Bueno chicas, soy nueva en esta página, sin embargo ya he leído algunas de las historias aquí colgadas. Espero que os guste mi historia, que comencé tras ver de nuevo El Rey Arturo unas siete veces y comentar con mi hermana "el misterioso es muy misterioso" (no me extraña que sea muy misterioso si lo llamamos misteriosos jejejeje) y puesto que tenía una idea para una historia en mente, pues la aproveché. A ver que tal sale, ustedes juzgarán.

I

LA MUJER DEL LAGO

El caballo de Tristán relinchó suavemente y se movió inquieto, alterando también al otro corcel blanco que había a su lado, el cual, al estar atado a la rama baja de un árbol, no se pudo alejar.

Tristán observó el caballo y se fijó en que, amarrada a la silla, llevaba una espada y un arco.

Inclinándose, alzó con su espada la ropa que había sobre la silla y la deslizó desde la punta del arma hasta su mano: una camisa.

Tirando de las riendas de su animal hacia la izquierda, dirigió a su caballo hasta la orilla del lago que se extendía a su lado.

Miró por unos instantes las tranquilas y sosegadas aguas del lago. No parecía que nadie estuviera nadando allí y, ya estaba a punto de girarse para buscar al otro jinete en el bosque cuando algo irrumpió en la superficie del agua.

El caballo piafó.

-Tranquilo, amigo, tranquilo- intentó calmarlo Tristán acariciándole el cuello.

No había nada de que preocuparse: lo que había surgido en el agua era una persona y, puesto que se estaba bañando, era de suponer que estaría desarmado.

-¿No hace un poco de frío para bañarse?- preguntó casi gritando el guerrero para que el bañista lo oyera bien.

-El agua está tibia comparada con la temperatura de fuera.

Tristán se rió, mirando con un mayor interés a la persona del agua.

-¿De qué te ríes? Digo la verdad.

-Me río de la situación: una mujer desnuda en el agua y un hombre al que no conoce con su ropa en la orilla. Una situación interesante- dijo Tristán, quien había reconocido el sexo de la mujer por su tono de voz, suave como solo puede serlo el de una chica.

-Interesante para ti- le espetó la mujer- Dame mi ropa.

-Pero si la tiro, se mojará. Mejor sal y así te la pones seca. Te digo por experiencia que es mejor arrebujarse en ropa cálida que en prendas empapadas- Tristán lucía en su cara una sonrisa ambigua, maliciosa.

-Me gustan las cosas raras. Tírame la ropa.

-Mujer, que no te de vergüenza salir porque soy hombre. Ya he visto a muchas mujeres desnudas, no serías la primera.

-Pero a ellas le pagabas, mientras que nuestro trato es… descompensado.

-Si crees que he de pagar para conseguir mujeres es que no me ves bien.

El busto de la mujer desapareció bajo el agua un instante mientras el caballo de Tristán daba pasos hacia un lado y hacia otro sin poder estarse quieto: espíritu nervioso e indomable era el suyo, como el de su amo.

La chica reapareció de nuevo en el mismo lugar.

-Para verme mejor, has de acercarte- le recordó el hombre.

De pronto el grito de un halcón hizo que Tristán levantase la mirada al cielo, momento que aprovechó la mujer para, sacando el brazo del agua, lanzar una piedra a Tristán, que fue certeramente a la cara del guerrero.

La pedrada derribó al hombre del caballo, que cayó al suelo desde lo alto del animal.

La mujer salió apresuradamente del agua y, arrebatándole su ropa a Tristán, montó hábilmente en su caballo y partió al galope.

El guerrero se arrodilló con dificultad, apretándose con una mano la herida que la piedra le había abierto en la cabeza.

-Maldita sea, tiene buena puntería.

Al cabo de un rato, y gracias a un trozo de tela con el que se taponó la herida, esta dejó de sangrarle y, montándose en su caballo marchó al trote hasta el campamento que sus compañeros habían levantado, notando como un intenso dolor de cabeza comenzaba a aquejarle.

-¿Qué te paso en la cara? ¿Te atacó una bestia?- preguntó el moreno Galahad a su compañero nada más verle.

-Más bien parece que se comió una rama con el ojo- se rió Bors, provocando las risas de sus demás amigos.

Arturo se abrió paso sin problema alguno entre sus caballeros y llegó junto a Tristán justo cuando este se bajaba del caballo.

-¿Has visto algo?

-No, tan al sur el panorama está muy tranquilo. Podrían haber mandado a proteger a la familia incluso a dos o tres pastores, pues el único problema que nos podemos encontrar es que algún árbol interrumpa el camino.

-¿Y qué te pasó en la cara?- preguntó Arturo sin necesidad de explicar nada más, pues la hinchazón del ojo era tan notable para sus compañeros como para Tristán, a quién le escocía terriblemente la herida.

-Nada importante.

-Bueno, partiremos al amanecer. Descansa un poco si puedes- Arturo dio una palmada en el hombro a su caballero al pasar junto a él en dirección al carruaje al que escoltaban.

Cayó la noche sobre el campamento y dos fogatas se encendieron. Alrededor de una se arremolinaron los soldados sármatas y en la otra, los siervos de la familia a la que protegían. En cuanto a la familia, permanecieron montados en su carruaje con varias velas encendidas en él, demasiado importantes como para mezclarse con la prole.

-El muro está desprotegido- dijo Dagonet meditabundo.

-Como esos romanos no sepan defenderlo, nos tocará después ir cortando cabezas pictas- comentó el robusto Bors, aunque no parecía demasiado descontento con la idea.

-Caballeros, vamos a ver por donde, dentro de dos años y seis meses, partiremos- cambió bruscamente de tema Galahad, cuyo pelo castaño y rizado le caía sobre los ojos. Se echó el cabello para atrás con la mano y suspiró- La libertad, amigos, mañana contemplaremos un pedazo de nuestra libertad.

Todos callaron. Si bien era cierto que al obtener la liberación cada uno planeaba hacer cosas distintas, todos, y en eso no había discrepancias, abandonarían la isla que tanto sufrimiento, dolor y pérdidas les traía a la memoria.

-¿Queréis vino?- preguntó Adragaín ofreciendo a sus amigos la bota donde transportaban el mosto.

-Eso no se pregunta.

Bebieron todos de la escasa provisión de vino que les quedaba y al cabo de un rato, poco a poco, los caballeros sármatas se fueron disipando, preparando sus lechos para dormir.

El primero en desaparecer fue Lancelot que, al ver bajar del carruaje a la hija de la familia a la que protegían se dirigió hacia ella disimuladamente por si necesitaba "ayuda".

Dagonet y Bors hicieron la primera guardia, a los que sucedieron Gawain y Galahad que, hablando entre susurros entre ellos, apenas si tuvieron que prestar atención a lo que los rodeaba: tan al sur del muro ni tan siquiera había noticias de los britanos.

Respecto a Tristán, el guerrero trató de dormir pero un dolor lacerante le atenazaba la cabeza, manteniéndolo despierto toda la noche. Dando vueltas en su jergón trató de cerrar los ojos sin llegar a dormir.

Una y otra vez recordaba su momento de distracción que la misteriosa mujer había aprovechado para arrojarle la piedra. Era humillante que una chica lo hubiera derribado de su caballo portando tan solo una piedra.

Casi despuntaba el día cuando la herida volvió a escocerle intensamente y, no pudiendo ya ni cerrar los ojos, se levantó e, improvisando una tea, se metió en el bosque, buscando una planta que tenía poderes curativos. Era de hojas pequeñas, también usada para tomar en infusiones y que mitigaba los dolores.

Estuvo un rato buscando, pero el sol comenzaba a asomar por entre las montañas y aun no había visto la preciada planta.

Recordó lo que le había dicho Arturo la noche anterior: "Partiremos al amanecer." Con esas palabras en mente, emprendió la marcha hacia el campamento. Sin embargo, apenas si había dado unos pasos cuando sus ojos se fijaron en una planta de hojas oscuras y pequeñas que, a varios metros de él, permanecía bajo el cobijo de una planta más grande.

Tristán avanzó rápidamente hasta ella y, arrodillándose, le arrancó unas cuantas hojas. Se las metió en la boca y las mascó, ayudándose de su saliva para formar con ellas una masa verde. Tenían un sabor espantoso, pero al ponérselas sobre la herida, sintió una agradable sensación de frescor y el escozor desapareció casi al instante.

De repente el grito de un halcón hizo que el guerrero se pusiera alerta, tensándose todos sus músculos. Sin embargo, el halcón pasó surcando el aire como una flecha a varios metros por encima de su cabeza. Tristán se puso en pie para seguir con la mirada la trayectoria del animal, de tal forma que, para su sorpresa, vio a unos treinta metros de él a la mujer del lago (la reconoció por el caballo) que, alzando el brazo recibió al halcón.

La mujer no había visto a Tristán y, de hecho, el hombre no le vio la cara a ella, solo vio su cabello, que largo y moreno, hacía tirabuzones mientras le caía por la espalda. Ante una orden de su ama, el caballo partió, sin necesidad de que la mujer le clavara las botas en los costados.

-¡Tristán!

El guerrero se giró ante el grito que le llamaba. Sus amigos lo buscaban. Era hora de partir.

¿¿¿Por qué me gustará tanto Tristán si es uno de los que menos sale en la peli? Espero que os haya gustado, ya me contareis.