FUTURO EN EL PASADO

V.

Inuyasha se sobresaltó un poco al sentir a Kagome recargarse en su hombro, estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se había dado cuenta de la cercanía de su mujer; Kagome se recargó sonriente al ver la sorpresa de este y es que, no podía creer que las cosas al final hubiesen resultado tan bien para ellos dos.

- ¿En qué piensas? -indagó Inuyasha al ver la sonrisa de su mujer

- En nada malo... sólo, me alegro de que las cosas hayan resultado de esta forma -levantó la mirada para observarlo.

- Pues claro que sí tonta -la abrazó y puso su mentón en la cabeza de ella, había ocasiones como esa, en la que sentía que el corazón se le saldría del pecho de la emoción.

- Últimamente todo está muy tranquilo por aquí

- Es verdad, Shippo aún no regresa de su entrenamiento

Cerca de ahí unas risas de unas niñas muy conocidas comenzaban a escucharse, Inuyasha y Kagome se voltearon a ver al mismo tiempo.

- Creo que las invocamos -dijo Inuyasha soltando a Kagome.

- No digas eso, parece que crees que se trata de algo malo.

- Eso lo dices tú porque no te tratan como su mascota -apenas terminó la frase, cuando fue atacado por dos pequeñas, se abalanzaban sobre él para jugar con sus orejas.

- Que tiernas -decía Kagome al ver a las gemelas de Sango jugar con Inuyasha.

- ¡Oh! ahí están -decía Sango intentando quitar a las niñas de encima de Inuyasha, pero entre más las jalaba más tiraban de sus orejas-, vamos niñas, suelten a Inuyasha -decía mientras jalaba a una de ellas.

- ¡Ay! Sango, creo que tú me estás haciendo más daño -se quejó Inuyasha y la exterminadora dejó de jalar entonces-, olvídalo, déjalas ahí -decía ya derrotado.

- Lo siento -decía Sango apenada, aunque al menos ahora tenía un poco de descanso, definitivamente cuidar de dos niñas y estar esperando un tercer niño no era tarea fácil, se sentó y saludó entonces a su amiga-, Kagome... hola -rio apenada-, perdón por el alboroto.

- No te preocupes, parece que se llevan muy bien -decía Kagome mientras veía como las pequeñas arrastraban a Inuyasha fuera de la casa, gritaban que querían jugar a las traes, y claro, Inuyasha sería quien tenía que atraparlas.

- Sí es verdad -decía mientras veía como las pequeñas desaparecían junto a Inuyasha. Recordaba en aquel tiempo en que Kagome aún no regresaba de su época, Inuyasha solía ayudarla bastante con las gemelas, Miroku salía seguido por sus exorcismos y esas cosas, así que él solía cargarlas hasta que se quedaban dormidas. Desde siempre se habían llevado muy bien.

- Y ¿cómo te sientes? -decía Kagome señalando el abultado vientre de su amiga

- Bien... -suspiraba-, aunque la verdad que es bastante cansado -contestó mientras se sobaba la panza-, aunque aún faltan unos meses para descansar -decía irónicamente.

- ... -Kagome sonrió, era verdad, por ahora podría decirse que estaba descansando, porque en cuanto llegase el tercer bebé las cosas se le complicarían seguramente-, no te preocupes Sango, sabes que puedes contar conmigo y bueno, con Inuyasha para cuidar de las gemelas y el bebé -sonrió.

- Gracias... después no vayas a retractarte -decía Sango en un tono extrañamente amenazador.

- No, claro que no -decía Kagome riendo nerviosamente ante el cambio repentino de humor de su amiga-, y ¿aún no regresa Miroku? -la pregunta le había salido tan natural que no creyó que ocasionara el disgusto de su amiga.

- Miroku... no, aún no regresa -si bien no dijo una sola palabra sobre él, tampoco hacía mucha falta, su gesto dejaba bien en claro que no tenía intenciones de hablar de él, seguramente, pensó Kagome, habían discutido antes de que él se marchara.

A Kagome desde siempre le había preocupado aquel matrimonio, no dudaba de los sentimientos de Miroku hacia Sango, pero sí que dudaba que pudiese ser un hombre fiel, después de todo, las viejas mañas son difíciles de superar. Sin embargo, todo parecía miel sobre hojuelas, hasta ahora. Kagome hubiese querido preguntarle sobre cómo la trataba la vida con Miroku, pero no quiso entrometerse de más, Sango siempre había sido bastante reservada en cuanto a su relación se trataba.

- ¿Y ustedes? ¿cómo han estado? -preguntó Sango para cambiar de tema.

- Muy bien, es todo lo que siempre soñé -dijo Kagome con gran felicidad, a lo que Sango sonrió también, se alegraba por su amiga, al menos el haber renunciado a su familia parecía haber valido la pena.

- Me alegro mucho -guardó silencio un segundo y luego añadió-, ¿cuándo piensas tener familia? -aquella pregunta había tomado por sorpresa a Kagome, quien se puso de mil colores antes de poder contestar.

- Eh... la verdad es que lo hemos estado intentando -dijo con un dejo de decepción-, pero no ha ocurrido aún.

- No te preocupes... es bien sabido que a los hanyous como Inuyasha les es difícil tener decendencia, sólo les costará un poco más de lo normal -levantó los hombros para restarle importancia al asunto.

- Supongo que tienes razón -Kagome se llevó un dedo a la barbilla pensando en que no le molestaba en absoluto tener que practicar un poco más. La sola idea le hizo sonrojar nuevamente.

- Por cierto... no me creas mucho, pero en mi aldea solía decirse que cuando un hanyou estaba en su forma humana era más fácil que procreara, aunque sólo es un mito en realidad, no hay forma de comprobarlo realmente -decía Sango pensativa.

- ¿En serio?... -meditó Kagome y luego añadió-, bueno si es así, habrá que hacer la prueba -y luego rio junto a Sango, ya no eran unas niñas, no tenía nada de malo hablar de esos temas.

Las dos mujeres estaban platicando tranquilamente, cosa que sabían en cualquier otro lugar sería difícil, aquella aldea en especial gozaba de paz y tranquilidad, en gran medida a que era bien sabido que ahí vivía Inuyasha y la sacerdotisa que había destruido la Perla de Shikon, además de todo aquel lugar contaba con la protección de 'El gran Sesshomaru', hijo del General Perro, lo que mantenía a raya a todo aquel que quisiera causar problemas ahí, sin embargo, no por ello bajaban del todo la guardia, hacía falta sólo algún lunático para echar por la borda la paz con la que contaban.