CAPÍTULO 5: T.K. : RECUERDOS (2ª PARTE)

Pronto se hizo evidente el por qué de que T.k. fuera el capitán y parte del equipo titular en su colegio en Japón. Ling y él se compenetraban muy bien y cinco minutos después iban muy adelantados en el marcador.

- ¿Qué te pasa Gao? – preguntó con una sonrisilla T.k. a mitad del partido viendo que el otro muchacho estaba gritando a sus compañeros – ¿Tienes problemillas?

- Te machacaré japonés – dijo despectivamente Gao, pero por más que lo intentó los puntos de T.k. y Ling eran muy superiores a los del otro equipo. Mientras el señor Ying no cabía en sí de gozo por haber encontrado otro jugador que pudiera salvar el equipo, Gao ardía de furia. Nada más ver el resultado se dirigió sin ninguna palabra hacia los vestuarios. Todos sus amigos y los demás componentes del equipo, excepto Ling, le siguieron. Mai Tsi se levantó y corrió a abrazar a los dos muchachos.

- Lo habéis conseguido, sois fantásticos chicos – dijo la chica, pero cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, enseguida se separó con los brazos detrás de su espalda y un leve rubor en sus mejillas. T.k. sonrió ante esto.

- ¡Bah! Ya lo sabía, no hacia falta que me lo dijeses – dijo el rubio en broma dándose aires de grandeza. Ling rió.

- Juegas muy bien T.k. – dijo el muchacho chino.

- Claro que juega bien – dijo el señor Ying sin dejar dar las gracias a T.k. – Y a partir de ahora formará parte del equipo.

- Pero... – intentó quejarse T.k. pero el señor Ying le cortó.

- ¿Algún problema con ello? – preguntó el señor Ying con un tono amenazante que no dejaba lugar a replica.

- No, señor.

- Muy bien, mañana te quiero aquí a las nueve de la mañana con pantalones cortos, camiseta y zapatillas de deporte, ¿de acuerdo?

- Venga ya, si hace siglos que no me levanto a esa hora – se quejó el rubio quien todas las mañanas durante el verano no había destacado exactamente por levantarse pronto. Ling y Mai Tsi rieron por lo bajo pero la mirada que les dirigió T.k. hizo que Ling intentara intervenir a favor del rubio.

- Pero señor Ying, el entrenamiento no empieza hasta las diez y media.

- Ya, pero tenemos que buscarle un traje para jugar y mandar grabar su nombre en la camiseta y en el pantalón. Además tengo que enseñarle las tácticas del equipo.

- No me digas que sois capaces siquiera de hacer tácticas – dijo T.k. con una ceja levantada – Venga ya. Si la mitad casi no sabe botar un balón y no te ofendas Ling, lo digo por el resto. Sólo Gao, muy a mi pesar, y tú os salváis.

- Nada, tranquilo no me ofendo – dijo Ling quitándole importancia a la vez que reía con Mai Tsi por el tono que había utilizado el rubio.

- A ver Takashi...

- Déjese de formalismos.

- Muy bien Takeru...

- T.k. mejor.

- Está bien T.k. – dijo el señor Ying con un tono que daba a entender si le parecía bien al muchacho que le llamara así. T.k. simplemente asintió mientras sus dos nuevos amigos no paraban de reír – Ya sé que no somos el mejor equipo que pueda existir...

- Bueno, eso ni que decir tiene – interrumpió T.k. pero decidió no volver a hacerlo ante la mirada que le dirigió su nuevo entrenador.

- ...pero contigo ahora, tal vez podamos empezar a hacer algo – terminó el adulto.

- Sí, sí eso está muy bien... Yo lo que quiero saber es por qué tengo que venir una hora y media antes que los demás – dijo T.k. desesperado por la hora en la que debería levantarse. Mientras, a Mai Tsi y a Ling ya les estaban cayendo lágrimas de los ojos.

- Porque lo digo yo y no hay más que hablar – cortó con un deje de cansancio el señor Ying.

- Pero no es justo...

- Ya vale, a las nueve aquí y punto – T.k. simplemente suspiró vencido. Al ver que había ganado el señor Ying, más calmado, se atrevió a preguntar – Bueno, ahora vas a contestarme una pregunta, ¿por qué Gao te tiene atravesado entre ceja y ceja si ni siquiera te conoce?

- Yo tampoco lo sé – dijo T.k. con una cara de no haber roto nunca un plato. Luego señalando a Mai Tsi y encogiéndose de hombros, añadió – Creo que es por ella.

- ¿Por ella? – dijo el señor Ying mirando en dirección a la pareja. Mientras Mai Tsi se ponía roja a más no poder, Ling no paraba de reír.

- Sí. Supongo que es porque nos hemos estado tirando los tejos – repuso T.k. como si no tuviera importancia.

- ¿Con qué los tejos? – preguntó medio incrédulo el entrenador – Anda que no has empezado el curso y ya te has hecho nuevos enemigos.

- Si yo soy un sol de persona – dijo T.k. inocentemente lo cual hizo que los otros tres rieran – De todos modos, no sé por qué a Gao le tenéis tanto miedo.

- Su padre es un alto cargo de dentro del consejo del colegio y uno de los peces gordos de Hong Kong – contestó el hombre y luego le aconsejo – Así que es mejor que no te andes metiendo en líos con él.

- Acabásemos – dijo T.k. comprendiendo ahora todo muchísimo mejor. Luego se encogió de hombros y dijo – Bueno, si él no se mete conmigo, yo no me meteré con él. No le tengo ningún miedo.

- T.k., el señor Ying tiene razón. Yo conozco al padre de Gao, y no es gente con la que se pueda jugar – esta vez fue Mai Tsi la que habló.

- Es verdad T.k., será mejor que hagas caso omiso a sus provocaciones – dijo Ling. T.k. los miró a los tres y suspirando dijo:

- Este es un colegio para niños pijos y ricos. Casi todas las plazas, por no decir todas, ya están ocupadas desde principios del año pasado – dijo T.k. echándole una mirada al señor Ying quien simplemente asintió ante el razonamiento del muchacho. Mai Tsi y Ling se miraron confundidos y luego siguieron escuchando a T.k. – ¿Creéis que alguien como yo, hubiese entrado casi a comienzo de este nuevo curso, aunque estuviese forrado, si no tuviese las espaldas cubiertas? – dijo T.k. refiriéndose a su padre y a su hermano. Éste último era una estrella de rock internacional y su padre, cuando ascendió al cargo de director de la cadena de televisión donde trabajaba, en poco tiempo se hizo con el control de todo el este asiático y sus nuevos negocios occidentales no le estaban yendo nada mal.

Los otros tres se miraron entre ellos y se dieron cuenta que lo que decía el rubio era cierto. Nadie entraba así como así en aquel colegio.

- Bueno, no tenías por qué llamarnos pijos – dijo la muchacha para romper la tensión que había en el aire. Los otros tres se rieron.

- Como que no, si todo lo que llevas puesto es de marca. Mírate, si hasta tus bragas son pijas – dijo T.k. señalando a la cintura de Mai Tsi donde se podía ver una tira con la escritura "Calvin Klein", por encima de los pequeños y ajustados pantalones cortos que llevaba la muchacha. Ésta se dio cuenta y sonrojada bajó la camiseta que se había levantado, hecho que había permitido ver a T.k. la ropa interior de la chica.

Los otros tres comenzaron a reír entonces.

- De verdad, como eres. ¿Sólo te fijas en eso? – dijo medio enfadada medio en broma Mai Tsi. Luego Ling y ella se dirigieron a los vestuarios mientras T.k. ayudaba al señor Ying a recoger las cosas. Después de media hora de espera, todos los muchachos y muchachas de los diferentes clubs deportivos que había en el colegio, comenzaron a salir de los vestuarios. T.k. vio cómo salía Gao y se quedaba esperando con sus amigos. T.k. supuso que a Mai Tsi. En ese caso, el no tenía mucho que hacer, pero de todos modos decidió esperar a Ling mientras seguía hablando con el señor Ying.

Mai Tsi y Ling salieron a la vez de sus respectivos vestuarios. Gao inmediatamente se acercó a la muchacha y Ling se alejó hacia donde estaba T.k. A la muchacha se le abrieron los ojos porque el muchacho la había dejado sola ante aquella situación. Por encima del hombro podía ver cómo T.k. y Ling miraban hacia ella, con sus respectivas sonrisas burlonas y cuchicheando entre ellos.

- Entonces, ¿vamos o no? – la pregunta de Gao la sacó de sus pensamientos.

- ¿Adónde? – preguntó la muchacha desorientada ya que mientras había estado observando a los dos muchachos no había oído nada de lo que estaba diciendo Gao.

- Pues al cine – dijo molesto el muchacho y añadió – ¿Te importaría dejar de babear por ese rubio japonés y escucharme?

- Vuelves a decir lo de "japonés" en un tono despectivo, Gao – dijo la muchacha frunciendo el ceño.

- ¿Y qué? – preguntó Gao como si aquello no fuera importante – Te recuerdo que eres mi novia, por si lo habías olvidado, que eso me temo.

- Pues tal vez deberíamos replantearnos esta relación – dijo la muchacha en un tono decidido.

- ¿Me estás diciendo que me quieres dejar por un chico que has conocido hace tres días? – preguntó con un tono de enfado. Mai Tsi lo miró y luego volvió a bajar la vista. Era cierto, sólo conocía a T.k. hace tres días pero era como si lo conociese de toda la vida. Era un muchacho muy simpático que se hacía querer. Tampoco había que olvidar que era muy guapo.

- Gao, esto no funciona hace mucho tiempo – dijo la muchacha con el mismo tono que había utilizado antes.

- No. No funciona desde que lo intentaste golpear con una pelota de voleibol – dijo el muchacho cada vez más enfadado.

- No digas chorradas, Gao – dijo la muchacha alejándose de él, pero su mano cogió el brazo de ella y la paró. Mai Tsi se dio la vuelta para encararse al muchacho, pero su cara de enfado la asustó. Luego se fijó en el puño cerrado de él y en que estaba temblando, como reprimiendo algo que desearía hacer. Y Mai Tsi sabía muy bien que era lo que quería hacer.

- Será mejor que no la levantes la mano – dijo una voz desde sus espaldas.

- Ni se te ocurra pegarla, Gao – dijo otra desde donde provenía la primera. Gao y Mai Tsi se dieron la vuelta y vieron a T.k. y a Ling allí parados, con los brazos cruzados sobre el pecho y con cara de pocos amigos. Gao inmediatamente soltó a Mai Tsi y caminó hacia donde estaban sus amigos pasando por el lado de T.k. y golpeando con su hombro el hombro del rubio, en un claro desafío. Cuando se hubo alejado él con todos sus amigos, T.k. volvió a mirar a Mai Tsi.

- ¿Estás bien? – preguntó preocupado.

- Sí, gracias a que vosotros estabais aquí no me ha hecho nada. Me estaba temiendo lo peor – dijo la muchacha ya más calmada. Le había preocupado lo que Gao pensaba hacerle, porque de no haber estado T.k. y Ling, lo habría hecho sin ningún reparo.

- ¿Qué demonios le dijiste para que se pusiera así? – preguntó Ling confundido.

- Que quería cortar con él – contestó la muchacha como si nada.

- Pero... ¿por qué? – preguntó Ling aún más confundido. La muchacha, que había comenzado a andar dirigiéndose a la salida, se volvió y miró a Ling significativamente y luego miró a T.k. después de volver a darse la vuelta y dirigirse a la puerta. Ling miró a T.k. y luego a Mai Tsi, rodó sus ojos y dijo entendiendo todo – Ah, vale.

T.k. también entendió todo y sonrió para sus adentros mientras veía cómo se alejaban sus dos nuevos amigos. Luego corrió y saltando sobre ellos mientras les cogía a ambos por los hombros, dijo:

- Venga, vamos a tomar algo a ese sitio tan raro que os gusta. Yo os invito – les dijo sonriendo mientras miraba ininterrumpidamente para uno y otro lado. Los otros dos rieron ante el entusiasmo del muchacho y aceptaron de buen gusto. Como la anterior mañana, sólo que ahora también Ling estaba, se quedaron hasta bastante rato riendo y contándose cosas como si se conocieran de toda la vida.

Por la noche, cuando T.k. volvió a casa, su madre ya había llegado. El muchacho le contó lo del equipo y quiénes eran sus dos nuevos amigos. No obstante, olvidó mencionar cómo los había conocido. Cuando ya era bastante tarde se fueron a la cama, pero cuando se iban a acostar, un golpe se oyó en el piso de arriba.

- Parece que nuestros vecinos ya han regresado de las vacaciones – bromeó T.k. dirigiéndole una sonrisa a su madre.

- Eso parece. Mañana subiremos a saludarlos – dijo la mujer y luego empujando a su hijo hacia la habitación, le advirtió – Y tú ahora a la cama, que mañana te voy a levantar a la misma hora que yo.

T.k. no rechistó e hizo lo que su madre le pidió.

Parecía que no hacía ni cinco minutos de haberse acostado cuando un suave zarandeo lo despertó.

- Cariño, levántate. Ya es la hora – dijo Nancy a su hijo – No querrás llegar tarde, ¿verdad?

T.k. miró confundido a su alrededor y vio como su madre salía de la habitación. Luego miró el reloj que se encontraba al otro lado de la cama y se dio cuenta que su madre tenía razón. Ya era de día.

Se levantó lanzando diversas maldiciones contra el mundo, las cuales fueron oídas por su madre y duramente reprimidas, mientras se dirigía a la ducha. Una vez duchado, desayunado y vestido, salió corriendo hacia la escuela porque ya eran las nueve y diez. Cuando llegó al colegio tuvo que oír otra reprimenda, esta vez por parte de su nuevo entrenador, sobre la puntualidad. Para cuando terminaron todas las cosas que el señor Ying había programado, hacía cinco minutos que debería haber comenzado el entrenamiento.

Al principio ninguno de sus nuevos compañeros, excepto Ling, hablaba o jugaba con él por miedo a Gao o alguno de sus amigos, pero poco a poco la simpatía del joven japonés hizo que olvidaran sus reticencias y disfrutaran de las bromas que hacía el rubio. Esto enfureció aún más a Gao, quien no se molestaba en disimular el asco y la envidia que sentía por T.k.

Después del entrenamiento, Ling y T.k. entraron en el vestuario y tras una rápida ducha, se cambiaron y salieron de nuevo a las instalaciones deportivas del colegio. Afuera ya se encontraba Mai Tsi esperándolos.

- ¿Qué tal tu primer día de entrenamiento? – preguntó con una sonrisa.

- Muy bien, gracias – dijo el muchacho mientras veía como sus nuevos compañeros de equipo salían del vestuario. Todos se despedían al pasar por su lado mientras se dirigían a la puerta de salida del colegio.

- Mai Tsi, vámonos – vino detrás de ellos la voz autoritaria de Gao. Los tres chicos se dieron la vuelta para ver al muchacho rodeado de sus cuatro amigos – guardaespaldas.

- ¿Perdón? – preguntó la muchacha como si no lo hubiese oído bien – No sé si te acordarás, pero tú y yo no tenemos ningún lugar donde ir juntos.

- Todavía sigues siendo mi nov...

- Gao, entiéndelo, ¡No soy nada tuyo! – gritó la muchacha irritada – Pensé que ayer habías entendido mis palabras.

- Si sabes lo que te conviene, seguirás conmigo – dijo amenazadoramente el muchacho. Mai Tsi tragó saliva, lo que decía era cierto. Si quería conservar su popularidad debía seguir con Gao. Pero eso ahora ya no importaba.

- ¿Y qué es lo que me conviene, Gao? ¿Lo sabes tú? – le retó la muchacha separándose de él y juntándose aún más a T.k. y a Ling. Gao iba a contestar cuando una voz vino de detrás de las espaldas de los muchachos.

- Señorita Mai Tsi, señorito Ling, he venido a recogerles – dijo un hombre totalmente vestido de negro. Los aludidos miraron detrás de ellos y vieron a uno de los guardaespaldas del padre de Mai Tsi. En la puerta del colegio estaba estacionada una larga limusina negra. Una tos que sofocaba una pequeña risa, los hizo girarse y mirar a T.k. Éste apenas aguantaba un rostro serio. Mai Tsi y Ling se miraron y suspiraron al mismo tiempo.

- Muchas gracias, Quan – dijo Mai Tsi rodando sus ojos ante la risa del rubio.

- Lo siento T.k., pero hoy tenemos una comida familiar. No podré acompañarte a la tienda de la que te hable – explicó Ling al muchacho japonés. Éste simplemente levantó la mano sacudiéndola de un lado a otro indicando que no importaba, al verse incapaz de dejar de reírse.

- ¿Quieres que te acerquemos a casa? – preguntó Mai Tsi preocupada de dejarle a él solo en tan desagradable compañía. No quería ni imaginarse lo que Gao y sus gorilas podían hacerle al muchacho si se quedaba solo con ellos. T.k. notó su preocupación, aunque sin embargo la respuesta no fue la que ni Mai Tsi, ni Ling, esperaban.

- No, no se preocupe, señorita Mai Tsi – dijo el muchacho con burla, remarcando el "señorita Mai Tsi", y del mismo modo continuo – Tenga con el señorito Ling una agradable comida. Mi humilde casa está cerca. Puedo ir caminando.

Mai Tsi y Ling rodaron sus ojos. Sabían que a partir de ahora los molestaría con lo de señorita y señorito, respectivamente. Por el contrario la cara de Gao fue del más absoluto enfado a la más absoluta felicidad. Por fin obtendría su oportunidad para enseñarle a ese muchacho quien mandaba.

Mai Tsi y Ling se miraron el uno al otro y resignados comenzaron a andar hacia el vehículo, no sin antes despedirse. Cuando la limusina desapareció de su visión, T.k. se volvió a colocar la bolsa en el hombro y comenzó a andar en dirección a la salida. Sabía lo que pasaría después.

No había dado ni cinco pasos, cuando la voz de Gao le detuvo:

- ¡Eh, tú!

- ¿Te refieres a mí? – contestó elocuentemente T.k. sabiendo de antemano la respuesta. Gao simplemente sonrió.

- Si te has quedado, es porque sabías lo que te esperaba. ¿No pensarías que te íbamos a dejar irte así como así, verdad?

- Hombre, al principio pensé que tal vez sí, pero después me di cuenta de que sois lo suficientemente estúpidos para no saber lo que os conviene – dijo T.k. con una media sonrisa y dejando la bolsa en el suelo. La cara de Gao se ensombreció al mismo tiempo que el rubio levantaba sus puños para empezar la pelea.

- ¡Atacadle! – gritó Gao e inmediatamente sus cuatros amigos se lanzaron sobre el joven japonés, aunque éste evadió sus ataques fácilmente.

- ¿Qué te pasa Gao? ¿No sabes defenderte tú solito? – T.k. sabía que podría batirse con cualquiera de ellos en condiciones normales, pero el cansancio del entrenamiento sumado a que cuatro pares de brazos se dirigieran a su cara con los puños cerrados, no ayudaba mucho. De hecho no ayudaba nada.

T.k. sentía como sus puños hacían contacto con las caras o los torsos de sus contrincantes, pero apenas era capaz de evadir los que éstos le lanzaban. Después de varios minutos sintió cómo un puño hacía contacto con su mandíbula y luego otro con su abdomen, arrojándolo al suelo. Cuando levantó la vista, vio a Gao con el brazo derecho estirado en línea recta y el izquierdo formando un ángulo recto hacia arriba. Los puños de ambas manos estaban cerrados.

- ¿Conque no sé defenderme, eh? Mira cómo te he dejado con sólo dos puños – dijo Gao. T.k. supo que decía la verdad. Los puñetazos habían sido fuertes y ni siquiera los había visto venir. Además le habían hecho daño.

En ese momento T.k. escupió un poco de sangre al suelo y se limpio con el dorso de la mano derecha la sangre que corría por sus labios partidos. Una sonrisa se asomó por ellos. Por fin había encontrado a un rival fuerte y lo que es más importante, un combate interesante. Inmediatamente se puso en pie y dirigió todas sus fuerzas a dar dos golpes iguales a los que había recibido él. El sorpresivo ataque pillo desprevenido a Gao que cayó al suelo con los mismos dolores que había recibido el muchacho rubio. Sus labios también estaban partidos ahora. Miro hacia arriba y vio a T.k. mirándolo con la sonrisa aún en sus labios. Otra sonrisa apareció en los labios del joven chino, pero esta era de desprecio.

Se puso en pie y ambos muchachos empezaron inmediatamente a lanzarse puñetazos y patadas a la vez que intentaban defenderse de los ataques del otro. Tras varios minutos, el cansancio empezó a hacer ceder a Gao, ocasión que aprovechó T.k. para hacer más intensos sus ataques. Ahora Gao lo único que podía hacer era defenderse. Los amigos del muchacho miraban sorprendidos a los muchachos. Nunca habían visto una lucha tan dura. Siempre habían visto luchar a Gao con gente más débil que él y a la que podía ganar fácilmente.

Gao al empezar a sentir el dolor aún más fuerte, llamó a sus amigos:

- ¡A qué esperáis! ¡Atacadle! – dijo el muchacho viendo en sus amigos su única esperanza de salvación así como T.k. veía su condena. El haber intensificado su ataque lo había dejado agotado y si ahora se sumaban cuatro pares de puños más, no quería ni pensar lo que pasaría.

Los cuatro muchachos se miraron un momento y acto seguido empezaron a lanzar puñetazos y patadas sobre el rubio. T.k. intentaba defenderse pero sus pocas fuerzas no se lo permitían y la maraña de brazos apenas le dejaba ver para esquivar algunos ataques. Pronto comenzó a sentir como el dolor se extendía por todo su cuerpo y como ya no podía defenderse. De repente cayo al suelo y vio que Gao iba a darle una patada en el abdomen. Cerro los ojos y esperó a sentir el impacto de la bota del muchacho sobre su cuerpo, pero éste nunca llegó. En su lugar una voz de muchacha se dejo oír:

- ¿Qué está pasando aquí? – T.k. abrió los ojos y miró hacia la figura que le había salvado. Era una muchacha. Dos moños a cada lado de su cabeza recogían su cabello pelirrojo. Una camiseta azul de manga corta y cuello chino se pegaba a su torso, mientras que unos pantalones piratas negros lo hacían a sus piernas. Su atuendo lo completaban unas sandalias blancas con adornos azules y unas muñequeras negras en cada brazo – He dicho que ¿qué está pasando aquí, Gao? ¿Acaso no me has oído?

- Lárgate Takenouchi. Esto no es asunto tuyo – respondió Gao de mala gana, con un ojo medio cerrado debido aun puñetazo que había recibido de T.k.

La muchacha miró a su alrededor y vio como Gao y sus perritos falderos, como ella y sus amigos los llamaban, estaban muy magullados. Todos tenían los labios rotos, un ojo cerrado y se cogían, al menos, una parte de su cuerpo intentando aliviar el dolor. La muchacha sonrió intencionadamente:

- Os ha dado a base de bien, ¿eh? – se sorprendió de cómo sólo un muchacho había podido hacer tanto daño aquella pandilla, teniendo en cuenta que Gao no era alguien con quien debías pelearte a la ligera, y eso, ella lo había comprobado personalmente. Luego estaban los perritos que, aunque no fueran tan fuertes como su jefe ni tuvieran su técnica, si que podían hacer daño si acertaban. Luego miró al muchacho tirado en el suelo. "Pobre", pensó. Se había podido defender de ellos por un tiempo pero cinco contra uno era una clara desventaja. La muchacha se agachó junto al muchacho para ver si se encontraba bien, pero cuando miró en sus ojos azules, enseguida lo reconoció – T.k. – murmuró mientras un ceño cruzaba su cara. Así mismo el muchacho reconoció a la joven pelirroja.

- ¿Sora? – preguntó el muchacho incrédulo.

- Oye Takenouchi, ya te lo he dicho – les interrumpió Gao que no se había dado cuenta de nada – Es mi lucha, así que lárgate, o si no...

- ¿O si no qué? – dijo la muchacha cortándole a la vez que se levantaba para hacerle frente – ¿Me pegarás? – preguntó elocuentemente mientras rodaba sus ojos. Luego estirando su brazo izquierdo y el dedo índice de su mano, señaló a la puerta de salida del colegio – ¡Largaos antes de que sea yo quien os pegue a vosotros!

- No tienes derecho a tratarme así. Cuando se entere mi padre o mi hermano... – empezó a replicar Gao, pero fue cortado de nuevo por Sora.

- ¿No tengo derecho a tratarte cómo Gao? Sabes bien que no me dais miedo ni tú, ni tu familia, así que, ya estás cogiendo tus cosas y largándote de aquí – dijo la muchacha mirando desafiadoramente al muchacho – Ah, y una cosa más. Como volváis a tocar un solo pelo a T.k., preparaos. ¡Ahora largo!

Los cinco muchachos tragaron saliva y obedecieron las órdenes de la muchacha. Todos se dirigieron a la puerta cojeando y agarrándose unos a otros para servirse de apoyo. Gao les dirigió una mirada de odio a ambos muchachos, antes de desparecer por la puerta.

La muchacha entonces se giró de nuevo y se agachó donde estaba el muchacho.

- Por Dios, T.k. ¿Estás bien? ¿Cómo es que te has metido con ellos? – preguntó la pelirroja preocupada a la vez que ayudaba a levantarse al magullado muchacho, no sin cierta dificultad.

- Es una larga historia – contestó el muchacho con una mueca de dolor.

- Muy bien, pues me la puedes contar mientras te curo esas heridas – dijo la muchacha guiándolo hasta la enfermería del colegio. Cuando llegaron no había nadie allí, así que Sora lo ayudó a sentarse en una cama y comenzó a tratar las heridas y magulladuras. Mientras era curado, T.k., al verse avasallado a preguntas, tuvo que contarle toda la historia la muchacha, desde el por qué de que estuviera en Hong Kong al por qué de haberse peleado con Gao. Cuando terminó su relato, Sora estaba vendando lo último, su mano derecha – Eso te pasa por intentarle levantar la novia.

- ¡Que pasa! Ella me eligió a mí. Si soy guapo yo no lo puedo remediar – se quejó T.k. bromeando. Sora le miró con las cejas levantadas y una genuina sonrisa en sus labios. En el comportamiento de T.k. vio claramente reflejado a Matt.

- Baja modesto que sube T.k. Aunque has tenido buen maestro. Eres igual que tu hermano – dijo la muchacha levantándose del taburete donde estaba sentada. T.k. sonrió pero enseguida su curiosidad pudo más que él.

- Y a todo esto, ¿qué haces tú aquí?

- Estudio aquí y he venido hoy porque tenía que entregar unos papeles que se me habían olvidado – dijo la muchacha sin prestar mucha atención al verdadero significado de la pregunta.

- Eso no. Digo aquí, en Hong Kong – se explicó el muchacho como si fuera obvio, mientras Sora se limitaba a sonreír – Quiero decir, hace dos años desapareciste de Odaiba y nadie supo nada más de ti. ¿Qué paso?

- Bueno, mis padres se divorciaron hace dos años – explicó la muchacha.

- Vaya, lo siento. Soy un bocazas – dijo el muchacho arrepentido.

- No te preocupes, no pasa nada – lo calmó Sora con una sonrisa mientras se sentaba a su lado en la cama. T.k., animado por la despreocupación de la muchacha, continuo preguntando.

- Bien, ¿y dónde estuviste? Eso no explica por qué te fuiste – dijo un poco enfadado el muchacho. Sora siempre había sido como una hermana para él y después de que Matt se fuera, ella era lo único fraternal que le quedaba, pero después también desapareció sin dejar ni rastro. Por lo menos con Matt hablaba, pero a ella fue incapaz de localizarla.

- Tranquilo, ahora te explico – dijo riendo la muchacha ante la insistencia del muchacho – Mi madre fue la que obtuvo mi custodia, pero justo en ese momento su negocio comenzó a crecer más allá de las fronteras de Japón y Asia, por eso me tuve que ir con ella de tour por Europa y América. Hasta que hace medio año aterrizamos aquí, en Hong Kong – explicó la pelirroja y riendo añadió – Creo que el único sitio donde aún no he estado es Australia.

- Es que te fuiste tan rápido y encima después de lo que ocurrió – dijo mirando tristemente los brazos de la muchacha. El rostro de ésta también se ensombreció un poco, pero después tomando un gran suspiro, volvió a sonreír.

- No recordemos cosas tristes, T.k. – dijo mientras le abrazaba – Lo importante es que ahora volvemos a estar juntos.

T.k. la miró y sonrió también, devolviéndola el abrazo. Sora le besó la mejilla y le dijo:

- Acompáñame hasta el despacho del director. Seguro que ese viejo cascarrabias no se queja tanto si estoy con el chico nuevo – dijo la muchacha tomando su mano y conduciéndole por los pasillos hasta el lugar. Sora golpeó una gran puerta de madera y un cansado Adelante la hizo tomar el picaporte y abrir la puerta.

- ¡Hola señor Cheng! – dijo entrando alegremente – ¿Qué tal le han ido las vacaciones?

- Bien, sin tener que aguantarte todos los días aquí – dijo el hombre – Pero, ¿me has traído lo que te he pedido?

- Por supuesto – dijo la muchacha dejando un sobre encima de la mesa del despacho – y un regalito de Hawai – añadió con una sonrisa burlona mientras dejaba un paquete envuelto encima del sobre.

- Gracias – dijo el hombre no muy convencido de las intenciones de la muchacha, mientras miraba el objeto con el ceño fruncido. Sora simplemente amplió su sonrisa y al ver que nadie se encontraba a su lado, se giró hacia la puerta del despacho.

- Entra T.k. – dijo la muchacha con un gesto del brazo – Te voy a presentar a nuestro amadísimo director, el señor Cheng – dijo enfatizando el amadísimo. El muchacho entro en el despacho un poco cohibido pero eso sólo hizo que la muchacha sonriera más – Señor Cheng, éste es Takeru Takashi.

El señor Cheng se quedó helado al ver a su nueva adquisición. El muchacho tenía las dos manos vendadas, el labio inferior partido y un ojo morado. Le resultaba increíble pensar que éste era el hijo del afamadísimo Malcolm Ishida y hermano el aclamado Yamato Ishida. Padre y hermano, habían llegado a un acuerdo con el hombre para que el muchacho pudiese entrar en el colegio, pero no se esperaba lo que vio.

- No se preocupe señor Cheng. El chico no es así. Lo que pasa es que ya ha tenido su primer encuentro con Gao – dijo Sora, sabiendo exactamente lo que su director pensaba – Aunque ese niño pijo y sus perritos han quedado peor parados.

El señor Cheng se quedó un poco sorprendido al principio, pero inmediatamente se recuperó. Le constaba que Sora sabía exactamente lo que había pensado al ver al muchacho. Era una cosa que no le gustaba en absoluto de ella y sus amigos. Sabían que él no era de fiar y que fácilmente se dejaba llevar por una buena oferta. Por eso quería deshacerse lo más pronto posible de ellos, pero la posición que ocupaban algunos padres dentro del consejo del colegio, no le permitía hacer ningún movimiento en falso.

- Bienvenido a nuestro humilde colegio señor Takashi – dijo el señor Cheng con una falsa sonrisa que no paso desapercibida ni para T.k. ni para Sora. Ésta simplemente resopló ante lo de humilde. ¿Por qué tenía que comportarse así cuando en realidad todos los que estaban en la habitación sabían que era una sabandija? – Espero que su estancia en este colegio sea su agrado, aunque el principio no haya sido el más adecuado – dijo el hombre sin abandonar la sonrisa de su boca, refiriéndose a su pelea con Gao – Tal vez eso se pueda arreglar encontrando las compañías... adecuadas – dijo el hombre mirando primero a Sora y luego a T.k. cuando dijo aquella significativa palabra: adecuadas.

Sora simplemente rodó sus ojos ante la acusación del hombre. No le gustaba y nunca le gustaría.

- Creo que sé perfectamente cuáles son las compañías adecuadas, señor Cheng – dijo T.k. acercándose más a Sora y sorprendiéndola a ella como así mismo al director – Pero agradezco su preocupación.

Sora le dirigió una amplia sonrisa a la vez que le guiñaba un ojo. T.k. simplemente le devolvió otra sonrisa.

- Bien señor Takashi, si tan claro lo tiene, supongo que mis consejos no vienen al caso – dijo el hombre recuperado de la sorpresa inicial.

- ¿Consejos?, por favor, no me hagas reír – le espetó repentinamente Sora.

- Sí, consejos. Si no fuera por la ayuda que tenéis de arriba, tú y tus amigos no estaríais aquí – dijo el hombre empezando a enojarse y a perder los estribos. Sora simplemente sonrió aún más.

- Sé perfectamente, que si por ti fuera, ya nos habrías expulsado hace bastante tiempo. Sólo nosotros estropeamos tu colegio ideal de niños pijos y obedientes, mientras tú te llenas los bolsillos con dinero de sus padres.

 El señor Cheng empezó a temblar de ira, mientras se levantaba de la silla y se acercaba a la muchacha.

- ¡Ten más respeto, maleducada! – dijo levantando la mano con intención de pegar a la muchacha.

- Yo que usted no haría eso. Le estoy viendo. Y supongo que no querrá que ni mi padre, ni mi hermano, se enteren de cómo nos tratan en este colegio, ¿verdad? – le advirtió T.k. sonriendo. Sora también sonrió sin dejar de mirar a su director. Éste simplemente bajo la mano, ante las palabras del muchacho y volvió a su sitio. Ahora debería preocuparse de otra sabandija dentro del grupo y eso no era nada bueno. Antes, todavía podía controlar un poco al grupo, a pesar de que la familia de otro de los chicos del grupo, Li Xiao Lang (A/N: ¿A qué os suena? ^_^ Simplemente he hecho un poco de crossover entre mis fics.), fuera la más poderosa dentro del consejo, pero si ahora se sumaba a los Ishida, los únicos que podrían haber hecho frente a los Li, eso no pintaba nada bueno para él.

- Bueno, si no tienes nada más que contarnos nos vamos – dijo la pelirroja cogiendo de la mano al rubio – Espero que te guste el regalo, adiós.

El hombre se dejo caer en su silla y cogió el paquete. Era redondo y pequeño. Empezó a desenvolver el objeto y cuando terminó vio que se trataba de un coco. Pegada con celo, había una nota. El hombre despegó el papel y vio que el coco tenía dos ojos y una sonrisa pintados de blanco (A/N: Quienes hayan visto el anuncio de fanta, ya sabrán a lo que me refiero). Luego miró la nota y la leyó:

Este año vamos a hacérselo más insufrible que el anterior.

Atentamente, Sora Takenouchi y Cía.

PD: Espero que le guste el coco.

El hombre estrujó la nota en su mano y luego miró la sonriente cara del fruto antes de lanzarlo, en su frustración, al otro lado de la habitación.

Sora oyó el golpe contra el suelo y sonrió, a la vez que le comenzaba a contar a T.k. lo que decía la nota y lo que era el regalo. T.k. comenzó a reír mientras salían de la escuela en dirección al piso de T.k. Al llegar allí, fue una gran sorpresa que Sora y su madre fueran los vecinos que vivían encima de él y Nancy. T.k. al estar solo, decidió aceptar la invitación de Sora y subió a su casa. Allí estaba la madre de Sora, que al reconocer al muchacho empezó a darle abrazos y besos y a preguntarle como se encontraba. T.k. le explicó el por qué de su estancia en Hong Kong y cómo su madre estaba trabajando.

- Entonces, te quedas a comer aquí. Y ésta noche a cenar. Tendremos lista la cena para cuando tu madre llegue y ella también subirá a cenar. Seguro que viene muy cansada, la pobre – dijo la mujer sin dejar de abrazar al muchacho. T.k. la miraba asustado e intercambiaba miradas con la pelirroja, quien se limitaba a sonreír. De repente, la madre de Sora, se dio cuenta de las magulladuras del muchacho – Pobre chico, ¿cómo te has hecho eso? – dijo preocupada y sin dejarle responder se volvió enfadada hacia a su hija – En que lío le has metido ya, ¿eh?

Sora abrió la boca en incredulidad mientras fruncía el cejo.

- Yo no he hecho nada, mamá – se quejó la muchacha. Para una vez que no tenía la culpa...

T.k. vio entonces su oportunidad.

- Es verdad, se encontró con unos matones, se empezó a meter con ellos y luego yo tuve que defenderla – dijo T.k. mientras ponía ojitos de perrito a la vez que asentía con la cabeza y se refugiaba en los brazos de la madre de Sora. La pelirroja no podía creer lo que entraba por sus oídos. Allí estaba T.k. lanzándole miradas maliciosas mientras su madre lo abrazaba y le lanzaba miradas mortales a ella.

- Tranquilo ya paso – decía la mujer mientras abrazaba aún más al rubio. Sabía que todo era un juego, pero ¡eh!... a ella también la apetecía jugar. Y más si era para molestar a su hija.

- No le estarás creyendo, ¿verdad? – preguntaba incrédula Sora.

- Jovencita, vas a tener mucho que explicar. ¿Cómo se te ocurre meter al chico en un lío que tú misma has provocado? – preguntaba su madre mientras Sora no salía de su asombro y T.k. no paraba de reírse.

- Takashi vas a morir – dijo Sora empezando a perseguir al muchacho por toda la casa mientras reían. La madre de Sora también empezó a perseguir a su hija y al final acabaron los tres riendo tumbados en la cama de Sora. T.k. se levantó un poco y empezó a mirar por toda la habitación. Una pared estaba enteramente llena de fotos de diversos lugares y diversas personas.

- ¿Habéis estado en todos estos lugares? – peguntó incrédulo mirando las fotos más de cerca. Las dos mujeres simplemente asintieron. T.k. volvió a la cama con ellas y se sentó mientras empezaba a preguntar como eran diversas ciudades que había visto en las fotos. Sora sonrió al ver como su madre se emocionaba al responder a todas las preguntas que T.k. le hacía sobre Moscú, París, Londres, Italia... y muchas más. Los dos eran como niños con un juguete nuevo. Pronto los tres estaban tumbados en la cama y la madre de Sora y T.k. hablando como si se conociesen de toda la vida. Tras un rato, la charla fue cortada por un golpe en la ventana. Los tres miraron en aquella dirección y afuera, sentado en las escaleras de emergencia que iban por la fachada del edificio y que permitían acceder a todos los pisos, estaba un muchacho con el pelo castaño y los ojos color ámbar. Sora se levantó al reconocerle y le abrió la ventana, separándose de ella para permitirle el paso a la habitación.

- Buenas – dijo el muchacho alegremente y al darse cuenta del rubio que estaba en la cama continuo bromeando – ¿Qué hacéis con el pobre chaval? Ya sabéis que siempre queráis diversión me tenéis a mí.

- ¡Qué burro eres! – dijo Sora riendo – Te presento a Takeru Takashi. Empieza éste curso en nuestro colegio.

- Encantado – dijo alegremente el muchacho tendiéndole una mano – Yo soy Li Xiao Lang.

T.k. estrechó la mano que le había ofrecido y supo inmediatamente que se llevaría muy bien con ese chico. Lo mismo le había pasado cuando había estrechado la de Ling.

- ¡Awue! ¿Qué te ha pasado? – preguntó viendo al muchacho con todas aquellas heridas.

- No ha empezado todavía el curso y ya ha tenido su primer encuentro con Gao – dijo Sora sentándose en la cama y haciéndole un sitio a Xiao Lang. La madre de Sora movió la cabeza con un gesto de desaprobación.

- ¿De verdad? ¿Y qué tal les dist...?

- ¡Xiao Lang! – dijo la madre de Sora enfadada.

- Perdón. Quiero decir eso estuvo mal, muy mal – dijo el muchacho con una mueca que hizo reír a los otros tres. Sabían que sus palabras querían significar todo lo contrario.

- Les dejó como un colador – dijo Sora poniéndole al tanto de los acontecimientos – Gao y sus perritos recibieron a base de bien.

- Bien hecho chaval – dijo Xiao Lang sin ocultar su alegría a la vez que chocaba los cinco con T.k.

- ¡Sora! ¡Xiao Lang! – se volvió a quejar la madre de Sora.

- Venga Maaya, tú te alegras tanto como nosotros que les haya pateado los traseros a esos niños pijos – dijo Xiao Lang sacando a relucir la verdad.

- Anda cállate, que tú también eres un niño pijo – dijo Sora riendo a la vez que Xiao Lang la lanzaba un cojín a la cara. La muchacha lo esquivó pero el chico la cogió y tumbándola empezó a hacerla cosquillas – Por favor, para – dijo sin parar de reír. Le estaba empezando a faltar aire.

- No hasta que te disculpes como es debido – dijo el muchacho sin parar y con una sonrisa maliciosa en la cara.

- De acuerdo... de acuerdo... no eres un... niño pijo... y eres una... persona... maravillosa... a la que... todo el mundo... admira... quiere... y un largo... etcétera que no voy... a poder decir... si no paras... de hacerme cosquillas – dijo Sora entrecortada por las carcajadas y las bocanadas que daba para respirar el aire que le faltaba. Xiao Lang al oír las palabras dejó de hacerle cosquillas.

- Por Dios, Sora, no me digas esas cosas que me vas a sacar los colores – dijo Xiao Lang bromeando mientras se llevaba las manos a las mejillas. T.k. y Maaya sonrieron mientras que Sora le tiraba el cojín que antes casi había recibido.

- Bueno, ¿cuándo se come en esta casa? – preguntó Xiao Lang con una sonrisa mientras se frotaba las manos. Los demás le miraron con una cara sonriente mientras levantaban las cejas – Vamos, no he preguntado pero yo creo que no hace ni falta. Y aunque preguntara y me dijeras que no, me iba a quedar igual, pues así no gasto saliva – argumentó el muchacho.

- Claro que te puedes quedar mi niño – dijo Maaya abrazando al muchacho mientras le daba un beso en la mejilla. Todos los amigos de su hija eran iguales de alegres y simpáticos que aquel chico y ella no podía dejar de tratarlos como si fuesen sus propios hijos.

- Pero chico, ¿es qué en tu casa no te dan de comer que siempre tienes que venir a ésta? – se quejó Sora de manera bromista – Además, tu casa es cincuenta veces este piso.

T.k. abrió los ojos como platos. La queja la había proferido en broma, pero aquello del tamaño de la casa de Xiao Lang lo había dicho muy en serio.

- ¡Hala! ¡Mentirosa! Cincuenta veces, ¿dónde vamos a ir a parar? – dijo el muchacho y luego riendo añadió – Es por lo menos cien veces este piso.

Maaya y T.k. rieron ante la ocurrencia del muchacho mientras Sora se lanzaba contra él y lo tumbaba en la cama mientras lo empujaba contra ella de manera juguetona.

- ¡Oye, qué bien os lo pasáis por aquí! – dijo una chica desde la ventana. Tenía dos trenzas a cada lado de la cabeza, recogidas en un aro cada una.

- ¡Lei Fang! – dijo Sora saludando a la muchacha (A/N: Para los que hayáis jugado a algún DOA, Dead or Alive, el personaje de Lei Fang lo he cogido de ese videojuego. Así que si queréis saber como es físicamente, sólo debéis dirigiros al juego).

- ¿Se puede comer en esta casa? – preguntó dulcemente la muchacha.

- Claro que sí cariño. Además Xiao Lang también se queda – dijo Maaya levantándose de la cama.

- Muy bien muchas gracias – dijo sonriendo la muchacha y luego girando la cabeza y mirando hacia debajo de las escaleras, gritó – ¡Chicos, que sí podemos quedarnos a comer!

La madre de Sora abrió los ojos como platos mientras se asomaba a la ventana para ver a todos los amigos de su hija subiendo por las escaleras de emergencia hasta el piso. Le habían tendido una encerrona y que Sora, Xiao Lang y T.k. se estuviesen riendo detrás de ella, no ayudaba mucho.

- Eres un cielo, Maaya – dijo Lei Fang mientras la abrazaba.

- Soy estúpida – dijo la mujer mientras veía como los demás chicos entraban en la habitación – No sé cómo me he dejado engatusar.

- Ya sabes que te queremos mucho, ¿verdad? – dijo una muchacha morena con dos moños a cada lado, quien respondía al nombre de Mei Ling (A/N: También suena, ¿verdad?). Y luego todos los amigos de Sora, se juntaron a su alrededor y la dieron un gran abrazo.

- Vale, vale. No hace falta que me hagáis la pelota. Ya he dicho que podéis comer aquí – dicho esto la mujer se liberó de la maraña de brazos y se dirigió a la cocina a preparar mucha más comida.

Aquel día T.k. conoció a los que serían sus mejores amigos. Todos eran muy simpáticos y enseguida se llevó bien con ellos. Por la noche, cuando Nancy regresó a casa, también se llevó una gran sorpresa al conocerlos a todos y por encontrarse a Sora allí. También ella encontró en Maaya a su mejor amiga. Para Nancy no le era muy fácil relacionarse, pero con aquella colección de muchachos, era imposible no llevarse bien.

Aquella noche durmieron todos juntos, repartiéndose entre el piso de Nancy y el de Maaya, acomodándose varios en cada cama y en los sofás. Cuando comenzó el curso a ese grupo también se unió Ling, quien había sentido el rechazo de sus compañeros por haber ayudado a T.k. en vez de a Gao. Mientras, la popularidad de Mai Tsi tampoco descendió y todas sus amigas siguieron estando con ella, aunque se llevaba muy bien con T.k., Ling y sus nuevos amigos. Poco después los nuevos compañeros de clase comenzaron a aceptarle también, haciendo caso omiso a Gao, ya que T.k. era una gran persona con la que era imposible llevarse mal.

Después de un año, Nancy volvió a ser trasladada a Odaiba, Japón, mientras que Maaya y Sora se fueron a Sydney, Australia. Aunque eso no impidió que todos siguieran comunicándose entre ellos mediante teléfono, Internet u otros medios. Lo único que T.k. no entendió nunca, fue por qué Sora no le dejó contar a ninguno de sus antiguos amigos, que había estado con ella en China. Tampoco se lo dejo contar a su hermano y por más que preguntara la verdadera razón del por qué de su ruptura, ella siempre evadía la pregunta cambiando de tema.

Nancy sonrió ante todos aquellos recuerdos. En realidad había sido un gran año aunque echaba de menos las largas conversaciones que tenía con Maaya o las bromas que les gastaban los chicos. Todos eran como una gran familia.

A pesar de que las últimas vacaciones de verano, T.k. y ella las habían pasado con Maaya y Sora en Australia, no podía evitar evocar aquellos buenos tiempos. "Pero seguro que pronto todo cambiará" pensó mientras se dibujaba una sonrisa en sus labios que no pasó desapercibida para su hijo.

- ¿Por qué sonríes? – preguntó curiosamente el muchacho.

- Me estoy acordando de cuando vivíamos en China – dijo Nancy aumentando aún más la sonrisa.

- Sí, aquel año fue genial ¿eh? – dijo el muchacho con el rostro iluminado y pensando en ello.

- Sí, pero ahora termínate eso y cámbiate porque tienes que ir a casa de Yôji a estudiar – dijo la mujer obligando a su hijo a terminar la comida. Luego de que hubiese terminado se cambió y después de lavarse los dientes y peinarse entró en el salón donde estaba su madre con una bolsa en el hombro.

- Mamá, creo que me voy a quedar allí porque seguro que luego me da pereza volver. Nos vemos mañana, ¿vale? – dijo acercándose para darle un beso y un abrazo.

- De acuerdo cariño – contestó la mujer devolviéndole el afecto, pero luego recordando algo añadió – ¡Ah!, y no se te ocurra meterte ni con Nozomi, ni con Natsumi. Sora y tú juntos podéis ser muy desagradables.

- Vale – dijo el muchacho pasando del tema y saliendo por la puerta. Luego se dirigió a la estación del metro y cogió el primer tren que llegó. Quince minutos después se encontraba enfrente de los apartamentos de lujo donde había esperado aquella mañana. Cuando se acercó a la puerta un joven ventiañero le abrió la puerta.

- Buenos días, señorito Takashi – dijo el joven mientras saludaba a T.k.

- Hola Ryo – dijo T.k. entrando en el vestíbulo y dirigiéndose al ascensor. Una vez allí pidió al muchacho que apretase al botón del último piso y cuando llegó se dirigió a la puerta de Yôji y llamó. Unos rápidos pasos se escucharon dirigiéndose hacia a la puerta y momentos después Sora abrió la puerta:

- Guten Tag.

Notas de la autora: Síííííííííííííííííííí... Por fin el quinto capítulo. Creí que nunca lo acabaría. Además esta vez no he tardado mucho (considerando lo que tardo normalmente).

Bueno lo de mezclar los personajes de Card Captor Sakura y Escaflowne (en este capítulo no ha aparecido ninguno de esta serie pero en próximos tal vez lo haga), es una idea que se me ocurrió de repente. La verdad es que ningún fic tiene nada que ver con los otros, excepto que los personajes se conozcan. Vamos que para comprender este fic no tenéis que leeros los otros dos, porque no vienen al caso. De todas maneras, si queréis yo os dejo encantada. Y si de paso dejáis reviews muchísimo mejor (Ja, ja, aquí mendigando público y reviews para los otros fics, a la vez que les hago publicidad. Como soy, pero qué le vamos a hacer, me quiero demasiado a mi misma).

Ahora la pregunta es, ¿a qué se refería T.k. con lo de "después de lo que ocurrió"? A todos los que piensen que es sobre la ruptura de Matt y Sora siento desilusionarles pero tengo otra cosa en mente. Sólo quería aclarar este punto.

 

Bueno, ahora  aquí van algunas contestaciones:

JeRu: ¡Uy! No me voy a salvar, que peligro. Bueno pues nada, tú pide, que veremos lo que se puede hacer. ¡Ah tranquila! Yamato aparecerá en el próximo capítulo. Serán sus recuerdos. Aunque no habrá Sorato hasta un poco más adelante ya que también tengo que mostrar los recuerdos de Sora.

luna – kotori: Nada tranquila, que a mi no me molesta. Por mí "sigue dando la lata" por muchos capítulos más. Aquí tienes el desenlace del partido aunque supongo que estaba cantado. La verdad es que este capítulo y el anterior eran uno sólo pero como era demasiado largo, decidí cortarlo en dos partes. Sólo puse el final del capítulo en donde me pareció más interesante (está bien, lo reconozco, apunté con el cursor, moví un poco el ratón y donde cayó). La verdad es que esta historia está centrada más en Sora, aunque creo que me estoy desviando un poco del personaje principal, ¿no creéis? Pero es que T.k. me parece tan rico... Y ya no decir Matt.

aska ishida: Muchas gracias por tus reviews, deseo que la espera no se te haya hecho muy largo (como me doy aires a mi misma). Vas a tener que esperar un poco para saber lo que pasa después de que T.k. llegue a la casa de Sora, porque esa escena se va a desarrollar lentamente debido a los recuerdos de los personajes. Pero vamos que dos o tres capítulos más (espero) y el fic continúa.

Bueno, como siempre muchas gracias a los que estáis leyendo en este momento el fic. Significa mucho para mí, aunque no lo creáis lo digo de corazón (uys, que poética estoy hoy). Por favor seguir dejando vuestros reviews y nos leemos en el próximo capítulo.

¡Ah! Por cierto, se me olvidaba. Si queréis chatear conmigo por el messenger añadid la siguiente cuenta a vuestros contactos que yo os aceptare en los míos: gevhaudan@hotmail.com

Muchas gracias y hasta pronto (recemos todos porque sea así).

¡Ah! Sí también, un último mensaje (uy que despistada ando hoy...): NO A LA GUERRA (vale, ya sé que llego bastante tarde para gritarlo, pero vamos para que no se vuelva a repetir una invasión a un país con la excusa de la liberación de una dictadura, cuando en realidad lo que se quiere es el petróleo y la prueba de nuevas armas. No digo que liberar al país de la dictadura sea malo, sólo digo que hay otros métodos).

Bueno y después de filosofear un rato ahora sí me despido definitivamente. Sayonara.