CAPÍTULO 1: HASTA LUEGO
Nevaba, pero a pesar del frío mucha gente se había acercado hasta el mercado de libros para realizar algunas compras de Navidad. Dos muchachos, de 14 años, caminaban cogidos de la mano entre los puestos que se extendían por toda la calle. La muchacha se paraba en todos los puestos a mirar los libros, mientras el muchacho se limitaba a observar la cara concentrada de su novia. Tras haber recorrido todos los puestos, la muchacha se decidió a comprar un libro de bolsillo que contenía la última novela de Noah Gordon. Cuando se disponía a pagar, él la paró y extendió un billete al vendedor:
- Éste te lo regalo yo – le dijo dándose la vuelta hacia ella con una sonrisa en su cara.
- Matt, no tienes por qué hac... – el muchacho la calló con un suave beso en sus labios. Cuando se separaron, el vendedor le tendió el cambio y el libro al rubio mientras murmuraba un débil "gracias". Acto seguido, Yamato se alejó de allí tirando de la mano de su novia.
Cuando se hubieron alejado lo suficiente de la muchedumbre y del mercado, él se paró, se giró y tendiéndole el libro, dijo:
- Feliz Navidad, Sora.
- Muchas gracias – respondió la pelirroja con la sonrisa típica que la caracterizaba y que sólo ella sabía dar. La sonrisa que él tanto amaba. Al recordarlo una mirada de preocupación recorrió el rostro del joven y que no pasó inadvertida para Sora – ¿Ocurre algo Matt?
- ¿Podemos hablar? – preguntó él mientras se mordía el labio inferior.
- Claro. ¿Por qué no vamos hasta la charca del parque? – sugirió Sora.
- Sí, vamos.
Matt cogió la mano de Sora y ambos se dirigieron al parque en un incómodo silencio, sólo roto por Sora cuando varias veces se agachó en el suelo para recoger piedras planas.
Una vez llegaron a la charca ambos se quedaron mirando la superficie del agua que empezaba a congelarse en las orillas. Después de varios minutos de silencio, Sora se acercó a la orilla y empezó a hacer rebotar en el agua las piedras planas que había conseguido en el camino y que ahora descansaban en los bolsillos de su abrigo azul.
- Extraña afición para una persona normal – comentó el rubio – recoger piedras cada vez que las ves y después hacerlas rebotar.
- Bueno, no me gusta ser como las demás personas. – dijo con la misma sonrisa que le había dado aquella tarde – Me relaja, ¿quieres probar?
El joven se acercó y tomo de la mano enguantada de Sora la piedra que la muchacha le ofrecía. Instantes después se oía el chapoteo de la piedra en el agua. Ambos sonrieron y se pusieron a hacer rebotar el resto de las piedras que quedaban. Cuando se acabaron volvió a reinar el silencio entre ellos hasta que Sora se alejó para sentarse en un banco cercano. Matt la siguió y se sentó a su lado.
- Supongo que no me has traído aquí para que te enseñe a hacer rebotar piedras en el agua, ¿verdad?
El rubio se giró para hacerla frente y cogió las manos de ella entre las suyas.
- Sora... – titubeó buscando las palabras adecuadas – La banda se ha hecho bastante famosa y nos han ofrecido un contrato para promocionarnos en el extranjero. Me voy a EEUU.
El muchacho calló esperando la reacción de ella, que se limitó a sonreír.
- Vaya, – comentó Sora desviando sus ojos de la cara de él hacia el cielo – temí que esperaras hasta mañana para decírmelo.
- ¿Lo sabías? – la muchacha asintió.
- Desde hace dos meses, cuando os ofrecieron el contrato. A Kei se le escapó delante de mí, pero no te enfades con él. No fue con mala intención.
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- Quería que me lo dijeras tú y me alegra que no sea mañana cuando me llames desde el aeropuerto para decirme que te vas.
- Lo siento, de verás. No sabía cómo decírtelo – dijo arrepentido Matt mientras escondía su cara entre los guantes de sus manos. Sora volvió a posar la mirada en él y con una sonrisa le obligó a mirarla. Sus ojos azules se encontraron con los rojos de ella y un instante después la joven había posado sus labios fríos en los de él.
- No importa, al menos me lo has dicho – dijo todavía con la sonrisa en la cara cuando se separaron.
- Pero Sora, van a ser dos años como mínimo si todo sale bien.
- Lo sé.
- ¿Y no te importa?
- Matt, claro que me importa y por eso he pensado que es mejor que no nos atemos con promesas que luego no vayamos a cumplir.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó asustado el rubio.
- Que lo dejemos. Al menos mientras tú estás en el extranjero.
- ¿Ya no me quieres?
- Por Dios Matt, claro que te quiero, – dijo la muchacha indignada por la pregunta – pero no puedo obligarte a atar tu vida a una promesa que tarde o temprano acabarás rompiendo.
- Yo te quiero, Sora.
- Lo sé Matt, y yo también te quiero – dijo Sora con un suspiro – Pero cuando alguien no puede ni abrazar a la persona que quiere lo pasa fatal y termina apoyándose en otra.
- Yo siempre te seré fiel.
Sora rió con resignación y al final dijo:
- De acuerdo Matt, seme fiel hasta cuando puedas. Pero prométeme que cuando haya otra mujer (u hombre, vamos a tomar todas las posibilidades) me llamarás y me lo contarás. Yo te seré fiel hasta entonces.
- Te lo prometo. Vas a tener que serme fiel durante dos años – bromeó Matt. Sora rió ante el comentario.
- Bueno, pasemos el resto de la tarde juntos ya que mañana te vas. Te dejo que me invites a un chocolate caliente ya que soy una novia con mucho frío y con el corazón desolado porque su amado se marcha mañana – bromeó la joven pelirroja mientras se ponía en pie. El muchacho también se puso en pie y la abrazó por detrás.
- De acuerdo, vamos – dijo sin soltarla y, mientras, puso un beso en su fría mejilla.
Pasaron el resto de la tarde juntos y por la noche, él la acompañó a su casa. Pasaron bastante rato hablando de cosas sin sentido sin decidir a despedirse ninguno de los dos. De repente varias lágrimas comenzaron a salir de los ojos rojos de Sora.
- Vaya, me prometí durante dos meses que esta noche no iba a llorar – dijo intentando simular un tono de alegría mientras se limpiaba las lágrimas. Él notó la profunda tristeza de su voz y cuando ella lo miró otra vez, más lágrimas fluyeron por su cara dejando salir toda la angustia soportada en silencio durante dos meses – No quiero que te vayas – dijo entre sollozos mientras se resguardaba en su pecho y sus brazos. Él correspondió el abrazo y tras unos momentos la tomo de los hombros y la separó de su cuerpo.
- Sora, esto no es un adiós si no un hasta luego ¿de acuerdo? – dijo limpiando las lágrimas de su cara y sonriendo. Ella sólo asintió con otra de sus peculiares sonrisas. Luego se miraron y recordaron su promesa con un tierno beso. Cuando se separaron, él se dio la vuelta y murmurando un ininteligible "hasta luego" caminó hacia su casa sin mirar atrás.
Sora lo vio caminar lejos y perderse en la oscuridad. Después de haberlo perdido de vista, todavía permaneció mirando fijamente durante bastante tiempo el lugar por donde se había alejado Yamato. Supo que él no mantendría su promesa, pero la ilusión de ésta misma no le permitió reconocerlo.
Un aire frío y la nieve, la sacó de sus cavilaciones y decidió entrar en casa. Cuando se hubo cambiado y puesto el pijama, se dirigió al salón para encontrar a sus padres, uno frente al otro, sentados en los sillones. Sora notó en seguida la tensión que se respiraba en el aire pero optó por no decir nada y se sentó en el sofá que se encontraba en medio.
- Has llegado un poco tarde. ¿Lo has pasado bien? – preguntó su padre rompiendo el silencio.
- Sí, he estado con Yamato.
- ¿Has cenado ya? – preguntó ésta vez su madre – ¿Quieres que te prepare algo?
- No, pero no tengo demasiada hambre. Gracias.
Un nuevo silencio se cernió entre los tres, hasta que Sora se cansó y preguntó:
- ¿Alguno de los dos me va a decir qué es lo que pasa?
Los dos se miraron y finalmente su padre habló:
- Sora, sabes que tu madre y yo te queremos muchísimo. – Sora simplemente asintió, negándose a creer lo que se le venía encima – También sabes que últimamente hemos discutido bastante y...
- Hemos decidido divorciarnos – dijo tajantemente su madre.
Sora simplemente puso en su cara el mecanismo de defensa que había desarrollado durante varios años, su sonrisa.
