Hola! Sí, como siempre. He resurgido por enésima vez. Quizá este discurso ya se lo sepan. No tengo mucho que decir. Me dio covid dos veces, la segunda vez por esta variante ómicron que tanto se expande. La pasé mal, no se los puedo negar. Entre varias cosas más de la pandemia, por salud mental, trabajo, universidad, decidí sanarme tanto psicológica como físicamente. Me alejé de mi historia, abandonandola a medias y es algo que poco a poco mi cabeza me decía que debía retomarla. Eventualmente llegué al punto en que sané y aunque acabo de salir por segunda vez del covid, aun mi cabeza me decía que aunque ya me encontraba bien, debía retomar la escritura.

Sin embargo, después de mucho tiempo, la motivación era lo que faltaba. Por más que me encontraba con la necesidad de continuar la historia, hay cosas que olvidaba de la historia que yo mismo había escrito y eso hacía que perdiera la motivación. Entre problemas personales, tiempo transcurrido y esta pandemia de mierda, la falta de motivación ha hecho que me tomara todo este tiempo de pausa. Y sin embargo, heme aquí una vez más. No he muerto, afortunadamente; tampoco puedo decir que estuve a punto de hacerlo, porque no llegué a parar en un hospital, pero sí tuve la certeza y el pensamiento de que pude llegar a tener un tanque de oxígeno a mi lado.

Afortunadamente y gracias a la vida sana que he llevado, pude librarla. Y no puedo irme de este mundo sin terminar esta puta historia que más que una obligación, es algo que quiero hacer pero que por ciertas adversidades he detenido muchas veces. No espero a que retomen la lectura, simplemente es algo que quiero hacer por logro personal. Sea como sea, sólo espero que se cuiden, tomen sus precauciones y valoren la vida que tienen y a sus seres queridos. Sea que me sigan leyendo o no, les deseo buena vibra y ojalá puedan acordarse de esta historia. Faltan 6 capítulos para el final de temporada, no es mucho, pero es trabajo honesto.

No espero reviews ni visitas, sólo volver a la motivación de antes y a volver al Jovat de antes. Muchas gracias y que lo disfruten tanto como lo disfruté yo.


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[VIDEO 2: Your Father | Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings OST]


Capítulo 131

Yveltal


La confusión es uno de los sentimientos que más sacude al alma. Viene acompañada de desorientación, incertidumbre, ansiedad, desconfianza y unos pequeños tintes de miedo. Esto genera en el jugador algo más que sólo la petrificación pura de su alma. Genera un momento de duda que, al principio, es irrelevante para la persona en sí, pero conforme pasa el tiempo, esa confusión se apodera de su cuerpo completo hasta que esa pequeña porción de miedo comienza a apoderarse de la propia confusión y la convierte en un trauma del cual muy poca gente es incapaz de vencer.

Sin embargo, cuando la confusión pasa directo al trauma, el impacto que genera es tan intenso, que no sabes en realidad qué es lo que ha sucedido. Tu respiración se agita, tus recuerdos de hace un par de minutos se vuelven borrosos, tu pensamiento lógico se esfuma y no recuerdas siquiera tu nombre.

Incluso, el trauma podía confundir los cinco sentidos de una persona, y claramente el sujeto que estaba aprisionado por un hilo demora inmovilizando sus manos y pies era gran testigo de cómo, aunque su vista estaba fija en las llamas de la fogata, no podía procesar lo que estaba sucediendo. Una luz que le hacía perder la conciencia de lo que pasaba a su alrededor, que le hacía recordar a la persona misteriosa que le había atado y que, por alguna extraña razón, le había mantenido con vida. ¿Quién era ese jugador? Mejor dicho, ¿quién era aquel que estaba inmovilizado y traumado de por vida? No importaba ya. La sangre emanaba de su cabeza y trazaba un hilo irregular que se expandía hacia la oscuridad de la cueva. Allá afuera hacía mucho frío, pero era mucho más gélida la mente de aquel que sólo tenía en mente una sola cosa: ese rostro desfigurado, con trozos de carne mutada y fusionada que no sabía si pertenecían más al Pokemon o al propio jugador, una respiración cálida y putrefacta debido a la carne humana que la propia criatura había descuartizado, una mirada carmesí que incitaba al trauma instantáneo de cualquier jugador, por más valiente que fuera, un cuerpo deforme entre piernas humanas y alas tapizadas de plumaje carmesí desproporcionales, un grito parecido al de un pájaro pero también al de una persona. Todos estos elementos reunidos en un solo enemigo que acabó con el flanco derecho, o no con todos, porque aquel sujeto que hace momentos estaba luchando en la parte oeste de la Isla Koori permanecía inmóvil, sin ganas ya de vivir porque lo único que pensaba era en esa criatura, pero con el trauma y la duda de saber por qué estaba ahí en la soledad de aquella cueva.


Serena

La criatura estaba ya transformada en el aire. Su apariencia era mucho más inesperada y horripilante de lo que había pensado, con piernas casi humanas, pero alas que formaban esa "Y" característica en el Yveltal. El tamaño del Pokemon megafusionado había aumentado en consideración y abarcaba casi unos siete metros de altura, así como la velocidad con la que surcó los aires y se perdió entre la tormenta de nieve, mientras un chillido avanzó a través del eco y lastimó los oídos de todos los presentes. Quise cubrirme mis orejas de forma instintiva, pero sabía que no había tiempo para eso. Tenía que reordenar a las tropas, hacerles saber que el enemigo que estaba en el aire era el responsable de la aniquilación de todo el flanco izquierdo. Debía actuar ya, no había momento para petrificarse ante la revelación de un enemigo jamás antes visto.

— ¡Rápido! ¡Saquen sus hilos demora y apunten hacia el enemigo! ¡Cuidado arriba!

Sin embargo, aunque algunos sí actuaron a tiempo, el chillido del Pokemon se había alejado, pero segundos después la frecuencia e intensidad del chillido aumentó en señal de que había estado descendiendo por los cielos para atacar. De un momento a otro, un hiperrayo de colores carmesíes, púrpuras y oscuros de un tamaño colosal atacó y acertó con una docena de jugadores que explotaron de un momento a otro en pixeles. La explosión ocasionó que cayera de mi Ryhorn y por un momento la tormenta de nieve se disipó debido a la onda expansiva de la explosión.

Cuando me reincorporé, noté entre aquella clara visibilidad que el Pokemon había surgido de nuevo los aires para perderse, pero sabía que tarde o temprano iba a atacar.

— ¡Serena!

Kalm había ido a mi rescate, pero le quité sus manos de encima. No había tiempo para sentir preocupación por mí. Sabía que teníamos que huir, pero por ahora no iba a servir de nada hacerlo, porque éramos un blanco fácil para una criatura que tenía todas las de ganar.

No pasaron más de quince segundos, cuando noté el desorden entre mi tropa y el miedo que tenía cada jugador. En ese momento, de nuevo el chillido de intensificó en señal de que el Yveltal megafusionado iba de picada sobre el cielo para atacar a los jugadores. Sin embargo, en lugar de eso, noté la sombra gigantesca del Pokemon aterrizar bruscamente a unos quince metros de mí. La sombra era grotesca y deforme, y su mirada se dirigió hacia un jugador que intentaba escapar junto con su Beartic, pero por más que el Pokemon quiso correr en un terreno muy bien conocido para el oso polar, el enemigo dio un salto fugaz y aterrizó frente a ellos, para después tomarlos de aperitivo. Mis ojos notaron la sombra tanto del Yveltal abalanzándose contra ellos y al Pokemon y humano retorciéndose entre su propia carne fresca que el Pokemon estaba disfrutando. Aquello me asqueó durante un momento, a pesar de que no podía ver con claridad debido a la tormenta de nieve, pero el simple hecho de saber que el enemigo estaba devorando la carne de mis aliados y los gritos horripilantes de éstos me revolvieron el estómago y me hicieron entrar en un trance que jamás pensé tener.

— ¡Serena! ¡SERENA! ¡REACCIONA!

Kalm me sacudió de los hombros. Mis ojos estaban aun puestos en esa imagen horripilante. De un momento a otro, el Yveltal había terminado con su presa y se fue directo hacia otro jugador con su Sawsbuck para que sufriera el mismo destino. Sin embargo, el rostro de Kalm se interpuso entre mis ojos y esa imagen que tendría un buen tiempo en la cabeza. Cuando miré los ojos de Kalm, mi mente seguía aún en ese pequeño trauma, pero poco a poco comencé a recobrar la consciencia de mi propio ser. Asentí debido a que Kalm tenía razón, aunque él no haya dicho nada: no podía dejarme dominar por el miedo. Tenía que ser la primera en actuar.

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— ¡Equipo Kalos!

Mi llamado puso alerta a los cinco personajes que intentaban ayudar a los demás jugadores que no sabían qué hacer. La onda de fuego que produjo mi Firénix al momento de desenvainarla fue la señal para que cada quien tuviera su posición de ataque y fuera directo hacia el enemigo que estaba disfrutando del manjar horripilante de algún jugador. Cuando levantó la vista, notó cómo el puño de Grant ya iba directo hacia su mandíbula; no tuvo tiempo para reaccionar, ya que el puño se incrustó en su cráneo y lo mandó rodando por la nieve como un enorme bulto. Yveltal incrustó las garras de sus alas sobre la nieve para detener la inercia del golpe, pero ya le estaba esperando Tierno que se colocó de espaldas en la nieve para mandar con la potencia de sus regordetas piernas hacia el aire. Cuando Yveltal salió disparado, fue momento para que Shauna apuntara hacia el enemigo con docenas de espinas venenosas que se incrustaron en su cuerpo, mientras Viola cegaba al enemigo con su cámara fotográfica y aquello produjo que el Pokemon no pudiese atacar. Al momento en que comenzó a caer, Korrina estaba encaminándose con su tabla de esquí y preparaba un golpe que sería letal con respecto a la velocidad que estaba alcanzando gracias a su habilidad para esquiar. Cuando el Pokemon tocó tierra, El puño de Korrina provocó una ruptura de columna en el Pokemon debido a que se escuchó a lo lejos la ruptura de varios huesos, y cuando salió disparado horizontalmente, mi Firénix ya estaba envuelta en un aura de fuego que le iba a partir por la mitad.

— Prepárate…

Lancé el tajo cuando su cuerpo iba hacia mi dirección. Sin embargo, cuando levantó la mirada hacia mí, sus alas fueron lo suficientemente habilidosas para desviar el tajo de fuego e intentó reincorporarse de manera aerodinámica. Cuando noté que su trayectoria seguía aun hacia mi dirección, sentí un retortijón en el estómago, ya que su mandíbula deforme se abrió para lanzar un hiperrayo que seguramente me mataría.

— ¡Serena, muévete de ahí! —la voz de Kalm me había indicado que estaba a punto de morir si no hacía nada al respecto.

Y cuando noté que la muerte me comenzaba a acariciar, fue el momento en el que esbocé una sonrisa. No me iba a rendir tan fácilmente; sí, había comenzado como una novata en este puto juego, pero era tiempo de demostrar que el miedo ya formaba parte de mí como una motivación para ser cada día más fuerte. Este enemigo sólo representaba un obstáculo, porque seguramente vendrían cosas peores. Retos que debía superar día con día, y no podía darme el lujo de llegar hasta aquí.

Cerré los ojos. El hiperrayo fue directo hacia mí, pero me deje caer en la nieve. Cuando noté el hiperrayo pasarse de largo, me di cuenta así también que el Yveltal también se siguió de largo debido a su trayectoria y pasó por encima de mí. Pude ver en su mirada la sorpresa al ver cómo había esquivado yo el ataque sonriendo de manera victoriosa al notar que él mismo estaba en una posición vulnerable. No perdí más tiempo y en la intersección entre la trayectoria del Yveltal y mi posición, realicé una voltereta en la que tomé velocidad con mi pierna y le inserté una patada en su cráneo de tal manera que el Pokemon se incrustó sobre la nieve.

— ¡AHORA!

Absolutamente todos los presentes comenzaron a sacar hilos demora y corrieron de un lado a otro, cerca del perímetro del Yveltal. Poco a poco, los hilos démora iban envolviendo al Pokemon legendario de tal manera que se estaba convirtiendo en un capullo inmovilizado. Tanto el Equipo Kalos, como todos los que aun habían sobrevivido en el pequeño grupo hacían su parte para envolverlo sin perder más tiempo. Cuando el Yveltal quiso reincorporarse, lógicamente comenzó a retorcerse en señal de que quería liberarse, romper los hilos con sus alas y volar libre para seguir con su cacería. Era el momento perfecto para aguardar, dejar que el efecto de la Megafusión pasara y de una buena vez saber cuál era la identidad del sujeto que no había sentido lástima por ninguna persona que había asesinado de manera brutal.

No obstante, cuando el Pokemon estaba envuelto en hilos demora a diestra y siniestra, Korrina, que reforzaba los agujeros por donde las alas del Yveltal querían salir, se vio envuelta en un ataque de valentía que causó que fuera directo hacia su cráneo para que terminara con el Pokemon de una vez. Mi instinto me incitó a actuar de inmediato: además de que no podía permitir que le asesinaran porque así no sabríamos la identidad del Pokemon megafusionado, también sabía que Yveltal tenía un as bajo la manga para cualquiera que se acercara más de lo que el propio Yveltal había permitido adrede.

Korrina navegó por entre la nieve con su tabla de esquiar y dio un gran salto entre la tormenta de nieve, para preparar un puño aural lo suficientemente mortal para cualquiera que se atravesara en su camino. Cuando comenzó a descender, el hocico del pájaro legendario era el único que no habían cubierto con hilo démora, lo cual fue un error, porque al abrirlo, un hiperrayo de tamaño colosal salió justo hacia la dirección de Korrina. Moriría en el acto de no ser porque me atravesé en el camino lo suficientemente rápida para embestirla y que la inercia nos permitiera haber esquivado ese ataque que se perdió entre la tormenta de nieve y el firmamento. Al tiempo en que aterricé en la nieve bruscamente, con Korrina arrastrándose también conmigo, escuché la tensión de los hilos démora debido la fuerza que el Pokemon estaba provocando con sus alas; de un segundo a otro, los hilos fueron como látigos que se liberaron de la presión ejercida por las alas. El Yveltal en ese momento, cual fénix renacido, emprendió el vuelo y se perdió en el aire.

Aquello fue una alarma inminente, debido a que los hiperrayos comenzaron a caer a diestra y siniestra, generando muertes y explosiones al instante. Miré desesperada a todos lados, pero sólo había nieve y un espacio tan abierto que éramos un blanco sencillo para el Pokemon que podía ver a través de la tormenta. Súbitamente, de nuevo aterrizó cerca de mí y de Korrina sólo para tomar con el pico medio cuerpo de un jugador y devorarlo de un bocado, mientras los gritos producidos eran un martirio para mi cabeza.

Sabía que no podíamos ganar. Lo tenía muy en claro.

— ¡RETIRADA! ¡HUYAN!

Mi voz inundó el ambiente, y al momento en que saqué a mi Ryhorn, el equipo Kalos y Kalm me siguieron sin dudarlo, a su vez que otra docena de jugadores. Hubo algunos más que seguían batallando contra el enemigo, y no fueron lo suficientemente rápidos o cuerdos como para darse cuenta de que esta era una batalla que debíamos abandonar. Era un Pokemon Legendario megafusionado, algo jamás antes visto y que jamás hubiésemos esperado que se encontrara en las islas. Algo que seguramente los Cuatro Grandes tenían bajo la manga y por eso aguardaron pacientemente al esperar a que nos introdujéramos de lleno en la geografía de las islas.

Sin embargo, aunque mi Ryhorn había emprendido la marcha de manera fugaz, la sombra del Yveltal ya estaba amenazándonos como avión de guerra que se aproximaba cada vez más. Por si fuera poco, el Yveltal iba lanzando hiperrayos y dando graznidos en señal de que uno a uno íbamos cayendo, aunque intentáramos escapar. El sudor recorrió mi frente, aunque estuviéramos en un clima gélido. Los nervios me hacían tensarme más al cuerno de mi Pokemon, y la voz se atoró en mi garganta, sin poder imaginarme en un futuro cercano poder librarme de esta situación.

— ¡CUIDADO!

La voz era de Viola. Sin embargo, ni siquiera tuve tiempo de ver, porque sentí la quemazón de un hiperrayo que apenas rozó mi mejilla y pasó a centímetros de mi Ryhorn y de mí. El desequilibrio y la sorpresa provocaron que de un momento a otro mi Ryhorn trastabillara y cayera rodando por la nieve, lo que ocasionó el quebrar de mi tobillo al tener el peso en mi Pokemon encima. Lo siguiente que sentí fue frío en el rostro y un dolor inmenso sobre mi pierna. Cuando quise reincorporarme, no pude creer el escenario que le siguió: las garras de Yveltal me habían tomado por sorpresa, sentí la presión sobre mi cuerpo y cómo el Pokemon me levantaba de manera misteriosa para mirarme lo más cerca posible.

Unos ojos que quizá pudiera reconocer o quizá no, pero parecían fuera de sí y al mismo tiempo consciente de lo que estaba haciendo. Una persona fusionada con un Pokemon Legendario que parecía disfrutar de las masacres que estaba ocasionando, pero sobre todo, la acción que el enemigo estaba a punto de hacer parecía algo mucho más personal, porque de entre su pico pude ver el jadeo y la saliva fluyendo de un hilo que caía por la nieve, como si mi particular persona fuera un objetivo a matar desde hace ya mucho tiempo.

— ¡SERENA!

Mi equipo Kalos se había alejado un poco porque no se había dado cuenta de que me había caído. Cuando quisieron retornar a mi rescate, ya era demasiado tarde. Todos estaban totalmente paralizados, porque sabían que en el siguiente movimiento podría ocurrir sólo dos situaciones: que el Yveltal me devorara y muriera en el acto, o que me soltara y me dejara escapar.

Noté el hocico del Yveltal deforme abrirse casi un metro; noté el hedor de la sangre de todos sus enemigos, los dientes humanos con los que el Pokemon masticaría mi cuerpo, la sed de sangre que sería satisfecha en los próximos segundos, los ojos carmesíes que parecían quizá, sólo quizá, reconocerme. Un humano fuera de sí envuelto en los instintos de una bestia como la de un Yveltal. Cerré los ojos. La presión con la que sus garras me envolvían me imposibilitaba de cualquier manera agarrar la Firénix colgada sobre mi cadera; no había tiempo siquiera de que mis amigos me salvaran. Era un morir ahora, con la frente en alto, y aceptar lo que venía. Era estar orgullosa de todo lo que había hecho y el camino que había trazado dentro de PBO. Novata, primeriza y que poco a poco había ido creciendo para llegar hasta donde estaba ahora. Di mis últimos suspiros. La Firénix Dorada finalmente aceptaría la muerte con gusto.

— ¡SERENA! ¡IREMOS CON SATOSHI PASE LO QUE PASE!

Una voz me había interrumpido abruptamente de los últimos pensamientos que estaba teniendo. Cuando abrí los ojos de manera osada, noté que el pico del Yveltal se había detenido por completo. ¿Qué demonios estaba pasando? Al principio quedé confundida, pero mientras más transcurrían los segundos, mi lado lógico me pedía que volteara a todos los lugares para ver quién es el que había gritado de manera repentina aquella frase.

— ¡EQUIPO KALOS: RECUERDEN LO QUE NOS MENCIONÓ ALAIN! ¡DEBEMOS IR POR SATOSHI AL CENTRO DE LA ISLA KOORI! ¡PASE LO QUE PASE, MUERA QUIEN MUERA, TENEMOS QUE IR A POR NUESTRO OBJETIVO! ¡ÉL NOS SALVARÁ DE ESTE JUEGO!

Kalm era el que permanecía con los pies bien firmes sobre la nieve. Su voz había sido potente y parecía estar seguro de lo que estaba hablando. Si en verdad Alain nos había mencionado aquello al todo el Gremio Mega, no lo había recordado en lo absoluto. Sin embargo, después de unos segundos de suma astucia, supe que tenía que aprovechar el momento para poder salir de ahí cuanto antes. El jugador megafusionado con el Yveltal se quedó estupefacto, girando la cabeza para ver cómo Kalm le miraba con valentía y coraje. Aquellas frases ocasionaron que la fuerza con la que me presionaba el cuerpo se redujeran, y fue cuando con mi propia fuerza alcancé el mango de mi espada, para desenvainarla y ocasionar un corte en la palma deforme en forma de mano y a la vez de ala del Yveltal. La sangre emanó de su ala, e instintivamente me soltó para dar un gemido que se perdió entre la tormenta de nieve.

— ¡AHORA!

Fue el momento ideal para que el Equipo Kalos inmovilizara al Pokemon. Korrina ya le estaba sujetando la pata izquierda con los hilos demora, Tierno la pata derecha, Grant el ala herida, Shauna la otra ala y Viola el tórax para impedir que se moviera en lo absoluto. La tensión de los hilos démora en los puntos vitales de capacidad de movimiento del Yveltal fueron eficaces para que Kalm se permitiera correr por entre la nieve, saltar y desenvainar aquel pequeño cuchillo que parecía ser demasiado potente.

— ¡NO, KALM! —Mi gritó fue tardío. No quería que le asesinara. No podía permitirme que una gran oportunidad de saber de quién se tratara se fuera de nuestras manos así como así.

— ¡AHORA SABREMOS QUIÉN MALDITA SEA ERES!

Sin embargo, a pesar de lo que supuestamente creía que Kalm iba a hacer, había estado en lo incorrecto. Su pequeña navaja no iba hacia su cabeza para darle un tajo mortal; en su lugar, los ojos de Kalm se redirigieron hacia el nombre del avatar de aquel jugador megafusionado. Un nombre que, a primera vista, parecía normal basándonos en la apariencia del Pokemon: "Yveltal". Sin embargo, Kalm sabía algo que nosotros no: Kalm había sido el único que había actuado de manera diferente a cualquier otro jugador lleno de ira que lógica e instintivamente habría ido a por la yugular del jugador. Kalm iba a dar un tajo en el nombre del avatar, y aunque en realidad no sabía qué podría significar aquello exactamente, el enemigo sí lo tenía muy presente.

Para sorpresa de todos los presentes, la única forma que tuvo el enemigo fue cambiar su apariencia. Al momento en que el Pokemon megafusionado volvió a su forma humana, Kalm falló en su ataque, porque el tamaño del enemigo se redujo considerablemente a la altura promedio de un humano. Sin embargo, entre la tormenta de nieve, su rostro fue irreconocible. Los hilos démora se destensaron, el humo producido por el cambio de apariencia repentino, la densidad de la tormenta de nieve y la barra vacía de MP ocasionaron que el enemigo volviera a su forma humana y comenzara a escapar de manera fugaz en otro Charizard que había sacado de una pokébola.

— ¿Otro Charizard? —mencioné confusa, pero no había tiempo para permanecer ahí parada. Kalm lo sabía, el Equipo Kalos también y los sobrevivientes de mi grupo, que a lo mucho eran ya unos diez jugadores, también lo tenían presente.

— ¡SE ESCAPA! —Grant avisó, mientras veíamos al enemigo comenzar a desaparecer entre la tormenta, volando con su Charizard a ras de la nieve.

Sin perder mucho tiempo, esta vez me monté rápidamente en mi Ryhorn para emprender la persecución. La tormenta de nieve no me dejó en absoluto ver el camino por el cual comenzó a correr mi Ryhron, pero sí vi sombras a mis costados de que mi equipo y Kalm comenzaron también a perseguir a la figura que intentaba ascender por entre los aires.

— ¡Que no se escape!

Mi voz hizo reaccionar a Viola, que junto con su Vivillon surcaron los aires más alto que el Charizard en el que iba la figura para impedir que el Charizard se perdiera entre el firmamento y lo obligaran a ir entre la tormenta de nieve hacia un rumbo que todos sabíamos: el centro de la isla Koori. Mi Pokemon aumentó la velocidad, así como el de mis amigos, pero en realidad estábamos persiguiendo sólo una sombra sin reconocer los alrededores, porque prácticamente la densidad de la tormenta sólo nos permitía ver cuando mucho unos tres metros hacia adelante. Lo que nos ayudaba para identificar a nuestro camino era la flama potente de un Charizard que parecía más grande del tamaño promedio. Por un momento quise pensar que ese Pokemon no era de quien creía que podría ser… ¿acaso… acaso Kalm había mencionado el nombre de Satoshi y el enemigo se había sorprendido porque era el mismo Satoshi al que estábamos persiguiendo? No… eso no tenía sentido alguno. Ash jamás mataría a esta gente, él no tendría esa carencia de sensibilidad para devorar así a personas que querían salvar a PBO, él jamás se uniría a los Cuatro grandes y su reinado.

Mis pensamientos eran un revoltijo de dudas e incertidumbre, pero súbitamente mi mente se vio interrumpida por algo que empeoró nuestra persecución. Pokemon megafusionados comenzaron a venir de distintos sitios cayendo como si fueran meteoros. Sus sombras pasaban fugaces sobre nosotros y si no fuera por las habilidades grandiosas de mis reflejos y la de mis compañeros, sin duda hubiésemos muerto en el intento de sus ataques. En medio de esquivos rápidos y una densa nieve que intentaba entrar por entre mis ojos, noté que el ambiente comenzó a oscurecerse. La buena noticia fue que, de manera súbita, la tormenta de nieve desapareció, pero la mala noticia fue que me había adentrado a las entrañas de una cueva subterránea y angosta en el que sólo cabía una sola persona. Las paredes circulares de lo que parecía ser un hielo gélido reflejaban un sinfín de veces mi silueta y la de mi Ryhorn, así como luces de rayos solares, o quizá luces que provenían de la propia cueva que parecía estar viva. Quise voltear a todos lados para ver a mis demás compañeros, pero tal parecía que ellos se habían perdido en algún otro sitio desconocido para mí. Miré hacia enfrente para no perder de vista a mi enemigo, pero lo único que podía sentir y notar era la calidez de la flama del Charizard que poco a poco se iba alejando y la intensidad de su luz recorriendo las paredes de la cueva iba disminuyendo, en señal de que debía aumentar la velocidad o perdería su pista.

A medida que iba avanzando, las paredes de la cueva serpenteaban, el camino se expandía un poco y se volvía a encoger, pero al cabo de unos segundos, otro camino serpenteante de unió con el mío y el sinfín de reflejos en las paredes de la cueva mostró la silueta de Kalm, que iba montado en su Absol. Sin embargo, no estaba solo, ya que atrás de él venían más Pokemon megafusionados que quizá no eran tan rápidos debido a que su tamaño grande les impedía recorrer la cueva sin mucha libertad, pero eso no significaba que se quedaran atrás. En realidad, sus zancadas inmensas eran lo que poco a poco acortaba la distancia entre Kalm y ellos. Cuando Kalm se encontró conmigo, nos nivelamos en lo que era ahora un camino mucho más amplio, pero aún confuso debido a los mil reflejos que mostraban las paredes de hielo. Sin embargo, entre varios reflejos, aún podía apreciarse la luz del Charizard a lo lejos.

Y cuando mi mente comenzó a invadirme entre pensamientos negativos y en la posibilidad de perder a nuestro enemigo de vista, Kalm sonrió al ver que, en medio de las curvas de un sendero zigzagueante, hubo un tramo recto y visible, donde la silueta del Charizard y la persona montada en ella se hizo presente. Kalm sonrió y desenvainó su pequeño cuchillo, cerrando un ojo y apuntando no hacia la cabeza del enemigo que parecía estar concentrado más en su huida que en lo que tenía detrás de él, sino al nombre de su avatar.

— Lo tengo… — Kalm sonrió.

Sin embargo, justo antes de lanzar su cuchillo, uno de los Pokemon megafusionados agarró la pata de su Absol, provocando que trompicara y el Pokemon cayera revolcándose en el suelo gélido de la cueva serpenteante junto con su dueño, provocando que me encontrara en un dilema: regresar para salvar a Kalm, o seguir persiguiendo a quien podría descubrir su verdadera identidad.

No lo pensé ni un momento.

Kalm quiso reincorporarse, pero no tuvo tiempo cuando notó que un Pokemon megafusionado iba hacia su dirección. Sin embargo, al voltearme, mi Ryhorn lo embistió sin pensarlo y su silueta salió disparada contra otro de los Pokemon megafusionados, provocando que ambos por la inercia del golpe se estrellaran contra una de las paredes y provocaran un temblor. Dicho temblor agitó tanto las paredes como el suelo, pero en lugar de que el techo se derrumbara, lo que se vino abajo fue el suelo, provocando que hubiera un colapso y descendiéramos abruptamente entre nieve, rocas gélidas y un vacío en el cual el frío nos envolvería más de lo que ya estábamos acostumbrados.


[...]

La fuerza con la que le cargaban era sobrehumana. Si le añadías el par de horas en las que habían estado caminando hacia el centro de la isla, entre caminos empinados y zigzagueantes, pinos tan altos que rascaban el cielo y la tormenta de nieve que iba y venía intermitentemente, además de que se debían cuidar de cualquier Pokemon Megafusionado que se interpusiera en su camino, las energías de los dos estaban a punto de agotarse al tener entre sus brazos a Grant, que yacía ya casi fuera de sí mismo por la pérdida de sangre y una vida considerablemente baja que con el tiempo, si no encontraban un antídoto, sería mortal para el moreno.

Korrina había tenido que trasladarse con sus propios pies, lo cual era algo que particularmente odiaba debido a que le quitaba rapidez a sus esquíes. Por su parte, Shauna era muy frágil para cargar durante todo el trayecto a un hombre alto como Grant. Sin embargo, aunque sabían que se habían separado del escuadrón Kalos, pasara lo que pasara, su misión no se tenía que nublar por el deseo ferviente de encontrar a Serena, que no había dado ninguna señal de vida después de unas horas de andar deambulando por la isla Koori.

No faltó mucho tiempo entonces cuando Shauna se venció en sus propias rodillas y provocó el desequilibrio de sus dos amigos que también se envolvieron en un manto de nieve helado. La respiración de la muchacha morena parecía ser cada vez más agitada; el aire les faltaba tanto a ella por el esfuerzo como a Grant por el estado crítico en el que se encontraba.

— Venga, sólo un tramo más… —Korrina les animaba, pero sabía que ella estaba tan cansada como sus dos compañeros.

Ni siquiera había motivación suficiente para seguir adelante. La rubia vio cómo el brazo de Grant goteaba y se escurría por un camino de nieve que iba cuesta abajo en el barranco que tanta energía les había costado subir. Querían llegar hasta la cima de dicho barranco para poder tener una mejor vista del panorama y así poder ver el objetivo principal hacia el cual dirigirse. No obstante, aunque Korrina se colocara de nuevo sus esquíes, sabía que no iba a poder lograrlo sin la ayuda de sus compañeros.

Estaba a punto de cerrar los ojos y desmoronarse en un sentimiento de desesperanza, pero al sentir el hombro de alguien detrás suyo, abrió sus orbes como platos y se quiso poner en pie para defenderse. Cuando volteó, su horror se convirtió en alivio al ver la sonrisa del único que podía salvarles la vida en ese momento: el sanador élite de Kalos. Aquel niño regordete y carismático que, sin lugar a dudas, Korrina quería ver bailar y bailar como tanto le gustaba a él; aunque claro estaba que no había tiempo para bailes. A un costado del chico, la rubia que siempre llevaba consigo su cámara fotográfica llegó hasta Shauna para socorrerla.

— Encárgate primero de él… —Korrina dijo con sus últimas energías. Tierno vio el brazo faltante de Grant, que ni siquiera ya sollozaba de dolor. Solamente, la alerta de su vida baja parpadeando le indicaba que, si alguien no hacía algo pronto, moriría.

Mientras Tierno sacaba sus antídotos de su inventario y Korrina le daba una poción a Shauna para reestablecer su temperatura corporal normal, Tierno miró a Korrina con un poco de esperanza, pero la moza meneó la cabeza levemente con la mirada al suelo.

— No sé dónde está. Tampoco Kalm…

— Estoy seguro que pronto los encontraremos —intervino Viola— Por ahora, debemos permanecer unidos y descansar unas horas escondidos por aquí. Venga, debemos movernos o nos descubrirán.

Y cuando Korrina tuvo un poco de energías para ponerse en pie y avanzar unos cuantos metros hacia la punta del barranco, finalmente pudo ver el panorama en el que se encontraba. La tormenta de nieve les había impedido ver siquiera tres metros a su alrededor, pero ahora se encontraban tan alto y tan profundo en las entrañas de la cordillera de la isla Koori, que la tormenta ya se encontraba por debajo de ellos y más allá, donde el clima parecía relativamente tranquilo, se encontraba por entre el horizonte el reflejo de los rayos de sol en el lago central de la isla. Es ahí a donde debían llegar. Alain lo había dicho. Era ahí donde él creía que estaba el Arco de Luz. Debían ir a toda costa hacia ese sitio, incluso si debían dejar atrás a Serena, si es que se encontraba inconsciente en algún lugar junto con Kalm o si aquel Yveltal logró su cometido. Sea como sea, la misión no se debía parar por nadie, y los cinco integrantes del escuadrón de Kalos lo tenían muy en claro. Permanecer unidos, y llegar hasta el lago de la isla.


Serena

La caminata había sido larga en lo que parecía ser un camino interminable entre nieve y oscuridad. Todo había pasado tan de repente que no había tenido tiempo para procesar lo que estaba pasando; tan sólo recuerdo cómo Kalm me había estado llevando sobre su espalda en medio de una oscuridad extraña, y menciono extraña porque no era del todo oscura: los destellos de luces que atravesaban las paredes de hielo se colaban por el camino como pequeñas señales de esperanza para encontrar una salida. Poco después, cuando mi cuerpo había recobrado las fuerzas necesarias para poder caminar por mi cuenta, ambos nos detuvimos para descansar, aunque temíamos que algún enemigo nos estuviera siguiendo dentro de esta cueva en la que parecía que estaríamos atrapados un buen tiempo si no encontrábamos una salida cuanto antes.

El vaho que salía de mi boca cada vez se hacía más doloroso. Diminutas micropartículas de hielo raspaban mi tráquea hasta el punto en que quemaba, así que de mi menú quise sacar alguna prenda que me cubriera del frío, pero Kalm se había adelantado ya y él mismo se había quitado el abrigo de lana que había estado usando todo este tiempo de caminata oscura. Al momento en que envolvió sus brazos para cubrirme mis hombros con su abrigo, sentí el calor que emanaba de su cuerpo; una sensación cálida que no había experimentado hace mucho tiempo. Un sentimiento reconfortante del cual me había olvidado porque sabía que, si me dejaba llevar por esa sensación, terminaría lastimada. No quería recordar momentos cálidos, no quería abrir de nuevo mi corazón al calor de un amor que podía esfumarse de la noche a la mañana. Incluso mis ojos no pudieron esconder la nostalgia que entendía perfectamente Kalm, especialmente él…

— Alguien nos ha traicionado…

Su voz me sacó un poco repentinamente de ese momento nostálgico que estábamos teniendo. Cuando mis párpados se abrieron de golpe, aun no podía procesar las palabras que me había dicho.

— ¿Q-qué…? ¿Cómo lo sabes?

— El Yveltal… no es enemigo nuestro. Bueno, tengo la sospecha de que forma parte de nuestro equipo —sus pisadas comenzaron a ser más profundas y ruidosas, como si la ira de sólo pensar en el enemigo que habíamos estado a punto de atrapar le estuviera hirviendo la sangre al castaño.

— Pero, nadie de nosotros es capaz de poder soportar una megafusión así…

— Lo sé, y es por eso que sospecho que alguno de los Cuatro Grandes no es el que acabamos de enfrentar. Ni siquiera el creador del juego podría ser tan estúpido para tener un poder así bajo su control.

— ¿Estúpido…? ¿A qué te refieres?

— Serena… —Kalm se detuvo y se quedó contemplando el muro de hielo en el que su reflejo se podía observar perfecta pero desfiguradamente—. Sabes los riesgos de la megafusión. Incluso en tu gremio, Alain prohibió que nadie podía convertirse debido a los efectos secundarios. Lo que me sorprende es que una simple megafusión puede llevar a un jugador a sufrir fatales consecuencias, pero una megafusión de un Pokemon Legendario requiere no sólo un gran poder, sino que es una sentencia de muerte para quien lo usa.

— ¿Qué quieres decir?

— Que ninguno de los Cuatro Grandes sería lo suficientemente estúpido para realizar un acto suicida. No digo que de la noche a la mañana se vean reflejados esos daños que conlleva un gran poder como ese, pero no le veo sentido a que los cuatro jugadores más poderosos de PBO prefieran un poder que dure quizá unos meses a reinar toda una vida en lo que es ahora nuestra nueva realidad. Aquí ellos son dioses, sí, pero ellos saben perfectamente a lo que se arriesgan si deciden optar por un poder así.

— ¿Y alguno de sus subordinados?

— No lo sé; tampoco creo que tengan las agallas para hacerlo. Debe ser alguien que… alguien que no le importe mucho el futuro dentro del juego.

Sólo pude pensar en una persona lo suficientemente fuerte y estúpida a la vez… pero ya estaba muerta. No, no podía ser. Además, no tenía sentido alguno a que fuera Satoshi.

— Además, justo antes de intentar revelar su nombre secreto en su avatar, noté el parpadeo de su propio nombre. El mínimo parpadeo de algún nombre quiere decir, según lo que he experimentado como hacker, que el nombre está encubierto. Si alguno de los cuatro grandes hubiese sido o sus subordinados, no tendría sentido esconder su verdadero nombre. Debe ser algún traidor… Incluso, puede que sea Lysson. Es el único sujeto que tiene la fuerza, ha experimentado con la megafusión y está lo suficientemente zafado como para aceptar ese poder.

— Lysson…

Su nombre me recordó a que debía vencer a él y a todo aquel que se cruzara en mi camino. No podía permitirme de nuevo dejar que el enemigo acabara con la gente que quiero. No me lo iba a permitir.

— Serena… —Kalm nombro. Al voltear a verlo, su rostro se había acercado tanto al mío, que ahora nuestros dos cuerpos se fusionaban en el reflejo desfigurado de los muros oscuros de hielo.

Parecía que las dos figuras eran solo una. Dos mentes, un corazón. Sus ojos celestes brillaban más que los destellos de luz que se colaban por entre las entrañas de hielo. El vaho que exhalaban se combinaba con el mío y de pronto mis labios sintieron la calidez de los suyos. No podía permitirme sentirme vulnerable, pero el beso me obligó a dejarme llevar por un momento, por lo que mis dedos helados sintieron la calidez de su pecho casi desnudo y poco a poco fueron tanteando su rostro. Kalm recorrió sus manos por mi cabello hasta que me agarró con firmeza del mentón y se separó decididamente, mientras me dedicaba una mirada de seguridad que no había sentido en nadie más desde que Satoshi y yo habíamos estado en aquella cueva llena de aquellos Pokemon luciérnaga Illumise y el Charmander. Un sentimiento que me hacía recordar que no estaba sola; no era sólo mi lucha. Tenía a mi equipo de élite, tenía a Kalm, tenía al gremio más fuerte de todo Pokemon Battle Online, y juntos cumpliríamos con la misión de estas tres islas costara lo que costara, incluso… incluso si eso significaba mi propia muerte para poder salvar a todos los jugadores.


Skyla

Trataba de que mi respiración fuera lo menos posible, porque con cada inhalación que hacía, sentía que el frío entraba en mis pulmones y los congelaba lentamente. Sin embargo, no había tiempo para preocuparme por mi físico. El día había acabado y la luz ya se había ocultado como tímida amiga para anunciar una noche que parecía sería larga. No sabía realmente cuánto tiempo había pasado desde que la noche nos hacía compañía, pero el frío era el peor enemigo que podíamos tener por ahora. Habían pasado ya dos días. Sí… dos días, y nadie se había puesto en contacto tanto con Alain como con el equipo de élite de Kalos. ¿Qué mierdas estaba pasando? ¿Dónde se encontraban? ¿Estaban muertos? No tenía ni idea, pero no era buena señal.

— ¡Ahí!

La voz de uno de los pocos que quedábamos en la retaguardia se hizo presente al ver una silueta cubierta en un charco de sangre que poco a poco la nieve lo iba absorbiendo en su blancura gélida. Su barra de vida estaba a punto de extinguirse. Le ordené a mi Swanna que emprendiera el vuelo a ras de la nieve con mayor velocidad, y al tiempo en que llegué hacia nuestro colega herido, el escenario fue todavía más horripilante: su cuerpo sólo estaba del torso hacia arriba. Las piernas o habían sido extraviadas en el campo de batalla o simplemente el Yveltal las había devorado. Era un milagro que siguiera vivo; cuando sostuve su cabeza, su mirada yacía sin brillo mirando hacia algún punto ciego de un cielo grisáceo y oscuro.

— Has luchado bien… —me limité a decir. Ni siquiera el mejor sanador podía curarlo en ese instante. Cuando sus ojos se posaron en mí, el pequeño destello que emanó de sus ojos fue lo último que vio; quizá aquello era lo que necesitaba para descansar en paz. Cuando explotó en pixeles, llevé mis manos a la nieve en señal de frustración.

No sabía qué estaba pasando. El primer día ese Yveltal había aparecido de la nada y arrasó con medio ejército nuestro, y ahora, el mismo frío se había encargado de, en un abrir y cerrar de ojos, acelerar el tiempo fugazmente para que la noche del segundo día cayera ante nuestros pies sin tener ni un atisbo de dónde podría encontrarse el Arco de Luz. Para empeorarlo, Alain había desaparecido junto con el flanco derecho, así como el escuadrón de Kalos. Los únicos que quedaban éramos la retaguardia, o el pequeño escuadrón que quedaba a mi cargo. O eso creía.

Al voltear para informarle a mis compañeros que la búsqueda de Alain quedaría pospuesta, ya que habíamos dedicado un día entero a buscarle, me llevé la sorpresa de que me encontraba sola en medio de un mar de pixeles. La encargada de generar este tipo de ambiente estaba de pie, con la extraña sensación de que su capa blanquecina se confundiera con la nieve, así como su pálido rostro de tez como la luna. Lo único que pudo hacer era reír en un estilo tan artístico que infundía un temor irreconocible. A su lado, Pokemon megafusionados que portaban igual la capa bicolor de aquel gremio se estaban regocijando con el manjar de sangre de lo que había sido la retaguardia. No tuve tiempo siquiera de tener al alcance a mi Swanna porque ya había sido asesinada.

— Jamás subestimes al frío, niña —Diantha notó el cansancio en mi cuerpo no por la exhausta búsqueda de mi líder, sino del frío que había estado aumentando a lo largo de la noche. Segundos después fue hacia mí para comenzar una batalla cuerpo a cuerpo.


Serena

El tiempo transcurría. No sabía cuánto había pasado. Extrañaba a mi equipo, pero más que extrañarlos, estaba preocupado por saber si seguían aún con vida. Tenía el presentimiento de que ellos estaban bien; debían estarlo. Su entrenamiento y su fuerza de voluntad los mantenía aún con vida, yo lo sabía. No importaba qué tan fuerte era ese Yveltal; no importaba si venían los Cuatro Grandes a la isla Koori y los acorralaban de alguna u otra forma, sé que ellos encontrarían la forma de sobrevivir a como diera lugar. De cuando en cuando abría mi menú del juego para poder ver si aún seguían conectados, pero ni siquiera me dejaba ver eso. No podía abrir ningún mapa, ningún antídoto, nada. Al tiempo me di cuenta de que en realidad habíamos caído en un calabozo, pero lo más extraño era que no nos habíamos topado con ningún enemigo, ni siquiera algún Pokemon que interfiera en nuestro camino. Sin embargo, entre más tiempo pasábamos ahí, la soledad y el frío se iban intensificando a niveles que comenzaban a preocuparnos. La oscuridad no desaparecía, pero tampoco lo hacían los destellos de luz que provenían de algún lado que nos indicaban que la salida estaba cerca. No obstante, eso había creído desde hace horas y simplemente no habían indicios de ninguna salida. No estaba consciente de cuánto tiempo había transcurrido, pero mi sueño y el de Kalm nos habían dado indicios de que el quedarnos descansando dos veces por unas cuantas horas nos indicaba que habíamos pasado dos días atrapados aquí. Lo único preocupante no sólo era que no encontrábamos la salida, sino que no sabíamos nada de nuestro equipo y que el frío se estaba colando por nuestra piel a pesar de los abrigos gruesos de lana que nos protegían. Quizá Alain ya había conseguido el Arco de Luz y se habían marchado junto con mis amigos de vuelta hacia la Fortaleza Catarata. Quizá ya los habían asesinado a todos y éramos los únicos con vida. Quizá habían pasado muchas cosas, pero no había manera alguna de que Kalm y yo nos enteráramos.

Había pensado ya varias veces en desertar y dejar de caminar, pero cuando mi mente iba a por fin ceder ante ese pensamiento atractivo, Kalm me jaló de la manga para avisarme de algo que nos sorprendió a ambos. El serpenteante camino de nieve en el que habíamos estado caminando dio por fin lugar a algo totalmente diferente: una explanada de mucha más nieve rodeada de una pared de hielo que se extendía hasta donde nuestros ojos podían permitirlo. Sin embargo, dichas murallas de hielo eran tan inmensas y el diámetro de la explanada tan extenso que la inmensidad del espacio era más llamativa que lo que se encontraba en el centro de esta: una columna de hielo que parecía sostener el techo —también de hielo— del sitio. El espacio que había entre la nieve en donde nos encontrábamos y la base superior de hielo era lo suficientemente amplia para que cupiera un Mega Ónix. Inclusive, dicho Pokemon podía caber en la columna de hielo que servía como soporte central de la base superior de hielo. Así de inmenso era este lugar.

— Serena…

Kalm apuntó hacia arriba, pero no podía ver nada más que el techo de hielo. Sin embargo, al fijarme con más detalle, pude ver que en aquella base superior podían divisarse cientos de Pokemon de agua que deambulaban en el espacio y que incluso más arriba, podían divisarse centellas de luz mucho más potentes de las que habíamos estado observado a través de los muros de hielo. Tal parecía que la base superior era en realidad el fondo del centro del lago. Entonces, me di cuenta de que en realidad todo este tiempo habíamos estado viajando por debajo de la isla Koori para poder llegar al punto central de nuestra expedición. Tenía sentido porque no podía haber un lugar tan grande como las proporciones de este lago.

Sin observar mucho tiempo el hermoso y gélido escenario, Kalm me tomó de la mano para poder encaminarnos hacia el centro de aquella columna de hielo, que paulatinamente iba incrementando de tamaño conforme nos acercábamos. Cuando estuvimos frente a ella, notamos que el hielo de dicha columna parecía no ser normal: por alguna extraña razón, no brillaba tanto como los muros o la base que soportaba al lago entero. Había una gelidez oscura que opacaba el interior de la columna, pero de lo que estaba totalmente segura era que había algo ahí dentro. Al poner la palma de mi mano en la columna, la gelidez irradiaba un poder misterioso que desaparecía cualquier atisbo de calidez de mi parte. Tal parecía que el contenido de dicha columna rechazaba cualquier indicio de vida. Era mucho más misterioso y frío de lo que pensaba.

— Vaya, vaya… —una voz nos hizo voltearnos de inmediato. El rostro de Lysson parecía más sediento de venganza de lo que pudimos haber imaginado—. No pensé que fueran a llegar hasta aquí; mis felicitaciones por ello.

— Tú… —Kalm bufó de rabia.

— ¿Sorprendido? Después de todo, me ordenaron venir aquí a liberar lo que hay ahí dentro —Señaló hacia la columna—. Pero tenía el presentimiento de que ustedes iban a llegar y quise esperar a que vieran el acto principal.

Tal parecía que Lysson no tenía mucho tiempo de que había llegado aquí. Cuando desenvainé mi espada y Kalm se puso en posición de batalla, Lysson desenvainó un arma que nos dejó perplejo a ambos.

La luz repentina que emanó del sable fue suficiente para que tuviera sentimientos encontrados. Los rumores que deambulaban por PBO sobre aquello al final no eran falsos. No supe cómo reaccionar ni cómo tomar aquel hecho, pero algo en mi corazón se encogió por momentos. Un sentimiento que se achicó y me mostró vulnerable, y fue suficiente para que sin más charlas absurdas Lysson aprovechara ese segmento de confusión para que con aquella espada eléctrica, lanzara un potente rayo que en un abrir y cerrar de ojos dio directo en el pecho de Kalm. Éste salió disparado por la nieve hasta rodar y detenerse por la inercia, pero el muchacho yacía inconsciente por el trueno potente que había disparado de aquella espada.

— ¡KALM!

No tuve tiempo siquiera de ir a socorrerlo, porque sabía que en cualquier momento esa espada podía herirme. No había duda: esa empuñadura, el color del sable, todo encajaba a que Lysson había obtenido la espada de Satoshi. Sin embargo, los truenos eran diferentes. Por alguna razón, el poder y el aura que emanaba de ella era diferente, y con ello mucho más potente. Truenos no del color característico al que nos tenía acostumbrados Ash, sino que eran truenos más gélidos y al mismo tiempo de un color rojizo.

— Novato contra novato. Estoy ansioso por esta batalla… —dijo Lysson antes de volver a atacar.


[...]

Si pudiéramos mencionar de entre todas las preocupaciones que acataban al equipo de élite de Kalos, la más importante era el paradero de su líder. No hablamos particularmente del líder de todo el gremio, sino del escuadrón. En ese tiempo, el corazón fue más que la mente, y los cinco integrantes de la élite no siguieron las órdenes directas de Alain que tenía para con todo el gremio. En lugar de ir en busca del Arco de Luz, su preocupación por encontrar a su verdadera líder era más que suficiente para dedicar un día entero para encontrarla sin éxito alguno. No podían saber su estado, y aunque intentaron buscar alguna entrada hacia las entrañas de la isla, no habían encontrado alguna con éxito, porque entre aquel serpenteante camino interminable y ascendente entre cordilleras que finalmente rodeaban el lago central, era imposible inspeccionar cada una de las cuevas que quizá podían llegar a los adentros misteriosos de la isla en el que Serena y Kalm se habían metido. Sea como sea, los cinco integrantes estaban ya un tanto hartos de la búsqueda por más que su corazón les dijera que sí. No tenían fuerzas ya y el segundo día había pasado como un rayo, sin indicio de algún amigo o enemigo. Tal parecía que la isla había quedado desierta no por el hecho de que el Yveltal había intimidado a todos, sino porque el clima era tan extremo en cualquier sitio, que el frío no permitía caminar con libertad sin que sufrieras las consecuencias. Fue por eso que cuando la temperatura fue bajando conforme el sol se ocultaba por el horizonte de las cordilleras bañadas en nieve, Grant, que parecía el de mayor cordura a pesar de haber sido el más herido el día anterior, decidió que debían encontrar algún refugio donde pasar la noche.

Su suerte pareció estar de su lado, o quizá no, porque una tintineante luz a lo lejos parpadeaba para atraer a aliados o enemigos. La luz de una hoguera que parecía un lugar seguro donde pasar la noche, si es que te topabas con la suerte de encontrar a un aliado. De cualquier manera, el frío era tan intenso que la desesperación le hacía tomar decisiones precipitadas a cualquiera. Y Grant estaba en todo lo correcto; el frío por ahora era el mayor enemigo, tanto así que decidió enfrentarse a lo que le deparara el destino en dicha hoguera a pasar la noche desprotegido junto con sus compañeros. Sabía que no podrían resistir otra noche así o morirían de hipotermia. Sabía que, aunque el frío los estaba debilitando, debían arriesgarse a sentir el calor de una hoguera si eso significaba morir en el intento. Si el Yveltal se encontraba en esa hoguera, qué más daba. Si alguno de los Cuatro Grandes se encontraba ahí disfrutando de un té caliente, qué más daba. Ellos cinco, aunque deseaban con todo su corazón gastar otro día en buscar a Serena, sabían que cualquier decisión que tomaran al final los llevaría a terminar luchando contra el enemigo por un objetivo en común, y qué mejor que adelantarlo si se presentaba la oportunidad. Era mucho mejor morir a manos del enemigo que de un frío que ni siquiera era real, sino virtual.

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Después de haberse acercado e inspeccionar el perímetro para ver si no se encontraba ningún enemigo o aliado cerca, entraron a la pequeña cueva que parecía estar sumamente escondida entre los lugares recónditos de la isla. El silencio abundaba excepto el chisporroteo de la fogata que ya estaba a punto de cumplir su ciclo y no tardaba en extinguirse.

El aterrizaje de Korrina, que se armó de valentía para aparecer frente a la oscura entrada de la caverna, fue lo suficientemente fugaz para que con un simple vistazo analizara el espacio vacío del lugar, pero sólo vio una silueta que yacía inmóvil en las oscuridades de la cueva. Parecía no estar alerta, porque cuando los cinco se aparecieron para tomar posición de defensa, la silueta no se inmutó ni se percató de su presencia. El escuadrón de Kalos, entre la incertidumbre de saber si era un aliado o un enemigo, se percató de que a esta silueta nada le importaba ya. Si era el Yveltal, no tenía deseos de luchar; incluso si era Serena, parecía que sus deseos de vivir eran nulos porque, aunque los cinco miembros de élite se dieron cuenta de que aquella persona tenía los ojos abiertos, su mirada perdida estaba sin brillo alguno, aunque las llamas de la hoguera iluminaran sus orbes color esmeralda.

Korrina, aun siendo la más audaz del grupo, dio pequeños pasos para acercarse a la silueta, que parecía estar atadas en manos y pies, razón por la que no podía moverse. A su lado, restos de un plato de madera y un pequeño vaso estaban tirados, pero Korrina sabía que no habían sido de la persona que yacía ahí, sino de alguien más que estaba en su custodia, pero no se encontraba en ese preciso momento dentro de la cueva. Cuando Korrina quiso tocarle para acercar su rostro a la luz del fuego y revelar su identidad, tuvo un momento de incertidumbre que le erizó la piel, pero cuando tomó un respiro profundo, lo hizo sabiendo que el resultado quizá no sea satisfactorio para ninguno.

Y así fue. La sorpresa de los cinco se desbordó cuando se dieron cuenta de que la persona que yacía fuera de su propia cordura era Cilan, que el día anterior había desaparecido misteriosamente en la batalla en el bosque contra el Yveltal. Esos ojos esmeraldas por fin vieron a una Korrina que comenzó a sudar frío por la impresión. Una impresión no por saber que se trataba de Cilan, sino que los cinco intuyeron inmediatamente que no le habían matado y que los platos sucios eran de una persona que le estaba vigilando, ciertamente un enemigo; ¿por qué un enemigo y no un aliado? Bueno, la mirada de Cilan lo decía todo. El horror, el miedo, el trauma… El peliverde había estado con el Yveltal ahí mismo. ¿Por qué le conservaba aún con vida? No lo sabía ni él. Sin embargo, Cilan quería morir de una buena vez; estaba por morir, no le faltaba mucho según su barra de vida y el charco de sangre que escurría por un pequeño camino de piedra trazado en la cueva. Cilan miró a Korrina, pero no le reconoció.

— ¿Quién… Quién? Cilan, Cilan… ¡MIRAME!

El muchacho babeaba saliva y sangre al mismo tiempo. Cuando Korrina desató sus manos, lo único que Cilan podía limitarse a hacer era aferrarse a sus propias rodillas debido al miedo. Aun no podía reconocer a los de la élite de Kalos, porque sólo tenía en mente el rostro de quien le había herido, quien lo llevó a la cueva y que, por alguna razón, le vigiló ahí mismo.

Al principio el nombre no fue claro, pero cuando Cilan lo repitió cada vez más claro y fuerte, los ojos de Korrina se encogieron por la sorpresa que recorrió desde sus pies hasta su cabeza. Tierno llegó hasta su posición, pero antes de que pudiera hacer algo, los ojos de Cilan le indicaron que ya nada podía hacer; quería salir de ese trauma, de esa perdición, liberarse de ese desangramiento durante dos días, pero sobre todo, liberarse de la locura de aquel jugador que lo había llevado a la cueva.

— Es… Yveltal… —Dijo Korrina después de que Cilan asintiera con la cabeza.

Y cuando Cilan explotó en pedazos, cinco miembros de élite tenían en su poder una información que debían hacer llegar a Alain cuanto antes, incluso si eso significara que dejaran de buscar a la líder de su escuadrón.


Próximo capítulo: Enviciado de poder