Mira hacia aquí
-No- negó rotundamente sin mirarla. Luego giró su cabeza hacia la ventana.
-Pero…-la voz tímida de la muchacha replicó.
-Que no voy ha hacerlo.- volvió a hablar la itako de rubio cabello.
Tamamura a su lado quedó muda. Quiso insistir pero la muchacha no la miraba. Lentamente se incorporó del suelo en donde estaba. No se había dado cuenta, pero estaba de rodillas pegadas a la madera.
Sintió todo el peso de su cuerpo caer en sus rodillas, como si hubiera estado en un estado de parálisis y ahora, recobraba el andar. Más ese peso era doloroso y en algún sentido, merecido.
No le devolvía el ver por más que quisiera.
Los ojos de la pelirosa aún húmedos, el semblante oscuro a la iluminación de la habitación. El sol jugaba a brindarles rayos inoportunos al rostro para así sacar a relucir el dolor que era mostrado. Deslizó una desganada mano atrás de su cabello para apartarlo de sus ojos.
-Entiende Tamao.- habló Anna.- No es que no quiera ayudarte, pero hay veces en que es uno mismo quien toma sus propias decisiones.- bajó por un momento su mirada antes de girarla a la jovencita.- Tamao…
Mientras tanto la de ojos rosas perdía conciencia estando ahí. El mirar vació y la expresión confusa. Nunca antes, desde que aquella pareja de esposos de fueron, había vuelto a poner esa expresión de estar perdida y extrañada.
Más ahora volvía a sentirse de esa manera.
-Tamao.- volvió a llamar el nombre ahora un poco más fuerte. Habiendo logrado su objetivo de hacerla reaccionar, tamamura parpadeó al ver el rostro severo de la itako.
Negó con la cabeza suavemente.
-Discúlpeme señorita por lo que dije del joven Yoh…-paró un momento. La sacerdotisa sintió una punzada en su pecho, pero hizo caso omiso.
Ya es muy tarde como para sentir celos.
-Olvídate de eso que yo te estoy hablando de otro asunto.- salía a relucir por más que lo trataba de ocultar, ese enojo por lo que había mencionado antes de la persona que ahora era su esposo.
-Sí… señorita.- dijo la muchacha con la cabeza gacha.
La esposa del shaman king se dio cuenta de que había echo una imprudencia. Había olvidado de lo sensible que podía ser esta jovencita.
Desvió sus negros ojos hasta el barandal de su ventana, un ave pequeña de color azul se posó tranquilamente. La antes llamada Kyoyama, se levantó se su lugar y caminó a paso lento hacia el pájaro que permanecía inmóvil como esperando la llegada de la mujer.
Alzó un brazo hacia al frente y de un simple vuelo, el ave se posó en la blanquecina mano de la sacerdotisa.
-Tamao yo no puedo hacer que te crezcan alas como las de este pájaros.- habló mirando fijamente al ave en su mano.- No puedo ayudarte a entender lo que precisamente tú misma deberías buscar respuesta. No puedo entrometerme en esos asuntos.- dijo un poco seca. La pelirosa le miraba como en trance.- Sabes porque no puedo?
La jovencita de largos cabellos rosas llevó ambas manos a su pecho, oprimiéndolo suavemente. Le devolvió el ver de forma dudosa.
Una débil sonrisa se formó en los labios antes rígidos de la mujer rubia.
-Porque creo en que tú serás capaz de afrontar tus problemas y mejor aún, podrás hallarles solución.- le dijo con una mirada que no podría describir como tierna pero que tampoco era de reproche.-
Ahora entiendes, porqué no puedo ayudarte a alzar el vuelo…?- terminó de hablar un tanto apenada.
Tamamura la escuchó bien. Sintió una especie de frío recorrerla entera y sus manos lo comprobaron al tornarse heladas. Sus ojos de rosa color chocaron con los negros fe la muchacha frente de ella.
-Señorita Anna…usted…- tartamudeó un poco Tamao. Una sonrisa comenzaba a aparecer en el delicado rostro, acompañado con un leve sonrojo.
De un tirón echo por el brazo, el ave allí antes posada, emprendió en vuelo con dirección hacia donde el sol se oculta. El mismo, el sol, iluminaba el contorno delgado de la mujer del largo vestido negro. Dándole un detalle enternecedor a su figura…como si brillase.
-Creo que ya no tenemos más que hablar, Tamao.- le dijo la de dorados cabellos en un tono simple.
Parpadeó un par de veces mientras que la sonrisa en su cara crecía un poco más.
La mujer que yacía frente suyo seguía siendo la misma persona que conoció cuando era niña. Una persona bondadosa, que se le hacía difícil expresar sus emociones. Pero que, al fin y al cabo, sólo buscan hacer el bien…aunque a veces sea de una forma torcida.
Hizo una lenta reverencia antes de encaminarse hacia la puerta. De reojo observó a la mujer volver a tomar asiento.
Más, se detuvo al tomar la manija que separaba la habitación del corredor de madera.
Volteó su fino rostro y murmuró en sencillas palabras.
-Muchas gracias, señorita Anna.- dicho esto, giró la manija y cerró la puerta suavemente.
La rubia itako musitó al sol, testigo de lo presenciado, algo inaudible. A lo lejos notó el revolotear del ave que hace momentos liberó.
-Alguien me debe una ventana…- habló divertida. En su mente ya planeaba cobrarle los costos a cierto llaman de carácter impaciente.
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Aún no se había ido del todo. Descanso su espalda en la puerta, con las manos aún en su pecho. Sintiendo cada palpitar de su corazón.
No imaginó nunca, la conversación que podría tener con aquella mujer. Y más, de un tema que no estuviera relacionado con el torneo de los shamanes, algún enemigo del joven Asakura o… del aseo y cuidado de la casa.
Por primera vez, había platicado con esa persona y había obtenido un sabio consejo de la misma. Llegó a una conclusión que quizá tiempo atrás le hubiese dolido.
-"Realmente, ella es la verdadera compañera del rey shaman…"
Suspiró pesadamente para así aligerar sus pensamientos. Recobró su postura y peinó con sus dedos los cabellos que habían caído hacia delante.
-"Es temprano aún pero, será mejor preparar la comida" – pensó.
Dio un paso y a la vez, notó que, aquel peso que antes había sentido, había desaparecido por completo.
Sonrió para sí misma y le echó un último vistazo a la puerta cerrada. Luego continuó su camino hacia la cocina de la pensión.
-"Seguramente- su pensamiento fue cortado al escuchar risas que hacían eco en el corredor.
Sigilosa, avanzó hasta el origen de aquellas risas. Encontrándose frente a la puerta entreabierta del shaman de China. De curiosa, se fijó de quienes eran los dueños.
Sus ojos se abrieron en sorpresa al igual que su boca. Dos personas sentadas en el suelo, una de cabellos violetas oscuros y otra de celestes con negros; junto con un castaño sentado en la cama, reían gustosamente.
La atmósfera que días atrás era densa, se había aplacado por completo. Un ambiente de calma y felicidad era lo único que se sentía en esa habitación. Una cuarta sonrisa acompañó a los hombres.
Tamamura sonreía complacida y en gran parte, agradecida. Ahora, no podía decir que las cosas iban a ser mejores, pero al menos habría paz entre esas dos personas… y eso era lo importante.
Tuvo la sensación de que la observaban, sus ojos vagaron hasta encontrar los tranquilos del joven de largo cabello oscuro. La miró un tanto para luego sonreírle divertidamente.
La había descubierto… y al parecer, era su cómplice en esa felicidad.
Devolvió la sonrisa con cordialidad y se separó de la puerta. Nuevamente dando gracias porque las cosas se hayan solucionado.
Aunque sean por el momento, todo parecía ir bien.
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-Pasa algo Yoh? – preguntó el peliazul al shaman que miraba en dirección perdida.
El violáceo también, paró de reír y se limitó a observar fijamente la puerta. Lo había sentido, la presencia de la muchacha. Allí, tan sólo por un momento pero, estuvo allí.
Frunció el ceño y apretó sus puños con fuerza. Ocasionando un sangrado en la herida. Realmente, esto, le serviría de recordatorio.
-"Tonterías"
Con dificultad se levantó del piso y caminó hacia la puerta. Abriéndola y inspeccionando que no, eso mismo, que no hubiese nadie detrás de ella. Aunque ya fuese un poco tarde para hacer eso.
- Será mejor ver como reemplazas ese vidrio, picudito – bromeó Horokeu harto del silencio que se había provocado.
Tao le miró de reojo molesto e Yoh se levantó de presto.- Tranquilo, tranquilo…-mientras que sus manos se agitaban de arriba abajo.- Con que le pongamos un papel, será suficiente.
-Suficiente, hasta que la itako se entere.- comentó nuevamente el ainu de brazos cruzados y mirando el vidrio roto.
-Tú crees que le tengo miedo.- habló de forma impetuosa el muchacho de dorados ojos.
-jeje calma… de todas maneras, creo que ya Annita está enterada de todo lo sucedido.- dijo el trigueño un con una gotita en la cabeza.
-Mejor, me ahorra tiempo.- dicho esto salió de la habitación.
-jejeje vayamos con él.- rió Asakura mirando al otro muchacho que se había quedado con él.
Quedó callado un momento.
-No querrás pelearte de nuevo, verdad Joto Joto.- rió con más ganas al decirle a su amigo de su antigua forma. Esperando una reacción que vino en carcajada.
La risa fue apagándose poco a poco hasta verse en una leve sonrisa.
-Creo que será mejor ir con él- metió una mano al bolsillo del pantalón de color negro y siguió al otro shaman que ya se le había adelantado.
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Bajó las escaleras silenciosamente. Se extrañó de que no hubiese visto a Hannah correr por la casa o al joven Ryu que siempre aparecía de improvisto, sorprendiéndola…además de asustándola.
No se había dado cuenta del correr del tiempo cuando estuvo en esa habitación. Apoyó una mano en el barandal de la escalera y con la vista buscó algo que llamase su atención en ese momento.
Lo encontró.
De vista de frente, divisó al shaman de la risa junto con el motivo de su "preocupación. Hannah estaba sentado de forma muy infantil y le miraba con sus ojos negros brillantes. De vez en cuando reía muy despacio…como tratando de no hacer ruido.
El hombre moreno también le imitaba.
Mostró una delicada sonrisa antes de entrar a preparar los alimentos. Estando allí, empezó su labor.
No tenía ningún pensamiento que la entristeciera o preocupara.
Mentira.
Había un pensamiento en especial que por más que trataba no podía dejar de lado. Una cálida sensación que se apoderó de sus labios "sin permiso". Sonrojándose al recordar la profundidad de esos ojos dorados sin brillo. Exclusivos sólo para ella.
Sintió un temblor en su cuerpo. Un escalofrío muy acogedor. Dejó el utensilio que sostenía en la mano y la misma, la llevó a sus labios. Los tocó y dejó ahí.
Sus ojos rosas se entrecerraron y un rubor rosa reinó en sus mejillas. Su vista se nubló por unos segundos antes de percatarse de una segunda persona en el mismo lugar. Volteó, ya recuperada del sonrojo y sonrió al recién llegado.
-Joven Lyserg.- nombró ella en forma de saludo.
Este había estado desde hace un buen tiempo observando a la muchacha de espaldas. Desde la conversación a la hora del desayuno. Llamó nuevamente su atención la insistencia de la mujer por saber de Tao pero, hizo caso omiso. Luego notó con sorpresa que ella no se encontraba por ningún lado. Buscó y escuchó de la boca de Asakura que la pelirosa había ido a platicar con la sacerdotisa.
Le extrañó de sobremanera eso pero, si lo decía el rey de los shamanes, debía ser cierto.
-Hola Tamao.- respondió el saludo desde el marco de la puerta en donde estaba.
-Desea algo? – preguntó dulcemente aún sonriéndole.
-Nada, gracias.- contestó moviendo la cabeza en ambos lados. También de la misma manera.
Le dio una tercera sonrisa antes de continuar sus labores. Ahora ya no podría distraerse.
El detective la siguió contemplando con sus ojos verdosos. Está bien. Había renunciado a ella con cierta facilidad. Ese jovencita le había encantado...por su inocencia y sencillez. Más ahora, esa misma inocencia que lo había cautivado se le hacía… demasiado.
No podía decir que no la quería pero, podía decir que ya no tanto.
-El almuerzo estará dentro de una hora, joven Lyserg.- habló como queriendo amenizar el silencio.
-Eh, si.- dijo el de cabellos verdes aún en su embelesamiento.
Caminó hacia la mesa de centro, arrimó una silla y se sentó a hacerle compañía a la de ojos rosas. Apoyó ambos brazos en la superficie de la mesa.
-Tamao.- llamó el shaman de la radiestesia.- No es por ser entrometido pero, te he notado un poco desanimada en estos últimos días…-empezó el joven captando ya la atención de la otra persona.
-Ah…si? – respondió confundida.
-Si.- contestó sincero. La curiosidad demandaba respuestas y él las buscaría. Aunque tuviese que tratarla como una especie de sospechoso.- Por eso mismo…quería preguntarte si hay algo que te molesta o incomoda…
Tamamura dudó en responder.- No pasa nada, joven Lyserg.- intentó sonar lo más cierto posible. Pero, su oyente le superaba en astucia.
El detective le miró de forma condescendiente.
-Está bien, no tienes que decírmelo si no es lo que deseas.- habló él. Tamao depositó un vaso de agua en la mesa. El joven lo vio.- Gracias…
-No hay problema, joven. Lo veía sediento.- respondió en bella sonrisa. El shaman de cabellos verdes le respondió de igual manera.- Para serle sincera joven…-comenzó a hablar la muchacha cuando le dio la espalda.- Había un problema que no abandonaba mis pensamientos… - se detuvo un instante, pensativa.- Usted joven, estaba en lo correcto.- volteó a verlo de nuevo, con la sonrisa que tanto agradaba al hombre.
Parpadeó.
-Lo estaba…? – dijo en voz alta algo confuso.
-Si. Pero, ahora todo esta mejor. Hablé con la señorita Anna y, de alguna forma, ahora lo veo todo más claro.- dijo con entusiasmo en su voz.
Quiso preguntar más pero¿era necesario? Realmente no le interesaba lo que le hubiera dicho aquella mujer rubia pero, estaba agradecido de que la muchacha que sus ojos veían, volviera a sonreír con tanta vitalidad.
-Que bueno.- replicó antes de dar un sorbo al vaso.
Tamamura continuó cocinando.
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Bajó las escaleras muy seguro de adonde iba. No era muy difícil saber el lugar en que ella podría estar a estas horas del día. Muy sencillo, la cocina.
Sabía que tanto el shaman del hielo como el otro, lo seguían. Pero no le importó.
Tuvo la necesidad de verla y aclarar de una vez todo lo que sentía. No en vano había viajado de tan lejos trayendo algo que supuestamente debía solucionar su falta de afectividad.
O mejor dicho, su incapacidad de decir lo imposible. Según él, claro.
Llegó a donde tenía planeado ir. Se posó en el marco de la puerta, si ser visto, escuchó la pequeña conversación que había sostenido el shaman de la radiestesia y la joven pelirosa. Sintiéndose al principio sumamente fastidiado de que ese hombre estuviera con ella, dejó pasarlo y continuó oyendo.
Como era posible que ella le hablara tan gentilmente y le sonriera con tanta facilidad. No era su vista lo que lo engañaba, era su corazón. La realidad que dejó pasar al igual que esta conversación.
Ella le sonreía de esa manera, a todos.
Si hacía un gesto con él era por eso mismo, pura amabilidad. Si no le dijo nada, fue por comprensión. Una bondad incomprensible para él y que lo confundía en demasía.
Como saber si no farseaba delante suyo. No podía adivinar lo que estuviese pensando, podría malinterpretar y salir dañado.
Aunque, quien le decía que podía salir herido… conociéndola, era imposible que ella dañase a alguien… es demasiado buena…
-Vas a estar ahí parado o vas a…dignarte a moverte de una vez.- la voz gélida, que fácilmente podía competir con la suya, se escuchó tras de él. Giró su rostro y logró captar a la itako con un claro gesto de molestia en sus ojos.
-Annita! – llamó el trigueño apareciendo de repente en la escena.- En que momento saliste, no te vi bajar. – sonriendo a su esposa.
Ella le miró con los profundos ojos que se manejaba.- Pero si pasé por tu lado e inclusive me saludaste Yoh…- respondió de forma simple.
-Ah si? – contestó el rey shaman riéndo aún más.
Su vista volvió al chino.- Te vas a mover.- demandó.
-Pasa, pasa.- dijo sin hacerle caso y de mala gana.
La sacerdotisa rubia frunció el ceño más, luego sonrió en sorna.- Lo que estás viendo debe ser realmente interesante…que será- y pasó por su lado entrando a la cocina.
Tamamura se sorprendió al ver a la muchacha allí. Diethel saludó cordial a la recién llegada.
-Lyserg no sabía que estabas aquí junto con Tamao.- habló maliciosa la joven a sabiendas que el violáceo la estaba escuchando.
Amablemente el detective le explicó que no tenía mucho tiempo ahí pero al encontrarse con Tamao decidió hacerle un poco de compañía. Cuando mencionó lo de compañía, lo hizo mirando a la de ojos rosas, que se ruborizó cuando notó posarse en ella esos ojos casi seductores.
-A que bien.- replicó la mujer de ojos negros.- De seguro Tamao lo habrá pasado bien contigo.- dijo con una sonrisa muy leve pero con claras intenciones.
-No sé eso.- habló el hombre riendo sutilmente.- Pero, yo la pasé y paso muy bien con ella.- sonrió en complicidad al darse cuenta de esas intenciones. Él también había sentido la presencia del shaman de la cuchilla dorada y deseaba fastidiarlo un poco.
El muchacho del otro lado de la puerta sostenía un puño en el aire y lo aprisionaba con fuerza. Ambos personajes se habían puesto de acuerdo a molestarlo… y lo peor era que ni en su cara lo hacían.
-La coquetería se la dejo a Ryu…pero esto ya es suficiente…- pensó Tao con fastidio.
Sintió una mano posarse en su hombro y al rey shaman sonriéndole calmadamente. Quiso voltear pero algo le sujetaba la mano.
Miró primero en esa dirección.
-Hannah? – dijo un poco incrédulo.
-Hola Ren! – saludó el niño con la vitalidad de siempre.- Donde estabas en el desayuno Ren! – preguntó gritando. Atrajo la atención de las personas que se encontraban en la otra habitación.
- En mi cuarto.- le habló con simpleza y lo dejó de mirar. Ahora concentrándose en el menor de los hermanos Asakura. Más se sintió nuevamente embargado por un par de ojos negros debajo suyo.- Que…
El infante de rubios cabellos no dejaba libre la mano del joven de nacionalidad china.
-Que hacías ahí.- le preguntaba con toda naturalidad.
-Durmiendo.- secamente respondió.
-Porque
-No te voy a responder.
-Pero porque.-insistió el niño.
-Yoh…-musitó el de ojos dorados al padre del pequeño.
El de larga cabellera oscura sonreía muy tranquilo ante lo que veía. Se había apartado un poco para observar mejor.
- Responde.- volvió a hablar el hijo del rey shaman.
Tao perdía fácilmente la paciencia con aquel chiquillo. Al igual que con el padre.
-Hannah no es bueno andar interrogando a las personas.- habló un hombre de cabellera rubia castaña.
-Tío Manta! – así como apareció. Hannah corrió y trepó en los brazos del joven Oyamada.
-Manta, hasta que por fin te apareces.- intervino bajando de las escaleras, Horokeu Usui.
-Tuve que salir por un par de horas después del desayuno. Llamó un cliente y tuve que atenderlo.- respondió con el niño en brazos.
-Oigan!
Las cabezas de todos los hombres allí reunidos se ubicaron en un solo punto. La antes apellidada Kyoyama, les veía molesta y con una mano apoyada en la puerta.
-Están haciendo mucho ruido. Porque no vienes aquí y ayudan a Tamao con la comida.- dijo casi gritando.
-Pero Anna, sólo estamos saludando.- de donde estaba, Asakura le contestó.
-El que ayuda, come.- fue lo único que mencionó antes de cerrarles la puerta a todos los presentes.
….
-Eso la incluirá a ella supongo.- comentó Horo ya estando junto con sus amigos.
-Eso creo.- contestó desganado el de ojos ámbar que los tenía cerrados.
-Entonces…-Mattel se les había unido en la interrogante.
-¿Ayudamos?
-Ayudamos.- replicó sonriente el rey de los shamanes al cruzar por la puerta que daba a la cocina.
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Rápidamente atardeció en la pensión Asakura.
La joven de cabellos rosas se había sentido un tanto preocupada al verse desplazada de su puesto con encargada de las comidas en la pensión. Vio con miedo y alegría como los shamanes le ayudaban. Algunos torpemente pero hacían su mejor esfuerzo.
Más, le sorprendió lo diestro que podía ser el violáceo es asuntos culinarios. Cortaba y picaba los alimentos con un cuidado y precisión propios de un cocinero profesional.
-"Será por tanto maniobrar con su cuchilla…"- pensó divertida a la par se imaginaba al muchacho practicando esos artes con su herramienta de combate.
También otro que le había sorprendido era que tanto Diethel como la sacerdotisa (aunque ella no fuese sorpresa) no hacían nada más que estar platicando cómodamente en la mesa de centro. A vista de los demás hombres que miraban con odio al detective.
Había sido un día con un comienzo algo difícil pero, que al final de cuentas, otro buen día en la vida de todos los de la pensión Asakura.
La pareja de esposos habían salido junto con su hijo a dar un paseo que, desde que llegaron se volvía una rutina para los tres. A Ryu no se le había visto desde el desayuno, sólo Dios sabe a dónde habrá ido.
Fue a la terraza que había en la antigua casa. Donde los rayos del sol desteñían ya las de por sí viejas tejas de la misma. Con cuidado de no caerse y causar problemas, quiso como nunca sentarse ahí y contemplar al astro solar en su magnificencia.
Apoyó una mano en la ventana más cercana y salió por ella. Pisando con, de nuevo cuidado, las tejas. Estando ya en equilibrio caminó un poco poder buscar un buen lugar para sentarse.
Y lo encontró sin buscarlo.
Recostado, de ojos cerrados y ambas manos en la nuca. El joven de cabellos un poco largos de color violetas, descansaba en el sitio donde ella quería estar.
Su corazón dio un brinco y palpitó rápidamente en su pecho. Respiró hondo, no era momento para sobresaltarse por eso. Debía calmarse y … acercársele?
-"Joven Ren…-pensó estando cerca del muchacho.- …voy? Pero, y si está durmiendo…no lo quiero despertar…no se mueve…debe estarlo entonces…mejor me voy…- quedó viendo el perfil del guerrero iluminado por el naranja de los rayos. La pelirosa giró sus ojos al sol.- es un bello atardecer…"
-Vas a estar ahí parada o vas a dignarte a moverte de una vez.- citó a la rubia de forma divertida. Pero claro, su tono de voz no lo era.
-Oh joven…discúlpeme, no quise molestarlo.- dijo la jovencita, creyendo que aquel hombre estaba fastidiado.
-Algún día dejarás de disculparte por tus acciones.-dijo secamente.- No es necesario, sabes?
Ella se sorprendió un poco.- Lo siento…-el ambarino la miró reprochadoramente.- No quiero decir…-juntó ambas manos delante de ella.- No puedo evitarlo…es un defecto creo-dijo sencilla pero en tono triste.
Tao suspiró y cerró de nuevo sus ojos.
-O una virtud, quien sabe.- se volteó dándole la espalda a la pelirosa.
Ella sonrió ruborizada.
-Qué haces aquí.- preguntó sin mucho interés el violáceo en su posición.
-Sólo quería, aprovechando que no tengo nada por hacer… venir a contemplar el atardecer…- dijo. Su vista se desvió al astro que se ocultaba tras de los edificios.
-Ah…- respondió dando a entender que la escuchaba.
-Y usted joven?
-Pues, yo- calló al percatarse de que la muchacha se movía en su dirección. De sentó de presto.- Oye ten cuidado.- le previno casi en grito.
Tamamura caminaba con dificultad sobre las tejas.- Estoy bien.- le respondió dulcemente.
Él la miró con duda y no siguió hablando. Muy atento en caso de que la muchacha perdiera el equilibrio.
-Joven Ren, no me mire así. Hace que me ponga nerviosa.- le habló entre risas, no conciente en lo que había dicho.
Tao que estaba atento, se ruborizó completamente. Tapó sus ojos sorprendidos con el flequillo de su cabello.
Tamao le miró desentendida más seguía avanzando. Pero, paró en seco. Ahora que analizaba sus palabras…había dicho algo inapropiado.
Llevó ambas manos a su rostro ruborizado y lo tapó para que él no lo viese. Seguía caminando.
-Bueno…yo lo que quería decir…- tartamudeaba y eso no lo ayudaba. Tao dejó de ocultarse y la miró desesperanzado. Ella también bajó sus manos y sus ojos chocaron con los ámbares de él.
No encontraba las palabras para expresarse.
-Tampo…tampoco quiero…quiero decir…que …que…ayyyyyyyyy.- En su caminar tropezó con una teja salida, perdiendo el equilibrio y resbalando entre las tejas.
Rápidamente, Tao detuvo la caída empujándola antes de que llegase al filo del techo. Cayendo él en el lugar de la pelirosa.
Ella había cerrado sus ojos desde que perdió balance. Sólo sintió que dos manos tomaban sus hombros y le brindaban impulso en la dirección contraria en la cual iban. Los abrió estrepitosamente al ver quien había provocado eso.
-Ren! – Gritó al verlo caer de espaldas.
Ni bien tocó la superficie áspera de las tejas, se levantó como pudo. Sin importarle si eso le costaría caerse. Se arrodilló ni bien llegó al filo del tejado.
-Es la segunda vez que me llamas por mi nombre…me pregunto si habrá una tercera.
Sus ojos se abrieron más de lo acostumbrado al ver al muchacho que, sostenido con una mano y dejando que su cuerpo se balancee en el aire, no había caído como ella pensó.
-Joven Ren…-susurró la muchacha aliviada. Se había llevado un gran susto.
Él la miró con ese par de ojos dorados que era poseedor.
-Y ahora porque no me llamas por mi nombre…-le soltó de frente.
-Lo siento joven…yo…que? – dándose cuenta lo que había dicho el hombre. Un ligero tono rosa se formó en las mejillas.
-El día que te olvides de las formalidades y de disculpas sin sentido, me llamarás por mi nombre…- suspiró resignado y de un impulso, seguido con una vuelta en el aire, sus pies se posaron al costado de donde ella estaba arrodillada.
Había quedado muda e intranquila.
-Ten más cuidado.- le dijo, caminando para irse.
Ella no podía dejar que el joven violáceo se marchara estando molesto con ella.
-Espera…-tragó saliva y aprisionó sus manos fuertemente a su lado. Tao paró en su caminar.
Tamamura, tomando precaución, se levantó y giró a verlo. Su cabeza estaba gacha ante él.
-Si tengo que dejar de lado las formalidades para llamarlo por su nombre, lo haré.- habló en tu tono poco común en ella, determinación. Alzó un poco su cabeza.- Pero usted también debe hacer lo mismo sabe? – dijo un tanto divertida.
Él y su rostro serio…que no tardó en cambiar de color, tembló disimuladamente.
-Eso quieres que haga.- dijo.
Un casi inaudible "si" fue dicho por la pelirosa.
El muchacho de la China dio media vuelta. Esta reacción desanimó completamente a la muchacha.
Aceptó el trato y de reojo…
- Entra que pronto anochecerá… Tamao.- habló claramente colocando un dulce énfasis al decir el nombre de la jovencita.
Está sonrió ampliamente a la espalda del violáceo de ojos dorados. Completamente sonrojada y con las emociones a punto de desbordar su cuerpo. Y ni hablar de su corazón, los latidos incontenibles y de incontables palpitaciones.
No tardó mucho ese estado de emoción ya que él, siguió caminando.
Ya no aguantando más las ganas que nacían de su pecho, una amplia sonrisa… la más hermosa que tenía, la dedicó solamente a él…
-Ren! – llamó ella.- Muchas gracias!
Él sintió un sobre salto y por un milésimo de segundo perdió el balance de su cuerpo. El llamado de su nombre…dicho por ella…
No se dio tiempo a disfrutar esa sensación, lo haría después. Y entró a la pensión por la ventana que hace momentos antes, había entrado la muchacha.
Mientras que ella sólo tuvo tiempo de dar una última disculpa.
Al sol que, su principal intención fue venir a verlo pero no resultó así.
Y también una última formalidad.
Al sol, por darle esta oportunidad de avanzar un poco más. Estar ya más cerca.
La distancia cada vez se acorta más… sólo hay que dar un empujoncito al destino y arreglar uno mismo sus encuentros.
Pero esta vez… el destino, que muchas veces ella hubo odiada, jugó su mejor ficha… y la ayudó más que en toda su vida.
El día de hoy había sido uno con muchas sonrisas.
Fin del cap
Quejas de mi retraso, felicitaciones por mis locuras jejej dejen reviews sip? Muchas graciass, por tomarse la molestia de leer mi fic y aguantar mis constantes faltas uu hasta otra…tratare de no demorarme mucho :P chaufiss
