Cosas imposibles
Lentamente abrió sus ojos. Los rayos que traspasaban el vidrio le eran molestos. Se movió hacia un lado para evitar el contacto del sol pero, algo le impedía darse la vuelta completa.
Con sorpresa terminó de abrir sus dorados ojos y notó aquello que le había evitado voltearse. Una joven doncella dormía muy cómodamente a su lado. Su rostro calmado fue lo que hizo sonrojar al joven chino.
El rubor aumentó debido a que no recordaba el motivo de haberse quedado dormido…Con suavidad apartó a la muchacha y se dispuso a pensar en lo ocurrido más, con asombro notó que no era el único que se había dormido en aquella habitación.
Con una sonrisa irónica observaba a los demás habitantes de la pensión. Un Yoh dormido en el regazo de su esposa y esta, con su hijo aún en sus brazos igual de dormida. Horo Horo, no pudo resistir más y se había quedado dormido encima de la mesa con una botella de sake en una de sus manos.
Tuvo que contener la risa llena de malicia que nacía en su interior. Ya tendría tiempo de burlar a tiempo completo. Luego se fijó en el hombre alto dormido, su cabeza apoyada en uno de los muebles. A su lado un peliverde dormía con la cabeza apoyada en una mano sobre la mesa.
Frunció un poco el ceño. Ese sujeto actuaba muy amigable con la pelirosa…demasiado. Suspiró un poco y llegó a lo que sus ojos con ansias habían estado esperando mirar.
La muchacha dormía profundamente a su costado pero, esta vez no apoyada en él. Sino en un pequeño cojín que él pudo colocar. La miró con detenimiento y sin sonrojos. Tratando de analizarla, de buscar el porque aquella…mujer causaba en él miles de sensaciones y cambios radicales, hasta absurdos…no tenía sentido ninguno.
La extraña forma en que sus cabellos caían en su rostro, ocultándole el mirar. Surgió de él un impulso por apartarlos pero, se negó hacerlo. Era demasiado atrevimiento. Sólo siguió mirándola, esperando una reacción, tratando de motivar un impulso…algo para que ella despertase.
Su boca se abrió un poco, sus ojos se entrecerraron un poco, tenía sed….Ahora recordaba todo, la noche anterior logró muy a pesar suyo tomar un poco de lo traído por el ainu. El licor le cayó mal y poco a poco fue quedándose dormido. Ese era el motivo de la agitación que sentía en ese momento…
Cuando cayó en cuenta de ello, sus dedos habían apartados los mechones del rosa cabello. Esa era la provocación y cumplió su objetivo oculto. Ella abrió sus ojos pesadamente debido al contacto. Lentamente fue incorporándose ante la mirada dorada del shaman.
Bostezó graciosamente, como un gato perezoso. Eso le causó gracia al chino. Sus rosas ojos no notaron los dorados que la miraban de reojo. Su cabello de igual color caía entre sus hombro algo despeinado. Aún somnolienta giró su cabeza y vio resto de sus amigos.
-Dan vergüenza…
La voz del shaman de china la hizo girar su cabeza hasta encontrarse con la fría mirada.- Joven...joven Ren…no sabía que usted…- empezó a hablar más que con timidez, con sorpresa.
-Hace un rato desperté…-dijo desviando su mirada.
La muchacha volteó a ver a los demás.- Tenemos que despertarlos…-¿acaso le estaba preguntando a él?
-Por mí déjalos ahí…por lo menos a Horo…-habló sin mirar a la mujer.
-El joven Horo?...-no entendía.
-Por la resaca…-Dijo sin más abriendo un poco sus ojos ámbar y mirándola.
La joven rió por lo bajo. El chino le miró algo extrañado.- Entonces, los dejaré dormir.- diciendo esto se paró con cuidado y comenzó a caminar de puntillas.
Si le causó gracia el bostezó, esto ya era cómico.- Qué haces…-preguntó algo incrédulo.
Tamao lo miró de su posición.- Para que no se despierten.-respondió inocentemente.
El chico se llevó una mano a los cabellos y suspiró pesadamente en ironía. Se levantó, cogió a la mujer de la cintura y la alzó en sus brazos.- Eso es patético…-murmuró algo molesto.
Ante eso la chica se ruborizó un poco, pero tenía razón. Debía verse muy estúpida haciendo eso…Aún así rió suavemente entre su sonrojo. El hombre sólo la sostenía hasta que salieron de la habitación sin despertar a nadie.
Ni bien afuera, la depositó en el suelo y cerró la puerta lentamente. La pelirosa seguía con su risita tonta que pronto calló al ser observada por el par de ojos dorados.
-Gracias joven Ren, ahora iré a preparar su desayuno.-dijo en una reverencia y yéndose a la cocina
-Oye, yo no te dije nada acerca de un desayuno.-le espectó el joven de violeta cabello.
La mujer volteó con una dulce sonrisa en su rostro.- Lo sé joven.- diciendo eso volvió a irse.
Como si le faltase el aire, volvió a suspirar. Llevando una de sus manos a su cadera y otra a su cabeza, tratando de calmar aquellas ansias que de él surgía. En verdad le había caído mal el licor.
Poco a poco los demás habitantes de la pensión fueron despertándose, unos mejor que otros. Al joven apuesto de cabellos azulados le fue necesaria la ayuda de dos de sus amigos para conducirlo a su habitación.
-Y yo decía que me había caído mal…-habló en sarcasmo el shaman de china.
-Jejeje Ren tú tomaste sólo un poquito... jejeeeeee.- cayéndose entre los cojines, el gran rey shaman conoció a su más grande rival: los brebajes de Horokeu.
Una indignada y molesta itako miraba a su esposo, tapándole los ojos a su hijo que trataba de ver a su padre.-Vaya ejemplo que le das a nuestro hijo…-decía enfadada.
El rey de los shamanes sólo reía nerviosamente mientras que trataba de ponerse de pie. Siempre con malos resultados. El pequeño Hannah trataba de ayudarlo pero era impedido por la mujer de largo cabello rubio.
Un Lyserg despertaba algo adolorido por la posición en la que tuvo que dormir, más Tamao se ofreció ha hacerle unos masajes pero, este se negó amablemente y fue a su habitación a descansar un poco más.
-Hoy debe llegar Chocolove….-dijo un joven de cabellos castaños largos ya recuperado después de un moderado desayuno.
-Yoh, tú crees que pueda venir…-respondió el de cabellos violetas refiriéndose a su amigo el moreno.
-Qué negativo…-murmuró el ainu también ya recuperado de su resaca. El chino le miró de reojo algo molesto.- Acaso no te acuerdas las veces que él te salvó la vida…ja! que ingrato.-repuso en ironía en shaman de hielo.
Ese comentario le hizo enfurecer pero, el hombre de mirada calmada y sonrisa despreocupada le bajó las ganas de hacer un revuelo. Sí que había aprendido a controlarse.
-Él vendrá, estoy seguro.-dijo sonriente Yoh mirando el cielo raso después de la lluvia de la noche anterior.
Ambos shamanes contestaron con un desganado-Sí…
Adentro, Tamao se ocupaba del orden de la casa mientras que la itako de lavar algunos trastes. La pelirosa al principio le pidió a la rubia que no hiciese nada. Años de haber sido ella la que se encargase de los labores de la casa, no esperaría la ayuda de la mujer del frío semblante.
Pero estaba equivocada. Anna Asakura sin decir ni una palabra estaba haciendo algunas tareas domésticas. Mirándola de reojo y de espaldas a ella, a la joven de ojos rosas le causaba agrado el ver un cambio tan favorable en aquella sacerdotisa. Fueron tres años después de todo…
Con una sonrisa esperanzadora continuo con sus labores esperando que hubiese siempre días como este.
-¿Terminaron?-la voz del rey de los shamanes la sacó de sus pensamientos. Yoh, entraba a la sala y observaba con interés a la joven rubia en la cocina.
Esa forma de mirar varió a una más sorprendida, casi impactante al notar lo que hacía esa persona.- ¿Annita…?-dijo nerviosamente.
La rubia itako lo miró fríamente de reojo.- ¿Qué?
Una gotita de sudor recorrió la cabeza del shaman.- Na…nada jeje. Y así la itako continuó con lo que estaba haciendo. El shaman de cabellos marrones miró a la pelirosa, esta le dedicó una débil sonrisa.
-La señorita Anna, se ofreció a ayudarme.-como si le leyera el pensamiento, la muchacha le habló.
-Jeje eso mismo estaba pensando, creí que mis ojos me engañaban.-dijo riendo el joven de cabello largo. Tamao rió con él. Como extrañaba eso, reírse con aquel joven, sonreírle, atenderlo…algo que siempre quiso.
Un dolor atacó su pecho. Llevó su mano al lugar que le dolía, su corazón.
-Tamao¿pasa algo?- preguntó Asakura al notar el repentino cambio de su amiga. El rostro de la pelirosa se denotaba un rastro de angustia, y además el pequeño gemido que hizo la muchacha, le preocupó.
Calmando un poco su ser. Tamao le sonrió con gentileza.- Estoy bien, joven Yoh…-dijo en susurro.
La respuesta no convenció al shaman. La miraba con una ceja alzada pero con la sonrisa de siempre. La miró en nostalgia y cerró sus ojos suspirando.- Está bien
Afuera dos jóvenes miraban el cielo, echados cómodamente en el suelo de madera de la pensión. La brisa les refrescaba el cuerpo y en algunos la mente. El ambiente era propicio para dormir, un día ni cálido ni frío, simplemente perfecto.
-Y pensar que anoche llovió.- dijo un joven de cabellos revueltos azules con una mano en la frente para evitar el contacto directo del sol.
El otro hombre, uno con ojos de oro y cabellos violáceos, estaba con los ojos cerrados disfrutando el aire semi-frío que percibía. Escuchando a su amigo.- See…-respondió con cansancio.
Las nubes pasaban lentamente en el cielo, provocando a Horo Horo a formar figuras con ellas. Distrayendo de su mente aquellas curiosidades que lo asaltaban y que sólo podían ser calmadas si cierto compañero chino se las respondía.
-Pero Ren es…Ren.- pensó el peliazul entrecerrando sus ojos.- Nunca admitiría algo por más que sea obvio a la vista de todo el mundo. Mucho menos…podría sacarle respuestas a las preguntas que quiero formarle.- enderezó su cuerpo hasta tomar asiento. Miró a su amigo con los cerrados ojos y sonrió levemente.
Quería hacerlo. Preguntarle los motivos. El saber porque justamente tuvo que ser esa persona. Más bien, saber de una vez por todas si era verdad sus sospechas, lo que tanto temía. Porque ella…
Armándose de valor, abrió sus labios pero ningún sonido provino de ellos. Los volvió a cerrar. Porque era tan difícil…demonios. Empezaba a molestarse consigo mismo.
-Oye Ren…-su voz sonaba molesta. El violáceo le respondió con su gruñido.-Esto me cuesta trabajo decírtelo pero…que diablos seré directo…-y lo miró con el ceño fruncido, su tono era decidido.
Ante el sonido de su voz tan clara y directa, el joven chino abrió un ojo dorado. Luego el otro pero de sorpresa. Horokeu Usui lo miraba fríamente y enojado.-Que te pasa.-habló queriendo saber el cambio de ánimo de su compañero.
La mirada del ainu no cambiaba. Estaba decidido, le iba a preguntar.-Dime…-empezó. Pero notó el rostro de confusión en su amigo y decidió ablandar su mirada sólo un poco.- Qué es Tamao para ti…-terminó casi en susurro.
Un rastro de calor se sintió en sus mejillas y un mareo le vino. Su confusión del principio se aturdía ahora más. El ainu lo miraba expectante. El chino le devolvía el ver pero, asombrado. Su mente en blanco no pudo formular una respuesta.
Decir la verdad, pensó. Le podría decir lo confundido y extraño que se sentía al lado de ella. Contarle los continuos sonrojos y los repentinos cambios de ánimo que manifestaba con sólo verla a los ojos. Talvez él podría decirle lo que le estaba pasando…
Como un shock. La verdad le dio de llano. Con sus ojos dorados analizó la mirada del joven peliazul. Esos ojos negros que siempre mostraban alegría y simpatía, eran ahora oscuros y demandantes.
La verdad de todo era que, este hombre, por más amigo que sea, por más compañero de batalla que fue, era esta vez…su rival.
Frunció el ceño y una sonrisa sínica apareció en su rostro. Sus ojos desviaron los del shaman del hielo y miraron el vacío del jardín.
-Te estás demorando en responder.-inquirió el shaman. Impaciente.
-No tengo porqué hacerlo.- respondió cortante.
-A que le temes…
Temor…? No, no era eso. Tal cosa no era un impedimento para el gran Ren Tao. Pero porque dudaba, esta no era una decisión de vida o muerte. Sólo estupideces.
-Ja!.-rió irónico.- ¿Temor? Habla con coherencia Horo.
-Entonces responde. ¿Qué significa ella para ti!- repicó el ainu molesto.
Sus ojos se entrecerraron y el brillo dorado desapareció. Con sinceridad, sin cinismos ni hipocresías, el shaman respondió con lo único que podía decir.- No…no lo sé.
Horokeu miró como su amigo se sentaba y apoyaba su cabeza en sus rodillas. Ocultando su mirar apagado. Era la suma verdad. Su amigo había caído en lo que él cayó hace un año.
-Estás enamorado de ella…- Era una pregunta acaso, no se sabía. Sus labios escaparon esas palabras costándole trabajo a su lengua el formarlas. Muy dentro de sí esperaba que se hubiese equivocado.
-No lo sé.-respondió sin vida el shaman de dorada mirada.
El ainu se molestó ante tal respuesta. Exasperado le gritó.- ¡Cómo que no lo sabes!
Ren Tao levantó su cabeza y lo miraba con una ceja alzada.- Y que quieres que haga si te digo que no sé.- le respondió en tono casi inocente.
-Eres idiota…-río Horo. El comentario molestó al shaman que comenzaba a pararse para propinarle cierto golpe al ainu. El shaman de hielo había cerrado sus ojos y una sonrisa esbozaba sus labios. Su amigo estaba perdido en asuntos de pareja, no tenía ni idea…eso era una gran ventaja.
El viento agitaba la camisa blanca que portaba el chino y el polo celeste con mangas del ainu. Sus cabellos eran despeinados por el mismo aire que a su vez helaba sus rostros y que apaciguaba con su brisa la situación tensa en la que se encontraban.
-Más te vale estar atento, Ren. Por más que seas mi amigo…-Los ojos del shaman se agrandaron.- No me voy a dejar vencer por ti. Esta batalla la tengo ganada.-con aire de victoria el shaman de hielo comenzó a retirarse.
Un "ahhh" se escapó de los labios del chino violáceo. Su cara denotaba asombro, confusión y un aire de "que diablos este me está hablando", que poco a poco fue variando hasta llegar a uno más serio y tranquilo. Empezaba a entender lo que su amigo le insinuaba.
-Eso es todo lo que quiere…pelear conmigo.- dijo en finalmente el joven de cabellos violáceos. Sin entender realmente el significado de aquel sencillo enigma.
La tarde pasaba y las cosas en la pensión Asakura parecían normales. El desorden fue aplacado y nuevamente el ambiente se encontraba en equilibrio.
El teléfono repicó dos veces. Tamao fue a contestarlo.- Pensión Asakura, habla Tamao.-respondió la pelirosa amablemente.
-¿Tamao¡Tamao! Que bueno que hayas contestado.- una voz entrecortada se escuchaba del otro lado de la línea.
-Joven…Manta¿es usted?- dijo la mujer no muy convencida.
-S...si…lo…que pasaba…es que…aquí está…lloviendo…hay interferencia…- oía la voz del hombre lejana.- Mi vuelo…se retrasó…que...quería saber…si Yoh…llegó…-parecía cortarse la llamada.
-¡Joven Manta!-gritó Tamao.- ¡El joven Yoh está aquí, vuelva pronto!
No se escuchó nada. Sólo el sonido que hacía que hubiese interferencia en el teléfono.- Que…bueno…-se oyó finalmente. Y sin más la llamada se cortó.
-¿Pasó algo?- giró su cabeza al escuchar esa voz.
-Joven Ren, nada. Era el Joven Manta, al parecer tardará en llegar a Funbari.-dijo la mujer colgando el teléfono.
-Ah…-diciendo esto se recostó en el marco de la puerta. Al lado suyo estaba ella y el teléfono. No dejaba de mirarla.
Ella se sonrojó al ser observada por él.- ¿Qué pasa…Joven? - preguntó nerviosamente.
-Nada, sólo notaba…-las palabras no salían. Se encontraba confuso más no nervioso. Todo era culpa de Horo Horo…
Su nerviosismo pasó de lado al notar la mirada perdida que mostraba el chino.- Algo le preocupa, joven.- replicó la muchacha serenamente.
Virando su cabeza.- No me pasa nada.-dijo y se dio media vuelta para irse pero, la mano de la pelirosa lo detuvo.
-Dígamelo por favor.-pidió la muchacha.- Tal vez no sea de mucha ayuda…pero al menos, me gustaría saber lo que le pasa…-dijo mirando su mano en la de él.
-Te he dicho que no pasa nada.-respondió fríamente más la mujer tiró de su mano.
-No es verdad…algo lo tiene angustiado…lo siento…-habló cerrando sus ojos y respirando cortadamente. El joven la analizó por un momento y pesadamente suspiró.
-No creo que me puedas ayudar…-dijo en su suspiro.
-Pero si no me lo dice...por favor.-contestó la pelirosa.
-No insistas.
Lo dicho por el hombre la entristeció un poco, soltándolo de su agarre, la muchacha se dispuso a irse.-
-No te he dicho que te vayas.
La voz del shaman la hizo para en su paso. Volteándose, ella se dio cuenta que el hombre, pese a su negación y terquedad, tenía un problema y no quería sentirse solo.
Sintiéndose feliz, le preguntó.- ¿Entonces me dirá lo que tiene?
-Te dije que no insistieras en eso…-respondió en tono cansado.
-Pero…bueno…-dijo vencida y volviendo a tomarse muñeca. Ren la miró indeciso y con sorpresa.-Vamos.-le dijo y comenzó a jalar de su brazo.
Que bien se sentía su agarre. La confianza con lo que lo había tomado le sorprendió pero, se hacía costumbre. Aquellos toques…no se los hacía a Horo ni a Lyserg. Comenzaba a sentirse superior. Ja! Siempre lo fue…
No emitió sonido, ni queja ni reproche, sólo se dejó conducir por ella al patio de la casa. Donde el cielo despejado de color naranja los recibía con una brisa cálida y abrigadora. Se sentaron en el piso de madera. Tamao dejaba sus piernas balancearse con las gradas mientras que Ren cruzaba brazos y piernas a su lado.
-Estoy feliz…-habló Tamao mirando al cielo. El shaman de dorados ojos viró su cabeza para hacerle notar que la había escuchado.
-Por que- respondió indiferentemente, pero con obvia curiosidad.
-La casa…la pensión Asakura, vuelve a tener vida. Se vuelve a percibir esa energía, esa sensación de tranquilidad y de felicidad en el aire.-habló sonriendo al cielo.
-Lo dices por Yoh…-dijo el violáceo mirando el césped que tenía al frente.- Todo se siente en paz cuando ese sujeto esta cerca.
-Es verdad pero…-negando la cabeza.- No es sólo por el joven Yoh, sino por usted y los demás. Después de tres largos años de…-calló.- En fin, es bueno sentir ese…no se qué que brinda calma.
Un viento repentino alzó un poco la falda negra que portaba la chica, mostrando parte de la blanca piel de sus piernas. Rápidamente se tapó pero, no lo suficientemente rápido como para que el chino no hubiese visto parte. Un sonrojo apareció en ambos rostros.
Desviando su mirada- Lo… siento…-habló sintiéndose apenado por haber visto algo que no quería.
Tamao negó con la cabeza.-No se preocupe jeje.-rió aún con el bochorno en su cara.
Una situación incomoda se percibía, todo por la culpa de una ventisca leve. Maldición, todo iba bien…al menos eso es lo que pensaba el joven de nacionalidad china. Llevó una mano a la cabeza y trató de acomodar algunos mechones largos que habían caído en su frente pero ya una mano se le adelantó en la acción.
Con gentileza, Tamao apartaba los cabellos del rostro del muchacho. Se había cercado demasiado a él. Sus delicados dedos tocaban la suavidad de los cabellos violetas mientras los acomodaba. El delicado toque lo asombró y confundió. Lo estaba peinando y él, se dejaba.
-Joven Ren, su cabello está largo…-susurró con tono dulce la mujer.
Sintió de nuevo el ardor.-Mmm…-en contestación por lo dicho de la pelirosa. La joven sonrió amablemente, con sorpresa notó su cercanía con el shaman. Más no se apartó de él, su mano continuaba su labor mientras ella se perdía en el mar de los ojos dorados.
Hermoso sonrojo. Lo enrojecido del rostro pasó desapercibo por el hombre de cabellos violáceos, quien también perdido, observaba con detenimiento el par de ojos rosas. Una mano bajando de los cabellos y otra subiendo para tomar un rostro delicado, se encontraron. Un roce para llegar a una toma de manos involuntarias.
Con la mano que le quedaba libre tomó el rostro que de un principio le llamaba. El tacto de la mano en la mejilla, sintiendo la calidez que transmitía. La joven cerró sus ojos para poder percibir cada sensación que le producía. Su mano en el agarre de la de él, temblaba un poco pero, no quería zafarse de la del chino. Se sentía…agradable.
Fue lento el acercamiento. Los rostros aproximándose con suavidad, sintiéndose la respiración caer pesadamente. El shaman de cabellos violetas veía como su compañera abría los ojos y con embelesamiento le devolvía la mirada.
El ambiente se enfrío de repente. A pocos centímetros del roce de los labios, el shaman vio la respiración de la muchacha salir de su boca en un humo frío. Ella también notó que tanto sus manos como la del joven se enfriaron. Tranquilamente, Ren retiró su mano de la mejilla de la muchacha y volteó su cabeza para observar al causante de repentino cambió en el ambiente.
Un pasmado Horokeu observaba con incredulidad a ambos jóvenes. Sus dientes blanquecinos estaban siendo apretados con fuerza. Pálido, su sorpresa pasó a repentina rabia al notar las manos de esas personas juntas.
-Ren…-musitó despacio.- Qué diablos estás haciendo…-la respuesta era muy obvia pero necesitaba hacerla. El enojo se percibía en su tono de voz.
-Que te importa.-contestó el hombre sin mostrar ningún cambio de carácter.
El ainu molesto dio unos pasos hacia delante, acercándose amenazadoramente al chino. Tamao, preocupada, trató de decir algo. Más, un leve apretón de la mano del shaman la hizo desistir. Notó con tristeza como él la soltaba del agarre y se paraba para afrontar al shaman del hielo.
-Joven…Ren…-dijo al fin.
El que fue llamado no le hizo caso alguno y con pasos lentos siguió a Horo Horo al patio que tenían al frente.
-No sé porque estás tan molesto.-empezó a hablar el chino.- Pero sé que desde hace rato estás que me buscas pelea.- dijo a la vez que sacaba la pequeña espada de metal y la alargaba de golpe, la Horaiken.
La mujer vio con asombro como el Ikpasui del shaman del norte crecía hasta por formar una espada de hielo, debió de ser con ayuda de su espíritu acompañante.
Parándose violentamente, corrió a detener la pelea de ambos hombres.- ¡Deténganse!-gritó a ambos shamanes.- ¡Por qué hacen eso?-preguntó desesperada al ver la mirada de furia que se mandaban los jóvenes, esto iba en serio.
Horo rió con sarcasmo.- Por que dices…porque no le contestas Ren o es que todavía no sabes…-lo último fue dicho en tono agudo y de burla para provocar a su contrincante.
El joven de cabellos violetas lo miraba con el ceño fruncido y mudo. No se dejaría provocar con insinuaciones que si bien, tenían algo de razón. No le era permitido confundirse a la hora de batalla. Tampoco entendía el porque de la pelea que se iba a iniciar, no le había dado motivos. Al menos eso creía.
-No sé de que me hablas.-contestó cogiendo con fuerza su arma.
La mujer lo miraba suplicante, eso lo hizo dudar. No podía pelear bien si ella estaba tratando de impedírselo.
-Joven Horo, Joven Ren…-musitó la pelirosa. Sus pedidos fueron en vanos. El ainu del hielo estaba dispuesto a atacarlo. Ya tenía suficiente, no iba a permitir que ese sujeto le quitara la atención que de ella robaba. Más si él ni siquiera podía definir sus sentimientos… Indeciso del demonio.
-Apártate.-fue lo que le dijo en sonrisa el shaman de la China, mientras que daba unos pasos para enfrentarse a su rival.
Tamao no se quitó del medio, pero fue evadida. El chino pasó por su lado sin verla ni inmutarse.- Por favor no le hagas daño al joven Horo.-dijo en susurro que fue escuchado con pesar por el shaman. De reojo la miró y notó que de sus ojos corrían un par de lágrimas que trataba de tapar con su cabello.
Volteó su ver y caminó hasta encontrase a unos metros del shaman de cabellos azulado. Dio una última mirada a la mujer que yacía de espaldas y con rabia guardó su arma en su cinturón.
El shaman de hielo lo miró con disgusto.- Que haces…
Su par de ojos dorados le miraban fríamente y con ira reprimida.-No voy a pelear contigo.-dijo cortante.
El otro hombre lo miró estupefacto pero con claro fastidio, habló empuñando la espada de hielo.- Pelea.-ordenó.
-No lo voy a hacer.- contestó en tono frío y atemorizante, pero no lo suficiente para desistir a su oponente.
Frunciendo el ceño el shaman de hielo, impacientado le gritó.- DIME PORQUE NO PELEAS.
En silencio sepulcral, Ren Tao fijó sus ojos aún con molestia en la mujer pelirosa que tenía detrás de él.- Por que…ella me lo pide…-dijo con cierto pesar al haber escuchado de la boca de esa mujer que no lastimara al ainu.
Eso fue el colmo que reventó la paciencia. Trayendo su arma al frente de él, con un salto violento se dispuso a atacar al chino. Horokeu Usui en un rápido movimiento se acercaba al shaman con ira en sus ojos y gritando: NO ME VENGAS CON ESO.
El grito desgarrador alertó a la pelirosa la cual viró su cabeza para observar con angustia como el shaman del hielo atacaba a un desarmado violáceo. Con lágrimas en sus ojos y totalmente confundida por lo que veía. Cerró sus ojos fuertemente y de su boca salía un grito que profesaba su alma.
-¡REN DEFIÉNDETE.!
Fin del capítulo
Hola y discúlpenme por la demora del cap jejeje es que tenía cosillas que hacer. Esto creo que me salió algo larguito yeee yupiii no se pueden quejar ahora que mis cap son de media hoja (aunk nadie ha dicho eso, pero lo piensan jejeje) en fin aquí les traigo algo ojala les gusten y muchas gracias por los reviez byesss
