¡Hey! Lamento la tardanza, esta vez me tardé un poco porque caché un resfriado, y en tiempos de covid la verdad que sí me asusté, pero afortunadamente todo bien y no pasó a mayores, pero tuve que reposar durante un tiempo, y con las clases en línea y todo eso se me juntaron las cosas y ya no pude publicar el capítulo con continuidad, pero hey, espero todos se encuentren muy bien. Les dejo este capítulo final de la Isla Hi. ¡Disfrútenlo!


Zenitiano: Por supuesto que me acuerdo de ti ! Lo sé, 5 años se pasan muy rápido y aún sigo sin creer que el fic siga aquí. Suerte en la preparatoria chaval.

Fan: Gracias man, hago lo que puedo para traerles un poco de entretenimiento.

Vlaren: Lo sé, a veces hast ayo los odio pero todo a su tiempo, mi querdo padawan xD

Ytrio: Sé que las cosas pintan mal para el bando bueno, incluso a mí me duele al escribirlo, pero creo es necesario un poco (mucho) de sufrimiento para lo que se viene xD.

Life: Gracias por ponerte al corriente! Bueno, Satoshi está muerto, lo dijo el mismísimo Lysson xD JAJAJA


[VIDEO 1: Snape & Lily Theme Extended Soundtrack]

[VIDEO 2: Greatest Battle OST's of All Time: Crescent Moon]

[VIDEO 3: Star Wars: Episode III OST – Padme's Visit]

[VIDEO 4: Star Wars Revenge of the Sith Soundtrack: Ankin vs Obi-wan, the great duel]

[VIDEO 5: John Williams – Battle of Heroes (Audio)]

[VIDEO 6: The Immolation Scene]


Capítulo 129

Carmesí y Esmeralda


Gold

Todo era cuestión de tiempo.

Hace un par de minutos, mi amigo Silver se esforzaba por luchar a nuestro lado. Minutos más atrás, perseguíamos a alguien que siempre lo habíamos considerado nuestro amigo: Red. Incluso retrocediendo aún más, recordaba cómo en la cima de aquel montículo de arena, observaba a lo lejos el pájaro dorado que en este preciso momento estaba viendo. Más tiempo atrás incluso que eso, observaba el rostro de Crystal y comparaba esos orbes cristalinos con el resplandor de un océano que se extendía a nuestro alrededor en la Fortaleza Catarata. Más tiempo atrás, la lluvia me pegaba directo en el rostro; sensaciones reales y un frío que me estremeció cuando abrí la puerta para ver la silueta de alguien que me entregaba una caja.

— No hay tiempo, tómalo.

Mi confusión era palpable. La luz de la noche había entrado junto con el viento frívolo que inundó la casa.

— ¿Te aseguraste que no te siguiera nadie? —le pregunté y ella había asentido rápidamente. Cuando le miré de cerca, su vista estaba puesta en otro lugar excepto en mis ojos. Le tomé del hombro para que se concentrara en mi mirada, ella se encontró con mis orbes dorados de una forma un tanto abrupta y profunda—. Todo estará bien. ¿De acuerdo?

— ¿Crees que…? —se detuvo un momento. Al mirar a los pasillos de aquel edificio, se cercioró de que no hubiese nadie ahí— ¿Crees que sea buena idea?

— No tenemos otra opción. Mis amigos lo saben; tú lo sabes.

— Sí, pero si Lance sabe que hice esto...

— Clair… —mencioné su nombre y sostuve con más fuerza la caja que tenía dentro la Virtual Console que me había entregado, mientras yo le intercambiaba la Virtual Console que yo tenía para que siguiera jugando— Prometo… prometo que haré todo lo que esté en mis manos para intentar asesinarle. Prometo que estarás a salvo.

Ella me devolvió una mirada un tanto incierta. Quiso envolverme en un abrazo debido al miedo que tenía al haber abandonado al gremio Escama de Dragón y unirse al Gremio Mega. Sabía las consecuencias que esto podía ocasionar, y con mayor razón cuando habíamos estado a un par de horas de abandonar la Fortaleza Catarata para adentrarnos a las tres islas. Antes de decidirse si envolverme en un abrazo de seguridad o no, escuchó ruidos que provenían de otro departamento. A altas horas de la noche, sólo significaba que alguien nos había escuchado. Clair asintió, y desapareció entre la oscuridad de aquel pasillo, mientras el vecino abría la puerta con un rostro somnífero.

— Lo siento… —me disculpé con el sujeto intentando ocultar mi rostro y cerré la puerta enseguida.

Al voltearme para ver aquel departamento que habíamos conseguido entre Crystal, Silver y yo después de la huida de Ciprés, Trip y Ash de aquella granja, noté una aceleración en mi corazón. Recordé todo lo que había pasado en un año. Recordé el sonido prolongado y agudo de la Virtual Console en la cabeza de Citron; el olor a quemado en su cerebro; nuestra huida de ahí y el lazo que nosotros tres habíamos creado para huir de la gente y encontrar un lugar en el que seguir dentro del juego sin ser descubiertos.

Llegué hasta la habitación, donde había tres camas. Una de ellas desocupada y con un casco aun encendido. En las otras dos, Crystal y Silver aún seguían reposando, como si nada les inquietara. Una lágrima había caído por mi rostro mientras pensaba en que esta misión podía arriesgar nuestras vidas, pero ahora tenía el casco. Ahora podía matar a quien se atreviera a asesinarles.

Pero ahora todo era distinto…

Ahora tenía en frente a Lance, que sujetaba con fuerza y alzaba cada vez más la espada clavada en mi amigo que había desaparecido. Sentí un miedo profundo al momento de que me desconectara, porque sabía que aquel olor a quemado me recordaría la muerte de Citron y ese sentimiento en el que habría perdido a otro amigo. No podría soportarlo más, y por eso, mi cuerpo se había vencido en la arena, viendo hacia el cielo para que me llegara una señal de motivación. Silver había muerto; habíamos luchado por el estúpido amor de Crystal, sí, pero él había sido mi compañero en todo este viaje, y ahora nada podía hacer que le recuperara.

Sólo mi vista pudo concentrarse en ese fénix dorado que deambulaba sobre nosotros. Al parecer nadie podía verle; sólo yo. Pokemon, jugadores y la guerra misma estaban concentrados en el dolor y la batalla del desierto. Incluso Crystal, que yacía sollozando sobre la arena, estaba con la cabeza gacha igual lamentándose.

— ¿Qué pasa, Gold? ¡¿Por qué mierdas no volteas?!

Lance había estado riendo. La risa era tan maniática, que me causó una ira interna y quise desmoronar incluso aún más la arena del desierto. No pude evitarlo; mi llanto corría como una cascada sin fin. No podía evitar pensar que mi mejor amigo había muerto enfrente de mis propios ojos por uno de los Cuatro Grandes.

— Eres débil, Gold. ¡Justo como todos tus amigos!

Los pixeles ya se habían encargado de envolver el cuerpo inexistente de Silver. Seguramente el olor a quemado ya se haría presente en la habitación, pero no quería pensar más en ello. Lance dio pasos lentos hacia mi posición, mientras yo seguía aún petrificado en la arena, viendo cómo el fénix dorado poco a poco iba volando alrededor del volcán y acercándose más hacia nosotros.

— Levántate…

El sujeto me tomó por mis ropajes y con su brazo aún lleno de la sangre de Silver, me levantó para forzarme a ver cómo ya tenían a Crystal bajo sus dominios. Dracéna y Dracón habían inmovilizado a Crystal, que parecía igual estar en un trance de la cual sólo ella era capaz de salir de ahí.

— Quiero que mires…

Bajé la mirada, pero la otra mano de Lance me había tomado por la barbilla para que mirara de frente, aunque quise mantener los ojos cerrados; sin embargo, no quería dejar de ver el angélico y aterrado rostro de Crystal, que parecía mirarme como si fuese la última vez que nos miraríamos para siempre.

— Crystal… —susurré.

— Gold… yo…

Ni siquiera tuvo tiempo de decir algo más, porque noté cómo Dracón desprendía la cabeza de la chica de un jalón, como si fuera un muñeco de peluche. Los pixeles de Crystal impidieron que viera cómo la sangre se expulsara a fuentes y su cuerpo dejara de oponer resistencia al momento de que fue desprendida. Quise escuchar las palabras de Crystal; en verdad quería hacerlo, pero no me habían dado oportunidad de nada. Ni siquiera podía tener claro qué es lo que había pasado hace unos segundos. El dolor y la angustia de esta pequeña batalla me habían invadido los oídos: gritos, choques, llamaradas, dolor. Es lo único que escuchaba, pero en mi mente sólo había podido concentrarme en la mirada vacía de Silver y en el cuerpo inerte de Crystal. Mis dos mejores amigos habían desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Mis dos compañeros desde que inició todo esto, habían por fin terminado una lucha incesante en la que nuestro objetivo común todavía no se lograba por completo. Ni siquiera estábamos cerca del final. ¿Cuándo es que PBO terminaría? ¿Cuándo es que saldríamos del juego? ¿Cuántas muertes más necesitaba soportar para darme de vencido de una puta vez?

Al parecer, sólo esta. Sólo necesitaba ver frente a mis ojos cómo la persona a la cual amaba me la arrebataban de mi vida para poder dejar de batallar. No oponía ya resistencia, y mis ojos ni siquiera sacaban lágrimas de dolor, porque mi mente se había bloqueado. No quería pensar en nada más. Solté mi arco y mi carcaj dorado. No había ya ganas de luchar.

— ¡GOLD!

A lo lejos escuché la voz de Takeshi, pero eso ya no importaba. No importaba nada. Lance me soltó y caí de bruces sobre el suelo, sin ninguna fuerza que me mantuviera de pie y con valentía para enfrentarme a Lance. El sol fue inundado por la sombra de Lance, que sólo se dedicaba a mirarme con lástima y con una sonrisa tan brillante de oreja a oreja, que sentí el mismo terror correr por mis venas; sin embargo, no era por miedo a la muerte, sino por miedo a quedarme solo. Ya no tenía a nadie; él mismo me lo había arrebatado todo. Lance, el Dragón Indomable, me había quitado las fuerzas para luchar, porque yo luchaba por mis amigos. Luchaba para Silver, Crystal, Yellow, Blue, Red y Green. Ahora, todos se habían ido ya. Todos estaban muertos excepto Red y Green, pero Red nos había traicionado y Green lo enfrentaría. Qué más daba; esto ya se había ido a la mierda desde que vinimos aquí, y yo no pude hacer nada al respecto, ni siquiera teniendo el casco puesto que podía matar a Lance.

Podía matarlo y él no lo sabía. Eso, por lo menos, podría calmar un poco mi depresión. Súbitamente, el simple hecho de pensar que tenía frente a mí la oportunidad de matar a uno de los Cuatro Grandes me hizo sentir bien. Mi tristeza era reemplazada por una ira irracional, y cuando por primera vez en varios minutos, pude ver fijamente a los ojos carmesíes de Lance, noté cómo mi sangre fluía con sed de venganza y de sufrimiento.

El hombre ya tenía su espada firme en sus dos manos y alzada para penetrar mi vientre y matarme de una buena vez, pero antes de que algo más sucediera, agarré una flecha que se había salido del carcaj dorado y agarré mi arco que tenía al alcance. Cuando tensé en menos de un segundo la flecha, Lance notó aquello.

La flecha fue lanzada, pero Lance la esquivó meneando su cabeza a la izquierda y perdiendo un poco el equilibrio, provocando que la flecha pasara de largo. Lance soltó una carcajada, inundando palabras en su boca de que era débil y un bueno para nada. Tal vez había sido mi única chance de asesinarlo; tal vez, este era mi último momento en Pokemon Battle Online, porque no habría tiempo para agarrar otra flecha y darle justo en la sien. Su espada hecha de hueso de dragón ya estaba dibujando un arco sobre la propia circunferencia que había entre su cuerpo y el mío. Iba a morir y lo único que pude hacer fue cerrar los ojos.

[VIDEO 1: Snape & Lily Theme Extended Soundtrack]

Pero al cerrar los ojos, pude verlo: aquella pequeña porción de aura que había viajado en la flecha dorada que lancé, siguió una trayectoria hacia arriba, hacia el paraíso angelical del desierto, hacia el cráter del volcán, donde estaba el fénix dorado que batía sus alas una y otra vez. El pájaro dorado que me había inquietado hace unos instantes y también hace unas horas. La trayectoria de mi flecha dio, ya sea por el destino o casualidad, con el fénix que produjo un grito tan agudo que me hizo olvidarme de la guerra.

Cuando abrí los ojos, me había olvidado de todo. El ambiente había cambiado; todo había desaparecido. La luz que brillaba a mis alrededores era tan intensa, que tuve que cubrirme con el antebrazo y entrecerrar los ojos para ver de qué trataba todo aquello. Sin embargo, ya no me cubría por la espada de Lance, ni sentía por el momento algún ápice de tristeza por la muerte de mis amigos. No había tenido por ahora algún sentimiento encontrado, porque estaba viviendo aquel momento como si fuese el único.

Mis retinas se acostumbraron a la luz de aquel lugar, y cuando dejé de sentir ese dolor de vista, el recinto se iluminó de mejor manera. Era un lugar totalmente blanco. Desde el suelo, hasta el horizonte infinito; no había nada más allá que pudiese alcanzar a distinguir entre tanto color y tanto vacío, por inexplicable que fuera. La falta de color me producía una sensación de bienestar y calma, incluso cuando me di cuenta de que mis ropajes de guerra habían desaparecido para ser reemplazados por una manta blanca que me hacía parte de aquel lugar infinito. Me coloqué de cuclillas sobre el suelo, y noté que la superficie estaba hecha de pequeñas partículas apenas perceptibles de arena blanca. Restos de corales y conchas que se extendían hasta donde Arceus quisiera. Pocos segundos después, me di cuenta de que aquel suelo que pisaba era un tanto irregular formado por pequeños montículos que trazaban un horizonte ondulado. En realidad, era un desierto tan blanco, que por un momento pensé que la arena estaba hecha de restos de huesos. Cuando volteé hacia arriba, la fuente de luz provenía de un sol tan grande y brillante, un punto blanco y luminoso que era la razón por la cual todo el ambiente se intensificaba de luz.

— Gold…

Escuché mi nombre a mis espaldas, y me sobresalté por un momento. El eco que produjo aquella voz tan baja me sorprendió debido a lo silencioso que estaba todo este arenal desértico.

Cuando volteé, vi a mis dos amigos ahí plantados, con las mismas mantas blancas que yo. Ambos estaban tan pálidos y con rostros tan limpios, que pareciese como si no hubieran muerto. Sin embargo, algo en mi interior me decía que yo también había estado igual que ellos.

— ¿Estoy…? —me detuve. No quería pronunciar la palabra. No sabía en realidad distinguir entre un sueño o el más allá.

— No, Gold —Silver fue el que se acercó, con una sonrisa que de pronto me hizo sentir nostálgico. No necesitaba decir nada, porque cuando miré los rostros tanto de él como de Crystal, supe que eran de una tristeza irremediable, pero estaban felices de alguna manera. Ellos estaban felices de que yo siguiera con vida de alguna forma. Pero… ¿cómo es que estaba vivo si me encontraba en una ilusión? ¿Ellos eran reales? Mi corazón decía que sí, porque los estaba viendo en carne y hueso, pero mi mente sabía que todo esto era un producto de mis sueños, y cuando abriera los ojos, la espada de Lance me cortaría en pixeles. ¿Esto era lo que sentía antes de vivir tus últimos segundos? ¿Acaso no era el recordar toda tu vida en cuestión de segundos que parecieran horas? No lo sabía.

Silver colocó una mano sobre mi hombro, y Crystal sonrió esbozando unas comisuras extrañas en sus labios.

— ¿Estoy soñando?

— Si crees que esto es un sueño, puedes despertar cuando lo desees.

— Despierta, Gold —mencionó Crystal. Su voz me partió el corazón en pedazos. No podría volver a escucharles jamás. No quería salir de aquí. Quería estar con ellos el resto de mi vida en este puto desierto si era necesario.

— Yo… yo… soy débil.

Quería llorar, pero algo en este lugar me hacía sentir aún en paz. No sabía decir si era por su color tan puro o porque mis mejores amigos me hacían sentir tranquilo.

— No lo eres, Gold. Cada día te vuelves más fuerte.

— No pude protegerles.

— Hiciste todo lo que pudiste —contradijo Crystal, y caminó hacia mí para colocar su mano en el otro hombro. Al sentir ambos sus manos sobre mis hombros, mi corazón se estremeció de que no podría tenerlos nunca más en mi vida—. Y por ello, por tu valentía, mereces más de lo que has sacrificado.

Ellos miraron más allá de mis espaldas. Cuando noté que miraban a algo que se encontraba detrás de mí, me volteé para ver lo que había a unos metros más alejados de nosotros, en donde el horizonte trazaba apenas aquella pequeña línea perceptible entre un firmamento blanco y la arena caliza.

Sabía la identidad de este Pokemon no por el hecho de que pude ver su nombre aparecer sobre su cabeza, sino por la majestuosidad con la que se encontraba reposando y mirándonos fijamente. Sus colores dorados y carmesís resaltaron tanto en un ambiente tan blanquecino, que aquello lo hacía sentir mucho más imponente de lo que hubiese creído. Sus plumajes tan finos y el aura que irradiaba eran tan fuera de lo ordinario que por un momento pensé que nos atacaría, pero sus intenciones no parecían ser esas. Al voltear a ver a mis amigos, ellos sólo se limitaban a ver a Ho-Oh, el Pokemon Legendario carmesí que estaba plantado en la arena esperando a abrir sus alas de un momento a otro.

No tuvieron que indicarme nada; pude entenderlo en cuestión de segundos. Me acerqué caminando de manera temerosa, pero con cada paso que daba, sentí que no debía temer de nada, porque entre más detallado me parecía el pájaro, más potente era la conexión entre ambos. Cada paso que daba era un aumento de su estatura; no pensé lo grande que podría llegar a ser, pero ahí estaba, y cuando el pájaro me inundó con su sombra, sólo pude ver la luz de su majestuosidad y de sus ojos que brillaban en la propia oscuridad de su cuerpo.

Súbitamente, frente a Ho-Oh había aparecido un arco y un carcaj que me hicieron sobresaltar durante unos milisegundos. El aire se había detenido en mis pulmones, porque no podía creer lo que estaba viendo. Un arma con detalles tan meticulosos y brillantes que no podía creer si aquello era real o no. La cuerda del arco estaba formada de una cuerda finísima de una luz dorada tan brillante que incluso pensé que era la grieta hacia un nuevo portal de esperanza; la base del arco estaba repleta de plumajes carmesíes que se enroscaban a sí mismos. El carcaj, por su parte, de una caoba oscura y con líneas que formaban dibujos de jeroglíficos tan antiguos y pequeñísimos que formaban una textura uniforme en toda el área del carcaj. Cuando tomé la cuerda de oro del carcaj para colgármelo en la espalda, y agarré el arco con una firmeza que no sabía que tenía, sentí el plumaje tan suave, pero al mismo tiempo tan poderoso, que incluso podía sentir esa conexión que tenían Ho-Oh y el arco que tenía en mis manos. Al sacar una flecha del carcaj, noté que era no tenía punta ancha. En realidad, aquella flecha era una de las plumas de Ho-Oh que comenzaba con una punta tan detallada y puntiaguda, y terminaba con el plumaje tan abundante que caracterizaba al Pokemon Legendario.

Le miré durante unos momentos. Ho-Oh me devolvió la mirada; no realizó ningún grito; no movió ni un segundo su cabeza; sus ojos y los míos se encontraron en una armonía que pude entender y supe que este era un obsequio que, por casualidad o destino, mi flecha había dado con él en su trayectoria fallida hacia Lance. Entonces, Ho-Oh abrió sus alas de manera inesperada, y la sombra con la que me cubría se incrementó mucho más de lo que hubiera pensado. Al batir sus alas un par de veces, sentí el viento cómo arremolinaba mi cabello azabache y empujaba un poco mi cuerpo debido a la potencia de su aleteo. Cuando se levantó por los aires, como si se tratara de una máquina voladora, creó un tornado pequeño que poco a poco fue disminuyendo a medida que se levantaba y desaparecía por el horizonte blanquecino. Un punto dorado y carmesí que poco a poco iba siendo cada vez menos visible en aquella infinidad blanquecina.

Al voltear, Crystal y Silver ya no estaban. Sin embargo, escuché sus voces a mi alrededor.

— Estamos contigo, Gold… —la voz de Silver incrementó mi corazón.

— Sé fuerte. Protege a los demás. Cumple nuestros objetivos —Crystal inundó mi cabeza; no quería decepcionar a nadie más.

Sentí una lágrima caer por mi rostro, mientras me aferraba más al nuevo arco que tenía en mi poder.

— Estamos orgullosos de ti —ambos dijeron estas últimas palabras y cerré los ojos.

Las lágrimas que salieron de mis mejillas cayeron en una arena caliente y mucho más colorida; era la arena desértica en que la que hace unos instantes me había encontrado, con la espada de Lance a punto de cortar en dos y asesinarme. Pero cuando abrí mis ojos cubiertos de capas de lágrimas y de una inyección de coraje por parte de mis mejores amigos, supe lo que tenía que hacer.

No iba a dejar pasar la oportunidad para asesinarle. Tenía el casco 4.0, el cual me había brindado Clair. Tenía el arco perfecto, el cual no era el Arco de Luz, pero sí era un arco mucho más poderoso de lo que hubiese pensado. Tenía la oportunidad de tener el juego en mi favor. Esto no podía acabar aquí.

Cuando la espada estaba a unos centímetros cerca de mi rostro, me giré rápidamente en la arena para esquivar el espadazo. Lo que provocó la espada de Lance en la arena fue una onda de poder tan fuerte, que la arena se levantó y con ella mi cuerpo, desestabilizando también a los Charizard y Pokemon megafusionados que había a nuestro alrededor. Sin dejar de volar por el aire debido a la inercia de dicho golpe, comencé a girar 360 grados sobre mi propio eje, tomando mi nuevo arco con firmeza y una flecha del carcaj que tenía colgado en la espalda. Cuando apunté a Lance, todavía girando sobre mí mismo en el aire, el hombre abrió los ojos de par en par sabiendo que él mismo había estado vulnerable, porque estaba apenas recuperando el equilibrio después de haber clavado su propia espada sobre la arena.

[VIDEO 2: Greatest Battle OST's of All Time: Crescent Moon]

Pero no iba a dejar pasar la oportunidad. ¡NO AHORA!

Al destensar la flecha en forma de una pluma de Ho-Oh, fue directamente hacia Lance. Este supo de inmediato que aquella flecha era algo jamás antes visto, porque al momento de que la destensé de la cuerda del arco, dejó un trazo en el aire de varios colores que se suspendían en el aire como polvo con destellos dorados. Sin embargo, Lance lanzó un gemido de molestia, y más rápido de lo que pude haber creído, lanzó un hiperrayo a la propia flecha que iba a su sien. El hiperrayo se extendió por el ambiente; una onda de luz y poder de dragón que envolvió la flecha de Ho-Oh.

Pero el poder de la flecha había sido impresionante. Justo como las esperanzas que había seguido teniendo; justo como el coraje que me cargaba en los hombros; justo como el poder, el sacrificio y la tristeza que había vivido. Todo eso cargado en una flecha que anuló por completo el poder del hiperrayo y siguió su trayectoria hacia Lance. Un dibujo de arcoíris y un aura concentrada en una sola flecha que iba atravesando el poder de un Dragón Indomable para insertarse sobre sus sesos virtuales y morir de una buena vez.

— ¡AAAAARRGHHH!

Lance usó de escudo su propia espada. Alcanzó lo justo para que la espada y la flecha colapsaran de tal manera que al momento en que la flecha agrietó el sable, produjo una onda que mandó a retroceder a todos los presentes que se encontraban cerca del palacio ya destruido. Lance salió disparado por los aires, envolviéndose de arena y dejando a sus espaldas varias columnas de roca que colapsaron al momento de su salida hacia la lejanía desértica.

— ¡MALDITO!

La voz provenía de Dracón, que con aquel bigote gigantesco me había tomado por sorpresa para atacarme, pero mi ira estaba a ras de rebasar los límites de mi propia capacidad, y no tenía tiempo para usuarios que no me llegaban a tope. Podía estar al nivel de Lance; eso lo sabía perfectamente. Podía matar a sus secuaces de mierda de una puta vez. Crystal y Silver se habían ido para siempre, pero lucharía por ellos hasta que me quedara sin fuerzas, hasta mi último aliento.

Dracón había lanzado un tajo con una de sus dobles espadas de diamante, mientras su Salamence me intentó taclear por la espalda. El salto que realicé por el aire fue habilidoso para esquivar a su Pokemon dragón, pero cuando estaba en el aire, la otra espada del viejo marinero me había tomado por sorpresa y se clavó sobre mi hombro. Aquello aumentó el dolor en mi cuerpo de manera brusca y lancé un gemido. Sin embargo, cuando Dracón intentó retirar su espada de mi hombro, sonreí. Lo que el viejo no sabía, es que estaba acabado. Tomé su espada de diamante en mis dos manos, y con toda la ira, la tristeza, la rabia, la esperanza de este juego, la estrujé sobre mis manos y se rompió haciéndose añicos. No supe de dónde había sacado tanta fuerza, pero el hecho de sólo pensar en mis amigos me había incitado a luchar con el corazón ardiente.

Dracón resopló de molestia y retrocedió para montarse en su Salamence y surcar los aires para lanzarse como kamikaze hacia mi posición. Un pequeño punto en el cielo, más rápido de lo que pude haber creído, pero cayendo a toda velocidad hacia mí para atacarme, dejando rastros de sus tajos de diamante en el aire. Les esquivé lanzándome hacia un costado, mientras volvían a surgir los aires y preparar el siguiente ataque. Tensé mi arco y cerré uno de mis ojos, mientras intentaba guiar mi ojo abierto con la puntería de la flecha hacia el punto en el cielo que estaba bajando con velocidad.

— ¡No lo harás!

Dracena llegó hasta mí, montada sobre su Noivern y con el ala en forma de cuchilla de aquel Pokemon sentí una rajada sobre mi abdomen. Ella también había estado surgiendo los aires, pero jamás pude darme cuenta cuando había bajado, había dado un tajo limpio con su Pokemon Dragón y volvía a ascender por los aires.

Grité. La sangre de mi abdomen salió como pinceladas que tiñeron la arena. Mi vida bajó dramáticamente. No podía morir aquí. No podía hacerlo después de que Silver y Crystal habían confiado en mí. Después de que Blue y Yellow se hubiesen ido. No podía decepcionarles.

La debilidad del corte me hizo colocarme sobre mis rodillas. Tosí sangre para teñir aún más la arena. Los dos puntos estaban todavía sobre el cielo, pero ya estaban bajando para terminar conmigo. El temblor en mi cuerpo se hizo presente. Sólo tenía una oportunidad para darles; tenía bastantes flechas, sí, pero el tiempo era el factor principal por el cual sólo tenía un tiro para asesinarlos a ambos.

Saqué una flecha de mi carcaj. La guerra aún era parte del desierto; era el hecho vívido de que mi coraje era mucho más fuerte que cualquier jugador. Los Charizard iban cayendo uno a uno; los Pokemon megafusionados iban debilitándose y explotando en pixeles. Takeshi a un lado batallando contra enemigos; Kasumi a otro costado apoyando a sus dragones. Yo, con el brazo tembloroso y el ojo como águila apuntando ya sea a Dracón o a Dracena. Sólo tenía una oportunidad. Sólo una, y uno venía del costado izquierdo descendiendo mientras el otro iba por el derecho. Sin embargo, lo que hice fue sentir la calma y cerrar los ojos.

Al cerrarlos, vi a Silver y Crystal. La última imagen que tenía de ellos, curiosamente, era cuando habíamos estado riendo en la granja del abuelo de Citron. El paisaje era un atardecer esplendoroso; los maizales se extendían como un océano interminable. Habíamos estado disfrutando del aire que se arremolinaba en el garaje de la entrada. Nuestras piernas colgaban de las escaleras, y nuestras mejillas estaban frías debido a que la temperatura iba descendiendo, con el sol escondiéndose entre el horizonte. Ese recuerdo, era el último que tenía, y el que me habían hecho recordar que ellos no habrían luchado en vano. Ese pequeño momento, en donde los tres habíamos tenido una diminuta oportunidad de disfrutar las risas, el atardecer, el viento, la calidez de nuestra amistad. El mundo real.

Ellos habían luchado para que saliera de aquí.

Al abrir los ojos, solté la flecha. El Salamence y el Noivern de mis enemigos habían abierto el hocico para lanzar sus hiperrayos más potentes, que ya iban hacia mi dirección. Sin embargo, cuando la flecha surcó los aires, el trazo de arcoíris que había dejado y el dibujo de un Ho-Oh aural que dibujó el contorno de la propia flecha absorbieron por completo el poder de los hiperrayos. Salamence y Noivern, Dracón y Dracena, que iban tanto a un costado izquierdo como al derecho, eventualmente se habían juntado para ir hacia mi dirección, pero cuando notaron que la flecha había absorbido el poder, se sorprendieron.

Sabía el poder que Ho-Oh me había brindado.

Dracón y Dracena habían estado cegados unos instantes por el brillo intenso tanto de los hiperrayos de sus Pokemon dragón como de la flecha Ho-Oh. Pero cuando recuperaron la vista total, ya no me encontraba ahí. El punto donde había estado de cuclillas fue rebasado por ambos enemigos, que giraron la cabeza tanto a izquierda como a derecha para ver adónde había ido.

— La UEO vive.

Fueron las últimas palabras que escucharon. Había saltado justo cuando me habían rebasado. Dracón y Dracéna se sorprendieron cuando voltearon arriba, porque ya estaban siendo apuntados por dos flechas Ho-Oh que disparé simultáneamente con mi arco. Lo impresionante fue, que el poder absorbido de los hiperrayos absorbidos de la flecha anterior fueron expulsados de aquellas dos flechas, envolviendo a los jugadores y matándolos en el acto.

Tal vez el Arco de Luz era la némesis del Arco Oscuro. Pero eso a mí no me importaba. Incluso había obtenido un poder que se le acercaba: El Arco Iris. Un juego de palabras haciendo alusión a los colores que expulsa la flecha disparada por el arco, y absorbiendo cualquier clase de hiperrayo, o poder mágico, almacenándolo y juntándolo hasta que lo expulse cuando lo deseé.

La explosión fue abrupta, pero me mantuve firme un poco alejado de aquellos cadáveres que se habían envuelto en pixeles al momento. Cuando hubo terminado la explosión, comencé a toser más sangre y finalmente me coloqué de rodillas en el suelo para gemir. Solté mi arco; me sentía bastante débil.

— ¡Gold! —Takeshi fue a mi rescate. Cuando me di cuenta de lo que me rodeaba, noté que quedaban algunos Charizard nada más. Más de cien Charizard habían peleado con una veintena de jugadores megafusionados, y sólo quedaban apenas unos diez de ellos. La batalla había terminado; Kasumi se acercó a nosotros igual para socorrerme.

— ¿Estás bien?

— Sí… mis amigos…

— Lo sé —Takeshi miró por lo bajo, un tanto triste.

El silencio se hizo presente, pero fue cuando algo nos interrumpió. De un punto no tan alejado de nosotros, comenzaron a ser expulsados pequeños entes de luz que se fueron perdiendo en el cielo, yendo a direcciones aleatorias, como si el suelo hubiese acumulado un centenar de estrellas que se fueron perdiendo en las nubes volcánicas.

— ¿Qué es eso?

Takeshi se acercó al punto donde los entes de luz habían estado siendo expulsados. Al momento de que iban ascendiendo, también pude escuchar voces de alegría; voces de Pokemon que parecían haber estado siendo liberados después de mucho tiempo.

— La espada de Lance…

Al haberla roto con mi flecha, su espada se quebró en dos, y los Pokemon dragón que había capturado en el mismo sable habían sido finalmente liberados en forma de brillos que se perdían en el cielo lleno de cenizas. Cuando quise saber dónde estaba Lance, él ya no estaba por ningún lado. Tal vez los resultados de la guerra habían sido desfavorables para nosotros, pero al menos, él ya no tendría ese poder indomable de su espada que tanto lo había caracterizado.

Por último, Takeshi, Kasumi y yo vimos que las nubes de cenizas iban incrementando en un volcán que parecía tener una actividad creciente. Sin embargo, en lugar de expulsar magma de color rojizo anaranjado, los colores eran carmesíes y esmeraldas…

— Tenemos que escapar de aquí —finalizó Takeshi.


Green

[VIDEO 3: Star Wars: Episode III OST – Padme's Visit]

La temperatura había ascendido considerablemente. Arcanine estaba ya cansado, debido a que habíamos escalado entre senderos empinados, y nos adentramos mucho más al volcán que parecía comenzar a tener más actividad volcánica de la normal. El cielo estaba ya casi abundante de cenizas y colores no comunes del volcán, porque en lugar de tener un brillo anaranjado de magma, parecían ser destellos magmáticos de colores carmesíes y esmeraldas, como pequeñas luciérnagas que volaban por los alrededores.

Y finalmente, el sendero había terminado en una cueva que parecía la entrada al corazón del volcán. Estaba en casi el punto más alto de éste; el desierto era apenas un manto amarillento; el océano se extendía a lo lejos, viéndose la Isla Neutral apenas como una pequeña mancha lejana; las islas vecinas estaban cubiertas por su respectivo clima, pero parecía que en ambas se estaba viviendo un momento de tensión, porque la Isla Kaminari estaba cubierta de truenos, mientras la Isla Koori parecía estar en una densa neblina de nieve en la que no pude alcanzar a divisar nada.

Sin embargo, eso no me importaba por ahora. Era cierto que me preocupaba por mis compañeros de las islas vecinas, pero mi mente estaba mucho más concentrada en cómo el sujeto que se encontraba frente a mí había causado la muerte de Blue y de Yellow de cierta manera. No tenía ni idea de qué había pasado, ni de cómo N había llegado al oasis para asesinar a Yellow. Sin embargo, Red no hizo nada para defender a Yellow o Blue; él nos había envenenado con aquella bebida para mantenernos ahí como prisioneros. Su comportamiento había sido extraño desde el momento en el que lo conocí, y esto tenía que revelarse de una buena vez por todas.

Red se detuvo justo en la entrada hacia las oscuridades magmáticas del volcán. La cueva desprendió un aire de misterio y pequeñas luces carmesíes. El muchacho descendió de su Charizard y lo guardó súbitamente en su pokébola. Detrás de él, tres siluetas aparecieron resurgiendo de entre la oscuridad para hacerle guardia. Aquello me sorprendió y retrocedí un par de pasos, mientras intentaba proteger a mi Arcanine, así como él a mí.

— Descuiden… —Red agravó más su voz, dándole un toque de misterio, mientras sus ojeras incrementaban y sus ojos se volvían un poco más sombríos. El muchacho finalmente se quitó la gorra que traía puesto para dejar al aire una mata azabache que se revoloteó con el aire caliente del volcán—. Yo me encargaré de él; los veo del otro lado de la isla.

— ¿Funcionó la bebida que les di, Red? —preguntó una de aquellas siluetas.

Él no respondió, pero ahora supe que aquella pequeña anciana encorvada de aspecto misterioso y cabello opaco rubio había sido la culpable: Agatha. Asimismo, también el hombre robusto y de musculatura notoria que sólo portaba un par de pantalones rasgados blanquecinos, de nombre Bruno, había estado aquella noche observando a Red desde lo lejos del oasis, antes de que yo llegara con Red y lo interrumpiera. La otra mujer era de estatura alta y con atuendos ajustados y elegantes medievales y un cabello pelirrojo, largo y recogido; parecía mantener el temple y la seriedad del asunto; su nombre era Lorelei.

Aquellos tres sujetos parecían estar a merced de Red, que tenía la autoridad absoluta en ese preciso momento. ¿Quiénes eran? ¿Qué querían de Red? ¿Cuál era su relación con ellos? No lo sabía y por el momento no quería saberlo, porque estaba mucho más furioso por el simple hecho de pensar en Blue y Yellow.

Al ver que Red no respondía a la pregunta de Agatha, sólo se dedicó a mirarles de una manera fría, indicando que se fueran lo antes posible. Ellos entendieron el lenguaje corporal del muchacho y en un abrir y cerrar de ojos, dieron un gran salto para desaparecer de ahí. No me importaba realmente perseguirlos; sólo quería saber quién demonios era el que supuestamente había sido mi amigo todo este tiempo. Mi mejor… mejor amigo…

— ¡¿Qué es lo que quieres, Red?!

Él no contestó. Estaba ya acostumbrado a que no contestara las preguntas. Súbitamente, el volcán hizo una erupción en el que el magma de colores verdes y rojos inundó el cielo negro, envuelto de cenizas. El magma cayó mucho más alejado de lo que estábamos nosotros, debido a la potencia. Sin embargo, aquello era apenas un pequeño llamado del volcán de que estaba a punto de despertar por completo.

— ¡Ellas te querían… ellas confiaban en ti! ¡Yellow te quería en verdad!

— Todos los lazos que he creado en este juego no son reales, Green…

— ¿Qué… qué dices?

— No soy la persona que he fingido ser todo este tiempo. No me conoces.

— Puedo ayudarte, Red. Dime quién eres y qué es lo que quieres…

— No necesito de tu ayuda.

— ¡ERES MI MEJOR AMIGO! —Grité con rabia. En ese momento, comencé a recordar el momento en que le conocí.

— Green, no soy ni siquiera tu amigo. Este mundo no es real. Una vez que mueras, todo habrá terminado. En este mundo nadie se salva.

— Pero qué… ¿te estás escuchando a ti mismo? ¡Suenas como uno de los Cuatro Grandes!

— Tal vez no piensen tan diferente a como he pensado todo este tiempo.

— ¡NOS ESTUVISTE ENGAÑANDO! ¡Nunca debí confiar en que cambiarías!

— Hiciste bien —Red sonrió; de pronto, se quitó la capa con la que había estado cubriéndose de la arena todo este tiempo, la tiró al suelo y agarró el mango de su espada. — Jamás debiste confiar justo como tus amigos lo hicieron.

— Supongo no me dirás qué es lo que quieres, ni quién eres en realidad —acepté aquello; cerré los ojos, guardé a mi Arcanine en su pokébola, y finalmente concentré el aura en mis dos puños. Finalmente tendría que mostrar mi poder, justo como he estado entrenando todo este tiempo en la Fortaleza Catarata— Eso sólo me hace estar en una posición: luchar contra ti.

— Siempre fuimos enemigos, Green.

El volcán volvió a explotar, esta vez en mayor medida. Hubo cenizas rojas que se a travesaron por mi silueta, mientras las cenizas esmeraldas se atravesaban por la silueta de red. Un aura verde en medio de cenizas esmeraldas; un aura rojiza en medio de cenizas verdes. El rojo y el verde; el carmesí y el esmeralda. Amigos y enemigos. Un destino inevitable.

Estaba a punto de pelear con alguien en un escenario que jamás vi venir. ¿No se supone que nuestros rivales eran los que ocasionaban todos los problemas en el juego? ¿Los que lideraban los cuatro gremios más fuertes de todo PBO? ¿los que habían causado más muertes y habían asesinado a varios beta? Ellos eran nuestros verdaderos enemigos; nuestra misión era volvernos más fuertes y conseguir el Arco de Luz para poder vencerles, y heme aquí: a punto de luchar con a quien habían considerado alguien especial durante un tiempo. Mi corazón me había traicionado; me encontraba decepcionado, porque cuando vi la mirada de Red, el muchacho ya no era quien pensé que era cuando le conocí. En realidad, sólo había conocido una máscara de su persona, y eso era lo que más temía. Ahora, no era Red, sino un enemigo que jamás se había preocupado por los demás y sólo por él mismo. Alguien en quien no debía confiar… y a quien debía matar.

— Venga, sé que quieres hacerlo —mencionó con frialdad. Sus ojos ya no eran oscuros, sino anaranjados justo como debía ser el magma de aquel volcán. Entre luces esmeraldas y verdes, vi que el muchacho estaba perdido en la oscuridad. No sabía qué decir o qué hacer frente a alguien que quería que no perdiera el camino, pero supongo que jamás había siquiera sido considerado para él como alguien que lo llevara por el sendero correcto. En realidad, Red siempre había estado solo, ocultando secretos y misterios que nadie entendería, y que ni siquiera yo entendía en lo absoluto.

Me dolía en el alma; en verdad me dolía tener que hacer esto, pero con toda la fuerza de mi corazón de batalla y de amistad, encendí mi aura esmeralda y mis puños alejaron por un momento las cenizas carmesíes suspendidas en el aire. Ríos de magma comenzaban a fluir descendientemente por la boca del volcán; mis ojos se encendieron de rabia; la mirada de Red me apuntó con sed de sangre. Esto estaba decidido.

Súbitamente, la batalla comenzó.

Activé enseguida mi aura de color verde concentrada en todo mi cuerpo, pero el aura en mis manos tomó forma de cuchillas. Di una gran voltereta por el aire para colocarme por detrás de Red, y sin pensarlo dos veces comencé con el duelo cuerpo a cuerpo.

[VIDEO 4: Star Wars Revenge of the Sith Soundtrack: Ankin vs Obi-wan, the great duel]

Red se cubrió con su espada con la docena de golpes aurales en forma de cuchillas que le iba lanzando. Mis gritos de rabia y esfuerzo se vieron reflejados en la velocidad de mis golpes que iban de izquierda a derecha, tratando de buscar algún hueco por el cual darle justo en algún punto débil de su cuerpo. Red, sin embargo, tenía sus pupilas anaranjadas puestas en cada movimiento que realizaba, a pesar de que mi aura verde era especialista en resistencia y alcance.

A medida que iba propinando golpes aurales que desviaba con su espada negra, ambos retrocedíamos adentrándonos hacia la cueva de un volcán que comenzaba a sentir nuestra presencia. La oscuridad se hizo presente, y la única fuente de luz fueron las cuchillas color esmeralda que iban trazando líneas de color verde irregulares y chocaban contra las paredes de la cueva. La espada de Red también generaba chispas debido a los movimientos fugaces y habilidosos que hacía para cubrirse de cada golpe que intentaba propinarle.

Las chispas iban incrementando, así como las piedras preciosas incrustadas en las paredes que eran de colores verdes y rojizos. Nuestro avance fue siendo menos oscuro a medida que la luz de las piedras preciosas reflejando nuestros ataques y movimientos iba ilustrándonos el camino hacia el núcleo del volcán.

Noté el cansancio de Red intentando estar siempre a la defensiva, pero justo cuando salimos de aquella cueva y el espacio fue mucho más abierto, el sujeto me lanzó una patada en mis rodillas, lo cual me hizo perder el equilibrio y aprovechó la oportunidad para, con su otra pierna, lanzarme lejos de él. Eso le sirvió descanso, mientras yo intentaba reincorporarme. Cuando me paré, noté que el ambiente era mucho más denso. La temperatura había aumentado a medida que mi cuerpo comenzó a sudar demasiado. El interior del volcán era mucho más grande de lo que hubiese pensado, porque el cráter estaba mucho más arriba de nosotros de lo que hubiese pensado, y sus paredes iban aumentando de circunferencia de tal manera que sentí que era un mundo entero aquí adentro. El sendero que venía desde la cueva seguía su trazo hasta el radio o centro del volcán, para detenerse en lo que parecía ser una serie de grandes, titánicas y voluminosas piedras preciosas esmeraldas y rubíes que se entrelazaban como telarañas que intentaban salir hacia el cráter. Grandes prismas esmeraldas y rubíes en el que se reflejaba el magma que iba ascendiendo poco a poco, de un color anaranjado, pero que gracias a la fuente de luz que las piedras preciosas generaban, parecía que su líquido era de colores verdes y rojos.

Cuando me percaté de que Red se encaminaba hacia mí, el sujeto sonrió sabiendo que ahora era su turno de atacar. En ese momento, recordé que su espada tenía un talento diferente al resto de las demás espadas. Sin embargo, había sido demasiado tarde, porque su espada adquirió rápidamente un brillo totalmente negro, como si un aura misteriosa hubiera envuelto el sable, y poco después liberó una gran cantidad de energía que se expandió como onda.

Mi vida no se bajó por completo porque golpeé el suelo para sacar una pared de roca que me cubrió de la onda expansiva de poder, pero recibí aun así el daño colateral y salí disparado hacia uno del centenar de prismas que abundaban en el centro del volcán. Cuando mi cuerpo se resbaló por el prisma para de nuevo estrellarse sobre tierra firme, noté una docena de prismas verdes y rojos que me rodeaban. Tosí sangre y se esparcieron por las piedras preciosas, pero no me importó porque estaba más atento a mi propio cuerpo que se reflejaba una docena de veces por todos los prismas basálticos.

Recordé entonces que la espada de Red absorbía todo el daño que chocaba con el propio sable, y podía expulsarlo cuando quisiera. A partir de ahora, tenía que intentar dar de lleno con él, o mientras más cubriera mis ataques, más peligroso sería su siguiente ataque.

No hubo tiempo para pensar más.

El reflejo de Red apareció en varios prismas, lo cual significaba que estaba en algún punto cercano a mi cuerpo. Entonces vi la espada justo acercarse a mi rostro; mi capacidad de reacción fue a justo el tiempo necesario porque doblé mis rodillas para esquivar un tajo horizontal de su espada que ocasionó que varios prismas se rompieran en miles de pedazos y éstos cayeran en el magma. Cuando me levanté, bloqueé el brazo con el que sujetaba su espada y con mi cuchilla esmeralda izquierda le di un tajo cortante sobre su muslo, seguido de un golpe aural que lo mandó disparado por entre varios prismas dejando un agujero circular en ellos.

El magma incrementó de actividad volcánica. Tal parecía que cuando los prismas caían al vacío de un magma que parecía estar amenazando el diminuto hilo de tierra colgante como sendero, generaban una reacción química con la lava que ocasionaba implosiones y esto aumentaba su furia.

Volteé al punto donde Red había sido lanzado, pero de entre aquellos agujeros de los prismas en donde su cuerpo fue lanzado, Red volvía con mayor velocidad, con la espada apuntando hacia en frente como aguja mortal y girando sobre su propio eje. Me hice hacia un costado, pero Red detuvo su trayectoria con el leve roce de sus pies sobre una de las paredes de un prisma esmeralda, y dio un pequeño salto para redirigir su trayectoria hacia mí. Fue cuando no tuve otra opción que recibir su espadazo con ambas de mis cuchillas, lo cual me hizo retroceder con los pies firmes sobre la tierra y estar a orillas del sendero que dejaba ver un vacío magmático.

El forcejeo fue de ida y vuelta, pero sentí que mi cuerpo se inclinaba más hacia atrás y pronto iba a perder el equilibrio. El rostro de Red estaba sumamente cerca, y vi los ojos de furia que me miraban con desprecio. Estaba a punto de morir si no hacía algo, y cuando sentí que mis rodillas falsearon para perder el equilibrio, lo tomé de sus ropajes para jalarlo conmigo y que fuéramos directo hacia el vacío del magma que iba ascendiendo.

Aquello obligó a Red a tratar de liberarse de mí o por lo menos alejarse de mi cuerpo que iba en caída libre. Intenté mirar a todos lados, pero el único sitio que mis ojos encontraron fue un prisma esmeralda lo suficientemente grande para que pudiera aterrizar ahí. Lancé un golpe aural tan potente hacia la dirección contraria a la que se encontraba dicho prisma para que la inercia de mi golpe me hizo cambiar abruptamente de dirección y pudiese aterrizar ahí de manera brusca. Lo que generó mi golpe aural fue más piedras preciosas en la pared caer en el magma que reaccionó violentamente. Red, que estaba a punto de estrellarse en el magma que significaría su muerte, lanzó el poder absorbido que había adquirido del forcejeo que tuvimos hace unos segundos, con dirección hacia el mismo magma, lo cual provocó que su silueta quedara suspendida en el aire por algunos segundos. Acto seguido, lo que le quedaba del poder de su espada lo gastó en una onda expansiva que lo hizo redirigirse hacia la pared del volcán, y clavó su espada como forma de apoyo para que no cayera libremente.

[VIDEO 5: John Williams – Battle of Heroes (Audio)]

Vi hacia arriba, no me quedaba otra opción…

Tenía que hacer esto, o Red me mataría debido a que el poder de su espada era mucho más fuerte de lo que pensaba.

Red comenzó a escalar en saltos lo prismas que sobresalían en la pared volcánica, para llegar hasta mi posición. Sin embargo, yo comencé a saltar de igual manera, ascendiendo por el volcán, durando apenas pequeños segundos en cada prisma para de nuevo dar saltos que me alejaran de él. Esmeralda, carmesí, una serie de luces bicolores que me invadieron los ojos hasta que comenzó a ser sumamente molesto. La circunferencia del volcán se fue reduciendo a medida que ascendía. Había pasado ya el centro del volcán y me concentré en buscar mi siguiente prisma para seguir subiendo. Red me pisó los talones y de un momento a otro me alcanzó de nivel, por lo que no tuve otra opción que seguir su batalla en medio del aire. Su espada chocó contra mis cuchillas aurales, mientras ambos pisábamos un prisma, saltábamos y ya teníamos en mente nuestro siguiente prisma. Las chispas del metal de su espada y el desgaste de mi aura se suspendieron en un aire magmático, pero al mismo tiempo los daños colaterales del choque de nuestros ataques provocaban que los prismas que habíamos pisado se rompieran en pedazos y cayeran en el fondo del magma.

De un momento a otro, antes de darme cuenta, habíamos pisado el último prisma que estaba besando las orillas del cráter, y cuando me cubrí de un tajo que iba justo en mi abdomen, fue la oportunidad perfecta para poder dar un giro y un salto que me alejó de Red. Aterricé a orillas del cráter, mientras él descansaba en el otro extremo del volcán. A su vez, el magma ya había rebasado los prismas voluminosos del centro del propio cuerpo volcánico, pero en lugar de ascender hasta el volcán, ocurrió una explosión magmática que salió por el cráter, indicando que el volcán había despertado en su totalidad, gracias a la reacción producida de las piedras preciosas en contacto con el magma.

A pesar del magma, a pesar de los destellos esmeraldas y carmesíes que había en el aire, a pesar de las cenizas, pude mirarle a los ojos. El sujeto permanecía quieto, con la mirada irreconocible, y con una sed de matarme así como yo también la tenía.

— Eres responsable de la muerte de todos mis amigos… —mencioné; mi voz era apenas un murmullo en medio de una explosión volcánica— Y no te perdonaré por eso.

— Anda, hazlo ya… Sé que quieres hacerlo…

Red había visto desde el otro extremo qué es lo que tenía en mi mano. De un momento a otro, había sacado aquella megapiedra, pero todavía no la estrujaba sobre mis manos. En verdad quería matarle; en verdad se merecía aquello. ¿Estaba dispuesto a obtener un gran poder para asesinar a un traidor? ¿Sacrificaría mi vida para obtener un poco de justicia en un mundo virtual que no se había inclinado a favor de la gente buena? Sólo tenía una oportunidad, porque sabía lo arriesgado que podía ser que atacara con el poder de la megapiedra y la espada de Red absorbiera su poder. Sabía que debía ser un ataque certero y preciso.

— Este es tu fin, Red.

Red sólo se limitó a sonreír, mientras veía cómo yo estrujaba la megapiedra en mis manos. El brillo que envolvió mi cuerpo, y el de mi Arcanine que salió instintivamente de mi inventario, se unieron en un solo ente que comenzó a obtener brillos resplandecientes y de varios colores, justo como las capas de nuestro gremio Mega. Las piedras preciosas que estaban explotando junto con el magma se vieron opacadas por el brillo que generó el ente que ahora estaba frente a Red.

No supe decir en realidad qué es lo que estaba pasando, pero tenía apenas un poco de consciencia de lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Cuando me miré las manos, aún envueltas en cuchillas aurales, mi piel ya no era la misma. Estaba envuelta en un pelaje blanquecino y unas garras largas y filosas amenazaban con asesinar a quien se cruzara en mi camino. No me vi realmente la apariencia del rostro, pero sabía que era una apariencia no muy grata a la vista de quien fuera. Sentía cómo mi hocico respiraba bruscamente, inhalando y exhalando con rabia. Aún estaba consciente, y era la oportunidad de oro para poder dar el ataque certero.

No lo pensé más. El salto que realicé fue tan rápido, que disipó toda ceniza que se encontraba por el lugar. Noté que Red también daba un salto potente, y cuando nuestros dos cuerpos se cruzaron en medio del cráter, nuestros ataques colapsaron. Acto seguido, sólo alcancé a ver cómo el sonido de ondas implosivas se generaba en el sable, debido a que había absorbido todo el ataque de la megafusión que había generado en mi puño aural. Segundos bastaron para que la espada expulsara de nuevo el ataque, y fue cuando una onda de calor, de aura, y de magma nos envolviera a ambos. No pude describir más lo que sucedió a continuación, porque perdí la consciencia no sé durante cuánto tiempo; todo se había vuelto más negro de lo normal.

Al despertar, sentí un dolor intenso por todo el cuerpo. No sé dónde estaba, pero el cráter estaba poco más arriba de nosotros. Tal vez había caído y rodado por el suelo; tal vez Red me había empujado. No lo sabía. Lo único que vi fue la figura de Red alzarse sobre el magma que explotaba por el cielo y se hacía más intenso. Sin embargo, esos ojos anaranjados que estaba viendo en ese preciso momento me generaron más miedo que el propio magma. Su sonrisa fue misteriosa.

— ¿A… a quién…?

Intenté hablar, pero el dolor en todo mi cuerpo me lo impedía.

— ¿A quién busco? ¿Mi hermana, dices…? —completó Red la pregunta, y aquello le hizo reír de una manera despectiva— Ya te dije. Satoshi está implicado en todo esto.

— ¿Qué… qué tiene que ver él en…? —me detuve a pensar por un momento, y cuando las conexiones tuvieron sentido, abrí los ojos de par en par— No me digas que la persona que buscas es…

Red dibujó una sonrisa de oreja a oreja. En ese momento, sacó un pellejo de su bolsillo y bebió un gran trago de alcohol, y las gotas que derramó las secó con su manga.

— Hasta nunca, Green.

Lo que vino a continuación, sólo me hizo pensar en varias partes de mi vida que recuerdo con intensidad. Lo último que recordé fue el rostro de Blue mientras acariciaba su rostro por debajo de la piscina del oasis.


Misty

[VIDEO 6: The Immolation Scene]

Su respiración era entrecortada; la mirada que me dedicó por última vez era una mirada de esperanza. Mis lágrimas caían sobre su pálido rostro, mientras sus movimientos iban siendo cada vez más frágiles. Apreté su mano tanto que deseaba que no se fuera tanto del juego como de la vida real. Sí, Aquiles le había torturado, pero también lo había hecho Dracena, que le había puesto un veneno sobre su cuerpo y poco a poco ella se iba muriendo. Tal vez el alto mando que Gold había asesinado estuviese muerto, pero eso no quitaba el hecho de que Dracena estaba matando a Clair y que ésta se iría tarde o temprano para siempre de aquí.

— Kasumi…

La voz de Clair me sorprendió. Takeshi y Gold, que me esperaban un poco más allá, junto con Liza, que había llegado tarde con su Charizard para darnos apoyo con los demás Pokemon Charizard sobrevivientes. Iris era la única que se había quedado en el Valle Charizard para cuidar de los Pokemon Charizard que no habían sido aptos aún para batallar.

Les miré a los tres; estaban un poco más alejados, fuera de los escombros del palacio. A lo lejos, la actividad del volcán se incrementaba con mayor fuerza y pronto el magma llegaría al desierto, con aquellos destellos verdes y carmesíes que no sabía realmente a qué se debían.

— Cuida de los Charizard… los guanteletes…

— Lo haré…

— Sabía que serías la elegida —aquello le alegró mucho, aunque sentía el dolor del veneno sobre todo su cuerpo— Por favor, vence a Lance. Vence a los Cuatro Grandes. Te estaré esperando afuera de este juego, allá arriba —Clair miró al cielo, pero fue lo último que observó, porque justo después de que su mirada se petrificara y su barra de vida estuviese vacía, los pixeles la envolvieron y fluyeron junto con las corrientes de aire desérticas.

Me levanté y miré a mis compañeros. Era hora de irnos con las manos vacías de esta isla.

Emprendimos el vuelo sobre la isla. Las islas vecinas parecía también que estaban en un caos climático. A medida que cruzaba el desierto para llegar hacia las orillas de la costa, tuve varios recuerdos que ojalá hubiese borrado, pero de alguna manera me hacían mucho más fuerte. Antes de poder llegar, vimos tres siluetas vagando que levantaban sus manos con energía y esperanzas. Era el trío Rocket, que nos agradeció por haberles recogido en medio de la nada. De igual manera pudimos rescatar una docena más de jugadores que deambulaban cerca de ahí.

Cuando llegamos a orillas de la costa, Takeshi lanzó la señal de humo hacia el cielo. A un costado, en la Isla Kaminari, también pude notar que la señal había sido lanzada. Cerré los ojos en señal de alivio; sin embargo, cuando volteé hacia la isla Koori, ninguna señal todavía había sido lanzada. A lo lejos, noté cómo Whitney, miembro de la élite de Johto, venía a toda velocidad hacia nuestra isla junto con un pequeño escuadrón más de gente que se encargaría de llevarnos hacia la Isla Neutral.

El escuadrón llegó y la gente comenzó a subirse en los Pokemon voladores. El trio Rocket nos rebasó a todos para ser los primeros en montarse en los Pokemon. Gold y Takeshi estaban sumamente destrozados psicológicamente.

— Falta Green… Red… —mencionó viendo al volcán, pero sabía que ya no estarían ahí. Takeshi le dio unas palmadas en el hombro mientras él se tocaba la banda roja que tenía en la frente.

Whitney me tendió una mano para subir en el Pokemon volador en el que estaba ella. Sin embargo, miré hacia atrás. Liza estaba reuniendo a todos los Charizard que habían sobrevivido a la batalla; sin embargo, uno de ellos estaba mirando con atención a la isla Koori.

— ¿Qué sucede?

Liza no respondió. La realidad es que le había sorprendido aquello. Liza quiso acercarse, pero el Charizard parecía estar presenciando algo en aquella isla.

— Qué extraño —dijo finalmente.

— ¿Qué pasa?

— Este Charizard nota a alguien en la isla Koori —Liza observó al Pokemon, que parecía gemir de tristeza— Hay alguien en esa isla que el Charizard ya conoce y nota su presencia.

— ¿Qué?

— Como sea… creo que es sólo una equivocación, venga, Charizard.

El Pokemon se fue a rastras, mientras elevaba sus alas y seguía a la parvada de Pokemon que se dirigían de vuelta hacia la Isla Neutral. Sólo esperaba que en las otras islas el destino hubiese sido más fortuito.


Próximo capítulo: Isla Koori