Cortina de pensamientos
Vendó la mano lastimada con cuidado. Antes tuvo la precaución de sacar los cristales que se habían introducido allí.
Se sentía avergonzado, ya que era aquel shaman quien lo estaba curando.
- Esto trae recuerdos, no Ren? – le dijo con una sonrisa el peliazul.
Este lo escuchó, más su mente cansada no le permitió responder en sorna. Un leve asentimiento de cabeza le indicó al joven que lo había oído y que no hablaba en vano.
- Claro que para esos tiempos…las heridas que nos hacíamos eran curadas por Faust.- añadió.- Aunque sus métodos eran un poco ortodoxos…jeje- terminó riendo.
Una sonrisa irónica se formó en el rostro del hombre.- Ese hombre nos hacía sufrir de más, suficiente era con los daños…
-Así es.- respondió el otro.
-Mmm
Un silencio se hizo entre los dos. Horokeu ya había terminado hace un rato de vendar al joven. Podría irse si en verdad lo deseaba.
Se había disculpado con él. Eso era lo importante. Pero no estaba muy seguro que este lo hubiese escuchado y más aún si lo hizo, lo hubiese perdonado.
Sus pensamientos se encontraban confusos.
Sabía lo que sentía pero, que hacer con eso. No podía pedir consejos, jamás lo hizo ni lo hará por cosas tan insignificantes.
Hace muchos años había estado en la misma situación más, supo como arreglárselas solo. Tenía un buen saco amortiguador para sus golpes…
Sin embargo ese saco para recibir puñetazos y patadas se había convertido en un gran e imponente shaman.
-No más que yo por supuesto.- agregó en sus pensamientos. Hasta su orgullo se inmiscuía en su pensar.
El mirar dorado que todo ese tiempo había estado cerrado se abrió para notar al muchacho de ojos negros sentado a su lado en el piso.
Luego su vista viró a la ventana que había roto.
Seguramente la itako iba a reclamar los daños del cristal e iría a cobrarle una suma exagerada. Lo acostumbrado… tendría pagarlo…
Como llegó su frustración a dominar sus acciones. Él, el todopoderoso Ren Tao, no supo controlar un estúpido impulso de su cuerpo.
Y no sólo hablaba de las repentinas ganas de romperle el alma a alguien. Que desgracia, se estaba mortificando por sus actos.
Suspiró cansado. Estaba harto de tanto pensar… ya no quería hacerlo, pero hacer eso, estaba en esta situación.
Llevó una mano a su frente mientras que sus ojos contemplaban el vendaje de la otra. Esto le serviría de recordatorio.
-Oye Ren.- llamó su amigo.
-Que.- respondió el aludido.
-Hay algo que me he estado preguntando.- comenzó.- Pero quiero que me respondas con sinceridad a lo que te voy a preguntar.
El mirar dorado fue visto en él. – Depende…
-¿Depende…como que depende? – habló confundido el de cabellos celestes.
Tao suspiró y bajó su mano para colocarla en su rodilla reflexionada.
-Olvídalo.-suspiró.- Habla.
El shaman de hielo tomó aire.- Etto…está bien, lo diré de frente….-y el entrecejo se formó en el apuesto rostro.
Por otro lado, el shaman del la cuchilla dorada no tenía la más remota idea de lo que este hombre quería preguntarle. Fuere lo que fuere, él vería como responderle.
-Quiero saber que sientes por ella…
Su semblante no pudo ocultar la sorpresa y un repentino sonrojo fue mostrado. Titilantes sus ojos ámbar lo miraban atento.
Un cabizbajo Horo Horo no le devolvía el ver. Observaba quieto sus manos en puño frente a él.
Se mostró indiferente a lo dicho por el muchacho.- A qué te refie- no pudo terminar, la voz del ainu se hizo escuchar.
-No trates de esquivarme Ren, aceptaste ser sincero…
-Yo jamás dije eso.- intervino en defensa.
El de ojos negros le sonrió.- Pero eso no significa que no lo hayas aceptado.
Apretó sus dientes un momento.
-Contestarás aunque no quieras.- le habló divertido Usui.
-Cállate y no molestes.- le respondió sin ganas y mirando hacia otro lado.
Su sonrisa se volvió risa. Su amigo volvía a comportarse como lo hacía hace 8 años atrás. Como un niño terco y obstinado. Aunque…decía hacer cambiado…seguía igual.
En parte eso le dio gusto. Volvía a hablar con él como antes.
-Anda dime…-insistió el muchacho.
Como rehusarse, podría pararse e irse pero… no había una buena razón para hacer eso. Sería cobardía y él no era ningún cobarde.
-Yo…-artículo palabra.- Yo…- tragó saliba.- Yo-
La dificultada para comunicarlo, le asombraba en parte su estupidez. Como pretendía hacerlo con la persona adecuada si con este hombre, no lograba formar una oración completa.
-Ahhhh!- gritó, sorprendiendo al peliazul. Tao se había llevado ambas manos a la cabeza y la movía en desesperación.- Demonios!
Incrédulo, el ainu parpadeó un par de veces…-Pero, Ren…- le miraba confundido y asustado por la reacción del shaman.
-No molestes, Horo.- quiso pararse pero se apoyo en la mano equivocada. Eso le provoco cierta mueca de dolor que no fue desapercibida por el muchacho.
-Esta es la segunda herida que te provoco después de vernos tanto tiempo…-habló con tristeza Usui a la vez que evitaba el ver dorado.
-No pasa nada.- dijo serio.
-Como está tu brazo.- le preguntó.
-Ya curará, al igual que esto.- mostrándole su mano.
El joven de ojos negro se paró. Limpió un poco su pantalón de los residuos de vidrio que se habían pegado en su pantalón oscuro.
-Es raro que Anna no haya venido…dado el ruido…- comentó Horokeu.
-Hmp. Debe estar haciendo el presupuesto de la ventana…estoy seguro que lo escuchó claramente.- añadió el violáceo.
-Jaja Lo que te va a costar, Ren.- rió el otro.
-No es nada. Nunca lo fue.- respondió simple. Con la idea mental de pagarle la cantidad que quisiese. De todas formas, dinero era lo que menos le faltaba.
-Quisiera creerte.- habló en tono pesado con la imagen de la muchacha pelirosa en su cabeza.
El chino le miró interrogante.
Por supuesto que el shaman de hielo se dio cuenta de eso y rápidamente cambió su semblante.- No nada.- Arregló unos cabellos celestes.- Mejor limpiemos esto…- dijo mirando los vidrios en el sueño de madera.
-See.- respondió cansadamente el chino.
-Ja. Como soy un buen amigo, date el lujo que te ayudaré- señalándose de manera importante, habló el del norte.
Tao alzó una ceja mientras una mirada en desconfianza se formaba en sus ojos.- No te pedí ayuda…
-Lo sé.- de nuevo con porte importante.- Pero lo haré de todas formas.- le sonrió.
-Yo lo ocasioné, yo lo recojo…- se agachó para reunir los cristales. Pero la mano aún le dolía, optó por la otra pero, demoraría.
Usui le sonreía de lo alto.- Terco, deja que te ayudo.
-Tomen esto.- decía alguien a la vez que les pasaba una bolsa de papel.- Para que pongan ahí los pedazos jeje
Ambos muchacho voltearon al origen de la voz. Encontraron al shaman de la tranquila sonrisa parado en el marco de la puerta. El cabello largo y oscuro, le caía en la espalda y los audífonos naranjas le daban apariencia de una vincha.
- Ya gracias.- la tomó Horo y se la daba a Ren para que la sostuviese mientras él recogía los vidrios.
El de nacionalidad china no se atrevía a mirar al rey de los shamanes.
-Al menos fue la ventana y no la casa completa.- comentó en forma de broma el trigueño que había pasado a la habitación y se sentaba en la cama.- Ahí Anna si se hubiese molestado…ay
-Yoh.- llamó serio el violáceo.- Hace cuánto que estabas escuchando.- le soltó directamente.
Horokeu le miró un poco sorprendido. Él si no había notado la presencia del joven afuera de la habitación. El aludido rió con la típica risa y le respondió tranquilo.
-Lo suficiente jeje – un dedo rascaba la mejilla.
-Y luego me pregunto porque tu hijo es así….- dijo sarcásticamente el de ojos dorados.
-Jijiji
-Listo.- habló el muchacho de azulinos cabellos cogiendo y tirando el último pedazo a la basura.- Ahora, como arreglamos la ventana…
-Te estas tomando muchas molestias…es sospechoso.- comentó no de forma agradecida, más bien analítica.
-Y uno que te ayuda, malagradecido.- fingiendo ofensa.
-No te lo pedí.- sonó inocente el joven de la cuchilla dorada, hablando de una forma tan simple y natural.
-Mmmmm- dio por respuesta Usui.
-Jijiji.- rió divertido el otro shaman.
-Cállate Yoh.- dijeron al unísono Tao y Horokeu. Luego se miraron y rieron junto con el rey.
-Jeje, como lo dije. Así debería ser siempre.- susurró entre risas pero no siendo escuchado.
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Se sentía algo intrigada por el ruido que había escuchado momentos antes. ¿qué había pasado? Quería averiguarlo pero justo en ese preciso momento el joven Asakura, le había pedido encontrarse con la itako.
Ahora, eso le consumía en confusión.
-De qué querrá hablar conmigo la señorita Anna…- se preguntaba mientras subía las escaleras en dirección a la habitación de la esposa del rey shaman. – Me parece extraño que la señorita Anna no se haya percatado del estruendo…
Llegó ante la puerta corrediza que separaba el pasillo y el lugar del encuentro.
Llamó tres veces antes de anunciarse.
-Señorita Anna, es Tamao.- dijo en su tono de voz suave aunque algo temeroso.
Escuchó ruidos detrás y la puerta moverse. Ante ella estaba la mujer rubia de gélida mirada.
-No es necesario que toques.- le habló.- Pasa.
-Si.- respondió obediente Tamamura.
La vio caminar hasta llegar a una silla cerca al balcón que había allí. Con una majestuosidad de reina, tomó asiento y perdió su vista en el paisaje de la cuidad.
Con ambas manos juntas y estando aún parada, la jovencita de cabellos rosas todavía se preguntaba que hacía allí.
-Por lo que veo, Yoh te avisó un poco tarde.- comenzó a hablar la muchacha, sin verla.
-Si, el joven Yoh me comunicó que quería hablar conmigo.
-Es cierto, con dos días de retraso pero, lo hizo.- respondió pesadamente la sacerdotisa.
De la cabeza de Tamao, cayó una gotita nerviosa.
-Bueno, iré al punto.- viró su bellos rostro a la pelirosa.- Quería hablar contigo sobre tu desempeño como la madre de Hannah en estos años que no estuve con él.
Le sorprendió mucho que aquella mujer quisiese hablar de eso con ella.
-Dime todo lo que pasó en ese periodo de tiempo, Tamao.- agregó seriamente la rubia.
-Sí, señorita…-agachó su cabeza pensativa.
-Primero mejor, será que te sientes.- le indicó otra silla en la habitación.
Dio unos pasos hacia ella y tomó asiento. Las manos en su regazo se movían involuntariamente.
-Comienza.- le ordenó Anna.
Asintió con su cabeza.- En el momento que tanto usted como el joven Yoh se fueron de esta casa, en ese instante comenzó mi labor. La cual era tomar como papel el comportamiento de la madre del recién nacido. Mejor dicho, copiar su carácter señorita.- se sentía confundida, no quería ya recordar esos tiempos, más continuó relatando.- En el primer año, no hubo ningún problema. Conté con la ayuda del señor Ryu en cuanto a crianza y en lo referente a víveres. Hannah, fue un niño saludable y energético desde el comienzo.- una sonrisa se mostró en los labios de la jovencita.
Anna sintió una pequeña punzada en el pecho.- Continúa.
-Si.- dijo Tamamura.- así como usted me lo pidió, Hannah-chan comenzó su entrenamiento desde muy temprana edad. Exponiéndolo a la compañía de los fantasmas de la pensión. Despertando ya, sus dotes de shaman.- su voz sonaba automática. Cosa que la itako notó.- A la edad de un año, fue poseído por uno de los espíritus. Lo noté cuando, se apareció frente a una de las vecinas flotando por el lugar.- una sonrisa leve fue lo que le mostró la rubia de ojos negros.- Pude solucionar el asunto pero, la vecina se mudó a los pocos días.
-Y Hannah, como quedó después de la posesión por el fantasma.- preguntó interesada la muchacha.
-Me recordó mucho al joven Yoh señorita.- le contestó en sincera sonrisa.- Durmió tranquilo el resto del día. Fue su primer contacto.
-Ya veo. Dime, a que edad comenzó verdaderamente con el entranimiento.
-Cuando cumplió dos años.- respondió viéndola a los ojos.
-Cuéntame.- le ordenó en tono suave.
La de ojos rosas asintió nuevamente.- A medida que pasaba el tiempo, el pequeño Hannah comenzaba a darse cuenta de que era diferente a los demás niños que estuvieron con él. Muchas veces fueron las veces que vino a contarme que veía personas que nadie más podía ver….
-Eso le asustó?
-No señorita. Al parecer se sentía muy acorde con ello.- le aseguró tranquilamente. La itako recobró su postura. Haciéndole un ademán para que continuara hablando.- Fue ahí cuando empezó el entrenamiento serio. Bajo la tutela del señor Ryu, Hannah aprendió un estilo de combate que pese a su edad, dominaba mejor que el maestro. Pero su falta de disciplina e interés, eran caso serio a la hora de entrenar.- dijo suspirando cansada.- Muchas fueron las veces que tuve que castigarlo señorita…
La antes apellidada Kyoyama negó suavemente la cabeza.- No te preocupes, hacías lo que se te pidió hacer…
La de cabellos largos y rosas le sonrió agradecida.- Si señorita.
-Y dime.- le miró suspicazmente.- Durante esos años, no recibiste la visita de ninguno de los demás shamanes…alguno de los amigos de Yoh, talvez…-los ojos negros y profundos, le observaban atentamente.
La poderosa sacerdotisa Anna daba uso a sus ya renombradas capacidades para leer la mente.
Un sonrojo repentino y un semblante de tristeza se mostró en la jovencita.- Si…pero cómo…-se dio cuenta después de haber abierto la boca.- Me había olvidado de que podía leer los pensamientos señorita…-dijo avergonzada.
La itako pasó una mano por sus largos cabellos rubios.- Para serte sincera, sí, leí tu mente. Pero contigo, realmente no es necesario.- le soltó simple.- Realmente no puedes ocultar nada.
Sonrió ante el comentario sincero de la mujer. Más, cabizbaja, recordó a la persona que le hizo una visita un día de nieve.
-Horo Horo no es cierto?
Ella asintió con nerviosismo.
-Y que fue lo que te dijo.
Tamao le miró. Más el ver tranquilo y comprensivo que le mostraba la muchacha, le dio la confianza para contarle lo sucedido. Tomó aire antes de hablar…sus manos no se estaban quietas…
-Y antes de irse, me dijo que me casara con él, señorita.- terminó mirando sus manos.
Anna quedó en silencio pero, no porque se hubiese sorprendido de lo que le acababa de informar la pelirosa.
-Le respondiste.- preguntó la mujer.
Ella negó con la cabeza.- Continué con mi papel inclusive frente al joven Horokeu, señorita Anna. Pero, al parecer, al joven Usui no le importó en lo más mínimo…y eso que fue fría, cruel, indiferente…- sintió un sudor frío y un estremecer de su cuerpo.
La esposa del rey shaman la miraba con cara de pocos amigos.
-Ay, lo siento señorita, no fue mi intención ofenderla…pero.- trató de disculparse la muchacha más la itako le calló.
-Sigue hablando, Tamao.- se controló la rubia y le pidió que siguiera con su relato.
-Si, si…-contestó.- Cuando el joven Horokeu marchó de la pensión. Hannah continuó con sus entrenamientos. A la edad de tres años le impuse la tarea de ir a buscar a los Héroes Legendarios. No fue necesario repetírselo dos veces y emprendió un viaje teniendo como acompañante al señor Ryu.
-Ryu también estuvo con él, al parecer…-habló pensativa la de ojos negros.
El ver de Tamao se enterneció.- El señor Ryu ha cumplido una función de padre que no le fue otorgada pero, el día en que me quedé solamente con Hannah, él se ofreció a llevar esa carga conmigo. No puedo negarlo, el señor Ryu le tiene un especial afecto al hijo del joven Yoh.
- Al igual que a Yoh.- agregó con media sonrisa la otra joven.
-Si.- con otra sonrisa.
La itako de rubio cabello volvió su vista a los altos edificios lejanos que de su balcón se veía.
-Tamao.- llamó ella- He notado una actitud un tanto extraña contigo. No quiero leer tus pensamientos, quiero oírlo de ti…
La de ojos rosas apretó ligeramente sus manos ante el sobresalto, producto de lo que le había dicho la antes llamada Kyoyama Anna. Sus labios vacilaron en abrirse para contestarle y sus ojos bailaban en la habitación.
-No sabría que decirle señorita Anna.- comenzó.- Han…han pasado tantas cosas…-un enrojecimiento de mejillas.- El…el joven Ren…-tragó saliva y la sacerdotisa lo notó.- El joven Ren…y yo...- llevó una mano a sus labios.- Lo siento.- se disculpó de repente.
Anna volteó un poco sorprendida.
-Yo no sé…el joven Horokeu, el joven Ren….no sé lo que está pasando realmente con ellos dos…y eso me mortifica…me angustia que pueda pasarle algo…- decía entrecortadamente, como tratando de acomodar sus pensamientos a medida que su boca los dejara escuchar.
-Estás confundida.- le dijo seria.
-Si señorita Anna.- habló sincera la jovencita.
Los ojos negros de la mujer rubia se entrecerraron un poco.- ¿Qué sientes por Yoh?
Impacto.
El rostro se ruborizó completamente y los preciosos ojos rosas se abrieron a más no poder. Una punzada en su pecho hizo llevar una mano de su regazo hasta allí.
Miró desentendida a la esposa del shaman king.
-Dímelo, no me hagas usar mis medios…-la voz era fría pero de alguna forma no era lastimosa.
Tembló un poco. Le diría la verdad? A la esposa de ese hombre? Que hacer. Sus manos tiritaban y la presión de su cuerpo disminuyó…más su rostro seguía encendido.
-Usted y el joven Yoh han sido las personas más cercanas a mí desde que vivíamos en Izumo.- empezó, asegurando muy bien lo que debía decir. Tambaleó un poco indecisa pero, …- Yo, no… yo no le puedo mentir. Tanto usted como el joven Yoh son lo más preciado para mí. Y me hez…- mordió ligeramente su labio, su corazón palpitaba muy rápido. Como pudo apretó sus manos y cerró sus ojos con fuerza.- Yo llegué a amar al joven Yoh! – dijo casi gritando.
La tranquilidad de la de ojos de frío ver era, extrañamente cómoda.
-Yo…yo lo siento…lo sientoo…- empezó a sollozar sin derramar lágrimas.- No debí…- tapando levemente su boca.- Señorita…yo…
Lo había echo.
Le había dicho a esa mujer, un secreto que por mucho tiempo había callado.
Como reaccionaría ella, acaso se molestaría…era lo más seguro. La comprendería talvez…o probablemente ya estaba enterada…después de todo leía los pensamientos.
Tragó nuevamente saliva sin apartar los ojos de la figura que estaba de costado viéndola.
-Lo llegaste a amar.- citó la mujer.- Ahora, que sientes por él.
Tamamura parpadeó un par de veces. Confundida.
No le había mencionado nada.
Quizá fue desinterés en lo que le había dicho pero eso le sirvió para enfriar su mente.
-Yo le tengo cariño al joven Yoh…pero, no es lo mismo…- se decía más para sí que para la otra mujer presente en la habitación.
No se había tomado tiempo para pensar en lo que sentía por el shaman de trigueña piel y se amable sonrisa. No era amor, al menos no en la misma intensidad.
- A ya veo.- replicó indiferentemente talvez.
Que era lo que sentía por el joven Yoh…. Una ilusión de niña… un primer amor….
Que era lo que sentía por el joven Horo Horo… Amistad… una especie de encanto…
Y…
Que era lo que sentía por el joven Ren… Amistad también? …Un beso en los labios no es de amigos…
Calidez.
Que era lo que en realidad sentía. Se estaba cansando. No entendía como podía estar confundida.
No le llevó tanto tiempo asegurar que había estado enamorada del shaman de castaño cabello.
Cual era la diferencia ahora…cual…
Cada vez más se desesperaba….
- Es fácil diferenciar entre una ilusión y algo verdadero.- habló la rubia desde su asiento, el semblante que inspiraba miedo.
-Pero yo, …, no puedo…lo que siento del uno por el otro, es tan parecido…
Anna rió disimuladamente.
-Al menos al fin admites de que en verdad sientes…sea lo que sea, sientes algo por ellos…- le hizo darse cuenta.
La de rosa ver, la de bello cabello largo, quedó muda.
La mente se le puso en blanco y sintió que los sentidos le abandonaban.
-Yo...yo…- sus labios articulaban palabras que no se atrevía a pronunciar.
-A mi no me tienes que explicar o dar razones de tus sentimientos…por que- pero fue interrumpida por la voz de Tamamura.
-Señorita Anna!- alzaba la voz. Los ojos brillaban intensos.- Usted que lee los pensamientos, por favor…- decía acercándose a la que estaba sentada.- Ayúdeme a descifrar los míos…por favor…- lloraba de frustración, cosa que jamás había echo antes.
Se apoyó en uno de los costados de la silla, su peso daba en el suelo y estando arrodillada, lloraba cabeza abajo.
-Por favor...-susurró.
La sacerdotisa se le quedó viendo. En parte le preocupaba y en parte estudiaba el comportamiento que jamás había visto en ella.
Llorando en confusión.
A una muchacha que siempre sonreía. La tímida Tamao.
Realmente se había perdido de muchas cosas estos años.
Continuará…
Holas
FELIZ NAVIDAD, les deseo con todo mi corazón a las personas que me apoyan y a las que no ..tmb XD disfruten al lado de sus familias y quieranlas mucho
En fin gracias por todoo nos vemos chaufis n.n
