Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.
- Con guión: lo que hablan.
En cursiva los pensamientos.
((blabla)) Lo digo yo
LA MEJOR AMIGA
Por Catumy
Capitulo 17. Una idea equivocada
El timbre de la puerta sobresaltó a la muchacha que mantenía una pelea consigo misma acerca de la ropa más adecuada para ponerse esa noche pero no consiguió sacarla de la habitación. Lanzó el pantalón que acababa de probarse sobre la cama y se enfundó una falda que le llegaba a media pantorrilla. El resultado tampoco terminaba de convencerla. Esa noche necesitaba sentirse segura y nada de lo que había en su armario conseguía el efecto deseado. La puerta se abrió de golpe y un niño entró como un huracán.
- Kagome ha venido tu amigo… – tuvo que callarse al recibir el golpe de un cojín contra su cara.
- ¿Cuántas veces tendré que decirte que llames antes de entrar? Estaba cambiándome.
- No voy a asustarme por verte desnuda – interrumpió una voz varonil. Kagome miró hacia la puerta y sonrió. Era Bankotsu. Como siempre el chico iba muy bien vestido, con una camisa y pantalones de pinzas y el cabello perfectamente recogido en su habitual trenza. Él la miró de arriba abajo, examinando su atuendo. Después meneó la cabeza de un lado a otro.
- Solo estaba probándome cosas – explicó Kagome. – No pensaba ponerme esta falda.
- Más te vale – con confianza, el chico entró y se sentó en la cama de la muchacha sin perderla de vista.
Souta los miraba sin saber que hacer. Al final decidió marcharse y dejarlos hacer. Después de todo, ese chico no le gustaba demasiado para su hermana. Al menos, no tanto como Inuyasha. Él si que era un tipo genial. Lástima que, al parecer, Kagome debía haber fastidiado las cosas con el hombre, ya que hacía mucho tiempo que no les visitaba ni daba señales de vida.
En el dormitorio femenino, Bankotsu examinaba la montaña de ropa que Kagome había ido formando con todas las prendas que descartaba después de probárselas frente al espejo.
- ¿A que viene tanto nerviosismo?
- ¿Por qué crees que estoy nerviosa? – preguntó ella a su vez mientras comenzaba a doblar unas camisetas.
- Nunca te había visto así de preocupada por la ropa que tienes que ponerte. Supongo que eso significa que vas a salir esta noche ¿Lo haces por Ayame? – el chico estaba al corriente del embarazo de Ayame desde el día en que las pilló in fraganti mirando revistas de bebés. Y ellas no pudieron inventarse ninguna excusa antes de que él sumara dos más dos. Así que al final la futura mamá terminó contándoselo todo no sin antes arrancarle la promesa de que no diría nada a nadie. Y él había cumplido con las expectativas de sus amigas.
- Me pidió que estuviera con ella y no voy a fallarle. ¿Te llamó a ti también?
- Ajá… - contestó él distraídamente, tomando una falda minúscula que Kagome se apresuró a arrebatarle de las manos – Hay algo que no me has contado ¿verdad?- Kagome se mordió el labio inferior y suspiró. No servía de nada intentar ocultarle nada a Bankotsu ya que terminaría dándose cuenta de lo que pasaba tarde o temprano.
- Inuyasha va a venir esta noche. – intentó poner un tono casual aunque no tuvo mucho efecto sobre el chico, que la miró levantando una ceja.
- ¿Y? No será la primera vez que le ves.
- Desde la pelea si, es la primera vez que volveremos a vernos.
- Pensaba que lo tenías superado. Que ya no pensabas en él de esa forma. – la miró fijamente mientras ella se sentaba a su lado, vencida.
- Es solo que… No quiero que… que piense que…Maldita sea no se porque estoy haciendo esto. Después de lo ocurrido no debería importarme lo que pensara o dejara de pensar de mí.
- Lo que ocurre Kagome – dijo él adoptando una pose de profesional – Es que no quieras que piense que estás derrotada, que no eres capaz de salir adelante sin él. Quieres ponerte extremadamente guapa para que vea lo que una vez tuvo y ahora se está perdiendo ¿Qué tal voy?
Ella agachó la cabeza. Su amigo había acertado de pleno. Se sentía tan estúpida por estar tratando de arreglarse por Inuyasha, después de cómo la había tratado, después de no haber querido escuchar su explicación. Se había limitado a juzgarla por la versión distorsionada de Kikyo acerca de su pelea en la escalera. ¿Cómo reaccionaría el chico cuando se enterara de la verdad? De todas formas, lo más probable era que nunca se enterara ya que ella no tenía la más mínima intención de acusar a Kikyo. La vida se encargaría de cobrarle el daño que causaba con sus mentiras.
- De modo que era eso – murmuró el chico – Kagome contéstame a una pregunta ¿Quieres conquistarlo? Intentas vestirte bien para que te prefiera a ti en lugar de a Kipyo ¿no es eso? – ella emitió una risita floja.
- Ya vuelves a empezar con los nombres extraños…
- Contéstame sinceramente- la tomó por los hombros y clavó sus ojos en los de ella. - ¿Te gustaría que Inuyasha cayera rendido a tus pies?
- No. No quiero tener nada con él.
- ¿Estás segura? – insistió él.
- Completamente. Una persona que no confía en ti después de conocerte durante años no merece ser tomada en consideración. – bajó la mirada. Creía estar segura de lo que estaba diciendo pero no sabía como reaccionaría al ver de nuevo a ese que fue su mejor amigo durante mucho tiempo. Aquel con el que perdió su virginidad la noche antes de que saliera de su vida.
- ¡Perfecto! – Bankotsu se levantó de un salto y comenzó a rebuscar en el armario, entre las pocas prendas que la chica no había lanzado al suelo – Mientras lo tengas claro no habrá problemas en ese aspecto pero recuerda que no puedes bajar la guardia. Tienes que ser dura y… ¡Aquí está! Este va a ser tu uniforme Kagome.
Balanceó delante de la muchacha un vestido de verano, con una abertura lateral que mostraba medio hombro y unos delgados tirantes que se anudaban en la nuca. El color del vestido resaltaba la piel bronceada de Kagome. El escote en uve, a pesar de no ser demasiado pronunciado, enfatizaba las formas del busto de la mujer e invitaba a asomarse para comprobar hasta que extremo era suave la piel expuesta. Un vestido sencillo pero cautivador. Kagome dudó un momento pero la expresión de él no dejaba lugar a objeciones. O se ponía el vestido o se lo pondría él mismo a la fuerza.
- Lo vas a dejar con la boca abierta. – se lo alargó y ella lo tomó con desgana. – Vamos alegra esa cara. Tómatelo solo como una salida como las de antes. Vas a bailar con tus amigos y, de paso a apoyar a Ayame, no lo olvides. No tienes porque hablar ni mirar a Inuyasha. Y, si quieres, no me separaré de ti en toda la noche.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Bankotsu y Kagome llegaron juntos al Shikon. El lugar quizás no era el más adecuado para la noticia que Ayame tenía que darle a sus amigos pero había sido ella la que lo había escogido. Dijo que prefería un lugar en el que se sintiera cómoda, un lugar que fuera un poco parte de todos. Y que mejor lugar que la discoteca a la que iban desde que tenían la edad requerida para entrar.
Kagome miró a su alrededor buscando alguna cara conocida. Bankotsu la tomó de la mano para darle ánimos. Había visto un pequeño grupo de gente conocida entre cuyas caras destacaba la de un hombre de cabellos oscuros como la noche. Inuyasha ya había llegado. También estaban Miroku y Sango, pero ni rastro de Kikyo ni de Ayame, lo que extrañó a los recién llegados.
- ¿Estás bien? – preguntó el chico acercándose al oído de su amiga, que se había quedado parada en el sitio. Ella tragó saliva y apartó la mirada de los ojos dorados que todavía no se habían percatado de su presencia.
- Inuyasha no me afecta. Estoy preparada para lo que sea.
- Así me gusta, repítetelo hasta que termines por creértelo - bromeó el muchacho de la trenza al tiempo que pasaba su brazo por encima del hombro de Kagome.
Avanzaron entre la gente hasta la mesa donde sus amigos estaban reunidos. Sango y Miroku los recibieron con su alegría característica pero Inuyasha les dedicó una mirada tan fría que cualquiera hubiera salido corriendo asustada. Pero Kagome no era cualquiera. Apretando la mandíbula dejó sobre la silla la fina chaqueta que había traído para protegerse de la fresca brisa nocturna y mostró su esbelta figura a todo el que estuviera dispuesto a mirarla.
Inuyasha apartó la mirada bruscamente. Sabía de antemano que iba a encontrarse con Kagome pero nunca habría imaginado que a ella iba a importarle tan poco su presencia en el Shikon. Aunque, si lo pensaba detenidamente, si ella había sido capaz de planear una complicada estrategia para llevárselo a la cama ¿Por qué iba a importarle encontrárselo después? Encima tenía la poca vergüenza de presentarse con su nueva conquista, con Bankotsu. Maldijo internamente su propia debilidad al no poder evitar mirar las delicadas curvas que se dibujaban debajo de ese vestido veraniego.
- Kagome ven a bailar conmigo mientras llega Ayame. – propuso Sango con una sonrisa en los labios. La aludida asintió y la siguió hasta la pista de baile.
Sango no era ninguna tonta y tenía ojos en la cara. Había notado la tensión en el ambiente desde el primer momento y no se le había ocurrido forma mejor de aliviarla que llevándose a una de las personas afectadas lejos del campo de batalla. Ahora solo faltaba esperara a que Ayame no tardara demasiado.
Mientras, en la mesa se quedaron los tres hombres juntos. Miroku no sabía donde mirar ni que decir, temiendo meter la pata y desencadenar una pelea entre sus compañeros. A un lado, Inuyasha estaba súbitamente serio y con la mirada perdida entre la multitud. Por el otro, Bankotsu observaba a la pareja de bailarinas con una sonrisa en los labios. El chico de ojos azules, resignado a no decir nada de momento, bebió un pocote su copa y acomodó su trasero en la silla. Como no acudiera alguien a su rescate, iba a ser una noche muy larga.
Inuyasha apretaba los puños sobre sus rodillas. Deseaba levantarse y marcharse a su casa pero había prometido a Ayame que la esperaría. Además, tampoco tenía ganas de entrar en su piso y encontrarse con Kikyo, que prácticamente se había instalado ahí sin pedirle su opinión al respecto. Pero el estar allí, en el Shikon, le estaba costando horrores. Por un lado estaba ese Bankotsu con su sonrisa confiada y por el otro Kagome, ignorándolo deliberadamente.
Se pasó una mano por el cabello, confundido. Se había prometido no hablar, no mirar y, sobretodo, no volver a desear a Kagome. ¿Y que estaba haciendo? Estaba luchando consigo mismo por mantener la mirada lejos de la pista de baile. La verdad era que la había extrañado durante esos meses en los que se habían mantenido separados. Recordó con amargura como no había podido dormir durante algún tiempo ya que todos los rincones de su dormitorio le recordaban a la noche que pasó en compañía de la que fue su mejor amiga. Claro que Kikyo había seguido presionándolo acerca del sexo, insinuándole que si se casaran ella consentiría compartir el lecho con él pero sus esfuerzos estaban siendo en vano. Lo que menos tenía Inuyasha en mente en esos momentos era un matrimonio con Kikyo.
A su pesar volvió a mirar a la pista de baile, logrando hacerlo durante unos segundos sin que Miroku lo notara. Kagome estaba preciosa. Le recordó aquella primera noche en la que se hicieron pasar por novios, cuando la besó apasionadamente para enseñarle a ese tal Hojo que debía mantener sus manos lejos de la chica. Aquella noche llevaba un vestido negro y zapatos de tacón… sacudió la cabeza tratando de sacarse los recuerdos de la cabeza. Tenía que concentrarse en el presente y dejar el pasado atrás. Estaba allí para escuchar algo importante que Ayame quería contarles, no para admirar la piel bronceada de Kagome, las ondas de su cabello acariciándole suavemente la espalda descubierta ni su actitud orgullosa, amenazante y, por encima de todo, seductora.
No estaba seguro de si ella era consciente de la forma en la que lo estaba turbando su presencia. Notó que las manos le sudaban un poco al imaginarse como seria si volvieran a repetir lo que sucedió entre ellos en el baño de la misma discoteca ¿Se opondría ella? Pero no podía pensar en eso. Había algo más importante en esos momentos. Algo que había escuchado de pura casualidad pero que no había podido quitarse de la cabeza. Tenía que asegurarse antes de pensar que iba a hacer a partir de ese momento.
Bankotsu se dirigió a la barra a pedir algo de beber dejando a Inuyasha y a Miroku a solas.
- ¿Estás bien Inuyasha?
- Keh, ¿Por qué no habría de estarlo?
- Por Kagome. He visto como la has mirado cuando ha llegado.
- ¿Cómo la he mirado si puede saberse? – preguntó él poniéndose a la defensiva.
- Primero pensé que estabas enfadado por la forma en que te brillaban los ojos pero, amigo mío, no es furia lo que sientes sino deseo.
- ¡Que estás diciendo Miroku! Eso terminó en el mismo momento en que supe la verdad. No me interesa para nada esa mujer.
- Odio ser yo el que termine diciéndotelo pero lo que tú conoces es solo la verdad de Kikyo. Pero no la de Kagome.
- ¿A que viene este sermón ahora? – apuró el contenido de su vaso de un trago. Miroku lo estaba poniendo más nervioso de lo que ya estaba.
- No quisimos decirte nada porque Kagome nos pidió que no lo hiciéramos pero ya estoy cansado de esta farsa. Inuyasha, tienes que hablar con ella porque hay algo que no sabes y que es tu derecho conocer. No diré nada más porque la estaría traicionando. El resto es cosa tuya.
Inuyasha se quedó pensativo y miró a Kagome de nuevo. ¿Algo que no sabía y que tenía derecho a saber? Estaba casi seguro que se trataba de lo mismo que entendió aquella vez… maldita Kagome ¿Acaso pensaba ocultárselo? Como bien decía Miroku, él tenía derecho a saberlo. Era responsabilidad suya el hacerse cargo de la situación. Vio como Bankotsu se acercaba a las mujeres y le daba un vaso a la muchacha que tantos quebraderos de cabeza le estaba dando. ¿Alcohol? No podía permitirlo pero tampoco podía acercarse y quitarle el vaso de la mano como si nada ¿O si? Se quedó petrificado al ver como la muchacha le devolvía el vaso a su amigo llevándose una mano a la tripa y con un mohín de desagrado. Maldición, pensó, ¿todo el mundo estaba al tanto menos él?
Vio un hueco por el que podía atacar. Bankotsu se giró hacia Sango y para decirle algo al oído. Kagome se había apartado de la pista de baile para atarse una de las cintas de la sandalia, que se le había soltado. Ante ese panorama, actuó sin pensarlo, caminó entre la gente, pasó junto al chico de la trenza y la muchacha de cabellos castaños sin que éstos se dieran cuenta y llegó junto a Kagome en el momento justo en que ella se levantaba. Sus miradas se quedaron clavadas la una en la otra. Antes de que ella pudiera decir nada, la tomó del brazo y la hizo salir de la discoteca, sorprendido ante la falta de resistencia de la chica.
Bankotsu fue el primero en darse cuenta de que Kagome no estaba con ellos. Miró hacia la mesa y vio que el muchacho de cabellos oscuros también había desaparecido. Lanzó una maldición y se dispuso a buscarlos pero la suave mano de Sango lo detuvo tomándolo por la camisa. Con una mirada, la muchacha le dio a entender que los dejara solos, esa pareja tenía muchas cosas que hablar y ese era tan buen momento como cualquier otro.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Inuyasha llevó a Kagome hasta los aparcamientos donde la hizo detenerse pero sin soltarle el brazo. Se mantuvo quieto junto a ella estudiando cada detalle de su rostro. Notó como las mejillas de la muchacha enrojecían ligeramente y le gustó. Después de todo, ese tipo de reacción no podía ser fingida.
- ¿A que viene esto Inuyasha? Pensaba que me querías fuera de tu vida. – Kagome consiguió liberar su brazo para frotar la zona agarrada con la mano contraria. El chico podía ser muy fuerte y muchas veces no se daba cuenta de ello.
- Y así era… Hasta hace poco. Tenemos cosas de las que hablar. – ella lo miró recelosa. ¿Merecía una segunda oportunidad? Mirándolo a los ojos se sintió débil, sabiendo que no iba a poder negarle nada de lo que le pidiera.
- Te escucho - pudo articular al fin.
- Creo que eres tú la que tiene algo que decirme ¿no te parece? – el chico se cruzó de brazos como el padre que espera a que su hijo le entregue las notas sabiendo que no van a agradarle los resultados. Kagome se estremeció ante esa mirada ¿le estaba pidiendo que le contara lo que había ocurrido en realidad con Kikyo?
- No se a que te refieres Inuyasha.
- ¿Quieres jugar Kagome? – se acercó a ella intimidándola con su altura superior – Jugaremos pero las reglas, esta vez, las pondré yo. ¿Dónde has estado esta mañana?
- Con Ayame – contestó ella rápidamente.
- No te he preguntado con quien sino donde.
- No puedo decírtelo – bajó la cabeza incapaz de ver por más tiempo esos ojos dorados que la interrogaban. No podía confesarle la verdad, que había acompañado a Ayame a la revisión del ginecólogo porque no le correspondía a ella revelar el estado de su amiga. Y no pensaba hacerlo aunque eso fuera a costarle una nueva pelea con el chico que tenía delante.
- Déjate de misterios Kagome. Os vi a ti y a Ayame esta mañana. Lo sé todo. – ella lo miró, confundida.
- Entonces ¿Por qué me preguntas?
- ¿Cuándo pensabas decírmelo? – se apoyó en un coche intentando tranquilizarse cuando lo que en realidad estaba deseando era tomarla por los hombros y sacudirla con fuerza. Odiaba ese aire de inocencia que destilaba la muchacha por cada uno de sus poros.
- ¿Y por que iba a decirte nada? – No entendía demasiado bien lo que estaba pasando pero, por alguna extraña razón, creyó que la conversación iba a acabar mal dijera lo que dijera.
- ¿Porque? – Repitió él con una burla - ¿A ti que te parece? Me parece que tengo todo el derecho del mundo a saberlo.
- No se porque lo dices. No creo que lo merezcas más que otras personas, ahora mismo. - ¿A que venía la indignación de Inuyasha? Cada vez entendía menos lo que debía estar pasándole al chico por la cabeza. Lo escuchó suspirar con fuerza, como si estuviera rogando por no terminar de perder la paciencia.
- Kagome, o me explicas lo que ocurre ahora o te lo tendré que sacar por la fuerza. Tú eliges.
Esa amenaza fue lo último que la muchacha esperaba escuchar. Sacando fuerzas de algún rincón desconocido de su mente, levantó la barbilla y apretó los puños contra su cuerpo. ¿Quien se había creído que era para exigirle nada después de cómo la había tratado?
- Inuyasha – le sonrió tensando los músculos de la cara – Después de lo que pasó, después de haberme juzgado y humillado, después de meses sin querer saber nada de mí ¿Pretendes que te de explicaciones de mis actos? Estás muy equivocado si piensas que sigo siendo la misma muchachita enamorada. Las cosas han cambiado. Yo he cambiado.
- Demuéstramelo. – La retó él poniendo su cabeza al mismo nivel que la de la mujer – Demuéstrame como has cambiado y dime la verdad por una vez, Kagome ¿Qué fuiste a hacer con Ayame al centro médico?
- No es de tu incumbencia – contestó ella cruzándose de brazos. – Y si me has traído hasta aquí para sacarme información, estás perdiendo el tiempo. – se dio media vuelta dispuesta a marcharse pero él no se lo iba a permitir tan fácilmente. La tomó de nuevo por el brazo obligándola a girarse y a mirarlo a los ojos.
- ¿Te has acostado con otro después de conmigo?
- Y a ti que te importa – contestó ella mordiendo las palabras mientras intentaba alejarse de él. Inuyasha no facilitó en nada su escapada al dejarla encerrada entre un coche y su poderoso cuerpo moldeado después de largas horas de ejercicio físico. Kagome no tenía escapatoria y ambos lo sabían.
- Deja de luchar Kagome y contesta a mi pregunta ¿Te has acostado con alguien que no sea yo?
- Suéltame Inuyasha – exigió ella sin mirarlo a los ojos. Si caía en la trampa dorada, terminaría confesando todos y cada uno de sus pecados. Y no estaba dispuesta a humillarse delante de él al reconocerle que no había sido capaz de olvidarle todavía.
- ¿No quieres reconocerlo? Muy bien, será mejor que sea yo el primero en admitirlo Kagome. Desde aquella noche no he estado con nadie ¿Lo sabías? No he podido dejar de pensar en la sensación de tener tu cuerpo debajo del mío. Cerraba los ojos y ahí estabas tú, desnuda, suplicándome que te hiciera mía.
Kagome lo empujó con fuerza, logrando quitárselo de encima. En cierto modo le gustaba que no hubiera podido estar con ninguna otra mujer pero la forma en la que le hablaba hacía que pareciera algo sucio. Pensó que, de todas formas, él mismo le había dicho que Kikyo no le permitiría tocarla hasta que no hubiera una boda de por medio. Así que esa confesión no tenía ningún valor para ella, dadas las circunstancias.
Inuyasha había perdido por completo el control de sus actos pero era debido a la presencia turbadora de Kagome. Le había dicho la verdad pero se sentía un miserable por desearla. Esa mujer, esa a la que había considerado casi como una hermana, estaba consiguiendo lo que ninguna antes había hecho: hacer que la anhelara, que no fuera capaz de olvidarla.
- Kagome, dímelo. Tampoco tú has sido capaz ¿verdad? – le acarició la mejilla dulcemente, como ya había hecho más de una vez, sabiendo que aquello debilitaría las defensas de la muchacha.
- Detente Inuyasha. No hagas esto más difícil – murmuró ella al borde de las lágrimas. – No puedes sacarme de tu vida y de pronto pretender mis confidencias. No me hagas decirlo.
- ¿No has podido? – insistió él con un susurro.
- No – Kagome se rindió. Nunca había podido resistirse a él. Era débil y lo sabía. Deseó poder pegarse a sí misma por ser tan tonta pero la expresión de él la desconcertó.
En un impulso, Inuyasha la abrazó con fuerza, pegándola a su cuerpo y acariciando su cabello azabache. Kagome se quedó muy quieta, sin atreverse a mover un solo músculo. ¿Por qué la abrazaba tan súbitamente? Entonces lo escuchó murmurar algo junto a su oído.
- Entonces no hay duda. Es mío. – ella levantó la cabeza lo suficiente para poder verle la cara.
- ¿De que estás hablando?
- Del hijo que estás esperando. – contestó él con una media sonrisa.
Kagome se separó inmediatamente del chico ¿Un hijo? Se preguntaba de donde habría sacado tal idea cuando cayó en la cuenta. Esa misma mañana la había visto salir de un consultorio médico y debía haberse hecho una idea equivocada. Pero ¿la estaba abrazando porque pensaba que estaba embarazada? Inuyasha siguió hablando.
- Comprendo que no quisieras decírmelo pero estas cosas son difíciles de ocultar, Kagome. ¿Acaso tenías a un padre secundario esperándote para hacerse cargo del pequeño? O, mejor aún ¿Ibas a pedirme cuentas cuando ya tuvieras a la criatura entre tus brazos?
- No estoy embarazada Inuyasha – tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para hacer caso omiso de las duras palabras que él acababa de regalarle.
- ¿Y como me explicas lo de esta mañana? Ayame puso las manos en tu tripa y te dijo que era maravilloso. Y después te comiste una copa de helado enorme. Y has rechazado el alcohol llevándote las manos al vientre ¿Cómo me explicas todo eso?
Kagome recordó los momentos a los que Inuyasha había hecho alusión y comprendió. Todos tenían una explicación lógica pero vistos desde fuera podían ser malinterpretados.
- La bebida que Bankotsu me ofrecía suele sentarme mal al estómago, por eso se la he rechazado. Y tomé aquella copa de helado porque no me había dado tiempo a desayunar y tenía hambre. De todas formas, no creo que tenga que explicarte nada. No estoy embarazada, puedes quedarte tranquilo.
- Kagome tu y yo tuvimos relaciones.
- Tomamos precauciones. No hay riesgo.
- Esas cosas no son infalibles – insistió él – Podía estar mal colocado o simplemente haberse roto.
- ¡No estoy embarazada! – gritó ella perdiendo la paciencia. – Tráeme un test de embarazo y lo haré delante de ti si te quedas más tranquilo.
Él se la quedó mirando. Estaba más bonita que nunca, con la piel brillante y ese vestido que dibujaba tan bien sus curvas. ¿No decían que las embarazadas se ponen más guapas los primeros meses? Incluso le parecía que los pechos de Kagome se veían más grandes.
- Lo estás – concluyó. Kagome dejó escapar un suspiro - ¿Qué ocurre Kagome? Puede que hayas mentido. Quizás la realidad es que no sabes quien es el padre y por eso…- Su insulto se vio cortado por una sonora bofetada. Levantó la vista y la vio allí, erguida, con la mandíbula apretada pero sin restos de lágrimas en sus ojos.
- ¿Quién te has creído que eres Inuyasha? Te permití una vez que me trataras como a una cualquiera pero no cometeré el mismo error esta vez. He dejado que te acercaras a mí creyendo que tus intenciones eran sinceras y ¿Qué encuentro? Que te sentías culpable ante la sospecha de haberme dejado embarazada durante una noche que, según tú mismo dijiste, fue un error y nunca debería haber pasado. Pues quédate tranquilo porque no hay ningún bebé en camino, y mucho menos tuyo.
Sin detenerse a escuchar una posible réplica del chico se marchó corriendo a toda velocidad. Necesitaba esconderse de él, rodearse de gente en la que pudiera confiar, de modo que entró en el Shikon. No creía que Ayame tardara mucho en llegar y, en cuanto la muchacha dijera lo que tuviera que decir, volvería a casa y ese cretino de Inuyasha quedaría fuera de su vida para siempre.
Durante su carrera chocó contra algo grande y estuvo a punto de caer al suelo. Por suerte, una mano amiga llegó a tiempo y le ahorró un fuerte golpe contra el suelo. Bankotsu.
- ¿Te encuentras bien? Parecía como si huyeras del mismísimo demonio.
- Casi – miró hacia atrás para asegurarse de que Inuyasha no la había seguido.
Bankotsu se dio cuenta de lo alterada que estaba su amiga de modo que la acompañó hasta la mesa y la dejó al cuidado de Sango y Miroku mientras él le pedía algo para beber. Después volvió junto a ellos y comenzó a contarles anécdotas de uno de sus hermanos, que se dedicaba a acosar a todo hombre que se le pusiera delante. Una afición que en más de una ocasión les había supuesto un problema pero que normalmente derivaba en situaciones divertidas gracias a las que consiguió sacarle a Kagome unas sonrisas y alguna que otra carcajada. Ya sabía él que la locura de su hermano iba a servirle de ayuda tarde o temprano.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Inuyasha tenía su mano colocada sobre la mejilla que había recibido el impacto del golpe de Kagome. ¿Era culpabilidad lo que había sentido al sospechar del embarazo de Kagome? Tenía que reconocer que no. Era más parecido al miedo que al arrepentimiento. Miedo por haberla dejado sola. Miedo por estar fuera de su vida y no poder ofrecerle su ayuda. Miedo porque un hijo suyo iba a crecer sin una figura paterna. Miedo a estar solo por haber alejado a la primera mujer que parecía haberlo amado por él mismo. No por su apellido, no por su dinero. Por ser él.
Luego la vio marcharse corriendo lo más rápido que le permitían sus sandalias de tacón y se sintió un miserable. La había tratado tan mal que no le deseaba a nadie lo que Kagome debía estar sintiendo en esos momentos. Triste y sola. Decidió ir a buscarla para pedirle disculpas y ofrecerle su más sincero apoyo frente al embarazo. Aunque ella lo negara, sabía que estaba en lo cierto ¿Por qué si no iba Ayame a tocarle la tripa? Un bebé estaba de camino, de eso estaba seguro.
Entró a la discoteca siguiendo los pasos de la muchacha. Pensaba encontrarla llorando quizás sobre el hombro de Sango o escondida en los lavabos pero nunca había esperado encontrarse lo que se encontró. Bankotsu hablaba gesticulando exageradamente y ella reía de buena gana. ¡Estaba riéndose! Y él preocupado por los sentimientos de la chica. Una vez más, Kagome le había demostrado la falsedad de sus sentimientos.
- Bankotsu. – pronunció el nombre del chico con tanta firmeza que todos los que estaban sentados en la mesa lo miraron – Yo que tú me alejaría de esa mujer antes de que sea demasiado tarde. ¿Sabías que estaba embarazada?
Sango, Miroku y Bankotsu miraron a la muchacha con la duda incrustada en sus miradas ¿Embarazada? Kagome mantenía sus ojos fijos en la cara del chico que la estaba insultando ¿hasta donde sería capaz de llegar solo por hacerle daño?
- No te acuestes con ella porque es bien capaz de hacerte cargar con el niño. –continuó atacando Inuyasha. Estaba tan cegado por la rabia que no se daba cuenta que estaba dejándose en evidencia a sí mismo – Te resultará difícil rechazarla, si no has caído en su trampa todavía. Sabe bien como tentar a los hombres ¿verdad Kagome?
- Inuyasha ya basta – interrumpió Sango. Veía la expresión infinitamente dolida de su amiga y no estaba dispuesta a soportarlo por más tiempo.
- Sango, es mejor que le advierta antes de que sea demasiado tarde para él. Kagome no es más que una loba. Busca a su presa y no se detiene hasta conseguirla ¡Eso es lo que hizo conmigo!
Bankotsu no pudo soportarlo más. Sabía que Kagome no necesitaba a nadie para defenderse pero él no era capaz de quedarse quieto mientras aquel tipo la insultaba de esa manera. Cerró su puño con fuerza y lo estrelló contra la cara de Inuyasha, logrando que se tambaleara y que escupiera un poco de sangre.
- No te permito que hables así de ella. El único defecto que tiene es el haber sido tan tonta como para enamorarse de un desgraciado como tú.
Inuyasha era un hombre de impulsos. Y en ese momento sus instintos volvieron a dominar su ser. Se lanzó con toda su fuerza sobre su oponente. Ya hacía mucho tiempo que tenía ganas de borrarle la sonrisa de la cara a Bankotsu y acababa de encontrar la excusa para hacerlo. Los dos hombres cayeron al suelo llevándose por delante una mesa con todo su contenido. Se levantaron en seguida, mirándose a los ojos. Inuyasha le golpeó en la nariz logrando que ésta comenzara a sangrar y Bankotsu aprovechó para golpearse de nuevo en el rostro.
Algunos hombres intentaron separarlos pero no les fue posible dada la ferocidad con la que los dos oponentes se atacaban. Los demás se dedicaron a hacer un círculo para poder observar la pelea. Después de unos minutos de golpes y patadas, acudió el personal de seguridad para separar a los dos contrincantes. Inuyasha tenía sangre en la boca, varias magulladuras por el cuerpo y un ojo que se pondría morado al día siguiente. Bankotsu no estaba mucho mejor: un corte en la frente, una hemorragia nasal y todos los golpes que quedaban ocultos bajo la ropa pero que él notaba con cada movimiento que hacía.
Sujetados por varios hombres cada uno, los dos chicos no dejaban de lanzarse miradas retadoras. Pero en ese momento una figura pequeña llamó la atención de ambos. Kagome se acercó a Bankotsu y le acarició la cara con suavidad a la vez que le susurraba un 'gracias' tan débil que el chico solo pudo sobreentenderlo por el movimiento de sus labios. Después la joven se giró hacia Inuyasha y lo miró a los ojos, pero no le dedicó ni una sola palabra. Ni siquiera se mostró enfadada por lo que le había dicho. Su cara tan solo reflejaba dolor. Inuyasha se sintió una basura.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Ayame llegó al Shikon con los nervios a flor de piel pero con una sonrisa en los labios. Tenía un buen motivo para haberse retrasado tanto y estaba deseando contárselo todo a sus amigos. Pero, cuando llegó, el panorama la dejó desolada.
En la calle se encontraba Bankotsu siendo atendido por una ambulancia. Al parecer tenía un corte en la frente que habían tenido que suturar para que dejara de sangrar. Sango le acompañaba. Unos metros más allá, Miroku estaba casi arrastrando a Inuyasha hasta su coche. Al parecer, el chico de ojos dorados también estaba magullado por la forma en que se movía.
- ¿Qué ha pasado, Sango? – preguntó en cuanto llegó a la altura de su amiga.
- Estalló la bomba – La muchacha le explicó todo lo relativo a la pelea entre los dos chicos.
- ¿A que venían los ataques de Inuyasha? No entiendo porqué la ha tratado así cuando siempre la había tratado como a una hermana.
- Al parecer discutieron – intervino Bankotsu – Kagome entró al Shikon corriendo como alma que lleva el diablo. Estaba nerviosa así que la hice sentarse y le conté algunas gracias para tranquilizarla. Luego entró Inuyasha y se volvió loco.
Ayame se quedó callada. No había sido buena idea eso de haberlos citado a los dos al mismo tiempo. Se había comportado como una egoísta al pedirle a Kagome que la acompañara solo para no sentirse tan sola.
- ¿Dónde está Kagome? – preguntó de pronto.
- No lo sabemos. Se marchó en medio de todo el tumulto y no hemos vuelto a verla. Ahora pensaba ir a buscarla ¿Vienes conmigo Ayame?
- Dame un minuto – tenía que hablar con Inuyasha. Unos meses atrás Kagome había enfrentado a Kouga y ahora era el momento de devolverle el favor. Se dirigió hasta donde Miroku acababa de meter a un furioso Inuyasha dentro del coche y se acercó a la ventanilla.
- ¿Qué ha pasado Inuyasha?
- Ya deben habértelo contado – contestó él sin mirarla a la cara.
- Quiero escuchar tu versión – él se quedó mudo. ¿Le dejaba explicarse? Él no había tenido tanta consideración por Kagome en su momento.
- Dije algunas verdades y Bankotsu enfureció y me golpeó. Yo, como es lógico, le devolví los golpes. No hay nada más que contar.
Ayame se quedó en silencio. Sabía que el chico no iba a explicarle nada más de lo que acababa de decirle. Pero no entendía el por qué de sus insultos. ¿Por qué odiaba tanto a Kagome? Estaba viviendo engañado por Kikyo y las circunstancias que rodearon la pelea en la cual Kagome terminó rodando escaleras abajo. Tenía que decirle la verdad aunque lo más seguro era que él no fuera a creerla.
- Ayame- el chico interrumpió el curso de sus pensamientos - ¿Qué era eso tan importante que tenías que decirnos?
Ayame dudó. No estaba segura de que ese fuera el mejor momento pero las miradas de Inuyasha y Miroku, que había presenciado la escena sin intervenir, la convencieron. Tarde o temprano iba a tener que contárselo y ni loca iba a volver a organizar un encuentro de todo el grupo. Así que les dijo la verdad.
- Voy a tener un hijo. Estoy embarazada.
CONTINUARA
¡¡Comentarios por favor!
