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Nacer duele
Todo era serena y relajadamente blanco. Tristán tenía simplemente una vaga sensación de que estaba vivo. Lo cierto era que no llegaba a entender lo que estaba viendo, ni siquiera se preocupaba en pensar qué miraba, no había necesidad de ello, todo estaba bien como estaba, todo era perfecto…y de repente, todo el sosiego se desvaneció, siendo bruscamente sustituido por un lacerante dolor que lo hizo semiincorporarse en medio de una blancura no tan inmaculada como la que antes lo acogía.
¡Se moría!
No podía respirar, el dolor que lo atenazaba era insufrible. Quiso gritar, pero no pudo articular sonido. Todo su cuerpo padecía de agudos pinchazos que lo torturaban aun más en su agonía.
Se iba a morir, no le cabía la menor duda, y lo peor era que no sabía por qué. ¿Qué le impedía tomar aire¿Por qué se estaba asfixiando?
De pronto, Mahira se materializó a su lado. Su aceitunada piel contrastaba con la blancura que los rodeaba, sus ojos verdes se clavaron en la retina de Tristán. Vagamente, el guerrero sintió que la natúrea le aferraba los brazos, vio que movía los labios diciéndole algo que Tristán no llegó a oír.
"¡Mahira, me asfixio¡Me ahogo¡Ayúdame!"
Intentaba gritar, pedirle auxilio a la mujer, pero su boca no se movía.
Por su parte, la natúrea si podía articular, pero a Tristán no le llegaba sonido alguno.
Era una situación realmente frustrante: morir asfixiado sin que nada, salvo su propia carne, se interpusiera entre sus pulmones y el aire.
-Tristán… Tristán… puedes respirar, solo debes relajarte…
El guerrero abrió sobremanera los ojos al oír la voz de Mahira en su cabeza. La oía distante, como en un sueño, pero sabía con certeza que era a Mahira a quien oía. Y la natúrea debió percatarse de que la escuchaba, pues se apresuró a hablar
-Tristán, si te relajas, podrás respirar. Tienes todos los músculos atenazados y el aire no puede llegar a tus pulmones… relájate.
El sármata la miró incrédulo. ¿Cómo quería que se relajase si, aparte de estar asfixiándose, miles de agujas atravesaban su cuerpo una y otra vez?
-Tristán, inténtalo, nacer duele, a todos nos pasa lo mismo… Cierra los ojos y tranquilízate.
El guerrero se obligó a cerrar los ojos. Se dijo a si mismo que era un idiota cobarde. Había dejado que el pánico lo dominara… pero es que se estaba asfixiando sin razón alguna, clamó una parte de su cerebro, no era como luchar contra un hombre armado, combate en el cual sabía que podía ganar si usaba bien sus cualidades. ¿Cómo luchar contra la nada?
-Tristán, domina tu pánico, te prometo que entonces podrás respirar.
Le quedaban tan solo unos instantes de vida, lo sabía. Los pulmones le dolían más aun que los aguijoneados músculos, comenzaba a perder la conciencia.
-No puedes rendirte, Tristán, se que puedes pasar esta prueba, lo sé…- a la ya distante voz de la natúrea, pareció rodearla la niebla, dificultando aun más que Tristán la oyera.
La blancura se transformó en gris a la vez que el cerebro de Tristán daba las últimas órdenes. El dolor persistía, cruel recuerdo de que se estaba muriendo.
"Valla final para un guerrero" pensó Tristán "Morir desnudo en medio de la nieve sin que ningún enemigo te haya herido, ni siquiera tocado… Al menos" se dijo "mueres en brazos de Mahira…"
Tristán se concentró en la natúrea. ¡Cómo la amaba! Ella lo había llevado, sin querer, hasta esa humillante muerte, mas pese a eso, el guerrero no cambiaría ninguno de los hechos que lo habían conducido hasta allí.
Recordó el interés que había despertado en él la intrépida y valerosa mujer.
La atracción…
Los celos…
La pasión…
Rememoró como se había desbordado su corazón al oir que ella lo quería, como
se había sentido la noche que le hizo el amor por primera vez…
No sin lugar a dudas no cambiaría ni un solo hecho de los sucedidos, ni aun cuando estos llevaran a su muerte.
Y de pronto, ocurrió: Tristán sintió que sus pulmones se llenaban, se vaciaban y volvían a llenarse.
¡Respiraba!
Obligó a sus pulmones a coger más aire y a haberlo más deprisa. La visión le volvió de forma progresiva, los aguijonazos se redujeron…
"A lo mejor" se dijo "después de todo no me muero"
-Bien Tristán, muy bien- la voz de Mahira le llegó con más nitidez y claridad, alumbrando los esfuerzos del guerrero- Ya estás recuperando el color.
-Mahira…
-No intentes hablar, solo respira.
El sármata la obedeció, notando como en cada inhalación los dolores se mitigaban un poco más. Finalmente, cuando su cuerpo dejó de padecer, abrió los ojos y, haciendo uso de todas sus fuerzas, rodeó a Mahira con sus brazos.
-Lo siento, Tristán, no sabía que te costaría tanto nacer… no pensé que podrías morir…- Durante los momentos de presión, Mahira había actuado con racionalidad y sangre dría, pero ahora, pasado el peligro, se había derrumbado- Lo siento… lo siento…-Mahira lloraba. Sin lugar a dudas ella también había tenido pánico, pavor por poder perderlo, por verlo morir por su culpa.
-Tranquila, estoy bien… estoy vivo…
Le dieron bebidas que caldearon su sangre, comida caliente que hizo estremecerse de placer a su estómago y ropa que lo protegió del frío.
-¿Estás bien?- le preguntó Mahira que, sentada a su lado, se había percatado de cómo miraba el sármata a los demás natúreos.
-Si- contestó el guerrero sin mirarla.
-Cuéntame que te pasa- le pidió la mujer acercándose más a él y acariciándole la cara.
-Os habéis portado muy bien conmigo.
-Porque tú también lo has hecho con nosotros- la natúrea se recostó en él.
-No, yo no he hecho nada por vosotros- el guerrero miró a la mujer a los ojos.
-Tristán, por mí si has…
-¡Mahira, Tristán! Me alegro de veros- Kardan acababa de llegar a su lado, y parecía realmente contento por ver a la pareja- Ayer llegué cuando el ritual ya había empezado, no pude hablar con vosotros.
-Yo también me regocijo al encontrarte- afirmó Mahira poniéndose en pie- Quiero agradecerte que mandaras a Tristán a mi lado.
Kardan arrugó el rostro a la vez que abrazaba a Mahira.
-¿Gracias por revelar un secreto a una tercera persona?- se guaseó- Eres extraña, Mahira, realmente extraña.
Tristán se puso en pie y estrechó su mano con la de Kardan.
-¿Cómo están las cosas por Ciudad del Muro?- preguntó Tristán poniéndose en pie también.
Todo el regocijo y la alegría desaparecieron al instante del rostro del natúreo, adquiriendo su cara un gesto de seriedad y gravedad que era presagio de las malas noticias que portaba.
-Ya eres oficialmente un proscrito. No intentes acercarte a la Ciudad ni a ningún pueblo cercano: los ánimos están muy caldeados.
-¿Por qué?
-Los sármatas habéis despertado envidias ente los romanos. Se os conoce en prácticamente todo el mundo civilizado¡se harán leyendas de vosotros! Sois la elite del ejército romano… y sin embargo, ellos pasan sin pena ni gloria por el ejército, siempre a vuestra sombra…-Kardan suspiró- Hay gente loca en el mundo, Tristán, tu encuentro con alguna milicia romana podría ser mortal.
-¿Arturo ha ordenado que me maten?
-No, solo ha hecho público que eres un desertor, que te han de dar caza. Pero no ha especificado si te quiere vivo a muerto, eso hace volar muchas mentes macabras.
Tristán miró a Mahira que, con los ojos cerrados, trataba de asimilar lo que acababa de oír. Sus labios se apretaron. Intentaba sobreponerse a los sentimientos de culpa y remordimiento que amenazaban con apoderarse de ella.
El guerrero la abrazó, apretándola con fuerza contra sí.
-No te sientas culpable- le dijo al oído- yo no me arrepiento de nada de lo que hemos hecho.
Mahira lo estrechó con fuerza.
-Tengo miedo de perderte…
El ruido que los rodeaba era tremendo. Tristán, protector, ya se había abalanzado sobre ella, protegiendo el cuerpo de la mujer con el suyo. El techo de la casucha se desplomó sobre ellos y cuando Mahira volvió a abrir los ojos, vio la cara del guerrero, desencajada de dolor. Sus ojos, abiertos sobremanera, la miraban con pavor.
Entonces fue cuando Mahira notó el vientre húmedo. Un líquido caliente le recorría el torso… una certeza la espantó: era la sangre de Tristán la que estaba cubriendo su cuerpo.
-Mahira…- la voz apenas salía de la boca del sármata, por su expresión, la natúrea sabía que aun no se explicaba lo que había pasado.
-Tristán…- los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas. La sangre de Tristán ya había cubierto por completo su torso, se estaba desangrando a pasos agigantados.
Mahira despertó sobresaltada y cubierta de sudor. Levantándose con rapidez, llegó a la puerta de la caverna justo a tiempo para vomitar fuera.
Cayó de rodillas sobre la nieve y se tumbó llorando en la helada agua.
-¡No me lo puedes arrebatar, Gea¡No puedes reclamar aun su cuerpo!
Siento mucho el retraso, pero no he tenido tiempo de escribir en estas últimas semanas. ¡Hasta he salido del pais!
Espero que os haya gustado el capi y...no sé que más decir. Se acerca el final (aunque aun me quedan unos tres o cuatro capis) y espero llegar a él con vosotras.
Ansiando leer de vosotras me despido
Bsks.
