Nota: ya saben que los personajes son de la obra de Kurumada y algunos de Toei, este fic es raro, lo admito, y es sobre un personaje no muy popular, simplemente quería hacer algo diferente y reivindicarlo un poco después de haberlo vapuleado tanto, en mis fics y tantos otros.

Libre

Seiya comía con indiferencia las tostadas de su desayuno, sin mostrar el mínimo de interés por aquellas margaritas que recibió más temprano mientras dormía.

Hacía ya dos meses que permanecía en el hospital luego de la última batalla, contra alguna deidad de la que ya ni se acordaba el nombre, lo importante era que había rescatado una vez más a Saori y sobrevivido para contarlo, como era ya regla desde que se enteró que la señorita Kido era Atena, y él como caballero tenía el deber de defenderla contra todo enemigo, sin cuestionar nunca si lo que hacía estaba mal o no.

-Esta vida es muy monótona –se dijo a sí mismo mientras echaba al tacho de la basura la tarjeta que la Diosa le había enviado, como cada mañana desde que ingresó al hospital.

Todos, incluidos sus mejores amigos, los restantes cuatro caballeros de bronce, le dijeron reiteradas oportunidades que él era el llamado a proteger a la diosa hasta el final, y que sólo en él confiaban para derrotar al último de sus enemigos. En todos sus encuentros tuvo que ser él el que recibiera el golpe final, ya sea del falso patriarca, de Hilda, Poseidón, Hades y tantos otros que planeaban acabar con la vida de Atena.

Desde hace días que el Pegaso se cuestionaba como fue que acabó en esta situación, quién había decidido que sería justamente él, el que terminaría con el último enemigo. A Seiya nadie le había consultado, nadie le dijo que a pesar del hecho de que Atena contaba con variados caballeros, de diferentes rangos y habilidades, terminaba siempre por ser salvada por el Pegaso, ¿Qué nadie más se ofrecía para ese puesto?

Seiya reconocía que sus habilidades no eran las exquisitas técnicas de caballeros como Shaka o Camus, ni tampoco la sabiduría de caballeros como Dokho o Mu, ni siquiera el poder de Saga o Aioria, era lo que puede decirse un caballero promedio, cuya única habilidad sobresaliente era la persistencia que rayaba en la terquedad de no dejarse vencer.

Seiya retiró su bandeja de desayuno a medio comer, hoy como ayer no sentía apetito alguno por la comida que era pagada por Saori Kido, y quien culparía al muchacho cuyo destino fue marcado por la desgracia desde que apareció sobre la tierra la reencarnación de la diosa.

-Yo no lo acepto más –dijo Seiya levantándose de su cama con esfuerzo, sacando de debajo de su cama una mochila con algunos efectos personales, sus descoloridos jeans, su camiseta roja y sus zapatos deportivos blancos.

Seiya miró por el pasillo para asegurarse de que nadie pudiera detenerlo. Regresó a su habitación e hizo su cama, escondió su bandeja del desayuno debajo del colchón y se deshizo de lo demás en el baño, lo arregló todo como si los del servicio de limpieza ya hubieran pasado por ahí.

Tomó su historial clínico colgado al pie de su cama y añadió con tinta negra: Crisis sufrida a las 4:30 de la madrugada, deceso del paciente a las 4:49, causa de la muerte: paro cardio-respiratorio.

-Para cuando dejen de buscarme en la morgue yo ya estaré muy lejos –pensó Seiya y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Seiya tomó el ramo de margaritas y caminó por los pasillos como si fuera alguien que visita a su familiar enfermo, disimulando bien el dolor que todavía sentía en las costillas caminó hacia la entrada principal y una vez afuera lanzó al tacho de la basura el ramo y tomó un taxi hacia el puerto.

-Al fin soy libre.