¡Hola gente! Lamento un poco la tardanza, pero finalmente ya he venido con el siguiente capítulo! Muchas gracias por todo su poyo en verdad, desde gente que usualmente siempre ha comentado como Vlaren, Ytrio, Lixuniverse, hasta nueva gente que se ha animado a comentar, como dangelo2294. En fin, también la gente que visita el fic y aún no está al corriente, pero sé que en esta cuartentena pueden alcanzar este capítulo xD. Sin más que decir, los sigo dejando con esa mini saga de la Isla Hi que parece las cosas no han ido bien. ¡Nos leemos!

[VIDEO 1: Game of Thrones | Soundtrack - Dragonstone (Extended)]

[VIDEO 2: Fairy Tail – Dragon Force OST]

[VIDEO 3: Sekiro OST – Divine Dragon]

[VIDEO 4: 18 – Mhysa Game of Thrones – Season 3 – Soundtrack]

[VIDEO 5: One Piece Soundtrack – Uunan and the Stone Storage room]


Capítulo 128

Gold Bird


[VIDEO 1: Game of Thrones | Soundtrack - Dragonstone (Extended)]

Dragones.

Cuando uno escucha o lee esta palabra, se remite inmediatamente a seres mitológicos y fantásticos que seguramente nos hacen transportarnos hacia otro mundo distinto; fuera del ordinario, aburrido, gris y monótono en el que vivimos. Aunque son seres voluminosos, con alas que miden más de lo que uno piensa, con un aliento que puede calcinarte las cejas, de alguna u otra forma, al pensar en ellos, una parte de nuestro corazón se acelera al pensar que, en un caso muy hipotético, la piel se te erizaría si estuvieses frente a uno de ellos. La gente sólo podía tener este tipo de experiencias frente a un libro, leyendo alguna historia fantástica. Las caricaturas y películas también hacían alusión a una cercanía apenas visible de la gente con los dragones. No obstante, nadie imaginaría que después de que la Virtual Console hubiera sido creada, los dragones estuvieran cara a cara frente a las personas. Dragones que tomaron la forma de Pokemon y que incluso hay de distintos tipos y tamaños. De entre de ellos, de los más temidos por Pokemon Battle Online es Charizard, un dragón que escupe latigazos de fuego mortales; sin embargo, su más temida característica no es su tamaño, su poder o su fuerza, sino su temperamento tan iracundo y desconfiado que la mayoría de aquellas criaturas suele tener.

Es por eso, que fue el escenario perfecto para el jefe del primer nivel. Era el Pokemon adecuado para infundir un temor e intimidar a todos los jugadores para que no se tomaran una broma este juego y mucho menos las mazmorras. Es por eso, que los de tipo dragón comenzaron a ser respetados por todos los jugadores y no los subestimaban cada que alguno se encontrara en su camino. Es por eso, que cierto jugador concentró todo su potencial en este tipo de Pokemon, y uno por uno, alma por alma, comenzó a asesinar y de alguna manera a guardar la esencia y poder de cada dragón que asesinaba para guardarla en aquel sable en forma de hueso de dragón. Es por eso, que Lance tiene un poder que muchos desearían, y una capacidad de intimidación casi tan certera como la de un Pokemon de tipo dragón. "El Dragón Indomable", llegaron a apodarle la mayoría de los usuarios en PBO debido a que era imposible de vencer; llegó hasta la cima y tenía el poder de cientos de dragones bajo un sable invencible. Lance ya poseía el ataque de mil hiperrayos de dragones, tenía la intimidación que un dragón podía ocasionar, tenía la furia y la ira que caracterizaba a uno de ellos, y estaba en la cima del juego, justo como si hubiese abierto sus alas y volara hacia el punto de la montaña más alta, con la espalda erguida y con un rugido que ensordecería a todos.

Pero algo le faltaba…

Más allá del poder y la ira que Lance llegó a tener debido al fanatismo que tenía con los Pokemon de este tipo, le faltaba algo que muchas personas no pueden obtener de la noche a la mañana. Parecerá extraño mencionarlo, porque a final de cuentas este mundo es artificial y fue creado por un grupo de personas, pero los Pokemon también poseen la capacidad de comprender y sentir las emociones ajenas y las propias. Emociones que las personas necesitan aprender a interpretar para que puedan coexistir en un mundo que no sólo es ahora de los Pokemon, sino también de los jugadores que ahora yacen atrapados hasta que se venza todo el juego. Emociones que unas personas pueden interpretar con suma facilidad, pero otras que no llegan a aprender el lenguaje Pokemon. Lance poseía el poder de un dragón; su tamaño en la jerarquización de PBO era mucho más alta de lo que un Charizard podría alcanzar con el vuelo más ascendente; la ira y locura que lo caracterizaban podía incluso intimidar a un Pokemon del tipo dragón. Sin embargo, carecía de la falta de empatía que se necesitaba para que los Pokemon pudieran confiar en él. Una confianza que muchos cuestionarán si de verdad importa o no, pero que es un tesoro preciado en el Valle Charizard.

El recinto decorado de varias mesetas que rebasan una altura incluso mayor a la tropósfera. Las nubes son el océano en aquel alto lugar, donde cientos de Charizard cuidan el lugar al que consideran hogar. A veces, uno se pregunta si PBO fue realmente creado por simples científicos, porque hay lugares inhóspitos y tan hermosos que están fuera del alcance de la mente humana. Muchos Charizard que aprendieron a coexistir y formaron un nido, así como una familia en la que se cuidan unos a los otros.

Eventualmente los jugadores, conforme fueron superando las mazmorras, llegaron a descubrir este sitio. Los Charizard no estaban muy felices por ver cómo las personas invadían su único lugar donde podían estar en paz y fuera del alcance de gente que sólo quería asesinar más Pokemon para volverse más fuerte y aumentar de nivel. Sin embargo, cuando llegó Liza, una jugadora que podía comprender los sentimientos de estos Charizard, pudo adentrarse más en su familia y la consideraron parte de su familia, pero no lo suficiente como para poder revelarle el secreto que los Charizard tenían bajo su dominio. Lance llegó a dicho lugar, y con todo el poder de cientos de dragones, intentó involucrarse en el valle para un solo propósito: conseguir aquel tesoro que los Pokemon guardaban. Un tesoro, un secreto, un poder, que sólo ellos, los Charizard, sabían que debían cuidar para cuando llegara la persona indicada. Los Charizard sabían que habían sido creados y formaban un nido más grande para proteger aquello por lo cual darían su vida. Un tesoro que, cuando llegara la persona indicada, sería la elegida por ellos. Ellos tenían la esperanza de que alguien que no fuera ambicioso y que pudiera comprenderlos perfectamente, fuera la persona correcta para poseer dicho tesoro; aunque ellos no deseaban en lo absoluto que las personas estuvieran en su nido, debido al miedo que les tenían a las personas.

Mucho menos confiarían en ellas cuando Lance, en un intento desesperado de conseguir el tesoro, atacó todo el Valle Charizard, asesinando a docenas de Pokemon que sólo intentaban proteger su hogar. Cuando el Dragón Indomable reafirmó su posición como persona capaz de domar a cualquier dragón, pisoteó su confianza y se fue de ahí, con el ego en alto. Los Charizard quedaron humillados, y aunque Clair, familiar de Lance, había ido ahí a escondidas para ayudar a restaurar la paz y la confianza entre humanos y Charizard, era poco probable que volvieran a confiar en alguien. Incluso Liza, que había estado ahí ya un tiempo considerable, no podía comprender con detenimiento el dolor y sufrimiento que los Charizard sentían en esos momentos.

Pero incluso cuando una persona tiene todo el poder del mundo, si no ha nacido con esa capacidad de empatía y de interpretar los sentimientos ajenos con perfección, tal vez no podría llegar lejos. Hasta la persona de más baja jerarquía, si poseía los elementos necesarios para poder ver por los demás y generar una confianza sin ambición de conseguir nada a cambio, podría llegar a ser más fuerte que aquel que sólo veía por sí mismo.

Fue cuando llegó una persona en especial para cambiar la perspectiva de los Charizard. Kasumi e Iris habían llegado al valle y en ese momento su inquietud y curiosidad por aquellos Pokemon fue las que las mantuvo ahí durante mucho tiempo. Ellas incluso lo habían hablado con Alain; había decidido abandonar la Fortaleza Catarata para permanecer en el valle el tiempo que fuera necesario. Sobretodo Kasumi, que había comprendido la emoción y los sentimientos de los Charizard en el momento en que éste le había permitido tocarle. Cuando su mano tocó el hocico del Pokemon, algo en Kasumi había despertado: una pequeña flama que tenía apagada en el fondo de su alma de dragón.

Kasumi comprendió todos los sacrificios que debería tomar para quedarse ahí y convivir más con los Charizard. Ni siquiera era ya por el tesoro que ellos estaban protegiendo, que en un principio era la meta por la cual habían llegado ahí. Kasumi entendía que, el tesoro más grande no eran los Guanteletes Dorados que se le habían dado una vez que los Charizard la consideraron la persona elegida, sino que lo que cautivó el corazón de Kasumi fue la protección y los sentimientos de los Charizard para con su propia familia de Pokemon dragón.

El hogar que ellos habían formado, el cuidarse unos a otros, el buscar comida, el darse calor en noches frías, el llanto que le dedicaban a aquellos que Lance había asesinado. Kasumi comprendía que más que seres virtuales, eran seres que tenían una comprensión emocional más allá del entendimiento humano. Kasumi estaba impactada no por el hecho de que los Pokemon poseían emociones, sino por el hecho de poder entender cómo es que los científicos que crearon la Virtual Console y PBO, podían haber creado conexiones virtuales que pudieran formar aquel tipo de interacción. Un robot, en el mejor de los casos futuristas que los humanos habían previsto, no podía comprender las emociones humanas. Sólo se limitaba a seguir órdenes y habían sido creados para un propósito en particular. En cambio, los Pokemon, eran seres que iban más allá de la comprensión humana. Y eso, para Kasumi, fue el tesoro más grande y misterioso que había podido recibir en su estancia duradera en el Valle Charizard.

Cuando los Charizard volvieron a abrirse a un humano, cuando le volvieron a entregar su confianza y finalmente le mostraron los guanteletes que habían estado escondidos en lo más profundo de una cueva que ellos mismos resguardaban, Kasumi los había rechazado. No podía merecerlos, porque sabía que, si los tomaba, los Charizard perderían el propósito por el cual habían sido creados, y no por el hecho de que perdieran este tesoro, sino porque este propósito ocasionaba que los Charizard se protegieran los unos con los otros y hubieran formado un hogar. Los Charizard tenían un propósito por el cual habían sido creados, pero sin ese propósito, jamás hubieran formado los lazos que tienen como nido Pokemon.

Kasumi pudo lograr entender aquello, y fue una habilidad que al principio le costó trabajo adquirir, pero con la convivencia y la confianza que poco a poco fue formando para con los Pokemon fue suficiente para hacerle entender esta empatía. Algo que el Dragón Indomable no podría comprender en su totalidad, y no podría ser explicado por Kasumi incluso en los momentos en los que estaba siendo torturada por Dracena.

¿Cómo explicarles a humanos que estaban cegados por la ambición, el poder, la ira y el infundir miedo, que los Guanteletes Dorados no servían en otra persona más que en ella? ¿Cómo decirles que sólo el poder de cientos de Charizard podían intervenir en los guanteletes para decidir quién podía usarlos y quién no? ¿Cómo decirle a alguien que estos guanteletes tenían una profunda conexión con los Charizard del valle? ¿Cómo decirle a Lance que, en el momento en el que el sujeto se colocó los guantes, los Charizard pudieron notar que algo no andaba bien con Kasumi? ¿Cómo decirle que ahora Lance podría estar en peligro?

Misty soltó una risotada. La saliva combinada con sangre cayó al suelo de piedra. Dracéna notó que algo le divertía a la pelirroja, y fue cuando de nuevo le dio un golpe sobre el rostro que estaba empapado de sudor y sangre. La tortura había sido agonizante y larga. Era ya el tercer día, y Kasumi había tenido una de sus peores noches, pero sabía que jamás diría nada, porque estaba ganando tiempo. Tenía que ganar ese tiempo, y más de ocho horas habían sido ya suficientes.

Por la ventana se asomaba el alba, y cuando entre moretones, Kasumi vio la luz colarse por la habitación, volvió a sonreír. Sabía que tenía que ir al volcán para cumplir con el propósito grupal del gremio Mega. Escuchó las maldiciones de Dracéna, que sólo podía dedicarse a seguir torturando de varias maneras una persona que tenía un corazón firme y tallado de dragón. Una mujer que en un comienzo había sido una novata con un Togepi, pero ahora… ahora era… era la mujer que había adquirido un poder increíble. Cerró los ojos; el dolor había sido agonizante tanto así que volvió a perder la conciencia por enésima vez.


Kasumi

Cuando despertó, el sol ya se había asomado por completo. En la habitación sólo me encontraba yo, atada firmemente en el trono con los hilos demora que ya se incrustaban en mi piel debido a la larga jornada con la que mis manos habían estado atadas. ¿Un día completo? ¿dos? No lo recordaba. El dolor era intenso, y mi vida estaba a la mitad. Dracéna se había encargado de bajarme la vida poco a poco, pero de una manera dolorosa que el umbral del dolor no podía dar más cabida en mi cuerpo. Mi respiración era agitada, pero por alguna razón comencé a calmarme al ver que no había nadie en la habitación. La calma que había dentro de este lugar me relajó; pensé que jamás podría volver a tener aquella sensación, por lo que me sentí aliviada. Sin embargo, cuando estaba dispuesta a descansar mis ojos una vez más, escuché pasos afuera que poco a poco se fueron acercando. A medida que los pasos se iban haciendo cada vez más intensos, mi corazón también lo hacía.

La puerta se azotó, y de ahí entró Lance, seguido de Dracéna y Dracón. El hombre se veía bastante furioso, debido a las zancadas que realizaba a medida que se acercaba a mí. Sentí una punzada en mi estómago; no quería que me viera intimidada por su ira, pero en realidad era imposible ver cómo uno de los Cuatro Grandes se acercaba hasta mi posición con intenciones de asesinarme.

— Mi paciencia tiene un límite. Es pequeño, sí, lo admito. Pero tú has ido ya bastante lejos.

Su rostro estuvo frente al mío. No se tentó el corazón, y me dio un golpe sobre mi mejilla, que me hizo tambalear mi cuello y sentí el ardor sobre mi rostro. Ni siquiera podía gritar. Estaba bastante agotada como para demostrar dolor alguno.

— Ahora dime, ¡¿cómo funciona esto?!

— Vete al diablo, maldito bastardo.

Aquello hizo que cerrara su puño en donde tenía uno de los guanteletes dorados: hecho de cuero, con un brillo que parecía recién pulido, y ajustable para cualquier tipo de mano. Lance rechinó los dientes y soltó una risa aguda y maniática, seguido de un golpe que me dio justo de lleno sobre el estómago.

— Eres una perra —Lance desenvainó la espada de hueso de dragón que tenía colgada en la cintura. Incluso Dracéna y Dracón, sus fieles lacayos, intervinieron tratando de hacerle entender que, si yo moría, de nada serviría el poder que tenía puesto en sus manos—. No me importa. Clair aún sigue viva; bueno… sólo espero que Aquiles no le haya matado. Ella podrá decirme cómo funcionan los guantes. En cuanto a ti…

— Alto… alto... —susurré apenas en un tono audible. Alcé la mirada, y entre mis mechones anaranjados llenos de sangre, le miré a esos ojos entre colores dorados y rojizos, justo como los de un dragón. Sentí esa mirada llena de rabia, pero en realidad, este hombre no me había domado en lo absoluto. Su ira y su poder no me intimidaban. No me importa si terminaba perdiendo la vida, si moría torturada o si él me asesinaba. No le tenía miedo—. Sólo quiero decir algo…

Lance espero con un silencio.

— Jamás serás el hombre más fuerte de aquí.

— ¿Ah sí? ¿Y quién será entonces?

— Satoshi…

Cuando escuchó el nombre, el sujeto comenzó a soltar varias risas que no pudo aguantar. Al voltear a sus subordinados, estos también no pudieron evitar reír un poco, debido a lo absurdo que me había escuchado.

— ¿Piensas que él sigue vivo? Por favor. No seas ilusa. ¡No digas tonterías! ¿Crees que esto es un puto juego? No me jodas. Anda, venga. Estoy harto de que me tomes el pelo, Kasumi.

Lance, en un abrir y cerrar de ojos, dibujó un arco con su espada para romper los hilos demora de una manera tan exacta y precisa, sin cortarme las manos en el acto. Aquello me liberó, así como también sentí la libertad en mis pies. Lance me tomó del cuello, y entonces sentí el dolor en mi tráquea debido a que me estaba apretando muy fuerte y me levantó del trono. Acto seguido, me aventó peldaños abajo en la habitación, donde había más espacio para poder moverse con libertad. Caí de bruces, sin que Dracéna y Dracón hicieron algo al respecto, porque se limitaron a ver una batalla que estaría próxima a realizarse.

— Si crees que esto es una puta broma, anda, venga. Sal de aquí.

Por un momento, pensé que aquello había sido sólo un producto de mi imaginación. Mi cara de confusión, combinada con la sangre seca de mi rostro, provocaron una exageración en el rostro divertido de Lance.

— Anda, ve. Te daré la oportunidad que no le di a tu familia. Te concederé la libertad de huir.

No… no podía huir. Mi honor no me lo permitía. Él no jugaría conmigo de esta manera. Incluso… incluso si me costaba la vida.

— Vamos… ¡qué esperas, maldita sea! ¡HUYE!

— ¡NO!

Mi respuesta resonó por toda la habitación. Aquel acto hizo abrir los ojos de un salto a Lance, que esbozó una sonrisa al ver mi rebeldía.

— ¡A LA MIERDA CONTIGO! ¡Tú jamás podrás obtener ese poder! ¿Sabes por qué? ¡PORQUE NO ERES UN VERDADERO DRAGÓN! Tienes todo el poder, pero no puedes comprender a los Pokemon; ¡no puedes ser sus amigos! Y no sólo con ellos, sino también con los jugadores. Prefieres infundir miedo y cobardía en lugar de esperanza y valentía. ¡ES AHÍ DONDE TIENES TU ERROR, IMBÉCIL DE MIERDA! ¡Y por eso, jamás podrás obtener el poder de los guanteletes! ¡POR ESO LOS CHARIZARD JAMÁS TE DIERON ESE TESORO!

Mis palabras no pudieron soportar más la paciencia de Lance, que de inmediato dibujó un arco con su espada y dio un salto seguido de un par de giros de 360 grados sobre el aire para colocarse frente a mi posición. Aterrizó con una onda de viento que me tambaleó durante un segundo; la espada comenzó a descender rápidamente, no sin antes un grito por parte de sus dos subordinados, que querían mantenerme con vida para averiguar sobre el poder de los guanteletes, pero en realidad, no había nada que averiguar. Me dejé caer justo cuando la punta del sable de hueso de dragón rozó un par de mis mechones anaranjados. Doblé las rodillas de manera tan pronunciada, que mi peso propio se venció y caí de bruces sobre el suelo. La espada pasó de largo, pero ahora era ya más vulnerable que antes, y Lance esbozó una sonrisa llena de sed de asesinarme; entonces agarró con sus dos manos firmemente el mango de su espada e intentó clavarla sobre mi vientre, pero giré hacia la izquierda lo más rápido que pude para evitar el ataque. La espada se clavó sobre el suelo y dibujó grietas que se fueron esparciendo por la superficie, hasta llegar a pies de Dracéna y Dracón.

Sentí cómo su mano me agarraba de las prendas por mi espalda y me levantó para darme la vuelta y verme de una manera que no tenía precedentes. Sentí la sed de sangre en esos orbes dorados, y su ceño fruncido palpitaba como si tuviera vida propia.

— Crees que este juego tiene esperanza. Cuán equivocada has estado, Kasumi. Este juego es la puta mierda realidad en la que vives, y debes aceptarla. Satoshi está muerto, tu gremio está muerto, la gente que se atreve a rebelarse contra nosotros está muerta. Es que no lo entienden… ¿No entienden nada?

En ese momento, Lance realizó un giro sin soltarme de mis prendas, para tomar impulso y aventarme hacia la ventana de la habitación; rompí los cristales de aquella y sentí como mi cuerpo iba volando hacia cualquier sitio, hasta que pegué bruscamente sobre el césped del jardín del palacio. Más allá, Lance había saltado para aterrizar levemente gracias a su capa color púrpura y rojiza que levitó mágicamente con el viento. Detrás de él, Dracéna y Dracón habían también seguido a su líder para ver la escena furiosa de Lance.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué no luchas? ¿Dónde están tus guanteletes ahora?

Comencé a toser, y sentí cómo la sangre venía desde mis pulmones para ser expulsada. Había estado tan débil por el dolor que me había provocado Dracéna, que no tenía tantas fuerzas para batallar.

— ¡AQUILES!

El llamado repentino de Lance fue como si su perro lacayo hubiese estado al pendiente de su amo. Seguido después de un par de segundo en silencio, Aquiles apareció como por arte de magia con una silueta de agua que dibujó primero un molusco extraño hasta que dio la forma de un humano. Aquiles había aparecido resurgiendo entre el césped del jardín. El hombre estaba más que reluciente, con su pañoleta cubriendo su frente y su barba resguardando el misterio de su rostro; su tez oscura soportaba los rayos del sol que daban de lleno en el cálido e infernal desierto. A lo lejos, el volcán comenzaba a tener un poco de actividad, ya que el humo que salía de la montaña comenzaba a inundar un cielo despejado.

— ¿Y Clair…? —preguntó Lance con sutileza.

— Lo tengo bajo control.

— ¿Ha confesado?

— Ha sido en vano. Me dijo que los guanteletes sólo pueden activarse con la persona indicada.

Lance se ajustó un poco los guantes, como esperando a que el poder le llegara por arte de magia. Aquello parecía que lo hubiese molestado más, porque en el fondo sabía que él no era la persona que los Charizard hubiesen elegido. En ese momento, sentí cómo la ira iba ascendiendo de nivel, aunque él hubiese querido controlarla. Tomó un respiro, inhaló, exhaló y volvió a inhalar, pero al hacerlo, sólo sentí como el calor del ambiente iba ascendiendo al compás de su respiración. Como si el fuego formara parte de él. Cuando abrió los ojos, supe que su rabia no podía soportar el hecho de que yo era la única que podía usar los guanteletes y que sólo yo había sido elegida por los Charizard.

— Bastarda…

En un pestañeo, Lance se había dirigido hacia mí con brusquedad y me tomó del cuello para ahorcarme. Sentí cómo mis pies se levantaban y comencé a suplicar por aire, mientras Lance se reía de mi desgracia. Intenté zafarme de su mano que abarcaba casi toda la circunferencia de mi cuello, pero él sólo se dedicó a mirarme, disfrutando de lo que estaba haciendo.

— No necesito esto. Esos Charizard a final de cuentas fueron unas criaturas ineptas y sin sentido común; supe que atacar su valle era lo único que en verdad hacía falta para hacerles ver quién manda en este juego. Niña, el miedo es el único rival al que pueden enfrentarse, porque si no hay miedo, no hay orden, y sin orden no hay paz. Entiende de una puta vez que para que haya paz en PBO, alguien debe tomar las riendas del juego, y ese hombre soy yo. El miedo es necesario para que me respeten y me teman.

Con su otra mano tenía firmemente sujetada la espada de hueso de dragón, y cuando sentí la punta de su sable tocar mi vientre, comencé a sentir el ardor de que un hiperrayo estaba a punto de ser expulsado para desintegrarme en pedazos. Eran cuestiones de segundo en los que debía hacer algo al respecto; luchar por sobrevivir; zafarme para seguir viva. Lance abrió más sus pupilas en forma de rendija, sabiendo que estaba muerta en los próximos segundos.

— Adiós, Kasumi.

[VIDEO 2: Fairy Tail – Dragon Force OST]

El hiperrayo fue lanzado. Sin embargo, lo único que sentí sobre mi cuerpo fue la gravedad actuar y caer de bruces sobre el césped. En ese momento, abrí los ojos para notar que el hiperrayo había sido lanzado hacia el cielo, debido a que la espada de Lance había sido desviada por un par de garras que fueron clavadas justo antes de que mi muerta fuera un hecho. Las garras eran largas y puntiagudas; grandes muslos anaranjados que habían intervenido en el momento exacto, y cuando la criatura retrocedió un par de metros, me volteó a ver con desdén, mientras realizaba una exhalación de furia. Al mismo tiempo, varias criaturas de color anaranjado comenzaban a aterrizar de todas partes, como si el llamado de alguien hubiese pedido refuerzos. Docenas de Charizard habían presentido el peligro que conllevaba la misión de venir a estas islas, y particularmente sintieron la presencia ajena de alguien que no podía ser destinado a usar los Guanteletes Dorados. En el momento en que Lance se los había puesto, supe que los Charizard, con su sexto sentido animal, habían presenciado que algo andaba mal. Incluso cabía recalcar que el sujeto al que habían presenciado era ya conocido para ellos. Lance y estos Charizard tenían una particular rivalidad que no era característica en un dragón domador, para ser exactos.

— ¡Misty!

Al voltear hacia el cielo, la sombra de un Charizard cubrió por un momento el sol, y aterrizó bruscamente por el sitio mientras que en su lomo estaba un jugador que jamás pensé que me alegraría tanto de verlo. Takeshi se bajó enseguida del Pokemon para socorrerme; me levantó y le abracé sintiendo un profundo alivio por saber que seguía vivo.

— Pensé que…

— Soy difícil de roer —mencionó. Cuando nos separamos, noté que en su frente tenía puesto una pañoleta de color carmesí. El muchacho se veía un tanto cansado y demacrado; supe que algo malo le había pasado.

— El equipo de Kanto…

— Oh, cierto. Yo los asesiné —Lance había estado viendo la escena; tal parecía que la inesperada horda de Charizard no le había intimidado en lo absoluto. Al contrario, le emocionaba, y parecía disfrutar de recordar cómo había asesinado al equipo de élite de Kanto liderado por Sabrina.

Brock sintió una profunda rabia al ver cómo Lance esbozaba una sonrisa al otro lado del jardín del palacio. Sentí cómo hubo una pequeña tensión en el ambiente, mientras más Charizard comenzaban a invadir el lugar, desde aterrizar en los tejados del palacio como en los alrededores de jardín.

— Esto parece una gran batalla, ¿no es así? —Lance sonrió. Parecía haber estado en inferioridad numérica, pero de pronto, cuando comenzó a emitir aquella risa maniática, del cielo comenzaron a aparecer sombras que no pude identificar a primera vista.

Como si Lance lo hubiera sabido desde antes, dichas siluetas descendieron velozmente hacia los Charizard que habían estado con la guardia baja. Como kamikaze, las siluetas se estrellaron contra varios de estos Pokemon tipo dragón provocando ondas de humo y un estruendo que nos puso alerta a todos los presentes. Los aliados de Lance habían llegado en forma de Pokemon megafusionados, y supe en principio que esto se iba a convertir en una batalla sin precedentes.

Decenas de Pokemon megafusionados comenzaron incluso a escalar como arañas deformes los muros del palacio, apareciendo por doquier como si Lance les hubiese llamado por telepatía. El hombre comenzó a reír, y la risa poco a poco comenzaba a molestar mis oídos, debido a que no pude soportar que intentara salirse con la suya de nuevo.

— ¡Brock! —mi llamado alertó al moreno. Entonces, activé el poder aural en mis brazos; cierto que me sentía tan débil que no creía que podría darle pelea a dos miembros de élite, uno de los Cuatro Grandes y uno del Cuarteto Asesino, pero mi rabia corría por mis venas de manera tan intensa, que sólo pensé en dar de lleno en el rostro de Lance. Entonces, Brock colocó firmemente su antebrazo a media altura del suelo para que yo me apoyara en él; acto seguido, salí disparada gracias al impulso que Brock tomó. Cual misil, salí hacia la dirección de Lance, que abrió los ojos sorprendido de la velocidad con la que fue mi puño hacia su rostro. Sin embargo, Lance hábilmente había sacado de la nada aquel gran escudo de hueso de dragón y lo colocó justo en medio de mi trayectoria y su cuerpo; clavó al escudo tan profundo sobre el césped, que cuando mi puño aural dio de lleno sobre su escudo, sólo provocó una onda tan fuerte que la estructura del palacio comenzó a desmoronarse a medida que la batalla en la zona iba siendo más intensa.

Lance se dedicó a reír, mientras sólo lo retrocedía un par de metros con el golpe más fuerte que pude haber realizado con mi aura y mi ira combinadas. Necesitaba los guantes que el sujeto traía puesto, así que en un acto rápido de pensamiento y de habilidad, al tiempo en que intentaba aterrizar después de haber dado de lleno con su escudo, me colé por su flanco izquierdo para propinarle una patada sobre sus rodillas que causó que perdiera el equilibrio. Lance no cayó, porque al momento en que lo estaba haciendo, clavó su espada sobre el suelo y la usó de apoyo para desafiar la gravedad y propinarme una patada con sus botas, que había sido tan intensa como mi golpe. Coloqué los brazos de forma cruzada para evitar ser golpeada de lleno, y sólo retrocedí un par de metros.

Sin embargo, el respiro fue sólo de un par de segundos, porque detrás de mí, Aquiles ya me había envuelto en un hilo de agua cristalizada que envolvió mi cuerpo completo y comencé a sentir la presión ejercer sobre mi cuerpo. El grito que produje fue tal, que Aquiles saboreó aquello como una victoria.

— Justo como los gritos de Clair…

Aquello me hizo enfurecer más, pero no podía hacer nada al respecto debido a que había estado inmovilizada por su hilo de hielo resistente. Entonces, Lance se reincorporó y me apuntó con un hiperrayo que concentró sobre la punta de su espada.

— ¡NO LO HARÁS, MALDITO BASTARDO! —Takeshi había corrido por todo el perímetro del jardín para tomar vuelo. Saltó, se apoyó en el escudo clavado de Lance y la velocidad con la que llegó a Lance fue tal, que sorprendió al pelirrojo. Sin embargo, en lugar de esperar un golpe por parte de Takeshi, un movimiento ágil y sorpresivo por parte del moreno fue suficiente para desviar el hiperrayo y tomar sus antebrazos de manera audaz y fugaz. La fuerza con la que le arrebató los Guanteletes Dorados fue suficiente para que Takeshi los tuviera en su posición. Lance no quiso que aquello pasara e intentó golpear con el codo sobre el vientre de Takeshi para mandarlo a volar, pero antes de aquel acto, el moreno lanzó los guanteletes al aire para alejarlos del perímetro del Dragón Indomable.

Fue mi oportunidad: con mi nuca golpeé el rostro de Aquiles, que había estado sujetándome con su magia. El dolor que sintió en el rostro fue suficiente para que su magia se debilitara y rompiera el hechizo de agua con la que me tenía atrapada. Con mis extremidades libres, pude moverme de manera rápida y di un salto para alcanzar los guanteletes que finalmente estarían en mi posición.

— ¡NO LO HARÁS!

Lance había estado ya apuntando sobre mi cuerpo sobre el aire. Sentí el terror invadiendo mi mente al ver cómo el hiperrayo había sido ya lanzado y estaba a segundos de dar contra mi cuerpo. Al momento de sentir los guanteletes ser introducidos sobre mis manos, me cubrí con ellos del hiperrayo de Lance, pero la explosión fue inevitable y salí disparada varios metros fuera del palacio.

— ¡KASUMI! —el grito de Takeshi fue haciéndose cada vez más débil, debido a que mi cuerpo se alejaba del palacio y comenzaba a ser arrastrada por la superficie de arena del desierto, hasta que una de las columnas de roca que adornaba el ambiente me detuvo y ésta se desmoronó al sentir el impacto. Sentí el quemar de mi cuerpo, y el hiperrayo me había bajado casi toda mi vida entera. El dolor que en ese momento sentí fue el más fuerte que pude haber sentido comparado con la tortura que Dracéna me había hecho sentir toda la noche anterior. Sin embargo, cuando mi cuerpo no podía responder y mi mente había estado desconectada de las nociones del tiempo y el espacio, entre la oscuridad de los escombros de roca en la que me veía rodeada, comencé a ver un hilo de luz que era la esperanza que necesitaba. Un sol que yacía en la cumbre del firmamento, y poco a poco ese rayo pequeño iba iluminándome más hasta que los escombros fueron retirados por una silueta que al principio sólo parecía una sombra a punto de atacarme. ¿Sería… sería esta mi muerte?

— ¡¿Estás bien?!

No pude responder, debido a que el zumbido en mis oídos aún resonaba por mi cabeza como pequeñas moscas. Sentí el dolor recorrer mis extremidades y la sangre abundaba por mi rostro como si fuesen lágrimas. Sin embargo, cuando la silueta me envolvió en sus brazos para cargarme y retirarme de los escombros, pude ver su rostro con mayor detenimiento.

[VIDEO 3: Sekiro OST – Divine Dragon]

— Por favor, no mueras.

Gold había llegado. El muchacho de ojos dorados y gorra dorada había retirado los escombros, pero tal parecía que tenía otras preocupaciones encima, porque su rostro no era tan relajado como pude haber esperado.

— ¡Gold, ¿qué hacemos con Green?!

— Deja que se vaya; confío en que lo capturará —quise ver de reojo a lo que se refería, pero sólo pude ver a lo lejos la silueta de un Arcanine y un jugador montado en su lomo alejarse con dirección hacia el volcán, que parecía estar más cerca de lo que pude haber pensado— Por ahora, debemos proteger a Kasumi.

A su lado, Silver y Crystal habían aparecido. Ambos estaban sorprendidos por la escena que había en el palacio, pero no hubo más tiempo de charlas, porque en ese momento apareció el Charizard líder del valle, aquel que me había entregado su confianza y los guanteletes. Gold se impresionó, pero fue cuando le mencioné que me dejara reposar sobre la superficie del desierto y así lo hizo. Entre sangre y polvo, noté cómo el Charizard me veía con preocupación, mientras yo tenía todavía los guanteletes puestos. Entonces asentí, debido a que sabía el poder que conllevaba este gran tesoro que ellos me habían proporcionado. Charizard rugió como nunca; el rugido incluso fue mucho mayor de lo que algún Pokemon voluminoso o megaevolucionado hubiese hecho jamás. Gold y compañía se cubrieron los oídos con sorpresa, y entonces, los guanteletes comenzaron a brillar de manera pronunciada, mientras la barra de mi vida iba aumentando hasta que se llenó por completo. Las heridas se curaron por sí solas; la sangre desapareció, y entonces, me envolví en una luz tan dorada y brillante, que los ojos de todos comenzaron a cegarse al ver cómo ascendía por los aires para cambiar de atuendos y obtener un poder intenso.

Cuando volví a aterrizar sobre el suelo, Charizard me vio con orgullo y resopló de rabia, mientras la docena de Charizard que habían estado ocupados batallando contra los Pokemon megaevolucionados comenzaban a reunirse a mi alrededor, al mismo tiempo que Takeshi llegaba montado en uno de ellos para ver mi cambio abrupto de apariencia y saludar a Gold, Silver y Crystal.

Mi cabello suelto hasta los hombros estaba adornado por una diadema dorada, mientras dos aretes grandes y circulares de bronce adornaban mis orejas. Tenía un corpiño de bronce que hacía jugo con los brazaletes y las botas de color marrón que tenía puestas, así como una cota de malla dorada que iba desde mis hombreras doradas hasta mi falda hecha de bronce puro. Mis ojos azules brillaban como un océano inquieto que rugía en medio de una tormenta. Los Guanteletes Dorados habían estado brillando como el sol en su cumbre más alta. El poder en los guanteletes había despertado en la persona correcta, y cuando Lance aterrizó cerca de nuestra posición junto con su Dragonite y todo su ejército detrás de él, sintió la envidia correr por su cuerpo completo cuando vio el aumento de mi poder.

— ¡Vaya! Así que esto es lo que te brindan los guanteletes. No importa, no los necesito… ¿eh, Gold? ¡Qué grata sorpresa! ¡Y vinieron también tus amigos! Esto sí que es un regalo para nosotros.

Noté cómo Gold intentaba dar un paso hacia atrás, pero la determinación con la que le miró fue tal que evadió todo miedo posible. A unos cuántos metros alejados de nuestros enemigos, se encontraba una brecha de arena y soledad, pero sabíamos que en cuestión de segundos sería inundada de una batalla abrupta. Lance, que estaba frente a su ejército de no menos de veinte Pokemon megavolucionados, junto con Dracéna, Dracón y Aquiles. Del otro lado, estábamos los Charizard que igualaban un número aproximado de casi cien de ellos, Gold, Silver, Crystal, Takeshi y yo. Quise mirar más allá del palacio para pensar en Clair, pero no había tiempo, porque en cuestión de segundos, Lance apuntó su espada hacia el pequeño pelotón contrario y esbozó una sonrisa maniática. No mencionó nada, pero su acto fue señal de que sus subordinados comenzaron a correr hacia el frente, dejando atrás una pantalla de arena que se fue levantando por el desierto y de pronto el palacio derrumbado se vio envuelto en una capa de humo. Varios tipos de Pokemon megafusionados con apariencias terribles e intimidantes; desde un pequeño Weasel con los colmillos salidos y la mandíbula hundida generando baba en exceso, hasta un Dragalge que había alargado más su cuerpo en forma de dragón, combinando las extremidades de su dueño e incluso parte del rostro del jugador estaba impregnado en los rasgos escamosos del Pokemon. El pequeño grupo se aproximaba, y nosotros quedábamos paralizados ante tal escenario. Debíamos actuar, pero nadie de nosotros hacía algo al respecto.

Me observé los guantes; mi apariencia podía verse en su brillo dorado. Fue entonces cuando toda duda, todo miedo, y un sentido inexplicable de valentía inundó mi ser como si no hubiese un mañana. Este poder se me había brindado con un solo propósito: salir de una buena puta vez. Si alguien no tomaba las riendas de nuestras vidas, ellos, los enemigos, acabarían con ellas sin dudarlo. Si nos invadíamos de miedo, terminaríamos con el mismo destino todos los que alguna vez pensamos en salir. Incluso si moríamos batallando por alcanzar nuestro objetivo en común, nuestros espíritus contagiarían a demás personas que han sido atrapadas en las cadenas que han impuesto los Cuatro Grandes.

Di un paso al frente, y fue cuando levanté la mano para dar señales de que debíamos ir al frente.

— ¡A LA CARGA!

Comencé a correr. No pude mirar atrás, pero supe que los gritos enardecidos de los Charizard, junto con los de mis cuatro compañeros, inundaron el desierto para combinarse con los gritos sonoros de nuestros enemigos. Poco a poco, la brecha del desierto se iba haciendo cada vez más pequeña, hasta que comencé a notar el rostro de Lance, que iba al frente y venía con una sonrisa tan placentera de sed de venganza y sangre, que fruncí más el ceño debido a la llama tan candente que sentía en mi corazón.

¡Nosotros salvaríamos Pokemon Battle Online!

Lance y yo estuvimos a un metro cerca de colapsar. Fue cuando la horda se juntó y los golpes, la sangre y la arena se combinaron para hacer una extraña mezcla de guerra. Me deslicé por debajo de la silueta de Lance para sorprenderlo por sus espaldas, pero él volteó tan enérgicamente que no perdió ni un segundo. Concentré un golpe aural en mi guantelete, y cuando chocó con su escudo, la onda expansiva fue tal, que disipó todo polvo que había en el aire; el palacio colapsó por completo y tanto Charizard como Pokemon megafusionados retrocedieron algunos metros. Lance forcejeó su escudo con mi golpe, pero entonces sintió la grieta de su escudo dibujarse. Lancé un grito enardecido de rabia, que aumentó mi aura a tope y provocó que su escudo se viera reducido a pedazos de hueso de dragón. Aquello lo hizo tambalearse, pero no desaprovecharía la ocasión para propinarle un golpe que lo sacaría fuera de combate. Preparé mi otro puño que sería un gancho directo hacia su flanco derecho, pero antes de que el golpe se efectuara, sentí un puñetazo helado y certero que dio de lleno sobre mi rostro. Aquello me hizo rodar por el suelo, dejando un hilo de arena que se dibujó durante varios metros, hasta que choqué con una columna de piedra. Al reincorporarme, Aquiles había llegado para defender a Lance. Intenté mirar más allá, pero Lance ya se había perdido entre las entrañas de la guerra que se estaba efectuando. En este momento, sólo éramos Aquiles y yo.

— Quiero mencionar que he tenido tantas ganas de asesinarte, pero más que eso, de torturarte al punto en que grites por piedad —no pude notar si el hombre sonreía de placer, debido a lo tupida que era su barba azabache—. Justo como Clair lo hizo…

Cuando mencionó su nombre, sentí la ira correr por mi cabeza al imaginar todo lo que le había hecho. Los deseos inquietantes de ir hacia el palacio ya colapsado y buscar entre los escombros a mi amiga habían sido los principales motivos para abandonar la lucha, pero primero me tenía que encargar de aquel sujeto y mostrarle lo que mis guanteletes eran capaces de hacer. Sólo… sólo bastaría con un golpe certero. Sólo necesitaba eso.

— ¿Kasumi?

Al redirigir mi mirada hacia Aquiles, el hombre ya no estaba. En su lugar, Clair había aparecido, pero tenía el rostro con hilos de sangre, y las lágrimas abundaban sobre su rostro. Se colocó de rodillas en el suelo, y se agarró los cabellos azules debido al dolor que estaba sintiendo.

— ¡Kasumi! ¡Por favor! ¡Haz que esto pare!

Intenté no hacer caso. Sabía que esto era producto de la magia de Aquiles. Era un mago con habilidad ilusionista. Pequeñas partículas de agua provocaban que mi vista me hacía ver cosas que en realidad no había ahí. No era real, pero el escuchar los gritos desgarradores de Clair, por alguna razón en particular, me hacían permanecer en mi sitio.

— ¡AQUILES! ¡PARA! ¡TE DIRÉ LO QUE QUIERAS! ¡TE DIRÉ TODO SOBRE LOS GUANTELETES, PERO DETENTE POR FAVOR!

Los gritos consecuentes me hicieron cubrir mis oídos, porque aquello era insoportable. Bajé la mirada y las lágrimas que comenzaron a caer por mi rostro se depositaron en una tierra cálida que las evaporaron al instante. Era mucho más fuerte que todos estos pensamientos; sabía que ella no había sufrido por mi culpa. Nadie de aquí, de mis amigos, había sido obligado a venir. Todos sabíamos que sufriríamos por un bien en común. Todos nosotros luchábamos por la libertad.

— Hermana, ya para de llorar —Cuando volteé de nuevo, Clair había desaparecido. En su sitio, estaban mis tres hermanas, pero había algo diferente en ellas.

Cada una de las tres había sido masacrada. Su rostro estaba desfigurado, y la sangre brotaba alrededor de ellas como agua. Indudablemente aquello me recordó a el momento en cuando mi familia fue brutalmente asesinada debido a que había traicionado a Lance. Aquel que lo traicionara, sufriría las consecuencias. Iris me lo había mencionado; Tobias lo había vivido. Yo había sido entonces inocente ante las advertencias, pero era necesario para el bien común que todos nosotros teníamos. Quería salir y verles de nuevo; eso, sin duda. Quería salir, llegar con mis padres y perdonarles por la indiferencia que le tenían hacia su hija menor. Quería decirles por última vez a mis hermanas que a pesar de todo el mal que me habían hecho en mi infancia, las perdonaba. Quería comenzar de nuevo, pero mi familia ya no estaba ahí para hacérselos saber. Habían sido asesinados y torturados debido a mis acciones.

Me arrodillé sobre el suelo. La propia tortura que mi mente estaba escribiendo sobre mis pensamientos era mucho mayor de lo que pensaba. Mis guanteletes dejaron de brillar debido a que mi aura se estaba apagando. Me tomé la cabeza para que mis lágrimas dejaran de fluir a través de mis ojos, pero no podía evitarlo.

— Eres débil —me mencionaba una voz a centímetros de mi oído izquierdo— Justo como los de tu clase. Una novata como tú jamás llegará a ser lo que yo soy, Kasumi. El Cuarteto Asesino sabe que, si no te unes al dolor y al sufrimiento, terminarás como tú y tu gente.

Mi familia, Clair, mis amigos… Todo lo hacía para protegerlos. Incluso Satoshi, que estaba muerto ya. No podía proteger a nadie.

Sentí un hilo de agua que recorría mi cuerpo completo, hasta rodear mi cuello. El agua mágica de Aquiles estaba a punto de clavarse sobre mi tráquea, pero mi vista sólo estaba puesta en el firmamento que poco a poco se iba haciendo mucho más despejado.

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E incluso con todas mis acciones, me habían llevado a obtener este poder. Los sacrificios habían sido necesarios; el que mi familia hubiese muerto me había llevado a poderes y fuerzas más increíbles de lo que he podido siquiera imaginar. Había empezado como una novata; me había hecho amiga de Haruka, Takeshi, Hikari. Amigos que a final de cuentas el destino nos unió por un solo propósito: ser libres. E incluso con las muertes que han surgido en el camino, nuestro objetivo era claro. Incluso con las acciones que he hecho, sabía que todo esto no era mi culpa. Sabía que la sangre sería derramada; que con las batallas y la lucha contra los que nos impedían ser libres, habría sacrificios que uno estaría dispuesto a aceptar, le guste o no. Clair era un claro ejemplo de que, para llegar a ser libres de este maldito juego, tendríamos que sufrir incluso si eso significaba no traicionar nuestra meta. Así que, si estaba aquí, en este mismo momento, con los guanteletes puestos y con la oportunidad de demostrar mi poder, no sólo había sido casualidad, sino porque yo lo había decidido. Mi decisión era seguir luchando, incluso si perdía amigos en el camino. Tal vez no llegaba a ser tan poderosa como Lance, pero ¡mi alma jamás sería quebrantada! ¡No podía someterme a la debilidad de mi mente como lo estaba haciendo en este momento! ¡ERA MUCHO MÁS FUERTE QUE ESO!

— Tú y tus amigos no llegarán a ningún sitio. Este es su fin.

Sentí el hilo de agua comenzar a ahorcarme hasta que me faltó el aire. De pronto, sentí cómo mis manos instintivamente intentaron zafarse del hilo de agua que era como una víbora. Sin embargo, sabía que no necesitaba el oxígeno para despertar mi aura. Sabía que sólo necesitaba de mi mente y un poco más de voluntad para poder ser yo una misma con el aura.

Cerré los ojos, y exhalé todo el resto del oxígeno que quedaba en mis pulmones. De pronto, vi todo negro. Sólo hubo un punto brillante, un punto dorado que comenzó a tomar forma de un ave dorada. Un ave que extendió sus alas y donde la energía comenzó a fluir no solo por el centro de mi cuerpo, sino que, desde la punta de mi cabeza hasta los dedos de mis pies, aquella aura dorada se vio reflejada de un momento a otro como un fénix que tomó forma humana. Entonces, cuando tomó más forma, me di cuenta de que aquel fénix era yo arrodillada sobre el suelo. Aquello me impresionó, porque me estaba viendo a mí misma, desde un mundo aural que no sabía que podía transportarme. Podía ver mi propia aura brillar de una manera tan intensa, que tuve miedo incluso de mí misma. A su lado, apenas había una pequeña esfera de color azul por parte de Aquiles. Sabía que no había oportunidad para que Aquiles llegara a sentir esta sensación de un aura despierta y maximizada.

Al abrir los ojos, vi en el firmamento un fénix dorado. A lo lejos estaba la silueta de aquel pájaro, que se aproximaba, pero era apenas sólo un pequeño punto rojizo sobre el cielo. No sabía qué clase de criatura era, o si era amigo o enemigo, pero sabía que su figura me recordaba al aura que tenía en mi interior.

Mis guanteletes se encargaron del resto. Tomaron el hilo de agua como si fuera una materia sólida, y la desintegraron al instante. Aquello me permitió dar una bocanada de oxígeno, pero más que un elemento vital, lo tomé como una energía necesaria para tomar del cuello a Aquiles, que no había previsto el aumento de fuerza que tenía en mi cuerpo entero.

— ¿Sabes cuál es el problema con ustedes? —me refería los novatos que se unían a los Cuatro Grandes para batallar contra nosotros— Que jamás entenderán lo que es resurgir de entre el sufrimiento. Sus mentes no podrán superar el miedo ni la agonía, porque no batallarán contra ella nunca. Prefieren quedarse hundidos en la desesperanza, en lugar de luchar por ser libres.

Aquiles quiso mencionar algo, pero mi guantelete le estaba apretando la tráquea.

— Tu… tu aura…

Me di cuenta de que mi aura había cambiado de color. Ya no era la de un luchador normal, sino que había cambiado a un color dorado, algo que, a mi conocimiento, ningún luchador tenia. Tenía curiosidad de saber qué clase de poder y despertar había adquirido gracias a los guanteletes, así que sólo bastó con un golpe aural en el pecho de Aquiles.

— Muere, bastardo.

El golpe salió de mi guantelete, y la fuerza generó una onda expansiva de aura que desintegró al instante a Aquiles, matándolo en el acto.

Tal vez Mirto tenía el poder de generar terremotos; Trip pudo adquirir el poder de las artes marciales; Paul podía tener la mayor velocidad de un luchador en el juego. Los luchadores de élite podían tener auras marrones, rosadas o azules. Sin embargo, este tipo de aura dorada no tenía precedentes. No generaban terremotos, no paralizaban cuerpos o no aumentaban la velocidad. Mucho mejor: era un tipo de golpe aural tan intenso, que pudo desaparecer el cuerpo de mi contrincante.

— Lo llamaré golpe ki —me dije a mi misma mientras sonreía.

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Sin embargo, no tuve tiempo para alegrarme del nuevo poder que tenía en mis manos, porque súbitamente escuché un grito a lo lejos. Mi corazón se estremeció cuando levanté la mirada, porque entre polvo, sangre y llamaradas tanto de los Charizard como de los Pokemon megafusionados, pude ver una silueta que tenía los pies flotando sobre la arena. En realidad, su silueta estaba sostenida del sable que le había atravesado el vientre, mientras un hilo de aquel líquido carmesí dibujaba el contorno de su sombra que se proyectaba sobre la arena hirviente.

Mis lágrimas salieron en automático cuando noté cómo Gold gritaba de horror, pero no porque él fuese la persona clavada sobre la espada de Lance, sino porque sentí la satisfacción del Dragón Indomable al ver que había asesinado a uno de los personajes beta que había estado en este proceso revolucionario desde un principio. Realmente mi mente quería pensar que aquella herida que iba cubriendo sus ropajes iba curándose, pero era todo lo contrario: el líquido y la hemorragia incrementaba, al punto en que sus ropajes combinaban con su mata carmesí.

— Gold… Crystal… —la voz de aquel que estaba clavado sobre la espada de Lance apenas era perceptible, pero pude leer sus labios y pude observar que su mirada iba tornándose cada vez más vacía.

Entre los sonidos de la guerra, los llantos de Gold se hicieron evidentes, que se rindió de rodillas sobre la arena, sin importarle que los enemigos de su alrededor pudieran atacarle. Los Charizard que tenían el papel de nuestros aliados, intentaban seguir con una defensa que poco a poco les estaba constando un poco más de trabajo, ya que no podía batallar ellos contra todos. Menos aún, cuando Gold tenía un rostro irreconocible debido al estado de trance en el cual había entrado al ver que los pixeles iban carcomiendo la pierna herida de Silver.

Entre las lágrimas, la sangre, la rabia, y el pájaro Pokemon de un color dorado que poco a poco iba acercándose por entre el volcán, vi que los pixeles desaparecían a medida que bailaban con el torbellino de la guerra.

Gold se echó en la arena, golpeando montículos de ella en vano, sin que Crystal le detuviera porque de igual manera no podía creer lo que acababa de pasar. El muchacho comenzó a gemir de tristeza, pero al mismo tiempo de rabia, pero todas intenciones de pelear con la mente en claro habían desaparecido. Ahora, Gold tenía en sus manos esa sed de querer asesinar a Lance cuanto antes, aunque la tristeza se lo impedía.

Al voltear hacia el cielo para que alguna señal divina cayera en sus brazos y le incitara a seguir luchando con algún propósito en específico, el pájaro dorado que Gold había visto anteriormente en el oasis voló por encima de él. Tan dorado como su nombre, tan brillante como los pixeles plateados de Silver, tan resplandeciente como su amiga Crystal que poco a poco se iba apoyando sobre sus rodillas debido a la tristeza.

Y entonces, el pájaro rugió en el aire. Ho-Oh, desde kilómetros arriba en el cielo, miró a Gold de una manera que sólo él y el Pokemon legendario pudieron comprender.


Próximo capítulo: Carmesí y Esmeralda