Hola! Tardé un poco esta vez en colgar el capítulo, pero no tanto como usualmente los tengo acostumbrados. Quiero agradecer sus reviews y bueno, también hacer mención especial a ustedes porque ya hemos rebasado las cien mil visitas. Ha sido un largo camino y la historia aún continua y no lo podría haber logrado sin ustedes. Humildemente les agradezco y siempre me es grato seguir escribiendo esta historia hasta su final. Sin más, sólo mencionar que este capítulo me ha conmovido. No quiero decir más. Espero lo disfruten y como siempre, les deseo buena salud y éxito en todo lo que hagan. ¡Hasta la próxima!


[VIDEO 1: A Blood Debt | Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings OST]

[VIDEO 2: Shingeki no Kyojin (Attack on Titan) OST - Vogel im Kafig (eng subs)]


Capítulo 133

Incertidumbre


[VIDEO 1: A Blood Debt | Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings OST]

Incertidumbre. Esa era la palabra que acataba a todos en ese momento, pero sobre todo al hombre que se encontraba arrastrando los pies sobre la tierra, dejando por su trayectoria unas huellas apenas legibles. A su costado los maizales parecían estar impidiéndole el camino hacia su objetivo, pero entre más las apartaba desesperadamente, más sentía que se asfixiaba entre ese mar de sembradíos. Por más que el sol se estuviera ocultando a la hora de un atardecer enigmático, el hombre seguía arrastrando los pies y dejando a su paso no sólo las huellas ya mencionadas, sino gotas de sangre que seguramente llamarían la atención de cualquiera que le estuviera siguiendo la pista.

Y es que su vista por momentos parecía lúcida y por momentos parecía vacía. Estaba entre el dilema de estar consciente de lo que hacía y no saber ni siquiera cómo se llamaba. Su mente había estado tan atrofiada que por lapsos recordaba los momentos de su vida; una vida que al parecer no sabía distinguir entre la realidad y la ficción. ¿Pero qué más daba en donde se encontraba? Por ahora, el único objetivo que podía recordar en ese momento era llegar hasta aquella casa en la granja; una morada que había formado parte de él desde su infancia y que le traía buenos recuerdos.

Eso era lo único que le quedaba. Aferrarse a los buenos momentos era lo que lo mantenía vivo, lo que lo hacía caminar hacia la morada, donde esperaba encontrarse a su padre, aquel que estuvo a su lado después de que él estuviera aproximadamente dos años atrapado en ese juego virtual que dio la vuelta al mundo. Necesitaba el amor de su padre, necesitaba el corazón cálido de una persona, porque era lo único que le quedaba, que podía recordar.

No obstante, dentro del juego también estaba aquella jugadora con la que había formado un lazo inquebrantable. ¿Qué iba a hacer con Manon? Si abandonaba el juego, ¿quién cuidaría de ella? El dilema en su cabeza le daba tantas vueltas que la incertidumbre era la única que le invadía por ahora; ni siquiera el dolor que sentía a punzadas sobre el abdomen y goteaba manchas carmesíes a través de su ropa le hacía gemir más que la tristeza y rabia que estaba sintiendo en esos momentos. Una tristeza por haberse involucrado en el juego, y una rabia por darse cuenta de que había momentos en donde apenas si reconocía su propio nombre.

Sin embargo, tenía que hacer esto ya. Con el casco en mano capaz de matar a los beta, con la huida del apartamento envuelto en la metrópoli, con Skyla deseándole buena suerte antes de volver a conectarse y adentrarse a una misión "suicida", con la responsabilidad de todo el Gremio Mega en sus manos, con el pendiente de no haber visto a su padre en el apartamento de la ciudad y esperar a que se encontrara en la casa de la granja, con el dolor aún latente de ver la muerte de Astrid con sus propios ojos y el imaginarse que pudiera suceder lo mismo con Manon, pero por sobre todas las cosas, con el dolor punzante en su estómago, su cerebro y todo su cuerpo por los efectos de un poder que no había deseado pero que había aceptado para el bienestar de los que quería proteger. Con todo eso encima, Alain se mantuvo firme y llegó hasta el cobertizo de aquella casa en medio de un silencio abrumador y la luz del alba que poco a poco se iba tornando púrpura y nostálgica.

Con un brazo envuelto en el casco que cargaba y con el otro apretándose la herida del abdomen ocasionada, dio un suspiro grande en vista de que todo estaba muy callado y esperaba lo peor. Levantó la mano para tocar la puerta, pero antes de hacerlo se detuvo opacado por el miedo que estaba sintiendo. No podía perder a más gente; no podría soportarlo. Sin embargo, sabía los riesgos que conllevaba el tener un gran poder y una gran responsabilidad; sabía que perdería personas en el camino, incluso si apostaba su vida para protegerlas. La vida no era justa, claro estaba, y prefería morir él antes que todos a los que protegía, pero es que a veces le tocaba a uno ver la crueldad de la vida misma que aquello te hacía mucho más fuerte de lo que imaginabas.

Entonces… ¿por qué estaba embarcándose en una misión que sabía tenía mucho riesgo? ¿Por qué arriesgar a toda su familia sabiendo que la mayoría moriría a manos de los enemigos? ¿Por qué tirar todo por la borda si podía haber más opciones?

Tocó a la puerta tres veces. Cuando lo hizo, sus nudillos habían pintado la madera blanca de la puerta de pequeñas pinceladas carmesíes.

Mientras esperaba, tragó saliva. No quería esperar ni un segundo más. Quería que enseguida se abriera la puerta y viera dentro de la casa a su padre con los brazos abiertos y una sonrisa de esperanza al ver que su hijo había vuelto a casa. Quería deshacerse de ese casco y ese dolor que le atormentaba el cuerpo, quería olvidarse por completo del juego virtual y dedicar toda la vida que le restaba en el campo, donde siempre había pertenecido. Quería llorar, gritar y romper cosas para desahogarse, pero sabía que no había tiempo siquiera de eso, porque estaba a punto de entrar al juego y hacer la misión más importante de su vida.

Incluso si nadie respondía a la puerta; incluso si encontraba a su padre sin vida o nadie estuviera en esa casa, debía conectarse para cumplir el deber que tenía para con el Gremio Mega. Incluso con el dolor físico que sentía, los momentos de amnesia que le punzaban la cabeza y con el miedo de llevar a todos a unas islas que podrían ser su destino final. Con todo eso, tenía que conectarse, luchar con todo su poder y sacrificar todo lo que tenía, porque sabía que así, sólo así, sacrificando lo más preciado para él, podían salir de ahí. Un sacrificio que parecía en vano, pero que, al mismo tiempo, era la única opción que tenían después de ver que no había atisbos de esperanza en Pokemon Battle Online.

[…]


Serena

Cuando abrí los ojos, desde la punta de mis pies hasta lo más alto de mi cráneo una punzada de dolor se hizo presente, pero fue más sorprendente el silencio abrumador que me había invadido de súbito, como si todo lo que había pasado desapareciera de un instante a otro. Al principio, no pude recordar qué es lo que en realidad había pasado y cómo es que había llegado a un lugar tan frío y solitario como en el que me encontraba, pero mi memoria hizo un esfuerzo enorme por tener que recordar las cosas que habían tomado lugar en la isla Koori.

Después de un par de minutos en donde mi pecho se sentía oprimido por el cansancio, finalmente me acordé de la explosión que Lysson y el Articuno habían tenido. Una explosión que sin lugar a duda había asesinado a aquel novato por el ansia de poder y a todos los de su alrededor, pero que afortunadamente dicha explosión no había atravesado la superficie congelada del lago, en donde me había sumergido rodeada por los brazos de Kalm que había intentado protegerme.

Entonces, al haber recordado esos últimos momentos antes de que el frío me hiciera perder la consciencia, intenté buscar con la mirada a Kalm para ver si se encontraba alrededor mío, pero lo único que pude presenciar fueron muros de hielo, estalactitas y estalagmitas causadas por el mismo hielo y una oscuridad más allá de la cueva en la que me encontraba; al otro lado, la luz del sol yacía en lo más alto de un día que parecía estar en su cumbre, pero que las nubes y el frío de la propia isla parecían tomar más protagonismo que el astro rey. Sin embargo, aún con la luz del sol, el frío y la soledad en aquel lugar inhóspito de las cordilleras de la isla me hacía sentir pequeña e indefensa.

Quise gritar el nombre de Kalm, pero mi voz se ahogó en el dolor que de pronto mi cuerpo sintió. La hipotermia poco a poco se iba sintiendo a medida que iba moviendo mis articulaciones, y cuando traté de levantarme, lo único que mis piernas pudieron limitarse a hacer fueron temblar y caer rendida de nuevo, antes de sumergirme otra vez en un profundo sueño que pareció una eternidad.

En dicho sueño, varias escenas que había tenido presente no hace mucho tiempo aparecieron para atormentar más mi cabeza. Mi equipo de elite Kalos apareció para salvarme, el Articuno se hizo presente de nuevo con un Lysson que lo había tenido controlado por completo, y junto con el Yveltal megafusionado, se presentó una batalla en la que no hubo más alternativa que luchar. Por más que peleaba, por más que intentaba, los enemigos comenzaban a salir cada vez más; Pokemon megafusionados se multiplicaban por la llanura de nieve hasta que todo el gremio Mega se había visto superado en número. Sin embargo, lo sorprendente fue que los enemigos no iban hacia mí, sino que atacaban directamente a mis amigos, al equipo de élite con el que había entrenado día a día para volverme más fuerte. De pronto, escuchaba gritar mi nombre, y cuando volteé a verlos, había sido demasiado tarde: los Pokemon megafusionados los habían devorado; sin embargo, cuando vi con más detalle la escena, no se trataban de el equipo Kalos, sino que el Gremio Novato eran los que estaban siendo devorados. La cabeza decapitada de Sémola apareció rodando por la nieve hasta detenerse a mis pies.

Aquello fue el detonante para que despertara de golpe y con la respiración agitada. Cuando sucedió aquello, mis articulaciones no se acordaron de que habían estado inmóviles y frágiles por el frío del agua. Sentí un dolor en todo el cuerpo, pero el miedo de aquella pesadilla me había dolido más que el propio dolor físico que había olvidado sentir.

— No deberías moverte tanto.

La voz me hizo saltar de un brinco y ponerme en posición de ataque por instinto, pero cuando noté que se trataba de Alain, bajé la guardia y me quedé muda al ver que tenía muchas preguntas que pronto se apresuró a responder, como si estuviera leyendo mi mente.

— No sé qué ha pasado con los demás.

Era una respuesta tajante y corta, pero que en realidad respondía muchas preguntas. No se sabía nada de los enemigos ni de los aliados. Esa era la única respuesta que podía aceptar por ahora y con la que quizá no estaba conforme, pero era todo lo que tenía.

Sin embargo, ¿qué pasaría ahora? ¿Cuál era el objetivo? ¿Habíamos conseguido el Arco de Luz? Esas preguntas estaban en la punta de mi lengua, pero al ver la mirada perdida de un Alain que parecía estar inmerso en sus propios pensamientos y con un rostro tan frívolo y decaído que jamás había visto antes en él, decidí no atormentarlo con mis preguntas. No obstante, aquello era importante. El futuro dependía de esto; si no hacíamos algo pronto, ¿qué es lo que nos esperaba? ¿Qué nos esperaba a los que queríamos salir del juego, a los llegamos hasta acá y luchamos para sacrificar nuestras vidas? ¿Habrá sido todo en vano? ¿Los demás habían cumplido su objetivo en las demás islas? Espero que sí, porque aquí parecía que la retirada era obligada y los sacrificios habían sido muchos. No había que ser tan inteligente para saber que todo en esta isla había terminado y nos habíamos ido con las manos vacías. Al menos, las bajas en la élite del gremio Equilibrio y la muerte de Lysson habían valido la pena, pero eso no me convencía del todo para retirarme satisfecha de aquí. Sea como sea, debíamos retirarnos a la costa en cuanto fuera posible; era el tercer día y quizá los demás ya estaban esperando a que apareciéramos para reunirnos y sopesar la situación futura del gremio.

— Debemos retirarnos. Venga, vámonos de aquí —ordené a Alain como si él fuera de un rango menor. En realidad, no había pensado en el respeto con el que tenía que dirigirme hacia él. No estaba pensando en nada que no fuera el equipo Kalos; quería encontrarlos con vida.

Sin embargo, cuando mis rodillas por fin soportaron el peso de mi cuerpo y poco a poco se iban acostumbrando a estar erguidas, me dirigí hacia la salida de la cueva, donde el frío se hizo mucho más presente y un paisaje irónicamente hermoso nos estaba rodeando. A lo lejos, no tanto como yo había creído, el lago central de la isla se encontraba, con el islote totalmente destruido y desaparecido y con manchas rojizas que provocaban corrientes con olor a hierro y destellos de pixeles. Quizá era buena buscar sobrevivientes, pero, así como podía encontrar aliados con vida, también nos arriesgaríamos mucho a encontrarnos con enemigos, y la misión, aunque me costara admitirlo, era retirarnos a como diera lugar. Incluso si… si Kalm se encontraba en lo más profundo del lago, tenía que irme. Tenía… pero no quería… No sabía qué hacer en esos momentos, pero al menos estaba intentando algo.

Al darme la media vuelta, la misma mirada perdida de Alain hacia la nada se mantuvo. Tal parecía que no me había escuchado en lo absoluto.

— Alain…

Sin embargo, él no reaccionó.

— Vámonos.

—No. Déjame aquí… yo… yo no sé qué…

Pero antes de que siguiera deambulando con palabras de desaliento y lástima, el hombre sintió un golpe en la mejilla que lo sacó de sus pensamientos deprimentes y adictivos. Al levantar la mirada, la palma de mi mano había sentido el hervir de mi propia sangre al haberle dado una bofetada que sentí era necesaria para que reaccionara de una vez por todas. Aquel no era Alain, o no lo estaba siendo desde que arribamos a la isla. Si seguía así, aunque fuese el líder de aquel gremio que consideraba su familia, me iría a la costa con o sin él. No necesitaba a gente a mi lado que había perdido ya las esperanzas de luchar.

— Ellos siguen allá afuera —mi voz era más firme que nunca, a pesar del dolor— No sé si muchos siguen vivos después de la explosión, ni siquiera sé si el equipo élite de Kalos sigue con vida, pero debemos seguir. Incluso si somos nosotros dos, debemos luchar hasta el final. ¿Qué sentido tiene haber llegado hasta aquí si al final terminas rindiéndote? ¿Qué mensaje le transmites a los demás que sobrevivieron y que quizá han cumplido su objetivo en las otras dos islas? ¿Quién eres, Alain? ¿En qué te has convertido?

— Yo…

Aun con mis palabras, noté que, en cuestión de segundos, aunque fueran sólo un par, volvió de nuevo a aquellos recuerdos que no podía evitar pensar. Sabía que Alain, de alguna u otra manera, estaba atado a su pasado y lo entendía perfectamente porque yo había pasado por eso. El dolor de sentir que alguien se va de tus manos, el sentirte débil por no lograr proteger a la gente que amas dentro del juego, el sentirte inútil y atado a un pasado que no te deja avanzar son cosas que son de mi completo entendimiento, pero sabía que al mismo tiempo eran pensamientos adictivos. Entre más los pensabas, más te quedaban en dicha oscuridad, y una vez que te encontrabas ahí era muy difícil salir hacia la luz. Por ahora, por todo el dolor tanto físico como mental que estaba teniendo Alain, sabía que iba a ser muy difícil que en cuestión de segundos lo hiciera reaccionar para que actuara como debía actuar un líder.

Hablar con él era en vano, pero… ¿qué debía hacer con él? ¿Dejarlo que muriera aquí? ¿Ver como se quedaba solo, después de todo lo que había hecho por nosotros? Mi moral no me lo permitía, pero tampoco quería quedarme aquí a esperar un milagro o a que los enemigos nos encontraran. Era hora de la retirada, y si era necesario, tendría que cargar con Alain en mi espalda.

— Venga, vámonos…

No había nada más que decir. Cuando saqué a mi Delphox de la pokébola para que éste pudiera cargar a Alain, el hombre retrocedió hacia la oscuridad de la cueva, como si tuviera miedo de que le tocaran. Aquello me sorprendió por completo. Si no quería ayuda, ¿qué es lo que quería? ¿Acaso aquel hombre que transmitía lástima era Alain? En verdad no le reconocía. ¿Qué es lo que lo había cambiado de un momento a otro?

Alain se siguió arrastrando hacia la oscuridad de la cueva donde, un poco más allá, se encontraba su espada legendaria recargada en los muros de hielo. No lo había notado antes, pero aun portaba su arma y aun tenía vida de sobra para seguir luchando; físicamente se veía bien, pero quizá mentalmente estaba destruido, y por más que tuvieras la fuerza física suficiente para combatir, si tu mente no estaba al cien, la derrota estaba asegurada.

Los dos habíamos sobrevivido a una explosión que acabó con casi todos los presentes. No sabía dónde estaba Kalm ni Manon, no sabía dónde estaban mis amigos, ni tampoco sabía la situación en las otras islas, pero era momento de tomar una decisión, fuera acertada o errónea, si me quedaba aquí deambulando con alguien que había perdido las esperanzas de luchar, estaría perdida. Al menos, yo sería la última en transmitir esperanza a los que aun luchaban por salir de aquí. Eso era lo menos que podía hacer por ahora, incluso… incluso si significaba que debía abandonar al líder del gremio Mega.

— Lo siento Alain, pero tengo que irme.

Me encaminé hacia la salida de la cueva junto con mi Delphox que me mantendría cálida durante el trayecto. Intenté exhalar e inhalar de manera tranquila y profunda, ya que en ese momento tenía muchos sentimientos encontrados, porque cuando miré de nuevo hacia atrás, Alain seguía en aquella mirada perdida irreconocible hacia la nada. Por más que me quería hacer la fuerte, no pude evitar sacar un par de lágrimas al ver el estado de lamento en el que se encontraba el sujeto. En verdad ya estaba muerto en vida.

— En verdad me duele hacer esto, Alain —incluso mi Delphox tenía una mirada triste al verle así—. No sé el estado de la misión; no sé si las otras islas consiguieron el Arco de Luz, pero me niego a pensar que hemos perdido por completo. Lysson ha muerto, toda la élite del gremio Equilibrio también lo está y Diantha se ha quedado sin protección. Eso, y añade lo que nuestros demás compañeros han hecho en las demás islas. Sean malas o buenas noticias, hemos dado un paso enorme hacia nuestras vidas antiguas, Alain. ¿No es lo que querías? ¿Acaso no quieres volver a tu vida antigua?

Al mencionar aquello, vi que sus ojos, por mínimo que fuese, se abrieron al escuchar aquello.

— Verás, mi vida allá afuera no es mucho más extraordinaria comparada con la de ahora. Una chica envuelta en los suburbios, una madre que me quiere, amigos, una vida monótona en una ciudad grande. Por más simple que fuera, extraño esa sensación de realidad, de saber que lo que hago vale la pena porque la vida merece ser vivida. En cambio, esto… —me miré los dedos que parecían estar en un tono púrpura debido a la hipotermia por el frío— esto, aunque se siente real, en el fondo sé que no lo es. ¿En verdad te gustaría vivir en una simulación? ¿No volver a sentir el frío? ¿No volver a sentir la arena en los dedos de tus pies? Quizá no lo extrañes porque aquí tenemos todo eso, pero no es real. Sin embargo, ¿sabes qué si es real? Los lazos que creamos con las personas de este juego. Sentimientos que te hacen sentir vivo, que te impulsan a luchar y a vivir. Quizá Diantha tenía razón en decir que los sentimientos te hacen débil, pero desde esa debilidad uno se vuelve mucho más fuerte. Desde esa motivación por luchar por la gente a la que amas es suficiente para volver a la realidad. Algún día volveré a sentir el viento mientras voy en bicicleta, algún día volveré a sentir el frío sobre mis mejillas y a reír con aquellos que lucharon a mi lado. Habrá personas que se queden en el camino, pero no debes atarte a ese dolor y sufrimiento, sino que debes luchar por ellos, porque su muerte es una razón más para seguir luchando. ¡Lucha por su muerte y muere si es necesario por los que aún siguen con vida!

Cuando terminó mi discurso, noté cómo el hombre se arrastraba poco a poco hacia su Life Sword. Cuando estuvo a centímetros de la empuñadura, la tomó débilmente, pero al instante en que hizo contacto con ella, su mirada de nuevo se tornó a ese color sin vida y permaneció intacto hasta que su mirada se encontró con la mía.

— ¿Qué pasó con aquel que había dicho que, si nos aferrábamos al pasado, no podríamos avanzar? Adiós… Alain.

Sabía que era caso perdido. Puede que él nos haya abandonado, pero no me iba a abandonar a mi misma. Así entonces, me colgué sobre la espalda de mi Delphox y este comenzó a saltar de acantilado en acantilado por las cordilleras para ir hacia la costa.

En realidad, estaba muy cansada para seguir pensando, así que, de alguna manera u otra, dejé que mi Delphox se guiara por los caminos empedrados y traicioneros de las cordilleras mientras yo cerraba mis ojos y me recargaba en el lomo de mi Delphox. De un momento a otro, el trayecto me pareció más largo de lo que hubiera imaginado, ya que no pude conciliar el sueño bien y perdí las fuerzas de mis brazos al tratar de sujetarme sobre el cuello de Delphox, pero éste estaba atento y me sostenía las piernas con sus manos mientras que con sus poderosas piernas saltaba de un sitio a otro. Cuando abrí los ojos, noté que el sol ya se estaba escondiendo y que Delphox había ya sobrepasado aquel sistema montañoso de nieve para adentrarse al bosque de coníferas en donde los árboles intentaban arañar un cielo tapizado de nubes anaranjadas. Por su parte, la nieve había dejado de invadir el aire y tal parecía que se encontraba de luto, como si hubiera resentido los daños de la batalla en el lago central, porque los árboles lloraban y goteaban la nieve derretida debido al cambio de temperatura que eventualmente iba ascendiendo. Sentí una calidez reconfortante tanto en el pelaje de mi Pokemon como en el clima, y poco a poco, a medida que íbamos descendiendo a nivel del mar, sabía que el clima iba dejando de ser un factor que me impidiera luchar en caso de que me encontrara con algún enemigo.

Sin embargo, no me encontré con nadie. Mi Pokemon había ya recorrido casi la mitad de la isla y estábamos ya muy adentro del bosque de coníferas, pero tal parecía que la soledad y los lamentos de los copos de nieve en los árboles eran mi única compañía. Aquello me hizo sentirme segura, pero al mismo tiempo mi preocupación iba incrementando porque no quería pensar en lo peor para mis amigos. No quería pensar que en realidad ellos estaban…

— ¡Serena!

Cuando mi nombre llegó hasta mis oídos, lo primero que se me vino a la mente fue un aliado, pero fue incluso mejor, porque hasta el sol se asomó por entre las nubes del atardecer al iluminar a aquel que había gritado mi nombre. Atrás de aquel sujeto, cuatro personas más le seguían la pista montando sus Pokemon con una sonrisa de oreja a oreja al reconocerme al instante.

— ¡CHICOS!

Sin pensarlo demasiado, me aparté abruptamente de mi Delphox y comencé a caminar torpemente por la nieve y entre las coníferas. Ellos también hicieron lo mismo, y cuando caí rendida sobre el suelo debido a que aún no estaba al cien físicamente, Shauna fue la primera en tumbarme en la nieve por completo para envolverme en risas y abrazos. Seguido de ella, Korrina nos empapó de nieve al frenar con su tabla de esquiar. Tierno llegó con pasos hábiles de danza mientras que el que había gritado mi nombre, que se trataba de Grant, venía aun herido por los daños de alguna batalla en la que no había estado presente. Todos ellos llegaron a mi a envolverme en abrazos que sentí como la acción más reconfortante de mi vida. Por último, Viola, que llegaba desde el cielo con su Vivillon, nos invadió de fotografías que seguramente nos enseñaría más tarde. Cuando los seis estuvimos reunidos, la sensación que tuve fue de un gran bienestar que no había sentido desde hace mucho tiempo. Aquel momento me hizo sentir más viva que nunca.

— ¡Chicos! ¡Qué bueno que están a salvo! ¡Qué alivio… yo…!

— ¡¿Dónde está Alain?! ¿Qué ha pasado? Escuchamos una explosión en el lago y… —Shauna comenzó a hablar abruptamente, como si quisiera buscar respuestas inmediatamente.

— Alain… —negué con la cabeza— Venga chicos, debemos salir de aquí cuanto antes.

Pensé en Alain, en Kalm, en Manon y en todos los demás. Si mi equipo de élite hubiera visto a algún sobreviviente, lo habrían traído consigo sin dudarlo, pero al estar solos los cinco, sabía la respuesta y sabía lo que teníamos que hacer enseguida.

— Espera, Serena —Grant me detuvo del brazo cuando me volteé para seguir por el camino entre los árboles.

Aunque el sujeto notó mi inquietud por salir de esta isla, los cinco se quedaron parados por unos momentos, con la vista puesta sobre mi como si algo realmente les preocupara. ¿Qué es lo que sabían que yo no? ¿Qué habían visto que yo no? ¿Acaso alguien había muerto?

Mi semblante cambió de un momento a otro y entonces Korrina se adelantó a explicar:

— Fue justo en la mañana. Nos encontramos con… es difícil decirlo.

— Anda, no tenemos tanto tiempo. Debemos huir de aquí.

— Serena —Viola fue la que habló esta vez— Vimos a Cilan morir, pero alguien lo había tenido preso, como si fuese algún tipo de colección… Estaba moribundo, horrorizado, traumatizado…

No entendía a lo que se referían.

— El Yveltal con el que luchamos hace dos días mantuvo preso a Cilan, como si lo quisiera mantener con vida para coleccionarlo, pero cuando llegamos, no estaba el Yveltal y fue demasiado tarde para hacer algo por Cilan. Murió al vernos — Tierno parecía tener un tono serio en su voz.

— ¿Y…? ¿Por qué me dicen esto?

— Me confesó el nombre. Cilan vio su identidad. ¡Sabemos quién es el Yveltal, Serena!

— ¿Qué? —mis ojos se abrieron como platos y mi corazón latió al instante. Aquella confesión no era mucho menor y cuando supe que podía ser de gran valor, sentí las palpitaciones al mil por hora.

Sucedieron muchas cosas al mismo tiempo que me sacaron de mi concentración. La instantánea caída de dos árboles de coníferas que por poco y caían sobre nosotros si es que no nos hubiésemos movido a tiempo, el eco de un rugido que provenía de más allá e indicaba la presencia de un enemigo, un hiperrayo de colores oscuros y fríos que pasó rozando mi mejilla si es que mi instinto no me hubiera indicado que me moviera cuanto antes de ahí. La explosión que siguió fue suficiente para que su impacto nos hiciera perder el equilibrio y cayéramos en la nieve. Los troncos altos de los árboles se agitaron bruscamente y la nieve se combinó con las cenizas de un fuego que comenzó a arder a nuestro lado producto de la explosión reciente.

Mi respiración comenzó a agitarse, aún no estaba totalmente recuperada y eso me estaba pesando, pero eso no era lo que me inquietaba, ni la confesión que mis amigos me habían estado a punto de decir, sino que aquel rugido era de la persona que menos quería que se apareciera por aquellos lares. La silueta de aquel pájaro megafusionado tapó el ocaso por unos segundos y avisaba su llegada hacia el lugar de combate. Sabía que no podía batallar ahora contra el enemigo, y mucho menos contra el principal causante de varias bajas nuestras.

— ¡Retirada!

Y cuando me monté en mi Delphox, mis amigos me siguieron la pista en sus respectivos Pokemon. La velocidad, sin embargo, no era suficiente para que aquel Pokemon megafusionado comenzara a acortar la distancia entre nosotros. Tarde o temprano, entre aquella maraña de árboles gigantescos, tendríamos que encontrarnos con una lucha inevitable que en el fondo no quería tener.

Esta vez, en lugar del rugido del Yveltal, un hiperrayo fue lanzado destruyendo todo a su paso. La explosión se hizo presente y me lanzó rodando por la nieve. No pude ver nada más que pensar en reincorporarme, pero cuando estaba a punto de hacerlo, los daños colaterales de la explosión provocaron que uno de aquellos troncos altos y delgados cayera cerca de mi posición y me atorara la pierna con su peso. El dolor que sentí fue aterrador. Mi Delphox quiso ayudar, pero fue cuando otra explosión se hizo presente gracias al ataque del Yveltal que surgía por los aires y mi Pokemon fue lanzado hacia cualquier lugar y caer inconsciente. Quise quitarme de encima el tronco que tenía, pero como estaba de espaldas sobre la nieve, no había forma de liberarme.

De nuevo el rugido se hizo presente, pero mis tímpanos no sólo soportaron el grito ensordecedor de aquel Pokemon, sino que los miedos que mi subconsciente me susurraba eran mucho más dolorosos de lo que podía imaginar. Un miedo en el que el perder el combate era lo más probable, y junto con ello, nuestras vidas. Todo por lo que habíamos luchado se iría por la borda si no sobrevivíamos y salíamos ilesos de aquí. Debía sobrevivir, tenía que regresar a la Fortaleza Catarata en una pieza y pensar en la siguiente jugada. Dependía mucho de lo que mis demás compañeros hubiesen hecho en las otras islas, pero por ahora tenía que pensar en sobrevivir. No sólo yo, sino ellos, mis amigos, mis compañeros de lucha, mis camaradas. Mi vista dio con mis compañeros para ver si habían escapado de ahí, pero cuando noté que se encontraban inmóviles tomando posición de batalla para contrarrestar sus ataques. Parecían enojados, confiados y con ganas de luchar. En ese momento, recordé que ellos sabían la identidad de aquel Yveltal, y al parecer, el saberlo era una información tan vital que su espíritu de lucha se había incrementado en gran medida como para perder todo miedo a un enemigo que sabíamos no podíamos vencerlo.

— ¡SERENA!

Cuando Shauna alzó la voz, fue la primera vez en mi vida que la escuché tan segura de sí misma. Aquello me hizo tragarme todo el miedo que tenía. Su voz fue la señal para que confiara en mi equipo, porque al tiempo en que ella gritaba, los demás tomaban posición de ataque, como si aquel Yveltal fuera un solo enemigo más que descendía por entre los árboles para ser cortado en dos por los cinco miembros de élite. Cierto, no había tiempo siquiera para sacarme de aquel tronco, porque si pestañeabas, alguno de aquellos hiperrayos podía acabar con tu vida en un abrir y cerrar de ojos.

— ¡DEJANOSLO A NOSOTROS!

Esta vez, Tierno fue el que me aseguró con la voz que ellos cinco no habían sido aquellos muchachos novatos que había conocido en un principio. A medida que el Yveltal bajaba a gran velocidad por los árboles, ellos ya tenían planeado qué hacer y cómo batallar contra dicho Pokemon, como si hubiesen sido entrenados toda una vida para este momento.

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Yveltal bajó como kamikaze hacia los cinco sujetos, pero estos ya estaban preparados para el aterrizaje abrupto del Pokemon. Al momento en que el Yveltal megafusionado había tocado tierra con sus patas deformes, Korrina había ya trazado una circunferencia alrededor del Pokemon para envolverlo una y otra vez con hilos demora que le proporcionaba Viola parada desde la rama de un tronco. Aquello ocasionó que las patas del pájaro se inmovilizaran y agitó sus alas junto con un rugido en señal de que quería liberarse.

— ¡CONFIA EN NOSOTROS!

Korrina fue la que habló esta vez, mientras disfrutaba del patinaje en su tabla de esquí y seguía envolviendo las patas del Pokemon. Mientras el Yveltal abría las alas desesperado para volar, Grant, junto con su Tyranitar, centraron su golpe aural justo en el centro de cada una de las alas para tumbar al Pokemon a espaldas de la nieve. Al tiempo en que el Pokemon iba cayendo, Viola había ya lanzado al aire una red de flechas de hilos demora que Shauna se encargó de rociar con el veneno que salía de sus manos para que dichos hilos envolvieran al Pokemon a medida que la red caía sobre su cuerpo.

— ¡SOMOS EL EQUIPO KALOS!

Grant gritó y se apartó de ahí junto con su Pokemon, para que entonces la red de hilos llenos de veneno lo comenzara a invadir. Para cerciorarse de que no se levantara, Tierno se sentó en la barriga del Pokemon a pesar de que el contacto de los hilos con la piel del muchacho también le hacía daño, pero debido a que él era un sanador, podía soportar el dolor y curarse al mismo tiempo. Así entonces, mientras la red iba envenenando al Pokemon, Viola finalizó un último ataque de hilos démora hacia el hocico del Pokemon para evitar que sacara algún otro hiperrayo. Poco a poco, el Pokemon se iba enredando en los hilos que poco a poco le iban bajando la vida gracias al potente veneno de Shauna impregnado en los hilos de Viola.

— ¡Y PROTEGEREMOS A CUALQUIER AMIGO PASE LO QUE PASE!

Grant fue el que mencionó aquello, haciendo que mi admiración por ellos fuera aún mayor. Noté entonces que, aunque estaba aún atrapada en el tronco, ellos no dependían totalmente de una líder. Estos tres días había estado tan preocupada por saber si seguían con vida o no, que jamás se me pasó por la cabeza el poder que ellos habían adquirido a lo largo del entrenamiento. Ellos habían capturado al Mega Charizard en la Guerra Celestial; ellos habían llegado al Gremio Mega y se habían hecho un lugar en un equipo de élite; ellos me habían inspirado a seguir y a olvidar las tormentas de mi pasado; ellos me inspiraban confianza y seguridad; ellos me habían hecho comenzar de nuevo, y en realidad, jamás había dudado de su poder.

— ¡SERENA! ¡SIEMPRE TE PROTEGEREMOS!

Shauna fue la que confesó aquello. Tal parecía que el Yveltal estaba totalmente cubierto de hilos démora que lo hacían revolverse entre sus propias alas agitadas. Tierno ya no necesitó sostener al Yveltal, el Pokemon se había rendido desesperadamente retorciéndose sobre la nieve en busca de alguna abertura en la que romper los hilos, pero como la presa de una araña, había sido cubierto cual capullo y el mismo veneno lo iba drenando.

Y entonces, como si no fuera suficiente, los cinco se prepararon para dar el golpe final mientras el Pokemon batallaba contra sus propios hilos. Los cinco se subieron en una de las ramas más altas de un árbol para tomar vuelo y dar justo en el vientre de aquel Pokemon para terminar con él una vez por todas. ¿Acaso importaba su identidad? Tal vez ya no, porque incluso ellos supieran esa información, tal vez valía la pena más matarle.

Viola preparó su arco. Tierno se inundó en un aura índigo y preparó su cuerpo completo para caer sobre el Pokemon. Korrina se ajustó los guantes de patinadora que traía para dar un golpe aural, junto con un Grant que brillaba auralmente más que las piedras preciosas que tenía incrustadas en su cabello rizado y azabache. Shauna también preparó una magia llena de veneno que vino de sus puños. Los cinco estaban listos para dar el golpe final, y cuando saltaron de aquella rama para descender a toda velocidad, vi la esperanza en mis ojos.

Sonreí.

No podía creer lo que estaba viendo. ¿Acaso aquellos eran las personas que había conocido antes? No, eran personas que habían cambiado, que se habían vuelto más fuertes que antes. Ellos eran la esperanza de PBO, por lo que valía la pena luchar. Ellos eran el legado que dejaron aquellos que perecieron en el intento de salir y ellos eran los que saldrían tarde o temprano del juego. Ellos, la luz, la esperanza, la valentía, la fuerza.

Ellos, los que luchaban por una causa.

Ellos, los que ponían en alto el nombre de los que ya no estaban.

Ellos, los que me hacían recordar al Gremio Novato.

El Gremio Novato… aquellos que habían muerto a manos de Mirto gracias a mi debilidad. Aquellos que me miraron por ultima vez en señal de ayuda y no pude hacer nada. Sin embargo, esta vez era diferente. Esta vez, podía confiar en el poder de mis amigos. Esta vez, sabía que la victoria estaba asegurada.

Serena

La voz de Alain llegó a mi mente. Era un simple recuerdo. Era una conversación que había tenido con él el primer día que habíamos llegado a la isla Koori. Recordé entonces lo que me había dicho antes de que partiera hacia el lado oeste de la isla para socorrer al flanco lateral que se encontraba en peligro. Recordé aquellos susurros que me mencionó y me habían hecho revolverme el estómago. Recordaba sus palabras de una manera tan exacta, que ahora ya sabía por qué había estado tan preocupada y temerosa todo este tiempo:

Sé que confías en tu equipo, pero… no confíes demasiado. La incertidumbre en la batalla siempre está presente.

Al grabarme aquellas palabras y que estas hubiesen llegado a mi memoria en un momento como este sólo me hizo voltear a ver a mi equipo con un miedo que no pude explicar.

— ¡GANAREMOS CUESTE LO QUE CUES…!

La voz de Tierno fue interrumpida por un ataque que jamás habíamos visto en el Yveltal.

De su pecho, una enorme aura oscura de tonos oscuros y rojizos comenzó a formarse a pesar de estar envuelto en los hilos démora. Dicho ataque fue directo hacia los cinco, y aunque cuatro de ellos pudieron esquivarlo a tiempo, el aura dio directo a Tierno, que instantáneamente sintió un agujero sobre el estómago. Su vida bajó por completo, y cayó rodando por la nieve dejando rastros de sangre que me provocaron una sensación incrédula.

No pude gritar, porque lo siguiente que sucedió fue demasiado rápido para ser verdad.

El Pokemon rugió y gracias al ataque aural que había hecho los hilos demora se rompieron para liberarlo. Al hacerlo, todos comenzaron a escapar, pero cuando Yveltal alzó sus alas y emprendió el vuelo, con una de sus deformes patas de pájaro llego hasta Grant para pisarlo varias veces sobre el suelo.

— ¡NOOO, NOOOOO! —Comencé a gritar. Quería escapar del tronco en el que estaba atrapada, pero no podía.

Shauna le gritó a Viola y Korrina que se reagruparan para poder pensar en el siguiente ataque, pero en ese momento, el Pokemon realizó otra táctica que no habíamos visto antes: gracias a su Megafusión, el Yveltal aleteó con sus alas para formar un golpe aural que salió disparado hacia Viola, lo cual provocó que la matara en el acto, ya que dicho golpe aural equivalía a cien golpes aurales de un jugador normal. La cámara de Viola salió hecha añicos por la nieve.

— ¡NOOOO! ¡PARA! ¡NOOOO! —Mi voz se estaba desgarrando al ver la escena.

Shauna ya ni siquiera reaccionaba. El ver a tres amigos suyos ser asesinados en menos de veinte segundos la dejó completamente en shock. Sin embargo, cuando el Pokemon megafusionado llegó hasta su posición, la agarró con una de sus patas, comenzó a apretarla con sus garras mientras ella sollozaba de dolor. Korrina intentó hacer algo moviéndose entre la nieve hábilmente con su tabla de esquiar, pero al tiempo en que Yveltal aplastaba a Shauna con sus garras, el pájaro dio una voltereta habilidosa para coger a Korrina con su pico. Tanto la tabla de esquiar como la muchacha de cabellos rubios se vio partida en dos, mientras que, con la ayuda de la otra pata derecha, partía a la última miembro del escuadrón de élite Kalos en dos. Así entonces, Korrina como Shauna fueron lanzadas como costales de basura rodando por la nieve que ahora estaba teñida de sangre.

Increíble.

En menos de un minuto, la historia se repetía. En menos de un minuto, mi equipo completo había sido asesinado. No sabía cómo reaccionar; no podía pensar que esto era la realidad.

Acaso… ¿acaso estaba soñando?

Quería pensar que sí.

Ni siquiera mis ojos tomaban crédito al ver aun los cuerpos masacrados de mis compañeros que poco a poco iban desapareciendo en pixeles. Partidos en dos, hechos añicos, huesos rotos y cuerpos deformes por el brutal ataque de aquel jugador enemigo. Fuera quien fuera, ¿qué más daba? No tenía quién me salvara ni tenía la convicción para seguir luchando. Si el gremio Novato me había dejado sin ánimos de luchar, esta escena me había quitado las ganas de vivir.

Las lágrimas salieron. Yveltal se regocijaba entre la sangre de sus víctimas. Cuando volteó a verme a mí, su última víctima, noté una sonrisa humana a través de ese rostro deforme y terrorífico. Sin embargo, antes de aceptar mi destino, antes de recibir la muerte con el corazón destrozado y la tristeza en su máxima expresión, parecía que este infierno me iba a otorgar nuevamente la oportunidad de vivir.

¿Por qué?

Porque alguien más conocía ese sufrimiento. Alguien más sabía lo que era perder a su familia, a sus amigos, a la gente que entrenó día a día hasta este momento. Alguien que había también perdido la convicción de luchar y de vivir, pero que, por alguna razón, esta sería una de sus más grandes batallas para demostrar que no todo estaba perdido aún cuando llegó tarde para salvar al escuadrón de Kalos.

El jugador que estaba en mi defensa me rebasó, sin voltear a verme. Segundos después, el rugido se hizo presente y la transformación comenzó a iluminar el ambiente. Su espada, teñida de varios colores, opacó el ambiente carmesí y blanquecino en el que nos encontrábamos. Los colores como el arcoíris se hicieron presentes, señal de que el Pokemon megaevolucionado frente al Yveltal estaba dispuesto a luchar por la esperanza de PBO. Una escena multicolor que representaba al gremio Mega, una escena multicolor que representaba los distintos sentimientos de muchos jugadores. Una escena multicolor que mostraba la ira, la tristeza, la valentía, el dolor, la convicción y la rabia por la crueldad de este juego.

Una crueldad que se vio reflejada en el grito del jugador. Un grito lleno de ira al ver que su familia completa había sido masacrada y él no pudo hacer nada al respecto. Un sentimiento de culpa que lo cegó por completo y lo mostró vulnerable, pero sabía que ya nada más podía hacerse. El dolor en su cabeza era increíble, pero no más que la rabia e impotencia que sintió en esos momentos por saber que él, el padre de todos sus hijos no pudo protegerlos en ninguna circunstancia. Un grito ensordecedor que mostraba a relucir el límite de un poder que había tenido oculto hace mucho tiempo y que sólo lo utilizaría en una situación donde se rebasaran todos los límites. Él, más que nadie, sabía que el límite se había roto.

Alain, en su forma megaevolucionada con Xerneas, sabía las consecuencias de pelear así, pero era lo último que quedaba por hacer para seguir creyendo en que algún día se saldría de Pokemon Battle Online.


Próximo capítulo: Sacrificio

Sí, soy cruel u.u. Me conmovió mucho este capítulo, muajaja.