No quise abrumar de preguntas a Steven y simplemente dejé que este siguiera le camino indicado. Al poco tiempo, cuando Ciudad Subterránea era un suspiro en el aire y un montón de pequeñas luces tintineantes, ya nos encontrábamos a mitad de la gran pared de la voluminosa cueva, como pequeñas Durant hormiga que escalaban un muro irregular.
Cuando el sendero fue apenas un hilo de tierra en el que teníamos que pisar con cuidado para no caer al abismo de la ciudad, Steven se detuvo y sus guardias le imitaron.
— Es aquí.
En ese momento, Steven sacó de su inventario el Arco Oscuro, el cual colocó en un pedestal que se camuflaba entre pequeñas rocas en donde terminaba el sendero. Frente al pedestal, el muro de la caverna era una cortina marrón con salientes causadas por la erosión. Sin embargo, dicho pedestal tenía un agujero de tal manera que el arco de Steven se incrustara como un rompecabezas. Al tiempo en que lo colocó ahí, un hilo fosforescente de una luz púrpura se extendió a lo largo de un camino en particular a través del muro, dibujando líneas y curvas que eran difíciles de seguir. Entonces, hubo un momento de silencio y cuando las líneas púrpuras se completaron, el muro se dividió en dos para separarse generando un pequeño temblor que sólo se sintió en nuestra posición. La luz se coló por el camino generado y entonces Steven y compañía se adentraron al pasadizo secreto que se había creado gracias a su arma legendaria.
Salimos entonces a un lugar donde la luz del sol podía colarse. Mi sensación de estar encerrada desapareció para dar luz a un lugar donde el viento soplaba con fuerza, el calor del sol virtual me daba en la piel y la luz del firmamento me cegaba un poco la vista. No sé cómo es que este lugar existía colindando con Ciudad Subterránea, pero para que fuese un lugar tan secreto que sólo Steven podía activar significaba que era muy importante.
El lugar era algo que nunca antes había visto. El recinto era grande, capaz de que más de mil personas pudieran estar amontonadas ahí; los límites del lugar eran altos muros de piedra caliza que se erguían gracias a que le sostenían columnas de la misma piedra que dejaban entrever ráfagas de viento que poco a poco erosionaban las columnas cilíndricas, causando un efecto de que pronto éstas se desgastarían desde su centro geométrico. Tal vez había un centenar de estas columnas, pero no pude contarlas con exactitud. El muro terminaba metros más arriba, donde un cielo azul y despejado permitía el libre paso de la luz solar que daba directamente sobre el suelo adornado de césped que crecía irregularmente y un sendero de piedra antigua y mohosa que llegaba al centro del recinto. Steven siguió el sendero de piedra hasta que llegó al núcleo del lugar, donde se hallaba lo más importante: una gigantesca piedra que despedía brillos de los siete colores del arcoíris, pero que al mismo tiempo estaba rodeada de un color tan gris que parecía sin vida alguna. Una piedra que triplicaba el tamaño de Steven y que estaba incrustada en la tierra, como si la piedra hubiese sido un meteorito que cayó hace ya varios años. Alrededor de la voluminosa piedra, el lugar estaba decorado con pedestales de piedra cilíndricos que la mayoría de ellos estaban afectados por el clima, la erosión o por algún evento que hizo que estuviesen incompletos o rotos, mientras el moho y las plantas devoraban los pedestales en señal de que el tiempo que tenían ahí había sido ya bastante.
Cuando finalmente Steven hubo estado en el centro del lugar, después de caminar durante unos minutos, los guardias se formaron de tal manera que protegieron la piedra, más por protocolo que por seguridad. Entonces, Steven volteó hacia el firmamento y sus pensamientos se vieron perdidos debido al silencio que estaba disfrutando. Luego, se dirigió hacia mí.
— Te preguntarás por qué te he traído hasta aquí… —Steven entonces se quedó contemplando la piedra que despedía pequeños brillos como estrellas— A veces siento que este lugar me genera mucha calma; cada vez que me siento decaído, vengo aquí para recordarme quién soy. No es que mi origen en PBO haya venido de aquí, por supuesto. Este lugar, con esta piedra, me recuerda que por más que nos encontremos apagados, tenemos pequeños brillos que nos hacen continuar en la búsqueda de nuestro sueño. Mi sueño es el mismo que el tuyo, Zinnia: ser libre.
Pasé saliva por mi garganta; Steven indicó con un ademán a uno de sus guardias que me soltara y entonces caminé hacia el sujeto para admirar más de cerca esta piedra.
— Verás… —el de cabellos grises sonrió— Esta piedra es diferente al resto. Es una Megapiedra. ¿Cómo es que la he conseguido? Eso no importa; sólo la encontré y ya. Aunque parezca extraño, también hay megapiedras que poseen un poder sorprendente, directamente proporcional a su tamaño. Como has de suponer, las megapiedras hacen que tu Pokemon evolucione, pero ésta es capaz de muchas más cosas; capaz de soportar un poder inimaginable y capaz de hacer que te fusiones de una manera jamás antes vista. Sí… también existe ese poder, aunque mucha gente piense que es sólo un mito. Pero, ¿a qué quiero llegar con todo esto? ¿Por qué digo esto y lo relaciono con la libertad que ambos queremos? Zinnia, para ser libre hay que hacer a veces cosas que uno requiere necesarias; para poder saborear ese sentimiento de libertad, es necesario sentirte seguro, fuerte, feliz… La libertad es el único medio por el cual las personas luchan. Respóndeme algo, Zinnia: ¿Tú deseas ser libre?
La pregunta era relativamente sencilla. Podía decir que sí y dejar que siguiera hablando; podía llevarle la contraria, y hacer que su discurso no valiera la pena. Aquí lo importante era concentrarme en mí y no en él. ¿Qué es lo que yo quería?
— Quiero ser libre —Confesé.
Steven entonces sonrió, satisfecho por la respuesta.
— Me alegra mucho escuchar aquello. Ahora, te habré mencionado antes que lo único que la mayoría de las personas en PBO quiere es poder. Nosotros, en cambio, sólo queremos libertad. La Megapiedra que tengo aquí enfrente no te da poder; es única y grande, y da una fuerza inimaginable, sí. Sin embargo, eso no es lo que busco en ella.
— ¿Qué es lo que buscas? — Pregunté.
— Esta megapiedra ha estado inactiva desde sus inicios. No podría ser capaz de utilizarla porque el poder que contiene sería insoportable para cualquier jugador. Sólo aquellos suicidas estarían interesados en utilizar su poder. Con esta Megapiedra y la piedra activadora necesaria, uno puede llegar a ser invencible, pero no tendría mucha esperanza de vida porque el poder lo consumiría. Zinnia… tú podrías activarla de nuevo…
— ¿Yo?
— Ambos sabemos lo que es estar aprisionado bajo el mandato de alguien… Ambos sabemos lo que estar perdido y no saber quién eres. El activar esta Megapiedra despertaría una esperanza para ser libre.
— ¿Qué…?
— Utilizar esta arma acabaría con el nivel 100. Queremos llegar hasta el final, Zinnia. No podemos hacerlo sin tu ayuda. Hay gente que se arriesgaría para usar esta Megapiedra, y así poder salir de aquí de una vez por todas.
ÉL quería llegar a la mazmorra última.
— ¡Así que al final lo que quieres es poder…!
— No. Quiero libertad; quiero salir de aquí. Tú también lo quieres ¿no es así?
— Sí, pero…
— Ayúdame.
— ¿Cómo? Yo no sé cómo…
— Sólo alguien lo suficientemente fuerte puede activarla.
— ¿Quién?
— Alain…
Entonces abrí los ojos de par en par. Me di cuenta de que Steven me estaba utilizando como medio para traer a Alain. ¿Cómo es que el líder del gremio Mega podía activar aquel tipo de arma? No lo sabía, pero de un momento a otro me sentía furiosa porque en lugar de sentirme útil para Steven, me sentía un medio para obtener un fin determinado.
— No puedo hacerlo…
— Claro que puedes —decía y poco a poco comenzó a acercarse hacia mí. Sentí entonces cómo un mano rozó con la mía. Aquello fue sumamente extraño, pero entonces observé aquellos ojos con ese color grisáceo característico.
Mi rostro se fue acercando al suyo. No sabía qué demonios estaba sucediendo, pero miré sus labios y él miró los míos. Ambos estábamos ahí, con la presencia de los guardias que estaban de espaldas y con su vista fija en los alrededores excepto en nosotros. Ambos teníamos duda y miedo; Steven me había golpeado y dejado inconsciente los días pasados, y justo ahora miraba sus labios con un deseo un tanto difícil de explicar. Poco a poco su respiración invadió mi boca y entonces fue cuando rocé sus labios con los míos. De una manera sutil y precavida, empecé a mover mis labios sintiendo su pálida piel, mientras él hundía su mano izquierda en mi cabello azabache y la otra mano sostenía con firmeza el Arco Oscuro. Los segundos pasaban y el beso poco a poco fue adquiriendo más pasión, hasta que quise tomarle de la mano que ocupaba el arma para envolverlo en un abrazo. Sin embargo, cuando hice contacto con aquel arco, varias imágenes llegaron a mi cabeza como disparos.
Tres Islas. Tres Pokemon Legendarios como pájaros. Un volcán; una montaña de hielo; una tormenta en el cielo. Un Arco de colores negros como el de Steven que había estado en el fondo de un lago; un Arco de Luz que estaba en el pedestal de un lugar inhóspito. Arco de Luz… Arco de Luz… Ahora, todo se volvió mucho más claro a pesar de que no tenía ni idea de que había sucedido.
Abrí los ojos. Las imágenes habían cesado y de repente me separé de Steven como si hubiera recibido un ataque. El sujeto se dio cuenta de que había tocado su arma, y entonces su semblante se notó preocupado, sabiendo que había pasado algo entre el arco y yo, y se había revelado un secreto que no se supone estaba entre los planes de Steven.
— Maldita imbécil…
Por primera vez noté que la cordura de Steven se salió por los bordes. De un momento a otro dio pasos gigantes para llegar y clavar su mano sobre mi cuello, al tiempo en que comenzaba a levantarme. Entonces, el aire me faltó y mi rostro poco a poco se iba palideciendo y tornando púrpura.
— Y-yo…
— ¿Cómo osas tocar mi arma…? ¡¿Cómo te atreves a aprovecharte de mí?! —Steven susurraba, pero el enojo y el tono de voz habían cambiado instantáneamente. Sus ojos estaban llenos de violencia, sangre y una oscuridad que sólo su arco había poseído.
— ¡DÉJALA, STEVEN!
En la entrada había un grupo de siluetas que aparecieron para presenciar cómo el líder del gremio Alma de Piedra me estaba ahorcando. Éste al ver de quién se trataba me soltó y entonces se serenó de nuevo. Comencé a toser y a dar grandes bocanadas de aire, mientras intentaba retroceder. Alain, Manon, Brendan y Haruka se encontraban en la entrada.
El líder del gremio Mega tenía envainada en su espalda la espada gigante, sabiendo que iba a haber una batalla tarde o temprano.
— Así que nos sorprendes con tu visita, Alain… —Steven sonrió— Justo lo que quería.
— Has perdido ya, Steven —dijo Alain con una sonrisa misteriosa en su rostro; parecía muy confiado de sí mismo— Todo esto ya lo tenía contemplado. ¿Crees que iba a ser tan estúpido como para permitirme que me robaran las megapiedras a propósito? Bastaba con el simple toque de tu arco para saberlo, y ahora, has perdido.
Steven se paralizó ante su deducción.
— Brendan, Haruka, Manon, llévensela. Zinnia es prioridad.
— ¡NO! —Steven quiso reaccionar, pero en un abrir y cerrar de ojos, Manon convertido en aquel fugaz sabueso de colores negros y verdes pixeleados me había tomado de los ropajes con su hocico y ya me encontraba en la entrada hacia los adentros de Ciudad Subterránea, para estrujar un cristal de telentrasportación y desaparecer de ahí.
— Yo me encargaré de él —mencionó Alain, mientras colocaba una mano sobre la empuñadura de su mítica espada de colores— Nos veremos pronto.
Y así, todo había sido tan repentino que nunca me imaginé que iba a estar sana y salva de nuevo; que iba a estar a punto de caer en los planes de Steven; que Alain y el dueño del Arco de Oscuridad iban a tener una mítica batalla de vida o muerte, y no estaría ahí para presenciarlo.
Próximo capítulo: El Plan Meastro
