Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.

Aviso: este capitulo contiene una escena lemon… El que no quiera leerlo que le de a la cruz que hay en la esquina superior derecha de la pantalla.

- Con guión: lo que hablan.

En cursiva los pensamientos.

((blabla)) Lo digo yo

LA MEJOR AMIGA

Por Catumy

Capitulo 15. Una noche para el recuerdo

Inuyasha apagó la radio de nuevo. Esa canción era casi lo que guardaba dentro de sí mismo. Si ambos se deseaban ¿Que les impedía estar juntos? Si solo con mirarla ardía en deseo, se moría por besar esos labios rosados, por notar sus pequeñas manos acariciando su cuero… Deseaba a Kagome y ahora lo sabía.

Se la quedó mirando fijamente mientras ella conducía a través de las calles transitadas de Tokio. Todavía no era tarde y quedaba bastante actividad en la ciudad. Tenía cogido el volante con firmeza pero sus movimientos eran suaves, como si acariciara las piezas del coche. ¿Era extraño el considerar sexy una forma de conducir? Nunca había escuchado a nadie decirlo pero viendo a Kagome… Era extremadamente provocativo ver como cogía el cambio de marchas y lo movía con su pequeña mano. Tuvo que tragar saliva al pensar que podría estar haciendo esa mano en su propia anatomía.

- Joder…

- ¿Te encuentras mal Inuyasha? Puedo parar a un lado.

- Estoy bien, no te preocupes.

Desde que entraron en el coche se había sentido al borde del colapso. Sus cosas, el olor a su colonia, la inoportuna canción, la mirada abrasadora con la que le estaba obsequiando… Tenía miedo de desmayarse y causar un accidente. Por suerte estaban cerca del piso donde acabarían sus nervios. Lo acompañaría hasta casa, buscaría un taxi y una vez en el templo tomaría una ducha de agua fría para calmarse. Entonces quizás lograría dormirse.

Inuyasha le indicó la entrada al parking privado de la finca donde vivía. Ella obedeció sin decir una palabra. Estaba entrando en la boca del lobo, tenía la sensación de que si entraba en el edificio ya no iba a poder salir ilesa "Calma Kagome, estás volviéndote paranoica". Cerró su puerta y fue a ayudar al chico para que saliera sin marearse.

A pesar de que el chico le dijo que se encontraba bien, Kagome caminaba a su lado, cerca, ara poder cogerlo si perdía el equilibrio o se mareaba. Por eso no vio el coche que salía a toda velocidad y que estuvo a punto de atropellarla. Solo escucharon un frenazo a su lado y a un energúmeno de unos treinta años gritando a través de la ventanilla.

- ¡Maldita mujer! A ver si aprendes a mirar por donde vas, estúpida. Seguro que encima estará borracha – Claro que Kagome tampoco se quedó atrás.

- ¿Cómo se atreve? No soy yo la que va a toda velocidad por un parking.

- Cállate niña y vete con tu madre a fregar los platos.

- Y usted váyase con su esposa si es que alguien le soporta maleducado.

- Maldita fulana – el tipo salió del coche para increpar a la jovencita deslenguada pero se paró en seco cuando vio el tamaño del hombre que la acompañaba.

- Disculpe pero no he escuchado lo que acaba de decirle a mi amiga ¿Era fulana? – Inuyasha se acercó hasta donde estaba el hombre y apoyó su brazo sobre el coche. Kagome miraba al tipo furiosa por la forma en que le había hablado.

- He estado a punto de atropellarla y encima se pone a gritar como una ordinaria.

- Será... – la mano firma de Inuyasha le impidió que contraatacara al conductor.

- Puede que mi amiga haya perdido un poco los papeles pero, en todo caso, ha sido usted del que empezó a insultar. Y usted era el que conducía a toda velocidad cuando el límite es de 20 km/h.

- Oiga amigo, no se meta en lo que no le interesa. Esta fulana borracha me ha faltado al respeto y exijo una disculpa. – de nuevo Inuyasha fue más rápido que la muchacha, solo que esta vez usó las manos en lugar de las palabras. Tomó al tipo por la chaqueta y lo levantó un palmo de suelo.

- Retire lo que acaba de decir – le habló muy cerca de la cara, con un tono amenazador que asustó incluso a Kagome.

- Venga chico, mírala… Con esa camiseta tan escotada…

- ¡Retírelo!

- Déjalo Inuyasha – Kagome no quería tener problemas – No merece la pena.

El chico lo aguantó un momento antes de soltarlo bruscamente. El hombre se metió lo más de prisa que pudo en el interior de su coche y salió pisando a fondo el acelerador. Esperaba no tener que encontrarse a ese muchacho en el edificio durante mucho tiempo.

Inuyasha se volvió a Kagome, que tenía una cara extraña.

- Siento lo que ha pasado… ¿Te he asustado?

- ¿Bromeas? ¡Has estado genial! Ese hombre se lo pensará dos veces antes de volver a faltarle al respeto a una mujer. – La chica tenía una gran sonrisa en los labios. Inuyasha la había defendido ¡Y vaya defensa! Había estado a punto de llegar a las manos por ella. Y eso la halagaba aunque no le gustara la violencia.

El chico no pudo evitar reírse al ver como ella gesticulaba como una niña. Se acercó a ella y, pasándole un brazo por encima de los hombros, la empujó con suavidad, guiándola hasta el ascensor. Kagome se quedó rígida.

- Inuyasha, debería salir e intentar para un taxi.

- No quiero que estés sola a estas horas de la noche y en plena calle. Sube a casa y llamaremos por teléfono a una empresa de taxis.

- No sé Inuyasha.

- ¡Kagome! No voy a tratar de seducirte – ella sonrió tímidamente – A no ser que lo desees en cuyo caso tendrás que pedírmelo tu misma.

La chica le golpeó en el brazo y él estalló en carcajadas. Si ya se había encontrado mejor después de haber vomitado, el malestar restante había desaparecido gracias al idiota con el que acababa de pelearse. Y las risas compartidas con Kagome eran el mejor remedio para cualquier molestia.

Subieron en un silencio solo roto por la insinuación del chico de parar el ascensor en pleno trayecto para dar rienda suelta a la pasión y las consiguientes acusaciones de Kagome de que era un engreído y que no pensaba montárselo con él en un ascensor aunque fuera el último hombre de la tierra.

Frente a la puerta de entrada del apartamento del chico se detuvieron a buscar las llaves. Las tenía Kagome ya que no se las había devuelto desde el episodio del bolsillo. Se le pasó por la mente el hacerle la misma jugarreta a Inuyasha pero cambió de opinión en seguida. Imaginarse la mano del chico dentro de sus pantalones no era una buena idea. Menos aún si se le ocurría meterlas dentro de su escote. Lo mejor era dárselas en la mano. Pero no supo si fueron los nervios o una traición de su cuerpo, porque las dichosas llaves se le cayeron al suelo y fue Inuyasha el que se agachó a recogerlas, lo que supuso una vista privilegiada de su trasero para la avergonzada Kagome. Quiso apartar la vista pero cuando consiguió hacerlo era demasiado tarde ya que Inuyasha la estaba mirando con una ceja levantada. Ella miró a otro lado y esperó pacientemente hasta que pudo entrar en la casa. Se dirigió directa al salón, dispuesta a pedir un taxi y marcharse cuanto antes.

- ¿Tienes prisa por irte? Pensé que podríamos charlar ahora que estamos solos para variar.

- ¿Hablar? – "Dile que no Kagome, dile que no" – De acuerdo.

- Ponte cómoda Kagome ¿Quieres tomar algo? Puedo preparar café, té…

- Café está bien, gracias.

Mientras el chico desaparecía en el interior de la cocina, ella paseó la mirada por la habitación. Todo estaba igual que la última vez que estuvo allí ¿Qué había cambiado? Seguramente fuera el hecho que no flotaba la sombra de Kikyo entre ellos. Esa noche eran solo dos amigos que iban a tomar un café. Mientras no se le olvidara la idea, todo iría bien.

Se sentó en el sofá grande, quitándose antes los zapatos para poder acurrucarse como una gatita. La noche era fresca y ella empezaba a tener frío. Vio una manta doblada sobre la mesa y la alcanzó para echársela por encima. En ese momento Inuyasha regresó y se la quedó mirando con dulzura. Le gustaba que Kagome se sintiera cómoda en su casa, entre sus cosas. Si incluso tenía la suficiente confianza como para echarse una manta… Seguro que Kikyo se la hubiera pedido a pesar de verla delante de sus narices.

- Deja que te ayude Inuyasha. – dijo ella al tiempo que se levantaba para coger la bandeja con las tazas de las manos de Inuyasha. En ese movimiento, sus pieles entraron en contacto, haciendo que ambos dieran un ligero respingo. Las manos de Kagome estaba frías, las de Inuyasha calientes. Una mezcla perfecta.

La chica sirvió las dos tazas intentando mantenerse ocupada para no mirar a su amigo. Amigo, tenía que repetirse esa palabra continuamente para poder conservar su dignidad. Si no, simplemente, le besaría hasta quedarse sin respiración. Tanto si él quería como si no. Se llevó la taza a los labios pero no pudo probar el café ya que estaba ardiendo. Lo dejó en la mesita y volvió a acurrucarse con la manta por encima.

- Hay algo que huele raro… - él olfateó el aire.

- Son los restos de la exitosa cena de Kikyo. Será mejor que lo tire todo a la basura.

Volvió a dejarla sola con sus pensamientos. Si la famosa cena hacía ese olor tan desagradable, no quería ni imaginarse el sabor de las ostras. Pobre Inuyasha, con lo que a él le gustaba la buena comida casera.

- ¿Por qué le has pegado a Kouga? – él le hablaba desde la cocina, donde tiraba cualquier resto de comida dentro de una bolsa de basura. Realmente aquello empezaba a oler mal.

- Simplemente porque es un cretino…

- Dime algo que no sepa… - bromeó él entrando de nuevo en el comedor. – Kagome, ¿recuerdas lo que te pregunté antes en el Shikon? Quiero que me digas si Kouga ha intentado propasarse contigo.

Ella le miró a los ojos. De nuevo estaba pidiendo explicaciones. ¿Era preocupación de amigo o había algo más allá? Decidió que lo mejor era quitarle la duda al chico, para evitar malos entendidos.

- No ha intentado nada conmigo. Pero no me preguntes más porque no puedo contártelo.

- Entiendo. – Realizó una pausa - ¿Entonces estás segura de que ha mantenido las distancias?

- Completamente segura. No insistas con eso ¿quieres?

- De acuerdo. Pero recuerda que estoy aquí para lo que necesites.

- Lo sé – murmuró ella bajando la mirada. Si él supiera lo que estaba necesitando en esos momentos seguramente no se estaría sentando junto a ella en el sofá. Ni tampoco estaría estirando de la manta para cubrirse él también. Kagome se puso tensa cuando él se recostó sobre su regazo.

- Creía que querías hablar.

- ¿Quién dice que no vayamos a hacerlo? Solo estoy poniéndome cómodo.

- ¿Acaso tengo cara de cojín? – Si quería detenerlo la estrategia fue fallida.

- No, pero estás igual de blandita.

- ¡Oye! – Ella le empujó con fuerza para retirarle la cabeza de sus piernas - ¡Lárgate!

Inuyasha se echó a reír. De nuevo había conseguido hacerla enfadar. Volvió a intentar colocarse diciéndole que no fuera tan gruñona porque le saldrían arrugas a lo que la chica contestó con otro empujón. Así, bromeando y empujando, empezaron a forcejear hasta que, no pudiendo soportar más esa proximidad, Inuyasha usó su fuerza para tumbar a Kagome sobre el sofá y cubrirla con su propio cuerpo, sujetándole los brazos por encima de la cabeza. La manta cayó al suelo.

- Inuyasha… - sentía el corazón latir a toda velocidad dentro de su pecho.

- No digas nada.

Los labios del chico se acercaron muy despacio a los de ella y los rozaron cuidadosamente. Seguía siendo tan dulce como la primera vez que los había probado. Deseaba adentrarse en su boca pero la mirada de ella reflejaba el miedo que ambos sentían. Si empezaban seguramente no serían capaces de detenerse, y seguramente se arrepentirían de lo que pudiera pasar. Inuyasha le soltó los brazos pero no se quitó de encima de ella sino que se acomodó a su lado, posando la cabeza sobre su barriga. Sonrió al escuchar el latido acelerado de su corazón.

- Kagome ¿Me tienes miedo?

- No. Nunca te lo he tenido. – sin pensarlo, comenzó a acariciar la negra cabellera del chico que reposaba junto a ella. Sintió una cálida mano sobre su cadera pero no se movió.

- ¿Por qué te late el corazón tan deprisa? No me digas que estás nerviosa.

- Pues lo estoy. – Callaron. Después de un rato Inuyasha se aventuró a hablar de nuevo.

- Kagome… Ayer reconociste que habías sentido algo por mí…

- ¿Ayer? – su mano se detuvo en el aire.

- En el baño del Shikon. – ella se movió incómoda pero Inuyasha no estaba dispuesto a dejar que se escapara – Dijiste que era simple atracción física pero… No te creí.

- Creí que íbamos a olvidarnos del asunto.

- No quiero olvidarlo. Es más, quiero saber la verdad. ¿Estabas enamorada de mí?

- Que importa ahora… Inuyasha, quiero irme a casa.

- Deja de moverte maldición. No voy a dejar que te vayas hasta que me digas la verdad.

Kagome hizo acopio de todas sus fuerzas para echar a un lado al chico antes de dejarse caer sobre la alfombra sin hacerse daño. Después se puso de pie rápidamente queriendo correr hacia la puerta pero él fue más rápido al colocarse justo delante de ella.

- Deja de huir y di la verdad de una vez Kagome. No sabía que fueses una cobarde.

Ella intentó pasar pero unos fuertes brazos la detuvieron. Dio unos pasos hacia atrás para evitar el contacto con las manos masculinas y él no se lo impidió. Pero su sonrisa burlona le advertía que no iba a dejarla escapar por mucho que lo intentara. Al menos hasta que hubiera dicho lo que él quería escuchar. Pero ella no estaba dispuesta a humillarse.

- Esto es un secuestro y está penado por la ley.

- Denúnciame cuando consigas salir.

- Inuyasha, estás pasándote de la raya…

- Vamos, pégame una bofetada como hiciste con Kouga – la desafió.

- ¡Deja de hacer el idiota y deja que me vaya! – le gritó.

- Si quieres irte ¡Di la verdad de una maldita vez! Vamos Kagome ¡Dime que estabas enamorada de mí! – el tono amenazador del chico hizo que Kagome perdiera los pocos papeles que le quedaban.

- ¡Claro que estaba enamorada de ti maldita sea! Y tu solo estabas utilizándome para recuperar a Kikyo. ¿Quieres saber la verdad, no es así? La verdad es que hubiera hecho cualquier cosa por ti, y tú me pediste lo que más daño podía hacerme.

- Kagome…

- Espero que estés contento. Ahora deja que me marche. – evitaba mirarle. Había expresado sus sentimientos en medio de una pelea y se sentía fatal por ello. Inuyasha nunca tendría que haberse enterado. Él le acarició la mejilla.

- Kagome… yo no sabía nada – ella retiró la cara bruscamente – Debes odiarme.

- Eso es lo peor ¿Sabes? Sigo sintiendo lo mismo. Sigo enamorada como una idiota. – Estaba llorando pero no se había dado cuenta. Estaba furiosa con Inuyasha por forzarla a decirlo y con ella misma por haber sido tan débil. Ahora él lo sabía todo y posiblemente nunca sería capaz de volver a mirarle a la cara. – ¿Está tu curiosidad satisfecha ya? Quiero irme a casa.

Inuyasha estaba sin palabras. Enamorada, Kagome estaba enamorada de él. Y él aún estando con Kikyo no podía negar que sentía algo por su mejor amiga. Algo que no sabía como calificar. Amistad, deseo, amor… Palabras que nunca habría relacionado pero que se empeñaban en complicarle la vida. Todo era tan fácil cuando eran pequeños y se limitaban a llenarse de barro en el jardín de sus padres.

Las lágrimas seguían cayendo por las mejillas de Kagome cuando ésta empujó a Inuyasha con el hombro para pasar por su lado. Estaba tan nerviosa que se había olvidado de ponerse los zapatos de nuevo. El chico reaccionó ante el duro contacto. No podía dejar que se marchara de esa forma. Llegó justo a tiempo para cerrar la puerta de un golpe antes de que ella pudiera salir fuera de la vivienda. Kagome apoyó la frente contra la puerta y él se la quedó mirando. Solo podía ver el cabello cubriéndole el rostro pero se imaginaba la expresión de sufrimiento que su amiga debía tener en ese momento. Le acarició el cabello recordando que ella había hecho lo mismo unos minutos atrás.

- Kagome, no te vayas así.

- Por favor… - necesitaba alejarse de allí, olvidar la humillación que había supuesto para ella el confesarle sus sentimientos a Inuyasha, más aún sabiendo que él no la correspondía.

- No. Hay cosas que debemos aclarar antes. Mírame. Kagome, mírame.

Ella movió la cabeza de modo que su largo cabello se movió a ambos lados de su cara, como si se tratara del telón de un teatro. Tenía los ojos llenos de lágrimas y los labios temblorosos. Inuyasha pasó un dedo por su mejilla con ternura para después acariciar el labio inferior de la chica. Kagome lo miraba a los ojos tratando de descifrar los sentimientos ocultos de Inuyasha pero sin éxito. Él mantenía la mirada fija en los rosados labios que tenía delante. Obedeciendo a una fuerza interior, se inclinó a esa boca que lo llamaba y la besó dulcemente. De los ojos de Kagome brotaron más lágrimas.

- Deja de jugar conmigo Inuyasha… - suplicaba. Esa situación estaba doliéndole demasiado.

- No se lo que me ocurre contigo Kagome, pero te aseguro que esto no es un juego para mí. Nunca lo ha sido.

Volvió a besarla y ella le dejó hacer. Sabía que estaba mal, que tenía que apartarle y volver a su casa pero era como si tuviera los pies clavados al suelo. Los labios firmes de Inuyasha estaban dejándola sin sentido. Y estaba muy a gusto entre sus brazos.

Muy despacio, Inuyasha acarició las mejillas de la joven, descendiendo poco a poco hasta el cuello, donde reposaron manteniendo la cabeza de Kagome firme, evitando cualquier intento de escapatoria por parte de la chica. No estaba seguro de lo que hacía pero tenía claro que lo último que quería era que ella se marchara. Su lengua tocó levemente los labios de la chica, haciendo que ella se estremeciera. Al abrir ella la boca para decir algo, Inuyasha aprovechó la oportunidad para introducir su lengua dentro de la boca de ella, para sorpresa de Kagome.

Él gimió al sentir el contacto de la lengua femenina contra la suya propia. Kagome estaba respondiendo a sus besos con naturalidad, como si nunca hubiera hecho otra cosa, como si esa boca fuera lo único que importaba en su vida. Las manos que hasta entonces habían reposado sobre la nuca de la mujer, bajaron atrevidamente hasta las caderas, donde presionaron para pegar su cuerpo contra el del hombre. Kagome se separó de la boca que la devoraba al sentir algo duro presionándose contra ella y miró a otro lado, deseando que él no notara el sonrojo de sus mejillas.

- ¿Lo has notado? Eres la única que me ha hecho sentir así Kagome. Y ha bastado con que me besaras.

- Inuyasha… - su voz temblaba ligeramente. Creyó que se desmayaría cuando él volvió a apretarse contra ella con suavidad.

- Tranquila Kagome, solo llegaremos hasta donde tú desees.

Sin dejar que respondiera volvió a besarla pero con más necesidad que antes. Kagome pasó los brazos por encima del cuello del chico, abrazándolo y abandonándose por completo a la pasión. Si él deseaba besarla así, ella estaba completamente de acuerdo. Pero Inuyasha se separó bruscamente y se quedó mirándola a los ojos. Ella no entendía nada. Primero la besaba con verdadera lujuria y después se separaba de ella.

Mirándola fijamente acarició con infinita lentitud el costado de la chica, avanzando hasta llegar a su pecho. Lo tocó con la punta de los dedos, temiendo lastimarla. Pero el estremecimiento que tuvo la chica le hizo sonreír.

- No sabes cuanto tiempo llevo deseando hacer esto Kagome. – Ella se sonrojó antes de volver a recibir los labios de Inuyasha sobre los suyos.

La caricia, antes temerosa, se fue volviendo un poco más atrevida, pasando a abarcar todo el pecho de Kagome con la palma de la mano. Era una sensación maravillosa, la calidez de esa pequeña mujer contra su mano. Deseó poder sentirla con más libertad y bajó las manos al borde del top de la chica. Le pidió permiso con la mirada, apartándose ligeramente y ella no dijo nada. También estaba deseando sentir las manos de Inuyasha sobre su piel desnuda. Pero él se detuvo cuando solo le había destapado la tripa.

- Este no es el lugar más indicado para que desnudarte.

Kagome aguantó la respiración cuando él la tomó de la mano y la condujo hasta su dormitorio. Era la primera vez que entraba en la habitación así que el chico la dejó curiosear entre sus cosas. Se trataba de una típica habitación de hombre, con muebles oscuros. Había un par de piezas de ropa sobre una silla pero, por lo demás, estaba impecable. La mirada de Kagome se detuvo en la cama de matrimonio que presidía la estancia. ¿Estaba segura de que quería estar allí?

Unos suaves besos en su cuello la hicieron sonreír. Pasara lo que pasara, no quería estar en otro lugar que no fuera ese, con Inuyasha. Quizás al día siguiente iba a arrepentirse pero tomaría lo que la noche le estaba ofreciendo. Y ya que no podía tener el corazón del chico, al menos iba a disfrutar de su cuerpo aunque solo fuera una vez. Su primera vez, como siempre había soñado.

Inuyasha la giró bruscamente dejándola de frente a él. Sus ojos dorados estudiaron la expresión del rostro femenino mientras le quitaba el top con mucho cuidado. Kagome no llevaba sujetador así que no pudo evitar sonrojarse profundamente al encontrarse semi desnuda ante el hombre del que estaba enamorada, aquel con el que apenas había pasado de los besos. Sintió deseos de ocultar su desnudez y cruzó los brazos sobre el pecho. Inuyasha le tomó las manos.

- No te ocultes Kagome. Me encanta tu cuerpo.

Una vez libres sus pechos de la barrera que ella misma había creado, se mordió el labio con nerviosismo. No tenía muy claro lo que iba a suceder a partir de ahí. Conocía toda la teoría, había visto escenas parecidas en las películas y había leído acerca de ello. Pero era la primera vez para ella. Aún así, cuando sintió la cálida boca del chico sobre su pecho, lamiendo y mordisqueando, no pudo evitar agarrarle con fuerza el cabello, creyendo que se moriría.

Las manos de Inuyasha la sujetaban por la espalda a la vez que se sentaba sobre la cama para quedar a una altura más adecuada debido a la baja estatura de Kagome. La pequeña Kagome… Iba a dejar de ser una niña en sus manos. Era mucha responsabilidad para un hombre, pero él estaba desando hacerle el amor. El problema era que también iba a ser la primera vez para él y no sabía como darle placer evitando dañarla durante el proceso. Así que decidió ir probando poco a poco para aprender de las reacciones de la muchacha. De momento, los suaves suspiros de la chica y la forma en que le agarraba el cabello eran un claro indicador de que estaba disfrutando.

Kagome se aventuró a mover sus manos hasta la espalda del muchacho, metiéndolas dentro del cuello de su camisa. El chico se levantó quedando por encima de ella y, sonriendo, empezó a desabotonarse lentamente, hasta que su pecho quedó tan desnudo como el de ella. Besándola febrilmente, la acostó sobre la cama, tumbándose él a su lado. Sin separar sus labios de los de ella, la mano que no utilizaba para mantener el equilibrio acariciaba el pecho femenino con deleite.

Kagome se agitaba a su lado. No entendía demasiado de donde salía tanto placer ¿Por qué no se sentía incómoda estando desnuda junto a Inuyasha? Sintió los labios de él besándole el cuello y gimió. Movió sus manos hasta el abdomen del chico, que era lo único que podía acariciar desde la posición en la que se encontraba. Sin darse cuenta de lo que hacía, le desabrochó con facilidad el cinturón de piel y estiró de él hasta que consiguió lanzarlo al suelo de la habitación.

- Te me estás adelantando Kagome – susurró él contra su boca.

Un segundo después, ella misma se encontraba solo con la ropa interior, tendida sobre la cama ¿A dónde habían ido a parar sus pantalones? Miró a Inuyasha a los ojos para comprobar que él también se los había quitado, quedándose en las mismas condiciones que ella, con la ropa interior. A pesar de conservar todavía una prenda de ropa, su erección era obvia.

El chico se tumbó de nuevo junto a ella y se la quedó mirando a los ojos. Kagome sintió una mano sobre su muslo y se tensó involuntariamente. Nunca un hombre le había tocado de esa forma y, aunque estaba segura de que la esperaban caricias mucho más íntimas, no podía evitar sentirse nerviosa con el calor de Inuyasha.

- Tranquila Kagome, me detendré si te sientes incómoda.

Para que no pensara en la mano atrevida, inclinó su boca sobre los blancos pechos de la muchacha, metiéndose un pezón en la boca y usando su lengua para juguetear con él. Mientras, su mano subía muy despacio por la delgada pierna hasta que se encontró con el borde de la ropa interior.

- ¡Inuyasha! – gritó su nombre cuando sintió una mano sobre la unión de sus piernas.

- ¿Quieres que me pare? – la miró a los ojos. No quería obligarla a nada a pesar que estaba muriéndose de deseo por ella. Kagome no dudó su respuesta.

- ¡No!- Parecía tan ansiosa por sentir de nuevo sus caricias que él no pudo reprimir una sonrisa. Así, mientras que su boca seguía entretenida en los pechos de la mujer, la mano realizaba caricias cada vez más atrevidas.

La humedad de Kagome se hacía más que patente a través de la delgada tela que cubría su intimidad. Inuyasha deslizó los dedos dentro de la ropa y la acarició de nuevo. De la garganta de Kagome salió un gemido animal. Queriendo darle más placer todavía, aventuró un dedo en el interior de la mujer, palpando las paredes y mojándose de ella. Inuyasha estaba cada vez más excitado a causa de los gemidos que Kagome estaba emitiendo.

- Kagome ¿quieres que sigamos adelante? - estaba manteniendo una lucha interna consigo mismo para no tomarla inmediatamente. Necesitaba saber que ella también estaba deseándolo. Ella asintió con la cabeza. Inuyasha no necesitó que se lo confirmara. Se levantó para retirar la ropa que todavía los cubría, quedándose desnudos el uno frente al otro. Antes de tumbarse, sacó del cajón de su mesita de noche un pequeño paquete plateado.

- Hay que ser precavidos.

Kagome sonrió, entendiendo a que se refería el chico. Con timidez, bajó la mirada hasta la erección que se apretaba contra su pierna mientras que Inuyasha abría el paquete con el preservativo. Con curiosidad, le tocó el miembro provocando un salto por parte del muchacho.

- ¿Te he hecho daño?

- No me lo esperaba. Pero me ha encantado.

Después de colocarse el profiláctico, se situó entre las piernas de la muchacha, indicándole que doblara las rodillas para facilitar la penetración.

- ¿Estas segura Kagome? Va a dolerte.

- Estoy preparada. – pasó sus brazos sobre la espalda del chico, abrazándolo suavemente.

Despacio, Inuyasha fue introduciéndose dentro de la muchacha. Cuando notó un tope dudó sobre si tendría que detenerse o continuar pero la mirada de Kagome le convenció. Le deseaba tanto como él a ella. Con un pequeño impulso, terminó de penetrarla. Sintió unas uñas clavándose en su espalda desnuda y gimió. Después, comenzó un movimiento de vaivén, despacio al principio, esperando a que ella se adaptara a él, esperando a que su cuerpo le reconociera. Convirtiendo a la que fuera su mejor amiga en su primera amante.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Casi amanecía. Kagome dormía boca abajo, con la espalda desnuda a merced de las caricias de Inuyasha. El chico había estado un largo rato mirándola y meditando acerca de lo que acababa de suceder. Se había acostado con Kagome. Con su mejor amiga. Pero no se arrepentía en absoluto y esperaba que ella no lo hiciera cuando se despertara. En todo caso, había sido más que sexo para él. Kagome había sido su primera mujer y para él, no se habían acostado sino que habían hecho el amor. Después de todo ella le amaba. ¿Y él? Estaba todavía más confuso después de lo que había sucedido entre ellos.

Decidió no pensar más en ello. Al día siguiente aclararían las cosas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Hacía rato que el sol había salido cuando Kagome se despertó sobresaltada al sentir una mano posándose en su espalda. Abrió los ojos y lo primero que le vino a la mente fue que esas no eran sus sábanas. Luego recordó todo. Había dormido en casa de Inuyasha. Y no solo eso sino que a demás se había acostado con él. Se dio la vuelta y lo vio apaciblemente dormido junto a ella. Sintió el repentino deseo de acariciarle la cara, justo donde empezaba acrecerle la barba pero se contuvo. No se sentía capaz de enfrentarlo después de la noche anterior. Después de haber mantenido relaciones con él, dos veces para ser más exactos.

Cuidando de no despertarle, se deslizó fuera de la cama que habían compartido y recogió su ropa del suelo. Necesitaba pensar. Eso, y una ducha. Estaba demasiado avergonzada por lo sucedido como para quedarse a esperar a que él se despertara. Se vistió rápidamente y salió del piso sin hacer ruido. Seguramente Inuyasha se enfadaría con ella por haberse marchado de esa forma pero simplemente no se sentía con fuerzas para enfrentarlo. Y en el templo debían estar preocupados por ella. No les había avisado de que no volvería esa noche. Su madre iba a matarla.

En el ascensor había un letrero que ponía Averiado "Perfecto". Comenzó a bajar las escaleras sin notar que alguien estaba subiendo hasta que tuvo a esa persona frente a ella. Era Kikyo.

- ¿Qué haces aquí? – Kagome deseó que se la tragara la tierra. Se había olvidado de Kikyo. La mujer interpretó el silencio y el sonrojo de su enemiga - ¿Has pasado la noche con Inuyasha? Eres patética Kagome.

- ¿Disculpa?

- ¿Tan incapaz eres de conseguirte un hombre que tienes que ir acosando a los de las demás? Sabía que eras esa clase de mujer.

- ¿Y tu que sabes que clase de mujer soy?

- La que no descansa hasta llevarse a los hombres a la cama. Primero fue Kouga y ahora Inuyasha. No eres más que una fulana.

Kagome pudo haber ignorado ese comentario. Pudo haberle contestado que se metiera en sus asuntos, que ella se acostaba con quien le daba la gana e, incluso, pudo haberle restregado por la cara que se había acostado con su novio. En lugar de todo eso, optó por hacer algo que deseaba desde hacía mucho tiempo. Le dio una bofetada.

- Yo seré una fulana pero al menos no me guío por el dinero.

Kagome se dio la vuelta y comenzó a bajar los escalones. Kikyo la fulminó con la mirada ¿Quién se creía que era para darle una bofetada y después marcharse? Como se llamaba Kikyo que las cosas no iban a quedarse así. Se acercó a la muchacha por la espalda y alargó una mano hacia ella.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Inuyasha se despertó con el timbre de la puerta ¿Quién era el idiota que tocaba tan insistentemente? Miró a su lado y vio que Kagome no estaba en la cama. "Maldición". Mientras se dirigía a la puerta, con el pantalón del pijama puesto, se asomó a todas las habitaciones, comprobando que la chica no se encontraba en la casa. ¿Estaría arrepentida de lo sucedido? No iba a poder hablar con ella como tenía planeado… ¿Por qué se habría marchado a escondidas?

Abrió la puerta deseando partirle la cara al que acababa de despertarle y se encontró cara a cara con Kikyo.

- ¿Qué haces aquí?-

- ¡Llama a una ambulancia Inuyasha!

- ¿Qué ha pasado?

- ¡Kagome se ha caído por la escalera y no responde! Hay mucha sangre y…

Inuyasha no escuchó nada más. Sin importarle la escasez de su atuendo salió corriendo al rellano. Unos metros más abajo había un grupo de gente congregada. En medio, la figura de Kagome tendida en el suelo, con un pequeño charco de sangre formándose debajo de su cabeza.

CONTINUARA

Supongo que después de esto muchas querréis matarme pero… a cambio os he puesto el lemon así que guardad las katanas (Yumi ¬¬). Siento la tardanza, sé que hace mucho que no actualizo las demás historias pero ando fatal de tiempo, espero que os hagáis cargo… Los exámenes. Prometo ponerme a tope en cuanto los termine.

Un beso, Catumy