Bueno, esta cuarentena me está haciendo escribir como adicto. Es una buena noticia xD. Muchas gracias a todos los reviews. Sé que la mayoría no puede o le da pereza, pero aun así se agradece. A veces siento reconfortante ver expresados en un review si les está gustando o no la historia. El capítulo pasado estuvo algo pesado, pero este no va a decepcionar. Sin más, los dejo y díganme qué les pareció. Sayonara!
[VIDEO 1: One Piece Ost - To Victory]
[VIDEO 2: The Last of Us OST - All Gone (No Escape) - Extended Version]
Capítulo 121
El Deseo de Luz
DÍA 2
Dawn
Cuando desperté, el sudor recorría mi frente a pesar de la humedad. Lo primero que pensé fue que me había quedado tan profundamente dormida, que cuando la luz se filtró por entre el roble, Paul ya no se encontraba ahí. Me levanté exaltada y temerosa de encontrar al sujeto, pero noté que simplemente estaba dormitando en la oscuridad del escondite, a un par de metros alejada de mí. Había estado tan pendiente de que él no me hubiese hecho nada, que cuando desperté la locura ya me había hecho pensar cosas sin sentido. Paul también era humano, pero le trataba como si fuese alguien frío y sin sentimientos. Después de todo, él también era alguien antes de entrar a PBO.
La soga en las muñecas ya me había irritado la piel y me había hecho dormir de una manera muy incómoda. Sin embargo, podría ser mi momento para escapar mientras él estaba distraído. Busqué con la mirada mi carcaj, pero Paul lo tenía abrazando mientras sus ojos estaban cerrados. El arco, por el contrario, estaba a unos centímetros de su pierna. Supuse que también había estado bajo su cuidado, pero el haberse quedado dormido lo hizo soltarlo por inercia.
Poco a poco me fui arrastrando y lentamente con la bota puesta traté de jalar el arco hacia mí colgando su cuerda en mi empeine. Sin embargo, el arco había estado parado, y cuando lo jalé, éste cayó y se produjo un leve sonido que inquietó a Paul. Sin embargo, no se despertó en lo absoluto. Finalmente encajé mi pie en el arco y lo arrastré lo más silenciosamente que pude, hasta que lo tuve en mi posición. Ahora, sólo tenía que encontrar la manera de tener a la mano una de mis flechas, pero el carcaj había estado tan aferrado a Paul, que sería imposible tomar una sin que se despertara. Sin embargo, recordé de inmediato que anoche él había hecho una fogata con un par de flechas de mi arco para encender el fuego, y fue cuando busqué con la mirada el par de flechas que dejó abandonadas por el terreno. En efecto, ambas estaban casi en la entrada, reluciendo como si fueran un rayo de esperanza que pronto iban a liberarme de aquí. Me arrastré y fue cuando tomé una con mucha dificultad debido a que aún tenía las manos atadas. Con la boca tomé una de ella y hábilmente comencé a deshilar la soga de mis muñecas, hasta que sólo quedaron hilos delgados que me sujetaban; al separar con fuerza mis brazos, la soga dejó de ejercer presión y se rompió. Finalmente había quedado libre; Paul seguía dormitando. Era el momento. Tomé un respiro, tensé una de aquellas flechas y apunté hacia su sien.
Simplemente tenía que destensarla, y habría muerto. Tal vez no en la vida real, pero me daría tiempo para salir huyendo de aquí y encontrarme con algún aliado. Sí, a nivel personal no serviría de nada asesinarle. Sabía que el volvería si lo hacía, y estaría mucho más enojado que de costumbre, pero tenía que ver por el objetivo común del grupo.
Pero… ¿por qué no soltaba la flecha? ¿Por qué no me atrevía a hacerlo? ¿Por qué después de todo lo que Paul había hecho no podía asesinarlo virtualmente? Tal vez mis principios no me dejaban hacerlo; tal vez, matar a espaldas de tu enemigo era algo que rompería con los límites establecidos dentro de mis códigos de honor. No podía hacerlo; no lo merecía; no valía la pena.
Salí sacrificando mi carcaj en su posesión. Ya me las arreglaría para conseguir más flechas. Lo importante era salir y…
— Alto…
No era la voz de Paul. Alguien se había cruzado en mi camino justo cuando estaba saliendo del roble. El rocío de la mañana de una jungla mucho más nublada de lo que hubiera pensado dio con el rostro de un jugador que desconocía. No sabía quién era, pero tal parecía que él sí sabía quién era yo, porque su expresión de sorpresa al verme libre y con dos flechas en mi mano izquierda lo hicieron tomar posición de ataque. Sin embargo, cuando estaba a punto de destensar la flecha para apuntarle al pecho, sentí una mano reposar sobre mi hombro. Paul ya se había levantado debido a la voz de aquel jugador que le alertó. Cuando sentí su mano, supe que ya no tenía escapatoria.
Antes de que el jugador alertara a alguien más, Paul le invitó al escondite el cual parecía haberse apropiado ya desde la noche pasada. El jugador no comprendió nada en lo absoluto, y en lugar de pasar al roble, quiso alertar a la gente.
— Con todo respeto, tenemos que avisar a alguno de los Salvadores —¿Así es como le llamaban ahora a los Cuatro Grandes?
— No —Paul insistió.
— Sé dónde está su alteza Diantha. Si caminamos recto en unos diez minutos llegaremos a…
— He dicho que entres —Paul le espetó, y cuando notó el misterio y furia pasivas que Paul estaba experimentando, el jugador dudó por unos momentos, pero lo sintió más como una amenaza que como una invitación.
El jugador no dijo nada; Paul se encargó de volver a sacar de su inventario una soga con la que me amarró, esta vez haciendo un doble nudo de manera que una simple flecha no iba a liberarme de esta. El jugador se sentó en la tierra, y la humedad del lugar le produjo una cara de asco. Sin embargo, Paul se dedicó de nuevo a prender una fogata, y mientras chocaba las flechas que me había arrebatado de la mano, comenzó a hablar dirigiéndose al jugador que parecía formar parte del gremio Equilibrio, debido a los atuendos lancos y negros que portaba.
— ¿Cuál es tu nombre? —mencionaba al tiempo que hacía fricción con las flechas.
— Goram…
— Bien, perteneces a Equilibrio, ¿cierto?
El muchacho asintió. Por primera vez el noté nervioso.
— ¿Sabes algo de la situación en la pradera?
— Bueno… —tragó saliva— Ha resultado bien. Cynthia…
— ¿Te transformaste? —le interrumpió Paul. Al perecer le importaba nada lo que hubiese pasado en la batalla de ayer.
— ¿C-cómo dice…?
— ¿Te fusionaste con tu Pokemon para batallar?
— Bueno… —noté el sudor en aquel tipo. Algo no andaba bien—… todos los soldados que estamos aquí y representan a cada gremio han sido enviados para megafusionarse. Es lo que se ordenó cuando Steven recuperó las megapiedras robadas y…
— Ya veo —finalmente Paul encendió la fogata. Había sido mucho más difícil que la vez anterior.
De pronto, Paul abrió su inventario y de ahí sacó un par de ingredientes, ya que hacía hambre y nadie había comido nada desde anoche. De hecho, yo no había comido nada desde hace más de dieciocho horas; estaba hambrienta.
— Cuéntame sobre ti…
— ¿Q-qué?
— Sí. Cuéntame sobre ti, Goram. ¿Por qué te uniste al gremio Equilibrio? ¿Qué te hizo venir a PBO?
— Comandante Paul, no encuentro relación a lo que quiere saber. Con todo respeto, creo que la prioridad es entregar a la Novata Índigo a…
— Descuida, eso lo tengo arreglado. Ahora, cuéntame sobre ti mientras preparo el desayuno.
El jugador me miró por un momento. Realmente ni yo sabía qué estaba tramando Paul, pero después de unos segundos de silencio, Goram comenzó a hablar.
— Bueno, yo me críe en una zona rural. Es un pueblo un tanto desconocido, así que no vale la pena mencionar el nombre. Bueno, en realidad es Pueblo Mosaico. Como sea, tengo dos hermanas y todos los días viajábamos grandes tramos para ir a la escuela. Mientras tanto, mis padres se dedicaban a la mercancía de seda, la cual se vende muy bien en Ciudad Luminalia. Así que ellos también recorrían todo el camino hacia la metrópoli. A veces, había días en que tenían que pasar la noche en la ciudad debido a que sus ventas no alcanzaban lo establecido y se quedaban más tiempo del normal. Eso me hizo ser bueno en el arte culinario, así que aprendí a cocinar para mis hermanas. Un día, en forma de agradecimiento, mi padre me agradeció comprándome la Virtual Console. Un novato que pronto se vio atrapado en el juego, pero tiene la fortuna de ver cómo los Salvadores han protegido a la mayoría de los jugadores, entre ellos a mí, y ahora tengo la esperanza de que algún día, ellos puedan derrotar todas las mazmorras y por fin volver a ver a mi familia. Sé que ellos están muy preocupados.
— ¿Y si estás tan preocupado por ellos, por qué estás en este bando?
— ¿A qué se refiere?
— Los Salvadores sólo han impuesto miedo. Yo, he impuesto miedo. Sabes que no peleamos por los mismos propósitos.
Paul sirvió finalmente un par de huevos y zanahorias que había cocido bajo la fogata. Sin embargo, lo dejó en el suelo y se acercó más al novato, que comenzó a sentir la aceleración de su pulso incrementar.
— No, pero es lo que queda. Tenemos que aferrarnos a la gente más fuerte. Sobrevive o perece…
— Qué lástima —Paul sonrió y soltó una bufada— La gente débil se escuda en los demás para justificar propósitos estúpidos. Ya veo por qué todos ustedes son considerados como carnada. Ya veo por qué los an elegido para megafusionarse.
— ¿Qué quiere decir?
— Nada… no lo entenderías. Gracias por contarme Goram. Disfruté de tu compañía. Espero tu familia no se sienta sola porque no le deseo la soledad absoluta; sé que saldrá adelante.
Antes de que las pupilas de Goram se dilataran debido a la impresión, Paul había ya estado bastante cerca de él para girar su cuello en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, lo había hecho con tanta fuerza y con una concentración de aura tan intensa, que oí el crujir y el separar del cuello independiente de su cuerpo. La cabeza rodó por el suelo, pero no alcancé a verlo ya que pocos segundos después explotaron en pixeles. Quedé anonadada.
— Come… —Paul me señaló los huevos que había preparado, pero yo estaba asqueada— Nos espera un largo día.
May
No había dormido en toda la noche; mi preocupación por Brendan había sido tanta que tuve que estar de vigía a toda hora para que nadie nos atacara por sorpresa. Esperaba la presencia de Paul, Helio, Magno o cualquier algún otro enemigo que nos quisiera asesinar. Sin embargo, y afortunadamente, la noche fue tranquila, aunque no como yo hubiera deseado. En cambio, Brendan había descansado toda la noche y con las pociones necesarias para restaurar partes quemadas de su cuerpo. La pequeña cueva nos había protegido del frío, pero no lo suficiente como para dejar entrar la lluvia y la neblina de la tormenta que había pasado anoche. Cuando amaneció, finalmente cerré los ojos con apacibilidad, viendo cómo última imagen el cuerpo de Brendan que seguía descansando a mi lado.
Algo me despertó súbitamente. No sabía cuánto había pasado, pero ciertamente el alba ya estaba en su máximo esplendor y por ende las actividades fuera de esta cueva también estarían presentes. Los enemigos, Pokemon y aliados estarían deambulando por toda la isla, y no podíamos quedarnos más tiempo aquí, pero Brendan aun dormitaba. Tal vez eran alrededor de las diez de la mañana, así que no estaríamos mucho tiempo aquí.
De nuevo el sonido que me había despertado se hizo presente, esta vez identificando de dónde provenía. Cuando mi mirada se posó más allá de la cueva, en una maleza abundante de plantas enormes, pude ver una figura que se movía inquieta. Miré a todos lados para cerciorarme de que nadie estuviese cerca, y con toda la cautela y cansancio posibles, me acerqué dejando a Brendan solo en aquella cueva. Sin embargo, si era un Pokemon salvaje, lo ahuyentaría al instante; si era un enemigo, estaría en graves problemas.
Cuando estuve lo más cerca posible, aparté con mis manos la maleza, y fue cuando una criatura un tanto extraña me miró desconcertada, pero con más ternura e inocencia de la que pude haber previsto siquiera. No era enemigo, ni Pokemon de apariencia horrenda fusionada con su dueño, ni siquiera algún Pokemon salvaje. Mejor dicho, era un Pokemon que jamás había visto en mi vida virtual, y no era muy común que deambulara por estos lares.
— ¡Hola!... —saludé con una sonrisa coqueta y con una cara de muchos amigos. Sin embargo, mi voz de alguna manera le asustó y salió disparada hacia arriba, introduciéndose en un mundo de lianas e impidiendo que le viera con claridad—. No voy a hacerte daño… Lo prometo.
Obtuve silencio de su parte. Cuando quise buscar con la mirada la criatura Pokemon, ésta me sorprendió repentinamente con su diminuta voz a un lado de mi hombro. Salté de la sorpresa, pero de pronto reí junto con el Pokemon y fue cuando salió disparada de nuevo hacia algún lugar de la jungla para esconderse.
Poco a poco caminé alejándome más de la cueva, revisando cada árbol, cada liana, cada arbusto para poder ver aquel Pokemon en forma de estrella. De repente la veía columpiándose en una liana, luego bajando súbitamente por un pequeño tronco inclinado, y entonces, se detuvo.
Yo le imité y me detuve, pero fui acercándome gradualmente para poder extender una mano y finalmente tocar al Pokemon, que se veía temblorosa y desconfiada a pesar de que estaba jugando a las escondidas. Sin embargo, cuando estuve a punto de tocarle, retrocedió unos centímetros, pero yo le indiqué con la mirada que no debía temer, y cuando mis orbes esmeraldas hicieron una especie de conexión amistosa con la criatura, fue cuando aquella decidió acercarse para tocar mi mano con la punta de su estrella.
Jirachi se había aparecido. Había tocado mi mano, pero yo no sabía lo que aquello significaba. No sabía que cuando hacía eso, se me concedía algún deseo. El Pokemon legendario sonrió cuando sintió la calidez de mi mano, y poco después un letrero se apareció sobre la pantalla de mi avatar:
"Jirachi te ha concedido un deseo."
En ese momento, tuve una notificación en mi inventario y un objeto similar al de una estrella dorada se guardó ahí. Si la utilizaba, sería la única vez que podría desear algo en ese momento. Jamás hubiese pensado que aquello fuese realidad. Se decía mucho acerca de un Pokemon que podía cumplir todos tus deseos, pero pensé que la gente se lo había inventado en medio de la locura que generaba PBO. Sin embargo esto era realidad: Jirachi era el Pokemon que me iba a conceder ese deseo.
— ¿Y bien?
Escuché mi propia voz en mi mente. Por un momento, pensé que alguien estaba atrás de mi espiándonos. Poco después, pensé que podía escuchar mis propios pensamientos. No obstante, Jirachi por arte de magia había copiado mi voz para trasladar sus pensamientos hacia el exterior.
— ¿Puedes hablar?
— Claro —Jirachi sonrió, y comenzó a volar exaltada por toda la jungla, hasta estar de vuelta frente a mí— Puedo hablar y saber qué deseos pasan por tu cabeza.
— ¿Ah sí?
— Sí. Deseas muchas cosas —escuchar mi voz en Jirachi era un poco extraño— De hecho, sé que entre varios deseos tuyos interviene ese chico…
— ¡Hey! —me sonrojé. No quise pensar demasiado en ello; por el momento, la prioridad era curar a Brendan, pero claro estaba que quería más cosas.
— Puedo hacer de todo ¿sabes? Puedo hacer que esa chica, Zinnia desaparezca con su simple muerte y un banneo temporal dentro del juego. Sí, sé que la odias por…
— Ya, ¡basta! —fruncí el ceño— ¿Qué no te enseñaron a respetar la privacidad de los demás?
— Sólo soy un Pokemon creado por un sujeto. No me enseñaron mucho.
— Como sea… ¿así que puedo desear lo que sea?
— Lo que sea —recalcó.
— Incluso… incluso que todos salgamos… ¿de este juego?
Por un momento, mis ilusiones se vieron alzadas por un simple deseo.
— Así es.
La solución estaba a la orden de un simple deseo.
— ¿De verdad?
— No. Sólo bromeo. Todo excepto hacer trampa en el juego.
Me caí debido a la rabia y porque Jirachi estaba jugando enormemente con mis sentimientos.
— Bueno, de hecho, puedo trasladarlos a la mazmorra del nivel 100, pero dudo mucho que tengan el nivel. Además, sería ir a cavar su propia tumba.
— Gracias por el consejo —recalcé furiosa.
Sin embargo, cuando la conversación se estaba volviendo amena, escuché pasos a lo lejos. Voces de jugadores que no podía darme el lujo de identificar si eran aliados o enemigos. Así que de manera inmediata le indiqué a Jirachi que guardara silencio y me siguiera hacia la cueva donde Brendan estaba descansando. Cuando arribamos, cubrí instintivamente a Jirachi con el brazo, ya que los pasos estaban mucho más cerca de lo que hubiera pensado. El brillo de Jirachi ahuyentaba toda oscuridad en la cueva, lo cual era una desventaja. Para empeorar las cosas, las voces se hicieron mucho más audibles y entre ellas pude escuchar la voz de un sujeto que hace no mucho había identificado: Magno.
— …nos los comentó hace poco Lance. Fue más una confirmación que un simple comentario —Magno tenía una voz tan grave como cuando nos cruzamos con él en el puente.
— ¿De verdad? ¿Están presos? —cuestionaba otra voz que no podía identificar con seguridad.
— Así es. Además… —súbitamente, la voz calló.
Brendan se había movido, tratando de despertar. Aquello había provocado el crujir de las hojas que se encontraban debajo de su brazo, lo cual fue suficientemente audible para Magno y compañía. En realidad, estaba mucho más confundida por saber que Magno ya se había recuperado del rayo que tanto a él como a Brendan y Helio les había hecho daño. ¿Cómo es que Brendan seguía un tanto mal y Magno ya podía explorar la isla? Ahora podía creer en lo que Brendan había dicho: no teníamos que subestimarlos.
Mi respiración se volvió entrecortada, y quise ocultar a Brendan de aquellos enemigos, pero sabría que no lo haría a tiempo, así que era salir de ahí y enfrentarlos, sirviendo como carnada para alejarlos de Brendan. Era algo arriesgado, pero era la única opción posible que se me podría ocurrir por el momento.
Le mencioné a Jirachi que se quedara de vigía cuidando a mi amigo y antes de que pudiera refutar al respecto, salí disparada de la cueva para sorprender a los sujetos. En efecto, Magno estaba acompañado de dos jugadores. Salí de entre la maleza y con un hechizo cortante de aire justo en la garganta de uno fue suficiente para que se desangrara y su vida bajara considerablemente hasta explotar en pixeles. Había matado a uno, pero Magno y el otro novato se colocaron en posición de ataque. Sin pensarlo demasiado, saqué mi pequeña botella en la que había guardado una luz intensa y cegadora. Al destapar la pequeña botella, el rayo que había estado mágicamente guardado en el pequeño frasco salió disparado hacia el cielo, pero antes de que se fuera por completo, tomé un tanto en mi mano y en cuestión de un segundo lo redirigí hacia Magno y el novato. El primero pudo esquivarlo con habilidad, pero el rayo dio justo en el pecho del otro jugador, haciendo que se muriera en el acto debido a que dio justo en donde se encontraba su corazón. Los pixeles inundaron la jungla, y Magno ahora se encontraba solo. Sin embargo, sabía que no iba a ser una lucha tan equitativa, así que comencé a correr lejos de la cueva para alejarnos de Brendan y Jirachi.
Sentí la maleza y las lianas raspar mis piernas, y me quité todo lo que estuviera estorbando mi frente, doblando a un lado y luego a otro, ascendiendo y subiendo pequeños montes, pero el camino se terminó cuando llegué a un pequeño estanque que despedía un hedor húmedo de bacterias. Al pisar el lodo, mi pierna se hundió y perdí el equilibrio, cayendo en el estanque de agua verdosa. Mis piernas y brazos batallaron para ir hacia la orilla, pero cuando toqué con las puntas de mis dedos el límite del estanque, lo único en lo que me vista se concentró fue la presencia de Magno que yacía inmóvil observando mi estupidez al haber caído al estanque. El sujeto respiraba profundamente debido a que estaba en mi persecución. Quise salir huyendo de ahí, pero el sujeto me sacó él mismo de los ropajes mojados y me revolcó sobre la tierra, ensuciándome toda y metiendo tierra sobre mis ojos. Me quise lavar el rostro para poder ver mejor, pero sólo vi muchos colores y sentí que mi cabeza daba vueltas debido a los golpes que sentía en el cuerpo. Todo fue por un momento oscuro y perdí la noción del espacio. Lo único que ahora podía pensar era en ese dolor intenso que sentía y gradualmente iba empeorando. Sentí la sangre recorrer mi frente, y cuando pensé que esto no iba a parar, hubo un momento de tranquilidad. Mi cabeza dejó de atormentarme y el dolor, a pesar de que era intenso, cesó por un momento para permitir que pudiera abrir los ojos.
— Levántate —su voz era mucho más seria de lo que imaginaba. Estaba furioso.
Coloqué una mano sobre la tierra. La sangre goteaba y mis lágrimas se hicieron presentes. ¿Acaso… este era el final?
— Que te levantes…
Mi cuerpo no podía responderme como era debido. Magno me había vapuleado con tal facilidad, que tal parecía que todo el entrenamiento que había recibido en el gremio Mega no había servido de nada. Había podido hacerle frente a varios jugadores con todo la fuerza e inteligencia posibles, pero ¿por qué estos dos días que habían pasado no me estaba comportando a la altura de mi nombre? ¿Por qué siempre dependía de Brendan o de otro jugador para salvar mi vida? Satoshi lo había hecho en Ciudad Subterránea; Brendan lo había hecho en varias ocasiones; mi padre, incluso, me protegía, aunque no lo quería. Incluso en la vida real, siempre había sido una niña protegida. La chica perfecta; notas perfectas; futuro perfecto. Estaba harta de todo aquello.
Mi fuerza despertó al pensar en todo ello, y mis piernas temblaron, pero fueron lo suficientemente fuertes para levantar todo mi torso y ponerme en posición de ataque. El hechizo de luz se formó en mi mano y levanté la palma con suma determinación.
— Ahora, lucha.
Lancé un hechizo rápido de luz que fue directo hacia su sien, pero éste lo esquivó meneando la cabeza con suma facilidad. Al tiempo en que le iba invadiendo de hechizos de luz, Magno comenzó a caminar, y al tiempo que lo hacía, el suelo que dejaba tras sus pisadas había sido derretido por un aura de lava que salía tanto de la punta de sus pies como de toda su piel. De repente, Magno había tornado aquella piel en algo mucho más rojo y brillante, y la temperatura en el ambiente había aumentado drásticamente. Las lianas de la jungla comenzaron a deshacerse debido al calor, que más que causar combustión en el aire, derretía las cosas sólidas que había alrededor. En ese momento, mi sudor se hizo presente y sentí cómo su presencia pesaba tanto, que retrocedí un par de pasos sin siquiera continuar atacando. En ese momento, mi mente halló una respuesta para el magma que inexplicablemente salía de todo su cuerpo, y fue cuando di un par de danzas que fueron las causantes de expulsar mágicamente una hidrobomba que dio de lleno en su cuerpo. Lo único que causó fue que retrocedió un par de pasos y su abdomen, ahí donde el ataque había dado exactamente, se había vuelto un tumulto de piedra magmática debido al enfriamiento del agua con el magma. Magno rio, y cuando quise reaccionar, el sujeto ya estaba a un metro frente a mí.
Cuando me agarró del cuello, sentí cómo mi piel ardía y grité de dolor a los cuatro vientos. Eran gemidos de tortura, porque sentí cómo poco a poco la piel comenzaba a calcinarme el cuello, pero fui capaz de lanzar un hechizo cortante sobre su brazo que le soltó por un momento. Supe que era momento de huir, pero Magno me agarró de una pierna y me tiró al suelo, sin soltar mi extremidad. Sentí entonces el magma recorrer la pierna de una manera agónica; grité y lloré. El dolor era insoportable, más que cualquier otro dolor que hubiese sentido en la vida real y en el juego. Magno volvió a reír de una manera tranquila.
— Este es el precio por subestimarme.
Y cuando noté que su mano iba a dar de lleno sobre mi rostro para torturarme hasta la muerte, hubo un brillo luminoso que inundó el ambiente. Seguido de ello, Magnos salió disparado de manera inexplicable, ya que ninguno de los dos pudo ver de dónde había provenido aquel ataque luminoso. Magno se estrelló con varios troncos; el poder del ataque de luz había sido mucho más fuerte de lo que se imaginó, y cuando Magno se reincorporó, Jirachi estaba frente a mí en señal de protección.
— No… Jirachi… huye… Protege a…
— No puedes morir aquí, Haruka —me contestó Jirachi sin dejar de ver a Magno.
El enemigo se alertó al escuchar la voz del Pokemon, pero más fue su sorpresa cuando vio de qué clase de Pokemon se trataba.
— Así que Jirachi finalmente se ha aparecido ¡Qué suerte la mía! —la risa de Magno fue más de emoción que de imposición—. Si te obtengo, me cumplirás cualquier deseo. ¿Cierto?
Jirachi no respondió. En su lugar, lanzó otro rayo de luz que fue hacia Magno, pero el magma salió de su cuerpo como molusco, y cuando chocó con el hechizo de luz, éste se desvaneció.
— Puedo pedir el Arco de Luz, si lo deseo —Magno sonrió de una manera ambiciosa— O… o ser mucho más poderoso que los Cuatro Grandes. Puedo pedir algo que siempre he querido.
— No funciona de esa manera…
Jirachi le había respondido de una manera lógica, pero Magno no quiso escuchar y siguió acercándose en medio del destrozo magmático que había generado. En realidad, la ambición por obtener el deseo lo había privado de cualquier argumento o discusión, porque por más que Jirachi podría decirle que sólo funcionaba con quien ella eligiera, Magno no escucharía. Sin embargo, la convicción de Jirachi tenía que ser real, y no forzosa. Saber esas cosas de los rumores que deambulaban por todo PBO no explicaba el por qué Jirachi me había elegido a mí. Lo importante aquí era que hiciera lo que hiciera Magno, nada iba a funcionar.
Jirachi quiso lanzar otro ataque, pero Magno le tomó rápidamente de una de las puntas, y cuando hizo contacto con ella, el sujeto sonrió de una manera en la que la cordura había sido superada por la ambición.
— Deseo… deseo ser el hombre más fuerte de PBO.
Jirachi no respondió ante aquello; cuando Magno aguardó unos segundos viendo que no sucedía nada, lo volvió a desear, pero esta vez quemando a Jirachi en una de sus cinco puntas. El Pokemon gimió de dolor en su voz habitual de Pokemon, y yo le dije que se detuviera sin éxito con un ataque que no parecía dolerle en lo más mínimo.
Pensaba que mi nivel había mejorado dentro del juego. Pensaba que todo ese tiempo entrenando en la Fortaleza Catarata me habían hecho una jugadora digna de batallar; sin embargo, por más que entrenaba, siempre venían personas mucho más fuertes a decirme todo lo contrario. Había mejorado suficiente en mi magia para establecer mi magia de luz, pero eso ni siquiera le importaba a jugadores tan fuertes como Magno. Era tan débil, que no podía hacer nada al respecto en esos momentos. Serena había asesinado a uno de los Cuatro Grandes; Hikari había hecho frente a frente contra Cynthia y se había ganado una reputación envidiable; Kasumi había pasado a conseguir un poder envidiable en el Valle Charizard. ¿Qué había hecho yo? Sólo preocuparme por mi padre, y jugar a la chica enamorada de Brendan.
Fue entonces cuando la rabia me invadió, y de mi mano salió una enredadera mágica que hizo cobrar vida a las demás enredaderas que había alrededor de nuestro ambiente. Cuatro de ellas tomaron las extremidades de Magno, pero las plantas estaban envueltas en tierra para impedir que el magma las calcinara rápidamente. La fuerza con las que jalaron las extremidades del hombre fueron suficientes para soltar a Jirachi, y cuando el Pokemon cayó de bruces sobre el suelo y Magno se dio cuenta de que yo había generado aquel hechizo, pisé el suelo con fuerza para levantar el agua del estanque que se encontraba a nuestro costado, haciendo que gran cantidad de ella se esparciera sobre su cuerpo. Aquello hizo que el cuerpo de Magno se tornara en piedra volcánica por completo, y fue el momento para realizar mi hechizo de luz que podría romper la piedra con facilidad. El hechizo fue lanzado, pero Magno, a pesar de que había sido un cuerpo esculpido de piedra ígnea, se dio cuenta de aquello y se regeneró más rápido de lo que pude haber pensado. El hechizo le dio, pero su cuerpo no se partió en pedazos como había planeado.
Fue cuando la ira de Magno se incrementó, y se levantó en un solo movimiento para ir mucho más rápido hacia mi posición, pero de una manera tranquilizada. Lancé otro par de hechizos, lianas y agua estancada, pero Magno había incrementado la temperatura de su cuerpo hasta volverse un ser andante de magma, y su rostro se desfiguró totalmente.
Tocó mi brazo, y el dolor del fuego fue mucho más intenso, hasta que poco a poco sentí cómo iba calcinándose mi piel, mi músculo y mis huesos en pixeles brillantes.
— ¡MUERE!
[VIDEO 1: One Piece Ost - To Victory]
El brazo de Magno fue directo hacia mi rostro, pero algo golpeó el rostro magmático de Magno. No era Jirachi, ni algún ataque en especial. Era un artefacto que, al momento de haber golpeado a Magno, se depositó mágicamente sobre mi otra mano sana y salva.
Un artefacto que, en realidad, había sido el mismo Jirachi convirtiéndose en un báculo que era la arma típica de un mago. Sin embargo, el báculo era mucho más hermoso de lo que hubiera imaginado. El bastón estaba hecho de mármol y se extendía finalmente hasta la punta, donde había una estrella luminosa en el centro y tan cegadora, almacenando una energía incomprensible. Los pequeños pedacitos de papel azul que caracterizaban a Jirachi colgaban de la punta del báculo.
"¡Felicidades! ¡Has obtenido el Báculo Infinito!"
Sonreí de una manera esperanzadora.
Esa chica de la que mucha gente había protegido había desaparecido. En su lugar, el poder y la valentía de proteger a aquellos que me amaban había sido recompensada. Este era el momento de brillar, y esa magia de luz iba a ser la responsable de decirle a todo el juego virtual que no era una niña sobreprotegida.
¿Cómo demostrarlo?
Magno se acercó. Esta vez mucho más furioso que de costumbre. Tomó mi mano calcinada, pero yo había ascendido hacia el cielo gracias al báculo, envuelta en una luz mucho más brillante que la de un relámpago. El báculo brillo, al mismo tiempo que lo hacía todo mi cuerpo. Mis heridas y quemaduras desaparecieron, y súbitamente había cambiado de ropajes para ser reemplazados por una armadura liviana blanquecina, una capa de seda esmeralda, una falda púrpura y unas botas que hacían juego con la capa y mis ojos verdes.
Mi nivel se incrementó, mi MP se aumentó una barra más, y fue cuando sentí la seguridad y la fuerza recorrer todo mi cuerpo. Magno, que yacía observando todo aquello de una manera increíble, sólo se dedicó a observar cómo el báculo comenzó a brillar más cuando se pensaba que no podía ser mucho más claro.
En ese momento, la luz del báculo fue expulsada. La energía increíble de luz que fue hacia magno fue el resultado de cien veces el hechizo que realizaba con normalidad. Su magma no pudo protegerlo esta vez, porque cuando recibió el impacto, sólo pude notar cómo su cuerpo salía disparado por los cielos, perdiéndose entre el horizonte. Eso no lo habría matado, pero le habría infundido un temor que ningún beta y ningún novato le habían provocado.
Al aterrizar, libre de cualquier peligro, miré el Báculo Infinito, mis nuevos ropajes y mi nueva actitud. Jirachi me había dado todo esto, y estaba agradecida por ello.
— Gracias —sonreí al báculo, y me dirigí de nuevo hacia la cueva, donde Brendan seguiría descansando.
[VIDEO 2: The Last of Us OST - All Gone (No Escape) - Extended Version]
Dawn
Habíamos ya pasado un rato en aquella cueva; cuando pensé que Paul no iba a moverse más, él sólo estaba atento a cuando el sol estuviera en su punto más alto. Una vez que sucedió eso, entrando y saliendo del lugar para verificar el tiempo, me indicó que saliera y nos adentramos de nuevo en los misterios de la jungla.
Realmente había estado anonadada con la manera tan fría en la que había asesinado a su propio aliado. Como si se tratase de alguien sin igual, Paul había acabado con su vida, así sin más. Lo interesante era que aquel novato quería revelar mi identidad a alguno de los Cuatro Grandes. Esto a Paul le inquietó y quiero suponer que por ello fue la causa de que el chico hubiese sido asesinado. ¿Por qué no quería avisarles? ¿Qué se traía entre manos? Mi cabeza daba muchas vueltas, y de cuando en cuando me animaba a articular alguna pregunta, pero sin respuesta posible.
— ¿Adónde vamos?
Silencio.
— ¿Sabes acaso dónde está el Arco de Luz?
Más silencio. El tiempo pasaba, mis piernas comenzaban a doler. Habíamos parado a comer algo que "amablemente" Paul había cocinado en una pequeña hoguera que él mismo preparó. Una vez terminado, seguimos deambulando por la isla Kaminari. Había perdido la noción del espacio; no sabía exactamente dónde quedaba el norte, y habíamos dado tantas vueltas, que me perdí por completo porque a pesar de que me había memorizado los planos que nos brindó X, el estar en la isla investigando era otra cosa completamente diferente.
— ¿Por qué lo mataste?
El silencio fue la única respuesta. El alba cayó, y pronto, la oscuridad reinó.
— ¿Por qué no me entregas a Cynthia? ¡Maldito imbécil!
Mi paciencia se había esfumado cuando era ya el segundo día y sólo nos habíamos dedicado a caminar sin rumbo alguno. Paul lo notó, y finalmente paró en el camino para darse la vuelta y mirarme fijamente. Esta vez, noté algo en su mirada que me repugnó por completo. Sin dudarlo mucho, lancé un escupitajo sobre su rostro y acto seguido él miró hacia abajo con un odio tan intenso, que tardó en limpiarse el rostro con la manga de su cota de malla.
— Me ordenaron decir nada… —confesó finalmente— Pero visto las circunstancias y la manera tan inmadura en la que te comportas, te lo diré. Ya no será una sorpresa.
— ¿Qué?
— Fui ordenado a mantenerte así hasta el anochecer del segundo día. Esto debido a que vamos a reunirnos con todos para que puedas ver algo extraordinario…
— ¿Ah sí? No te creo en lo absoluto.
— Pues ve por ti mismo.
El silencio se hizo presente. Ruidos de Pokemon salvajes inundaron una noche tranquila vacía de estruendos y relámpagos; en su lugar, el silencio nos permitió escuchar las risas de gente que estaba aglomerada en algún sitio no muy lejos de donde nos encontrábamos. Cuando escuché los murmullos y noté luces de fogatas arriba en el firmamento, volteé hacia Paul de una manera un tanto furiosa. Él sólo se dedicó a sonreír, y fue cuando el muchacho me empujó para que siguiera caminando.
León
El segundo día había sido más largo de lo que había pensado. Zoey, Barry, Tobias, Drew y yo nos habíamos juntado para estar mucho más a salvo. Pero entre más grande era un grupo, más llamaba la atención. De esta manera, en nuestro camino nos encontramos con un par de enemigos que nos siguieron la pista. Luchamos contra sus formas megafusionadas, y Tobias se encargó de finiquitar con sus vidas virtuales. Sin encontrar pista alguna del Arco de Luz, todos teníamos la mente cansada y las piernas temblorosas de tanto caminar. Si nos encontrábamos con algún enemigo, ya fuera Cynthia o alguien del alto mando, tendríamos problemas debido al cansancio. Sea como sea, pudimos descansar finalmente cuando el alba cayó. Sin dudarlo, me senté sobre una piedra y miré hacia el suelo.
— Así que… —Drew había tratado de romper el hielo cuando intentaba encender una hoguera.
— No, nada de hogueras… no podemos llamar la atención —Tobias le indicó fríamente.
Drew le miró con odio, pero siguió hablando.
—… Además de Candice y Kenny… ¿quién más ha…? —Drew fue directo al grano, después de todo un día de haber estado juntos, finalmente se había animado a formular la pregunta que tanto temíamos todos.
Quise recordar lo que había sucedido en la pradera, pero sólo había podido ver sangre, Pokemon megafusionados y Pokemon aliados tirados sobre la maleza. Al recordarlo, sentí una punzada sobre el estómago que me quitó el apetito. Barry y Zoey, al escuchar los nombres de sus amigos, sintieron un dolor inexplicable, y se mantuvieron cabizbajos sin decir nada al respecto. Fue mi turno de hablar:
— Nadie pudo verlo con certeza —dije recordando la batalla tan revoltosa que había en el campo. Golpes, mordeduras, huesos rotos, gritos, fuego oscuro, relámpagos, capas de varios colores— Los tres escapamos por fortuna; sólo pudimos ver cómo Alecrán había apuñalado por la espalda a Candice, y acto seguido Kenny perdía la cordura al ver que Candice… Todo pasó muy rápido. Alecrán era ágil y fuerte. También pudimos ver a muchos compañeros más morir; entre ellos, los gemelos que formaban parte de la élite de Hoenn. Mucha gente más murió; gente importante. No sé decir con certeza quién, porque no quiero recordarlo. Lo que siguió después de la batalla fue una persecución intensa hacia Alecrán, en la que Barry lo acorralaba hasta que todos nos adentramos a la jungla y fue cuando los hallamos a ustedes fortuitamente. Quiero pensar que los demás…
Un ruido ambiental me hizo detenerme. Los demás también lo escucharon. Todos nos pusimos alerta, pero lo único que ahora podíamos escuchar eran las risas de unas personas que se escuchaban muy a lo lejos. Miré hacia el cielo, y noté la luz que se reflejaba de las antorchas estáticas que había más allá. Un grupo de personas estaban reunidas y estaban pasando un buen rato. Murmullos, risas, ¿qué estaba sucediendo?
Asentí mirando a Barry y Zoey. Tobias y Drew tuvieron la misma idea. Todos dejamos el lugar en el que íbamos a descansar, dirigiéndonos sigilosamente hacia ese lugar para verificar si se trataba de un amigo o algún enemigo. Las risas comenzaron a intensificarse, y los murmullos fueron convertidos en diálogos de gente que aparentemente estaba teniendo una conversación tranquila. Sin embargo, cuando estuvimos lo suficientemente cerca para observarlos sin ser descubiertos, entre la maleza de la oscuridad pude ver a varios jugadores reunidos; más de los que había creído.
Ahogué un grito debido a la impresión. Barry y Zoey también habían empalidecido.
No era una reunión común y corriente; era un escenario en el que jamás pensamos que Hikari estuviera recibiendo esas risas y burlas que habíamos escuchado a lo lejos.
Dawn
Sentí el impacto sobre la tierra; las mejillas se me embarraron de lodo y sentí la lengua probar la tierra para luego escupirla con rabia. El pie de Paul se mantenía sobre mi espalda, como si fuera él el cazador de alguna presa que finalmente había caído ante su merced. Al tratarme de aquella manera, como un cerdo, la gente a su alrededor comenzó a carcajearse de una manera un tanto déspota. Había por lo menos una docena de novatos con antorchas reunidas en un círculo, y algunos del alto mando que pude reconocer de tan sólo ver sus rostros: Delio, Gaias y Fausto, que eran del gremio Esmeralda; Sixto, Fátima y Nívea del Gremio Alma de Piedra; Tileo y Malva, por parte del gremio Equilibrio; Dracéna del gremio Escama de Dragón. ¿Qué demonios…?
Tal vez había unas treinta personas arremolinadas a la luz de antorchas, pero lo que me sorprendió fue la presencia de aquellos cuatro, que yacían a la espera de la llegada de Paul. Cynthia me levantó del cabello, como si fuera alguna especie de basura. La brusquedad con la que lo hizo me hizo enfurecer, y le miré de una manera que no me iba a intimidar. Jamás había recordado ver el rostro de Cynthia tan cerca como lo había tenido hasta ahora. Sus pupilas habían perdido ya la cordura; su ceño entre fruncido indicaba un semblante que ansiaba tanto poder que algún día iba a morir de ello. Su sonrisa fue como la de un adicto a las drogas que conseguía las metanfetaminas; había tenido tanto placer de verme en tal situación, así como a la de los tres sujetos que se encontraban a merced de los otros tres líderes de los respectivos gremios.
Cuando mi mirada se posó en ellos, no pude esconder la sorpresa. Mis ojos se desorbitaron y lancé un grito ahogado; este era el preciso momento para hacerme la valiente, pero simplemente no pude evitar ver que Lectro, Norman y Elesa, los tres líderes de la élite Sinnoh, Hoenn y Unova respectivamente, habían estado de rodillas, mientras Lance, Steven y Diantha miraban a cada uno con una respectiva sonrisa victoriosa.
— Sorpresa, sorpresa… —Cynthia sonrió y las arrugas de sus ojos me dieron un profundo odio. Las antorchas podían reflejar sombras atemorizantes en los rasgos de su semblante.
¿Qué demonios hacían ellos aquí? ¿Dónde estaban los demás? ¿Qué había pasado en la batalla en la pradera? Al ver las circunstancias en la que nos encontrábamos, debía suponer que nada bueno había resultado para nosotros.
— Damas y caballeros… tenemos en su presencia a la Novata Índigo; la líder del gremio Diamante y Perla; la gran líder que encendió miles de almas que lucharon contra nosotros; la revolucionaria virtual que lo único que ha hecho es esconderse durante un año.
La gente rio. Cynthia se paseó en un círculo en aquel terreno carente de árboles y lianas. Las luces de las antorchas dieron de lleno con los rostros de mis tres aliados. Se veían exhaustos, heridos, con sangre recorriendo su rostro, la tierra en sus ropajes rotos. Por primera vez, vi el rostro desesperanzado de Norman, el semblante aterrorizado de mi amigo Lectro, y los ojos atemorizados de Elesa. Los tres sabían que iban a morir.
— Hemos esperado dos días para buscar a más enemigos —comentó Steven con un semblante tan tranquilo, justo como lo caracterizaba— Sin embargo, no pudimos dar con más personas. Todas han sido eliminadas, o su mayoría, ha muerto en la batalla inicial.
Mis ojos se abrieron de par en par. Cynthia disfrutó aquello.
— No los culpo —bufó Lance lanzando una risa aguda. La risa fue prolongada; una carcajada que erizaba los bellos de la piel.
— El lanzar todo nuestro arsenal en esta isla fue un acierto —Los ojos dorado de Diantha brillaban mucho más a la luz del fuego; su rostro pálido resaltaba en medio de la oscuridad de la noche.
— Sí… ¿pero entonces las otras dos islas…? —pregunté con duda. Mi voz no fue entrecortada en lo absoluto. Debía mantenerme firme, incluso en presencia de los Cuatro Grandes.
— Oh, eso es algo que no podemos mencionarte. Estamos al tanto de la situación en las otras dos islas —Cynthia deambuló en círculos, hasta que finalmente se colocó de cuclillas manteniéndose a mi nivel. Cara a cara y, sin embargo, me sentía sin miedo alguno—. Lo importante ahora es este momento, Hikari. ¿No tienes miedo?
Fruncí mi ceño y mi respiración fue agitada en señal de la ira que estaba sintiendo. ¿Cómo es que habíamos llegado hasta esta situación? ¿Cómo es que mis tres aliados habían llegado a tener los rostros que tenían en esos momentos? ¿Acaso los habían torturado? ¿Acaso no había escapatoria?
— Bueno, por suerte has llegado para presenciar nuestro acto final —comentó Cynthia chasqueando los dedos y generando unas chispas tan azules que se esfumaron en la noche nublada—. Íbamos a hacerlo de todos modos, ya sea sin ti o no. Pero el hecho de que estés ahora presenciando esto lo hace mucho más grato. No sabía que Paul te mantenía presa, pero le ordené específicamente que cualquier jugador importante en tu estúpido gremio lo mantuviera preso para venir hasta aquí y sufrir el mismo destino que estos tres. Ahora bien… ¿su gremio se divide por élites? ¿No es así? Sí, creo que Elesa no los comentó ayer mientras Lance la… bueno, eso es algo que ya es muy detallado y tengo que omitir. Como sea, no sacamos mucha información de ellos por desgracia, pero qué más da. Todas las bajas que han sufrido en esta isla las han tenido al momento de ingresar, lo cual es una desgracia para ustedes y una fortuna para nosotros. Quería mantener hasta el último a estos tres para que vieran que nadie había sobrevivido. Nadie ha sobrevivido, Hikari —resaltó, y mis ojos se llenaron de lágrimas al oír aquello— Nadie puede devolverles esa esperanza que tanto habían construido. Y tú, especialmente tú, quiero que veas cómo todo termina en un instante.
Se volteó hacia sus tres colegas. Cuando asintió, era la señal para cometer el acto de asesinato.
— ¡NO! ¡NO LO HAGAN!... —Las palabras me salieron instintivamente. Miré a Lectro, que era con el que había tenido más historia. Él había formado parte de mi gremio; había escalado hasta ser el líder de élite; él se había vuelto fuerte por mí y por todos mis amigos.
— Hikari… ¡Gracias! —Lectro sonrió; una lágrima recorrió sus orbe índigo, cayendo por sus mejillas manchadas de sangre y de derrota.
— Hikari… —Norman fue el que habló, observando cómo Lance se colocaba detrás de él, con su espada pronunciando un arco de arriba hacia abajo para cortar su cuello— Sé que ella está por ahí, dile… dile que la amo.
Sabía que se refería a May.
Elesa, por el contrario, no dijo nada y sólo se dedicó a mirarme de una manera un tanto agonizante. Ella no quería morir, pero ya era demasiado tarde.
Steven con una flecha oscura; Lance con su espada hecha de huesos de dragón; Diantha con aquella aura blanquecina concentrada como cuchilla en una mano. Los tres decapitaron de una manera tan limpia a Lectro, Norman y Elesa que cuando rodaron sus cabezas como manzanas, sentí una punzada sobre mi corazón y estómago. La sangre comenzó a derramarse sobre la tierra hasta llegar a mis rodillas; aparté la mirada, y escuché la explosión de pixeles de sus cuerpos. La gente comenzó a reír, al tiempo en que los Cuatro Grandes celebraban mi estado de pánico y shock en el que me había inmerso.
Mi garganta quiso lanzar alaridos de lástima y de horror. No podía creer que ellos estuvieran muertos, así, sin más. Ellos y todos los que habíamos llegado a la Isla Kaminari. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿May y Brendan estarían bien? ¿Estarían aún vivos? ¿Zoey y mis amigos habrán sobrevivido? No lo sabía, y dudo mucho que lo supiera ahora, porque sabía que iba a tocarme el mismo destino.
— Pobre criatura… —Cynthia de nuevo se puso de cuclillas para levantar mi rostro apoyando su dedo índice sobre la punta de mi mentón. Mis lágrimas finalmente se hicieron visibles, y los ojos los tenía hinchados. Ahora no podía ver su rostro como hace unos instantes, pero tenía que mantenerme cuerda o ellos tendrían una imagen débil y asustadiza de mí. No iba a permitirlo—. ¿Estás bien? Lamento lo que acabas de ver, pero son las medidas necesarias que debemos tomar para aquella gente que osa retarnos. Nosotros, niña, somos los que reinan en PBO. Te guste o no, este mundo que has elegido no es tan libre después de todo.
— Te equivocas…
Mi voz había estado temblorosa, pero ese hecho no me importó en lo absoluto. Lo que a Cynthia y a los otros tres grandes líderes les impresionó fue la manera, ya sea temblorosa o no, en la que le respondí a la rubia. Era bien sabido que si, por alguna razón, argumentabas algo con Cynthia, no iba a ir muy bien la cosa. En otras palabras, saldrías lastimada o muerta.
— ¿Qué? —los mechones de cabello que corrían por su semblante asomaron unos ojos un tanto alarmados.
— Te equivocas —repetí— En PBO, todos somos libres. Cada jugador tiene la convicción de ser libre si lo desea.
Cynthia frunció el ceño. Acercó más su rostro al mío, y entonces noté su respiración entrecortada debido a la rabia. Fue entonces cuando decidió levantarse, y llamar a alguien entre la multitud con una seña. La gente abrió paso a un sujeto que cuando le miré, lo reconocí al instante. Se trataba de Helio. El hombre había estado con un par de heridas cicatrizadas sobre su rostro debido al relámpago que ayer había recibido por parte de Brendan. El sujeto no se veía tan calmado como el día anterior; en su lugar, un semblante inexpresivo y sombrío danzaba con las sombras proyectadas de las antorchas.
— Si dices que cada individuo es libre —Cynthia ordenó con la mirada a Helio que fuera hacia mí— ¿Por qué no te libras de esto, niña? ¿Por qué no eres libre de irte ahora mismo? ¿Eh? ¡¿POR QUÉ?!
La voz de Cynthia incrementó de volumen. Al mismo tiempo, Helio había ido hacia mí y me tumbó con la suela de su zapato hacia el suelo; caí de bruces y pude ver la noche estrellada avanzar en el transcurso del tiempo, pero el rostro de Helio lo impidió unos segundos después, con una sonrisa sobre su rostro que me indicaba que no tenía intenciones tan buenas.
— Anda, niña, escapa… —la voz de Helio ya estaba a centímetros de mi oreja. El sujeto me causó un escalofrío al tiempo que su mano iba bajando por toda mi cota de malla, hasta posarse en mis caderas. Súbitamente, arrancó de un jalón mi cota de malla con un poder gravitatorio que no conocía y que me sorprendió por completo. Dejé al descubierto mis brazos y la blusa delgada que me cubría el torso y los pechos. Entonces, sentí caricias sobre mi piel, ascendiendo por mis antebrazos y colocándose sobre mis mejillas cubiertas de tierra. Helio sacó su lengua, y comenzó a dibujar con la punta de ella el contorno de mi mandíbula. Sentí cómo todo el vello de la piel se me erizaba, y quise gritar, pero debía mantenerme fuerte.
— Escapa, niña, escapa… —Cynthia rio y le acompañaron en sus burlas la demás gente que estaba presente.
No podía soportar más aquello.
En una maniobra inesperada, me levanté de un solo movimiento y tumbé a Helio para tenerlo ahora de espaldas contra el suelo. Agarré el cuchillo que tenía guardado en el costado de su cadera, y lo desenvainé más rápido de lo que él pudo reaccionar. En aquel momento, amenacé con clavarle la punta de la navaja sobre su garganta, pero antes de hacerlo, miré a todos y mis ojos terminaron en Cynthia, que más que impresionada, parecía estar disfrutando del escenario.
— Al parecer tienen un concepto muy limitado de lo que es libertad —comencé a explicar— Libertad es tener el corazón abierto a nuevos desafíos; libertad es aceptar los errores propios y el de los demás; libertad es poder perdonar, mejorar, y aceptar la muerte tal como es; libertad es ver a tus compañeros morir y aceptar su legado para que aquello te vuelvan mucho más fuerte mentalmente; libertad es una forma de pensamiento que ninguno de ustedes cuatro tiene, y tengo lástima por ello. Ustedes no son libres. Ustedes me repugnan…
Aquello cambió la mirada tanto de Cynthia como de Lance, Steven y Diantha. Mis palabras habían sido tan exactas y habían pegado tan profundo en la rubia, que no pudo soportar ni un segundo más de ello y lanzó una bola de fuego inesperada que dio directo sobre la navaja que cayó a la tierra. Helio se reincorporó y me tumbó de nuevo, pero tomó mi cabellera y me jaló para colocarme de rodillas sobre el suelo. Aquello dejó a Cynthia lista para mi ejecución, en la que la mujer formó una cuchilla de fuego sobre su mano, lista para matarme.
— Eres una bastarda… —mencionó y sus pupilas azules brillaron tanto como mi corazón libre. No tenía miedo; no iba a retractarme de nada. Si iba a morir aquí y ahora, estaba lista para aceptar la muerte como amiga. A final de cuentas, me iría con el corazón libre, la valentía intacta y dejando a Cynthia en estado de rabia pura— Ya has observado cómo tus amigos murieron; ahora te toca a ti, novata de mierda.
El fuego en sus manos se hizo más intenso. Sentí el calor aumentar tanto que comenzaba a arder la piel de mi rostro. Cerré los ojos, con una sonrisa sobre el rostro y con la espalda erguida.
— Muere.
[…]
Aguardé la muerte. En verdad que la había esperado más de lo que planeaba. ¿Aún no daba el golpe de gracia? ¿O es que la muerte ya había llegado y ni siquiera la había sentido?
Cuando abrí los ojos, noté que lo único visible que podía ver era el rostro de León. El chico de cabellos azabaches y corazón de fuego había intervenido en el ataque, desviando el corte de fuego índigo hacia arriba con una de las flechas de su carcaj y colocando su cuerpo como protección, mientras me miraba un tanto aliviado de que estuviera a salvo. Por mi parte, no pude evitar la sonrisa y las lágrimas cayeron sobre mi rostro en señal de esperanza. Seguido de aquello, Cynthia retrocedió, ya que de la maleza salieron cuatro siluetas más que intervinieron enseguida para protegerme. Zoey y Barry, que agradecía que estuvieran a salvo, estaban acompañados por Drew y Tobias. Los cinco miraron con desconcierto la escena que había sucedido. ¿Habían llegado tarde para evitar las muertes de los líderes de élite?
— ¿Qué ha pasado? —preguntó Drew atemorizado.
En efecto, si hubiesen llegado a tiempo, podían haber intervenido. Miré a Barry y Zoey con dolor; los dos interpretaron mi mirada en señal de malas noticias, y Barry comenzó a tener los ojos acristalados de las lágrimas que caían inevitablemente por su rostro.
— Han muerto… han muerto Elesa, Norman y Lectro —confesé— Todos. Todos están…
— … Y ustedes también lo estarán —Lance me interrumpió inesperadamente. En ese momento, el hombre ondeó su capa desgastada y alzó su espada al cielo; aquello fue una distracción, porque en ese momento, un par de sujetos que habían estado observando toda la escena se habían convertido en Pokemon megafusionados en un abrir y cerrar de ojos. Aquello fue un horror, porque sentí el golpe de uno de ellos sobre mi rostro, seguido de una estela de colores que me causó una ceguera momentánea. El dolor tanto en mi espalda como en mi cabeza se hicieron presentes, y antes de darme cuenta, yacía sobre el suelo con el rostro ensangrentado y con la vida baja. Eran demasiados como para que seis de nosotros pudieran hacer frente a más de una docena de jugadores que podían convertirse, sin mencionar a los Cuatro Grandes. Era imposible salir de esta.
Lance me levantó bruscamente. Cuando levanté la mirada un tanto anonadada, Helio estaba a espaldas de Zoey marcando presión en su garganta con la navaja; Barry estaba en el suelo, mientras Paul lo sujetaba de ambos brazos. León había tenido el brazo ensangrentado y Diantha le agarraba de la cabellera mientras estaba arrodillado; Tobias estaba bajo el dominio de Steven, que le había envuelto la garganta con su arco oscuro en señal de que lo podía ahorcar en cualquier segundo; Drew tenía la cara contra el suelo, mientras Cynthia ejercía presión sobre su cabeza. En cuanto a los Pokemon megafusionados, estos estaban siendo controlados por varios jugadores, aunque lo hacían con dificultad.
— Me da gusto verte de nuevo, Drew —Cynthia estaba sonriendo de una manera maléfica— Sabía que regresarías, pedazo de idiota.
— ¡No me mates…! ¡No! ¡Te lo suplico! —Drew había perdido la cordura.
La gente rio debido a la actitud de Drew. Los demás permanecíamos en silencio, esperando a ver qué sucedía. No se me ocurría ningún contraataque más; mi carcaj y mi arco aun lo tenía Paul, que yacía como espectador.
— Suficiente —Lance me habló al oído. Sentí su espada fría como el acero a pesar de ser un hueso de dragón— Hemos tenido suficiente.
— No… —mencioné con dolor; aquello hizo que su espada se presionara más contra mi cuello, lo cual me hizo toser—Espera… espera… podemos…
— ¡BASTA! —Lance rio. Había reído de una manera prolongada, tanto que pensé que estaba contando un buen chiste. Sin embargo, era una risa que erizada la piel— ¡Oh vaya! ¡Ustedes son un dolor en el trasero! ¡BASTARDOS!
— Anda, Lance —Diantha asintió— Terminemos con esto.
— Vale, vale, tienes razón —Lance dejó de sonreír y cambió su expresión súbitamente.
El silencio se hizo presente.
— Mueran…
Cerré los ojos de nuevo. Si esto era el fin, no podía ver alguna otra manera de salvarme de esta. ¿Qué más podía pedir?
Y sin embargo, aguardé más de lo esperado. Esta vez, sin haber silencio, porque una voz nos lo impidió. Fue León.
— ¡ALTO! ¡ESPERA!
Lance se detuvo, al igual que el resto. El semblante de León era mucho más pálido de lo que hubiera recordado. Su sudor y su sangre habían recorrido sus labios temblorosos. Me miró por un segundo, sabiendo que estaba a punto de salvar nuestras vidas.
— ¿Qué…? —preguntó Lance molesto.
— Sé dónde está el Arco de Luz —confesó León, y aquello sacó de su semblante inexpresivo a Steven, que bufó por lo bajo una sorpresa— Sé dónde está y puedo llevarlos hasta allá. Es lo que han estado buscando ¿no es así? Los llevaré hasta allá, con la condición de que nos mantengan a todos vivos. Los llevaremos, toman el arco, nos dejan libres, y cada quien va por su camino. ¿Trato?
Era un buen plan. Por supuesto que el semblante sorprendido de Steven me había hecho creer que aceptarían.
— Miente… —Cynthia recalcó.
— Si mintiera, ¿crees que vendríamos a esta isla sin saber dónde se halla el Arco de Luz? No somos tan estúpidos —en efecto, habíamos sido muy estúpidos— ¿Trato?
Steven intercambió mirada con sus colegas y lo sopesaron durante unos instantes. Poco después, asintieron. El trato estaba hecho. A pesar de que nos habíamos salvado de la muerte, había un mayor problema: León mentía, y ninguno de nosotros sabía dónde se encontraba el maldito arco.
Próximo capítulo: Relatividad
