Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.
- Con guión: lo que hablan.
En cursiva los pensamientos.
((blabla)) Lo digo yo
LA MEJOR AMIGA
Por Catumy
Capitulo 10. Lágrimas
Kouga estaba encantado. Con Inuyasha fuera de juego, Kagome seguramente necesitaría un hombro sobre el que llorar. Un hombro fuerte y masculino como el suyo. Una sonrisilla lasciva adornó su cara al pensar en la forma en la que le gustaría consolarla, una forma bastante íntima, a decir verdad. Kagome era una chica sensible y romper con su novio para que éste se largue con su ex seguramente había sido un golpe fuerte para ella. La miró para ver si estaba llorando pero no pudo enfocar sus ojos, ya que seguían fijados en el vacío. Seguramente estaba destrozada por dentro. Y él se ocuparía de confortarla.
Ayame no entendía nada. Un día se enteraba de que sus dos amigos estaban juntos y al siguiente resultaba que Inuyasha regresaba con Kikyo. Miró a Kagome, viéndola sumida en sus pensamientos. La admiraba al mantenerse tan serena dadas las circunstancias. Si ella saliera con Kouga y éste la abandonara, seguramente no podría dejar de llorar. Pero Kagome siempre había sido una chica fuerte y enfrentaba los problemas con enorme entereza. Jamás se había mostrado débil ni siquiera delante de sus amigos.
Sango entendía demasiado bien los sentimientos de Kagome, por algo era su amiga más íntima. Sabía perfectamente que ahora debía estar sintiéndose utilizada y humillada. Había jugado a algo muy peligroso y había perdido. Lamentó el haberla animado a tratar de enamorar a Inuyasha, ya que debería haber contado con la estupidez de los hombres y la obsesión del chico por esa mujer, por Kikyo. Pensó en que hablaría con Kagome cuando estuvieran a solas pero que en esos momentos tenía que disimular si no quería poner en evidencia los sentimientos de su amiga.
Miroku, ese chico eternamente alegre y aparentemente sin preocupaciones, no miró a Kagome sino a Inuyasha. Él sabía mejor que nadie de los presentes lo mal que su amigo lo había pasado durante su ruptura con Kikyo. Por es mismo no entendía como era capaz de caer de nuevo en la misma trampa. Quizás fue esa amistad que unía a ambos chicos la que le empujó a hablar, preguntando lo que casi todos tenían en mente.
- Después de todo lo que pasó ¿Le das otra oportunidad? – Inuyasha respiró profundamente. Había esperado esa pregunta desde el mismo momento en que aceptó reanudar su relación con Kikyo, por lo que sabía que era lo que tenía que contestar.
- Kikyo no se portó bien conmigo pero ahora es diferente. Ha cambiado.
Tres personas intercambiaron miradas. Kouga estaba demasiado contento planificando su estrategia de seducción como para darse cuenta del absurdo que Inuyasha acababa de decir y Kagome no reaccionaba a las palabras que se decían a su alrededor. Ella ya sabía todo lo que se estaba diciendo.
- Inuyasha, sinceramente, no creo que sea una buena idea.- Ayame habló tímidamente. Nunca se había metido en los asuntos de los demás pero sabía perfectamente lo que Kikyo había estado diciendo de él durante días y no le parecía sensato darle otra oportunidad a una persona tan manipuladora. El chico apenas sonrió.
- Ya sé que odiáis a Kikyo pero…
- Nadie odia a Kikyo.- e apresuró a decir Miroku. Si era el mejor amigo de Inuyasha debía permanecer a su lado aunque no le gustaran las relaciones que éste mantenía.
- Yo sí la odio. – por primera vez en mucho rato, la voz de Kagome se dejó escuchar, calmada, serena y aparentemente sin demostrar ningún sentimiento. Simplemente indiferencia, como si la conversación no fuera con ella. Ni siquiera se había movido al decirlo ni había mirado a nadie. Solo habló. Sintió que muchas miradas se clavaron en ella, tal vez esperando que siguiera hablando pero nada ocurrió después.
Sango creyó necesario apoyar a la chica.
- Yo no la soporto.
- A mi tampoco es que me caiga demasiado bien - murmuró Ayame algo insegura.
Los dos chicos restantes no se atrevieron a decir nada. A kouga no le convenía tratar de convencer a Inuyasha de que era una mala idea y Miroku se encontraba en una situación complicada. Por suerte el chico de ojos dorados no le pidió que diera su opinión.
- Pero ahora es diferente. Quiere que empecemos de nuevo – recordó las palabras de Kagome cuando se lo contó a ella "Y tu has sido tan iluso como para creerla"
FLASHBACK
- Inuyasha, me alegra que hayas venido
La delgada mujer se sentó frente al chico, manteniendo su mirada fija en el rostro de él, tratando de ver alguna expresión que delatara que aún podía dominarlo. Una camarera acudió para preguntarles lo que deseaban tomar. Minutos después, con sendos cafés frente a ellos, hablaron del tema por el que se habían citado esa tarde.
- Te preguntarás porque te llamé anoche.
- Dijiste que me echabas de menos.
- Y así es. En estos días que hemos estado separados me he dado cuenta de que te necesito a mi lado Inuyasha.
- ¿Y has necesitado tanto tiempo para darte cuenta?- Intentaba mantenerse firme.
- Traté de olvidarte, pero fue imposible- alargó una mano para acariciar el brazo de él – No podía olvidar tus caricias, tus besos, todas las cosas que vivimos juntos – Inuyasha era un hombre y, por tanto, débil ante una mujer hermosa como ella. Era un plan que había pulido con calma desde que lo vio besarse con aquella niña hacía una semana. Ni loca iba a dejar escapar un partido como Inuyasha, aunque para ello tuviera que representar un papel por el resto de su vida. Y jamás permitiría que se lo arrebatasen.
- Tampoco pudiste olvidar mi dinero ¿verdad?- retiró su brazo, rompiendo el contacto entre ambos. El dinero era un punto que debía ser aclarado.
- Sé que cuando te dejé dije cosas imperdonables pero… - bajó la cabeza, dando una impresión de profundo arrepentimiento
- Dijiste que solamente habías estado conmigo porque pensaste que cuando entrara en la empresa de mi padre ocuparía un alto puesto. Y que no querías saber nada de un empleado como cualquier otro. Que querías una vida que yo ni podía soñar con darte. Y que solo te habías aprovechado de mi durante todo el tiempo que estuvimos juntos- el decir lo que tanto le atormentó durante un tiempo, los motivos que le dio Kikyo para dejarle, le hicieron temblar las manos de la rabia. Quiso levantarse y alejarse de allí pero no pudo. Kikyo estaba llorando.
- Fui una estúpida Inuyasha. Puede que al principio si me interesara tu posición y tu apellido pero… Me he dado cuenta de que me enamoré de ti sin darme cuenta.
- No llores… - Había golpeado su punto débil. Él nunca pudo soportar el ver a una mujer llorar.
- Sé que me merezco que me rechaces, que me culpes por todo lo que ha pasado pero he cambiado. Me he dado cuenta de que estaba realmente enamorada de ti, no de tu dinero, y que no podía permitir dejar escapar a un hombre como tu. Creo… creo que eres el hombre de mi vida…
Las lágrimas salían sin parar. Inuyasha comenzaba a titubear. Parecía tan arrepentida, tan dispuesta a todo.
- Kikyo, han pasado demasiadas cosas en este tiempo
- ¿Lo dices por esa chica? Si estás con ella me mataré, te lo prometo. No podré soportar el verte con otra mujer – comenzó a sollozar con más fuerza, haciendo que algunas personas se giraran para ver lo que pasaba en su mesa. – Dime que estás con ella y acabaré con mi vida.
- No digas estupideces…
- ¡No entiendes que no quiero vivir si es contigo! Pero ya lo entiendo, he llegado tarde ¿verdad? Entonces no tenemos nada más que decirnos. Adiós Inuyasha.
Fue a levantarse, poniendo su mano sobre la mesa para que él pudiera ver claramente el temblor que la dominaba.
- Espera Kikyo – ella sonrió tras su máscara de lágrimas. Había hecho diana. – Yo… no estoy con nadie. Lo que viste fue solo… un hecho puntual
Los ojos de ella se iluminaron
- ¿Quieres decir que me darás otra oportunidad¿Podemos empezar desde cero?
Él la miró a los ojos, tratando de descubrir mediante su mirada si estaba siendo sincera o no. Pero en ellos lo único que vio son lágrimas ocultando cualquier pista de los sentimientos de Kikyo. Pero, maldita sea, si lloraba sería por algo ¿verdad?
- De acuerdo Kikyo. Nos daremos otra oportunidad
Ella se abalanzó a los brazos del chico, haciendo que la mesa se tambaleara ligeramente. Lo abrazó con fuerza mientras le murmuraba al oído que no iba a arrepentirse, que sería la mejor novia que jamás hubiera soñado con tener.
Al cabo de un rato, cuando él la acompañó a casa, Kikyo le ofreció subir a su piso, para demostrarle cuanto lo había extrañado.
FINAL DEL FLASHBACK
El silencio reinaba en el salón. Inuyasha solo había contado la escena por encima, omitiendo, claro está, lo del beso de Kagome y lo que hizo después en el dormitorio de Kikyo. Pero básicamente les había dejado clara la idea de que se sentía arrepentida y que quería volver a intentarlo. Miroku fue, de nuevo, el primero en hablar.
- Si tu crees que es lo correcto, cuenta con mi apoyo Inuyasha.
Todos asintieron, dejando claro que iban a respetar lo que él decidiera, aunque no creyeran que fuera la mejor opción, ni mucho menos. Por su parte, Kagome seguía sin moverse. No le extrañaba, después de la discusión que habían tenido antes de que llegasen los demás, cuando le contó a ella en privado que Kikyo y él estaban juntos de nuevo. Todavía le dolían los oídos por la reprimenda que tuvo que soportar por parte de ella.
FLASHBACK
- ¿Que es lo que me quieres contar? – se sentó despreocupadamente, intentando parecer casual al preguntarle eso.
- Pues… - Se pasó una mano por el cabello, pensando como abordar el tema – Se trata de Kikyo. Estuvimos hablando… Dijo que me había echado de menos, que se había dado cuenta de que estaba enamorada de mí y que quería intentarlo de nuevo. – calló porque Kagome había empezado a reírse.
- ¿Pero como se puede ser tan falsa?
- ¿Por qué lo dices?
- Está claro Inuyasha. 'Casualmente' se ha dado cuenta de que te quiere… Pero solo después de haber hablado mal de ti a tus espaldas, de hacer creer a todo el mundo que eras, bueno, impotente.
- Está siendo sincera, Kagome. – ella lo miró, con profundo dolor en su mirada.
- Y tú has sido tan iluso como para creerla.
- No estaba mintiendo Kagome. Eres injusta con ella.
- Eso quiere decir que has aceptado – él asintió con la cabeza - No pensaba que fueras tan estúpido Inuyasha.
- ¿De que hablas?
Ella apretó los puños e intentó controlar su respiración. Había vuelto con Kikyo…
- ¿Quieres saber de que estoy hablando? De que se va a volver a aprovechar de ti ¡Eso es de lo que hablo! Lo estuvo haciendo mientras salíais juntos y volverá a hacerlo ahora.
- Ha cambiado.
- ¡Reacciona de una maldita vez Inuyasha! Esa mujer es una manipuladora y una farsante, siempre lo ha sido y no va a cambiar precisamente ahora.
- ¡Cállate! No pienso permitir que sigas insultándola – se arrepintió de inmediato de haber levantado la voz. Kagome no se movió – Perdóname Kagome, pero…
Intentó poner una mano en el hombro de ella, a modo de disculpa, pero una fría pregunta hizo que detuviera su mano en el aire.
- ¿Por qué me besaste entonces¿Era solo un juego para ti?
- Era… parte de nuestro trato. – se sintió un miserable al decir eso, pero no tenía otra escapatoria. No podía decirle que se sintió muy atraído por ella durante un tiempo.
Eso fue lo último que Kagome escuchó. Así que todo ese tiempo, cuando la besaba, había sido solo por Kikyo…
- Kagome, dime algo. No te quedes así…
Pero justo entonces sonó el timbre de la puerta, anunciando la llegada de sus amigos.
FINAL DEL FLASHBACK
Todos recogían sus cosas para marcharse a casa y Kagome no era menos que el resto. Pero era la única que no comentaba acerca de lo que iba a hacer a continuación. Después de todo, era sábado y la noche aún era joven. Uno a uno, se fueron despidiendo de Inuyasha, de forma natural, dando a entender que el nuevo intento de relación con Kikyo no iba a afectar su amistad. Por cosas del destino Kagome fue la última en salir. Pasó por el lado del dueño de la casa sin mirarlo a la cara ni dirigirle la palabra. Pero Inuyasha no quería dejar las cosas así. Necesitaba hablar con ella. Así pues, estiró un brazo y la obligó a detenerse.
Sango se giró para ver por que tardaba tanto Kagome en salir de la casa.
- ¿Kagome?
- No te preocupes Sango, yo la acercaré después a su casa.
- Yo puedo llevarla Inuyasha, me queda de camino – habló Kouga con toda la intención del mundo. Ahora era el momento idóneo para consolar a Kagome…
- Kagome y yo aún tenemos cosas de las que hablar. Vete a casa que yo me ocuparé de acompañarla. – la voz de Inuyasha unida al cierre de la puerta no permitieron más comentarios por parte del chico, quien tuvo que marcharse malhumorado. Fue entonces cuando vio delante de él un trasero pequeño y firme que bajaba las escaleras pausadamente.
- Ayame… ¿Qué haces esta noche?
-.-.-.-.-.-.-.
Después de cerrar la puerta de su piso, Inuyasha se volvió a la chica, quien continuaba con la cabeza baja pero que seguía mansamente en el lugar donde él la había hecho detenerse.
- Kagome, no has dicho nada.
- Todo está dicho Inuyasha. Sal con Kikyo si quieres, no es mi problema.
- Kagome… - intentaba tener paciencia con ella pero era difícil cuando se volvía tan terca. Posó su mano en la barbilla de ella para hacerla levantar la cara pero ella lo rechazó con fuerza.
- Quiero irme a casa.
- No sin que hablemos antes.
Ella suspiró, resignada. Conocía a Inuyasha demasiado bien como para pensar que podría marcharse antes de que él lo considerara oportuno.
- Tú dirás.
- No has dicho nada en todo este rato.
- No tenía nada que decir
- Kagome…
Ella lo enfrentó. En esos momentos no podía soportar que intentara tratarla como si nada.
- ¡No me vengas con 'Kagome'! Has dejado todo muy claro Inuyasha. Has vuelto con Kikyo que es lo que siempre quisiste. Yo no tengo nada que decir así que déjame volver a casa.
El chico trataba de entender lo que le pasaba a su amiga aunque sin éxito. Comprendía que no le cayera bien Kikyo pero tampoco era como para ponerse así. Se quedó callado unos segundos.
- Respóndeme a una cosa Kagome ¿Por qué te has quedado tan callada? No es solo porque detestas a Kikyo ¿verdad? – Kagome lo miró a los ojos mientras se ruborizaba levemente. Esa era la última pregunta que había esperado escuchar. ¿Qué podía responder¿Debía decirle la verdad? Antes de decidirse a contestar Inuyasha habló de nuevo.
- ¿Es por lo que pasó anoche? – ella volvió a mirarlo antes de bajar la mirada. Asintió con la cabeza mientras se preguntaba si era rubor lo que le había parecido ver en las mejillas del chico. – Siento haberte besado Kagome.
- ¿Lo sientes? Entonces ¿Por qué lo hiciste?
- No lo sé… Pero no debió pasar.
No debió pasar… esas palabras resonaron con eco dentro de la cabeza de Kagome. Estaba arrepentido de haberla besado. Entonces estaba claro que durante todo el tiempo había estado pensando en Kikyo, no en ella.
- Pero pasó – susurró más para ella que para Inuyasha, aunque tuvo la suerte o desgracia de ser escuchada.
- Lo sé, pero tenemos que olvidarnos de eso.
- ¿Pensabas en Kikyo?
Inuyasha clavó su mirada en ella. Después metió las manos en los bolsillos de su pantalón, como buscando una respuesta que él no conocía. ¿Había pensado alguna sola vez en Kikyo mientras estaba con Kagome? Solo había una respuesta verdadera.
- No. Solo me dejé llevar por la situación.
- ¿Instinto?
- Kagome…
- ¿Lo único que querías era satisfacer tus instintos? – el negaba con la cabeza mientras que ella hablaba - ¡Entonces que demonios era lo que se clavaba en mi pierna! Si hubieras podido lo habrías aprovechado ¿no es verdad?
Los ojos de Inuyasha se abrieron un poco más de lo normal al escuchar las últimas palabras de la chica. Había notado como él se excitaba con solo besarla… Eso no le dejaba en muy buena posición, más bien como un pervertido. Reaccionó sin pensarlo.
- ¡No me habría aprovechado!
Ella se quedó callada. ¿No hubiera aprovechado¿Por su amistad o por ella? No se atrevía a preguntar…
- Kagome… ¿Acaso tu…¿Sientes algo por mí?
"Maldición". No tenía demasiadas opciones. O le decía la verdad o le mentía. Y mintiendo era pésima así que Inuyasha se daría cuenta… Hiciera lo que hiciera él iba a conocer sus sentimientos… Y nada menos que el mismo día en que retomaba su relación con Kikyo… Una pequeña bombilla se encendió en su mente.
- Llévame a casa.
- Responde Kagome.
- Me llevas tú o me iré a pie. Y sabes que soy capaz de hacerlo.
-.-.-.-.-.-.-.-
Finalmente había conseguido que la llevara, negándose a decir nada más que no fuera un 'llévame a casa'. Durante todo el trayecto Kagome no había dicho ni una palabra, por más que el chico intentara hacerla hablar. Nada. Cualquier cosa que dijera sería analizada hasta la extenuación por Inuyasha. De eso estaba segura. Y no quería que él conociera sus sentimientos. Puede que el día anterior no le hubiera importado, teniendo en cuenta como estuvieron las cosas, pero en esos momentos preferiría cualquier cosa antes de confesárselos.
Soltó el cinturón de seguridad para bajarse del coche y alejarse de esos ojos dorados que no se separaban de su cara pero una mano fuerte atrapó la suya a medio camino.
- Aunque no quieras, tarde o temprano tendremos que hablar de ello.
Ella, en lugar de retirar la mano como esperaba, lo que hizo fue entrelazar sus finos dedos con los de él. Inuyasha la miró ¿A que venía esta reacción por parte de Kagome? Primero rechazaba hablar, mirarle y todo lo que significara cualquier tipo de contacto con él y ahora… ¿Por qué le daba la impresión de que se aferraba a su mano como un náufrago se aferra a una tabla salvadora?
- ¿Kagome?
- Olvida todo lo que ha pasado estas semanas, por favor.
- Pero…
- Si lo que quieres es estar con Kikyo, yo no tengo nada que objetar - ¿Nada? Tenía millones de cosas que objetar pero no podía decir nada. Prefería estar con Inuyasha como amiga que no estar con él en absoluto. Había tenido bastante tiempo para meditar acerca de lo que sería más adecuado en esa situación y llegó a la conclusión que cerrarse en banda y evitar cualquier tipo de contacto con Inuyasha solo lo alejarían más de ella. De modo que decidió dejar su tristeza para cuando estuviese en la intimidad de su casa, no delante de él.
- Gracias Kagome. – fue lo único que acertó a responder.
Ella soltó la mano de Inuyasha y se bajó del coche, deseándole unas buenas noches. Después, subió las escaleras lo más rápido que se lo permitieron sus temblorosas piernas. En cuanto entrara en su casa, ya no tendría la necesidad de seguir fingiendo, podría llorar hasta quedarse sin lágrimas.
Tenía la respiración agitada cuando llegó a la puerta y se puso a buscar las llaves dentro de su bolso. Todo había terminado. Sabía que iba a terminar así desde hacía bastante tiempo, pero no imaginó que fuese a dolerle tanto. Sentía como si cientos de espinas se clavaran en su corazón, mientras que alguien le rociaba las heridas con vinagre, haciendo que escociesen más todavía. Cuando encontró por fin las llaves, apenas podía controlar que las lágrimas no salieran de sus ojos. Justo entonces, escucho unos pasos detrás de ella. ¿Inuyasha? Volteó deprisa. Era un hombre alto, fuerte y de cabellos oscuros, pero no era Inuyasha. Una larga trenza la ayudó a reconocerlo de inmediato.
- ¿Bankotsu?
- ¿Ya ni siquiera saludas a tus amigos pequeña maleducada?- la miró de arriba abajo mientras sonreía. Tan bonita como siempre. Pero algo iba mal. Estaba llorando - ¿Qué ocurre Kagome?
Ella no respondió, sus lágrimas lo hicieron por ella resbalando sin control por sus mejillas y cayendo al vacío hasta impactar contra el suelo.
- ¿Qué ha pasado Kagome¿Te han hecho algo?
Ante su sorpresa, la chica se dejó caer de rodillas al suelo, cubriéndose el rostro con las manos. No podía aguantar más. Necesitaba descargar todo lo que llevaba dentro: rabia, frustración, tristeza, decepción… Bankotsu entendió. La chica no estaba en condiciones de explicar lo que le sucedía pero estaba pidiendo ayuda a gritos, aun sin decir nada. Se arrodilló junto a ella y la abrazó con fuerza, haciendo que apoyara la cabeza contra su pecho, acunándola como si fuera una niña pequeña.
Permanecieron así durante un largo rato, sin percatarse ninguno de los dos de que un hombre de ojos dorados los había visto abrazarse antes de darse la vuelta y bajar las escaleras del templo.
Preocupado por el estado de Kagome, Inuyasha había subido detrás de ella para asegurarse de que todo estaba bien. Pero su sorpresa fue mayúscula la encontrársela en el suelo, siendo abrazada con fuerza por un tipo al que parecía conocer muy bien. Seguramente el hombre del que hablaba el día anterior, ese que había tenido los privilegios en su cama, ese al que había fastidiado al quedarse él a dormir con ella… Ahora no le quedaba ninguna duda de que ese hombre existía y que no era producto de su imaginación. Al ver como los brazos de Kagome rodeaban el cuerpo del hombre, apretándose contra él, decidió que lo único que podía hacer era alejarse. Después de todo, Kikyo estaría esperándole.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Sango y Miroku se llevaron una gran sorpresa al llamar al timbre de Kagome y encontrarse con que era un hombre el que acudía a abrirles.
- ¿Sois amigos de Kagome? Pasad.
La pareja entró preguntándose quien sería ese chico que se movía con tanta familiaridad en la casa de los Higurashi. ¿Un familiar quizás? El muchacho los acompañó hasta el salón, donde se encontraron con Kagome acurrucada en el sofá, cubierta hasta la nariz por una manta de cuadros. La chica apenas levantó la mirada cuando los vio entrar.
- Lleva así un buen rato. No se ha movido ni ha querido cenar nada.
Sango se arrodilló junto a ella y le acarició el cabello suavemente. Kagome sacó su mano de debajo de la manta para estrechar con fuerza la de su amiga. Sin decirse nada, las dos chicas se habían hecho entender muchas cosas con ese simple gesto. Miroku habló al chico.
- Me llamo Miroku y ella es Sango, mi novia. ¿Quién eres tú?
- Perdona, no me he presentado. Me llamo Bankotsu, voy a clase con Kagome.
Sango recordó que el nombre de ese chico había salido algunas veces durante las conversaciones que mantenía con su amiga. Si no recordaba mal, ese tal Bankotsu era un chico divertido y optimista, siempre dispuesto a cualquier locura, pero un chico en el que se podía confiar ciegamente. A pesar de todo, se sintió algo incómoda al saber que había estado a solas con su amiga, sobretodo viéndola a ella en ese estado. Hizo una señal a Miroku con la cabeza para que salieran fuera de la habitación y la dejaran hablar a asolas con Kagome. Los chicos entendieron rápidamente la indirecta y se fueron a la cocina a preparar té.
- ¿Qué ha pasado¿Desde cuando está así?
- Bueno… Debe hacer más o menos una hora…- se rascó la cabeza ligeramente, como si así pudiera ayudarse a pensar – Venía a traerle unos apuntes a Kagome y pensé que no había nadie en casa. Después miré el reloj y vi que era un poco tarde así que quizás estaban durmiendo así que me iba. Pero entonces llegó ella corriendo, como si escapara de algo. Yo quise hacerle una broma porque pasó por mi lado y ni me vio pero cuando me quise dar cuenta… estaba llorando, completamente ida. Entonces no se me ocurrió otra cosa que hacer que entrarla dentro de su casa y tratar de calmarla.
- Entonces debo darte las gracias por cuidar de ella.
- Cualquiera hubiera hecho lo mismo – respondió modestamente el chico de la trenza.
- Pero si llega a venir otra persona quizás hubiera pensado en aprovechar la situación y tocar de forma poco conveniente a Kagome y… - se detuvo al ver como una gota de sudor caía por la frente de Bankotsu. Quizás estaba hablando de más.
-.-.-.-.-.-.-.
Kagome había dejado de llorar. Ya no le quedaban ganas ni fuerzas para seguir haciéndolo. Sango, sentada a su lado, seguía sosteniendo su mano con dulzura, igual que lo hubiera hecho una madre. En esta ocasión, las palabras sobraban. Kagome había terminado de contarle todo lo sucedido a su amiga y ahora no necesitaba ni reproches ni ánimos, solamente quería sentirse apoyada.
Bankotsu y Miroku entraron llevando unas tazas de té y algunas galletas, aunque estaba claro que dada la situación, ninguno de ellos iba a comer nada. Pasaron un buen rato tratando de mantener una conversación mínimamente normal, evitando tocar el tema de Inuyasha y Kikyo, de forma que al final lograron que Kagome sonriera un par de veces. Bien, era una chica fuerte y saldría adelante.
A la hora de irse a casa, Sango se ofreció para quedarse a pasar la noche con ella, sobretodo porque no había nadie más en la casa y no quería dejarla sola. Pero Kagome rechazó su oferta amablemente, diciéndole que no se preocupara y que estaría bien.
- Si quieres me quedo yo Kagome. – sonrió Miroku inocentemente
- ¡Tu eres demasiado peligroso Miroku! – Sango lo tomó por la oreja, obligándolo a salir de la casa. Bankotsu salió detrás de ellos, girándose en el último momento hacia Kagome.
- ¿Seguro que estás bien?
- Lo superaré. – su sonrisa era sincera, pero triste a la vez.
- Si necesitas cualquier cosa, ya conoces el número de mi casa, da igual la hora que sea.
- Gracias por todo Bankotsu.
Una vez se hubieron marchado, Kagome caminó despacio por las diferentes habitaciones de su casa. El sillón donde se habían besado, la cocina donde le golpeó con el bate de béisbol… Todo le recordaba de una forma u otra a Inuyasha. Cuando llego a su cuarto tomó una fotografía que estaba sobre la mesilla de noche. Era la misma que había estado mirando en casa de Inuyasha esa en la que salían todos de pequeños. Miró los ojos dorados de ese niño, tan limpios, tan puros… Dejó la foto prometiéndose a sí misma que no iba a llorar más por Inuyasha. Era su mejor amigo, y además tenía novia, por muy arpía que fuera, así que se acabaron las lágrimas. Tenía que olvidarle.
Aunque… Quizá empezaría a olvidarlo al partir del día siguiente…
CONTINUARA
Os informo que he blindado mi casa para que todas aquellas antisufrimiento de Kagome no podáis hacerme nada jajaja ni siquiera Yumi, la perraca que se ha olvidado de cómo se responde a los correos ejem. Estoy lanzada con esta historia. En seguida me pongo con el capitulo siguiente.
Besos catumy
