CAPÍTULO 4: T.K. : RECUERDOS (1ª PARTE)

El timbre sonó y rápidamente comenzó a recoger las cosas. En cuanto salió del aula se encontró con la sonrisa de la pelirroja.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó.

- Hola, yo también me alegro de verte – contestó sarcásticamente la chica.

- Me refiero a que si no habíamos quedado abajo – se explicó el muchacho.

- ¡Ah!... Ya, pero como terminé pronto, decidí esperarte aquí. ¿Te molesta? – y con una pícara sonrisa añadió – ¿No estarías esperando a otra persona verdad?

- ¿Cómo me va a molestar que una chica tan guapa como tú venga a buscarme? – dijo con sorna mientras le cogía la cara entre sus manos a la chica – ¿No ves que así puedo presumir de chica?

- Para eso deberías tener una chica – objeto la muchacha.

- ¿Mi novia? ¿Mi amiga? ¡Qué más da! Al final todo queda en familia – y viendo salir a sus compañeros de clase, le pasó un brazo por los hombros a la muchacha mientras le susurraba al oído – Disimula.

Acto seguido tiró de la muchacha, guiándola por el pasillo, ante la mirada asombrada y celosa de todos sus compañeros y compañeras de clase. Sora no era de mucha ayuda, pues apenas aguantaba las ganas de reír. Cuando hubieron dejado el pasillo de la clase del más joven, ambos estallaron en carcajadas, asombrando a todos los muchachos  de cursos superiores que se dirigían por las escaleras hacia el patio. Cuando se hubieron calmado, Sora recordó algo:

- Acompáñame hasta mi taquilla que se me ha olvidado un libro allí – dijo señalando las escaleras en dirección superior.

- ¿Y no puedes pasar sin él? – preguntó el rubio con un tono de fastidio.

- Venga... – suplicó la muchacha – Luego te prometo que te acompaño hasta casa, ¿de acuerdo?

- Vale, pero acuérdate que esta tarde me tienes que ayudar con el alemán – le recordó el rubio.

- Tranquilo, porque el mal ya esta hecho – accedió la muchacha.

- ¿Huh? – se extrañó el muchacho al no entender al mal que se refería la pelirroja. Sora, al ver la confusión en su cara, sonrió y explicó:

- Sí, el título de "asaltacunas" ya me lo han puesto los de tu clase en cuanto hemos desaparecido por el pasillo – dijo burlándose la muchacha.

- Un poco más a la derecha y me cortas el cuello bonita – dijo sarcásticamente T.k. ante el "puñal" que su amiga le acababa de lanzar.

Juntos se dirigieron hacia las escaleras. Las clases de Sora y, por tanto, también su taquilla, se encontraban en el último piso de la escuela. Cuando terminaron de subir todos los escalones hasta el piso superior, ambos estaban agotados. Al esfuerzo de subir tres pisos, se había sumado el ir contracorriente de la marea humana que deseaba salir del edificio.

En el pasillo del piso superior ya no quedaba nadie, así que sólo se oyeron los ecos de los pasos de los dos muchachos.

- De verdad, no entiendo por qué siempre tenemos que ser los últimos – dijo T.k. cuando se pararon delante de la taquilla de Sora.

- Venga, no te quejes. Como en los viejos tiempos, ¿no te parece? A ver 878... – dijo Sora mientras recordaba e introducía la contraseña.

- Ya, pero desde que volví de China, no he sido nunca el último en salir de clase y, menos aún, de la escuela. Es más, todo lo contrario – se quejó el muchacho mientras veía como la muchacha sacaba un libro con el título en inglés – Por favor, tienes suficientes libros en casa como para tener que subir y llevarte éste.

- Es que es el que estoy leyendo – se defendió la muchacha – Luego empiezo otro y se me olvida la trama de éste.

- "The Colour of Magic" by Terry Pratchett – leyó el muchacho en la portada.

- Una novela del "Discworld" – puntualizó Sora.

- ¿Eh?

- ¿Nunca has oído hablar del Mundodisco? –preguntó la muchacha incrédula mientras cerraba la taquilla y emprendía el camino de descenso hacia la calle. El muchacho le dio una mirada elocuente queriendo dar a entender que "¿cómo había podido vivir sus quince años de vida sin leer una novela de esas?". Sora resopló y comenzó a explicar – Un mundo plano sostenido por cuatro elefantes que se apoyan en la espalda de una tortuga gigante que nada lentamente por el golfo interestelar... ¡olvídalo! – se rindió la muchacha ante la negativa del muchacho.

- Sora, vamos a tener que empezar a controlar tus lecturas – dijo el muchacho simulando una expresión de disgusto.

- ¡Ja! Menudo fue hablar – se jactó la muchacha – El experto en lectura. T.k., tú lo único que has leído en tu vida son cómics americanos y algunos mangas, y como mucho también podríamos añadir unos pasajes de la biblia, y porque te han obligado.

- Quita, quita, que luego me quedo como tú – al ver la cara de enfado de la muchacha, la atrajo hacia sí y la empezó a acariciar suavemente la cabeza, como si se tratase de un perro al que se intentase de calmar, mientras susurraba repetidamente "pobrecita" en un tono bastante elocuente.

- No me toques con ese desprecio – le miró la muchacha con los ojos un poco cerrados y con una mueca de broma.

- Nunca se me ocurriría su alteza – dijo T.k. mientras se inclinaba haciendo una graciosa reverencia e invitándola a salir por las puertas que daban al patio del colegio – Las damas primero.

- Pues entonces pasa tú – bromeó la muchacha mientras le sacaba la lengua.

- Ja, ja, muy graciosa – dijo el muchacho mientras la seguía al exterior. Cuando salieron, el patio estaba desierto, ya no quedaba nadie en él.

- ¿Ves como somos los últimos? – dijo molesto el rubio a lo que la pelirroja simplemente se encogió de hombros con una graciosa mueca.

Salieron del instituto y se dirigieron hasta la estación de metro. Cuando llegaron a ella la pelirroja preguntó:

- Oye, ¿y si vamos andando hasta tu casa?

- Ni de coña – fue la escueta respuesta de T.k. quien cogiendo por un brazo a la muchacha, la obligó a entrar en el subterráneo y colarse sin tener que pagar gracias a una persona que salía. Una vez que estuvieron en el andén esperando al tren, la pelirroja sacó dos bebidas de una máquina.

- Bueno, ¿cómo está tu madre? – preguntó el rubio mientras tomaba un sorbo de su coca-cola.

- Bien, cuando la dejé el sábado. De todas formas hablé ayer por teléfono con ella – dijo la muchacha abriendo su botella de agua pero sin decidirse a beber por ella. De repente su rostro se iluminó ante el recuerdo de la conversación que había tenido con su madre – Aunque dice que me hecha de menos. No llevaba ni un día aquí y ya no podía vivir sin mí – dijo dándose importancia – Eso significa que me quiere.

- Sí, colgada de un árbol – se burlo T.k. aunque Sora no hizo caso del comentario. De repente, un ruido los alertó de que el transporte se acercaba. Como todas las demás personas, se arremolinaron ante las puertas automáticas, luchando contra los que deseaban bajar y los que querían hacer como ellos, subir. Una vez dentro, las puertas se cerraron y los muchachos encontraron dos sitios libres al fondo del vagón donde se sentaron. Durante el tiempo que duró el trayecto, ambos fueron hablando de lo que habían hecho el último año. A pesar de que solían hablar a menudo por teléfono desde que se habían despedido en China y pasar juntos las vacaciones, todavía tenían mucho que contarse. El tiempo se les pasó volando y cuando quisieron darse cuenta, ambos se encontraban en la estación donde T.k. debía bajar.

- No hace falta que me acompañes hasta la puerta – dijo el muchacho – Sigue con esta línea y llegarás a tu casa.

- No, no, te acompaño hasta casa – dijo Sora empujándole para obligarle a bajar del transporte.

- Me parece que alguien no quiere llegar a casa... – se burlo inmediatamente el rubio.

- Vamos, que tu madre te espera – contestó Sora sin hacer caso.

Mientras recorrían la calle para llegar a casa del rubio, tras haber salido del metro, T.k. siguió burlándose de la muchacha. Una vez llegaron al destino, Nancy, la madre de T.k. y Matt, salió a recibirlos.

- Sora, cariño, ¿qué tal estás? ¿qué tal en la casa? ¿te tratan bien? – dijo la mujer mientras abrazaba a la pelirroja.

- Sí, tranquila Nancy – dijo la muchacha con una sonrisa he intentando zafarse del abrazo – Además, tengo a Xuan, a Wang y a Tsai de cómplices.

- Bueno, ayer estuve hablando con tu madre y me dijo que era lo mejor, pero ya sabes, cualquier cosa nos llamas, ¿de acuerdo?

- Que sí... – se quejó la muchacha – Bueno, yo ahora me voy a casa a comer. Nos vemos esta tarde, T.k.

- ¿No quieres quedarte a comer aquí? – preguntó Nancy.

- No, ayer estuve toda la tarde amargando a Xuan para que hiciese arroz y como hoy no vaya a comer... – explicó la pelirroja sonriendo ante la visión de la cara que pondría la cocinera si no fuese a comer.

- De acuerdo, pero vienes otro día.

- Tranquila, que seguro que va a ser más de uno – aseguró bajando las escaleras – Adieu.

Madre e hijo sonrieron ante la forma de despedida y entraron de nuevo en casa. El muchacho entró en su habitación para cambiarse y cuando salió, la comida ya estaba servida.

- ¿Vas a ir esta tarde a casa de Yôji? – preguntó Nancy sirviéndole agua a su hijo.

- Sí, Sora me va a ayudar con el examen de alemán de mañana – contestó llevándose el vaso a la boca.

- Bueno, y ¿qué tal lo llevas preparado? – preguntó Nancy, pero sólo obtuvo un resoplido por respuesta (A/N: Típica pregunta de padres y típica respuesta de hijos) – Bueno, simplemente te estaba preguntando.

- Pues mal, mamá, ¿cómo quieres que lo lleve? – replicó molesto el muchacho.

- ¿Qué tal "bien, mamá, muy bien"? – respondió sarcásticamente la mujer.

- Ja, ja, muy graciosa. Sabes que el alemán y yo no nos llevamos bien. Y menos mal que ha venido Sora. Hoy me estuvo explicando algo en el recreo, y parece que el idioma si que debe de tener sentido – Nancy sólo sonrió – De todas maneras, voy a llevar el pijama y las cosas para mañana, porque si termino muy tarde me quedo a dormir con papá y con Matt y si no me aceptan, con Sora.

Nancy sonrió de nuevo, recordando como muchas mañanas les había encontrado durmiendo juntos, bien en su piso, bien en el de Sora y su madre, cuando vivían en China. Muchas veces también había encontrado a sus amigos durmiendo con ellos todos juntos y apretujados en una misma cama.

Su trabajo la había obligado ido a vivirse durante un año a Hong Kong y, por tanto, ésto implicaba también a T.k. Habían llegado un mes antes del comienzo del nuevo curso. Durante ese mes, T.k. y ella misma lo pasaron muy mal, pero sobre todo el muchacho. Todo era nuevo y sin amigos y teniendo que aprender un nuevo idioma, no le resultaba muy fácil. Tampoco ayudaba mucho el hecho de que ella tuviese que trabajar durante toda la mañana y parte de la tarde, por lo cual, cuando llegaba a casa, ya era de noche. El muchacho tenía que pasar todos los días solo en el piso en aquella ciudad extraña. Tras tres semanas de arduo estudio, T.k. se defendía mejor que ella con aquel nuevo idioma, por lo que la última semana ya podría salir a la calle a dar una vuelta y conocer su nuevo vecindario, y tal vez, su nueva escuela. Le hacía gracia pensar lo rápido que había aprendido el chino (A/N: Creo que se llama cantonés pero no estoy muy segura) y lo mucho que le costaba el alemán.

Aquella última semana T.k. decidió salir a la calle y conocer el camino más corto para llegar a su nueva escuela. Tal vez podría echar un buen vistazo de cómo era aquel lugar. La mañana del lunes salió y no le costo ni cinco minutos dar con la escuela. La gente de aquel vecindario había sido muy amable al explicarle pacientemente y repetirle las veces que fuese necesario, que dirección debía coger para llegar al edificio. Cuando llegó allí le impresionó lo grande que era el colegio y todo su terreno. A parte del edificio donde se impartían las clases, había un gimnasio, dos piscinas, una climatizada y otra al aire libre, canchas de tenis, baloncesto, fútbol... No le faltaba de nada. De repente un grito le advirtió que una pelota de voleibol se acercaba amenazadoramente hacia él. Levantó su brazo derecho y sin ningún esfuerzo la desvió hacia arriba para cogerla cuando volvió a caer. Una chica con el pelo negro se acercó corriendo hacia él con cara preocupada.

- Lo siento mucho, ¿estás bien? – preguntó mientras se mordía el labio inferior.

- Sí, sí no te preocupes – respondió sonriendo alegre de haber entendido lo que la muchacha le había preguntado. La muchacha se acercó más a su cara y luego sonriendo le dijo:

- ¡Qué sonrisa tan bonita! Y pensar que hace un momento casi te la estropeo – comentó la muchacha.

- Gracias – contestó T.k. inseguro de si la había entendido bien y si era esa la respuesta correcta que debía dar.

- Tú no eres de por aquí, ¿verdad? – volvió a preguntar la muchacha.

- No, soy de Japón – respondió el muchacho – Me he mudado aquí con mi madre por su trabajo. Quise conocer mi nueva escuela antes de empezar y encontrar el camino más corto para llegar a ella – explicó T.k. sin quitar la sonrisa de su cara, aunque enseguida una mirada de preocupación la cruzó – Aunque no sé sí habré pronunciado bien y me habrás entendido.

- Hasta preocupado estás guapo – sonrió la muchacha – No te preocupes, te he entendido perfectamente. Hablas muy bien.

- Gracias – dijo de nuevo T.k., esta vez con una sonrisa de oreja a oreja. No llevaba ni quince minutos en la calle y ya estaba flirteando con una muchacha. Era un don que había heredado de su hermano y que éste le había ayudado a desarrollar. Su hermano sabía jugar con las tías como nadie y a él, tampoco se le daba nada mal. De repente vio como varias chicas que estaban jugando al voleibol con la morena, se acercaron al lugar donde estaban hablando.

- Mai Tsi, tenemos que seguir entrenando, ¿recuerdas? – dijo una de ellas a la muchacha aunque no dejó de mirar sonriendo hacia T.k. quien le devolvía la sonrisa con su seductora mirada que nunca le había fallado.

- Bien, en ese caso será mejor que me marche – dijo el muchacho mientras daba la vuelta – No quisiera molestaros más.

- ¡Qué va! Si no molestas – dijo otra muchacha flirteando también.

- Tal vez mañana vuelva – dijo el muchacho y luego añadió mirando a Mai Tsi, ya que ella era la única que conocía el significado de las palabras – Tengo que buscar un camino más corto – y con eso se dio totalmente la vuelta y caminó hacia la salida. No había dado dos pasos, cuando la voz de Mai Tsi le llamo.

- ¡Ey! Espera – gritó la muchacha. T.k. se dio la vuelta y miró hacia ella confuso. La muchacha simplemente sonrió y dijo – Todavía no me has dicho tu nombre.

T.k. sonrió y cuando iba a contestar, otra voz lo cortó. Un muchacho se acercó corriendo hacia donde estaban, mientras llamaba a la muchacha morena. Cuando llegó al lugar, pasó su brazo izquierdo por los hombros de la muchacha.

- Mai Tsi, te estaba buscando – dijo dándola un beso en la mejilla. La muchacha puso una cara de fastidio mientras miraba hacia otro lado.

"Así que tiene novio" – pensó T.k. – "Mejor, será más divertido cuando se la quite".

- Gao, estás aquí – dijo la muchacha con una débil sonrisa.

- Sí, de hecho vine contigo, ¿recuerdas cariño? – le replicó el muchacho dándole la suficiente énfasis a la palabra cariño. La verdad es que había visto como su novia se acercaba hasta aquel chico rubio para disculparse y recoger la pelota, pero no se tardaba tanto tiempo y se gastaban tantas palabras en hacer eso. Gao dirigió una mirada de desconfianza hacia T.k. el cual la captó inmediatamente y pensó que era mejor desaparecer por el momento. El muchacho parecía el típico chico popular de su promoción que con el tiempo se convertiría en el más popular de la escuela. Aunque T.k. también sabía que ahora mismo Gao lo estaba considerando como un posible rival. Y así era. Había estado flirteando con su novia, posiblemente la chica más guapa de su edad, y no tenía nada que envidiarle, en cuanto físico se refería, a Gao. Más bien era al contrario.

- Yo me voy. Adiós – dijo T.k. mientras daba la espalda al grupo y se despedía con la mano. Supo que Mai Tsi iba a replicar algo, ya que no le había dicho aún su nombre, pero la presencia de Gao la detuvo. Ya habría tiempo mañana.

T.k. volvió aquel día a casa más tarde que su madre, la cual estaba muy preocupada por él. Pero al ver la amplia sonrisa de su hijo, todo la angustia soportada durante tres semanas desapareció por completo. T.k. le contó a su madre que había estado visitando su nueva escuela, omitiendo, obviamente, el pequeño encuentro. También le dijo que había ido a visitar el centro de la ciudad y que había estado viendo algunos sitios de interés turístico. Luego la entrego un pequeño colgante que había comprado.

- ¿Para mí? – preguntó Nancy.

- Lo vi, me gustó y lo compré. No era muy caro, aunque tampoco es gran cosa – dijo el muchacho restándole importancia al detalle. Cuando volvió a mirar a la cara de su madre, ésta estaba llorando y se había levantado para darle un gran abrazo. T.k. se quejó diciendo que de haber sabido que se iba a poner así, no se lo hubiese dado.

- Cariño, siento haberte arrancado de tu escuela, de tus amigos, de tu ciudad, de tu padre y de tu hermano, de... – las lágrimas no la dejaban continuar.

- Venga mamá, no te preocupes – dijo el muchacho intentando calmarla – Te he dicho que esta escuela está muy bien. Con mis amigos voy a seguir en contacto y aquí puedo hacer más. Luego, el distrito de Odiaba no era tan grande. Y bien en cuanto a papá y Matt no es como si los viera mucho. Papá siempre ocupado con su trabajo, y Matt siempre ocupado con su música, sus chicas y sus amigos – dijo T.k. bastante molesto por el comportamiento que solía tener su hermano. Cuando estaban juntos, Matt era el mejor hermano del mundo, se divertían y bromeaban, pero le molestaba que antepusiera la música y las chicas a su propio hermano pequeño. La música todavía lo podía entender: era una famosa estrella de rock reconocida en todo el mundo y uno de los adolescentes más deseado por las mujeres de todos los países. Pero lo de las chicas... Cada semana que le veía, era con dos o tres diferentes. Y cada vez que pasaba por las mañanas por el apartamento donde vivían él y su padre, una chica diferente salía de su habitación. Aunque tenía que reconocer que su hermano no tenía para nada mal gusto. Las muchachas con las que siempre le había visto eran de impresión.

- Le echas de menos, ¿verdad? – dijo Nancy más calmada y sacando a T.k. de sus cavilaciones.

- ¿A quién? – preguntó confuso el muchacho.

- Pues a tu hermano.

- No, mucho – mintió el muchacho.

- Ya sé que Matt a veces no era el mejor hermano del mundo... – dijo Nancy.

- No hace falta que lo jures – murmuró el muchacho por lo bajo.

- ...pero te quería. Y te quiere, por supuesto. Al igual que tu padre – terminó Nancy haciendo caso omiso a los murmullos de su hijo más joven.

- Ya lo sé mamá – dijo el muchacho y tratando de evitar la misma conversación de siempre, cambió de tema sutilmente – ¿Y tú qué? ¿Has conocido a alguien con quien salir? ¿Algún compañero o compañera de trabajo? ¿Algún vecino o vecina?

- No cariño, estoy muy ocupada ahora. Aunque todos mis compañeros de trabajo son muy agradables. Y los vecinos que he conocido son muy amables – dijo sonriendo la mujer ante la preocupación aparentemente desinteresada de su hijo.

- Pues no tenemos vecinos encima de nosotros. O bien son muy silenciosos – dijo el muchacho mirando hacia el techo, indicando el último piso del edificio que se encontraba encima del suyo. En todos los días que había pasado allí solo, no había oído ningún ruido proveniente de arriba, sí de abajo, pero de arriba no.

- Según me dijo Xuan, la mujer que vive en el primero, están de vacaciones, pero vuelven un día de esta semana – comentó Nancy acallando la curiosidad de su hijo. Después de recoger toda la mesa y fregar los platos, ambos se dirigieron a sus respectivos dormitorios después de darse las buenas noches, y en cuanto se tumbaron en las camas cayeron completamente dormidos. A la mañana siguiente, cuando T.k. se levantó, su madre ya se había marchado hacia varias horas. Al entrar en la cocina, notó sobre la mesa los billetes que su madre le solía dejar cada mañana para que saliese a comer por ahí o bien pidiese algo para que comiese en casa. T.k. fue hasta el frigorífico bostezando y empezó a sacar las cosas para hacerse el desayuno. Una hora más tarde ya estaba también duchado y vestido. Decidió volver por la escuela. Con un poco de suerte, seguro que Mai Tsi estaría allí. Salió a la calle y se dirigió por el mismo camino que había ido el día anterior. Dudaba mucho que encontrara alguno más corto.

Efectivamente, cuando llegó a la escuela, Mai Tsi le saludó desde lejos y le indicó que se acercara. El muchacho hizo lo que ésta le pidió.

- ¿Encontraste un camino más corto para venir? – preguntó sonriendo la muchacha.

- No, supongo que me tendré que quedar con el de ayer – respondió el muchacho, también sonriendo.

- Tenía esperanzas de que vinieras hoy – dijo coqueteando Mai Tsi.

- ¿Y eso? – preguntó T.k. siguiéndole el juego a la muchacha.

- Bueno, tú ya sabes mi nombre, pero ayer no me dijiste el tuyo – contestó la muchacha. T.k. soltó una carcajada y a su risa se unió la muchacha.

- Takeru Takashi – dijo tendiéndole una mano a la muchacha – Aunque todos mis amigos me suelen llamar T.k.

- ¿Puedo hacerlo yo? – preguntó la muchacha tomando la mano que le tendió el muchacho.

- Por supuesto. Además tú eres la única persona que conozco aquí – dijo el muchacho.

- Muy bien, ¿quieres que vayamos a tomar algo? Así te enseño un poco la ciudad – se ofreció la muchacha un poco sonrojada y T.k. pensó que así se veía mucho mejor.

- Claro, cuando quieras.

- ¿Puedes esperar cinco minutos? Entro en los vestuarios y me cambio. Como hoy has venido más tarde, ya hemos terminado de entrenar – explicó la muchacha.

- Claro, estaré en la puerta esperándote, ¿de acuerdo? – dijo el muchacho mientras se dirigía hacia el lugar que había indicado. Mientras esperaba, vio salir a varias muchachas que había visto el día anterior y cuando las saludó, éstas le devolvieron el saludo y se fueron cuchicheando entre ellas y soltando pequeñas risitas. Supuso que Mai Tsi, les había contado que iba a ir por ahí con él y que la estaba esperando a la salida. De repente una voz conocida le hizo ocultarse detrás de una columna. Gao salía conversando con varios amigos y ni siquiera le dirigió una mirada hacia la puerta donde debía estar T.k., pero éste desde su escondite pudo oír perfectamente la conversación de los muchachos.

- ¿Cómo es que no vas hoy con Mai Tsi a casa? – preguntó uno de los amigos a Gao.

- Dijo que tenía algo que hacer, que no la esperara – contestó el muchacho mientras iba mirando una revista clasificada para mayores de edad.

- Qué suerte tienes, chaval. Mai Tsi está buenísima – dijo otro muchacho.

- Por cierto, ¿quién era el chico que ayer estaba hablando con todas las chicas del equipo de voleibol? – preguntó de nuevo el primer muchacho. T.k. tragó saliva al oír su mención y Gao levantó la vista de la revista para mirar fríamente a quien lo había preguntado.

- No lo sé, ni  me importa. Pero como lo vuelva a ver por aquí, le pego una paliza – T.k. al oír esto, sonrió para sus adentros. En Japón, se solía meter en bastantes problemas y peleas y casi nunca salía mal parado. Tampoco las compañías que frecuentaba eran demasiado recomendables. Tal vez esto fue una de las muchas razones por la que su madre decidió aceptar ese trabajo en Hong Kong. De todas maneras, las amenazas de Gao no le intimidaban para nada, pues hacía poco se había examinado de cinturón negro en Japón, y lo había obtenido sin ninguna dificultad. Vio como el grupo de muchachos se alejaba y siguió esperando a la muchacha. Ésta se acercaba hablando con otro muchacho, de pelo castaño, hacia donde estaba él.

- ¿He tardado mucho? – preguntó la muchacha un poco preocupada.

- Que va, para nada – respondió T.k. mirando un poco confundido al chico que la acompañaba.

- ¡Ah, perdona! – dijo Mai Tsi al darse cuenta – Éste es Ling – presentó y volviéndose hacia el muchacho que había presentado, dijo – Y Ling, éste es T.k. Va a venir a nuestra escuela dentro de unos días.

- Encantado de conocerte – dijo Ling tendiéndole una mano a T.k., quien la aceptó instantes después. El rubio, al ver la abierta sonrisa del castaño, también sonrió y decidió que parecía buena persona. Después del apretón de manos, Ling colocó bien la bolsa que llevaba en su hombro y se despidió – Bueno hasta mañana. Yo me voy ya. Que lo paséis bien. Y espero verte de nuevo T.k.

T.k. sonrió hacia el muchacho mientras le despedía con la mano. Cuando se perdió de su vista, volvió la mirada hacia Mai Tsi, quien llevaba observándole un buen rato.

- Parece simpático – dijo el muchacho.

- Y lo es. Es una gran persona y un gran amigo – sonrió la muchacha – Bueno, ¿vamos?

- ¿Sólo un amigo? – preguntó desinteresadamente T.k. mientras comenzaba a seguir a la chica.

- Sí, sólo eso. Nos conocemos desde que éramos pequeños – explicó la muchacha.

- Tienes, razón. Me estaba olvidando de que Gao es tu novio – bromeo T.k. Mai Tsi no dijo nada, pero la cara de enfado que puso, lo aclaró todo – Lo siento, lo siento. Sólo estaba bromeando. Venga no te enfades.

- Sí, Gao es mi novio – confesó la muchacha mientras intentaba caminar entre la gente que llenaba la acera. Al ver que era inútil caminar y conversar al tiempo, cogió la mano del muchacho y tiró de él entre la gente, mientras le guiaba. El chico pudo comprobar que la piel de la muchacha era muy suave. T.k. se dejó guiar durante cinco minutos en el más absoluto silencio, mientras miraba hacia todos los lados, asombrándose de la cantidad de edificios que había. A veces pillaba a Mai Tsi observándole por el rabillo del ojo, entonces la sonreía y ésta le devolvía la sonrisa con un leve rubor en sus mejillas. De repente se pararon delante de una heladería y Mai Tsi lo empujó para entrar. Una vez dentro, T.k. se sorprendió del lugar; era amplio y estaba lleno de muchachos de su edad y mayores que él. Buscaron una mesa libre y cuando la encontraron, se sentaron. Enseguida, una camarera vino a tomarles nota y tras pedir una coca-cola para T.k. y un batido de chocolate para sí misma, Mai Tsi preguntó – Bueno, ¿por dónde íbamos? Es que con la gente que había, no se podía hablar.

- Me decías que Gao era tu novio – dijo el muchacho tras reflexionar unos instantes.

- ¡Ah es cierto! Pero bueno, pienso que voy a dejarlo con él – dijo la muchacha mientras la camarera, que había vuelto, le servía su batido y a T.k. su refresco.

- ¿Y eso? – preguntó confundido T.k. – ¿No es el chico más popular de tu clase?

- Sí pero me da igual. Estoy cansada de él – dijo la muchacha tomando un sorbo por su pajita y luego con una sonrisa añadió – Además, ahora que has venido tú... – y acto seguido siguió tomando su batido, mientras ensanchaba su sonrisa ante la cara que había puesto T.k., quien se había quedado pillado. Después de unos instantes, el muchacho reaccionó y sonriendo dijo:

- Vaya, no sabía que las chicas chinas fueseis tan lanzadas.

- No todas, aunque yo sí. Eres guapo y me gustas – dijo la muchacha encogiéndose de hombros explicándolo como si fuese la cosa más normal del mundo – Ayer, en cuanto te vi sonriendo, me enamoré de ti.

- Hombre, tanto como enamorarte... – dijo el muchacho.

- Tal vez eso no, pues te tengo que conocer mejor, pero sí me gustaste bastante.

- Bueno, para, para, que me voy a poner colorado – bromeó el muchacho y luego añadió – Pues permíteme decirte, que tú tampoco estás nada mal.

La muchacha sonrió ampliamente al oír esas palabras y luego siguieron hablando durante varias horas más. Cuando llegó la hora de comer, T.k. acompañó a la muchacha hasta una estación próxima para que pudiera volver a su casa. Quedaron de verse de nuevo, a la mañana siguiente, en la escuela. T.k., después de comer en un restaurante cercano a la estación, volvió a su casa y estuvo toda la tarde tirado en el sofá, frente al televisor mientras jugaba con su Play Station.

A la mañana siguiente se levantó mucho antes que la anterior. Tras ducharse y vestirse, salió de casa tomando el camino que ya había designado para llegar a su nueva escuela. Cuando llegó allí, vio al equipo de voleibol entrenando. Se quedó un rato observando todos los movimientos de Mai Tsi, hasta que una voz lo sacó de sus pensamientos:

- Como la sigas mirando así, la vas a desgastar – T.k. se dio la vuelta y se encontró con la sonriente cara del muchacho castaño que había conocido el día anterior.

- Ling, menudo susto me has dado – dijo T.k. un poco más relajado, ya que un principio había pensado que se trataba de Gao.

- Vaya, Gao se ha dado cuenta de que la estabas mirando – dijo Ling mirando por encima del hombro del rubio hacia el novio de Mai Tsi – Será mejor que vengas conmigo. Como si me vinieses a ver a mí, en vez de a su novia.

T.k. no dijo nada si no que siguió a Ling hasta el edificio donde estaba la piscina climatizada y dando la vuelta a la esquina, desaparecieron de la vista del muchacho moreno y de toda su pandilla, quienes se encontraban entrenando a baloncesto.

- Muchas gracias, Ling – dijo T.k. con una sonrisa.

- No hay de que, pero si a Gao algo no le gusta, puede llegar a ser muy desagradable – comentó Ling. Fue entonces cuando T.k. se dio cuenta de que Ling llevaba unas botellas de plástico para llenarlas de agua en los grifos que se encontraban en la pared de enfrente. Tan pronto como el muchacho castaño se puso a llenar una de las botellas, el rubio no dudó ni un segundo en ayudarlo en hacer lo mismo con las otras. Ling al ver eso, dijo – Oye, que no tienes por qué ayudarme. Puedo hacerlo yo sólo, no te preocupes.

- Bah, si no es problema. En Japón lo hacía muy a menudo, era mi castigo por llegar siempre tarde a entrenar – dijo T.k. sonriendo ante al recuerdo de la cara enrojecida de furia de su entrenador.

- ¿A qué jugabas? – preguntó Ling interesado mientras cogía otra botella.

- A baloncesto – dijo T.k. mientras tapaba una de las botellas.

- ¿De verás? Yo también juego – dijo entusiasmado el muchacho – Yo estoy en el equipo, aunque no es que seamos muy buenos – dijo reflexionando tras su entusiasmo inicial.

T.k. iba a replicar cuando una voz grave lo cortó.

- Ling, ¿qué demonios estás haciendo? – T.k. y Ling se dieron la vuelta para encontrarse cara a cara con un cuarentón alto y algo entrado en carnes. Después se dio cuenta de la presencia del rubio y preguntó – ¿Y tú quién demonios eres?

- Éste es el señor Ying. Es el profesor de gimnasia y el entrenador de baloncesto – le susurró Ling a T.k. Éste tragó saliva y contestó a su pregunta.

- Me llamo Takeru Takashi, señor. La próxima semana voy a empezar un nuevo curso en esta escuela – dijo T.k. un poco asustado.

- ¿Takashi, eh? ¿Eres el chico japonés verdad? – dijo con un nuevo tono de emoción el hombre.

- Sí, señor – dijo T.k. echándole una nerviosa mirada a Ling quien simplemente le devolvió otra, dándole a entender que lo dejara pasar.

- ¿Con qué japonés, eh? – dijo una voz arrastrada desde la espalda de T.k. El muchacho se dio la vuelta y vio apoyado en la pared del edificio de la piscina a Gao.

- Bueno chicos, – dijo el señor Ying sin dejar contestar a T.k. – vamos a llevar estas botellas a la cancha y a seguir entrenando. ¿Nos ayudas Takashi?

- Claro – dijo el aludido tomando tantas botellas como pudo. Ling tomo otras tantas y el entrenador las que sobraron y se dirigieron a la cancha, precedidos por Gao y sus amigos. Una vez allí, T.k. se sentó junto al señor Ying a ver el entrenamiento. Pronto se dio cuenta que sólo Ling y Gao, se salvaban como buenos jugadores de baloncesto. El señor Ying se dio cuenta de la cara de T.k. y empezó a preguntarle que le parecía que fallaba. Pocos minutos después ambos estuvieron hablando de baloncesto como si se conociesen de toda la vida. Ya había pasado más de una hora, cuando Mai Tsi interrumpió la animada conversación.

- Hola, no te había visto. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? – preguntó la muchacha al rubio.

- Ah hola. Pues llevo más de una hora – dijo T.k. mirando el reloj y sorprendiéndose de la hora que era. El tiempo se le había pasado volando.

- Takashi y yo estábamos hablando sobre baloncesto. Ya sabes, a ver que se podría mejorar en el equipo – explicó el señor Ying a la muchacha.

- Pues si tan listo te crees japonés, muéstranos lo que sabes hacer – le retó Gao a T.k. Todo el equipo había dejado de jugar cuando había llegado la muchacha y se había puesto a observar la conversación que mantenía el trío.

- Gao – le advirtió el entrenado con un tono de enfado.

- ¿Qué? – preguntó el muchacho – ¿He dicho algo malo?

- No tienes por qué dirigirte a él con ese tono despectivo, tiene un nombre, ¿sabes? – defendió al rubio Mai Tsi.

- ¡Cierra el pico! – la amenazó Gao dirigiéndose hacia ella.

- ¡Eh! – exclamaron al mismo tiempo T.k. y Ling a la vez que se interponían en el camino de Gao.

- Gao, te estoy advirtiendo – dijo con voz cansina el entrenador.

- Sólo quiero saber que haría el japonés para mejorar el equipo. Dudo mucho que sepa botar la pelota, si quiera – dijo el muchacho quitándole importancia al asunto mientras se encogía de hombros.

- De acuerdo. Juguemos un partido de quince minutos y te enseñaré lo que sé hacer – dijo T.k. explotando en ese momento.

- Muy bien – dijo Gao ante su inminente victoria y con un chasquido de sus dedos se dirigió de nuevo a la cancha seguido por cuatro de sus amigos – Mira a ver quien quiere formar equipo contigo. Si no, tendrás que jugar tú solo contra nosotros cinco.

T.k. miró a los cinco contrincantes. Él era más alto que cualquiera de ellos, pero cualquiera de ellos era más cuadrado que T.k. El chico entonces se dio la vuelta y miró al resto del equipo. Ninguno de ellos le devolvió la mirada. Ninguno, excepto Ling. Todos ellos miraban hacia otro lado, con la cabeza gacha y los ojos llenos de remordimiento. Pero todos sabían que era mejor no contrariar a Gao. El muchacho se dirigió solo al centro de la cancha donde esperaban sus oponentes.

- Gao, eso no es justo – dijo el señor Ying al muchacho.

- Estas son las reglas, entrenador – dijo el muchacho dando una mirada significativa a su maestro. Entonces T.k. supo que Gao no sólo controlaba su curso, si no que también tenía poder en el claustro de profesores.

- Gao, has sido tú quien ha retado a T.k., así que lo más normal es que juguéis un uno contra uno – se aventuró a decir Ling.

- Pues si no te gusta, ¿por qué no juegas tú con él? – preguntó Gao con malicia en sus ojos.

- De acuerdo. Eso es lo que estaba pensando hacer – respondió el muchacho sorprendiendo a todo el mundo, incluso a T.k.

- Oye Ling, no tienes por qué hac... – comenzó a decir T.k. al muchacho pero inmediatamente fue cortado por el alzamiento de la mano de Ling, quien enseguida estaba en la cancha al lado de T.k. Éste miró al muchacho chino quien le dio una amistosa sonrisa. T.k. le devolvió la sonrisa entonces.

- Yo también juego con vosotros – se escuchó la voz de Mai Tsi mientras ésta se acercaba corriendo a donde estaban los muchachos. Éstos se miraron entre ellos y sonrieron más ampliamente.

- Venga ya Mai Tsi. Si no llegas desde tiro libre a la canasta – se burló Ling de su amiga.

- ¿Desde dónde? – preguntó la muchacha con una ceja levantada.

- Venga Mai Tsi, siéntate y contempla el partido – dijo T.k. empujando a la muchacha hacia fuera de la cancha. Cuando la muchacha se hubo sentado, T.k. le puso una mano en la cabeza y, como si de una niña pequeña se tratase, añadió con una sonrisa – No te preocupes por nosotros.

La muchacha se sonrojó, pero le devolvió otra amplia sonrisa. Este hecho no fue del agrado de Gao, quien enseguida ordenó que comenzase el partido dirigiendo una mirada de odio al rubio. El entrenador Ying haría de árbitro, lo que no daba mucho aliento a T.k., pero lo prefería a que fuera uno de los amigos de Gao que estaban descansando.

Y el partido comenzó.

Notas de la autora: Perdón, perdón, perdón... y mil veces perdón. Lo siento de veras, ya sé que soy una tardona (excusa: los exámenes y las clases), pero intentaré que el próximo capítulo llegue mucho antes (buff, podéis empezar a hacer apuestas de haber cuantos meses tardo ahora).

En este capítulo explico un poco lo que hizo T.k. en esos cuatro años que pasaron. Concretamente me centro en el último, en su estancia en China, que va a ser la explicación al por qué de que T.k. se lleve tan bien con Sora, mientras que los demás no han sabido nada de ella durante esos cuatro años.

Como el capítulo me estaba quedando muy largo, decidí dividirlo en dos partes, porque... Ya era hora de que actualizara.

Bueno y aquí van las contestaciones a los reviews:

Mi Koushiro Yamato: Tranqui, que en algún momento de la historia deberán hablar. Aunque todavía te voy hacer sufrir un poco más.

Amy – chan: Muchas gracias por tu apoyo. ¡Aquí tienes otro capítulo!

Evil Sora: Ummm, lo del psiquiátrico se me hace vagamente familiar... Bueno, tú tranquila y baja de las paredes, que para el trabajo sucio  ya tenemos a Spider – man. Lo de los líos todavía vas a tener que esperar un poco, pero llegaran y en cuanto a lo de Sora y Yamato... Bueno, más adelante lo explicaré más detalladamente. Vas bastante encaminada en lo de los cuernos, pero creo que como bien dices tú, si cualquiera de nosotras llega estar por ahí... Y, aunque te hayan expulsado del manicomio, no problem,  siempre podemos formar un club o una ONG a nuestro alrededor, "Expulsados sin fronteras" (Ummm, no me gusta hay que perfilarlo). En fin, nos leemos.

JeRu: Muchas gracias. Fue gracias a tu último review que me puse a escribir este capítulo así que te debo una. Me alegra que te guste la historia y aquí tienes otro capítulo más.

Seguid dejándome reviews please, me gusta saber lo que opináis. Además, se agradece saber que por lo menos hay alguien que lee tu fic.

Muchas gracias a los que estáis leyendo esto y... ¡Hasta el próximo capítulo! (pronto, espero).