ԐConsueloЗ

Lo único que quiero hacer es permanecer en cama, no quiero comer, no quiero salir, no quiero hacer nada, ni siquiera cuando mamá me dice que está preocupada porque no sabe que es lo que sucede conmigo, si estoy enfermo o si me duele algo.

Mikasa no hizo ninguna pregunta ese día, ni me exigió respuestas al respecto, simplemente dejo que llorara sobre su hombro y me dio el único consuelo que podía darme en ese momento. También está preocupada, pero intenta no expresarlo demasiado para que mamá no la quiera cuestionar al respecto.

—Ha vivido muchas cosas, supongo que la fatiga ya le llegó. —dijo un día. Con eso mamá se dio por vencida y me dejo estar.

Me levanto solo para tomar un baño o cuando el hambre me puede más, luego vuelvo a meterme entre las sábanas, no abro las cortinas de mi habitación para evitar pelear con el clima caluroso del verano, encierro el poco frío que puedo mantener en la obscuridad. Me hace sentir un poco mejor.

Es gracioso hasta cierto punto porque siempre considere que las películas eran demasiado exageradas cuando se trataba de un corazón roto, así que el hecho de que esté sucediéndome a mi realmente es como darme una cachetada con guante blanco. Incluso pensándolo en esa línea, llamarlo un corazón roto en realidad es exagerado por sí mismo. No es como si Eren me hubiese engañado o simplemente hubiera terminado conmigo de una manera cruel, nada de eso, lo cual resulta extraño, al contrario, solo fue un descubrimiento sobre estar en la posibilidad de vivir en un romance ficticio en dónde una de las partes está solo explorando una parte que al final puede no gustarle del todo. Eso es lo doloroso.

Pensarlo da pesar.

¿Por qué a mí?

Duermo mucho, de esa manera evito pensar en el asunto y me libero de la carga, es muy reconfortante saber que en el mundo de los sueños la vida que uno podría desear es posible en realidad. Despertar es la verdadera pesadilla.

No sé qué día es, ni mucho menos si han pasado años estando encerrado. Mikasa entra a la habitación y me pregunta si quiero hablar, le digo que me deje en paz.

—Has estado así casi semana y media. —dicta con la voz molesta. —Creí que se te pasaría pronto. Necesitas salir de ese hoyo.

—Vete. —me giro para ver la pared dentro de mi sabana.

La escucho suspirar.

—Yura ha venido. Le conté cómo estás y pensé que sería de ayuda, si no quieres contarme a mi quizás...

—No quiero hablar con nadie. Déjame solo.

Mi voz suena oxidada, de días de no hablar o de solo decir monosílabos. Dios ¿Qué pasa conmigo? No es así como suelo afrontar las cosas. Odio sentirme de esta manera.

Escucho a otra persona entrar a la habitación, mi hermana murmura algo que no alcanzo a escuchar debajo de las sábanas.

—Levi. —es la voz de Yura.

—No quiero ser grosero, por favor, déjenme solo.

—La doctora Hanji me lo contó. —dice, casi tanteando entre si es lo correcto o no. —Creyó que quizás podría ayudar.

La molestia me llega de algún lado del cuerpo o del ambiente deprimente de la habitación, porque me incorporo y lanzo la sábana hasta mis piernas, el movimiento brusco hace que tanto mi hermana como la chica den un paso hacia atrás asustadas.

—Vete. —digo, dirigiéndole una mirada de advertencia a mi hermana, quien no duda mucho, le da una mirada a Yura quien asiente, luego sale de mi habitación, cerrando la puerta en el proceso.

Yura traga saliva, visiblemente nerviosa. Se recarga en el escritorio, lo más lejos de mí. Otra cosa graciosa.

—No te ves muy bien. —comenta, intentando relajar el ambiente.

—No lo estoy. —que fastidio. —Así que te lo dijo.

Asiente.

—Solo quiero decirte que no deberías poner en duda los sentimientos de Eren sobre ti. —mira al suelo mientras lo dice. —Puede que al inicio fuera tal cual lo dijo la doctora, sin embargo, nosotros, sus amigos, nos dimos cuenta de que había algo diferente en ello.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque tenemos ojos, fuimos capaces de verlo, absolutamente todo el proceso. De acompañarlos e incluso desesperarnos por ustedes. Somos jóvenes y en ese aspecto, somos expertos en saber cómo es que alguien ha caído rendido ante el amor.

Está vez, alza el rostro. En la obscuridad de la habitación, su piel amarillenta luce brillante y limpia, sus ojos ámbar tienen un toque diferente al de la primera vez que nos vimos, incluso lleva un peinado distinto. Es como si hubiera tenido un propio proceso.

—La gente brilla cuando se enamora y ustedes dos iluminan la ciudad entera. —me sonríe. —Así que, no seas cruel contigo mismo ni con él. Porque, aunque lo pongas en duda, los demás sabemos que existe y es genuino.

Brillo...

—¿También te pasa a ti? —pregunto.

Parpadea algo confundida.

—¿Qué cosa?

—El brillo del que hablas.

La sonrisa se ensancha en sus labios, vuelve a mirar el piso, luego el escritorio tras ella y al final regresa la mirada a mí.

—Tal vez. Pero no es mi brillo el que me preocupa. Si no del de dos de mis mejores amigos, porque estoy segura de que no quieres que esto termine así.

No contesto, escucharla solo me hace sentir más miserable. Es demasiado por aceptar y procesar. Preferiría no tener que pensar en este momento porque de verdad me resulta insoportable.

Al no ver algún atisbo de iniciativa, se despide, me pide que lo piense con cuidado, las cosas no deben terminar de esa manera, no debo terminarlas así, sería terrible y me arrepentiría. Sale de mi habitación, intercambia unas palabras con mi hermana y después la oigo desaparecer en el otro lado del departamento.

Pienso, pienso, pienso demasiado sobre lo que ha dicho. Y en que tanto podría o no tener razón. Hay días en los que me siento lo suficientemente mal como para pasarla llorando y hay otros en los que puedo salir de la habitación a tomar el desayuno con mi madre y mi hermana, a la primera le tranquiliza verme de nuevo en la luz y la segunda aún me pide que de alguna respuesta afirmativa.

Siento como si pasara una eternidad, aunque cuando voy al calendario, me doy cuenta que en realidad solo se han cumplido dos semanas de haber salido de vacaciones. Debe ser algún tipo de récord.

Recibo otra visita justo antes de que esas dos semanas terminen.

—Mamá dijo que no podía venir a verte porque estabas enfermo. —dice Eren cuando mi hermana le dice que puede entrar a mi habitación.

Hay un lío emocional dentro de mi cuando escucho su voz, emoción, tristeza, decepción, dolor, alegría, melancolía, no pensé que alguien pudiera sentir tanto en solo unos segundos, uno pensaría que sería capaz de explotar con tantas cosas al mismo tiempo.

—Aun no estoy, así que vete. —es terrible, no quiero hablarle de esa forma, sé que no lo merece, pero aún con eso, me molesta que esté aquí, cuando es prácticamente su culpa y su incapacidad de diferenciar sentimientos.

—Estas mintiendo. —murmura. —Lo sé.

—Eren, no quiero escucharte ahora. Por favor, vete. —decir su nombre sabe amargo.

Lo escucho moverse, se balancea de un lado a otro, de seguro él es un lío aparte en este momento. Perfecto. Lo que faltaba.

—¿Si no hablo, puedo quedarme? —dice con esa voz suya. —Te extraño.

Ah, no lo digas con esa voz. Por favor. Es doloroso.

—Haz lo que quieras.

Lo escucho sentarse en el piso, sacar la caja de LEGO que tengo debajo del escritorio y empezar a armarla, no hace más ruido que el susurro de las piezas al embonar y el plástico al chocar entre sí. ¿Por qué hace las cosas más difíciles?

—¿A qué viniste? —pregunto cuando es aplastante.

No recibo respuesta, el susurro de las piezas sigue inundando la habitación. El chico mantiene la vista en las piezas.

—Eren. —llamo, ligeramente molesto. —Te hice una pregunta.

Alza la vista, me mira intentando averiguar qué es lo que pienso.

—¿Si hablo, aún puedo quedarme?

Ah, eso. A veces uno olvida lo literal que puede ser para algunas cosas.

—Si.

—Te extrañaba. Pero mamá no me dejaba venir a verte ni hablarte por teléfono.

—¿No escapaste verdad? —él puede ser tan terco como para hacer algo como eso.

Niega apretando los dientes.

—No escape, mamá me hizo prometer que no te causaría problemas.

Genial. Yo soy el malo de la historia.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —suelto.

Asiente, un poco emocionado, se remueve en su lugar, listo para responder.

—¿Cómo sabes que quieres a alguien de verdad y no solo es afecto?

Da un salto en su sitio, se tambalea antes de sostenerse en la pared para recuperar el equilibrio.

—No entiendo la pregunta. —responde alzando la voz como si estuviera emocionado.

—Me refiero... ¿Cómo sabes que me quieres de una manera diferente a como quieres a los demás?

Estira los labios en una sonrisa un poco rara, mostrando los dientes y achicando sus ojos.

—A ti te quiero mucho más que a los demás, mi ritmo cardíaco siempre aumenta cuando estoy contigo y me hace sentirme muy feliz. Además de que siempre tengo ganas de que me beses, pero mamá dice que no se puede besar mucho a alguien porque no siempre es cómodo. Así que mantengo la compostura. —suspira luego de soltar todo eso y se balancea en sus pies.

—¿Es así?

—Si, siempre.

No sé qué más decir o siquiera que más debería pensar. Todo esto resulta aún más complejo que antes. ¿Debería creer en lo que dice más que en lo que dijo Zöe? ¿En lo que dijo Yura antes?

—¿Tú me quieres a mí? —suelta de repente.

He llorado demasiado últimamente, pero supongo que las lágrimas son algo así como infinitas.

—Mucho. —respondo intentando no ser demasiado fantoche.

En respuesta recibo una de esas sonrisas genuinas que de vez en cuando es capaz de regalar de manera sincera.

—¿Puedo abrazarte? —pregunta al ver que las cosas parecen haberse relajado de repente.

—Si, si puedes.

No se hace esperar, acorta la distancia rápidamente, salta a la cama y deja caer su peso sobre mi cuerpo, apenas logro mantener el equilibrio y no caer de golpe, lo sostengo y estrecho entre mis brazos.

Aun si no es real, al menos por ahora, parece serlo de verdad.

Gracias por leer.
Parlev.