Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.
- Con guión: lo que hablan.
En cursiva los pensamientos.
((blabla)) Lo digo yo
LA MEJOR AMIGA
Por Catumy
Capitulo 14. La decisión
- ¿Estás bien Kagome?
- ¿Por qué lo dices?
- No pareces la misma.
- No te preocupes, estoy bien
Pero no era verdad. Estaba cómodamente sentada en la pequeña butaca mientras miraba la puerta impacientemente. A su lado, Ayame estaba preocupada por ella. Quizás no debió haberle contado lo de su embarazo, al menos hasta haberse asegurado de cuáles eran las intenciones de Kouga. Ahora su amiga estaba furiosa y no se molestaba en ocultarlo.
- Maldición… - susurró la muchacha de cabellos oscuros mirando hacia otro lado.
Ayame, intrigada dirigió su vista hacia donde Kagome miraba unos segundos antes y vio entrar a Inuyasha con una Kikyo embutida en un corto vestido negro. ¿Esa mujer no se daba cuenta de lo descarada que estaba siendo?
- Kagome si quieres podemos irnos.
Recibió una sonrisa de agradecimiento acompañada de una suave negación con la cabeza. Había ido al Shikon para apoyar a su amiga y de paso haría frente a sus problemas. Aunque Inuyasha estuviera más guapo que nunca con algunos de los botones abiertos y mostrando más allá de lo que ella era capaz de soportar. Bendijo el haberse puesto pantalones ya que así no sería tan fácil que se repitiera la escena de la noche anterior.
- Hola chicas – saludó el chico. Ambas notaron que había algo extraño en él esa noche. Como si le costara trabajo hablar.
- ¿Te encuentras mal Inuyasha? Tienes mala cara. – interrogó Ayame al besarle la mejilla a modo de saludo.
- Debe ser algo que he comido.
- No debes estar acostumbrado a ese tipo de comida – interrumpió Kikyo. Después de lo que le había costado el preparar la cena, el muy ingrato tenía la desfachatez de comerse solo tres y ahora sugería que su comida le enfermaba. Pues como se llamaba Kikyo que no pensaba esforzarse más en ese terreno. Conseguiría su propósito de otra forma.
- ¿Qué has comido? – Quiso saber Ayame mientras él se volvía hacia Kagome.
- Ostras.
- Dios que asco – Kagome no pudo evitar dar su opinión acerca del 'manjar'. – No se como alguien puede comer eso.
- Es un sabor demasiado refinado, no todo el mundo tiene la capacidad para saber apreciarlas – atacó Kikyo con su lengua venenosa. Esa niña no iba a dejarla mal a ella ni a su comida.
- Debe ser eso… - Kagome sonrió falsamente mientras deseaba abofetear a esa mujer. ¿Cómo podía ser tan estirada?
- Hola Kagome… - el chico impidió que Kagome atacara de nuevo. Sabiendo el poco aprecio que sentían la una por la otra, era mejor que hablaran lo menos posible. Se acercó a ella para besarla en la mejilla como había hecho con Ayame pero sus ojos entraron en contacto con los de Kagome y no pudo moverse. Estaba como hipnotizado.
- Estás muy pálido Inuyasha… - comentó la joven sin apartar su mirada de los ojos de él. Trataba comportarse como si nunca hubiera ocurrido algo entre ellos. Pero con esa mirada abrasadora le estaba costando mucho. Más de lo que pensaba.
- ¡Kagome! – la voz de Ayame la hizo reaccionar. Estaba allí para apoyar a su amiga, no para volver a caer en los brazos de Inuyasha. – Ha venido…
Todos miraron en la misma dirección en la que Ayame tenía clavados sus bonitos ojos verdes y vieron una cara conocida. Kouga. El chico se acercó despreocupadamente a ellos con una sonrisa en la cara que se borró en el mismo momento en que vio a Ayame junto a Kagome. ¿Y si esa estúpida había contado algo? Parecía lo más probable si tenía en cuenta la mirada de Kagome.
- Hola a todos… - tanteó la situación antes de seguir hablando – Kagome, estás preciosa esta noche. – la chica se levantó de la butaca y acercó su rostro al del chico.
- Eres el cerdo más grande que he conocido en mi vida.
Sin decir nada más y ante la mirada asombrada de los dos chicos se alejó en dirección a la barra. Kouga maldijo en todos los idiomas que sabía. Kagome lo sabía y ya no tenía ninguna duda de ello. Ayame se sintió dolida por Kouga, se había comportado como un verdadero desgraciado pero ella lo seguía amando igual.
Inuyasha siguió con la mirada a Kagome y la vio pedir algo. ¿A que habría venido esa respuesta a Kouga? Quizás se habían peleado por algo… Pero si se enteraba que Kouga había dañado a Kagome en lo que fuera, que se preparara porque la paliza que recibiría de su parte no iba a ser pequeña. Por su parte, Kikyo se sentía victoriosa. Esa niña había demostrado la poca clase que tenía al comportarse como una ordinaria delante de todos. A ese paso, nunca encontraría un hombre, mucho menos uno como Inuyasha. Después de todo, los hombres como él no buscaban niñas revoltosas sino mujeres de verdad.
Kagome, desde la barra, observaba al grupo esperando que Ayame se decidiera a pedirle explicaciones al traidor de Kouga. Le había costado horrores no pegarle un puñetazo en cuanto lo vio pero había tenido que contenerse por respeto a su amiga. Su mirada se cruzó con la de Inuyasha. Realmente tenía mal aspecto… Seguro que era cosa de las dichosas ostras. Pensar en eso le hizo recordar lo que la Diva le había dicho. La había menospreciado. En ese momento deseó poder descargar la rabia que sentía en esa estúpida estirada de Kikyo. La camarera le sirvió un chupito que ella se bebió de un trago sin dejar de clavar su mirada en el grupo.
Pero esos ojos fijos no tuvieron el mismo efecto e todos. Kouga encontró esa mirada aterradora, mientras que para Ayame fue un toque de atención. Si no arreglaba las cosas con el chico, su amiga se encargaría de que no volviera a hacerle lo mismo a una mujer en lo que le quedaba de vida. Kikyo tuvo miedo, ya que pensó que esa chica no estaba dentro de sus cabales así que se dio la vuelta para no seguir viéndola. Inuyasha creyó que era una mirada terriblemente seductora y no pudo dejar de mirarla a su vez. Kagome estaba diferente esa noche. Primero la tensión que tuvo con Kikyo y después lo que le dijo a Kouga… Algo le pasaba y quería saber que. Diciendo a su novia que regresaba en un minuto se fue hacia su amiga, dispuesto a sonsacarle que era lo que le preocupaba. Aunque tuviera que azotarla, pero iba a saber lo que pasaba.
Kikyo se molestó mucho cuando su pareja la dejó sola para irse con Kagome de modo que decidió contraatacar y se dio la vuelta hacia Kouga, queriendo coquetear con él descaradamente. Pero Ayame tenía otros planes. Tocando suavemente al chico en el brazo, le preguntó al oído si podían hablar en privado a lo que él no se negó. Kikyo sintió ganas de gritar cuando se encontró en un local que detestaba y sola, para más inri. Pero eso no iba a fastidiarle la noche. Se buscaría otro entretenimiento. Después de todo, había muchos hombres dispuestos a hacerle compañía.
Inuyasha estaba sentado junto a Kagome esperando a que ella le mirara o, al menos, se diera cuenta de su presencia allí. En ese momento sus tripas empezaron a hacer un ruido extraño, llamando la atención de la muchacha.
- ¿Eso son tus tripas?
- Creo que si – la palidez de su cara se vio sustituida por un color rojizo de la vergüenza. No era agradable que sus ruidos corporales se escucharan con tanta claridad.
- Estás pálido…
- Creo que las ostras me han sentado mal.
- ¿No irás a vomitar?
- Tranquila, creo que de momento no.
Se quedaron callados unos segundos. Kagome miraba sin parar a la puerta por la que habían desaparecido Kouga y Ayame un poco antes. Estaba muy preocupada.
- ¿A que ha venido lo que le has dicho a Kouga? – Inuyasha se decidió a preguntar lo que llevaba rato dándole vueltas en la cabeza.
- Le he dicho lo que se merece Inuyasha, y no me preguntes nada porque no puedo contártelo.
- Solo dime una cosa… ¿Ha intentado propasarse contigo?
Kagome reaccionó ante esa pregunta. ¿Inuyasha celoso? Lo miró a la cara y vio que parecía preocupado por lo que había presenciado. Después de todo, no era normal que ella actuara de esa forma. Pero la sangre empezó a hervirle cuando recapacitó las palabras de Inuyasha. Quería saber si se había propasado con ella.
- ¿A que viene esa pregunta?
- Solo di si o no Kagome. Pero si te ha hecho algo me encargaré de que se arrepienta toda su vida.
- ¡Y desde cuando tengo que darte explicaciones! – Quizás en condiciones normales se hubiera sentido protegida por él pero esa no era una noche normal. Estaba furiosa. Y él tenía gran parte de culpa. – No eres ni mi padre ni mi novio así que no intentes controlarme la vida – se dio la vuelta para alejarse de él pero una mano firme sobre su hombro se lo impidió.
Los ojos de Inuyasha habían cambiado de la preocupación al enfado. ¿A que venía esa actitud tan agresiva? Pues tampoco él había tenido muy buen día debido a la constante atención de Kikyo y esa cena que estaba haciendo estragos en su estómago. ¿Y ahora Kagome se ponía furiosa con él? Lo sintió mucho por ella pero no estaba dispuesto a permitírselo.
- ¿Se puede saber que es lo que te pasa esta noche?
- Déjame tranquila Inuyasha – intentó soltarse pero él la tenía muy bien sujeta y no iba a permitir que se marchara. - ¡He dicho que me sueltes!
- No hasta que me expliques porque te estás comportando así. No es propio de ti.
- ¡Y que sabrás tu lo que es propio de mi! No me conoces Inuyasha. – Se dio cuenta de que se había pasado pero no se arrepintió. De una buena vez iba a decir lo que pensaba.
- Kagome somos amigos desde el parvulario, por supuesto que te conozco.
- Eso es lo que tú te crees.
- Kagome no entiendo lo que te pasa…
- No hay nada que entender. – la chica dio por zanjada la conversación con esas palabras. Apartó su mirada del chico y pudo ver a Kouga que volvía a entrar en la sala. Serio. Y solo. ¿Dónde estaba Ayame? Entonces comprendió. La había rechazado de nuevo. A ella y a su hijo. Sin darle una explicación a Inuyasha se levantó de su asiento y salió al encuentro del muchacho de la coleta. Toda la rabia contenida durante días estaba a punto de estallar. Inuyasha, Kikyo… todo lo ocurrido iba a pagarlo el canalla de Kouga.
- ¿Qué le has hecho desgraciado?
- Kagome preciosa ¿De que hablas?
- ¡Hablo de Ayame¿Por qué no vuelve contigo?
- Kagome, no se lo que te habrá dicho Ayame pero… el hijo que espera no es mío. – eso fue la gota que colmó el vaso. Sin pensárselo dos veces, le dio una bofetada con toda la fuerza que tuvo su mano, haciendo que él girara el rostro por la fuerza del impacto.
- Ayame ha estado enamorada de ti desde que éramos niños y tú no has sabido apreciarlo. Eres peor que la basura.
Lo dejó allí plantado sin esperar respuesta. Ayame podía estar necesitando una mano amiga y ella estaría allí para lo que necesitara. Kouga estaba mudo. Kagome le había golpeado… Tuvo claro que nunca podría conseguir el perdón e la muchacha así que lo más sensato iba a ser tratar de borrarla de su mente. Inuyasha pasó por su lado.
- No se lo que habrás hecho pero estoy seguro de que te lo mereces.
Kouga se quedó quieto y no contestó. Había perdido cualquier oportunidad que tuviera con Kagome. Ayame no querría volver a verlo en su vida. Iba a ser padre… Todo le estaba saliendo mal. Y ahora estaba solo.
-.-.-.-.-.-.-
Ayame esperaba que pasara un taxi para irse a casa. Después de lo ocurrido con Kouga, no tenía nada de ganas de quedarse allí. Solo quería meterse en la cama y esperar a que se hiciera de día.
- Ayame
La voz suave de Kagome sonó detrás de ella. Se giró y le sonrió tristemente. Kagome se sentó a su lado y la miró de reojo. No sabía si ella estaría en condiciones de hablar o sería suficiente con mantenerse a su lado. Ayame le disipó las dudas.
- Voy a sacar a mi hijo adelante aunque esté sola.
- Ha vuelto a negarse…
- Si… Pero ¿sabes? Creo que es lo mejor.- Kagome la miró interrogante – Sería terrible para el bebé tener un padre que no lo ama. Y yo le daré cariño sufriente por los dos.
- Estoy segura de ello Ayame.
Una lágrima acarició la mejilla de la pelirroja suavemente sin que ella tuviera tiempo de retirarla. A pesar de saber que era lo mejor tanto para ella como para su hijo, debía reconocer que hubiera sido maravilloso contar con el apoyo de Kouga. Auque solo fuera por la criatura que llevaba dentro.
- Creo que he hecho lo correcto Kagome. No he suplicado ni me he humillado. Simplemente le dije que este hijo que espero es suyo y que estaba dispuesta a realizar las pruebas de paternidad. – Kagome la miraba pero no dijo nada. – Pero ha dicho que lo sentía, pero que no estaba preparado para hacerse cargo del bebé. Y que lo que pasó entre nosotros solo fue algo físico…
Kagome sintió una punzada. Era lo que le ocurría a ella con Inuyasha. Algo físico… pero ella estaba enamorada de él. Al menos no se habían acostado. Aunque ganas no le habían faltado.
- Kagome… ¿Qué cara tenía Kouga cuando ha entrado?
- Pues… estaba serio, abatido.
- ¿Te ha dicho algo? – Kagome enrojeció – No le has dejado ¿verdad?
- Le di una bofetada… y le llamé basura - confesó tímidamente. A Ayame no le haría demasiada gracia. Pero ella se echó a reír.
- Supongo que lo merece.
Un taxi paró delante de ellas y Ayame abrió la puerta.
- Ayame ¿Quieres que me quede contigo esta noche?
- Gracias Kagome pero… necesito estar sola y pensar en lo que voy a hacer de ahora en adelante.
- ¿Estás segura? No quiero dejarte sola.
- Estaré bien. Mañana te llamo.
Kagome se quedó de pie al borde de la carretera, viendo como el taxi se alejaba llevándose a Ayame con su pena. ¿Qué hubiera hecho ella en la misma situación? Quizás hubiera montado un espectáculo, se hubiera deshecho en lágrimas, habría gritado y suplicado. En cambio, su amiga había demostrado mucha madurez. Quería a su hijo y no le importaba nada más.
- Dicen que hay un chico vomitando en la puerta.
- Si es que hay gente que no sabe beber…
Kagome no pudo evitar escuchar el comentario de una pareja que pasó por su lado. Que alguien vomitara no era nada nuevo pero… Podía tratarse de Inuyasha. Después de todo se había encontrado mal desde que llegó. Inuyasha. Se había portado mal con él, hablándole como lo había hecho. Y él solo se había preocupado. Decidió entrar de nuevo para pedirle perdón.
Justo entonces vio salir del Shikon a Kikyo echa una furia. Su estrecho vestido negro presentaba una enorme mancha que tenía un aspecto viscoso. Kagome tuvo que reprimir una risita al suponer el origen de esa mancha.
- Kikyo ya te he dicho que no lo hice queriendo…
- Déjame tranquila inuyasha. Sabes perfectamente lo caro que es este vestido… - levantó la mano haciendo señales a un taxi para que se detuviera.
- ¿Te vas a casa?
- Encimas querrás que me quede aquí con esta pinta.
Entró en el taxi dando un portazo y sin mirar atrás. Inuyasha caminó hasta un banco y se sentó a duras penas. Todavía estaba mareado. Kagome se acercó cuidadosamente.
- ¿Te encuentras bien? – Inuyasha se volteó al reconocer la voz de su amiga.
- Kagome… pensaba que estabas enfadada conmigo. – ella agachó la cabeza, avergonzada. - ¿has visto lo que ha pasado?
- Bueno, me hago una idea…
- Las ostras han terminado saliendo por donde entraron… Pero han ido a aterrizar en el vestido de Kikyo – Inuyasha la miró – adelante, ríete, lo estás deseando.
Kagome, sin poder aguantarse más, estalló en carcajadas. Le encantaba la cara que tenía kikyo cuando la vio salir, y la forma en que caminaba, tratando de evitar que los restos le gotearan sobre las piernas. Inuyasha no pudo evitar que una sonrisa apareciera en sus labios. Hacía mucho tiempo que deseaba verla reírse de nuevo. Y la tenía delante, con los ojos brillantes como no tenía desde hacía meses y con una hermosa sonrisa en la cara. Kagome tosió para recuperar la compostura al ver como la miraba Inuyasha.
- Bueno¿Cómo te encuentras ahora?
- Un poco mareado… cuando se me pase me iré a casa
- Pero no puedes conducir en este estado. Llama a un taxi.
- Kagome, solo es una indigestión. No pienso dejar mi coche aquí.
Kagome suspiró. Era típico de un hombre el preocuparse de su coche cuando no era capaz ni de mantenerse de pie. Así que tuvo que tomar cartas en el asunto.
- Yo conduciré. Y desde tu casa pediré un taxi para volver al templo.
- ¿Conducir tu? No lo dirás en serio.
- ¡Inuyasha! – Se puso de pie de un salto – Haremos una cosa. Ponte de pie y si eres capaz de mantener el equilibrio te dejaré marchar. Pero si no es así conduciré yo y tú no dirás nada al respecto.
Tal y como había supuesto ella, Inuyasha apenas fue capaz de levantarse y, cuando lo hizo, se tambaleó hacia u lado. Por suerte, ahí estaba Kagome atenta para cogerlo antes de que cayera. Pasó sus delgados brazos por debajo de los de Inuyasha para tener una mejor sujeción del chico. Inuyasha la miró directamente a los ojos. Sus caras quedaron muy cerca, apenas a unos centímetros de distancia. Kagome apartó la cara.
- Cuando llegues a tu casa recuerda lavarte los dientes.
Se arrepintió de inmediato al ver la cara que puso el chico, profundamente ruborizado. El hacer referencia al olor que queda siempre después de vomitar no había sido nada delicado por su parte pero fue lo único que se le ocurrió para justificar el porque se había separado de esa forma. No podía decirle que estaba palpando más músculo de lo que estaba acostumbrada y que tener unos labios tan sexis a su alcance no era algo que le fuera indiferente precisamente.
Acomodaron al abrazo de forma que el chico quedara apoyado sobre ella y pudiera andar con cierta estabilidad. Poco a poco, teniendo cuidado con la gente y los obstáculos que encontraron a su paso, e ignorado las miradas significativas que muchos les lanzaban, llegaron al coche de Inuyasha. Kagome lo acomodó junto a la puerta del copiloto y le pidió las llaves.
- En el bolsillo del pantalón.
- Si no me las das no podremos irnos.
- ¿Y si no quiero dártelas? – preguntó Inuyasha con aire juguetón.
- No hay discusión, yo voy a conducir. – colocó la mano con la palma hacia arriba, reclamando las llaves del deportivo. Pero inuyasha quería hacerla cambiar de idea. Era su coche y no le hacía gracia que lo condujera una persona con tan poca experiencia al volante. Pensó que la mejor forma de conseguirlo era intimidándola, y la mejor forma de intimidarla era provocarle.
- En ese caso, cógelas tú misma – diciendo esto levantó las caderas a modo de invitación. Kagome lo miró fijamente a los ojos.
- No creas que eso va a detenerme. Dámelas ahora o te arrepentirás después, te lo advierto.
La respuesta que recibió fue un nuevo balanceo de la pelvis masculina. Tragó saliva con fuerza. Sabía lo que intentaba Inuyasha, quería que ella se echara atrás. Pero no pensaba dar su brazo a torcer. Y si tenía que meter la mano en el bolsillo de Inuyasha, así lo haría. Dio un paso adelante, poniéndose justo enfrente del chico.
- Es tu última oportunidad Inuyasha. – "Dame las malditas llaves, no me hagas meter la mano ahí adentro"
- ¿Estás tratando de ganar tiempo? – "Vamos Kagome, niégate. Llámame pervertido o lo que quieras pero no metas la mano".
Kagome entrecerró los ojos y lo maldijo internamente. Pero no podía acobardarse ahora. Como que su nombre era Kagome Higurashi que haría lo que fuera necesario hasta verlo en su cama. Un momento, eso había sonado muy mal. Mejor que no iba a descansar hasta que él llegara a su casa sano y salvo y se fuera a dormir. Si, eso estaba mejor. Puso su mano en el borde del bolsillo del pantalón de Inuyasha, rezando que el dijera algo, que le tomara el pelo. Pero él se limitaba a mirarla. Claro que ella no podía notar como el ritmo cardiaco se le había acelerado exageradamente. Ni que estaba atento al más mínimo movimiento por su parte.
Kagome levantó la mirada y empezó a deslizar su mano dentro de la ropa del chico. Inuyasha la miró a los ojos y contuvo la respiración. Sus pupilas se dilataron imperceptiblemente.
Kagome estaba nerviosa. Faltaban unos pocos centímetros para que alcanzara el fondo del bolsillo pero todavía no había dado con las malditas llaves. ¿Y si se hubiera equivocado de bolsillo? Quizás él estaba tomándole el pelo y las llaves no estaban donde él le había dicho. Lo miró a los ojos y ya estuvo perdida. Quedó atrapada por esos ojos dorados que la miraban de forma extraña. Esos ojos dorados en los que reconoció una emoción a la que se había ido acostumbrando poco a poco. Deseo. Puro deseo.
Sin saber quien de los dos se había movido, sus narices chocaron de pronto. Kagome abrió los ojos, sorprendida, y se movió para retirarse. Pero el efecto que logró no fue el que ella deseaba. Inuyasha dio un respingo y soltó un pequeño gemido. Al moverse, Kagome había rozado, sin quererlo, su miembro que ya comenzaba a estar erecto debido al roce de su cuerpo contra la mano femenina.
Kagome estaba roja a más no poder. Había tocado a Inuyasha en sus partes nobles. Y a él le había gustado. Se dio la vuelta para evitar su mirada abrasadora y deseó que la tierra se abriera y se la tragara. Y, por otra parte, habían estado a punto de besarse de nuevo. ¿Qué demonios tenía en la cabeza? Inuyasha era su amigo, simplemente eso. Se había prometido olvidarle, respetar su relación con la Diva del vestido vomitado. Se había prometido a sí misma que no iba a volver a caer en la trampa del deseo. Suerte que habían podido separarse justo a tiempo pero… Le había tocado la entrepierna.
Inuyasha estaba a su espalda. La respiración contenida salí ahora de forma entrecortada. No había estado preparado para ese contacto tan íntimo. Pero había sucedido. Primero se había encontrado como por arte de magia a escasa distancia de los suaves labios de Kagome y, un segundo después, notaba como la pequeña mano le rozaba su miembro. Y se sorprendió porque éste estuviera ya preparado para lo que fuera. Estaba claro que no había sido nada premeditado, que todo fue un mal movimiento por parte de la chica pero… no podía negar que le había gustado, incluso había gemido levemente, y eso que apenas le había rozado. Miró la espalda de Kagome, con el cabello ligeramente rizado cayéndole hasta casi la cintura. Y sonrió.
Kagome dio un respingo al notar una mano en su hombro. Temerosa, miró esa mano para descubrir que Inuyasha le estaba tendiendo las llaves del coche. Terminó de darse la vuelta y vio como Inuyasha miraba para otro lado, evitando el contacto visual. Sin poder evitarlo bajó su mirada una milésima de segundo, lo suficiente para comprobar que no habían sido imaginaciones suyas. Cierta parte del cuerpo de Inuyasha se había levantado reclamando algo de atención. Seguramente por eso el chico no se atrevía a mirarla.
Tomó las llaves de su mano procurando no tocarle y después abrió el coche, ayudando al chico para que se subiera sin perder la estabilidad. Después de lo ocurrido, creía que su mareo se hacía acentuado más todavía. Kagome metió gran parte de su cuerpo dentro del coche para ayudarle a colocarse el cinturón de seguridad y su cabello rozó los brazos y el rostro de Inuyasha, quien cerró los ojos inconscientemente, como queriendo concentrarse en la suave caricia.
Después ella salió cerró la puerta con cuidado y dio la vuelta al coche para sentarse ella en el asiento del conductor. Después de colocar el asiento y los espejos a su medida, mucho más pequeña que la de Inuyasha, arrancó.
Llevaban un rato de camino, en un incómodo silencio. Inuyasha miraba de reojo a una Kagome concentrada en la carretera. No quería seguir así por más tiempo pero tampoco se le ocurría que decir para romper el hielo.
- ¿Te importa que ponga algo de música?
Kagome negó con la cabeza. La música relajaría el ambiente.
Busco en tu piel la tormenta y los rayos
El huracán de tu cuerpo desbocado
Kagome se puso tensa ¿de que le sonaba esa canción? Era una balada muy sensual pero no recordaba más… lo único que sabía era que la idea de escuchar música no había estado demasiado acertada.
Haz el amor conmigo no es nada malo
Se mezclará lo dulce con lo salado
Hagamos el amor
Inuyasha no podía creérselo ¿estaban en su contra los elementos? Encontrar ese tipo de canción era ya el colmo… Kagome tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, lo que le hizo gracia. ¿Qué estaría pensando esa chica?
Tu pasión vergonzosa se te escapa de las manos
Yo beso tus caderas calurosas con mis labios
Haz el amor conmigo no es nada malo
Ni tu saldrás herida ni yo dañado
Las manos de la chica temblaron ligeramente al imaginarse que era Inuyasha el que le dedicaba esas frases eróticas. Y la boca se le secó al imaginárselo haciendo todo eso, besándole las caderas, haciéndole el amor.
Si solo con mirarnos nos deseamos
Nos comemos con los ojos siempre los dos, amándonos
Hagamos el amor
Inuyasha apagó la radio de nuevo. Esa canción era casi lo que guardaba dentro de sí mismo. Si ambos se deseaban ¿Que les impedía estar juntos? Si solo con mirarla ardía en deseo, se moría por besar esos labios rosados, por notar sus pequeñas manos acariciando su cuero… Deseaba a Kagome y ahora lo sabía.
CONTINUARA
La canción es "hagamos el amor" de Ricky Martin… ¿Os ha gustado? Que estoy recibiendo pocos comentarios y voy a tener que ponerme seria… jajaja
Besos, catumy
