¡Hola! Espero el capítulo pasada les haya gustado; particularmente se me hace interesante el pasado de Alain y cómo llegó a ser parte de lo que ahora es. Sin más, que disfruten de la continuación y sólo pido paciencia... ¡Nos leemos y gracias por todas las visitas y los comentarios!
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Capítulo 117
Mega Coraje
Megafusión…
Ciertamente era algo que a Alain le sorprendió demasiado, ya que jamás había pensado que un poder así fuese a existir dentro de PBO. No lo había visto nunca, pero quería saber más acerca de ello; sin embargo, como era la única información que había encontrado a lo largo de toda la noche, sabía que no había nada más que hacer. Ahora, lo siguiente era ir con A.Z, robarle la piedra activadora y experimentar esa megaevolución en su Charizard; simple y sencillo, pero también difícil debido a que tenía que deshacerse de Manon.
El chico suspiró una vez que vio a la pelirroja descansar apaciblemente encima de una pequeña pila de libros. La lámpara de aceite estaba a punto de extinguirse, y la tormenta que había allá afuera había cesar por completo, dejando rastros de una briza fría y solitaria.
Alain cargó como pudo a Manon, envolviendo sus manos sobre su cintura de forma que la cabeza de Manon estuviese recargada sobre el pecho de Alain. Entonces, el chico sin mucha fuerza, pero sigilosamente salió de la biblioteca y se dirigió de nuevo al pueblo donde Manon tenía su humilde residencia.
Cuando ambos habían llegado, Charizard salió repentinamente de su pokébola, con un bostezo enorme que indicó el cansancio de no haber hecho prácticamente nada en el día. Se adueñó de un pequeño sofá que estaba a un lado, y entonces Alain depositó a Manon en la cama apaciblemente para que ésta no despertara. De pronto, la vista de Alain se posó sobre los pechos de Manon; el regazo de Manon era blanquecino, suave y cálido, y con un par de pecas que invadían los bordes iniciales de sus bustos. Alain de pronto se sonrojó, sabiendo que no tenía que haber visto ahí desde un principio. No obstante, cuando volteó de nuevo al ver el rostro apacible de Manon, su mirada estaba bastante cerca de la de él, sus labios cerrados atraían poco a poco a Alain, y el muchacho no sabía lo que estaba haciendo. Cuando quiso acercarse más para indicarle que le quería, éste se apartó de repente y suspiró. La imagen de Astrid llegó a su mente, y quiso sacarse todo este revoltijo de sentimientos encontrados que tenía.
Antes de que pudiera explotar sin saber qué hacer, tuvo la determinación de salir de la humilde casucha, no sin antes dedicarle una última mirada a Manon y regresando de nuevo a su pokébola al Charizard perezoso. Era hora de robar algo que le pertenecía a A.Z.
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Antes de que Alain se pudiera dar cuenta, el chico ya se encontraba rodeado de nieve, ventisca y subiendo de nuevo las faldas de la cordillera Snowpoint. Esta vez, había comprado antes el equipo necesario y las ropas adecuadas para no congelarse como la vez pasada, por lo que le fue mucho más fácil escalar gracias al arnés que tenía colgado en la cintura y la pica que iba clavándose en las fisuras de los muros imposibles a escalar sin equipo. El sol se iba ocultando poco a poco entre las nubes y entre una especie de densa neblina blanquecina, hasta que la luz se fue debilitando y dejó su paso a la noche. A la hora del crepúsculo, Alain ya estaba en aquel lugar que tanto trabajo le costó encontrar de nuevo: la cabaña de A.Z.
Primero se cercioró de que no hubiera nadie en casa; aunque era noche, la chimenea había estado encendida debido al hilo de humo que salía desde la rejilla. Caminó lentamente, dejando rastros de huellas en la nieve y en medio de una pequeña ventisca que le revoloteaba los cabellos, pero que podía soportar debido al abrigo de piel de Mightyena que tenía puesto. Una vez que se asomó sigilosamente por la ventana, se dio cuenta de que la chimenea solamente había estado prendida y estaba a punto de consumirse; el equipo de alpinismo que había estado amontonado en una esquina no se encontraba, por lo que Alain supuso que A.Z se encontraba fuera. Entonces, se dirigió a la puerta no sin antes echarle un último vistazo al paisaje de las cordilleras.
Ahí dentro comenzó a rebuscar por todos lados. Desde los pequeños muebles que se encontraban alrededor hasta por debajo del colchón en donde dormía el sujeto. Duró un par de minutos buscando rápida y exhaustivamente, pero no pudo encontrar la piedra activadora. Entonces, Alain suspiró de rabia porque sabía que A.Z la tendría ya sea en su inventario o puesta en su muñeca. Sea como sea, tenía que ir a por él y…
Súbitamente, sintió un par de manos que le agarraron del cuello de manera tosca. Entonces, sintió cómo el suelo se despegó de sus pies y el aire comenzó a faltarle. Antes de saber qué estaba sucediendo, A.Z ya le tenía agarrado del cuello y le asfixiaba de una manera cruel. Alain intentaba zafarse y pataleaba de desesperación, mientras el sujeto le miraba con rabia en medio de aquel fleco blanquecino y reseco. Su respiración era agitada debido a la furia que sentía y al recuerdo que tenía de cómo Alain se iba alejando con su Charizard para perderse en el horizonte.
— Bastardo… —maldecía A.Z. De un momento a otro, el rostro de Alain había estado ya de color púrpura, y su vida poco a poco iba bajando. Sabía que de un momento a otro podía aplastar la cabeza del sujeto y matarlo, pero eso era demasiado y A.Z se había dado cuenta ya desde antes que Alain era un beta, así que no tenía caso.
Lo soltó repentinamente y Alain azotó sobre el suelo dando bocanadas gigantescas de aire, mientras se reincorporaba poco a poco. En ese momento, A.Z ya tenía en su posesión la megapiedra que Alain le había robado. Sin haberse dado cuenta, A.Z había hurgado entre sus bolsillos. Cosa estúpida el no tenerla en el inventario, pero favorable para A.Z.
— Lárgate de aquí —le espetó.
Alain aun seguía en trance, pero se paró de rodillas y pronto escupió debido a toda la saliva y sangre que sentía en su garganta.
— Devuélveme la megapiedra.
— Tú te la has robado. ¿Recuerdas? —le contestó A.Z aun furioso.
— Por favor, yo…
— No te devolveré una mierda.
— Necesito —Alain entonces llegó hasta el hombre, pero de una manera suplicante y de pronto Alain empezó a llorar— Por favor… necesito… necesito volverme más fuerte. No quiero que pase lo que pasó. Por favor…
A.Z se quedó mirándole, entiendo el dolor que sentía.
— Astrid… ella murió por mi culpa. Si hubiese sido más fuerte, yo…
— Te entiendo —mencionó A.Z. De pronto, hubo un silencio sepulcral en el que las chispas de la fogata eran las únicas que destensaban el ambiente— Sin embargo, no eres el único que ha sufrido aquí. Vuélvete más fuerte, pero hazlo sin robarle la fuerza a aquello que lo han hecho bajo sus propios méritos. Qué manera más humillante y patética de volverse fuerte, ¿no lo crees?
— ¡MALDITO BASTARDO! ¡NECESITO LA MEGAPIEDRA! —Alain explotó y se fue directo hacia A.Z, pero cuando quiso embestirlo, A.Z le esquivó y Alain chocó contra la entrada. En ese momento, el hombre le propinó un golpe sobre el rostro a Alain que lo mandó de nuevo hacia el suelo y azotó bruscamente. El chico se quedó dolido y sollozando, recordando aun los momentos que había pasado con Astrid en la granja. Poco después, viendo el estado lamentable de Alain, A.Z simplemente abrió la puerta de su cabaña para pedirle amablemente que se saliera de ahí. Alain escuchó y se paró tambaleándose para desaparecer de ahí y perderse entre la nieve, aun con los lamentos acompañados por los copos de nieve que caían por Snowpoint.
Alain bajó lentamente por la montaña, sin rumbo alguno. Se sentía inútil, sin fuerzas para poder mejorar. Quería proteger a Astrid, pero ella ya no se encontraba ahí, y mucho menos podía hacer algo al respecto. Había conocido entonces a Manon, y aunque había sido por poco tiempo, él quería mejorar no sólo para ella, sino para toda la gente que se cruzaría en el camino de Alain. A pesar de que quería estar solo y se había alejado de todo y de todos, inevitablemente conocería gente que se ganaría su confianza, y no podía permitirse ser débil y dejar desamparada esa gente.
De pronto, las lágrimas cayeron por su rostro. No entendía el por qué se sentía así, pero intentaba ser fuerte sentimentalmente y no caer en la desesperación. Intentaba con todas sus fuerzas, pero una vez que estuvo a orillas de un pequeño riachuelo, desató toda su furia.
Sacó su espada y con todo el MP lleno concentrado en el sable, lo enterró bruscamente sobre la orilla, provocando una onda de aura y un desprendimiento poderoso de la capa de hielo que se estaba formando en el lago. La brisa de nieve desapareció al momento en que la espada desató su poder, y varios pedazos de hielo como iceberg se comenzaron a alejar hasta que Alain se quedó en uno de ellos, flotando en lo que ahora parecía ser un lago en lugar de un riachuelo. Alain lloró por un par de minutos más, desamparado y dolido más por la muerte de Astrid que por el robo de la megapiedra robada. Eso sinceramente no le importaba mucho; jamás había sacado esos sentimientos a flote desde que vio la cabeza rodando por el suelo; desde que el Nidoking asesinado había saboreado las entrañas de su primer amor. No había tenido la oportunidad para desatar esa tristeza, esa dolencia, ese arrepentimiento. Y cuando su MP llegó a cero de un solo ataque al suelo de hielo, se sintió mucho mejor.
Levantó la cabeza; sus ojos estaban hinchados y su mirada era deprimente en medio de un lugar solitario y frío como en el que estaba. Entonces, miró a un lado: no se dio cuenta de que todo este tiempo había tenido una pequeña galera que había estado descansando a orillas del riachuelo. Cuando clavó su espada en el suelo y hubo desprendido toda su aura, la galera inevitablemente fue dañada y con ella los que estaban dentro. Sin embargo, antes de poder ir directamente hacia la galera, escuchó una voz al otro lado, donde apenas podía divisarse una pequeña silueta.
— ¡Alain! ¡Alain…!
En ese momento, Manon se divisó, saltando cada uno de los inmensos pedazos de hielo que Alain había provocado. Cuando llegó hasta él, Alain se quedó sorprendido. ¿Cómo es que lo había encontrado?
— ¡Sabía que eras tú!
Alain estaba sin palabras. De pronto, Manon le propinó una cachetada sobre su mejilla que los sorprendió. Manon comenzó a llorar desconsolada pero furiosamente.
— ¡¿Por qué me dejas sola?!
— Yo…
— Si querías mentir, era mucho mejor decirme que no querías estar conmigo. No necesito a nadie a mi lado, Alain. Pero…
— Lo siento…
— Déjame hablar. ¿Quieres? —dijo con los orbes envueltos en capas de lágrimas— No necesito de nadie, pero contigo siento que puedo volverme más fuerte. Tampoco quiero que pienses que por esa simple razón quiero que estés conmigo. He visto tu dolor; puedo verlo en tu mirada. No quiero que te vuelvas a sentir de esa manera. Quiero ayudarte, y la mejor manera para hacerlo es estar a tu lado. ¿Por qué te ayudo? No lo sé; tan solo me gustaría pensar que el que cayeras sobre mí no fuese sólo una simple coincidencia. ¿De acuerdo? Ahora, si lo que quieres es irte y seguir tu propio camino tú solo, lo entenderé, pero por favor dime qué es lo que quieres…
Alain se quedó en silencio.
— Alain… por favor… —Manon tenía los puños cerrados debido al nerviosismo.
— Yo…
Entonces, Alain volteó a mirarle. Pudo ver en ella esa mirada tal y como podía verla en los ojos de Astrid. No sabía cómo ni sabía por qué, pero simplemente esos ojos de auxilio, de cariño y de inocencia los pudo ver reflejados en los de Manon.
— Fui a ver a A.Z. La megapiedra…
— ¡Me vale esa maldita piedra, Alain…!
— Quiero robarle la piedra llave para volverme más fuerte… —Alain le miró fijamente— Y así… así poder protegerte.
Entonces, Manon quedó enmudecida. Ambos se miraron durante un largo rato en el que nadie dijo nada. Alain sabía que quería estar a su lado; quería protegerle y lo decía enserio. Manon, por su parte, estaba ilusionada de que por primera vez encontraba refugio en una persona, y se sentía segura a su lado. Ambos se acercaron para abrazarse, pero en ese momento una voz inesperada de los impidió.
— ¡TÚ! ¡QUÉ HAS HECHO CON MI GALERA!
La voz provenía del mismo navío. Una muchacha de cabellos púrpuras largos y de edad más grande que la de ellos, con un abrigo que piel que cubría su cuerpo y una capucha que impedía ver sus rasgos, estaba realmente furiosa por lo que Alain había provocado.
— De esta no te salvas, niño —mencionó la jugadora llamada Sabrina.
Los tres sujetos, junto con una docena de jugadores que formaban parte de la pequeña tripulación de Sabrina se vieron forzados a llegar al pueblo más cercano, que en este caso era Pueblo Fresco. Una vez que todos se reunieron dentro de una taberna para resguardarse del frío, la muchacha reclamó el pago de los daños que había hecho Alain. Éste aceptó de mala gana; el problema no era el dinero, sino que ahora la muchacha no se iba a zafar de él tan fácilmente hasta que éste le pagara. Sin embargo, Alain era mucho más listo que aquello; es decir, sí iba a pagarle, pero sabía aprovechar las situaciones del momento para su propio beneficio y el de Manon.
— Obtendrás lo que quieres —informó Alain tomando un sorbo de aquel chocolate caliente. La enfermera Joy atendió a la tripulación, que se encontraba en otra mesa. Manon y Sabrina estaban en la de Alain.
— Hay un "pero" … ¿cierto? ¡Te recuerdo que no puedes ponerme "peros" a mí! ¡Tú rompiste mi nave!
— No hay necesidad de gritar… —Alain sonrió— Ahora mismo, dependes de mi pago, ¿cierto?
— ¿Qué si depende de…? ¿Bromeas?
— Y, por lo tanto, yo puedo…
Súbitamente, Sabrina se levantó de la silla y encendió una espada que Alain no había visto jamás, llegó hasta el muchacho, lo embistió y lo puso de espaldas contra el suelo, mientras el sable de luz tocaba los vellos de su garganta. Sabrina estaba demasiado cerca de él, pudiendo notar la rebeldía y determinación de su mirada. Si Alain quería proteger a sus seres queridos, sin lugar a dudas había encontrado a la persona correcta.
— No puedes ponerme tú contra las cuerdas… —le espetó Sabrina— Yo soy la que pone los términos.
— D-de acuerdo… —Alain sentía el calor en su garganta. La espada era bastante extraña pero poderosa. Quiso preguntar cómo es que la había conseguido, pero no había tiempo ni era el lugar indicado para ello.
— Así que… dame mi dinero.
— No… no lo tengo.
— Mientes.
— De acuerdo, de acuerdo. Sí lo tengo. Puedo dártelo en este momento. Sólo… sólo déjame hablar. ¿Sí?
Sabrina entrecerró los ojos sospechosamente. Sabía que algo tramaba el sujeto, pero le dejó hablar y se apartó de ahí, mientras Alain se tocaba la garganta en un suspiro de alivio.
— Te daré el dinero ahora, pero no creo que sea justo que después de haber roto tu barco, tengas que reconstruirlo de nuevo. Puedo ayudarte y me puedo encargar de reconstruir el barco. Incluso puedo aumentar esa cantidad de dinero para que puedas tener una galera mucho más grande y más resistente de lo que imaginas…
— Sigue hablando —Sabrina finalmente había caído en el argumento de Alain.
— Te pagaré lo que quieres en este momento —Alain abrió el menú de su juego y añadió a Sabrina, para poco después transferirle cierta cantidad de pokemonedas a dicho usuario; en ese momento, ambos estaban a mano— Ahora, puedo darte más dinero y encargarme de mejorar y reconstruir ese navío, sólo si me ayudas.
— ¿Qué necesitas?
Alain echó un vistazo a la cima de la cordillera. Ahí, donde las nubes y la ventisca se vieron involucradas hasta el punto en que apenas la gente podía notar a ojo humano.
— Iremos a tomar algo de un sujeto.
— ¿Qué y quién?
— ¿Has hablado oír de las megapiedras?
— No… —Sabrina de pronto se interesó y poco después también lo hacía su tripulación.
— Bien, un sujeto bastante fuerte tiene esa piedra que necesita de una llave activadora para poder despertar el poder. Como sea, esa piedra tiene la capacidad de aumentar tu poder y la de tu Pokemon, ya lo verás. Sólo necesitamos subir, encontrar al sujeto y obligarnos a que nos entregue tanto la megapiedra como la llave activadora. ¿Trato?
— Suena sencillo —Sabrina sabía que realmente sonaba bastante fácil; hubo un momento de duda de su parte, pero segundos después estrechó la mano de Alain y todos fueron en camino hacia las entrañas de la cordillera para recorrer el camino ya conocido por Alain.
Habían esperado al día siguiente a primera hora de la mañana para ello; Alain sabía que A.Z no se movería de ahí, ya que en su primer encuentro le dio a entender que buscaba a alguien allá afuera; no tenía aquel equipo de alpinismo y vivían como ermitaño en una montaña por nada. El recorrido fue sumamente tranquilo, aunque bastante tardado debido a que tanto la gente de Sabrina como Manon no tenían mucha experiencia recorriendo este tipo de lugares. A mediodía y después de vencer a un par de Pokemon salvajes en su camino, llegaron a los adentros de Snowpoint, donde la cabaña yacía en lo alto de una explanada inclinada; el pueblo podía divisarse a lo lejos, así como el riachuelo un tanto destruido por Alain el día anterior. Cuando llegaron a la cabaña, ésta tenía su hilo de humo característico gracias a un fuego a punto de apagarse. Como era costumbre, no había nadie en casa. Alain divisó más allá de la montaña, pero no había rastros ni de A.Z ni de huellas recientes a su salida o llegada.
— Debe seguir en las alturas de la cordillera.
— ¿Lo esperamos? —cuestionó Sabrina.
— No, no podemos esperar a la noche. Tenemos que buscarlo.
Todos hicieron caso a las órdenes de Alain. Cuando cayó el crepúsculo, la mitad de los alpinistas ya estaban muy cansados, y Sabrina no podía dejarles atrás. Alain insistió en que tenían que seguir buscando al sujeto, pero no sabían a dónde podría haber ido y el lugar era bastante peligroso y grande como para seguir buscando de manera tan detallada. Alain entonces dio retirada una vez que la luz solar comenzó a tornarse púrpura; por suerte, no había rastros de alguna tormenta de nieve ni una niebla densa que impidiera la vista del lugar. Alain por primera vez había notado dicha cordillera como un paisaje tan hermoso, que le hizo ver que no sólo las granjas en el mundo real tenían una vista espectacular.
— No creo que lo encontrem…
Las palabras de Alain súbitamente fueron interrumpidas por una gran explosión que ocurrió a un costado más arriba suyo. El sonido produjo un eco enorme y varias piedras cayeron por encima de ellos.
— ¡Cuidado! —advirtió Alain, pero era ya demasiado tarde para algunos tripulantes de Sabrina que se cayeron debido a que las rocas se los llevaron hacia un abismo blanco. Sabrina gritó por sus compañeros, pero era demasiado tarde.
— ¡Sujétense! —Sabrina clavó más la pica en la fisura, mientras todos soportaban el temblor que había producido aquel estruendo. Alain entonces miró hacia arriba, donde el fuego se asomó como columnas que querían alcanzar la cima de la montaña Snowpoint, y entonces supo que tenía que ir hacia allá porque tenía ese presentimiento.
— ¡Alain! ¡Espera! —Manon quiso seguir su ritmo, pero poco a poco Alain iba dejando atrás a todos.
Cuando Alain llegó, atravesó la columna de fuego para encontrarse con una pequeña cueva en la cordillera, donde A.Z estaba herido, inconsciente y cubierto por cenizas y nieve. Alain quiso ir a su socorro, pero en la cueva apareció un Pokemon salvaje que inmediatamente colocó a Alain en posición de ataque.
Un Abomasnow había atacado a A.Z por sorpresa, y no se iba a tentar el corazón virtual por dejar vivo tanto al alpinista como a Alain. En ese momento, el peliazul sacó a su Charizard de la pokébola para hacerle frente al Pokemon de hielo. Ciertamente tenía una ventaja de fuego contra hielo, pero la altura a la que se encontraban producía una debilidad en la flama del Pokemon, lo cual no era bueno. Sin pensarlo mucho, Abomasnow lanzó un rugido seguido de una ventisca que casi tira tanto al Pokemon como a Alain; antes de que se pudiera dar cuenta, el viento sopló tan fuerte y frío que el cuerpo de A.Z comenzó a acercarse a las orillas.
— ¡NO!
Alain sujetó a tiempo las prendas de A.Z que estaba colgado en medio del abismo. Entonces, se percató de que el Abomasnow venía directamente hacia él, y cuando volteó de nuevo para ver si A.Z estaba despertando, notó que en su muñeca tenía la piedra activadora. A un costado de Alain, estaba tirada la megapiedra.
Era una señal.
Alain agarró con su mano libre la megapiedra, y jaló con todas sus fuerzas el cuerpo de A.Z hacia suelo firme. Cuando hizo esto, el alma le dolió y sintió un tirón en sus músculos, pero no desperdició tiempo y agarró la piedra activadora de la muñeca del hombre inconciente.
La piedra se enroscó automáticamente sobre su muñeca. Entonces la megapiedra adquirió una tonalidad variada de colores y de pronto sintió como un gran poder recorría toda su aura. Por primera vez, experimentaba lo que era ser fuerte y su Charizard lo sabía.
Entonces, Charizard aumentó de tamaño y cambió de forma…
[…]
El chisporroteo de la fogata se hizo presente. Fue un sonido tan brusco en medio de un silencio tan sepulcral que hizo sobresaltar a A.Z. Sus ojos primero miraron hacia varios lados, pero poco después de dio cuenta de que el ambiente era sumamente cálido y reconfortante. El sujeto estaba tapado en varias cobijas, y un té caliente le esperaba en el costado de su escritorio. Quiso recordar qué es lo que había sucedido, y después de varios intentos se acordó que aquel voluminoso Abomasnow lo había tomado por sorpresa en la búsqueda de su querido amigo Pokemon. Lo último que recordó fue un negro denso y un silencio apacible.
Se tocó la muñeca.
La piedra activadora no se encontraba en donde tenía que estar. Buscó en sus bolsillos y después en el menú de su juego. Si lo había perdido en la montaña, se despediría de aquel artefacto. Sin embargo, los Pokemon salvajes no eran tan astutos ni tan inteligentes como para robar cosas que no les importaban; sólo queda una explicación y era la necedad y terquedad de Alain.
A.Z se paró bruscamente, harto de que aquel sujeto hubiese llegado por tercera vez para robarle la megapiedra. No entendía cómo es que había salido vivo del ataque del Abomasnow, pero suponía que Alain había llegado para robarle la megapiedra, vencido al Pokemon, llevado de vuelta a A.Z a su cabaña y huir de ahí con la megapiedra y la llave activadora en su posesión. ¿Cuestión de suerte?
A.Z salió al frío; el cambio de temperatura había sido brusco y su garganta se inflamó durante unos momentos. Miró a todos lados, pero la noche había caído ya y la oscuridad reinaba por esos reinos. A.Z estaba perdido… Su poder se le había sido arrebatado de las manos.
Una vez que entró, suspiró de rabia y se acostó en la cama. Entonces, en el techo vio el brillo de varios colores reflejado. Cuando se percató de ello, siguió el reflejo y se dio cuenta que tanto la megapiedra como la llave activadora estaban al lado del té caliente que el mismo Alain se había molestado en servir una vez que A.Z despertara.
Una pequeña nota estaba también en la mesa de noche:
"Necesitas más la megapiedra que yo; espero que puedas encontrar a quien intentas buscar…"
No había nombre de dicha carta, pero A.Z sabía que era de Alain. Entonces sonrió de manera irónica y miró hacia la puerta todavía abierta, en la que entraba frío, oscuridad y misterio…
[…]
— Bien, es hora de que cumplas lo prometido —le espetaba Sabrina a Alain, mientras habían llegado adonde la galera había yacido durante un día entero— Tal vez… tal vez todo esto no fue buena idea; perdí a gente importante y…
— Lo sé —incitó Alain.
— Ni siquiera pudiste tomar lo que querías. ¿Por qué hiciste entonces todo esto?
Alain miró de nuevo hacia la montaña; la noche estaba a punto de caer. Suspiró con aire de misterio.
— A.Z tenía razón: el robarle la megapiedra sólo me hacía un ladrón y no me volvía fuerte del todo. Cada quién debe buscar su propio camino y coraje. Todos tienen una manera de volverse fuertes; yo crearé la mía.
En ese momento todos fueron de nuevo a la taberna; Sabrina no se encontraba todavía muy animada debido a las bajas que había tenido en su tripulación; Manon tenía frío y Alain seguía muy pensativo. En la mesa, la enfermera Joy había llevado tés calientes para todos, pero nadie mencionó nada al respecto. Cuando pasaron un par de minutos, Alain había estado a punto de pagarle a Sabrina la cantidad adicional que había prometido, seguido de un lugar que conocía donde hacían galeras en cierto nivel. Sin embargo, Alain se detuvo repentinamente. Sus pensamientos lo atormentaban de una manera que nadie podía comprender. En ese momento, se levantó de la mesa y todos le miraron.
— ¿Adónde vas? —cuestionó Manon preocupada.
— Lo siento, tengo que hacer esto.
— ¿Hacer qué?
Sin dar una explicación más, se dirigió hacia la salida, donde Manon le siguió y le agarró de la mano para detenerlo.
— No me digas que…
— Manon, suéltame.
Sabrina se levantó.
— No intenten nada —mencionó Alain mientras miraba hacia el suelo de manera pensativa— Sabrina, si quieres tu dinero, no intentes detenerme. Tengo que ir de nuevo allá.
— ¡¿De qué estás hablando?! —le espetaba Manon, pero éste sólo se limitó a sonreír.
— Lo siento…
Alain se zafó de su mano, mientras Manon se quedaba contemplando la entrada. Poco tiempo después, la taberna se cerró y Manon pasó la noche ahí. Sabrina y compañía también pagaron una habitación y la enfermera Joy tuvo casa llena. Lo inquietante de todo esto es que el tiempo pasaba, la noche se hacía más fría y lenta, y Manon miraba hacia la ventana, preocupada de que su compañero y amigo volviera sano y salvo.
[…]
La puerta de la taberna fue azotada. El frío de una madrugada intensa y solitaria dejó pasar una silueta que venía envuelta en varios ropajes cálidos y una mata blanquecina sucia. A.Z había llegado para reclamarle a Alain sobre su extraño comportamiento. ¿Por qué le había salvado? ¿Por qué la megapiedra había estado al lado de su escritorio? ¿Qué es lo que le había cambiado de parecer?
— Tú… —entonces Manon le reconoció.
— ¿Quiénes son ustedes? —mencionó A.Z confundido.
— Nosotros te salvamos, y por tu culpa ese imbécil fue allá arriba a buscarte… —le contestó Sabrina impaciente, sentada en una mesa y mirando hacia la ventana y todo el moho que se producía en el cristal.
— ¿Qué? ¿Cómo es que…?
— No lo sé —confesó— No quiso dar explicaciones; sin embargo, aunque no lo conozco muy bien, tengo el presentimiento de que no puede vivir sin hacer lo correcto.
— Sólo quiero saber por qué me dio la megapiedra. ¿Dónde está?
— Ya te dijimos —Manon miró a la cordillera de la Snowpoint— Aun no regresa.
— ¿Y cuándo lo hará?
— No lo sé. No puedo ver su localización en el mapa debido a que es una zona fantasma; además… han pasado dos días.
— ¡¿Qué?! —A.Z abrió los ojos en medio de ese fleco blanquecino.
— Lo que escuchas.
— Es cierto que tardé en venir, pero mi mente no me dejaba de decir que tenía que venir a hablar con él. Supuse que estaría aquí, aunque no veía la razón para seguir permaneciendo en este nivel. Sin embargo, los encontré a ustedes y casualmente me dicen que me salvaron y…
— Nosotros te bajamos sano y salvo de vuelta a la cabaña —Sabrina— Pero en tus delirios y en tus sueños, no dejabas de pronunciar su nombre.
A.Z enmudeció.
— Alain fue a por ello. Fue a buscar a buscar a Floette, tu Pokemon. Es ella ¿no?... ¿La que buscas allá arriba? En la montaña… —confesó Manon.
A.Z no supo qué responder; en verdad estaba sorprendido.
— ¿Alain fue a…? ¿Por qué? ¿Por qué haría algo como eso a alguien como yo? ¿Qué es lo que…?
— No lo sabemos —mencionó Sabrina— Es su forma de agradecer.
— ¿Qué es lo que hice?
— Le has mostrado el camino y el coraje —Manon sonrió— Ahora está un poco menos perdido en su propio camino.
A.Z se atragantó sus palabras, recordando cómo le mencionaba que, si robaba la megapiedra, no se volvería fuerte y sólo robaría lo que otros habían obtenido con sus propios méritos.
— Tengo que ir por él… tengo que…
— Es tarde —Manon dijo tristemente— Quiere llegar hasta la cima.
— ¡¿Hasta la cima?! —A.Z llegó hasta la ventana para ver la cumbre de la montaña más alta, pero era imposible— No puede ser; si llega hasta allá…
— Sí, conocemos la leyenda. Xerneas e Yveltal…
— Su amigo morirá —confesó A.Z— Lo sé.
— ¿Y cómo estás tan seguro? —le preguntó Manon.
— ¿Bromeas? Son Pokemon en otro nivel. Si va hacia allá, encontrará el tesoro —A.Z comenzó a recordar— Yo llegué hasta la cima. Lo que me encontré en el centro de la cumbre de la montaña fue algo que jamás hubiese pensando: Una mezcla de brillos impregnados en la textura de una megapiedra inmensa. Justo como auras boreales que son vigías en medio de una noche friolenta. Era demasiado hermoso para ser cierto; no podía siquiera moverme debido a la belleza de aquellos colores. Cuando rompí un pequeño pedazo de aquella megapiedra… —A.Z entonces mostró la megapiedra que tenía en la mano; él la había robado de la cima a final de cuentas—… Xerneas e Yveltal causaron una avalancha en la que de alguna u otra manera salí vivo; pero, Floette no tuvo la misma suerte y quedó perdida en la cordillera. Sé que está viva, pero no puedo ni regresarla a su pokébola o ir hasta su localización; como ustedes saben, es una zona fantasma. Ahora bien, me he dedicado a buscarle desde ese día hasta la actualidad. No creo que Alain pueda encontrarle en un par de días. En serio agradezco ese gesto que tiene para conmigo, pero seamos realistas: su amigo estará muerto en el momento en que se enfrente con esos dos Pokemon vigías…
Manon se ahogó en sus propias palabras, y súbitamente su rostro se tornó angustiado. Entonces, sabía que tenía que ir a por su amigo, o no se lo perdonaría nunca…
[…]
Al día siguiente, Manon se había aventurado ella sola a ver si Alain seguía con vida. Ella esperaba a que siguiera a salvo, y su deseo de realmente estar con él la llevaban a cometer esos actos de coraje y al mismo tiempo suicidas debido a que era bastante peligroso para una novata como ella el escalar sola la cordillera. Fue a altas horas de la noche donde ni Sabrina ni A.Z, que habían pasado la noche en la taberna, se dieron cuenta. Repentinamente Manon salió con provisiones para un par de días y se metió dentro de las entrañas de la montaña.
Ciertamente cabe decir que los días fueron pesados y largos. Entre más subía, más le faltaba el aire y más lento iba. El clima no ayudó mucho como en días pasados, debido a que el viento soplaba con tal fuerza que hacía tambalear el equilibrio de la muchacha. Sin embargo, a pesar de tener poca experiencia dentro del alpinismo, lograba tantear el terreno para dar el siguiente paso y escalar por lo menos un metro más arriba. Dos días de arduo ascenso fueron suficientes para que Manon tuviera que perder la paciencia. De un momento a otro, quería gritar el nombre de su amigo en la montaña principal de la cordillera, pero sabía que el simple eco podía causar una avalancha mortal y ella no tenía la suerte de los beta. Sea como sea, esos dos días fueron suficientes para que comenzara apenas a escalar la altura media de la Snowpoint; al voltear arriba, deseaba cada vez más que la cima se pudiese vislumbrar a lo lejos, pero entre más escalaba, más pensaba que todo era interminable. ¿Cinco días? No estaba segura ya de cuánto tiempo había pasado, pero tenía en mente que las provisiones poco a poco le iban faltando y tenía que comenzar a tomar el agua a sorbos pequeños. El frío era más intenso a pesar de tener un abrigo esmeralda de lana gruesa que le cubría del torso para arriba, y la respiración era mucho más difícil de realizar.
Sin embargo, la muchacha no se rindió. La comida era menos, el agua también lo era, la pesadez, en cambio, era más. De alguna u otra forma, su cuerpo logró rebasar los límites de lo físico, y cuando pasaron diez días, logró llegar hasta donde sólo A.Z pudo haber llegado. Estaba a punto de culminar su viaje hasta la cumbre de la montaña, cuando vio una pequeña bandera incrustada en la explanada que poco a poco se iba haciendo menos inclinada. Una bandera con una capa negra, en señal de que alguien había estado recientemente ahí, mientras la nieve poco a poco iba ahogando la propia marca. Cuando Manon tomó la bandera con suma dificultad debido a toda la ropa que traía consigo para cubrirse del frío, volteó repentinamente hacia atrás. Alguien le estaba vigilando todo este tiempo en que subía con dificultad la explanada, y cuando se dio cuenta, este hombre le tomó por detrás por sorpresa. Ella forcejeó, pero cuando escuchó su voz, sintió un gran alivio.
— ¡¿Qué demonios haces aquí?! —Alain mencionaba en medio de su cubre bocas y un gran abrigo de piel, mientras tenía unos bastones que lograban sostenerlo para no caer debido a la inclinación de la explanada.
— ¡Alain! ¡Yo…!
— ¡Sabía que vendrías! ¡Oh, lo sabía! ¡Por eso esperé todo este tiempo antes de llegar justo a la cima! ¡Regrésate Manon! ¡Por favor, regresa…!
— ¡NO!
— ¡Es una orden!
— ¡Tú no me ordenas!
— ¡BIEN!
Alain, resignado a convencer a Manon de que regresara para su propia seguridad, comenzó a escalar con ayuda de los bastones por la explanada para llegar justo a la cima. Manon le gritó, pero eso no lo detuvo; sabía que había algo en la cima que no iba a gustarle a ambos y sería peligroso.
— ¡No, Alain! ¡No vale la pena! ¡ALAIN!
El hombre ya no escuchaba. Cuando quiso seguirle la pista, la silueta ya estaba bastante lejos como para que pudiese escuchar sus gritos. Y entonces, cuando Manon hizo un esfuerzo extra para seguir subiendo, llegó hasta la cima.
Ahí, pudo contemplar lo que estaba delante de su presencia: dos siluetas suspendidas a unos cuantos metros del cielo; la neblina había aumentado, por lo que no se podía divisar con claridad lo que estas figuras en realidad eran, pero Manon lo sabía muy bien. Lo blanco de la tormenta pronto se tornó en brillos rojizos y celestes, y las formas tanto de una letra X como de una Y eran muy notorias. La estatura de Manon no se comparaba al tamaño de aquellos dos, siendo ella y Alain un pequeño punto en la cima.
Súbitamente, un rugido se hizo presente. La neblina se disipó al instante y Alain se cubrió los odios con las manos debido a que lastimaba sus tímpanos. Al retroceder, notó que Manon había estado paralizada por la imponente figura de los dos Pokemon Legendarios. Cuando tanto Xerneas como Yveltal se dieron cuenta del par de intrusos que habían llegado hasta la cima, su furia se vio reflejada en la megapiedra de un tamaño colosal que comenzó a desprender brillos de varios colores, haciendo que el cielo reflejara unas auras boreales misteriosas y al mismo tiempo magníficas.
Súbitamente, Xerneas comenzó a cargar un gran rayo en medio de sus resistentes y torcidos cuernos. Alain supo que no tenía que titubear ni un segundo o ambos estarían muertos en menos de un parpadeo, y Manon no podría regresar nunca más. El espadachín desenvaino su espada y concentró todo lo que quedaba de su MP en su aura, para poder clavar la espada sobre la superficie. Antes de que Xerneas pudiera haber realizado su ataque, el suelo comenzó a desquebrajarse desde la espada y trazó varias grietas que poco a poco fueron rodeando toda la cima y los alrededores de la megapiedra gigante. Eso provocó que la cima se desmoronara y el suelo también lo hiciera.
— ¡Sujétate! —Alain tomó de la manga a Manon, que gritó desesperada al ver cómo ambos estaban comenzando a caer en medio de un desmoronamiento de nieve.
Sin embargo, en lugar de que se produjera una avalancha, el suelo y la nieve comenzaron a caer a un abismo que se encontraba dentro de la gran montaña Snowpoint. Las siluetas de los dos Pokemon legendarios poco a poco se iban haciendo más pequeños conforme Manon y Alain iban alejándose y haciéndose más pequeños en medio de un abismo frío y misterioso, donde las entrañas de la montaña pronto se llenaron de nieve y de dos personas que lo último que pudieron ver fue un negro helado.
[…]
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Al despertar, Alain vio todo confuso. Primero, sintió el frío sobre sus manos; al moverlas el dolor se hizo presente y un agudo dolor punzante le revolvió la cabeza. Cuando abrió más los ojos y recuperó la noción del tiempo, se dio cuenta de que el frío era mucho más intenso, sólo que esta vez estaba más sólo de lo que creía.
— Manon… Ma…
— Aquí.
La voz que le respondió se encontraba cerca de él. Alain volteó a ver a su amiga que, aunque había respondido a su llamado, ella estaba mucho más atenta a lo que se encontraba frente a sus ojos.
Cuando Alain se reincorporó y llegó hasta Manon levantó la vista para ver en medio de una oscuridad lo que le brindaba el paisaje: un templo oculto de grandes proporciones que se extendía por todas las paredes internas de la montaña. Desde lo más alto, varias edificaciones de piedra caliza cubiertas por capas de hielo iban serpenteando a lo largo del camino descendente, con escaleras, torreones y puentes sin protección que se entrelazaban entre pared y pared para conectar a lo que parecía ser algo más que un templo. Parecía como si una civilización hubiera vivido aquí hace algún tiempo, pero Alain sabía que esto era un juego y estos paisajes eran creados, por lo que no se lo tenía que tomar en serio. Sin embargo, lo que más le sorprendía era lo abandonado que se veía, desde las ventanas sin protección y cubiertas de hielo, hasta las habitaciones aledañas que soplaban a través de las ventanas y se perdían con un desvanecimiento en medio del vacío.
Alain y Manon habían aterrizado por fortuna en uno de los centenares de puentes que atravesaban toda la montaña interna, y por suerte su caída no fue tan estrepitosa, ya que a Alain le bajó apenas un poco de su vida, aunque Manon había sufrido un poco más de daño, pero no el suficiente como para que se tornara su barra de vida en amarillo.
— ¿Qué es este lugar? —Manon sonrió entusiasmada.
— Tenemos que salir de aquí —A pesar de que Alain había volteado arriba, nuevamente la nieve había cubierto la superficie, como si nada hubiese pasado. Entonces, Alain abrió el menú de su juego; tampoco podían teletransportarse o pedir ayuda, por lo que estaban atrapado ahí.
— Alain…
El chico hizo caso a su nombre, y se dio cuenta de que Manon le advirtió sobre un brillo extraño que de pronto se hizo presente sobre uno de los torreones. Manon se acercó dubitativamente, pero Alain le apoyó y cuando abrieron la puerta con cautela, el brillo les iluminó el rostro e iluminó el lugar: varias pokemonedas se encontraban solitarias a la espera de algún jugador. Monedas, jade, rubíes, esmeraldas, diamantes, bronce, incienso, cuarzo, y muchas piedras más que eran un tesoro único y exclusivo en PBO, lo cual aquel afortunado que lo encontrara sería el hombre más rico de todo el juego.
Alain no tuvo habla para aquello, mientras Manon sonreía de oreja a oreja. Ese era apenas una sola torre inundada de oro que desprendía pequeños brillos a escondidas; cruzaron un puente para investigar en la siguiente torre, y se llevaron la sorpresa de que ahora habían encontrado pokébolas vacías que podían llenar el inventario a su máxima capacidad a un jugador; la tercera torre, que se encontraba bajando las escaleras resbaladizas de caracol, contenía mucho más pokemonedas y más tesoros valiosos. Alain simplemente estaba estupefacto por lo que había descubierto.
Cuando comenzaron a investigar más en cada torreón y en cada lugar, se encontraron repentinamente con la sala principal de todo el templo. Ésta estaba más fría que de costumbre, y ni los abrigos podían cubrirles del clima extremo y la soledad maldita que tenía el lobby principal. La mesa alargada de madera podrida tenía una gruesa capa de nieve que poco a poco se iba arremolinando en el centro de la mesa, ahí donde se asomaba una pequeña luz y por ende un copo de nieve caía desde lo más alto. Alain divisó aquel agujero diminuto; era un rayo de esperanza para poder salir. Alain señaló ahí donde la nieve iba cayendo de poco en poco y pensó en alguna manera para poder salir de ahí escalando, pero cuando quiso saber si Manon tenía alguna idea para poder llegar hasta arriba, esta había llegado al final de la sala, donde se encontraba algo que sorprendió a ambos.
Un fragmento de hielo se encontraba encima del asiento de un trono abandonado y gélido. El trono pesaba y era más grande de lo que Alain pudo imaginar; cuando se dio cuenta de que dentro del hielo se encontraba un Pokemon congelado, ahogó un grito ansioso. Un Floette había estado todo ese tiempo congelado, y sin lugar a dudas era el Pokemon que A.Z había buscado todo este tiempo. Siempre había estado dentro de lo montaña más grande de la cordillera. Nadie sabía de este lugar; de otra manera, se hubieran llevado el oro y todos los tesoros que han estado abandonados en el templo congelado.
Alain extendió su pálida mano para hacer contacto con el fragmento de hielo, pero Manon le detuvo. Por algo Floette se había congelado, y en cuanto Manon le jaló de la manga para detenerlo, el hielo había desprendido un aura débil y gélida que apenas se pudo sentir; en ese momento, Alain sabía que, si hubiese tocado el hielo, sufriría el mismo destino que dicho Pokemon. Quería encontrar alguna manera de descongelarle, y cuando estuvo a punto de sacar a su Charizard para ordenarle un lanzallamas, Manon le alertó al ver que alguien se encontraba en la entrada.
Su pequeña figura roedora pasó inadvertida debido a la gran sombra que se proyectaba por toda la sala. Alain se llevó la mano a la vaina de su espada, pero se dio cuenta de que cuando había clavado la espada en la cima de la montaña y los dos jugadores habían caído, el arma se había perdido para siempre dentro de los abismos y profundidades de la montaña. Alain maldijo por lo bajo, y Manon se preparó para la batalla, pero entonces aquel roedor avanzó un par de pasos más por delante de la gran puerta gélida hasta mostrarse un poco en el centro de aquella pequeña luz que se filtraba en el recinto, Manon y Alain se dieron cuenta de que no se trataba de algún Pokemon salvaje común y corriente.
Ambos dieron un par de pasos hacia atrás, con cuidado de no tocar el fragmento de hielo donde se encontraba el Floette. La apariencia del Pokemon sorprendió a los dos hasta el punto en que más que miedo, tuvieron curiosidad por saber de quién demonios se trataba.
El roedor de colores negros y verdes parecido a un molusco lanzó una mirada de curiosidad a aquellos dos visitantes, y cuando lanzó un rugido extraño de amabilidad, Manon sonrió debido a que no parecía tan peligroso como aparentaba. Alain, por el contrario, abrió los ojos de golpe. Relacionó todo en un par de segundos, uniendo las ideas y los eventos que habían pasado: Xerneas e Yveltal eran guardianes de la montaña Snowpoint, pero dentro de ella, Alain había escuchado en los alrededores de PBO que además de las figura que aparentaban estos dos Pokemon Legendarios, existía una tercera. Un Pokemon que nadie jamás había visto, y que tenía la última letra que precedía a estas dos. Cuando Alain abrió la Pokedex de su inventario, la información era desconocida y no se pudo identificar al Pokemon, pero Alain sabía, y realmente estaba muy seguro de ello, que se trataba de aquel Pokemon que los rumores susurraban alrededor de este nivel y de otros.
Era el tercer Pokemon Legendario guardián de la montaña: "Zygrade".
Próximo capítulo: Mega Gremio
