Hola, no quiero extenderme mucho, ya que es un gran, interesante y emocionante capítulo. Particularmente me gustó mucho. Espero que a ustedes también les guste. Está de sobra agradecer a todos los que comentan. Tienen un lugar especial en mi espacio de la inspiración. Sin más, disfruten.
[VIDEO 1: Two Steps From Hell - Magika (7minutes version)]
[VIDEO 2: Inside (Korra vs Kuvira) / Mako's Sacrifice - The Legend of Korra: Book 4 OST]
[VIDEO 3: Music to Become a Villain - Heart of Darkness]
[VIDEO 4: Two Steps From Hell - Birth of a Hero]
[VIDEO 5: Gladiator Soundtrack "Elysium", "Honor Him", "Now We Are Free"]
Capítulo 123
Mi Misión
Apartó un poco de plantas selváticas que estorbaban su camino. El camino había sido largo, pero el sol aun se alzaba por el cielo provocando que ambos tuvieran la frente empapada de sudor. Sin embargo, uno de ellos paró en el camino. Cuando la muchacha se volteó para ver qué es lo que sucedía, notó el semblante de su amigo de una manera un tanto extraña. Tal parecía que algo lo inquietaba.
— No es nada, sólo que…
— Venga, dilo —los orbes esmeraldas de la chica provocaron en el muchacho de cabellos azabaches un sentimiento de tranquilidad.
— Jirachi…
Entonces, la muchacha miró hacia su báculo.
— May… —repitió el chico, mientras le miraba de una forma que ella pudo entender perfectamente.
— El deseo…
— El lugar al que vamos en peligroso; creo saber a lo que podemos enfrentarnos allá adentro, y no sé cuánto tiempo podremos estar ahí, pero nuestros enemigos tampoco se quedarán de brazos cruzados. ¿Entiendes lo que digo?
May quería asentir de una forma en la que le hubiera gustado haber comprendido la situación, pero parecía insegura y sin certeza de lo que su amigo estaba hablando.
— Sé que puedes desear lo que sea…
May pasó saliva por su garganta. Algo en ella aun no la convencía de saber qué era lo que podía pedir.
— Es cierto, puedo ahorrarnos el viaje a conseguir el arco. Estoy a un deseo de que esté en tus manos, Brendan.
— No funciona de esa manera, May —mencionó de vuelta el chico riendo un poco— Si lo consigo así, jamás podré comprender su naturaleza. No me hará fuerte, y los desafíos que me pongan a prueba para ser digno del arma no podré enfrentarlos de una manera en la que yo mismo me convenza de que puedo usar el arco. May, puedes desear todo el poder del mundo, pero creo que no sirve de mucho si tú misma no te enfrentas a los miedos y a la oscuridad que tu propia cobardía a veces te nubla la mente. Para eso son los desafíos; para eso es el dolor; para eso hay que caer. Porque una vez que hayas pasado por todo ello, volverás más fuerte, te levantarás más estable y con mayor valentía que antes. En realidad, te habrás vuelto más fuerte sin haberlo deseado. Eso es lo que cuenta.
— Entonces… ¿qué hago con el deseo?
— Úsalo en lo que más quieras, May. Úsalo en lo que tu corazón realmente añore.
El recuerdo se desvaneció en al aire. Súbitamente, Brendan había abierto los ojos en algo más que oscuridad absoluta. De un momento a otro, sus signos vitales estuvieron palpitando en su cabeza, como si su ritmo cardiaco se acelerara con cada segundo que pasaba en la eternidad oscura en la que se encontraba.
Se había tocado el pecho de un momento a otro. Lo único que recordaba era el dolor intenso que había sentido ahí, donde algo había atravesado su cuerpo y lo había hecho caer. No recordaba nada más. Lo único que ahora se preguntaba era el lugar en donde se encontraba. ¿Había muerto? ¿Había perdido la conciencia?
Había estado parado, inmóvil en un sitio tan oscuro que sintió frío. El vaho de su propia respiración lo hizo sentir gélido y sin vida. Era realmente que estaba muerto, ¿no? Por eso, la lágrima que salió de su ojo izquierdo y recorrió su rostro de una manera tan sutil cayó en una oscuridad que le avisó que todo había sido un sueño. Él no lloraba; él no sufría; él no podía mantenerse tan débil como lo estaba haciendo en ese momento.
Él no era así de débil.
Gritó por un momento. El eco de su voz viajó por la oscuridad, sin parar y hasta que desapareció en las profundidades a la distancia. Volvió a gritar; sabía que no estaba solo. Los gritos, más que de desesperación eran gritos de libertad. Él debía salir de ahí cuanto antes; la gente le necesitaba; May le necesitaba; el gremio Mega necesitaba de su fuerza y de su protección; los jugadores atrapados en PBO necesitaban de él, porque él sabía que no podía morir de aquella forma. ¿Cómo es que había muerto? No tenía idea, pero con cada segundo que pasaba, su corazón latía cada vez menos; la circulación de su sangre iba disminuyendo. Estaba muriendo.
— No puedo morir aquí —se repetía una y otra vez.
Los jadeos iban siendo más intensos; el frío iba siendo cada vez más penetrante sobre su piel; pero algo lo mantenía vivo. Una pequeña luz que se avecinaba a lo lejos le iluminó el rostro pálido. Una diminuta estrella que se divisaba a kilómetros de distancia era la causante de que la atención de Brendan aun pudiera mantenerse latente. La luz, que con cada segundo que pasaba, iba siendo incrementada por fuerzas ajenas al jugador. Y súbitamente, la luz se convirtió en una pantalla digital enorme que cegó a Brendan causando que el jugador colocara su brazo sobre los ojos para evitar que el reflejo le lastimara.
— ¿Qué…?
[VIDEO 1: Two Steps From Hell - Magika (7minutes version)]
La pantalla mostró un par de palabras que lo hicieron entrar en razón:
"Has sido revivido por la jugadora: Haruka"
Aquello abrió sus ojos de una manera sorpresiva. La respiración se cortó abruptamente, y fue entonces cuando recordó todo lo que había pasado hace un par de segundos, minutos u horas. Había estado a centímetros de tocar el arco, pero una flecha oscura le había atravesado el corazón, matándolo en el acto.
Brendan lo sabía. Debido a que entendía y había entendido desde mucho antes la naturaleza tanto de la luz como de la oscuridad, sabía que ésta era una naturaleza que involucraba a la relatividad. De todas formas, tenía un mal presentimiento de que algo malo pasaría; sabía que él o Haruka podían morir en el calabozo, así que fue por eso que le había mencionado a May que pasara lo que pasara, usara el deseo de Jirachi para su propio bien. Si ella moría, hubiera preferido mil veces que hubiera deseado revivirse a ella misma antes de que desapareciera; sin embargo, el deseo había sido usado a su favor. Brendan no estaba tan de acuerdo con ello, pero ahora que la flecha no lo había sido asesinado del todo y ciertamente no lo había sacado del juego por completo, reaparecería justo en el lugar en donde desapareció.
De alguna manera, había planeado todo aquello. La relatividad lo iba a mantener mucho tiempo ahí dentro; habían pasado semanas en las que había estado inmóvil, pero él sabía que tarde o temprano alguien iba a interrumpir en aquel sitio y los iba a atacar de manera desprevenida. Había tenido al presentimiento de que Steven sería el causante de aquello, porque él más que nadie tenía esa ambición de conseguir el arco némesis de su propia arma. Sabía que, de alguna manera, él o May no saldrían vivos de ahí, pero como Brendan era muy susceptible a sacrificarse por los demás sin importarle su propia vida, sabía en lo más profundo de su corazón, que él sería el jugador revivido por May. Él siempre lo tuvo en cuenta; él nunca tuvo intenciones de morir.
Y cuando todos los jugadores presentes en la habitación hubiesen visto su resurrección, sería el momento idóneo para tomar el arco de luz y adueñarse de él. Era ahora o nunca.
Los pixeles se volvieron a unir. Brendan había estado cayendo por las escaleras de piedra de una manera inerte, pero cuando había explotado, esos pixeles en cuestión de segundos volvieron a unir su cuerpo para que, de un momento a otro, los gritos tanto de Hikari como de May pasaran a exclamaciones de asombro al ver que Brendan volvía a subir las escaleras de manera fugaz.
— I-Imposible…—La exclamación de Steven fue tan sorpresiva, que por un momento se quedó petrificado en su lugar.
May sonrió al ver que su deseo se había cumplido. El Pokemon Jirachi se volvió a transformar en el Báculo Infinito, mientras que Hikari y compañía veía la escena de una forma que nadie podía comprender. Paul y Helio también habían estado estupefactos ante la escena que se presenciaba. ¿Cómo es que alguien podía volver de la muerte así?
— ¡El Arco! —Helio avisó, pero Steven reaccionó de una manera tardía.
Cuando el líder del Gremio Alma de Piedra lanzó la próxima flecha oscura hacia Brendan, algo intervino en el camino de la flecha oscura. Una flecha de la naturaleza contraria chocó contra la oscuridad, ocasionando que ambas flechas se desintegraran de una manera extraña y produciendo un eco que causó una vibración de luz que tanto Brendan como Hikari habían podido ser capaces de escuchar en las habitaciones pasadas.
Brendan había lanzado la flecha de luz que dio directo con la flecha de Steven. Brendan había hecho contacto con el Arco de Luz. Era suyo. Finalmente, aquella arma que tanto había ansiado estuvo en su posesión y dominio. Hikari sonrió, así como León. Todos miraron cómo el arco se iluminaba de una manera en que su iluminación contagió el aura de Brendan, y de un momento a otro, el aura del jugador se incrementó exponencialmente. Su aura comenzó a emanar un poder de luz tan grandioso, que el fleco de su propio cabello azabache comenzó a ser movido por el pequeño aire que el mismo aura empujaba hacia todos lados. La luz en el cuerpo de Brendan fue mucho más pronunciada, y el arco comenzó a brillar de una manera cegadora; el carcaj en la espalda de Brendan apareció de manera automática, así como las flechas interminables que había dentro de ella.
Cuando la flecha de oscuridad se desvaneció, Steven abrió aún más los ojos debido a que ahora se encontraba en una posición bastante desfavorable. Ahora, había alguien que podía hacerle frente y que tal vez podía asesinarlo, porque si Tobias había asesinado a sus miembros de alto mando, quién sabe quién más podía hacerlo.
— Mierda, qué poder tan grandioso —Brendan había sonreído, mirando a May de una forma tan gentil y feliz, agradeciendo sin palabras el que hubiera usado su deseo para revivirle.
— A por los demás… —Steven se dedicó a ordenarle a Paul y Helio que atacaran a los demás.
Sin embargo, antes de que hubiese algún movimiento más por parte de todos, nadie recordaba que, en las profundidades de la oscuridad de aquella habitación, había estado herido el Zapdos que dio de lleno con la flecha oscura de Steven. Las llamas oscuras que incesantemente habían invadido el ala del Pokemon comenzaron a cabrearle hasta que, de un momento a otro, el rugido que provino de las oscuridades alertó a todos. Un rugido tan intenso, que todos tuvieron que cubrirse los tímpanos. Un rugido de proporciones tan gigantescas, que se sabía de la rabia del Pokemon tanto por haber tomado su Arco de Luz, como por haberle herido.
Antes de que el Pokemon atacara, las escaleras de piedra que terminaban en el pedestal donde el Arco de Luz había estado, se comenzaron a extender de una manera mágica hasta la superficie del terreno de la isla. Las escaleras finalizaban más arriba, unos metros donde una luz iluminó toda la habitación. Era la salida a la cual todos debían de ir para salir sanos y salvos de aquel calabozo.
— Huyan… ¡HUYAN! — Brendan avisó, mientras movilizaba a May para que se llevara tanto a Hikari como a compañía. Brendan se encargaría de distraer a Steven.
May hizo caso inmediato ante aquella orden. Ahora no tenía que preocuparse por Brendan, porque sabía que podía luchar a la par con Steven. Había preocupaciones más intensas como el Zapdos furioso que estaba a punto de atacarles. Hikari comprendió la situación, y comenzaron a subir por las escaleras junto con León, Zoey y Barry.
— No permitiré que huyan… —Steven cerró uno ojo para apuntar hacia la Novata Índigo que subía distraídamente las escaleras. Cuando la flecha del arquero se destensó, en su camino se cruzó una flecha de luz, que contrarrestó el ataque y de nuevo se produjo aquella onda de luz y oscuridad que provocó una frecuencia extraña de sonido y gravedad. Sin embargo, la frecuencia fue tal, que Steven no resistió y salió disparado hacia las paredes de la habitación, junto con Paul y Helio. Brendan sonrió, y fue cuando aprovechó junto con May y los demás el ascenso hacia la superficie. Zapdos se dedicaba a rugir mientras batía sus alas, y cuando salieron a la superficie, el cielo nublado dio con ellos de una manera sorpresiva: los relámpagos habían aumentado debido a la furia del Zapdos.
Drew
El nerviosismo se comenzaba a presentar por todo mi cuerpo; los ojos de Cynthia me miraban de una forma sedienta de torturarme; sin embargo, se veía mucho más furiosa que de costumbre. Algo había en su ser que la había sacado de sus casillas, lo podía notar en su respiración brusca y prolongada. A su lado, Fausto y Fátima esperaban las órdenes de la líder del gremio Esmeralda para que la batallara comenzara; a mi lado, Tobias estaba listo para una batalla sin precedentes. Tragué saliva. ¿En verdad este era el momento en el que iba a enfrentarme a Cynthia?
— Quiero decir que estoy muy sorprendida, Drew —finalmente la rubia se dirigió hacia mí; la sonrisa que esbozó en su semblante era maniática. Tuve miedo— ¿Quién pensaría que al final conspirarías con el enemigo?
No quise decir nada al respecto. En cambio, traté de mirar a mi alrededor para ver si el ambiente podía ayudarnos en algo. Sólo había columnas y aquella pared circular de cristal en la que estábamos rodeados de un océano profundo.
— Ahora veo… me parece que o bien tú mataste a los personajes de Alto Mando, o has pasado tu casco a Tobias para que lo hiciera —Sus suposiciones estaban en parte bien, pero no quedaba en mí responder o aclarar todas las dudas. Era momento de batallar.
El silencio comenzó a hartar un tanto a Cynthia.
— ¿Qué pasó Drew? Eres más callado de lo que lo eras cuando estaban en mi gremio. No pensé que fueras a ser tan cobarde por responderme. No me sorprende —rio por un segundo y me miró fijamente; algo se traía entre manos— Después de todo, tu cobardía ha matado a Úrsula y Nando, ¿lo recuerdas?
Activé mi magia; el aura se arremolinó en las palmas de mis manos. Sentí un poco de rabia.
— Sólo está jugando contigo, Drew —avisó Tobias, que parecía estar al tanto de los movimientos que pudieran hacer tanto Fátima como Fausto. La primera, que pertenecia al alto mando del gremio Alma de Piedra, había poco a poco comenzado a desaparecer en medio del ambiente debido a su magia de invisibilidad. El segundo, Fausto, que era el único superviviente del alto mando del gremio Esmeralda, había desenvainado una espada en la que parecía fluir el calor de un sable a altas temperaturas.
— Venga, Drew. No seas tan duro contigo mismo…
— No la escuches, Drew —me mencionaba Tobias, pero no podía hacerlo. La rabia comenzó a invadir todas mis venas.
— Tú hiciste lo que pudiste —el fuego en la mano de Cynthia se encendió; sabía que atacaríamos tarde o temprano—. Quisiste salvar a esa mujer de la taberna en ciudad Esmeralda. Pero tu debilidad es tan grande, que lo único que conseguiste fue que la asesinaran. Debo admitir que es algo inocente de tu parte el pensar que vivirías con ella tranquilamente, después de todo el tormento que has pasado. Al final, lo único que conseguiste fue traicionarme. Por eso, no sólo matamos a esa chica, sino que la torturamos. La torturamos de maneras inimaginables, Drew. ¿Cuál era su nombre? ¿…Solidad?
No pude soportarlo más.
— ¡Drew!
No escuché a Tobias, porque ya me iba encaminando hacia Cynthia con la magia sobre mis manos.
Brendan
Una vez que habíamos salido a la superficie, la isla parecía estar realmente furiosa. El desequilibrio que había generado al haber tomado el Arco de Luz era prácticamente el causante de que los relámpagos abundaran en todo el perímetro de la isla; sin embargo, no en nuestra posición. Lo que me resultó sorprendente fue que el cielo estaba tan desequilibrado, que un huracán se había formado en la isla, pero nosotros nos encontrábamos en el ojo de dicho huracán. Por lo tanto, la pradera se encontraba en una quietud que no esperaba en lo absoluto. Sin embargo, a medida que íbamos escapando de ahí, nos adentraríamos a los relámpagos y a la tormenta.
Antes de que apresurara a los demás, Zapdos se alzó imponente sobre el cielo, viniendo del calabozo por el cual habíamos salido. Su grito fue ensordecedor, y viajó por toda la pradera atravesando el tormento de agua que había mucho más allá. Los relámpagos se hicieron presentes a los alrededores. Miré hacia arriba, donde el ojo del huracán había mostrado apenas los rayos de sol tan débiles que extrañé la propia luz del astro rey. Zapdos se alzó agitando sus voluminosas alas eléctricas, elevándose a alturas que no pudieron divisar nuestros ojos, porque de pronto desapareció en el centro del huracán para volar libremente por los cielos de la Isla Kaminari.
— ¡Brendan!
May me alertó. Parecía que teníamos cosas más importantes de las que preocuparnos, porque una flecha oscura pasó rosando por nuestro lado, y cuando tratamos de esquivarla, su dirección cambió abruptamente para ir directo hacia Hikari. Sin embargo, no iba a permitirlo. En un abrir y cerrar de ojos, tomé una flecha del carcaj mágico de luz, tensé la cuerda del arco iluminado y la apunté hacia la intersección entre su propia trayectoria y la de la flecha oscura. Aquello causó una onda de materia que nos lanzó disparados a todos. Sentí cómo mi cuerpo entero se revolcaba en el césped de la pradera, sintiendo un par de golpes bruscos por todos lados. Sin soltar mi arco, me reincorporé para notar si los demás habían estado bien. May se había reincorporado de manera exitosa, pero Zoey había tardado un poco más en levantarse, lo cual dio tiempo para que Steven, que nos había estado acechando junto con Paul y Helio, lanzara otra flecha oscura que iba hacia su posición. Cuando su flecha dio de lleno de nuevo con otra flecha de luz que se había cruzado en su camino, el aire y la onda explosiva de sonido fue potente, pero ésta vez todos habían estado preparados para el impacto que hubiese generado el choque de ambas flechas.
— ¡Zoey! —León fue a socorrerla junto con Barry. Ambos la levantaron de inmediato y comenzaron a huir, mientras Haruka y Hikari se encontraban a mi lado.
Miré fijamente a May, y sabía que tenía que hacer lo pertinente para poder huir sanos y salvos. El arco finalmente había estado en mi posición; además, el Báculo Infinito era algo adicional que nos favorecía y que tampoco habíamos esperado encontrar. May debía ser la prioridad, así como todos los supervivientes de esta isla, que realmente éramos nada más nosotros seis, Drew y Tobias. La prioridad ahora ya no era el Arco de Luz, sino que ellos escaparan cuanto antes de aquí para reunirse con Pegaso y Sabrina.
— Corran… —asentí y May entendió al momento que estaba dispuesto a quedarme para por lo menos distraer a Steven.
— Por favor, sálvate —la preocupación de May se había convertido en un beso en mis labios que duró un instante. Cuando nos separamos, las cinco siluetas comenzaron a desaparecer por la pradera, mientras Paul y Helio intentaban pasar de largo.
Quise apuntar a sus siluetas, pero Steven me distrajo con una flecha que fue no hacia mi cuerpo, sino hacia mi perímetro cercano y ocasionó una explosión de fuego oscuro que se expandió por el césped y comenzó a calcinarlo. Mi cuerpo rodó por el pastizal y clavé mi arco en la tierra para detener la inercia, dejando el rastro de una línea de tierra a mi paso. Cuando me volví a fijar en las siluetas de los dos enemigos, aquellos ya habían estado fuera de mi alcance. Ahora, sólo estábamos Steven y yo, y finalmente habría una batalla de luz contra oscuridad.
Drew
Mi puño de magia dio de lleno contra su puño de fuego, pero Cynthia rápidamente cambió la posición de su cuerpo para hacer otro golpe que súbitamente bloqueé con mi rodilla. De pronto, esquivé su cuchilla de fuego con la mano izquierda se pronunció de manera horizontal cerca de mí. Fue mi oportunidad para hacer una bola esférica de roca sobre mi puño que iba a dar directo al costado de su abdomen, pero ella lo vio de reojo y decidió dar una voltereta habilidosa por el aire, esquivando así mi ataque de tierra. Sin embargo, al mismo tiempo que daba la voltereta, espigas de fuego fueron lanzadas de sus brazos, las cuales no pude adivinar y sentí el ardor sobre mi cuerpo, provocando que saliera retrocediendo y perdí el equilibrio, cayendo de bruces sobre el suelo.
No hubo tiempo para reincorporarme, porque Fausto iba ya de bruces contra mi cuerpo para clavar el metal ardiente que tenía sobre sus manos. Sin embargo, rodé por el suelo para evitar que su espada se clavara sobre mi abdomen. Al momento de rodar, sentí que alguien me levantaba de manera abrupta y me golpeaba de manera violenta en el rostro, lo cual sentí un dolor intenso invadir mi cara y de pronto sentí el golpe intenso de mi espalda contra una columna al estrellarse. Fátima había estado ya invisible, lo cual había sido una desventaja.
No obstante, todo había pasado tan rápido en cuestión de segundos, que no noté cuando Tobias había girado su cuerpo entero sobre el suelo de una manera horizontal y de pronto con sus pies cuesta arriba provocó una magia oscura que fue desprendida como una onda expansiva que no estuvo a mi alcance, pero sí para los tres enemigos que nos atacaban. Aquello provocó el colapso de unas cuantas columnas y que los tres enemigos salieran disparados incluso hacia los cristales de vidrio de las paredes.
[VIDEO 2: Inside (Korra vs Kuvira) / Mako's Sacrifice - The Legend of Korra: Book 4 OST]
Cynthia no pudo soportar no tener la ventaja en la batalla, por lo que se reincorporó de manera fugaz y fue hacia Tobias para que ambos iniciaran una batalla sin precedentes. De pronto, fugaces destellos tanto de fuego índigo como de magia de una oscuridad densa comenzaran a danzar en medio de una habitación en la que los únicos testigos de sus ataques harmoniosos y habilidosos éramos Fausto, Fátima, las columnas y yo. Cynthia y Tobias retrocedieron, se acercaron, batallaron de una manera tan intensa, pero al mismo tan sutil que era un deleite ver la forma de sus ataques. No obstante, tenía que actuar cuanto antes, porque Fátima y Fausto no se hicieron esperar y ambos se dirigieron contra mí, que aún seguía sobre el suelo. Cuando quise levantarme, la espada de Fausto ya había ido hacia mi sien, pero cerré los ojos para concentrar toda mi aura posible y así llamar a las lianas que había debajo de aquella habitación. Las raíces de la tierra, a final de cuentas, siempre abundaban y más si estaba en un lugar subterráneo como este. Cuando la magia llamó a la tierra, las lianas salieron cual serpientes hambrientas del suelo y amarraron los dos brazos de Fausto de una manera abrupta e inesperada. El del afro pelirrojo soltó su espada que cayó en el suelo, y maldijo por lo bajo al ver que estaba inhabilitado. No podía ver a Fátima, que se había vuelto invisible ante mis ojos; sin embargo, cerré los ojos de nuevo y la tierra iba a susurrarme los pasos que la muchacha estaba dando a mi alrededor. Las lianas le sintieron y fue cunado, al abrir mis orbes esmeraldas, ella gritó al sentir que las lianas amarraban sus muñecas y pies de tez morena. Ambos ahora estaban a mi merced, pero fue cuando antes de darles el golpe de gracia, noté que la batalla entre Tobias y Cynthia se volvía mucho más intensa. Cynthia fijó su mirada en mí, con sed de matar a alguien, o particularmente, a mí.
Sin embargo, la punzada que sentí en el corazón debido al nerviosismo fue sesgada debido al pequeño temblor que hubo en la habitación. Todos caíamos al suelo, aunque mantuve la concentración para que mis lianas siguieran sujetando a mis enemigos. Seguido del temblor, la onda de sonido se había colado por entre la puerta de oro para hacernos saber que se trataba de un rugido ensordecedor que había provocado el temblor. El rugido característico de un Pokemon fuera de lo ordinario. En ese momento, la rubia miró hacia la puerta dorada. Sabía que algo había pasado en la habitación donde se encontraba el Arco de Luz. Más que haberse preocupado por Steven Stone, estaba preocupada porque alguno de mis amigos hubiese conseguido el arma. Esperaba, realmente que Hikari la obtuviera. De cualquier manera, la furia de Zapdos se había desatado y el tiempo en esta habitación se estaba acabando. Pronto colapsaría y la presión en los cristales que rodeaban el aula no resistiría el peso del agua. Nos hundiríamos aquí, pero por lo menos ganaría tiempo. Tenía que ganar todo el tiempo del mundo para que mis amigos, los que salvarían a todo PBO, escaparan sanos y salvos de aquí. Esa era mi misión.
Antes de haber pensado en algo, me sorprendió una esfera de fuego azul que fue directo hacia mi rostro. La esquivé a duras penas, con pequeños cabellos de mi fleco esmeralda siendo incinerados por la milimétrica distancia a la que había pasado el ataque. Cynthia había generado aquella bola de fuego, y cuando traté de reincorporarme, noté que su cuchilla de fuego ya estaba a punto de perforar mi estómago. Tuve que soltar a mis enemigos prisioneros para que las lianas tomaran rápidamente el brazo de la maga; una vez que su brazo izquierdo estuvo prisionero, del suelo comenzaron a salir otro par de lianas más que aprisionaron su otro brazo. Mi técnica de inhabilitar sus movimientos la enfureció al punto que rodeó todas sus extremidades de fuego e incineró mis lianas, para quedar libre. Aquello fue como un balde de agua fría, porque la sorpresa me agarró desprevenido y segundos después sentí que el rodillazo que me propinó en la boca del estómago fue un duro golpe que me dejó inhabilitado durante un par de segundos. Salí disparado, colapsando a mi paso otro par de columnas más que, gradualmente, serían las causantes de que esta habitación colapsara.
Quise reincorporarme, pero sentí que no podía pararme. Algo me había sujetado de los brazos: Fátima, en modo invisible, me tenía preso. En ese momento, Fausto vino hacia mí con su espada metálica enardeciendo de calor, y Cynthia se encargaba de ver cómo el metal calcinaba mi rostro. Grité como nunca; el dolor fue agudo y torturador. Sentí que un ojo se inhabilitaba debido a la quemazón, y mi piel comenzaba a oler a quemado. Sin embargo, la rabia fue más que el propio dolor, al punto en que saqué del suelo un par de lianas que, sorpresivamente, tenías espigas de rocas en la punta de estas. La magia se encargó de penetrar por la espalda la columna vertebral de Fausto, que se quedó estupefacto ante lo que había pasado y soltó su espada.
— ¡Hazlo, Tobias!
El sujeto no había perdido el tiempo. Cuando él se hubo reincorporado, envolvió en su magia oscura el cuerpo de un Fausto que había sido gravemente herido. Poco después, la magia misma lo había hecho explotar en pixeles para desaparecer para siempre. Aquello enojó mucho a Cynthia, que parecía que su rabia iba al compás de los temblores que avisaban que la habitación colapsaría en cuestión de segundos. Los cristales en las ventanas comenzaron a resquebrajarse. Las columnas restantes no soportarían el peso de toda la isla sobre de ellas. Moriríamos ahogados.
Cynthia envolvió en su mano una cuchilla para finiquitar conmigo. Yo, en un acto desesperado por escapar de la magia invisible de Fátima, levanté cuantas lianas pude, pero ella las contrarrestaba con magia de invisibilidad y de presión, provocando que no pudiera hacer nada al respecto. ¿Moriría ahora? ¿Este era mi final?
En ese momento, no sé por qué lo hice; tal vez por acto desesperado por liberarme, o simplemente porque sabía que este era mi final: detrás de una Fátima invisible, levanté unas lianas de las cuales ella no se percató, y provoqué que tomaran impulso para que se estrellaran contra su abdomen. El cuerpo de la maga invisible había estado tan cerca del mío, que las lianas inevitablemente perforaron mi propio abdomen y comencé a sentir la sangre subir por mi garganta. Mi vida comenzó a bajar considerablemente, pero también la de Fátima. Miré a Tobias, que estaba un tanto sorprendido por mi acto suicida. Supo al instante que él debía matar a Fátima, que se encontraba en un momento crítico. Agarró la espada que había estado hirviendo contra el suelo de un Fausto muerto y cuando Fátima dejó de estar invisible debido al dolor, la lanzó hacia su rostro, para explotar en pixeles.
Tobias quiso entretener a Cynthia, que había estado furiosa por ver que sus dos aliados habían muerto; pero la rubia se agachó hábilmente para esquivar uno de los ataques mágicos de Tobias, y acto seguido, con una patada en el abdomen, lo mandó a volar lejos de mi posición. Cynthia sonrió, y su sed de matarme había sido tan intensa, que jamás había visto una sonrisa tan placentera. Pero… no dejaría que se saliera con la suya.
A mi alrededor escuché el quebrar de los vidrios. El techo iba desmoronándose poco a poco, y entonces fue cuando cerré los ojos para concentrar todo mi aura posible en mi cuerpo. El despertar de mi aura, segundos después, provocó que un centenar de lianas que surgían desde el núcleo terrestre y subterráneo de la Isla Kaminari salieran por todas partes dentro del aula. Como plantas vivas, las lianas comenzaron a destruir el cristal y las columnas restantes, lo que provocó que el agua del océano se adentrara hacia nosotros. Cynthia se sorprendió por ello. En ese momento, las lianas nos abrazaron a ambos para quedar aprisionados en una habitación que se inundó mucho antes de lo planeado. Poco después, sentí el golpe de todo el flujo del agua que recorría una habitación que se caía a pedazos. Noté cómo Cynthia intentaba zafarse de mis lianas; su fuego no servía para quemar las plantas que nos aprisionaban a ambos, porque el agua lo impedía. La muchacha entre más luchaba por ser liberada, más oxígeno consumía y menos duraría debajo del agua.
Abrí los ojos; la sangre de mi propio abdomen teñía de carmesí el agua. Entre el líquido índigo rojizo, noté los orbes de Tobias, que me miraban de una forma extraña. Asentí y él me devolvió la señal, mientras huía hacia la superficie y comenzaba a desaparecer en medio de una luz que quería alcanzar. ¿Acaso eran los rayos del cielo? ¿Acaso era el Arco de Luz que había sido adquirido por alguien de nosotros? Las luces en la superficie eran intermitentes, pero me indicaban que la vida allá arriba era mucho más hermosa y preciada de lo que hubiera pensado.
Entonces, noté un dolor punzante sobre mi espalda. Cynthia, con su magia, había formado una burbuja sobre nuestros dos cuerpos, lo cual le permitió tener oxígeno de sobra para crear una cuchilla sobre su mano que estaba apoyada sobre mi espalda. Fue suficiente para sentí el frío y sentir el dolor agudo de una vida que pronto se estaba desvaneciendo de mis manos. Las lianas dejaron de tener fuerza; la burbuja se rompió; Cynthia comenzó a ascender en un lugar lleno de agua salda y escombros.
No iba a permitirlo. Con lo que me quedaba de vida, sería hasta el último segundo capaz de luchar. Hasta el último segundo, todos mis actos malos que había hecho en PBO serían perdonados por mi coraje y perseverancia. Tenía que hacerlo por Solidad; tenía que hacerlo por Úrsula y Nando; tenía que hacerlo, después de todo el tormento que trajo Cynthia a mi mente. Tenía que darles tiempo a todos de escapar, y si la retrasaba por lo menos un segundo, valdría la pena. Mi misión en PBO estaría hecha. Yo, un sujeto que se había perdido en el camino, finalmente se reencontraría con esa luz intermitente que había en la superficie. Relámpagos que me indicaban que la esperanza no estaba muerta; relámpagos más allá de mi comprensión, que me recordaban al Destello Eléctrico, Satoshi, que él también había luchado hasta el final. Yo también merecía respeto; yo también merecía abalanzas; yo también merecía ser ovacionado.
"Nuevo Rey… ¡Que viva el Nuevo Rey!" Los gritos de la gente que me abalaba cuando era el líder del Gremio Esmeralda y había destituido a Masato resonaban en mi cabeza. Esos gritos de furor y de júbilo por ver a alguien que traía de vuelta las esperanzas a PBO valían la pena. En mi cabeza, la gente me abalaba. No por todo lo que había pasado, sino por toda la seria de circunstancias que me condujeron hasta este momento.
Ellos eran la esperanza. May, Brendan, Hikari, Kasumi, Takeshi, Gold, Alain… Todo ellos salvarían las almas restantes que aún estaban perdidas en el camino. Por mí no debían preocuparse, porque mi alma ya estaba salvada.
Me gasté mi último MP en un par de lianas que mágicamente salieron de mi mano. Sujetaron la pierna de Cynthia con fuerza. No supe cuántos minutos estuvo lidiando con aquello, pero a medida que ambos nos hundíamos, comencé a ver todo oscuro. Poco después, lo único que recuerdo antes de explotar en pixeles y no volver nunca, era la sonrisa que tenía dibujada en mi propio semblante.
Mi misión se había completado.
Dawn
Nos habíamos adentrado a la selva de manera rápida, pero el terreno había sido bastante irregular y nuestra velocidad se ralentizó de manera paulatina; los relámpagos que inundaban el ambiente eran mucho más de los que podía contar. De pronto, el incendio en la selva se hizo presente por los rayos que prendían ferozmente la fauna del lugar; ni siquiera la lluvia que comenzaba a caer de manera abrupta y tormentosa podía apagar la furia de un huracán provocado por el desequilibrio que el Zapdos había hecho. A pesar de que la distancia entre el ojo del huracán y nuestra posición había sido ya considerable, los rugidos del Zapdos adornaban el firmamento, erizando la piel y causando un miedo que, de cuando en cuando, estaba alerta para notar si el Pokemon nos atacaría en cualquier segundo. La sombra del gran pájaro se hacía presente en medio de la luz de los truenos, lo cual hacía más estremecedora la situación; el peso del agua sobre mi armadura demandaba mucho más energía para escapar de la isla; aún faltaba mucho por recorrer para llegar a la costa sur de la isla, y tarde o temprano nuestros enemigos nos alcanzarían. Habían pasado ya unos minutos en los que perdimos de vista a Paul y Helio, pero tuvimos que parar, porque nadie de nosotros podía aguantar la demanda de energía que requerían nuestros cuerpos para escapar.
— Tendremos que usar a los Pokemon voladores —mencionó Haruka, pero todos nos miramos preocupados porque aquello era peligroso. El clima no era un factor a considerar para poder volar, pero no quedaba otra opción. Sin embargo, nadie refutó nada. Era eso, o morir de cansancio y ser alcanzados por nuestros enemigos.
Habíamos descansado en un terreno plano, pero lleno de varios charcos que se extendían a lo largo de la selva. Tal parecía que los charcos formaban una especie de pantano, porque nuestras pisadas eran succionadas por el lodo que se iba formando con mayor fuerza, alimentándose de la lluvia que caía a torrenciales. El fuego avivado a lo lejos hacía mucho más tenebroso el ambiente, pero al mismo tiempo era digno de admirar, porque las partículas de fuego que flotaban en el aire se asemejaban a pequeñas luciérnagas que deambulaban por la jungla. Los charcos reflejaban la luz del fuego y de los estruendos que resonaban en el firmamento, así como nuestra silueta que se replicaba en el centenar de círculos de agua que en conjunto formaban el pantano vivo.
Antes de que hubiésemos sacado a algún Pokemon, León me detuvo del brazo. El muchacho me miró seriamente; el agua sobre su rostro hacía más triste su semblante, pero por un momento me quedé viendo a aquellos ojos oscuros que mostraron toda la sinceridad posible. Al inquirir qué es lo que pasaba, el sujeto abrió el menú de su juego y de ahí saco algo que verdaderamente me sorprendió.
Se trataba de un arma que jamás pensé que hubiera tenido. Era un arco nuevo, pero de tallados extraños circulares que brillaban a pesar del fuego y el agua a nuestro alrededor. Brillos que circulaban a través del flujo de la piedra tallada; brillos asemejándose a un arcoíris en medio de una tormenta, que relucían de principio a fin en las curvas del arco; la cuerda era un hilo de arcoíris brillante; la empuñadura del arco parecía cuidadosamente tallada en espiral, mientras que los flexores del arco terminaban tallados formando una espiral curvatura que parecía estar hecha de megapiedra. El arco parecía estar apagado; no parecía sentir tanta energía que provenía del arma como lo había hecho con el Arco de Luz, pero sabía que cuando me lo tendió hacia mí, el aura despertaría en el arma y formaría parte de uno mismo con el jugador. Al principio, no comprendí qué es lo que debía hacer con el arco, pero me di cuenta segundos después que León me lo estaba obsequiando.
— Recuerda que soy un mago, Hikari —mencionó riendo; el agua cayó de la punta de su barbilla— Además, es mi especialidad. Soy un herrero. Fui entrenado por el mismo sujeto que alguna vez inspiró a Alain a formar este gremio: A.Z. He querido decírtelo todo este tiempo y quería buscar el momento para darte este regalo; vaya que me ha costado trabajo; un año investigando en la biblioteca de la fortaleza Catarata, preguntando a Alain sobre las megapiedras, explorando todo el tiempo que he estado en PBO, obteniendo los materiales. Este arco es mi trabajo y esfuerzo de todo este tiempo en el que hemos estado juntos. Tal vez no hayas conseguido el Arco de Luz, pero te aseguro que este arco aumentará tu poder de manera exponencial. Considéralo una disculpa por haberte mentido todo este tiempo; tienes razón, no sabía dónde estaba el Arco de Luz desde un principio y lamento haberte mentido por eso; ahora, espero puedas aceptar mis disculpas y…
Me abalancé sobre él en un abrazo, sintiendo su ritmo cardiaco acelerándose contra mi corazón. El olor de su cabello mojado, por alguna razón, comenzaba a gustarme. No había nada más en estos momentos que agradecimiento y fortuna por tener a gente como él. Cuando me separé de él, me di cuenta de que el rubor en mis mejillas me hizo esconderme sobre mi propia armadura. León insistió en que tomara el arco, y cuando lo hice, sentí la extraña presencia de mi propia aura recorrer el arma, como si fuera una propia extensión de mi brazo.
— Hubiera estado mejor que me lo hubieras entregado antes de todo este caos ¿sabes?
— Lo siento —León se rascó la nuca a causa de su estupidez— Aun no sabía si el arma funcionaría por completo o si conseguirías en su lugar el Arco de Luz; además, habías estado enojada conmigo y no sabía cómo dártelo. No quería que se malinterpretaran las cosas, Hikari. En realidad, tú me gustas…
Al escuchar aquello, sentí un rubor mucho más intenso sobre mis mejillas, y el corazón se me aceleró por completo. Noté la incomodidad de Zoey, Barry y Haruka, que parecían no tratar de interrumpirnos, pero sabía que debíamos de encaminarnos lo antes posible hacia la costa. No podíamos perder más el tiempo.
— Tenemos… tenemos que huir —mencioné estúpidamente, cambiando de tema con una sonrisa sobre mi rostro.
Cada quién sacó a su respectivo Pokemon. Haruka a su Beautifly y Barry a un Staraptor en el que podían caber él y Zoey. No obstante, antes de que León o yo pudiéramos sacar a algún Pokemon volador, a lo lejos se escuchó una risa que provenía de aquel hombre que me miró con más odio del normal: Helio.
Tanto él como Paul estaban sobre un pequeño barranco que daba vista a todo el pantano de la jungla. Al mirarnos sin escapatoria, me coloqué en posición de batalla. Tenía que distraerlos para que pudieran escapar. Tenía que demostrar que todo este año de entrenamiento había valido la pena.
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— Huyan… —mencioné. En ese momento, saqué una flecha diamante de mi carcaj. Helio comenzó a reír, y noté que sus manos estaban muy abiertas a pesar de que no las estaba levantando. Esto era porque ya había tenido un efecto en nosotros su magia. El aire se convirtió mucho más tenso, y mis pasos eran mucho más difíciles de pronunciar; pero no sabía si se debía por el pantano o por su magia.
— ¡Dawn, no podemos! —Barry intentó hacer que su Staraptor emprendiera el vuelo, pero el Pokemon se quejaba, al igual que Beautifly. Ambos Pokemon les pesaba la gravedad, así como a nosotros.
Por primera vez, guardé mi arco diamante en mi menú, y en la otra mano yacía el arco nuevo que León me había dado. Cuando agarré una flecha diamante de mi carcaj, la tensé sobre la nueva cuerda del arco, y sentí una energía extraña recorrer todo mi cuerpo, a pesar de la gravedad que trataba de resistir mis movimientos voluntarios. Cuando la lancé, la flecha, sin brillo y sin la fuerza característica de una flecha diamante, salió con la fuerza apenas suficiente para recorrer una trayectoria de unos cuantos metros. Ni siquiera había podido llegar al sitio superior donde Helio y Paul se encontraban. ¿Acaso era por la misma gravedad mágica de Helio, o se debía a este arco que tal vez no funcionaba?
— Debes concentrarte —me instruía León, con pronto dolor sobre su mismo cuerpo, porque la gravedad empezaba a aumentar— Debes ser uno con tu propio aura…
— He estado practicando durante un año eso —me quejé y resoplé. No era momento de practicar. O lo hacía, o moríamos en el intento— ¿Crees que no lo he estado haciendo?
— Cada arma es diferente. Al tener un arma nueva, un nuevo Pokemon, un nuevo poder, necesitas encontrar la armonía entre tu cuerpo físico y el aura que desprende tu propia alma virtual que ayudará al arma a maximizar todo su poder. Equilibrio, Hikari…
— ¡BASTA YA! —Helio se había hartado de las charlas que había ahí abajo en el pantano, y cuando levantó su mano, finalmente la gravedad estuvo a merced del sujeto que, de un momento a otro, cuando abrió y cerró la palma de su mano, sentí cómo el pesar del ambiente aumentaba, y la presión en mi cabeza era un martilleo constante que comenzaba a ser torturador. Todos, incluidos los Pokemon voladores, comenzamos a gritar debido al dolor que había sobre nuestras cabezas. Los oídos comenzaron a zumbarme de manera estrepitosa, y sólo escuchaba la risa de Helio a lo lejos.
León abrió los ojos apenas para mirar hacia el pantano, y con la magia que increíblemente siempre le había caracterizado, colocó bruscamente sobre el suelo la palma de su mano. Del agua lodosa surgieron espigas de lodo que fueron hacia Helio. Paul pudo contrarrestar algunas, pero fue suficiente para que Helio se distrajera un poco. Aquel momento fue el idóneo para que les ordenara a Zoey, Barry y Haruka que escaparan en sus Pokemon voladores. No hubo mucho tiempo para reclamar, porque ellos obedecieron sin más, mientras Zoey me miraba de una manera tan preocupada porque sabía que podía esta ser mi última batalla. La mirada que me dedicó me inspiró, y cuando volteé hacia mis enemigos, Helio intentaba afectar con su gravedad hacia los Pokemon voladores que se iban alejando por la tormenta del huracán. Su gravedad no podía llegar a tales perímetros, y entonces fue cuando maldijo a los cuatro vientos.
— ¡Ve por ellos! ¡Nadie debe escapar!
Helio había perdido los zumos cuando notó que sus enemigos escapaban. Paul sacó de una pokébola a un Hunchkrow mientras ascendía por los cielos. Antes de perderse en el firmamento, noté cómo el sujeto de mata púrpura me dedicaba una mirada extraña. Cuando hubo desaparecido, Helio comenzó a reír de manera placentera y maniática.
— Basta de juegos. Me encargaré de ustedes dos, idiotas —parecía que el temple del hombre había desaparecido, porque en su mirada sombría noté el horror y la sed de sangre que tenía, mientras los relámpagos del ambiente y el fuego que se iba expandiendo por la jungla hacía más tenebrosa aquella situación. La gravedad comenzó a aumentar, al punto en que tanto León como yo no podíamos hacer nada al respecto. Quise moverme, pero apenas podía mover las yemas de mis dedos, y mi cuerpo completo se pegó a los charcos del pantano, mientras comenzaba a hundirme lentamente debido a un suelo que succionaba toda materia sólida. O iba a morir ahogada en un pantano, o la gravedad se encargaría antes de matarme aplastada por la presión, o Helio llegaría a mí y me apuñalaría antes de que todo eso sucediera.
El sujeto bajaba lentamente del barranco mientras reía de manera maniática y daba pasos lentos para acercarse a nuestros cuerpos inmóviles. Cuando estuvo casi lo suficientemente cerca, realmente no se me ocurría nada para zafarme de esta. La gravedad me impedía moverme por completo. ¿Qué demonios podía hacer para contrarrestar su ataque?
— Esta vez no los subestimaré —mencionó de manera fría. Sus ojos índigos reflejaban el brillo de un incendio que comenzaba a propagarse. Las partículas de fuego que viajaban por el aire hacían ver al sujeto mucho más intimidante de lo que ya era— Esta vez, terminaré esto de una vez por todas.
El sujeto se acercó primero a León, y le miró de una forma un tanto desamparada. Sabía que estaba a punto de atacarlo.
— ¡No…no! —grité, pero eso no iba a impedir que Helio lanzara el ataque.
— Hikari… —León y yo teníamos la mirada puesta en el otro. La mirada duró un instante; sabía que este era el fin. Después de haber pasado toda una aventura juntos; después de haber vivido tantos momentos y todo lo que había hecho por mí para protegerme, bastaba con tan sólo un segundo para ver cómo todo se desvanecía.
Helio lanzó un puño extraño. De su mano, se desprendió un poder gravitatorio tan intenso en forma de un aura apenas perceptible, que al salir noté cómo el puño de gravedad atravesó el estómago de un León indefenso y tirado sobre el suelo. El gemido del muchacho me partió el alma, y la sangre que comenzó a escupir sobre el agua lodosa fue la causante de que mis lágrimas comenzaran a salir de mis ojos.
Helio rio al ver cómo la vida de León bajaba considerablemente.
— ¿Sabes? Me causa un placer inexplicable el ver cómo mato a un beta —confesaba. La gravedad se sentía cada vez más intensa— Hace mucho no mataba a uno, he de confesar. Pensé que los beta estaban extintos, pero cuando supe de ustedes y que este gremio había estado escondido todo este tiempo, mi sed aumentó al punto en que siento un placer tan intenso como mi gravedad al matarte en este preciso momento. No espero a que lo entiendas ni espero a que trates de explicarte cómo es que nosotros cuatro: El Cuarteto Asesino, ha obtenido su renombre como viles novatos que han logrado matar a los beta. Increíble, ¿no es así? Antes, los beta eran la sensación de todo PBO, pero después de que el Destello Eléctrico arruinara su propia reputación, su decadencia fue inevitable. Incluso, quiero pensar que pronto, nosotros novatos dominaremos PBO antes de que los beta se den cuenta, si es que llegan a existir todavía. El que estemos bajo el mando de los Cuatro Grandes no nos hace débiles; el fin justifica los medios, y para llegar a ser parte del poder y de la dominación, primero necesitamos aprender lo que es ser dominados desde lo más bajo, y poco a poco ascender para llegar a dominar a todos. Cuando cada quién creó su propia reputación y tuvimos las mismas metas, fuimos los reflectores de los líderes de los cuatro gremios dominantes, lo cual causó que nos llevaran directamente con el creador del juego. ¿No es magnífico? Jamás pensé que pudiera verlo en carne y hueso, claro, virtualmente hablando, porque cuando Steven me llevó a un lugar oscuro, frío y extraño que parecía ser un nivel irreconocible, ahí apareció. El creador, en una figura un tanto misteriosa y oscura; junto con Lysson, Magno y Aquiles, él nos ha brindado una habilidad extraña capaz de transportar a todos los beta que asesinemos a ese frívolo lugar, para que él mismo se encargue de asesinarlos. Claro está que esta habilidad no podía ser dada a todos los jugadores, porque de ser así, esto sería un caos.
Antes de que tu muerte sea un hecho, lo último que verás, desafortunadamente, no será mi rostro, sino el de el sujeto que es la razón por la que has estado atrapado durante todo este tiempo. Antes de que todos ustedes, beta, tengan un uso de razón lógico, nosotros los novatos habremos ascendido hasta que nadie de ustedes quede; eventualmente pasará con Cynthia y compañía. El propio creador se cansará de su existencia, y nos dará una oportunidad a nosotros.
León jadeaba de manera abrupta. La confesión que Helio había hecho ahora explicaba los rumores de que los beta iban desapareciendo poco a poco, hasta quedar reducidos a nada. Realmente, el Cuarteto Asesino, conformado por Lysson, Aquiles, Magno y Helio, a pesar de que eran novatos, podían realmente "matar" a los beta. León moriría no precisamente a manos de Helio. Giovanni lo haría por sí mismo.
Noté que el aura de Helio volvía a concentrarse de nuevo sobre su propio puño. Tal parecía que iba a dar el golpe de gracia que terminaría con su vida. Por mi parte, me encontraba inmóvil y sin nada que hacer; la gravedad y la pesadez de mi cuerpo se iban hundiendo en el pantano. No podía ya siquiera ver con claridad la última mirada de León, que explotaría en pixeles después de que me hubiera hundido toda sobre el pantano junto con mi arma nueva que se me habría sido obsequiada en vano, porque también yo moriría.
De pronto, el aire comenzó a faltarme, porque mi rostro se iba hundiendo en el pantano y de pronto sentí el agua entrar a mis pulmones.
El frío entraba por sus extremidades como pequeñas agujas que lo congelaban con el tiempo. El vaho de su respiración era pronunciado. Había escalado todo ese recorrido montañoso hasta encontrarse con aquella pequeña choza que le indicaba que ahí se encontraba el mejor herrero de todos. Él lo había escuchado ya en los rumores que circulaban por el lugar; sólo que nunca lo había creído. Un herrero capaz de muchas cosas, pero solitario y obsesionado con la búsqueda de un Pokemon que yacía atrapado en las entrañas de la montaña Snowpoint.
Comencé a toser lodo. Quería oxígeno; moría por salir a la superficie desesperadamente, pero lo único que veía cuando abrí los ojos era oscuridad. Escuché la risa de Helio invadir el ambiente, y en mi mano se arremolinaba la empuñadura el arco nuevo, que no estaba sirviendo de nada en estos momentos. Me mantenía tan inmóvil y a la vez tan impotente, que sentía el llanto salir de mis ojos.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Ayúdame a hacer uno de los mejores arcos de PBO.
Su petición había sido exagerada. ¿Cómo es que un ermitaño iba a ayudar a un extraño? Después de todo lo que el hombre había pasado en aquella montaña; después de la desconfianza que un chico le había causado por haberle robado una megapiedra. ¿Por qué iba a ayudar a un extraño, de entre la docena que había llegado a esa montaña para pedir de su ayuda? ¿Qué es lo que hacía a ese chico diferente? ¿Por qué habría de ayudarlo?
— Como tú, han venido varios y a todos los he rechazado. Estoy cansado de que vengan sólo para obtener sus propios intereses.
— No es para mí el arco.
— ¿Qué? ¿Entonces por qué lo quieres? ¿Qué obtienes tú con eso?
— Pretendo encontrar a el mejor arquero de todos. Pretendo ser su guía y protegerle hasta que sea el momento exacto.
— ¿Por qué?
— Tengo una corazonada. Llámame loco, estúpido o iluso; creo que he visto en alguien algo que no puedo ver en alguien más.
— ¿Y qué has visto en esa persona?
— Esperanza.
A.Z se quedó callado durante unos momentos.
— Creo que sabes perfectamente a qué esperanza me refiero —mencionó el chico de cabello índigo oscuro— Es la misma esperanza que tienes en tu corazón por encontrarle. ¿No es así? A tu Pokemon… Es esa esperanza la que he visto en un jugador.
Ambos se miraron; el frío de la tormenta que había en la montaña no podía deshacer la sinceridad con la que el chico miraba a A.Z.
Estaba inmóvil. Estaba muriendo. El oxígeno me faltaba y la desesperación me invadía. No podía perder a alguien más: Lectro, Candice, Kenny y ahora León. No podía ser más débil que antes. Cada segundo que pasaba era la oportunidad para volverme más fuerte. Mi destino no era morir ahogada en el pantano; mi destino no era morir en manos de un psicópata que controlaba la gravedad; mi destino no era haber llegado hasta este lugar después de haber inspirado a miles de novatos.
— Vaya, eres más ambicioso de lo que pensé.
— ¿Podrás enseñarme?
— Puedo enseñarte las bases; pero te tomará tiempo, chico. No depende de mí. ¿Qué esperas creando un arma como aquellas?
— Es mi misión.
— Espero que el beta que hayas elegido sea la persona correcta, porque no servirá de nada que te enseñe los principios para crear el arco si la persona no puede poseer el poder.
— Jamás dije que era un beta en el depositaría mi esperanza.
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La desesperación me invadía, pero eso no era característico de mí. Incluso en los peores momentos, tenía que mantener la calma. Tú, Hikari, siempre has sido cautelosa. Incluso asustada; incluso a punto de morir. Todo lo que te ha pasado no te ha afectado personalmente. Incluso las muertes de tus compañeros y amigos cercanos, que ahora han sido más cercanos a ti de lo que hubieras pensado. La gente que amas. Ahora ellos están en peligro. En dolor. Es tiempo de contrarrestar la agonía; es tiempo de levantar la armadura índigo. El arco. Las flechas. Tu apodo. Siempre has temido a la noche, pero ahora que puedes comprender de mejor manera tanto la oscuridad como a la luz, es tiempo de gobernarlas, incluso sin poseer ninguno de los dos arcos que los dominan. Si vas a sangrar, no estarás sola. Si vas a perecer, entonces tu tumba se construirá con base en el temor que infundiste en tus enemigos.
León había salido de la choza que parecía solitaria en medio de un mar blanquecino de nieve. La noche estrellada iluminaba levemente las dos siluetas que parecían despedirse. Antes de que León le hubiese agradecido, A.Z aun dudaba de si realmente el mago herrero podría cumplir su objetivo.
— Créeme… —León le dedicó una última mirada— Su aura es mucho más poderosa de lo que crees.
León recordó cómo él era uno del centenar de novatos o, mejor dicho, un beta entre aquel centenar, que miraba la silueta de la Novata Índigo sobre el horizonte. La esperanza que traía consigo; el coraje; la valentía; la perseverancia; el liderazgo. De entre todos aquellos novatos que habían sido inspirados por ella, León había sido particularmente conmovido por sus principios. Después de haber caído en una oscuridad y un caos completo, ella había despertado de nuevo en el chico esa luz de esperanza.
— Es mi misión…
— Hasta nunca, beta.
La voz de Helio despidió a León, que yacía con los ojos cerrados listos para sufrir un destino irremediable. Sin embargo, la luz del incendio que gradualmente se propagaba por el lugar fue débilmente comparado con un aura que yacía a su costado. Un aura iluminada de varios colores, que provenían del arco que yo, Hikari, sujetaba. Un cuerpo que reflejaba en mi armadura color índigo todo el poder que fluía por mi alma espiritual y por el coraje que había adquirido. Tensé la flecha de diamante que, al momento de apuntar hacia Helio, la flecha comenzó a adquirir en la punta de la flecha una coraza de una megapiedra que mágicamente se estaba formando gracias al poder tan potente que generaba el aura de mi propio cuerpo.
— ¿Qué…? ¿Qué mierda…? ¿Por qué mi gravedad no te afecta? —en ese momento, Helio dejó de apuntar hacia León para concentrar toda su aura sobre mi cuerpo, pero yo ascendía sobre el pantano, y Helio sólo se dedicaba a ver los brillos variados de tonos azules que desprendían mi aura.
Colores índigos, abetos, cerúleos, zafiros, celestes, cobaltos, cielo, lapislázulis, árticos. La armadura índigo, tanto como la flecha de megapiedra que estaba envolviendo el diamante, se vieron reflejados en los destellos de los relámpagos y el incendio que yacía en el ambiente.
— Hay cosas que no comprenderás nunca —mencioné, que iba ascendiendo mágicamente por el aire al tiempo en que apuntaba hacia la sien de su enemigo— Y es que la esperanza y el valor son conceptos que van más allá de cualquier fuerza gravitatoria.
Helio abrió los ojos de par en par. Cuando quiso intervenir su gravedad con la flecha destensada, el efecto era incapaz de anular la trayectoria. La flecha dejó a su paso un hilo de cristalización índigo, mientras el arcoíris de los brillos que producía la flecha provocaron una onda de aura tan potente, que apagó todo el fuego del lugar. Helio recibió la flecha, pero antes de explotar en pixeles, su cuerpo se vio invadido por la megapiedra que comenzó a acorazar todo su cuerpo hasta volverse una escultura de megapiedra. Poco después, su cuerpo explotó en pixeles y partículas de cristal que habían formado megapiedras.
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Al momento en que los pixeles hubieron desaparecido y hubiera matado a Helio para siempre, instintivamente solté el arco y mi carcaj. La preocupación por curar a León era mucho más intensa de lo que hubiera pensado, y fui directo hacia el chico, que tenía un gran agujero en el estómago y los pixeles iban disolviendo poco a poco aquella herida, para comenzar a desaparecer por cada segundo que pasaba.
Mis lágrimas se hicieron presentes. Sentí que la nostalgia, la tristeza y la melancolía se juntaban en uno solo al ver cómo León jadeaba. Cada respiración comenzaba a costarle más trabajo, y al ver mi rostro, sonrió de una manera que no pude comprender. Entonces, comenzó a reír a pesar de que la lluvia le pegaba directamente en su semblante.
Saqué de mi inventario una pócima para regenerar su vida, pero era mucho más complicado que eso. No era sanadora, y no había ningún sanador para poder curar la vida crítica de alguien que estaba muriendo.
— No, Hikari…
León levantó su mano y detuvo la pócima. Sabía que no había nada que hacer; comencé a llorar desconsoladamente, pero él me miró de una forma tan inocente y feliz, que estaba feliz por haberle dado el arma correcta a la persona correcta.
— Enfrentaré mi destino… —mencionó refiriéndose a que la muerte que le provocaría Helio lo mandaría con Giovanni, y éste le mataría.
Me acurruqué sobre su pecho, intentando no pensar en nada doloroso, pero no podía hacerlo. No quería aceptar que León se estaba escapando de mis manos, así como Lectro, Candice y Kenny lo habían hecho.
— Tú me inspiraste, Hikari.
Le miré y sonreí inexplicablemente al mismo tiempo que lloraba. Mis palabras no salían de mi boca debido a la extrema tristeza que estaba sintiendo.
— Me iré en paz, Hikari. Mi misión… mi misión se ha completado —cada palabra comenzaba a costarle— Ese día… en el que inspiraste a más de quinientos novatos. Ese día estaba yo entre ellos, y decidí que debía hacerte la arquera más fuerte de todo el juego. Mi misión se ha cumplido. Siempre fue ese el objetivo, pero no podía explicártelo aún… no hasta el final… Ahora, ve y vence el juego. Sé que lo harás. Creo en ti.
León cerró los ojos con una sonrisa. Poco después, los pixeles desaparecieron su cuerpo y quedé sola en medio de aquel pantano. Sin embargo, sabía que el alma de León estaría pronto en aquel pastizal reunido con varios novatos que habían muerto por mi causa. Toda esa gente que había inspirado; me gustaría pensar que, de alguna forma, todos ellos que ya han perecido se habrán ido con una sonrisa, orgullosos de que su fuerza y coraje me contagiarían hasta el final. Tenía un legado para con ellos, y no decepcionaría a nadie más. La fuerza estaba conmigo.
Próximo capítulo: Caída Libre
(La canción continúa así que hay créditos de película)
Créditos
Creador por: Jovat
Reparto:
Dawn como Hikari
Brendan como Ruby
May como Haruka
Sr. Gravedad como Helio
Chico raro como Tobias
El chico que hacía bullying en la escuela arrepentido de sus pecados como Drew
El joven que estará en nuestros corazones por hacer a Hikari un personaje badass como Lucas
