Lamento la tardanza. En estos tiempos de cuarentena he tenido tiempo de escribir, por ende, vengo con un capítulo nuevo y supongo que habrán muchos más concurridamente, ya que estos tiempos serán difíciles. Espero que ustedes, lectores, estén muy bien y cuiden su salud. También espero que, si la historia se les ha olvidado, se tomen un tiempo para volver a leer el fanfic desde el inicio, ya que el estar encerrados en casa les hará batallar con el aburrimiento y qué mejor que leyendo mi fanfic xD (es broma), como blackhawk95 ha estado haciendo (te agradezco los reviews!). Bueno, sólo quiero recalcar que lo mejor por hacer es quedarse en casa. Yo, por mi parte, ayudaré escribiendo esta historia xD. Sin más, los dejo y disfruten del capítulo.
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Capítulo 118
Mega Gremio
Zygrade yacía ahí, inmóvil y con los orbes esmeraldas negruzcos fijos en Manon; súbitamente, la criatura desapareció para trasladarse sobre la alargada mesa y se deslizó por la capa de hielo que cubría la madera. Aquello exaltó a ambos, debido a que no era una teletransportación común y corriente, sino que la criatura desaparecía de un lugar, y su materia aparecía en otro lado, como si fueran varios pixeles que se formaran repentinamente sobre un lugar aleatorio. Zygrade gruñó de alegría, pero al hacerlo algunos pixeles salieron de su cuerpo y se perdieron en el aire.
— Es una falla…. —comentó Alain con curiosidad.
Manon volteó a ver a Alain, y ambos tuvieron muchas preguntas ante la teletransportación instantánea que el Zygrade podía realizar. No sabían cómo es que había surgido aquel Pokemon, o si de verdad era una falla intencionada por parte de los creadores. Lo importante es que aquel Pokemon estaba ahí y ahora.
Sin embargo, un segundo después Zygrade se apareció de nuevo en la entrada, con un gruñido que indicó que le siguieran y el Pokemon desapareció ésta vez arrastrándose cual molusco por los pasillos que estaban en las orillas de las paredes internas montañosas. Manon no lo dudó ni un instante y Alain quiso detenerle, debido a que su objetivo real era rescatar al Floette que se encontraba congelado. Sabía de antemano que su Charizard no lograría derretir un hielo misterioso, ya que emanaba un aura tan profunda y fría que ni un lanzallamas podría derretirlo. Sin más opciones a la mano, siguió a Manon que ya se encontraba cruzando un puente para seguir las pistas de Zygrade.
— ¿Adónde nos lleva? —preguntaba Alain mientras le faltaba el aire. Ambas personas comenzaron a serpentear por escaleras, recorrer caminos angostos sin protección en las orillas y a descender mucho más de lo que habían pensado hasta que la cima pareció un pequeño punto de esperanza blanquecina sin salida alguna.
Zygrade entonces llegó a un pequeño torreón que salía de entre las entrañas de las rocas; la torre estaba desgastada, había ventanas rotas y la entrada tenía la madera podrida y algunos agujeros en señal de daño. Sin embargo, cuando Zygrade se teletransportó dentro, Manon abrió la puerta con suma precaución para dejar entrever una luz radiante que iluminó más de lo que hubiesen imaginado.
— ¿Qué demo…? —Manon sabía que aquel brillo no era ordinario.
— No es oro —confesó Alain,.
Cuando ambos entraron, se encontraron con la sorpresa de que aquella torre tenía una docena de megapiedras, justo como la que Alain había querido robarle a A.Z. Zygrade gimió de alegría, y se teletransportó hacia varios puntos de la habitación en señal de emoción. Alain no sonreía, pero estaba sorprendido y paralizado ante el descubrimiento que había deducido.
— Zygrade… —nombró Alain, observando a Manon para ver si ella también había deducido lo mismo.
Cuando Zygrade salió de la habitación para llevarlos a otra más cercana que contenía oro, rubíes y pokébolas, Zygrade rebuscó y rascó entre una pequeña montaña de oro para tomar entre sus moluscos una pequeña megapiedra y gimió de nuevo de alegría. Entonces, la criatura se arrastró hasta Alain, que había llegado jadeando y con sorpresa éste recibió la piedra entre sus manos. Zygrade estaba agradecido de haberle recibido ese "obsequio". Alain apretujó la megapiedra entre sus manos, sorprendido por todo lo que estaba pasando.
La duda no era que Zygrade tenía la habilidad de poder saber dónde se encontraba cada megapiedra dentro de este templo o fuera de él, sino que por qué aquel Pokemon hacía todo esto por ellos dos y qué es lo que podría hacer con tantas megapiedras bajo su control.
— Manon… —nombró y de repente la cabeza se le iluminó justo como el brillo de arcoíris de las megapiedras—Tenemos que salir de aquí.
Alain lo tenía muy en claro. Podía ser el principio de algo bastante grande. Podía ser el poder que estaba buscando, pero en lugar de tenerlo él solo, tenía que encontrar a la gente adecuada para un bien en común. Podía, con todo esto, proteger tanto a Manon como a todo aquel que se le uniera. Podía llegar hasta el nivel cien del juego, vencer al monstruo de la mazmorra y salvar a todos para así estar mucho más tranquilo para con Astrid y con su padre granjero que aguardaba pacientemente su despertar.
Alain quiso dirigirse hacia aquel agujero pequeño y alto que se encontraba en la sala común, pero Zygrade tomó otro camino y Manon no sabía a quién seguir. Zygrade se encontraba desesperado porque le siguieran; su lenguaje corporal les indicó que quería mostrarles algo más que sólo las megapiedras, y cuando Alain se percató de ello le siguieron para adentrarse por un túnel que había metros más abajo. Cada vez el túnel comenzó a hacerse más angosto y frío, y las paredes irregulares empezaban a abundar más de hielo y nieve, lo cual bajó las temperaturas. Cuando Zygrade zigzagueó entre la cueva por un par de minutos más, se detuvo en lo que parecía ser la entrada hacia una especia de habitación mucho más tenebrosa de lo que hubiesen imaginado, debido a que la puerta tenía grabados extraños y la manija era mucho más grande y ornamentada de estilos macabros. Alain, al ver que se encontraban delante de una puerta que irradiaba un aura oscura, supo que se trataba de un calabozo.
— Quiere que entremos ahí… —le comentó a Manon, que enseguida supo de qué trataba todo esto.
— ¡Eso es! —dijo con euforia y produjo un eco en la cueva angosta— Si logramos vencer ese calabozo, podremos salir. Este templo no tiene salida alguna a menos de que logremos vencer sea lo que sea que haya adentro.
— No… Manon… —Alain retrocedió un par de pasos— No voy a permitir que entres ahí.
— Pero…
— Es muy arriesgado.
— Alain —Manon se dirigió hasta Zygrade y por primera vez lo cargo entre sus brazos; el Pokemon se sentía viscoso y suave, y Zygrade produjo un eco de alegría— Es nuestra oportunidad. Si logramos pasar el calabozo, saldremos de aquí, tomamos las megapiedras que hay en este templo y podremos volvernos más fuertes; además, Floette podría descongelarse. Todo está al alcance de nuestras manos y sólo necesitamos combatir lo que haya allá adentro.
Alain enmudeció. Sabía que no iba a ser posible salir vivo de ahí; un calabozo no era nivel suficiente para alguien como Manon, y Alain no podría él solo vencer lo que hubiese allá adentro. Tenía que pensar muy bien lo que iba a hacer: encontrar una manera de salir de aquí sin llevarse a Floette de regreso, o arriesgarse y enfrentar el calabozo él solo. Si moría en el intento, Manon estaría atrapada en el Snowpoint y muerta eventualmente, pero si lograba el éxito tendría en su posesión las megapiedras, el oro, la riqueza, a Floette y estaría libre.
— No Manon —negó y comenzó a regresar, mientras la muchacha y Zygrade se miraban mutuamente— No nos arriesgaremos de esa forma.
Manon miró por última vez el calabozo, antes de seguir de mala gana a Alain hacia la salida del túnel. Antes de salir por completo del túnel, Manon sabía lo que debía hacer…
La noche cayó. Alain se quebró la cabeza pensando en mil y un maneras tanto de sacar libre a Floette, como de buscar su espada extraviada en un vacío misterioso, como tratar de alcanzar aquel pequeño agujero por donde pasaba un haz de luz que indicaba la salida hacia la superficie de la montaña Snowpoint. Cuando las ideas pasaron por su cabeza como ideas inconclusas, su mente entró en un trance de cansancio y decidió pensar hasta el día siguiente. Manon y Alain comieron un par de panes calientes de mermelada que tenían en su inventario, y un café que los alivió del frío durante unos instantes. Zygrade también estaba cansado, y aunque aquel Pokemon no comía, sabía que los humanos necesitaban de alguna cama para descansar, por lo que los llevó a una habitación en los torreones aledaños a la sala común. La habitación era fría, oscura, pero con un candelabro que tenía un par de velas débiles que apenas iluminaban el recinto, lo cual fue suficiente para ambas personas. El problema era que había una sola cama grande, así que ambos tenían que dormir juntos y más que desagradarles la idea, se sentían incómodos con ello. Zygrade recibió las quejas, pero no hubo más remedio que aceptar eso o dormir en el suelo gélido.
El día dejó agotado a Alain, por lo que Manon sintió su respiración profunda y su inmovilidad a altas horas de la noche; era el momento ideal para alistarse y salir de ahí sigilosamente. Cuando lo hizo, Zygrade yacía afuera esperándola, como si supiera lo que haría tarde o temprano. Se amarró las botas, se colocó la boina esmeralda y se ajustó los guantes, para después, junto con su Pokemon inicial que era Chespin, los tres se encaminaron hacia la cueva angosta que le dirigían al calabozo.
— Cuidado… tenemos que ser lo suficientemente rápidos en vencer el calabozo. Una vez que lo hayamos hecho, lograremos conseguir lo que Alain y yo queremos: seguridad —Manon le iba contando a su Chespin y tanto él como Zygrade asentían.
Cuando hubieron llegado a la puerta tenebrosa que desprendía un aura oscura, ya había alguien ahí que estaba de vigía. Aquello sorprendió a Manon, porque cuando volteó hacia atrás para preguntarse en qué momento Alain la había alcanzado y rebasado para colocarse ahí mismo, como protector de su propio bien y para impedirle entrar al calabozo.
— No me tomes por alguien débil, Manon —mencionó fríamente Alain; su mirada estaba fijamente puesta en la muchacha, que se intimidó al subestimarlo— Cuando te digo que tú sola no vas a poder enfrentar lo que haya ahí dentro, lo digo en serio. Ahora, por favor volvamos a dormir. Mañana será un día largo…
— ¡NO!
Manon se adelantó y quiso tocar la manija de la puerta. Una vez que esta haga contacto con algún jugador, el desafío sería irrefutable. Alain se lo impidió y forcejeo con ella, mientras la muchacha comenzaba a llorar desesperada.
— ¡Déjame entrar! ¡Por favor!
Alain simplemente adquiría fuerza para impedir que tocara la puerta, y una vez que la pelirroja se detuvo aceptando que Alain tenía razón, dejó de oponerse. Sin embargo, cuando volteó a ver a Alain, éste tenía una lágrima que le recorrió todo el rostro y se posó sobre su barbilla, para caer sobre el gélido suelo de roca.
— No lo permitiré…
Las palabras de Alain eran interrumpidas por el sollozo que realizó. Manon jamás había visto en aquel estado a Alain, que parecía estar a punto de quebrarse emocionalmente en cualquier momento, pero la fuerza que tenía era mucho más de lo que pensaba.
— No permitiré que mueras, y menos por alguna estupidez tuya. No puedo… No lo volveré a permitir —entonces Manon supo que se refería a Astrid, aquella muchacha que había mencionado en sus sueños más profundos y tenebrosos— Te prometo con mi vida que te protegeré a ti y a todo aquel que decida unirse a nuestra causa noble. Los protegeré como si fueran mi familia.
Alain miró finalmente a Manon después de que trataba de esconder su rostro entristecido sobre el fleco de sus cabellos azules; cuando esos orbes celestes miraron a Manon, ella supo inmediatamente que hablaba en serio; sintió esa seguridad que hace mucho no había sentido y un refugio que sólo se encontraba envuelto en los brazos de Alain. A partir de ese momento, Manon supo que no debía alejarse de Alain en lo más mínimo; en ese momento, supo que su corazón le pertenecía indudablemente…
Los días consecuentes transcurrieron, sin que Alain o Manon encontraran alguna salida o bien, algún método para poder descongelar al Pokemon de A.Z; poco a poco la paciencia de Alain estaba comenzando a desbordarse, ya que los alimentos y provisiones que tenía en su menú iban acabándose. No quería pasar hambre ni sed, así que tenía que hacer algo cuanto antes. Durante esos cuantos días, Zygrade les condujo por muchas más habitaciones en torreones que se encontraba más abajo en las profundidades y entrañas de la montaña interior. Algunos lugares seguían conteniendo el oro más puro que Alain pudo haber visto jamás, con algunas megapiedras terminando de adornar esos recintos relucientes; algunos otros contenían pinturas colgadas en la pared y grabados de figuras extrañas, asemejando a Pokemon jamás antes vistos. Alain pudo ver en las paredes gélidas de las habitaciones diversos ojos en formas irregulares; Pokemon pequeños que parecían ver con su único ojo a Alain recorrer torreón por torreón. Otros poseían armaduras relucientes del más puro bronce, reflejando el semblante sorprendido tanto de Manon como de Alain. El Chespin de Manon, así como Zygrade, parecían disfrutar de todas las habitaciones misteriosas que poco a poco iban descubriendo, pero no iba a ser durante mucho tiempo debido a que la comida se iba acabando. Alain y Manon pasaban finalmente la noche abrazados; al principio, Alain se resistía, pero cuando notó que Manon castañeaba de frío, supo que lo correcto era mantener el calor entre los dos. Aquello sonrojaba en demasía a Manon, que parecía también disfrutarlo; el olor de Alain fue un aroma al que se volvió adictiva Manon, mientras que Alain era adicto a ver el rostro apacible de Manon cuando ésta dormía. Sin embargo, por más apacible que Manon pudiese estar durmiendo, a Alain le costaba trabajo conciliar el sueño. Habían pasado exactamente cinco días desde que se quedaron atrapados dentro de aquel templo extraño; Sabrina no iba a buscarle, o eso quería pensar; Yveltal y Xerneas estaban ya tranquilos de que nadie estuviese invadiendo la cima de la montaña, así que no entrarían a por la fuerza. Ellos dos estaban atrapados ahí, y de alguna u otra forma tenían que salir.
Alain se levantó en la cama, mirando hacia la salida de su habitación. Sabía la respuesta, sólo que tenía miedo de pensar en ello demasiado. Respiró profundo, volteó a ver a Manon y lo más cautelosamente posible se levantó para irse de ahí. En la silla de al lado estaba su empuñadura vacía; carecía de arma alguna, pero sabía que en las habitaciones aledañas había abundantes megapiedras que le brindarían poder tanto a él como a su Charizard.
Al salir y finalmente recorrer el túnel que lo dirigía al calabozo, se detuvo en la entrada, no sin antes sacar a su Charizard que inmediatamente supo a lo que se enfrentarían. Una megapiedra estaba aferrada en la palma de su mano, mientras la llave activadora la tenía en la muñeca. Nuevamente se llenó los pulmones de aire, y al exhalar, supo que tenía que hacerlo. Miró a su Charizard, que asintió en señal de anhelo y coraje, y cuando hizo contacto con la manija de la puerta tenebrosa, todo se volvió oscuro…
[…]
Manon abrió los ojos súbitamente. La respiración estaba acelerada, y cuando se volteó para abrazar a Alain debido a las pesadillas que había tenido, éste no estaba. Aquello fue un hueco y una punzada en el estómago para la chica, porque efectivamente había tenido pesadillas con la huida de Alain hacia el calabozo. No iba a lograrlo; iba a morir. Manon estaba preocupada y no pudo hacer nada para evitarlo. Súbitamente se levantó y comenzó a correr hacia aquella dirección. Sabía que algo malo pasaría; tenía que llegar a tiempo, o todo habría sido en vano.
Al llegar al final del túnel angosto, la puerta estaba entreabierta, mientras un aura oscura se asomaba levemente. Manon lanzó un grito ahogado, y de nuevo el corazón se le detuvo. Quiso entrar, y cuando tocó la manija de la puerta tenebrosa, nada extraño había sucedido. En su lugar, Manon entró gritando el nombre de Alain y sollozando por su bienestar, pero todo estaba realmente oscuro. Sólo un pequeño camino con las orillas angostas desprendiendo un brillo oscuro dibujan el contorno del sendero que se extendía a lo lejos en un vacío tenebroso. Manon corrió siguiendo el sendero; sus pasos resonaban y se perdían en un eco abrumador. Varios sollozos tenebrosos comenzaron a invadir los oídos de Manon, que de pronto se asustó debido a que tal vez y sólo tal vez el calabozo no pudo haber sido venido por Alain.
Y súbitamente, el sendero desapareció. Manon sintió el vacío en la suela de sus pies y comenzó a caer, lo cual le produjo un revoltijo de órganos en su estómago. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar, por que cayó rápida y profundamente sobre un vacío que ni ella misma pudo ver detalladamente. Sin embargo, sintió el golpe leve de su cuerpo contra la cima de una montaña de oro, pokemonedas, megapiedras y demás piedras preciosas que eran mucho más grandes de lo que pudo haber imaginado. La oscuridad desapareció para dar sitio al suelo de la montaña. Cuando Manon rodó y rodó hasta parar, sacó su cabeza de entre todas esas monedas y miró hacia arriba; la cima parecía apenas un pequeño punto blanco y los puentes eran apenas pequeños hilos que atravesaban los muros internos. Se dio cuenta de que estaba en lo más profundo de la montaña, lo cual jamás pensó que podía haberlo logrado. Sin embargo, lo que más le importaba a ella era Alain, y cuando vio que un cuerpo estaba también inmóvil en la superficie de un interminable oro, supo que se trataba de él.
— ¡Alain! ¡Alain!
Manon fue a su rescate. En ese momento, la muchacha se dio cuenta de que el peli-azul portaba una armadura de oro bastante maciza y que cambiaba su complexión corporal; Manon levantó el yelmo, para darse cuenta de que Alain apenas estaba consciente, con hilos de sangre recorriendo todo su rostro. En su mano derecha portaba la megapiedra que había utilizado, mientras que en la mano izquierda portaba la espada que hace días había perdido cuando hubiesen entrado aquí. Sin embargo, la espada relucía con un brillo que Manon no pudo identificar bien; el poder había incrementado en dicho sable.
— Lo… lo he… lo he logrado…
Las lágrimas de Manon comenzaron a caer por su rostro y bañar el rostro de Alain; Manon le retiró totalmente el yelmo.
— Todo esto… todo esto es mio… La armadura… el oro… tú…
Manon se acercó a Alain; en verdad estaba sumamente feliz de poder verlo vivo, pero al mismo tiempo estaba enfurecida por haber enfrentado él sólo aquel calabozo. Sin embargo, nada importó en ese instante. Sólo su rostro y el de Alain comenzaron a acercarse, y a pesar de que el muchacho estaba en un estado crítico, los labios de ambos se juntaron para hundirse en una creciente pasión que les hizo expresar todo su amor en aquellas colinas de oro.
[…]
El agravo de aquel problema estaba siendo peor. Habían pasado ya un par de días en los que Sabrina y su tripulación no habían sabido nada de Alain y de Manon; A.Z intentó por todos los medios buscar a ambos entrando en las profundidades de las montañas; las actividades se intensificaron, pero no conseguían ni siquiera llegar a una pista que les indicara que estaban sanos y salvos.
Sabrina no iba a darse por vencido tan fácilmente. La deuda que había pactado con Alain había despertado toda la ambición en ella como nunca lo había hecho, y por ende se movilizó más que el propio A.Z en buscar a Alain y Manon, permitiéndose apenas un par de horas de descanso. La gente que visitaba el pueblo fue convencida por Sabrina de escalar el Snowpoint para buscar a Alain. El poder que tenía de convencimiento era muy persuasivo, logrando convencer a un par de jugadores más que se unieran tanto a la causa de la búsqueda como a su tripulación; aunque, cabe destacar que eran apenas unos jugadores novatos. Sin embargo, necesitaban a personas más fuertes, y cuando dos sujetos entraron a la taberna donde descansaban con un té caliente en medio de la madrugada, Sabrina y A.Z presenciaron el aura que tenían y el poder oculto que poseían.
A.Z observó a Sabrina, pero ésta la detuvo con un ademán y se levantó sutilmente para ir hacia su mesa. Las ojeras delataban su cansancio, y el temblor en sus articulaciones le indicaba que en verdad necesitaba descansar, pero no iba a permitirse dejar pasar esta oportunidad. La enfermera Joy había llevado ya dos bebidas a los dos sujetos que tenía enfrente; cuando Sabrina llegó hasta su posición, ambos levantaron la mirada indiferentemente.
— ¿Pueden ver esa montaña? —Sabrina señaló hacia la ventana que escarchaba el frío hielo de la noche. Más allá, una sombra mucho más negra que la misma noche se asomaba con dificultad. Ambas personas dirigieron su mirada hacia la dirección que señalaba.
— Snowpoint… —mencionó uno de ellos; era un hombre encapuchado que tenía una complexión mucho más robusta de lo normal.
— Necesito de su ayuda…
— No estamos interesados —dijo el otro hombre encapuchado; sus cabellos azulados salían de entre su rostro misterioso.
— Allá están atrapados mis amigos. Necesito encontrarlos.
— Buena suerte —dijo el sujeto robusto.
— No podemos solos. Tengo una tripulación, pero necesitamos a gente mucho más fuerte que…
— Hemos dicho que no estamos interesados —le secundó su compañero.
Ambos tomaron un sorbo de cerveza y rieron por lo bajo; Sabrina fue forzada a irse de ahí, pero antes de sentarse de nuevo con A.Z, refunfuñó molesta dándose la media vuelta para ir otra vez hacia los dos sujetos, esta vez a trompicadas.
— Escucha, imbécil… —en ese momento, Sabrina agarró del cuello al hombre robusto; la fuerza del brazo de Sabrina fue suficiente para levantar todo el cuerpo, y entonces el rostro del hombre fue descubierto: ojeras, arrugas, barba descuidada y entradas en la frente. Los ojos del hombre se desorbitaron debido a la falta de aire y debido a la fuerza que poseía Sabrina. Su compañero quiso intervenir, pero A.Z se interpuso en su camino, dejando que Sabrina hablara en un aire enfurecido —. No suelo hablar con extraños, ni mucho menos pedirles ayuda. En realidad, me vale una mierda qué hagan tú y tu compañero dentro de PBO, pero sé que todos en este lugar tenemos algo en común: la salvación de los jugadores. Ahora, para que pida ayuda debe haber una buena razón, y es que ese hombre que está atrapado en esa montaña posee algo que no he visto en nadie más. Valor, valentía, coraje, temple, un poco de estupidez… ¿Qué lo hace diferente al resto? La preocupación que tiene hacia los que ama, y arriesgo su vida yendo hacia la cima para encontrar el Pokemon de alguien a quien acababa de conocer. Ahora, en estos tiempos difíciles en el juego, nadie se jugaría su propio pellejo para hacer una misión irrelevante, pero él sí lo hizo. ¿Por qué? No es siquiera para ser más poderoso o mejor jugador; lo hace porque he podido leer el corazón flameante que tiene y la perseverancia para alcanzar sus objetivos. Ahora, ustedes dos parecen ser un par de méndigos fuertes que deambulan por PBO, ya que no veo que usen la capa de algún gremio. Lo que les pido es que nos acompañen, encontremos a este jugador y vaya a pasar lo que vaya a pasar, obtendrán una recompensa. Pidan lo que pidan se los daremos; sólo ayúdenos y ayúdenme a que mi intuición sobre este hombre no sea en vano… ¿Entendido?
Sabrina soltó al sujeto azotándolo sobre el suelo de madera. Éste retrocedió un poco agarrándose el cuello, mientras su compañero fue a socorrerlo. Ambos miraron a Sabrina, y luego a A.Z, que estaba sorprendido por lo que la muchacha había dicho.
Sabrina le echó una ojeada rápida a A.Z. Tanto el hombre de montaña como la capitana tripulante sabían que lo que había dicho implicaba más que una simple deuda que Alain tenía para con ella. Sabía, que Sabrina ya había sido persuadida por ese corazón valiente que Alain iba esparciendo con las personas que se iba cruzando en su camino, y Pegaso y Norman, que estaban aún exaltados por lo que Sabrina hizo, también serían contagiados tarde o temprano por ese corazón valiente.
[…]
Era mucho más noche de lo que Alain pensaba. Al abrir los ojos, despertó de un trance tan apacible en el que se había sumergido. Sus extremidades no las sentía, pero era debido a que estaba aferrado al cuerpo desnudo de Manon que se refugiaba sobre el pecho del muchacho. De pronto, se dio cuenta de lo que había pasado y se sentía un poco extraño con ello, pero al mismo tiempo le invadía una sensación de paz cuando miró el rostro de Manon.
No había nada más en lo que quería fijarse Alain al momento de saber que su rostro era lo más bello que había en ese momento, pero el reflejo de la armadura que se había quitado y estaba abandonada a un costado de él, le dio justo en los ojos cuando un brillo se vio reflejado en el yelmo. Entonces, Alain rebuscó por todo el recinto de dónde provenía aquel brillo reflejado, y fue cuando de nuevo se hizo presente, pero ésta vez lo vio directamente: era una pequeña llama que se asomaba tímidamente en una habitación de un torreón.
Movió sutilmente sus propios brazos para recostar en Manon en sus ropajes, y se vistió de nuevo para ir a investigar, con la espada colgada sobre su vaina. Agarró con esperanza la espada, debido a que, con la mazmorra vencida, ahora había obtenido un plus en su arma, no sólo con la recompensa de la armadura dorada, sino que tenía varios elementos dentro del sable que ahora lo hacían mucho más fuerte. Lo que le sorprendía era que aún no podían salir de ahí; él había jurado que saldrían una vez que el calabozo hubiera sido vencido. No lo había pensado con detenimiento.
Subió un par de escaleras en forma de caracol para ir hacia aquella fuente pequeña de luz. Cuando abrió la puerta del torreón en forma de ruina, vio al final la antorcha que colgaba de la pared y que formaba parte de la arquitectura del lugar. Era una llama apenas flameante y que danzaba con sus últimas esperanzas de conseguir más oxígeno. Alain se acercó cautelosamente, pero cuando estuvo frente a ella, la miró con detenimiento. Era una llama hermosa, que desprendía colores cálidos, pero que se percibía pagada y fría. Una antorcha que fue una chispa en el corazón solitario de Alain; el dolor que había sentido a lo largo del juego se reflejaba como una soledad aunada con tristeza y sentimientos encontrados, pero esa llama era el corazón valiente que todavía estaba encendido y podía seguir encendido con mucho más furor.
Entonces Alain desenvainó la espada y el sable se encendió de un color carmesí. Cuando la punta tocó la pequeña flama, ésta se envolvió en un aura de fuego que iluminó por completo la habitación y por primera vez Alain sintió la calidez del fuego que ahuyentó la soledad del lugar.
Fue ahí cuando Alain lo supo.
El muchacho observó a través de la ventana del torreón los demás torreones. Cada uno de ellos estaba apagado: su misión era reestablecer todos. Toda la soledad de ese calabozo y de esa civilización virtual destrozada tenía que ser restaurada. No sólo eso, sino que Alain supo el destino que tenía que seguir. Una analogía que fue como una daga de esperanza al corazón: ahuyentar los fantasmas de su pasado con luz y un futuro más claro.
Iba a formar un gremio. El mejor gremio que jamás se haya creado.
En ese momento, comenzó a encender todas las antorchas de todos los torreones. Manon se despertó preguntándose adónde había ido Alain, pero cuando el jugador escuchó su nombre, éste estaba demasiado concentrado en alumbrar todos los sitios vacíos donde tenía que ir una llama.
Manon se apresuró a acompañarle después de que se hubiese despertado y vestido, con la armadura cargando obre un brazo y el yelmo en el otro. Alain le agradeció y la usó por precaución, ya que no sabía qué iba a suceder al momento en que todas las antorchas comenzaran a encenderse.
— Es un camino… —Manon se sorprendió cuando Alain y ella fueron encendiendo una por una hasta llegar a la sala principal, ahí donde el Pokemon de A.Z se encontraba.
Alain comenzó a buscar más antorchas dentro de la sala principal. Recorrió toda la mesa alargada del comedor, pero no pudo ver ninguna que había en la pared. Sin embargo, Manon le alertó viendo que la antorcha se encontraba detrás del pedazo de hielo en donde el Pokemon congelado estaba, así que cuando Alain la encendió y estuvo a la expectativa de cualquier actividad extraña que se presentara. Alain estuvo seguro de que era la última antorcha; el recinto se encontraba mucho más iluminado y menos frío, y en realidad no sabía cuánto tiempo le había tomado recorrer hasta los últimos rincones del interior de la montaña, pero suponía que era de día debido a los rayos solares que se infiltraban a través del pequeño agujero el cual siempre supo que era la salida definitiva.
— ¡Alain!
Manon señaló hacia el agujero. El hielo, la escarcha y la nieve que cubrían el techo comenzaban a gotear debido al aumento de temperatura. Tal vez una flama de fuego de poder mágico o un sable de fuego no podían derretir aquello, pero la paciencia y perseverancia sí podían derretirla, y todas las antorchas juntas disiparon cualquier atisbo de temperatura baja que pudiese haber ahí. Entonces, el agujero comenzó a hacerse más y más grande, hasta que la luz solar iluminaba todo el lugar; de pronto, el firmamento se hizo presente, y el sol dio de lleno hacia el pedazo de hielo donde se encontraba Floette, y sorpresivamente sobre el hielo empezó a formar una capa de sudor que poco a poco iba cayendo y esparciéndose sobre el suelo.
— Se está… se está derritiendo —Alain dijo sorpresivamente, con una pequeña sonrisa sobre el rostro.
Poco a poco, la figura del Floette iba tocando la atmósfera del ambiente, y el hielo se iba convirtiendo en una espesa capa de agua condensada que salía por el agujero enorme que se formaba en el techo.
Alain miró detenidamente hacia el firmamento: algo extraño brillaba sobre la superficie del exterior: un campo de fuerza apenas perceptible que, a pesar de todo, los había mantenido dentro sin posibilidades de salir. Sin embargo, al tiempo en que tanto el Floette como la escarcha del techo se iban derritiendo, al campo de fuerza de alguna u otra forma iba desapareciendo a ojos atentos de Alain.
— Somos… somos libres…
La gran porción de hielo era ahora agua esparcida por el suelo y niebla que iba desapareciendo. Floette se mantuvo inquieto y trataba de reincorporarse; Manon quiso ir a su socorro, pero Alain le detuvo con un ademán. Súbitamente, en la entrada apareció Zygrade para ver qué sucedía, y se abalanzó sobre los brazos de Manon en señal de alegría.
Tanto Zygrade como nosotros dos nos mantuvimos expectantes a las señales vitales que Floette podría hacer, y en cuestión de un minuto el Pokemon se levantó con temblores en el gran tallo azul que tenía como soporte. Alain se daba cuenta ahora que el haber estado tanto tiempo congelado le había hecho cambiar su composición química de los colores. Cuando el Pokemon flor estuvo totalmente consciente de dónde estaba y qué había pasado, buscó con la mirada a la única persona que quería ver.
— Pronto verás a tu dueño —mencionó Alain suspirando de alivio— Ahora tenemos que salir de…
Un pequeño temblor se hizo presente. La escarcha del techo se cayó débilmente sobre el suelo, pero todos miraron alrededor para ver de dónde provenía aquello. De nuevo el temblor se presentó, y fue cuando Alain notó que, desde lo más alto del cielo, el sol se escondió por una sombra que cada vez se iba haciendo más grande. La sombra se proyectó sobre el suelo de la sala común, y cuando Alain supo que se trataba de algo colosal, fue demasiado tarde para advertir a Manon.
Yveltal, con su figura característica entrecruzada lanzó un rugido una vez que aterrizó bruscamente sobre el suelo, rompiéndolo en el acto y haciendo que el recinto se fuera colapsando. Aquello fue un golpe bajo para Alain, porque lo único que pudo rescatar de entre ese colapso fue la espada elemental que había conseguido.
— ¡MANON!
Tanto Floette como Manon habían desaparecido entre una neblina de concreto y nieve. Los rugidos de Yveltal se hicieron presentes, y fue entonces cuando entre una densa neblina grisácea, se vio una gran bola sombra que fue directo hacia un punto en específico. Al momento de ser lanzada, Alain notó el estruendo y una explosión que disipó por unos segundos todo rastro de neblina. En ese momento de claridad, Alain notó cómo la figura de Manon abrazando al pequeño Zygrade entre su vientre se disparó hacia el vacío del interior de la montaña. Sin dudarlo demasiado, Alain se reincorporó como pudo, saltando de roca en roca que se iba cayendo también hacia un vacío misterioso. Cuando estuvo en la última roca en la que pudo apoyarse, saltó hacia la nada para calcular el momento en que él y el cuerpo de Manon que caía se encontrarían. La inercia hizo que Alain atrapara bruscamente el cuerpo de Manon que estaba envuelto en un humo debido a la explosión, y la fuerza con la que Alain saltó hizo que los dos cuerpos se estrellaran contra un torreón que se desmoronó al momento del impacto.
Alain estuvo anonadado durante unos momentos; el zumbido en sus oídos no le dejaba pensar con claridad, y las rocas que estaban encima de él fueron una gran pesadez que se tuvo que quitar de encima para poder saber si Manon estaba bien o no.
Cuando lo hizo, apartó varios escombros más del cuerpo de Manon, pero ella estaba inconsciente. Lo que sorprendió a Alain fue que Manon tenía una apariencia diferente. ¿Qué había sucedido con ella? ¿Por qué… por qué era ahora una simple niña?
Quiso despertarla, pero entre las sacudidas que le daba para que reaccionara, algo extraño sucedió. Un sinfín de pixeles inundaron el cuerpo de Manon, y en un abrir y cerrar de ojos el cuerpo de la pequeña moza se convirtió en un perro de colores negros y esmeraldas que miraron fijamente a Alain.
Ahora el muchacho lo entendía todo: Zygrade, que había estado abrazado en los brazos de Manon, salvó su vida del poderoso ataque de Yveltal, fusionándose con ella ya que el Pokemon era una falla del juego. Lo que no entendía era el por qué tuvo que cambiar de apariencia; tal vez era un daño colateral de introducirse en su propio avatar. Por ahora, tenía que agradecer que Manon estaba a salvo y ocuparse de otras cosas más importantes.
Yveltal volvió a rugir, esta vez saliendo de la capa de humo que había ocasionado más allá en el colapso. Cuando el Pokemon en forma de "Y" voló por los aires para saber la localización de Alain, no tardó mucho en ver cómo el sujeto se adelantaba con su armadura dorada y la espada de colores; una espada que poseía un poder increíblemente grande.
Y entonces, al momento de lanzar una descarga de fuego, agua, tierra y aire, los cuatro elementos se juntaron en un torbellino polvoriento, incandescente y fresco, que fue recibido por Yveltal y se hundió en las profundidades de la oscuridad de la montaña. Ni siquiera se escuchó una explosión en lo más profundo. Alain no podía permitirse el lujo de perder más tiempo. Manon seguía inconsciente, pero Zygrade aun complicándose con su nuevo cuerpo huésped, no podía caminar por sí mismo y decidió volver a la forma de la niña pelirroja. Alain fue a su socorro y entonces con un gran salto, teniendo en brazos a la muchacha, fue hacia la sala común colapsada, en busca de Floette. Apartando un par de rocas, Alain pudo notar un pétalo azul sobresalir de entre la oscuridad, y entonces Floette gimió por lo bajo en busca de ayuda. Cuando Alain se cercioró de que era el Pokemon de A.Z, sonrió y decidió que era el momento ideal para salir.
Sólo debía dar un gran salto hacia arriba, donde el firmamento del alba los esperaba, para que Alain pudiera cumplir su sueño de tener el gremio más fuerte, de poder salir de este juego, de poder ver de vuelta a su padre, de hacerle saber a Astrid que todo valdría la pena…
Dio el salto más potente que le permitieron sus piernas. Más de un kilómetro hacia arriba tendría que ser superado; más de una soledad inmersa en la oscuridad; más de una fortuna que había dejado a su costado; más de todo lo que podía haber querido para finalmente ser libre y vivir la vida que quería.
La garra de una de las alas de Yveltal se coló y se aferró sobre sus pies. Aquello hizo que, en lugar de ascender, comenzara a descender por la oscuridad donde el mismo Yveltal había surgido. Floette y Manon fueron soltadas por la inercia del forcejeo del Pokemon Legendario. Alain se lamentó por lo bajo y sus pupilas se dilataron. La oscuridad pronto los iba a desaparecer, con el rugido de Yveltal llenando un ambiente de sosiego y misterio.
— Por favor… —Alain cerró los ojos.
De un momento a otro, todo se volvió oscuro.
— Por favor…
El sonido se desvaneció.
— Por favor…
La espada de colores comenzó a brillar intensamente. En ese momento, Alain sabía lo que tenía consigo. Alain sabía el poder que había estado ocultando desde el preciso instante en que partió la cima de la montaña en pedazos. Alain sabía que todo este tiempo podía haber vencido la mazmorra, pero al haber perdido la espada, sus esperanzas se habían reducido. Alain sabía, que había llegado a un punto inimaginable al momento de haber tenido un pacto con aquel Pokemon. Alain sabía, que todo el poder que tenía algún día traería consecuencias y lo utilizaría como último recurso, pero este era ese momento. Todo tendría que valer la pena tarde o temprano. Dolor, angustia, preocupación, ansiedad, sufrimiento, tristeza, tortura. Todo, para que Manon estuviera a salvo…
Yveltal se aferró tanto a la pierna de Alain, que instintivamente el muchacho en medio del vacío por el que caían, soltó la espada.
— ¡NO!
Sin la espada, no podría salir de ahí. Sin la espada, no podría hacer lo que había estado a punto de hacer.
Floette no lo dudó ni un segundo: la flor que llevaba con sus pétalos como alas aerodinámicas, aumentó su velocidad para caer más rápido, y cuando estuvo en contacto con la espada, se volteó de espaldas hacia el firmamento que cada vez era mucho más pequeño en medio de las entrañas del interior de Snowpoint. Alain notó el rostro inocente y tierno de un Floette que sabía que su destino era no salir de ahí. Sabía lo que iba a pasar.
— ¡Floette! ¡NO!
El Pokemon flor llegó hasta la espada, amarró la empuñadura en el tallo azul de la flor que tenía siempre de compañía y entonces comenzó a producir un brillo en el centro de la flor; así, por primera vez utilizó un poder que nadie había visto jamás en un Pokemon: Luz Aniquiladora. El centro de la flor desprendió una energía de matices púrpuras y blanquecinos que iluminó en demasía todo el interior de la montaña. Alain ni siquiera pudo notar cuánto faltaba para estrellarse contra el suelo, porque la luz era tan cegadora y tan brillante que tuvo que cubrirse el rostro. Alain agarró instintiva y protectoramente a Manon y cuando el Floette lanzó el poder hacia el suelo y la flor salió disparada hacia arriba con la inercia del ataque. La espada, que había estado amarrada al tallo azul de la flor, se niveló en la posición de Alain y el muchacho agarró la empuñadura con fuerza.
Notó cómo Floette, que ya no tenía ninguna opción de sobrevivir debido a que iba a caer en cuestión de segundos al final del vacío, le dedicó una última mirada en señal de que le dijera todo a su dueño: A.Z. Alain cerró los ojos y un par de lágrimas cayeron de su rostro. Agarró con más fuerza a Manon, y entonces emitió unas últimas palabras antes de ver con repudio a Yveltal.
— Por favor… ¡POR FAVOR!
[…]
La nieve era testigo de cómo había personas que aún no perdían la esperanza. Una esperanza perdida que vagaba en medio de la ventisca más alta de Snowpoint. Una esperanza, que a pesar de todo aun podía palparse en las manos cansadas de hombres y mujeres que seguían en la búsqueda de gente perdida. Personas que no sabían por qué estaban ahí, pero arriesgaban su vida para ir día y noche en busca de una vaga luz que deambulaba en las venas de la montaña helada. Frío, incertidumbre, cansancio. Sabrina no sabía realmente si esos sentimientos eran lo que día con día se sentían en Pokemon Battle Online, o si eran lo que sentía por buscar al hombre que le debía una galera.
— ¿Aun nada? —le preguntó a Norman, que con unas horas de búsqueda no se veía muy convencido de esto.
— Sabrina… —Norman miró a Pegaso, que se encontraba un tanto más allá escalando con su equipo de alpinismo—, no creo que sea buena idea seguir buscando. Es una montaña inmensa, y con un grupo de treinta personas más o menos no será suficiente.
— Por favor —Sabrina miró a A.Z, que también estaba un poco alejado. El día era claro, y el sol se estaba apareciendo por entre el horizonte.
— Lo siento, Sabrina, creo que…
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El temblor se hizo presente. Un rugido extraño viajó como eco por toda la montaña, y la gente se alertó enseguida. Nadie supo de dónde venía, pero una luz extraña apareció sobre la cima de Snowpoint, y cuando la gente se cubrió los ojos debido a que la luz era lastimosa, vieron una figura resurgir de entre las profundidades de la cima.
La figura de hombre imponente. La armadura dorada, la espalda erguida, con la figura de una pequeña niña cargando en brazos y una espada envainada que había desprendido colores parecidos a los de las auras boreales. Un rugido parecido al de una gacela se hizo presente desde la dirección de aquella figura, mientras un Pokemon en forma de "Y" iba cayendo al mismo tiempo que un campo de fuerza volvía a formarse para evitar la entrada de gente ajena a los secretos de Snowpoint. Sin embargo, lo único en lo que la gente se concentró fue en ver cómo una figura de un hombre que resurgía de entre el alba de la mañana, suspendido en la ventisca fría de la montaña y con matices de colores que se esparcían infinitamente hacia el espacio, tanto a izquierda como a derecha, como venas coloridas que tenían vertientes irregulares como las aspas de algún venado.
Sabrina sonrió. Norman se quedó estupefacto al igual que todos los exploradores que habían estado en la búsqueda de esa persona: un líder que les mostrara la luz dorada de esperanza que tanto necesitaban, pero que nadie pedía.
[…]
— ¿Estás seguro de ello?
— Totalmente —Sabrina le respondió con firmeza a Alain. Ambos miraban a la línea finísima que separaba el gran pastizal del firmamento adornado de algunos cirrocúmulos, asemejando la apariencia del cielo como un velo finísimo.
Alain asintió. Desde aquella vez en la que se dispuso a conseguir su nuevo objetivo, sabía que necesitaba a gente para poder formar el gremio que quería, y estaba ahora eternamente agradecida con Sabrina con conseguir al menos un par de hombres más, entre los que destacaban Norman y Pegaso.
Sabrina le había mencionado acerca de un lugar el cual ella no estaba muy segura, pero que había escuchado en las profundidades de los océanos en los que ella había estado navegando. Un lugar que era como un vacío temporal, el cual nadie podía localizar con facilidad.
— Es cuestión de ganarse la confianza del Mapahy y…
— Descuida, sé que encontraremos a ese Pokemon y nos guiará al lugar que dices. Por suerte, guardé el suficiente oro que encontré en la montaña como para sustentar toda la construcción de la base. Sin embargo, aún había mucho más oro ahí, te lo aseguro. También pude conseguir varias megapiedras.
— ¿Y… el Pokemon de A.Z? ¿…Floette?
Alain se quedó en silencio. En ese momento, recordó cómo Alain al salir de la montaña y encontrarse de nuevo con el herrero, éste le mencionó sobre su Pokemon. Alain negó por lo bajo, pero al ver el rostro inmutado de A.Z, el espadachín dijo que aún tenía esperanzas. Floette seguía allá adentro, y aunque ya no había más maneras de entrar al interior de Snowpoint, tenía que seguir buscando. A.Z, esperanzado, se prometió a sí mismo que encontraría la forma de entrar en las profundidades más inhóspitas de la montaña, continuando así su búsqueda y permaneciendo en el nivel helado. Por ende, A.Z le deseó suerte e Alain en su objetivo porque él no los acompañaría. Alain había entendido que el haberle dicho eso había estado mal. Floette había muerto, pero había sentido tanta lástima por A.Z que le mintió por su propio bien.
Por su parte, Manon había despertado unos días después de la fusión que había tenido con Zygrade. Alain había estado bastante preocupado, pero cuando notó que su amiga había despertado, un peso de encima se había liberado de sus hombros. Manon, ciertamente confundida, se tocó las caderas, los pechos y el rostro en señal de que todo había disminuido considerablemente, y al mirarse al espejo que le tendió Alain, la muchacha gritó a los cuatro vientos el cambio repentino o, mejor dicho, rejuvenecido, de Manon.
Tal parece que, aunque el cuerpo físico de Manon había cambiado, la muchacha seguía siendo tan alegre como Alain recordaba, ya que ahora podía recorrer los pastizales con su transformación en molusco ennegrecido o perro misterioso que tomaba la forma característica de Zygrade. Sin embargo, la falla del Pokemon hacía que a veces Manon se teletransportara de un lugar cercano a otro, o que a veces desapareciera entre pixeles para volver a aparecer en otro lugar. La gente al principio tomó como broma aquello y no lo creía, pero cuando Manon se había transformado difícilmente por primera vez y por voluntad propia, la pequeña tripulación de Sabrina la respetó. Aquel poder, aunque aún ocultaba muchos misterios, parecía tener feliz a la pelirroja, pero era más feliz haber tenido a su lado a Alain, después de todo lo que habían pasado en el interior de la montaña.
En cuanto a la lealtad de los tripulantes, la juraban como si hubieran visto a un ser nuevo salir de entre las entrañas de Snowpoint. Alain les había explicado el poder que obtuvo a lo largo del viaje, y cuando notaron la espada con el sable grueso y alargado, desprendiendo unos pocos colores apenas visibles, no lo dudaron ni un segundo. Sabían el poder que tenía y lo podían sentir; Alain también lo hacía. Sin embargo, a pesar de las reverencias, Alain no se sentía un líder, debido a que siempre se consideró igual a los demás, y eso fue lo que logró que la gente comenzara a unirse a él. Día con día, Sabrina, Norman y Pegaso iban esparciendo la misión del gremio secreto. Lo hacían con total discreción, ya que también habían escuchado de rumores de que asesinaban a los beta y que había gente mala y traicionera dentro del juego. Claro estaba que el gremio no podía crecer demasiado como el Gremio Esmeralda lo estaba haciendo; Alain prefería antes la calidad que la cantidad, y cuando se aventuró con la nueva galera ostentosa y costosa que le había prometido a Sabrina, con un Ho-Oh tallado en oro en la cabecera de la nave, Alain sintió un presentimiento excitante.
¿Lograría formar el gremio? ¿Encontraría al tal Mapanhy que los guiaría a un paraíso océanico del cual Sabrina había estado hablando? ¿Lograrían el cometido de avanzar nivel con nivel? ¿Qué les esperaba en un futuro? ¿Manon estaría a salvo bajo su cuidado?
Alain miró por última vez hacia el horizonte celeste, en donde agua y cielo se separaban y lo que había más allá era un misterio que sólo podía descubrir si seguían avanzado. A su lado había gente fuerte, poseía las características necesarias de valor y coraje que inspiraban a los suyos, tenía la fuerza necesaria para hacerle frente a cualquier jugador; en cuanto a la Megaevolución, estaba dispuesto a investigar lo necesario para poder hacerle frente. El libro que tomó robado de la biblioteca decía las precauciones, y tarde o temprano los jugadores se aprovecharían de esos poderes sin pensar en lo que podría conllevar en un futuro. Sin embargo, Alain y su familia debían estar preparados, porque el momento llegaría.
[…]
Y ese momento había llegado. Alain zarparía mañana con toda su flota e iría a las islas en las que se encontraba el Arco de Luz. El momento que tanto había temido y en el que sufriría bajas estaba a la vuelta de la esquina, y Alain por primera vez en mucho tiempo, después de recordar todo lo que había sucedido y todo lo que pasó para llegar hasta donde había llegado, se preocupó y lanzó un suspiro.
Manon estaba detrás de Alain. Todo ese tiempo la pequeña moza le había observado y notaba la angustia con la que miraba Alain al horizonte desde el balcón de la torre más alta. Alain volteó de reojo y le vio.
— Deberías dormir…
— ¿Has estado recordando el momento desde que nos conocimos?
Alain miró por lo bajo. Estaba preocupado por el bienestar de Manon y de su familia.
— Mañana es un día importante —confesó el líder de los Mega— Mañana, las cosas serán diferentes.
Manon llegó hasta su posición, le tomó de la mano y suspiró también.
— Diferentes o no, nos hemos preparado para ello…
Próximo capítulo: Las Islas Tori
