No lo soñé
Y fue así que, tomó esos labios rosas entre los suyos…
El silencio alrededor de ellos se propagó como una plaga. Sólo el incesante goteo del grifo les indicaba a los oídos que el mundo no se había silenciado, tan sólo ellos habían echo anular los sonidos.
Sus ojos se cerraron al tacto. Su cuerpo quedó quieto ante tal atrevimiento por parte del joven. Su blanquecina mano, aún estaba posada en el pecho del muchacho. Las huellas de los dedos palpaban y sentían el latir veloz del corazón.
Lo sentía, los golpeteos en el pecho del violáceo…eran igual de fuertes que los suyos en su pecho.
El beso quedó estático un par de segundos más. Al parecer aquel muchacho no había pensado en el después de su acción. La mano en el cuello vaciló, queriendo soltarse y alejarse. Más no quería hacerlo.
Necesitaba sentir ese contacto, saber que ella no se le iba a escapar. Que lo estaba recibiendo gustosa. Su mente divagaba en dudas pero sus labios estaban muy concentrados en lo que debían hacer.
No se atrevió a hacer movimiento. ¿Por qué? Llámenlo miedo…sólo esta vez.
Los dorados ojos habían permanecido todo ese tiempo, entrecerrados. Como queriendo analizar las expresiones de la muchacha. Los hermosos ojos rosas, cerrados. El rubor en las mejillas y el nerviosismo de la mano en su pecho.
Sintió el aire perderse y separó sus labios de los de la pelirosa. Sólo unos centímetros. Su respiración chocaba contra la boca de la mujer, dándole calor. Ella abrió lentos los ojos y lo miró de frente.
En blanco, los bellos ojos rosas se veían vacíos.
Los ojos ámbar se abrieron de golpe y se apartó de la mujer. Intentó en vano decir unas palabras, se le dificultaba formarlas. Todo en su ser se había congelado. Llevó una mano a su boca, apretándola fuerte. Pensando que había cometido un error irreparable al haber echo tal cosa.
Subió su mirada y encontró la rosa de ella, los labios antes tocados en extraña sonrisa. Los colores habían subido a su rostro y en su mente, la idea de haber sido por primera vez besada…por ese joven, la llenada de un sentimiento demasiado intenso. Sentía un ardor en los ojos y unas ganas de gritar con emoción.
El muchacho puso una expresión de confusión en su rostro. ¿Estaba feliz? No entendía porque. Acaso no se había molestado que osase a besarla. Primero, a sus 19 años de edad, era el primer beso que le daba a una muchacha. Distraído, no notó que poco a poco algo se le resbalaba de las manos.
Se había olvidado completamente de la botella de leche hasta que la escuchó romperse en el suelo. Manchando la madera del piso con el blanquecino líquido. Despertándolos a ambos de su repentino trance.
-Etto…-dijo el violáceo al percatarse de haber soltado el frasco. –Yo lo recojo.- hizo el ademán de agacharse, sin mirarla. Supo sin ver, que la muchacha también se había agachado para ayudarlo. – No lo hagas.- le dijo, todavía con la cabeza gacha.
No había respuesta por parte de la pelirosa. Más veía sus manos tocando el cristal roto.
-Te vas a cortar.- sentenció como si fuera un hecho a pasar.- Yo lo tiré.- Que le pasaba, porque no dejaba de hablar. Levantó un poco su vista, viendo la frente cubierta por el flequillo rosa. Su semblante se ruborizó y volvió a bajar la cabeza.
Rozó sus manos con las de ella. Aparándolas del vidrio roto.- Te dije…que yo lo voy a hacer.- terminó en suspiro antes de posar sus ojos en los rosas de ella.
No podía poner su mirar serio, le era imposible. Si lo intentaba, lo más posible era que el rostro se le torciera y le saldría una mueca. Más la expresión de pequeña sorpresa y embelesamiento no le abandonaba.
No le decía nada. Estaba callada y lo miraba de frente. Pero lo que más le hastiaba era que no le decía ni una palabra por lo que había echo. Tal vez se había equivocado al juzgar su semblante. Quizá no la vio feliz…Podía ser que para la jovencita, su acción, le era poco importante…No, no podía…o si?
-¿Pasa algo?
La voz de la muchacha rubia sobresaltó al de ojos dorados, soltando las manos de la pelirosa. Se levantó del suelo ante la mirada perdida de la muchacha.
-No pasa nada.- contestó cortante y colocando las manos en los bolsillos del pantalón. Observó de reojo una última vez a la de ojos rosas antes de irse. Pasando por un lado de la muchacha, donde, claramente pudo escuchar un murmullo proveniente de la rubia.
Se asombró pero siguió de largo. Enojado por lo que la mujer había descubierto…
-Tamao, será mejor que te levantes.- dijo en su tono de voz frío, la sacerdotisa. Acercándose un poco a la muchacha. Pero esta seguía ida pese a que el shaman ya se había ido. Posó unas de sus manos en la cabeza la joven.
Está reaccionó.- Srta Anna…-murmuró en su típico tono dulce.
La esposa del rey shaman le sonrió levemente.- Levántate.- le ordenó suavemente. Tamamuro parpadeó un par de veces.
Un "eh" escapó de sus labios antes de darse cuenta que estaba arrodillada en el suelo. Un poco avergonzada, no entendía como era que estaba en el piso. Luego de un instante, como impacto, la imagen del chino la hizo sonrojar.
Llevó ambas manos al rostro, ocultándolo.
La invocadora de espíritus observó la reacción de ella. Tuvo una idea de lo que habría pasado en la habitación, pero pronto ese pensamiento lo hizo desechar al notar los pedazos de vidrio roto.
-¿Y esto…- habló refiriéndose al frasco echo trizas. La miró interrogante.
Suspiró antes de responder.- Se le cayó…al joven…Ren…-pronunció con una suavidad el nombre, que hasta la rubia pudo percatarse del cambio de tono.
-Debió recogerlo, no irse…-comentó algo molesta. La pelirosa reaccionó defendiéndolo.
-No diga eso señorita, el joven lo estaba haciendo.- le respondió un poco alterada. Los ojos negros de la mujer reflejaban un poco de sorpresa. Tamao se disculpó por haber actuado así y terminó de recoger los pedazos.
La antes apellidada Kyoyama le alcanzó una bolsa para que depositara ahí los pedazos.- Toma.
Tamamura le sonrió.- Gracias señorita.
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En la sala, se llevaba a cabo una amena conversación entre los shamanes. Dos personas preguntándose todavía el porque de las palabras del rey shaman sobre la actitud del chino.
-Igual, ya era hora de que lo hiciera.- se oyó decir al moreno cuando el violáceo había salido.
-Pero, Yoh, esa expresión en Ren…no es la misma de siempre.- comentó Manta a su lado.
El trigueño de despreocupaba sonrisa sólo se limitaba a eso, sonreír. Sabía perfectamente lo que le pasaba al shaman de la cuchilla dorada pero, a él no le correspondía dar relleno del asunto. En una esquina, notó a un peliazul cabizbajo y el semblante sombrío.
Sonrió en lastima, al sentir que su amigo, caía sin querer en depresión.
La mente de Horokeu divaga en pensamientos y conclusiones que se formaban sin tener preguntas. Más era claro lo que le pasaba a Ren. Quiso impedirlo, deseó profundamente de que fuera una equivocación y que había entendido mal las cosas.
Pero, verlo junto a ella, verla a ella con él…
-Noo Nooo, no lo voy a permitir…- se dijo. – Yo, lo juré. Ella, sería mi esposa…y la llevaría conmigo para que viese el campo de plantas en donde viven los Kropocus. Para que se maravillara con el hermoso paisaje y me admirara por todo el esfuerzo que me causó crearlo…
Relajó un poco los músculos de su rostro, imaginando la dulce sonrisa que le brindaría la mujer cuando viera ese campo. Más, un destello dorado, lo hizo despertar de su fantasía.
Otra vez, la imagen de verlo, a Tao, a punto de besarla.- Maldito.- masculló apretando los dientes. Era eso, un desgraciado por intentar acercársele. Y pensar que estuvo a unos escasos centímetros…le enfermaba, le hubiera roto el alma en ese preciso momento si se atrevía a tocarla.
Alzó su cabeza y la apoyó en el muro. Los cabellos celestes caían, cubriéndole el semblante. Los ojos negros estaban todavía más sombríos. Aún tenía en su cerebro la imagen de la pelirosa llamando, no gritando el nombre del maldito a todo pulmón.
Sus ojos se encontraron con de Asakura, que lo miraba detenidamente. Una sonrisa por parte de él lo hizo desviar su atención.
Le fastidiaba. No sabía porque pero pensaba que, el estar tanto tiempo con la mujer rubia, al parecer le había asimilado la capacidad de leer la mente de esta. Era eso lo que sentía, que el de cabello marrón ahí sentado, le estaba leyendo la mente con suma transparencia.
-Oe, Horo Horo.- llamó el moreno a su amigo. Este le miró de reojo. El shaman de la risa se sintió estremecer ante la mirada fría del shaman del hielo.- Te pasa algo, hace rato que estás callado.- le dijo.
-No me pasa nada.- contestó sin más. Varios ojos se posaron en él.
-Y ahora, este también…-murmuró el moreno al rubio que estaba a su lado. Manta sólo subió y bajó los hombros en señal de, que se yo.
Muchas cabezas, inclusive la del ainu, voltearon al escuchar los sonoros pasos que daba un violáceo de ojos dorados al pasar frente a ellos por la puerta.
A pesar de que fue momentáneo, pudieron captar claramente el sonrojo y el enojo que se veía en el rostro frustrado del muchacho.
Antes de que alguien se atreviese a preguntar, la aparición de la esposa del rey de los shamanes por la puerta, los hizo callar en seco.
-Annita…?- preguntó con el rostro incrédulo el trigueño. La mujer le lanzó una severa mirada, odiaba que la llamara así.
-A comer.- dictaminó antes de irse por donde vino la joven de indiferente mirada.
-Ella siempre me dio miedo…-susurró el moreno al momento que se paraba al igual que los demás.
Quien sabe si la rubio lo escuchó, pero el que comió menos ese día fue Mattel. La pelirosa había notado con gran decepción que el muchacho de ojos color ámbar, no se encontraba ahí.
Se entristeció dado a que se había esmerado en ese corto tiempo en cocinar algo realmente delicioso. Pudo comprobar que lo era al observar los rostros de las personas que lo comían gustosamente.
Cuanto deseaba que él también lo hiciese.
En la mesa. En la que difícilmente cabían…10 personas. El número había incrementado notablemente, al igual que las risas y los murmullos en toda la pensión.
Notó con gran alegría el cambio de actitud del de cabellos celestes.
Reía con los comentarios de Chocolove. Hacía unas cuantas bromas por su parte que motivaban al resto en continuas sonrisas. No sabía porque pero, verlo así la reconfortaba bastante.
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En una habitación, a oscuras. Sólo los tenues rayos de la luna eran visibles en el lugar. Iluminando con gran molestia, el rostro de un muchacho cuya única expresión era de desconcierto mezclado con enojo.
Se sentía extrañamente confundido. Por lo que había echo y la actitud de la muchacha ante lo que hizo.
-Porqué no reaccionó- pensó.- porqué no dijo nada…-comenzaba a molestarse.- porqué demonios hice lo que hice…maldita sea porque…-frunció el ceño, apretando las sábanas con los puños.- Si tan sólo hubiera dicho algo…aunque sea una palabra de rechazo.- sintió que su corazón era estrujado.- Talvez …no me sentiría tan confundido…
Que ironía. El gran Ren Tao confundido…y motivos aparentes. Lo único que hizo la pelirosa fue mirarlo…no le dijo nada, más ellos, trajo gran desconcierto en los pensamientos del joven shaman.
Pero, que hubiera echo si le decía lo que fuese. Acaso le habría echo caso si ella le pedía que se alejara. O hubiera seguido con lo que inicialmente había querido. No, posiblemente se hubiera odiado así mismo antes de lastimarla u obligarla a hacer algo en su contra.
Más, que hubiese pasado si ella…
-No puedo…- repitió lo que sus pensamientos le decían.- Simplemente…no debo.- sentenció.
Su mente luego le reprochó, asegurándose sobre, que futuro podría darle a esa muchacha. Que promesas podría faltarle. Acaso la arrastraría junto con él al mismo infierno del cual le costó salir… no podía hacerle eso.
En ese sentido se consideraba cobarde, dado al sentimiento de temor que de él nacía con el solo echo de verla…tan sólo…triste.
-Patético…soy patético…- y esbozó una sonrisa irónica.- Como podría pedirle una vida…cuando ni siquiera la llamo por su nombre…
Nombre…
Es verdad, jamás había pronunciado con determinación su nombre. Desde que llegó sólo la llamaba por "oye", aunque había ocasiones en que no era necesario hacerlo. Era como si ella adivinase que lo haría.
¿Eran uno de sus dones como aprendiz de adivinación?
Idea descartada.
Coincidencias. Eran solamente eso. Al igual que las miradas que le dedicaba. Los sonrojos que su rostro mostraba y la ternura con lo que lo trataba.
-Idiota…
Y sí que lo era. Se había fijado mucho. Su mayor pecado, darse cuenta de lo que no quiso nunca. Pero, esto no era de ahora…
Fue desde que la conoció por primera vez en esta pensión. La primera vez que probó sus comidas, quedó secretamente encantado. Y extrañamente poseído por el deseo de saber más de ella.
Más calló. Tenía en ese momento cosas más importantes con que ocuparse. El torneo de los shamanes por ejemplo.
Un torneo en el cual perdió la vida en una batalla con Nichrom. La mente, en el instante en que esa espada lo atravesó, sólo pudo concentrarse en la repentina agonía de jamás haberle pedido que preparase comida china para él.
Río por la estupidez que de chiquillo había pensado. Colocó una mano en su frente mientras reía. Sí que había sido un idiota, su último pensamiento era verla cocinar para él.
-Realmente estúpido…
Pero pensar eso le alegró la muerte. Cuando se estaba desangrando y escuchando los gritos de sus compañeros, en lo único que no dejaba de pensar era en que iba a morirse sin haberle hablado…sin duda alguna, iba a tener una muerte amarga.
Además de que iría a regresar como fantasma, ya que había dejado un asunto inconcluso.
-Cómo lo hubiera tomado…- ya tranquilizándose. Se preguntó serio en las posibilidades de que hubiese pasado eso. Su semblante oscureció de repente.- Talvez, ni lo hubiera notado…
Se incorporó de su estado, apoyando su cabeza en sus brazos con las rodillas flexionadas. Miraba al gran ventanal que tenía a lado.
No podía pensar, no quería hacerlo y lo único que rondaba por su mente era, la sensación de una segunda muerte al besarla.
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Hannah caminaba tranquilamente por los pasillos de la pensión. Hace menos detres horas que los ocupantes junto con sus padres, habían decidido irse a dormir.
Con sigilo, había salido del abrazo de su madre al dormir y se dirigí a la cocina a comer algo. La cena lo había dejado insatisfecho.
Bajó por las escaleras, las cuales por el peso del niño crujieron un poco. Pasó por la sala y notó que alguien dormitaba ahí. Se acercó un cuidado y echó un vistazo, era Tamao.
El niño rubio parpadeó un par de veces. Su mente infantil al principio creyó que era uno de los fantasmas que acostumbraban circular por la casa. No pasó la idea de que fuese su Tamao- okassan la que dormía tranquilamente apoyada en la pequeña mesa del centro.
Sonrió un poco. Al lado de ella, sobre la mesa, encontró un rollo de vendaje. - ¿Se habrá lastimado?- Notó en las manos, los dedos cuidadosamente vendados. -Sí, se ha lastimado.- su rostro se tornó a uno preocupado.
Quería mucho a esa jovencita. Más de lo que podría querer a su verdadera madre. Si bien, se sentía a gusto y totalmente tranquilo estando al lado de la rubia, nada de eso podía ser comparado a la completa felicidad que le habría brindado la pelirosa en el tiempo que ella le cuidó.
Sus facciones se tranquilizaron, la jovencita en sueños sonreía. Un pequeño rubor apareció en el rostro infantil. A poco mudos se acercó a un lado de la muchacha. Escuchando la respiración serena de ella, se agachó hasta posar un inocente beso en la mejilla tersa.
Alejó su rostro de ella y sonrió – Te quiero, Tamao –okassan.- murmuró bajito. Como si pudiese adivinar lo que le estaban diciendo, Tamao le devuelve la sonrisa en sueños. Un poco sonrojado por su acción, fue yéndose hasta llegar al marco de la cocina y quedarse viéndola dormir.
-La hubiera despertado…- susurró para después buscar algo en el desván.
El ser pequeño no le permitía alcanzar los estantes más altos de la despensa. No quería hacer ruido porque temía despertar a la pelirosa.
Llevó una mano a su barbilla y pensó. Su objetivo era buscar una caja de cereal que su Tamao okassan había colocado, no mejor escondido para que él no pudiese tomarla.
-Sólo es para el desayuno…- recordó las palabras de la muchacha. – Bueno…estamos más de media noche…yo lo considero ya de mañana…- pensó sonriendo.- quiero desayuno…
Apoyó sus manos en el borde del lavadero y con un rápido impulso, logró subirse a el. Bien, había subido. Ahora faltaba acercarse al desván que estaba al lado opuesto.
-Te vas a caer.- susurró una voz fría. Haciendo que el niño casi perdiese el equilibrio pero evitó caerse al tomarse de uno de los bordes del cajón, quedando suspendido a poco centímetros del suelo.
Puso cara de puchero. – No es justo.- reclamó.- Me distrajiste…- y se soltó cayendo de pie.
-Ahá.- repuso sin mucho entusiasmo el joven de dorados ojos. Observó que el niño le miraba con cara de poca confianza, pero que podía esperar del hijo de la itako. Hannah suspiró resignado por no haber cometido su objetivo. Tendría cereal por la mañana…
Con ojos vidriosos miró el desván cerrado a unos metros sobre él. Sintió la presencia del hombre detrás de él. Volteó a verlo.
-Así que quieres algo de ahí.- habló Tao. El niño aún desconfiado, asintió con la cabeza.- Ya veo.- contestó en su típico tono serio.
Sintió que las manos del shaman le alzaban hasta quedar frente a la puerta de despensa. Le miró de reojo y encontró el par de ojos serios, sonrió levemente. Abrió la puerta y observó con gran alegría lo que estaba buscando.
-¿Vas a tomarlo o no? – dijo aburrido el shaman de cabello violáceo. Hannah solamente extendió los brazos y tomó el tan ansiado objeto.
-Gracias.- habló sonriendo como su padre. Tao le contestó la sonrisa aunque se forma leve. Realmente era hijo de Yoh, esa forma de sonreír era como la de ese shaman. Alzó una ceja al ver como el niño abrazaba la caja que era un poco más pequeña que él.
Paro en seco al notar como el chiquillo se quedaba estático y lo veía de nuevo con esos ojos vidriosos.
-¿Qué?- habló ante tanta insistencia del par de ojos negros.
-Me falta la leche.- contestó alzando un brazo y señalando el refrigerador. – Sin leche, no sabe bien.- añadió con su tono de voz infantil.
Se llevó una mano a la frente y otra al bolsillo mientras caminaba a tomar un frasco del líquido blanco. No le iba a negar eso porque simplemente en eso coincidían. El gusto por la leche.
Al darse vuelta, el niño ya estaba subido en la mesa. Osea, no podía alcanzar una despensa pero sí subir las altas sillas…
Depositó el recipiente en la mesa. El niño le dio como respuesta una sonrisa, lo tomó y se sirvió.
-¿Te quedas? – preguntó curioso al ver que el joven no se iba.
Este sólo arrimó una silla y se sentó en ella, cruzando los brazos y las piernas. Como si estuviese aburrido.
El infante rubio le miró de reojo y parpadeó ante el comportamiento del violáceo. Se encogió de brazos y comenzó a comer del tazón que antes había tomado.
Los ojos dorados le miraban atentos, posándose en el niño. En su forma de comer, sí que la pelirosa le había ensañado modales. No comía de la forma apresurada en la que Yoh lo hacía, ni tampoco en la robótica forma de la rubia. Comía con una tranquilidad y paciencia increíbles.
-Sabes, Tamao okassan está en la sala.- comentó Hannah después de tragar un poco del cereal. Ren no se inmutó. El rubio le miró de reojo y luego observó con interés su cuchara.- Se ha hecho heridas…- dijo.
El violáceo le escuchó más atento, sin cambiar la expresión aburrida y seria de su rostro.
-Al parecer se cortó con algo.- terminó a la vez que cogía otro puñado de cereal y se lo metía a la boca.
La botella. Fue en lo único que pudo pensar el de ojos dorados, sintiéndose un poco culpable. –Le dije que no la tocara…mujer terca.- repuso y su rostro se volvió a uno fastidiado.
Hannah poseía la sensibilidad de su padre y no tardó en darse cuenta que el ambiente que lo rodeaba se había tensionado un poco. Dejó de comer.
-Qué te pasa.- preguntó de frente al chino que estaba sentado frente a él.
El de ámbar ojos le miró confundido.- De qué me estás hablando.- contestó frío y desviando luego la mirada.
El niño rubio se paró sobre su silla y siguió el mirar del joven. – Te pasa algo, puedo sentirlo.- su claro tono de inocencia se hacía visible. Sólo preguntaba por preguntar.
-No pasa nada.- repicó.
-Te pasa algo, te pasa algo.- como si fuese un juego, el rubio empezó a decir eso repetitivamente, agotando un poco la paciencia del shaman de la cuchilla dorada.
-Sí que eres hijo de Yoh…-susurró molesto sin ver aún al chiquillo, que hizo un puchero al ver que no le hacían caso.- No me veas así.- le dijo con su tono más despectivo posible ante la mirada brillante que se posaba sobre él.
-Bah.- con desgano habló Hannah y dispuso a comer nuevamente.- Sabes,…aunque digas que no, te pasa algo…- comió y tragó.- el rey shaman…- Ren se sorprendió un poco de que el niño llamara así a su padre.- me habló de ti.- de nuevo los ojos negros fueron vistos en él.
Se había olvidado, el mocoso no le tenía respeto…no el mismo que le tenía al shaman de hielo.
- Me dijo que tú eres una persona muy fuerte.- el chino le escuchaba, al menos lo admitía.- que puedes vencer a un ejército de miles de zombies.- dijo eso con un tono de admiración. –Pero…también me dijo que eras alguien muy cerrado, le pregunté que quería decir con eso y me dio una larga lista.- extendió sus bracitos como si de una regla se tratase.- que eras frío, callado, amargado, serio, aburrido, muy orgulloso, un poco vanidoso. Que confías mucho en ti mismo, ayyy usó una palabra….mmmm- dijo poniéndose una mano en el mentón. – Ah sí.- agregó.- Que tienes una gran autoestima.- y volvió a comer de su cereal.
Cada vez que el mocoso le había descrito un rango de su personalidad, la punta de su cabello había crecido constantemente. Tendría tiempo de matar al trigueño de imbécil sonrisa después…
-Pero eso sí.- volvió a hablar. Tao ya había pensado en largarse antes de continuar oyendo al niño.- También me dijo que eras una buena persona, que es considerado y que se preocupa por sus amigos. Que siempre estará dispuesto a protegerlos y seguir los mismos ideales justos – una mueca se formó en el rostro incrédulo del shaman.- Y bueno, yo estoy feliz de haber conocido a una persona con esas cualidades tan asombrosas…Y por eso, por eso…-murmuró el rubio ante el semblante un poco más tranquilo del hombre.- yo, yo nomás preguntaba porque quería ver si podía ayudarlo…-repuso bajando su mirada.
Nuevamente repuso.- Definitivamente, eres el hijo de Yoh. – contestó sereno y con su semblante no serio, mas bien uno relajado.
Se levantó de la mesa y al pasar por el lado del pequeño, posó una mano en los rubios cabellos.- Estoy bien, no te preocupes.- le habló en tono comprensivo a lo cual el niño solamente asintió.- Me voy, vete ya a dormir…-le ordenó antes de salir por la puerta.
-Hai!
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Los largos cabellos caían a ambos lados de su cuerpo. Los mechones rosados cubrían gran parte de su rostro. Cuando la encontró, seguía dormida. Plácidamente dormida.
-Hannah tenía razón. Está aquí.- pensó el de ojos dorados parado frente a ella, viéndola dormir desde el marco de la puerta.
Era la segunda vez que la veía dormir. El rostro de niña que parecía volverse más infantil cuando se encontraba en ese estado. Posó el dorado ver en las manos de la muchacha, notando las vendas en los dedos.
-En esto, también tuvo razón.- volvió a pensar, acercándose y arrodillándose aún lado de la jovencita. Se agachó hasta quedar a la altura del oído más cercano. Murmurando suaves palabras a este.
-Te dije que te iba a cortar.- su aliento chocaba con el frío de las mejillas, proporcionándoles un calor que fue percibido por la de ojos rosas. El muchacho añadió entrecerrando los ojos.- Siento lo de antes…- y se separó de la joven.
Se puso de pie y caminó en dirección a su habitación.
-¿Qué es lo que sientes? – la pregunta repentina de la muchacha lo hizo parar en seco. Volteó con un dejo de leve sorpresa en su rostro.
-Haberte despertado.- mintió. No pensó en que la muchacha escucharía lo que le estaba diciendo.
-Es eso verdad.- le inquirió no muy segura en creerle. El muchacho sólo se limitó a sentir con la cabeza.- Ah…ya veo.- suspiró aliviada y le sonrió. Tao alzó una ceja no comprendiendo la actitud.
Recobró compostura y se estiró.- Me quedé a limpiar un poco cuando se fueron a dormir que…- bostezando, luego sonrojándose y disculpándose.- que me quedé dormida…- siguió con el rubor en su rostro.
A él también se le habían subido los colores a la cara. Se veía muy hermosa ahí donde estaba, con un tenue rayo de luz cayéndole sobre el cabello de rosa color.
-Ayy, no sé porque le digo esto. Debe estar cansado, joven Ren…- agregó la muchacha.
-No, sólo bajé porque escuché algo.- contestó evitando verla.
-Es verdad joven, usted no cenó…porque se fu-no terminó de preguntar. Se había acordado lo que sucedió momentos antes de eso…Se sonrojó notablemente y llevó sus manos a su pecho.
La miró de reojo, se había acordado, todavía lo recordaba…no había olvidado lo que él había echo…
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Ninguno se atrevía a hablar. A Tamao no le correspondía decir palabra, ella quería escuchar al joven. Que motivos le daría que justificara la acción antes echa.
Tenía un poco de miedo, no entendía porque.
No podía huir. No era su estilo de todos modos. Pero era algo realmente incómodo el tener que explicarle. Su orgullo no le permitía exponerse y aparte, su razón se había rendido antes sus emociones…-Maldita sea…-blasfemó ante la incapacidad de darle una respuesta.
Tamamura buscó la mirada del muchacho. Observándolo con curiosidad y un poco de vergüenza. Sintió un dolor en su pecho al notar el semblante oscuro del muchacho que se negaba a verla.
¿Se estaba arrepintiendo acaso?
La alegría que por pocos momentos llegó a sentir, fue esfumándose poco a poco. Se levantó de su ligar y con sin vida "me retiro joven", dejó a un confundido y necio Tao.
Apretó los puños al verla irse y maldijo varias veces en chino al silencio que reinaba en la habitación
Un desconcertado Hannah veía como su Tamao okassan subía con un semblante triste y se iba a su habitación. Mientras que poco después, por el ambiente que varió de nuevo, un totalmente extrañado y colérico shaman pasó por delante de él sin notarlo.
-Le dije que le pasaba algo.- murmuró. Llevándose a la boca la última cucharada de cereal a la boca.
Fin del cap
Hola! Siento la demora, creo que actualizare una vez por semana. El tiempo no me da para más jejeej aparte tengo que adelantar los otros fics que tengo.
Agradezco de todo corazón vuestros review y les animo a seguir leyéndome jeeje n.n.
Bueno me despido hasta la próxima, de nuevo gracias y chaufis n.n
