Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.

- Con guión: lo que hablan.

En cursiva los pensamientos.

LA MEJOR AMIGA

Por Catumy

Capitulo 19. Operación reconquista

Kagome abrió un ojo preguntándose el motivo por el que la noche anterior había tenido la genial idea de encender el despertador en lugar de simplemente levantarse cuando el sueño llegara a su fin. Después de todo estaban en verano. Dio un manotazo a la molesta máquina sin abrir los ojos pero, a pesar de haber dado en el blanco, el ruido no cesó. ¿De donde venía ese timbre? La voz de Souta gritando '¡ya voy!' la orientó un poco. Solo se trataba del timbre de la puerta. Suspiró aliviada de saber que todavía no era la hora de levantarse. El día anterior había salido con Sango y Miroku y no había regresado a su casa hasta altas horas de la madrugada, por lo que no sentía ningún deseo por abandonar su cómodo colchón para enfrentarse al mundo exterior. Lo único que quería era dormir un poco más.

Cerró los ojos. Debido al calor de esa noche, había decidido acostarse solo con una amplia camiseta sobre la ropa interior en lugar de usar pijama y tampoco se había tapado. Sentía una suave brisa sobre las piernas desnudas y se escuchó suspirar a sí misma. Un par de minutos más y volvería a estar dormida.

- ¿Hasta que hora piensas estar durmiendo? – Una voz masculina sonó de improvisto dentro de la habitación.

Kagome abrió los ojos de golpe y se incorporó con la misma velocidad que habría usado si la estuvieran avisando de que había un incendio. La voz que acababa de despertarla no era la de Souta. Ni siquiera la de Bankotsu o la de Miroku. Era la voz de…

- ¿Qué demonios haces aquí, Inuyasha? – gritó, entre asustada y furiosa por la intromisión. El chico le mostró sus dientes perfectos cuando le sonrió. Luego, entró despacio cerrando la puerta detrás de él. - ¿Qué haces? No recuerdo haberte invitado a pasar.

- Después de tantos años no creo que necesite una invitación – dijo él tranquilamente dirigiéndose a la cama con decisión. Luego, como si fuera lo más normal del mundo, se sentó junto a la adormecida Kagome. - ¿Siempre duermes así?

Realizó la pregunta acompañándose de una mirada a lo largo del cuerpo expuesto de la chica. Kagome enrojeció. Había olvidado por completo la escasa ropa que llevaba encima. Seguro que desde donde estaba sentado, Inuyasha podía verle la ropa interior. Con las mejillas al rojo vivo, se levantó de la cama y se enfundó unos pantalones cortos que casualmente había dejado sobre el escritorio el día anterior. Inuyasha parecía divertirse con sus intentos por esconder su cuerpo.

- No te preocupes Kagome, te he visto con mucha menos ropa que la que llevas ahora.

La chica no supo que contestar. Quizás fuera la falta de horas de sueño o puede que simplemente la sorpresa de encontrarlo dentro de su habitación como si nada hubiera ocurrido entre ellos cuando en realidad hacía más de dos semanas que no se veían. Desde el 'incidente' del test de embarazo. Al final se le ocurrió algo que decir.

- ¿Por qué estás aquí?

- Kagome – ignorándola, se agachó ligeramente para coger una prenda de ropa que estaba tirada en el suelo del dormitorio. - ¿No llevas sujetador?

Kagome, horrorizada, le arrebató la prenda íntima de las manos. Normalmente no lo usaba para dormir pero no le agradaba la idea de que el chico supiera una cosa tan privada. Luego se percató de la forma como Inuyasha la miraba y se sintió incómoda.

- Ni se te ocurra Inuyasha. Otra vez no. – murmuró de forma débil. Otra vez no. No más juegos. No quería que la mirara, no quería que la deseara. No, porque era perfectamente capaz de volver a caer en su trampa. Y no podía permitirse el sufrir de nuevo. Se lo había prometido a sí misma.

- ¿Otra vez no? – el chico se levantó y se acercó a ella deteniéndose a apenas un metro de distancia. –No se de que me estás hablando – añadió con aires de inocencia.

- Olvídalo – contestó ella rápidamente. Lo miró durante unos segundos y después salió de la habitación lo más rápido que pudo sin llegar a correr, dirigiéndose a la cocina donde, si él se atrevía a seguirla, al menos no estarían a solas.

- Buenas días Kagome – saludó su madre, sonriente como de costumbre. - ¿No estaba Inuyasha contigo?

- Estaba – contestó ella de forma cortante. En ese momento Souta entró en la cocina - ¿Puede saberse porque dejas entrar a alguien en mi habitación sabiendo que estoy dormida? – acusó al pequeño en cuanto lo vio aparecer por la puerta.

- Pero si era Inuyasha – contestó el niño como si el hecho de que se tratara de su ídolo lo eximiera de cualquier culpa.

- ¡Precisamente lo digo por eso! No se te ocurra volver a hacerlo ¿me oyes?

- Kagome, te pones preciosa cuando te enfadas – interrumpió Inuyasha apareciendo por detrás del niño. La muchacha se quedó sin habla pero eso no evitó que escuchara las risitas disimuladas de su madre y su hermano ¿Es que Inuyasha pretendía avergonzarla delante de su familia?

Sin decir nada, salió de la cocina y subió las escaleras en dirección a su dormitorio. Una vez allí, lo primero que hizo fue echar el pestillo. Ya tenía bastante con una sorpresa por ese día. Se cambió de ropa rápidamente, poniéndose un ligero vestido de verano y se miró al espejo. ¿Por qué le brillaban tanto los ojos? No era por Inuyasha, de eso estaba segura. En su momento había decidido olvidarle y hasta ese momento había conseguido no pensar en él. O al menos lo había intentado. La verdad era que olvidar a alguien no era tan fácil como imaginó al principio.

De cualquier forma, la persona a la que deseaba olvidar, esa por la que habría bebido los vientos, estaba en su cocina, probablemente desayunando con su familia. Pensó en bajar y comportarse con naturalidad pero no se sintió con fuerzas para hacerlo. Solo quería que se fuera y desapareciera para siempre aunque, por supuesto, no podía simplemente echarlo a la calle y decirle que no volviera nunca ¿O sí? Respiró con fuerza antes de decidirse a bajar de nuevo a la cocina.

Allí estaba él, bromeando con Souta, como si llevara toda la vida haciendo lo mismo. Pudo observarle un momento antes de que él se percatara de su presencia. Llevaba un pantalón de lino y una camiseta blanca, lo que resaltaba el color tostado de sus fuertes brazos. Kagome tragó saliva. Estaba volviendo a ocurrir. Estaba deseándolo simplemente con tenerlo delante. Se maldijo por ser tan débil. Inuyasha se volteó hacia ella y la miro fijamente, clavando sus ojos dorados en las rosadas mejillas de la muchacha, para luego bajar su mirada a los labios entreabiertos de ella. Kagome se dio cuenta y sintió como un temblor se apoderaba de su cuerpo.

- Me voy a… a ver a Ayame. – dicho esto se dio media vuelta y salió corriendo por el pasillo.

- ¡Kagome! – La llamó su madre – No está bien que te marches cuando un amigo tuyo viene a visitarte. – Kagome se quedó helada junto a la puerta en la que se había detenido. Vio como los ojos de Inuyasha seguían clavados en ella solo que en ese momento su expresión era diferente. Se le veía triste, decaído. Kagome se mordió el labio y agachó la cabeza antes de contestar.

- Cuando me visite algún amigo lo tendré en cuenta. – Después se marchó.

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Ayame se llevó su taza de te a los labios, pensativa. Delante de ella, Kagome esperaba una respuesta a lo que acababa de contarle. Pero el asunto era peliagudo. Por una parte, no le quedaba ninguna duda de que Inuyasha pretendía retomar su relación con la muchacha, por lo que sería bueno aconsejarle a Kagome que le diera otra oportunidad al chico. Pero, por el contrario, la chica ya había sufrido más que suficiente con todo lo ocurrido durante los meses anteriores, de modo que tampoco estaría de más decirle que lo alejara de su vida si no quería arriesgarse a sufrir más. ¿Cuál de las dos opciones sería la más correcta?

Dejó la taza sobre la mesa y respiró profundamente, estirando los pies por debajo de la mesa. Aunque apenas se le empezaba a notar el embarazo, notaba como sus piernas se agarrotaban con facilidad cuando pasaba mucho tiempo sentada. Pero no podía simplemente levantarse y salir a la calle. No mientras Kagome estuviera allí esperando una respuesta por su parte. Pero en ese momento sonó el teléfono. Le hizo un gesto a Kagome indicándole que esperara mientras ella contestaba y se dirigió hacia el recibidor de la casa, donde contestó la llamada.

Kagome apuró el té que le quedaba en su propia taza mientras esperaba el regreso de su amiga. Al mismo tiempo pensaba. En realidad, en ningún momento había dejado de hacerlo desde el instante en que la voz de Inuyasha la sacó de su sueño. Primero pensó que se trataba de una pesadilla, después se reprochó por no cerrar con pestillo cada noche… Y así, uno tras otro se fueron sucediendo pensamientos en los que la idea general era que lamentaba haberse levantado ese día.

Aunque lo peor de todo había sido comprobar de nuevo que una simple mirada de Inuyasha bastaba para desmoronar el muro que había creado contra él. El hecho de ver las oscuras pupilas del chico clavadas en las curvas de su cuerpo era más que suficientes para conseguir que todo su ser temblara ante la incertidumbre. Entonces ¿Por qué se había marchado de esa forma? Sentía una punzada en el pecho al recordar la mirada triste que Inuyasha le había dirigido justo antes de que ella huyera de él. Se le veía decaído… Pero no podía permitirse volver a ser débil y caer en sus brazos a la primera de cambio.

- Perdona por la tardanza Kagome – dijo Ayame entrando de nuevo en el salón. Kagome le dirigió una sonrisa pero no dijo nada - ¿Te apetece que salgamos a pasear? Quiero… Quiero mirar una cuna para cuando nazca el bebé.

Kagome asintió y recogió su bolso. Pasear le vendría bien para despejarse. Salió por delante de Ayame, por lo que no se dio cuenta la sonrisa de culpabilidad que su amiga tenía en la cara.

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Inuyasha aparcó el coche, apagó el motor y se quitó el cinturón de seguridad. Después se sentó a esperar. Si sus cálculos eran correctos, en unos cinco minutos pondría en marcha la segunda parte de su plan. La verdad era que era una táctica muy arriesgada y que las cosas podrían complicarse si su intención era mal interpretada.

Se acomodó en el asiento y pensó en que momento había mandado al garete su plan A. seguramente en el mismo momento en que entró en el cuarto de la chica. No se esperaba encontrarla con tan poca ropa. Sonrió al recordar la forma en que la camiseta se levantaba mostrando la tela de la ropa interior y la forma en que Kagome se había sonrojado cuando se dio cuenta de que él la estaba mirando. Apretó un poco el volante. La verdad era que le había costado muchísimo controlarse cuando vio el sujetador en el suelo y después levantó la vista para comprobar que, en efecto, la muchacha no llevaba nada debajo de la camiseta. Había sido una dura prueba para su mente tanto como para su cuerpo.

Miró a la gente que pasaba frente a él para distraer su cabeza en otra cosa que no fueran las largas piernas bronceadas de Kagome y la forma en que los pezones se perfilaban ligeramente bajo la bendita camiseta que tan buen servicio le había proporcionado. Miró el reloj, impaciente por lo que se avecinaba. Las cosas no irían bien si sus pensamientos seguían tomando ese rumbo.

Entonces vio lo que había estado esperando. Dos mujeres avanzaban en su dirección pero todavía no le habían visto ya que seguía dentro del coche. Kagome y Ayame. Salió del vehículo sin olvidarse de coger unas bolsas que reposaban en el asiento del copiloto. Tenía que parecer que el encuentro era una casualidad si no quería que el plan fallara antes de empezar.

Las dos mujeres terminaron de mirar un escaparate y siguieron andando. Entonces, una de ellas, la más alta, se quedó parada mirando hacia su dirección. La otra simplemente le tomó la mano a su amiga para evitar que se fuera corriendo. Inuyasha tomó aire mientras se acercaba a ellas. Ahí iba su segundo intento.

- ¿Estas siguiéndome?- atacó Kagome antes de que él pudiera decir nada.

- ¿Por qué lo dices? Esto es una calle comercial y como ves, estoy haciendo unas compras – contestó señalando las bolsas que llevaba en la mano.

- Ya – contesto ella de forma seca. Luego estiró de la mano de su amiga - ¿Seguimos Ayame? – pero la pelirroja se resistió a moverse del sitio.

- Inuyasha hacía mucho tiempo que no nos veíamos. ¿Hay alguna novedad en tu vida?

Kagome empezó a dar golpecitos en el suelo con el zapato. No tenía ganas de entablar una conversación con Inuyasha pero tampoco iba a arrastrar a Ayame de allí como si fuera un animal de compañía. Esperaría pero no durante mucho tiempo. Aunque lo que tuviera que decir el chico no le importaba en lo más mínimo.

- Bueno, más o menos como siempre… - Hizo como si pensara y luego soltó la gran noticia – He roto con Kikyo.

Una oleada de satisfacción le recorrió por entero cuando vio a Kagome respingar ante la noticia. La muchacha levantó la vista un segundo y lo miró a los ojos, para después bajar la cabeza como si el tema no fuera con ella. Pero lo que más le agradó de todo fue el hecho de que los labios de la chica se curvaran suavemente hacia arriba, como tratando de ocultar una sonrisa.

- Vaya Inuyasha, no lo sabía – Ayame se mostró afectada aunque los tres sabían que era puro teatro - ¿Cómo ha sido?

- Simplemente ni yo era para ella ni ella era para mí. Cuando dos personas no se entiendes, ya se sabe. – el chico no quiso entrar en detalles en ese momento pero a Ayame se le encendió una lucecita dentro de la cabeza.

- ¿Quieres decir que ha habido terceras personas? – Inuyasha la miró sorprendido antes de desviar la vista de nuevo hacia Kagome. ¿Podía decirse que su ruptura era debida a terceras personas?

- En cierto modo – dijo sin apartar su mirada de la muchacha de cabellos oscuros. Kagome capto esa mirada y creyó comprender lo que el chico pretendía decirle con eso. Que había sido por ella. Claro que no estaba dispuesta a cargar con la culpa de haber roto una pareja, por mucho que tuvieran fecha de caducidad desde el mismo instante en que empezaron a salir. Así que simuló no darse por enterada.

- No sabes cuanto lo siento Inuyasha – dijo con la voz más fría que pudo aparentar. – Y ahora discúlpanos pero tenemos que seguir antes de que cierren las tiendas.

Pasó junto al chico sin mirarle a la cara mientras estiraba del brazo de Ayame. En su pecho, el corazón le latía a gran velocidad debido a la noticia que acababa de recibir. Habían roto. Kikyo ya no estaba con Inuyasha. Sintió ganas de abrazarle y felicitarle por la mejor decisión que había tomado en su vida pero consiguió contenerse.

- ¡Kagome! – la llamó el chico. Ella pretendió seguir andando pero Ayame le obligó a quedarse quieta. Le lanzo una mirada amenazante a su amiga por no dejar que se fuera pero la pelirroja simplemente sonreía. – Quiero enseñarte algo si tienes un minuto.

- Tengo prisa – No el importaba lo que tuviera que enseñarle, no quería saberlo. Fuera lo que fuera.

- Vamos Kagome, solo será un minuto. – intervino Ayame sin dejar de sonreír. "Ni un minuto ni ninguno" pensó Kagome. Pero entonces comprendió. Ese par estaba compinchados. Seguro que la llamada que Ayame había recibido en su casa era de Inuyasha pidiéndole que la llevara hasta ahí. Estaba segura de ello. La sonrisa maliciosa de la pelirroja no dejaba lugar a dudas. Suspiró.

- Está bien pero date prisa. – Inuyasha miró a su alrededor. La calle estaba bastante concurrida y no era eso lo que él había planeado en un principio.

- Preferiría que fuera en un sitio un poco más… privado.

- ¿Por qué? A no ser que pretendas llevarme a la cama no veo el motivo por el cual tú y yo deberíamos buscar un sitio privado. Además, lo que tengas que enseñarme también puede verlo Ayame.- Kagome se cruzó de brazos. Si Inuyasha tenía alguna intención deshonesta con ella, seguro que su discurso acababa de quitarle las ganas de nada. Pero no contaba con la terquedad del chico.

- Está bien, lo que quieras. Hubiera preferido que esto quedara entre tú y yo pero tú lo has querido así.

Mirándola fijamente a los ojos, buscando cualquier señal en la expresión de la chica, dejó sus bolsas en el suelo. Kagome se cruzó de brazos, a la espera. Inuyasha respiró profundamente y después deslizó sus manos hasta la cintura del pantalón de lino. Volvió a mirar a Kagome antes de realizar su siguiente movimiento pero la chica permanecía impasible. Bien, tendría que hacerlo ahí mismo, en plena calle y a los ojos de todos.

Una mano tiró de la camiseta hacia arriba y la otra de la tela de los pantalones hacia abajo, llevándose la ropa interior en el recorrido. Kagome apartó la mirada, pensando que el chico había perdido un tornillo y se estaba comportando como un exhibicionista. No podía creer que estuviera enseñando 'todo' en medio de la calle. Entonces escuchó una exclamación salida de la boca de Ayame.

- Es precioso Inuyasha… - Y después comenzó a sollozar silenciosamente.

La curiosidad de Kagome pudo más que el pudor. Después de todo, como bien había dicho Inuyasha esa misma mañana, ya se habían visto desnudos antes así que no tenía por que sentirse turbada. Así que lo miró. Primero clavó su vista en el pecho del chico donde la camiseta era fuertemente agarrada para evitar que se bajara y cubriera el perfecto abdomen del que fue su amante durante una noche. Siguió bajando la mirada poco a poco y, al llegar a la altura de la ingle…

- ¿Qué demonios significa eso Inuyasha?

No estaba enseñando 'todo' como ella había pensado. Simplemente había despejado la zona próxima a la ingle, aunque lo hizo de forma discreta, sin que se le viera tan siquiera el vello de su zona íntima. Pero allí, ante los ojos de Kagome, sobre la cálida piel del chico, había algo que nunca hubiera esperado encontrar. Un tatuaje en el que se podía leer un nombre escrito con los típicos caracteres japoneses…

- ¿Te has olvidado de cómo se lee? – Contestó Inuyasha, triunfal.

- ¡Se perfectamente lo que pone! Pero quiero saber que demonios significa que te hayas tatuado mi nombre en ese sitio.

- ¿No lo entiendes? Te lo explicaré – volvió a cubrir su cuerpo al notar que bastante gente se le había quedado mirando. Después de todo no era habitual que un chico hiciera ese tipo de cosas en medio de la calle. – Tú fuiste la primera que viste más allá de este punto – se señaló la cintura – y quiero que seas la única que lo haga en adelante.

Kagome abrió los ojos ¿Ser la única? No entendía ¿Qué quería decir con eso? Ser la única que viera más allá podía significar varias cosas. ¿Le estaba proponiendo Inuyasha que se convirtiera en su amante? O quizás sus intenciones fueran buenas y esa fuera su forma de pedirle una oportunidad para tener una relación. Estaba confusa. Inuyasha la miraba fijamente y Ayame seguía sollozando a su lado. Vio como un par de muchachas se reían cerca de ellos y como una anciana se quejaba de que la juventud ya no tenía vergüenza. Y la situación pudo con ella. Sin decir nada, salió corriendo entre la gente.

Inuyasha quiso seguirla pero comprendió que en ese momento ella necesitaba pensar. Se había arriesgado con esa táctica y ahora le quedaba esperar la decisión que tomaría la muchacha. Se acercó a Ayame y le pasó un brazo por la espalda, consolando su llanto.

- Esto no era para que lo vieras tu Ayame…

- Tranquilo, no se lo diré a nadie.

- ¿Crees que me he pasado? – la muchacha negó con la cabeza mientras contenía otro sollozo. Él la miró interrogante - ¿Por qué estás llorando?

- Es lo más romántico que he visto en mi vida… Ojala alguien me quisiera tanto como para hacer lo mismo por mí.

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Después de la escena con Inuyasha, Kagome había corrido durante mucho rato. Quería huir, alejarse, olvidar lo que había pasado entre ellos. Pero por más camino que recorría no lograba despejar su cabeza de los recuerdos que la atormentaban. Al final optó por detenerse en un parque desierto. Kagome se balanceó ligeramente sobre un columpio. Miró al cielo y vio que unos oscuros nubarrones le impedían ver la puesta de sol pero no le importó. Era como si el cielo tuviera el miso estado de ánimo que ella en esos momentos. Triste. Gris. Queriendo llorar pero sin atreverse a hacerlo.

Pensó en el dichoso tatuaje como llevaba haciendo durante toda la tarde. Todavía no podía creerse que Inuyasha hubiera sido capaz de hacer algo así. Un tatuaje era para toda la vida de modo que siempre que estuviera con una chica tendría que dar explicaciones acerca de quien era la tal 'Kagome'. En ese caso ¿Diría la verdad o se inventaría alguna historia para reconocer quien era ella? Quizás explicara que 'Kagome' había sido el nombre de una perrita que tuvo en su infancia y que desapareció trágicamente o que murió atropellada por un camión de mercancías. Cualquier historia sería válida mientras no tuviera que reconocer a nadie que Kagome había sido su mejor amiga, a parte de otras cosas que prefería no recordar. Porque si lo recordaba no cumpliría su propósito de no llorar.

- ¿Kagome? – una voz masculina a su espalda la sobresaltó - ¿Qué haces ahí?

Kagome giró el cuerpo sin levantarse del columpio y miró al chico que se había detenido junto a ella. La larga trenza oscura le delató. Bankotsu. Sin decir nada, la chica volvió a colocarse en su asiento y se balanceó suavemente sin levantar los pies del suelo. No tenía ganas de contarle nada a su amigo ya que lo más probable era que le dijera que se había comportado como una niña pequeña. El chico se sentó en otro columpio junto a ella y después, sin mirarla, rompió el silencio que les rodeaba:

- Sé lo del tatuaje. – Hizo una pausa – Kagome, te has comportado como una niña pequeña.

- No sabía que contestar. – murmuró ella.

- ¿Sabes al menos cuál es la pregunta? – Kagome lo miró a los ojos por primera vez y negó suavemente con la cabeza - ¿Qué crees que Inuyasha quería conseguir tatuándose tu nombre en una zona, digamos, delicada?

Kagome se tomó un tiempo para pensarlo mientras recordaba las palabras de Inuyasha "Tú fuiste la primera que viste más allá de este punto y quiero que seas la única que lo haga en adelante". Era una forma extraña de decirle que quería pasar algunas noches más en su cama. Pero Inuyasha nunca se había caracterizado por hacer las cosas como los demás esperaban. Él siempre hacía lo que le venía en gana y a su manera. Miró a Bankotsu.

- Lo único que quiere es que baje la guardia para volver a seducirme pero en cuanto se canse me dejará fuera de su vida de nuevo. No pienso ser tan estúpida como para caer en esa trampa.

-Kagome, pequeña, déjame decirte que ya estás siendo una estúpida – la chica abrió los ojos, sorprendida – No me mires con esa cara y piénsalo. ¿Qué fue lo que te dijo Inuyasha exactamente?

- Que… Que quería que fuera la única en verle… Pero…

- ¿Y aún así no lo entiendes? Si Inuyasha solo quisiera llevarte a la cama no se habría tatuado, mujer. Esas cosas son para siempre y no se pueden borrar así como así. Si Inuyasha se ha tatuado tu nombre tiene que ser por algo más que por un simple calentón. Yo creo que te quiere. Y que tú le quieres a él.

Kagome se puso tensa ¿Inuyasha la quería? Cierto que había dicho 'la única' pero eso no quería decir nada… ¿o sí? Miró a Bankotsu, que tenía una mirada triste, y apartó la vista inmediatamente. El chico siempre había sido capaz de entender sus sentimientos mejor que ella misma. Se preguntó que sentía por Inuyasha. ¿Resentimiento, frustración? En cierto modo todavía le dolía todo lo sucedido entre ellos pero algo en su corazón le decía que eso no era lo único que sentía. Había algo más, algo que se había negado a reconocer.

- Kagome, antes de que tomes una decisión creo que es justo que sepas algo. – tomando aire, el chico se levantó del columpio y le tendió la mano a su amiga para que le siguiera. Kagome obedeció y se detuvo frente a él – Kagome… Todo el tiempo que has estado teniendo problemas con Inuyasha yo… yo siempre he estado a tu lado ¿no es cierto?

- Así es. – respondió ella sin saber a donde quería llegar su amigo.

- La cuestión es que… de alguna forma… Yo te animaba a que le hicieras frente, a que lucharas por tenerle de nuevo pero… Lo que realmente yo quería era que te fijaras en mí – Kagome fue a decir algo pero él no se lo permitió. – Quería acercarme a ti a cualquier precio y tus problemas con Inuyasha fueron lo mejor que podría haberme pasado. Podía estar contigo, meterme en tu vida y, quien sabe, quizás algún día te hubieras fijado en mí como algo más que como un amigo. Es justo que antes de tomar una decisión sepas que estoy enamorado de ti. Sé que nunca podrás sentir por mí lo mismo que sientes por él pero, aún así, si me dieras una oportunidad…

- Bankotsu yo… - Bankotsu acababa de confesarle su amor pero ella no era capaz de corresponderle, ni siquiera de darle una oportunidad. ¿Por qué? De pronto conoció la respuesta. Todo estaba claro en su cabeza. No podía quererle porque su corazón era de otra persona. Siempre lo había sido. – Lo siento pero no puedo aceptarte.

- Lo sé, y lo entiendo. ¿Recuerdas el día en que te encontré llorando en la puerta de tu casa? Desde ese momento supe que la batalla estaba perdida. Supe que le querías y que lo más probable era que nunca consiguieras dejar de hacerlo. Pero no contaba con que Inuyasha fuera a corresponderte. Pensaba que estaba demasiado obsesionado con Kikyo como para darse cuenta de que tú existías pero me equivoqué. Inuyasha te quiere y se ha tatuado tu nombre como prueba de su amor. Yo te quiero pero por encima de todo quiero que seas feliz. Aunque tu felicidad sea otro.

Kagome le abrazó con fuerza mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Le dolía mucho hacerle daño a ese chico que se había portado tan bien con ella pero, como bien había dicho el propio Bankotsu, su felicidad estaba en otro lado. Al lado de Inuyasha. Sintió como los brazos del chico la apretaban ligeramente antes de separarse de ella y luego la miró a los ojos.

- ¿Me dejas hacer una última cosa por ti? – Kagome asintió mientras se limpiaba las lágrimas. Nunca se habría imaginado que era lo que Bankotsu tenía preparado para ella.

El chico se agachó rápidamente y agarró a Kagome por las piernas, haciendo que ésta perdiera el equilibrio y cayera sobre la ancha espalda de su amigo. Luego, Bankotsu se levantó como si tal cosa, con Kagome sujeta como si fuera un saco de patatas, manteniendo sus piernas inmovilizadas mientras ella le golpeaba en la espalda mientras le gritaba que la dejara en el suelo.

Bankotsu echó a andar hacia los jardines cercanos al parque. Kagome había empezado pidiéndole amablemente que la dejara en el suelo pero después de unos minutos empezó a amenazarle diciéndole que el secuestro estaba penado por la ley. Sonrió. Esa chiquilla no tenía ni idea de lo que tenía preparado para ella. Y estaba seguro que tarde o temprano se lo agradecería.

Después de un rato andando entre plantas, Bankotsu se detuvo en un pequeño claro y miró al hombre que había frente a él. Se produjo una especie de duelo de miradas entre los dos hombres de la que Kagome no fue consciente ya que lo único que podía ver desde su posición era la parte baja de la espalda de Bankotsu. Por fin, el chico de la trenza se decidió a hablar.

- Has ganado. Aquí la tienes.

Abruptamente bajó a la muchacha y, con un movimiento rápido la hizo darse la vuelta para que estuviera de frente al otro hombre. Kagome se quejó por la brusquedad de los movimientos de Bankotsu y después levantó la vista, quedándose hipnotizada con los ojos dorados que la miraban con una ternura inusitada.

Bankotsu se marchó sin apenas hacer ruido. Bastante habían esperado ese par para resolver sus problemas y no iba a ser él quien se lo impidiera. Aunque le doliera, Kagome siempre había sido de Inuyasha. Y ya no le quedaba ninguna duda al respecto.

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A lo lejos se escuchó un trueno pero ninguno de los dos le dio importancia. Seguían mirándose a los ojos, como si de aquella forma cada uno fuera capaz de descifrar los pensamientos del otro. Empezó a soplar una brisa fría precediendo a la tormenta inminente y Kagome empezó a temblar ya que solo llevaba el vestido que se había puesto esa mañana. El chico se percató de ello y avanzó un par de pasos hacia ella, queriendo confortarla pero al mismo tiempo sin querer asustarla por un acercamiento demasiado brusco.

Finalmente la abrazó contra su pecho. Kagome cerró los ojos y aspiró con fuerza el olor masculino que desprendía el muchacho. Se estaba tan bien así… deseaba que el tiempo se detuviera, que no tuvieran que responder sobre cosas pasadas ni hacer frente a nuevos problemas. Simplemente quedarse así, abrazada, protegida… Junto a Inuyasha.

La chica levantó la cara y lo miró a los ojos. Esos ojos dorados que tenían la capacidad de leer en su interior, esos ojos que tanto había añorado desde su última pelea. Inuyasha… en sus labios se dibujó una sonrisa involuntaria al ser consciente por fin que en ese momento Inuyasha estaba allí, con ella, abrazándola con ternura. Pero no pudo evitar que la duda la asaltara ¿Por cuánto tiempo?

El chico pareció leer sus pensamientos. En los bonitos ojos de Kagome había un pequeño matiz de duda, como si no terminase de creerse que finalmente él era capaz de reconocerse tanto a sí miso como a los demás que estaba loco por ella. Que la quería. Que deseaba pasar el resto de sus días junto a esa muchacha. Muy despacio, inclinó su cara sobre la de la joven, deteniéndose a escasos centímetros de los suaves labios que tanto anhelaba. ¿Debía hacerlo? Observó unos segundos a la muchacha y comprendió que ella experimentaba el mismo deseo que él. Y sin pensarlo más la besó.

Fue un beso muy suave, como el roce de una pluma contra sus labios pero terminó tan rápido como había comenzado. Pero para ninguno de los dos fue suficiente con eso. Llevaban tanto tiempo esperando, tantos días manteniendo sus sentimientos guardados bajo llave que no fueron capaces de mantenerlos ocultos durante más tiempo. Volvieron a besarse mientras caían las primeras gotas de la tormenta. Solo que esta vez su beso fue diferente.

Inuyasha saboreó el dulce sabor de los labios de Kagome descubriendo cuánto había añorado ese contacto. Kagome recibía pequeñas descargas eléctricas que la recorrían por completo desde los labios hasta la punta de los pies. Todas las sensaciones se intensificaron cuando sus lenguas entraron en contacto. Primero poco a poco, acariciándose el uno al otro. Pronto ese contacto no fue suficiente y el beso se convirtió en algo devastador. Necesitaban recuperar el tiempo perdido.

Cuando se separaron para mirarse a los ojos ambos estaban completamente empapados pero a ninguno le importó. Inuyasha apoyó su frente contra la de Kagome y le sonrió mientras le acariciaba el cabello mojado.

- Siento haberte asustado con lo del tatuaje.

- Más te vale que no sea una pegatina – bromeó ella apoyando sus manos en los fuertes hombros del chico. Inuyasha acercó su boca al oído femenino y susurró su respuesta.

- He guardado la factura pero si quieres… puedes comprobarlo por ti misma

CONTINUARA