Disclaimer: Shaman King no me pertenece, ni sus personajes y mucho menos su historia. Ya todos saben quien lo creó n.n jeje
Dedicatoria: Para mi querida onee-chan, tmb para mi amiga del guaro alegre y de la hueva eterna xD, tmb para ti ángel, y para todos aquellos que me apoyan en este intento de fic n.n Muchas Gracias
Y tmb para el amor de mi juventud, que me apoya en mis asuntos...como suele llamarlos con sus comentarios de poco provecho pero que al fin y al cabo significan mucho para mí. Que sería sin tu ironía y tu maltrato diario xD…
Ahhh verdad Tmb va para ti,…Kazune-kun. jajaja
El olvido sin salida
Comió rápidamente y sin dar explicaciones, se fue a su habitación.
Se sentía inquieto. Aún estando en la misma mesa con ella, sentía posarse en él las miradas rosas. Los sonrojos que en su rostro provocaban, mezclados con cierta…molestia.
No estaba acostumbrado a recibir ese tipo de atención.
Subió las escaleras con prisa, seguido por su espíritu acompañante que de vez en cuando lo interrogaba, preocupado por estado. Pero, siempre era mandado muy lejos por el muchacho de cabellos violetas.
Abrió y cerró la puerta con brusquedad. Aproximándose a la cama y tirándose a ella. Con la cara pegada en la almohada, ahogó la frustración de la que sí ya estaba acostumbrado.
¿Porque sentía aún ese sentimiento si ya todo parecía haberse resuelto?
¿Porque no podía por fin dormir tranquilo cuando ya no había preocupaciones o idioteces rodando su cabeza?
¿Porque tan sólo no podía dejarse llevar…?
Se dio vuelta y quedó mirando el techo. La mitad de su rostro era tapado por la oscuridad de la misma habitación y media sonrisa formaba sus labios. Sus ojos ámbar entrecerrados, aburridos, melancólicos… Una soledad inexplicable.
¿Porque aún se sentía de esa manera, solo…?
Llevó inconscientemente una mano a sus labios un poco abiertos. Su boca sentía una sed y unas ansias que jamás había sentido antes. Con mucha dificultad, más bien desesperación, sus labios habían pronunciado en una palabra lo que hace mucho quiso expresar en oraciones.
Y esa palabra era tan sólo un simple nombre.
-Que estupidez…-murmuró.
Estiró ambos, brazos y piernas, se sentía estresado. Acomodó la almohada, la sentía de piedra, y cerró los ojos con pesadez. Tratando de conciliar el sueño que por varias noches tuvo perdido.
-Yo lo hice porque ella me lo pidió…no porque lo quisiera así…-repetía constantemente a medida que el sueño lo vencía. Una imagen mental de la muchacha de largos cabellos rosas fue dibujada en su mente.
Un último pensamiento antes de caer rendido a la almohada.
No quería que sus sentimientos afectasen su forma de ser. No quería que eso lo cambiase. Nadie le advirtió de que podía hacerlo, cambiarlo.
¿Porque no todo podría seguir un ritmo sin alterar el transcurso de su persona…?
Porque tendría que sonrojarse o alegrarse, emocionarse o preocuparse… porque no simplemente todo continuaba como lo había echo hasta ahora. Era hora de ponerle un basta.
Es lo que ella causaba en él, lo había aceptado. Sus,…sentimientos, los había vuelto parte de sí.
Lo que lo enfermaba era, el hecho de haberlos aceptado con facilidad. Sin objetar…como si fuera algo tan posible especialmente, para alguien como él.
Tanta facilidad…para alguien tan problemático.
Abrió un poco sus ojos y viró su vista a una cómoda que estaba frente a su cama. Sobre ella había una pequeña caja color negro (1). La misma que había traído y cuyo contenido podía marcar definitivamente un aspecto muy importante en su vida.
Dejó que Jun, su hermana se la diera. Para que, según ella, tomase una decisión antes de que se le acabasen las oportunidades. Su hermana fue la que la diseñó, para que él la diese a la persona que considerase más importante que ella.
Esas fueron sus mismas palabras. Más importante que ella.
Sonrió con cinismo. Su hermana era muy importante para él, más, encontró a alguien que la superase. No sentía que la estaba traicionando ya que ella, le había dado una especie de "permiso".
Quiso reír ante sus pensamiento, si seguía así no dormiría hasta dentro de un par de horas.
No quitó los ojos de aquel paquete. Suspiró resignado, cansado…ya vería como resolvería "eso".
Ahora sólo quería dormir. Sin despegar sus ojos dorados de su objetivo, los fue dejando caer poco a poco, en su mente llena de imágenes, un nombre que se repetía constantemente resonaba en su cabeza.
Sirviéndole de arrullo a medida que perdía conocimiento.
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El sol emergió entre los altos edificios que se veían en el horizonte. En la colina Funbari se respiraba un aire limpio. Libre de contaminación y desperdicios.
Un cielo despejado, unas nubes pomposas, claridad y los rayos que comenzaban a emanar del sol, indicaban un día fuera de contrariedades. Cálido y radiante.
Dentro de la pensión, un aire tranquilo se respiraba. Era muy temprano en la mañana y uno de los habitantes ya se encontraba despierto.
Yoh Asakura, el rey de los shamanes, había dejado las comodidades de su colchón y había salido del cuarto, dejando a su esposa e hijo que durmiesen un poco más.
Fue a meditar.
En los años que estuvo fuera, largas horas de concentración en su yo, le sirvieron para llevar a carga que ahora pesaba sobre él. Su gran sueño.
Ahora era el Shaman King.
Una vez de niño, se prometió así mismo que se convertiría en semejante imagen para llevar una vida tranquila. Sin nada que le preocupase, una vida sin obligaciones…
Al menos eso fue lo que le dijo a su abuelo.
Más sus verdaderas intenciones, no eran solamente esas. Oculto en un viaje a Aomori. La verdad tras esa cara bella, fría e indiferente, se hallaba su solitaria y triste verdad. Su motivación a ser el rey shaman.
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Aún lo recuerda.
Ese día en la fría noche. Él siempre tan relajado. Ella siempre tan a la defensiva. Viendo ambos la televisión. Sus programas favoritos. Como diciendo, para conocerse mejor.
Sirvió.
Él pudo descifrar tras esa capa de hielo y la mirada de odio, se escondía una jovencita temerosa de ocasionar daños y causar dolor en las personas. Alejarlas era lo mejor que podía hacer. Decirles palabras crueles, llenas de odio…para así no sufrir ella tampoco.
No funcionó en él. Fue todo lo contrario, lo atrajo más. Que podía hacer, se enamoró a primera vista…
"Para que los deseos sean cumplidos, ir a los templos a rezar a comienzos del año nuevo puede ser muy efectivo…"
Más ella no quiso entender porque él se empeñaba tanto en formar una relación con ella, si lo único que iba a traerle era dolor y posiblemente, la muerte. Así como la trajo a su familia. No era casualidad que ella fuese la única sobreviviente…
Todo era su culpa…por su maldita habilidad.
"Decirles tus deseos a los dioses a principios del año – Pero, no para pedir protección sino para fijar una meta para uno mismo."
Se empeñó en que no se iría de su lado. Se quedaría con ella pese a que lo que le dijese. Lo haría. No tenía porque haber motivos para hacerlo. Él mismo lo dijo en ese momento. Lo hacía porque simplemente le nacía.
-Porqué te empeñas tanto en tener una relación conmigo! – le gritó ella ese día. Él avergonzado, giró su cabeza con un rubor en su rostro,
Pero ella, astuta, utilizó su "maldito" don. Leyó sus pensamientos y averiguó la verdad. Al saberla, la desequilibró totalmente y la hizo sonrojar al extremo.
Un ruido sordo se escuchó y un muchacho con una mejilla muy sonrojada se mostró.
"Por ejemplo, que sería lo que quisieras hacer este año o que quisieras convertirte. Tener un acuerdo con los dioses – no tener ninguna relación con nadie – tener un corazón libre…"
Le cerró la puerta en la cara. Dejándolo apenado y en parte meditabundo. Apoyó su pequeño cuerpo en la superficie de la puerta y quedó escuchando las palabras que de la boca del muchacho salían.
"Pienso que – a ti te gustaría sellar ese poder tuyo, verdad"
Ella no quería escucharlas. Se oponía totalmente a sufrir y hacer sufrir. Seguiría con la mascarada hasta su muerte. Claro, si era posible que muriera.
"Debe de haber una forma. Si tú en verdad no puedes estar frente a una multitud y accidentalmente llamas a un Oni…"
Apretó sus pequeñas mano a la par bajaba su cabeza. Dejando que unos cabellos rubios tapasen su cara. Aquella puerta la separaba del jovencito que, sin sentido, hablaba. No había forma de escaparse de su maldición…era mataría a quien se acercase a ella.
Su habilidad para atraer el odio y todo sentimiento negativo de la especie humana y darle forma…un Oni. Un demonio sediento de venganza…como ella.
"Sólo huyamos los dos muy lejos…Incluso si, las oraciones no pueden calmar ese poder tuyo al final, no importa…"
Él continuó hablando. Su vista fija en la puerta frente suyo. Su forma calmada no se iba y la serenidad en sus palabras la atormentaban. Pero, lo último dicho, la dejó en blanco.
A aquel Asakura, no le importaba arriesgar su vida…sólo le pedía estar con él…
Giró su rubia cabeza hasta dar frente a la puerta cerrada. Su mirada atónita y expectante. Incrédula a lo que iría a escuchar.
Yoh Asakura sonrió.
"Si eso pasara, tan sólo espera que yo me convertiré en el rey shaman y haré algo con respecto a eso."
Anna Kyoyama palideció de asombro.
"Gracias a Dios que estamos hablando a través de esta puerta corrediza- risita.- Yo quiero ir y recibir la llegada del año nuevo, será mejor que no te vayas a dormir"
Ella apretó ambas manos en su pecho, y cerró sus ojos con fuerza. Unas lágrimas amenazaban salir.
"Estaré esperándote"
Las dejó caer a ambos lados de su frágil cuerpo y, estando allí de pie contra la puerta, lloró. Su rostro se relajó de su frustración y una tristeza que comenzaba a esfumarse.
Se sintió también agradecida de que fuese esta puerta lo que los separase en ese momento.
"Si…- contestó ella en un susurro muy profundo."
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Aún portaba sus peculiares audífonos en su cabeza. El recuerdo de su niñez que jamás iría a cambiar. Su figura, su rostro había variado pero, él seguía siendo el mismo…
Su cabellera había crecido. Mejor dicho, lo habían obligado a dejarla crecer…costumbres de apaches, las cuales él, aunque fuese el shaman king, no retaría. No es su estilo.
Estaba tranquilamente sentado. Sintiendo el calor del sol en su rostro a ojos cerrados. Una tenue sonrisa en su rostro. Más relajada…extrañaba su hogar.
Abrió sus ojos al sentir una presencia conocida para él, llegar y posarse a su lado en sumo silencio.
Él sonrió más y volvió a cerrar sus ojos.
-Pensé que te había dejado durmiendo…-habló a la figura a su lado.
No le contestó. Respiró profundo al silencio que su esposa le ofrecía. La bella y esbelta figura sentada a su costado, le daba más calma. Y ese silencio, le hubiera incomodado en otras ocasiones…pero…
Si era aquella mujer que se lo ofrecía, lo aceptaba más que gustoso.
Sintió un peso sobre su hombro pero no se sobresaltó. Por el contrario, pasó un brazo por los largos cabellos hasta posarlo en un hombro delicado.
Aún con sus ojos cerrados, repasó en su memoria unos cuantos recuerdos de su niñez. Sonriendo a cada uno de ellos con diversión y añoranza.
Giró su rostro sonriente a la joven apoyada en él. Esta viró su rostro hasta darle encuentro.
Quien pensaría que esta mujer, al conocerla, lo primero que le diría, sería… que se muriera…
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Fueron transcurriendo las horas hasta que cada miembro de la pensión se hubiera levantado.
- Fue la mejor noche que he pasado en mi vida…-comentó un muchacho de cabellos azules despeinados mientras se estiraba de brazos.
-Que bien duerme uno con la conciencia limpia.- agregó el joven que lo acompañaba a la desayunar.
-Mmmm, estoy de buen humor…no te haré caso, sólo por esta ocasión.- dijo simple el hombre, mirando al violáceo que había hablado.
Este le miró con dejo de sorpresa falsa.- Hoy va a llover.- y con su mano hizo el ademán de caer lluvia.
El ainu le observó desafiante y a punto de contestarle algo.
-Que rápido pierdes, tu "buen humor" Horo.- le dijo el de ojos dorados con sorna.
No queriéndole dar la razón, respiró hondo y saludó al hombre que recién salía de su habitación.
-Hola muchachos.- saludó cordial del inglés cuando los vio caminar por el pasillo.
-Hola Lyserg.- dijo cansadamente el peliazul.
El de cabellos verdes parpadeó un poco.- Te sientes mal Horo Horo, no dormiste bien? – preguntó un poco preocupado.
Ren Tao sonrió burlonamente.
-Te callas.- al chino.- Dormí perfectamente.- le dio un énfasis a la palabra que hizo dudar al detective.
-Bueno.- concluyó, para así seguir caminando.
Los tres jóvenes bajaron las escaleras. Dos conversando y uno en silencio. Encontraron para su sorpresa al shaman de la sonrisa tranquila ya despierto y a su esposa, ocupada en la cocina.
-Yoh.- saludó el ambarino pasándolo de frente.
-Ren.- le contestó en aparente la misma solemnidad que el hombre había usado.
Lo vieron irse. Horokeu se acercó al trigueño.- Desde que salió de su habitación esta así.- comentó con un poco de molestia.
Asakura sonrió.- Hola Horo, Lyserg.
-Yoh.- respondió el de ojos verdes.- Al parecer Ren si tuvo una mala noche.
-Jejeje
-Cierto.- agregó el del norte.- Anoche también estuvo con un carácter…
-Jejeje.
-Yoh, que no dices nada? – preguntó el detective intrigado que de que el joven rey sólo riera a sus comentarios.
-Vamos a desayunar.-dijo. Yendo por donde hace unos momentos fue el de ojos ámbar y fría mirada.
Ambos sujetos se miraron. Sospechando de la actitud del muchacho trigueño. Más lo siguieron.
Ya en la cocina, observaron maravillados como la joven de cabellos rosas le indicaba a un pequeño niño rubio el lugar de los utensilios en la mesa. Ambos muchachos se sonrojaron al ver como la pelirosa dulcemente le explicaba al heredero Asakura.
Desearon ser él.
-Bueno días joven Horo, joven Lyserg.- saludó la muchacha cuando se percató de la presencia de ambos shamanes.
Los dos saludaron al unísono sin percatarse de que lo habían echo. Horokeu notó que Tao no se hallaba en el mismo lugar.
-Y Ren, que no entró..?
-Entró, nos vio y se fue por la puerta de servicio sin decir una palabra.- señaló la itako en su tono de voz neutro a la vez que probaba de un puchero.
Tamamura sonrió.- Eso me contó la señorita.- dijo ante los rostros de las dos personas.
-Hola a todos.- Manta Oyamada hacía su aparición junto con Chocolove por la puerta que daba a la sala.
Tomaron asiento junto a Yoh en aquella mesa. El trigueño estaba muy ocupado con su hijo que no notó la presencia de ambos sujetos hasta que su esposa le llamó por su nombre. Este giró la cabeza y sonriendo les dio el buenos días.
-Parece que Ren hoy no va a desayunar.- murmuró la pelirosa para sí a la par servía un poco de arroz en un tazón. Sin darse cuenta que fue escuchada por la mujer a su lado.
La antes apellidada Kyoyama le quedó viendo con una expresión de asombro en el rostro. Más no quiso tomar muy en cuenta ese aspecto. Si ahora le llamaba por su nombre a aquel sujeto, debía de ser algo bueno.
Y si él se dejase llamar…también.
Sirvieron con lentitud el desayuno. Y después de eso, todos concordaron que era un buen día para ir a tomar un paseo por la cuidad. Tanto Lyserg, Horo Horo y los demás que, hace varios años no pisaban tierras japonesas, un paseo demostrativo no venía para nada mal.
-Alguien sabe a donde se fue Ryu.- dijo la itako a Oyamada cuando se percató de que no había estado con ellos.
-Salió muy temprano en la mañana.- le respondió.
-Todos los días está saliendo.- recalcó el ainu pensativo.
-Estará trabajando, chico.- le habló a su lado, Chocolove mientras seguían caminado.
El rey trigueño tenía en sus brazos a su criatura. No participaba en la conversación de los demás shamanes. En eso su hijo le habló.
-Cree que estuvo bien dejar a Tamao-san en la casa.- dijo a modo de pregunta. Sus ojos negros brillaban intensos a la figura que lo llevaba en brazos.
La sacerdotisa miró a su esposo.
Este continuaba con la sonrisa estampada en el rostro y sólo se limitó a asentir con la cabeza un par de veces. No queriendo objetar a su padre, Hannah continuó jugando con los audífonos de este.
Más la mujer rubia continuó.
-Que es lo que planeabas dejándola sola, Yoh.- le preguntó. Sus ojos negros, iguales a los del pequeño, le miraban pero no de la misma manera. Por lo contrario, pedían una respuesta verdadera por parte de su esposo.
-Jejeje lo mismo que tú Annita, lo mismo que tú.
La itako se sonrojó levemente. Aquel hombre le había mirado de una forma tan… ni ella misma encontraba las palabras para definirla. Dulce, seductora…no sabía…
Talvez se sentía expuesta ante aquel sujeto que había descubierto sin tener sus habilidades, lo que tenía en mente.
-Continuamos?
Ella le miró y siguió con su paso.
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-Paro haciendo estupideces.- murmuró con frustración en su paso.
Cuando llegó a ese cuarto, su vista no varió en la mujer rubia sino en lo que sus ojos primero captaron. La delgada figura de la pelirosa de espaldas a él.
Sin que ella lo viese, sin que ella posara sus ojos en él,… Ren Tao ya se sentía despreciablemente indefenso.
-Demonios.
Que iba a hacer. Si ella volteaba lo iba a saludar…quien sabe si ella lo llamaría por su nombre. Talvez caería en su propia vergüenza y torpeza, tanto que tartamudearía hasta que tuviese él que tomar la palabra.
Pero quien le aseguraba que las palabras saldrían de su boca.
-Tanta idiotez por un maldito nombre.- se regañaba en silencio. Murmurando palabras que sólo el podía oír…aunque no lo quisiese así.
Un maldito nombre…
Se equivocaba.
Aquel nombre no tenía nada de maldito, y la poseedora del mismo, lo demostraba. Ella era todo menos una maldición…
-Pero tampoco una bendición…-murmuró con una cínica sonrisa en su apuesto rostro.
Caminaba a paso lento, con las manos en los bolsillos del holgado pantalón negro y con la vista al frente, perdida.
En su "huída" había parado a llegar a los jardines traseros de la casa. Contemplando los altos árboles que allí habían y que le hacía recordar a los lugares de entrenamiento de su país.
Alzó su rostro al cielo… recibiendo de lleno los cálidos rayos.
No quería tener extraños pensamientos, ni que su rostro se acalorase… tampoco quería desear su nombre, ni su bella imagen…
Ni eso labios que mezquinamente había probado.
Llevó una mano a su estómago.
En su vergüenza, se había olvidado de algo.
…No había desayunado.
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-Me pregunto…donde estará….
Su largo cabello estaba recogido en un descuidado moño. Varios mechones de cabello caían, tapando las finas curvas de su rostro.
Un semblante de preocupación se reflejaba en su rostro. Sus ojos rosas entrecerrados, no miraban un lugar específico. Sus manos inquietas, cumplían con ejercer su labor.
Secar y guardar platos…
-Adónde habrá ido…-murmuró deteniéndose un momento.
Que haría si lo viese.
En ese instante su corazón comenzó a latir de prisa y una sensación nació del fondo de su ser. Una ansiedad por verlo, una tristeza al no saber que no estaba en la misma habitación que ella, soledad… una sensación que no quería tener.
Aquel muchacho se había apoderado de su corazón y había desplazado a aquel que una vez, ella amó con todo su ser.
Dejó el plato a un lado y tomó sus manos contra sí. Cerró sus ojos sintiendo como poco a poco un calor se generaba en sus pálidas mejillas. Abrió lentos sus ojos, brillantes. Sonrió en leve gesto y apoyó sus manos con tranquilidad sobre la mesa.
Las ilusiones de niña que fue olvidando, para dar paso a un amor de joven. Que no eran ninguna fantasía, un beso. No era un sueño, sus miradas. Y la felicidad que sentía en su corazón, su nombre al ser dicho por ella.
Saborear cada letra de su nombre, como un dulce.
De gusto para su paladar el hablarlo.
-Ren…-dijo en suspiro. Sus mejillas ardían y se sumergió en una completa calma.
El nerviosismo paró. La tristeza se iba poco a poco.
El mencionarlo, le daba fuerzas. Y de alguna forma, al decirlo tan libremente, sin formalidades de por medio…lo hacía tan de ella.
Tan suyo.
Sonrió aún más.
Escuchó que alguien abría y cerraba la puerta principal de la pensión.
De un salto, se paró y rápidamente fue a recibir a aquella persona que entraba a la pensión. Su rostro se iluminó al saber de quien se tratase.
-Bienvenido.- suspiró con una dulce sonrisa.
Ren Tao se sorprendió al verla allí. La sonrisa que ella le dedicaba le dejó mudo. Tratando de explicarse a sí mismo el motivo porque ese silencio. Cerró sus ojos para evitar ver más la mirada rosada de la muchacha.
-Hola.- saludó simple y cortante. Pero no fríamente.
La pelirosa sintió un pequeño bochorno en su cuerpo, que fue aumentando a medida que el joven de gatunos ojos dorados se acercaba a ella.
Pasando por su lado, rozando sin querer un delicado hombro con el suyo, el shaman de la cuchilla dorada, subió a su habitación con las mejillas sonrosadas.
-Eh…-se escuchó decir a la joven mujer nerviosamente.
El ambarino le miró de reojo con seriedad.
-Vas a decirme algo, Tamao.- habló.
Ella se puso aún más nerviosa ahora que él la llamó por su nombre. Sin evitar sonrojarse y que sus frágiles manos temblaran.
-Quisiera…ehmm quisiera saber adonde fue…-tartamudeó mirándolo por lo bajo.
El violáceo llevó una mano a sus cabellos, dejándola allí. La otra estaba cubierta en su bolsillo.
-A ningún lado importante.- soltó.- Sólo tuve la necesidad de salir.
Ella entristeció.
-Entiendo.- miró sus manos.- Tanto el joven Yoh como los demás, han salido.
-Te quedaste sola…-preguntó un poco incrédulo.
-Me quedé esperándote.- confesó con tristeza y un ralo rubor. Su vista era tapada por el cerquillo que de su frente caía.
Se quedó viéndola. Analizando las facciones de su rostro, guardando las expresiones y sentimientos que eran mostrados.
La había echo sentir mal y eso, le carcomía por dentro. Apretó puños y dientes por su torpeza.
-Hoy en la noche…-empezó. La de rosa mirada, la levantó.- Quiero que me acompañes a un lugar.- terminó seriamente. Había cerrado sus ojos para no afrontar los de ella.
-En la noche…-repitió dudosa.
-Sí. Y hoy.- le dio la espalda.- Quiero…que veas una cosa.- murmuró con dificultad en el tono.
Parpadeó una par de vez, anonadada. Pero, luego aceptó con una sonrisa plantada en los labios.
-Bien.- dijo el de dorados ojos empezando a marcharse.
Más, estando en los peldaños, giró sobre sí y miró desde allí a la muchacha. Movió ligeramente su cabeza y siguió subiendo.
Llegó a su habitación con una sonrisa tonta en su boca. La mano que antes estaba posaba en sus violáceos cabellos, tapaba la mitad de su rostro.
Cambió rápidamente su camisa colocándose una blanca y sin preocuparse por abotonarla, se echo de espaldas al lugar…en el cual últimamente pasaba, su cama. (n.a: por favor no piensen mal u.u)
Quedó viendo al techo. Ya conocía a perfección cada grieta que este tenía. Los ambarinos ojos vacilaban en cerrarse o permanecerse abiertos…suspiró.
Últimamente lo hacía mucho.
Llevó sus manos al aire, observó sus palmas meditabundas, y cerró sus puños con firmeza. Luego las liberó y repitió esa acción varias veces.
Sentía que debía acoplar ese sentimiento, volverlo parte de él, sino terminaría mal. Aquella frustración, con sólo verla, se eliminó…
Al cerrar sus puños, grababa en sus recuerdos las sonrisas.
Y al soltar…liberaba su enojo.
En la noche hoy, le diría todo. Acabaría con las largas noches de insomnio y los constantes pensamientos.
Al diablo.
El orgullo era primero, no se iba a exponer demasiado.
No se permitiría ser dañado por ningún costo.
Se lo diría de una forma sutil. Así si ella le rechazaba, como lo hizo con Horokeu, no caería…
Tan sólo no se derrumbaría.
Una especie de encanto que se apoderó de él en cuanto la vio, iría a convertirse en un verdadero deseo cumplido.
-No creo en los deseos.- pensó.
Más muchas veces, había deseado la compañía de ella. Había deseado fervientemente que ella olvidase a aquel shaman…
Que aquella mujer no fijase sus ojos en nadie.
Sus deseos eran aún más fuerte que su misma fortaleza.
Esta noche, nada podía salir mal.
Aceptaría o eliminaría en todo caso este sentimiento con una sola respuesta.
-Es increíble…el dominio que tiene sobre mí…- dijo con sonrisa cínica, aún observando las grietas del techo.
Fin del cap
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Holas me tomó tiempo pero aquí lo tienen, gracias por su apoyo y muchas gracias. Disculpen si hay faltan ortográficas o lo que sean pero es que no he tenido tiempo de revisarlo u.u gracias por su paciencia y nos vemos en otra n.n
