Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.

- Con guión: lo que hablan.

En cursiva los pensamientos.

((blabla)) Lo digo yo

LA MEJOR AMIGA

Por Catumy

Capitulo 13. Amigos de nuevo

Hacía rato que Sango y Kagome se habían ido a dormir. Los padres de Sango llamaron para decir que la fiesta se alargaría tanto que seguramente no volverían hasta el día siguiente, probablemente incluso después de comer. Kagome estaba tan cansada que se durmió en cuanto tocó la almohada con la cabeza y Sango, después de velar unos minutos el sueño de su amiga, decidió imitarla.

El reloj del salón marcaba las cinco y media de la madrugada. Kagome abrió los ojos de pronto y miró su reloj de pulsera. ¿Por qué se despertaba a esas horas? No tenía ganas de ir al baño y el sueño era notable en todo su cuerpo ¿Qué la había despertado? Se dio la vuelta y ahuecó un poco la almohada cuando lo oyó con toda claridad. Una puerta abriéndose en el piso de abajo. ¿Los padres de Sango? Pero si ellos habían dicho que no volverían esa noche… se acercó a donde dormía su amiga y la movió suavemente para despertarla.

- ¿Sango? – un ligero gemido salió de los labios de su amiga – Sango despierta.

- Estoy durmiendo, lo que sea dejémoslo para mañana…

- Sango ¿Tienes un gato?

- ¿De que hablas Kagome?

- He oído un ruido abajo

Sango abrió los ojos de golpe y encendió la lámpara de la mesilla de noche. ¿Un ruido? Prestó atención pero no se oía nada. Miró a Kagome preguntándole con la mirada si estaba segura a lo que su amiga asintió con la cabeza. De pronto ambas se sobresaltaron al escuchar con claridad el ruido de algo caer al suelo. Algo grande. Después una maldición salida de la boca de un hombre. Y la voz no era la del padre de Sango y mucho menos la de su hermano.

- ¿Lo has oído Kagome?

- Debe ser un ladrón…

- ¿Bajamos? Podría atacarnos…

- No si le atacamos nosotras primero.

Las dos mujeres se miraron con complicidad y corrieron de puntillas hasta la habitación del hermano de Sango, Kohaku, donde intentaron armarse como pudieron: un palo de hokey para Sango y un bate de béisbol para Kagome. Ésta se sintió más segura con su arma tradicional entre las manos. Que se preparara el ladrón.

- ¿Lista? – susurró Sango. Kagome movió la cabeza afirmativamente.

Abrió la puerta procurando no hacer ruido y salieron de puntillas. Querían tomar al ladrón por sorpresa. Escucharon con atención pero no se oía nada. ¿Se habría marchado? Sango movió la cabeza señalando la escalera y después comenzaron a bajar poco a poco, con todos los sentidos en alerta. Una vez abajo cruzaron todo el pasillo y seguían sin escuchar nada. Pero alguien tomó a Kagome por la espalda y le cubrió la boca con la mano, impidiendo que gritara. Pero Kagome tenía otros recursos. Golpeó un jarrón que se hizo triazas por el impacto, llamando así la atención de su amiga. Y de que manera.

Gritando que le quitara las manos de encima a su amiga, levantó el palo por encima de su cabeza y golpeó con todas sus fuerzas antes de que la sombra pudiera decir nada. Al sentir el golpe en su hombro derecho, soltó su bonita presa. Antes de que pudiera gritar o contraatacar Kagome imitó la actuación de su amiga, pero golpeó bajo, en el muslo del agresor, con lo que consiguió que éste perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

- Muy bien maldito ladrón, no te muevas ni un pelo si no quieres recibir más golpes. Llama a la policía Sango. – mientras hablaba apuntaba al ladrón con el bate, dejándole ver que estaba dispuesta a usarlo de nuevo.

- Cada día que pasa eres más buena con el bate Kagome, esta vez si me has hecho daño.

La oscuridad impidió que la palidez de las dos chicas fuera visible. Ambas habían reconocido la voz del presunto ladrón. Sango corrió a encender las luces y sus sospechas fueron confirmadas. En el suelo, a merced del bate de Kagome, estaba Inuyasha.

- ¿Qué demonios haces aquí Inuyasha? – preguntó Sango asombrada. - ¿te das cuenta del susto que nos has dado?

- Pues si supieras el que me habéis dado vosotras al golpearme de esa forma. Kagome, bonita¿no crees que podrías dejar de apuntarme con eso? – levantó las manos en señal de paz pero ella no se movió.

- Mereces más que un par de golpes Inuyasha.

Las tres personas se quedaron calladas. Sango, viendo la tensión en el ambiente decidió intervenir. Se acercó a Kagome y puso su mano sobre la de ella, obligándola suavemente a bajar el bate. Después le tendió una mano a Inuyasha y lo ayudó a levantarse.

- ¿Estás bien? Espero que no te hayamos roto nada…

- No te preocupes, estoy acostumbrado a recibir golpes.

El chico movió sus articulaciones comprobando que todo estaba en su sitio. No tenía nada roto. Miró a Kagome y supo que ella si estaba herida pero no físicamente.

- Inuyasha¿A quien se le ocurre entrar en una casa de esa forma? Podrías haber tocado el timbre…

- Lo sé Sango pero ¿hubieras abierto la puerta? – la muchacha se quedó callada. Supo que, por Kagome, no le hubiera dejado pasar. Pero ahora que estaba dentro tampoco iba a echarle ¿verdad? Esos dos tenían que hablar de una vez por todas. – No te culpo si no lo hubieras hecho pero necesito hablar con Kagome.

- No tengo nada que hablar contigo.

- Kagome… - Sango intentó actuar como mediadora pero Kagome no estaba por la labor.

- ¡He dicho que no, Sango! No… puedo… - Inuyasha se acercó rápidamente y le tomó las manos, impidiendo así que se fuera corriendo.

- Déjame que te explique mi versión y después te juro que me iré y no volveré a molestarte. Por favor Kagome…

Inuyasha miró a Kagome. Tenía lágrimas en los ojos y las mejillas muy pálidas. Pero, de alguna forma, estaba más hermosa que nunca. Vulnerable. Deseó estrecharla entre sus brazos y jurarle que la protegería siempre. Pero ese no parecía ser el momento más adecuado para hacerlo… Kagome fue la que rompió el silencio esa vez.

- No me importa lo que pase entre Kikyo y tú. Lo único que quiero es que dejes de divertirte a mi costa Inuyasha.

Sango subió a su habitación para dejarles algo de intimidad. Inuyasha lo agradeció enormemente, sobretodo cuando le tocó hablar a él. No hubiera soportado tener que dar su versión de los hechos con Sango delante. Estuvo mirando largamente a Kagome, sin soltar su mano, mientras pensaba en la respuesta más adecuada.

- Kagome, te aseguro que mi intención nunca fue divertirme ni reírme de ti. Hemos sido amigos durante muchos años y sabes que nunca te haría daño. – Kagome asintió levemente con la cabeza – Yo… en el baño… no sé que es lo que me ha pasado Kagome. Estábamos ahí, los dos solos y perdí el control. No pude evitar besarte.

- Yo tampoco pude evitarlo – murmuró ella tratando de ocultar sus mejillas encarnadas.- Pero no debió pasar. Inuyasha tú estás saliendo con alguien.

- Kikyo… me gustaría explicarte algo sobre mi relación. Si quieres escucharme.

Kagome no contestó. Se limitó a entrar al salón de Sango y sentarse en el amplio sillón. Inuyasha la imitó y se sentó a su lado. El chico se pasó una mano por el cabello, dándose tiempo para poner sus ideas en orden.

- Kikyo y yo… estamos juntos pero… no en todos los sentidos.

- No te entiendo.

- Nosotros nunca… ya sabes.

- ¿De que estás hablando?

- ¡Nunca nos hemos acostado! – no la miraba. Se sentía demasiado avergonzado al confesárselo a una mujer. Kagome no podía digerir esa información. Lo miraba, asombrada.

- Pero lo que dijo antes, en el baño…

- Era mentira. Nunca nos hemos acostado. Por Dios, si apenas vamos más allá de los simples besos… Dice que quiere llegar virgen al matrimonio y yo se lo respeto pero a veces la necesidad es muy grande y…

Kagome se levantó de golpe. No quería escuchar nada más. Con una voz helada formuló una única pregunta.

- ¿Acaso querías saciarte conmigo? – Inuyasha entendió que sus palabras podían, y de hecho habían sido malinterpretadas.

- ¿Cómo puedes pensar eso Kagome? Lo que ha pasado entre nosotros simplemente surgió. Pero nunca te utilizaría para bajarme la calentura. Para eso ya tengo dos manos.

Kagome enrojeció un poco al imaginarse al hombre que tenía delante acariciándose hasta calmar sus apetitos. Tenía que pensar en otra cosa si no quería excitarse en ese mismo instante.

- Kagome – colocó sus fuertes manos encima de los hombros femeninos, acariciando la fina tela del pijama que seguramente era de Sango – No quiero que nuestra a mistad se rompa por… lo que nos ha pasado. Fue solo…

- Atracción física… - murmuró mirándolo a los ojos. Se sorprendió de que apenas pudiera ver el color dorado característico de la mirada del chico.

- Atracción física… - sus palabras fueron como una caricia para Kagome. Una caricia que hizo que se le erizara el vello de la nuca. – Y no puede ocurrir de nuevo Kagome.

- No ocurrirá… Somos amigos. Sólo amigos – añadido con rapidez.

Se quedaron mirándose fijamente. La mirada de él bajó hasta los labios femeninos de forma imperceptible. Le estaba pasando de nuevo. A pesar de haber dicho que no volvería a pasar, estaba cerca, muy cerca, de perder el control de nuevo y abalanzarse sobre Kagome. Ella, por su parte, no podía desviar la mirada. Recordar la forma en que él la había acorralado contra la pared del lavabo había sido suficiente para excitarla de nuevo. Creía que si la tocaba de forma un poco más íntima, acabaría rogándole que la tomara encima de la mesa del salón de su amiga. Así que se separó haciendo uso de toda su fuerza de voluntad. Si no tenía que pasar nada entre ellos de ahora en adelante, lo mejor era mantener la distancia física.

- Bueno – habló de forma nerviosa – ahora que todo está claro entre nosotros es mejor que te vayas Inuyasha. No vaya a ser que vuelvan los padres de Sango y te encuentren aquí…

- Supongo que tienes razón – estaba algo confundido por la rápida reacción de la chica pero estaba de acuerdo en que era lo mejor. Tenía que mantener la distancia o no podría evitar besarla de nuevo.

Caminaron en silencio hasta la puerta.

- Kagome… supongo que las cosas no cambiarán entre nosotros…

- Claro que no, seguiremos siendo amigos.

- Los mejores amigos…

- Por supuesto…

El chico se inclinó levemente como si quisiera besarle la mejilla pero se retiró inmediatamente. No era buena idea. Se despidió de ella y comenzó a andar hacia su coche. Pero no había andado más que unos metros cuando se dio la vuelta de nuevo.

- ¿Nos vemos mañana donde siempre¿En el Shikon?

Ella asintió y cerró la puerta.

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Abrió la puerta de su piso y tiró las llaves sobre la mesa. Se deshizo de su abrigo, dejándolo colgado del respaldo de una silla. Se dejó caer sobre un sillón en medio de un suspiro. Estaba agotado.

Supuestamente ya estaba todo arreglado. O no. Todavía no sabía porque Kikyo había contado todas esas cosas en el baño. Ni tenía muy claro que era lo que Kagome estaba sintiendo por él ¿Sería verdad que solo se trataba de atracción física? Algo le decía que había algo más, pero no estaba seguro si solo se trataba de puro egocentrismo.

- Los mejores amigos… - Murmuró para sí mismo.

Siempre habían sido amigos. Pero a una amiga no se la besa. A una amiga no se la desea. Cuando se ve a una amiga no está bien imaginársela entregada como la había tenido esa noche. Y vaya noche. La había tenido entre sus brazos, había saboreado de nuevo sus labios y acariciado sus cabellos. La había levantado en vilo, manteniéndola arrinconada contra la pared mientras frotaba su cuerpo contra el de ella. Nunca se hubiera imaginado en esa situación con Kagome. Nunca.

Se levantó pesadamente y vio que tenía dos mensajes en el contestador. De mala gana, pulsó el botón de reproducir. El primero era de Kikyo.

"Inuyasha cielo, no hemos quedado en que haremos mañana. ¿Vas a querer salir de nuevo con tus amigos? Si lo prefieres podemos quedarnos en casa y… Bueno, quizás esta vez pueda funcionar… Llámame cuando vuelvas".

- Vete a la mierda – murmuró Inuyasha al escuchar el mensaje. ¿Vas a querer? Si era ella la que había insistido en salir… Pues si, iba a querer salir porque así se lo había dicho a Kagome. Y no, no pensaba quedarse en casa para que ella lo calentara de mala manera y después le dijera que no estaba preparada. Él no quería presionarla, quería que fuera ella la que decidiera cuando y donde pero no estaba de humor para los calentones que cogía cada vez que iba a su casa. Entonces comenzó a sonar el segundo mensaje.

"Inuyasha soy Kagome… Quería decirte que… me alegro que hayamos hablado. No quiero que nuestra amistad se vaya al traste por… bueno, por… tú ya me entiendes… Lo mejor es que pasemos página y olvidemos lo sucedido. Yo… no quiero perderte… Nos vemos mañana". Cuando la máquina dejó claro que no había más mensajes con un pitido estridente, Inuyasha seguía clavado en el mismo sitio donde se había parado al escuchar el mensaje de Kagome. No quería perderle… Y él tampoco quería perderla a ella maldita sea. ¿Pero solo quería conservarla como amiga o había algo más?

Se acercó al mueble y tomó una fotografía. Aquella de su fiesta de cumpleaños que Kagome estuvo mirando unos días antes. En aquella época todo era más sencillo para todos. Tenían claro lo que era la amistad y donde estaban sus límites. Y creían que las cosas serían siempre iguales. Pero no fue así.

Quería a Kagome, eso no se lo iba a negar nadie. Pero ¿hasta que punto¿Hasta el punto de querer estar con ella más allá de la amistad¿O se trataba solo de deseo físico? Quizás ella tuvo razón al decir que quería saciarse con ella. ¿Tan desesperado estaba? Cerró los ojos con fuerza mientras apretaba el marco entre sus manos. No. Kagome no era solo una cuestión física. No lo era

¿Qué era entonces? Ni él mismo lo sabía. Lo único que tenía claro es que preferiría cortarse las manos antes de hacerle daño, antes de volver a hacerla llorar. Se había comportado como un auténtico canalla con ella. Con su mejor amiga.

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Cuando Inuyasha se fue Kagome había corrido a echarse en los brazos de Sango, buscando algo de protección en ellos. Y después le contó todo. Lo que habían hablado, lo que no se había dicho pero flotaba en el aire… el hecho de que habían querido proteger su amistad… Kagome no pudo evitar llorar de nuevo al recordar que Inuyasha nunca había estado con Kikyo y, sin embargo, la había besado y acariciado a ella como si le fuera la vida. ¿La estuvo utilizando¿O simplemente se dejó llevar por la situación?

- ¿Cómo te sientes?- le preguntó Sango después de que Kagome dejara el mensaje en el contestador.

- Como si me hubieran arrancado el corazón para meterlo después en una licuadora. Pero más aliviada.

- Es un comienzo – Sango le dio un cálido abrazo a su amiga. Ella no podía comprender lo que sentía Kagome ya que nunca se había encontrado en una situación similar, pero sabía que en esos momentos necesitaba más apoyo que nunca.

Kagome agradeció ese gesto desde lo más profundo de su alma. Sango era una buena amiga, siempre estaba cuando se la necesitaba. Y ahora ella la estaba necesitando y ahí la tenía. Se relajó. Ya no tenía ganas de llorar. Tenía las cosas más claras en su cabeza.

Un buen rato después, las dos chicas estaban acostadas de nuevo, esperando a que llegara el nuevo día pero Kagome no dormía. Seguía pensando. No quería perder la amistad con Inuyasha pero a la vez quería conseguir algo más. Sabía que era una idea absurda descabellada, pero no podía quitarse a ese hombre de la cabeza. Cerraba los ojos y era su cara la que veía. Se levantó y fue a lavarse la cara.

Se miró al espejo y, con disgusto, encontró una marca en su cuello. Una de esas marcas que demuestran la pasión que hay entre dos personas. Un chupetón. Lo tocó con la punta de los dedos ¿Lo habría visto Inuyasha¿Qué habría pensado de ella? Porque al dejarse hacer de esa forma, se había comportado como una chica 'fácil'. A pesar de todo sonrió. Sonrió al pensar que Inuyasha había enloquecido, había perdido el control de sus actos. Y había sido con ella. Con su mejor amiga.

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- ¿Te importa venir a mi casa? Necesito hablar con alguien…

Kagome caminaba apresuradamente por las calles de Tokio dirigiéndose a casa de Ayame. El tono de voz de la pelirroja la había preocupado. Había cogido el abrigo sin pedirle ninguna explicación a su amiga. Solo había corrido.

Tenía que reconocer que, desde que empezó todo el problema con Inuyasha, su amistad con Ayame se había enfriado mucho., probablemente por su culpa. Así que se sentía culpable. Si le pasaba algo a su amiga… al girar una esquina se la encontró de frente. Tenía la cara desencajada por el llanto.

- ¿Ayame que ocurre?

La pelirroja solo susurró que, como tardaba mucho, había salido al camino a esperarla, y después se desplomó en el suelo, llorando desgarradoramente.

- ¡Ayame!

Pasaron más de diez minutos en plena calle, una llorando y la otra tratando de calmar a su amiga. La cabeza de Kagome hervía de preguntas ¿Por qué estaba así su amiga¿Habría pasado algo malo? Pero mientras no se tranquilizara un poco, no conseguiría saber lo que pasaba. La ayudó a levantarse del suelo y se dirigieron a un solitario parque, donde se sentaron en un viejo banco.

Ayame, sollozando todavía, sacó algo de su bolso y se lo tendió a Kagome. Era un test de embarazo

- ¿Estás…?- No le hizo falta terminar la pregunta. Estaba claro. La línea era azul. Ayame estaba embarazada. - ¿Cuánto tiempo hace…?

- Es mi primera falta pero… Lo sabía Kagome, sabía que este era el motivo. Estuvimos juntos varias veces y nunca usamos protección – Volvió a llorar, recriminándose lo estúpida que había sido.

- ¿Lo sabe él?

- Se ha portado fatal Kagome, me ha dicho que no quiere saber nada, que seguramente tenía uno diferente cada noche – el llanto le impidió seguir hablando. Kagome estaba muy tensa. Si descubría quien era ese tipo iba a lamentar toda su vida lo que había hecho – No ha habido nadie más Kagome, lo juro. Solo él.

Kagome le acarició la cabeza mientras la cunaba en sus brazos. Estaba segura de que su amiga no le mentía. Ayame siempre había sido tan dulce, tan tierna… y se habían aprovechado de ella. Pero eso no iba a quedar así. Como se llamaba Kagome Higurashi que iba a hacer algo al respecto.

- ¿Sabes lo que vas a hacer¿Quieres tener un hijo?

Ayame se quedó callada unos minutos. Había barajado la posibilidad de tener un aborto pero no era capaz. Llevaba dentro un hijo al que ya amaba, a pesar de haberse enterado unas horas antes. Y era un hijo de la persona de la que estaba enamorada… a pesar de la forma en la que él se había desentendido.

- Quiero tenerlo. Me da igual estar sola. Es mi hijo y lo tendré

- No estarás sola. Me tienes a mí. Y a Sango, Miroku, Kouga... – Ayame volvió a llorar fuerte - ¿Qué ocurre¿Acaso he dicho algo malo?

- ¡Es Kouga! – los ojos de Kagome se abrieron, sorprendidos ¿Kouga? - ¡Kouga es el padre de mi hijo!

Kagome se levantó del banco. ¿Kouga¿Era él el canalla que se había aprovechado de su amiga¿El que la había abandonado al saberla embarazada? Si así era iba a hacer que se arrepintiera toda la vida de haberlas conocido. Tanto a ella como a Ayame.

- No puede ser tan…

- Olvídalo Kagome. Él ha elegido ya. No quiere saber nada de nuestro hijo. Y yo no voy a obligarle.

- ¡Tú no pero espera a que me lo encuentre!

- Kagome, por favor, te suplico que no hagas nada.

- Ayame…- se sentó de nuevo junto a su amiga.

- Esta noche saldremos como siempre y tendrá que decirme lo que piensa a la cara. Si es capaz de mirarme a los ojos y volver a decirme que él no es el padre, demostrará que no merece la pena ser el padre de mi hijo.

- ¿Tan claro lo tienes Ayame?

- Si es capaz de rechazarme a la cara, o de insinuarme que pierda al bebé… Lo borraré de mi vida para siempre

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Horas después, mientras se arreglaba para salir, Kagome seguía pensando en las palabras de su amiga. Ayame tenía las cosas tan claras… Si Kouga no la amaba a ella ya su hijo, estaba dispuesta a hacerlo desaparecer de su vida. A pesar de la amistad de tantos años. Aunque también estaba el pequeño detalle de que él la había dejado embarazada y que después no había querido ni oír hablar de responsabilidades. Cerdo canalla…

Se miró en el espejo de su cuarto. Se sentía muy triste. Supuso que era la acumulación de sucesos durante las últimas semanas. Sin darse cuenta, todo su mundo estaba cambiando de forma radical. Sango y Miroku salían juntos y les iba muy bien como pareja. Kouga había dejado embarazada a Ayame, aunque aún no estaba claro como terminaría ese asunto. Y en cuanto a Inuyasha… Ya había tomado su propia decisión. Lo mejor era que continuaran siendo amigos. Ya había sufrido demasiado y no quería perder su amistad.

Se miró una última vez al espejo antes de salir. No tenía ganas de salir pero se había forzado por Ayame. Pasara lo que pasara con Kouga, ella quería estar al lado de su amiga. Pero eso no quería decir que tuviera que estar alegre y festiva como siempre que salía. Se había puesto unos pantalones negros, un top con bordados brillantes y unos tacones bajos, algo raro en ella que siempre los usaba altos. Pero no estaba de humor para arreglarse excesivamente. Ni para eso ni para nada.

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- Inuyasha cielo, no has comido nada…

Kikyo, enfundada en un estrecho vestido de licra y cubierta con un delantal blanco intentaba que su novio comiera lo que ella misma había preparado. Pero él no estaba por la labor. Desde el momento en que entró por la puerta lo había notado muy extraño, sin tener en cuenta que la noche anterior no la había llamado a pesar de haberle dejado un mensaje en el contestador. Apenas hablaba, y evitaba mirarla.

- ¿Acaso no te gusta lo que te he preparado?

- No es eso…

- ¿Entonces?

- No quiero comer Kikyo.

Inuyasha volvió a romper el contacto visual. La mujer creyó entender. Estaba enfadado. Posiblemente por sus negativas a tener relaciones sexuales. A ella no le importaba tanto en realidad el hecho de hacerlo o no pero era algo que no formaba parte de sus planes a corto plazo. Y Naraku la mataría si se enterara… pero no podía dejar que Inuyasha se le escapara de nuevo. Ni él ni la fortuna que tarde o temprano iba a heredar. Así que jugó su carta más fuerte. El sexo.

Sabía que Inuyasha no podría resistirse a ella si sabía como seducirle. Después de todo, no era más que un hombre. Fácilmente manipulable para una mujer con sus características. Esa noche se vistió con lo más ajustado que encontró en su armario: el vestido negro, y se presentó en la casa del chico diciendo que le apetecía prepararle una cena. Y eso había hecho, a pesar de la inicial negativa de su novio.

Después de horas en la cocina, durante las que o dejó todo hecho un desastre, había conseguido preparar unas ostras. Ideal para aquella ocasión ¿No decían que las ostras eran afrodisíacas? Pues pensaba comprobarlo esa misma noche. Lo único que faltaba era que Inuyasha comiera algo, ya que ella no pensaba probarlas. De todas formas ya había cenado.

- ¿Te encuentras mal?

- Algo así – Él no quería darle explicaciones acerca de su estado. Lo único que quería era estar solo para poder pensar. Aunque llevara haciéndolo todo el día, no había sacado nada en claro de sus cavilaciones.

- ¿Entonces hoy nos quedamos en casa? Si quieres podría hacerte un masaje y…

- No quiero quedarme en casa – la interrumpió. Acababa de acordarse de que la noche anterior había quedado con Kagome en que se verían en el Shikon. – Quiero ir al Shikon.

- Pero Inuyasha… pensé que podríamos estar solos hoy y tal vez… - empezó a acariciarle seductoramente una oreja pero él se apartó disimuladamente.

- Tal vez nada Kikyo. Si no quieres salir quédate tú pero hoy me apetece ver a mis amigos.

- Ya los viste ayer…

- Y a ti te he visto hoy.

Inuyasha no sabía porque la estaba tratando así ¿Por qué intentaba controlarle¿Por qué se había presentado en su casa sin ser invitada¿Por que parecía empeñada en seducirle? No sabia cual era el motivo de su enfado. Lo único que tenía claro era que lo último que deseaba esa noche era quedarse a solas con Kikyo.

La mujer relajó los músculos de la cara, que había contraído al escuchar la respuesta del chico. Parecía furioso por algo, aunque no tenía muy claro por que… Bueno, se dijo a sí misma, si no puedes con el enemigo…

- Saldremos si es lo que más te apetece Inuyasha. Pero creo que deberías comer algo antes de irnos.

CONTINUARA

Mañana tengo mi primer examen... Deseadme suerte!