Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.

- Con guión: lo que hablan.

En cursiva los pensamientos.

((blabla)) Lo digo yo

LA MEJOR AMIGA

Por Catumy

Capitulo 11. Bankotsu e Inuyasha

- Kagome, no puedes seguir así.

La muchacha levantó la cabeza para mirar al chico que le hablaba. Durante toda la semana había intentado mostrarse animada delante de los demás, especialmente delante de su familia, aunque se había pasado la mayor parte de las noches llorando en el refugio de su habitación. A pesar de no haber tenido en toda la semana ninguna noticia de Inuyasha, seguía dándole vueltas a todo lo ocurrido, especialmente al arrepentimiento de él después de haberla besado. Finalmente, después de muchas horas colgada al teléfono con Sango, había llegado a la conclusión de que si él se arrepentía no era problema de ella. Por el contrario, ella no estaba en absoluto arrepentida así que se limitaría a quedarse con lo que pasó y no pensar en lo que pudo haber pasado.

Ese día se encontraba sentada en la cafetería de la universidad, tomando con Bankotsu un café caliente que la ayudaría a soportar la última clase, la más pesada de toda la semana: la última clase del viernes. Había pasado una semana entera… dos semanas desde que aceptó jugar a algo muy peligroso y una semana desde que perdió. Se había preguntado varias veces si alguna vez tuvo la más mínima posibilidad de ganar, y la respuesta siempre había sido la misma. Nunca tuvo nada que hacer.

- Kagome, contesta cuando se te habla niña maleducada.

- ¿Qué? Perdona, estaba distraída.

Le dedicó una sonrisa al chico tratando de ablandarlo para que éste no la regañara como llevaba haciendo una semana entera. Pero no funcionó.

- Nada de sonrisas seductoras conmigo niña. Estabas pensando otra vez en ese chico.

Ella desvió la mirada y se sonrojó. ¿Cómo podía ese Bankotsu conocer tan bien sus pensamientos en tan poco tiempo? Se conocían desde el principio de la carrera pero había sido en ese último curso en el que se habían vuelto amigos íntimos.

- No intentes esconderte porque se perfectamente lo que estás pensando.

- ¿Ah si? – era un juego divertido. Él decía conocer lo que ella pensaba y pocas veces se equivocaba.

- Estás pensando que es lo que hará ese tal Inuyasha esta noche, si saldrá con vosotros como siempre o ya ha empezado a ser manipulado por la arpía de Chirrio.

- Kikyo – corrigió Kagome con una sonrisa. Bankotsu llevaba toda la semana poniéndole nombres a Kikyo solo para animarla.

- Eso he dicho, Chirrio. ¿He acertado?

- Pues no, no pensaba en que hará Inuyasha hoy.

- ¿Pero a que ahora te lo estás preguntando?

Ella lo miró y no pudo evitar una pequeña carcajada al verlo tan serio. Elle dio un sorbo a su café fingiendo estar indignado por esas risas, aunque por dentro estaba encantado.

- Vale, me rindo. Ahora me lo estoy preguntando.

- Sabes que solo hay una forma de saberlo ¿verdad? – la miró con una sonrisa traviesa. Estaba planeando algo. Ella intuyó lo que el muchacho iba a decirle y palideció levemente.

- No pienso salir hoy.

- ¿Tienes miedo de encontrártelos? No sabía que fueses una cobarde Kagome Higurashi

- No lo soy.

- ¿Tienes miedo de encontrarlo o de que no aparezca?

- No lo sé.

No creía ser capaz de soportar el verlos acaramelados, besándose y haciéndose arrumacos. Pero era igual de malo el no verlos ya que significaba que Kikyo estaba haciendo lo que quería de Inuyasha, como siempre había ocurrido. En todo caso ¿Cuál era la peor opción? Meditó un poco sobre eso. Si salían con Sango, Miroku y los demás, quizás significara que de verdad Kikyo había podido cambiar, con lo que tendría que desearle suerte a Inuyasha. Así que lo peor sería que no los encontraran… pero para ella sería mejor ya que no tendría que mirarlos a la cara.

- ¡Baja de las nubes Kagome! – ella respingó al oír esa exclamación casi en su oído.- Te repito, ya que me estabas ignorando de nuevo, que solo lo sabrás si vas con ellos, como siempre has hecho.

- No me apetece salir hoy Bankotsu.

- ¿Por qué¿No eres capaz de mirarlo a los ojos¿Sigues deseándole?

- ¡No! – Sus mejillas estaban rojas de nuevo. Bankotsu no tenía pelos en la lengua en ningún tema – Solo es que…

- Te da miedo aparecer frente a Pikyo como la perdedora.

- Se llama Kikyo… No quiero que me miren con lástima, como la que perdió frente a Kikyo.

- ¿Y desde cuando te preocupa lo que piensen? Y dime¿no habrá más habladurías si no eres capaz de salir de casa? Pobrecita Kagome, se quedó tan destrozada que tuvo que meterse a un convento para que nadie le viera la cara nunca más ¿Es eso lo que quieres?

¿Ir o no ir? Si no iba seguro que no se encontraría con esos ojos dorados… pero ella nunca había sido una gallina. Aún así tenía miedo de lo que pudiera sentir al ver a Inuyasha con Kikyo entre sus brazos. Esos brazos que por unos minutos fueron de ella.

El timbre sonó en ese momento, librándola de tener que contestar en ese momento. Los dos se levantaron de la mesa, tomando sus carpetas para dirigirse a la última clase del día. Pero Bankotsu no había dicho su última palabra.

- Tienes una hora para pensarlo, después quiero una respuesta.

-.-.-.-.-.-.-.

Inuyasha miró el teléfono por enésima vez aquella tarde. ¿Qué esperaba? Kikyo le había dicho que saldría del trabajo con el tiempo justo para cenar así que no era su llamada lo que esperaba a esas horas de la tarde. Pero aun así no podía apartar su mirada del teléfono por demasiado tiempo. Sus ojos terminaban volviendo irremediablemente al aparato una y otra vez. ¿Qué esperaba? Tuvo que reconocerse a sí mismo que lo que quería era llamar a Kagome.

Desde el sábado anterior no sabía nada de ella. Desde que se despidieron en su coche y ella se alejó tan abatida… desde que la encontró en el suelo abrazándose a ese hombre del cabello trenzado. Cogió el teléfono dispuesto a marcar el mismo número que marcó una semana antes a la misma hora. Cuando fue a recoger a Kagome a la universidad. Pero cambió de opinión antes de pulsar una sola tecla. Se puso de pie, cogió su abrigo y salió del piso.

Si la llamaba se arriesgaba a que ella no quisiera cogerle el teléfono. Así que optó por la solución más obvia. Ir a recogerla. De esa forma no tendría escapatoria. Eso si había acudido a clases, claro.

-.-.-.-.-.-.-.

Llevaba un rato sentado en uno de los bancos cercanos a la salida del edificio cuando escuchó un timbre sonar de forma estridente. Minutos después se vio rodeado por una multitud de estudiantes deseando llegar a sus casas para empezar oficialmente el fin de semana. Le sería difícil encontrar a Kagome entre tanta gente.

Una melodía conocida llamó su atención. Era el sonido que Kagome tenía en su teléfono. Se volteó hacia donde sonaba la musiquilla y vio desde lejos a Kagome, cargada con dos carpetas bastante abultadas, de forma que tenía que usar ambas manos para aguantarlas. Parecía esperar algo. De pronto a su lado se levantó un muchacho, que parecía haberse detenido a atarse los cordones. La chica le ofreció su carpeta para poder coger el teléfono que seguía sonando en el bolsillo trasero de sus vaqueros pero él no la cogió, sino que hizo algo que Inuyasha pudo distinguir a la perfección a pesar de la distancia. Ante las protestas e intentos de escape de Kagome, ese chico de cabello trenzado cogió a Kagome por la cintura y metió la mano en el pantalón de la muchacha para sacar el aparato que sonaba incesante. Y luego tuvo el descaro de contestar a la llamada. Desde donde estaba, Inuyasha pudo escuchar la conversación telefónica, ya que siempre había tenido buen oído.

- Sango preciosa, cuanto tiempo… Soy Bankotsu… ¿Kagome? – En ese momento se apartó del lado de la chica, que trataba de arrebatarle el teléfono- No puede ponerse ahora mismo, tiene las manos ocupadas.

- ¡Bankotsu devuélveme mi teléfono! – cansada de cargar con las carpetas, las dejó en el suelo y, de un salto, subió a la espalda del chico, a caballito, intentando quitarle el teléfono. Pero él lo tenía bien agarrado y no parecían importarle los tirones que estaba recibiendo en su mano.

- ¿Le doy algún recado de tu parte Sango?... Ajá… Esta noche en el Shikon, como siempre… ¿Me invitas a mi también? Eres un ángel Sango… Si, esos gritos que oyes son de Kagome pero no te preocupes que yo me encargaré de que vaya… Si, si, hasta la noche.

Cuando colgó el teléfono Kagome le dio un golpe en la cabeza.

- ¿Qué demonios has hecho?- se bajó de la espalda de Bankotsu y recogió las carpetas que seguían en el suelo.

- He quedado con Sango.

- Querrás decir que has quedado por mí…

- Vamos Kagome no te fijes en esos detalles – pasó un brazo por los hombros de ella y la arrastró obligándola a caminar. – Sango me ha invitado y sería muy desagradecido por mi parte el no ir pero, por otra parte, como no conozco a vuestro grupo es mejor que vengas conmigo para que no me sienta solo ¿No te parece?

- ¿No tengo escapatoria?

- Ninguna. Ahora ¿Qué te parece si vamos a tu casa a escoger lo que te pondrás esta noche?

Eso fue suficiente para Inuyasha. Después de ese numerito en medio de la calle lo último que necesitaba escuchar eran los arrumacos de na parejita, ya tenía bastante con los de Kikyo. Se dio la vuelta y se marchó sin ser visto por Kagome ni por su amigo, ese tal Bankotsu. Lo último que escuchó fueron unas risas que provenían de la pareja de la que ahora se alejaba en dirección contraria, ajenos a que habían sido observados por esos ojos dorados.

-.-.-.-.-.-.-.-.

- Inuyasha cariño¿Vamos a salir esta noche?

- No me apetece.

- ¿No eran los viernes cuando salías con tus amigos¿Por qué no vamos¿Era el Shikon verdad?

- No me apetece salir Kikyo – respondió casi de malos modos. Ella no se lo esperaba. La última semana había conseguido todo de Inuyasha poniéndose melosa pero por alguna razón ese día no estaba dando resultado. Tendría que usar el plan B.

- Ya veo. Ya sabía que no les caigo bien a tus amigos pero no pensaba que fuera hasta tal punto como para que no quieras que salgamos con ellos. ¿Acaso te avergüenzas de mí?

- No es eso… -Inuyasha estaba intentando ser paciente. No podía decirle que no quería salir para no encontrarse con Kagome y su novio porque ni él mismo sabía que era lo que le molestaba de ese tipo. ¿Quizás el que la tratara y tocara con tanta familiaridad?

- Reconócelo Inuyasha, no soy lo suficientemente buena como para poder lucirte conmigo ¿es eso? – Empezó a llorar haciendo un gran drama - ¿Por qué volviste conmigo si luego ibas a avergonzarte de nuestra relación? – Inuyasha la tomó por los hombros, haciendo que se callara.

- No es eso Kikyo. ¿Quieres que salgamos con los chicos? Pues saldremos.

"Y que pase lo que tenga que pasar" Pensó al soltarla bruscamente.

Kikyo y Kagome se caían fatal, lo que podía acabar en discusiones. Por otra parte, Kagome estaba con ese chico de la larga trenza, un chico al que ya odiaba sin conocerlo siquiera… Pensó que si por cualquier motivo veía una mano fuera de lugar no sería capaz de controlarse demasiado tiempo… ¿A que venía ese pensamiento acerca de que él pudo haber tocado más allá de lo que permite la amistad? Lo que pasó aquella noche tenía que ser olvidado, por su propio bien y el de Kagome, además de por la seguridad de ese tal Bankotsu.

Largo rato después, cuando Kikyo consideró que estaba lista, condujo con tranquilidad hasta el aparcamiento privado del local, donde le dejaban pasar por ser cliente fijo, al igual que al resto de sus amigos. Vio a lo lejos el coche de Kouga y unos metros más allá estaba el monovolumen de Sango. Parecía que llegaban tarde. Y no era raro porque Kikyo había tardado una hora y media en arreglarse, eligiendo ropa, complementos, maquillaje y hasta el más mínimo detalle de lo que iba a ponerse. Al final había optado por una minifalda estrecha de color rojo y un top blanco que dejaba toda la espalda al descubierto. Además llevaba unas botas de piel blancas y el cabello recogido en una coleta alta para que se viera mejor la tersa piel de su espalda.

Inuyasha la miró detenidamente. Demasiado provocativa para su gusto. Pero parecía tan contenta de haber salido esa noche que no quiso decirle nada para que no se molestara. Kikyo se giró y le ofreció una sonrisa, para después colgarse de su brazo de forma posesiva.

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Al igual que Inuyasha, Kagome y Bankotsu entraron directamente, saludando amistosamente al hombre que cada viernes les ahorraba una buena cola. Algunas personas les miraron con envidia por poder entrar antes que el resto, otras envidiaban a Kagome por ir acompañada de un chico tan apuesto y algunos más desearían estar en el lugar de Bankotsu para simplemente poder llevar de la mano a una muchacha con unas piernas tan esbeltas como las de Kagome. En cualquier caso la pareja no pasó desapercibida.

Él, con pantalones oscuros y una camisa blanca con algunos botones abiertos, dejando ver parte de su pecho musculoso. Ella, con una mini falda al estilo de la de su antiguo uniforme escolar, en tela vaquera, y un top con escote cuadrado que dejaba sus hombros al descubierto. Hacían muy buena pareja.

Inuyasha fue el primero que los vio entre la gente. Sin quererlo, había estado pendiente de su llegada. Quería ver a Kagome, hablar con ella, conocer al tipo que tenía tan poca vergüenza como para meter su mano dentro de los pantalones de ella sin importarle que estuvieran en medio de la calle. Aunque ni siquiera él sabía a que venía tanto interés en esa pareja. Al fin y al cabo, él estaba con Kikyo, a la que, por cierto, había perdido de vista unos minutos antes, cuando ella se fue a retocarse el maquillaje.

Sango besó a Kagome y a Bankotsu como bienvenida y Miroku la imitó, aunque con el chico se limitó a estrecharle la mano.

- Perdonad por el retraso pero es que esta chica es imposible.- Kagome le dio un codazo en las costillas.

- No hace falta que saques a relucir mis trapos sucios, Bankotsu

- ¿Trapos sucios? Cuéntanoslo Bankotsu – apoyó Miroku mientras que Sango sólo se reía. Tenía ganas de escuchar lo que había pasado y se hizo la loca cuando Kagome la miró con cara de súplica.

- ¿Queréis saberlo? Lo siento Kagome, linda, pero gana la mayoría.

- No está bien contar los secretos de los demás – Una voz de hombre se dejó oír detrás del grupo. Kagome se dio la vuelta temerosa porque habría reconocido esa voz en cualquier parte del mundo, aunque hablara en otro idioma. Era Inuyasha. Pese a sus nervios, se forzó a comportarse de manera natural.

- Ayúdame Inuyasha, son tres contra una.

- Así que tú eres Inuyasha. Mucho gusto, me llamo Bankotsu, soy compañero de clase de Kagome.

Los hombres se estrecharon la mano cordialmente aunque la tensión entre ambos podía ser cortada con un cuchillo. Bankotsu lo miraba. Ese era el hombre por el que Kagome había llorado tanto. Ese que estaba tan ciego como para no darse cuenta de lo que tenía al lado. Bien, en su opinión, no había para tanto.

Inuyasha, por su parte, tampoco tenía muy buen concepto del chico de la trenza. ¿Ése era el tipo con el que Kagome se estaba acostando? Viéndolos ahora no le parecía que tuvieran ese tipo de relación pero… las apariencias no siempre se corresponden con la realidad.

- No digas nada Inuyasha, que Bankotsu tiene que explicarnos porque llegan tan tarde.

- ¡No lo cuentes! – Kagome trató de detenerlo pero fue ignorada por todos.

- Primero casi tuve que obligarla a que viniera, decía que no tenía ganas de vestirse ni arreglarse para salir. ¿Y que es lo que se tiene que hacer en estos casos? Está claro, como ella no quería vestirse, yo lo hice por ella.

- ¿Queee? – todos lo miraron con los ojos extremadamente abiertos. ¿Kagome permitía que un hombre la vistiera? La susodicha volvió a golpear al chico.

- ¡No lo estás contando bien! Lo único que hizo fue elegir el modelito.

- Aunque casi tuve que obligarte a que te pusieras la falda, reconócelo.

Seguían bromeando con el tema cuando Kikyo pasó entre ellos sin dirigirles ni una mirada y corrió a abrazarse al brazo de Inuyasha. Kagome se quedó muda. "Así que finalmente han venido juntos… Quizás eso quiere decir que realmente ella ha podido cambiar ¿no?". Todos se quedaron esperando a que alguien dijera cualquier cosa. Al final, fue Inuyasha el encargado de romper el incómodo silencio.

- Kikyo, éste es Bankotsu, un amigo de Kagome.

- Mucho gusto Bankotsu.

- Es un placer Kirryo.

Antes de que nadie pudiera corregirle, Kagome tiró de su brazo para llevárselo a la pista, mientras intentaba disimular las enormes ganas de reír que tenía.

- ¿Cómo has podido llamarla así?

- ¿Me he equivocado de nombre?

No muy lejos, unos ojos dorados miraban como la pareja se reía con complicidad.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Kikyo estaba muy disgustada. Primero ese hombre la había llamado ¿Kirryo? Y ninguno de los presentes le había hecho ver su fallo, ni siquiera Inuyasha. Y segundo ¿Por qué su novio no dejaba de mirar a esa niña? Una y otra vez había tratado captar la atención del chico pero éste parecía que solo tenía ojos para la dichosa parejita. Decidió probar suerte de nuevo.

- Inuyasha cielo¿Por qué no bailas conmigo?

- No me apetece…

El chico estaba decaído, sentado y con la copa en la mano. No le apetecía hablar, ni reír, y mucho menos bailar con Kikyo. Si al menos fuera con Kagome… recordó aquella vez que habían bailado de forma tan cercana… Aquella primera vez en la que había probado el dulce sabor de la lengua de ella. Apretó los puños pensando que era Bankotsu el que la probaba ahora. Mierda. ¿Por qué tenía que importarle¿Por qué Kagome se lo pasaba tan bien con ese tipo¿Por qué estaba tan tentadora esa noche? Desde el primer momento no había podido apartar su mirada de las largas piernas de la chica. Haciendo memoria, se dio cuenta de que con él nunca había mostrado las piernas tan abiertamente, exceptuando la noche en que se quedó a dormir en su casa, cuando la cogió por sorpresa. Pero con Bankotsu se vestía de esa forma… ¿por él?

Un muchacho se acercó a su mesa y le pidió a Kikyo que bailara con él. Inuyasha ni se inmutó. A decir verdad, ni siquiera se dio cuenta de cómo la mujer lo miraba furiosa mientras se levantaba para bailar con el desconocido. Su mirada y sus pensamientos estaban en otro lado, aunque en un sitio cercano.

Kagome se lo estaba pasando en grande. Gracias a Bankotsu, no había pensado en Inuyasha en toda la noche. Pero la pista de baile estaba llena a rebosar y ella se sentía sofocada. Tuvo que gritar para que el chico la escuchara.

- Bankotsu, estoy muerta de calor, voy al baño a refrescarme un poco

El chico levantó el dedo pulgar, dando a entender que estaba de acuerdo y después se volvió para bailar seductoramente con un grupo de chicas que había cerca. Kagome sonrió. Ya conocía las manías de Bankotsu con las mujeres, coqueteaba con todas pero no se quedaba con ninguna.

Abriéndose paso como pudo, consiguió llegar al lavabo en el que, aunque pareciera extraño, no había cola para entrar. Saludó a una chica que se retocaba el maquillaje en el espejo y entró dentro del cubil del WC, cerrando con pestillo. Apenas un minuto después escuchó como la chica lanzaba un gritito, como si estuviera asustada. Luego la voz de un hombre.

- Calla mujer, no vengo a violarte.

La chica salió corriendo, lo supo por el sonido de sus tacones y el golpe de la puerta.

- ¿Kagome?

¿La estaba llamando¿Un hombre dentro del lavabo de mujeres? Rezó por haberse equivocado y haber confundido la voz. Temiéndose lo peor, abrió la puerta del lavabo y salió. No. No se había equivocado. Era Inuyasha. De pie frente a ella, estaba más atractivo que nunca, con la camisa ligeramente abierta y unos pantalones negros que enfatizaban sus estrechas caderas. Kagome tragó saliva y decidió enfrentarlo.

- ¿Sabes que esto es solo para mujeres?

- Feh, muchas veces he encontrado mujeres en el baño de hombres así que ahora no seáis mojigatas.

Kagome no quiso seguir mirándolo y comenzó a lavarse las manos. Inuyasha se acercó a ella y no pudo evitar recordar esa mañana, hacía una semana, e que ella se remojaba la mano bajo el agua después de haberse quemado. Recordó como después él la había curado, acariciando suavemente su mano… Si seguía así, no iba a adelantar nada.

- Parece que te estás divirtiendo. Bankotsu te mantiene entretenida ¿no?

- Si, Bankotsu es muy divertido y baila de maravilla. – ella no se dio cuenta del tono que él había usado, cargado de segunda intención.

- No me refiero a eso.

- ¿No?- ella lo miró inocentemente, una mirada que se quedó clavada en los ojos dorados de Inuyasha. Consiguió no tartamudear cuando preguntó - ¿A que te refieres?

- ¿Te estás acostando con él? – acusó directamente, sin apartar su mirada de la de ella.

- ¿Pero quien te has creído que eres? No tienes derecho a preguntarme eso. – Kagome apretó la mandíbula. ¿A que venía esa acusación?

- Es un mujeriego, en cuanto te diste la vuelta se puso a coquetear con otras.

- ¿Y eso a ti que te importa?

- ¡Me importa porque no quiero que te haga daño!

- Él nunca me haría daño – estuvo a punto de añadir que el único que la dañaba era él pero se contuvo. No quería pelarse. – Y no tengo por que darte explicaciones Inuyasha.

Intentó salir pero él se lo impidió, tomándola por el brazo y haciendo que se girara

- Te equivocas si crees que me quedaré con los brazos cruzados, Kagome.

Ella forcejeó intentado soltarse pero el agarre era muy fuerte.

- Si no me sueltas gritaré.

- Entonces tendré que obligarte a callar.

- ¿Y como piensas hacerlo?

Antes de que el chico pudiera contestar, unas chicas entraron en el baño. Inuyasha, haciendo uso de sus rápidos reflejos, tiró de Kagome y la metió dentro de uno de los estrechos cubículos, entrando tras ella y cerrando la puerta después. El sitio era muy pequeño para dos personas, teniendo en cuenta el considerable tamaño del chico y no podían evitar que sus cuerpos se tocaran. Kagome se puso nerviosa. Si los pillaban se meterían en un buen lío. No se dio cuenta de que su pecho estaba pegado al tórax de Inuyasha, de modo que él notaba perfectamente la velocidad de sus respiraciones.

- ¿Qué demonios haces Inuyasha? Si nos pillan… - tuvo que susurrar para que no la oyeran aunque, con la charla animada que mantenían las chicas, era difícil que prestaran atención a su conversación.

- Cállate. – él también susurró. Estaba nervioso por la forma en la que Kagome estaba pegada a él. Estaban tan cerca que podía sentir el suave aliento de ella acariciándole el pecho. Intentó alejarse un poco pero lo único que consiguió fue frotarse involuntariamente contra ella, haciendo que cierta parte de su cuerpo empezara a reaccionar, aunque todavía de forma sutil. Maldijo en voz baja, deseando que no se diera cuenta.

- Deja de moverte Inuyasha.

El chico enrojeció, pensando que lo había notado.

Kagome estaba alterada. Tener tan cerca de Inuyasha, sentir su olor, su cuerpo… cuando se movió tocó con la pierna la zona más sensible de su cuerpo, sin darse cuenta, y Kagome no pudo evitar estremecerse. Si seguían así podía pasar cualquier cosa…

Durante un largo rato permanecieron callados, tratando no tocarse, aunque con escaso éxito. Finalmente las chicas salieron y volvieron a quedarse solos. Entonces Kagome se atrevió a hablar.

- Salgamos antes de que venga alguien más.

- No, tú y yo tenemos que hablar.

- ¿Aquí?

- Es tan buen lugar como cualquier otro. – la verdad era que le estaba gustando esa proximidad y no quería perderla de momento.

-Pero Inuyasha…

- Calla y escucha maldita sea.- ella se calló de golpe. Inuyasha parecía enfadado. O preocupado. Era difícil entender lo que pasaba por su mente en ese momento ya que tenía las pupilas bastante dilatadas, lo que dificultaba a Kagome que lo conociera por su mirada, como muchas veces antes había hecho. Pero esa mirada era nueva para ella.

Inuyasha respiró, tomando fuerzas. La había seguido, se había metido con ella en el baño y la mantenía prisionera con su cuerpo. Ahora tenía que decirle algo importante si quería salir ileso de la situación. La miró a los ojos pero fue incapaz de sostener su mirada. La boca fue una idea todavía peor, no podía evitar desearla. Bajó un poco más la mirada y encontró un largo cuello y un sugerente escote. ¿Desde cuando esa niña ya no era una niña?

- Estoy esperando Inuyasha. – Kagome estaba muy, pero muy nerviosa. Había notado perfectamente el tipo de mirada que acababa de recibir. Sin darse cuenta, se humedeció ligeramente los labios.

- Yo… No me gusta la actitud que tienes con Bankotsu.

- ¿Qué actitud?

- Estás ofreciéndote a él.

- ¿De que hablas? No me estoy ofreciendo a nadie - ¿La estaba llamando fresca?

- Claro que lo haces. En primer lugar te vistes… así. y luego te pasas la noche tonteando, sonriéndole y…

- Estábamos bailando.

- Pues vaya forma de bailar. Lo único que se movían eran sus manos. Y tu se lo estabas permitiendo

- No digas estupideces. No era más que un baile.

- Yo diría que estaba tanteando el terreno, como si se preparase para meterse en tu cama. Aunque puede que ya lo haya conseguido – no dijo más porque una bofetada se lo impidió. Miró a Kagome y vio que tenía los ojos llenos de lágrimas contenidas. Al momento se arrepintió de lo que acababa de decir.

- Kagome…

- No digas nada, ni una palabra más Inuyasha. Ahora serás tu el que se calle y escuche. En primer lugar, no tengo porque darte explicaciones pero en consideración a nuestra amistad te diré, si tanto te preocupa, que entre Bankotsu y yo no hay nada y que nunca lo ha habido. Solo estábamos bailando, como otras veces he bailado con Kouga e incluso contigo. En segundo lugar, me visto como me da la gana y si quiero ponerme una mini falda me la pongo y no tengo porque dar explicaciones a nadie.

- Pero Kagome…

- ¡He dicho que te calles! No voy a permitirte, ni a ti ni a nadie, que insinúe que dejo que cualquiera se meta en mi cama ni nada por el estilo ¿has entendido? No soy una cualquiera. Y, en todo caso, ese sería mi problema.

- Lo siento…

- Es demasiado tarde para sentirlo Inuyasha. Deberías haber escuchado lo que me has dicho…

- Y tú deberías haber visto como te miraba. Parecía un perro frente a un filete.

- ¡No eres mi padre Inuyasha! Deja de controlarme

- ¿No entiendes que me preocupo por ti?

- Deberías haberte preocupado cuando lo necesitaba, no ahora.

- ¿De que…?

- ¿No lo sabes? – Lo miró a los ojos, con rabia – claro que no, nunca has tenido ni idea de lo que yo sentía.

- Kagome, no digas eso, eres mi mejor amiga – intentó acariciarle la mejilla.

- ¡No me toques por favor¿Es que no te das cuenta de lo que haces? – un par de lágrimas cayeron lentamente por sus suaves mejillas. Inuyasha se moría por abrazarla y consolarla pero después de que ella le pidiera que no le tocara, no se atrevía.- dices que soy tu mejor amiga… pero eres la persona que más daño me hace Inuyasha.

- ¿Te hago… daño? –ella asintió con la cabeza, incapaz de hablar - ¿Por qué? Kagome… ¿Acaso… sientes algo por mí?- Ella levantó la mirada, asustada. ¿se había dado cuenta? Pues había tardado bastante… - ¿Es eso Kagome?

CONTINUARA