Hola. Sí, reviví de entre las cenizas por enésima vez. Antes que nada, quiero comentar que he tenido problemas difíciles de superar. Entre la pandemia, el encierro y que tengo muchas cosas en la cabeza y una bomba de sentimientos guardados, la pasé difícil y no encontraba motivación ni de escribir, ni de levantarme, ni de nada. He estado yendo a terapia y me ha servido, supongo que es parte de la vida. No sé si aún haya mucha gente que lea esto, pero la poca que lo hace, les agradezco de corazón. Una parte de mi me hace seguir escribiendo esto por ustedes y sé que tarde o temprano terminaré. Sin más, me disculpo por la eterna tardanza, cuídense, usen curbebocas y no bajen la guardia, porque la situación cada vez enmpeora. ¡Nos leemos!


[Video 1: Genshin Impact Original Soundtrack: Symphony of Boreal Wind (Andrius Boss Theme — Phase II)]

[Video 2: Darling in the Franxx OST - 07 Counterattack]

[VIDEO 3: Cold Survival Music]

[VIDEO 4: 進撃St20130629 巨人- Attack on Titan - OST II]


Capítulo 130

Isla Koori


Serena

[Video 1: Genshin Impact Original Soundtrack: Symphony of Boreal Wind (Andrius Boss Theme — Phase II)]

Hielo: el estado sólido del agua. Un elemento que ciertamente no es tan cómodo estar alrededor de él. Las articulaciones se te paralizan, los pulmones se te llenan de aire gélido, la garganta se te cierra, el calor desaparece, el dolor aumenta en todo tu cuerpo y la sangre transita por tus venas más lento de lo que piensas.

Mi corazón, sin embargo, estaba tan acelerado debido al nerviosismo que tenía en estos momentos, que podía sentir la sangre fluir desde mi cabeza hasta los pies. El estómago me daba revueltas; quería pensar en el pasado, en el miedo, en la angustia y en el dolor. Un cúmulo de negatividad estaba tocando a la puerta de mis más profundos pensamientos, pero no podía permitir que me dominaran. No mientras estuviera montando mi Ryhorn en la línea frontal del escuadrón que estaba explorando un campo tan blanco y ventiscoso.

No podía permitirme retractarme en estos momentos, ni llenarme de fantasmas que me habían atormentado en el pasado. Si en este momento me hundía, todos se hundirían conmigo. Tenía que inspirar valor, confianza, valentía. Justo como Alain lo estaba haciendo, que estaba unos metros más adelante montado en su Charizard volando al ras de la nieve con Manon en sus espaldas. Capas de varios colores ondulaban sobre ambos personajes, haciendo que todo se viera tan colorido en un sitio tan blanco.

Habíamos estado recorriendo un campo vasto lleno de nieve y neblina, sin nada nuevo que se cruzara por nuestro camino. Volteaba a ver a mis costados, pero no podía ver con seguridad si el flanco izquierdo o el derecho tuviesen problemas; la ventisca era tan densa, que apenas podía ver unos cuantos metros hacia adelante la capa de Alain. La tranquilidad con la que nos encaminábamos hacia el frente había durado tanto tiempo, que esto a Alain le sorprendió demasiado. Ni siquiera un Pokemon megafusionado, o alguno de los Cuatro Grandes. ¿Qué estaba pasando?

Kalm se puso al nivel de mi Ryhorn mientras su Absol intentaba seguir el paso de todos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí, me dedicó una mirada un tanto consternada. Ambos sabíamos que algo extraño estaba pasando, pero…

— ¡Cuidado!

La primera señal de peligro había aparecido después de un buen tiempo. Sin embargo, no fue tan clara como pudimos haber imaginado, ya que el que había gritado había sido Tierno, que estaba entre los miembros de la línea frontal. Cuando volteé a observar lo que había pasado, uno de los nuestros y su Pokemon habían caído en la nieve y se quedaron atrás envueltos en las oscuridades de la neblina que cada vez era mucho más densa. Mientras intentábamos procesar lo que había sucedido, otro de nuestros miembros había caído inexplicablemente junto con su Pokemon. Su tropiezo había sido sumamente extraño, como si algún obstáculo se hubiera interpuesto en su camino. Al tropezarse y rodar por la nieve, algunos de nuestros compañeros no pudieron evitar estrellarse con el caído y se formó una carambola que nos mantuvo alerta.

— ¡¿Qué demonios?!

Grant había vuelto a todos lados. Korrina y Shauna incluso giraron la cabeza en busca de algún enemigo, pero al parecer no había nada cerca de nuestra posición. Si nuestros compañeros estaban cayendo, debía haber alguna razón para dicho problema.

Fue entonces que mi vista pudo notar entre la briza de la nieve un pequeño destello parpadeante. A unos metros más alejado había ocurrido una explosión apenas perceptible para todos; la cuestión era, que, entre la neblina, la tormenta de nieve y el sonido que se perdía en el ambiente a menos de diez metros, ninguno de nosotros podría haberlo notado con suma facilidad. Sin embargo, mi vista había sido lo suficientemente perspicaz para notar que se trataba de bombas de gas que estaban cayendo directamente desde el cielo.

—¡Alain! —Avisé, pero el líder de los Mega estaba fuera del rango de escucha, que no pudo notar que le estaba llamando. No obstante, Kalm, que se encontraba a un costado mío, interpretó mi lenguaje corporal para saber de inmediato sobre las bombas de gas.

Lo hizo a tiempo, porque justo en ese momento, una pequeña esfera negra parecida a una pokébola había caído en su posición, y por un momento se suspendió en el aire, mientras se comprimía y una pequeña luz roja en el centro de la diminuta esfera parpadeaba incesantemente hasta que liberó un gas tan potente, que Kalm por instinto se cubrió de brazos.

Pero mi rapidez y habilidad habían surgido efecto. El escuadrón de Kalos tampoco se había quedado atrás y saltó de los Pokemon que estaban montando para poder salvar a los compañeros que formaban parte de la línea frontal. Me abalancé hacia Kalm y lo embestí de tal manera que la onda de gas no diera contra su cuerpo; al aterrizar ambos bruscamente en la nieve, Absol y Ryhorn no tardaron en socorrernos, puesto que, si nos quedábamos más tiempo ahí varados, los que venían detrás de nosotros no alcanzarían a reaccionar al ver abruptamente nuestras siluetas en medio del camino. Le había perdido la pista a Alain y Manon, y la línea frontal pronto se estaba desorganizando. Las bombas de gas comenzaban a caer como copos de nieve, y eso no era bueno para nosotros.

— ¡Lanza la señal! —Le mencioné a Kalm, que estaba indeciso en si hacerlo o no, pero más valía lanzar una señal de humo amarillo. Tal vez eran bombas de gas, pero a final de cuentas afectaban al clima.

Kalm hizo caso, y aunque disparó al cielo, la señal se perdió entre la ventisca. Tragué saliva, el nerviosismo quiso de nuevo invadir mi interior, pero no se lo permití. Por más que otra bomba de gas se cruzó en mi camino, saqué la Firénix de llamas doradas y le di un tajo certero, rápido y seco que cortó a la mitad la esfera y evitó que explotara, para que cayera en medio de una nieve densa.

— ¡Esto no nos detendrá!

Mi grito disipó cualquier miedo que hubiese en la línea frontal. Los que habían caído, intentaron reincorporarse a como diera lugar, intentando cortar cualquier esfera que estuviera a punto de explotar. El grito de guerra se hizo presente, y la velocidad con la que la línea frontal comenzó a avanzar aumentó gracias a la valentía con la que los había contagiado.

Algunos se quedaron en el camino, pero supe que pronto recobrarían las fuerzas para seguir. Necesitábamos conseguir el Arco de Luz a como diera lugar; necesitábamos vencer a los Cuatro Grandes y salir de este juego de una vez por todas. No me iba a dar por rendida así de fácil. No después de todo lo que había atravesado; el sufrimiento, la angustia, la perdición ya no eran parte de mí. Ni siquiera el primer Pokemon Megafusionado que se atravesó en mi camino me detuvo. La señal de humo verde fue lanzada al aire; el tajo de fuego fue rápido, certero y mortal para que el Pokemon se quedara gimiendo sobre la nieve y las embestidas de Pokemon que iban a la carga enardecidos de esperanzas y coraje hundieran más en la nieve al enemigo que tarde o temprano explotaría en pixeles.

De repente, más Pokemon megafusionados finalmente habían caído como lluvia. Las bombas de gas de pronto dejaron de ser lanzadas por los mismos enemigos. Venían de todos lados, disipando la ventisca que nos cubría el horizonte. Era difícil predecir los ataques, puesto que apenas podíamos ver; sin embargo, sabía que esto no era cuestión de vista. El entrenamiento en la Fortaleza Catarata había servido de algo; haber intervenido para calmar a un Ash furioso y asesinar a una Diantha soberbia tampoco habían sido en vano. Tenía conmigo al mejor escuadrón que tenía el gremio. Habíamos empezado como nada: la historia de una niña indefensa que lo había perdido todo, conociendo a lo largo de camino a personas con sueños, metas y un propósito en común, pero con el sufrimiento aun sin cicatrizar. Por supuesto que temía que pasara lo mismo con ello a como pasó en el pasado. Por supuesto que el miedo me invadía las venas, pero ahora era diferente. Ahora, era la Fénix Dorada: el miedo me impulsaba a conseguir el coraje necesario.

— ¡Equipo Kalos!

No tardaron ni un instante. La formación, justo como cuando habíamos intervenido en la Guerra Celestial, se hizo presente. Nuestras capas ondearon en medio de los copos de nieve; la espada de fuego alumbró y disipó todo rastro de neblina, y a doscientos metros a la redonda, una docena de Pokemon megafusionados habían estado intentando atrapar a la presa más distraída.

[Video 2: Darling in the Franxx OST - 07 Counterattack]

Cuando alcé la espada, cada uno supo lo que tenía que hacer. La primera en tomar acción fue Viola que, de un momento a otro, se alzó por los aires con su Vivillon, mientras capturaba los momentos con su cámara fotográfica; sin embargo, estas fotos servían como distracción para los Pokemon megafusionados, porque sólo veían un destello en un lado, y al segundo siguiente, el destello del flash habían cambiado de posición. Aquello los perturbó y cuando quisieron tomar acción, era demasiado tarde: las extremidades de cada Pokemon megafusionado habían sido inmovilizadas por el hilo demora del cual Viola se había vuelto tan experta en manejar. No sólo ella había ayudado, sino que Korrina habían atado las piernas de cada uno mientras habían estado viendo a los flashes de la cámara en el cielo. Korrina hábilmente pasaba por entre las piernas de cada uno, pero no con sus patines, sino con unos esquíes que la hacían moverse más rápido sobre la nieve.

—¡Esto sí que es diversión!

Korrina reía mientras zigzagueaba por entre los Pokemon megafusionados que no tenían ya otra cosa que hacer más que mirar a sus enemigos. Por otro lado, Grant se había encargado de aquellos Pokemon megafusionados de tamaño colosal que no les bastaba con ser presos con hilos demora; el moreno había saltado de su Tyrantrum para escalar por el cuerpo de un Steelix megafusionado con un rostro parecido al de un humano, sólo que los ojos estaban casi deshechos y colgando de un rostro desfigurado. El Pokemon de acero gemía algo en el lenguaje humano; antes de que Grant pudiera adivinar si se trataba de algún suplicio o de un balbuceo, el hombre no dudó, escaló por su cuerpo a pesar del movimiento brusco que hacía para zafarse de los hilos demora y entonces cuando Grant estuvo en la punta de su cabeza, le propinó un golpe tan fuerte, que lo mandó al suelo de nieve para retorcerse de dolor, mientras pasaba a un Exeggutor que estaba a punto de romper los hilos demora. Shauna y Tierno, por el contrario, habían estado discutiendo en quién tenía que hacer el movimiento, pero entre sus discusiones sin sentido, parecía que esquivaban los ataques físicos de un Gurdurr megafusionado que atacaba con su viga de acero llena de sangre y fusionada con la pierna de uno de los jugadores. Shauna no supo en realidad si le había hartado que Tierno estuviera resguardando a todos, como deber de buen sanador, y no hiciera nada al respecto, o fue el hartazgo de que el Gurdurr sólo era un estorbo en la discusión entre ambos, lo que provocó que Shauna llamara a su Venasaur, sujetara al Pokemon megafusionado, y ella le propinara un golpe de veneno que lo mandó a volar fuera del radio de visibilidad.

Cuando la docena estuvo totalmente inmovilizada, el equipo de la línea frontal se encargó del resto, mientras yo ya tenía a la Firénix con las llamas doradas listas para que Grant me diera la señal.

— ¡AHORA!

El hombre tenía ya de nuevo su silueta encima del inmovilizado Steelix. Grant se apartó de ahí cuando pudo, porque atravesé al Pokemon de acero en dos, mientras una línea dorada de nuevo disipaba, esta vez, un kilómetro de nieve a la redonda debido a la potencia de mi ataque. Mi aura se había concentrado totalmente en el tajo que le propiné al Pokemon. Las llamas se sacudieron y rascaron un cielo nevoso, extinguiéndose al instante debido al frío. Poco después, los pixeles se hicieron presentes en el enemigo más grande que había en el campo de batalla.

— ¡Eso es!

— ¡Increíble!

— ¡Así se hace!

La línea frontal nos apoyó al mismo tiempo que ellos se veían contagiados de nuestra habilidad para lidiar con los Pokemon megafusionados. Kalm, por su parte, había estado observando toda la escena, y simplemente me dedicó una sonrisa de oreja a oreja junto con una mirada que jamás había visto en él: estaba contento de reencontrarse conmigo después de mucho tiempo.

Sin embargo, antes de que la felicidad y el coraje hubiese seguido contagiando el ambiente, una voz más adelante me había alarmado. La voz del jefe, Alain, había pronunciado mi nombre tan fuerte, que pude sentirlo a centímetros de mi oído, pero en realidad estaba más allá adentro de la tormenta de nieve que se estaba suscitando.

— ¡SERENA!

Su voz no parecía estar bromeando. En seguida me monté en mi Ryhorn, le asentí a Kalm para que respaldara aun a los que estaban batallando con algunos Pokemon megafusionados y me encaminé hacia adelante, donde no podía casi ver absolutamente nada. Sin embargo, mi sorpresa fue tal al ver una silueta negra que se atravesó en nuestro camino. La silueta me tomó por imprevista completamente, pero de manera fortuita no se trataba de algún enemigo, sino de la forma canina de Manon en aquella especie de molusco moldeaba a cualquier figura. Manon me ladró en señal de que Alain me estaba esperando más adelante, y el perro aceleró el paso para que mi Ryhorn también lo hiciera. Poco a poco, mientras recorría el camino, pude notar que la brisa de la nieve se iba apaciguando. Por ende, mis ojos comenzaron a tener más radio de visibilidad hacia adelante. Pude notar que la oleada de nieve en la que nos habíamos sumergido en un principio avanzaba del lado contrario al que yo lo hacía, en señal de que lo peor habría pasado ya y pronto se venía una calma para todos, o eso quería creer.

[VIDEO 3: Cold Survival Music]

Al poco tiempo vi sólo a Alain y a su Charizard, que yacían mirando hacia el horizonte izquierdo de la isla. El hombre parecía haber sufrido algún par de heridas, ya que su capa colorida había sido rasgada y tenía algunos rasguños en el rostro. Cuando llegué hacia él, no pude distinguir bien entre los copos de nieve y los pixeles que se suspendían sobre el aire. Había casi una docena de cuerpos que antes de observarlos bien con detenimiento, habían ya explotado para desaparecer. ¿Acaso… acaso Alain había asesinado a todos él solo?

No importaba pensar en eso ya, puesto que su mirada seguía fija en el horizonte, y eso me llamó particularmente la atención. El hombre de mata azulada movió las cejas hacia arriba y levantó levemente el mentón para indicarme que mirara hacia el punto despejado en el que podía divisarse a lo lejos algo en el cielo: una señal de humo de un color que realmente nadie esperaba.

— ¿Qué… qué significa?

— No lo sé —mencionó con preocupación. Por primera vez, le había visto consternado en todo este tiempo de conocerlo— Pero, quiero que vayas.

Tragué saliva. La señal de humo que el flanco izquierdo había lanzado a kilómetros de distancia se había ya dispersado, pero podía notarse aun el color azul índigo en medio de un día en donde el sol apenas podía asomarse en la isla debido a la densidad de la nieve en el firmamento. Parpadeé un par de veces más para cerciorarme de lo que estaba viendo en realidad era ese color. Algo había pasado en ese flanco, y teníamos que dar apoyo cuanto antes.

— Sé que la retaguardia se encarga de apoyar, pero con la tormenta apenas pueden ver lo que sucede. La línea frontal es la única que puede dar apoyo en estos momentos.

— Pero…

— Necesito que vayas. Sea lo que sea, sé que podrás con ello. Llévate a tu escuadrón. Una vez que investiguen que pasa, no regreses: avanza y llega al centro de la isla. No podemos perder más tiempo. Esto no es un juego —al terminar, Manon se volvió molusco y se colocó en el hombro de Alain, viendo también de manera preocupada el color azul del humo que se había lanzado hace ya tiempo.

— Alain, yo…

— ¡ES UNA ORDEN!

Su grito me dejó paralizada. El eco avanzó a través de la tormenta y se perdió ahí, pero su preocupación había aumentado a tal grado, que pude notar la respiración acelerada de su propio ser. Al mirarme fijamente por primera vez en mucho tiempo, noté que algo estaba mal. Alain sabía que el peligro estaba cerca, y que tal vez, sólo tal vez, el haber venido a las islas con todo el arsenal que teníamos podría haber significado un error. Sin embargo, mientras yo estuviera aquí viva, no podía permitir que esos pensamientos se adentraran en mi mente. Asentí, me erguí y me monté de nuevo sobre mi Ryhorn. Poco a poco, algunos de la línea frontal comenzaban a atravesar la tormenta para estar en el área de calma que tanto habían ansiado. Entre ellos, mi equipo completo, con algún par de heridas leves, había salido sin problemas de ahí; Kalm también estaba ya con nosotros.

Alain no dijo nada más, esperando a que ya partiera con mi equipo de ahí. No podía llevarme a nadie más.

— Serena, ¿qué…? —Shauna se había acercado, pero al ver la señal de humo azul, sus pupilas se dilataron de la impresión. Varios jugadores más también habían quedado impactados al ver un color que nadie esperaba ver.

— Equipo, conmigo…

Mi Ryhorn comenzó a avanzar; sin pensarlo demasiado, entre algunos suplicios de miedo por parte de Tierno y maldiciones por parte de Korrina, mi equipo Kalos me siguió la pista. Kalm, por su parte, había estado un tanto paralizado. Cuando Alain le miró en señal de aprobación, éste asintió para agradecer y se encaminó con su Absol junto a nosotros.

— Serena… —La voz de Alain me detuvo, mientras los demás se adelantaban. Kalm fue el único que aún podía escuchar lo que Alain me susurró.

Mis ojos se estremecieron un poco. El susurro que Alain me había dicho me mantuvo alerta, me despertó pensamientos de horror que había tenido en el pasado y sentí un estremecimiento doloroso en el estómago. Cerré los ojos para deshacerme de dicho pensamiento, asentí y fruncí el ceño en señal de determinación y coraje.

No dijo nada más. La nieve fue la encargada de desaparecer a Alain, Manon y el resto mientras nosotros nos encaminábamos hacia el lado oeste de la isla Koori. Cuando volteé hacia atrás para verificar si Alain seguía mirándonos con preocupación, ya no podía divisar nada debido a la densidad de la nieve, a pesar de la supuesta calma a la que habíamos entrado.

A medida que avanzábamos, la tormenta se iba alejando hacia el mar, pero hubo un punto en el que ya no pude divisar realmente si avanzaba o se había quedado estática. De cualquier forma, los pocos Pokemon megafusionados que habían interrumpido nuestro avance habían muerto y se me hizo bastante extraño que sólo una pequeña manada de ellos hubiese intervenido con bombas de gas y nada más. Sabía de antemano, que el flanco derecho no tenía problemas, porque Alain no había visto señales de humo en el lado este. El lado sur era un misterio, donde la retaguardia aún estaba atrapada en la tormenta de nieve; sin embargo, si resultaban sin intervenciones, les tomaría tiempo para saber que el flanco izquierdo había sufrido algún percance del cual no tenía nadie idea. Éramos los únicos que podíamos ver en realidad lo que había sucedido con ellos.

Y mientras avanzábamos, el silencio se hacía mucho más tenso. La preocupación que había percatado en Alain, lo aceptara o no, me había invadido la sangre. Kalm pudo notar aquello, y en realidad, él también había escuchado lo que Alain me había mencionado unos minutos antes de que partiera. A pesar de que él estaba montado en su Absol, su Pokemon se niveló con mi Ryhorn y extendió una mano para tomarme la mía. Aquello me tomó por sorpresa, porque mi mano estaba sumamente tensa y arraigada al cuerno de mi Pokemon. Cuando le miré de vuelta, él asintió en señal de que todo estaría bien.

Después de unos minutos avanzando hacia el oeste, la vista se había vuelto ya casi perceptible. La tormenta se había alejado; sin embargo, los pinos altos comenzaban a alimentar un suelo que había sido caracterizado por ser tapizado totalmente de blancura y soledad. Aquello hacía mucho más misterioso lo que nos deparaba en el oeste, porque la repentina abrupción de un ambiente espacioso a otro donde los pinos espolvoreados de nieve nos hacían ya casi imposible transitar tan rápido como habíamos estado acostumbrados. Así entonces, cuando los árboles fueron creciendo más y más hasta alcanzar los casi los diez metros de altura habiendo unos dos y medio metros de separación entre un pino y otro, tuve que bajar de mi Ryhorn, al igual que mi equipo de sus respectivos Pokemon. La caminata, esta vez, fue solitaria, misteriosa, taciturna. Cada uno de nosotros estaba al acecho de lo que había pasado, de lo que estaba pasando o de lo que pudiera pasar. Miraba de un lado a otro, divisando cada movimiento extraño, cada montículo de nieve que caía súbitamente al suelo debido al peso excesivo en las ramas alargadas de los pinos. Sin embargo, el silencio era el reino de aquel bosque de pinos. El frío, por el contrario, aumentaba más en la sangre, no por la temperatura, sino por el miedo del que cada uno de nosotros extrañamente se estaba apoderando.

Nuestros Pokemon al acecho, nuestras miradas recorriendo cada rincón de lo que nuestra vista pudiera abarcar. La tormenta, por el contrario, se había ido, pero aún había copos de nieve y neblina suspendidos sobre un espacio donde el viento no existía. La calma excesiva del bosque de pinos comenzaba a erizarme la piel. El silencio había reinado tanto tiempo, que no era normal. ¿Dónde estaba todo el flanco izquierdo? ¿Qué había sucedido en este bosque? Recordé entonces la señal de humo azul; miré hacia el cielo, y me di cuenta de que no muy lejos de nuestra posición, el montículo esparcido de humo aún seguía suspendido sobre el aire. Seguí con mi mirada el hilo de humo hasta casi llegar a tierra. No estábamos tan lejos de donde se había disparado la señal. Si llegábamos ahí, seguramente encontraremos a alguien que nos pueda decir lo que había sucedido.

No tuve que decirle al equipo Kalos y a Kalm lo que debíamos hacer; estaba muy en claro que teníamos que llegar a ese sitio con toda la discreción del mundo. En cualquier momento, una manada de Pokemon megafusionados podría aparecer desde lo más alto de los pinos; quizá peor: alguno de los Cuatro Grandes nos estaba esperando en una emboscada y no dudaría en asesinarnos cuando nos tuvieran presos. El corazón entonces comenzó a palpitar a cien pulsaciones por minuto a medida que nos íbamos acercando. Entonces, antes de que hubiésemos llegado al punto de reunión, me llegó ese característico aroma a desastre, a muerte, a caos. El aire se llenó tanto de aquel olor, que mis pasos se detuvieron súbitamente y se hundieron en la nieve. Aspiré una vez más con mi nariz: la sangre había sido derramada cerca. Volteé a observar a mis amigos, que no dudaron ni un segundo en estar listos para el combate en medio de un ambiente tan sereno y apacible. Sea lo que sea que hubiese pasado aquí, sabía que no había dejado ninguna buena sensación. Me gustaría pensar de manera positiva e imaginar que el flanco izquierdo tuvo una batalla aquí con Pokemon megafusionados, venció y abandonó este bosque de pinos para seguir adelante. Otra parte, por el contrario, me decía que todos habían muerto por la intervención de los Cuatro Grandes. Tragué saliva. En realidad, no sabía qué significaba aquella señal de humo azul. ¿Un nuevo enemigo? ¿Un nuevo ataque?

— ¡Serena! —La voz de Kalm me sacó de pronto de mi apacible estado.

El chico había señalado hacia la pistola que había lanzado la señal de humo color índigo. Estaba ahí abandonada, rodeada de salpicaduras de sangre y algunos pinos que habían sido cortados enteramente a la mitad. Me acerqué lo más rápido que pude, sin bajar la guardia ni un segundo. Cuando la tomé, noté que la sangre en el mango de la pistola aún seguía fresca; algún par de pixeles seguían volando alrededor, suspendidos en el aire. Quizás, sólo quizás, el miedo me hacía ver los copos de nieve como pixeles. ¿Quién en su sano juicio, dejaba a sus enemigos con sangre teñida en la nieve?

El equipo Kalos también inspeccionó la zona sin encontrar nada más que sangre derramada en los troncos que goteaba de las astillas partidas a la mitad de los pinos. Korrina, la más rápida en inspeccionar debido a su equipo para esquiar en la nieve, pudo notar en algunos pinos más adelante las rasgaduras voluminosas y profundas provenientes de una criatura que, en principio, nos indicaba que no era para nada pequeña. Al acercarme al tronco con tres líneas profundas en el tronco más grueso del pino, descarté automáticamente que se tratara de alguno de los Cuatro Grandes en persona. Ellos no se convertían en Pokemon megafusionados, y si lo hacían, estaríamos hablando de una habilidad nunca vista de su parte. Tal vez podría hablarse de alguno de sus subordinados megafusionados, tal como cualquier otro al que hemos asesinado, o puede que fueran los rasguños de algún Tyranitar de un miembro nuestro del gremio Mega. Podía pensar en un sinfín de posibilidades, pero mi lógica me indicaba lo contrario: en ningún momento, en ninguna circunstancia, algún Pokemon amigo o enemigo había dejado un festín de sangre fresca a su paso. Incluso, los rasguños se repetían en algún par de pinos más, como si hubiera avanzado a diestra y siniestra masacrando al flanco izquierdo.

— No hemos sido nosotros… —afirmé con un nudo en la garganta, mirando hacia adelante— El flanco izquierdo estuvo en problemas.

Mis palabras hirieron de alguna manera a todos los presentes ahí. Los problemas habían comenzado ya; la señal de humo azul nos había indicado claramente que era un enemigo no identificado, y supuse de antemano que las bajas en el flanco habían sido considerables. Si mal no recordaba, los que lo lideraban habían sido Chili, Cress y Cilan. Sólo Arceus sabían en realidad si seguían vivos. No podía abrir el menú de mi juego y ver si estaban aun conectados porque el simple hecho de estar en un nivel secreto del juego imposibilitaba siquiera abrir mi mapa del juego.

Temía lo peor. En verdad lo hacía, y por más que caminamos un par de minutos más por el bosque, no había señales de vida de amigo o enemigo. ¿Es que acaso este silencio era mucho peor? Parecía que sí, y por cada segundo que pasaba, deseaba cada vez más encontrarme con algún sobreviviente que me dijera qué era lo que había pasado. Sin embargo, mi mente me había hecho pensar las cosas menos deseables, porque no pude describir el horror que sentí al ver finalmente apoyado sobre la base de un pino a un jugador que parecía no tener la mitad de su cuerpo para abajo. Los pixeles poco a poco salían de su cadera para perderse en el aire; a su alrededor, la sangre iba tiñendo la nieve como un lienzo de pintura; su mirada, esos orbes carmesíes, perdidos en la nada, pero con un pensamiento concreto en la mente que me indicó que lo había dejado traumado por completo; su rostro, conocido para todos, desconcertado, horrorizado, sombrío; el dolor, ya sin sentirse en lo absoluto. Estaba a punto de morir.

— ¡CHILI! —Tierno fue el primero en llegar hasta el sujeto. Sin perder ni un segundo, se envolvió en su aura y comenzó a curarle, pero parecía ya todo perdido. No había nada que hacer ante un cuerpo partido a la mitad.

EL hombre ni siquiera notó a Tierno ni a Shauna que parecieron acercarse sin delicadeza alguna y sin el horror de verlo en ese estado; Viola se cubrió la vista y sus pupilas se dilataban mientras mantenía un grito ahogado; Grant parecía haberlo invadido un sentimiento de rabia inexplicable; Kalm retrocedió un par de pasos debido al susto; yo, por mi parte, apreté los puños por la impotencia que sentía. Si tan sólo hubiéramos llegado minutos antes; si tan sólo hubiera preferido estar en el flanco izquierdo para protegerles…

El crujir de la nieve como hielo se hizo presente en mis pasos lentos y profundos. Cada paso era un martirio, porque en realidad no quería averiguar qué es lo que había pasado debido al miedo que me invadía la curiosidad. Temía que fuese peor de lo que hubiera imaginado.

— Chili… —mencioné con una voz fría. No podía permitirme verme horrorizada; no podía mostrarme así en sus últimos segundos de vida.

Parecía que mi voz, ni la presencia de todos lo hubiese sacado por completo de su trance. Estaba perdido en sus recuerdos recientes. Estaba en un trauma completo. Por lo tanto, tenía que acercarme y tocarle; aunque tuviese miedo de esa mirada vacía, asco por ver los órganos virtuales de la mitad de su cuerpo, tristeza por saber que un miembro importante estaba a punto de morir. Aun con toda esa mezcla de sentimientos, tenía que acercarme, sacudirle el hombro, y hacer que hablara.

— ¡Chili! —mi grito se convirtió en eco que invadió un bosque alarmado y herido. Sus ojos, súbitamente, me miraron. Al principio no pudo reconocerme, pero después de un pequeño momento, sólo pudo mencionar el nombre de sus hermanos: Cress y Cilan. Lo hizo arrastrando las palabras y con un nudo en la garganta que dejaba mostrar aun el trauma de la batalla. — ¡¿Qué ha pasado con ellos?! ¡Chili! ¡Responde, maldita sea! ¿Qué les ha pasado? ¿Qué es lo que vieron?

— Cress… lo vi con mis propios ojos… yo… y-yo… —Se calló. Al parecer, volvió a recordar el momento en el que sea lo que sea que los hubiera atacado, él presenciaba la muerte de su hermano peli-azul.

— ¿Cilan? ¿Qué hay de él?

— No lo sé… yo… todos… Sólo era uno… Uno sólo pudo con nosotros y…

A la mierda el flanco izquierdo. Sabía que todos estaban muertos ya. Sin embargo, aún no podía responder la pregunta importante:

— ¿Quién lo hizo, Chili? ¡¿Quién hizo esto?! —Mi grito desesperado era más debido al temor de que no pudiera responderme que a la incertidumbre sobre saber a qué nos enfrentábamos.

Sin embargo, no respondió. Su último aliento, el apagar de su mirada y su barra de vida vaciándose por completo hicieron que se envolviera en unos pixeles que, aunque no lo deseábamos en absoluto, agradecimos para no seguir viendo el terrorífico estado en el que se encontraba.

— ¡Mierda! —Tierno maldijo.

Nos quedamos en silencio un rato; por primera vez, no sabíamos en realidad qué hacer. No había obtenido respuesta alguna, más que verificar que el flanco izquierdo estaba totalmente aniquilado. Si esto continuaba así, estaríamos todos aniquilados antes del anochecer; ¿en verdad habíamos estado preparados para llegar a estas islas y enfrentarnos a los Cuatro Grandes?

Mi tensión comenzó a invadirme, pero agradecí la súbita interrupción de la retaguardia que había llegado finalmente debido a voces apacibles que se escuchaban a lo lejos; entre ellas, pude reconocer la voz de Elesa, líder del escuadrón Unova. A su lado iban Roxie y Skyla que caminaban y observaban los tintes de sangre que habían adornado el terreno. Cuando nos vieron, se encaminaron apresuradamente hacia nosotros, que parecía seguíamos desconcertados por ver la muerte de Chili. Los demás miembros de la retaguardia estaban explorando el lugar, pero ellas tres se acercaron para preguntarnos qué era lo que había pasado.

— Están muertos.

Las palabras habían salido de mi boza de manera seca. Las miré fijamente; Elesa fue la que no pudo contener las lágrimas, pero inmediatamente se las secó para mostrarse fuerte. Roxie, por el contrario, con la ira que le caracterizaba, agarró la guitarra que tenía colgando en su espalda para intentar atacar a lo que fuera para desquitarse.

— ¿Quién lo hizo? —cuestionó Skyla, quitándose la capucha de su capa en señal de sorpresa — ¿Los superaron en número…?

— No lo sé —espeté. Estaba intentando controlar mis emociones, mi miedo, mi incertidumbre— Pero no creo que sea algo a lo que ya nos hayamos enfrentado antes.

Aquello no les gustó. Evidentemente habían visto la señal de humo una vez que se alejaron de la tormenta, pero jamás nadie hubiese imaginado que el flanco entero estuviese muerto.

— Bien… —Skyla fue la primera en hablar— Pues lo mejor que podemos hacer es dividirnos; seguir buscando algún sobreviviente. Por suerte, la retaguardia aún tiene bastantes energías porque no nos hemos enfrentado a nadie. Por ahora la prioridad es buscar a nuestros camaradas vivos, porque sin alguien que nos diga qué es a lo que nos enfrentamos, no podremos…

— No —interrumpí bruscamente, aun con mi mirada puesta en el recuerdo de un Chili que parecía haber sido traumado por la brutalidad del enemigo. No podía permitir que perdiéramos más tiempo en este bosque. Si un solo enemigo había causado esto, no quería imaginarme lo que podría pasarle al resto que estaba en esta isla y en las islas vecinas. ¿Dónde estaban los Cuatro Grandes? ¿Dónde estaban los demás miembros de esos cuatro gremios que se megafusionaban? Seguramente, se habían dividido en las otras dos islas. Claro estaba que la sola presencia de un enemigo que había causado todo esto era suficiente como para distraernos, mientras las otras fuerzas enemigas concentraban todas sus fuerzas en las demás islas. Por primera vez en mi vida, tenía claro que la retirada era lo más sensato en este momento. Sí, apenas estábamos adentrándonos a la isla; sí, habíamos apostado todo o nada para venir aquí; sí, teníamos la fuerza suficiente como para enfrentarnos a los Cuatro Grandes, pero algo tan poderoso como lo que había sufrido el flanco izquierdo no era para subestimar. Sabía que teníamos que retirarnos, y teníamos que avisar a las demás islas. Tenía que avisarle a Alain. No podíamos quedarnos aquí, perdiendo el tiempo en buscar a un sobreviviente, porque el resultado final sería aumentar las muertes de nuestra tropa.

— ¿Serena…? —Grant me había interrumpido en mis pensamientos lógicos. Todos estaban esperando una respuesta, y debido a mi expresión, Elesa supo a lo que me estaba ya refiriendo.

— Ve… —le mencioné a Elesa— Necesito que informes a las islas vecinas. Necesitamos hacer la retirada. No podemos con esto.

— ¿Qué? —Korrina fue la que actuó de inmediato— Serena, nuestras vidas dependen del Arco de Luz. Estamos dispuestos a sacrificarnos por el arma. Alain lo sabe.

— Odio admitirlo, pero Korrina tiene razón —Shauna mencionó con un poco de timidez.

— Sí, Serena. Entiendo que estés abrumada por lo que está pasando. Sabemos lo que has sufrido en el pasado, pero esta vez no será así. Estamos dispuestos a pelear con todo el corazón para triunfar. No hemos venido aquí en vano —argumentó Viola.

— Aunque muera de hambre, me quedaré aquí —la barriga de Tierno rugió.

— Todos nos quedaremos Serena —afirmó Grant—. No creo que…

— ¡NO VAN A GANAR!

Mi grito los sorprendió a todos. Al producir un eco doloroso que viajó por todo el bosque, las hojas, nieve y el aire teñido a sangre sintieron la liberación de todo lo que tenía dentro. El temor se hizo palpable, pero de alguna manera, al gritar lo que había pensado, me sentí mucho mejor, pero al mismo tiempo, sentí que la verdad nos dolía a todos.

— ¡MIREN ESTO! —Volteé a la sangre; volteé hacia la soledad. Un flanco había sido aniquilado por un solo enemigo— ¡NO PODEMOS GANAR! ¡NO PODEMOS VENCER A ALGO QUE HA HECHO ESTO! ¡SÉ QUE SUS CORAZONES SON FUERTES, PERO A VECES NO SÓLO BASTA TENER CONVICCIÓN! ¡ESO NOS PUEDE MATAR!

El silencio de nuevo se hizo presente. Kalm se acercó hacia mí, me tomó del brazo, aunque hice un leve movimiento para que me dejara en paz, pero el calor de su guante me reconfortó un poco. Estaba abrumada; el miedo por primera vez se estaba apoderando de mí. No podía reconocerme. No era la Serena que había entrenado tanto para llegar a esta situación y dejarme llevar por emociones, pero es que… es que tenía razón. No sabía a lo que nos enfrentábamos.

— Ya la escucharon —Elesa asintió— Iré a notificar a la Isla Hi, que es la isla más cerca. Skyla, necesito que notifiques al flanco derecho. Serena, notificarás a Alain y le comentarás lo sucedido. Sé que estará de acuerdo, porque sé que confía en ti. Si dices que no podemos ganar esta batalla, yo te creo. ¡La retaguardia se dividirá en tres: unos con Serena, otros con Skyla y el tercer grupo conmigo! ¡Roxie, irás también conmigo!

Asentí y miré a sus ojos. La retaguardia completa apoyó su decisión, y mi propio escuadrón también lo hizo. Hubo un momento en que mis ojos y los de Elesa se miraron fijamente, sabiendo que la confianza estaba ahí, que el miedo estaba ahí, que la incertidumbre estaba ahí, pero había algo que me hizo sentir segura: todos éramos una familia. El Gremio Mega no se iba a abandonar a sí mismo incluso en los peores momentos.

— ¡Bien, manos a la obra!

— Elesa… ve con precaución —Skyla mencionó, después, volteó hacia mí y asintió en señal de que pronto nos reencontraríamos. Sentí un nudo en la garganta, pero supe instantáneamente que era debido al misterio de lo que nos iba a deparar un futuro no tan lejano.

El simple hecho de pensar en cómo todo el flanco izquierdo había sido aniquilado por un solo enemigo no identificado me revolvía el estómago. La sangre en los árboles, en la nieve, y en la capa de un jugador que vi de reojo me hicieron casi vomitar, pero tuve que controlarme, armarme de valor y alzar la frente.

— ¡En marcha! —mi grito envolvió de coraje a la mitad del grupo de retaguardia que nos iba a acompañar. Subí en mi Ryhorn, éste emprendió la marcha y mi equipo de élite y la mitad de la retaguardia me siguieron en nuestro camino hacia el norte, donde seguramente Alain estaría dirigiéndose.

Recuerdo lo que Takeshi nos había mencionado sobre esta isla: fría, solitaria, con pinos invadiendo la mayoría de la isla, sin muchos terrenos abruptos en pendientes ni montañas que impidieran la vista hacia el otro horizonte oceánico. En realidad, esta isla tenía un terreno muy fácil de recorrer, si no fuera por el clima. Las tormentas de nieve iban y venían, congelando el aire la mayor parte del tiempo y el inmenso lago que se encontraba en el centro de la isla, al que Alain, en un principio, quería dirigirse. Sin embargo, tenía que impedírselo. No podíamos ganar una batalla en la que un simple enemigo había aniquilado él solo al flanco izquierdo. No es que no confiara en mi equipo, pero sabía cuándo debíamos retirarnos. Sabía el momento en que teníamos que desistir, armar un plan mejor y pensar con claridad.

— Serena…

Kalm me había nivelado junto con su Absol. Habíamos estado atravesando el bosque para volver a adentrarnos en un desierto de nieve un tanto despejado. Más adelante, podía notarse otra oleada de una tormenta de nieve en la que pronto nos íbamos a adentrar. Al voltear a ver a Kalm, éste se notaba preocupado.

— ¿Qué crees que haya sido…?

Era una buena pregunta. No contesté y me limité simplemente a pensar en lo que este enemigo podría significarse. Claramente no era alguno de los Pokemon megafusionados a los que estábamos habituados a enfrentar; tampoco se trataba de alguno de los Cuatro Grandes ni alguno del Cuarteto Asesino. De cualquier manera, si se trataba de alguno de ellos, no sería en su forma humana… ¿Qué es a lo que nos estábamos enfrentando? Sólo había una opción que pasó por mi cabeza muy a la ligera: las probabilidades de que esa opción fuera viable eran casi nulas. Lo sabía. ¿Por qué? Porque Alain me lo había mencionado alguna vez.


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Adelante.

La voz adentro del aula la había sacado de sus pensamientos. Serena estaba aguardando; ni siquiera había tocado la puerta tres veces para que Alain pudiera presenciar a la traidora al gremio Mega frente a sus aposentos.

Nuevamente, como era de esperarse, Alain estaba ahí afuera, unido a la terraza que lo tranquilizaba y lo hacía meditar sobre muchas cosas en particular. Los ojos color índigo unidos al color mismo de un océano vasto y misterioso que se extendía en el horizonte de aquel nivel secreto. La muralla de la fortaleza, apenas como una pequeña línea de concreto que rodeaba un centenar de edificaciones pertenecientes a toda una familia que él mismo había construido a lo largo de este tiempo dentro de Pokemon Battle Online.

La Fénix Dorada, como la gente alrededor de todo el juego virtual le había apodado después del suceso que ocurrió en la ejecución de Citron, se había mantenido en el centro de la habitación, como si sus botas de hierro pesaran más de lo habitual. Alain, por el contrario, seguía inmerso en esos misteriosos pensamientos que parecían más una conversación interna con el horizonte que la noche le regalaba.

Ese chico… —Alain entrecerró los ojos de una manera que su misma expresión no podía comprender. Parecía intentar recordar lo que ella misma le había dicho una vez que volvió al gremio y se salvó de ser exiliada o asesinada por traición. Las cosas se habían calmado ahí, pero allá afuera, en el verdadero PBO donde los Cuatro Grandes estaban comenzando sus primeras etapas de una dictadura compartida, la situación era peor de lo que hubiera pensado. No obstante, Alain sólo estaba pensando en una sola cosa: en ese hombre que logró megafusionarse— Satoshi…

El nombre que pronunció Alain hizo que Serena levantara la vista.

No es la primera vez que ocurre la Megafusión dentro del juego; sin embargo, es la primera vez que todos los jugadores notan lo peligroso que puede llegar a ser. Un poder increíble, pero mortal.

¿Mor-mortal…?

Verás… —finalmente, Alain se dio la media vuelta. Súbitamente, Manon llegó escalando como molusco las orillas de la terraza, hasta colocarse en el hombro del líder—. Es un gran poder, pero trae consecuencias fatales.

¿A qué… a qué te refieres?

Serena… la megafusión es tan poderosa, que necesita a cambio tu energía. El usarla implica un sacrificio.

¿Quieres decir que Satoshi…?

Oh no, Satoshi… él está bien. Lo que temo es que… —Alain volvió el cuerpo hacia el horizonte, puso las manos sobre el barandal de piedra de la terraza, mientras Manon se convertía en el canino pixeleado y lanzaba un par de aullidos a una luna que poco a poco se iba escondiendo entre la línea del mar y el firmamento—… hay más que una simple megafusión, Serena. Lo arriesgado no es que puedas usarla, sino que la puedas usar con cualquier Pokemon. Entre más fuerte el Pokemon, más riesgosa es.

¿Con… con cualquier Pokemon?

Apuesto mi vida entera a que ni siquiera los Cuatro Grandes, conscientes de lo que es la Megafusión, estarían dispuestos a usarla con Pokemon más fuertes. No serían tan estúpidos.

¿Qué… qué clase de Pokemon hablas?

Alain no volteó. En cambio, Serena miró hacia la forma canina de Manon. Su aullido la estremeció no por el hecho de que era muy agudo, misterioso y solitario, sino por el hecho de que en esa habitación había un hombre que para poder salvar al canino que aullaba, tuvo que experimentar ciertos sucesos que lo llevaron al temor de dicho poder. Alain no necesitó responder; el aullido lo hizo por él.


Kalm observó mi mirada y se sorprendió al ver que tal vez tenía una idea de lo que podría tratarse. En realidad, no había mencionado nada al respecto; ni siquiera quise pensarlo, pero el pensamiento había estado deambulando vagamente por mi mente, como si fuera el último recurso que llegase a pensar en una situación desesperada. Sin embargo, los indicios que había presenciado en el bosque habían alimentado más aquel pensamiento hasta que se había vuelto en un miedo inexplicable. Sí. Ahora sabía realmente por qué tenía miedo. Sabía la fuente de aquellas dudas y ganas de vomitar que había tenido. Un miedo irracional, que después de todo el entrenamiento que había pasado, no se había experimentado desde que me quedé sola después del asesinato de todo el Gremio Novato. Un miedo que me recordaba a mis orígenes, a lo débil que era, a lo que un enemigo como Mirto podía ser capaz de hacer a la gente que subestimaba los horrores de este juego en el que estábamos inmerso.

No podía permitirme que esto volviera a pasar. Es decir, no que más personas murieran, porque las personas vivían y morían sin tener el verdadero control absoluto de eso en mis manos. Sabía que no quedaba en mí el controlar el destino de mis seres queridos, ni lo que podía pasarle, pero de algo estaba muy segura: podía controlar lo que pasaba en mi interior. Podía ser capaz de dominar los monstruos que había en mí, y para ello, tenía que aceptar los pensamientos que invadían mi mente como un virus que poco a poco carcomía todo mi sistema inmune. Un virus del cual tenía que ser consciente, enfrentar y vencer a como diera lugar.

La tormenta de nieve estaba cerca; pronto íbamos a adentrarnos de nuevo a una cortina de nieve que nos nublaría la vista por completo. Sin embargo, tenía que ir a través de mis pensamientos antes de adentrarme a una tormenta. Tenía que clarificar más la tormenta de mi interior que la del exterior, y para ello tenía que aceptar el miedo que sentía mi cuerpo entero al pensarlo.

Recordé las garras en los troncos; sentí un escalofrío y acepté que el miedo había paralizado mis pulmones al ver aquello. Recordé a Chili morir con el trauma del enemigo; recordé su mirada vacía y sentí cómo mi voz se había ahogado con sus propias palabras al notar que el miedo se había apoderado de mí. Recordé la sangre teñida en el suelo; sentí el estómago revolverse en mis adentros. La sangre olía, la sangre me recordaba a la muerte, al pasado oscuro que tuve y a lo débil que era. Sin embargo, esa misma sangre llegó a mi como una bofetada. La sangre manchada en la capa de un usuario de la retaguardia.

Abrí los ojos de golpe. ¿Por qué había sangre en uno de aquellos jugadores? Recordé entonces a Skyla mencionar que la retaguardia no se había enfrentado a ningún Pokemon, y toda esa tropa había llegado a nuestra posición sin siquiera inspeccionar detalladamente el perímetro como para que uno de ellos se bajara y se manchara accidentalmente con algún tronco teñido de la sangre de los jugadores muertos. ¿Por qué había sangre en su capa?

— Kalm…

Al nombrarlo, él notó inmediatamente mi preocupación. Había una persona más entre nosotros. Había un usuario desconocido para el Gremio Mega, y no lo había notado anteriormente, porque no me había adentrado totalmente en mis pensamientos.

Fue entonces cuando jalé un poco el cuerno de mi Ryhorn para que se detuviera. La cortina de la tormenta de nieve ya estaba a metros de alcanzarnos. Era demasiado tarde, pero aun podía ver al jugador; aun podía ver la capa manchada de sangre.

Al detenerme, la inercia de los jugadores que me seguía detrás de mí me rebasó. Mi equipo de élite no se percató al instante que me había detenido. Los jugadores me pasaban uno a uno, como si fuera un obstáculo que debían evitar. Uno a uno, su capa ondeaba al compás de un viento súbito e intenso debido a la ventisca que se estaba adentrando en nuestro escuadrón.

Varios tipos de Pokemon me rebasaban; una docena de jugadores que formaba parte de la retaguardia también me rebasaban, sin siquiera algunos notar que yo me había detenido. Kalm se perdió entre los jugadores que seguían avanzando. Mi vista estaba atenta, uno a uno, esperando ver una mancha de sangre en alguno de ellos. Entonces, de entre varios jugadores, pude ver un color mucho más rojizo en una del casi centenar de capas que me rodeaban. Lo tenía; tenía al traidor entre nosotros. Tenía a un jugador que posiblemente sería el responsable de todo esto. No lo dudé más. Tragué saliva, desenvainé mi espada, me apoyé en la espalda de mi Ryhorn y di un salto tan amplio que llegó justo encima del jugador misterioso. Las llamas envolvieron el metal frío de mi sable, al mismo tiempo en que nos adentrábamos en la neblina de nieve y me impidió ver el rostro encubierto del jugador, pero de algo estaba seguro: cuando noté el nombre de su avatar, sentí que mi corazón se encogía: "Yveltal". Una simple letra que me dio indicios suficientes de lo que estaba a punto de pasar.

La neblina lo cubrió todo, pero pude oír que antes de clavar mi espada en la espalda de aquel jugador, un Charizard intervino para sacrificarse; era el mismo Charizard en el que el jugador estaba montado. No hubo tiempo para más, ya que el jugador saltó, se quitó la capa que se perdió en la tormenta de nieve y noté un brillo cegador que me envolvió después de aterrizar bruscamente sobre la nieve. Un brillo que de pronto, se convirtió en algo que jamás había visto en mi vida.

El rugido de un ave se hizo presente, pero era un rugido distorsionado y combinado con el de una persona, como si las cuerdas vocales tanto del Pokemon Legendario como del humano se fusionaran. El tamaño era colosal, las alas en forma de brazos de humano y garras de Pokemon estaba torcidas y largas, sus patas pequeñas soportaban el peso de un cuerpo deforme que se asemejaba al de un ave rojiza, con un hocico puntiagudo salivoso y dientes humanos que hacían más espeluznante su apariencia. Ojos carmesíes que se podía notar a través de la tormenta de nieve.

Aceptaba el miedo que corrió por mis venas. En algo había estado segura desde que sugerí la retirada de la isla: no podíamos ganar ante un Pokemon Legendario Megafusionado.


Próximo capítulo: "Y"