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Galahad

-Caballeros, os he hecho llamar porque tengo intenciones de volver a salir esta misma tarde- dijo Arturo a sus hombres.

Habían llegado a la Ciudad del Muro el día anterior y en esos momentos estaban reunidos entorno a la mesa redonda.

Los caballeros sármatas, en un acuerdo que no habían pactado, ocupaban los lugares que desde su primer día de servicio había ocupado, respetando así los asientos de los guerreros muertos en combate, manteniéndolos vivos en sus memorias.

-Vamos a cerciorarnos de que los romanos hicieron bien su trabajo y echaron a todos los pictos de nuestro territorio- continuó el adalid.

-Cosa por la que yo no apostaría, porque estos romanos no hacen nada a derechas…- comentó Bors.

El britano-romano sonrió ante la muda aceptación de la nueva misión de sus guerreros. Al fin y al cabo, se dijo, ese era su cometido: obedecer sus órdenes si querían llegar a convertirse en hombres libres y con honor. A Arturo no le gustaba verlos como sus subordinados, si no como a sus compañeros de misiones, pues no veía lógico que a ojos de Roma él fuera un hombre libre y sus caballeros no. Sin embargo, era consciente de que esa aptitud de camaradería solo se podía mantener en ciertos momentos, teniendo que adquirir la función de líder en otros muchos.

-Partiremos después de comer y tardaremos dos o tres días en ir y volver, pues el pueblo está a tan solo media jornada de aquí, pero deberemos asegurarnos de que no queda ni rastro de los pictos y eso nos podría llevar un par de días.

-¿Para qué les dices a estos pobres desgraciados cuánto tardaremos en volver?- preguntó Bors socarrón- Si el único que tiene una pareja a quien le pueda importar cuando regresamos soy yo.

La respuesta por parte del resto de guerreros fue una serie de abucheos que hicieron desternillarse al grueso guerrero.

-¿De qué os quejáis?- les preguntó desafiante- Si es cierto.

Normalmente era verdad que al único a quien le importaba cuando volverían era a Bors, pues los demás no tenían amantes fijas y no tenían porque darle a nadie explicaciones de cuando iban y cuando venían, sin embargo, esta vez si que había alguien más que se creía en el deber de informar a alguien de que se marchaban.

Galahad acompañó a Dagonet y a Bors a la casa de este último y, una vez allí, preguntó a Vanora por Mahira.

-Espera, voy a llamarla- le dijo la mujer sonriéndole bondadosamente.

A ningún miembro del grupo se le había pasado por alto que Galahad se sentía atraído por Mahira, pues casa vez que éste podía, cabalgaba a su lado o se sentaba junto a ella tan solo para hablar. También suponían todos que era correspondido, pues a la mujer no se le había visto tan cerca de otro hombre como de Galahad, así pues, cuando Vanora subió hasta la habitación donde estaba Mahira, cuidando de sus dos hijas menores, lo hizo muy excitada.

-¡Buen mozo te has llevado, hija!- exclamó- ¡Es muy guapo! Muy joven para mi y quizá un poco endeble comparado con Bors¡pero muy guapo!

-¿Qué?- preguntó Mahira sin entender.

-Galahad está abajo y pregunta por ti- se explicó la mujer.

-¿Galahad?

-Si, Galahad, pelo moreno y rizado, ojos claros… ¿Sabes ya?

-Si, sé quién es Galahad¿pero pregunta por mi?

-Claro que si, es más que obvio que le gustas. Vamos, baja- le ordenó Vanora dándole pequeños empujones hacia la puerta.

-¿Pero y tus hijas…?

-Ellas se cuidan solas, pero el apuesto hombre que hay allí abajo no. Vamos, vamos.

Con otra serie de empujones la hizo bajar por el tramo de escaleras que las separaba de la planta baja y después hizo que se acercara a Galahad antes de ir a reunirse con Bors unos pasos por detrás del joven guerrero que, sonriente, la miraba con ojos relucientes.

-Me preguntaba si vendrías conmigo a dar una vuelta, he de contarte una cosa.

Mahira vio como Vanora agitaba la cabeza afirmativamente como diciéndole lo que tenía que hacer mientras Bors los miraba con una sonrisa bonachona.

-Yo… estaba… cuidando a las hijas de Bors y Vanora- dijo Mahira como disculpándose. No quería encontrarse a solas con el guerrero pues era consciente del interés que despertaba su persona en él, mientras que ella solo lo veía como a un amigo.

-Pero no importa, yo las cuidaré, de todas formas, creo que Bors se va a dedicar a preparar sus bártulos ¿no?- aventuró mirando a su amante, quien asintió- Pues entonces ya está- se acercó a la pareja y cogiéndole a cada uno una mano, se las unió- iros a pasear, que yo me ocuparé de mis hijas pequeñas- afirmó sonriente.

Aún cogidos de la mano y con pocas intenciones por parte de Galahad de soltarse, salieron a la empedrada calle, donde la gente iba de un lado para otro, ocupándose de sus quehaceres.

Caminaron un trecho sin pronunciar palabra alguna hasta que finalmente el guerrero se decidió a hablar.

-Estás muy guapa- afirmó, haciendo que Mahira se sonrojase, lo que hizo las delicias de Galahad que, estirando una mano acarició uno de los enrojecidos mofletes de la muchacha- Esta misma tarde partiremos hacia un pueblo que se encuentra a media jornada de aquí. No creo que valla a haber problema alguno y en como mucho tres días estaré aquí de nuevo.

Mahira no dijo nada, pues ante tal revelación no sabía que contestar.

-Me esperarás¿verdad?- preguntó Galahad parándose y agarrando a Mahira con delicadeza por ambos brazos.

-¿Qué?- interrogó sin entender Mahira.

-No podría partir pensando que cuando vuelva tu no estarás aquí. Estarás ¿verdad?- Galahad la acercó más a sí.

-Si, claro, estaré aquí cuando vuelvas- contestó, consciente de que muchas miradas estaban fijas en ellos, pues eran el mejor espectáculo de toda la calle.

Galahad la abrazó pero cuando sus brazos hicieron presión sobre la espalda de la muchacha, esta se retorció y gimió dolorida.

-¿Qué¿Qué pasa?- preguntó el guerrero asustado.

-Las heridas del látigo- explicó la mujer intentando serenarse- aun me duelen.

-Lo siento mucho, ya no me acordaba de ellas- rodeó con su mano la cintura de Mahira, consiente de que allí no había herida alguna- Vamos, caminemos, he de contarte algo más.

La natúrea se dejó llevar por el guerrero a lo largo de varias calles mientras intentaba pensar con rapidez y atino.

Sabía que no tenía por qué tenerle miedo a Galahad, pues lo conocía lo suficiente como para estar segura de que no se sobrepasaría con ella, sin embargo, la inquietaba lo que ella pudiere hacerle pensar y las consecuencias de sus actos y, peor aun, de sus gestos y palabras.

No se sentía atraída por Galahad. Era guapo, simpático, bueno y además estaba enamorado de ella, pero el corazón de Mahira latía por otra persona. No se había dado cuenta de ello hasta la noche anterior pues hasta entonces creía que el interés que sentía por las conversaciones de los sármatas era por Galahad, sin embargo, cuando la pasada noche una solitaria y esbelta figura se alejó del grupo, se dio cuenta de que quien realmente causaba interés en ella era Tristán.

Lo había visto hablar con todos sus compañeros salvo con Galahad, cosa que la había disgustado pues al ir siempre junto al moreno, había podido hablar con él en contadas ocasiones.

Apenas si conocía cosas de él, tan solo su nombre y que sus ojos oscuros la miraban penetrantemente cada vez que sus miradas se cruzaban. Esto lo hacía muy misterioso, lo que despertaba el interés de Mahira.

-Mira- dijo Galahad sacándola de sus pensamientos- Ahí vienen Gawain y Tristán.

Mahira miró hacia delante y vio a los dos sármatas avanzando en sentido contrario a ellos. Pronto se cruzarían.

A la mujer se le detuvo el corazón por unos instantes mientras veía avanzar a Tristán hacia ella, y oprimido se quedó al ver como Gawain y él pasaban a su lado y los saludaban con la cabeza. El rubio sonrió al ver a la pareja, pero Tristán se quedó igual, sin reír ni disgustarse. Era obvio que le daba igual que Mahira y Galahad estuvieran juntos.

Una vez los dos guerreros hubieron pasado y se hubieron perdido por una esquina, la natúrea miró a su acompañante, reprendiéndose a si misma por los sentimientos que Tristán despertaba en ella y preguntándose por qué no podría despertarlos Galahad.

Sintiendo una acuciante necesidad de llorar, intentó acabar cuando antes con su acompañante por ese día.

-Galahad- le dijo, poniendo su mano en su brazo- ¿Qué me querías decir?

El guerrero tomó aire y, parándose, la miró, sonriendo ilusionado.

-Me gustaría que durante el tiempo que esté fuera, vivieras en mi casa. ¡No espera, déjame terminar antes de hablar!- le pidió viendo que Mahira abría la boca- En casa de Bros hay mucha gente y quizá no estés acostumbrada a tanto alboroto y confusión… en mi casa estarás tranquila.

-Galahad eres un cielo…- Mahira le acarició la mejilla con trémulas manos a la vez que sus ojos se humedecían.

-¿Por qué lloras?- preguntó preocupado Galahad.

-Me da pena que te vallas- mintió Mahira.

-No llores, por favor, no llores- dijo el guerrero atrayendo hacia sí a una desconsolada Mahira que, retorciéndose por el dolor, le recordó que las heridas del látigo seguían en su espalda.


Annoha, muchísimas gracias por tu reviuw, de verdad, me has animado mucho (ayer me puse a dar palmas con las orejas cuando lo leí xDDDD) Espero que te guste el capi y que me sigas leyendo :)