¡Qué tal! Perdón la tardanza, pero perdí el ritmo de escritura y trato de retormalo de nuevo. Como sea, muchas gracias por su paciencia y por los comentarios. Espero que les guste, ya que este capítulo revela muchas cosas. ¡Mucha atención! Nos leemos... :)
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Capítulo 115
El Plan Maestro
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— Bien, henos aquí.
Alain y Steven, junto con una docena de soldados más se encontraban en las afueras de Ciudad Subterránea, en un misterioso lugar que sólo Steven podía abrir, pero que Alain, Manon, Brendan y May se habían colado sin que éste se diera cuenta. Zinnia había escapado ya, con una información tan valiosa que por ahora era el objetivo más importante a proteger para Alain. Sin dudarlo ni un momento, Alain se colocó en posición de ataque, así como Steven.
— Basta de juegos, llamaré a…
— No es necesario —Alain interrumpió a Steven— ¿Por qué quieres llamar a tus colegas? ¿No puedes tú solo?
Steven bufó al aire, y se quedó dubitativo al haber abierto su menú; segundos después, lo cerró y le siguió el juego a Alain, que inteligentemente le estaba tratando de subestimar a propósito para evitar que el sujeto llamara a sus refuerzos.
— Yo puedo contigo, no necesito de nadie más…
— Entonces que empiece le combate.
Sin dudarlo ni un segundo, los soldados fueron hacia Alain como imanes. Espadachines y luchadores fueron a su zona de cercanía, mientras el par de arqueros, magos y sanadores luchaban de lejos. Alain entonces comenzó a danzar para esquivar los golpes. Veía puños por un lado, flechas por el otro, hechizos rozando su rostro y las espadas desprendiendo una fría sed de sangre.
Alain, aun con la espada guardada en su vaina y el mismo peso de la espada sobre su espalda, se movía en una ondulación de su capa negra que la hacía ver como una sombra escabulléndose de salto en salto en los lugares oscuros de los pedestales que adornaban el recinto.
No le costó mucho trabajo agarrar el brazo de un luchador y tomarlo de palanca para que el enemigo girara por el aire y diera contra otros dos cuerpos. Una vez realizado esto, aprovechó la distracción de los soldados para propinarle unos golpes certeros tanto en el abdomen de uno como en la cien de otro para mandarlos a volar fuera del lugar, rompiendo las columnas de la circunferencia de piedra.
Aquello provocó mucho más ira y distracción para los soldados; cuando voltearon de nuevo a ver a Alain, éste estaba a espaldas de los sanadores, para que con la palma de la mano diera en el centro de los dos sanadores y estos salieran despedidos hasta desaparecer. Tan sólo quedaban algunos espadachines y unos arqueros, pero fue el momento de gracia para Alain de golpear el suelo, como si éste fuera algún tipo de luchador de élite. Provocó un temblor que hizo que levantara a todos los presentes excepto a Alain, y en un abrir y cerrar de ojos, Alain ya había desenvainado y vuelto a envainar la gigante espada que colgaba de su espalda. Segundos después, el mar de pixeles y sangre inundó el aire como pequeños destellos de esperanza. Cada uno de ellos desapareció; Alain no le gustaba este tipo de cosas, pero si tenía a Steven enfrente y a los soldados bajo su mandato, encontraba necesario asesinar para obtener una buena causa.
Cuando sólo hubiesen quedado Steven y Alain solos, el arquero maldijo por lo bajo y finalmente tomó su arco, y en su espalda apareció un carcaj con varias flechas que despedían una onda de neblina oscura y densa. No iba a subestimar a Alain por nada. Éste también le imitó y finalmente tomó la empuñadura de su espada; los costados del mango asemejándose a los cuernos de un reno, comenzaron a brillar de cuatro colores: anaranjado, carmesí, violeta e índigo. Aquello sorprendió a Steven, pero no se distrajo en absoluto por cualquier movimiento que se presentara.
— Podemos concluir aquí la batalla —dijo Alain con voz grave y severa— Puedes irte y puedo irme; cada quién a salvo a donde pertenece.
— Incluso si me mataras, volvería a por ti para asesinarte de una puta vez…
— Oh vaya. Pensé que tenías modales al hablar; al parecer estás desesperado, ¿no es así?
Steven rugió por lo bajo, y aquello fue el detonante para que comenzara la batalla entre ambos sujetos.
En un abrir y cerrar de ojos, Steven destensó una flecha oscura que tomó una trayectoria hacia Alain; a pesar de que el peli-azul saltó por los aires, la flecha cambió de dirección para seguir al enemigo. Steven no tardó en lanzar otra flecha hacia el líder de los Mega que estaba aún en el aire; sin embargo, la flecha dio de lleno con su espada, que tomó un brillo de varios colores que cegaron a Stone. Cuando el hombre recuperó su vista, Alain había desviado la flecha con el blandir de su gigantesca espada.
— ¡Imposible! —soltó Steven al aire.
Alain fue directo hacia Steven y dio un blandido hacia adelante, pero éste apenas lo esquivó. Sin embargo, el esbozar de la sonrisa de Alain delató que ese no era su ataque principal. Steven vio a centímetros de su propio cuerpo cómo aquella espada se envolvió tanto del sable como del mando de un color rojizo carmesí tal como la propia sangre que ambos querían derramar.
— Akai Hi… —Alain susurraba su propio ataque.
En ese momento, la espada se convirtió en un elemento que ni el mismo Steven pudo predecir: el fuego le envolvió el cuerpo y le dio de lleno sobre su pecho, provocando que saliera disparado hacia varios pedestales que se destruyeron con el impacto de su cuerpo.
— ¿Qué… qué… mierda?
Steven, en su propia visión del juego, observó que su barra de vida había bajado considerablemente, con un 20% aproximado.
— No te estoy subestimando, Steven —mencionó Alain inestático y corriendo por toda la pista, debido a que las dos flechas que el arquero había lanzado aún le perseguían.
Sin maldecir o contestar nada, Steven se reincorporó con el pecho quemado y los ropajes malgastados. Tensó de nuevo su arco apuntando a su objetivo en movimiento; esta vez, fueron tres flechas las que fueron hacia el sujeto. Estas pasaron de largo cuando Alain dio una voltereta sobre el aire y solamente dieron contra su capa que comenzó a encenderse de un fuego oscuro. Mientras Alain daba la voltereta, él sabía que, si seguía con su capa en la espalda, sufriría de quemaduras que no se apagarían, por lo que en cuestión de un segundo ya se la había zafado de su cuerpo, así como la propia vaina que cayó debido al movimiento brusco que había hecho para esquivar las flechas de Stone.
Alain miró hacia atrás; las tres flechas que habían pasado de largo ahora se había unido a las dos que le perseguían. Steven quiso lanzar otras de nuevo, pero Alain contraatacó cambiando el color de su espada.
— Azul… ¿eh? —Steven quiso entonces predecir de qué se trataba.
— Aoi Hebi…
La espada de Alain se blandió y de ella salieron dos látigos de agua que fueron hacia los brazos de Steven desesperadamente; Steven quiso zafarse, pero los látigos le impidieron defenderse en lo absoluto y tomar su arco para lanzar flechas. Sin embargo, Steven se sujetó de la propia fuerza y tensión que los látigos producían para que con sus pies pudiera dar un giro tan intenso en el aire que produjo un torbellino oscuro del propio elemento oscuro de sus flechas. Un torbellino que contenía pequeñas espinas de oscuridad, las cuales Alain no pudo esquivar en lo absoluto y se le enterraron algunas sobre su espada, y otras sobre su brazo derecho. Esto ocasionó que Alain ya tuviera un daño que no iba a ser capaz de curar debido a que con cada minuto que pasara, un 1% bajaría de su propia vida.
— Orenjii Jishin…
La espada voluminosa se tornó de un azul a un naranja donde los cuernos retorcidos del mango comenzaron a tomar un brillo incandescente. En ese momento, Alain tomó con sus dos manos el mango de la espada y la clavó sobre el suelo, creando un terremoto estrepitoso. Tanto las flechas, así como los pedestales y la propia Megapiedra que se encontraba sobre el centro del lugar, comenzaron a agitarse y a salir disparados hacia varios lugares debido a lo grandioso que era el ataque. Steven saltó por los aires para evitar ser dañado, aunque no tuvo mucha suerte, debido a que Alain frunció el ceño debido a la furia y a lo vulnerable que encontró a su enemigo.
— Murasaki Kaze…
La espada realizó un cambio abrupto de color a uno púrpura, pero ésta vez Alain despegó del suelo su espada como si se tratara de la pluma de un pájaro. Entonces, los varios blandidos que comenzó a dar sobre el aire fueron capaces de lanzar blandidas mortales de un aire ensordecedor con un aura púrpura a sus alrededores. Varias docenas de aquellos ataques fueron directo hacia Steven; sin embargo, éste trató de defenderse lanzando una flecha oscura que agrandó con el propio poder su aura; una flecha tan gigante que desvaneció los ataques de Alain y fue directo hacia el sujeto, que saltó hacia otro lado para evitar una pequeña explosión de llamas oscuras que se ocasionó.
Sin embargo, Alain no se mantuvo quieto, ya que las cinco flechas aún estaba en su persecución, por lo cual siguió corriendo a través de varios pedestales.
— No correrás por siempre— Steven apuntó hacia el sujeto, que estaba distraído con las flechas que le pisaban los talones— Te tengo…
Entonces, Steven lanzó una que iba directo hacia su sien. Alain volteó hacia enfrente; la velocidad de reacción fue lenta, por lo que la flecha iba a dar directo contra su rostro.
En ese instante, algo se cruzó en su camino. Una figura blanquecina, en un abrir y cerrar de ojos, se había interpuesto entre Alain y la flecha, y ésta dio de lleno sobre una de las patas de aquella figura que pronto tomó forma de un animal más voluminoso de lo que Steven hubiera creído jamás. Un animal o, mejor dicho, un Pokemon, había recibido la flecha y las otras cinco directo sobre su cuerpo, comenzando a emanar de su propia piel azulina unas llamas oscuras que apenas eran un cosquilleo y le bajaron un tanto la vida a aquella criatura. El Pokemon había salido inconscientemente del inventario de Alain para poder proteger a su dueño. Alain maldijo por lo bajo, pero sabía que tarde o temprano tendría que utilizarlo, porque a final de cuentas había estado luchando contra uno de los Cuatro Grandes.
— ¿Qu-Qué…?
Steven tenía sus ojos fuera de órbita. Entonces, retrocedió un par de pasos. En ese instante, por primera vez Steve Stone había estado intimidado por el Pokemon de alguien.
Xerneas, un Pokemon Legendario, estaba parado frente a ellos dos, con sus cuernos brillando con cuatro respectivos colores y con la mirada puesta en Steven. Éste, en cambio, había estado totalmente sorprendido.
— ¿Cómo es que…?
— No quería mostrarlo —Alain suspiró— De hecho, quería divertirme un poco más —la risa que Alain hizo fue señal de que en realidad no había estado luchando con todo su poder.
— Tu espada… —Steven se dio cuenta de que Alain ya no tenía su espada; en realidad, la espada era el Pokemon Legendario, por lo que ahora entendía por qué aquella arma había sido tan grande y poderosa.
— Steven —nombró Alain— Creo que ha sido suficiente. Tengo que irme. Mi gente ya ha escapado de Ciudad Subterránea. No tengo nada más que hacer aquí.
— ¡No! ¡No voy a permitir que…!
— Oh, por cierto —Alain volteó antes de poder irse— No sé cómo has conseguido esa megapiedra inmensa; tiene un gran poder. No puedo permitir que tu gente tenga ese tipo de poder; nos haría mal para nosotros y para todo PBO.
Entonces, Alain clavó sus dos pies sobre la tierra, señaló hacia la piedra con determinación y observó a su Pokemon Legendario.
— ¡XERNEAS!
— ¿Qué…? ¡No! ¡Espera! —Steven ya había reaccionado muy tarde para lo que estaba a punto de hacer el Pokemon.
El mítico ciervo alzó los cuernos, y un gran poder se concentró sobre el centro de sus cuernos, generando una esfera brillante que poco a poco iba haciéndose más y más grande. La esfera alcanzó una magnitud tan grande concentrada en una pequeña masa.
— ¡NOOO!...
Xerneas liberó el poder; la esfera pronto se convirtió en un proyectil que dio directo y a una gran velocidad hacia la megapiedra. Una explosión inmensa rodeó todo el lugar; ni siquiera la megapiedra que era mucho más grande que el propio Xerneas, se partió en pedazos. En su lugar, se desvaneció debido al ataque al que fue sometido, y Steven se vio también envuelto en la misma explosión, lo cual lo dejó en un estado crítico y con su barra de vida apenas en rojo.
Cuando la explosión hubo cesado, la megapiedra ya ni siquiera existía; los pedestales se habían desvanecido así como las columnas, y en lugar del césped lo único que había era un cráter en el cual Steven gritó de rabia al ver que Alain había escapado ya y que todo estaba ahora en su contra.
Dawn
La situación entre el gremio había estado un poco delicada. Alain había partido en busca de las megapiedras, en compañía de Manon. Brendan y May no habían regresado, lo cual le había hecho saber al líder que las cosas no habían salido como él hubiera querido. Tanto el líder como la pequeña moza habían abandonado la fortaleza para atender asuntos mayores, así que Norman había estado a cargo de las actividades cotidianas que se realizaban dentro del Pueblo Mega. El entrenamiento, como usualmente se vivía, era duro y exigente, pero hoy había sido particularmente corto debido a que Norman lo había ordenado así. ¿Por qué? Tal vez él tenía noticias o algo que realmente no teníamos en cuenta, pero él quería que todos estuviésemos preparados para ellas, por lo que la aceleración del comercio, limpieza y orden dentro del pueblo tenía que atenderse cuanto antes. Por ende, yo y mi grupo de amigos estuvimos realizando actividades dentro del pueblo, yendo de un lugar a otro.
Había estado cargando un par de armamento contenido en una caja, que iba destinado hacia el castillo. Por alguna razón, había un aumento de armamento; los herreros habían estado trabajando día con día con mucho esfuerzo por órdenes de Alain. Algo tenía en mente el líder, y precisamente no presagiaba un futuro pacífico.
A mi lado, Zoey me acompañaba. Ella cargaba un costal de comida que servirían como provisiones. Barry y compañía se habían dispersado por el pueblo; todos teníamos tareas por hacer y todo el pueblo se encontraba en actividad. Algo era seguro: nos estábamos preparando para una batalla sin tenerlo anunciado pero consciente de ello.
— Me duele la espalda —me informaba Zoey con molestia.
— Tranquila… —le respondí, con el sudor en mi frente. Ya llevábamos un par de horas de un lado para otro— Cuando termine el día nos sentiremos las personas más afortunadas descansando en una cama.
— Espero que…
Algo interrumpió súbitamente a Zoey. El choque de un par de sujetos se produjo. Uno no estaba viendo el camino debido a la torre de cajas que llevaba cargando, y eso hizo que interviniera en el camino de otro que, en consecuencia, tiró su saco de verduras y éstas se esparcieron por todo el lugar. El problema fue que ambos estaban cansados y malhumorados, y aquello provocó una serie de insultos y gritos que llamaron la atención de la multitud.
Cuando intervine para detener lo que iba a ser una riña con violencia, me di cuenta del rostro de uno de los tipos. Mis pupilas se dilataron y mi semblante fue de sorpresa. La misma reacción tuvo el sujeto que había estado cargando la torre de cajas. Ambos nos reconocimos, y en ese momento, el sujeto intentó escapar de ahí a pasos acelerados. Zoey también lo reconoció al instante, y cuando disimuladamente quisimos perseguirlo, le tomamos del hombro y sin esfuerzo alguno lo metimos a uno de los callejones de la ciudad. La gente se nos quedó mirando, pero poco a poco volvieron a sus actividades y pronto dejamos de llamar la atención. Sin embargo, Zoey y yo estábamos impresionadas buscando alguna explicación de por qué un hombre como él estaba en un lugar como éste. ¿Cómo es que no nos habíamos dado cuenta antes?
— Tú… —dije con sorpresa, pero al mismo tiempo preparada para el combate, si es que se requería.
— Tranquila. No les voy a hacer nada.
— Dawn, creo que debemos informarle a Norman de esto.
— Hazlo. Un beta más o menos no hará la diferencia. Además, sólo quiero esconderme.
— ¿Cómo te infiltraste aquí? —le espeté.
— De la misma forma en la que todos se unieron. Pensé que lo notarían, pero fue fácil mezclarme entre todos y ser uno más del gremio. Como sea, mis intenciones no son matar a Alain, ni mucho menos regresar con Lance y decirle de esto. En realidad, mi objetivo es esconderme de él. No quiero saber nada de él.
— ¿Qué es lo que tramas…? —me dije más para mí misma.
Tobias yacía ahí, con esa mirada misteriosa y con ese dolor que Lance le había ocasionado en el pasado. La cuestión no era el que se hubiese infilitrado y no lo hubiéramos notado todo este tiempo, sino que no confiábamos en él en lo absoluto. Esto se debía notificar a Alain, pero éste no estaba en un momento para recibir noticias así. Había cosas más importantes que él debía atender.
— Escucha, Hikari… —Tobias me miró fijamente con esos ojos tenebrosos—, no les haré nada. Lo prometo. Quiero lo mismo que tú. Mi objetivo es vengarme. Me hicieron mucho daño. Los Cuatro Grandes deben ser eliminados.
— Tenemos la fuerza necesaria…
— Lo sé. Por eso me uní.
— ¿Cómo puedo confiar en ti?
— A mi no me importa morir. En ese caso, ya hubiera asesinado a alguno de ustedes o ya hubiera ido con alguno de los Cuatro Grandes a informar sobre este lugar. Además, no tengo adónde ir. Quiero ayudarlos. Y teniendo el mismo objetivo, el de salvar al juego, sé que les conviene que tengan a alguien como yo en su ejército…
Misty
El olor a humedad había estado invadiendo mi nariz durante cierto tiempo. Las gotas que caían desde el techo producían un eco al cual ya estaba acostumbrada. La oscuridad había sido parte de mí durante este corto tiempo, y sin embargo, sentía que había estado aquí durante un tiempo inimaginable. Había perdido la noción del tiempo, pero mi corazón había tenido un peculiar afecto a las criaturas que habitaban esta cueva y la zona. El cielo había formado parte ya de mis días cotidianos; la convivencia con estos Pokemon eran ya una razón por la cual no quería abandonar nunca este sitio y quedarme aquí para siempre. Incluso había pensado en dejar de luchar y salir de PBO, porque el hecho de no volver a ver a estos Pokemon me causaba una angustia que jamás había pensado haber tenido.
La respiración cálida que salía desde su nariz llegó a mi rostro como disipador de cualquier frío posible. Podía sentir el fuego emanar de sus orificios nasales, y esas pupilas cual reptil se fijaban en mí como si éstas tuvieron un afecto hacia mi desde siempre. Ciertamente no era algún tipo de madre, pero ellos en este tiempo, inexplicablemente, me habían considerado como una. Volar con ellos, recorrer las nubes con ellos, dormir con ellos, conseguir alimento junto con ellos y hacer maniobras aeróbicas con ellos, entender su modo de vivir con ellos, acariciarlos y sentir su miedo…
La palma de mi mano finalmente reposó sobre la cabeza del Charizard. Éste sintió una verdadera calma al tiempo en que tocaba la palma de mi mano, y realizó un gruñido de nostalgia que extrañaría. Una lágrima recorrió indudablemente mi rostro. No quería abandonar este lugar; no quería dejar a ninguno atrás, pero era hora de partir.
Salí de la cueva. El acantilado era claro e iluminado por un sol que poco a poco se iba asomando entre un firmamento nublado. Brock y Clair estaban aguardando en el lomo de Dragonair tan largo que podían montarse más de cinco personas; sin embargo, sólo ese par estaba aguardando a que partiera de ahí, dejando a todos esos Charizard al cuidado tanto de Lisia como de Iris.
— Es hora… —me mencionaba Brock.
Asentí y me extendió su mano para que pudiera montarme en el Dragonair; sin embargo, no estaba muy segura de saber si estaba haciendo lo correcto. El objetivo ya estaba cumplido, pero realmente no sabía que ese objetivo era el verdadero, ya que con el paso del tiempo mi propia meta había cambiado. Ya no era mi objetivo entrenar, volverme fuerte y luchar por lo que Lance había querido todo este tiempo en el Valle Charizard. Los Charizard habían desarrollado una afección especial por mí y ésta era recíproca. Mi meta ahora era cuidar de ellos y estar con ellos; entonces… ¿por qué me iba? ¿por qué ese sentimiento de deber y servicio para con el gremio Mega era tan difícil? ¿Por qué a veces la gente no podía permanecer por más que quisiera?
— Alain nos espera… es tiempo —mencionó Clair.
Clair había traicionado a Lance; eso se sabía. Sin embargo, el haberle dicho del gremio secreto y todo el plan que Alain estaba desarrollando finalmente había rendido frutos. Y sea como sea, había llegado el momento de cumplir con ese deber del cual no tenía escapatoria alguna. Iris y Lisia se quedarían a cuidar de este sitio mientras yo estaba fuera. Los Charizard me habían elegido, y yo los había elegido a ellos. Sin embargo, ahora era tiempo de elegir el propio camino que estaba a punto de tomar.
— Yo me quedaré —mencionaba Iris.
— ¿Segura que no quieres regresar con Alain? —le decía a la muchacha; era difícil separarme tanto de los Charizard como de Iris.
— Descuida. Sé que lucharán bien. Mucha suerte.
— Es tiempo de volver… —me decía Brock— Ya tienes los guanteletes…
— Eso es lo de menos —mencionaba, mientras el líder de los Charizard, que era más grande que el resto y de un Shiny distinto, se posaba a mi lado y asentía, entendiendo que mi partida no era de abandono en lo absoluto— Yo nunca me fui del lugar donde siempre me sentí como en casa.
Y así, cuando agarré la mano de Brock y comenzamos a desaparecer en medio de un cielo frío y solitario, las siluetas de más de una docena de Charizard y un par de lágrimas se perdían por debajo de nuestras sombras.
Drew
Había estado tan sumergido en mis pensamientos, que al principio no supe en dónde me encontraba. Primero, sentí cómo la suela de mi bota se hundía en un suelo blando y húmedo; la brisa me dio de lleno en la cara, levantando mi mata esmeralda y acariciando las cicatrices que tenía por todo el cuerpo.
Paso con paso, me acercaba hacia la orilla de un océano tranquilo de marea baja que desprendía estragos de espuma blanquecina justo como las nubes que adornaban un atardecer anaranjado.
— Sé por qué has venido aquí.
La voz en realidad estaba en mi cabeza. Como había mencionado antes, el lugar donde me encontraba a veces era muy confuso, porque esa voz era en estos momentos un recuerdo de lo que había pasado hace una hora, en otro lugar en donde mi instinto me había dicho que debía de ir.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido.
El sanador invencible yacía a un par de metros de mi posición. La fuente dorada en la que había estado sopesando las cosas y contemplando mi reflejo entristecido, fue producto del brillo de su capa blanquecina. Había ido antes ahí porque en realidad no tenía un lugar al cual ir. Huía de Cynthia y de todo rastro que me recordaba el haber formado parte de ese gremio. Huía de mí mismo, de la gente con la que me había relacionado. Huía de PBO, pero no tenía lugar al cual ir y esa fuente dorada que era el centro del Festival Amarillo, lugar en el cual la Novata Índigo y el Gremio Esmeralda habían tenido una contienda en la que se anunciaba el regreso de las Cuatro Novatas y se reafirmaban los rumores de un gremio entre las sombras que se revelaría contra los Cuatro Grandes. Ese era el único lugar que, por el momento, tenía planeado ir. ¿Por qué? Tal vez un instinto me guiaba hacia hacer lo que creía correcto. Tal vez, el encontrarme con Hikari en ese lugar podría ser un buen augurio, pero aunque mis esperanzas eran muy vagas de realmente poderme encontrar a alguien ahí, sólo me dejaba guiar por ese sentimiento que traía encerrado dentro y quería salir a florecer. Un sentimiento de bien, de paz, de justicia, de ira, de esperanza…
— Veo que has abandonado el gremio —supuso, sin responder a mi pregunta.
Mantuve la cabeza gacha, y me volteé para ver la fuente dorada, que desprendía un reflejo hermoso.
— Drew… —me nombró; entonces, se cercioró de que no hubiera nadie en los alrededores. Se acercó, y me tocó el hombro, aunque por un momento pensé que iba a atacarme.
— No tengo idea de adónde ir —le dije, con un nudo en la garganta— Anda… devuélveme con Cynthia. Es tu deber.
Shigeru levantó un poco la comisura de sus labios.
— Puerto Lotad… es adonde deber ir. Ahí te espera tu destino.
— ¿Qué?
— Sé por qué has abandonado el gremio. Sé cómo te sientes: yo también me he sentido así, pero a diferencia de ti, yo estoy completamente solo en esto. Tú, por el otro lado, has corregido tu camino y sé que ahora lo harás para bien…
— ¿Qué tratas de…?
— No hay tiempo para explicarte. Necesito irme. Anda…
Shigeru comenzó a alejarse para teletransportarse. SU semblante era serio, pensativo…
— ¡Shigeru!
Él se volteó.
No sabía si en realidad decirlo. Estaba totalmente confundido, perdido, solo. Supongo él también se sentía así.
— Todo este tiempo he actuado con bastante miedo —confesé—. Las cosas que he hecho las hago con temor, con cobardía, con la esperanza de salvarme a mí mismo. Eso ha ocasionado en cosas fatales para la gente que le agarré un afecto especial en PBO. Mi egoísmo ha sido el mayor enemigo; el miedo me ha vencido hasta el punto en que he sufrido en solitario. Sin embargo, me he dado cuenta de que a veces el miedo puede ser también tu aliado; un miedo que se vuelve tu compañero y que está bien sufrir, sentir temor, actuar con prudencia. En el momento en que ese aliado se vuelve más grande que tú, es el momento en que dejarás de encontrarle un sentido a las cosas por las cuales luchas. No dejes que el miedo y la soledad se vuelvan más grandes que tú, Shigeru. Está bien sentirte como te sientes, pero…
Le miré, tratando de finalizar la frase. Sé que era un poco extraño que estas palabras fueran dichas por mi parte, pero sé que era necesario:
— …no estás solo.
Le sonreí.
Mis pensamientos volvieron a la realidad, donde Puerto Lotad me esperaba con el horizonte de un astro rey escondiéndose y desprendiendo destellos anaranjados y rosados. Las botas esmeraldas ya estaban cubiertas de arena y de agua salada; la brisa me había humedecido las mejillas; el alma se me había limpiado.
A lo lejos, pude ver un par de rostros que había reconocido y que no esperaba encontrarme. El Arquero Estratega y la Maga Esmeralda estaban subiendo en una galera grande pero discretamente escondida. A su costado, varias personas entre las que reconocí a otra de las novatas y al sujeto de ojos de rendija. Me sorprendió ver a algunos aliados de los Cuatro Grandes como Clair y Skyla. Entonces, Alain, el sujeto que supuse era el líder de aquel gremio debido a la batalla épica que tuvo contra mis líderes en la Fortaleza Suicida, volteó debido a su habilidad intuitiva y posó sus ojos ante mi figura. Los demás le siguieron la corriente, y entonces respiré hondo, exhalé y me encaminé a reescribir mi historia.
Esta vez, para bien.
Zinnia
La puerta se había azotado abruptamente; el nivel en el que estábamos era desconocido. Había perdido la noción de lugar, ya que el escape fue fugaz y sin tiempo siquiera de despedirme de mi amiga Lisia. Las cosas habían sido duras con Steven, y más ahora que Brendan estaba a mi lado junto con Haruka.
No recuerdo siquiera cuando el tiempo pasó, pero ahora me encontraba observando el vasto océano que se extendía en medio de un horizonte oscuro. Las estrellas adornaban la noche y algún que otro Pokemon volador deambulaba a metros del océano, esperando a que alguna carnada nocturna apareciera como su cena.
La galera de Sabrina nos había rescatado para volver de inmediato a la Fortaleza Catarata. Alain había vuelto derrotando a Steven y destruyendo la megapiedra que tenía bajo su posesión, y una vez que había hecho eso, le mandó un mensaje a Brendan para que nos trasladáramos de inmediato hacia el Puerto Lotad. Con mucha cautela y rapidez lo habíamos hecho; el líder de los Mega había estado contemplado a orillas de la bahía lo que se encontraba más allá del mar; más bien, al parecer estaba sopesando toda la situación que acababa de ocurrir. Por un momento, noté el semblante de Alain un tanto preocupado. Manon, que había escapado con nosotros, al ver a Alain se abalanzó sobre sus brazos y aquello le sorprendió, pero le recibió con alegría. De igual manera, más gente se unió en nuestro camino de regreso a casa; gente que no conocía, pero que sabía que habían pertenecido al alto mando de los Cuatro Grandes. También una muchacha de cabellos anaranjados y otro sujeto de piel morena y ojos de rendija nos acompañaban. Sabrina nos apresuró y todos volvimos a zarpar hacia lo que se supone era de nuevo nuestro hogar.
El sol se había metido más rápido de lo que creí. Antes de darme cuenta, la noche era mi única compañía sobre el estribor de la galera dorada. Sin embargo, a altas horas de la noche, la presencia de Brendan me había exaltado. El arquero se encontraba a mis espaldas, sin mucho que decir. Había estado distante de él, y quería estarlo. No me sentía muy cómoda a su lado teniendo a May de compañía. El beso que ambos habían tenido aún estaba congelado en mi mente.
— Problemas para dormir ¿no?
Suspiré.
— ¿Qué es lo que quieres? —le espeté bruscamente.
El sujeto se mantuvo en silencio. Entendía mi comportamiento.
— Estaba preocupado por ti, Zinnia.
— ¿Por mí o por las megapiedras?
— Por supuesto que por ti, Zinnia. Las megapiedras eran lo de menos. ¡Tú estás a salvo!
— Traicioné a tu gremio.
— No, Zinnia. Todo… todo lo había planeado Alain.
— Ni siquiera tú lo sabías.
— Es cierto, pero en todo momento me preocupé por ti ¿sabes?
— Y por eso te besaste con May…
Aquello hizo que el chico se quedara en silencio, sin saber qué más decir. Sin embargo, me respondió con algo que no había tenido en cuenta.
— Y Steven… ese beso… ¿qué…?
— Eso fue algo que me obligó a hacer —le espeté.
— Sí, ya veo. Se notó —su sarcasmo no estaba ayudando.
— ¡Eso no es de tu incumbencia! No sabes que era una prisionera y en cualquier momento podía matarme. ¡No tienes ni idea, imbécil!
— Sacrificamos nuestras vidas por ti, Zinnia. Vinimos hasta acá para salvarte. No a las megapiedras; a ti. Y yo vine para salvarte, porque me importas…
Me quedé en silencio, viendo hacia el océano. Cuando quise responder de vuelta, Brendan ya se había marchado hacia el interior de la galera. Lo que más me preocupaba ahora, es que Alain se había mantenido sumamente amable conmigo, lo que me indicaba que mis delitos contra el gremio no le habían importado en lo absoluto… o será que ¿todo era parte de algún plan?
Cuando volteé de nuevo hacia el océano, respiré hondo y suspiré. A lo mejor, ellos me habían perdonado. A lo mejor, todo había quedado en el olvido y el que Alain hubiese derrotado a Steven había saldado mi cuenta por completo.
Sin embargo, cuando volteé a mis espaldas, Brendan ya no era el que me estaba inquietado en mi ambiente de soledad. Era Sabrina, que tenía unos grilletes en su mano en señal de que me iban a aprisionar.
— Ya sabes lo que le pasan a los traidores —me confesó— Lo siento, esta vez no tienes escapatoria…
Y en ese momento, supe que algo malo me iba a suceder.
Las trompetas resonaban. El ruido de éstas comenzaba a resonar por toda Fortaleza Catarata, en señal de que un barco se vislumbraba por el horizonte de un océano inmenso. La gente en las almenas se agilizaba para abrir las puertas inmensas de los muros y dejar de paso a la galera dorada; el gentío en pueblo mega vitoreaba de alegría, parando sus actividades comerciantes y alabando el regreso de su líder. Pokemon saltando y llenos de furor por ver cómo Alain se encontraba imponente sobre la proa del navío, con la espada inmensa rozando el suelo de la galera y la capa oscura revoloteando con el aire de la brisa salada. Manon venía de estribor a babor, saludando a la multitud que se aglomeraba a orillas del puerto. Sin embargo, ellos eran los únicos, junto con Sabrina, que se habían mostrado expuestos en la galera. Los demás estaban dentro y particularmente había una razón para ello.
Cuando el navío ancló, Alain ordenó una movilización inmediata de todos los miembros del gremio Mega en la gran explanada que había dentro del castillo; el sujeto daría un anuncio que movería los corazones de todos los miembros, así que era de suma importancia que comenzaran con el movimiento. Norman asintió y se agilizó; sin embargo, tres figuras más, aparte de todos los navegantes a cargo de la galera, salieron para exponerse ante el público: Brendan, May y Zinnia. Ésta última aprisionada en unos grilletes de metal que impedían liberar su magia de arena. Más pronto de lo esperado, la gente del pueblo comenzó a abuchear y a lanzar cosas en dirección a Zinnia, maldiciendo por los aires y llamándola traidora. Claramente la gente no era de mala memoria, y el rumor de que ella había robado todas las megapiedras que el gremio tanto trabajo le costó robar a los Cuatro Grandes se había esparcido por toda la zona, llevando el nombre de Zinnia en lo más alto de su repudio.
Alain ordenó que se formara un pasillo a lo largo de pueblo para que se llevara a la prisionera directo al castillo. Mientras Zinnia avanzaba, varios pedazos de tomate, basura y demás cosas comenzaron a ser lanzadas hacia ella. Brendan y May, iban detrás de ella, intentaban cubrirse, aunque no les daban del todo. Los guardias que llevaban a Zinnia apresuraron el paso, mientras que al final de la fila venían Kasumi y Brock —los cuales tenían tiempo ya sin haber estado en el gremio—, Manon, Alain y los líderes de cada escuadrón.
Una vez que Zinnia comenzó a cruzar las puertas del castillo, fue llevada hasta una torre en la cual, comenzó a ascender hasta que llegó al puente de conexión que había en lo más alto del castillo. Entonces, los guardias le ordenaron colocarse de rodillas, mientras Alain se posaba inmóvil detrás de ella, viendo el paraíso oceánico y las cataratas que caían a sus espaldas.
La gente poco a poco comenzó a arremolinarse en la explanada central, donde más allá, estaba el puente de conexión que podía verse con claridad, pero no con detalle. Desde ahí arriba, Zinnia veía la gente como pequeñas hormigas, algunas de ellas lanzando gritos hacia su persona. Las personas se iban formando ordenadamente y esperando a ver un espectáculo que ella no estaba muy entusiasmada de ver. Quería decirle a Alain que no lo había hecho con ninguna intención; que todo era porque tenía miedo. Sin embargo, sabía que no era cierto. Todo fue por su libertad, y si iba a ser ejecutada por ello, moriría por lo que estaba luchando, así que prefería eso a suplicar por su vida.
Una vez que todo el gremio se encontró en presencia de lo que su líder iba a hacer, éste verificó que todos estuvieran en sus respectivos puestos. En el puente de conexión, ahí donde la espada sin vida alguna debería estar calvada, se encontraban Norman, Sabrina, Pegaso, Elesa, Lectro y Serena, junto con Manon y Alain para presenciar la ejecución de Zinnia, quien había saboteado toda la operación del robo de las megapiedras que ahora mismo se encontraban en poder de Steven Stone.
Cuando el sol comenzó a salir por entre las cataratas, Alain supo que era momento de hablar. Que, finalmente todo lo que él pensaba tenía que ser sabido por su familia:
— ¡Querida familia Mega…!
La voz resonó a través del puente de conexión; la brisa del mar, la altura ni la distancia pudieron disipar la voz del gran líder; al haber mencionado a su gremio, la gente en la explanada se entusiasmó.
— ¡Hoy estamos aquí con grandes noticias! ¡He partido, he abandonado a mi gremio durante un par de días por razones necesarias! ¡La chica que ven aquí ha traicionado al gremio robando las megapiedras que tanto trabajo nos ha costado conseguir! ¡Eso es algo imperdonable y que merece un castigo!
La gente le apoyaba. Algunos gritaron el nombre de Zinnia y la justicia que se merecía.
— ¡Desde hace tiempo que nuestro gremio ha sido objeto de burla y subestimación! —Alain sabía que se refería a Serena— Pero con el tiempo se supo que eso llevó a las personas que están aquí conmigo a ser mejores, a hacer las cosas que hicieron para defendernos, a volverse más fuertes incluso en las peores tormentas.
Tomó un respiro; miró hacia el horizonte:
— Esta vez, la situación es la misma. Una persona vino, se coló en nuestra familia y abusó de nuestra confianza para satisfacer sus propias necesidades. Todo eso trajo consecuencias como la posesión de las megapiedras, el riesgo de que supieran nuestra localización y la vida de varios integrantes queridos.
En ese momento, Alain desenvainó súbita e inesperadamente su espada, que medía más de lo que algún humano pudiera medir. El brillo de la espada aún no se veía con claridad, pero varios destellos de muchos colores se hicieron apenas perceptibles.
La gente se exaltó. No pensaron que el propio Alain fuese a ejecutar personalmente a Zinnia. Ésta, al ver la longitud y el volumen de la espada, simplemente cerró los ojos, mientras un par de lágrimas se arrastraban por sus mejillas para perderse en el vacío de la explanada.
Entonces, Alain sujetó con fuerza la empuñadura de su espada; el viento soplaba con intensidad, agitando los mechones azules de su cabello; su mirada se posó en Zinnia, y la muchacha le devolvió una mirada que no indicaba súplicas, sino firmeza a pesar de que tenía miedo morir. Entonces, Alain levantó la espada al aire y comenzó a dar un giro de 180 grados, para intentar cortar el cuello de una joven que yacía de rodillas y boca abajo.
La gente se petrificó. Brendan sonreía, sabiendo que todo había estado bien. En ese momento, la explanada se quedó en total silencio al ver lo que sucedió: Alain había clavado la espada sobre el suelo, con la fuerza medida para no romper el puente, y Zinnia veía absorta y con las pupilas fuera de su órbita cómo la espada había apenas cortado un pequeño mechón de su fleco azabache sintiendo el frío y el misterio que irradiaba la espada a centímetros delante de ella. El concreto del puente apenas se rompió, ya que la espada fue clavada con una sutileza y perfección que sólo Alain podía haber hecho.
En ese momento, la gente se quedó en un estado al cual no sabían cómo reaccionar.
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— Quisiera comenzar a explicarles por qué le he perdonado la vida a Zinnia. No porque tuviera un corazón blando, ni porque no merece ser castigada por las acciones que tuvo contra el gremio. Sabemos todos nosotros que el traicionar a nuestra familia está por debajo de nuestros principios. Quiero mencionarles que en todo momento estuve consciente de ello.
— ¡¿Qué?! —dijo un sujeto en la multitud.
— ¿Dejó que las robaran?
— ¿Qué clase de broma es esta?
La gente comenzó a alterarse; sin embargo, Alain fue mucho más claro.
— ¿Se acuerdan del Destello Eléctrico? ¿Aquel sujeto al cual nos aferráramos a que siguiera vivo para que se uniera a nuestras tropas? Bueno, todo se remonta a cuando el pequeño grupo que aún estaba formando antes de comenzar con este gran gremio. Al escuchar el nombre de Satoshi, supe que sería un gran aliado. Sin embargo, la paciencia venía con un gran poder, y tarde o temprano aquel chico estaría en grandes problemas debido a todo lo que le rodeaba y le sucedía hace un año. Saben lo que pasó en la Guerra Celestial y saben que él fue el primero en completar la Megafusión públicamente. ¡Claro que lo quería tener en mis tropas! ¡Claro que quería que formara parte de la élite, pero no era tiempo ni momento para buscarle! Además de todo, después de eso desapareció y pasó más de un año en el que no se supo si estaba vivo o muerto. Cuando los rumores volvieron a cobrar vida y la gente susurraba que el Destello Eléctrico estaba de vuelta, aproveché la oportunidad para tomar ventaja de esos rumores y mandé a un miembro de nuestra familia, Brendan, a ver si aquello era cierto. Si en realidad seguía vivo, sabía que era el momento de que se uniera a nosotros ya que las aguas se habían calmado y todo estaba tranquilo; si no seguía vivo y todo era una mentira, sabía que tenía que aumentar mis fuerzas y las del gremio, porque no podíamos depender de alguien como Satoshi. Es decir, su muerte me inspiraría a obtener las fuerzas suficientes y a aprovechar ese rumor para actuar bajo las sombras.
Al enterarme que, en efecto, Satoshi había desaparecido totalmente de PBO y que todo era un rumor, comencé con el plan: tuve gente infiltrada en el gremio de los Cuatro Grandes, que me mencionaron sobre la recolección de las megapiedras; asimismo, también Brendan me mencionó sobre las pistas que él había descubierto en el gran desierto de PBO y de una poderosa arma que se escondía en un lugar secreto. Aproveché entonces toda la confusión que se había generado en torno a Satoshi para robar las megapiedras y salir de ahí ileso. Una vez que logramos ese cometido, tuve que jugar las cartas que tenía a mi favor: Zinnia y Kalm, que se unieron al gremio, fueron piezas importantes para este plan.
Sabía que Zinnia tenía una relación indirecta con Steven. Brendan me informó que el pueblo de donde era ella, había sido gobernado por Steven Stone, y cualquiera que abandonara su lugar de origen, y mucho más como esclava, sería una llamada de atención directa para el Arquero Oscuro. Esto provocaría que Steven le rastreara; sin embargo, él no podría hacerlo debido a las habilidades que Kalm tiene fuera del juego. Éste puede ocultar nuestra identidad en el mapa como queramos, así que no podía rastrear nadie a Zinnia y eso llevaría a Steven a la desesperación. Al mismo tiempo, sabía que Zinnia quería ser libre, y qué mejor ocasión que el tener en su posesión más de mil megapiedras valiendo cada una una fortuna suficiente para poder ser libre. Supe que las robaría y regresaría a su pueblo para venderlas, donde Steven, en medio de su desesperación, con algo más de fortuna estaría ahí para tenerlas de vuelta tarde o temprano.
Steven Stone, ya con la posesión de las megapiedras, no se conformaría con sólo recuperar lo que le fue robado, sino que también quería saber dónde nos encontrábamos nosotros. El gremio que se está revelando y volviendo más fuerte entre las sombras era algo que se debía atender entre los Cuatro Grandes, así que aprovechó la situación y raptó a Zinnia para sacarle información. Fue una jugada arriesgada, pero confié en que ella no diría nada de nosotros y así fue. Todo el tiempo ella estuvo monitoreada y vigilada mediante los diálogos y todas las actividades que hacía al día con día, gracias al hackeo de Kalm, que podía ver lo que los jugadores que tiene como amigos viven día con día fuera de PBO. Prácticamente, veía todo lo que Zinnia veía por medio de una grabación que Kalm podía ver fuera del juego, y éste sólo podía aplicarlo en jugadores a los cuales tiene como amigo. Como sea, Zinnia jamás nos traicionó incluso si de eso dependiera su vida, y por eso le permito quedarse aquí con nosotros. Steven, al ver que no sacaba información de ella, quiso llevarla más a su círculo íntimo para que pudiera confiar en él, y así de alguna u otra forma poder llegar hasta mí. Así lo hizo cuando llegó hasta la Megapiedra legendaria y fui hasta él para combatir. Kalm, al ver en su monitoreo a Zinnia y a Steven delante de la Megapiedra, supe que era el momento de atacar, por lo que el chico nos teletransportó a mi, a Manon, Haruka y a Brendan a Ciudad Subterránea, justo en ese punto muerto que en el mapa no se veía muy claramente. Steven finalmente dio conmigo, que disputó una batalla en la cual perdió y pude destruir la Megapiedra Legendaria.
Sin embargo, el punto clave del plan fue lo que Brendan me dijo que descubrió en una cueva en el gran desierto de PBO:
"Tres son los pájaros. Cuatro son las fases; cuando se hayan completado tres de ellas, los pájaros dejarán al descubierto el camino hacia la luz y la oscuridad que guiará a los héroes destinados."
Al principio, no pude resolver ese acertijo. La tuve difícil, debo admitirlo. Sin embargo, supe que tenia que ver con el arco de Luz y el de Oscuridad. Uno de ellos ya estaba en posición de Steven Stone, y el otro estaba escondido en las profundidades de PBO. ¿Cómo poder localizarlo? Sólo Steven Stone sabía. Gracias a las personas infiltradas que tengo bajo mi mando, supe que uno de los más grandes temores de Steven era que tocaran su arco; para él, su arma era la más preciada y sagrada, pero tenía que haber una explicación. Entonces, entre la confianza e intimidad que comenzó a formar con Zinnia, tuve la esperanza de que le dijera, mas no que la chica tocara el arco. Sin embargo, el resultado fue mayor de lo que esperaba: cuando Zinnia tocó el arco de Steven, ella lo supo. Sabía dónde se encontraba el Arco de Luz y su localización. Zinnia, al mencionarme la localización de dicho arco, yo pude resolver el acertijo: "Tres son los pájaros" —Zapdos, Articuno y Moltres, los Pokemon Legendarios que cada uno cuidan una de las tres islas las cuales resguardan el Arco de Luz—. "…cuatro son las fases" —Se refiere a las fases por las cuales PBO ha pasado: la primera de ellas es la versión beta, la segunda el inicio, la tercera la desesperanza y la cuarta es la salvación—. "… cuando se hayan completado tres de ellas, los pájaros dejarán al descubierto el camino hacia la luz y oscuridad que guiará a los héroes destinados" —actualmente PBO se encuentra en la fase de desesperanza, así que la localización del Arco de Luz está disponible para los jugadores; Zapdos, Moltres y Articuno se encuentran vigilando el Arco de Luz, el cual le hará frente a Steven y a los demás grandes; y nosotros somos esos héroes destinados. ¡NOSOTROS SOMOS LA LUZ DE POKEMON BATTLE ONLINE!
En ese momento, la gente que había estado boquiabierta, comenzó a gritar de furor. El odio hacia Zinnia había desaparecido; en su lugar, una ola de esperanza como nunca antes se había sentido empezó a invadir los corazones de cada jugador en la explanada. La alegría, la valentía y la fuerza estaba siendo de vuelta a la gente, algo que Satoshi no había podido hacer desde hace mucho tiempo. Alain era la salvación; Alain era el nuevo Destello de Esperanza.
Alain entonces alzó las manos en señal de silencio, ya que aún tenía más cosas que decir:
— Steven Stone siempre supo la localización del Arco de Luz. Él no puede tener ambos arcos, por lo que siempre mantuvo en secreto la localización de su némesis. Ahora bien, se preguntarán: ¿por qué alguno de sus aliados no fue a por el Arco de Luz? Creemos que la localización del arma está custodiada, además de aquellos Pokemon Legendarios, por una seguridad impenetrable en la que ni el creador del juego puede pasar, de acuerdo con los reportes de Kalm. ¿Quién creo ese "campo de fuerza" impenetrable? Ha sido Ciprés, o eso queremos creer, de acuerdo a los reportes de Gold y la convivencia que éste tuvo con uno de los co-creadores del juego. Entonces, si es impenetrable, ¿cómo es que vamos a poder pasar a esas tres islas que contienen el Arco de Luz? Ciprés no estaba consciente de este lugar, ni tampoco de muchas zonas protegidas que tiene PBO gracias a él, ya que jamás se lo dijo a Gold ni a sus aliados de ese momento, pero queremos pensar que algo sucedió para que Giovanni, el creador del juego, no tuviera acceso a esos lugares por medio de teletransportación. Tenemos entonces, una contraseña que será capaz de disolver ese campo de fuerza, el cual al momento de ser disuelta, Giovanni y compañía también intervendrán para ir a por el arco y demás cosas que se encuentren ahí; sí, también hay más poder dentro de esas tres islas, pero aún no sabemos qué es lo que se esconde. Giovanni ni nadie podrá ser capaz todavía de teletransportarse, ya que el código que se nos ha proporcionado sólo disuelve la entrada y salida del lugar, mas no la capacidad de teletransportación. Dicho esto, es muy importante que estén conscientes de que nos enfrentaremos a enemigos de alto poder; ellos tienen en su poder las megapiedras, así que esperaremos entonces a que los enemigos con los que batallemos estén megafusionados. Sin embargo, hemos entrenado arduamente y durante un largo tiempo para este momento. ¡Somos más fuertes de lo que creen!
La gente se animó una vez más, aunque no se veían muy convencidos.
— Lo sé —proseguía Alain— Se preguntan cómo es que he conseguido el código y cómo es que vamos a vencer a los Cuatro Grandes, si ni siquiera teniendo el Arco de Luz podremos matarlos. Bueno… quisiera presentarle a mis infiltrados.
En ese momento, tres personas abrieron la puerta de la torre para caminar hacia el centro del puente. Zinnia se sorprendió y abrió los ojos de par en par, mientras los líderes de escuadrón, uno a uno, sonreían de una manera esperanzadora.
Skyla, Clair y Drew se encontraban frente al gremio Mega. La gente en la explanada al principio quiso verificar si en realidad estaban viendo a los miembros élite de los gremios Equilibrio, Escama de Dragón y Esmeralda respectivamente. No sabían cómo reaccionar, o si en realidad confiar en ellos, pero cuando Alain comenzó a hablar, la sorpresa fue aún mayor:
— Skyla y Clair han tenido contacto frecuente conmigo, y siempre estuvieron de mi lado. Han hecho cosas malas, sí, pero todo fue por un propósito en común. Drew, a pesar de que había perdido su camino, finalmente decidió reescribir su historia para borrar los pecados de su pasado, y qué mejor manera de hacerlo que dándonos el código que nos permitiría la entrada hacia las tres islas…
Drew entonces miró hacia abajo, hacia donde toda la gente le miraba con sentimientos encontrados. Aquello le recordaba a sus días en las que era el líder del gremio Esmeralda, en las que sometía a su gente y hacía cualquier cosa a su merced. Esos tiempos habían sido reemplazados por sufrimiento y oscuridad, viviendo un infierno bajo los talones de Cynthia; ahora, todo eso estaba fuera de su alcance. Había pasado por un mal camino, pero él creía que era necesario para poder redimirse y seguir la luz de esperanza. Incluso, las oportunidades se le habían presentado le indicaban que tenía que ir por el buen camino, además de que él ahora estaba convencido de que lo quería así, y Shigeru se lo hizo saber:
— Adiós, Shigeru… —mencionaba Drew antes de que éste desapareciera.
— Espera… —Shigeru, en lugar de teletransportarse, quitó el menú de su juego— Tengo algo para ti, fuera. No aquí. Aquí es peligroso.
— ¿De qué hablas…?
— Dime la dirección de donde te encuentres en Ciudad Luminalia…
— Yo…
— Skyla y Clair ya recibieron su casco. Lo he logrado, Drew. Wilson me ha mostrado la bodega secreta de Cipres y ahí, en cuestión de un par de días, he podido conseguirlo.
— No sé de qué hablas…
— Además, en la bodega pude encontrar un código de número y letras, seguido de la palabra "Islas Legendarias". Supongo que es ahí adonde irán. Seguro Kalm sabrá qué hacer con ello.
— ¿Qué…? ¿Cómo sabes…? ¿Quién es Kalm? ¿De qué…?
— No importa. Anda, dime la dirección. Tengo que irme. No he podido hacer más cascos, ya que no puedo estar mucho tiempo desconectado. Suerte. Venga, dame la dirección.
— S-sí… —mencionaba mientras sentía todavía la pequeña brisa de la fuente dorada.
Drew volvió a la realidad; el recuerdo de Shigeru confesando todo aquello le había tomado por sorpresa. Incluso aún más cuando el sujeto se había desconectado en su lugar escondido de origen para que en la vida real, delante de su puerta, le llegara un paquete que contenía un pequeño papel y un casco de la Virtual Console.
— ¡Mejor aún…! —Alain proseguía— ¡Ellos tres tienen nuevos cascos! ¡EL CASCO 4.0! ¡TRES JUGADORES CAPACES DE MATAR A ALGUNO DE LOS CUATRO GRANDES! ¡ES NUESTRO MOMENTO DE BRILLAR! ¡ES MOMENTO DE IR A POR TODO A LAS ISLAS LEGENDARIAS Y DEMOSTRARLES QUE TODAVÍA HAY ESPERANZA! ¡UNA VEZ QUE LOS CUATRO GRANDES SEAN ASESINADOS, TOMEMOS EL ARCO DE LUZ Y ASESINAMOS A GIOVANNI, SÓLO QUEDA SEGUIR CON LAS MAZMORRAS HASTA LLEGAR AL NIVEL 100! ¡ES HORA DE RESURGIR!
La gente finalmente explotó en un jubilo enaltecedor. Los tres sujetos que yacían inmóviles ahí fueron venerados, pero más por Alain ya que había sido el origen de todo este plan maestro que finalmente había despertado un fuego de esperanza en darle un merecido a esos cuatro sujetos que habían reinado durante mucho tiempo los campos virtuales.
— Es hora, Astrid. Verás que nada habrá sido en vano… —susurró Alain para consigo. Manon le escuchó, y le tomó de la mano en señal de apoyo.
En esos instantes, Alain se perdió en sus pensamientos. Los gritos de júbilo y el nombre de Alain que se lanzaba al aire cada segundo fueron ruidos sordos para el sujeto, que sólo pensaba en alguien: Astrid.
Alain, que había pasado por mucho para llegar hasta aquí. Alain, que formó poco a poco un gremio hasta llegar a lo que ahora era. Alain, que ideó todo esto con la esperanza de destronar a esos sujetos. Alain, que consiguió esa espada por fortuna o por destino. Alain, el Destello de Esperanza. Alain, el padre de los Mega.
Próximo capítulo: Mega-amigo
