15

Perturbador

Tristán se estremeció al sentir como algo helado lo tocaba. Gimió al sentirse arrastrado hacia la realidad, una dolorosa conciencia nada agradable. Trató de abrir los ojos, pero los párpados le pesaban mucho y apenas los pudo entreabrir. Volvió a gimotear y sintió que alguien acudía en su ayuda, vertiendo líquido fresco sobre su cara.

El agua pareció despejarlo, y consiguió abrir los ojos por unos segundos, en los que apenas si pudo distinguir la figura de Mahira sobre él antes de volver a caer inconsciente.

Mahira vio, abatida, como el cuerpo de Tristán volvía a quedarse laxo sobre el lecho y no pudo suspirar, cansada y preocupada. Llevaba entre altas fiebres todo el día, habiéndose sumido en ellas el día anterior, poco después de la pelea. Las heridas producidas por los romanos lo habían hecho enfermar hasta tal punto que la mujer temía por su vida.

En ese momento alguien llamó a la puerta e, instantes después, Arturo entraba en la estancia.

-¿Qué tal?- preguntó.

-Sigue igual… Arturo… yo no sé que hacer…- se lamentó Mahira llevándose las manos a la cara con angustia.

-Tranquila; Tristán es fuerte, se pondrá bien.

Pero Mahira leyó en el tono de su voz que el romano no estaba tan seguro de sus palabras como le pretendía hacer creer.

-¿Por qué no vas a dar una vuelta? Tienes muy mala cara.

-¿Y dejar a Tristán solo? No…- se negó ella, mas Arturo insistió.

-Debes tomar el aire, Mahira, y si puedes echar una cabezada, mejor, aunque sé que eso ya es pedir demasiado- sonrió, pero al ver la tristeza de la natúrea se apresuró a continuar- Además, Tristán no se quedará solo, he traído a mi sanador- hizo un gesto hacia la puerta y segundos después un hombre grueso vestido con una túnica larga entró en la estancia- Es muy bueno, Mahira, te lo prometo, y él sabrá que hemos de hacer con Tristán.

Mahira miró al sanador. Tendría unos cincuenta años, era calvo y tenía unos ojos negros que desconcertaban. La natúrea no estaba muy convencida, pues había algo en él que la desagradaba, pero cuando el sanador le dedicó una bondadosa sonrisa, las dudas abandonaron a Mahira, siendo invadido su cuerpo por el cansancio y el sufrimiento.

Miró de nuevo a Tristán, tendido en la cama totalmente inconsciente. Ella nunca se había dedicado a las artes curativas, debía dejar a alguien con más experiencia en el tema si quería que su amado volviera a la vida. Además, ella estaba agotada.

Viendo que su deseo de quedarse allí flaqueaba, Arturo se acercó a Mahira y cogiéndola por las manos, se la llevó del cuarto, dejando al sanador a solas con Tristán.

-Arturo, gracias- le dijo mientras avanzaban por un empedrado pasillo.

Él la miró y los ojos verdes de ambos se encontraron. No hubo necesidad de más palabras, el romano entendió.

-De nada- sonrió.

Notando la flaqueza de la natúrea, Arturo decidió llevarla a una habitación, no muy lejana a la de Tristán, en la que podría dormir y descansar, y, pese a que en un principio había temido que su preocupación por su amado no la dejara conciliar el sueño, apenas si tumbó a Mahira en el lecho y esta cayó en un sueño reparador. Lo achacó a que había estado todo un día y una noche sin dormir, mas lo que no sabía era que las pesadillas que torturaban a Mahira por las noches no le permitían descansar desde hacía más de una semana.

Sin embargo, en esta ocasión no hubo sueños terroríficos que desvelaran a Mahira y despertó tras la puesta de sol. Lo hizo sin sobresaltarse, algo a lo que ya no estaba acostumbrada, y se quedó un rato tumbada, disfrutando del momento. Sin embargo, su sosiego no duró mucho, pues una voz rompió la quietud de la habitación en la que se encontraba.

-No te preocupas por Tristán…

La natúrea se sentó en la cama, dispuesta a defenderse con sus propias manos, pero no tuvo necesidad de hacerlo, pues quien la espiaba en la oscuridad no tenía, aparentemente, intención de atacarla.

-¿Quién eres?- le preguntó a la oscuridad.

-Yo- contestó simplemente la voz, y con esto le bastó, pues la reconoció.

-Galahad… ¿qué haces aquí?

Mahira oyó el roce de las prendas del guerrero y de pronto lo sintió a su lado sentado, demasiado cerca para su gusto.

-Quería ver que estabas bien.

-Lo estoy.

Un incómodo silencio se instaló en la oscura estancia, mas la natúrea no sabía que decir para romperlo, y aguardó a que el sármata comentara algo.

-No estás muy preocupada por Tristán…- le susurró la voz del guerrero, y como si fuera un resorte, Mahira se puso en pie, dispuesta a irse, deseando ver a Tristán, mas el brazo de Galahad la obligó a sentarse de nuevo- Tranquila… Tristán está bien, el sanador ha sido optimista.

-No pareces muy contento con ello- dijo la mujer, deseando irse de allí e ir a buscar a su amante, pero el brazo del guerrero la detenía.

-Él te apartó de mi lado- dijo simplemente Galahad.

-Nunca me tuviste junto a ti, al menos no como tú querías- contestó ella, incómoda por la cercanía del guerrero, que susurraba sus palabras al oído de Mahira.

-Eso fue en el pasado. ¿Pero y ahora?

Sintió los labios del guerrero en su cuello, justo debajo de su oreja.

-¡Galahad¡Qué haces!- exclamó ella apartándolo con brusquedad de su lado- ¿Qué te pasa? No eres tú mismo…- negó poniéndose en pie.

-¿Qué pasa¿Te turba mi presencia?- preguntó el guerrero, aun susurrante.

La oscuridad seguía rodeándolos, y para Mahira, Galahad solo era una silueta oscura que también se había puesto en pie.

-Si, me altera tu comportamiento- replicó ella, dándose cuenta demasiado tarde de que entre ella y la puerta, estaba el guerrero- Me das miedo.

-Miedo- era una afirmación, como si confirmara un hecho.

-Si. Tú no eres así, Galahad, tú eres dulce, simpático… eso es lo que me gusta de ti.

-Pero es el misterio de Tristán lo que te atrae…- contestó él sin alterarse- y te voy a demostrar que yo también puedo ser enigmático.

Mahira calló, no sabiendo que decir ante la afirmación de Galahad; estaba sorprendida, anonadada. Por suerte, el guerrero decidió que su primer intento ya había acabado y salió de la estancia, volviendo a cerrar la puerta tras de sí.

Ella se quedó unos momentos allí, tratando de ordenar sus pensamientos y aguardando a que Galahad se hubiera alejado de su habitación: no quería volver a encontrárselo.

Tristán despertó al día siguiente. El sanador que Arturo había llevado parecía ser realmente bueno, y, pese a que el sármata despertó agotado, parecía bastante lúcido, pues la fiebre había remitido.

-Mmm… tienes la mano fría- comentó sonriente el guerrero ante el contacto de Mahira.

-Si. Los pasillos están helados.

El guerrero asió la mano de la mujer y la besó.

-Quédate a dormir aquí.

-Aun estás herido, Tristán- sonrió ella- Podría hacerte daño.

-Me arriesgaré.

-Pero yo no; te necesito en pie cuanto antes…- se inclinó y lo besó en los labios con lentitud, deleitándose con cada caricia.

El guerrero le rodeó la cintura y la atrajo más hacia sí.

-Duerme conmigo- insistió.

La natúrea le dio un último beso y se retiró del lecho.

-No, Tristán, has de dormir, y no sé por qué pero intuyo que si me quedo aquí, te las apañarás para que ambos durmamos poco… Si mañana estás más descansado, quizá duerma contigo.

-Si, señora- se guaseó él, siendo consciente, sin embargo, de su debilidad. Había despertado esa mañana, medio sano de su enfermedad: necesitaba seguir descansando sin que las fiebres lo torturaran en sueños.

Mahira le dio un último beso en la frente y se retiró a su habitación.

Era la suya una estancia pequeña y algo fría, pero como tenía intención de volver con Tristán en cuanto éste estuviera mejor, no le importó pasar allí unas cuantas noches.

Abrió el lecho y se echó sobre él completamente vestida, tapándose enseguida con todas las mantas que había en la habitación, pues, al no estar allí a menudo, la estancia estaba helada.

Cerró los ojos, mas al poco los volvió a abrir, sabiendo que la inquietud no la dejaría dormir.

No estaba preocupada por Tristán, pues sabía que cada hora que pasaba, él estaba mejor; tampoco era por el frío, ya que, acostumbrada a dormir al raso, aquella temperatura tampoco era tan desagradable… Hubo de confesarse que era Galahad quien le quitaba el sueño.

Tras su segundo encuentro, Mahira había vuelto a ser sorprendida por el moreno en un par de ocasiones, y en ambas se había mostrado igual de perturbador: se le acercaba por la espalda, le susurraba al oído, le lanzaba miradas inquietantes… No era el mismo de antes… y la natúrea temía que el cambio obrado en él, era por su culpa.

Tenía que hablar con el sármata, intentar hacerlo entrar en razón…

Estuvo casi toda la noche en vela, cayendo tan solo en sopores ligeros de los que se despertaba con gran facilidad. Pensaba en qué decirle a Galahad, en como debía tratarlo…

Finalmente, cuando ya casi despuntaba el alba, consiguió hundirse en un profundo letargo sin sueños del que despertó entre suaves caricias.

Sonrió.

-Mmm…

Sentía los labios de Tristán sobre su cuello, sus manos recorriendo su espalda, cintura y abdomen. Él estaba echado tras ella y Mahira saboreó esos instantes antes de girarse hacia él.

-No deberías haber venido, todavía debes guardar reposo…-susurró, sintiendo que el deseo nacía en ella.

Sintió la lengua del guerrero en su oreja, a la vez que la mano de él se perdía más allá de su cintura.

-¡Tristán!- Jadeó, y girándose en el lecho, se llevó el susto de su vida- ¡Galahad!


Nera! Me alegro mucho de que te guste mi historia :) Ojalá este capitulo tambien te haya agradado, me costó bastante escribirlo, y no sé exactamente porque... bueno, no, si que lo sé¡porque los exámenes me chupan todo el cerebro:S JAJAJAJA

Retiro lo de que a esta historia le quedaban dos o tres capítulos, pues, aunque puede ser que le queden esos capis, no estoy segura de ello :p

Y ya por último... Nera, muchas gracias por dejarme reviuw, me anima muchísimo saber que alguien me lee (sobre todo si a esa persona le gusta lo que escribo :)

Arrivederci!

P.D. Quien fuera Mahira...