Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.

- Con guión: lo que hablan.

En cursiva los pensamientos.

((blabla)) Lo digo yo

LA MEJOR AMIGA

Por Catumy

Capitulo 16. La mentira

- ¡Inuyasha! Me haces daño cielo.

El chico no escuchaba a su novia. La había agarrado del brazo con fuerza y la arrastraba escaleras abajo hacia el parking del edificio. Unos minutos antes una ambulancia se había llevado a Kagome al hospital después de contener la hemorragia de su frente. Él no podía pensar en otra cosa que en la palidez del rostro de su amiga. Estaba tan diferente de la noche anterior… Empujó a Kikyo dentro del coche y lo puso en marcha. Tenía pensado ir al hospital y no moverse de allí hasta que Kagome saliera de alta.

- Cielo ¿A dónde vamos?

- Al hospital ¿a ti que te parece? – contestó él de malas maneras.

Kikyo se sentía frustrada. Ella solo había querido devolverle el golpe a su enemiga pero no se imaginaba que se iba a caer por las escaleras. De verdad se había asustado al ver que la muchacha rodaba escaleras abajo y cuando la sangre manchó el suelo. Corrió a avisar a su novio para que la ayudara pero ahora era el momento de pensar las cosas con frialdad. Si confesaba lo ocurrido, iba a salir de la vida del chico tan rápido que no se daría ni cuenta. Tenía que pensar algo. De pronto una idea acudió a su cabeza. Era arriesgada pero tampoco tenía muchas posibilidades. De modo que se echó a llorar.

Inuyasha apretaba el volante con fuerza como si quisiera romperlo. La noche anterior, su amiga había conducido ese mismo coche, con él a su lado. A la mañana siguiente se había marchado de su casa a escondidas, sin quedarse a enfrentar la realidad. Y en esos momentos iba en una fría ambulancia de camino al hospital. Si le pasaba algo a Kagome sería culpa suya. Escuchó a su novia llorar en el asiento del copiloto.

- Se pondrá bien Kikyo, no te preocupes. Kagome es una chica fuerte. – no estaba seguro si se lo decía a la chica o solo pretendía tranquilizarse a sí mismo.

- No lo entiendes Inuyasha – sollozó más fuerte – Yo tengo la culpa de que ella esté así.

El chico dio un volantazo y se apartó a un lado de la carretera dando un frenazo brusco. Se quitó el cinturón y agarró a su novia por los hombros.

- ¡Que quiere decir que tu tienes la culpa! – exigió saber. La chica estaba un poco asustada pero tenía que seguir adelante con lo planeado.

- Tuvimos… - Hipó – Tuvimos una pelea en la escalera.

- ¿Una pelea? – sus ojos dorados estaban clavados en la expresión desencajada de la mujer. Distaba tanto de esa frialdad a la que estaba acostumbrado que creyó que estaba siendo sincera.

- Yo… se que pasó la noche contigo – Sonrió para sus adentros al ver la cara que ponía el chico. Atacando por ahí tenía más posibilidades de salirse con la suya – Ella misma me lo dijo.

- Nosotros no… – No podía creérselo ¿Kagome le había contado a Kikyo que se habían acostado? Eso no era típico de su amiga.

- Le pregunté si había pasado la noche contigo porque todavía estabas enfermo. Me sentía culpable por haberme marchado así después del incidente con mi vestido… Estaba preocupada por ti. – esperó unos segundos fingiendo que lo siguiente que iba a decir era difícil para ella. – Ella… ella me dijo que ya era hora de que abriera los ojos. Que te habías acostado con ella porque no podías estar más tiempo sin tocar a una mujer.

Inuyasha estaba cada vez más pálido. Soltó a Kikyo y se sentó bien e su propio asiento, pasándose una mano por el oscuro cabello. ¿Kagome hubiera sido capaz de decirle eso a su novia? Que las dos mujeres se llevaban mal era algo que saltaba a la vista pero ¿Kagome era capaz de usar lo sucedido como arma contra su enemiga? Por otra parte, Kikyo parecía tan afectada por lo sucedido. No dejaba de llorar y apenas se atrevía a mirarlo a la cara.

- Le dije que no lo creería hasta que lo viera con mis propios ojos. Que estaba segura de tus sentimientos hacia mí y que nunca me traicionarías. Entonces ella se enfadó y me dio una bofetada.

- ¿Kagome te pegó? – si se fijaba bien, podía verse una marca rojiza en la mejilla de la chica, que perfectamente podrían ser los trazos de una bofetada.

- Me gritó que si se me ocurría decirte algo me acordaría de quien era ella. Dijo que ya había conseguido lo que quería de ti y que no pensaba tener más problemas por tu culpa. – lloró con más fuerza todavía y se acurrucó en el pecho de su novio, que estaba inmóvil. – Le dije que te llamaría para que aclarásemos las cosas entre los tres pero ella se negó en rotundo y echó a correr escaleras abajo. Yo no pude detenerla. Fue un accidente Inuyasha ¡Tienes que creerme!

- ¿Qué sucedió después?- él estaba frío como el hielo. Había visto a Kagome abofetear más de una vez. Incluso él había recibido golpes en alguna ocasión. ¿Sería la chica capaz de golpear a Kikyo? La marca en la cara de su novia parecía indicar que si.

- Ella… tropezó y calló por las escaleras. Supongo que no debe estar acostumbrada a correr con zapatos de tacón porque el tobillo se le torció justo antes de caerse. Me asusté mucho y lo único que se me ocurrió fue subir corriendo a avisarte, cielo. – Levantó la mirada y mostró sus ojos llenos de lágrimas - ¿me crees verdad? Inuyasha, tienes que creerme, yo nunca le haría daño aunque nos llevemos mal.

Él estaba confundido. Las lágrimas y el enrojecimiento de la mejilla de Kikyo parecían decir la verdad pero no se imaginaba a Kagome riéndose de nadie y muchos menos golpeando con sangre fría. Y, después de lo ocurrido entre ellos la noche anterior ¿sería ella capaz de contarlo tan tranquila? Había sido la primera vez de ambos, eso lo sabía con seguridad. Kikyo volvió a llorar.

- Si le pasa algo nunca me lo podré quitar de la conciencia Inuyasha ¿Y si se ha roto el cuello? – se apretó más contra su novio y éste por fin reaccionó abrazándola con cariño.

- Todo saldrá bien kikyo. Todo saldrá bien.

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Sango y Ayame acudieron al hospital en cuanto recibieron la llamada de Inuyasha contándoles que Kagome se había caído y que estaba en urgencias. Miroku no se encontraba en la ciudad pero aseguró que volvería en cuanto pudiera. Nadie avisó a Kouga.

Cuando las chicas entraron en la sala de espera del enorme hospital, encontraron a Inuyasha caminando arriba y abajo por la sala. Ambas fueron a su lado y le abrazaron. Ahora que estaban juntos, las cosas saldrían mejor.

- ¿Qué ha ocurrido Inuyasha? – preguntó Sango, obligándole a sentarse en una silla.

- Se cayó por la escalera de mi casa esta mañana. Se hirió en la cabeza y quedó inconsciente. Llamamos a la ambulancia en seguida y la trajeron aquí. Eso es todo.

Ayame se cubrió la boca con las manos para ahogar una exclamación. Si tan solo ella hubiera aceptado que Kagome pasara la noche en su casa, todo eso podría haberse evitado.

- ¿Cómo ocurrió? – siguió preguntando Sango. Parecía ser la única que conservaba la calma.

- Al parecer tuvo una discusión con Kikyo – Vio como las dos chicas lo miraban fijamente. Seguro que era capaz de adivinar lo que ambas estaban pensando en ese momento – No es lo que pensáis. Kagome se torció el tobillo al bajar las escaleras. Al parecer estaba corriendo con tacones altos. Y Kikyo subió en seguida para avisarme.

- ¿Y donde está la Diva ahora? – atacó Sango. No se tragaba eso de la torcedura de tobillo.

- La dejé en su casa. Estaba muy afectada por lo sucedido.

- No me digas ¿Se enfadó porque la sangre de Kagome le manchó la ropa?

- ¡Sango! No es el momento ni el lugar. Es Kagome la que está ahí dentro y ella no querría que discutiéramos en este momento – la voz sensata de Ayame calmó los ánimos.

- ¿Familiares de Kagome Higurashi? – un enfermero salió a la sala de espera, ajeno a la tensión que había entre los tres amigos. Los tres se levantaron al unísono. – Podéis pasar a verla pero procurad no alterarla demasiado. ¿Vais a pasar los tres?

Se miraron entre ellos. Sabían que no era adecuado entrar todos de golpe a ver a Kagome pero nadie quería quedarse en la sala de espera. Inuyasha suspiró y fue el primero en hablar.

- Pasad vosotras chicas. Yo iré a buscar a la madre de Kagome.

Las dos mujeres asintieron. Ninguna de ellas había pensado en la señora Higurashi hasta ese momento. La pobre mujer se iba a dar un susto de muerte cuando recibiera la visita de Inuyasha para decirle que su hija estaba en urgencias. Despidieron al muchacho antes de seguir al enfermero hasta el lugar donde se encontraba su amiga.

Kagome estaba tumbada en una dura camilla en el centro de una pequeña habitación. Sus cabellos oscuros hacían contraste con la palidez de su rostro. Las chicas pudieron ver como un gotero dejaba caer un líquido transparente que iba a parar a las venas de cu amiga por medio de un catéter. Se asustaron un poco al ver que Kagome no se movía.

- ¿Kagome? – la llamó Ayame con suavidad. La chica abrió los ojos de inmediato y les dedicó una débil sonrisa. Las dos visitantes corrieron a tomarle las manos.

- ¿Cómo te encuentras? – preguntaron a la vez.

- Un poco cansada pero me han dicho que es estrés post traumático – sonrió – a mi abuelo le hubiera encantado escucharlo, con su afición a las enfermedades extrañas.

- Debes tener un buen corte – murmuró Ayame con la vista fija en un apósito que cubría parte de la frente de Kagome.

- Eso parece. Pero al menos podré cubrirme la cicatriz con el flequillo.

- ¿No te has hecho nada más? – A Sango le sorprendía que después de una caída por las escaleras en la que incluso había perdido el conocimiento, la única herida visible fuera un corte en la cabeza.- Kagome suspiró y estiró un poco de la sábana para enseñarles un yeso que iba desde los dedos del pie hasta debajo de la rodilla.

- Dicen que tendré que estar con esto al menos dos semanas. Y que he tenido suerte de hacerme solo un esguince.

- Kagome ¿recuerdas lo que ocurrió antes de caerte? – preguntó Sango. Todavía recordaba lo que Inuyasha les había dicho acerca de que la muchacha se había torcido el tobillo y, aunque no terminaba de creérselo, las pruebas apuntaban lo contrario.

- Lo recuerdo… - bajó la mirada y se preguntó porque no habría perdido la memoria con el golpe. Olvidar lo que hizo con Inuyasha durante la noche le hubiera evitado el enfrentamiento inminente con el chico.

- ¿Te peleaste con Kikyo? – interrogó Sango

- ¿Cómo lo sabes? No me estarás diciendo que Inuyasha nos escuchó ¿verdad?

- No exactamente – interrumpió Ayame. – Al parecer fue la misma Kikyo la que se lo contó todo. Que te torciste el tobillo después de discutir con ella.

Kagome miró a otro lado ¿Debería contar la verdad? Ella no se había torcido el tobillo sino que había recibido un golpe por la espalda… ¿Era correcto delatar a Kikyo delante de sus amigas?

- Kagome – Sango la miraba a la cara y se había dado cuenta de la expresión de su amiga – No fue un accidente ¿verdad? Cuéntanos lo que ocurrió en realidad. – Kagome titubeó. Sabía que podía confiar en ellas pero no tenía muy claro si ellas no irían después a pedirle explicaciones a Kikyo. Pero finalmente no pudo resistirse a las miradas inquisidoras de sus amigas.

- Tenéis que prometerme que no le diréis nada ni a Kikyo ni a Inuyasha. Sea lo que sea lo que os cuente. – las dos chicas asintieron con la cabeza y Kagome, tomando aire, les explicó a grandes rasgos lo que había sucedido realmente. Que se había encontrado con Kikyo en la escalera y que la había acusado de ser una fulana. Les contó que después de abofetearla y acusarla de estar con Inuyasha por interés se había dado la vuelta para marcharse y que entonces…

- ¿Te empujo? Esa mujer merece que la encierren – Sango estaba que echaba chispas por los ojos.

- Tranquilízate Sango. No sé si era su intención tirarme solo he dicho que sentí como me golpeaba en la espalda.

- Kagome – interrumpió Ayame apretando ligeramente la mano de su amiga – tienes que decírselo a Inuyasha. Kikyo le dijo que te torciste el tobillo. Y cuando vea este yeso se lo va a terminar de creer.

Antes de que pudiera responder a su amiga, un enfermero entró a la habitación anunciando que iban a hacerle más pruebas para descartar una lesión grave a nivel craneal y que era mejor que las chicas esperaran fuera.

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- ¡Kagome hija mía! – la señora Higurashi entró corriendo a la habitación y abrazó a su pequeña con fuerza. Se había asustado mucho cuando Inuyasha llamó a la puerta de su casa y le anunció que tenía malas noticias. Por suerte, el muchacho le había explicado lo sucedido y la había acompañado al hospital. Ahora podía comprobar con sus propios ojos que su hija estaba viva. Se separó de su hija lo suficiente como para poder examinar sus heridas. Después la abrazó de nuevo.

Inuyasha había seguido a la madre de Kagome hasta la pequeña habitación pero se detuvo en la puerta al ver la escena entre las dos mujeres. Se sintió un intruso hasta que la señora Higurashi se dio la vuelta y le hizo señas para que se acercara. Kagome se puso un poco pálida al ver al chico. Parecía cansado.

- Inuyasha ha venido a avisarme cariño – explicó la señora a su hija – Me contó que te torciste el tobillo al bajar las escaleras. – Kagome se quedó mirando a las dos personas que estaban frente a ella. Estando su madre delante no podía decir que no era cierto lo de la torcedura. Eso solo la preocuparía más. Decidió respaldar la versión del chico hasta que pudiera hablar con él a solas.

- Tendré que tener más cuidado de ahora en adelante. – la mujer acarició tiernamente el flequillo de su hija teniendo especial cuidado en la zona que cubría la herida.

- Ya le he contado a tu madre que te quedaste en mi casa porque estabas preocupada por mi estómago. Y que no la llamaste porque me pasé media noche vomitando y no querías despertarla.

- Lo siento mamá – susurró. Inuyasha le había cubierto las espaldas para que no tuviera que explicarle a su madre porque había pasado la noche en casa de un hombre.

- Tranquila cariño. Hiciste bien pero otra vez que no te importe la hora ¿de acuerdo? Y si puede ser regresa entera a casa.

Un hombre entrado en años se asomó por la puerta de la habitación.

- Kagome¿es esta tu madre?

- Si doctor Tanaka. – sonrió al hombre que la había atendido cuando ingresó.

- Señora, quisiera explicarle algunas cosas, si me hace el favor de salir un momento.

- Por supuesto doctor – se volvió a Inuyasha – cuídala en mi ausencia.

- Descuide.

Kagome se puso tensa en cuanto su madre abandonó la habitación. Ahora estaba a solas con el chico al que había querido evitar al marcharse esa mañana sin hacer ruido. Y ahora no tenía forma de escapar. Inuyasha se quedó mirándola fijamente, como si quisiera memorizar cada uno de sus rasgos. Acercó temeroso la punta de los dedos al apósito que cubría parcialmente la frente de la chica pero se detuvo antes de tocarla. Esa herida podría haber sido muy grave. Sintió que el nudo que había tenido en el estómago durante horas se aliviaba al comprobar que ella estaba bien. Sin querer evitarlo, obedeció a sus impulsos y la abrazó con fuerza, como queriendo cerciorarse de que estaba entera.

- I… Inuyasha…

- Me has asustado tonta. – Susurró él junto a su oído mientras le acariciaba el cabello – Estabas tan pálida que pensé que no lo ibas a contar.

- Soy una chica fuerte – Estaba tan nerviosa por tenerlo de nuevo tan cerca que apenas le salían las palabras de la boca. El chico terminó el abrazo aunque sin romper el contacto entre ellos. La tomó de la mano más cercana. Era el momento de preguntarle lo que llevaba pensando toda la mañana.

- ¿Por qué te marchaste a hurtadillas esta mañana? – Vio como la chica se sonrojaba pero no pensaba dejar el tema para otro momento. Se la quedó mirando fijamente hasta que ella no pudo más.

- Yo… No sabía como… No podía mirarte a la cara después de… anoche. – evitaba al máximo mirar al chico lo que le resultaba difícil debido a su envergadura.

- ¿Pensabas que no ibas a volver a verme?

- No, no es eso Inuyasha – sus miradas entraron en contacto unos segundos hasta que ella bajó la mirada avergonzada. – Necesitaba pensar… Las cosas sucedieron tan deprisa que… - se pasó una mano por el cabello.

- Mírame Kagome – ordenó. Ella levantó la vista tímidamente - ¿Te arrepientes de lo que pasó?

¿Arrepentirse? Kagome sabía que lo sucedido la noche anterior no iba a poder olvidarlo en la vida. ¿Arrepentirse? Había vivido su primera vez con el hombre al que había amado en secreto durante mucho tiempo, con aquel al que deseaba con solo mirarlo. Y le había encantado hacerlo con él. Por supuesto que no estaba arrepentida. Pero él estaba saliendo con alguien y eso la convertía en una… No quiso pensarlo. Inuyasha estaba esperando una respuesta.

- No, no me arrepiento. Pero no volvería a hacerlo.

- ¿Por qué no? No me digas que no te gustó porque tus gemidos no decían lo mismo. – la cara de la chica se puso roja como la grana.

- No es eso… Tú estás saliendo con alguien Inuyasha y anoche lo olvidamos.

- Kagome… - pronunció su nombre de tal forma que ella se estremeció y lo miró a los ojos - ¿Quieres que deje a Kikyo por ti?

Por supuesto que quería. Pero aunque no fuera por ella también lo habría deseado. Kikyo nunca le había gustado para su amigo independientemente de lo que sentía por él. No era una buena persona, simple y llanamente. Su cabeza y su corazón le decían cosas diferentes y no tenía muy claro a quien tenía que hacer caso.

- Yo… Si me lo preguntas por lo que pasó entre nosotros, despreocúpate. No voy a reclamarte nada. Déjala si crees que es lo más oportuno pero no lo hagas por mí sino por ti mismo.

Él suspiró. Kagome no le estaba poniendo las cosas nada fáciles. Era como si para ella la noche que pasó a su lado solo había sido sexo. Ni más ni menos. Y eso unido a que no quería que dejara a Kikyo por ella lo único que hacía era reforzar la versión de su novia. Kagome solo había querido acostarse con él. ¿Lo habría hecho también con Kouga? Quizás la bofetada que le había propinado en el Shikon era por despecho. Y quizás también había otros hombres ¿Bankotsu? Posiblemente, aunque el chico le hubiera negado el haber tenido cualquier tipo de relación con ella.

Paseó su mirada por el pequeño cuerpo de la muchacha. Ese cuerpo que había sido suyo pero que ahora parecía estar a años luz a pesar de tenerlo al alcance de la mano. Su vista se posó en los pies de la muchacha. Por debajo de la sábana, se veía una forma bastante grande en comparación a lo que tenía que ser un pie normal. Retiró la tela con suavidad y Kagome no se lo impidió.

- ¿Qué significa este yeso? – preguntó con voz helada.

- No te preocupes, es solo un esguince pero han preferido esto a una simple venda. El doctor Tanaka dice que así es más probable que cure bien. – Se calló de golpe al ver la expresión de furia en los ojos de Inuyasha - ¿Te encuentras bien?

Todo parecía encajar. Ella no estaba interesada en tener una relación en serio. Kikyo le dijo que se había torcido un tobillo y ese esguince lo confirmaba.

- ¿Golpeaste a Kikyo? – le preguntó a bocajarro. Kagome se mordió la parte interna de la mejilla. No tenía intención de mentirle pero el repentino cambio de tema del chico la desconcertó.

- Le di una bofetada.

- Discutisteis en la escalera, la golpeaste y después te fuiste escaleras abajo – era más una afirmación que una pregunta.

- Si, pero no fue así como… - Un grito la interrumpió.

- ¡No quiero escuchar tus excusas Kagome! Kikyo me lo ha contado todo. Así que tenías una estrategia para llevarme a la cama. ¿Lo planeaste cuando empezaste a hacerte pasar por mi novia o fue antes de eso?

- Lo que pasó anoche no estaba premeditado y lo sabes ¡fuiste tu el que me invitó a subir y comenzó a besarme!

- ¡Tu me sedujiste! Y yo fui débil maldita sea. Me convencieron tus lágrimas y la confesión de que estabas enamorada de mi ¿Qué otras mentiras me has dicho Kagome?

- ¡Inuyasha! Nos conocemos de toda la vida ¿Cómo puedes pensar eso de mí?

- Nos conocemos de siempre, es verdad… Pero precisamente por eso me duele más tu traición Kagome. Lo de anoche fue un error. No debería haber pasado nunca

Kagome se quedó muy quieta mirándolo a la cara. ¿Estaba hablando en serio? La había acusado de muchas cosas en solo unos minutos y ni siquiera la dejaba explicarse. Había golpeado a Kikyo¿y que? La chica se lo había ganado a pulso al insultarla de aquella manera. De acuerdo que ella nunca hubiera debido acostarse con un chico con novia pero, si las cosas habían salido así ¿era justo culpar solo a una de las partes afectadas? Su orgullo fue más fuerte que ella. Si Inuyasha pensaba que le había engañado, que le había utilizado, allá él. Pero, al menos, no iba a dejarle ver el daño que le estaba haciendo con sus acusaciones.

- No recuerdo haberte puesto una pistola en la cabeza – el chico se volvió y clavó en ella sus enormes ojos dorados. Estaba furioso.

- No quiero volver a verte en lo que me queda de vida. ¿Has entendido? Nunca más.

Sin añadir una sola palabra más, salió de la habitación dando un portazo. Kagome se sintió más sola que nunca. ¿Cómo habían llegado las cosas hasta ese punto? La noche anterior había sido tan dulce, tan delicado ¿Por qué ahora se comportaba como un animal enfurecido? Seguramente Kikyo le habría contado una sarta de mentiras pero, después de la demostración de desconfianza de Inuyasha, no se sentía con fuerzas de aclararle las cosas. Siempre sería su palabra contra la de ella. Y estaba muy claro a quien creía el chico.

- Kagome cariño – habló la señora Higurashi entrando en la habitación – el doctor Tanaka quiere que te quedes a pasar la noche en observación pero dice que seguramente mañana te dará el alta y… ¿Dónde está Inuyasha?

Kagome, sin poder aguantarlo más, se echó a llorar ante su desconcertada madre.

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Esa semana no fue a clase. Se excusaba diciéndole a su madre que le dolía la cabeza aunque la realidad era otra bien distinta. Se encerraba en su habitación durante horas y lloraba aferrada a la almohada mientras contemplaba la fotografía de aquella lejana fiesta de cumpleaños en el jardín de Inuyasha.

Ayame, Sango y Miroku acudían a visitarla diariamente pero el estado de ánimo de la chica no mejoraba y ellos estaban preocupados. Finalmente, consiguieron convencerla de que lo mejor para olvidarlo todo era que se mantuviera ocupada de modo que la segunda semana Kagome decidió volver a sus clases. Los exámenes finales se acercaban y ella no era de las que perdían un curso por un desengaño amoroso. Era su penúltimo año de carrera y la decepción que había sufrido no iba a estropearle sus planes.

Con la ayuda de Bankotsu consiguió ponerse al día con la materia. El chico se portó como un buen compañero: le llevaba los libros, le pasaba con los apuntes… Kagome llevaba todavía el yeso en el tobillo por lo que él la ayudaba cada día a subir las largas escaleras del templo. Incluso consiguió tomarla en brazos un par de veces, a pesar de las protestas de la chica. Y fue el encargado de esconderle el teléfono móvil para que no pudiera llamar a Inuyasha.

Así, el curso llegó a su fin dando paso a un verano libre de obligaciones. Kagome ya podía caminar con normalidad después de unos días de rehabilitación. En todo ese tiempo no había querido saber nada de Inuyasha, a pesar de que sabía perfectamente que con solo insinuarlo, sus amigos la hubieran puesto al corriente de cómo le iba al chico. Pero ella prefería quitárselo de la cabeza. Si Inuyasha no quería verla nunca más, Kagome Higurashi no sería la que fuera correteando detrás de él como un perrito faldero. Pero en su interior seguía doliéndole lo ocurrido. Y ya solo lloraba de tanto en cuando.

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Ayame la había llamado el día anterior para pedirle que la acompañara a la consulta del ginecólogo. Estaba de tres meses y le iban a hacer una ecografía así que no quería estar sola en ese momento tan importante. Kagome aceptó de inmediato. En cierto modo, se ocupaba de Ayame como si ella fuera el padre de la criatura. Kouga, en todo ese tiempo, no había dado señales de vida.

El doctor fue muy amable con las chicas y no realizó ningún comentario acerca de la falta de un acompañante varón, del padre de la criatura. Se encogió de hombros pensando que cada día veía cosas nuevas de modo que una pareja de mujeres que habían decidido tener un hijo no era algo por lo que debiera sorprenderse.

Cuando Ayame escuchó el sonido del corazón de su bebé, se puso a llorar. Kagome le apretó la mano afectuosamente intentando reprimir sus propias lágrimas. Era lo más bonito que las dos vivían en mucho tiempo. La pelirroja no pudo evitar pensar como sería la cara de Kouga al escuchar el latido de un pequeño corazón dentro de su vientre. Su hijo. Todavía era pronto para saber el sexo del bebé pero Ayame estaba inmensamente feliz. Su embarazo estaba perfecto y sus padres se habían mostrado comprensivos con la situación e iba a ayudarla en todo lo que precisara. Después de todo, iba a ser su nieto. Y esa noche iba a decírselo a sus amigos ya que, hasta ese momento, la única que lo sabía era Kagome.

A la salida de la consulta, Kagome le dio un fuerte abrazo a su amiga.

- Es maravilloso Ayame ¡Un hijo!

- Deberías probarlo Kagome – bromeó la chica poniendo sus manos en el vientre de su amiga – Saber que hay una personita creciendo en tu interior a la que podrás querer y mimar. Hace que todo merezca la pena.

Kagome sonrió. Desde que supo lo de su embarazo, Ayame había madurado enormemente, pasando de ser una chiquilla locamente enamorada a ser una mujer segur de si misma, dispuesta a todo por el bebé que llevaba en las entrañas. Se fueron a una heladería donde Kagome pidió la copa de chocolate más grande de la carta. Se sentaron con sus dulces en una mesa junto a la ventana.

- Te va a sentar mal Kagome. – su amiga le sacó la lengua.

- Me has sacado de casa tan rápido que no me ha dado tiempo a desayunar.

Ayame estaba pletórica. Sin duda el embarazo le sentaba bien. Y, aunque todavía no se le notaba la barriguita, ella afirmaba que la ropa comenzaba a apretarle y que las náuseas la volvían loca. Kagome tomó su copa con fuerza cuando vio la forma en que su amiga la estaba mirando.

- Ni lo sueñes. El doctor ha dicho que cuides tu alimentación.

- ¿Una cucharada?

- Ni una ni ninguna.

Entre risas y bromas no se dieron cuenta de que alguien conocido las estaba mirando desde el exterior del local. No podía escuchar lo que decían pero había visto más que suficiente de modo que se marchó corriendo entre la gente. Tarde o temprano iba a tener que hacerse cargo de la situación, quisiera ella o no. Las chicas seguían con su conversación, ajenas a lo que sucedía dentro de la cabeza de esa persona.

- Kagome, me gustaría pedirte algo – Ayame cambió su sonrisa por una expresión más seria. Su amiga le prestaba atención. – Esta noche voy a decirle todo a los chicos y… Quisiera que estuvieras a mi lado.

- ¡Claro! No hay problema Ayame. – se metió otra cucharada de helado en la boca.

- Inuyasha también estará ahí – La pelirroja sabía lo mal que lo había pasado su amiga y se sentía una miserable por pedirle que volviera a ver al chico pero la necesitaba a su lado. Kagome la hacía sentir fuerte.

- Está bien Ayame, si es importante para ti estaré a tu lado.

Sonrió a su amiga para que no se preocupara aunque la sonrisa le estaba partiendo el alma. Volver a ver a Inuyasha después de lo ocurrido… No sabía si estaba preparada para mirarle a los ojos, para no seguir amándole. Habían pasado casi dos meses desde la noche en que estuvieron juntos y ni una sola noche había dejado de pensar en ello. Cierto que había aprendido a no llorar por sus recuerdos pero eso no significaba que hubieran dejado de dolerle.

- Gracias Kagome, eres la mejor amiga del mundo. Esta noche cenaremos todos en casa, mis padres se van a pasar el fin de semana a la playa y…

Kagome había dejado de escuchar. "La mejor amiga" eran unas palabras que parecían perseguirla allá donde iba. Al menos, sabía que Ayame no lo usaría para su propio beneficio.

CONTINUARA

Próximamente, el reencuentro entre dos ex-amantes.

Besos, Catumy