19

Dotes mágicas

El corazón de Tristán bombeaba frenéticamente, haciendo que el guerrero sintiera los latidos incluso en la punta de los dedos.

Intentó calmarse, pues sabía que si perdía el control, no le sería de ninguna utilidad a Mahira, pero le resultaba casi imposible. Saber que la vida de Mahira y la de su hijo pendían de un hilo, casi lo incapacitaba para pensar con racionalidad.

Su hijo… iba a ser padre…

Sintió que el estómago se le revolvía y que todo su ser se convulsionaba ante la sola idea de poder perderlo.

Una mano se posó en su espalda y Tristán se giró, apartando por unos segundos la mirada del bosque.

-¿Estás bien?

-Si- mintió Tristán a Arturo, pues sabía que si le daba muestra de su perturbación, el general no lo dejaría intervenir en la misión. Sin embargo, su aspecto debía chillar a gritos la verdad.

-Pues no lo pareces. Estás demacrado, Tristán, las ojeras te llegan a los tobillos, y tu color se asemeja al de un muerto…- comparó Arturo escrutando al guerrero.

-Estoy bien- insistió.

-No, no lo estás, quizá deberías quedarte aquí y dejarnos hacer a nosotros…

-No puedes hacerme eso; no, no puedes…- Tristán se acercó a su general y lo asió por el brazo, acercando su cara a la de él- Por favor, Arturo, no me hagas eso…

La desesperación del sármata debió afectar a Arturo, pues consintió que los acompañara pese a saber, gracias a su fría lógica bélica, que no era lo más conveniente.

Se giró hacia el otro lado del claro y observó a todos aquellos que estaban bajo su mando. No eran solo los guerreros sármatas, sino que también había romanos entre ellos, cerca de unos treinta.

Los romanos no llevaban su atuendo militar típico, sino que iban con vestidos con ropas ligeras que les permitirían moverse con sigilo y rapidez. Así lo había pedido Arturo.

La incursión que iban a hacer en el campamento picto debía ser rápida y eficaz, no pomposa e inútil. La vida de Mahira dependía de ello…

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Mahira entreabrió sus doloridos párpados y miró lo que la rodeaba. Estaba en una pequeña y destartalada tienda construida con ramas, y justo delante de ella había un hombre, cuyo color de piel quedaba escondido por una gruesa capa de mugre negra.

-¿Dónde estoy?- preguntó la natúrea en un susurro. Tenía la garganta seca y las palabras parecían rasparle.

El hombre, cuyo pelo gris le escaseaba en la frente, contestó:

-En nuestro campamento.

-Eres un picto- comprendió Mahira al recordar sus últimos momentos de conciencia- Me atacasteis en el claro… estaba con… con… ¿dónde está Galahad?

-¿Hablas del guerrero extranjero, el que apoya a los romanos?

Mahira asintió con dificultad.

-Lo dejamos marchar.

La natúrea parpadeó, creyendo que había oído mal y tratando de enfocar así su mente. Se sentía mareada y le costaba mucho concentrarse en la conversación, que en ese momento era lo más importante.

-¿Lo dejaste marchar?- repitió Mahira para cerciorarse de que sus oídos no le habían jugado una mala pasada.

-Así es. Lo montamos en su caballo cuando estaba inconsciente y lo llevamos a una aldea cercana a Ciudad del Muro. Suponemos que después de eso cabalgaría para llevarle a Arturo el mensaje.

-¿Cuál?

-El de que, si Arturo o alguno de los suyos se acerca a la batalla, te mataremos- dijo el picto con frialdad.

Mahira sintió que los parpados se le cerraban, como si la inconsciencia la llamara, pero se obligó a permanecer despierta. ¡Acababan de decirle que la iban a matar y ella reaccionaba como si nada…!

-Me siento extraña… ¿me habéis dado algo?- preguntó sintiendo que la cabeza le pesaba más de lo normal.

-Un tranquilizante, para que no te revuelvas; conocemos lo suficiente a tu gente como para no subestimaros…

Cayó en un extraño duermevela, en el que unas veces creía estar despierta y en otras dormida. El tiempo se volvió una medida incalculable y los hechos se convirtieron, casi, en productos de su imaginación.

-¿Por qué yo¿Por qué no Galahad?- oyó a su propia voz preguntar en un momento de lucidez.

-Porque tú disfrutas del amor de dos de los guerreros extranjeros; el amor va más allá la lealtad, y ninguno de los dos permitirá que Arturo participe en la batalla mientras tu vida dependa de ello…

Al cabo de un rato, que podría haber sido de minutos o de horas, volvió a encontrarse lo suficientemente consciente como para pensar con cierta racionalidad.

-¿Cómo te llamas?

-Merlín.

La natúrea recordaba ese nombre como si fuera el suyo propio.

-Te conozco…- logró pronunciar.

-Por supuesto, te acogí en mi casa una vez. Ibas con otro de los tuyos, Kardan creo que se llamaba.

-Si… mi primo…-Mahira evocó brevemente la velada en que habían llegado al campamento picto hacía ya varios años. Merlín los había acogido en su chabola, como si él no fuera más que un hombre humilde que acogía a los caminantes desamparados. Habían comido de su plato... ¡Cómo cambiaban las cosas!- Tú no quieres matarme.

-No, pero la vida de mi pueblo depende de ello. Aunque lo cierto es que, lo que más lamentaré en caso de que mueras, será la muerte de tu hijo.

Mahira se obligó a despejarse, aunque sabía que, si la misteriosa droga volvía a hacer efecto, poco podría hacer su fuerza de voluntad por quedarse despierta.

-¿Cómo sabes tú…?

-Él es creación mía.

-¡No! Es de Tristán y mío- replicó Mahira comenzando a creer que Merlín estaba fuera de sus cabales.

-Si, pero sus dotes mágicas son mías- contestó misteriosamente el picto.

-Tú no eres un mago. Tan solo eres el lider de los nativos britanos- contestó extrañamente elocuente ella.

El hombre sonrió.

- ¿No has notado nada raro en tu bebé, algo de lo que ninguna embarazada te habló antes?- le preguntó Merlín inclinándose hacia ella.

-El sueño que se repite…las visiones… - comprendió Mahira.

-Así es- el picto volvió a sentarse erguido y la observó con una sonrisa luciendo en su ennegrecida cara- Es una pena que tengas que morir, eres hermosa y valiente; tu hijo sería un fuerte brujo, pero sabiendo que el conjuro funciona, haré que alguna mujer de mi aldea tenga un hijo con poderes que se convertirá en mi pupilo. La magia que a mi me fue otorgada, no saldrá de mi gente.

-Los magos no existen- le espetó la natúrea.

-Eso dice la gente…

Tras mirarla por unos segundos, Merlín se levantó y salió de la tienda.

Mahira se revolvió, furiosa, e insultó al supuesto hechicero, pero éste ni siquiera volvió la vista atrás.

Deseó que la droga secuestrara de nuevo su mente, que la dejara inconsciente, pero el efecto de esta parecía haber pasado y Mahira quedó sola con la cruda realidad, enfrentándose a sus pensamientos.

Iba a morir… y su hijo con ella… Su hijo, que según Merlín tenía poderes mágicos… eso quería decir… que… que…

Se echó a llorar.

Eso quería decir que las pesadillas que la habían estado atormentando eran en verdad visiones y que iban a cumplirse…

Trató de librarse de sus ataduras, sacudiendo la cabaña hasta casi derrumbarla, pero no lo consiguió; los pictos sabían como hacer nudos.

-Tristán…- susurró entre lágrimas de rabia y miedo- Tristán…

Merlín volvió a aparecer, esta vez acompañado por dos pictos más jóvenes.

-Sujetadla- ordenó en picto el supuesto mago, pero Mahira lo entendió perfectamente.

La natúrea hizo uso de las últimas fuerzas que le quedaban y golpeó con sus piernas a los dos hombres que se acercaron a ella.

-¡Sujetadla!- insistió Merlín y los dos pictos se volvieron a abalanzar sobre ella. Pero esta vez, precavidos ya de sus patadas, consiguieron reducirla.

-NOOOOO- gritó Mahira debatiéndose, pero Merlín se acercó a ella y, obligándola a abrir su boca, vertió en ella un líquido espeso de sabor agridulce.

-Soltadla- ordenó Merlín tras haberse retirado un poco.

Los pictos obedecieron y se apartaron de la natúrea, que, viéndose libre de ellos, volvió a patalear. Sin embargo, no pudo mantener por mucho tiempo su lucha, pues la nueva dosis de droga que Merlín le había hecho beber, comenzaba a hacer efecto y sintió como todo su cuerpo se quedaba atontado, como adormecido.

Por una parte sintió rabia porque Merlín le hiciera aquello, pero por otra se sintió aliviada, pues al menos así no tendría que enfrentarse a la cruda realidad.

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Tristán oyó como su cuchillo cortaba la carne del picto, que se derrumbó al instante con el cuello rebanado.

No sintió remordimiento alguno pese a haberlo atacado por la espalda. Pensar que alguien como al que acababa de matar podía estar haciéndole daño a Mahira, lo volvía insensible al arrepentimiento.

Adragaín apareció a su lado.

-¿Cómo vas?- le preguntó en un susurro.

-Si te refieres a si sigo cuerdo, no estoy muy seguro de ello- contestó Tristán sin pensar mucho en lo que decía, y al darse cuenta de que Adragaín se le había quedado mirando, recapacitó- Estoy todo lo bien que podría estar.

Sin embargo Adragaín notó que su voz era más tensa de lo normal, y creyó ver, en la penumbra que precedía al alba, un destello de locura en los ojos de Tristán.

"La presión está pudiendo con él…" se dijo Adragaín preocupado.


Jo, ya vuelvo a no tener opi, yo que me había ilusionado...

A la historia ya le falta poco para terminar, y si no me dejais opi ahora ya no creo que me la dejeis, porque al final de la histo me vais a odiar... snif snif.

Si alguien me lee, he de decirle que, pese a lo que pase en los capitulos siguiente, yo no soy una mala persona, ni tampoco cruel... a ver si me creeis cuando termine la histo.