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Te amo

Su aliento se convertía en vaho en cuanto este salía de su boca. Su nariz estaba roja por el frío y, sin embargo, su inmovilidad no se debía al gélido ambiente, sino a su concentración.

Mahira parecía realmente una estatua. Todos sus sentidos estaban puestos en lo que la rodeaba: habría jurado haber oído pisadas cercanas, mas ahora todo permanecía en silencio, presumiblemente por el frío.

Un aleteo conocido la hizo alzar la vista al encapotado tiempo, pudiendo levantar el brazo justo a tiempo para que su halcón pudiera posarse en él en vez de en su hombro.

-¿Has visto algo?- le preguntó acariciándole el plumaje.

-No, es solo que como tú dijiste, lo atraigo.

La natúrea se giró con tal brusquedad que el halcón tuvo que aletear para no caer de brazo. Entre el boscaje acababa de surgir una persona.

-Tristán…

Los brazos de Mahira se quedaron flácidos, colgando a lo largo de su tronco. El halcón alzó el vuelo y fue a posarse en una rama cercana, desde donde podía ser testigo del reencuentro de la pareja.

-¿Cómo… cómo me has encontrado?- preguntó Mahira en voz casi inaudible tras un largo rato en silencio durante el cual ambos habían estado mirándose a los ojos. La mujer no reaccionaba aun con normalidad, parecía estar en un sueño, abstraída casi totalmente.

-Buscándote- contestó Tristán que, dando un par de pasos, acortó la distancia entre él y Mahira a unos siete metros.

Los ojos verdes de la mujer, humedecidos, se cerraron de pronto y, cuando se volvieron a abrir parpadeó varias veces. Cuando Tristán pudo fijar su vista en ella la mirada de Mahira parecía otra, mucho más lúcida, como despertada de la ensoñación.

-No voy a volver, Tristán.

El guerrero dio otro par de pasos hacia ella.

-No puedes obligarme a regresar, no te lo permitiré.

Tristan se acercó más.

-No hay futuro para mí en la Ciudad del Muro.

El sármata estaba a tan solo dos metros de ella, por lo que pudo ver como las lágrimas rodaban por las mejillas de la mujer.

-Por favor, Tristán, no me lo pongas más difícil- le pidió cerca del llanto- Por favor, no…

Mas él recorrió el corto trecho que los separaba y la besó apasionadamente, asiéndola por la cintura y la espalda como si se fuera a escapar.

Mahira, pese a no resistirse, no contestó al beso, lo que hizo que hizo que Tristán separase su boca de la de ella pronto.

-¿No te gustan mis besos?- le preguntó e, inclinándose de nuevo hacia ella, hizo que sus labios se rozaran levemente- ¿No me quieres?- volvió a acariciarle los labios con los suyos.

El llanto de Mahira había arreciado hasta tal punto que Tristán se había mojado los labios con sus lágrimas.

El sármata le secó las mejillas con cuidado.

-Es una pena que tú no me quieras, porque yo si te amo, y estoy dispuesto a ir contigo donde quieras, no importa cuan lejos sea.

Mahira lo miró, sin lugar a dudas sorprendida.

-¿Qué?

-No volvería jamás a la Ciudad del Muro sin ti, y puesto que tú no estás dispuesta a regresar, yo tampoco lo haré.

-¡Tristán!- exclamó la mujer horrorizada- ¡No puedes hacer eso¡Te convertirás en un desertor¡Roma te perseguirá como a un perro!

-Si tú eres la recompensa, me da igual.

-Pero…- se dispuso a objetar la mujer, pero Tristán, apoyando sus dedos en su boca, la hizo callar- El único sufrimiento que no puedo soportar es el de estar sin ti.- La beso de nuevo lentamente, esperando a que Mahira contestara.

La respuesta no se hizo esperar y, a los pocos segundos, Tristán notaba un gran alivio y una excitación tremenda al sentir la lengua de ella rozando la suya.

-Mahira…- la estrechó entre sus brazos- no sabes como me sentí cuando al despertarme no estabas… nunca me he sentido peor…

La natúrea también lo abrazó con fuerza. Tenía una extraña sensación en el pecho, como la que había tenido la noche anterior al besar a Tristán y ver que él le correspondía: su corazón parecía flotar en un extraño gas que pugnaba por salir de su pecho.

-Yo también sentí una profunda desazón al dejarte allí…- aseguró la mujer.

-Entonces¿por qué lo hiciste?- el sármata había aflojado su abrazo, separándose de ella un poco, de tal forma que podía verle la cara.

El tiempo que la chica tardó en contestar, asustó a Tristán.

-Creo que no quiero saberlo- se apresuró a decir el guerrero haciendo amago de separarse de ella.

La chica, presurosa, se aferró a él, mirándole a la cara para que así supiera que decía la verdad.

-No fue solo por Galahad- negó la chica, intuyendo el malestar del guerrero.

Tristán comprendió que lo que no quería oír era que había huido para que el moreno no sufriera, pues eso demostraría que sentía más aprecio por Galahad que por él. Mahira había leído su corazón incluso antes que él.

-Me fui porque allí no tengo futuro, Tristán, moriría esperándote…

-Pero si ya me tienes…- objetó el guerrero.

-No… moriría de inquietud esperando a que volvieras de tus campañas, moriría rezando a Gea para que no separase tu cuerpo de tu alma… moriría enjaulada allí como una fiera.

-O como una flor arrancada del suelo…

Tristán la besó de nuevo pero para su desilusión, Mahira separó sus labios pronto.

-Pero no puedes convertirte en desertor…-negó.

-Yo no he objetado nada a tu decisión, no lo hagas tú tampoco- pidió el sármata.

-¿Pero estás seguro de que lo quieres hacer?- insistió la mujer.

-Tan seguro como que te amo.

Se volvieron a besar, pero en esta ocasión no se separaron pronto, sino que acabaron semidesnudos en el suelo, protegiéndose del frío con rítmicos movimientos.

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Fuera, el ruido era brutal. Caía hielo del cielo con tal fuerza que uno de esos pedazos de hielo, al impactar sobre la cabeza de Tristán, había abierto una brecha por la que manaba tanta sangre que en pocos segundos el pelo y la cara del guerrero se habían visto cubiertos de sangre.

El sármata se abalanzó sobre ella, cubriendo con su cuerpo el de Mahira al oír que el techo madera de la casucha abandonada en la que estaban, crujía peligrosamente.

-¡Tristán!- gritó la natúrea asustada, a sabiendas de que si el techo se desplomaba, caería cruelmente sobre él.

Y de pronto, la madera se quebró, precipitándose hacia ellos la cubierta de la choza.

Mahira se despertó con brusquedad de su sueño. Pese a lo frío del ambiente, sudaba por todos los poros de su piel. Miró a su alrededor cerciorándose de que todo había sido una pesadilla.

Estaban en una pequeña cueva, a refugio del granizo que, también en la realidad, caía desde las alturas. Las brasas de un pequeño fuego iluminaban tenuemente la oquedad. Respiró aun más tranquila al ver a Tristán que, echado a su lado, medio dormido la apretó contra sí.

-No te vallas- le pidió en un susurro.

-No me voy. Duérmete.

-Prométeme que cuando despierte, estarás aquí- insistió cabezón el guerrero. Se resistía a dormirse del todo antes de que ella le diera su palabra.

-Te lo prometo.

Estrechándole la cintura más, Tristán acabó durmiéndose. Mahira volvió a acostarse a su lado, más no pudo dormirse. Tenía la desagradable sensación de que lo que había visto no había sido simplemente un sueño, si no que más bien había sido como una visión… ¿pero una visión de qué¿De que Tristán iba a morir? No, imposible… Intentó tranquilizarse, diciéndose a si misma que muy pocos de su pueblo tenían el poder de la premonición y que ella, hasta ahora, nunca había dado prueba de dicho poder. Su sueño había sido solo eso: un sueño; una pesadilla con muy mal sabor de boca… y sin embargo, no consiguió dormirse.

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Arturo, parado en medio del salón de Tristán, miró a Lancelot.

-¿Hace cuanto que no lo ven?

-Dos días. Al principio su ausencia no nos extrañó. Estaba muy raro últimamente, huidizo, pero cuando nos pusimos a buscarlo, no encontramos ni rastro de él.

El britano romano hizo un gesto de preocupación.

-¿Qué crees que le puede haber pasado?- preguntó.

Lancelot, bajando la mirada, jugueteó con la empuñadura de su espada.

-¿Lancelot?

El guerrero alzo la vista y, torciendo el labio, habló.

-Gawain me ha comentado algo de Mahira y Tristán…

-¿Mahira¿La natúrea¿La novia de Galahad¿Ha ido a buscarla?- inquirió Arturo.

-Si…- Lancelot hablaba lentamente, como dudando de como decir lo que tenía que contar- Pero no precisamente para traerla de vuelta con Galahad.

-¿A qué te refieres?

-Gawain me ha contado que cree que Tristán ha huido con Mahira.

-¡Qué?- Arturo se puso tenso- ¿Tristán un desertor?- al principio el general parecía incrédulo, más después, entre la consternación y la ira, salió como una exhalación de la casa del prófugo.

Lancelot se quedó allí unos segundos más, apenado.

-Te has condenado, Tristán, esto es lo peor que podrías haber hecho…- dijo mirando el techo. Después, sometiéndose a una desagradable realidad, salió de la casa.

Lo que les aguardaba a ellos era malo, pero lo que le esperaba a Tristán, era aun peor. Dentro de poco sería oficialmente un desertor, un fugitivo, un… un animal al que seguir y al que ninguna ley protegía de ningún modo.


Bueno¿que tal?

Ya sé que hace bastante que no escribo, lo siento :( pero es que estoy bastante ocupadilla en el instituto (¡y no llevamos ni un mes por todos los dioses!) y además, como voy escribiendo otra historia simultaneamente, pues ya voy que no doy casi a basto... pero bueno, por ahora he podido escribir este capi y prometo terminar la histo, que ya falta poco.

Espero que os haya gustado este capi y espero vuestras críticas (buenas o malas) de él.

Bsks