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La muerte del mundo

Tristán miró fuera de la pequeña gruta en la que Mahira le había indicado que se metiera. Era una de las muchísimas galerías que la gran caverna donde los natúreos se reunían tenía.

"Donde el Muro va paralelo a una montaña y un ojo se abre en esta última" la indicación que Kardan le había dado no podía ser más descriptiva. Había ido con una idea vaga de cómo podría ser dicha cueva, mas una vez hubo visto el agujero negro de forma almendrara que se habría en la pared de la montaña, no le cupo la menor duda de que esa era el lugar señalado.

"Quizá lo que veas aquí te resulte extraño" le había avisado la natúrea antes de entrar en la cueva "Pero ten por seguro que nada de lo que suceda te podrá hacer daño, y no temas, estaré a tu lado en todo momento…"

La mitad de lo que le había dicho era cierto, la otra parte, no tanto.

Había un ambiente raro entre los natúreos, tenían un comportamiento extraño, entre misteriosos y excitados… algo importante para ellos se acercaba… mas no sabía lo que era, pues Mahira también se movía entre secretos.

"Espérame aquí, no salgas de esta gruta" le había dicho en ese mismo lugar desapareciendo después misteriosamente. Y ahí estaba aún, sin haber vuelto a saber de ella.

Asomando la cabeza por el hueco de entrada a la pequeña gruta donde Mahira lo había dejado, pudo ver que todos los natúreos habían desaparecido. El fuego se estaba extinguiendo y el único rastro de vida eran unos resplandores dorados que se podían vislumbrar muy dificultosamente en las profundidades de la larga caverna. Eso hacía pensar a Tristán que quizá la gente estuviera en pequeñas grutas como la suya¿pero con que fin?

"Estaré a tu lado en todo momento" recordó Tristán suspirando. Internándose de nuevo en su pequeña cueva particular, el guerrero se quitó una de las mangas que llevaba. El aire estaba muy caldeado en toda la cueva. Se dijo que lo más seguro era que los natúreos hubieran mantenido varias hogueras encendidas durante unos cuantos días con el fin de caldear el ambiente y finalmente se les hubiera ido un poco la mano con el calor, originando esa atmósfera que llegaba a ser asfixiante.

Se quitó otra de sus camisas y, dejándola sobre la roca, se sentó en el suelo.

Miró a su alrededor.

Desde su sitio no podía ver el exterior de su cueva ya que la gruta se abría hacia la derecha la entrada, pudiendo permitir al morador de la gruta actuar con total libertad, pues sus compañeros, asentados en la gran cueva, no lo podrían ver.

Fue una mezcla de aburrimiento y calor lo que lo hizo caer en un sopor del que apenas se dio cuenta. Estaba despierto, mirando cansino a su alrededor, cerró un momento los parpados, el tiempo justo para parpadear, y para cuando volvió a abrir los ojos, Mahira estaba a su lado arrodillada.

-Tristán… te has dormido- le dijo acariciándole el rostro con la mano.

-Si…- contestó él, suponiendo por la somnolencia que ahora lo embriagaba que lo que decía la mujer era cierto.

Se pasó las manos por la cara tratando de despejarse.

-¿Dónde has estado?- le preguntó.

-Con mi primo- Mahira, que hablaba suavemente, lo besó unos instantes- Ven…- le pidió cogiéndole la mano y tirando de él- Supongo que te habrás dado cuenta en los días que llevamos aquí, que algo se acerca…- se pusieron de pie y caminaron unos pasos por la cueva.

-Desnúdate y túmbate- le pidió Mahira.

El guerrero miró hacia atrás y, para su sorpresa, se encontró con un improvisado lecho hecho con hierbas y otras sustancias blandas que aseguraban un reposo de lo más confortable.

-¿Qué me desnude?- preguntó Tistán.

-Verás, he de hacer un ritual con tu cuerpo- explicó la natúrea mientras se iba desatando los nudos de la fina camisa que la cubría- se acerca la Muerte del Mundo- afirmó con solemnidad mas no con preocupación- es nuestra festividad más importante: el día en que morimos y volvemos a nacer en nuestro mismo cuerpo siendo totalmente conscientes de nuestra vida hasta entonces… Para recordar lo que era nuestra vida antes de "morir", nos escribimos nuestra historia en el cuerpo- se quitó la camisa y dejó al descubierto su torso y brazos.

Por su pecho, su abdomen, su espalda, sus antebrazos y extendiéndose, según parecía, hacia sus piernas, había pequeños símbolos rúnicos dispuesto en líneas que recorrían su cobriza piel con absoluto orden.

Tristán la miró maravillado y, extendiendo una mano, acarició su piel siguiendo las líneas.

-¿Qué dice?- preguntó.

Mahira, obligándolo a tumbarse, contestó:

-Cuenta mi historia desde que nacía hasta que decidimos nos encontramos en el claro.

-¿Y por qué no hasta hoy?- preguntó el guerrero con suavidad. Parecía embrujado por los tatuajes de Mahira.

-Porque solo se escriben los acontecimientos que marcan tu vida.

Tristán atrajo a Mahira hacia si y la besó.

-Yo solo quiero que me tatúes tu nombre, es lo único que quiero recordar.

Mahira, sonriendo levemente, vertió un líquido de fuerte olor a jazmín sobre el abdomen de Tristán. Después, con un trozo de tela, esparció el líquido por todo el torso. Seguidamente cogió un pequeño odre y una pluma negra y, destapando el odre, se dispuso a escribir.

-Tu nombre no existe en mi tierra, así que pondré lo que significa…- anunció- Naciste en Sajonia… eres guerrero en tierras britanas… bajo el mando de…- Mahira, que iba hablando conforme escribía sobre la piel del sármata, paró su laborioso trabajo y miró a Tristán a los ojos dudando.

-Antiguamente bajo el mando de Roma, ahora, bajo el poder de tus ojos verdes.

Varias lágrimas brotaron de los ojos de Mahira y recorrieron sus mejillas semejantes a resbaladizas perlas. Cayeron de la cara de la natúrea al torso de Tristán, donde emborronaron la reciente escritura.


Tristán aceptó la nueva jarra de exótico licor que los natúreos le ofrecían. Había perdido la cuenta de cuántas se había tomado, y ya apenas si era consciente de lo que hacía.

A casi todos sus nuevos compañeros parecía pasarles lo mismo.

Se habían quemado extrañas hojas en el fuego que habían vuelto el ambiente más denso. Fue por entonces cuando a Tristán, como al resto de sus compañeros, se les había ido la cabeza, perdiendo prácticamente toda la cordura que tenían.

Tanto hombres como mujeres se habían desvestido y habían comenzado a bailar, desnudos, entorno al fuego. Una extraña y frenética música de tambores había comenzado a sonar…

La jarra que Tristán llevaba en la mano, se deslizó por su piel y fue a hacerse añicos contra el suelo, vertiendo todo su contenido sobre la roca. El guerrero se quedó mirando la jarra sin saber exactamente en que estaba pensando.

Alguien lo abordó por detrás, apretándose contra su desnudo cuerpo.

-Ven, Tristán, bailemos…- le dijo Mahira, llevándolo entre bamboleos cerca del fuego.

Sin embargo, apenas si habían empezado a moverse al ritmo de los tambores cuando estos pararon.

Todos quedaron en silencio, expectantes pese a su embriaguez.

-¡El mundo va a morir y a volver a nacer de entre sus restos…¡Muramos y renazcamos con él!- gritó alguien y, el resto de los presentes comenzó a chillar y a jalear secundando las palabras.

Con gran alboroto y algarabía, los natúreos, dejándolo todo como estaba, se abalanzaron hacia la entrada, donde, tras quitar una lona que cubría la abertura de la caverna, un gélido viento los recibió.

No se amedrentaron por el frío, si no que se adentraron en la negrura de la noche con total seguridad, quizá gracias a su borrachera.

Mahira tiró de Tristán hacia el exterior y lo arrastró a varias decenas de metros de la cueva. Después, rodeados por completo de oscuridad, lo abrazó. Copos de nieve caían sobre su cabeza y sus desnudos pies estaban metidos en más agua cuajada.

-¿Confías en mí?- preguntó Mahira al oído del sármata en un instante de lucidez.

-Pondría en tus manos mi vida…

La natúrea lo besó y, dejándose caer, arrastró consigo a Tristán hasta la nieve, donde dejaron que la nieve que caía los cubriera lentamente.

Entre negrura se muere y entre blancura se nace…


Bueno, mis niñs (aunque algunos seais mayores que yo;) espero que este capítulo os haya gustado. A mi me ha parecido... curioso, no sé, me he entretenido haciéndolo. ¿Os lo imaginais? Todos los natúreos hay colocados, bailando desnudos entorno al fuego... ¡ja ja ja! Y Tristán tambien por ahí sin cordura alguna...

Ya me direis lo que os ha parecido (pleaseeeeeeeeeeeeeeeee, decídmelo...)

Bsks.