Buenas! Vengo con la continuación de esta segunda parte de la mini saga xd.
Lixuniverse: Concuerdo contigo honestamente. Siento que faltó un poco más de enganche en la historia de los Holders. Pienso que un punto en contra de tener una historia tan grande con varios personajes es que no terminas de engancharte con uno. :(
Vlaren: xD Los llevó a la guerra sin fusil ! Ok no .-.
Espero que se encuentren muy bien en tiempos de pandemia. Hagan caso a las recomendaciones de su país y usen el cubrebocas. Cuídense! Sayonara
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[VIDEO 1: Road To Perdition - Thomas Newman]
[VIDEO 2: Come Back to Us | 1917 OST]
[VIDEO 3: 「Attack On Titan」- Violin OST ᴴᴰ]
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Capítulo 126
Listón
Green
[VIDEO 1: Road To Perdition - Thomas Newman]
La textura era particularmente conocida. Mi cerebro había ya captado la irregularidad del roce que experimentaba, pero no se sentía tan palpitante al final del constante roce. Había algo de por medio: una especie de líquido entre mi piel y la suya, lo que no permitía sentir al máximo esas sensaciones que iban a mi cabeza y se depositaban como punzadas incesantes en mi estómago. Sus labios habían estado partidos; lo había notado desde que la sed era un gradual martirio bajo la capa intensa de rayos solares, testigos de la locura en la que estaba sumergido; incluso el astro rey, que se mantenía en el punto intermedio entre el firmamento, solitario, imponente, mortal, era testigo de cómo mis labios rosaban los suyos, a pesar de que el agua nos mantenía frescos y ocultos bajo un calor descomunal.
Sentí entrelazar mis manos con las suyas, como si una extraña sensación de alivio y un cosquilleo en el espacio entre mis dedos se colara cual veneno. La pureza de mi alma se estremeció, debido a que el aire me faltaba; mis pulmones se encogieron, pero mi corazón aumentaba y mi ritmo cardiaco incrementaba debido a que el beso iba siendo cada vez más intenso. No pude notar la diferencia entre nuestra saliva y el agua que había a nuestro alrededor; nuestros cuerpos flotaban en medio de lo que parecía ser un océano interminable. El calor allá afuera era mortal, pero la temperatura en las profundidades de este sitio era relajante; tanto así, que mi cerebro comenzó a invadirme de ideas traicioneras. De un momento a otro, si la relajación incrementaba, la temperatura disminuiría hasta convertirse en un abismo helado, inhabilitando a mi cuerpo completo de salir a la superficie. Incluso el beso era una especie de trampa porque, aunque quería salir a tomar una bocanada de oxígeno, aunque me iba hundiendo gradualmente en la oscuridad donde el sol no podía vernos más a ambos, yo seguía aumentando la lujuria de mi acto en cuestión.
De pronto, mis manos dejaron de entrelazar las suyas, y fui directo hacia su cintura. La arrastré hacia mí para que ambos nos hundiéramos al compás; para que su mar de cabello revoloteara a mi alrededor como los tentáculos de un Octillery. Mis movimientos eran pensados con cautela, bien ejecutados y estructurados. Mi lengua iba y venía en medio de un mar de agua y la rugosidad de su lengua. Sentí su mano llegar hasta mi cabeza, hundió sus dedos entre mi mata castaña; sentí el leve toqueteo de sus piernas entrelazarse entre sobre las mías, y de pronto la pasión me hizo despertar algo que no había sentido desde hace mucho tiempo. Ni siquiera en la virtualidad de este infierno recordaba sentir algo tan excitante. Algo que me hizo olvidar de las penas y el dolor durante unos momentos; algo que me hacía sentir vivo y a la vez que me indicaba que necesitaba alejarme de ahí. Algo prohibido que tentaba; un pecado mortal.
Y ese pecado de pronto se volvió mucho más intenso. Un pecado que se transformó y tergiversó mis deseos lujuriosos en arrepentimiento, angustia, agonía. El estado relajante en el que me encontraba de pronto pasó a un estado de alerta. Abrí mis orbes en medio de ese estanque de agua en el que sólo habíamos dos cuerpos inmóviles. Yo, que me encontraba pasmado, y ella, que se encontraba rodeada de un color carmesí.
Mis manos ya no se entrelazaban en sus caderas; mis pulmones y mi ritmo cardiaco me avisaban que me quedaba sin aire. Miré hacia la superficie, donde el rey del desierto inmerso en el que nos encontrábamos era testigo de un sinfín de muertes que se habían suscitado en la Isla Hi, y ahora era testigo de otra más. Mis ojos se iban cerrando; quería nadar hacia el sol, pero mi cuerpo ya no respondía. Mis sentidos se habían alterado y no sabía qué es lo que pasaba. El líquido carmesí que provenía de alguna parte teñía el agua que nos rodeaba cada vez con mayor intensidad, hasta que las burbujas que comenzaron a salir de mi boca intentaban alejarlas, pero lo único que lograron fue cumplir con lo que yo no podía hacer: salir a la superficie. Dos cuerpos inmóviles, dos almas solitarias, un sol que imponía, un desierto con historias extrañas.
— ¿Green?
Mis sentidos se perdieron por un momento. Súbitamente, la vista se apartó de donde había estado mirando.
— Hey, Green —sentí el codazo sobre mis costillas, lo cual fue como una puñalada debido a lo inesperado del golpe. Cuando volteé, todo aquello había desaparecido. La sangre, el beso, la soledad. Estaba sudando.
Blue me miró. Sus ojos me calmaron durante un momento; no sabía en verdad qué estaba sucediendo. No sabía si aquello había sido sólo un sueño, pero… ¡vaya que se había sentido tan real y doloroso!
Y cuando miré su rostro, me concentré en todas esas sensaciones que había experimentado. ¿Acaso había sido una premonición? ¿Acaso aquella persona que estaba debajo del agua era ella? No lo sabía, pero su rostro sonriendo sólo me hacía sentir tranquilo. Era lo que necesitaba.
— Green… —me volvió a mencionar; esta vez, Blue comenzaba a preocuparse.
— S-sí, estoy bien. Es el calor —dije entrecortado, y de nuevo volteé hacia el frente. Ni siquiera me había percatado del sitio donde nos encontrábamos.
No recordaba dónde estaba, pero parecía ser un hostal demasiado apacible y con matices de tranquilidad. Las paredes estaban hechas de bambú; había muchas plantas adornando lo que parecía ser el lobby de aquella edificación; un par de antorchas iluminaban la habitación. El calor se había esfumado y el clima era bastante agradable. En mi mano tenía lo que parecía ser una bebida exótica vaciada en el interior de una piña, con un paraguas diminuto colgando de la punta de la piña. Le di un sorbo; mi garganta estaba totalmente seca. Aun no podía salir de mi trance. En mi cuello tenía un collar de flores, y mis atuendos habían cambiado de una manera tan tropical y casual que supuse que estábamos en una especie de isla paradisiaca. ¿Acaso seguíamos en la Isla Hi? Miré a mi alrededor: Gold, Silver y Red también vestían como yo, con una camisa de flores distinta para cada uno de ellos con unas sandalias que hacían juego y unas bermudas que contrastaban esos colores brillantes. Mi camisa de mangas cortas era verde; Red tenía una roja; Gold una dorada y Silver, bueno… una ¿morada? No tenía puto sentido. Nada de esto tenía sentido. ¿Dónde demonios nos encontrábamos? ¿Cómo es que…?
— Green, ¿de verdad estás bien? Tienes un horrible aspecto.
Al voltear de nuevo hacia Blue, finalmente me fijé en su cuerpo completo. La chica tenía un bikini azul con una falda "wahine", aquellos famosos y sensuales atuendos de la región de Alola que había en el mundo real. Unos atuendos tan paradisiacos que cuando noté aquellos dos bustos casi salirse de aquel atuendo, esa cintura perfecta y las piernas desnudas, sentí cómo la sangre comenzó a hervir por toda mi cara.
— No… no voltees… —mencioné. Mi nariz estaba sangrando.
— ¡Hey, hey! Ya va a empezar… ¡Silencio, Green! —mencionaba Gold entusiasmado. Al parecer el chico estaba emocionado de una manera descomunal, porque cuando miró hacia el frente, había un escenario montado que estaba vacío.
Entonces, me di cuenta más del sitio donde específicamente estábamos. Habíamos estado sentados todos nosotros en unas sillas alrededor de una mesa con muchas frutas y platillos descomunales, como si todo fuese un banquete servido para la gente que llegaba al pequeño paraíso. Frente a nosotros, había una manta pintada rústicamente con un paisaje medianamente mal hecho de un pequeño pueblo de ladrillos y a lo lejos podía divisarse una montaña alta. A cada costado del escenario, había un par de palmeras que hacían más ameno el ambiente. Las luces de las antorchas iluminaban apenas el escenario y podía ver apenas el rostro de cada uno de mis amigos. Parecía que estábamos a punto de ver una obra de teatro.
— ¿Le sirvo más piña colada, caballero? —una voz extraña apareció a mi lado. Cuando volteé, no vi a nadie, pero tal parecía que tenía que bajar la mirada para ver a un pequeño roedor con una moneda brillante sobre su sien, vestido con un moño de gala negro, un paño envuelto en su pata que usaba como brazo, mientras que en la otra sostenía una jarra con líquido amarillento que parecía viscoso.
¿Qué hacía Meowth aquí? ¿Qué demonios…?
— ¡Yo sí, por favor!
Cuando volteé a ver que Yellow alzaba la mano, noté que la brusquedad con la que lo hizo provocó que uno de sus bustos rebotara abruptamente. No me había dado cuenta de que ella también estaba en el atuendo de Alola que caracterizaba a aquellas bailarinas exóticas.
— ¡Caballero, utilice mi pañuelo! —Meowth se apresuró a prestármelo para que el sangrado en mi nariz se detuviera.
— Meowth, ¡qué son esos modales! ¡No hagas que nuestro huésped sangre!
A un costado había aparecido James, aquel sujeto que también había formado parte ya del Gremio Mega y con anterioridad uno de aquel trío que ciertamente nos había ocasionado un par de problemas cuando nos habíamos conocido todos. El sujeto también estaba vestido de camarero, y se colocó a mi izquierda para sostener el paño de Meowth y así dejar mis manos libres.
— Perdón, sé que soy muy sensual —Meowth enseñó su peludo trasero.
— Ay, chiquito bebé. No hagas eso que me prendo —James habló con voz afeminada. Esto comenzaba a ser más extraño que cómico.
Meowth se fue entre carcajadas a servirle más piña colada a Yellow, que sin dudarlo le dio un gran sorbo.
— ¿Qué rayos? Lo siento, esto no me suele suceder. Yo…
— Descuide, joven verde. ¿Quiere que lo llame así? —James intentó seguir presionando bien la nariz con el paño— El joven dorado no tiene problema en que lo llame de esa forma, ni el joven rojo, o el joven… morado.
— ¡Soy Silver! ¡Silver! —refunfuñó el pelirrojo.
— Claro, buen nombre para alguien que tiene el pelo rojizo —mencionó una mujer que súbitamente había aparecido en la mesa, igual con el mismo atuendo de camarero como el otro par— Yo, por ejemplo, también tengo el pelo rojo, pero me dicen… ¡Jessie!
— ¿Y eso qué tiene que ver? —inquirió James.
— ¡Jessie tiene relación con el rojo, estúpido!
— Sólo si hablas idioma Pikachu. Todas las palabras son iguales en ese idioma.
— ¡Jessie significa valentía y la valentía representa el coraje, y el coraje representa la lucha, y la lucha representa la sangre, y la sangre representa el rojo!
— Hey, te recuerdo que nosotros hemos llegado hasta aquí no gracias a nosotros.
— Vaya forma de demeritarnos, idiota —Meowth se susurró a él mismo.
— Hey, debemos considerarnos afortunados de llegar hasta estas instancias. Hasta yo mismo me sorprendo. Incluso tenemos mejor condición que el joven verde. ¡Vean al pobre chico! Va a morir por desangrarse.
— Ya… ya paró. Por suerte Takeshi no está aquí o hubiera muerto de una manera tan sangrienta que ni los Cuatro Grandes se imaginarían —mencioné aliviado.
— ¡Mesero, una piña colada más por favor! —una mano se alzó al aire para llamar la atención de Meowth. Al hacerlo, los bustos más redondos que hubieran escondido el "wahine" color casi transparente cristal de Crystal me hicieron volar de mi silla. Ciertamente, James tenía razón e iba a morir de perversión total.
— ¿Lo ven? Tal vez seamos estúpidos, pero no tan idiotas como este joven verde.
— ¡Basta ya de parlotear! ¿Cuándo va a empezar la función? —mencionaba Gold, dando pequeños golpes con sus pies. Estaba bastante emocionado; sus pupilas incluso estaban totalmente dilatadas. ¿Algo le pasaba?
Me limpié la sangre restante del cuerpo, y antes de que Blue me ofreciera una mano para levantarme y volver a ver sus bustos, miré hacia mi otro costado. A mi lado había yacido Red, que parecía estar bastante callado. Cuando me miró fijamente, noté algo que no podía llamar tranquilidad absoluta. Algo había en él. Algo ocultaba.
— ¿Piña colada para usted? —Meowth se acercó a su lugar.
— No… —Red le respondió a secas— Yo no bebo…
Sus ojos habían estado tan fijos en mí que, de un momento a otro, la oscuridad de sus pupilas se fue incrementando hasta que me quedé envuelto en una oscuridad completa. De pronto, me encontraba solo. La música de Alola ya no estaba de fondo, las antorchas bailando al compás de las faldas tropicales tampoco estaban; Blue ya no me tendía una mano. ¿Qué estaba pasando?
Abrí los ojos. En un simple pestañeo, me había transportado a otro sitio. Estaba recostado sobre una almohada; la ventana estaba abierta y el viento recorría la habitación susurrando un misterio imprescindible. No sabía qué demonios estaba pasando. ¿Acaso… acaso me había teletransportado? Todo esto era muy confuso. En realidad, lo único que pensaba era que todo había sido un mal sueño, pero es que todo se había sentido tan real, que me negaba a pensar que había sido sólo un producto de mi imaginación.
El frío me estremeció de inmediato, así que me levanté de la cama donde había estado durmiendo, y fui hacia la ventana circular de barro, pero no había ningún cristal que cerrar. La casa donde me encontraba era un tanto rústica y hecha de piedra caliza, con un par de antorchas que apenas iluminaban el ambiente. No obstante, mi impresión apareció debido a que, al ver al exterior de aquella abertura circular, pude notar que nos encontrábamos en el oasis que fortuitamente había aparecido después de que hubiésemos caminado todo un día completo en el desierto. ¿Qué rayos sucedía? ¿Cuándo es que habíamos llegado hasta acá? No recordaba nada en lo absoluto; sólo las huellas, la arena y un sol ardiente. Una de las palmeras que yacía tranquila alrededor de la pequeña piscina que constituía el oasis se movió debido a un viento repentino que sopló por el desierto. En ese momento, del hostal donde yacíamos descansando salió una silueta que atravesó la piscina y comenzó a perderse entre el horizonte arenoso. Pude reconocer de quién se trataba, debido a la gorra que tenía puesta, a pesar de que aún tenía sus atuendos típicos de Alola.
Sin dudarlo demasiado, bajé las escaleras de caracol y llegué a la habitación principal. Recordé que en el centro había estado la mesa donde habíamos cenado y la obra de teatro que había estado a punto de ver, pero en ese instante no había nada. La habitación estaba vacía, y sólo unas antorchas iluminaban las palmeras que recorrían las esquinas de la habitación y la recepción, donde yacía un James dormido.
Ni siquiera pasó por mi mente el dónde podían estar los demás. Supuse que estaban en otra habitación y habían estado bajo los efectos alcohólicos de la piña colada. ¿Qué más daba? Lo importante era saber de una vez por todas lo que ocultaba Red. Últimamente había estado muy extraño; no, desde que lo conocimos supe que sus intenciones eran muy misteriosas como para poder ocultarlas por completo. Cuando Yellow se había encontrado con él de nuevo después de un año en el que nos apartamos de toda sociedad virtual para poder entrenar, mi sangre hirvió cuando le vi. Recuerdo la mirada que me lanzó; una mirada que decía mucho, pero a la vez nada; una mirada que ocultaba muchas cosas que no estaba dispuesto a mencionar, a sabiendas de que ya lo habíamos aceptado de nuevo en el grupo. Nunca había estado convencido de que él estuviera arrepentido por abandonarnos antes de batallar contra N y la Guerra Celestial; él ni siquiera amaba a Yellow, y la persona que estuviera buscando, fuera quien fuera, era mucho más misteriosa de lo que todos creían. ¿Qué relación tenía con Red? ¿En verdad era su hermana? ¿Quién lo estaba buscando? ¿Por qué había desaparecido un par de noches en el gremio? ¿Por qué se veía tan cansado físicamente antes de venir a las Islas Pájaro? ¿Adónde iba en este momento?
Sin darme cuenta, ya estaba cruzando la piscina. Red escuchó mis pasos y se detuvo justo debajo de la palmera, donde la sombra de la misma se escondía de la luna que yacía imponente sobre un cielo solitario y oscuro.
— ¿Qué es lo que quieres, Red?
El muchacho no respondió. Su camisa de flores rojas se revoloteó con otra repentina corriente de viento. Me dio la espalda y miraba hacia la arena, con aires de confusión.
— Sé que ocultas cosas. Sé que hay cosas que no sabemos de ti que no quieres decir.
Red siguió en silencio. Poco a poco, iba sintiendo un poco más de odio hacia el chico. Todas esas aventuras que habíamos tenido en el pasado; él había sido mi amigo. ¿Acaso todo había sido una farsa? Tal vez eso era lo que más me cabreaba, porque había pensado que su amistad era auténtica.
— Son cosas de las que debes mantenerte alejado…
— ¡No Red!
Súbitamente, ya estaba detrás de él, y le tomé del hombro para voltearlo y mirarlo de frente. El sujeto intentó alejarse, pero en un forcejeo ambos caímos por la arena y nos revolcamos para detenernos a orillas de la piscina natural que parecía más profunda de lo que pude haber pensado. La luz de la luna se reflejó sobre las aguas que comenzaron a ser turbias debido al montón de arena que habíamos arrastrado hasta la capa de agua que yacía tranquila. Red se levantó tomando una gran bocanada de aire; su respiración era entrecortada. Yo yacía aun sobre el suelo; mi rostro desprendía reflejos brillosos del agua que contrastaban mis orbes esmeraldas. Al igual que Red, aquellos orbes oscuros parecían esconder más que sólo misterio.
— Sé que te fuiste del Gremio Mega y regresaste en una sola noche con heridas en tu cuerpo. Sé que tienes una espada de gran poder pero que tienes miedo de utilizar. Sé que sigues en busca de esa persona, pero por alguna extraña razón, no es la persona que creo que es. Sé que hay personas que te buscan; Yellow casi muere por tu culpa ¡Ella me lo dijo! ¡¿Qué es lo que quieres, Red?! Somos tus amigos… soy tu amigo… ¿recuerdas? Me preocupo por ti.
Red se mantuvo sopesando las cosas durante un momento. El frío de la noche, el viento, y la calma del desierto contemplaron la silueta del muchacho, que poco a poco comenzó a acercarse hacia mí. Se inclinó a mi nivel y me susurró algo al oído.
Aquel susurro fue más una confesión que un comentario. Mis pupilas se contrajeron debido a la sorpresa. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Qué tenía que ver él con todo esto?
— No… no entiendo.
— No espero a que lo entiendas —Red miró hacia el horizonte. Al parecer estaba esperando que apareciera alguien, pero al no ver a nadie, volvió de nuevo hacia el hostal, dejándome aun en un estado de sorpresa.
— ¡Espera! —me levanté, sin sacudirme la arena de mi cuerpo— Significa que la persona que buscas no es… no es tu hermana… significa que… ¿qué relación hay? No entiendo. ¿Por qué la buscas?
— Buenas noches, Green.
Misty
[VIDEO 2: Come Back to Us | 1917 OST]
Mi vista estaba puesta justo donde el sol comenzaba a asomarse. Los rayos eran una esperanza de luz que iba disipando todo rastro de oscuridad que había pasado en la noche. El frío iba disminuyendo, y los rayos que dieron justo en mi rostro los sentí como una fuente de calidez reconfortante. El sol iba asomándose detrás de la silueta majestuosa del volcán inactivo, que a pesar de que podía verla, aún se encontraba a una distancia considerable. Faltaba mucho y era apenas el segundo día. De pronto, un sentimiento de preocupación invadió mi ser al pensar en Takeshi y todo el escuadrón que habíamos dejado atrás. ¿Qué habrá sido de ellos? ¿Estarán a salvo? Abrí el menú de mi juego con esperanzas de poder ver algo, pero no podía ver ni la lista de mis amigos ni la localización de ellos. Las islas y su misterio me lo impedían.
— Venga, tenemos que irnos.
Clair yacía a mis espaldas. La muchacha también había estado contemplando el amanecer del segundo día, pero con aires de preocupación que también pudo sentir en mí. Sobre todo, porque el haber pasado la noche en este palacio me había resultado totalmente extraño.
— Sigo sin poder entenderlo —le confesé de espaldas a Clair.
— Tampoco lo comprendo —me respondió— Pero a veces es mejor dejarlo así.
Me volteé resignada. A lo lejos, en uno de los pequeños jardines del palacio donde podía verse un paisaje mucho más desértico a lo lejos, yacía una de los NPC que esperaba a cualquier servicio que necesitáramos. Era una ama de llaves, pero cuando le vi, su mirada tenía aires inexpresivos y robóticos. Sabía que no era real; lo que no entendía era el por qué tenía dicha apariencia.
— Todas ellas están aquí.
Hablé pensando en mis tres hermanas. Habían muerto ya gracias a Lance, pero ahora ellas estaban como NPC dentro del juego. Era imposible que fueran jugadoras, y de serlo así, no se comportarían con actitudes tan inexpresivas, así como también podrían haberme recordado al momento de verme.
Ya les había preguntado de todo. Preguntas personales que sólo ellas y yo sabíamos; incluso les repetí mil veces mi nombre y el de mis padres, pero sin éxito alguno ellas sólo se quedaban confundidas ante mis preguntas fuera de lugar. Sólo habían sido programadas para servir a cualquier viajero desértico que cruzara por el palacio, y tal parecía que no habían sido hechas para nada más. Hubiera pensado que podría haber sido sólo mi imaginación, pero Clair también las veía con esa apariencia. Era algo que me inquietaba y no me permitía concentrarme en la misión de buscar el Arco de Luz.
— Anda ya.
Clair me apresuró, y cuando nos dirigimos hacia la salida, las tres NPC nos acompañaron a la salida donde se encontraba aquella gran puerta ostentosa. Lily, mi hermana de cabellos carmesíes, hizo una reverencia en señal de agradecimiento por haberles visitado, mientras mis otras dos hermanas se despedían.
Cuando la puerta se abrió, Clair sacó una pokébola para utilizar a Dratini. Sin embargo, cuando Clair lanzó la pokébola al aire, la esfera no se abrió en lo absoluto, provocando que rodara hasta caer bajo los pies de Daisy. Cuando la muchacha se inclinó para agarrar la pokébola y entregársela a Clair, ésta se había confundido demasiado.
— ¿Qué pasa? ¡Dratini, sal!
De nuevo, la pokébola fue lanzada al aire, pero ningún Pokemon salió de ella. Quise intentarlo con mi Staryu, pero también obtuve el mismo resultado.
— Qué extraño. No deja que saquemos a ningún Pokemon.
— Tal vez sea una falla del juego —mencionó Lily intentando resolver el problema— Tal vez sea una falla global.
— ¿Falla global? Lo dudo mucho —Clair llegó hasta mí. De un momento a otro, me miró con extrañeza y fue cuando activó su aura en su mano.
— ¿Qué haces?
— Siento que tampoco funciona nuestra aura, Kasumi.
— ¿Qué?
— Anda, dame tu mejor puñetazo.
— ¿Pero qué…?
— ¡Hazlo!
Cuando activé mi aura, concentré todo el poder sobre mi puño para darle a Clair un golpe aural, pero al momento de que ella lo bloqueó con su antebrazo y nuestras dos auras chocaron, sentí la debilidad sobre mi cuerpo. Ni ella ni yo habíamos tenido todo el poder que hubiésemos deseado, ya que el golpe fue común y corriente. No hubo un desprendimiento de aura de por medio.
— ¿Qué rayos…?
— Tal vez sea otra falla del juego —secundó Daisy.
— A la mierda sus fallas —mencioné— No podemos salir así y exponernos ante los Pokemon megafusionados.
Clair me miró un poco extrañada, más por la situación que por mi decisión. Las dos estábamos de acuerdo; sin embargo, cuando estipulé que nos quedábamos, una de mis tres hermanas, Rubi, sonrió ligeramente. Pude ver en esa mínima comisura de sus labios que, de cierta manera, le había alegrado a ella y a las otras dos el permanecer aquí. ¿Qué razón tenían para alegrarse? Mejor dicho, el simple hecho de sonreír las hacía verdaderas ¿no era así? Los humanos sienten; los jugadores programados, no. ¿Estaban vivas? ¿Ellas eran mis verdaderas hermanas, pero les habían borrado la memoria?
Me acerqué sutilmente a una de ellas para mirarla con mayor detenimiento. El parpadeo de sus ojos y sus pupilas inmóviles y vacías me indicaban que carecían de todo sentimiento de miedo que pude ocasionarle al momento de acercarme misteriosamente. Apreté uno de mis puños; no me sentía segura. Con un instinto que me caracterizaba, levanté mi puño izquierdo en señal de alerta, pero fue apenas un movimiento delicado que no se pudo percibir, no al menos ellas, porque noté cómo Clair lanzaba un grito ahogado cuando se dio cuenta de mi sentido de alerta y mis intenciones de atacarlas.
— Hay alguien que les está esperando adentro…
Daisy mencionó tajantemente, como si hubiera esperado a que hubiera tomado la decisión de permanecer en el palacio. Aquello me impresionó aún más, porque cuando volteé la mirada a Clair, supe que ellas tramaban algo.
— No entraremos ahí —mencioné. Me dirigí a la puerta para abrirle y salir de aquí cuanto antes.
— Es alguien que ha deseado mucho por verte…
Jalé de la gran manija de la puerta que poco a poco se fue abriendo.
— Su Pokemon eléctrico es muy carismático…
Aquello me hizo detener de dirigirme a la salida. ¿Qué es lo que acababa de decir? Mi mente dibujó la figura de aquel Pokemon. Mi corazón se detuvo por unos instantes. ¿Qué había dicho?
— Él te espera…
— ¿Él?
Me volteé muy confundida. Y cuando miré hacia la entrada del palacio, había alguien ahí, justo sobre la entrada. Al momento de que mis ojos se posaron en su silueta, el individuo ya se había adentrado al palacio y sólo pude ver con claridad una capa de color blanco que ondeó con el viento y desapareció en los adentros del palacio. Aquello no podía ser real. Clair me miró con desdén, y se preguntó lo mismo que yo, pero el impacto era mucho mayor en mí. Miré a Daisy nuevamente, pensando que todo esto era una gran alucinación; no podía ser real.
Mis pies se movieron por sí solos. La ira que me caracterizaba y mi carácter iracundo se desvanecieron al momento; esto era sólo un sueño. Tenía que estar convencida de que sólo era una alucinación, porque no había otra explicación para que él estuviera aquí.
— Kasumi… —Clair me tomó del brazo, pero cuando lo hizo, me zafé bruscamente y agité la cabeza para no perderme en mi propia impresión. Fue cuando decidí correr hacia adentro, recorrer sus pasillos ostentosos y sus escaleras de caracol. Necesitaba saber; quería reafirmar si aquello que había visto había sido real o no.
La voz de Clair la dejé atrás. Me adentré en una oscuridad apenas perceptible debido a que el sol poco a poco se iba asomando por el firmamento e iluminaba los pasillos solitarios. Escuché pasos; escuché pequeñas voces características de aquel roedor eléctrico que siempre estaba en su compañía. Los pasos se iban volviendo cada vez más audibles. Mi respiración iba siendo cada vez más agitada. Los pasillos los recorría de una manera serpenteante, yendo de izquierda, y volteando a derecha. Las ventanas pasaban fugaces a mi lado debido a la velocidad con las que iba. Mi estómago sintió una punzada al momento en que escuché de nuevo el sonido de un roedor a lo lejos. Me detuve; frente a mí, había una puerta de proporciones grandes, donde a través de ella pude escuchar la voz del Pokemon, de la capa blanca ondeando, de una chispa de electricidad.
Cuando abrí la puerta, mis ojos se fijaron en él. El sujeto estaba en una habitación casi vacía, a no ser por un trono de hierro que era testigo de cómo el alba iba atravesando las ventanas en forma de cilindro que iluminaba cuatro paredes de mármol. La distancia entre nosotros era considerable; el trono de hierro era apenas visible, pero cuando mis pasos inundaron el silencio del aula, poco a poco pude ver que se trataba de aquel sujeto. En su hombro, parecía estar aquel roedor eléctrico. Cuando me vieron, el muchacho no se inmutó ni se levantó del trono para recibirme con alegría. Al ver el rostro que aún era cubierto por la oscuridad de la habitación, le miré con determinación y pronuncié las palabras:
— ¿Sa-Satoshi…?
El muchacho sonrió. Sabía que algo andaba mal y cuando no respondió ante mi llamado, cerré los puños con fuerza debido a que me estaba dejando llevar por el sentimiento. Al momento de haberme dado cuenta de ello, tuve que formular la siguiente pregunta para cerciorarme de que esto no era una alucinación:
— ¿Qué significa la UEO?
La unidad especial online. Creada por Cipres y disuelta en honor a Citron. Recuerdos que habían pasado hace ya un año después de su desaparición. Tenía que recordarlo; tenía que contestarme de manera correcta, pero cuando el silencio sólo abundó en la sala, supe que todo era una farsa. Había sido demasiado tarde ya, porque cuando me volteé para huir, la puerta se había cerrado de manera abrupta. Al redirigirme hacia Satoshi, una onda invisible parecida a la del calor comenzó a inundar la habitación; sin embargo, en lugar de ser ondas de calor, parecían ser pequeñas partículas de agua que siempre habían estado presentes en el lugar. Partículas flotantes apenas perceptibles de agua que provocaban un reflejo y provocaban alucinaciones como la apariencia de el que tenía en frente de mí, así como la de mis hermanas. Cuando pestañeé, Satoshi se había convertido en varias personas que cambiaba de un momento a otro. Mis hermanas, mis papás, Hikari, Haruka, Iris, Clair, Liza, Takeshi… Y cuando apareció la forma verdadera de aquel tipo que estaba provocando todo aquello debido a una habilidad extraña que tenía para con el elemento de agua, sentí un ataque imprevisto de su parte que me dejó liquidada y todo se oscureció.
Brock
La vista hacia el volcán ya estaba por completo a nuestra vista. Poco a poco, la temperatura del sitio iba incrementando, a pesar de que el sol ya se estaba escondiendo en el transcurso del segundo día. El cráter del volcán estaba ya a la vista, y a medida que avanzábamos, el humo de las cenizas iba siendo mucho más denso, colándose por todos lados y alzándose por el firmamento hasta perderse en la atmósfera. Al voltear hacia atrás, pude ver la línea amarillenta del desierto, apenas como un pequeño testigo de que por fin estábamos a punto de poder alcanzar nuestro objetivo. Lo que más me llamaba la atención eran las piedras rubíes y esmeraldas que estaban incrustadas en las piedras a lo largo del sendero. Algunas de ellas relucían como piedras preciosas, y otras estaban completamente cubiertas de cenizas, provocando que perdieran su brillo. Cuando me agaché a tratar de zafar una de las raíces del suelo, Surge me detuvo.
— Son parte del volcán…
Al decirlo, miró hacia lo más alto del volcán. Su incandescente llama relucía dormitando, pero tal parecía que desprendía algunos brillos rojos y verdes que se alcanzaban a presenciar. El poder que guardaba el volcán junto con los millones de piedras relucientes que tenía dentro de sí debían ser inmensos, además del misterio de saber qué era lo más importante que protegía el mismo volcán. ¿Acaso el Arco de Luz provocaba que hubiera muchas piedras rubíes y esmeraldas?
Habíamos pasado un día relativamente tranquilo; después de haber observado al chico que explotó en pixeles en el pueblo abandonado, nadie se había atrevido a permanecer en un humor más relajado de lo común. La preocupación que habíamos sentido al verlo morir y perder el sentido del tiempo y espacio debido a los efectos secundarios de la megaevolución eran algo que había carcomido nuestros pensamientos. De hecho, todo el camino habíamos permanecido en silencio, pensando en que aquello tenía que ser una tortura. Sí, era un poder inmenso, pero el usarlo tendría consecuencias que no quería ni imaginarme. Tal vez algunos al usarlo por primera vez habían muerto al instante; nuestros enemigos, por el contrario, habían perdurado hasta el momento de la lucha en las islas. ¿Cuántos habrán fallecido al intentar usar la megaevolución para unirse al ejército de los Cuatro Grandes? ¿Cuántos de ellos tuvieron el valor y no sobrevivieron por ser un poder aun misterioso, pero impactantemente mortal para el cerebro? ¿Cuál era la ciencia detrás de todo esto? No lo sabíamos a ciencia cierta, pero Alain lo había prohibido por alguna razón.
— Hay algo extraño con mis poderes —mencionó Erika— Mi aura…
— Yo me encuentro bien —avisó Blaine y Lt Surge secundó a su compañero.
— Has tenido problemas con tu aura desde ayer ¿no es así? —mencioné. ¿Qué es lo que sucedía?
— Yo… no lo sé. Sólo me encuentro un poco débil.
— Qué va, es sólo tu imaginación, Erika —Blaine respiró el fuego que había en el aire del volcán. Sentía que sus poderes iban aumentando a medida que la temperatura también lo hacía.
— No quiero ser pesimista, pero puede que sea un problema que nos afecte a todos —mencioné, sonrojándome un poco al preocuparme por Erika.
— Venga, niño. Tampoco vas a enamorarla a ella sólo porque te preocupas ¿vale? —Lt Surge se paró frente a mí con el pecho en alto— A ella no. Blaine y yo la cuidamos como a nuestra hija.
— Vale, vale. No es para tanto, muchachos —Erika estaba un poco avergonzada, limpiándose el sudor y el rubor con su kimono que estaba ya sucio de tanta tierra caliza que había arrastrado.
— Es cierto —Blaine se paró al lado de Erika— Además… Takeshi, tú ya eres partidario de Sabrina. ¿No es así?
— ¿Qué? Tonterías —bufé escépticamente.
— Es verdad. Nosotros te damos nuestra aprobación, Takeshi —Lt Surge fue cuando finalmente me envolvió en un brazo mientras me daba de coscorrones cariñosos en la cabeza— Lo hemos decidido. Ya eres parte de la familia.
Al escuchar aquello, sentí una punzada en mi corazón de alegría. Tal vez no le gustaba a Sabrina y su carácter no era el adecuado; tal vez pensaba la mayoría de las veces que le desagradaba a la líder de la élite de Kanto, pero al menos, sus compañeros de élite, su familia más cercana en PBO, me aprobaba como uno de ellos. Al fin podía sentir que formaba parte total de este gremio…
Quería agradecerles de vuelta. Quería decirles que les quería.
— Chicos, yo…
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Algo me había interrumpido abruptamente. El sonido de un proyectil dirigiéndose hacia nosotros nos hizo ponernos en sentido de alerta, pero había todo pasado demasiado rápido. Al parecer no había sido un meteorito, sino un hiperrayo que había provenido de algún lugar y dio en nuestra dirección. Salí disparado hacia cualquier sitio, viendo colores en mi cabeza y siendo aturdido por completo. Mis oídos de pronto sintieron el zumbido de una cabeza que estaba totalmente anonadada por el ataque. Por un momento había perdido el sentido del tiempo y del espacio, pero cuando abrí los ojos, noté cómo Blaine ya estaba reincorporado mirando hacia el horizonte. Surge y Erika también lo hacían a una velocidad rápida; no por nada, ellos eran los de élite. Al ponerse en posición de batalla, los tres dibujaron unos rostros de desesperanza; unos rostros que no había visto jamás y que me hicieron saber que algo andaba mal. Antes de poder voltear a ver lo que se avecinaba hacia nosotros, los tres intercambiaron miradas de preocupación, y fue cuando actuaron antes de que la batalla o los enemigos aparecieran. Blaine abrió un agujero sobre el suelo y me aventó ahí; tal parecía una especia de tumba, con el calor desbordando por cualquier lado y la oscuridad como única amiga. La luz del volcán que se colaba por arriba de la tumba fue momentáneamente interrumpida por la silueta de los tres sujetos, que me miraron como si fuese la última vez que iban a hacerlo.
— ¡Eres el elegido, Takeshi! ¡El elegido para cuidar a nuestra líder!
Quise mencionarles que me sacaran de ahí cuanto antes, pero antes de poder hacer algo al respecto y poder quitarme los zumbidos que aún me atormentaban por el golpe, sólo pude ver por última vez sus rostros antes de sumergirme en una oscuridad que me abrazó dolorosamente.
Al principio, percibí un silencio sepulcral, pero poco después escuché los alaridos de la batalla. Una risa maniática se hizo presente, característica de uno de los Cuatro Grandes. Lance, el líder del Gremio Escama de Dragón, y un ejército de soldados megafusionados parecían haber invadido el volcán de manera repentina y abrupta, y yo no estaba ahí para defender a mis camaradas, a mis amigos, a mi familia.
Las lágrimas comenzaron a derramarse por mi rostro; cuando estuve totalmente recuperado de aquel hiperrayo, salté hacia la superficie para romper la tierra y ser liberado, pero tal parecía que la magia de Blaine aún se mantenía en efecto. El calor abrazaba la tumba como un campo de fuerza, totalmente incapaz de poder romperla o liberarme de ella. Choqué una y otra vez; mis puños amenazaron la superficie una y otra vez, hasta que sangraron de manera desesperada. Mis gritos pronunciando los nombres de mis tres amigos fueron tan desgarradores, que de un momento a otro quería que los enemigos se enteraran de que estaba ahí para que rompieran la tumba y pudiera ser liberado para luchar a su lado. Quería salir, quería observarlos una vez más, quería combatir a su lado, quería ser el que protegería no sólo a Sabrina, sino a ellos y a todos mis amigos; quería ser alguien que verdaderamente demostrara que se ha vuelto fuerte con las adversidades y el paso del tiempo. Sin embargo, mis lágrimas y el miedo que me acompañaban en mi desesperación decían lo contrario. Los sonidos de golpes, de sangre, y de gemidos de bestias descontroladas me indicaron que la batalla ahí era ardua, pero poco a poco iba siendo cada vez menos intensa. Las risas de Lance de cuando en cuando inundaban el ambiente, seguido de diálogos que no pude escuchar muy bien. Poco después, el silencio se hizo presente. Por un momento, me mantuve ahí quieto, sin decir ni hacer nada, porque tenía miedo del resultado que podría ver una vez que hubiera salido a la superficie. Ahora ya bastaba con un simple golpe para romper la tierra que me atrapaba, y eso sólo se debía a que la magia de Blaine había dejado de surgir efecto en la tumba. Sabía el resultado, pero tenía muchísimo miedo. Mi llanto se hizo presente y mis gritos ahogados me impedían respirar con normalidad. Mi corazón palpitaba gradualmente con mayor rapidez y el silencio que yacía allá arriba me carcomía la cabeza de una manera indescriptible.
Entonces clavé mis manos sobre las paredes de la tumba; las uñas penetraron la tierra de manera ansiosa hasta que sangraron, y cuando golpeé la tierra de una manera seca, la arcilla del pequeño agujero que provoqué fue poco a poco desmoronándose hasta que un rectángulo perfectamente bien trazado me mostró la superficie. Destellos verdes y rojizos de las piedras preciosas de un volcán se colaban por la tumba y me cegaron los ojos. El olor a sangre se hizo presente, pero lo que me aterraba era no poder diferenciar entre las pequeñas partículas de pixeles y de cenizas. Las dos partículas eran tan brillantes y coloridas, que no pude aguantar más la ansiedad y salí a la superficie escalando con mis manos. Salí arrastrando mis rodillas por el suelo de arcilla. Ahí ya no había nadie. Sólo dolor, soledad y pixeles y sangre en las rocas que habían sido testigos de una batalla breve pero intensa. El fuego aún se propagaba débilmente por sitios donde habían ocurrido explosiones, y los charcos de sangre de pronto se confundían con la arcilla marrón rojiza del lugar. Mis ojos buscaron a un alma sobreviviente; a una de esas tres personas que, de un momento a otro, de un parpadeo a otro, podían habérmelas arrebatado. Así era este juego; así era PBO.
Entonces, vi una silueta a lo lejos que yacía inmóvil y tirada en el suelo. Mis pies se precipitaron mucho antes de lo que mi cerebro les ordenó. Cuando llegué hasta su posición, en un principio, su rostro delicado era irreconocible debido a que había sido desfigurado por la transformación que había tenido. En su mano pálida yacía una megapiedra que estaba perdiendo su brillo poco a poco.
— Erika… ¡ERIKA! ¡Por favor… por favor… vive… vive! ¡ERIKA!
Había sido demasiado tarde. La muchacha me miró con el único ojo visible que tenía; sus pupilas no percibieron algún cambio o algún sentimiento, no podía reconocerme en lo absoluto.
Mis tres compañeros sabían que iban a morir al haber visto que la horda de Lance nos acorralaba y atacaba por sorpresa. Tenía que escapar de ahí cuanto antes o no sobreviviría a la siguiente batalla en la que me encontrara con ellos.
Erika tenía un rostro púrpura y pálido al mismo tiempo, con unos labios tan desfigurados e hinchados parecidos a los de un Gloom. Se había fusionado con su Pokemon, pero ni siquiera había podido soportar el poder. Su memoria ya se había desvanecido, y de ninguna manera podrían haber ganado con Lance liderando un grupo de Pokemon megafusionados.
Poco a poco, el rostro se Erika se iba descolorando e iba adquiriendo su tez normal, pero al mismo tiempo los pixeles la iban carcomiendo hasta que la mitad de su rostro ya estaba completamente desaparecido. La muchacha me miró con ese único ojo, y apreté la mano donde había tenido la megapiedra que ella había utilizado. Me mantuve llorando en su regazo durante unos momentos, y poco después le quité el listón rojizo manchado de sangre que tenía sobre su cabello. Me lo amarré sobre la frente y sentí entonces los últimos momentos de una Erika fuera de sí. Al momento en que la explosión de pixeles se hizo totalmente presente, me levanté y con todo el dolor del mundo me alejé del volcán con el amarre del listón revoloteando sobre mi frente, mientras lloraba y huía lo más lejos de ahí. Quise buscar a Blaine y Surge, pero sabía que Lance también ya los había asesinado o bien, no pudieron soportar el poder de la megafusión.
Ahora entendía la severidad de la megafusión. Ahora entendía que, esta misión era de vida o muerte; Alain lo sabía, y nos lo hizo saber una y otra vez. Él sabía que la megafusión no era un juego, y por eso, sé de antemano que, hilando todos estos misterios de la megafusión, la pregunta de lo que a Satoshi le pasó lo habían llevado a su muerte entera. Nadie podría soportar la megafusión, aunque nadie podría batallar contra ellos. Era un poder tan intenso y tan poderoso, que las consecuencias eran fatales al instante.
La verdadera pregunta era: Si la megafusión era fatal… ¿cómo volverse más fuerte para poder superar este juego?
Próximo capítulo: Alma Faltante
